Asimov, Isaac - La Saga de Lucky Starr (v.2)

457
Isaac Asimov LA SAGA DE LUCKY STARR Volao 26.10.11 FB2: Jack!2012

Transcript of Asimov, Isaac - La Saga de Lucky Starr (v.2)

Fiction Book Description

Isaac AsimovLA SAGA DE LUCKY STARR

Volao 26.10.11

FB2: Jack!2012

* * *

Indice

Prefacio

I - Lucky Starr, el ranger del espacio (1952)

II - Lucky Starr y los piratas de los asteroides (1953)

III - Lucky Starr y los ocanos de Venus (1954)

IV - Lucky Starr y el gran Sol de Mercurio (1956) V - Lucky Starr y las lunas de Jpiter (1957)

VI - Lucky Starr y los anillos de Saturno (1958)* * *

PREFACIOEl 23 de marzo de 1951, Asimov se reuni con su agente Frederik Pohl y Walter I. Bradbury -entonces el editor de ciencia ficcin en Doubleday-, quienes tenan una propuesta para l.

Pohl y Bradbury queran que escribiera una novela de ciencia ficcin juvenil que servira de base para una serie de televisin. Ante el temor de que la novela se sumara a la "horrible y uniforme" programacin que inundaban los canales de televisin, decidi a publicarla bajo el seudnimo de "Paul French".

Asimov comenz a trabajar en la novela, que segua de cerca las aventuras de un guardia espacial. Complet el libro el 29 de Julio bajo el titulo: David Starr: Space Ranger (David: elegido en honor a su hijo) y fue publicado por Doubleday en Enero de 1952.

Aunque los planes para la serie de televisin no prosperaron, Asimov continu escribiendo la serie -bajo el nombre Lucky Starr- llegando a un total de seis. Una sptima aventura, Lucky Starr and the Snows of Pluto, fue planeada, pero la abandon cuando dedic su tiempo exclusivamente a los libros que no eran de ficcin.

Sin tener que preocuparse de ser asociado con una vergonzosa versin televisada, Asimov decidi abandonar la pretensin de que l no era el autor (aunque los libros se seguan publicando con el seudnimo de Paul French), ya que Lucky Starr and the Moons of Jupiter inclua la Tres Leyes de la Robtica.

Con el tiempo, Asimov utiliz su propio nombre en ediciones posteriores; algunas portadas llevan su nombre solamente, mientras que otras colocan "Isaac Asimov, escribiendo como Paul French.

Con cuidado, introdujo en la novelas conceptos astronmicos y fsicos que el conocimiento cientfico de la poca apoyaba. En ediciones posteriores, se agreg un prefacio sealando que los nuevos descubrimientos cientficos han hecho que algunos lugares y conceptos en las historias sean obsoletos: Mercurio no presenta un solo lado al Sol, y Venus no est cubierto por un ocano global, por ejemplo.

Curiosamente, el escenario en donde se ambientan las novelas casi podra ser el mismo de los cuentos y posteriores novelas de robots. Existen los robots positrnicos y las leyes de la robtica, y se menciona a las colonias espaciales de la Tierra. El nico detalle que no parece encajar es la presencia de inteligencias extraterrestres.

Los libros ofrecen ms escenas de accin que la cuota habitual que Asimov inclua en sus relatos, pero todava estn llenos de las preocupaciones cientficas y sociolgicas que utiliz en todas sus otras obras de ficcin.

1 - David Starr, Space Ranger - David Starr, el Ranger del Espacio (1952):El sistema solar ha sido colonizado por la Tierra, la cual es gobernada a su vez por el Consejo de Ciencias. De este Consejo forma parte David Starr, el hombre encargado de imponer la justicia y la paz hasta los ms recnditos lugares de la galaxia. La tTerra depende, alimentariamente, de sus colonias. Pero la rebelin de stas pone a nuestro planeta al borde de la extincin.

2 - Lucky Starr and the Pirates of the Asteroids - Lucky Starr and the Pirates of the Asteroids (1953):

Lucky Starr y su inseparable compaero Bigman se enfrentan a unos despiadados piratas espaciales que atentan contra la seguridad de la Tierra.

3 - Lucky Starr and the Oceans of Venus - Lucky Starr y los ocanos de Venus (1954):

En las profundidades de los ocanos de Venus, bajo inmensas cpulas transparentes, los extraterrestres han construido maravillosas ciudades submarinas. Pero un terrible enemigo amenaza con destruir las colonias humanas. Lucky Starr habr de enfrentarse solo a esta amenaza extraterrestre.

4 - Lucky Starr and the Big Sun of Mercury - Lucky Starr y el gran sol de Mercurio (1956):

Un importante proyecto, consistente en aprovechar la energa solar desde Mercurio, sufre numerosos y misteriosos sabotajes.

5 - Lucky Starr and the Moons of Jupiter - Lucky Starr y las lunas de Jpiter (1957):

Un experimento revolucionario sobre viajes espaciales, es saboteado diablicamente por un implacable enemigo de Lucky Starr.

6 - Lucky Starr and the Rings of Saturn - Lucky Starr y los anillos de Saturno (1958):

Los anillos de Saturno se ven invadidos de pronto de un enjambre de naves robot procedentes de Sirio. La Tierra est a punto de perecer en sus manos.

*

* * *

*

I - EL RANGER DEL ESPACIOEl Ranger del Espacio es la primera de una serie de novelas, llenas de intriga y accin, que Isaac Asimov sita en los distintos planetas del sistema solar. La Tierra est gobernada por un Consejo de cientficos y depende de sus colonias en otros planetas para el suministro de alimentos. Un joven miembro del consejo -David Starr, a quien llaman Lucky- ha de enfrentarse a ciertos sucesos misteriosos que ponen en peligro la subsistencia misma de la raza humana.*IntroduccinEste libro fue publicado por primera vez en 1952, y la descripcin de la superficie de Marte y de su atmsfera estaba acorde con los conocimientos astronmicos de la poca.

Sin embargo, a partir de 1952 la investigacin astronmica sobre el sistema solar ha avanzado mucho, gracias a la utilizacin del radar y de los cohetes espaciales.

El da 28 de noviembre de 1964 la sonda espacial denominada Mariner IV inici su trayectoria hacia Marte. El da 15 de julio del ao 1965 la sonda estuvo situada a una distancia apenas por debajo de los 12.000 Km.; recogi as datos, obtuvo fotografas y las radi hacia la Tierra.

Se ha sabido de este modo que la atmsfera marciana tiene tan slo un dcimo de la densidad que los astrnomos le adjudicaban. A esto se agregaba que las fotografas han mostrado una superficie marciana sembrada de crteres, similar en parte a la. superficie lunar. Por otra parte, no se han advertido seales claras de la existencia de canales.

Tiempo despus, otras sondas enviadas en direccin a Marte han indicado que la cantidad de agua existente en el planeta es menor de la que se haba credo y que los casquetes de hielo, visibles desde la Tierra, son en rigor dixido de carbono congelado y no agua congelada. Todo esto significa que la vida en Marte -cualquiera que sea la forma que asuma- est muy lejos de existir en la actualidad o de haber existido en poca pasada, aunque los astrnomos hubieran pensado lo contrario hasta 1952.

De todas maneras, espero que los lectores disfruten de este relato, pero no querra inducirlos al error de aceptar como verdaderos algunos datos que se estimaron exactos hasta 1952, pero que hoy resultan ya anticuados.

Isaac Asimov, Noviembre de 1970

*1 - LA CIRUELA DE MARTEDavid Starr estaba observando el rostro del individuo, de modo que vio cmo ocurra: lo vio morir.

Mientras aguardaba con paciencia al doctor Henree, David estaba disfrutando de la atmsfera del nuevo restaurante de la ciudad, el Internacional. Esta sera su primera fiesta despus de haber obtenido su ttulo y la cualificacin para integrarse como miembro del Consejo de Ciencias.

No le molestaba aguardar. El Caf Supreme an brillaba con la reciente capa de pintura cromosiliconada. En la pared, junto al extremo de la mesa de David, haba un pequeo y refulgente cuerpo cbico; contena la diminuta rplica tridimensional de la banda cuya msica se expanda por todo el ambiente. La batuta del director era un destello de movimiento de un centmetro; la tabla de la tarima, por supuesto, era de sanito, ltima palabra en materia de campos de fuerza y, exceptuada la deliberada fluctuacin, casi invisible.

Los calmos ojos castaos de David se deslizaron por las otras mesas, semiocultas en sus reservados; y no lo haca por tedio, sino porque la gente le interesaba ms que cualquiera de los artilugios cientficos que el Caf Supreme ofreciera. La televisin tridimensional y los campos de fuerza eran motivo de maravilla diez aos atrs, pero ahora ya estaban aceptados por todos. La gente, en cambio, no haba variado; pero an hoy, diez mil aos despus de la construccin de las pirmides y cinco mil despus de la primera explosin atmica, constitua un misterio insoluble, un enigma sin desvelar.

All estaba aquella joven de hermoso vestido, riendo con suavidad junto al hombre que se sentaba frente a ella; un hombre maduro con sus incmodas ropas de fiesta, escogiendo el men en el teclado del camarero automtico mientras su mujer y dos nios le observaban con aire atento; dos hombres de negocios hablando con animacin acerca del postre...

Y ocurri cuando la mirada de David se fij sobre esos dos ejecutivos. Uno de ellos, con la cara congestionada, hizo un movimiento convulsivo y vacil. El otro, con un grito, lo cogi de un brazo, en un gesto intil de ayuda, pero el primero ya haba cado de su asiento y comenzaba a deslizarse bajo la mesa.

David se haba puesto de pie a la primera seal de conmocin y ahora sus largas piernas devoraron la distancia entre las mesas en tres veloces zancadas. Ya dentro del reservado, una presin de su dedo sobre el contacto electrnico junto al aparato de tridivisin hizo descender una cortina morada con dibujos fluorescentes en la boca del pequeo recinto. A nadie poda extraar que hubiese quienes quisieran gozar de una cierta soledad.

Tan slo entonces el compaero del hombre accidentado hall las palabras adecuadas:

-Manning est enfermo. Es una especie de ataque. Es usted mdico?

La voz de David fue calmada, serena. Infunda fortaleza:

-Sintese usted y no se altere. En seguida llegar el administrador y se har todo lo que se pueda.

Cogi al accidentado para alzarlo: pareca un mueco de trapo, aunque era un individuo pesado. Empuj la mesa hacia un lado, tan lejos como le fue posible: mientras aferraba la tabla, sus dedos permanecan a dos centmetros del mueble, rechazados por el campo de fuerza. Tendi al hombre sobre el asiento, y tras desprender el cierre magntico de la camisa, comenz a practicarle la respiracin artificial.

David no crea que aquel hombre pudiera recuperarse; pues los sntomas le eran bien conocidos: congestin repentina, prdida de la voz y el aliento, breves minutos de lucha por la vida y, por ltimo, el fin.

La cortina se agit. Con notable presteza el administrador responda a la seal de emergencia que David haba enviado antes de abandonar su mesa. El administrador era un hombre bajo, de cara roja, vestido con un traje negro y ajustado, de corte conservador. Sus facciones estaban alteradas.

-Alguien aqu ha...? -sufri un estremecimiento cuando sus ojos captaron la situacin.

El otro ejecutivo hablaba con prisa histrica:

-Estbamos cenando, cuando mi amigo ha sufrido este ataque. Y en cuanto a este hombre, no s quin es.

