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  • Entre el imperativo moral y la institucin contingente: democracia, post-marxismo e historia del socialismo latinoamericano en Jos Aric, 1978-1991

    Juan Manuel Viana (CONICET - CEDIS UNSAM - UNR)

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    ResumenJos Aric inscribi su nombre en la historia de la izquierda latinoamericana a partir de su empeo en comprender la particularidad de la misma. Militante marxista, desde de su exilio mexicano en los aos setenta, form parte del grupo de intelectuales que formul una revisin del marxismo revolucionario, buscando dar forma a un nuevo relato que integrara socialismo y democracia. Si en buena parte de ellos medi una interpretacin de Gramsci en clave socialdemcrata, en Aric, el esfuerzo se plasm en una revisin historiogrfica de la izquierda latinoamericana. Particularmente, releyendo a la tradicin socialista argentina desde un rescate de Juan B. Justo, y ubicando a Jos Carlos Maritegui como parte de un marxismo necesariamente heterodoxo. Aunque no produjo textos de ndole estrictamente terica, puede interpretarse la lgica socio-poltica del ltimo Aric como una oscilacin: entre la expresin de un socialismo liberal con fundamentacin tica, y la deconstruccin de la dialctica de las identidades socio-polticas. Apuntamos a mostrar dicha ambigedad, a partir de la produccin de Aric en el perodo 1978-1991: textos que continan influyendo en el abordaje de la tradicin socialista argentina en la primera mitad del siglo XX.

    Palabras Claves: democracia, historia del socialismo latinoamericano, post-marxismo

    Abstract Jose Aric wrote his name in the history of the Latin American left, from his persistence in understanding the particularitity of the same. Marxist militant, since his Mexican exile in the Seventies, he was member of the group of intellectuals who formulated a revision of the revolutionary marxism, looking for to give form to a new narrative, that integrated socialism and democracy. If mainly of them showed an interpretation of Gramsci in Social-Democratic key, in Aric, the effort was expressed in a historiographical revision of the Latin American left. Particularly, rereading the Argentine socialist tradition by a rescue of Juan B. Justo, and locating Jos Carlos Maritegui like part of a necessarily heterodox marxism. Although he has not produced texts of strictly theoretical nature, we can read the sociopolitical logic of the last Aric as an oscillation: between the expression of a liberal socialism with ethical foundation, and the deconstruction of the dialectic of sociopolitical identities. We aim to show this ambiguity, from the production of Aric in the period 1978-1991: texts that continue influencing the way to approach the Argentine socialist tradition for the first part of the 20th century.

    Keywords: democracy, history of latin american socialism, post-marxism.

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    Introduccin

    El giro de buena parte de los intelectuales de izquierda latinoamericanos hacia el sostenimiento de una de-mocracia social, implic una discontinuidad con el legado del marxismo revolucionario, fundamentada desde mltiples registros. En el caso del argentino Jos Mara Aric (1931-1991), dicha fundamentacin se ofreci ms en la renovacin del estudio de tradiciones de izquierda democrtica, que en la produccin de textos explcitamente tericos. No obstante, desde sus intervenciones, puede postularse cul es la lgica de relacin entre lo social y lo poltico que opera en su pensamiento. Su apuesta, de un socialismo plasmado a travs de una democracia ampliada, se sostiene en los trminos de una democracia procedimental. Slo mediante la vigencia de un conjunto de normas universales, es posible que se efecten los antagonismos y se viabilicen procesos hegemnicos. Si el socialismo depende de la consolidacin de una cultura de izquierda, sta se apoya a su vez en la ms profunda instalacin de una cultura democrtica, que tendr por condicin de posibilidad la vigencia de normas morales y jurdicas de acatamiento universal. El socialismo, en ltima instancia, se apoya en una cultura genricamente liberal. Pero sta, para tener vigencia, depende, nuevamente, del xito de luchas de diversos sectores subalternos: socialismo y democracia se instalan en una circularidad. Tal remisin, ideal desde el terreno de los fundamentos, puede interrumpirse apelando a una lgica de la contingencia, o bien ser pensada bajo el modo de una tendencia imposible -i. e., un dualismo. Consideramos que en Aric existen elementos para acercarlo a la primer forma de comprensin de la relacin la posicin de Laclau-Mouffe en Hegemona y estrategia socialista1- como tambin para pensarlo cerca de la segunda ms prxima a la elaboracin de un socialismo liberal como el de Norberto Bobbio.

    Recorreremos el modo en que se fue desarrollando el giro hacia esta posicin ideolgica, para expre-sar, hacia el cierre de nuestro trabajo, los modos en que tal oscilacin terica se encuentra en la obra de Jos Aric.

    1. Aric y las nuevas tareas de la izquierda latinoamericana

    La labor de Aric, desde finales de la dcada del 70, nos llega como punta de lanza de la tarea de revisin estratgica y conceptual de los postulados de la izquierda latinoamericana post-Revolucin Cubana. Las derrotas polticas, culturales y militares registradas en la mayora de las experiencias de expansin del socialismo a lo largo de aquella dcada, llevaron a todo un conjunto de intelectuales a replanteos profundos de sus metas y bagajes tericos. Si para algunos se trataba de replantear errores meramente tcticos, para otros, como Aric2, la tarea a emprender era de consecuencias ms

    1. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemona y estrategia socialista. Hacia una radicalizacin de la democracia, Siglo XXI, Madrid, 1987.

    2. En general, para todo un grupo de dismiles proveniencias, cuya visibilidad institucional puede rastrearse desde la serie de encuentros efectuados en Mxico a lo largo de la dcada del setenta y principios de los ochenta. Mrida, 1973; Oaxaca, 1977; Puebla, 1978; Morelia, 1980. En torno al ltimo, es donde quiz se plasma de modo ms firme este giro

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    drsticas. Junto con el rechazo de las orientaciones jacobinistas para la prctica socialista, emergi la necesidad de introducir una crtica a la propia tradicin terica materialista: en la confluencia entre un voluntarismo de las armas, y una subestimacin de los procesos de constitucin de identidades en las sociedades latinoamericanas, estos intelectuales encontraban algunas de las causas tericas de los caminos sin salida a los cuales sus respectivas militancias los haban conducido. Si algo quedaba claro para ellos, era que el problema trascenda las malas lecturas de los escenarios de lucha, y haba que reconstruir crticamente toda una tradicin intelectual. Con perspectiva histrica, podemos leer las intervenciones de aquellos aos como un intento tensionado por dos movimientos: por un lado, por encontrar una escritura acorde con la nueva orientacin poltica, enfocada hacia la comprensin de la democracia como un valor en s mismo, la defensa de los Derechos Humanos, y la intencin de cons-truir acuerdos colectivos amplios y perdurables para la vigencia de ambos; por el otro, por entroncar con todo un panorama occidental de auto-crtica de la tradicin marxista, cuyos marcos epistemol-gicos los dan los debates por la relacin relativismo-pluralismo y, sobre todo, el fracaso poltico y tico de las experiencias socialistas reales. As, en una serie en la que debe incluirse a Juan Carlos Portan-tiero, Emilio De pola, Ernesto Laclau, Norbert Lechner, Manuel Garretn, Ludolfo Paramio y Henrique Cardoso, entre otros, Aric nos surge como uno de los referentes del giro poltico-conceptual de las izquierdas latinoamericanas, desde posiciones de accin revolucionaria hacia fundamentaciones de democracias populares.

