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Arnoldo Mora Rodríguez La mala fe de los científicos Abstract. This essay is a denunciation of the scientists who supply modern armies with the most advanced technology obtained from their l1WTl research, as well as an argument in favor of dte scientific research separate from imperialist ilúentions and on behalf of world peace. Key words: science, bad faith, peace. Resumen. Este ensayo es, tanto unadenuncia contra de los científicos que proveen a los 9hcitos modernos la más avanzada tecnología ias a sus investigaciones, como un alegato rjavor de una investigación científica desligada proyectos imperialistas y en favor de la paz. Palabras clave: ciencia, mala fe, paz. La reciente invasión a un Estado soberano o de la Comunidad de Naciones Unidas, es la República de Irak, por parte de una - -'n de Estados occidentales de larga tradi- imperialista, como son los Estados Unidos, potencia imperial de la historia, el Unido, cuyo imperio fue el más grande so durante el siglo XIX, España, forja- al el siglo XVI del primer gran imperio de Moderna, y de Italia cuna del Imperio que ha servido de modelo histórico a lo imperialismos de Occidente, no solo ha añicos el derecho internacional, sino que a los métodos propios de las guerras de de corte colonial. Se da luego del derrum- "'llÜ:Itante del campo socialista en Europa acabada la Guerra Fría que había tenido del holocausto nuclear a la humanidad la segunda mitad del siglo XX. Desaparecía la división bipolar del mundo, pero no por ello la humanidad se unió más fraternalmente, ni la paz se hizo realidad entre los pueblos de la tierra. Todo lo contrario, el mundo se dividió en bloques de mercado y las guerras de religiones y de origen étnico-cultu- ral se intensificaron, la amenaza de conflictos mayores se hizo presente debido a la prepo- tencia del Gobierno norteamericano, única superpotencia actual. Occidente se divide en dos grandes bloques de mercado: la Unión Europea y los Estados Unidos. Por su parte, en Oriente mientras decae () simplemente tocan techo las pujantes economías del Japón y de los Siete Tigres Asiáticos, crece de manera exponencial la República Popular de China, que muy pronto será una gran potencia económica, del mismo modo que ya lo es en lo político y en lo militar. Pero estos bloques de mercado se rigen por una economía de mercado muy ortodoxa, dentro de un marco ideológico inspirado en una concepción de la economía según un capitalismo monetarista neoliberal, por lo que se rige por el principio establecido por Adam Smith, según el cual la "libertad de empresa" como motor de las relaciones capitalistas de producción, en la práctica se convierten en "libre competencia", donde la palabra "competencia" no es más que un eufemismo por "guerra". Por ende, no es cierto que asistimos al "fin de la historia" predicho por Hegel, como afirma Fukuyama, sino a otras formas de historia: una guerra interoccidental. El mismo concepto de guerra cambia, pues al pretender ser el gobierno norteamericano un imperio único y absoluta- mente planetario, solo acepta ser él Estado en sentido fuerte y sus fuerzas armadas el único Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XLIII Número doble (109/110), 77-80, Mayo-Diciembre 2005

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Arnoldo Mora Rodríguez

La mala fe de los científicos

Abstract. This essay is a denunciation ofthe scientists who supply modern armies with themost advanced technology obtained from theirl1WTl research, as well as an argument in favor ofdte scientific research separate from imperialistilúentions and on behalf of world peace.

Key words: science, bad faith, peace.

Resumen. Este ensayo es, tanto unadenunciacontra de los científicos que proveen a los

9hcitos modernos la más avanzada tecnologíaias a sus investigaciones, como un alegato

rjavor de una investigación científica desligadaproyectos imperialistas y en favor de la paz.

Palabras clave: ciencia, mala fe, paz.

La reciente invasión a un Estado soberanoo de la Comunidad de Naciones Unidas,

es la República de Irak, por parte de una- -'n de Estados occidentales de larga tradi-imperialista, como son los Estados Unidos,

potencia imperial de la historia, elUnido, cuyo imperio fue el más grande

so durante el siglo XIX, España, forja-al el siglo XVI del primer gran imperio de

Moderna, y de Italia cuna del Imperioque ha servido de modelo histórico a

lo imperialismos de Occidente, no solo haañicos el derecho internacional, sino que

a los métodos propios de las guerras dede corte colonial. Se da luego del derrum-

"'llÜ:Itante del campo socialista en Europaacabada la Guerra Fría que había tenidodel holocausto nuclear a la humanidad

la segunda mitad del siglo XX.