David abandon sus intiles esfuerzos. Apart de su frente un espeso mechn de cabellos castaos y pregunt:

-Es usted el administrador?

-Soy Oliver Gaspere, administrador del Caf Supreme. -repuso el individuo regordete, lleno de azoramiento-. La llamada de emergencia de la mesa 87 suena; cuando llego, est vaca. Alguien me dice que un joven se ha precipitado hacia la 94, llego y me encuentro con esto. -El hombrecito gir-. Llamar al doctor de la casa.

David lo detuvo:

-Un momento. No tiene sentido que lo haga. Este hombre est muerto.

-Qu? -grit el otro ejecutivo-. Manning!

David Starr lo empuj hacia atrs, contra la invisible tabla de la mesa.

-Tranquilcese, caballero. No puede usted ayudarlo y no es momento para alborotos.

-No, no -concord Gaspere, de prisa-. No debemos sobresaltar a los otros comensales. Pero ver usted, seor, un mdico ha de examinar a este pobre hombre y determinar la causa de su muerte. No puedo permitir irregularidades en mi restaurante.

-Lo lamento, seor Gaspere, pero prohbo que este hombre sea examinado por nadie en este momento.

-Pero qu dice usted? Si este hombre ha muerto de un ataque al corazn...

-Por favor. Le ruego que coopere usted conmigo y que no prosigamos una discusin sin sentido. Cul es su nombre, seor?

El amigo del muerto contest con tono opaco:

-Eugene Forester.

-Vaya, seor Forester, quiero saber con exactitud qu han comido usted y su amigo.

-Seor! -el regordete administrador ech a David una mirada en la que los ojos se le salan de las rbitas-. Sugiere usted que ha sido algo en la comida la causa de esto?

-No sugiero. Pregunto.

-No tiene usted derecho a preguntar nada. Quin es usted? Es un don nadie. Exijo que un mdico examine a este pobre hombre.

-Seor Gaspere, est usted hablando con un miembro del Consejo de Ciencias.

David descubri la parte interna de su mueca levantando la manga flexible de metallite. Por un instante slo se vio la piel y luego una marca oval se fue oscureciendo hasta tornarse negra. Dentro del valo, diminutos grnulos luminosos danzaron titilando: reproducan las conocidas figuras de la Osa Mayor y de Orin.

Los labios del administrador temblaron. El Consejo de Ciencias no era un cuerpo gubernamental, pero sus miembros tenan acceso a muy elevados cargos en el gobierno; Gaspere murmur:

-Le ruego que me excuse, seor.

-No es preciso que se excuse usted. Bien, seor Forester, podr ahora responder a mi pregunta?

-Ordenamos la cena especial nmero tres -murmur.

-Ambos?

-As es.

-Ninguno de los dos hizo ningn cambio? -inquiri David. El mismo haba examinado el men en su propia mesa. El Caf Supreme serva delicadezas extraterrestres, pero la cena especial nmero tres estaba integrada con los ms comunes platos terrestres. sopa de verduras, chuletas de ternera, patatas asadas, guisantes, helado y caf.

-S, hubo un cambio. -Forester arque las cejas-. Manning orden marciruelas en almbar de postre.

-Y usted no?

-No.

-Y dnde estn ahora esas marciruelas?

David tambin haba comido ese postre. Eran ciruelas maduradas en los amplios huertos marcianos, jugosas y sin hueso, con un sutil sabor a canela que se una al delicioso aroma de fruta fresca.

-Se las ha comido. Qu se imagina usted? -repuso Forester.

-Cunto tiempo antes del colapso?

-Alrededor de unos cinco minutos, creo. An no habamos terminado el caf. -El hombre empalideca segundo a segundo-. Estaban envenenadas?

David no respondi. Se encar, en cambio, con el administrador.

-Qu pasa con esas marciruelas?

-Pues nada. No tienen nada malo. -Gaspere haba cogido la cortina del reservado y la sacuda con fuerza, pero no se olvidaba de no alzar demasiado la voz-. Eran parte de un cargamento fresco de Marte, controlado y aprobado por el gobierno. Slo en estas tres ltimas noches hemos servido cientos de raciones. Nada semejante haba ocurrido hasta ahora.

-De todos modos, ser prudente que ordene usted que se eliminen de la lista de postres hasta que se les haga un nuevo anlisis. Y por si no fueran las marciruelas, trigame usted una bolsa de cualquier clase y recoger los restos de la cena para que sean estudiados.

-En seguida, en seguida.

-Y, por supuesto, no hable de esto con nadie.

Al cabo de unos instantes el administrador regres, enjugndose la frente con un pauelo blanqusimo.

-No logro entenderlo. En absoluto -murmuraba.

David acomod dentro de la bolsa los platos plsticos usados, con restos de comida an adheridos, los trozos sobrantes de unos panecillos y puso a un lado los vasos en que se haba servido el caf. Gaspere dej de estrujarse con frenes las manos y alz un dedo hacia la superficie de la mesa.

La mano de David se adelant de prisa y el administrador se hall con que tena la mueca prisionera.

-Pero, seor, las migas!

-Tambin las coger. -Utiliz su cortaplumas para recoger cada migaja; la afilada hoja de acero se deslizaba sin dificultades sobre la nada del campo de fuerza.

El propio David dudaba acerca de la conveniencia de utilizar campos de fuerza como tablas en las mesas. Su total transparencia no contribua a crear tranquilidad. La vista de platos y cubertera descansando sobre nada deba llevar a los comensales a un estado de tensin; de modo que el campo tena que estar fuera de fase, para inducir continuas interferencias que, con sus centelleos, brindaran la ilusin ptica de cuerpo, de volumen.

En los restaurantes eran muy comunes, ya que, finalizada la comida, slo era preciso extender el espesor del campo unos pocos milmetros para hacer desaparecer cualquier miga o gota. Cuando David hubo terminado con su tarea de recogida, permiti a Gaspere que extendiera el campo de fuerza, removiendo primero el cierre de seguridad con un dedo y luego el hombrecito pudo hacer uso de su llave especial. Inmediatamente apareci una superficie totalmente limpia.

-Vaya, un momento. -David haba observado el cuadrante metlico de su reloj y se dirigi hasta la cortina, uno de cuyos bordes alz. Entonces llam con voz suave-: Doctor Henree!

Un hombre delgado, maduro, que se hallaba sentado en la misma silla que ocupara David quince minutos antes, se enderez mientras echaba una mirada a su alrededor, sorprendido.

-Aqu estoy! -le dijo David, sonriente, y apoy el ndice sobre sus labios.

El doctor Henree se puso de pie. Las ropas le sentaban holgadas y sus cabellos grises y escasos estaban cuidadosamente peinados sobre el crneo.

-Mi querido David, estabas aqu ya? He credo que te habas retrasado. Ocurre algo malo?

La sonrisa de David tuvo corta duracin:

-Uno ms.

El doctor Henree penetr en el reservado? al ver al hombre muerto murmur:

-Vlgame Dios!

-Ese es un modo de encarar la situacin -apunt David.

-Creo -dijo el doctor Henree, en tanto limpiaba sus anteojos bajo el suave rayo de fuerza de su barra limpiadora y los volva a acomodar sobre la nariz-. Creo que lo mejor sera cerrar el restaurante.

Gaspere abri y cerr la boca, sin un solo sonido, como un pez. Por ltimo logr decir con voz estrangulada:

-Cerrar el restaurante! Pero slo hace una semana que se inaugur. Eso ser la ruina. La ruina total!

-Oh, pero slo por una hora o algo ms. Tendremos que sacar de aqu el cadver e inspeccionar la cocina. Sin duda usted querr que le libremos del estigma de la comida envenenada, si es posible, y tambin sin duda, sera poco conveniente para usted que todo esto se hiciera en presencia de los comensales.

-Bien. Ver que el restaurante quede vaco, pero necesito una hora para que los clientes terminen de cenar. Espero que no haya publicidad.

-Ninguna, le doy mi palabra. -El rostro anguloso del doctor Henree era una mscara de pesar-. David, quieres llamar a la recepcin del Consejo y pedir por Conway? Tenemos un procedimiento especial para estos casos. l sabr qu hacer.

-Debo quedarme aqu? pregunt Forester de pronto-. Me siento enfermo.

-Quin es este hombre, David? pregunt a su vez el doctor Henree.

-El compaero de mesa del hombre muerto. Se llama Forester.

-Vaya. Pues me temo, seor Forester, que usted tendr que pasar su enfermedad aqu mismo.

Vaco, el restaurante resultaba fro y desagradable. Detectives silenciosos iban y venan. Con total eficiencia haban inspeccionado las cocinas, tomo por tomo. Por fin, el doctor Henree y David Starr quedaron solos. Se sentaron en un reservado vaco. No haba luces y los aparatos de tridivisin de cada mesa eran meros cubos muertos de cristal.

El doctor Henree sacudi la cabeza.

-No lograremos saber nada. Ya he pasado otra vez por eso. Lo lamento, David. No es sta la celebracin que habamos planeado.

-Ya habr tiempo para celebraciones. Usted me ha mencionado en sus cartas alguno de estos casos de envenenamiento en la comida, de modo que estoy preparado, pero ignoraba que fuera necesario este absoluto secreto. De haberlo sabido hubiese sido ms discreto.

-Oh, no te apures por ello. Ya no podremos ocultar la cuestin por mucho tiempo. Poco a poco se ir filtrando algn dato. Alguien ve a una persona morir mientras est comiendo y luego oye hablar de otros casos similares. Y siempre durante la comida. Esto ya est mal y se pondr peor. Bien, volveremos a discutir el tema maana, cuando hables con Conway.

-Aguarde usted! -los ojos de David se fijaron en los de su interlocutor-. Veo que algo le preocupa ms que la muerte de un hombre o aun que la muerte de mil hombres. Algo que ignoro. De qu se trata?

-Me temo, David -suspir Henree-, que la Tierra est corriendo un grave peligro. La mayora de los miembros del Consejo no lo creen as, y el mismo Conway slo est convencido a medias. Pero yo tengo la certeza de que este supuesto envenenamiento de la comida es un inteligente y brutal intento de apoderarse del control de la economa y del gobierno de la Tierra. Y hasta el presente, muchacho, no hay el menor indicio acerca de quin est detrs de eso, ni de cmo se lleva a cabo esta operacin. El Consejo de Ciencias est inerme por completo!

2 - EL CESTO DE PAN EN EL CIELOHector Conway, consejero jefe de Ciencias, estaba de pie junto a la ventana, en la habitacin ms alta de la Torre de la Ciencia, la elegante estructura que dominaba el suburbio norte de Ciudad Internacional. Las calles comenzaban a titilar en la penumbra temprana. Pronto apareceran fajas blancas a lo largo de las vas peatonales elevadas. Los edificios se iluminaran, enjoyados, cuando sus ventanas reviviesen. Casi centradas frente a su ventana estaban las lejanas cpulas de las oficinas del Congreso, custodiando la Casa del Ejecutivo.

Conway estaba solo en su despacho y el visor automtico estaba programado para admitir slo las huellas dactilares del doctor Henree. Un sentimiento depresivo invada al funcionario. David Starr estaba ya en su propio camino, crecido de pronto y como por arte de magia, presto para recibir su primera misin como miembro del Consejo. Era casi como estar aguardando la visita de su hijo. Y hasta cierto punto, estaba en lo cierto: David Starr era su hijo; suyo y de August Henree.