    Expresado el giro en el campo de las intervenciones estratgicas, las justificaciones del mismo se manifestaron bajo mltiples preocupaciones intelectuales. En cuanto a la interpretacin de la historia latinoamericana, se busc incorporar nuevos/viejos paradigmas, a los fines de poder integrar, bajo explicaciones plausibles, fenmenos y procesos de una estabilidad mucho ms firme que la origi-nalmente proyectada desde versiones simplificadas del marxismo, sean materialistas o voluntaristas. En paralelo, se registr un gran inters en la revisin de las teoras que daban marco explicativo a las lecturas de las sociedades latinoamericanas: a las acciones e inacciones- de los diversos colecti-vos humanos, en relacin a variaciones econmicas, culturales o polticas. Tal revisin profunda de la historiografa y de la teora social de las izquierdas latinoamericanas, aun cuando se apoy en tradicio-nes intelectuales no estrictamente de izquierda, busc, en el caso de los citados intelectuales, expresarse como un rebasamiento crtico del propio legado marxista. Resultado de esto ltimo, fue la puesta en primer plano del pensamiento de Antonio Gramsci, en tanto referente privilegiado para encarnar las anteriores preocupaciones desde una perspectiva ligada a la militancia socialista. No se trat de una apelacin al italiano como nuevo criterio de autoridad para legitimar una prctica poltica, sino de lo que se denomin un uso crtico3. Integrado bajo una tradicin de grandes tericos marxistas, Gramsci provea la posibilidad de repensar la filosofa de la historia marxista, a la vez que ofreca los trminos de una teorizacin situada en una realidad econmica y social de capitalismos perifricos. Al haber complejizado la dialctica con dimensiones polticas y culturales, y al haber indagado en la efectiva relevancia de los actores econmicos de las sociedades no centrales, Gramsci, se converta en una referencia marxista, para pensar un ms all del marxismo.

    terico. Las ponencias del Seminario de Morelia, son recogidas en: VV. AA., Hegemona y alternativas polticas en Amrica Latina, coordinado por Julio Labastida Martn del Campo, Mxico, Siglo XXI, 1985.

    3. Figura propuesta por el propio Juan Carlos Portantiero: cf. Los usos de Gramsci, Mxico, Plaza y Valds, 1987.

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    2. Los usos de Gramsci: de la utilidad estratgica a las ventajas hermenuticas

    La recepcin del pensamiento de Gramsci en Amrica Latina reconoca ya anteriores instancias, varias de ellas vinculadas a Jos Aric y Juan Carlos Portantiero. Segn Ral Burgos4 -que analiza el itinera-rio de ambos intelectuales bajo la figura ms amplia de gramscianos argentinos- la recepcin tuvo episodios dismiles, en los cuales se privilegiaba uno u otro concepto gramsciano, combinado con fuentes doctrinarias de la hora, para ofrecer relatos estratgicos que fundaran la accin socialista. As, luego de las tempranas valorizaciones de Gramsci como mrtir, las escrituras revolucionarias lati-noamericanas posteriores a la Revolucin Cubana5 muestran cmo el italiano pudo ser igualmente combinado con ideas guevaristas y maostas, siempre desde matrices que reconocan dismiles pero innegables filiaciones leninistas. Sin ingresar en aquellos debates, la apropiacin de Gramsci durante la dcada del 60 consisti en una valorizacin de la eficacia de la accin humana (poltica, cultural, militar) frente a lo que se experimentaba como el freno a la militancia de las difusiones del materia-lismo dialctico. Registrados los sucesivos fracasos de las experiencias armadas hacia mediados de la dcada del 70, junto a la mentada necesidad de revisin de los principios bajo los cuales se funda-ban tales proyectos, el tipo de matriz que cae, para buena parte de los intelectuales de la izquierda latinoamericana, es el leninismo. Las intersecciones con Gramsci, el guevarismo y el maosmo haban contribuido a relativizar el legado materialista de Lenin para priorizar el poltico: la lucha por el poder el mbito de los problemas especficos del acto revolucionario- modifica los procesos dialc-ticos de constitucin de las identidades sociales, gestando cambios reales desde la accin especfica de grupos, que operan como vanguardia del proletariado. Lo que definitivamente se busca superar, ahora, es la idea jacobina de un partido de vanguardia, pero en el marco de una crtica ms profunda: la de la revolucin como un mero acto, sea de naturaleza militar o poltica. Revolucin como proce-so, lucha por la hegemona, rebasamiento de la contradiccin capital-trabajo, valorizacin de otros horizontes de conflictos identitarios (raza, gnero, religin), y horizontalidad en la relacin entre par-tido y movimientos sociales, resumen, a juicio de Burgos, la definitiva ruptura con el legado leninista al interior de la izquierda latinoamericana6.

    Por otra parte, el leninismo, adems de proveer la fundamentacin de una accin que haba fracasado, era considerado por Aric y el resto de los intelectuales revisionistas como un obstculo interpretati-vo. Porque si bien introduca la idea de una eficacia de la accin poltica - y por ello implicaba una su-peracin del positivismo mecanicista y evolutivo de las versiones decimonnicas, de cuo engelsiano y kautskiano- introduca tal eficacia slo en el plano de la tctica revolucionaria, y no llevaba esa in-fluencia a su teora social. Una clase, se vale de la apelacin a la alianza en su camino estratgico hacia

    4. Ral Burgos, Los avatares de una herencia incmoda: el complicado dilogo entre Gramsci y la izquierda en Amrica Latina (Texto presentado en la IV Conferencia Internacional de Estudios Gramscianos. Ciudad del Mxico, 29 y 30 de noviembre de 2007), disponible en http://gramscimania.blogspot.com/2009/06/gramsci-y-la-izquierda-en-america.html

    5. Experiencias y usos que, en el caso de Aric y Portantiero, adquieren expresin en la edicin de la Revista Pasado y Presente. Junto a Hctor Schmucler y Oscar del Barco, entre otros, formaron parte principal de la misma en dos perodos: 1963-1965, y 1973. Su ndice puede verse http://www.cedinci.org/edicionesdigitales/pasadoypresente.htm, institucin que ha editado en un CD la totalidad de los nmeros de la publicacin.

    6. Cf. Ral Burgos, La interferencia gramsciana en la produccin terica y poltica de la izquierda latinoamericana, Revista Periferias, Argentina, 1997, disponible en http://www.fisyp.org.ar/Burgos.3.3.pdf.

