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    LOS ENFERMOS

     ANTONIO ALAMO

     

    NOTA PRELIMINAR

     Tres colosos han construido la Europa de la que ahora somos herederos. El primero de

    ellos se llamaba Adolf Hitler. El soñó que su pueblo era el elegido, y soñó también que

    los judíos desaparecían de la faz de la Tierra. El segundo se llamaba Josif V. Stalin. Soñó

    que la lámpara encendida en la Unión Soviética iluminaría el futuro de la humanidad. El

    tercero fue Winston Churchill, y tenía un sueño algo más modesto. Soñó una Europa

    libre de guerras durante un periodo de cincuenta años. Sus sueños, como se ve, eran bien

    distintos y, sin embargo, ninguno de ellos se ha cumplido. Nuestros tres colosos se

    parecían al menos en otra cosa: eran hipertensos y arteriosclerosos. Nuestro siglo es

    también hipertenso y arterioscleroso. Esta obra puede ser considerada una especie de

    diagnóstico.

    PERSONAJES

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    ADOLF HITLER

    EVA BRAUN(amante de Hitler)

    UN MEDICO

     JOSIF V. STALIN

    PAVLOV(intérprete de Stalin)

    WINSTON CHURCHILL

    BIRSE(intérprete de Churchill)

    BULGANIN

    KRUSCHEV

    MALENKOV

    BERIA(ministros de Stalin)

      ACTO PRIMERO:

    COMIENZAN LAS AVENTURAS DE UN CADAVER 5

      ACTO SEGUNDO:

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      UNA REUNION INFORMAL 16

      ACTO TERCERO:

      HAMLET VIVE EN EL KREMLIN 39

     

    ACTO PRIMERO

      DONDE COMIENZAN LAS AVENTURAS 

    DE UN CADAVER

      (30 DE ABRIL DE 1945)

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    Escena Única

     En escena un hombre de cincuenta y seis años, miope, adicto al azúcar, al café y a lapervitina; un hombre que no hace nada, que destila aburrimiento a su alrededor;cancerófono y muy relimpio; hipertenso, lo que le produce jaquecas y eventualespérdidas de memoria; un hombre con una lesión cerebral que es la causa de un temblorpronunciado, especialmente en la mitad izquierda del cuerpo, y una rigidez muscularque le confiere una disposición algo extraña; la cifosis que padece le hace andar

    encorvado; tiene afectados los tímpanos y carece del sentido del equilibrio; la manoderecha no le obedece; su rostro tiene un color ceniciento y bajo los ojos se le formangrandes bolsas; su piel es llamativamente pálida y flácida; apenas soporta la luz; observa-mos también una hemorragia en el cuerpo vítreo del ojo derecho, y aunque la retina estáintacta, le parece verlo todo como a través de un velo; el corazón, junto al que esperfectamente audible el jadeo de la orta, se encuentra deformado y presenta una dilata-ción del ventrículo izquierdo con amenaza de infarto; tiembla más que nunca; sólo lograconcentrar su pensamiento con grandes dosis de esfuerzo; su memoria divaga; no esinfrecuente que haya que repetirle las preguntas más de una vez; le agitan crisis leves de

    tipo epiléptico; cuando camina lo hace a pasos cortos, siempre ayudado de un bastón oapoyándose en los muebles, y arrastra los pies, aunque tampoco puede permanecersentado mucho tiempo; padece de sialorrea y el exceso de salivación le asoma en lascomisuras de los labios, síntomas estos últimos de la enfermedad de Parkinson. Sunombre es Adolf Hitler.

    Viste camisa verde y traje negro con calcetines y zapatos a juego, todo muy pulcro.

    A su lado un médico, que le toma la tensión.

    Y en la misma estancia, una sombra: es Eva Braun. Viste de novia y tiene un pastilleroen la mano.

    También hay un perro.

    Estamos a nueve metros bajo tierra, en el refugio subterráneo de la Cancillería del

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    Tercer Reich. Los soviéticos se encuentran ya muy próximos: siguen cayendo bombassobre Berlín; se escuchan asimismo lejanas ráfagas de disparos.

    EVA (al médico).¿Se ha comprobado ya la eficacia del veneno?

     El médico asiente.

     A continuación Hitler le hace un gesto para que se retire.

    El médico, después de cuadrarse y hacer el saludo nazi, sale de escena. Adolf Hitler nisiquiera lo mira.

    HITLER. La gente no piensa ni ha pensado nunca, y es imposible que piense. Paradarse cuenta de ello, basta con asistir a un estreno teatral.

     Se escucha una nueva y más fuerte explosión y la estancia, fría e incómoda, es sacudidacomo por el temblor de un seísmo. El escritorio y el resto de los muebles se ven cubiertospor un fina película de polvo de yeso proviniente del techo.

    HITLER. El día que la gente se ponga a pensar por sí misma, todos los gobiernos ytodos los estados y todas la naciones se desintegrarán. (Nueva sacudida de bombas.) Sí:es verdad que yo elogié infinitamente al pueblo alemán, pero también es verdad que

     jamás fui sincero en mis declaraciones. En realidad nunca pensé que el pueblo alemán,mi pueblo, fuera mejor que el pueblo judío. Nunca pensé que mi pueblo pensara. Yo lotuve que hacer por ellos. (Pausa.) Sí: es verdad que yo intenté convencer a mi pueblo deque ellos eran un poco mejores que el resto; es verdad que intenté educarlos en la ley que

    rige todas las cosas: la lucha eterna; es verdad todo esto, pero no es menos verdad que,en mi fuero interno, yo intuía que ellos eran incluso un poco peores. (Pausa.) Es verdadque yo quise convertir Alemania en una potencia mundial de primera categoría. Pero,¿no es eso mismo lo que quieren Stalin y Churchill? ¿No es eso mismo lo que quiere elgusano de Truman? ¿Cuál es la diferencia entre ellos y yo? Yo diré cuál es esa diferencia:yo he perdido y ellos han ganado. Yo quise lo imposible. Yo quise dar a mi pueblo unhogar, formar una nación, darles un destino. ¿Soy culpable de haber soñado lo

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    imposible? Yo quise deshumanizar al individuo para humanizar a la masa, convertirlosen héroes, en dioses. He querido lo imposible. He descubierto que la máxima aspiracióndel ser humano es la de convertirse en un pequeño rentista. La Democracia les da esesueño y ellos eligen la Democracia. Yo he perdido y ellos han ganado. Y yo os diré por

    qué he perdido: he perdido porque mi pueblo era un pueblo de cobardes, mi pueblo eraun pueblo de gusanos. ¡No pensaban, no les gustaba pensar! ¡No pensaban mientras lasvictorias de Alemania se sucedían día tras día! ¡Yo pensaba por ellos! ¡Pero de repentedeciden "pensar" cuando las cosas se ponen feas! ¡Y ahora me señalan a mí con el dedo!¡He sido engañado por mis mejores amigos y he conocido la traición de mi pueblo!

    Hitler respira agitadamente. 

    EVA. ¿Con quién hablas?

     HITLER. No logro comprender la estupidez de la gente.

     EVA. ¿Con quién estás hablando?

     HITLER. Con la Historia.

    Eva Braun abre el pastillero y saca una cápsula de cianuro. A continuación Hitler abreun cajón de la mesa de despacho y saca una caja. La abre. Es un juego de pistolas: unaWalter PPK y otra más pequeña, su Walter 6.35 con empuñadura nacarada. Pone ambassobre la mesa.

    HITLER. Pero la Historia no me ha escuchado porque la Historia está fornicando conlos vencedores. La Historia mete su largo rabo en el blanco culo de Stalin mientrasTruman mete el suyo, blando como un gusano, en la boca del ruso. Y Churchill se la

    machaca mientras los aviones arrojan bombas sobre Berlín.

    Larga pausa.

    HITLER. Eva...

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     EVA. ¿Sí?

     HITLER. ¿Cómo te sientes?

     EVA. ¿Cómo quieres que me sienta?

     Hitler mueve la cabeza desaprovadoramente.

     EVA. Siento que dentro de pocos minutos voy a dejar de sentir para siempre, y eso me

    hace sentir muy sola.

    HITLER. Si yo no derramé lágrimas por Alemania, tampoco lo haré por ti.(Escuchamos la artillería pesada devastando la ciudad.) ¿Escuchas? Siguen cayendo las

     bombas. Ese es mi único consuelo. Morir mientras caen las bombas sobre Berlín. Morirmientras mi compatriotas son aniquilados. Yo muero pero también mueren esos gusanoshijos de puta. Y yo no muero con ellos, en la batalla, sino que muero contigo, Eva.

    EVA. Yo prefiriría vivir contigo en vez de morir contigo.

    HITLER (sin haberle escuchado). En cientos de desfiles, ¿recuerdas, Eva?, yo mantuve

    el brazo en alto durante horas, sin importarme el dolor, sólo ocupado en mirar a todos ycada uno de los que desfilaban ante mí. Hipnotizándolos. "Hoy el Führer estuvo sietehoras con el brazo en alto. ¿Cómo es posible que lo aguante? No es humano", decían. Yoquise mantener la unidad de mi pueblo, la unidad de sangre y la unidad de voluntad. Yotuve que convertirme en un dios para las masas. Por tanto mi voluntad era la únicavoluntad del pueblo alemán. Y ellos estaban contentos así. Contentos de no tener quepensar en absoluto. De modo que me convertí en el pensamiento del pueblo alemán; demodo que hice desaparecer las leyes; de modo que libré a mi pueblo de los burócratasinútiles. Y ellos estaban contentos. La ley era mi palabra. ¡Ese fue mi error! Cada cosa que

    decía se convertía en una orden y luego en un hecho irrevocable. ¿Te acuerdas, Eva, deese viaje a Munich en que tropecé con un montón de adoquines? ¿Te acuerdas?

     Eva niega.

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      HITLER. Fue frente a la iglesia de San Mateo, tropecé con un montón de adoquinesque afeaban el lugar. Entonces comenté: "La próxima vez que venga a Munich no quierover ese montón de adoquines". ¡Y ellos creyeron que me estaba refiriendo a la iglesia! ¡Asíque a la mañana siguiente mandaron derribarla sin contemplaciones! ¿No te acuerdas,

    Eva? ¡El perspicaz pueblo alemán! ¡El perspicaz pueblo alemán me amordazó! ¡No podíadecir nada porque todo lo que yo decía se cumplía! ¡Todo! ¡Tenía pánico a hablar! ¡Meamordazaron! ¡Amordazaron mi voluntad y ahora hemos perdimos la guerra! (Hitlerrespira agitadamente.) El lunes pasado, por ejemplo. Le pedí a ese idiota de Willi algo decomer. "Algo simple, como una tortilla", le dije, pero ¿sabes lo que pasó? Me contestóque no había huevos en la Cancillería. Al preguntarle por las causas de la carencia dehuevos me dijo que el ruido de la artillería pesada excitaba a las gallinas. Las gallinas, alparecer, habían dejado de poner huevos. Entonces comenté en broma: "No son buenasalemanas. Deberían fusilarlas a todas".

    EVA. ¿Cómo?

     HITLER. Sí, eso dije. "Deberían fusilarlas a todas".

    EVA. ¿Han fusilado también a las gallinas? ¿Las han fusilado?