En un comienzo haban sido tres; l mismo, Gus Henree y Lawrence Starr. Cunto recordaba a Lawrence Starr! Juntos haban estudiado, juntos haban logrado su cualificacin para el Consejo y realizaron las primeras investigaciones juntos; y, por entonces, Lawrence Starr fue ascendido. Era de esperar, ya que, de los tres, fue siempre el ms brillante.

Starr fue destinado a una base semipermanente en Venus y por primera vez uno de los tres amigos tuvo que separarse del grupo. Starr parti con su esposa e hijo. Brbara. La hermosa Brbara Starr! Ni Henree ni l se casaron, y para ninguno hubo nunca una mujer que compitiera con el recuerdo de Brbara. Cuando naci David, ellos se convirtieron en to Gus y to Hctor y, en ocasiones, David se confunda y llamaba a su padre to Lawrence.

Luego, durante el viaje a Venus, se produjo el ataque pirata. La matanza fue total. Las naves piratas casi nunca cogan prisioneros en el espacio y ms de cien personas murieron en menos de dos horas. Entre esas personas estaban Lawrence y Brbara.

Conway recordaba el da, el exacto minuto en que lleg la noticia a la Torre de la Ciencia. Naves de patrulla surcaron el espacio en busca de los piratas y atacaron sus guaridas en los asteroides con una furia que no conoca precedente. Nadie poda asegurar que los bandidos capturados fueran o no los responsables de la masacre del navo enviado a Venus. Pero a partir de esa fecha el poder pirata qued quebrantado.

Y las patrullas hallaron algo ms: un pequeo cohete-salvavidas describa una rbita precaria entre Venus y la Tierra, radiando mensajes automticos de socorro. Dentro slo haba un nio. Un muchachito asustado y solitario, de cuatro aos. que durante horas no hizo ms que repetir con firmeza: Mam me ha dicho que no debo llorar.

Era David Starr. La ptica del nio deformaba el relato, pero aun as la interpretacin era muy simple. Conway poda visualizar los ltimos minutos dentro del navo asaltado: Lawrence Starr, moribundo, dentro de la cabina de mando, mientras los asaltantes forzaban el acceso; Brbara, con una pistola lanzarrayos en la mano, desesperada por meter a David dentro del salvavidas, intentando fijar los controles lo mejor posible para lanzarlo al espacio. Y luego?

Tena una pistola en la mano; mientras tuvo oportunidad, ella debi de utilizarla contra los enemigos, y cuando ya no tena sentido seguir resistiendo, sin duda la habra vuelto contra s misma.

El mero pensamiento de esa escena destrozaba a Conway. S, lo destrozaba, y una vez ms dese que le hubiesen permitido ir en alguna nave de patrulla, porque de ese modo, con sus propias manos, podra haber contribuido a que las guaridas de los asteroides se tornaran ocanos llameantes de destruccin atmica. Pero los miembros del Consejo de Ciencias le dijeron, eran demasiado valiosos como para ser arriesgados en misiones de represalia; y se qued en su casa, leyendo los informativos a medida que se deslizaban por la pantalla de telenoticias de su proyector.

Junto con August Henree, haba adoptado a David Starr; ambos dedicaron su vida a borrar de su memoria el recuerdo horrible de lo ocurrido en el espacio; ambos fueron madre y padre para el nio; ambos vigilaron su educacin, con un nico propsito en la mente: hacer de l lo que una vez haba sido Lawrence Starr.

El joven super todas las esperanzas puestas en l. En su peso, en su metro ochenta de estatura, reproduca la corpulencia y fortaleza de Lawrence, con los nervios templados y los reflejos rpidos de un atleta; con el cerebro incisivo y claro de un cientfico de primera lnea, Pero aparte de todo esto, haba algo en su cabello castao, apenas ondulado, en sus ojos grandes, separados y oscuros, en el mentn con la traza de un hoyuelo que se le desvaneca al sonrer, algo que haca vivo el recuerdo de Brbara.

David cumpli sus perodos acadmicos y su paso produjo un reguero de chispas y cenizas fras al pulverizar los rcords precedentes, tanto en los campos de juego como en las aulas. Conway lleg a sentirse preocupado.

-No es natural, Gus. Est superando a su padre.

Y Henree, poco proclive a las palabras innecesarias, dio una chupada a su pipa y sonri con orgullo.

-Me pone enfermo decir esto -haba proseguido Conway-, porque te reirs de m, pero aqu hay algo anormal. Recuerda que el nio qued durante dos das casi a la deriva en el espacio, y entre l y la radiacin solar no hubo en todo ese tiempo nada ms que la dbil defensa de un cohete salvavidas. Se hallaba a menos de ciento treinta mil kilmetros del Sol durante un perodo de tormentas solares.

-Todo lo que has estado diciendo -replic Henree- significa que David tendra que haber muerto calcinado.

-Pues no lo s -murmur Conway-. El efecto de la radiacin en tejidos vivos, en tejidos vivos humanos, tiene sus misterios.

-Oh, naturalmente. No es un campo en el que la experimentacin sea fcil.

David finaliz su carrera con los ms elevados promedios. Se dedic a investigar en el campo de la biofsica, a nivel de postgraduado. Era el hombre ms joven al que jams se hubiera admitido en el Consejo de Ciencias.

Para Conway hubo una prdida. Cuatro aos antes haba sido elegido consejero jefe; era un honor por el que haba entregado su vida, aun cuando no ignoraba que, de vivir Lawrence Starr, la eleccin habra tomado otro curso.

As, le restaron slo contactos ocasionales con el joven David Starr, porque ser consejero jefe implicaba que en su vida no poda existir ms que el cmulo de problemas pendientes en toda la Galaxia. Incluso durante las pruebas de graduacin, haba visto a David a distancia, apenas. En los ltimos cuatro aos haba hablado con l no ms de cuatro veces.

De modo que su corazn lata con fuerza cuando se abri la puerta. Gir y march vivamente al encuentro de los dos hombres que avanzaban hacia l.

-Gus, amigo. -Estrech la mano que se le tenda-. David, muchacho!

Transcurri una hora. Era noche cerrada ya cuando lograron dejar de hablar de s mismos y volvieron su atencin al universo.

David cambi el tema.

-Hoy he visto un envenenamiento por primera vez, to Hctor. Ya saba lo suficiente como para no caer en el pnico. Hubiese querido saber lo suficiente y poder evitarlo.

-Nadie sabe lo suficiente -repuso Conway con sobriedad-. Supongo que sera algn producto marciano, como otras veces, Gus.

-No hay medios de asegurarlo, Hctor. Pero haba una marciruela.

-Seguramente me diris todo lo que pueda saber sobre este asunto -pidi David Starr.

-Muy simple -contest Conway-. Todo es de una simplicidad horrible. En los ltimos cuatro meses unas doscientas personas han muerto despus de comer algn producto de los huertos marcianos. Es un veneno desconocido, los sntomas son los de una enfermedad desconocida. Se produce una rpida y completa parlisis de los nervios que controlan el diafragma y de los msculos del trax. Esto conduce a una parlisis pulmonar que, en cinco minutos, es fatal.

Y an hay ms. En los pocos casos en que hemos cogido a la vctima a tiempo, intentamos practicarle la respiracin artificial, como t lo has hecho, y hasta usamos respirador; a pesar de ello, han muerto a los cinco minutos. Tambin el corazn se ve afectado. Las autopsias no han revelado otra cosa que no sea la degeneracin de los nervios, y en todos los casos ha sido increblemente veloz.

-Y qu hay de la comida que los envenena?

-Nada -suspir Conway-. Siempre ha habido tiempo para que el producto o la porcin envenenados fuesen totalmente consumidos; en otras mesas o en la cocina, ese mismo alimento ha resultado inofensivo. Lo hemos suministrado a animales y hasta a voluntarios. El contenido del estmago de los muertos ha ofrecido resultados inciertos.

-Cmo sabes, pues, que se trata de comida envenenada?

-Porque la coincidencia de la muerte tras comer un producto marciano, repetida una y otra vez, sin excepcin conocida, es ms que coincidencia.

-Y no es contagioso, es obvio -dijo pensativamente David.

-No. Gracias a las estrellas. Aun as, ya tenemos un grave problema. En la medida de nuestras posibilidades hemos mantenido todo esto en secreto, con absoluta cooperacin de la Polica Planetaria. Doscientas muertes en cuatro meses, sobre la poblacin total de la Tierra, es un fenmeno comprensible, pero el promedio puede crecer. Y si la gente de la Tierra se entera de que un bocado cualquiera de comida marciana puede ser el ltimo, las consecuencias serian espantosas. Aunque pudiramos asegurar que el promedio de muertes es de cincuenta por mes sobre una poblacin de cinco mil millones, cada individuo estara convencido de ser uno de esos cincuenta.

-S -respondi David-, lo cual significara que el mercado de importacin de alimentos marcianos quedara por los suelos. Y esto no sera agradable para los sindicatos marcianos de horticultores.

-Oh, eso! Conway se encogi de hombros, desechando el problema de los sindicatos de horticultores como cosa fuera de lugar-. No se te ocurre otra cosa?

-Slo que la agricultura de la Tierra no puede alimentar a cinco mil millones de personas.

-As es, exactamente. No podemos pasar sin la comida de los planetas coloniales. En seis semanas habra hambre en la Tierra. Y si la gente comienza a desconfiar de la comida marciana, no habr modo de atajar esa situacin, y no s cunto ms la podremos detener. Cada nueva muerte es una nueva crisis. Ser sta la que difundan los telenoticiarios? Ser ahora cuando se sepa la verdad? Y, adems, est la teora de Gus, por encima de todo.

El doctor Henree estaba arrellanado en el silln, y prensaba el tabaco dentro de su pipa.

-Tengo la seguridad, David, de que esta epidemia de comida envenenada no es un fenmeno natural. Est demasiado extendida. Un da sucede en Bengala, al da siguiente en Nueva York, un da despus en Zanzbar. Tiene que haber una voluntad inteligente detrs de esto.

-Te dir... -comenz Conway.

-Si algn grupo pretende el control de la Tierra, qu mejor estrategia que atacarnos por el lado dbil, el del abastecimiento de comida? La Tierra es el ms poblado de los planetas de la Galaxia. Debe serlo, ya que ha servido de cuna a la humanidad. Pero las circunstancias nos han convertido en los seres ms dbiles del mundo, en cierto sentido, ya que no nos autoabastecemos. Nuestro cesto de pan est en el cielo: en Marte, en Ganmedes, en Europa. Si cortas las importaciones de alguna manera, ya sea por la accin de los piratas o por el mucho ms sutil sistema que estn empleando ahora, muy pronto estaremos indefensos. Y eso es todo.

-Pero -intervino David- si es as, no habra intentado el grupo responsable comunicarse con el gobierno, siquiera para transmitirle un ultimtum?

-As debera ser, pero quiz estn aguardando su hora; el tiempo de la sazn. O quiz estn en tratos directos con los horticultores de Marte. Los colonos tienen sus propios pareceres, desconfan de la Tierra y, en principio, si viesen su subsistencia amenazada, podran entrar en tratos con esos criminales. Tal vez -se interrumpi, agotado- ellos mismos son... Pero no quiero hacer juicios temerarios.

-En cuanto a m -dijo David-, qu queris que haga?