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    el poder para, una vez all, hacer valer su peso ontolgico e imponer el programa de accin adecuado. La clase apelara, instrumentalmente, a un camino poltico, pero su identidad econmico-social ya le es dada. Esta presuposicin de los sujetos sociales al interior de las sociedades latinoamericanas, im-plicaba asignar posiciones teleologizadas: pues se conceba a priori al sujeto revolucionario, del cual el partido sera su vanguardia. La distancia entre la accin y la constitucin de tal sujeto, ocupaba un dramtico arco temporal, cuyo cierre jams era entrevisto: sujetos que nunca encarnaban su tarea revolucionaria, dejaban desdibujada la propia asignacin de vanguardia a los partidos comunistas. En sintona con tal esencialismo social, la propia historia de las sociedades, las naciones y los estados, era interpretada bajo variables simplificadas: ajustando la complejidad y cantidad de factores, para obtener una economa argumental que justificara una intervencin en el destino de las mismas. La lectura marxista-leninista de la historia social - aun modificada por la clusula trotskista de la ley del desarrollo desigual y combinado- requiere de la postulacin necesaria de actores sociales ntidos: se circunscribe la causalidad al juego entre dichos actores, infra o sobreestimando la efectividad de los mismos, para volver verosmil un esquema ms estratgico que descriptivo.

    En tal horizonte de ruptura estratgica e interpretativa con el leninismo, las nuevas apelaciones a Gramsci giraban en torno a conceptos menos atendidos de la obra del italiano, o bien a otros redefi-nidos. Por el lado del giro hacia una concepcin de la revolucin como un proceso donde los actores sociales no estn dados de antemano, y su peso al interior de las sociedades se realiza en la medida en que sus valores se conviertan en dominantes- los principales conceptos operativos gramscianos fueron los de hegemona y los de voluntad nacional-popular. Una hegemona que es concebida ms all de la direccin instrumental de una agrupacin de clases, para ser pensada como un proceso de constitucin y produccin de los agentes sociales: en la recepcin de Aric, parece tratarse de una dialctica sin resultado fijo, una interrelacin que es ms que una negociacin, y mucho ms que una utilizacin. Consiste en la forma misma de la constitucin de agentes en las sociedades capi-talistas: la lucha por devenir Estado, implica su proceso de obtener determinaciones, y, por ello, su tendencia a la inclusin de otras lgicas identitarias, ms all de la socio-econmica.

    As entendida, la hegemona es un proceso de constitucin de los propios agentes sociales en su proceso de devenir Estado, o sea, fuerza hegemnica. De tal modo, al aferrarnos a categoras gramscianas como las de formacin de una voluntad nacional-popular y de reforma intelectual y moral, a todo lo que ellas implican ms all del terreno histrico concreto del que emergieron, el proceso de configuracin de la hegemona aparece como un movimiento que afecta ante todo la construccin social de la realidad y que concluye re-componiendo de manera indita a los sujetos sociales mismos. 7

    La lucha hegemnica, desarrollada en un terreno amplio de valores culturales y morales - que tienen la capaci-dad de incluir a luchas inorgnicas bajo un mismo fin- apunta, as, a la conformacin de una voluntad comn, que se manifiesta desde marcos histricos dados. La voluntad nacional-popular, supone una apropiacin de un acerbo cultural de dismil origen: un sentido que aglutina a un colectivo popular, cuya nota es la subalterni-dad, bajo los lmites y marcos de una expresin nacional. Se apela a un legado que se presenta como comn, pero donde el peso del sentido est en la proyeccin y no en la fidelidad de la recuperacin.

    7. Cf. Jos Aric, La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en Amrica Latina, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2005, p. 112.

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    Frente a la interpretacin de la historia de las sociedades latinoamericanas, lejos de introducir explicaciones que renuncien al sesgo materialista, conceptos como revolucin pasiva, o procesos de laicizacin, permiten a juicio de Aric aportar una clave ajustada para interpretar los cambios sucedidos en dichas sociedades. Si para Gramsci pueden registrarse cambios progresivos en el modo de relacionarse las clases sociales, y sin mediacin de una direccin proletaria del proceso, es en virtud de una accin e interpretacin estratgica de quienes dirigen el Estado, que gestan reformas tales que descomprimen la conflictividad, desarticulando a la vez la conformacin de un bloque antagonista en vas de consolidacin. Bajo ese principio, las reformas instituidas por lites conservadoras, o liberales, en diversos estados latinoamericanos, no deben subestimarse en su lgi-ca objetiva por el hecho de no haber sido gestadas directamente bajo la accin militante de las clases traba-jadoras: bien pueden leerse, desde esta interpretacin, como procesos silenciosos de revoluciones pasivas, o desde arriba, en las que fue procesado el impulso revolucionario de una demanda, bajo una reforma con consecuencias tangibles8. Habr, no obstante, modalidades de clases dirigentes cuyos grados de recep-tividad ser dismil, en funcin de su propia insercin en la teleologa histrica. Sociedades en las que slo fuerzas retrogradantes, como el clero o el ejrcito, pueden encarnar una direccin sustentable, harn menos viable el escenario de constitucin de una voluntad nacional-popular bajo sentidos democrticos. El tipo de luchas de valores -que bajo el ejemplo alemn o francs Gramsci denomin respectivamente Kulturkampf o proceso Dreyfuss - aunque repone en clave axiolgica una suerte de etapismo, no estrictamente habla de luchas econmicas, ya que deben darse al interior de sociedades con fuerte peso de clases de raigambre premoderna. A eso, recuerda Aric, llama Gramsci procesos de laicizacin, en la que actores sociales como las lites liberales tienen una accin necesaria para las posibilidades hegemnicas de las clases trabajadoras. Sociedades como las latinoamericanas, con sus diferencias, presentan el escenario de laicizaciones truncas, o directamente nunca desplegadas: mal puede desarrollarse una hegemona -entendida como el proceso de devenir Estado- en una sociedad en la que el propio poder poltico no ha alcanzado un pleno estado secular, y en el que coexisten fac-tores de poder laterales al mismo9.

    En suma, el uso de Gramsci que correspondi a esta profunda revisin de la izquierda latinoameri-cana, se apropi de ideas como hegemona, voluntad nacional-popular, revolucin pasiva, y procesos de laicizacin. Las mismas, fueron empleadas para un reposicionamiento estratgico antijacobino y una conformacin de sentidos sociales extendidos, permitiendo proyectar la necesidad de luchas mucho ms urgentes y sedimentadas que las que una teleologa ortodoxa hubiera descripto como fundamentales. El propio sentido del texto La cola del diablo, opera en ese clave: si las derrotas de las izquierdas se basaron en lecturas errneas de las diversas realidades, no se trata de seguir haciendo recaer la carga sobre la propia realidad, ni en la intervencin de un factor inesperado. En todo caso, si el diablo mete su cola, y cambia de sentido lo esperable, por qu no tener al diablo del lado propio? No implica esto un maquiavelismo vulgar, sino la apertura hacia una complejidad operativa que per-mita sustentar luchas hegemnicas.