Desaparecía la división bipolar del mundo,pero no por ello la humanidad se unió másfraternalmente, ni la paz se hizo realidad entrelos pueblos de la tierra. Todo lo contrario, elmundo se dividió en bloques de mercado y lasguerras de religiones y de origen étnico-cultu-ral se intensificaron, la amenaza de conflictosmayores se hizo presente debido a la prepo-tencia del Gobierno norteamericano, únicasuperpotencia actual.

Occidente se divide en dos grandes bloquesde mercado: la Unión Europea y los EstadosUnidos. Por su parte, en Oriente mientras decae ()simplemente tocan techo las pujantes economíasdel Japón y de los Siete Tigres Asiáticos, crecede manera exponencial la República Popular deChina, que muy pronto será una gran potenciaeconómica, del mismo modo que ya lo es en lopolítico y en lo militar.

Pero estos bloques de mercado se rigenpor una economía de mercado muy ortodoxa,dentro de un marco ideológico inspirado en unaconcepción de la economía según un capitalismomonetarista neoliberal, por lo que se rige por elprincipio establecido por Adam Smith, segúnel cual la "libertad de empresa" como motor delas relaciones capitalistas de producción, en lapráctica se convierten en "libre competencia",donde la palabra "competencia" no es más queun eufemismo por "guerra".

Por ende, no es cierto que asistimos al "finde la historia" predicho por Hegel, como afirmaFukuyama, sino a otras formas de historia: unaguerra interoccidental. El mismo concepto deguerra cambia, pues al pretender ser el gobiernonorteamericano un imperio único y absoluta-mente planetario, solo acepta ser él Estado ensentido fuerte y sus fuerzas armadas el único

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ejército que gobierne el mundo, siendo las demásfuerzas armadas tan solo cuerpos de policía. Nohabría así más ley que la que ellos establezcan,por lo que el derecho internacional se vuelveinnecesario cuando no se le mira como un obstá-culo indeseable.

Los derechos humanos y eco lógicos solo sonaceptables en la interpretación oficial por partede Washington, de modo que solo se consideranviolatorios de los mismos y, por ende, suscepti-bles de represalias que incluyen la declaratoriade guerra si es del caso, aquellos países que elgobierno norteamericano decide por sí y antesí. El mundo es visto como una aldea, o comouna provincia regida desde Washington y lasNaciones Unidas solo son consideradas como unainstancia humanitaria o diplomática.

Como se ve, la violencia sigue siendo "lapartera de la historia", como dijera con realismoMarx, nada más que esta vez el factor ideológicono es determinante, sino el control de las fuentesde energía como base del dominio del mercadomundial. Detrás de la invasión a Irak lo que hayes una guerra colonial de rapiña en la que laspotencias invasoras encabezadas por los EstadosUnidos, pretenden apropiarse de los yacimientosde petróleo y las reservas de gas de la región paraasí tener una ventaja sobre la Unión Europea.

Esta, encabezada por los países más pode-rosos, Francia y Alemania, se opone a la guerraargumentando razones y principios del dere-cho internacional y dando, para su salvaguarda,un papel protagónico a las Naciones Unidas.Resultado de estos trágicos acontecimientos esque hoy la paz del mundo está más lejos quenunca, las amenazas de destrucción planetariason cada vez más ominosas y cercanas, a pesar delas masivas protestas que se escenifican en luga-res públicos de todos los rincones del planeta.

También los universitarios, profesores y estu-diantes, una vez más, han estado al frente de muchasde esas manifestaciones y, en no pocos casos, sonvíctimas de la represión policial o del ostracismo delos grandes medios de comunicación.

Sin embargo, a fuer de sinceros, hemos dereconocer que se trata de personas o de gruposorganizados pero no de las instituciones comotales. En estos casos, el silencio oficial de las gran-des universidades e institutos de investigación del

mundo occidental debe verse como una verdade-ra complicidad. Esta situación evoca la frase deShakespeare en Hamlet: "Algo huele a podridoen Dinamarca". Esta vergonzante actitud se debea los vínculos económicos que no pocos de losgrandes institutos de investigación, universidadese institutos tecnológicos, tienen con los grandescentros de poder imperial.

Las grandes potencias pueden impunementeinvadir países pobres, o disputarse entre sí losmercados y fuentes de materia prima, gracias asu superioridad tecnológica. Es la tecnología depunta la que se exhibe impúdicamente en esasguerras genocidas. Gran parte del "progreso" enel campo de la ciencia y de la tecnología se dadebido a su ligamen con los intereses del com-plejo militar industrial que es el poder detrás y, aveces, delante del trono.