-Djame que te lo diga -pidi Conway-. David, queremos que inspecciones los Laboratorios Centrales en la Luna. Formars parte del equipo de investigacin que analizar el problema. En este momento estn recibiendo muestras de cada envo de comida proveniente de Marte. Estamos empeados en dar con algn producto envenenado. La mitad de la muestra se administra a ratas; el resto de las porciones de cualquier alimento fatal es analizado por todos los medios de que disponemos.

-Comprendo. Y si to Gus est en lo cierto, supongo que tendrs otro equipo en Marte.

-Todos hombres de mucha experiencia. Pero, entretanto, estars preparado para partir hacia la Luna maana por la noche?

-Por supuesto; ir a iniciar mis preparativos.

-Hazlo ahora mismo.

-Habr alguna objecin en que utilice mi propia nave?

-No. Ninguna.

Solos en el despacho, los dos cientficos observaron por largo rato las luces fantsticas de la ciudad antes de hablar.

Por ltimo, Conway coment:

-Cunto se parece a Lawrence! Pero es muy joven an y esto ser peligroso.

-De verdad crees que el plan funcionar? -pregunt Henree.

-Sin duda! -Conway lanz una carcajada-. Ya has odo su pregunta final acerca de Marte. No tiene la ms mnima intencin de ir a la Luna. Le conozco bien. Y ste es el mejor mtodo para protegerlo. Los informes oficiales indicarn que parte hacia la Luna; los hombres de Laboratorio Central estn advertidos y anunciarn su llegada. Cuando llegue a Marte, tus conspiradores, si es que existen, no tendrn motivo para tomarlo por miembro del Consejo; l mantendr el incgnito porque creer que nos est engaando. -Luego de una pausa, Conway aadi-: es un chico brillante. Ser capaz de hacer lo que nosotros no podemos. Por fortuna an es joven y es posible manejarlo. Dentro de unos aos ya resultar ingobernable; nos captar con una mirada.

El comunicador de Conway repiquete con suavidad. Tras accionarlo, pregunt:

-S, qu ocurre?

-Una comunicacin personal para usted, seor.

-Para m? Psemela. -Al hablar con Henree su tono son rudo-: No puedo creer que sean los conspiradores de que has hablado t.

-Abre y mira -sugiri Henree.

Conway cogi el sobre y lo abri. Por un instante se mantuvo rgido, luego se ech a rer y tendi el sobre hacia Henree, para desplomarse entre carcajadas sobre su silln.

Henree, al mirar el papel, vio slo dos lneas mal garabateadas: Que sea a vuestro modo! Saldr para Marte. David.

Las carcajadas de Henree eran incontenibles.

-Lo has instruido muy bien!

Y Conway no pudo por menos que dejarse llevar tambin por la risa.

3 - HOMBRES DE LOS HUERTOS DE MARTEPara un terrestre nativo, Tierra significa Tierra. Era, en un tiempo, tan slo el tercer planeta a partir de esa estrella conocida por los habitantes de la Galaxia con el nombre de Sol. En la geografa oficial, sin embargo, la Tierra era mucho ms: comprenda todos los cuerpos del sistema solar. Marte era ms Tierra que la misma Tierra y los hombres y mujeres que vivan en Marte eran mucho ms terrestres que si hubieran vivido en el planeta-madre. Legalmente, por supuesto. Votaban en elecciones de representantes para los Congresos Interplanetarios y de presidente planetario.

Pero hasta all llegaba la situacin. Los terrestres de Marte se consideraban a s mismos muy diferentes y mucho mejor alimentados, y todo inmigrante deba recorrer un largo sendero antes de ser aceptado por un horticultor marciano como algo distinto de un turista eventual y de poca importancia.

David Starr lo comprob casi al instante de entrar en el edificio de Oficinas de Empleos en Horticultura. Un hombrecito diminuto no se despeg de sus talones mientras l caminaba por los pasillos. Un hombrecito verdaderamente diminuto; no superaba el metro cincuenta, y de estar parados frente a frente, su nariz rozara el pecho de David. Su cabello, rojizo plido, estaba peinado hacia atrs, tena una boca enorme, y llevaba el tpico mono de cuello abierto y doble peto y unas botas altas, de color brillante, clsicas entre los horticultores marcianos.

Tan pronto como David se encamin hacia la ventanilla que anunciaba Empleo en huertos, los pasos, a sus espaldas, se hicieron precipitados y una voz de tenor le advirti:

-Aguarda, chico. Sin prisa.

-Hay algo que pueda hacer por usted?

El hombrecito estaba frente a l y lo inspeccionaba con especial atencin, palmo a palmo. Luego, con negligencia, aplic un codazo a la cintura del terrestre, mientras preguntaba:

-Cundo has descendido del viejo pedrusco?

-Qu dice?

-Muy voluminoso para ser un terrestrito, Es que no cabas all?

-Vengo de la Tierra, si.

El hombrecito hizo que sus manos, una tras otras, golpearan la parte superior de sus botas, con un sonido seco; era el gesto de auto-afirmacin del horticultor marciano.

-En ese caso -dijo- vamos a ver cmo esperas y permites que un nativo se ocupe de sus propios asuntos.

-Como le parezca -respondi David.

-Y si tienes alguna objecin, la puedes aclarar conmigo cuando yo haya terminado con mis cosas, o en cualquier otro momento que te acomode. Mi nombre es Bigman. Soy John Bigman Jones, pero puedes preguntar simplemente por Bigman a cualquiera de la ciudad. -Hizo una pausa y luego aadi-: Ese, terrestrito, es mi apodo. Algo que objetar?

-Nada, en absoluto -repuso David con tono serio.

-Estupendo! -dijo Bigman, y se dirigi hacia la ventanilla. David, tan pronto como el otro le dio la espalda, no pudo reprimir una sonrisa y se sent para aguardar.

Haca menos de doce horas que haba llegado a Marte, slo el tiempo para registrar su nave bajo un nombre falso en los hangares subterrneos de las afueras de la ciudad, para buscar alojamiento por una noche en un hotel y caminar durante un par de horas por las calles de la ciudad encerrada en una cpula.

En Marte haba tres ciudades como sa, y tan escaso nmero era lgico, teniendo en cuenta el coste del mantenimiento de las enormes cpulas y los torrentes de energa imprescindibles para alcanzar all la temperatura y gravedad de la Tierra. Esta ciudad, Wingrad, as bautizada en honor a Robert Clark Wingrad, el primer hombre que haba arribado a Marte, era la mayor.

No era muy distinta de las ciudades de la Tierra; casi era un recorte de la Tierra arrancado de all y trasplantado a un planeta distinto. Pareca como si los hombres de Marte, a sesenta y cinco millones de kilmetros del ms cercano de sus congneres, necesitaran ocultarse a s mismos ese hecho, de cualquier modo. En el centro de la ciudad, donde la cpula elipsoidal tena casi quinientos metros de altura, se alzaban hasta veinte edificios histricos.

Slo una cosa faltaba. No se vean ni el Sol ni el cielo azul. La misma cpula era translcida, y cuando el sol incida sobre ella, la luz se difunda, uniforme, por toda la superficie de casi cinco kilmetros cuadrados. Bajo la cpula, la intensidad de la luz era tan pobre que el cielo, para cualquier habitante de la ciudad, resultaba amarillo, de un amarillo plido. Sin embargo, el resultado final equivala al de un da nublado en la Tierra.

Cuando caa la noche, la cpula se confunda en una negrura sin estrellas. Pero entonces se encendan las luces de las calles y la ciudad de Wingrad se asemejaba, ms que nunca, a una ciudad terrestre. Dentro de los edificios la luz artificial se utilizaba noche y da.

David Starr prest atencin a un repentino estallido de voces.

Bigman estaba dentro de un despacho, vociferando.

-Te digo que ste es un caso de lista negra. Vosotros me habis metido en una lista negra, por Jpiter.

Al otro lado del escritorio, su interlocutor apareca confuso; sus dedos no dejaban de juguetear con las pobladas patillas que le encuadraban el rostro.

-No tenemos lista negra, seor Jones...

-Mi nombre es Bigman. Qu tiene de malo? Temes mostrarte amistoso? Los primeros das me has llamado Bigman.

-No tenemos lista negra, Bigman. Ocurre que no hay demanda de horticultores.

-De qu me hablas? Tim Jenkins se ha colocado anteayer, en dos minutos.

-Jenkins tiene experiencia en cohetera.

-Yo puedo manejar un cohete tan bien como Tim y ahora mismo.

-Vaya, pero usted consta aqu como sembrador.

-Y de los buenos. Nadie necesita sembradores?

-Vea usted, Bigman -dijo el hombre tras el escritorio-, tengo su nombre en la lista. Es todo lo que puedo hacer. Se lo har saber en cuanto haya una solicitud. -El individuo se enfrasc en el libro de entradas con elaborada indiferencia.

Bigman gir y, luego, por encima del hombro, le dijo:

-Est bien, pero me sentar aqu mismo y la prxima solicitud ser para m. Si no me quiere, me lo tendrn que decir a m. A m, comprendes? A m mismo, J. Bigman J.

Al otro lado del escritorio, el hombre sigui silencioso. Bigman cogi una silla refunfuando. David Starr se puso de pie y se acerc a la ventanilla. No haba quien le disputara el turno, de modo que dijo:

-Necesito trabajo.

El hombre cogi una ficha de empleo, en blanco, y un tipeador manual.

-De qu clase?

-Cualquier trabajo de horticultura.

-Es usted marciano? -el hombre haba desechado el tipeador.

-No, terrestre, seor.

-Lo lamento. No hay nada.

-Pues ver usted -dijo David-, puedo trabajar y necesito hacerlo. Gran Galaxia! Hay alguna ley que prohba trabajar a los terrestres?

-No. Pero sin experiencia no habr mucho trabajo para usted en un huerto.

-De todos modos necesito trabajo.

-Hay muchos empleos en la ciudad. Por la ventanilla siguiente.

-No puedo tomar una tarea en la ciudad.

El hombre del escritorio ech una mirada inquisitiva al postulante y David pudo interpretarla sin esfuerzo. Los hombres viajaban a Marte por mltiples causas, y una de ellas era que la Tierra se haba tornado muy poco c & moda. Cuando llegaba una orden, la bsqueda en las ciudades de Marte era total (despus de todo eran partes integrantes de la Tierra), pero nadie hallaba a un fugitivo refugiado en los huertos de Marte. Para los sindicatos de horticultores el mejor asalariado era el que no se atreva a ir a otro lugar. A ese tipo de individuo lo protegan y jams lo entregaban a las autoridades terrestres, contra las que experimentaban resentimiento y sordo desprecio.

-Nombre? -pregunt el empleado, con los ojos sobre la ficha.

-Dick Williams -respondi David; era el nombre bajo el cual haba registrado su nave espacial.

El empleado no requiri ninguna identificacin.

-Dnde puedo hallarlo?

-En el hotel Landis, habitacin 212.

-Experiencia en trabajos en baja gravedad?

El interrogatorio prosigui; la mayora de las fichas quedaron semivacas. El empleado suspir, las introdujo en una ranura, obtuvo un microfilm y lo archiv.

-Ya me comunicar con usted -dijo, pero su tono no era alentador.

David se volvi. No haba esperado mucho de esta gestin, pero al menos ya quedaba fichado como un postulante de trabajo en un huerto. El prximo paso...

En ese instante tres hombres hacan su entrada en la oficina de empleos, y el tipo diminuto, Bigman, brinc colrico de su silla. Ahora se enfrentaba con ellos, los brazos abiertos a la altura de sus muslos, aunque no llevaba armas a la vista.