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    3. La oportunidad democrtica, continuidad o discontinuidad socialista?

    Si juzgamos estos desplazamientos interpretativos respecto al canon marxista, la afirmacin de una democracia como medio y fin de las luchas sociales nos aparecer como una autntica discontinuidad conceptual. Pues, aunque en los esquemas leninistas la democracia representativa es un momento de ascenso hacia otro rgimen socialmente ms fundado y de ejercicio ms directo de la gestin los consejos de trabajadores- difcilmente se pueda presentar, desde una tradicin de socialismo revolu-cionario, a la consolidacin de la democracia representativa como una meta primordial de las luchas de las clases subalternas. De hecho, en los gramscianos argentinos, la fundamentacin bajo la ape-lacin a una tradicin busc la reivindicacin de marxismos heterodoxos, ms afines a los marcos de los socialismos de centro, reformistas o democrticos. Se dio, en los casos de Aric y Portantiero, una revalorizacin de experiencias tericas y partidarias antes soslayadas: los casos del rescate interpreta-tivo del socialista argentino Juan Bautista Justo y del peruano Jos Carlos Maritegui nos hablan, en diverso grado, de una apelacin a una lnea apartada del marxismo-leninista. En el caso del argentino, una modalidad de socialismo parlamentario, cuyo mrito creativo residi, para Aric, en constituir un proyecto de nacionalizacin de las masas, de incorporacin de los trabajadores a la vida nacional y de construccin de una democracia social avanzada10. En Maritegui, una construccin absolutamente desligada de la matriz positivista del marxismo, que lejos de buscar la aplicacin dogmtica de una frmula, busc repensar la propia teora en funcin de la realidad peruana, de su constitucin social, tnica, y de los rdenes simblicos articuladores de cada agente social. Socialismos de la ciudadana y de la diferencia indgena, los casos de Justo y Maritegui, respectivamente, representaban para Aric la prueba de una produccin singular, no repetitiva, de experiencias socialistas en Amrica latina. En el caso argentino, el rescate de la tradicin socialista superara el inters interpretativo, para pasar a conformar la nueva bandera ideolgica de un grupo de intelectuales, organizados en torno al Club de Cultura Socialista11. La nueva orientacin, socialdemocrtica, que ofrece la mayor discontinuidad terica e ideolgica frente a las respectivas militancias y producciones intelectuales revolucionarias, si bien debe ser sometida al juicio conceptual, no debe dejar de ser evaluada a la luz de una coyuntura histrica, que cobr el valor de una oportunidad.

    El retorno de la democracia en 1983 implic, va de suyo, una revalorizacin de un bien poltico esca-samente sostenido en las dcadas anteriores: la posibilidad de eleccin de gobernantes en sufragios libres, sin proscripciones. Por otra parte, la necesidad de juzgar, bajo leyes civiles, a los responsables del genocidio, implicaba tomar posicin en estrategias jurdico-filosficas ligadas estrechamente a la afirmacin de los Derechos Humanos en tanto bienes universales. La sobredeterminacin axiolgica de la idea de Democracia proyectada desde lo poltico hacia lo social, i. e., bajo un democratismo radical- fue interpretada, ms ac de las nuevas orientaciones tericas de los intelectuales latinoa-

    10. Cf. Jos Aric, La hiptesis de Justo. Escritos sobre el socialismo en Amrica Latina, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1999, en prlogo de Juan Carlos Portantiero, p. 11.

    11. El Club - hoy denominado precisamente Jos Aric en homenaje al cordobs luego de su muerte en 1991- cont entres sus miembros fundadores, hacia el ao 1984 a: Jos Aric, Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano, Juan Carlos Portantiero, Mara Teresa Gramuglio, Sergio Bufano, Marcelo Cavarozzi, Alberto Daz, Rafael Filippelli, Ricardo Graziano, Arnaldo Juregui, Domingo Maio, Ricardo Nudelman, Jos Nun, Osvaldo Pedroso, Sergio Rodrguez, Hilda Sbato, Jorge Sarqus, Jorge Tula, Oscar Tern, Hugo Vezzetti, Emilio de pola. Cf. http://www.clubsocialista.com.ar/sobre_el_club/breve_historia.php

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    mericanos, como el ncleo denso sobre el cual se montaran las expectativas de toda una serie de demandas histricamente truncadas de nuestras sociedades. Tal es el escenario del giro hacia la so-cialdemocracia.

    Ahora bien, cmo es introducida conceptualmente tal sobredeterminacin de una democracia so-cial en la revisin del legado marxista, y en la interpretacin de las sociedades latinoamericanas, bajo paradigmas ampliados? Es ste, precisamente, el punto de mayor conflicto que pesa sobre la valora-cin contempornea de la obra de Aric, y de la aquellos integrantes de Pasado y Presente, que viraron hacia posiciones socialdemcratas en la Argentina de los aos ochenta. Los cuestionamientos, reco-nocen dos variantes ideolgico-conceptuales: por un lado, desde visiones de persistencia marxista, que insisten en reivindicar, resignificados, el legado guevarista y leninista para la izquierda latinoame-ricana12; finalmente, desde posiciones de izquierda nacional, en las que se imputa al democratismo el impulso de un normativismo procedimentalista, que busc hacer tabula rasa con las culturas polticas argentinas13.

    En el caso de Aric, quienes han estudiado ms intensamente su obra Ral Burgos y Horacio Cres-po14- relativizan la idea de que nuestro autor debera haber escrito textos de mayor densidad te-rica, en los cuales se expresaran tesis de lgica socio-poltica: tal tarea, sostiene Crespo, no podra haberse dado en el cordobs mediante un intento sistemtico, positivo, sino slo bajo una disper-sin interpretativa, libresca y militante a la vez15. En las interpretaciones que aluden hoy a Aric en tanto testimonio de poca del denominado, nuevamente, fracaso de las transiciones culturales hacia la democracia16, se piensa en l bajo una red de intervenciones que supera su inextensa produccin bibliogrfica estricta. Inserto en la red intelectual argentina del propio Club de Cultura Socialista, y en la ms extensa de un post-marxismo de escala mundial, las menciones al cordobs aparecen en un campo de lucha entre tradiciones de ideas: nacionalistas, liberales y marxistas, pero en tanto tonalidades internas de las propias culturas de izquierda locales. Toda analtica conceptual sobre el pensamiento del ltimo Aric queda, as, sesgada, si no se atiende a tales contextos. De todos modos,

    12. Cf. Atilio Born y Oscar Cuellar, Apuntes crticos sobre la concepcin idealista de la hegemona, Revista Mexicana de Sociologa (Mxico) Ao XLV. Vol. XLV. N 4. Octubre/Diciembre, 1983. Pgs.1143-1177, disponible en http://www.gramsci.org.ar/; Nstor Kohan, Jos Aric, Pasado y Presente y los gramscianos argentinos, Revista , Diario Clarn, 5/2/2005; disponible en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=11915 .

