APUNTES DE FIN DE SIGLO. E. G.

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APUNTES PARA EL FIN DE SIGLO (SELECCIÓN) EDUARDO GALEANO EDITORIAL POLILLA 1 EL CUERPO: La Iglesia dice: El cuerpo es una culpa La ciencia dice: El cuerpo es una máquina La publicidad dice: El cuerpo es un negocio El cuerpo dice: Yo soy una fiesta. Las palabras andantes LA COMPUTADORA Y YO No bien llegué a territorio norteamericano, me acerqué a una computadora y pulsé la tecla Quejas. Mis viejas convicciones antiimperialistas me impulsaron a protestar contra el muro que los Estados Unidos están levantando en la frontera con México. Yo creía que esa vasta pared de acero se proponía impedir la libre circulación de las personas, al mismo tiempo que el Tratado de Libre Comercio aseguraba la libre circulación del dinero, y eso no me parecía bien. Pero la computadora despejó la confusión de mi espíritu: -No es un muro -explicó: Es una obra de arte. Un gigantesco monumento que se erige en memoria de los mártires del oprobioso Muro de Berlín. Entonces pulsé la tecla Dudas. Se me ocurrió plantear el caso de las leyes contra los inmigrantes. Leyes ya aprobadas, como la 187 de California, que suprime los derechos de los inmigrantes ilegales, y leyes anunciadas, como las que amenazan suprimir también los derechos de los inmigrantes legales. Mi duda era: ¿Se proponen estas leyes beneficiar a los indios? Siendo los Estados Unidos una nación de inmigrantes, solo los indígenas, los Native Americans, quedarían a salvo de esas medidas. Me parecía un 1 Tomado de la Editorial “El conejo”. Quito, Ecuador. Año 2.001.

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APUNTES PARA EL FIN DE SIGLO (SELECCIÓN)

EDUARDO GALEANO EDITORIAL POLILLA1

EL CUERPO: La Iglesia dice: El cuerpo es una culpa

La ciencia dice: El cuerpo es una máquinaLa publicidad dice: El cuerpo es un negocio

El cuerpo dice: Yo soy una fiesta. Las palabras andantes

LA COMPUTADORA Y YO

No bien llegué a territorio norteamericano, me acerqué a una computadora y pulsé la tecla Quejas. Mis viejas convicciones antiimperialistas me impulsaron a protestar contra el muro que los Estados Unidos están levantando en la frontera con México. Yo creía que esa vasta pared de acero se proponía impedir la libre circulación de las personas, al mismo tiempo que el Tratado de Libre Comercio aseguraba la libre circulación del dinero, y eso no me parecía bien. Pero la computadora despejó la confusión de mi espíritu:

-No es un muro -explicó: Es una obra de arte. Un gigantesco monumento que se erige en memoria de los mártires del oprobioso Muro de Berlín.

Entonces pulsé la tecla Dudas. Se me ocurrió plantear el caso de las leyes contra los inmigrantes. Leyes ya aprobadas, como la 187 de California, que suprime los derechos de los inmigrantes ilegales, y leyes anunciadas, como las que amenazan suprimir también los derechos de los inmigrantes legales. Mi duda era: ¿Se proponen estas leyes beneficiar a los indios? Siendo los Estados Unidos una nación de inmigrantes, solo los indígenas, los Native Americans, quedarían a salvo de esas medidas. Me parecía un gesto conmovedor: una expiación histórica, al cabo de tanto crimen y de tanto desprecio. Pero la máquina me aclaró las cosas: en América, inmigrantes son todos, y los indios también. Ellos vinieron desde el Asia, hace treinta mil años. Las leyes no tendrán excepciones.

Pulsé la tecla Iniciativas. Pregunté si ya existía algún proyecto para fabricar una tinta mágica, que fuera capaz de bañar a la mano de obra latinoamericana, para hacerla invisible, cada día, a la caída del sol, después de las horas de trabajo en los campos y en las calles del Norte. Esa tinta podría evitarla molesta presencia de los braceros mexicanos y centroamericanos en las plazas, cines, restaurantes y otros lugares públicos de los pueblos y ciudades de los Estados Unidos.

- No todavía - informó la computadora.

Volví a pulsar la tecla Iniciativas. Pregunté si a nadie se le había ocurrido la idea de abrir una embajada de los Estados Unidos de América en los Estados Unidos de

1 Tomado de la Editorial “El conejo”. Quito, Ecuador. Año 2.001.

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América, con sede en Washington, para que la CIA pudiera organizar golpes de Estado también en su propio país.

- No todavía. - repitió la computadora.

Regresé a la tecla Dudas. Pregunté: ¿No será un error que se llame Secretaría de Defensa al órgano de gobierno que se ocupa de la fuerza milita de los Estados Unidos? ¿No será un error llama Presupuesto de Defensa al dinero que la alimenta? Defensa me parecía una palabra equivocada, teniendo en cuenta que los Estados Unidos no han sido jamás invadidos por nadie, pero en cambio se han dedicado a invadir a los demás, desde los albores de su vida independiente, a un promedio de una invasión por año. ¿Y por qué esos gastos de Defensa siguen siendo tan enormes, casi el doble que en 1980? ¿Defensa contra quién, si ahora los rusos son buenos? Con cibernética impaciencia, la máquina me cortó el discurso y puso las cosas en su lugar:

- El mundo amenaza - explicó -. No se puede confiar en nadie. Los buenos de ayer pueden ser los malos de hoy. Los buenos de hoy pueden ser los malos de mañana. Yo agradecí la información, pero pedí a la computadora que me diera un ejemplo, sin ánimo de abusar de la buena voluntad de la tecnología.

- El tabaco - respondió la máquina.

En ese momento se me iluminó la cabeza. Me di cuenta de que ésa era una tremenda verdad: Ayer el cigarrillo había sido bueno, en los labios de Humphrey Bogart o del vaquero de Marlboro, pero hoy es malo. Malísimo. Los Estados Unidos han declarado la guerra santa contra el cigarrillo. Ignorante de mí, pregunté: ¿Por qué? ¿Se prohibe el cigarrillo porque da cáncer, o porque da placer?

Entonces la computadora se desconectó. Y yo me quedé sin saber silos marines iban a invadir a los países fumantes, para salvar al mundo del pecado del humo. No habiendo más enemigos a la vista, ésa me parecía una promisoria posibilidad para el Pentágono y su presupuesto. La máquina se negó a seguir funcionando. No me sorprendió. Yo nunca he tenido confianza en las computadoras. Siempre he sospechado que ellas beben de noche, cuando nadie las ve. (1995)

Inédito en libro

QUINIENTOS AÑOS DE SOLEDAD

Fin del siglo, fin del milenio, fiesta de cumpleaños. El mundo de nuestro tiempo - mundo convertido en mercado, tiempo del hombre reducido a mercancía- ha celebrado los quinientos años de su edad. El 12 de octubre de 1492 había nacido esta realidad que hoy vivimos a escala universal: Un orden natural enemigo de la naturaleza y una sociedad humana que llama “humanidad” al 20 por ciento de la humanidad. En su pastoral de este año 92 los obispos de la Iglesia Católica de Guatemala han pedido perdón al pueblo maya y han rendido homenaje a la religión indígena “que veía en la naturaleza una manifestación de Dios ‘ El Vaticano, sin embargo, ha festejado los quinientos años de “la llegada de la fe al continente americano “. ¿No existía la fe en América, antes de Colón? La conquista impuso su fe como única verdad posible, y así calumnió al Dios de los cristianos, atribuyéndole la orden de invasión contra las tierras infieles. En aquellos tiempos, muy proféticamente, empezó a llamarse libertad de comunicación al derecho del invasor, dueño de la voz, ante el invadido mudo. Los indios fueron condenados por ser indios, o por seguir siéndolo. Los bárbaros que no se dejaban civilizar merecían la esclavitud. ¿Cuántos ardieron en la hoguera, por el

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delito de creer que toda tierra es sagrada? Adorando la naturaleza, los paganos practicaban la idolatría y ofendían a Dios. ¿Ofendían a Dios, o más bien ofendían al capitalismo naciente? De aquel entonces proviene la identificación de la propiedad privada con la libertad: la libertad de exprimir al mundo como fuente de ganancia y objeto de consumo. De Carlos V a la dictadura electrónica: cinco siglos después, el planeta es tierra arrasada.

El color de la piel no había tenido la menor importancia en las civilizaciones anteriores. La Europa del Renacimiento fundó el raçismo. Y cinco siglos después, Europa no consigue curarse de esa enfermedad. Misión de evangelización, deber de civilización, horror a la diversidad, negación de la realidad: el racismo era y es un eficaz salvoconducto para huir de la historia. Los ganadores han nacido para ganar, los perdedores han nacido para perder. Si el destino está en los genes, la riqueza de los ricos es inocente de cinco siglos de crimen y saqueo, y la pobreza de los pobres no es un resultado de la historia, sino una maldición de la biología. Si os ganadores no tienen de qué arrepentirse, los perdedores no denen de qué quejarse.

