Arnoldo Mora y la identidad nacional de Filosofía...Giovanna Giglioli, Alexander Jíménez, Jorge...

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Giovanna Giglioli, Alexander Jíménez, Jorge Jiménez, Mario Salas Arnoldo Mora y la identidad nacional Summary: This article -produced in the context of an investigation project about the re- cent history of Costa Rican thought- is a critical study of Amoldo Mora's work Nationalldentity in Costa Rican Philosophy (EDUCA, San José, Costa Rica, 1997). Among other topics, the con- ception itself of a Philosophy of nationality -a privileged philosophical access to an essence of nationality, different from that made possible by social sciences- is here criticized. Also it is shown, that the author seems to mantain two dif- ficultly compatible conceptions of national iden- tity: a critical-historic and an essentialist one. Resumen: El presente artículo -producido en el marco de un proyecto de investigación sobre la historia reciente del pensamiento costarricen- se- constituye un estudio critico de la obra de Ar- noldo Mora La identidad nacional en la filosofía costarricense (EDUCA, San José, Costa Rica, 1997). Se cuestiona aquí, entre otras cosas, la no- ción misma de una filosofía de la nacionalidad, de un acceso filosófico privilegiado -diferente del que posibilitan las ciencias sociales- a una pre- tendida esencia de lo nacional. Se señala asimis- mo que el autor parece mantener dos concepcio- nes no fácilmente armonizables de la identidad nacional: una histórico-critica y otra esencialista. Introducción Con excepción de Perspectivas filosóficas del hombre! (EUNED, 1990), los libros de Ar- noldo Mora abordan períodos, figuras, movi- mientos y problemas ligados a la historia de la sociedad costarricense. Tal es el caso de Los orí- genes del pensamiento socialista en Costa Rica (Dei, 1988), Las fuentes del cristianismo social en Costa Rica (Dei, 1989), El pensamiento filo- sófico en el Repertorio Americano (Guayacán, 1989), El ideario de don Joaquín García Monge (Editorial Costa Rica, 1990) e Historia del pen- samiento costarricense (Euned, 1992). En todos estos textos, Mora ha intentado analizar momentos significativos del pensamien- to costarricense, especialmente cuando tal pensa- miento tiene como objeto lo político y social. Al mismo tiempo, Amoldo Mora ha tenido una tra- yectoria significativa en los movimientos políti- cos e ideológicos de la izquierda costarricense. Hasta hace muy pocos años, sus artículos, sus clases y sus conferencias tenían como punto de referencia esa experiencia política. El objeto de este artículo no es, sin embargo, toda esa producción filosófica y esa experiencia política. Es algo quizá más modesto, pero alta- mente significativo. Al tiempo que ejerce como Ministro de Cultura, Juventud y Deportes, Amol- do Mora ha publicado un libro con el título La identidad nacional en la filosofía costarricense (Educa, 1997). El libro consta de una introduc- ción y cuatro capítulos, en los cuales aborda un conjunto de textos publicados por los filósofos Luis Barahona, Constantino Láscaris, José Abdu- lio Cordero y Jaime González. De alguna manera, el libro de Mora viene a inscribirse en los debates acerca de la identidad cultural y de las comunidades nacionales. Aun- que no afirma, de manera explícita, seguir tales discusiones, las menciona y se coloca en un lugar cercano a ellas. Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XXXVIII (94), 97-107, Enero-Junio 2000.

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Giovanna Giglioli, Alexander Jíménez, Jorge Jiménez, Mario Salas

Arnoldo Mora y la identidad nacional

Summary: This article -produced in thecontext of an investigation project about the re-cent history of Costa Rican thought- is a criticalstudy of Amoldo Mora's work Nationalldentityin Costa Rican Philosophy (EDUCA, San José,Costa Rica, 1997). Among other topics, the con-ception itself of a Philosophy of nationality -aprivileged philosophical access to an essence ofnationality, different from that made possible bysocial sciences- is here criticized. Also it isshown, that the author seems to mantain two dif-ficultly compatible conceptions of national iden-tity: a critical-historic and an essentialist one.

Resumen: El presente artículo -producidoen el marco de un proyecto de investigación sobrela historia reciente del pensamiento costarricen-se- constituye un estudio critico de la obra de Ar-noldo Mora La identidad nacional en la filosofíacostarricense (EDUCA, San José, Costa Rica,1997). Se cuestiona aquí, entre otras cosas, la no-ción misma de una filosofía de la nacionalidad, deun acceso filosófico privilegiado -diferente delque posibilitan las ciencias sociales- a una pre-tendida esencia de lo nacional. Se señala asimis-mo que el autor parece mantener dos concepcio-nes no fácilmente armonizables de la identidadnacional: una histórico-critica y otra esencialista.

Introducción

Con excepción de Perspectivas filosóficasdel hombre! (EUNED, 1990), los libros de Ar-noldo Mora abordan períodos, figuras, movi-mientos y problemas ligados a la historia de la

sociedad costarricense. Tal es el caso de Los orí-genes del pensamiento socialista en Costa Rica(Dei, 1988), Las fuentes del cristianismo socialen Costa Rica (Dei, 1989), El pensamiento filo-sófico en el Repertorio Americano (Guayacán,1989), El ideario de don Joaquín García Monge(Editorial Costa Rica, 1990) e Historia del pen-samiento costarricense (Euned, 1992).

En todos estos textos, Mora ha intentadoanalizar momentos significativos del pensamien-to costarricense, especialmente cuando tal pensa-miento tiene como objeto lo político y social. Almismo tiempo, Amoldo Mora ha tenido una tra-yectoria significativa en los movimientos políti-cos e ideológicos de la izquierda costarricense.Hasta hace muy pocos años, sus artículos, susclases y sus conferencias tenían como punto dereferencia esa experiencia política.

El objeto de este artículo no es, sin embargo,toda esa producción filosófica y esa experienciapolítica. Es algo quizá más modesto, pero alta-mente significativo. Al tiempo que ejerce comoMinistro de Cultura, Juventud y Deportes, Amol-do Mora ha publicado un libro con el título Laidentidad nacional en la filosofía costarricense(Educa, 1997). El libro consta de una introduc-ción y cuatro capítulos, en los cuales aborda unconjunto de textos publicados por los filósofosLuis Barahona, Constantino Láscaris, José Abdu-lio Cordero y Jaime González.

De alguna manera, el libro de Mora viene ainscribirse en los debates acerca de la identidadcultural y de las comunidades nacionales. Aun-que no afirma, de manera explícita, seguir talesdiscusiones, las menciona y se coloca en un lugarcercano a ellas.

Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XXXVIII (94), 97-107, Enero-Junio 2000.