     HITLER. A todas. No sólo en Berlín. En toda Alemania no queda una sola gallina. Miorden se corrió como la pólvora y todas las gallinas alemanas fueron fusiladas deinmediato.

    EVA. ¿Y por qué diste esa orden?

     HITLER. ¿Qué dices Eva?

     EVA. ¿Por qué diste esa orden?

     HITLER. ¡No era una orden! ¡Esa es la cuestión! ¡No era una orden!

     Hitler respira agitadamente.

    HITLER. Y los cuerpos de las gallinas quedaban tan destrozados que era imposibleaprovechar una pizca de gallina.

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     EVA. Ahora comprendo, ahora comprendo.

    HITLER. ¿Qué es lo que comprendes?

     EVA. Hace cuatro días pedí pollo asado y Willi me miró con una cara... Una cara rara.

    HITLER. Ahora comprendo.

    EVA. ¿Qué es lo que comprendes?

     HITLER. Hace tres días Willi me vino a sugerir que tú también me habías tracionado.

    Pausa larga.

    EVA. ¿Y tú qué hiciste?

     HITLER. Lo mandé fusilar.

    Eva tiene un espasmo y luego se ríe histéricamente.

     HITLER. ¿Qué te pasa?

     EVA. Creo que esto empieza a hacerme efecto. El cianuro. Lo siento en la cabeza. Comouna gran borrachera.

    HITLER. Yo muero contigo.

    EVA. Vuélvemelo a decir.

    HITLER. Yo muero con...

     EVA. No, no es eso lo que quiero que me digas.

    HITLER. ¿Entonces qué?

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     Eva junta las manos y se pone a rezar.

    HITLER. Yo muero contigo. ¡Debes morir con la alegría en el corazón!

     EVA. ¡Reza conmigo!

     HITLER. No creo que el buen Dios esté interesado en escucharme. El inventó la oraciónsólo para vosotras, pues bien sabía que erais incapaces de mantener la boca cerrada.

    Eva tiene un nuevo y más fuerte espasmo y luego otro ataque de risa.

    Hitler coge una de las pistolas, apunta y dispara al perro.

     El perro aulla y comienza así su agonía.

    También Eva está agonizando. Pero reza.

    HITLER. Si no fuera porque estás a punto de morir, te fusilaría. Si no fuera por eso y sino fuera porque ya estoy cansado de dar órdenes.

    Hitler vuelve a coger la pistola y dispara sin control a las paredes.

     A continuación empuña una pluma y escribe.

    HITLER (mientras escribe). "No es verdad que yo o nadie en Alemania, haya deseadola guerra en 1939... Propuse demasiadas veces el control de los armamentos para que laposteridad pueda ignorarlo... Los siglos pasarán, pero de las ruinas de nuestras ciudades

    y de nuestros monumentos brotará eternamente un odio indestructible contra losresponsables de estas destrucciones... Después de seis años de guerra..., yo no puedoabandonar la ciudad que es la capital de nuestra nación. Tengo que compartir la suertede los millones de seres que han aceptado quedarse aquí. Además, no quiero caer enmanos del enemigo que quiere ofrecer un nuevo espectáculo..., con el solo fin de divertira sus masas histéricas... Por consiguiente he decidido..."

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     EVA (muy débilmente). ¿Con quién hablas?

     HITLER. "... He decidido quedarme en Berlín y elegir voluntariamente mi muerte..."

     EVA. ¿Con quién...?

     HITLER. "... Y elegir voluntariamente mi muerte desde el momento que considero quela posición del Führer y de la Cancillería no puede ser sostenida por más tiempo. Muerocon la alegría en el corazón, pues algún día brotará de nuevo la semilla que crecerá para elrenacimiento glorioso del nacionalsocialismo en una nación verdaderamente unida... Séque un día..."

     Eva dice algo, pero ya ininteligiblemente.

      HITLER. "Que un día renaceré..." (Volviéndose a Eva, ahora inerte.) Estoy hablandocon la Historia, así que no me interrumpas o te mandaré...

      La mandíbula de Eva se contrae y borbota un sonido de líquido que escapa de sucuerpo.

    Hitler coge la pistola y dispara repetidas veces contra ella.

    Luego, más calmado, sigue escribiendo, delirante.

    HITLER. "Antes de mi muerte expulso del Partido al ex mariscal del Reich HermannGoering y le retiro todos los derechos que le confería el decreto del 20 de junio de 1941.En su lugar nombro al gran almirante Doenitz presidente del Reich y jefe supremo de lasfuerzas armadas. Antes de mi muerte expulso del Partido y destituyo de todos sus cargos

    al Feichsführer de las SS y ministro del interior, Heinrich Himmler. Y por último, bueno,fusiladlos de todos modos, a Himmler, a Goering y a..."

     Hitler coge la pistola y se apunta a sí mismo.

     Su mano tiembla y el disparo amenaza con no llegar a su destino.

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      HITLER. ¿Eva? ¿Sabes por qué hemos perdido la guerra? ¿Lo sabes? ¡Yo te diré porqué la hemos perdido!: ¡todo el mundo ha estado luchando en el bando equivocado!

    ¡Incluso yo! ¡Hemos hecho la guerra a quienes no eran nuestros enemigos! ¡Yo deberíahaber luchado contra el pueblo alemán!

    Hitler, conmovido por ese último destello de lucidez, aparta la pistola de su sien. Siguerespirando agitadamente, musita algo ininteligible y luego se mete el cañón de la pistolaen la boca.

     Oscuro.

    No se escucha ningún disparo.

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      ACTO SEGUNDO

      UNA REUNION INFORMAL

      (18 DE JULIO DE 1945)

      Escena Única

     Destacan Stalin y Churchill. Dos personajes más: son los intérpretes ruso y británico,Pavlov y Birse respectivamente. Se adivinan sombras de soldados soviéticos que hacen laguardia. En la mesa los restos de una cena copiosa y un mapa desplegado de EuropaCentral, sobre el cual se ha estado discutiendo.

    Stalin viste un uniforme color mostaza, flamante, con entretela en las hombreras y,sobre éstas, mucha cinta dorada con estrellas blancas. En los pantalones,inmaculadamente planchados, una larga y ancha banda roja, todo esto rematado por ungorra rodeada de galones dorados que ahora descansa encima de la mesa. Parece, sinduda, un uniforme concebido para la ocasión, al cual no faltan, entre otras muchas, laOrden de la Victoria y la medalla de Héroe de la Unión Soviética así como las chatarrerasy adornos típicos de los uniformes de la oficialidad del ejército rojo. Churchill, por suparte, aparece con el uniforme de coman dante de las fuerzas aéreas británicas con muchooropel de insignias y medallas, incluyendo por supuesto las alas de piloto calificado.

    Es como si ambos hombres pretendieran impresionarse mutuamente. El efecto estétrico.

     Pavlov viste el uniforme del cuerpo diplomático soviético y Birse un uniforme militar,

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    pero al lado de sus jefes pasan casi desapercibidos. Cuando Churchill habla, el intérpretesoviético susurra simultánea e inaudiblemente en la oreja de Stalin; y también alcontrario: cuando Stalin habla, es Birse quien susurra en la oreja de Churchill.

    Stalin muestra rigidez permanente en un codo, el izquierdo, a causa de un accidentesufrido a los diez años de edad. Por ello ese brazo es sensiblemente más corto que elderecho y, a veces, tras una sacudida, puede desplomarse como si la articulación delhombro se desencajara de modo súbito. Entonces su brazo colgará como si no leperteneciera: el brazo de una marioneta que, no obstante, vuelve a recobrar su posiciónde manera gradual. Ahora tiene cincuenta y un años y una grave arteriosclerosis haempezado a mostrar sus garras. Se encuentra al borde de un infarto de miocardio, aunqueleve, limitado sólo a la punta del corazón. Cuando días más tarde éste se produzca, seráel tercer infarto cardiaco de los últimos cinco meses. Marcado profundamente por laviruela desde pequeño, el rostro marchitado, se aprecian placas rojas que lo jalonan acausa de la deficiente circulación sanguínea. En pocas palabras: se encuentra a merced deuna embolia.

    Sir Winston Churchill tiene en estos momentos setenta y un años de edad. Grueso,pero algo depauperado pese a su tez rosada de niño eterno. Leves dificultadesrespiratorias le aquejan. Es como si un torno le empezara a apretar el pecho en losmomentos de mayor tensión. Las arterias retinianas se ven endurecidas y le confieren

    una mirada transparente pero vidriosa. El peor de sus males, no obstante, es elagotamiento físico tras los duros años de la guerra. Asimismo le inquietan las repentinaspérdidas de memoria. La verdad es que un coágulo perezoso se oculta en su organismoy, en cualquier momento, este coágulo puede ser arrastrado por un torrente de sangre,obstruir bruscamente un vaso y producir un ataque cerebral.

    Churchill enciende un puro con la vitola que lleva su nombre; Stalin su pipa. Esapreciable que ambos hombre han comido y bebido en abundancia.

    STALIN. Para mí ha sido un gran sacrificio venir hasta Berlín.

     CHURCHILL. Quiere decir, supongo, lo que queda de Berlín. Estas ruinas.

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     STALIN. El viaje desde Moscú ha sido largo y frío.

    CHURCHILL. ¿No disponían de mantas en el avión?

     STALIN. A mis médicos no les gusta que haga viajes en avión. Me he desplazado entren.

    CHURCHILL. Lo lamento.

    STALIN. La verdad es que únicamente me siento bien en Moscú. Incluso tuve quesuprimir las visitas al frente. Me perjudican de un modo extraordinario. Hay muchopolvo en el frente, ¿sabe, señor Churchill? (Churchill asiente.) Naturalmente, yo tambiénestoy deseoso de una entrevista a tres bandas: usted, el Presidente Truman y yo. Dehecho, concedo la máxima importancia a esa reunión. No hay nada que me preocupemás en el mundo, pero he de hacer una salvedad.

    CHURCHILL. ¿Cuál?

     Stalin se señala el corazón de modo significativo. En ese momento Churchill es presade un ataque de tos.

    STALIN. ¿No se siente bien?

     Churchill sigue tosiendo.

    CHURCHILL. Sí, me siento bien. (No obstante sigue tosiendo.) Se me pasará enseguida.

    STALIN. ¿Qué le pasa? ¿No se encuentra bien?

     CHURCHILL. Estoy acatarrado y tengo irritada la garganta.

    STALIN. ¿De veras es sólo eso?

    CHURCHILL. Un simple catarro, no se preocupe.

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     STALIN. Le aconsejo baños de vapor con eucalipto y enebro... Un remedio de Georgia.

     CHURCHILL. Lo tendré en cuenta.

    Pero sigue tosiendo de modo incontenible.

    STALIN. Levante el brazo.

    CHURCHILL (entre toses). ¿Qué?

     STALIN. El brazo, el brazo izquierdo, levántelo.

    Churchill levanta el brazo izquierdo.

      Stalin sonríe socarronamente mientras el ataque de tos del señor Churchill vacediendo.

    CHURCHILL. Pues da resultado.

    Stalin asiente.

    STALIN. Estoy contento de que nos hayamos sentado en esta mesa de un modoinformal, pero me gustaría poner de manifiesto que mi deseo sería que nada de lo dichoen esta reunión, absolutamente nada, fuese publicado. Nada de lo dicho debe trascenderfuera de nosotros.