Fin del siglo, fin del milenio, tiempo del desprecio. Pocos propietarios, muchos poseídos; pocos opinadores, muchos opinados; pocos consumidores, muchos consumidos; pocos desarrollados, muchos arrollados. Los pocos, cada vez menos. Los muchos, cada vez más: dentro de cada país, y en el mapa internacional. A lo largo de este siglo, la brecha que separa a los países pobres de los países ricos se ha multiplicado por cinco. El mundo de nuestros días es la obra maestra de una escuela artística que podríamos llamar el realismo capitalista. En su ínfinita generosidad, el sistema nos otorga a todos la libertad de aceptarlo o aceptarlo, pero el 80 por ciento de la humanidad tiene prohibido el ingreso a la sociedad de consumo. Se puede verla por televisión, eso Sí: quien no consume cosas, consume fantasías de consumo.

El mundo se parece ahora a cualquiera de las grandes ciudades latinoamericanas: inmensos suburbios acorralan a las fortalezas amuralladas de los barrios de lujo. Ya ni los escombros quedan del fugaz muro de Berlín, pero está cada día más alto y más ancho el muro mundial que desde hace cinco siglos separa a los que tienen de los que quieren tener. ¿Cuántos han caído, y cada día caen, queriendo saltarlo? Nadie los contó, nadie los cuenta.

Fin del siglo, fin del milenio, tiempo del miedo. El Norte tiene pánico de que el Sur se tome en serio las promesas de su publicidad, como el Este se creyó la invitación al Paraíso. Un sueño imposible: si el 80 por ciento de la humanidad pudiera consumir con la voracidad del 20 por ciento, nuestro pobre planeta, ya moribundo, moriría. Si el despilfarro no fuera un privilegio, no podría ser. El orden internacional, que predica la justicia, se funda en la injusticia y de ella depende. No es por casualidad que la industria del miedo ofrece los negocios más lucrativos del mundo actual: la venta de armas y el tráfico cte drogas. Las armas, productos del miedo de morir, y las drogas, productos del miedo de vivir.

Tiempo del miedo: graves agujeros en la capa de ozono y más graves agujeros en el alma. Hace cinco siglos nació este sistema, que universalizó el intercambio desigual y puso precio al planeta y al género humano. Desde entonces, convierte en hambre y dinero todo lo que toca. Para vivir, para sobrevivir necesita la organización desigual del mundo como los pulmones necesitan al aire.Hoy día la debilidad de los débiles, personas débiles, países débiles, es motivo de burla o lástima. La solidaridad ha pasado de moda. Pero, ¿qué tan fuerte es la fortaleza de los fuertes? El poder, hijo de la violación, está lleno de violencia, está lleno de miedo. Musculoso cuerpo asustado de su

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propia sombra, cuerpo sin alma, sociedad desalmada. Cuerpo ciego de sí, perdido de Sí: propietario de todo, ya no es dueño de sí. Ya no puede permitirse otra pasión que la pasión del consumo. Ha sacrificado el derecho a la vida, su propia vida, en los altares del derecho de ‘propiedad; y ya ha empezado a consumirse a sí mismo.

En octubre del 92, mientras el poder cumplía sus obscenas ceremonias de auto - elogio, celebrando el holocausto de los indios y los negros, muchas otras celebraciones, de signo opuesto, ocurrieron en el mundo entero: ellas han celebrado la larga resistencia y la porfiada dignidad de los vencidos, y han denunciado que la conquista continúa. Una de esas muchas fue el tribunal que la Fundación Basso convocó en Padua, para discutir el derecho internacional a la luz de los quinientos años de la conquista de América. El derecho internacional, hijo del derecho de conquista, está marcado en la frente, por eso que Francois Rigaux llama “su pecado original”. Nos han acostumbrado a olvidar lo que merece memoria y a recordar lo que merece olvido; pero hombres y mujeres del Sur y del Norte nos hemos reunido en Padua a partir de la certeza de que el mundo no es “este” mundo, mutilada plenitud, humillada dignidad, ni el derecho es “este” derecho, coartada de un sistema que jamás dice lo que hace ni hace lo que dice. En el viaje hacia Italia pasé por Andalucía. Y allá escuché una copla de cante flamenco, el canto hondo, el cante jondo, que en tres brevísimos versos contesta, del modo más certero, a la civilización que confunde ser con tener. La copla se me quedó, y todavía canta dentro de mí:

“Tengo las manos vacíasDe tanto dar sin tener Pero las manos son mías “

Úselo y tírelo

“EL DÍA DE LA RAZA”

¿Se suicidan los indios de las islas del mar Caribe, por negarse al trabajo esclavo? Porque son holgazanes.

¿Andan desnudos, como si todo el cuerpo fuera cara? Porque los salvajes no tienen vergüenza. ¿Ignoran el derecho de propiedad, y comparten todo, y carecen de afán de riqueza? Porque son más parientes del mono que del hombre.

¿Se bañan con sospechosa frecuencia? Porque se parecen a los herejes de la secta de Mahoma, que bien arden en los fuegos de la Inquisición.

¿Jamás golpean a los niños, y los dejan andar libres? Porque son incapaces de castigo ni doctrina.

¿Creen en los sueños, y obedecen a sus voces? Por influencia de Satán o por pura estupidez.

¿Comen cuando tienen hambre, y no cuando es hora de comer? Porque son incapaces de dominar sus instintos.

¿Aman cuando sienten deseo? Porque el demonio los induce a repetir el pecado original.

¿Es libre la homosexualidad? ¿La virginidad no tiene importancia alguna? Porque viven en la antesala del infierno.

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Ser como ellos y otros artículos

EL PECADO DE SER ORIGINAL

En América Latina, las estatuas que faltan son casi tantas como las estatuas que sobran. Una de las que faltan, o por lo menos escasean es la de don Simón Rodríguez, llamado el Loco. Este personaje de la primera mitad del siglo diecinueve parece de la semana pasada. Por ser digno de tanta memoria, ha sido condenado al olvido el hombre que cometió el imperdonable pecado de ser original.

“Usted, maestro mío, me enseñó la libertad. Usted ha formado mi corazón para lo grande y lo hermoso”, le escribió el otro Simón, Simón Bolívar. A fines del siglo XVIII, los dos Simones cabalgaban por la llanura venezolana. Antes de dormir, bajo los árboles, don Simón tomaba la lección al joven Bolívar. En 1797, en el puerto de La Guaira, Bolívar despidió a su maestro, que se marchó, disfrazado y con otro nombre, al exilio en Europa. La primera conjura por la independencia había fracasado y los amigos de don Simón se balanceaban en las horcas de la Plaza Mayor de Caracas. Un cuarto de siglo anduvo don Simón al otro lado de la mar. En Europa, fue amigo de los socialistas de París, Londres y Ginebra; trabajó con los tipógrafos de Roma y los químicos de Viena y hasta enseñó primeras letras en un pueblito de la estepa rusa. En 1805, en el Monte Sacro de Roma, Simón Rodríguez y Simón Bolívar juraron la libertad de América, en solemne ceremonia que provocó risitas y estupores en los italianos que pasaban por ahí. Bolívar que había viajado a Europa para visitar a su maestro, regresó a Venezuela. Desde allí, emprendió la guerra. Cuando España ya había sido derrotada en los campos de batalla, don Simón Rodríguez volvió del exilió. Bolívar lo envió a la ciudad de Chuquisaca para que organizara el nuevo sistema educativo en un país recién nacido que fue llamado Bolivia en homenaje al Libertador. Aquello desató un escándalo. Don Simón puso en práctica sus ideas con tres mil niños, mil de los cuales habían sido recogidos en las calles. La escuela modelo de Chuquisaca, escuela - taller, desarrolló algo así como un plan piloto de lo que podría ser la educación de la libertad en -én.ca del Sur. En una escala hasta entonces imposible, don Simón pudo traducir su proyecto en actos:

- Enseñar es enseñar a pensar. Mandar a recitar de memoria lo que no se entiende es hacer papagayos... Enséñenles a los niños a ser preguntones, para que pidiendo el porqué de lo que se les manda hacer, se acostumbren a obedecer a la razón; no a la autoridad, como los limitados, ni a la costumbre, como los estúpidos.

Chillaron las beatas, graznaron los doctores, aullaron los perros. Este loco estaba mezclando a los niños de mejor cuna con los náufragos de la calle, y también mezclaba a los niños con las niñas. Ricos y pobres. machos y hembras se sentaban todos juntos, pegoteados, y para colmo estudiaban jugando. En las aulas no se escuchaba el catecismo, ni los latines de sacristía, ni las reglas de gramática, sino un estrépito de sierras y martillos insoportable a los oídos de frailes y leguleyos educados en el desprecio al trabajo manual:

- Los varones deben aprender los tres oficios principales, albañilería, carpintería y herrería, porque con tierras, maderas y metales se hacen las cosas más necesarias. Se ha de dar instrucción y oficio a las mujeres, para que no se prostituyan por necesidad, ni hagan del matrimonio una especulación para asegurar su subsistencia.