Pero en todos esos grandes centros de inves-tigación junto a los más sofisticados laborato-rios, se encuentran seres humanos concretos,con nombres y apellidos. Es allí donde cabesentar una responsabilidad ética que no se puedesoslayar. Es allí donde cabe una enorme respon-sabilidad ante los ojos del mundo entero de loscientíficos y sus instituciones y no solo, como sesuele hacer, de los políticos. Estos no tendríanel poder sin la superioridad tecnológica en elcampo militar. Pero esta no se daría si detrás nohubiera importantes organizaciones universita-rias e institutos tecnológicos con una legión decientíficos, de cuyos cerebros salen los modelosque servirán para la fabricación de los más com-plejos artefactos bélicos y las estrategias queservirán para obtener los resultados económicosy políticos apetecidos.

Frente a esta ominosa realidad, no cabealegar ignorancia ni neutralidad. Es aquí dondecabe recordar que fa ciencia como tal no existe,nadie la ha visto caminando por la calle. Lo queen realidad existe son hombres concretos queemplean un método, el "método científico", paradeterminados fines.

Es allí donde no cabe la neutralidad axioló-gica. Si bien formalmente la ciencia es solo unmétodo, es decir, una manera de interpretar parafines cognoscitivos la realidad y cuyo criterioúltimo de verdad es la constatación experimen-tal de las teorías formuladas y su formalización

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LA MALA FE DE LOS CIENTÍFICOS

algebraica, desde el punto de vista axiológico laciencia es una acción humana sujeta, como todaacción humana, a normas éticas.

Pero en este caso específico, esta respon-sabilidad es aun mayor. Porque la ciencia nosolo implica poder como es propio de todosaber, según aquello de que es más poderosoaquel que sabe algo que aquel que lo ignora. Elconocimiento da más poder que la ignorancia.El objetivo del método científico no es solointerpretar las leyes por las que se rigen losprocesos naturales, sino ejercer un dominiosobre la Naturaleza misma, como desde suorígenes en la modernidad lo señalara FrancisBacon, quien dijo: "El hombre hace ciencia notanto porque quiere saber cuanto porque quierepoder". Detrás de todo acto de conocimientohay una "voluntad de poder", como lo afirmara

ietzsche y lo repite hoy día Foucault.Sin embargo, quien más lúcidamente ha

sentado las responsabilidades del hombre occi-dental en general, y de quienes ejercen cualquierforma de poder, ha sido lean Paul Sartre, en miopinión el moralista más lúcido e implacable deliglo XX. Para Sartre, el hombre está condenado

a ser libre. Ser libre es no tener ningún punto deapoyo excepto nuestra acción misma. La libertades un Absoluto, es decir, no hay nada detrás deella; si así fuera, esto no sería libertad, porqueIíbertad, para Sartre como para Nietzsche, es lacapacidad que tiene el ser humano en exclusiva,de crear valores. Es lo que la metafísica atribuyeIan solo a Dios. Desde su primera gran obralcatral, Las moscas, Sartre así lo señala. Para

e, como para Camus, el héroe mítico porlencia es Orestes, quien desafía a Júpiter, sue-dios, y se erige en dueño de su destino. Es

que Kant, hablando de la Ilustración, llamamayoría de edad" a que ha llegado la huma-

en la Edad Moderna.Es aquí donde se fundan las crfticas de

en El ser y la nada al psicoanálisis. Noun subconsciente que nos maneje como

- netas. No hay un destino en el sentidoo, solo existe nuestra soledad existencial

a la responsabilidad de asumirnos comoente libres, como padres e hijos des mismos. Somos enteramente responsa-

de nuestros actos; cualquier excusa que se

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alegue para evadir responsabilidades no es másque "mala fe". Detrás de una actitud neurótica loque suele haber es una expresión refinada de malafe, es decir, un intento para evadir responsabilida-des, no solo frente a los otros, sino ante nuestrapropia conciencia, ante nosotros mismos.

La conciencia posee la capacidad del desdo-ble, es reflexión y autorreflexión, capacidad devolver sobre sí misma, como lo afirma Sartre enuna célebre página de su obra maestra El ser y lanada. La mala fe no es una mentira, ni un engaño.Porque la mentira y el engaño suponen al otro, esun acto intencional que se dirige hacia un inter-locutor externo. La mentira es un acto de poderejercido sobre los otros que no implica doblezde nuestra propia conciencia. Es una acción dedisimulo, un ardid teatral que busca negar antelos otros lo que bien sabemos es la verdad. De lapiel hacia dentro, se da el reino de la verdad, allíno hay engaño ni automentira. La mentira solocomienza cuando hablamos, cuando nos dirigi-mos hacia el mundo humano externo, de la pielhacia fuera.