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La siguiente reflexión constituye un primeracercamiento al libro de Amoldo Mora, e incluyela discusión acerca del tipo de análisis filosóficoque en él se ensaya. Asimismo se hace un recuen-to de las estrategias de escritura presentes en es-te texto y en otros del mismo filósofo.

1. El tema de la identidad nacional en eltexto de Mora: aspectos generales

Quizá algunos de los rasgos más acusadosde este libro sean el eclecticismo, la inconse-cuencia con las premisas teóricas, enunciadas demanera discutible, a las que ocasionalmente ape-la, pero que constantemente contradice-. En oca-siones parece prometemos una visión crítica, unanálisis de la conflictiva constitución histórica deuna identidad como resultado de las asimetríasdel poder político y económico y de las media-ciones y compromisos entre los diversos gruposenfrentados; pero inmediatamente reaparece eldiscurso idílico: la bienaventurada idiosincrasiadel costarricense constituida ab aetemo como de-mocrática, pacífica y feliz-'; identidad que se nospresenta en muchos pasajes del texto como sifuera una esencia inmutable bajada de algún cie-lo platónico o preexistente desde siempre en elintelecto divino; pero que también se nos presen-ta -en otros pasajes- como el producto de un de-venir histórico, resultado de la consolidación deun Estado nacional al servicio de la oligarquíacafetalera. Por lo demás, el autor se limita a con-tamos, con profusa ornamentación retórica, loque dicen los diversos autores (ha escogido acuatro filósofos costarricenses: Luis Barahona,Jaime González, José Abdulio Cordero y Cons-tantino Láscaris), con una muy escasa dosis decriticidad, para no decir que esta se halla, la ma-yoría de las veces, ausente.

Existe una continua dificultad para distin-guir los dos niveles del discurso: no sabemoscuándo habla Amoldo Mora y cuándo hablan losfilósofos estudiados por él; la estructura discursi-va es confusa, además, muestra cierta concepcióndel quehacer filosófico: un decir lo que a cadaquien se le ocurra, sin ninguna apelación a la evi-dencia o a la fundamentación -aunque sea dialó-

gica- que le dé validez intersubjetiva al discurso;un descuidar el estudio serio y riguroso de los te-mas sustituyéndolo por devaneos especulativos.

El autor nos promete, en la Introducción,ocuparse de lafilosofía nacional costarricense; yaquí el adjetivo "nacional" es clave, pues lasprimeras páginas de su ensayo están dedicadas ala exégesis del término "filosofía nacional". Setrata, según él, de aquella filosofía en que lospueblos piensan su propio destino histórico;aquella filosofía que tiene a la nacionalidad mis-ma por objeto: "una filosofía nacional -escribeMora- no es más que la expresión sistemática,de la autoconciencia de una colectividad en bús-queda de su identidad, tarea en la cual le va enjuego su razón misma de ser.?" Esta idea es ex-puesta a lo largo de varias páginas, adornada concitas de Hegel y hasta de Leibniz que evidencianla cultura filosófica del autor, pero que son deescasa relevancia para el tema tratado. "Un pue-blo asciende a la esfera de lo filosófico -nos di-ce Mora- cuando descubre que su quehacer his-tórico-cultural posee una dimensión de universa-lidad, asciende a lo Absoluto, como diría Hegel,cuando se percata del carácter único de su que-hacer>". Muy bien; pero nosotros nos pregunta-mos si es posible pensar así todavía a finales delsiglo XX: ¿Hay -y en qué sentido- un carácterúnico del quehacer del pueblo costarricense, un"destino" mediante cuya realización nuestropueblo "ascienda a lo Absoluto"?

Este hegelianismo acrítico es escasamenteútil a la hora de comprender los verdaderos con-dicionantes de la constitución de una identidadnacional y el papel que el discurso filosófico jue-ga en este proceso. Si bien puede pensarse queHegel escribe así -en consonancia con el espírituy horizonte de su época-, no parece adecuadoque Amoldo Mora siga sirviéndose de esos mis-mos conceptos como si después de Hegel no hu-biera ocurrido nada, entre otras cosas, la críticade izquierdas al idealismo hegeliano, que inaugu-ra una tradición intelectual que el mismo Mora,en ocasiones, parece suscribir.

"Tal es la dimensión metafísica de lo histó-rico -continúa nuestro autor- que Aristóteles lla-ma la máxima abstracción o el Ser. Leibniz plan-teaba la cuestión metafísica como el preguntarse

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por qué existe el Ser frente a la alternativa de lanada'v. Las constantes referencias a Hegel, Leib-niz y Aristóte!es revelan el conocimiento que elautor tiene de la filosofía occidental, pero en na-da contribuyen a elucidar las relaciones entre undiscurso acerca de la identidad y el proceso deconstitución de esa misma identidad. Nos pre-guntamos, ¿cómo entender, en este contexto, lapresencia de una "dimensión metafísica", intem-poral, de lo histórico? ¿Cómo conciliaria con lavisión crítica de claro sabor marxiano que apare-ce en otras de las páginas de su ensayoj? Peroaún asumiendo una dimensión metafísica de lohistórico, ¿en qué pasaje la llama Aristóteles "lamáxima abstracción o el ser"? No sabíamos queel filósofo griego hubiera desarrollado algunavez una metafísica de la Historia, ni que la hubie-ra identificado sin más con el ser en cuanto tal;¿y a qué viene aquí la referencia a Leibniz? Ladimensión metafísica de lo histórico ¿conduce (ypor qué medios) a plantearse "por qué existe elser frente a la alternativa de la nada"? ¿Desem-boca entonces una filosofía nacional-en el senti-do anteriormente apuntado- en la pregunta fun-damental de la metafísica? ¿Lo hacen acaso Ba-rahona, Láscaris, Cordero y González a partir desus elucidaciones de la identidad costarricense?

Otros pasajes nos parecen todavía más dis-cutibles por sus resonancias ideológicas: "Es poresof que la identidad nacional se identifica conla dimensión de unicidad de un pueblo -continúael autor-o Es en la medida en que se sitúa frenteal todo que son los demás, que él se describe co-mo único o, para decirlo de otra manera, en ellenguaje tradicional de la metafísica, al descubrirsu esencia -lo universal- que se da su existencia-lo específico-". Hay aquí, antes que nada, unametafísica de la Historia: la esencia no se creahistóricamente: se descubre; precede a la existen-cia de un pueblo como tal. El autor no nos aclarade qué manera preexiste esa esencia de un puebloa su existencia histórica concreta, pero de todosmodos nos la presenta aquí como algo ya dado,aparentemente desde siempre. El pueblo, unbuen día, la descubre y entonces la realiza en elmundo sensible, situándose "frente al todo queson los demás". A fines del siglo XX ya no pode-mos mirar con inocencia las pretensiones de cier-

tos pueblos de tener un destino histórico único-un "destino manifiesto"- otorgado por la natu-raleza o por la divinidad frente a todos los demáspueblos. Ya sabemos muy bien a dónde han con-ducido pretensiones como esta en otras latitudes;y no sólo en otras latitudes sino también entre no-sotros: piénsese en el uso reaccionario que se hahecho y se sigue haciendo en los momentos decrisis de la imagen impoluta de la idiosincrasiacostarricense.