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El prefecto de Chuquisaca encabezó la campaña contra “este sátiro que ha venido a corromper la moral de la juventud”. Y al poco tiempo, el mariscal Sucre, presidente de Bolivia, exigió a don Simón Rodríguez la renuncia porque no había presentado sus cuentas con la debida puntillosidad ni había cumplido en fecha con otros requisitos burocráticos. Don Simón se fue; y entonces los dueños del poder echaron un suspiro de alivio y pudieron destinar los dineros de la educación pública a la fundación de Casas de Misericordia y de Institutos de caligrafía para el Bello Sexo.

Corría el año 1826. El expulsado inició una peregrinación de treinta años a lo largo de la cordillera de los Andes. Siempre a lomo de mula, pobre y porfiado como su mula, levantando polvo por los caminos de América:

- No quiero parecerme a los árboles, que echan raíces. Quiero ser viento.

Por donde pasaba, fundaba escuelas y fábricas de velas y de jabones para financiar las escuelas. Este viejo vagabundo, calvo y feo y barrigón, curtido por los soles, llevaba a cuestas un baúl lleno de manuscritos condenados por la absoluta falta de dinero y de lectores. Ropa, no cargaba. No tenía más que la puesta. Bolívar jamás recibió ninguna de las cartas que don Simón le envió. En 1830, mientras en Bogotá quemaban la efigie del Libertador en las calles, y en Caracas lo declaraban oficialmente, “enemigo de Venezuela” don Simón Rodríguez publicaba un encendido panfleto en su defensa. Bolívar murió sin saberlo; y casi nadie se enteró. La revolución de la independencia había sido secuestrada por los mercaderes y los traidores, y don Simón predicaba en el desierto:

-Dónde iremos a buscar modelos? - clamaba don Simón-. Somos independientes, pero no libres.

Lo llamaban el Loco. Casi nadie lo escuchaba, nadie le creía. La gente apretaba los dientes, por no reírse, cuando el Loco lanzaba sus peroratas sobre el trágico destino de estas tierras hispanoamericanas:

- Estamos ciegos. ¡Ciegos!

Los ideólogos del poder exaltaban las virtudes del papagayo. En aquel entonces, como ahora, se recompensaba a quien sabía copiar y se maldecía a quien quería crear. Don Simón iba de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, en las montañas andinas y las costas del océano Pacífico, increpando a quienes mandaban:

- Vean la Europa, cómo inventa, y vean nuestra América, cómo imita. La América no debe imitar servilmente, sino ser original ¡Imiten la originalidad, ya que tratan de imitar todo!

Incapaces de voz propia, los dueños del poder solo podían pronunciar ecos. Economía de importación, cultura de impostación: consumiendo productos británicos, simulaban ser ingleses recitando en francés, simulaban ser franceses. En 1851, don Simón seguía sembrando escándalos: en Latacunga, en Ecuador, propuso al rector del Colegio Mayor que enseñara física en lugar de teología, que levantara una fábrica de loza y otra de vidrio y que implantara maestranzas de albañilería, carpintería y herrería. Y, para colmo, propuso también que la lengua indígena, el quechua, sustituyera al latín:

- En lugar de pensar en medos, en persas, en egipcios, pensemos en los indios. Más cuenta nos tiene entender a un indio que a Ovidio. Emprenda su escuela con indios, señor rector.

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De vez en cuando, los grandes hacendados contrataban a don Simón como maestro de sus hijos, a cambio del tabaco y la comida, pero poco le duraban los empleos. Lo tenían por judío, porque iba regando hijos por donde pasaba y no los bautizaba con nombres de santos católicos, sino que los llamaba Zanahoria, Papa, Choclo, Zapallo y otras herejías. Y se rumoreaba que una de sus escuelas, la de Concepción, en Chile, había sido arrasada por un terremoto que Dios había enviado porque don Simón enseñaba anatomía paseándose en cueros ante los alumnos. El loco había cambiado tres veces de apellido y decía que había nacido en Caracas, en Filadelfia o en Sanlúcar de Barrameda:

- No soy vaca para tener querencia. Nada me importa el rincón donde me parió mi madre. Mi patria es el mundo, y todos los hombres son mis compañeros de infortunio. Estaba cada día más solo. El más audaz, el más querible de los pensadores de América, cada día más solo. A los ochenta años, escribió:

- Yo quise hacer de la tierra un paraíso para todos. La hice un infierno para mí:

En 1854, en el pueblo peruano de Amotape, cayó enfermo. Un testigo contó que apenas don Simón vio que entraba el cura, lo hizo sentarse en una silla, se acomodó en la cama y le echó “algo así como una disertación materialista”. El sacerdote, estupefacto, no consiguió interrumpirlo. Don Simón concluyó su discurso, se desplomó y murió.

(1993) Basado en Memoria del fuego

LAS VIRTUDES DEL MONO Y DEL PAPAGAYO

La historia latinoamericana es, desde hace cinco siglos, una historia del continuo des - encuentro entre la realidad y las palabras. La verdad del mundo colonial latinoamericano no está en las enjundiosas y numerosas leyes de Indias, sino en el cadalso y en la picota, clavados al centro de cada Plaza Mayor. Después, la independencia de nuestros países no redujo la distancia entre la vida y la ficción jurídica. Al contrario: multiplicó esa distancia, en extensión y en profundidad, hasta llegar al ancho y hondo abismo que en nuestros días se abre entre la realidad oficial y la realidad real. La realidad oficial sirve hoy, tanto o más que ayer a la necesidad de exorcismo de la realidad real. A fines del siglo XVIII, los “certificados de blancura” expedidos por los reyes de España y Portugal convertían mágicamente en blancos a los mestizos que pudieran pagarlos, por muy oscura que fuera su piel. A fines del siglo XX, la misma sociedad que te corta la lengua te garantiza la libertad de expresión, y son las leyes de reforma agraria las que amparan la expansión del latifundio.

Durante el siglo pasado, el espejismo de las formalidades jurídicas encontró sus mejores esplendores en las constituciones que los próceres bordaron con primor, para uso de las naciones recién nacidas. Nuestras clases dominantes, desde siempre enfermas de copianditis, convencidas de que nadie es mejor que quien mejor copia, reprodujeron fielmente los modelos constitucionales metropolitanos, y así tuvimos constituciones burguesas sin haber tenido revolución burguesa ni burguesía. La primera Constitución de Bolivia, que el Libertador Simón Bolívar redactó personalmente para el país que llevaba su nombre era una bella síntesis de las constituciones de los países más civilizados de la época. Adolecía de un único defecto: no tenía nada que ver con Bolivia. Entre otras cosas, atribuía los derechos de ciudadanía solamente a quienes supieran leer y escribir en lengua española, y así dejaba fuera al noventa y cinco por ciento de los bolivianos.

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Los generales que ganaron la independencia, y los mercaderes y los doctores que la cobraron, actuaron como silos nuevos países pudieran convertirse en Francia a base de repetir ideas francesas y como si pudieran convertirse en Inglaterra de tanto consumir mercancías británicas. Hoy día, sus herederos actúan como si pudiéramos convertirnos en Estados Unidos a fuerza de imitarle los defectos. Fieles al dictado de la moda que manda usar y desusar las ropas y las ideas, los que mandan enmascaran la realidad con caretas importadas. Importación, impostación: Bolivia no tiene mar, pero tiene almirantes disfrazados de Lord Nelson; Lima no tiene lluvia, pero tiene techos a dos aguas. En Brasil no hubo universidad hasta 1922, y la primera universidad no nació para servir a ningún proyecto nacional de educación, sino para otorgar el título de Doctor Honoris Causa al rey de Bélgica. En Managua, una de las ciudades más calientes del mundo, condenada al hervor perpetuo, hay mansiones que ostentan soberbias estufas de leña, y en las fiestas de Somoza las damas de sociedad lucían estolas de zorro plateado. Papá noel llega al Río de la Plata en pleno verano, pero viene en trineo, y transpiramos a chorros mientras festejamos la nochebuena en torno a un pino blanqueado de nieve de algodón, bebiendo sidra y hartándonos de turrones, piñones, avellanas, nueces, almendras, pasas y todo un banquete de calorías muy apropiadas para los rigores del invierno europeo.

Las culturas dominantes, culturas de clases dominantes dominadas desde afuera, se revelan patéticamente incapaces de ofrecer raíz y vuelo a las naciones que dicen representar. Son culturas cansadas, como si mucho hubieran hecho. A pesar de sus engañosos fulgores, expresan la opacidad de las burguesías locales, todavía hábiles para copiar pero cada vez más inútiles para crear Después de haber regado nuestras tierras con falsos partenones, falsos palacios de Versalles, falsos castillos del Loira y las catedrales de Chartres, hoy dilapidan la riqueza nacional en la imitación de los modelos norteamericanos de ostentación y derroche. Amuralladas en grandes puertos y Babilónicas ciudades, ignoran y desprecian la realidad nacional, o todo lo que en ella las contradice; y prácticamente se limitan a operar como correas de transmisión de los centros extranjeros de poder. Los niños vienen de París, en el pico de las cigüeñas, y la verdad viene de Los Angeles o Miami en estuches de vídeo. Las más de las veces, esa cultura dominante, fabricada en serie, se orienta a vaciar la memoria de América Latina y a castrarle sus fecundidades, para que no se conozca a si misma como realidad ni se reconozca como posibilidad: la induce a consumir y a reproducir, pasivamente, los signos de su propia maldición. Sus mensajes otorgan legitimidad moral a la atroz ley del más fuerte, y nos enseñan que si estamos jodidos por algo será: porque ofrecemos suelo fértil a la semilla comunista, de la que solo brota la zarza espinosa, y sobre todo porque somos tontos, haraganes, torpes y cobardes, y en el fondo nuestra situación es el destino que merecemos.