     CHURCHILL. Por mí de acuerdo.

    STALIN. Lo que quiero decir es que esta reunión no ha tenido lugar.

    CHURCHILL. ¿De cara al señor Truman?

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      STALIN. No, de cara a la Historia. Estamos fuera de la Historia. ¿Expreso bien mipunto de vista, señor Churchill?

      CHURCHILL (mirando el mapa). ¿No podría alguien considerar algo cínico que

    hayamos decidido este asunto, tan importante para millares de seres, de un modo tansencillo? Quememos ese papel.

    Stalin le prende fuego.

    El mapa de Europa arde.

    CHURCHILL. Aunque ya podemos decir que somos grandes amigos, sería inútilengañarse creyendo que estamos de acuerdo en todo.

    STALIN. Estoy de acuerdo. (Churchill le mira sin comprender.) Quiero decir que estoyde acuerdo en que no estamos de acuerdo en todo.

    CHURCHILL. En mi opinión, necesitamos tiempo y paciencia para ponernos deacuerdo en todo.

    STALIN. Si algún día yo llegase a estar de acuerdo en todo con usted, me preocuparía

    profundamente.

    CHURCHILL. Decir eso no es muy diplomático por su parte.

    STALIN. Estoy de acuerdo.

    CHURCHILL. ¿Cómo dice?

     STALIN. Pero al menos hemos llegado a estar tan de acuerdo como pueden estarlo dos

    personas que es imposible que estén de acuerdo.

    CHURCHILL. Estoy de acuerdo.

    STALIN. Sin embargo, nada es definitivo. El mundo da vueltas.

     CHURCHILL. Hay algo que sí es definitivo.

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     STALIN. ¿Qué?

     

    Churchill apunta maliciosamente el corazón de Stalin.

    STALIN. Claro, eso sí. ¿Me permite hacerle una pregunta de carácter personal?

     CHURCHILL. En principio no tengo ningún inconveniente.

    STALIN. ¿Usted cree que existe vida después de la muerte?

      CHURCHILL. No tengo la menor duda al respecto. No hay nada. Si acaso unastinieblas frías y aterciopeladas. ¿Por qué me hace esa pregunta?

    STALIN. Siempre es bueno conocer otros puntos de vista distintos al de uno.

    CHURCHILL. ¿Cuál es su punto de vista?

     STALIN."Todo está tan frío ahí dentro, tan indeciblemente vacío".

     CHURCHILL. Mariscal Stalin, por favor: le ruego que en un día como el de hoy no nos

    dejemos abatir por la melancolía. Apartémonos de ese maldito tema cuanto antes. ¿Cómoestá su señora?

    STALIN. ¿Mi señora?

     CHURCHILL. La señora Stalin.

    STALIN. Se suicidó la semana pasada.

     Churchill tose.

    Luego levanta el brazo izquierdo y las toses cesan.

    CHURCHILL. Pues sí que funciona. ¿Es también un remedio de Georgia?

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     STALIN. ¿Hay alguna cosa más que quiera tratar? Me siento muy cansado.

    CHURCHILL. En realidad sí. Aún queda un tema por tratar.

    STALIN. Dígame. Estoy cansado. El viaje hasta Berlín ha sido largo y frío.

    CHURCHILL. Hitler.

    STALIN. ¿Hitler?

     CHURCHILL. Hitler.

    STALIN. Hitler está muerto. ¿Qué es lo que hay que tratar? No puedo ver el problemapor ningún lado.

    CHURCHILL. Ya, pero ¿dónde están los submarinos?

     STALIN. ¿De qué submarinos me habla?

     CHURCHILL. Alemania disponía, según mis fuentes, de al menos tres submarinos degran tamaño. ¿Dónde están esos submarinos? Nosotros no hemos podido encontrarlospor ningún lado, y me consta que ustedes tampoco. ¿Me equivoco? ¿Dónde están los

    submarinos? ¿Y dónde está Bormann? ¿Y Hitler? ¿Dónde está Hitler? ¿Puedecontestarme?

     Stalin bebe.

    CHURCHILL. Lo expondré de esta forma, mariscal Stalin: ¿podemos estar seguros,completamente seguros, sin ningún resquicio para la duda, de que Hitler está muerto?

     STALIN. Supongo que sí.

    CHURCHILL. ¿Dónde está su cadáver?

     STALIN. Es nuestro. El pueblo ruso nunca le perdonará lo que ha hecho.

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     CHURCHILL. No es ésa la pregunta que yo le he formulado, mariscal Stalin.

    STALIN. Entonces, ¿cuál es la pregunta?

     CHURCHILL. ¿Dónde está el cadáver de Hitler?

     STALIN. En un lugar seguro.

    CHURCHILL. Me han llegado distintas noticias sobre su muerte, y también distintasnoticias sobre el paradero de su cadáver. Algunas de ellas son contradictorias entre sí.Quiero estar seguro.

    STALIN. ¿Qué es lo que sabe sobre ese tema?

      CHURCHILL. Sólo rumores. Pero nada que yo o mis agentes hayamos podidoconfirmar con certeza. Una de las versiones dice que Hitler se suicidó junto con suamante, esa tal Eva Braun.

    STALIN. Ella y los perros.

    CHURCHILL. ¿Qué perros?

     STALIN. Dos pastores alemanes.

    CHURCHILL. Y luego su guardia personal quemó los cadáveres con nafta.

    STALIN. Eso es exacto, excepto que no fue con nafta.

     CHURCHILL. ¿No?

      STALIN. Gasolina. Noventa litros de gasolina. Insuficientes para hacer desaparecercompletamente los cuerpos. Pero, por fortuna, no pudieron contar con más.

    CHURCHILL. Según otra versión su cadáver, intacto, fue encontrado en la Cancilleríacon un tiro en la sien.

     STALIN. Eso también es exacto.

    CHURCHILL. ¿Cómo pueden ser exactas dos informaciones contradictorias?

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      STALIN. Se lo aclararé en seguida. Uno de nuestros soldados, el capitán Polevoi,encontró el cadáver de Hitler en la plaza de la Cancillería. Pero este cadáver resultó noser el verdadero cadáver de Hitler.

     CHURCHILL. No entiendo nada. ¿Intenta decirme que Hitler tenía dos cadáveres?

    STALIN. No, no. Déjeme explicarle. Ya sabe usted que Hitler contaba con variosdobles. A veces alguno de estos visitaba el frente al mismo tiempo que otro, a quinientoskilómetros de distancia, inaguraba un aeródromo mientras que el verdadero Hitlerpronunciaba un discurso en una fábrica. Pues bien, el primer cadáver que encontramosera el de uno de sus dobles. Empezamos a sospechar que ése no era Hitler cuandoencontramos un segundo cadáver que también se parecía a Hitler. La verdad es que alfinal juntamos cinco o seis cadáveres de Hitler. Todos con un parecido físicoextraordinario, y todos, aparentemente, se habían sucidado. Ahora bien, se trataba deaveriguar cuál de ellos era Hitler. Pero ninguno era Hitler. ¿Me comprende?

    CHURCHILL. Siga. Me parece una historia apasionante.

    STALIN. El dentista de Hitler, un tal Blaschke, nos acabó confirmando lo que nosotrosya sospechábamos. Ninguno de esos cadáveres era el cadáver de Hitler.

    CHURCHILL. ¿Por qué hizo una cosa así? Hitler, ¿por qué...?

      STALIN. No, no lo sé. Yo también me he hecho esa pregunta. Parece lógico que élordenase el asesinato de uno de sus dobles y lo situara en algún lugar convincente de laCancillería. De ese modo él habría contado con tiempo suficiente para ocultarse, y luego,escapar de Berlín. No sé, digamos a Los Alpes. Pero, ¿cinco?, ¿cinco cadáveres de Hitleren menos tres kilómetros cuadrados? ¿Qué sentido tiene?

     CHURCHILL. Sí, eso. ¿Qué sentido tiene?

     STALIN. No tiene ningún sentido.

     CHURCHILL. Mariscal Stalin, ¿dónde está el cadáver de Hitler?

     STALIN. Ah, es cierto, no he terminado de contarle toda la historia.

    CHURCHILL. ¿Aún hay más?

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      STALIN. Polevoi fue también el primero en descubrir la entrada del refugiosubterráneo de Hitler. Allí encontró el cadáver de Goebbles, su esposa y los cinco niños.Habían sido asesinados por el propio Goebbles, el cual luego acabó sucidándose. Pero no

    se encontró rastro de Hitler ni de Eva Braun. Finalmente, tras una exahustiva búsqueda,encontramos tres cuerpos medio incinerados. Pensamos que eran Hitler y Eva Braun.

     CHURCHILL. Pero usted ha dicho tres cuerpos.

     STALIN. Sí: Hitler, Eva Braun y un perro.

     CHURCHILL. ¿Sólo un perro? ¿No eran dos?

    STALIN. El otro ha desaparecido misteriosamente.

    Pausa larga.

    CHURCHILL. Entonces, ¿podemos estar seguros de que esos cuerpos incinerados estodo lo que queda de Hitler, Eva Braun y uno de sus perros? ¿Podemos estar seguros,mariscal Stalin?

     Stalin cabecea ambiguamente.

    STALIN. Sí.

    Churchill se levanta y alza su copa.

     Ante una señal de éste, el comandante Birse lo imita.

    CHURCHILL (en actitud de brindis). No exagero si digo que considero la vida delmariscal Stalin como algo precioso para los corazones ingleses. Siento aumentar mi valory esperanza al hallarme en relaciones de amistad con tan grande hombre, cuya fama nose limita al interior de Rusia sino que se extiende por el mundo entero.

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     Churchill bebe y se sienta.

    Birse lo imita en todo.

    Stalin, a su vez, también se levanta y alza su copa.

    Ante una señal de éste, Pavlov lo secunda.

    STALIN (en actitud de brindis). Es usted uno de esos hombres que nacen una vez cadacien años, camarada Churchill, si es que me permite llamarlo de ese modo, ya que esusted el más admirado y valiente de todos los primeros ministros del mundo. Y por todoello le deseo larga vida.

    Stalin bebe y se sienta.

    También lo hace Pavlov.

    Pero Churchill llena su copa otra vez, vuelve a levantarse y alza su copa de nuevo.Birse le sigue en el gesto.

    CHURCHILL. A la salud de las masas proletarias.

    Bebe y se sienta. También Birse bebe y se sienta.

    Pero Stalin y Pavlov ya están de pie con las copas alzadas.

     STALIN. A la salud del Partido Conservador.

    Beben y se sientan.

    Pero Churchill, casi inmediatamente, ha vuelto a ponerse de pie sin que Stalin pueda

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    reprimir cierto fastidio.

     CHURCHILL. Gran Mariscal Stalin, me he permitido traerle un regalo por orden del

    Rey.

    STALIN (interesado). ¿De qué se trata?

     CHURCHILL. Birse...

    Birse pone encima de la mesa un paquete. Stalin lo mira con recelo.

    STALIN (bromeando). ¿Cuándo estallará eso?

     CHURCHILL. Estallará cuando yo haya salido de aquí.

    Se ríen.

    CHURCHILL. A propósito, iré al servicio.

    Sale Churchill, que hace una seña a Birse para que lo acompañe. Quedan Stalin yPavlov, muy envarados, mirando el regalo, sin atreverse ni siquiera a tocarlo.