Después de hablamos de las esencias eternasque se descubren y se implantan frente a los de-más pueblos, el autor nos da la otra versión -aun-que sin conciliarla con la primera-: la versión deuna identidad construida desde arriba por un es-tado nacional, al servicio de los intereses de unaoligarquía cafetalera'': "Es dentro de este com-plejo contexto, que el Estado Nacional y las cla-ses hegemónicas asumen la tarea de impulsarconsciente y prioritariamente una cultura oficial,basada en una "historia oficial'v". Y más adelan-te nos dice que la nación costarricense "no prece-dió ni informó el Estado post-colonial, ni aún elrepublicano, este último, y solo en su forma libe-ral clásica, jugó el papel decisivo de enmarcar y .definir lo que iba a significar la nación, quién ibaa formar parte de ella y bajo cuales términos" 11;

pero, además, "A través del Estado, la clase do-minante impone su racionalidad, se apropia laconciencia nacional y unifica la fuerza de todo unpueblo en vistas a propósitos comunes. La crea-ción del Estado Nacional, en consecuencia, cons-tituye la obra más importante realizada por elpueblo costarricense en el siglo pasado't.V

En esta última cita, Mora identifica repenti-namente pueblo y clase dominante, sin enfrentarde manera crítica el proceso mediante el cual lacreación de un Estado y de una identidad por par-te de una clase puede considerarse, a la vez, laobra de todo un pueblo. Es decir, en qué medidael "pueblo" no ha sido un mero objeto pasivo deuna identidad construida desde arriba, pues apa-rece a la vez como objeto de una identidad con-feccionada por los grupos dominantes y comosujeto autoconferidor de la misma. No se trata,por supuesto, de renegar de una herencia que, co-mo todo proceso histórico, tiene muchos aspec-tos positivos y que soporta múltiples lecturas. e

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Particularmente problemática resulta la con-cepción de una filosofía de la historia, distintapor su pretensión ontolágica de aquella que posi-bilitan las ciencias sociales, y rica, como decía-mos, en resonancias esencialistas, deshistorizan-tes13. Creemos que cierta forma de abordar elproblema, que pudo ser fructífera en alguna eta-pa de la historia del pensamiento, más que arro-jar luz, tiende hoy a oscurecer los verdaderosproblemas de la identidad. Más que una intuiciónfilosófica del ser y del espíritu del pueblo, másque una ontología de la nacionalidad, ¿no se im-pone una interpretación crítica de su constituciónhistórica a partir de las prácticas de los grupossociales, trabajo que compete a las ciencias hu-'manas más que a una filosofía concebida comoontología? Tarea que por cierto abarca com-prensión de las concepciones que una comuni-dad tiene de sí misma, así como el papel que es-tas han jugado en la autoconstitución históricade una comunidad humana y su cultura. Estahistorización falta en el texto de Amoldo Mora,o ahí donde se haya presente, no está suficiente-mente desarrollada.

En el apartado filosofía e identidad nacionalse pasa a establecer lo que se entiende por filoso-fía nacional: la filosofía que tiene por objeto alpueblo mismo, aquella para la cual lo nacional es"el tema mismo de una determinada filosofía"14.Esta filosofía nacional "no es más que la expre-sión sistemática, de la autoconciencia de una co-lectividad en búsqueda de su identidad, tarea enla cual va en juego su razón misma de ser." Inme-diatamente después de explicamos en qué senti-do se va a entender filosofía nacional, el autor ha-ce la primera observación de cómo esta filosofíaarraiga en la historia de la comunidad y en su di-mensión política: "Esto hace que una filosofíanacional no pueda ser concebida al margen de lahistoria política de un país, y del quehacer o pra-xis política de determinados sectores sociales ( ...)una filosofía nacional así concebida es parte de lapraxis política de una nación, constituye su di-mensión teórica, su justificación y autovalora-ción". Por desgracia, Amoldo Mora no pareceaplicar estos criterios al estudio de los autores es-cogidos: no vemos una ubicación del pensamien-to de Láscaris, Barahona, González, etc., en su

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interpretaciones: las identidades nacionales, nosólo de nuestro pueblo sino de casi todas las na-ciones históricas, han sido construidas desde arri-ba. Pero es importante desmitificar esos proce-sos, pues mitos como esos, aunque importantesen la fundación de los pueblos, se prestan a todaclase de manipulaciones, y más en un medio co-mo el nuestro donde un discurso basado en la di-ferencia, en la superioridad chauvinista frente aotros pueblos vecinos, ha jugado en tiempos muyrecientes -y sigue jugando todavía- un papel deadormecedor de conciencias.

Eso es lo que nos hubiera gustado ver refle-jado en el análisis de los diversos filósofos costa-rricenses que pensaron acerca de la identidad:l. Su adscripción a un determinado proyecto decomunidad política equivalente a un determinadoproyecto de identidad. 2. El reconocimiento desus limitaciones histórico-ideológicas, junto a losméritos que puedan tener algunas de sus observa-ciones acerca de determinados rasgos de nuestracultura y valores. 3. La posible utilización críticade algunos de sus planteamientos.

Analicemos a continuación más detallada-mente lo que Amoldo Mora nos promete en la in-troducción de su trabajo. Para aproximarse al temade la identidad nacional, se refiere a la hegelianaidentidad de la identidad con la no identidad, unaidea rica en matices que pudieron explotarse quizáde un modo más fructífero: una identidad que im-plica unidad en la multiplicidad, en la diversidad.Por la utilización que se hace de ella, la idea pare-ce apuntar en cambio hacia una esencia que daunidad a las diversas -múltiples- manifestacionesde la vida de un pueblo. Aquí empieza ya el tonoesencialista que dominará gran parte del discurso;pues este tono se mantiene a pesar de los ocasiona-les intentos de historizarlo, y que no guardan cohe-rencia con el uso que se hace en otras partes delconcepto de identidad. Nos parece que uno de losdefectos fundamentales del texto es, efectivamen-te, el no esclarecer el carácter histórico, no esen-cialista, de la identidad, su génesis y existenciacontradictoria y problemática. Los rasgos propiosde una cultura nacional son expresados en un len-guaje que sugiere la existencia de un alma nacio-nal, y que mezcla intuiciones a veces valiosas conesencialismos ideologizantes.