La poderosa, muy poderosa estructura de la impotencia empieza en la economía, pero no termina en ella. En realidad, el subdesarrollo es eso: no solamente un asunto de estadísticas no solamente una sociedad de violentas contradicciones, océanos de pobreza, islotes de opulencia, no, no solamente: el subdesarrollo es sobre todo una estructura de la impotencia, montada para impedir que los pueblos sometidos piensen con su propia cabeza» sientan con su propio corazón y caminen con sus propias piernas.

Nosotros decimos NO.

LOS NADIES

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Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva — pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba. Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.

Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de La prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

El libro de los abrazos

PREGUNTITAS A LOS PRESIDENTES

1. El deber de la memoria, ¿es servir al olvido? Llevamos cinco siglos trabajando para un mercado internacional que nos desprecia. ¿Vale la pena seguir intentando el desarrollo hacia afuera, basado en el bajísimo precio de nuestros brazos? América Latina no llega al cinco por ciento del comercio mundial, y cada vez nuestros productos valen menos y significan menos. En estos últimos cuarenta años, sin ir más lejos, hemos dejado mucha ofrenda al pie de esos altares: una incontable cantidad de vidas humanas han sido sacrificadas, hemos quemado una quinta parte de nuestras florestas y hemos arrasado una quinta parte de nuestras tierras cultivables. ¿Hasta cuándo nos seguiremos creyendo el cuento de que la pobreza es el merecido castigo que las leyes del mercado propinan a la ineficiencia?

2. Según las asépticas estadísticas de las Naciones Unidas, América Latina produjo sesenta millones de nuevos pobres entre J986 y J990. En esos cuatro años, la proporción de pobres subió en un cinco por ciento. En pleno auge de la libertad del dinero, la dictadura del mercado traiciona a la gente. Lógica del mercado, ley de la ganancia: los perdedores sobran. ¿Qué motivos tienen para creer en la democracia los millones de niños abandonados a la buena de Dios en las calles de las ciudades? 6Y los millones de jóvenes condenados a la desesperación en sociedades que reducen sus espacios de encuentro al mercado y sus orgasmos de consumo? ¿Qué dirían las estadísticas, si pudieran registrar el desprestigio de la democracia y el descrédito de la política?

3. Cuotas de importación, tarifas, prohibiciones: en su último libro, Noam Chomsky describe las barreras de protección que los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia levantan contra la temible competencia comercial de Bangladesh, Trinidad - Tobago, Mali, Togo, Etiopía y otras potencias. ¿Por qué será que los países ricos exigen a los países pobres que abran sus mercados de par en par, mientras ellos cierran los mercados propios con llave, tranca y candado?

4. El hombre endeudado está más preso que el hombre encarcelado. Desde hace diez años, los Estados Unidos tienen la deuda externa más grande del mundo. Sin embargo, el Fondo Monetario Internacional no les ha impuesto ninguna de las condiciones que impone a los países latinoamericanos, que deben muchísimo menos. Sí los Estados Unidos fueran estados desunidos, ¿no seguirían siendo colonias de Inglaterra? ¿No va siendo hora de unir dignidades, en vez de sumar lamentaciones?

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5. Los llaman “tigres asiáticos” o “los cuatro dragones”: Corea del Sur, Taiwan, Singapur, Hong Kong. La tecnocracia internacional aplaude, emocionada, el milagro en el triste panorama del Tercer Mundo, ellos han pegado tremendo salto hacia el desarrollo. Pero, si el mercado libre es la pócima de la felicidad, ¿cómo se explica que estos tigres o dragones se sigan negando a ponerlo en práctica, a pesar de las violentas presiones que vienen sufriendo? ¿Por qué prefieren el modelo japonés, donde el Estado planifica las inversiones, programa las invasiones de mercados extranjeros y protege implacablemente el espacio propio?

6. América Latina tiene sus propios milagros. Signo de los tiempos: el general Pinochet despierta admiración confesada o no, secreta o clamorosa. La dictadura chilena ya no está, pero quien más, quien menos, quieren comprarle la fórmula mágica de la modernización. Pero, ¿para cuántos es el paraíso fabricado por esas manos sucias de sangre, que al cabo de los años del terror han reducido a un tercio la salud pública han duplicado la pobreza? Si el Estado se desmantela se reduce a funciones policiales, para reprimir las consecuencias de sus propios actos, ¿no se reduce también el jefe de Estado a mero jefe de policía?

7. La Argentina está llegando más lejos. Ni el propio Pinochet se había atrevido a devolver a manos privadas el cobre que Allende habla nacionalizado, y el cobre que siendo la viga maestra de la economía chilena y último símbolo de soberanía. En cambio, el presidente Menem entrega a precio de banana el petróleo y todo lo demás. “Yo soy el vendedor de un producto llamado Argentina”, declara el embajador en Washington. ¿Qué pasará cuando los argentinos despierten de la borrachera del dólar barato y en la resaca descubran que se han quedado sin país?

8. En 1992, se realizó un plebiscito en el Uruguay. El 73 por ciento de los votos se opuso a la privatización de los sectores básicos, comunicaciones y energía, y la dejó sin efecto. Los monopolios públicos no son ninguna maravilla, usurpados por la burocracia y ensuciados por la politiquería, pero la gente decidió que esos monopolios públicos son preferibles a la humillación nacional. ¿Por qué no se someten a plebiscito popular, en los demás países latinoamericanos, las privatizaciones que enajenan las claves de la soberanía? ¿La democracia consiste en votar una vez cada cuatro o cinco años y nada más? ¿El derecho de obedecer, el deber de aceptar? En la democracia, ¿está la gente en la tribuna o en la cancha? ¿En el exilio o en el reino? (1993)

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EL DESARROLLO

Para nosotros, el capitalismo no es un sueño a realizar, sino una pesadilla realizada. Nuestro desafió no consiste en privatizar al Estado, sino en des - privatizarlo. Nuestros Estados han sido comprados, a precio de ganga, por los dueños de la tierra y los bancos y todo lo- demás. Y el mercado no es, para nosotros, más que una nave de piratas: cuanto más libre, peor. El mercado local y el internacional. El mercado internacional nos roba con los dos brazos. El brazo comercial nos vende cada vez más caro y nos compra cada vez más barato. El brazo financiero, que nos presta nuestro propio dinero, nos paga cada vez menos y nos cobra cada vez más.

Vivimos en una región de precios europeos y salarios africanos, donde el capitalismo actúa como aquel buen hombre que decía: “Me gustan tanto los pobres, que siempre me parece que no hay suficiente cantidad”. Solo en Brasil, pongamos por caso, el sistema mata mil niños por día de enfermedad o de hambre. En América Latina, el capitalismo

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es antidemocrático, con o sin elecciones: la mayoría de la gente está presa de la necesidad y está condenada a la soledad y a la violencia.

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EL CARNAVAL

Pieles negras, pelucas blancas, coronas de luces, mantos de seda y pedrería: en el carnaval de Río de Janeiro, los muertos de hambre sueñan juntos y son reyes por un rato. Durante cuatro días, el pueblo más musical del mundo vive su delirio coleçtivo. Y el miércoles de cenizas al mediodía, se acaba la fiesta. La policía se lleva preso a quien siga disfrazado. Los pobres se despluman, se despintan, se arrancan las máscaras visibles, máscaras que desenmascaran máscaras de la libertad fugaz, y se colocan las otras máscaras, invisibles, negadoras de la cara: las máscaras de la rutina, la obediencia y la miseria. Hasta que llegue el próximo carnaval, las reinas vuelven a lavar platos y los príncipes a barrer las calles.

Ellos venden diarios que no saben leer, cosen ropas que no pueden vestir, lustran autos que nunca serán suyos y levantan edificios que jamás habitarán. Con sus brazos baratos, ellos brindan productos baratos al mercado mundial. Ellos hicieron Brasilia, y de Brasilia fueron expulsados. Cada día ellos hacen el Brasil, y el Brasil es su tierra de exilio. Ellos no pueden hacer la historia. Están condenados a padecerla.

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DATOS PARA UN PRONTUARIO

Al pie del arco iris, la olla d oro nos espera a todos, ricos y pobres, negros y blancos. En su reciente reunión de Miami, los presidentes de las Américas han entonado, una vez más, el unánime himno de alabanza a la libertad de comercio. Con la excepción de Cuba, que no fue invitada, los representantes de nuestros países han repetido lo que todos los días escuchamos proclamar: La libertad de comercio conduce a la prosperidad y es sinónima de democracia. Quizás no venga mal un repaso, muy a vuelápluma, de los antecedentes de tan elogiada señora:

En nombre de la libertad de comercio, los piratas ingleses y holandeses, Drake, Morgan, Piet Heyn; otros neoliberales de la época, desvalijaban a los galeones españoles. La libertad de comercio era la coartada de los traficantes de esclavos, que arrancaron a quién sabe cuántos millones de negros del África persignándose ante Dios y las leyes del mercado.