     STALIN. Me pregunto qué necesidad tiene Churchill de un intérprete ruso para ir alretrete.

    PAVLOV. Tengo entendido que ése es el lugar donde los ingleses suelen tener susdiscusiones políticas.

    Pausa.

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     STALIN. ¿Tú crees que ese paquete...?

     PAVLOV. No, no lo creo, no... No lo sé.

    STALIN. No me fío de ese Churchill. Es un pobre infeliz, pero no me fío. Si se lopermitiéramos, sería muy capaz de sacarnos hasta el último kópec, pero ¿sería tambiéncapaz de ponernos una bom....? Oye, ¿te has fijado en su uniforme? (Pavlov asiente.) ¿Yqué te parece?

     PAVLOV. Bah.

      STALIN. De todas maneras, me alegro de no haberlo matado en 1919. Lo estoypasando en grande. Además, creo que debemos sentirnos orgullosos de cómo van lasnegociaciones.

    PAVLOV. Sí.

    Pausa.

    STALIN. Abre ese paquete.

    Pavlov duda.

    STALIN. Abre...

     Pavlov apura una copa y coge el paquete.

    STALIN. Pero no aquí. Abrelo lejos de mí.

    PAVLOV. ¿Dónde?

     STALIN. Cuanto más lejos, mejor.

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     Pavlov se aparta de Stalin y se dispone a abrir el paquete.

    STALIN. No, más lejos.

    Pavlov se aparta aún más y mira a Stalin para asegurarse de que la distancia entre elloses de su agrado. Sin embargo Stalin cabecea y Pavlov debe apartarse aún más.

    STALIN. Bueno, puedes abrirlo. (Pausa.) ¿Qué es?

    PAVLOV (desde bastidores). Puros.

    STALIN. Enciende uno. (Pausa.) ¿Sabe bien?

     PAVLOV. En mi opinión es excelente.

    STALIN. Bueno, puedes volver.

    Entran Churchill y Birse y se quedan mirando a Pavlov, el cual también entra en ese

     justo momento con el puro encendido.

    A continuación los tres se sientan.

     CHURCHILL.¿Se les ha realizado la autopsia?

    STALIN. ¿Perdón?

     CHURCHILL. Los cadáveres que encontraron. Los cadáveres de Hitler, Eva Braun y elperro... ¿Se les ha realizado la autopsia?

     STALIN. Sí, excepto al perro.

    CHURCHILL. La Corona Británica no está interesado en ese perro. Sólo en Hitler. ¿Y bien? ¿Qué conclusiones han sacado?

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     STALIN. La primera que está muerto.

    CHURCHILL. ¿Cómo?

     STALIN. Sí, está muerto.

    CHURCHILL. ¿De verdad?

     STALIN. Parece como si usted no acabase de creer que Hitler está muerto.

    CHURCHILL. No, no es eso. Sólo que preferiría estar absolutamente seguro. ¿Podríaadelantarme el contenido de la autopsia?

    STALIN. ¿Qué le interesa saber exactamente?

     CHURCHILL. No hay nada sobre ese asunto que no sea de mi interés.

    STALIN. Bueno, quizá el dato más llamativo es que Hitler, de todas formas, hubieramuerto en pocos meses. Estaba muy enfermo.

    CHURCHILL. ¿Qué clase de enfermedad?

     STALIN. Los padecimientos de Hitler eran innumerables.

    CHURCHILL. ¿Podría contar con una copia del informe forense?

     STALIN. Tendré que estudiarlo.

    CHURCHILL. ¿Estudiar qué?

     STALIN. Su cadáver nos pertenece.

    CHURCHILL. No hablo del cadáver. El cadáver pueden quedárselo ustedes. Hablo delinforme forense de la autopsia.

     STALIN. Ese informe es prácticamente todo lo que queda de Hitler.

    CHURCHILL. Por eso mismo. ¿No podría facilitarme una copia?

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     STALIN. Parece usted obsesionado por el cadáver de ese mequetrefe.

    CHURCHILL. Yo diría más bien que es usted el que padece esa obsesión.

    STALIN (levantándose). Estoy cansado. El viaje hasta Berlín ha sido largo y frío.

    CHURCHILL. De todos modos. A la Corona Británica le gustaría disponer de unacopia del informe forense. No es ninguna obsesión personal. Dese cuenta de que hanmuerto... ¿Sabe usted cuántos británicos han muerto en esta guerra, mariscal Stalin?Tantos que nos vemos obligados a ocultar la cifra.

     STALIN. A mí me sucede lo mismo.

    CHURCHILL. A mi pueblo le gustaría no tener dudas sobre...

    STALIN. Por favor, señor Churchill, dejemos este tema. Por mi parte no puedo ver elproblema por ningún lado. De hecho, no tengo el más mínimo inconveniente enremitirle, a través del servicio diplomático, una falange del señor Hitler.

    CHURCHILL. ¿Una falange?

     STALIN. Si no le parece suficiente, podría estudiarse el entregarles también un fémur.

    Aunque le advierto que tanto una como el otro están bastante chamuscados.

     CHURCHILL.¿Y qué pretende que hagamos con ellos?

      STALIN. Eso no es asunto mío, pero tal vez podría sugerirle que lo conserve en unavitrina del Museo Británico.

    CHURCHILL. ¿Sin un certificado de autenticidad? La prensa se nos echaría encima.

     STALIN (a Pavlov). Vámonos.

      CHURCHILL (hablándole con dureza). No me guía un espíritu de hostilidad haciausted y su pueblo al decirle que, después de tantos sacrificios, no voy a conformarme conun simple y anónimo fémur.

    STALIN. ¿Y qué me dice de la falange?

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     CHURCHILL. Bagatelas.

    STALIN. Pues tendrá que conformarse. Ya no tiene mucho sentido ocuparse del

    pasado. ¿No deberíamos más bien mirar hacia el futuro? ¿Qué importa el cadáver deHitler? ¿Vamos ahora a entrar en polémica por un fiambre? No, señor Churchill. Hayasuntos más importante que requieren toda nuestra atención. Por ejemplo, creo que elEstado Mayor General Alemán debe ser liquidado en su totalidad.

    CHURCHILL. En principio estoy de acuerdo.

    STALIN. Toda la fuerza de los ejércitos de Hitler depende ya de unos cincuenta miloficiales y técnicos. Mi propuesta es que hay que cojerlos por el pescuezo y apretar contodas nuestras fuerzas. Aunque no uno por uno, naturalmente.

    CHURCHILL. El público y el Parlamento británicos nunca aplaudirán una ejecución enmasa de tal calibre. Cincuenta mil almas.

    STALIN. Mi público sí.

    CHURCHILL. Eso quizá sea porque usted no tiene público.

    STALIN. Somos mucho millones de soviéticos.

    CHURCHILL. No, son muchos millones de soviéticos y usted. A usted le basta conmandar. Yo, en cambio, tengo que convencer y persuadir.

     STALIN. Debe de ser una pesadilla gobernar un país con tanta gente que se cree conderecho a opinar. (Churchill lo mira sorprendido.) De cualquier manera, hay que hacercincuenta mil fusilamientos.

    Churchill cabecea desaprobadoramente.

    STALIN. Tal vez podemos llegar a un acuerdo. Creo que bastará con veinticinco otreinta mil ejecuciones. No tengo inconveniente, además, en que usted mismo decida laforma en que deben ser ejecutados. Aunque desde luego la horca inglesa, con todos misrespetos a sus tradiciones, me parece el peor de los modos posibles. Fusilamiento o ácidoclorhídrico, ésas son mis propuestas.

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     CHURCHILL. Nadie será ejecutado sin que medie un juicio justo.

    STALIN. Ustedes los demócratas tienen una afición desmedida por los actos formales.

    Esos hombres son criminales de guerra. Podemos fusilarlos. Luego, si usted quiere, leshacemos un juicio justo. Aunque me parece superfluo intentar demostrar lo que todo elmundo sabe. Cualquiera puede verlo. ¿Ha visitado Auschwitz? Yo, señor PrimerMinistro, puedo caer muy enfermo en cualquier momento. No puedo permitir que misojos no presencien la aniquilación de Hitler.

    CHURCHILL. Pero usted acaba de decirme que Hitler ha muerto.

    STALIN. Esos cincuenta mil hombres son la prolongación corporal de Hitler. Si quierofusilarlos no es por capricho. ¿Me entiende?

      CHURCHILL. La Corona Británica jamás aprobará... Para hablarle con franqueza: nosoy partidario de los asesinatos en masa.

    STALIN. Pues a mí me han dado muy buenos resultados. Y ahora, si me perdona,desearía retirarme, señor Churchill. Mañana nos aguarda una jornada bastante dura.

    CHURCHILL. Lamento mucho tener que insistir una vez más sobre el tema, pero¿podría contar con una copia del informe forense?

    STALIN. No. Buenas noches.

    CHURCHILL. Asegúreme, al menos, que esos cadáveres...

    STALIN. Lo repito: no tengo ninguna cosa más que decirle sobre el particular.

    CHURCHILL. Esto es importante. Importante de un modo muy personal, mariscalStalin. Puede que al mundo le baste con haber vencido al diablo, pero a nosotros no.

    Nosotros... Si no mostramos una completa seguridad en este tema, mariscal, nos arriesga-remos a tener que perseguir su fantasma hasta el final de la Historia. (Stalin hace elademán de abandonar la mesa, sin querer añadir nada más.) Un momento, no se marcheaún, dígame, y lamento mucho demorar su partida, mariscal Stalin, pero esta noche nome iría a la cama totalmente tranquilo si no le formulara mi pregunta del modo más claroposible: ¿usted cree que esos cadáveres son, en efecto, los cadáveres de Hitler, Eva Brauny su perro?

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      STALIN. ¿Qué importancia tiene lo que yo crea? Sólo importa lo que digan losinformes forenses de la autopsia y sólo importa lo que la gente llegue a creerse. Y resultaque en esos informes, señor Churchill, hay varios datos que son de mi agrado. En su

    cadáver no hemos podido encontrar su testículo izquierdo, ni en la bolsa, ni en el cordónespermático y tampoco en la pelvis. Un huevo de Hitler se ha perdido PORQUE NUNCALO TUVO. ¿Entiende? Otra cosa que tampoco me desagrada es el hecho de que EvaBraun no era rubia.

    CHURCHILL. Y eso, ¿qué importancia tiene?

     STALIN. Un poco de agua oxigenada, eso es todo.

    CHURCHILL. Sí, pero ¿qué...?

     STALIN. ¿Que qué importancia tiene? Yo hubiera preferido descubrir que esa fulanaera una negra teñida de blanco, pero por el momento debemos conformarnos condescubrir que era rubia teñida. Bueno (se ríe), y no sólo eso. ¡Según la autopsia tenía un

     busto muy reducido! ¡Sí, como lo oye! En las fotografías parecía una walkiria, ¿no escierto?, pero ¡era relleno! (Se ríe.) ¡Relleno!

    CHURCHILL (riéndose con el mariscal). Considero esos datos de extraordinariointerés, ¿podría obtener una copia de...?