    13. Aunque tal captulo de las crticas debera centrarse mucho ms en la intervencin activa de Juan Carlos Portantiero y Emilio De pola en la gestin retrica e ideolgica de los primeros aos del gobierno de Ral Alfonsn. Para Horacio Gonzlez, se busc instalar una idea de transicin democrtica cuya plataforma, amn de instalar un normativismo que borraba su institucin, pretenda dar por cerrada una etapa de luchas ideolgicas bajo el pretexto de la carga de intolerancia que implicaban. Cf. La democracia alfonsinista era de algn modo patolgica, Entrevista de Sergio Schmucler a Horacio Gonzlez, Diario Ro Negro, 06 de Agosto de 2006, disponible en http://www1.rionegro.com.ar/diario/debates/2006/08/06/2593.php

    14. Adems de los citados textos de Burgos, vd. Horacio Crespo, Celebracin del Pensamiento de Jos Aric, Ponencia presentada en el Seminario de Historia Intelectual en El Colegio de Mxico, febrero de 2002. Disponible en www.arico.unc.edu.ar/pdf/crespo.pdf

    15. Cf. Crespo, op. cit., p.5.

    16. Cf. Rinesi, Eduardo, La historia sin red en Horacio Gonzlez (Comp.) Historia crtica de la sociologa argentina, Colihue, Buenos Aires, 2000, pp.519-530. Aunque, en rigor, la crtica se enfoque en Juan Carlos Portantiero y, de un modo ms genrico, en los intelectuales ligados a la revista La ciudad futura.

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    bajo los lmites del presente trabajo, resulta vlido emprender una interpretacin a partir de algunas marcas explcitas, que textos como La cola del diablo o La hiptesis de Justo nos ofrecen.

    4. Del pluralismo al socialismo

    Hacia el final de La cola del diablo, Aric expresa los trminos de la circular relacin entre socialismo y democracia:

    Aceptar el terreno de la confrontacin significa en cierto modo admitir que entre la cultura de de-recha y la cultura de izquierda hay un punto de encuentro, la comn necesidad de responder crti-camente a la anarqua del mundo burgus. En torno a los nudos cruciales de aquellos umbrales crticos de la modernidad, de las que Bobbio llama promesas incumplidas de la democracia, se abren los espacios comunes de confrontacin y de intercambio entre las culturas de derecha y de izquierda. Pero para que la cultura opere como corrosiva de las posiciones preconstituidas, de los compartimentos estancos, de las exclusiones que pretenden separar con una valla infranqueable lo que debe circular, es preciso arrancar de un terreno comn, de un cemento de la unidad nacional, de una condicin de permanencia de la repblica. Qu otra cosa que un sentimiento democrtico y antiautoritario puede fundar una forma de socialidad que profundice la laicizacin de la vida na-cional? Cmo es posible favorecer la circulacin de ideas y valores si no se acepta como imperati-vo moral el reconocimiento de la libertad de pensamiento y el principio de tolerancia? De qu otro modo se puede garantizar la legitimidad de la confrontacin y la civilidad del dilogo?17

    Ya explicitada la modalidad de una revisin del marxismo, la existencia de una derecha gramsciana europea le sugiere al autor una situacin de atraso relativo de nuestras culturas polticas. Una derecha que conozca que el predominio econmico se plasma a travs de una hegemona cultural y moral, deja en estado de infe-rioridad a una izquierda jacobina, como la latinoamericana y, especficamente, a la argentina. Una izquierda puesta a lograr hegemona social, deber ganar mltiples luchas morales y culturales para poder dar batalla a una derecha culturalista. Ahora bien, para que este antagonismo de izquierda y derecha poltica tome lugar, es necesario que los contendientes acepten un conjunto de reglas de convivencia, y no pugnen por la elimina-cin del otro. Se instala as la necesidad ntica de una democracia procedimental para permitir la emergencia del antagonismo poltico: ste no es de naturaleza ontolgica, y slo es dado una vez garantizado un conjunto de principios operativos. Tales principios tienen naturaleza moral -respeto, tolerancia, postulacin de igualdad y libertad de individuos- y un contenido sustantivo -el de la doctrina democrtico-liberal, i. e., el pluralismo. Aislado tal contenido como un imperativo universal, la propia democracia, como forma de irrupcin de los antagonismos que movilizan las hegemonas, consiste en la generalizacin formal de un conjunto de valores, de emergencia histrica, que podran llamarse modernos, ilustrados, o burgueses. Queda desplazado, as, el modo de desarrollo de los procesos hegemnicos, hacia un terreno ms elemental: el de la propia garanta del sostenimiento de los antagonismos como dilogos civilizados. La democracia liberal, es el piso operativo de toda confrontacin no barbarizada. Cul es la condicin efectiva de tal garanta? Para Aric, se trata de una

    17. Aric, La cola del diablo. p178.

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    cultura republicana, que proveera de un terreno comn de la unidad nacional: una suerte de Mundo de la Vida, o suelo prerreflexivo de las conductas, que tiene como contenido, no el despliegue de una vida espiritual nacional, sino la consolidacin de un conjunto de valores en tren de universalizacin. En el sealamiento de este suelo republicano, se encuentra al Aric ms cercano a la expresin de un socialismo liberal: puesto que el eje hegemnico, si no es postergado, es subsumido bajo la idea de una lucha por la democracia radical. La democracia como forma de organizacin social, es de algn modo la expresin del socialismo: y plenificada de sentido, se convierte en su sustitucin ideolgica.

    Una de las principales crticas hacia esta proyeccin -sealada en los debates entre individualismo y comunita-rismo- consiste en sealar la conexin no necesaria entre el conjunto de normas que garantizan el pluralismo individual, y la extensin de la democracia social a la disolucin de vnculos jerrquicos: no es el thos indivi-dualista el que impulsa una democracia radical. En tales trminos -si bien debe atenderse al efectivo contexto de produccin de Aric, en el que la democracia poltica argentina estaba an en vas de sostenimiento- han sido vlidas las crticas que denunciaron el desplazamiento, la absorcin y la cuasi metonimizacin del socialis-mo en la democracia, lo cual se desprende de la postulacin de un ncleo liberal para la cultura de izquierda18. Tal hiptesis, lejos de consistir en una querella, fue asumida por el propio Aric, quien explcitamente se insert en el esfuerzo terico de un referente de tal lnea, como fue el jurista italiano Roberto Bob-bio. Si este ltimo, revisando al Carlo Rosselli de Socialismo liberale, recupera la idea de que el libera-lismo es la fuerza ideal inspiradora, y el socialismo la fuerza prctica realizadora19, en Aric, parece asumirse que un contenido liberal es ineludible para toda realizacin del socialismo.