La libertad de comercio impuso a ba1a el consumo de alcohol a los indios de América del Norte, y a cañonazos impuso el opio en China.

Cuando los Estados Unidos se independizaron de Inglaterra, lo primero que hicieron fue prohibir la libertad de comercio. Las telas norteamericanas más caras y más .feas que las telas inglesas, fueron a partir de entonces obligatorias, desde el pañal del bebé hasta la mortaja del muerto.

Para imponer afuera la libertad de comercio que jamás practicaron adentro, los Estados Unidos invadieron a los países latinoamericanos a un ritmo de una invasión por año. En nombre de la libertad de comercio, William Walker restableció la esclavitud en América Central. El latifundio esclavista fue establecido en Paraguay, en el siglo pasado, al cabo de una larga guerra de exterminio. Los tres países invasores, Argentina, Brasil y

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Uruguay, enarbolaron la bandera del libre comercio para reducir a cenizas al Paraguay. Este país, culpable de insolencia o locura, había osado poner obstáculos a las mercancías de la industria británica y había cometido el atrevimiento de no deber ni un centavo a nadie.

Gracias a la libertad de comercio, nuestros países se han convertido en bazares. Así ha sido desde los lejanos tiempos en que los mercaderes y los banqueros usurparon la independencia, que había sido arrancada a España por nuestros ejércitos descalzos, y la pusieron en venta. Entonces fueron aniquilados los pequeños talleres que podían haber incubado a la industria nacional. Los puertos y las grandes ciudades, que arrasaron al interior, eligieron los delirios del consumo en lugar de los desafíos de la creación. En Venezuela he visto bolsitas de agua de Escocia, para acompañar el whisky. En Nicaragua, donde hasta las piedras transpiran a chorros, be visto estolas de piel importadas de Francia. En el Perú, enceradoras eléctricas alemanas, en casas de p sos de tierra que no tienen electricidad. En Brasil, palmeras de plástico traídas de Miami. La libertad de comercio es el único producto que los países dominantes fabrican sin subsidios, pero solo con fines de exportación. El más feroz proteccionismo ha hecho posible el poderío de los Estados Unidos, el auto - abastecimiento de Europa y la expansión del Japón. Los japoneses nunca dejaron entrar a Herodes a sus cumpleaños infantiles: cuidándose mucho han crecido tanto que han terminado por comprarse medio Hollywood y el Rockefeller Center.

Todos los antecedentes indican que la liberta del dinero se parece tanto a la libertad de la gente como Buffalo Bill se parecía a san Francisco de Asís. Pero por respeto a la libertad de comercio, que es una forma de la libertad del dinero, los gobiernos democráticos de España y Francia no tuvieron más remedio vender armas a las carniceras dictaduras de Argentina y Uruguay, en años recientes. Y se supone que por idénticos motivos, y muy a su pesar, los Estados Unidos se ven obligados a hacer un espléndido negocio vendiendo armas a Arabia Saudíta, que no solo es principal cliente sino que además es, según Amnistía Internacional, el país que más viola los derechos humanos en el mundo.

En 1954, a Guatemala se le ocurrió practicar la libertad de comercio comprando petróleo a la Unión Soviética. Entonces los Estados Unidos invadieron Guatemala, y en nombre de la libertad de comercio la castigaron a sangre y fuego. Pocos años después, también Cuba olvidó que su libertad de comercio consistía en aceptar los precios que los Estados Unidos le imponían. Cuba compró petróleo soviético, las empresas norteamericanas se negaron a refinarlo y ahí se armó todo el lío que desembocó en Playa Girón y en el bloqueo. Han pasado más de tres décadas, y Cuba sigue expiando el pecado de creer que la libertad es libre.

El libre juego de la oferta y la demanda, como los técnicos llaman a la dictadura de los precios en el mercado, ha obligado al Brasil, en más de una ocasión a arrojar al fondo del mar buena parte de sus cosechas de café. No hace mucho, para defender el precio de la lana, Australia tuvo que sacrificar y enterrar treinta y siete millones de ovejas, que bien podían haber dado abrigo y comida a tantos hambrientos que en el mundo son. En la declaración de Miami, los presidentes de las Américas afirman que “una clave para la prosperidad es el comercio sin barreras”. Para la prosperidad de quién, no queda claro. La realidad, que también existe y no es muda, nos da algunas pistas. La realidad nos informa que la libre circulación de las mercancías y del dinero, que desde hace algunos años se viene abriendo paso en América Latina, ha engordado más y más a los narcotraficantes, que gracias a ella han encontrado mejores máscaras y han podido organizar con más eficacia sus circuitos de distribución de drogas y lavado de dólares

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sucios. También dice la realidad que esa luz verde está sirviendo para que el Norte del mundo pueda dar rienda suelta a su filantropía obsequiando al Sur sus residuos nucleares y otras basuras. (1993)

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LA PESTE

Los termómetros no hacen más que confirmar que está ardiendo de fiebre el mundo, enfermo de la peste del racismo. Es revelador, pongamos por caso, el éxito que está teniendo en los Estados Unidos un libro que dice con todas las letras lo que muchos piensan pero no se atreven a decir, o dicen en voz baja: dos científicos del mundo académico proclaman sin pelos en la lengua que los negros y los pobres tienen un coeficiente intelectual inevitablemente menor que los blancos y los ricos, por motivos genéticos, y por lo tanto se echa agua al mar cuando se dilapidan dineros en su educación y asistencia social.

El libro, The Beil Curve, no agrega nada que valga la pena a la vasta bibliografía del racismo, pero su enorme repercusión indica que está diciendo lo que mucha gente quiere escuchar. Y lo que de veras importa es que su mensaje coincide con el catecismo de la economía de mercado a la hora de la unanimidad universal: desde el punto de vista de la religión del dinero, la pobreza no es el resultado de la injusticia, sino el castigo que la ineficiencia merece. Y entonces acuden los ideólogos a complementar la gran coartada de un sistema que está en guerra con los pobres porque es incapaz de combatir la pobreza: los pobres no son burros porque son pobres, sino que son pobres porque son burros, y son burros por herencia genética. La pobreza es tan natural como la democracia racial que tiene a los negros abajo y a los blancos arriba. La desigualdad social resulta, así, consagrada por la legitimación biológica: la división de la sociedad en clases integra el orden natural de las cosas. “Nunca llegarás a nada” Ésta no es, por cierto, la primera vez que los tests del coeficiente intelectual sirven de materia prima para el desprecio racial, a pesar del dudoso valor de estas mediciones que tratan a las personas como si fueran números.

En The Beil Curve, los profesores Hen-nstein y Murray no hacen más que confirmar qué buenas razones tenía don Alfred Bínet para desconfiar de su propio invento. A fines del siglo pasado, Binet había creado en París el pnmei te.st de coeficiente intelectual, con el sano propósito de identificar a los niños que necesitaban más ayuda de los maestros en las escuelas, pero él fue el primero en advertir que se trataba de un “instrumento imperfecto”, que de ninguna manera podía ni debía servir para descalificar a nadie. El propio Bínet había sido descalificado por sus profesores, cuando era estudiante, como ocurrió con Winston Churchill, Albert Einstein y muchos otros niños de aprendizaje lento, que recibían de sus maestros frases estimulantes, como: “Nunca llegarás a nada”. El test, que puede tener cierta utilidad en determinado momento y lugar, obviamente puede no servir para nada en otro momento y otro lugar. Las primeras aplicaciones del test de Bínet en los muelles de Nueva York mostraron que más del ochenta por ciento de los inmigrantes judíos, húngaros, italianos y rusos eran débiles mentales. A idéntica conclusión llegó, en 1916, el doctor Alejandro Vera Alvarez en la ciudad boliviana de Potosí. Aplicando el test de Bínet a los niños de las escuelas públicas, resultó que menos del veinte por ciento eran normales. El resto era retrasado, por culpa de la herencia y otros factores.

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Dime cuánto pesas y te diré cuánto vales

Cuando Bínet inventó su test en la Sorbona, estaba de moda otra manera de medir la inteligencia: la capacidad intelectual dependía del peso del cerebro. Este método tenía el inconveniente de que solo permitía admirar o despreciar a los muertos. Los científicos andaban a la caza de cráneos famosos, y no se desalentaban a pesar de los resultados desconcertantes de sus operaciones. El cerebro de Anatole France, por ejemplo, pesó la mitad que el de Iván Turguenev, aunque sus méritos literarios se consideraban parejos. La gran figura intelectual del siglo pasado en Bolivia, Gabriel René Moreno, había descubierto que el cerebro indígena y el cerebro mestizo pesaban “cinco, siete y diez onzas menos que el cerebro de raza blanca”. Como ocurre con la policía en los allanamientos, el racismo encuentra lo que pone. Aunque las pruebas nieguen la evidencia, pruebas son. El tamaño del cerebro tiene, en relación a la inteligencia, la misma importancia que el tamaño del pene tiene en relación a la eficacia sexual, o sea: ninguna. Pero todavía en 1964, la Enciclopedia Británica consideraba pertinente informar que los negros tenían “un cerebro pequeño en relación al tamaño de sus cuerpos”. Cuando el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Robert Lansing, tuvo que justificar los diecinueve años de ocupación militar de Haití, no hizo más que ratificar una convicción universal: los negros eran incapaces de gobernarse, y esa incapacidad estaba en su “naturaleza física”.