     STALIN (que vuelve a ponerse serio). No, no podría, señor Churchill. ¿Cuántas vecestengo que decírselo? Yo sólo soy un mero servidor del destino de la humanidad. Pero,puesto que nos hemos reunido informalmente, como simples y buenos amigos, y ya quenos hemos comprometido a que nada de lo dicho aquí salga de nosotros, no me cuestademasiado decirle que no estoy seguro de que esos cuerpos quemados sean los cuerposde Hitler, Eva Braun y su perro. No, no estoy seguro. Ese Hitler, ¿sabe?, era verdadera-mente estúpido, pero al mismo tiempo tenía una inteligencia diabólica. Ha estadomuchos años jugando con nosotros. ¿Usted cree que, en su último momento, se iba a

    largar sin prepararnos una última trampa? Le gustaban las incógnitas, los jeroglíficos.Era un cabrón. Y se ha marchado como un cabrón. No le ha bastado con dejar detrás de sícincuenta millones de muertos sino que ha dejado, además, cinco cadáveres que podríanser el suyo o no serlo. ¿Me comprende?

    CHURCHILL. No... No del todo.

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     STALIN. ¿No? ¿De veras? Yo, señor Churchill, habría deseado capturar vivo a Hitler...

     CHURCHILL. Yo también.

     STALIN. ... Pero no ha podido ser. Entonces, al menos, me hubiera gustado tener sucadáver a la vista. Pero tampoco a podido ser. Se nos ha escapado de las manos como unaanguila. No sólo él: también su cadáver. El muy hijo de puta.

      CHURCHILL. Ojalá existiera el infierno, algún sitio horrible donde él estuvierapagando ahora sus crímenes.

    STALIN. Usted y yo sabemos que no hay nada, "sólo una especie de oscuridad,tinieblas frías y aterciopeladas". Suena demasiado bien. Yo también... También preferiríaque existiera el infierno.

     CHURCHILL (abatido). Así que esos cadáveres...

     STALIN (interrumpiéndolo). Sí, esos cadáveres tal vez sean los de Hitler y Eva Braun otal vez no lo sean. Ante esto, ¿qué puedo hacer?, ¿qué opción me queda? Yo haré que elmundo crea que esos cadáveres son, en efecto, los cadáveres de Hitler y Eva Braun. Nosólo eso. Yo haré que el mundo, al mismo tiempo que lo cree, lo dude. La duda esimportante, señor Churchill. La duda causa inseguridad, y la gente necesita esainseguridad para necesitarnos a nosotros. Ningún Estado puede mantenerse si no flota

    en el aire la amenaza del caos. Nuestros gobiernos necesitan enemigos. Y una vez quemachaquemos a los japoneses, ¿quiénes cree usted que serán nuestros enemigos?

    CHURCHILL. No habrá enemigos. El mundo respirará en paz.

    STALIN. Ese es un punto de vista muy ingenuo, si me permite decírselo. Si nosquedamos sin enemigos, nosotros seremos superfluos. Si nos quedamos sin enemigos,tendremos que inventárnoslos. Eso es lo que yo estoy haciendo. ¿Me comprende ahora?Hay que sembrar la duda, señor Churchill. La duda es importante.

    CHURCHILL. La pobreza será nuestra enemiga. La pobreza y la opresión.

    STALIN. En eso estoy perfectamente de acuerdo. Pero ¿quién causará la pobrezafutura? (Churchill lo mira sin llegarlo a comprender del todo.) Tenemos que buscar unculpable, o varios, varios culpables que lo sean subsidiariamente, porque de lo contrarionuestros gobiernos se resentirán de esa falta de previsión. Hay que encontrar al diablo

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    antes de que el diablo nos encuentre a nosotros. El miedo es la prestación incondicionaldel Estado. El miedo y la muerte, señor Churchill, y en ese cadáver que está y no está,que es y no es, tenemos un gran caudal de muerte y miedo. Y no conviene malgastarlotontamente con demasiadas certezas. Yo, por mi parte, pienso sacarle todo el jugo que

    pueda. Debemos administrar el miedo, no dilapidarlo. El Estado que yo he creado podrámantenerse y crecer al menos medio siglo más sobre el cadáver de ese hijo de la granputa. Sobre el cadáver del fascismo. Bueno, al no ser que alguien muy idiota me suceda,lo cual no sería demasiado extraño. No puede usted imaginarse, señor Churchill, lacantidad de palurdos que tengo que aguantar cada día en mi propio gobierno. Esperoque me haya entendido porque me resulta imposible expresarme con mayor claridad.(Disponiéndose ya a salir). Buenas noches.

    Stalin se marcha. Detrás de él sale Pavlov.

    La caja de puros, regalo del Rey, se ha quedado olvidada sobre la mesa.

    Churchill empieza a toser.

    Sus toses crecen.

    BIRSE. Levante el brazo izquierdo.

    Churchill lo hace. Pero sigue tosiendo.

     Lentamente va haciéndose el oscuro.

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      ACTO TERCERO

      HAMLET VIVE EN EL KREMLIN

      (28 DE FEBRERO DE 1953)

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     La escena representa el espacioso salón de la "dacha" privada de Stalin en Kuatsevo,

    cerca de Moscú. Este salón hace las funciones de comedor, despacho y dormitorio. Suestilo es sobrio. Destacan un sofá, que durante la noche se convierte en cama; variosteléfonos; una gran mesa cubierta de papeles, libros y periódicos; un enorme tocadiscos;frente a la chimenea, una alfombra oriental; un aparador repleto de medicinas y unretrato de Lenin con un semblante donde muestra la más absoluta indiferencia.

    Escena Primera

      La sala está vacía. No obstante, la chimenea se encuentra encendida. Sonaproximadamente las diez de la noche. Se abre la puerta de doble hoja y entra NikolaiAlexandrovich Bulganin, Ministro de Defensa desde 1947, fecha en la cual el anteriorministro fue confinado en Odesa por ser "excesivamente popular". Nikolai Bulganin esun hombre de faz rojiza y barba de chivo. Cierto periodista norteamericano de la época lodescribe como "un jugador de cartas de los que se ven en los barcos fluviales, sin suerte,pero resignado".

    Se abre pues la puerta y Bulganin entra en el salón, pero al ver que éste se encuentravacío parece sorprendido y se queda inmóvil, casi temeroso, escrutando a su alrededor.Vuelve a salir cuando apenas se puede decir que ha entrado.

    Sin embargo, casi seguidamente, Bulganin vuelve a entrar. Da la impresión de quealguien lo ha empujado de nuevo al interior. Se quita el abrigo, el gorro y los guantes ylos deja sobre una silla. Hay algo ridículo en su persona. Tal vez sea el hecho de se tratade un hombre eximio e insignificante al mismo tiempo. ¿Cómo puede ser eso? Bulganinno ignora que nadie es absolutamente imprescindible y que cualquiera, por muy

    importante que sea el puesto que ocupe, puede ser barrido sin grandes aspavimentos.

     Muy poco después vuelve a abrirse la puerta y Bulganin se sobresalta. Para alivio deéste, quien entra no es más que Nikita Sergueivich Kruschev.

    Nikita Kruschev es un hombre enérgico, pequeño y musculoso que va embutido en untraje de saco de muy mal gusto. Está desarrollando una psicosis maníacodepresiva y

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    lleva un portafolio debajo del brazo. Como sabemos, en pocos años, llegaría a convertirseen el nuevo amo del Kremlin. Es un personaje capaz de delirios insospechados, aunqueante Stalin mantiene la cordura, acaso porque sólo un neurótico es capaz de contrarrestara otro neurótico. Para hacernos una idea de Kruschev --cuyo nombre significa "abejorro"

    en el dialecto ucraniano-- podemos recordar su rabieta durante una Asamblea de la ONUen octubre de 1960: Kruschev se descalza y golpea la mesa con un enorme zapato amari-llo. Lleva, sin duda, el afán de lucha en la sangre. Por lo demás, bebe como una esponja ytiene un rostro simpático.

    KRUSCHEV. Hola, camarada Nikolai.

     BULGANIN (entredientes). Hola.

    KRUSCHEV. ¿Dónde están los demás?

     BULGANIN. ¿Quiénes son los demás?

     KRUSCHEV. Ah, no lo sé.

    BULGANIN. ¿No sabes a quiénes se ha invitado esta noche?

     KRUSCHEV. ¿Qué te pasa? Pareces un poco nervioso, ¿no?

     BULGANIN. ¿Nervioso yo? No, en absoluto. ¿Por qué habría de estar nervioso?

     KRUSCHEV. Tú sabrás. Oye, ¿nos servimos una copa?

     BULGANIN. Yo preferiría esperar.

     KRUSCHEV. ¿Esperar a qué?

     BULGANIN. ¿Dónde está él?

     KRUSCHEV. ¿Y tú dices que no estás nervioso? ¡Vamos! A mí no me puedes engañar,Nikolai. ¿Es que ha pasado algo?

     BULGANIN. ¿Pasar? No te entiendo. ¿Qué quieres que pase? Todo va perfectamente.

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     KRUSCHEV. ¿Dónde está Koba?

     BULGANIN. Eso es lo que te estaba preguntando. ¿Dónde está? Josif VissarionovichStalin, ¿dónde está? ¿No nos había citado aquí a las diez? Entonces, ¿dónde...?

      KRUSCHEV (interrumpiéndolo). Nikolai, sincérate conmigo: ¿qué demonios estásucediendo aquí? Tú y yo tenemos un pacto, ¿no es verdad?: yo te protejo a ti y tú meproteges a mí. Dime lo que tengas que decirme, sea lo que sea.

     BULGANIN. Ven, acércate.

     KRUSCHEV. ¿Qué?

     BULGANIN. Que te acerques.

    Nikita Kruschev lo hace. Nikolai Bulganin le habla entre dientes.

     BULGANIN.¿Es que no te has enterado de lo de Krivitsky?

    KRUSCHEV. ¿Qué le ha pasado a Krivitsky? ¿Está enfermo?

     BULGANIN. ¿Quieres hacer el favor de hablar más bajo?

     KRUSCHEV. ¿Qué?

     BULGANIN. ¡Que hables más bajo o no te contaré nada!

     Kruschev asiente.

      KRUSCHEV (impaciente). Bueno, dime de una vez por todas qué le ha pasado aKrivitsky.

    BULGANIN. En la cena del miércoles pasado, ¿sabes? Nos convocó a unos cuantos. ALavrenti, por supuesto, a Georgi, a mí y a algunos otros. Fue una reunión más numerosaque de costumbre.

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     KRUSCHEV. Y a mí, ¿por qué no me llamó?

     BULGANIN. No lo sé.

    KRUSCHEV. ¡Mierda!

    BULGANIN. Yo creo que, simplemente, se olvido de ti.

     KRUSCHEV. ¿Que se olvidó de mí? ¿Y lo dices tan tranquilo?

     BULGANIN. Calma, camarada Nikita. No te preocupes. Lo mejor que le puede pasara un ser humano es que él se olvide de uno. Bueno, no siempre. Mira lo del pobreKrivitsky.

     KRUSCHEV. ¿Qué le ha pasado al pobre Krivitsky?

     BULGANIN. ¡Habla más bajo, ¿quieres?!

     KRUSCHEV. Sí.