    La derecha antiliberal argentina, o ultraderecha, ha contribuido a barbarizar la poltica con su espritu ex-cluyente y su recurrencia a la violencia y al terrorismo. No es sta una caracterstica nicamente suya. Los fenmenos de barbarizacin habitaron y an siguen habitando a una parte de la izquierda argentina. La posibilidad de abrir un espacio cultural de plena confrontacin de ideas supone una revisin poltica lo cual tiene efectos inevitables sobre la propia cultura- de sus supuestos: la aceptacin de la violencia y la discrimi-nacin. Hasta que esta revisin no se produzca resulta impensable una ruptura de las aduanas culturales. Si el pensamiento de Gramsci cumpli en algunas partes el papel de mediador en un cruce de culturas irreconci-liablemente separadas, es lgico que la irreductibilidad de la derecha argentina a la aceptacin del principio de tolerancia y de libertad de pensamiento encuentro en el aniquilamiento de los gramscianos una manera de defender su identificacin con la barbarie.20

    En opinin de Filippi, quien estudia la recepcin de Bobbio en Amrica Latina, Aric se inscribe en la estela de pensadores que consideran que el pluralismo liberal es el piso de condiciones de toda democracia: la exten-sin de sta a todas las desigualdades, no slo las polticas, es el significado especficamente socialista21. Ms

    18. Una referencia para analizar los lmites y posibilidades de esta fundamentacin liberal del socialismo, puede leerse en Chantal Mouffe, Socialismo liberal y pluralismo: qu ciudadana?, en El retorno de lo poltico. Comunidad, ciudadana, pluralismo, democracia radical, Fondo de Cultura Econmica, Buenos Aires, 2007, pp. 95-106.

    19. Cf. Norberto Bobbio, Introduzione, en Carlo Rosselli, Socialismo liberale, Einaudi Tascabili, Torino, 1997, p. XLIII

    20. Aric, La cola del diablo, pp. 178-179.

    21. La recepcin del pensamiento bobbiano, a la vez que los efectivos lazos entre intelectuales latinoamericanos con el pensamiento liberal-socialista, o socialista-liberal, del italiano, son analizados en Alberto Filippi, La filosofa de Bobbio en Amrica Latina y Espaa, FCE, Buenos Aires, 2002. Cf. especialmente el captulo 7: Los gramscianos argentinos y la interpretacin de la relacin bobbiana entre liberalismo y socialismo, pp.57-65. Cabe recordar la participacin de Aric y de Jorge Tula como redactores, traductores y articulistas del Diccionario de Poltica de Roberto Bobbio y Nicola Matteucci,

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    all de esa nota de poca, o cuasi grupal, de un grupo de intelectuales ligados a la revista La ciudad futura, creemos que cuando Aric apunta a expresar ese cemento de la unidad nacional, piensa ms que nada en contenidos universales, ticos, necesarios para cualquier sociedad. La expresin de una voluntad nacional y popular, de una hegemona social plasmada en luchas culturales, cuyo contenido es histrico y situado, necesita no obstante de una expresin universal: las frmulas del pluralismo. Los procesos de hegemona, que se muestran como autnticas producciones de subjetividad, requie-ren de la conformacin de un piso republicano comn.

    La pregunta es: cmo constituir una universalidad moral desde lo dado? La remisin circular, entre reglas ideales y Mundo de la vida que Jrgen Habermas intent resolver mediante la proposicin de una racionalidad comunicativa, y la necesidad de investigar pragmticamente la tica del lenguaje22- tal como es expresada en Aric, parece evitar la trascendencia, a precio de renunciar a la inmanencia: no hay un despliegue del ser nacional, sin dudas, pero tampoco se deja abierto el juego a las formas disponibles de un fondo cultural. El pluralismo, imperativo moral de la tolerancia, es a la vez el hori-zonte y el suelo del proceso hegemnico?

    5. Hegemona e identidades socio-polticas latinoamericanas: lecturas crticas de Juan B. Justo y Jos Carlos Maritegui

    Si hacia el final de La cola del diablo, la idea de un proceso abierto de conformacin de identidades sociales se ve subordinada a la delimitacin del contenido ideal del campo de produccin de los agentes, en los textos de Aric destinados a Justo y Maritegui, nos parece encontrar una preocupa-cin distinta.

    El proceso de nacionalizacin de las masas, que era la aspiracin esencial del proyecto de Justo, tena un efecto contradictorio que, por convicciones o por temperamento, nunca pudo visualizar. Lograr que las ma-sas trabajadoras, en su mayor parte extranjeras, pudieran convertirse en sujetos polticos detentadores de plenos derechos ciudadanos significaba tambin el reencuentro con una tradicin histrica cuya apropia-cin mostraba ser una condicin necesaria para que el proceso pudiera llevarse a cabo, para que la conquista de una identidad nacional pudiera ser finalmente el problema por todos compartido

    A travs de un razonamiento que, por enfatizar el carcter capitalista puro para decirlo de algn modo- de la formacin econmico-social argentina, concluye despojando de connotaciones histricas concretas el proceso de constitucin de las masas populares, Justo es arrastrado a una simplificacin iluminista, y en el fondo paternalista, de los trminos complejos en los que se produce la maduracin poltica de las fuerzas sociales.23

    con varias ediciones espaolas, editado por Fondo de Cultura Econmica.

    22. Jrgen Habermas, Accin comunicativa y razn sin trascendencia, Paids, Barcelona, 2002.

    23. Aric, La hiptesis de Justo, pp.124-125.

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    La actitud socialista, de rechazo in toto de los gobiernos radicales (1916-1930), se clarifica en una concepcin restringida de las identidades sociales: la aspiracin a la sustitucin progresiva de un ordenamiento capitalista por otro, no slo implica el ascenso de la clase obrera, sino de todo un conjunto de actores, que van modificn-dose en su articulacin poltica, social y econmica, a la vez que cambian la forma de la misma clase predesti-nada a ascender. La crtica a los lmites de la hiptesis de Justo el sostenimiento de una visin iluminista de las identidades sociales- parece reinstalar la idea de una gnesis de las identidades a partir de las hegemonas, y no al revs. Resulta interesante notar que adjudica tal visin esencialista de los agentes a todo el universo con-ceptual de la izquierda segundo-internacionalista, sin importar su oposicin entre reformistas y maximalistas. Tal dilema, falso para Aric,

    no era sino una forma ideolgica, y por tanto velada e inconsciente, de reproducir en su propia interiori-dad la divisin entre economa y poltica sobre la que se asienta la posibilidad incontrastada de reproduccin del sistema al que se crea afectar con uno u otro tipo de accin obrera. [] Las limitaciones de su pensa-miento, que eran tambin y en buena parte, limitaciones de la propia realidad, impidieron a Justo tener una concepcin certera de esta funcionalidad hegemnica de la clase obrera y de los trabajadores en general. Hoy sabemos hasta qu punto esto constituy un lmite de todo el socialismo.24