Antes y después de Hitler

Hasta que Hitler hizo lo que hizo, era normal que los educadores más prestigiosos de América Latina hablaran de la necesidad de “regenerar la raza”, “mejorar la especie” y “cambiar la calidad biológica de los niños”. En el Congreso Panamericano del Niño de 1924, muchas voces exigieron “seleccionar la semillas que se siembran” para generar hijos sanos. Por entonces, el diario El Mercurio, de Chile, encabezó una campaña por el mejoramiento de la raza, a partir de la convicción de que “la mezcla indígena dificulta, por sus hábitos y su ignorancia, la adopción de ciertas costumbres y conceptos modernos”. En 1934, Hitler empezó a poner en práctica la eugenesia, y al mundo no le pareció nada mal que diera el ejemplo esterilizando a los enfermos hereditarios y a los criminales, en defensa de la raza aria. El problema vino después, cuando el feroz hombrecito desbordó todos los límites, y su afán de exterminio y su voracidad de países desembocaron en lo que ya se sabe. Entonces el racismo universal tuvo que llamarse a silencio y durante algunos años calló o se expresó por eufemismos.

Pero la minoría blanca que desde hace siglos manda en el mundo, y que ha organizado al planeta entero como un gigantesco campo de concentración, necesita discursos que absuelvan su historia y justifiquen sus actos. Nada tiene de asombroso, aunque tanto tenga de indignante, que en este mundo dominado por pocos y amenazado por muchos, vuelvan a resonar, ahora, las voces del desprecio. (1994)

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DOS EJEMPLOS DE LA IMPUNIDAD DEL PODER

Primero: Ciudad de Goiania, Brasil, septiembre de 1987: dos juntapapeles encuentran un tubo de metal tirado en un terreno baldío, lo rompen a martillazos, descubren una piedra de luz azul. La piedra mágica transpira luz, azulea el aire y da fulgor a todo lo que toca. Los juntapapeles parten esa piedra o bicho de luz y regalan los pedacitos a sus vecinos. Quien se frota la piel, brilla en la noche. Todo el barrio es una lámpara. El pobrerío, súbitamente rico de luz, está de fiesta.

Al día siguiente, los juntapapeles vomitan. Han comido mango con coco: ha de ser por eso. Pero todo el barrio vomita, y todos se hinchan, y un fuego de adentro les quema el cuerpo. La luz devora y mutua y mata; se disemina llevada por el viento y la lluvia y las moscas y los pájaros.

Fue la mayor catástrofe nuclear de la historia, después de Chernobyl. Muchos murieron, quién sabe cuántos; muchos más quedaron por siempre jodidos. En aquel barrio de los suburbios de Goiania nadie conocía el significado de la palabra radiactividad y nadie había ido jamás hablar del cesio 137. Ninguno de los responsables fue preso. La clínica que dejó tirado el tubo de Cesio sigue funcionando normalmente. América Latina es tierra de impunidades. Chernobyl resuena cada día en los oídos del mundo. De Goiania nunca más se supo. América Latina es una noticia condenada al olvido. En 1992, Cuba recibió a los niños de Goiania, enfermos de radiactividad, y desde entonces les está dando tratamiento médico gratuito. Tampoco este hecho mereció la menor atención de los medios masivos de comunicación, a pesar de que las fábricas universales dé opinión pública siempre están, como se sabe, muy preocupadas por Cuba.

Segundo: Ciudad de México, septiembre de 1985: la tierra tiembla. Mil casas y edificios se vienen abajo en menos de tres minutos. No se sabe, nunca se sabrá, cuántos muertos dejó ese momento de horror en la ciudad más grande y más frágil del mundo. Al principio, cuando empezó la remoción de los escombros, el gobierno mexicano contó cinco mil. Después, calló. Los primeros cadáveres rescatados, que fueron a parar a las fosas comunes, alfombraban todo un estadio de béisbol.

Las construcciones antiguas aguantaron el terremoto. Los edificios nuevos se derrumbaron como si no hubieran tenido cimientos, porque no los tenían o los tenían solamente en los planos. Han pasado los años y los responsables siguen impunes: los empresarios que alzaron y vendieron modernos castillos de arena, los funcionarios que autorizaron rascacielos en la zona más hundida de la ciudad, los ingenieros que mintieron asesinamente los cálculos de cimentación y carga, los inspectores que se enriquecieron haciendo la vista gorda. Los escombros ya no están, se ha reedificado lo destruido y todo sigue como si nada.

Úselo y tírelo

UN HOMBRE DE ÉXITO No puede mirar la luna sin calcular la distancia.No puede mirar un árbol sin calcular la leña.No puede mirar un cuadro sin calcular el precio. No puede mirar un menú sin calcular las calorías. No puede mirar un hombre sin calcular la ventaja. No puede mirar una mujer sin calcular el riesgo.

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LA DESMEMORIA

Estoy leyendo una novela de Louise Erdrich. A cierta altura, un bisabuelo encuentra a su bisnieto. El bisabuelo está completamente chocho (sus pensamientos tienen el color del agua) y sonríe con la misma beatífica sonrisa de su bisnieto recién nacido. El bisabuelo es feliz porque ha perdido la memoria que tenía. El bisnieto es feliz porque no tiene, todavía, ninguna memoria. He aquí, pienso, la felicidad perfecta. Yo no la quiero. El libro de tos abrazos

ÚSELO Y TÍRELO

La sociedad de consumo consume fugacidades. Cosas, personas: las cosas, fabricadas para no durar mueren al nacer; y hay cada vez más personas arrojadas a la basura desde que se asoman a la vida. Los niños abandonados en las calles de Colombia, que antes se llamaban gamines, ahora se llaman desechables y están marcados para morir. Los numerosos nadies, los fuera de lugar, son “económicamente inviables”, según el lenguaje técnico. La ley del mercado los expulsa, por superabundancia de mano de obra barata. El norte del mundo genera basura en cantidades asombrosas. El sur del mundo genera marginados. ¿Qué destino tienen los sobrantes humanos? El sistema los invita a desaparecer, les dice: “Ustedes no existen”.

El Sur, basurero del Norte ¿Qué hace el norte del mundo con sus inmensidades de basura venenosa para la naturaleza y para la gente? Las envía a los grandes espacios vacíos del Sur y del Este, de la mano de sus banqueros, que exigen libertad para la basura a cambio de sus créditos, y de la mano de sus gobiernos, que ofrecen sobornos. La organización Greenpeace ha demostrado que Alemania gastaría mil marcos neutralizando cada tonelada de residuos peligrosos, pero gastando nada más que cien los exporta a Rusia o al Africa. Los veinticuatro países desarrollados que forman la Organización para la Cooperación en el Desarrollo Económico del Tercer Mundo producen el 98 por ciento de los desechos venenosos de todo el planeta. Ellos cooperan con el desarrollo regalando al Tercer Mundo su mierda radiactiva y la otra basura tóxica que no saben donde meter. Prohíben la importación de sustancias contaminantes y las derraman generosamente sobre los países pobres. Hacen con la basura lo mismo que con los pesticidas y abonos químicos prohibidos en casa: los exportan al Sur bajo otros nombres. Buena parte de la basura norteamericana que se descarga sobre México llega envuelta en “proyectos de desarrollo” o disfrazada de “ayuda humanitaria”, y no es por casualidad que la zona fronteriza es la más contaminada del planeta y el río Bravo el más envenenado. Aunque la mayor parte de la basura se vuelca de contrabando, la agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos reconoce que México recibió legalmente, en 1992, 72 mii toneladas de desechos tóxicos de su vecilo. Siete veces más que el año anterior y quién sabe cuántas veces menos que en estos nuevos tiempos de frontera abierta.

El presidente de la Argentina, Carlos Menem se ofrece: aquí tenemos, dice, mucho lugar. La ley argentina impide el ingreso de residuos peligrosos, pero para resolver el problemita basta un ‘certificado de inocuidad` expedido por el país que quiera desprenderse de ellos.