    BULGANIN. Te cuento. Al parecer, Poskrebichev le dio a Stalin los nombres de loscomensales de la cena del miércoles. Entre ellos estaba el pobre Krivitsky, y el camarada

    Stalin dio su consentimiento. O al menos no opuso objeciones a que Krivitsky asistiera ala cena como uno más. Ya sabes, aunque no es habitual su asistencia en la "dacha", sé de

     buena tinta que hablaban por teléfono con cierta frecuencia, ¿sabes? Incluso le hacíaalgunas bromas. Todo hacía pensar que tenían una buena relación.

    KRUSCHEV. ¿Por qué dices "tenían"? ¿Qué le ha pasado?

      BULGANIN. El miércoles por la noche --yo estaba presente y lo vi todo-- llegó elpobre Krivitsky y se dirigió sonriendo al camarada Stalin para estrecharle la mano. Pues

     bien, Stalin se le queda mirando fijamente y le dice: "Yo no le he convocado a usted".

     KRUSCHEV. ¿Cómo que no le había convocado?

    BULGANIN. ¡Claro que lo había convocado! ¡Pero se le olvidó, ¿entiendes?!

    KRUSCHEV. ¿De verdad?

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     BULGANIN. ¿Por qué te extrañas? Se le olvidan las cosas y luego...

    KRUSCHEV. ¡Mierda!

     BULGANIN. Krivitsky se puso lívido y, naturalmente, tuvo que marcharse. Pero a lasalida fue detenido y, y...

     KRUSCHEV. Lo han fusilado, ¿no es eso?

      BULGANIN. ¿Fusilarlo? ¿Con qué motivo? No, aunque yo vi cómo lo detuvieron,pero... No, no lo han fusilado.

    KRUSCHEV. ¿Entonces? ¡Habla!

     BULGANIN. Esta mañana me llamó su mujer al despacho. Se ha suicidado.

    KRUSCHEV. ¿Cómo que se ha suicidado? ¿Y por qué?

      BULGANIN. Bueno, nadie lo sabe. Anita estaba muy extrañada. Pero había dejadouna nota.

    KRUSCHEV. ¿Y qué es lo que decía?

     BULGANIN. Muy poco.

     KRUSCHEV. Sí, pero ¿qué?

     Bulganin saca una nota del bolsillo y se la tiende a Kruschev.

     KRUSCHEV (leyendo). "Soy una porquería".

    Kruschev le devuelve rápidamente la nota a Bulganin, que la guarda también conconsiderable rapidez.

  • 8/16/2019 Alamo Antonio - Enfermos

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     BULGANIN. Es una nota muy extraña para que la escriba alguien que se va a suicidar.

     KRUSCHEV. Te parece extraño, ¿no?

     BULGANIN. ¿A ti no? "Soy una porquería".

     Kruschev asiente.

    BULGANIN. Por muy desesperado que uno estuviera, que no es el caso, ¿quiéndejaría una nota así? Por mucho que lo intento no puedo imaginarme que Krivitsky hayadejado una nota como ésa antes de, de volarse la tapa de los sesos. Escribe eso, lo engan-cha con un imperdible en su corbata y luego se pega un tiro.

    KRUSCHEV. No, desde luego no es muy normal. Era un buen camarada.

     BULGANIN. Y Anita dice que es imposible que esa nota la hubiera escrito él. No es sucaligrafía.

    KRUSCHEV. ¿No es su caligrafía?

     BULGANIN. Bueno, yo no soy un experto. Pero Anita...

    KRUSCHEV. Vaya.

    BULGANIN. ¡Krivitsky era mi amigo, ¿sabes?, y todo el mundo sabe que Krivitsky erami amigo! Esta tarde me pasé por el cine, yo sabía que Stalin estaría allí, ¿sabes?, y poreso fui, y por eso quise, quise... Pero él..., él ni siquiera me miró. Y luego esta invitaciónpara cenar... Todo es bastante raro.

    KRUSCHEV. Yo no veo nada raro.

    BULGANIN. Ah, ¿no?

     KRUSCHEV. ¿Qué es lo que estás pensando? ¿Crees que también van a por ti?

     BULGANIN. No sé qué pensar.

  • 8/16/2019 Alamo Antonio - Enfermos

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     KRUSCHEV. Tú no has hecho nada, Nikolai.

    BULGANIN. ¿Y Krivitsky? ¿Es que Krivitsky había hecho algo?

     KRUSCHEV. ¡El se ha sucidado!

     BULGANIN. ¿De verdad lo crees? ¿Y por qué haría una cosa así?

    KRUSCHEV. No lo sé, pero ¿por qué querrían matarlo? No tiene sentido.

    Bulganin se queda pensativo, como si quisiera creer profundamente al camaradaKruschev.

    BULGANIN. Pero aún hay algo más. Esta tarde los hombres de Lavranti fueron a micasa.

    KRUSCHEV. ¡¿Qué?!

      BULGANIN. Yo no estaba, naturalmente. Pero mi mujer sí. Le hicieron preguntas.Preguntas sobre mi relación con el pobre Krivitsky.

     KRUSCHEV. Eso es un atropello, camarada Nikolai.

    BULGANIN. Eso mismo pienso yo. ¿Qué tienen que preguntarle a mi mujer? La pobrese ha llevado un susto de muerte.

    KRUSCHEV. Lavrenti está perdiendo los papeles.

    BULGANIN. Sí.

    KRUSCHEV. Deberías hablarlo con el camarada Stalin. Decirle que no hay derecho a...

     BULGANIN. ¿Estás loco? ¿Quieres que yo le reproche a, a...?

     KRUSCHEV. No, no estoy loco. Díselo esta noche. Quéjate. Yo me pondré de tu parte,cuenta con eso.

  • 8/16/2019 Alamo Antonio - Enfermos

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     Pausa.

    BULGANIN. ¡Es asombroso la cantidad de suicidios que hay últimamente!

    KRUSCHEV. ¿Por qué dices eso?

     BULGANIN. ¡No es su caligrafía! ¡Yo conocía bien a Krivitsky! ¡Era mi amigo! ¡Y ésano es su caligrafía! ¿Entiendes? ¡El ni siquiera guarda ya las apariencias! (Susurrante) Nosolamente es un asesino, es también un chapucero.

     KRUSCHEV. ¿Quién?

     BULGANIN. ¿Quién qué?

     KRUSCHEV. ¿Quién es un asesino chapucero?

     BULGANIN. ¿Cómo? ¿Qué me estás diciendo?

     KRUSCHEV. Lo que tú me has dicho.

    BULGANIN. Yo no te he dicho nada.

    KRUSCHEV. ¿Cómo que no me has dicho nada? Has dicho...

     BULGANIN. ¿Qué es lo que te he dicho, camarada Nikita? Yo no he dicho nada y yono he hablado contigo.

     KRUSCHEV. Perdona pero...

    BULGANIN. Camarada, ¿es que me estás acusando de algo?

     KRUSCHEV. ¿Por qué habría de hacerlo? En absoluto.

    BULGANIN. Entonces, ¿de qué demonios estamos hablando?

     KRUSCHEV. De... No lo sé.

  • 8/16/2019 Alamo Antonio - Enfermos

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     BULGANIN. Estamos hablando...

      En este momento la mirada de Bulganin se concentra en la puerta y, seguidamente,

    también la de Kruschev.

     BULGANIN. ..., de los arenceles, ¿no?

    KRUSCHEV. ¿Cómo?

      BULGANIN. Estamos hablando del puto problema de los arenceles que tanto nospreocupa, ¿no?, mierda.

    KRUSCHEV. Sí, eso parece. Los arenceles...

     BULGANIN. ¡Pues háblame de los arenceles, por el amor de Dios! ¡Los aranceles!

     KRUSCHEV. Sí, los aranceles, esto, como te estaba diciendo, camarada Bulganin, enmi opinión, el asunto de los arenceles, los arenceles, como bien sabes...

      Escena segunda

      En tanto que Kruschev persiste en su balbuceo, se abre la puerta y entra GeorgiMaximilianovich Malenkov, viceprimerministro de Stalin. Es un hombre un tantodemacrado, pero con cara de no haber roto un solo plato en toda su vida. Lo másdestacado de su aparición es la caja de considerable tamaño que lleva entre los brazos.También va muy abrigado.

    KRUSCHEV. Hola, Georgi.

     MALENKOV. Hola. ¿Todo bien?

    KRUSCHEV. Divinamente. (Refiriéndose a la caja) ¿Qué es eso?

  • 8/16/2019 Alamo Antonio - Enfermos

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     BULGANIN. Hola, Georgi.

     Malenkov pone la caja encima de la mesa.

    KRUSCHEV. Pareces cansado.

    MALENKOV. ¿Que parezco cansado? Estoy cansado.

    KRUSCHEV. Sí, ya lo veo.

    MALENKOV. ¿Tú no estás cansado?

    KRUSCHEV. No más que otros días.

    MALENKOV. Yo estoy deshecho. ¿Sabes cuántas horas he dormido esta noche? Cero,¡ninguna!

    KRUSCHEV. Otra vez de juerga, ¿eh?

     BULGANIN (refiriéndose a la caja). ¿Qué es eso?

     MALENKOV. ¿De juerga? ¡Vamos! ¿Sabes a qué hora nos despedimos anoche?

     KRUSCHEV. ¿Anoche? ¿Estuvisteis aquí anoche? ¿Quiénes?

      MALENKOV. Yo, Lavrenti, Papacha, Poskrebichev y ¿quién más había? (Se quedapensando) No, no había nadie más. Sólo nosotros cuatro y él.

    KRUSCHEV. ¿Y yo?

    MALENKOV. No, tú no estabas.

    KRUSCHEV. ¡Ya, ya sé que no estaba! Pero ¿por qué?

    MALENKOV. No lo sé. Se habría olvidado de ti.

  • 8/16/2019 Alamo Antonio - Enfermos

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     KRUSCHEV. ¡Mierda!

     MALENKOV. No te perdiste nada, Nikita. ¡A las seis y media! ¡Terminamos a las seisy media! Y luego, cuando llegué a casa, no pude pegar ojo, y cuando ya estoy a punto de

    quedarme dormido, ¿sabes lo que pasa?

     KRUSCHEV. Ni idea.

    MALENKOV. ¡Suena el despertador! Tuve ganas de suicidarme, lo juro.

    Kruschev y Bulganin se miran significativamente.

    MALENKOV. Yo ya estoy un poco viejo para esto, camaradas. No soy lo que era.Pasan los años, ¿no es verdad? Nos levantamos temprano, miles de reuniones, miles dellamadas, miles de informes, y luego, por la noche, el camarada Stalin desea vernos, yentonces bebemos y comemos y hablamos y pasamos buenos ratos juntos (Kruschev yBulganin se miran con incredulidad), y llegamos a casa de madrugada, casi siempre conel tiempo justo de desayunar y volver al trabajo. Y no siempre puede uno echarse unasiesta después de comer. Hoy, por ejemplo... Estoy deshecho.

    KRUSCHEV. ¿Has pensado en retirarte?

     MALENKOV. ¿Estás loco? ¡Soy viejo, pero no tanto, ¿sabes?! ¡Aún hay Malenkov pararato!

    Malenkov y Kruschev se ríen.

     BULGANIN. ¿Qué es eso?

     MALENKOV. ¿Qué es qué?

     BULGANIN. Esa caja.

     MALENKOV. Que me parta un rayo si lo sé. Me la ha dado Stalin y me ha dicho que latraiga a aquí.