Los tres individuos se detuvieron; luego, uno de los dos que estaban ms atrs, riendo, dijo:

-Parece que aqu tenemos a Bigman, el chiquitn forzudo. Puede que est buscando trabajo, patrn. -El que hablaba era un hombre de fuertes espaldas y nariz aplastada.

Sostena entre los dientes un cigarro casi deshecho, de tabaco verde marciano, y su barba necesitaba un buen rasurado.

-Cllate, Griswold -dijo el hombre que vena al frente; era regordete, de estatura mediana y la piel de sus mejillas y de la parte posterior del cuello se vea lampia. Llevaba un tpico mono marciano, por supuesto, pero de un material mucho ms caro que el de los monos de sus compaeros, y sus botas altas estaban adornadas con listas en espiral de dos tonos rosa. En ninguno de sus viajes posteriores por Marte, David lleg a ver otro par de botas de igual diseo y tampoco vio botas que no fueran de ostentoso mal gusto. Era el smbolo de individualidad entre los horticultores.

Con el diminuto pecho agitado y la cara deforme de ira, Bigman se acerc a los tres y espet:

-Quiero que me devuelva mis papeles, Hennes. Tengo derecho a ellos.

Hennes, el regordete que iba al frente, le repuso con calma:

-T no te mereces ningn papel, Bigman.

-No conseguir otro empleo sin los papeles en orden. He trabajado para usted durante dos aos; he cumplido el trato.

-Has hecho mucho ms que cumplir con tu parte del trato. Aprtate de mi camino. - Eludi a Bigman y se acerc a la ventanilla diciendo-: Necesito un sembrador con experiencia, uno muy bueno. Quiero que sea alto, para remplazar a uno bajito del que tuve que desembarazarme.

-Por el mismsimo Espacio! -grit Bigman, acusando el golpe-. Est usted en lo cierto, he hecho mucho ms que mi parte; estaba trabajando cuando se supona que no, eso es lo que ha ocurrido; estaba trabajando y lo he visto conduciendo un tractor de arena hacia el desierto, sobre la medianoche. Slo que a la maana siguiente usted me haba echado por contar lo que vi, y sin los papeles en regla...

Hennes lo mir por sobre el hombro, cansado.

-Griswold -dijo-, chalo de aqu.

Bigman no claudic, aunque Griswold poda partirlo en dos, sino que pidi:

-Est bien. Uno a uno.

Pero David Starr se haba interpuesto, caminando con deliberada lentitud.

-Te has cruzado en mi camino, amigo -le dijo Griswold-, y estoy a punto de sacar una basura.

-Est bien, terrestrito -gritaba Bigman, a espaldas de David-, djamelo a m.

David lo ignor, mientras se diriga a Griswold:

-Este es un lugar pblico, amigo. Todos tenemos derecho a estar aqu.

-Sin discutir, amigo -repuso Griswold, y puso una mano sobre el hombro de David, con la intencin de hacerlo a un lado.

Pero la mano izquierda de David cogi la mueca de Griswold en tanto que su derecha aferraba el hombro del atacante. Griswold cay, girando, contra el tabique plstico que divida la habitacin en dos.

-Me caen bien las discusiones, amigo -explic David.

Con un grito, el empleado de la oficina de empleos se haba puesto de pie. Otros empleados se asomaron a las ventanillas del tabique divisorio, pero nadie se atrevi a intervenir. Bigman rea y palmeaba la espalda de David.

-Bastante bien, para ser un tipo de la Tierra.

Por un segundo, Hennes qued paralizado. El otro horticultor, bajo y barbado, con el rostro indefinido de quien ha vivido mucho tiempo bajo el pobre sol de Marte y no lo suficiente bajo las lmparas solares de la ciudad, tena la boca abierta en una mueca ridcula.

Lentamente, Griswold recuperaba el resuello; sacudi la cabeza y aplast el cigarro que se le haba cado de entre los dientes. Mir hacia arriba y los ojos se le inyectaron de furia; se apart de la pared y en su mano hubo un veloz destello de acero.

Pero David se hizo a un lado y movi apenas el brazo; el pequeo cilindro curvo que habitualmente descansaba bajo su axila se desliz por dentro de la manga para caer en la palma de la mano del joven.

-Ten cuidado, Griswold grit Hennes-. Tiene un desintegrador.

-Tira tu cuchillo -orden David.

Griswold maldijo con furia, pero el metal reson en el piso. Bigman se adelant y cogi el arma, riendo entre dientes frente a la derrota de su enemigo.

David recibi el cuchillo y le ech una mirada.

-Bella, inocente criatura para que la lleve un horticultor -dijo-. Qu dice la ley de Marte acerca de llevar cuchillos con campo de fuerza?

Cualquiera saba que era el arma ms infame de toda la Galaxia. Por fuera pareca un simple cuchillo corto, con hoja de acero inoxidable, apenas ms gruesa que la hoja de un cuchillo comn, pero que bien poda quedar oculta en la palma. Pero por dentro haba un diminuto generador capaz de extender una invisible hoja de ms de veinte centmetros; un campo de fuerza que podra atravesar cualquier cosa compuesta de materias normales. No exista escudo que se le resistiese y, ya que poda sajar tanto msculos como huesos, su contacto resultaba fatal en la mayora de los casos.

Hennes se interpuso.

-Dnde est tu licencia para llevar un desintegrador, terrestrito? Gurdatelo y daremos por terminado el asunto. Vamos, Griswold.

-Un momento -dijo David, y Hennes se volvi-. Usted busca un hombre, verdad?

Hennes se acerc, con las cejas alzadas en un gesto de divertido asombro.

-Busco un hombre. S.

-Estupendo. Yo busco trabajo.

-Busco un sembrador con experiencia. La tienes t?

-Vaya, no.

-Has cosechado alguna vez? Puedes conducir un arenauto? Si he de juzgar por tu aspecto -y se hizo un paso atrs para tener mejor perspectiva-, no eres ms que un terrestre que, da la casualidad de que es hbil con el desintegrador. No me sirves de nada.

-Ni aun -y la voz de David se convirti en murmullo- si le digo que me intereso en envenenamiento de comida?

El rostro de Hennes permaneci inalterable; ni siquiera parpade.

-No s de qu hablas -repuso, por fin.

-Pinselo usted bien -sugiri el joven, con una sonrisa tenue, mezclada con una pizca de humor.

-El trabajo en los huertos de Marte no es fcil -dijo Hennes.

-Yo no soy un tipo fcil -fue la respuesta de David.

Otra vez una mirada de valuacin por parte de Hennes.

-Tal vez no lo seas. De acuerdo, te alojaremos y te alimentaremos; en principio tres equipos de ropa y un par de botas. Cincuenta dlares el primer ao, pagaderos al fin de trmino; si no trabajas todo el ao, los cincuenta sern confiscados.

-Es justo. Qu tipo de trabajo?

-El nico tipo que puedes hacer. Ayudante de cocina. Si aprendes, ascenders; de lo contrario, all ser donde estars todo el ao.

-Acepto. Qu hay de Bigman?

-No seor! -grazn Bigman que haba estado mirando a uno y otro durante la conversacin-. Yo no trabajo para este gusano de arena, y tampoco te lo recomiendo a ti.

-Qu tal te sentara una temporada corta -le contest David por sobre el hombro- a cambio de los papeles y la referencia?

-Vaya -dijo Bigman-, pudiera ser un mes.

-Es amigo tuyo? -pregunt Hennes.

David asinti.

-No ir sin l.

-Lo llevaremos, pues. Un mes y tendr la boca cerrada. Nada de paga, slo los papeles. En marcha ahora mismo. Mi arenauto est afuera.

Los cinco se pusieron en marcha; David y Bigman cerraban el grupo.

-Te debo un favor, amigo -dijo Bigman-. Te lo podrs cobrar cuando te apetezca.

El arenauto estaba abierto, pero David observ las ranuras por las que se movan paneles especiales: servan para cerrar la cabina hermticamente en caso de que se levantara una de las tormentas de polvo de Marte. El rodado era ancho a fin de evitar el hundimiento en las dunas de arena movediza. La superficie de cristal estaba reducida al mnimo, y donde la haba, se una con el metal como si ambos materiales hubiesen sido fundidos al mismo tiempo.

Las calles estaban concurridas, pero nadie prest atencin al muy habitual paso de un arenauto con horticultores dentro.

-Nosotros iremos delante -orden Hennes-. T y tu amigo podis acomodaros atrs, terrestre.

Mientras hablaba, se situ en el asiento del conductor. Los controles estaban en el centro del tablero frontal, por debajo del parabrisas. Griswold se sent a la derecha de Hennes.

Bigman se acomod en el asiento trasero y David le imit. Alguien estaba a sus espaldas. David se volvi a medias en el preciso instante en que Bigman le adverta:

-Cuidado!

Era el segundo de los secuaces de Hennes, doblado ahora junto a la puerta del auto, la cara barbuda e inexpresiva resollante y tensa en ese momento. David se movi de prisa, pero ya era tarde.

Su ltima visin fue la del extremo centelleante de un arma en la mano del hombre y luego tuvo conciencia de un sonido suave, un zumbido. Apenas lo perciba y luego una voz muy, muy lejana dijo:

-Bien, Zukis. Sintate a su lado y no dejes de vigilarlo.

Las palabras le sonaron como llegadas desde el extremo de un largo tnel. Percibi una ltima sensacin de estar movindose hacia adelante y luego lo envolvi la nada total.

David Starr se desplom hacia atrs en su asiento y el ltimo rastro de vida se desvaneci de su cuerpo.

4 - VIDA DISTINTASucias manchas de luz envolvan a David Starr. Lentamente tomaba conciencia de un terrible zumbido y una presin fuerte en su espalda. La presin en la espalda provena de su posicin: de espaldas sobre una superficie dura. Al zumbido lo identificaba como el de una pistola paralizante, un arma cuya radiacin obraba sobre los centros nerviosos en la base del cerebro.

Antes de que la luz se tornara coherente, antes que tuviese conciencia total del entorno, sinti que lo sacudan por los hombros, oy, lejanos, los golpes de enrgicas bofetadas en sus mejillas. La luz invadi sus ojos abiertos y alz un brazo que apenas le responda para evitar la siguiente bofetada.

Bigman estaba inclinado sobre l; la diminuta cara de conejo con su nariz redonda casi lo tocaban, y al verlo abrir los ojos exclam:

-Por Ganmedes! Cre que te haban liquidado.

David se apoy sobre un codo dolorido. Luego respondi:

-Casi parece que lo han hecho. Dnde estamos?

-En los calabozos del huerto. No es posible salir: la puerta est bien cerrada, las ventanas tienen rejas.

-El aspecto del sembrador era de total depresin.

David se tante debajo de los brazos. Le haban quitado sus desintegradores. Naturalmente! Era lo menos que poda haber esperado. Pregunt:

-Te paralizaron a ti tambin, Bigman?

Este neg con un movimiento de cabeza.

-Zukis me puso fuera de combate con un golpe de culata. -Se palp una zona del crneo con gran disgusto. Luego se embraveci-: Pero casi le he quebrado un brazo.

Tras la puerta resonaron pasos. David se sent, a la expectativa. Entr Hennes, acompaado por un hombre de ms edad, de cara larga y fatigada en la que los ojos azules estaban casi cubiertos por cejas espesas y grises que nacan de una arruga permanente. Llevaba ropas de ciudad, muy similares a las de la Tierra, y no tena las tpicas botas altas marcianas.