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contexto histórico y político, ni un juicio sobre elpapel social -esclarecedor u ocultador - de esasreflexiones filosóficas. Aún en el capítulo dedi-cado a José Abdulio Cordero, quizá uno de losmás críticos del libro, la lectura de Mora no aban-dona nunca el terreno meramente filosófico, locual resulta ínsuñcíentel>. -

Inmediatamente después de hablamos de laimbricación política e histórica de lafilosofia na-cional, el autor plantea la universalidad del que-hacer filosófico -incluido el que se pregunta porla identidad de un pueblo- sin esclarecer en quéconsiste esta universalidad. Se refiere a la crea-ción de espacios de humanidad mediante la co-municación -"la filosofía es Lagos, es decir, ra-zón dialogante, comunicación inteligible. Forja,por ende, comunidad'<- pero luego nos habla deuna dimensión trascendente que- recuerda dema-siado a la razón absoluta hegeliana, a veces in-clusive a una metafísica precrítica. "Filosofía eslo que de universal posee el ser y quehacer delhombre, no importa su contenido ..."; bien, peroaún si admitimos esto ¿quién y cómo se determi-na esta universalidad? Esto puede significar mu-chas cosas: ¿Acaso la determina una razón dialo-gante -un consenso entre los hombres (y enton-ces sería, en este sentido, una creación históricahumana, no un absoluto trascendente)- o se tratade una dimensión trascendente que existe en sí ypor sí, independientemente de cualquier consen-so humano o situación histórica? La referencia alo absoluto que sigue inmediatamente después, ya la dimensión metafísica de lo histórico dejanespacio a la duda en relación con la primera po-sibilidad, tendiendo a apuntalar más la segunda.

Sigue luego la afirmación de que la identi-dad nacional es la dimensión de unicidad de unpueblo, que le permite diferenciarse de los otros"o para decido de otra manera, en el lenguaje tra-dicional de la metafísica, es descubrir su esencia-lo universal- que se da su existencia -lo especí-fico-." Este lenguaje excesivamente metafísicono permite discernir entre una concepción ahistó-rica, esencialista y eternizante de la identidad na-cional y una concepción crítica de la misma.¿Cómo explicar que esa esencia, supuestamentemanifiesta en las existencias concretas de la vidade un pueblo, es ella misma producto de la exis-

tencia histórica contingente de aquella comuni-dad y no de un destino eterno o de una vocaciónmetafísica? La referencia a lo histórico en el pá-rrafo inmediatamente siguiente al que contiene laafirmación citada no esclarece sino que más bienoscurece la cuestión; pues no permite compren-der la mediación entre lo "esencial" y lo históri-co. "Esto -el autor se refiere al descubrimientode la esencia de un pueblo- puede darse en dosmomentos: o a posteriori, es decir, como una re-flexión posterior a los procesos históricos mássignificativos en el devenir temporal de una co-munidad, o simultáneamente a esos procesos, esdecir, estando el filósofo inserto en los procesosmismos, tomando partido frente a los mismos, ju-gando, en fin, un papel protagónico y no de sim-ple espectador de ellos." Hegel por un lado, yPlatón y Marx por el otro, son citados por el au-tor respectivamente como ejemplos de ambas ac-titudes. El apartado cierra precisamente con lacélebre cita de la Tesis XI sobre Feuerbach: loque importa es transformar la realidad y no sola-mente explicada, aunque la perspectiva de Ar-noldo Mora sobre las esencias y sus enfoquesmetafísicos de la historia son poco compatiblescon la citada tesis de Marx. Nos dice además quela filosofía de la identidad nacional en el pensa-miento latinoamericano pretende ambas cosas(ser amanuense de la historia y tomar parte acti-va en ella). Hubiera sido interesante que el autormostrara cómo esto se aplica a Costa Rica, en elcaso de los filósofos estudiados.

Seguidamente la introducción se aboca a si-tuar la filosofía costarricense de la identidad en elmarco de la filosofía latinoamericana de la iden-tidad. Leopoldo Zea es el punto obligado de refe-rencia y aquí se vuelve a hablar del tema de launiversalidad: la filosofía latinoamericana, diceel autor "tiene el doble propósito de sumergirseen la inmanencia de nuestro yo colectivo y deabrirse a la universalidad de la humanidad, se tra-ta, en consecuencia, de la formulación de unautopía unificadora que, partiendo de nuestra his-toria política y cultural, avizore un futuro que seaigualmente para toda la humanidad, dando asísentido a las luchas y esperanzas del presente."Dicho sea de paso, esta es una de las cosas que noaparecen por ninguna parte en el análisis de los

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autor sitúa toda esta producción en relación conel proceso de nacimiento y consolidación del es-tado nacional: "De manera particular, el tema denuestra identidad cultural no se plantea sino apartir de finales del siglo pasado y a propósito dela querella en tomo al carácter nacional de nues-tra literatura y que dió origen al nacimiento mis-mo de otra literatura costarricense (...) Como to-dos los estudiosos de la materia lo han hecho no-tar, nuestras letras nacen tardíamente a partir delas dos últimas décadas del siglo pasado comocercano producto de la consolidación del estadonacional". Los aspecto históricos, políticos eideológicos son enfatizados en la última parte dela introducción en mayor medida que al principiode la misma, dominado, según vimos, por un to-no metafísico y esencialista. Aquí nos habla Ar-noldo Mora del "rol ideológico del pensamientonacional" (de hecho éste es el título de un aparta-do de la introducción), de un "imaginario colec-tivo cultivado sistemáticamente por un sistemaeducativo formal" convertido en "instrumento delegitimación ideológica que aglutina y forja laconciencia nacional". Estamos ahora en el marcode las luchas por la consolidación de una oligar-quía cafetalera que se impone, más que por la re-presión, por la hegemonía ideológica cuyo ins-trumento es, entre otros, la educación formal; es-tamos ahora ante la "invención de una nación" enla línea del historiador canadiense Steven Pal-merl6 a quien el autor cita y a quien parece ava-lar, por lo menos en esta parte de su discurso!".Aquí insiste el autor continuamente en este enfo-que, recalcando el carácter histórico e ideológi-co de la constitución de la identidad nacionalcostarricense. "La nación costarricense -nos di-ce- no precedió ni informó al estado post-colo-nial, ni aún al republicano, este último, y sólo ensu forma liberal clásica, jugó el papel decisivoen enmarcar y definir lo que iba a significar lanación, quién iba a formar parte de ella y bajocuales términos".