  • 8/16/2019 Alamo Antonio - Enfermos

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     BULGANIN. ¿Es pesada?

     MALENKOV. No mucho.

    KRUSCHEV. Deben de ser documentos.

    MALENKOV. No lo sé, pero no lo creo. Demasiado ligera. (A Bulganin, que estámirando la caja) Me ha dicho que no la toquemos hasta que él venga. Insistió en que leesperásemos aquí.

    BULGANIN. ¿Dónde está él?

     MALENKOV. Dando un paseo.

     BULGANIN. ¿Con este frío?

      MALENKOV. No sé, dijo que se iba a dar un paseo, tenía algo que hablar conLavrenti.

    BULGANIN. ¿Con Lavrenti?

     MALENKOV. Sí, con Lavrenti, ¿de qué te extrañas? Estás un poco nervioso, ¿no? (A

    Kruschev) ¿Qué le pasa al camarada Nikolai?

    Kruschev se encoge de hombros.

    KRUSCHEV. Me gustaría beber algo. ¿Hay algún vino a la vista?

     MALENKOV. No, yo no veo nada. Llamemos a...

     BULGANIN (a Malenkov, interrumpiéndole). ¿Dónde les viste por última vez?

     MALENKOV. ¿Perdón?

     BULGANIN. A Lavrenti y al camarada Stalin. Digo que dónde les viste por última vez.

  • 8/16/2019 Alamo Antonio - Enfermos

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     MALENKOV. Hace un par de minutos. Creo que se dirigían al estanque.

    BULGANIN. Voy a buscarlos.

    KRUSCHEV. ¿Para qué? Déjales que vengan.

     MALENKOV. El insistió en que le esperásemos aquí.

    BULGANIN. Me asfixio aquí dentro. Me vendrá bien dar un paseo. Voy a buscarlos.

    MALENKOV. Como quieras, pero él...

     Bulganin coge el abrigo, el gorro y los guantes y se larga con cierta precipitación.

    MALENKOV. ¿Qué le pasa al camarada Nikolai? Está un poco alterado, ¿no?, ¿qué lepasa esta noche?

     KRUSCHEV. Creo que es por lo de Krivitsky.

    MALENKOV. ¿Qué pasa con Krivitsky?

    KRUSCHEV. ¿No sabes nada?

     MALENKOV. ¿Qué hay que saber?

     KRUSCHEV. Al parecer se ha suicidado.

    MALENKOV. ¿Krivitsky? ¿Se ha suicidado?

    KRUSCHEV. Eso parece.

    MALENKOV (tras una pausa). Cuesta creerlo.

    KRUSCHEV. Sí.

     MALENKOV. Todo le iba bien.

  • 8/16/2019 Alamo Antonio - Enfermos

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     KRUSCHEV. Daba esa sensación, sí.

    MALENKOV. Habrá sido por algún lío de faldas, ¿no?

     KRUSCHEV. No lo creo. Ya somos bastante mayores como para dejarnos afectar por...

    MALENKOV. ¿Con quién andaba follando últimamente?

    KRUSCHEV. ¿Cómo quieres que lo sepa? Pregúntaselo a Nikolai.

    MALENKOV. Bueno, qué más da.

    KRUSCHEV. Sí, qué más da.

    Pausa.

    KRUSCHEV. Oye, Georgi, quiero hacerte una pregunta.

    MALENKOV. Dime.

    KRUSCHEV. ¿Has escuchado últimamente a alguien hablar mal de mí?

     MALENKOV. No, ¿por qué me preguntas eso?

     KRUSCHEV. Curiosidad. (Pausa.) ¿Ni siquiera a Stalin?

     MALENKOV. ¿Cómo?

     KRUSCHEV. ¿Te ha hablado mal de mí? ¿O le has escuchado decir algo que no, queno...?

     MALENKOV. No, de verdad que no.

    KRUSCHEV. Tú y yo tenemos un trato, ¿no?

     MALENKOV. Claro que lo tenemos, y por eso mismo, Nikita. Tú me cuidas a mí y yote cuido a ti.

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     KRUSCHEV. Eso es.

    MALENKOV. No; nadie ha pensado en quitarte de en medio. ¿Y tú? ¿Has escuchado

    algo sobre mí?

     KRUSCHEV. Los elogios de costumbre. Se piensa que estás haciendo un buen trabajo.

    MALENKOV. Y lo estoy haciendo.

    KRUSCHEV. Seguro, no me cabe la menor duda.

    MALENKOV. A propósito, ¿tú sabes si hay un orden del día?

     KRUSCHEV. No lo creo. ¿Por qué lo dices? Pensaba que era una reunión típica. Beber,contar chistes, escuchar sus monólogos... Aunque, ahora que lo pienso, no estaría malque tratásemos el tema arancelario.

    MALENKOV. No; me refiero a cuestiones más serias. Otro tipo de cuestiones que estanoche deben ser tratadas.

    KRUSCHEV. Yo no he escuchado nada en especial.

    MALENKOV. Así que sólo el tema arancelario.

    KRUSCHEV. Sí, sólo el tema arancelario, que yo sepa.

    Larga pausa.

    MALENKOV. Uno de los misterios mejor guardados del Kremlin es por qué el

    camarada Stalin sigue pidiendo consejo.

    KRUSCHEV. Lo hace para probar nuestra lealtad.

    MALENKOV. Pero nuestra lealtad está suficientemente probada. Llevamos toda lavida bregando. Además, si no sabemos lo que él piensa, ¿cómo podemos saber nosotroslo que debemos pensar? No es justo que nos haga opinar antes de que él lo haga. Y

  • 8/16/2019 Alamo Antonio - Enfermos

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    últimamente parece deleitarse con ese juego.

    KRUSCHEV. Tienes razón; no es justo. Es muy difícil probarle la lealtad a un hombreque no te dice con claridad lo que se supone que debes pensar. Pero a fin de cuentas de

    eso trata la política. Hay que ser un poco adivino. Bailamos en la cuerda floja, y cuantomás alto llegas, más sospechoso eres.

    MALENKOV. Bueno, pues según esa teoría, Stalin debería ser el más sospecho detodos nosotros.

    KRUSCHEV. ¿Por qué? Sería muy difícil probar que Stalin no es un buen estalinista.

    MALENKOV. En eso tienes razón, camarada Kruschev.

    Pausa.

    MALENKOV. Tal vez estaba enfermo.

     KRUSCHEV. ¿Quién?

     MALENKOV. Krivitsky. Tal vez por eso se ha suicidado. Cáncer, o algo así.

    KRUSCHEV. "Se ha suicidado por miedo a la muerte". No parece el razonamiento deuna persona inteligente, y Krivitsky lo era.

    MALENKOV. Entonces, tal vez... Tal vez no se suicidó.

     KRUSCHEV. ¿Cómo? ¿Qué quieres decir?

     MALENKOV. Nada.

    KRUSCHEV. ¿Qué estás pensando?

     MALENKOV. Nada, olvídalo. ¿No hay vino? Aún tengo el frío metido en los huesos. KRUSCHEV (mirando a su alrededor). No, no hay vino. Alguien se ha llevado el vino.

    (Pausa.) Es extraño.

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     MALENKOV. ¿Qué es extraño?

     KRUSCHEV. Nada, esa caja.

     Malenkov y Kruschev miran la caja.

    KRUSCHEV. ¿De verdad no sabes lo que hay dentro?

     MALENKOV. No, ni idea.

    KRUSCHEV. Oye, ¿sabes si Krivitsky estaba siendo vigilado?

     MALENKOV. ¿Vigilado? ¿Por qué? No; no que yo sepa.

    KRUSCHEV. No, no sé por qué te pregunto eso. ¿Qué demonios es esa caja?

     MALENKOV. Ya te he dicho que no lo sé.

    KRUSCHEV. Me pone nervioso verla. Te la ha dado Stalin, ¿no?

    MALENKOV. Sí.

      KRUSCHEV. Te la ha dado y te ha dicho que la traigas aquí, ¿verdad?, y que leesperemos hasta que él venga, ¿no?

     MALENKOV. Sí, eso ha dicho.

    KRUSCHEV. Pero tal vez él no va a venir. No va a venir hasta que..., esa cosa... esamaldita cosa... Explote.

    MALENKOV. ¡¿Qué?!

     KRUSCHEV. ¡¿Por qué crees que Nikolai ha salido pitando al ver la caja?! ¿Por qué?¡Porque él pensó lo mismo que yo estoy pensando ahora!

    MALENKOV. ¡Dios mío! ¿Tú crees?

  • 8/16/2019 Alamo Antonio - Enfermos

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     Kruschev asiente.

    MALENKOV. ¿Y por qué no nos dijo nada antes de irse? ¡El muy hijo de puta!

    KRUSCHEV. Sí, es un hijo de mala madre.

    MALENKOV. Pero ¿tú de verdad piensas que esa caja...?

     KRUSCHEV. Tal vez sí o tal vez no.

    MALENKOV. Es un cabrón. Ese Bulganin...

     KRUSCHEV. Sí.

    Kruschev coge su abrigo. Malenkov lo imita.

    KRUSCHEV. Yo no pienso quedarme aquí con esa cosa.

    MALENKOV. ¡Un momento, eso es pensar mal!, ¿no crees? A ver, dime, ¿qué motivospuede tener el camarada Stalin para querer enterrarnos entre los escombros de su"dacha"?

      KRUSCHEV. ¿Desde cuándo el camarada Stalin necesita motivos? Pero te daré unapista: últimamente repite mucho eso de, ¿cómo es lo que dice?, "pienso que la mayoría delos miembros del Buró Político deberían ser sustituidos".

    MALENKOV. Nos estamos volviendo paranoicos, ¿no crees?

     KRUSCHEV. Tal vez sí o tal vez no. ¿Tú te quedas?

     MALENKOV. El insistió en que...

     KRUSCHEV (interrumpiéndole). ¡Por eso mismo! Me voy a dar un paseo. Me vendrá bien estirar las piernas.

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     MALENKOV. Espera, voy contigo. Yo también quiero esti...

     Kruschev y Malenkov se dirigen a la puerta, y al igual que en la salida de Bulganin esapreciable cierta urgencia. Pero al abrir la puerta --sorpresa-- se tropiezan con elcamarada Stalin.

    Escena Tercera y Última

     Han pasado ocho años desde su conversación privada con Churchill. Y esos años nohan pasado en balde. La gordura le desborda, el vientre sobresale, la nuca muestrapliegues y los pantalones le cuelgan como un acordeón. Pero eso no es todo. Padece laenfermedad de Álvarez. Ahora es un cerebro completamente obnubilado por laarteriosclerosis, lo cual le provoca alucinaciones pasajeras y otras más persistentes. Porejemplo, delirio persecutorio, por lo que no es demasiado extraño que Lavrenti PavlovichBeria se haya convertido en su sombra. Es éste un hombrecillo de cara redonda, vozaflautada y apariencia amistosa, pero se trata del mismísimo Ministro del Interiorademás de jefe de la temible NKVD. Entran pues Stalin y esa sombra pequeña y

    amenazante, Lavrenti Beria, amo absoluto de los sótanos de la Lubianka.

     STALIN (tropezándose con Kruschev y Malenkov). ¿Adónde vais tan deprisa?

     KRUSCHEV. A buscarte.