-Vete a la cocina -orden Hennes a Bigman- y tan pronto como estornudes sin permiso te partiremos en dos.

Bigman puso mala cara, salud a David con un ya nos veremos, terrestre y sali entre un sonoro taconeo de sus botas.

Hennes lo observ mientras sala y cerr la puerta detrs de l. Entonces se volvi hacia el hombre de cejas grises.

-Este es, seor Makian. Dice llamarse Williams.

-Has jugado fuerte al paralizarlo, Hennes. Si lo hubieses matado, un material valioso podra haberse ido en el polvo del canal.

Hennes se encogi de hombros:

-Estaba armado. No podamos correr riesgos. Y, de todos modos, aqu lo tenemos, seor.

Discuten sobre mi -pens David-, como si no estuviese aqu o formara parte de esta cama.

Makian se volvi hacia l, con la mirada endurecida.

-Eh, t, yo soy el dueo de estos huertos. En doscientos kilmetros a la redonda todo es de Makian. Yo digo quin estar en libertad y quin en la crcel; quin trabaja y quin se muere de hambre; y hasta quien vivir y quin morir. Me comprendes?

-S -respondi David.

-Entonces respndeme con franqueza y nada tendrs que temer. Si intentaras ocultar algo te lo sonsacaramos de uno u otro modo. Hasta podramos matarte. Sigues comprendindome?

-Perfectamente.

-Tu nombre es Williams?

-Es el nico nombre que dar en Marte.

-Es razonable. Qu sabes sobre envenenamiento de comida?

David baj los pies de la cama, y comenz a hablar:

-Pues mi hermana muri luego de comer un bocadillo de pan y jamn, una tarde. Tena doce aos y all estaba, muerta, con los restos de jamn todava en la boca. Llamamos al mdico; dijo que era envenenamiento y que no comisemos nada de lo que haba en la casa hasta tanto l regresara con un equipo de anlisis. Nunca ms lo vimos.

Pero, en cambio; apareci otro individuo. Pareca tener mucha autoridad. Llevaba una escolta de hombres con ropas comunes. Nos describi cmo haba ocurrido todo. Luego nos dijo: "Ha sido un ataque al corazn". Le dijimos que era una ridiculez, porque mi hermana no tena nada en el corazn, pero no hizo caso de lo que le decamos. Nos advirti que si bamos por all contando historias ridculas sobre comida envenenada nos veramos en algn problema. Luego se llev el jamn consigo. Y hasta se puso furioso con nosotros porque habamos limpiado el jamn de los labios de mi hermana.

Intent comunicarme con el doctor, pero su enfermera siempre me deca que no estaba. Irrump por la fuerza en su despacho y lo hall dentro, pero todo lo que me dijo fue que haba hecho un diagnstico equivocado. Pareca temeroso y no quera hablar del asunto. Fui a la polica, pero nadie quiso orme.

El jamn que aquel hombre se haba llevado consigo era la nica cosa en la casa que mi hermana haba comido ese da y el resto de la familia no; era una pieza apenas abierta e importada de Marte. Nosotros somos gente a la antigua y nos gusta la comida tradicional. Ese era el nico producto marciano en toda la casa. Trat de enterarme por los peridicos si haba habido algn otro caso de envenenamiento por comida. Todo este asunto me pareca sospechoso. Incluso viaj a Ciudad Internacional. Dej mi empleo y decid que de una u otra forma tendra que descubrir qu era lo que haba matado a mi hermana y hallara a quienquiera que fuese responsable. Por all ocurri que le di a un tipo y apareci la polica con una orden de arresto.

Pues bien, como me lo estaba esperando, escap por poco. He venido a Marte por dos razones: primero, porque era el nico modo de librarme de la crcel -aunque ahora no parezca as, no?-, y segundo porque he descubierto algo. Ha habido tres o cuatro muertes sospechosas en los restaurantes de Ciudad Internacional y en todos los casos se trataba de restaurantes que elaboran comidas con productos marcianos. As que he comprendido que la respuesta estaba en Marte.

Makian se recorra el contorno del mentn con un grueso pulgar.

-Los hilos concuerdan, Hennes -coment-. T qu opinas?

-Digo que necesitamos los nombres y las fechas, que hay que comprobar toda la historia. No sabemos quin es este tipo.

-Bien sabes que no podemos hacerlo, Hennes -la voz de Makian sonaba a lamento-. No quiero que se haga nada que saque a luz todo este embrollo. Destruira a todo el Sindicato. -Se volvi hacia David-. Mandar a Benson para que hable contigo; es nuestro agrnomo. -Luego se dirigi a Hennes-. Qudate aqu hasta que llegue Benson.

Media hora ms tarde lleg Benson. En el intervalo, David se haba recostado con toda tranquilidad sobre su colchn, sin hacer caso de Hennes, quien, por su parte, adopt igual actitud.

Luego se abri la puerta y una voz dijo:

-Soy Benson.

Era una voz corts, dubitante, que perteneca a un individuo de rostro redondo, de unos cuarenta aos, cabellos rubios cenicientos y gafas sin montura. Su boca pequea se distenda en una sonrisa.

Benson sigui adelante:

-Y supongo que t eres Williams.

-As es -le respondi David Starr.

Benson observaba con inters al joven terrestre, como si le estuviese practicando un examen visual. Luego volvi a preguntar:

-Ests preparado para la violencia?

-Estoy desarmado -explic David- y rodeado por un huerto lleno de hombres dispuestos a matarme si me salgo un punto de la lnea.

-S, as es. Puedes dejarnos solos, Hennes?

Hennes se puso en pie, a toda prisa, para protestar:

-No hay seguridad, Benson!

-Te lo ruego, Hennes. -Los ojos apacibles de Benson estaban fijos en l, por encima de sus anteojos.

Hennes gru mientras golpeaba con una mano la caa de su bota, con evidente enfado, y se encamin hacia la puerta. Tras l, Benson la cerr nuevamente.

-Mira, Williams, en los ltimos seis meses he pasado a ser un hombre importante aqu. Incluso Hennes me escucha. Todava no me he habituado a esto. -Sonri una vez ms-. Oye, el seor Makian me dice que t has presenciado una muerte por ese extrao envenenamiento por comida.

-La de mi hermana.

-Oh! -Benson se sonroj-. Lo siento terriblemente. Comprendo que ser un tema muy penoso para ti, pero podras darme detalles? Es de gran importancia.

David repiti el relato que antes haba hecho a Makian. Benson pregunt:

-Y ocurri as, de pronto?

-No habran pasado ms de cinco o diez minutos despus de que comenz a comer.

-Espantoso. Espantoso. No tienes idea de lo duro que es todo esto. -Benson restregaba sus manos, nervioso-. De todos modos, Williams, quisiera completar esta historia para ti. La mayor parte la has adivinado ya y, hasta cierto punto, me siento responsable ante ti por lo que le ha ocurrido a tu hermana. Todos en Marte somos responsables hasta tanto se aclare el misterio. Esto tiene ya meses de duracin, ha habido varios envenenamientos. No muchos, pero los suficientes como para que ya no sepamos qu hacer.

Hemos investigado la procedencia de los cargamentos envenenados y estamos seguros de que no salen de ningn huerto. Pero algo hemos sacado en limpio: toda la comida envenenada se embarca desde Wingrad; las otras dos ciudades de Marte estn limpias, por ahora. Esto indicara que el foco est dentro de la ciudad y Hennes ha investigado a partir de ese dato. Ha ido a la ciudad, por las noches, para intentar detectarlo, pero todo ha sido intil.

-Vaya, Eso explica las palabras de Bigman -dijo David.

-Quin? -el rostro de Benson tuvo una expresin inquisitiva que luego se diluy en una sonrisa-. Oh, te refieres al hombrecito que anda por ah gritando siempre. S, vio a Hennes una noche, cuando sala. y Hennes lo ech. Es que es un hombre muy impulsivo, pero de todos modos creo que Hennes se equivoca. Naturalmente todo el veneno tendra que atravesar Wingrad, que es el punto de embarque de todo el hemisferio.

El mismo seor Makian cree que la contaminacin se efecta en forma deliberada y a travs de agentes humanos. Por ltimo, l y algn otro integrante del Sindicato han recibido mensajes ofrecindoles comprar sus huertos por cifras ridculamente bajas. No se habla del envenenamiento y no existe ninguna conexin evidente entre las ofertas de compra y este espantoso asunto.

David haba escuchado con total atencin. Luego pregunt:

-Y quin hace las ofertas de compra?

-Vaya, cmo saberlo? He visto las cartas y slo dicen que si el Sindicato acepta las ofertas, debe comunicarse mediante mensaje cifrado por una emisora subetrica particular, en determinada longitud de onda. Los mensajes dicen que el precio ofrecido ir decreciendo un diez por ciento cada mes.

-Y no se puede averiguar la procedencia de las cartas?

-Me temo que no. Llegan entre la correspondencia ordinaria, con el sello de Asteroide. Cmo buscar en los asteroides?

-Han informado a la Polica Planetaria?

Benson ri con suavidad.

-Crees que el seor Makian o cualquiera del Sindicato llamaran a la polica por algo como esto? Es una declaracin de guerra personal contra ellos. No has captado an la mentalidad marciana, Williams. Aqu no buscas el amparo de la ley cuando tienes algn problema, a menos que quieras reconocer que existen cosas que no logras manejar por ti mismo. Y no hay horticultor que est dispuesto a ello. Por mi parte, he sugerido que se enve la informacin al Consejo de Ciencias, pero el seor Makian no quiere or hablar del asunto. Dice que el Consejo ha estado trabajando sin resultados en esto del envenenamiento y que si son la maldita clase de tipos que son, se las apaar sin ellos. Y aqu es donde entro yo.

-Usted ha investigado el envenenamiento?

-S. Soy el agrnomo de los huertos...

-Es lo que el seor Makian me ha dicho.

-Aj. Para decirlo claro, un agrnomo es la persona que se especializa en agricultura cientfica. He estudiado los principios de mantenimiento de la fertilidad, rotacin de suelos y toda esta clase de temas. Mi especialidad la constituyen los problemas marcianos. No somos muchos los que estamos en esas condiciones. As es que puedes alcanzar una buena posicin, aunque los horticultores pierdan a veces la calma y te consideren un idiota de academia, sin experiencia prctica. En fin, tambin he seguido cursos adicionales de botnica y bacteriologa; de modo que el seor Makian me ha puesto al frente de todo el programa de investigacin sobre envenenamiento en Marte. Los dems miembros del Sindicato prestan su cooperacin.

Y qu es lo que ha podido averiguar usted, seor Benson?

-En realidad, tan poco como el Consejo de Ciencias, lo cual no es sorprendente si se considera que dispongo de mucho menos equipo auxiliar que ellos. Pero he desarrollado algunas teoras. El envenenamiento es tan veloz que no debe ser atribuible a otra cosa que no sea una toxina bacteriana. Al menos, si tomamos cuenta de la degeneracin de los nervios, producida en todos los casos, y dems sntomas. Sospecho que se trata de una bacteria marciana.

-Qu?

-Sabrs que existe una vida marciana. Cuando arribaron los primeros terrestres, Marte estaba cubierto de formas simples de vida. Crecan algas gigantes cuyo color azul verdoso era visible al telescopio incluso antes de que se efectuaran los viajes espaciales. Haba formas bacterianas que vivan en las algas y hasta diminutas criaturas similares a insectos, de movimiento libre, aunque elaboraban sus propias sustancias alimenticias, como las plantas.