Este es el tono general de la última parte dela introducción, difícilmente conciliable -nos pa-rece- con algunos aspectos de la primera parte, yaún así, interrumpida con frecuencia por citas deHegel que tal vez no vienen al caso: la larga citasobre el papel del Estado en la constitución de

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filósofos que el autor estudia: la utopía unifica-dora, la dimensión de universalidad, no nos sonmostradas en el discurso filosófico costarricenseacerca de la identidad, ni es algo cuya ausencia elautor recrimine a los filósofos que estudia, a pe-sar de que parece ser para él un elemento centralde una verdadera filosofía de la identidad.

A continuación, el autor vuelve al tema deuna tarea específicamente filosófica, no asimila-ble al trabajo del historiador o de las ciencias hu-manas: "Dentro de esta concepción (¿de Zea?) lafilosofía se nutre como materia prima de la histo-ria: historia cultural y política, pero no vista conojos de historiadores sino con la perspectiva delfilósofo" ¿Cuál puede ser esta perspectiva? El fi-lósofo -nos dice el autor- "a través de las cir-cunstancias concretas del 'aquí y ahora' descubrelo universal y ve a través de los avatares históri-cos la lucha del ser humano por ser más plena-mente hombre, más dueño de su destino, en fin,más libre y feliz."

Este universal que descubre la perspectivadel filósofo (y que ninguna otra perspectiva pare-ce capaz de descubrir) nos sigue pareciendo pro-blemático, entre otras cosas, por su ambigüedade indeterminación. El texto suena bastante hege-liano: es el filósofo quien descubre, detrás de laaparente contingencia histórica la necesidad uni-versal del concepto. La larga cita de Hegel quesigue a estas afirmaciones parece confirmar el es-píritu general del texto; el problema, que ya seña-lábamos más arriba, es hasta dónde podemosasumir hoy en día una visión hegeliana de la his-toria; hasta dónde no encaramos la exigencia dedejar de creer en un conocimiento filosófico que,situándose por encima de la contingencia empíri-ca, aprehende verdades eternas racionales acercade lo histórico. Por otra parte, aunque el autor noexplicita una filosofía de la historia propia sinoque remite constantemente a Hegel -hegelianis-mo que no se aplica a la hora de abocarse al es-tudio de los filósofos en cuestión- tampoco ex-plica claramente en qué medida asume el dis-curso hegeliano.

En el resto de la introducción, donde el autorse ocupa específicamente de la filosofía nacionalcostarricense, predomina en cambio el tono his-tórico-crítico sobre el metafísico esencialista. El

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IDENTIDAD NACIONAL

una universalidad social se inscribe en el contex-to de una apología del Estado y su papel civiliza-dor que nos hubiera gustado que fuera más críti-ca: "El Estado nacional -nos dice Amoldo Mo-ra- se erige en conciencia de un pueblo, en ga-rante de su identidad, soberanía y bienestar. ElEstado es "nacional" porque el Estado es la Na-ción. Estar con él, bajo su legalidad, es ser ciuda-dano honrado, es poseer garantía de virtud y hon-radez. Estar fuera es estar en el mal." Se trata deun pasaje nuevamente ambiguo. Una cosa es de-cimos cómo se concibe a la nación desde el Es-tado y desde la ideología que lo refuerza -y que,al igual que él, expresa una determinada conste-lación de fuerzas sociales-, y otra cosa es asumiracríticamente este discurso, sin separar la pajadel heno. Mora oscila continuamente entre am-bos extremos: "A través del Estado, la clase do-minante impone su racionalidad, se apropia de laconciencia nacional y unifica la fuerza de todoun pueblo en vistas a propósitos comunes. Lacreación del Estado nacional, en consecuencia,constituye la obra más importante realizada porel pueblo costarricense en el siglo pasado." ElEstado es, por una parte, un Estado de clase, ex-presión del interés de una oligarquía cafetalera y,por otro, la obra de todo un pueblo. Una vez máshabría que hacer aquí ciertas distinciones: sin ne-gar los aspectos positivos que pueda tener -envistas a la creación de comunidad- la formacióndel Estado nacional y sus consecuencias históri-cas, considerarlo como "la obra de todo un pue-blo" no deja de ser tributario de una visión idíli-ea de la constitución de identidades nacionales.Ello oculta el aspecto conflictivo de esta mismaconstitución que no se da sin que haya sectoressociales más o menos excluidos, o con un papelmás o menos subordinado. Una cosa es que algu-nos aspectos de esa herencia puedan ser asumi-dos incluso por un proyecto político de raigam-bre popular, y otra adscribírsela a una especie dealma popular o Volksgeist, ignorando la plurali-dad y la exclusión de amplios sectores que, másque sujetos, fueron objeto del proceso de forma-ción de la nacionalidad.

En síntesis: las observaciones acerca de la re-lación entre el pensamiento filosófico que se pre-gunta por la identidad de un pueblo y las vicisitu-

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des históricas y políticas de ese pueblo, parecenolvidarse a la hora de estudiar a los filósofos es-cogidos: falta la contextualización histórica delpensamiento de Barahona, Láscaris, González yCordero, y su relación con los proyectos políticosy con las fuerzas sociales que constituyen su con-texto vital: los discursos de todos ellos parecencolgar del aire; lo dicho en la introducción sobrela necesaria imbricación histórica y social de losdiscursos filosóficos acerca de la identidad saleentonces sobrando. Por otra parte, aún en el pla-no puramente filosófico, el nivel de criticidadcon respecto a los autores citados es bastante ba-jo. La mayoría de las veces el autor se limita anarramos lo que los diversos autores dicen sintomar la suficiente distancia con respecto a ellos(la única excepción es quizá el caso de José Ab-dulio Cordero). Las expectativas despertadas porlas mejores partes de la introducción resultan asídefraudadas.

2. Amoldo Mora y la identidad nacionalen Luis Barahona,

En el primero de los estudios dedicados aobras y autores que se han destacado en la cons-trucción y reconstrucción de la identidad cultu-ral costarricense, Amoldo Mora enfoca la figuraintelectual y la producción filosófica de Luis Ba-rahona Jiménez. Su análisis se centra sobre Elgran incógnito, obra a la que Mora, en polémicacon otros historiadores de las ideas costarricen-ses, cataloga no como sociológica sino "eminen-temente filosófica, aún más, ontológica", o tam-bién de una "filosofía social y política puras"(op.cit., pág.54).

Desde las primeras páginas de este capítulotitulado "Luis Barahona, filósofo de la identidadnacional", Mora entremezcla un gran número decitas que alaban la figura de Barahona con la afir-mación reiterada del carácter filosófico del temacentral de El gran incógnito: el estudio ontológi-co de la figura del concho.

Antes de pasar así a lo que llamará "Análisistextual de la obra" -en realidad resumen de tansolo algunos de los puntos tratados en el libro-Amoldo Mora se dedica a explicar qué tiene

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aquello de específicamente filosófico en contra-posición con la que él llama una "sociologíacientífica" .