    Si el intento de nacionalizacin supona un intento por prolongar una conflictividad social en el terreno polti-co, el modo purificado en que se proyectaba su desarrollo implicaba pensar ese trnsito por carriles exclusivos del progreso cientfico-moral. Se trunca la constitucin la clase trabajadora, en la no aceptacin de sus formas disruptivas, violentas, y articuladas bajo simbolizaciones de negaciones. Anarquistas y radicales, como princi-pales obstculos para la constitucin de una clase trabajadora ilustrada, grafican los lmites de la constitucin hegemnica de la clase en el socialismo justiano. Encontramos aqu vnculos con la genealoga de la idea de hegemona que Mouffe y Laclau exponen en el primer captulo de Hegemona y estrategia socialista: la apari-cin de un dimensin poltica, que viene a zanjar la imposibilidad del elemento econmico de constituirse en fundamento de la dinmica de constitucin de clase, pero que se mantiene desconectada y, en ltima ins-tancia, siempre derivada de un nivel ontolgico ms primigenio para impulsar las identidades sociales25. En tanto dualismos socialistas, el maximalismo intenta cerrar la brecha mediante la accin de la van-guardia, mientras que el reformismo, lo proyecta desde la accin pedaggica de la cultura obrera. La superacin de este esquema positivista, tanto en Aric como en Laclau-Mouffe, se expresa en la apelacin a los marxismos vitalistas, idealistas, simbolistas: Sorel, Gramsci, Maritegui26.

    En Maritegui, Aric ver una forma original de ejercer el socialismo: produciendo una teora situada, inter-pretando la dialctica compleja de la constitucin de identidades, aprovechando las mediaciones simblicas adheridas a los horizontes culturales de las clases subalternas: los indgenas peruanos. Haba otro modo de producir una propuesta socialista para Amrica Latina? Las traducciones del socialismo de Justo y Maritegui, ledas como heterodoxias -parlamentarias o simbolistas- son para Aric los gestos del nico marxismo posible para Latinoamrica: invenciones que van ms all de la ontologa economicista.

    el hecho de que la verdad del marxismo se expresara en Maritegui en el lenguaje de la situacin con-creta y particular del Per [el indigenismo], y lo hiciera utilizando una lengua particular, no demostraba

    24. dem, pp.129-130.

    25. Laclau-Mouffe, Op. cit., pp.8-52.

    26. Cf. Maritegui y los orgenes del marxismo latinoamericano; en Aric, La hiptesis de Justo, pp. 149-203.

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    la presencia de inconsecuencias en su leninismo, ni reminiscencias de anarcosindicalismo, sino la forma particular y concreta en que tenda a formularse el marxismo peruano, y ms en general el latinoamericano. Maritegui de hecho no pecaba de eclecticismo sino que se mantena firmemente aferrado a la conviccin de que la unidad de la historia no es un presupuesto, sino una continua realizacin progresiva, y que es sola-mente la igualdad de la realidad lo que puede determinar la identidad del pensamiento.27

    La resignificacin de legados culturales burgueses, o mticos, que alejan a Justo y a Maritegui de un conse-cuente despliegue terico clasista, es precisamente la condicin de sus irrupciones. En Aric, la preocupacin por el vaco conceptual del pensamiento marxiano respecto a la Amrica Latina, seala hacia una direccin de un socialismo que se subvierte tericamente, en pos de una instalacin hegemnica.

    6. Consideraciones finales: ambigedad terica y lmites de una estrategia militante

    Aric, se nos muestra de este modo en una lnea terica que interpreta al socialismo como diferencia: el ele-mento extrao al canon es el que genera un proceso de identidades, no plenamente controlado, que permi-te un despliegue hegemnico y una reconfiguracin de las identidades sociales. Su muerte en 1991 no nos permite tender mayores lazos con quien encarna de modo paradigmtico aquella posicin terica: Ernesto Laclau28. La resignificacin de la idea de hegemona a partir de la propuesta de una no erradicable contingencia como punto de partida -y de llegada- de los procesos identitarios, cobrar en Nuevas reflexiones sobre la revolucin de nuestro tiempo un carcter de pleno post-marxismo, ya no meramen-te estratgico sino, ms profundamente, terico. Sin dudas, operaciones como la deconstruccin de la frmula trotskista de la ley del desarrollo desigual y combinado29, parecen no ser ajenas a la lnea interpretativa del Aric de La hiptesis de Justo. Pero si en nuestro autor se trata de mostrar cmo los proyectos socialistas situados no son meras recepciones, sino socialismos consecuentes con una g-nesis histrica de las matrices tericas, en Laclau tal comprobacin ser parte de un trnsito hacia un anti-esencialismo de consecuencias tericas mucho ms densas. Se tratar de combatir todo objeti-vismo social que obture la comprensin de una lgica constructiva de las identidades. La apelacin al pragmatismo, al estructuralismo y psicoanlisis lacaniano, completan el trnsito que en Hegemona se formul desde la deconstruccin de la idea de articulacin: desde qu permanencia sustancial pueden articularse momentos, estados o instancias, si es precisamente su puesta en oposicin y cir-culacin la que los pone como objetos?30 Introducidas la exterioridad constitutiva y el antagonismo como mecanismos de produccin de identidad, el paso para deconstruir una lgica como la dialctica

    27. Aric, La hiptesis de Justo, p.158.

    28. No debe dejar de sealarse que los textos incluidos en el volumen de La hiptesis de Justo, fueron escritos en sus primeras versiones entre 1978 y 1981 (cf. el prlogo de Juan Carlos Portantiero a la obra); a la vez que, la obra de Laclau y Mouffe, se encuentra ya esbozada en la ponencia del primero en el citado Seminario de 1980 en Morelia. Cf. Ernesto Laclau, Tesis acerca de la forma hegemnica de la poltica, en VV.AA., Op. cit., pp.19-44.

    29. Ernesto Laclau, Nuevas reflexiones sobre la revolucin de nuestro tiempo, Nueva Visin, Buenos Aires, 1993, pp. 64-67.

    30. Laclau-Mouffe, pp. 105-166.

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    -que apunta a reabsorber a ambas dimensiones bajo el paso del fuera de s al para s - es dado por Laclau a partir de la idea de una contingencia paradojalmente esencial. En Laclau, si las identidades nunca son en s, tampoco lo son para s: son siempre fuera de s.