-Y an existen?

-Vaya, s, por supuesto. Hemos limpiado el suelo por completo de ellas, antes de trabajar las reas destinadas a nuestros huertos e introducir nuestras propias corrientes de bacterias, las necesarias para que las plantas se desarrollen. Pero en las reas no cultivadas la vida marciana sigue floreciente.

Y cmo puede ser, pues, que afecten a nuestras plantaciones?

-Esa es una buena pregunta. Ocurre que los huertos marcianos no son exactamente iguales a los huertos terrestres. Aqu, los cultivos no estn al aire libre ni reciben luz solar directa. En Marte el sol no suministra suficiente calor para las plantas terrestres y, adems, no hay lluvias. Pero la tierra es buena, frtil, y hay una cantidad adecuada de bixido de carbono gracias al cual viven en principio las plantas. De modo que en Marte los cultivos se desarrollan bajo grandes placas de cristal. La siembra, el cuidado y la cosecha se hacen con maquinaria casi por entero automtica, es decir, que nuestros horticultores son maquinistas ms que otra cosa. Los campos tienen riego artificial a travs de un sistema planetario de acequias que se alimentan desde las capas de hielo polar.

Te explico todo esto para que comprendas que sera difcil contaminar las plantas de un modo ordinario. Los campos estn cerrados y vigilados en todas las direcciones, excepto por debajo.

-Y qu significa esto? inquiri David.

-Significa que bajo la superficie estn las famosas cavernas marcianas y dentro de ellas podra haber vida inteligente, marcianos.

-Usted se refiere a hombres marcianos?

-Hombres no. Organismos tan inteligentes como el hombre. Tengo mis razones para creer que existen inteligencias marcianas que tal vez estn ansiosas por arrojarnos, a los terrestres, de la superficie de su planeta.

5 - LA HORA DELA CENA-Qu razones? -pregunt David.

Benson se mostr un tanto confundido. Se pas una mano, lentamente, por la cabeza, alisando el escaso cabello rubio que no llegaba a ocultar la piel roscea que le cubra el crneo. Luego dijo:

-Ninguna con la que haya logrado convencer al Consejo de Ciencias. Ninguna que haya podido presentar al seor Makian. Pero aun as creo estar en lo cierto.

-Algo de lo que no quiere o no puede hablar?

-Vaya, no lo s. Francamente, hace mucho tiempo que hablo slo con agricultores. Es evidente que t eres universitario. Qu has estudiado?

-Historia -repuso David, de prisa-. Mi tesis est referida a la poltica internacional de la primera poca atmica.

-Oh. -Benson se mostr desilusionado-. Algn curso de ciencias?

-He hecho un par de qumica, y uno de zoologa.

-Ya entiendo. Me parece que podr convencer al seor Makian para que te permita ser ayudante de laboratorio. No ser un trabajo de los mejores, ya que no posees conocimientos cientficos, pero te resultar mejor que la tarea que te tiene asignada Hennes.

-Muchas gracias, seor Benson. Pero qu me deca usted sobre los marcianos?

-Ah, s. Es muy simple. Tal vez no lo sepas, pero existen enormes cavernas bajo la superficie de Marte, tal vez varios kilmetros por debajo. Algo se sabe gracias a los datos aportados por terremotos, o para mejor decirlo, por martemotos. Algunos investigadores afirman que son el mero resultado de la accin natural de las aguas en los tiempos en que Marte posea an ocanos; pero se ha detectado cierta radiacin que tiene su fuente bajo la superficie, y aquello que no puede tener una fuente de origen humano, ha de tener alguna fuente de origen inteligente. Las seales son por entero ordenadas, de modo que no puede ser otra cosa.

Y, por cierto, que si te detienes a pensar en el asunto, hay una explicacin. En la juventud del planeta ha habido agua y oxgeno en cantidad suficiente como para mantener vida, pero una fuerza de gravedad que es slo dos quintas partes de la de la Tierra, y ambos elementos se han ido perdiendo lentamente en el espacio. Si existen seres inteligentes en Marte, deben haber previsto esta circunstancia. Pueden haber construido enormes cavernas a mucha profundidad, a las que se habran retirado con una provisin de agua y oxgeno suficiente para sobrevivir por tiempo indefinido, si mantuviesen estable su poblacin. Supongamos ahora que estos marcianos se hallan con que la superficie de su planeta est poblada, y una vez ms, por vida inteligente: vida de otro planeta. Su pongamos que esto los llena de ira o que temen que haya alguna eventual interferencia nuestra. Lo que nosotros llamamos envenenamiento bien, podra ser guerra bacteriolgica.

Pensativo, David coment:

-S, comprendo su teora.

-Pero lo comprender el Sindicato? Y el Consejo de Ciencias? En fin, dejemos eso de lado, por ahora. Pronto estars trabajando conmigo y quiz lograremos convencerlos.

Sonri al tender una mano suave que desapareci dentro de la manaza de David Starr.

-Creo que ahora te dejarn salir -dijo Benson.

Y se lo permitieron; por primera vez David tuvo oportunidad de observar el corazn de un huerto marciano. Estaba cubierto por una cpula, como la ciudad. David lo haba sabido desde el instante mismo en que haba recobrado el conocimiento: slo bajo una cpula especial le sera posible respirar libremente y experimentar la sensacin de gravedad terrestre.

Era natural que la cpula fuese mucho ms pequea que la que recubra Wingrad. La altura mxima slo llegaba a unos treinta metros y su estructura translcida se apreciaba en todos sus detalles; la luz de los tubos fluorescentes superaba el brillo difuso de la luz solar. El conjunto de la estructura abarcaba ms de tres kilmetros cuadrados.

Sin embargo, luego de la primera noche, David dispuso de poco tiempo para seguir con sus observaciones. El huerto pareca estar repleto de hombres que deban recibir comida tres veces al da. Por las noches, en especial, cumplido ya el trabajo cotidiano, los asalariados no cesaban de desfilar. Impasible, David permaneca de pie tras la mesa de la cocina mientras los horticultores, con sus fuentes de plstico, se movan frente a l. Las fuentes -comprob David- eran de diseo especial para los huertos marcianos. Con la temperatura del cuerpo humano podan ser moldeadas a mano y cerradas sobre los alimentos para el caso de que fuese necesario llevar comida al desierto. As selladas, rechazaban la arena y conservaban el calor. Dentro de la cpula podan volver a su forma habitual, para uso corriente.

Los asalariados poco caso hacan de David. En cambio, Bigman, cuya pequea silueta se deslizaba entre las mesas renovando los botes de salsas y los especieros, lo salud calurosamente. El descenso de categora haba sido terrible para el pobrecito J. Bigman J., pero haba sabido tomrselo con filosofa.

-Es por un mes -explic en la cocina, mientras guisaban las comidas del da, en un momento en que el cocinero jefe, por unos minutos, haba desviado su atencin de la tarea que tena entre manos- y casi todos los mozos aqu conocen mi caso y me lo hacen ms llevadero. Claro que estn Griswold, Zukis y esos otros tos: las ratas que pretenden pasarlo bien lamiendo las botas de Hennes. Pero para qu enfadarse? Es slo por unas semanas.

En otra ocasin aconsej a David:

-No te molestes porque los mozos no hagan caso de ti. Bien saben que eres un terrestre, pero no saben que eres de los buenos, como yo lo s. Hennes siempre est metindose conmigo y, si no, lo hace Griswold, para asegurarse de que no hablo con los dems, pero ya sabrn quin soy yo. Y se cuidan.

Sin embargo, el proceso era lento. Para David nada variaba: un horticultor y su bandeja; un poco de pur, un cucharn de guisantes, un bistec pequeo (la carne era escasa en Marte, ya que la importaban de la Tierra). Luego el horticultor se serva una porcin de torta y una taza de caf. Despus, otro horticultor y otra bandeja, pur, guisantes, bistec y as continuaba todo. Para ellos, al parecer, David Starr era un terrestre con un cucharn en una mano y un tenedor enorme en la otra. Ni siquiera lograba ser una cara: nada ms que un cucharn y un tenedor.

El cocinero asom la cabeza por la puerta; sus ojitos de cerdo lo hurgaban todo por encima de las bolsas de sus prpados inferiores.

-T, Williams, sacude las piernas y sirve la comida especial.

Makian, Benson, Hennes y algunos otros, considerados de especial categora por su posicin o por los aos de servicio, cenaban en una habitacin distinta. David ya les haba servido antes. Acomod las bandejas sobre una mesilla rodante y se encamin al otro comedor.

Sin prisa comenz a servir las mesas, en primer lugar la que estaba ocupada por Makian, Hennes y otros dos. En la mesa de Benson se demor ostensiblemente. Benson cogi su bandeja con una sonrisa y un hola y comenz a comer con apetito. Con el aire de quien cumple a conciencia su tarea, David limpi algunas migas invisibles. Se las compuso para situar su boca cerca de la oreja de Benson y el movimiento de sus labios fue imperceptible mientras preguntaba:

-Ha habido casos de envenenamiento en el huerto?

Benson se sorprendi ante el inesperado sonido de la voz y arroj una mirada subrepticia sobre David. Inmediatamente desvi la vista e intent adoptar un aire de indiferencia. Pero sacudi la cabeza en una negativa absoluta.

-Las verduras son marcianas, no? -murmur David.

Una voz ruda llen la habitacin. Eran las vociferaciones de Griswold, que estaba al otro extremo del comedor:

-Por el Espacio, t, perfecto asno terrestre, ven ahora mismo! -Su rostro segua clamando por una navaja.

Tendra que rasurarse alguna vez, pens David, ya que la barba ni le crece ni tampoco se ve corta nunca.

Griswold estaba en la ltima mesa que deba ser servida. Su ira aumentaba y sus gruidos tambin. Estir los labios en una fea mueca:

-Treme esa bandeja, bobalicn. De prisa. De prisa.

David le obedeci, pero sin prisas, y la mano de Griswold, empuando el tenedor, se dispar contra l, veloz. David lo esquiv con agilidad y el tenedor se estrell contra el duro plstico de la mesa.

Con la bandeja en una mano, David cogi la mueca de Griswold con la otra y apret ms y ms. Los otros tres hombres de la mesa hicieron atrs sus sillas y se pusieron de pie.

Suave, helada, amenazadora, la voz de David se elev lo justo para ser oda slo por Griswold.

-Suelta el tenedor y pide tu comida decentemente o te la tragars ahora mismo.

Griswold se retorca, pero David mantuvo su presin, mientras con la rodilla evitaba que Griswold echara atrs su silla.

-Pdela como corresponde -dijo David y sonrea con falsa gentileza-. Como si fueras un hombre bien nacido.

Griswold jadeaba, sofocado. El tenedor cay de entre sus dedos ya entumecidos y gru por fin:

-Psame la bandeja.

-Y qu ms?

-Por favor -estas palabras fueron como un escupitajo.

David deposit la bandeja sobre la mesa y solt la mueca de su contrincante, de la que haba desaparecido la sangre y se vea blanca. Griswold se masaje con la otra mano y busc el tenedor. Enloquecido de ira, mir hacia sus compaeros, pero slo hall caras divertidas o indiferentes. Los huertos de Marte eran lugares peligrosos: cada uno se cuidaba de s mismo.

Makian se puso de pie.

-Williams -llam.

-Seor? -respondi David, acercndose. Makian no aludi a lo ocurrido, pero por un instante observ a David con especial cuidado, como si lo estuviese viendo por primera vez y le agradase lo que estaba viendo. Luego pregunto:

-Quieres salir de inspeccin maana?