Las palabras andantes

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LA VERGÚENZA DE NO TENER

¿El planeta? Úselo y tírelo. En el reino de lo efímero, todo se convierte inmediatamente en chatarra. Para que bien se multipliquen la demanda, las deudas y las ganancias, las cosas se agotan en un santiamén, como las imágenes que dispara la ametralladora de la televisión y las modas y los ídolos que la publicidad lanza al mercado. El modelo del año pasado es una antigua edad de museo. El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales, proclama el norte del mundo, y los televisores, predicadores electrónicos, difunden el evangelio de la modernización. El dolor de ya no ser, que otrora cantara el tango, deja paso a la vergüenza de no tener; y el Sur, basurero del Norte, hace todo lo posible por convertirse en su caricatura. Pero la sociedad de consumo invita a una fiesta prohibida para el ochenta por ciento de la humanidad. Las fulgurantes burbujas se estrellan contra los altos muros de la realidad. La poca naturaleza que le queda al mundo, maltrecha y al borde del agotamiento, no podría sustentar el delirio del supermercado universal: y al fin y al cabo la gran mayoría de la gente consume poco, poquito y nada necesariamente, para garantizar el equilibrio de la economía mundial mediante sus brazos baratos y sus productos a precio de ganga: brazos y productos que se cotizan cada día peor mientras la tecnología suprime mano de obra y sustituye materias primas en los laboratorios. En un mundo unificado por el dinero, la modernización expulsa mucha más gente de la que integra. Para una gran cantidad de niños y jóvenes Latino - Americanos, la invitación al consumo es una invitación al delito. La publicidad te hace agua la boca y la policía te hecha de la mesa. El sistema niega lo que ofrece; y no hay Valium que pueda dormir esa ansiedad ni prozac capaz de apagar ese tormento. La lucha social aparece en las páginas policiales de los diarios, tanto más que en las páginas políticas y sindicales.

Nacer es una culpa

El mundo de fin de siglo viaja con más náufragos que navegantes y los técnicos denuncian los “excesos de población” en Suramérica, donde las masas ignorantes no hacen más que violar el sexto mandamiento día y noche. Pero…¿”excedentes de población” en Brasil, donde hay 17 habitantes por Km cuadrado, o en Colombia, donde hay 29? Holanda tiene 400 habitantes por Km cuadrado y ningún Holandés se muere de hambre: pero en Brasil y en Colombia un puñado de voraces se queda con todos los panes y todos los peces.

El niño es considerado por los dispositivos sociales, como una amenaza pública en potencia. Lelia tiene catorce años. Se ha criado a la buena de dios en las calles de Río de Janeiro. Ella nunca llora. O llora hacia adentro, y las lágrimas guardadas le envenenan el alma. “todos roban”, dice. “Yo robo y me roban”. Si trabaja, la roban. Si no trabaja, los policías le roban lo que roba y además le roban el cuerpo. Cinco niños caen asesinados cada día en San Pablo-, Brasil. Son niños buena parte de los cuarenta “desechables” que caen mensualmente en las calles de las ciudades Colombianas. Los escuadrones de la muerte, casi siempre policías sin uniforme, no dejan huellas. A los trece policías que asesinaron a sesenta indigentes en Pereira, la justicia militar Colombiana los absolvió penalmente y solo recibieron “sanciones disciplinarias”.

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La basura de Dios

A principios de siglo, el científico inglés Cyril Burt propuso eliminar a los pobres muy pobres “impidiendo la propagación de su especie”. Al fin del siglo, el Pentágono anuncia la renovación de sus arsenales, adaptados a las guerras del futuro; que tendrán por objetivos los motines callejeros y los saqueos; y en algunas ciudades latinoamericanas, como .Satiago de Chile, ya hay cámaras de televisión vigilando las calles. El sistema está en guerra contra los pobres que fabrica, y a los más pobres los trata como si fueran basura tóxica. Pero el Sur no puede exportar al Norte estos residuos peligrosos, que se multiplican cada día. No hay manera de “impedir la propagación de su especie” ni se los puede mantener escondidos, aunque los desechables no existen en la realidad oficial: la población marginal que más ha crecido en Buenos Aíres se llama Ciudad Oculta; se llaman Ciudades Perdidas los barrios de lata y cartón que brotan en los barrancos y basurales de los suburbios de la ciudad de México. No hace mucho, los desechables colombianos emergieron de debajo de las piedras y se juntaron para gritar. La manifestación estalló cuando se supo que los grupos de limpieza social mataban indigentes para venderlos a los estudiantes de medicina que aprenden anatomía en la Universidad Libre de Barranquilla.

Y entonces Buenaventura Vidalt contador de cuentos, les contó la verdadera historia de la Creación. Ante los vomitados del sistema, Buenaventura contó que a Dios le sobraban pedacitos de todo lo que creaba. Mientras nacían de su mano el sol y la luna, el tiempo, el mundo, los mares y las selvas, Dios iba arrojando al abismo los desechos que le sobraban. Pero Dios, distraído, se había olvidado de la mujer y del hombre, que esperaban allá en el fondo del abismo, queriendo existir. Y ante los hijos de - la basura, Buenaventura contó que la mujer y el hombre no habían tenido más remedio que hacerse a sí mismos, y se habían creado con aquellas sobras de Dios. Y por eso nosotros, nacidos de la basura tenemos todos algo de día y algo de noche, y somos un poco tierra y un poco agua y un poco viento. (1994).

Úselo y tírelo.

LA AUTOCRACIA

Secuestro de los fines por los medios: el supermercado te compra, el televisor te ve, el automóvil te maneja, la computadora te programa. Los gigantes que fabrican automóviles y combustibles, negocios casi tan jugosos como las armas y las drogas, nos han convencido de que el motor es la única prolongación posible del cuerpo humano. En nuestras ciudades, sometidas a la dictadura del automóvil, la gran mayoría de la gente no tiene más alternativa que pagar boleto para viajar, como sardinas en lata, en un transporte público destartalado y escaso. Las calles latinoamericanas nunca ofrecen espacio para la bicicleta, despreciado vehículo que es un símbolo de atraso cuando no se usa por pasatiempo o deporte.

La sociedad de consumo, octava maravilla del mundo, décima sinfonía de Beethoven, nos impone su simbología del poder y su mitología del ascenso social.

¿Quien es el amo?

El coche es tu mejor amigo, informa un anuncio. El vértigo sobre ruedas te hará feliz: ¡viva una pasión!, ofrece otro anuncio. La publicidad te invita a entrar en la clase

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dominante mediante la mágica llavecíta que enciende el motor: ¡Impóngase!, manda la voz que dieta las órdenes del mercado, y también: ¡Demuestre su personalidad! Y si pones un tigre en tu tanque, según los carteles que recuerdo desde mi infancia serás más veloz y poderoso que nadie y aplastarás a quien obstruya tu camino hacia el éxito.

El lenguaje fabrica la realidad ilusoria que la publicidad necesita para vender. Pero en la realidad real ocurre que los instrumentos creados para multiplicar la libertad contribuyen a encarcelarnos. El automóvil, máquina de ganar tiempo, devora el tiempo humano. Nacido para servirnos, nos pone a su servicio: nos obliga a trabajar más y más horas para poder alimentarlo nos roba el espacio y nos envenena el aíre.

Respirar es una peligrosa aventura En nombre de la libertad de empresa, la libertad de circulación y la libertad de consumo, se ha hecho irrespirable el aire urbano. El automóvil no es el único culpable del cotidiano crimen del aire en el mundo, pero es el que más directamente ataca a los habitantes de las ciudades.

Las feroces descargas de plomo que se meten en la sangre y agreden los nervios, el hígado y los huesos, tienen efectos devastadores sobre todo en el sur del mundo, donde no son obligatorios los catalizadores ni la gasolina sin plomo. Pero en las ciudades de todo el planeta el automóvil genera la mayor parte de los gases que intoxican el aire, enferman los bronquios y los ojos y son sospechosos de cáncer. En Santiago de Chile, según han denunciado los ecologistas, cada niño que nace aspira el equivalente de siete cigarrillos diarios, y uno de cada cuatro niños sufre alguna forma de bronquitis.

La venta de espejitos

Un amigo brasileño vuela a la ciudad de San Pablo. En el avión, conoce a una turista que viene de Singapur. Singapur es, como se sabe, uno de esos “tigres asiáticos” que la tecnocracia internacional nos vende como milagros producidos por la libertad del dinero y el ninguneo del Estado.

Mi amigo queda de boca abierta: Esa turista es maestra de escuela pública en Singapur y gana quince veces más que una maestra brasileña, porque en Singapur el Estado no maltrata a la educación. En el aeropuerto, otra sorpresa, al contratar el viaje al centro de San Pablo: El taxi por una distancia equivalente cuesta, en Singapur, quince veces menos, porque en Singapur el Estado subsidia ampliamente al transporte público. Y cuando llegan al centro, las calles de San Pablo están taponadas por el tránsito y el aire es una cortina gris. En medio del estrépito enemigo de los oídos y del alma, mi amigo alcanza a escuchar la tercera sorpresa: En Singapur, el Estado limita la circulación de autos privados mediante altos impuestos y aranceles.

Evite el aire libre

¿Qué es la ecología? ¿Un taxi pintado de verde? En la ciudad de México, los taxis pintados de verde se llaman taxis ecológicos y se llaman parques ecológicos los pocos árboles de color enfermo que sobreviven al acoso de los coches. En una publicación oficial de fines del año pasado, las autoridades de la capital mexicana han difundido unos consejos ecológicos que parecen inspirados por los más sombríos profetas del Apocalipsis. La Comisión Metropolitana para la Prevención y el Control de la contaminación Ambiental recomienda textualmente a los habitantes de la ciudad que en los días de mucha contaminación, que son casi todos, permanezcan el menor tiempo posible al aire libre, mantengan cerradas las puertas. ventanas y ventilas, y no practiquen ejercicios entre las lO y las 16 horas.