Sintetizando sus argumentos, podría decirseque lo especificamente filosófico coincide aquíde pleno, en la conceptualización de AmoldoMora, con lo ensayístico. Producto personalísi-mo, nada interesado en la prueba y los datos eru-ditos -eso es un ensayo- por ello mismo, com-parte muy poco con la sociología, revelando encambio "el interés y la pasión especulativo-prác-tica propia del filósofo" (ibid. pág. 55). Desde es-ta perspectiva, El gran incógnito aparece enton-ces como una ontología politizada del concho, esdecir, una especulación sobre el ser del campesi-no costarricense acompañada de aspiracionestransformadoras, ya que "Con Barahona el cam-pesino deja de ser objeto externo para convertir-se en sujeto histórico, en utopía política ... alma ycorazón, el más puro, de toda una nación" (ibid.pág. 55), nunca idealizado sin embargo, en laopinión tanto de Barahona como de Mora, ya queel autor reconoce ampliamente también los de-fectos del concho.

¡Como si "idealizar" significara vulgar-mente tan solo "embellecer", como si la des-his-torización (nótese por favor cómo ésta se plas-ma en el tradicional uso del artículo singular)del campesino o del concho, inseparable de suidealización, excluyera la posibilidad de hipos-tasiar tanto virtudes como defectos! Y también,¡como si todo uso o mención de la palabra serconvirtiera cualquier texto o cualquier discursoen ontología aunque sea, en palabras de Mora,zonal o regional!

No estamos hablando aquí, claro está, delos méritos o demérito s del libro de Luis Bara-hona, exaltados por Amoldo Mora no tanto porsí mismos como por la supuesta radical origi-nalidad del enfoque. Independientemente deello, aunque sobre ello también habrá cierta-mente que volver, lo que cuenta por lo menospor ahora es la definición de "filosofía nacio-nal" que es posible derivar del diagnóstico deAmoldo Mora acerca del status disciplinariode El gran incógnito, sus relaciones con la on-tología, la filosofía social y política, y la prác-tica transformadora.

Escribe Mora -apoyándose en un par de ci-tas, una de autor desconocido-: "Desde muytemprano los críticos vieron en El gran incógni-to lo que efectivamente llegaría a ser: una obrapionera, que abrió surco indeleble en la historiadel pensamiento filosófico y social de Costa Ri-ca" (op. cit. pág. 50). La gran originalidad quehallan tales críticos, ahí incluido Mora, en la obrade Barahona reside en primer lugar en el temaelegido: el campesino; en segundo lugar en la no-vedosa afirmación de que el campesino es mode-lo y esencia del ser costarricense; en tercer lugaren el hecho de que el enfoque y los métodos de Elgran incógnito han sido imitados copiosamentepor otros ensayistas costarricenses.

Analicemos un poco estos. tres rasgos cons-titutivos de la originalidad de la obra, empezan-do por notar su heterogeneidad, hecho que termi-na convirtiendo en borrosa y confusa la mismanoción de originalidad ahí utilizada. Efectiva-mente, el tercer argumento -El gran Incógnito esuna obra que inaugura un estilo de ensayo típica-mente costarricense- pertenece a un orden com-pletamente distinto al que sirve de transfondo alos primeros dos argumentos que remiten la ori-ginalidad a la elección y tratamiento del tema,respectivamente. Por otra parte y en relación conestos últimos, no queda claro, por la exposiciónde Mora, si la originalidad reside en la introduc-ción en una obra de filosofía de una figura tradi-cionalmente no filosófica -el campesino, el con-cho- o bien en la capacidad del autor por darleuna dimensión filosófica tradicional. Parecieratratarse de lo segundo, aunque ello no es fácil desostener, tanto que esa situación obliga a Mora aplantear con toda naturalidad la ya mencionadaontología del concho, parte esencial, como todaontología, de la más auténtica filosofía.

La pregunta aquí es: ¿Qué entiende Amol-do Mora por ontología? La respuesta es que cual-quier tipo de análisis sobre algo que existe seconsidera como un sector del estudio del ser, ypor ende ontología, independientemente de losmétodos, enfoques, objetivos. Como si la filoso-fía -y sobre todo determinadas ramas tradicio-nalmente muy técnicas y rigurosas- no fuera unadisciplina intelectual provista de categorías yexigencias específicas. Frente a la obra de Luis

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IDENTIDAD NACIONAL 105

Barahona y de tantos otros de nuestros ensayistasde la identidad nacional, el rigor filosófico cedeante el llamado seductor del folklore y de la idio-sincrasia patria. Ahora parece suficiente con de-cir que se estudia el ser de algo, y ya estamos enplena ontología, y si ese algo cuyo ser se estudiaes algo así como el concho de la Meseta Central,entonces se tiene a la vez ontología regional y fi-losofía nacional.

¿Cómo llega Amoldo Mora a dar este pasoulterior? Es gracias a que el verdadero método fi-losófico siempre consiste en hallar lo universalen lo particular, de ahí que si en el concho (quees lo particular en el caso que nos ocupa) plantea-mos la presencia esencial del costarricense (aquíequivalente a lo universal), hemos logrado enton-ces, además de una ontología regional, el caminoque nos conduce de manera directa y segura auna auténtica filosofía nacional.

Falta aclarar que el "método filosófico porexcelencia" (pág. 53), utilizado en este caso paraconstruir la filosofía nacional, implica la capaci-dad de descubrir en el ser estudiado una especiede deber-ser donde lo anta lógico y lo axiológicose compenetran, "descubriendo/se) así en cadahombre, individuo o grupo, la humanidad todaentera en lo que ésta tiene de mejor, para conver-tido de esta manera en norma o modelo ideal detodo hombre cualquiera que éste sea" (ibid.).

De esa forma queda iluminado el camino delconcho al costarricense como camino del ser aldeber-ser que nos descubre la esencia y la identi-dad nacional a partir de un campesino que ya noes estudiado según un método sociológico, queMora parece encontrar estrecho e insuficiente, si-no según un "método filosófico por excelencia"que lo revela como "alma y corazón, el más pu-ro, de toda una nación" (ibid.). ¡Yeso que noshabía asegurado el crítico que aquí no hay ideali-zación alguna del campesino!

Y el mismo Amoldo Mora, que en otras par-tes de su Identidad nacional en lafilosofía costa-rricense nos había aclarado los tortuosos cami-nos de toda ideología legitimadora, concluyeahora en tono polémico y algo chauvinista:

"Lo que según María Amoretti ... había sidodefinido como símbolo y mito de una nacionali-dad para fines de legitimación ideológica, aquí es

tomado muy en serio con una finalidad eminen-temente ética y humanista, casi mesiánica [su-brayado nuestro], pues el campesino debidamen-te transformado, aparece como la única fuerzasocial y humana ..." (op. cit., pág. 55).