    Si Aric se acerca, as, hacia un socialismo de la institucin contingente, esta operacin tiene sus con-trastes y lmites internos. Por un lado, no deja de resultar contradictoria la condena a la concepcin iluminista de las identidades sociales en Juan B. Justo -en donde Aric parece sealar al socialismo reformista argentino un desdn por el contenido fctico de la cultura popular en miras a la preser-vacin de un purismo teleolgico- cuando vimos aparecer, hacia el final de La cola del diablo, a la consolidacin de una cultura republicana y liberal como la garanta operativa de todo proceso hege-mnico. Si el lmite de Justo es un universalismo iluminista, por qu en el escenario de retorno de la democracia tal perspectiva no representa un lastre conceptual? Por el otro, como vimos, la revaloriza-cin de los marxismos heterodoxos se introduca desde una matriz gramsciana: dialcticas comple-jas, en donde importa reinstalar la positividad de lo poltico en los procesos identitarios. Aric, quien concuerda en la necesidad de trascender el objetivismo social, no formula el trnsito terico hacia el constructivismo social de Ernesto Laclau. Mal podra considerarse tal apreciacin como una denuncia: de todos modos, en la expresin contempornea de la relacin entre lo social y lo poltico, nos seala los lmites del pensamiento de Aric.

    Cul es la tensin, o su ambigedad terica, llevada a su forma ms general? Por un lado, el fundamento tico de una cultura republicana se nutre de contenidos universales, independientes de los particularis-mos. Por otra parte, la deconstruccin de la idea leninista de hegemona, en la que la identidad poltica era un derivado o un medio para que se realice una identidad social, realza la necesidad de presentar a las luchas hegemnicas latinoamericanas como ntimamente ligadas a las caractersticas culturales y axiolgicas de sus pueblos. Entonces, nos instalamos en el plano de un dualismo de ser y deber ser (un horizonte de pluralismo nunca alcanzado por las culturas polticas fcticas), o bien, suponemos una dialctica de la contingencia, en la que slo a partir de un particular se asciende hacia una generalidad, tambin contingente (como en el esquema post-marxista de Laclau). La democracia es: el horizonte de la moral deseable, o la una institucin contingente de un conjunto particular de demandas, tan contingente e histrico que su particularidad socialista tiende a perderse.

    Tal oscilacin se comprende en la necesidad histrica de una revisin de la izquierda latinoamericana, la cual redund en concebir a la democracia como un tpos sobrecargado de sentidos. La conocida frmula alfonsinista (con la democracia se come, se cura y se educa) revela tal densidad significativa. Si en tal horizonte no poda explicitarse la condicin de significante vaco de la idea de democracia -y por ende interpretarse su debacle hegemnica a la luz de su incapacidad de aglutinar nuevas deman-das- puede leerse la tensin que sealbamos en Aric, desde la propia conceptualizacin de lo que la democracia implicaba. Haciendo confluir los sentidos procedimentales y sustantivos de la misma, lo que no se rescataba an en Aric, era la propia dimensin de absoluta ausencia de fundamento que trae aparejada la idea de democracia moderna. La democracia como ausencia de un centro -como en

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    Lefort y en Castoriadis31- implica introducir el carcter nietzscheano de Abgrund32, de lo infundado de todo vnculo nacido a la luz de este rgimen de poder secular.

    Sin embargo, la perspectiva contempornea -que nos muestra la efectiva limitacin poltica del pro-yecto de transicin cultural a la democracia- no hace plena justicia a un pensamiento como el de Aric, puesto permanentemente al servicio de la militancia de izquierda: su horizonte, ms que la consecucin de una verdad terica, fue la interpretacin de las tareas de la intelectualidad socialista latinoamericana. Pues hay algo que opera de hilo comn a lo que consideramos como posiciones tericas en tensin: en ambos casos, se trata de no prefijar las luchas, suponiendo como dados a los actores, atendiendo a la necesidad de una constitucin compleja, cultural y de algn modo nacional, de las identidades. La hegemona, en un sentido complejo, adquiere las notas de contingencia de lo poltico, pero sobrepuja los lmites de lo social. Si el trnsito hacia la sustraccin formalista laclauia-na -la que nos deposita en el escenario de una ontologa poltica sin especificidad socialista- no fue incluso el derrotero de los compaeros de generacin intelectual de Aric33, debe admitirse la propia percepcin de ste ltimo sobre los paradojales destinos de su revisin terica:

    La pretensin de mantener unidos democracia y socialismo supone en la prctica poltica la lucha por construir un orden social y poltico en el que la conflictualidad permanente de la sociedad en-cuentre formas de resolucin que favorezcan su democratizacin sin generar su ingobernabilidad. La tarea inmediata, entonces, no puede ser otra que el el desarrollo de formas alternativas de cultu-ra, organizacin y lucha que pongan en entredicho las normas y las jerarquas institucionalizadas y, por consiguiente, contribuyan a la formacin de unos sujetos populares dotados de la autonoma y voluntad para participar plenamente en la vida pblica34. Y sin embargo, una izquierda moderna que se rehse al uso acrtico de la idea y de la propuesta de participacin como un talismn que cura todos los males no puede dejar de plantearse el problema de que siendo la democratizacin desde abajo una forma eficaz de actividad popular, es o puede ser una amenaza presente o potencial para la estabilidad de las instituciones democrticas si no se incluye en alguna forma de voluntad colectiva.[] En realidad, ningn orden social es posible si la pregunta por el sentido no se instala de manera explcita o latente en el terreno frtil, pero a la vez peligroso, de las aspiraciones y los deseos reprimidos. Pero ponerse de cara a estos problemas, y no veo cmo el socialismo como ideal y como movimiento podra eludirlos si quiere ser algo ms que un sueo estril, es reconocer la per-tinencia, tambin para nosotros, de los grandes temas que plante Gramsci trabajando y pensando para la eternidad.35

    31. Cf. Claude Lefort, Democracia y advenimiento de un lugar vaco, en La invencin democrtica, Nueva Visin, Buenos Aires, 1990. Cornelius Castoriadis, Qu democracia? en Figuras de lo pensable, Fondo de Cultura Ecnomica, Buenos Aires, 2005.

    32. Juan Luis Vermal, La crtica de la metafsica en Nietzsche, Anthropos, Barcelona, 1987, pp. 213-225; en http://www.heideggeriana.com.ar/comentarios/vermal.htm

    33. Cf. Emilio De pola, La ltima utopa. Reflexiones sobre la teora del populismo de Ernesto Laclau, en Claudia Hilb (comp.), El poltico y el cientfico. Ensayos en homenaje a Juan Carlos Portantiero, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2009, pp.197-220.

    34. Robert Barros, Izquierda y democracia: debates recientes en Amrica Latina p.52, http://www.cuadernospoliticos.unam.mx/cuadernos/contenido/CP.52/CP52.9.Robert%20Barros.pdf

    35. Aric, La cola del diablo, pp. 151-152.

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    La aspiracin de los gramscianos argentinos, hacia la constitucin de una sociedad civil que viabilice el con-flicto social en trminos pluralistas, se inscribe, as, en los lmites mismos de la democracia moderna.

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