-Inspeccin, seor? De qu se trata?

-De una mirada discreta, se hizo cargo del estado de las bandejas en la mesa: el bistec de Makian haba desaparecido, pero sus guisantes no y el pur apenas haba sido tocado. En apariencia. haba tenido menos nimos que Hennes, quien haba limpiado toda la racin.

-Se trata del recorrido mensual a lo largo de todo el huerto para comprobar el estado de los plantos. Es una vieja costumbre aqu. Observamos posibles averas en el cristal, el estado y funcionamiento de los tubos de irrigacin y de la maquinaria y tambin probables incursiones furtivas. Necesitamos la mayor cantidad disponible de hombres buenos en la inspeccin.

-Ir, seor; ser un placer.

-Estupendo! Saba que te interesara.

Makian se enfrent con Hennes, que haba escuchado la conversacin con ojos fros e inexpresivos.

-Me gusta el modo de comportarse del chico, Hennes. Tal vez podamos hacer de l un buen horticultor. Y, Hennes... -la voz baj de tono y David, que ya se alejaba, no logr or las restantes palabras, pero la breve mirada de Makian en direccin a la mesa de Griswold trasluca clara reprobacin para el veterano.

David Starr oy los pasos dentro de su propio cuchitril y antes de despertar por entero ya estaba actuando; se desliz hacia un lado de la cama y luego al suelo, debajo del colchn de muelles. Logr ver un par de pies descalzos, a la escasa luz blanquecina de los fluorescentes que se filtraba por la ventana; durante la noche permanecan encendidas para quienes se encargaban de la quema de residuos, tarea que no se realizaba durante el da, para evitar la acumulacin de humo dentro de la cpula.

David aguard; sobre la cama, unas manos recorran las mantas; luego oy un susurro:

-T, terrestre! Terrestre! Por el Espacio, dnde...!

El joven toc uno de los pies y hubo un brinco y una exclamacin ahogada.

Tras una pausa, una cabeza, sin forma casi en la oscuridad, se acerc a su rostro.

-Ests ah, terrestre?

-En qu otro lugar podra dormir, Bigman? Me gusta estar bajo la cama.

El hombrecito mont en clera y susurr de mal talante:

-Has estado a punto de hacerme gritar y entonces s que la habra hecho buena. Debo hablarte.

-Pues aqu estoy. -David solt una risa ahogada y se arrastr hasta la parte superior de la cama.

Bigman le dijo:

-Para ser terrestre, eres una buena sabandija desconfiada del espacio.

-Puedes apostar por ello -respondi David-. Me propongo vivir una vida larga.

-Si no te cuidas no lo logrars.

-No?

-No. Y soy un tonto por estar aqu. Si me cogen, jams tendr mis papeles en regla. Pero t me has ayudado en el momento oportuno y ahora es el momento de pagrtelo. Qu le has hecho a ese piojo, a Griswold?

-Oh, ha habido un poco de jaleo en la mesa especial.

-Un poco de jaleo? Estaba loco, furioso. Hennes apenas pudo detenerlo.

-Eso es lo que has venido a decirme, Bigman?

-En parte. Estaban detrs del garaje un momento antes de que se apagaran las luces. No se han dado cuenta de que yo andaba por all y yo tampoco se lo he dicho. En fin, que Hennes le sacaba a relucir las burradas a Griswold; primero, por emprenderla contigo cuando el viejo estaba mirando y, segundo, por buscar pelea sin tener la hebra necesaria para terminar la cosa una vez comenzada. Griswold estaba tan enloquecido que ni hablar con sentido poda. Le he entendido, apenas, que te sacar las tripas. Hennes dijo... -en medio de la frase se interrumpi- Eh, t, no me has dicho que Hennes nada tiene que ver con lo que a ti te importa?

-Eso parece.

-Y las salidas a medianoche...

-Lo has visto una sola vez.

-Una sola vez basta. Si la cosa era limpia, por qu no me quieres creer?

-No soy yo quien ha de creerte, Bigman, pero todo parece limpio.

-Y si es as, por qu se las toma contigo, eh? Por qu no deja de azuzarte los perros?

-Qu quieres decir?

-Vaya, que cuando Griswold ces de decir tonteras, Hennes le dijo que l tena que mantenerse fuera del asunto. Le dijo que t iras maana de inspeccin y que se sera el momento. As que he credo que tena que advertrtelo, terrestre. Mantente lejos de la inspeccin.

La voz de David no se alter.

-La inspeccin ser momento para qu? Lo dijo Hennes?

-Eso no he logrado orlo. Ellos se alejaron y no he podido seguirlos, porque me habra vendido a m mismo. Pero se me hace que todo est muy claro.

-Tal vez sea as. Pero me parece que debemos investigar para saber con exactitud qu es lo que intentan.

Bigman se aproxim, como si intentara leer en el rostro de David, a pesar de la oscuridad.

-Cmo lo haremos?

-Del nico modo posible -respondi David-; maana ir de inspeccin y dar a esos tipos la oportunidad de decrmelo.

-No irs a hacer tamaa tontera! -vocifer, casi, Bigman- No podrs apartelas solo contra ellos en una inspeccin. Qu sabes t de Marte! T, terrestre!

David respondi con absoluta calma:

-Pues ser algo as como un suicidio, supongo. Ser cosa de aguardar y ver qu ocurre.

David Starr palme la espalda de Bigman, y dndose la vuelta volvi a dormir.

6 - A LA ARENA!Dentro de la cpula del huerto, el ardor de la inspeccin se encendi junto con las luces fluorescentes principales. Estrpito salvaje y prisa loca a cada palmo. Los arenautos avanzaban en hileras y cada operario atenda al suyo.

Makian se trasladaba de un lugar a otro, sin permanecer largo tiempo en ninguno. Hennes, con su voz opaca y eficiente, asignaba funciones y marcaba los itinerarios a seguir dentro de la extensin del huerto. Al pasar frente a David le ech una mirada y se detuvo.

-Williams -dijo-. An piensas venir de inspeccin?

-No me la quiero perder.

-Pues est bien. Ya que no tienes auto propio, te dar uno del almacn general. Una vez que te sea entregado tendrs que cuidarlo y mantenerlo en buenas condiciones. Cualquier reparacin de averas que puedan ser evitadas tendrs que pagarla t. Has comprendido?

-S Perfecto.

-Te pondr en el equipo de Griswold. Ya s que no os entendis, pero l es nuestro mejor hombre en el campo y t no eres otra cosa que un terrestrito sin experiencia. No quiero que embrolles a un tipo menos listo. Sabes conducir un arenauto?

-Creo que puedo llevar cualquier vehculo con un poco de prctica.

-Puedes, eh? Te daremos la oportunidad de demostrarlo. -Y ya estaba a punto de seguir su ronda, cuando sus ojos cayeron sobre algo-. Dnde piensas ir? -gru.

En ese preciso instante Bigman haca su entrada; llevaba ropas nuevas y sus botas estaban resplandecientes como un espejo. Peinado a rabiar, el cabello le caa hacia atrs y su rostro se vea relucir de limpio. Respondi con enftica diccin:

-A la arena, Hennes..., seor Hennes. No estoy arrestado y poseo mi licencia de horticultor, aunque usted me haya ensartado en la cocina. Y esto quiere decir que puedo ir a la inspeccin. Y tambin significa que tengo derecho a mi antiguo auto y a mi antigua partida.

Hennes se encogi de hombros.

-Te sabes muy bien los reglamentos y ser eso lo que dicen, supongo. Pero una semana, Bigman, una semana ms. Luego, si asomas tu nariz en cualquier lugar del campo de Makian pondr un hombre de verdad para que te deshaga.

Bigman dedic un gesto de amenaza a la espalda de Hennes, que ya se alejaba, y se volvi hacia David:

-Alguna vez has usado mascarilla, terrestre?

-En realidad, nunca. Pero he odo algo de ellas, por supuesto.

-Or no es usar. Ya he pedido una para ti. Mira, te mostrar cmo debes ponrtela. No, no, quita las manos. Mira bien cmo me las pongo yo. As, as est bien. Ahora por encima de la cabeza y fjate que las correas no estn mal plegadas por detrs de tu cuello, o acabars con la cabeza deshecha. Ves bien ahora?

La parte superior del rostro de David se haba transformado en una monstruosidad recubierta de plstico, y los dos tubos flexibles que salan de los cilindros de oxgeno y penetraban en la mascarilla a ambos lados del mentn de David, le quitaban cualquier posible apariencia de humanidad.

-Puedes respirar? -pregunt Bigman.

David se esforzaba por aspirar aire. De pronto se quit la mascarilla.

-Cmo lo haces funcionar? No veo ningn manmetro.

Bigman rea a carcajadas.

-Esto va por el susto que me diste anoche. No necesitan ningn manmetro. Los cilindros envan oxgeno automticamente en el momento en que la temperatura y la presin contra tu cara establecen el contacto y se cierran automticamente cuando te quitas la mascarilla.

-Pues hay algo que no funciona aqu. Yo...

-Todo funciona. Es que envan oxgeno a una presin de un quinto de la normal para igualar la presin de la atmsfera de Marte, y no puedes aspirar aqu, donde tienes la presin atmosfrica normal de la Tierra. Afuera, en el desierto, todo ir bien. Y ser suficiente, porque aunque slo sea un quinto de la normal, es oxgeno. puro. Tendrs la misma cantidad de oxgeno que siempre. Recuerda slo esto: debes aspirar siempre por la nariz y espirar por la boca. Si espiras por la nariz, empaars los cristales de los ojos y eso no es nada bueno.

Luego gir en torno al cuerpo alto y delgado de David, sacudiendo la cabeza casi con desconsuelo.

-Ya no s qu pensar de tus botas. Blancas y negras! Te pareces a un cubo de basura o algo as. -Y con un gesto que denotaba ms que complacencia, ech una mirada a su modelo especial, verde y rojo fuego.

David coment:

-Ya me las compondr. Mejor ser que vayas en busca de tu auto. Creo que nos pondremos en movimiento ahora mismo.

-S, tienes razn. Tmatelo con calma. Atencin con el cambio de gravedad, que es muy duro si no ests habituado. Y, terrestre...

-S?

-Mantn los ojos bien abiertos. Ya sabes lo que te he dicho.

-Gracias. Lo har.

Los arenautos se iban alineando en escuadras de nueve. Eran ms de cien, todos numerados, cada uno con su conductor revisando neumticos y controles. Cada vehculo luca sus propias inscripciones, humorsticas las ms. El arenauto que debera conducir

David estaba decorado con leyendas que haban salido de manos de media docena de anteriores mozos y que iban desde un Cuidado, nias! que rodeaba la trompa, en crculo, hasta un No es una tormenta de polvo, soy yo, en el parachoques trasero.

David se acomod en el asiento y cerr la portezuela que se ajust de modo hermtico; no se adverta el ms mnimo resquicio. Sobre su cabeza estaba la tronera cuyos filtros permitan igualar la presin del interior del auto con la de afuera. El parabrisas no estaba del todo limpio; una mancha blancuzca y extensa era prueba de las muchas tormentas de arena con que se haba enfrentado. David hall que los controles le resultaban familiares. En su mayor parte, eran similares a los de los coches terrestres comunes; las pocas palancas sealaron por s mismas su funcin al primer contacto.

Griswold se acerc a l, con gestos furiosos. David abri la portezuela.