Por otra parte, ya que también leemos que" ...más que buscar al campesino como sector so-cial, Barahona busca en él al costarricense autén-tico, a la esencia del costarricense, a la más puraexpresión de nuestra nacionalidad", al costarri-queñismo químicamente puro ..." (pág. 65), estábien claro que nos encontramos aquí ante un Ar-noldo Mora que -justamente ahí donde se preten-de crítico, aunque sea crítico benévolo, capaz portanto de tomar distancia de Barahona y su escri-to- se nos revela en cambio tan sólo como un es-labón más de aquella larga cadena de autoresque, tras las huellas de Luis Barahona y otrosmás, continúan construyendo una filosofía nacio-nal basada sobre la fantástica construcción deuna identidad cultural que se alimenta más de unfácil folklorismo que de un estudio cuidadoso,histórico y crítico de tradiciones y valores.

En idéntico molde filosófico y metodológico,pese a que el grado de empatía con los diferentesautores es muy variable, se colocan en la obra deAmoldo Mora los otros ideólogos de la identidadnacional de los que se ocupa en su trabajo.

Notas

l. Es sin embargo en este texto donde quizá se ha-lla mejor perfilada la concepción que su autor tiene dela filosofía. Se trata de un texto pedagógico pensadopara los estudiantes de la UNED y es con todo una delas obras más valiosas del autor, obra que, a pesar deciertos defectos de ejecución, constituye una intere-sante historia de la filosofía. Al principio del texto, elautor introduce al estudiante en el tema de la filosofíaa partir de las clásicas preguntas kantianas: ¿Qué pue-do saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué puedo esperar?; quea su vez se resumen en la pregunta "¿Qué es el hom-bre?" La filosofía es explicada por el autor -y en ellolo que hace es expresar su propia concepción filosófi-ca- como un conocimiento reflexivo del hombre quesupone previamente la actividad vital humana: activi-dad cognoscitiva, actividad histórica ético-política,pregunta por los fines últimos de la existencia. Es cla-ra la influencia de Hegel en todo el pensamiento de Ar-noldo Mora, cosa en la que él mismo suele insistir: la

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estrategia de escritores y pensadores muy variados. Enespecial, revela su sentido de la oportunidad. Cuando aun pueblo se le narra su historia de modo que ella pa-rezca más bien un destino, un destino bienaventurado,buena parte de la recepción está garantizada. Cuando,además, esos relatos se refuerzan y se prolongan losunos en los otros, se tiene la impresión de que obede-cen a un serio trabajo de análisis histórico. Algo de es-to parece haber ocurrido con el modo en como circula-ron, durante muchos años y con bastante éxito, un con-junto de "narraciones" que se pretendían filosóficas,sociológicas e históricas, y que sin embargo no cum-plían con un mínimo de validez argumentativa. Paraconocer los principales argumentos presentes en eseconjunto de narraciones, el artículo de Giovanna Gi-glioli ¿Mito o idiosincrasia? Un análisis crítico de laliteratura sobre el carácter nacional (En María Salva-dora Ortiz -compiladora-: Identidad y produccionesculturales en América Latina. EUCR, 1996) es oportu-no. Giglioli realiza un estudio en el cual se señalan, demanera diferenciada, las inconsistencias y tendenciasideológicas de buena parte de los artículos y libros quepretenden explicar el origen y la naturaleza de la idio-sincrasia costarricense. Asimismo, las principales es-trategias discursivas de ese mismo "Corpus" aparecenestudiadas en el artículo de Alexander Jiménez: Lospaíses también están en otra parte. Cultura y discursofilosófico en Costa Rica (En Olmedo España -compi-lador-: Cultura y Contracultura en América Latina,EUNA, 1997). En ambos artículos queda de manifies-to que el matiz idílico y bucólico, presente en esa tra-dición esencialista que anda en busca del ser de la na-cionalidad costarricense, no es un dato insignificante,sino un elemento central que permite comprender larecepción exitosa que esa tradición tuvo en este país.

4. Mora, Amoldo: La identidad nacional en lafi-losofia costqrricense. p. 12

5. Ibid. p. 136. Mora, Amoldo; op. cit., p. 137. En realidad, sólo en la introducción aparecen

destellos de una crítica sociohistórica de inspiraciónmarxista; en la ejecución del trabajo (el estudio de losdiversos autores) ésta se halla prácticamente ausente.La misma inconsistencia está presente en Historia delpensamiento costarricense. Hay un momento de la In-troducción en el cual se señala el carácter ideológicode toda historia oficial: "Son, entonces, los regímentespolíticos los que asumen la tarea de recoger el pasado;las instituciones religiosas mantienen viva la memoriade los orígenes míticos, y grupos profesionales de cro-nistas y sacerdotes se especializan en conservados ygarantizar su poder.

La historia se convierte así en ideología, es decir,en necesidad política del sistema de justificarse y legi-timarse, no sólo en relación a sus orígenes, sino en re-lación a todo su pasado. Y esto de manera tanto másperentoria, cuanto más reciente es el sistema político

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reflexión es posterior a la acción, se da en el contextode la acción -cognoscitiva, ético política, religiosa, es-tética. En este texto el aspecto esencialmente históricode lo humano está expresado con una claridad que noshubiera gustado encontrar en su estudio sobre el temade la identidad en la filosofía costarricense, donde suactitud es más ambigua.