La mala fe, por el contrario, es el intentode autoconvencernos, es la doblez dirigida hacianuestra propia conciencia. lean Ladriére definela mala conciencia como una contradicción entrelos principios de la racionalidad como base dela autoapologética, y la acción práctica que laniega. Actuamos negando la verdad que se mani-fiesta en nuestra conciencia. Actuamos negandonuestros principios que, al mismo tiempo apare-cen como evidentes ante nuestra razón práctica.Negamos lo que somos o pretendemos ser, perolo negamos con nuestras acciones de modo quenuestro discurso que afirma los valores y princi-pios reniegan de nuestras acciones, pero sirven decoartada para justificar esas mismas acciones. Larazón se convierte en alegato ideológico, en retó-rica vacua, que busca no tanto convencer al otro,cuanto convencernos a nosotros mismos.

La razón se convierte en razones y estas enexcusas, los argumentos en camuflajes y las evi-dencias son sustituidas o sirven tan solo de apoyoa los criterios de eficacia. Los fines se conviertenen medios. La verdad se trata de ocultar y suausencia o negación práctica se justifica por susresultados inmediatos o en el reconocimiento deuna simple impotencia. La finitud ontológica se

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expresa no en una actitud crítica, sino en una for-taleza en la que nos refugiamos para autoafirmar-nos y, desde allí, juzgamos a nosotros mismospara autojustificarnos.

Eso es lo que ha llevado a muchos científicosa escudarse en los resultados de la ciencia, enla "ciencia pura", o en afirmaciones como "yoen política no me meto", o "estos recursos sonnecesarios para realizar otras investigaciones opromover causas justas y humanitarias en otroscampos"; o decir que "de todas maneras todoslos políticos son malos, el adversario lo es tanto omás que el gobierno propio".

Lo grave de todo esto es que no se trata deconvencer a los otros, sino de autoconvencerse.Detrás de todas estas concepciones que se hanvisto tradicionalmente desde el punto de vistaúnicamente ético y antropológico, hay segúnJean-Paul Thomas, una causa epistemológicaligada, evidentemente, a razones antropológicas.Todo acto de conocer, afirma Nietzsche, no estanto un acto de la razón cuanto de la voluntad; ytodo acto de la voluntad no es más que un acto deautoafirmación del sujeto.

En cada acción humana hay un proyecto devida, según Sartre en el conocido ensayo El exis-tencialismo es un humanismo. Es decir, tieneuna teleología y encierra una utopía, una dimen-sión mítica, pues busca construir la existenciacomo una proyección que se da un porvenir. Esdesde el porvenir que el hombre actúa. Es envista, no de lo que somos, sino de lo que preten-demos ser, lo que nos lleva al proceso de auto-justificación. La razón, más que explicacionesanalíticas del pasado, es una visión constructivade universos por venir.

Toda esta dimensión de la existencia es loque solemos encerrar en el concepto "Fe". Hayincluso en la ciencia un acto de fe, en la medi-da en que hay un ingrediente constitutivo de lamisma como acción. En cada uno de nuestros

actos construimos el futuro, exorcizamos la vidacomo destino y la planeamos en la dimensión delo humano, es decir, ligada al reino de los fines,como diría Kant.

Por ende, en la actitud de mala fe se implicaun rechazo a asumimos como seres libres y, porello mismo, responsables enteramente de nuestrosactos, lo que implica un rechazo de la utopía, unnegamos a construirnos como seres capaces deasumimos como creadores no solo de nuestropresente, sino sobre todo, de nuestro futuro. Nosnegamos a tener un porvenir, a forjar un hori-zonte axiológico, a ver en la vida un llamado acrear y a creamos, a ver en la acción tan solo uncamino en cuyo panorama el aire que se respirasolo se alcanza cuando se logran tocar las alturasde la libertad.

En última instancia, el científico que sesubordina a los designios imperiales y sometesus investigaciones a las intenciones imperialesde sus fuentes de financiamiento, se niega a serhombre, a asumirse como humano y a hacer delmundo un hogar habitable para todos, se convier-te en un eunuco de una corte de sátrapas. Es poreso que en situaciones límites como las que hoyvive la humanidad, la suprema racionalidad solopuede expresarse en un grito de rebeldía.

BibliografíaForum Diderot. La bioéthique est-elle de mauvaise

foi? Paris : P.u.F, 1999.Ladriere, Jean. L'éthique dans l'univers de la rationa-

lité. Québec : Catalyses, Artel-Fides, 1996.Sartre, Jean-Paul. L'existentialisme est un humanisme.

Paris : Gallimard, 1976.____ o Les mouches. Paris : Gallimard, 1972.____ o El ser y la nada. Buenos Aires: Losada,

1966.Thomás, Jean-Paul. «La bioéthique á l'épreuve de la

finitude». En: Forum Diderot, La bioéthique est-elle de mauvaise foi?, pp. 30ss.

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