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También caminar es una peligrosa aventura

Según cuentan los entendidos en antigüedades griegas, la ciudad nació como un lugar de encuentro entre las personas. ¿Hay lugar para las personas en estos inmensos garajes? Poco antes de la publicación de los consejos ecológicos, yo me lancé a caminar por las calles de la ciudad de México. Caminé cuatro horas entre los rugientes motores. Sobreviví. Mis amigos me dieron una emocionante bienvenida, pero me recomendaron un buen psiquiatra.

El automóvil mata una multitud, cada año, en el mundo entero. En muchos países las estadísticas son dudosas o inexistentes o no están actualizadas. Las últimas estimaciones mundiales disponibles (del Worldwatch Institute, de Washington) indican que no menos de 250 mil personas murieron en accidentes de tráfico en 1985. Ni la guerra de Vietnam mató tanta gente en un solo año.

En Alemania, por poner ejemplos de un país donde las estadísticas funcionan, hubo en 1992 cinco veces más muertos por autos que por drogas. En ese solo año, el automóvil mató el doble de alemanes que el SIDA en sus diez años de historia. En todo el mundo, el tránsito es la primera causa de muerte entre los jóvenes, por encima de cualquier enfermedad, droga o crimen. Una tremenda campaña internacional de propaganda, con frecuentes caídas al terrorismo, advierte cada día a los jóvenes sobre los riesgos del sexo en los tiempos del SIDA. ¿Por qué no hacen una campaña semejante sobre los peligros del automóvil? ¿La libreta de chofer equivale al permiso de porte de armas?

Un territorio libre de autos.

Andar en bicicleta por las calles de las grandes ciudades latinoamericanas, que no tienen carriles es la más práctica manera de suicidarse. En los países del sur del planeta, donde las normas existen para ser violadas, hay mucho menos automóviles que en el norte, pero los automóviles matan mucho más.

¿Por qué los latinoamericanos que no tienen ni tendrán auto propio, la inmensa mayoría que no puede ni podrá comprarlo, siguen condenados a hacer la guardia en las esquinas sin más remedio que esperar los ómnibus escasos? ¿Por qué siguen obligados a pagar boletos que se llevan una buena parte de sus raquíticos salarios, sin otra alternativa? ¿Por qué no se abren, antes de que sea tarde, carriles protegidos para la circulación de bicicletas en las avenidas y las calles principales?

Quizás algunas ciudades latinoamericanas, las más babilónicas, han pasado ya el punto de no retorno en el camino - de su propia perdición. Pero otras hay donde sería perfectamente posible la creación de un territorio libre de autos.

La bicicleta como desgracia

Los automóviles no votan, pero los políticos tienen pánico de provocarles el menor disgusto. Ningún gobierno latinoamericano, civil o militar, de derecha, centro o izquierda, se ha atrevido a desafiar al poder motorizado. Es verdad que recientemente Cuba se ha llenado de bicicletas, pero eso no había ocurrido durante los treinta y pico de años de revolución durante los cuales Cuba pudo haber elegido ese vehículo muy barato, que no ensucia el aire y que no requiere más combustible que el músculo humano. No: la bicicleta aparece masivamente en Cuba cuando no hay más remedio, porque no queda ni una gota de petróleo: no como una alegría disfrutable, sino como una calamidad

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inevitable.

El modelo los Ángeles

Ni siquiera las revoluciones, a las que nadie podría negar la voluntad de cambio, se han propuesto poner en práctica la más sencilla manera de disminuir la dependencia ante las omnipotentes empresas que dominan el negocio del transporte y del petróleo en el mundo. Los latinoamericanos nos hemos tragado la píldora de que el infierno de Los Ángeles es el único modelo posible de modernización: una vertiginosa autopista que desprecia el transporte público, practica la velocidad como una forma de violencia y expulsa a la gente. Nos han entrenado para consumir veneno, y pagamos cualquier precio siempre y cuando venga en envase deslumbrante. No hay peor colonialismo que el que nos conquista el corazón y nos apaga la razón.

La bicicleta como pasatiempo

Alemania es el reino de las bicicletas. Hay casi una bicicleta por habitante. Pero eso no significa que la mayoría de los alemanes use la bicicleta como medio de transporte. En los fines de semana, las autopistas se llenan de bicicletas acostadas sobre los automóviles. En un reciente artículo publicado en el Zeit magazin, el periodista Michael Miersch explica que la bici ayuda al medio ambiente “solamente cuando sustituye al auto, por ejemplo, en el camino hacia el trabajo. Los ciudadanos que en los fines de semana viajan hacia la naturaleza con la bicicleta encima del auto no resuelven ningún problema: crean más problemas”.

¿Por qué no?

Yo vivo en una ciudad donde hay un coche de uso privado por cada ocho habitantes, lo que todavía es poco si se compara, pero la cantidad de automóviles crece peligrosamente año tras año y nuestro índice de accidentes mortales es uno de los más altos del mundo. Los pocos montevideanos que usan la bicicleta como vehículo “en el camino hacia el trabajo” arriesgan convertirse en mártires de la ecología.

A los uruguayos nos gusta discursear sobre la calidad de vida, pero Montevideo se sigue perdiendo la oportunidad de poner en práctica una lindísima experiencia de transporte alternativo. La bicicleta seria un medio de transporte perfectamente posible, como medio único o complementario, para muchísima gente.

¿Por qué no se instalan, de una buena vez, los imprescindibles carriles? Bastaría con colocar un bloque cada metro, a lo largo de los senderos libres. Lugar, hay. Y donde no hay, se puede inventar. O acaso solo se pueden ensanchar las avenidas para reducir el espacio humano en beneficio del automóvil? (Cuando a modo de consuelo nos dejan, en las veredas mínimas, unos arbolitos bonsai).

Montevideo tiene todavía un tamaño bastante humano, con distancias que no asustan al pedal; y aunque no es una ciudad llana, su suave lomerío no obliga a extenuantes subibajas, con excepción de unos pocos repechos empinados. Y hasta el clima ayuda. No sufrimos Los calores de Cantón ni los fríos de Ámsterdam, ciudades donde ni los calores ni los fríos impiden que la bicicleta sea el medio de transporte más frecuente.

Fin de sigloEntierra o destierra. Está envenenada la tierra que nos lleva.

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Ya no hay aire, sino desaire. Ya no hay lluvia, sino lluvia ácida. Ya no hay parques, sino parkings. Empresas en lugar de naciones. Consumidores en lugar de ciudadanos. Aglomeraciones en Lugar de ciudades. Competencias mercantiles en lugar de relaciones humanas. No hay pueblos, sino mercados. No hay personas, sino públicos. No hay realidades, sino publicidades. No hay visiones, sino televisiones. Para elogiar una flor, se dice: “Parece de plástico”.

Inédito en libro

LA UTOPIA

Ella está en el horizonte, - dice Femando Birrí -. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar.

Las palabras andantes

EL DERECHO DE SOÑAR

Vaya uno a saber cómo será el mundo más allá del año 2000. Tenemos una única certeza: si todavía estamos ahí, para entonces ya seremos gente del siglo pasado y. peor todavía. seremos gente del pasado milenio. Sin embargo, aunque no podemos adivinar el mundo que será, bien podemos imaginar el que queremos que sea. El derecho de soñar no figura entre los treinta derechos humanos que las Naciones Unidas proclamaron a fines de 1.948. Pero, si no fuera por él, y por las aguas que da de beber, los demás derechos se morirían de sed.

Deliremos, pues, por un ratito. El mundo, que está patas arriba, se pondrá sobre sus pies: En las calles, los automóviles serán pisados por los perros. El aire estará limpio de los venenos de las máquinas, y no tendrá más contaminación que la que emana de los miedos humanos y de las humanas pasiones. La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni ser comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor. El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas. La gente trabajar: Para vivir, en lugar de vivir para trabajar.

En ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a hacer el servicio militar, sino los que quieran hacerlo. Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas. Los cocineros no creerán que a las langostas Les encanta que las hiervan vivas. Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos.

Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas. El mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra por siempre jamás. Nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión. Los niños de la calle no

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serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle. Los niños ricos no serán tratados como sí fueran dinero, porque no habrá niños ricos. La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla. La polícía no será la maldición de quienes no puedan comprarla. La justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda.

Una mujer, negra, será presidente de Brasil y otra mujer, negra, será presidente de los Estados Unidos de América. Una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú. En Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria. La Santa Madre Iglesia corregirá algunas erratas de las piedras de Moisés. El sexto mandamiento ordenará: “Festejarás el cuerpo”. El noveno, que desconfía del deseo, lo declarará sagrado. La Iglesia también dictará un undécimo mandamiento, que se le había olvidado al Señor: “Amarás a la naturaleza, de la que formas parte”. Todos los penitentes serán celebrantes, y no habrá noche que no sea vivida como sí fuera la última, ni día que no sea vivido como si fuera el primero.

Inédito en libro

ABSTRACT: M. A. M.