2. Los mismos rasgos pueden observarse en untexto previo: Historia del pesamiento costarricense(San José, EUNED, 1992). En dicho texto -por ejem-plo- afirma el autor que "nuestro ensayo no versa so-bre todos los aspectos de la historia, sino sobre aque-llos textos o documentos que expresan una justifica-ción teórica de la praxis histórica" (p. 13). Esta prome-sa, sin embargo, se ve defraudada. El libro no se cons-truye a partir de textos y documentos, sino de un dis-curso "patriótico", sin detenerse a analizar lo que pro-metía. La estructura de los capítulos está definida porla presentación de movimientos políticos y culturales yde personajes políticos. De vez en cuando, y de mane-ra un tanto aleatoria, aparecen citas textuales sin ma-yor acompañamiento crítico: "El presente necesita delpasado, porque sólo el pasado nos explica lo que so-mos en el presente. El presente es producto del pasadoy éste es la explicación y justificación de aquel. Ambosse imbrican indisociablemente en una trama que noshace ser lo que somos y nos da una imagen de nosotrosmismos, forja la conciencia que de nosotros, comogrupo y como miembros de un grupo social dado, te-nemos" (p. 11). En este párrafo es notable el vacia-miento de sentido que se ha operado sobre las catego-rías, de tal modo que al final es posible asentir a lo es-crito sin haber avanzado nada respecto a lo que sequiere pensar. No hay aquí ninguna diferenciación so-cial, ningun intento de pensar íos conflictos históricosrespecto de la elaboración y apropiación de lo que seconoce como el pasado de una sociedad. Además, elpresente aparece como lo dado sin más, como lo dadoque se transparenta fácilmente en la conciencia delgrupo social. ¿De qué se habla aquí? ¿Cuánta capaci-dad de analísis, de distinción, hay aquí? Veamos, paracompletar el cuadro, estas otras afirmaciones del autor:" ...este país es nuestra patria y las instituciones políti-cas y culturales cuya génesis histórica y cuyo desarro-llo llega hasta nuestros días son las instituciones queconforman nuestro país, que nos han hecho a nosotrosmismos" (p. 16), "históricamente hablando los costa-rricenses se preocupan primero por la libertad y la jus-ticia y luego por la belleza" (p. 20). "Costa Rica elabo-ró un Estado racionalmente" (p. 21). En relación a unacarta del padre Estrada Rávago: "He aquí ya surgido elmal de patria o "cabanga", tan propia del tico y quetantas páginas de lírica y música habrían de inspirar enlo sucesivo y que tanto han contribuido a nuestra iden-tidad nacional" (p. 64).

3. El tono bucólico de ciertos textos que tratan defijar la idiosincrasia del costarricense podría indicar la

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IDENTIDAD NACIONAL 107

imperan te, cuanto más poderoso o más asediado está.La crónica del pasado se vuelve interesada ... apareceasí una "historia oficial", normalmente la historia delos vencedores, que se conserva en los archivos del po-der político, y que éste usa para legitimarse frente a supropio pueblo y para legitimar toda acción que em-prende en sus relaciones con los diversos grupos den-tro y fuera del territorio sobre el que ejerce el poder"(p. 11). Hasta aquí todo parece válido. Mora está inten-tando explicar el modo como las estructuras políticascentralizadas se apropian de la historia de los orígenes,una vez que las narraciones, los mitos y las leyendasagotan su capacidad explicativa; pero sólo dos parrafosadelante se empiezan a leer afirmaciones como las si-guientes: "La historia es, así, parte de nuestra propiaconciencia, de la autoconciencia del grupo social. Lahistoria es parte fundamental de nuestra propia identi-dad, tanto individual como social. Somos nuestra his-toria" (p. 11) o bien "...el pasado, nuestra historia, noes algo que está a nuestro alrededor como el agua querodea la piel del bañista, sino dentro de nuestro propioser, como el aire que llena nuestros pulmones y nutrenuestro torrente sanguíneo. Somos historia. El hombrees un animal histórico" (p. 11-12). Un ejemplo más,para terminar, de esta inconsistencia entre la historiaque es construcción ideológica y una historia "natural"como el aire y la sangre: "La historia es, por ende, lapraxis de nuestra libertad, la objetivación de nuestraesencia, el ser mismo del hombre desplegado a travésdel tiempo" (p. 12).

8. Es decir -aparentemente-, en virtud de la di-mensión metafísica de lo histórico, o del problema delser y la nada.

9. Esta versión también se encuentra en Historiadel pensamiento costarricense: Allí la identidad na-cional se construye desde arriba hacia abajo, utilizan-do mecanismos de adhesión afectiva que, dicho sea depaso, Mora no discute y más bien parece celebrar:"saber conducir a los hombres hacia metas colectivases tarea y responsabilidad de los conductores de la po-lítica, que debe ser realizada de manera explícita yconsciente. Se trata del dominio de las conciencias yno por imposición sino por consenso y convencimien-to. Se trata de llegar a las mentes de las mayorías, perono sólo a través de las ideas o conceptos estructuradosen forma de sistema de pensamiento ... sino también através de otras facultades humanas no racionales co-mo el sentimiento y, sobre todo, la adhesión emocio-nal e imagitativa a un grupo social que desarrolle elsentimiento de pertenencia al grupo, el "espíritu decuerpo", que dé realidad al grupo social como un to-do orgánico dado, dé "alma", es decir, con una cultu-ra y sensibilidad propia y, sobre todo, con una identi-

dad nacional. Eso es lo que solemos llamar nacionali-dad", p.114.

10. Ibid. p. 2711. Ibid. p. 3312. Ibid. p. 3813. No queremos negar con esto que pueda exis-

tir un análisis específicamente filosófico acerca de ta-les temas; pero es necesario esclarecer de antemanoqué es lo que se ha de entender por tal; cosa que el au-tor, en nuestra opinión no hace satisfactoriamente. Talanálisis podría consistir tanto en la crítica de los dis-cursos que se pretenden (que se autocomprenden co-mo) filosóficos, como en la elaboración de un discur-so filosófico (reflexivo) que trascienda el nivel mera-mente instrumental u objetivizante y apunte hacia unaautoconciencia, tanto de las ciencias sociales como delas prácticas y formas de vida de una sociedad.

14. Mora, Amoldo, op. cit., p. 11.15. No sólo desde nuestro punto de vista, sino

desde los presupuestos mismos que el autor esboza enla introducción.

16. Cf. Palmer, Steven: "Sociedad Anónima. Cul-tura Oficial: Inventando la Nación de Costa Rica(1848-1900)", en Molina Jiménez, Iván y Palmer, Ste-ven (editores): Héroes al gusto y libros de moda.

17. Aunque en otra parte de la misma introduc-ción considere unilateral el enfoque de Palmer, lo cualno deja de ser curioso si tomamos en cuenta que, tan-to en La identidad nacional en lafilosofía costarricen-se como en Historia del pensamiento costarricense,Amoldo Mora insiste en el carácter "construido" de lanación y de la nacionalidad. Ahora bien, Palmer vamás allá de ello. No sólo se interesa por seguirle la pis-ta a las concepciones que tenían los costarricensesacerca de su comunidad política antes de 1880, con-cepciones que Palmer nombra como "proto-naciona-lismos" de diferentes tipos, sino que también analiza laconstitución de un "nacionalismo oficial que se dise-mina hacia abajo mediante instituciones y prácticas es-tatales". Asimismo discute la manera como ese nacio-nalismo coloniza las culturas populares, apropiándosenarrativas, imágenes y figuras que luego son reconfi-guradas y des vinculadas de sus fuentes populares, pro-to-nacionales y no-nacionales. (Palmer, op. cit., p.l70-l71). Considerar unilateral este enfoque es ir de-masiado lejos en la arbitrariedad y avanzar demasiadopoco en el análisis.

Giovanna Giglioli, Alexander JiménezJorge Jiménez, Mario Salas

Escuela de FilosofíaUniversidad de Costa Rica.