    MALENKOV. Te retrasabas.

    STALIN. Pues ya estoy aquí.

    KRUSCHEV. ¿Cómo estás, Koba?

    STALIN. ¿Y tú?

    KRUSCHEV. ¿Yo?

  • 8/16/2019 Alamo Antonio - Enfermos

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     STALIN. ¿Tú cómo estás?

     KRUSCHEV. Bien, yo estoy bien. Hola, Lavrenti.

    BERIA. Camarada Kruschev.

    KRUSCHEV. Qué mano tan fría.

    BERIA. Hace un frío de muerte ahí afuera.

    KRUSCHEV. ¿Qué tal una copa de vino? Me apetece un vino de Crimea. ¿Dónde estáel vino? ¿Hay vino?

     BERIA. ¿Y Nikolai? (Mirando la hora) ¿Aún no ha llegado Nikolai?

     MALENKOV. Fue a buscaros. ¿No lo habéis visto?

     BERIA. No.

    MALENKOV. Se fue muy deprisa. No sé por qué.

    Malenkov y Kruschev se miran y se ríen.

    MALENKOV. Estoy muerto de hambre.

    KRUSCHEV. Yo también.

    Se abre al puerta y aparece Nikolai Bulganin.

    BULGANIN. Buenas noches, Koba. (Le tiende la mano. Stalin la acoge fríamente.Luego se dirige a Lavrenti.). Hola, Lavrenti.

    BERIA. ¿Qué tal? ¿Hace frío, eh?

     BULGANIN. Maldito frío.

  • 8/16/2019 Alamo Antonio - Enfermos

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     KRUSCHEV. ¿Y el vino? ¿Es que no vamos a beber esta noche?

     STALIN. ¡Basta de esto!

     Todos se quedan paralizados.

    Stalin pasea.

    STALIN. Despejad esa mesa. He dicho que...

     Todos, excepto Beria, empiezan a despejar la mesa de papeles y libros.

    STALIN. Eso está mejor. (Indicando el sofá) Ponedlo ahí. (A Kruschev) No, la caja no.(Pausa.) La caja se queda con nosotros.

    Terminan de despejar la mesa. Kruschev parece que va a decir algo, pero finalmente nodice nada.

    STALIN. Sentaos.

    Todos se sientan, excepto Beria.

    STALIN. Tú también, Lavrenti.

    Lavrenti se sienta. Stalin se dirige al tocadiscos.

     STALIN (poniéndo un disco). Me acuerdo que una vez lancé un cuchillo a mi padre.Tenía entonces seis años.

  • 8/16/2019 Alamo Antonio - Enfermos

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      Suena una música. El disco en cuestión es el de una cantante de ópera que se haceacompañar por ladridos y aullidos de perros.

    Los camaradas lo escuchan y se miran entre ellos sin saber qué pensar. Stalin saca supipa y la chupa pensativamente, aunque es una pipa vacía de tabaco. Prescripciónmédica.

    Al cabo de poco Stalin retira la aguja del disco.

      STALIN. Pienso que la mayoría de los miembros del Buró Político deberían sersustituidos. (Pausa.) Tiene gracia. (Se acerca a la mesa y pone las manos sobre loshombros de Bulganin.) Hay un traidor entre nosotros. (Se aleja de Bulganin.) Hoy no secena. (Pausa.) Hoy tampoco se cuentan chistes guarros. Los chistes a los que estáisacostumbrados. Se supone que sois parte de mi Consejo de Ministros, no unoscampesinos matando la noche en una taberna. (Pausa.) Así que hoy no se cena. No secena hasta que hayamos solucionado esto. Tenemos tiempo. Tenemos todo el tiempo quehaga falta. (Pausa.) Mañana también saldrá el sol. (Pausa.) Aunque no para todo elmundo. Bien. Creo que después de todo vamos a entendernos a la perfección.

    Stalin saca una botella de vino y cuatro vasos. Los pone en la mesa. Se sienta con ellos.Sigue chupando su pipa vacía.

    STALIN. Servíos. (Lo hacen.) Quiero que bebáis a mi salud. No, nada de brindis, porfavor. Así, sin palabras. (Beben.) Eso está mejor. Bebed. Muy bien. Eso es. Volved aserviros. Así. Y ahora una pregunta. Quiero haceros una pregunta.

    Todos se miran, nerviosos.

    STALIN. Sí, sí, quiero haceros una pregunta. A todos. (Pausa.) ¿Qué pensáis deDostoievsky?

  • 8/16/2019 Alamo Antonio - Enfermos

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     Silencio. Todos se miran, incrédulos.

     KRUSCHEV. ¿Que qué pensamos de qué?

     STALIN. Dostoivesky.

    Silencio. Nadie quiere ser el primero en contestar.

    STALIN. Pero bueno, ¿es que no hablo suficientemente claro? He dicho QUE OPINAISDE DOSTOIVESKY.

    KRUSCHEV. Yo no diría que se ajuste a los cánones del realismo socialista.

    Stalin asiente.

    BULGANIN. Sí, yo opino lo mismo. La existencia de una literatura sin vínculoorgánico con el Partido es inadmisible.

    Stalin chasquea la lengua.

    MALENKOV. Como tú bien dijiste en el "Pravda", no me parece que sea una buenainfluencia para nuestros jóvenes. La publicación de sus obras me parece desaconsejable.

    Stalin parece aburrirse.

    STALIN. Y tú, Lavrenti, ¿qué dices?

     BERIA. ¿Dostoivesky?

     STALIN. Eso es. Dostoivesky.

  • 8/16/2019 Alamo Antonio - Enfermos

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      BERIA. Modestamente me quedo con Gorky. A fin de cuentas Dostoivesky es unescritor burgués. No creo que los literatos deban tener privilegios especiales, tambiénellos son responsables ante el Partido.

    Stalin se aburre de un modo ostentoso.

    BERIA. ¡Abajo los literatos sin partido!

     Silencio tenso.

    STALIN. Sí, sí, todo eso está muy bien, pero ¡qué gran escritor!

     BERIA. Sí, ¡qué gran escritor!

    KRUSCHEV. Desde luego. Eso no se lo podemos negar.

    BULGANIN. Sí, yo opino lo mismo.

    STALIN. Y tú, Malenkov, ¿dices algo?

     MALENKOV. Bueno, creo que en general estoy de acuerdo.

      STALIN. Vaya, qué sorpresa. El camarada Malenkov está de acuerdo. Pero ¿engeneral? No te entiendo, camarada. ¿Cuál es esa particularidad en la que pareces estar endesacuerdo?

      MALENKOV. Me he debido expresar mal. Estoy absolutamente de acuerdo. Es un

    gran escritor.

    STALIN. Entonces, si es ese gran escritor que tú dices, ¿deberíamos permitir que susobras se divulgasen por la Unión Soviética?

     MALENKOV. Eh... No... No sé... No es esa una materia que yo... No sabría bien quédecir.

  • 8/16/2019 Alamo Antonio - Enfermos

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     STALIN. Pero es un gran escritor, ¿no?

     MALENKOV. Es incuestionable.

    STALIN. Entonces, ¿cuáles son tus dudas?

      MALENKOV. La verdad, no sé qué decir al respecto... Yo..., yo jamás he leído aDostoivesky. Pero eso no significa... No... Que no sea un gran escritor.

     STALIN. ¿Cómo de grande, camarada Malenkov?

    Stalin se echa a reír y a continuación todos, excepto Malenkov, se ríen con él.

    STALIN. Georgi es un buen escribiente, pero no tiene la menor capacidad para pensarpor su cuenta o tomar una iniciativa.

    Todos se ríen. Malenkov lo hace de un modo forzado.

    STALIN. Bueno. Ya os habéis divertido un poco. Ahora callad. Me parece que noacabáis de comprender que esto es algo serio. No entendéis el juego. No entendéis el

     juego porque no os dais cuenta de que esto no es ningún juego. No estamos jugando.Bebed.

    Ellos beben.

    STALIN. Ahora una adivinanza. Eso es. Una pequeña adivinanza. Bien. Lavrenti y yohemos estado paseando en el jardín. Hacía bastante frío. Quiero que intentéis calcularcuántos grados hace ahí afuera. Por cada grado que os equivoquéis vais a beberos unacopa de ese vino. Es vino de Crimea, como quería el borrachín de Nikita. Tiene calidad.Yo os cuido todo lo que puedo, ¿no? ¿Me cuidáis vosotros? No estoy seguro. Bueno. Quédecís. Tú, Lavrenti, di algo.

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     BERIA. Yo diría que diecinueve. Diecinueve grados.

    STALIN. Muy bien. Quién es el siguiente.

    KRUSCHEV. ¿Dieciocho? No sé, la verdad.

     MALENKOV. Yo también digo dieciocho.

     STALIN. Me falta alguien. ¿Quién me falta?

     MALENKOV. Te falta Nikolai.

     STALIN. Gracias, Georgi. ¿Y bien? ¿Qué dice el camarada Bulganin?

     Bulganin no dice nada.

    STALIN. Miradlo ahí, sentado, como Cristo, como si todo le tuviera sin cuidado. Yahora me mira a mí, como si él fuera Cristo.

    BULGANIN. ¿A qué viene todo esto, Koba?

     STALIN. Menos familiaridades. Esta noche no quiero familiaridades. No sé si os daiscuenta. Estamos tratando un asunto muy serio. Esto no es un juego. ¿Entendido?Empezaré a sospechar de ti si no me contestas a lo que te he pedido.

     BULGANIN. Veintiuno, yo creo que hay veintiún grados ahí afuera.

    STALIN. Bien, muy bien. (Pausa.) Este es el resultado. A Nikita y Nikolai lecorresponden beberse tres copas de vino, y a Lavrenti sólo dos. Nuestro queridocamarada Bulganin se beberá cinco.

    BULGANIN. ¿Cinco? Pero ¿por qué? ¿Cuántos grados hay realmente?

    STALIN. ¿Cuántos grados? ¿Realmente? ¡Y qué importa! ¡Esto no es un casino!

     Stalin se levanta, se dirige al aparador de la medicinas y se engulle un par de píldoras

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    de distintos colores.

    STALIN. ¿Crees que no sé que me vigilas?

     BULGANIN. ¿Cómo?

     STALIN. Ayer mismo, a ver, ¿para qué estuviste en el cine? Fuiste porque sabías queyo iba, o ¿no, eh? ¿Y cómo sabías que yo iba a estar en el cine? ¿Quién te lo dijo? ¿Quién?¿Quién?

     BULGANIN (tras una pausa). Me lo dijo tu secretaria.

    STALIN. ¿Mi secretaria? ¡Imposible! ¡Yo no le dije a mi secretaria adónde iba!

    BULGANIN. Se lo tuviste que decir, porque ella me lo dijo a mí.

    STALIN. ¿Estás acusando a mi secretaria de algo, camarada Bulganin? Si es así diloclaramente. Sabes que no me gustan las ambigüedades.

    BULGANIN. No, no estoy acusando a nadie de nada. Sólo estoy diciendo que tusecretaria me dijo que tú estarías en el cine del Kremlin. Eso no es acusar.

    STALIN. ¿Y dices que querías verme? ¡Si ni siquiera me dirigiste la palabra!

     BULGANIN. Es que no fui al cine para verte, camarada Stalin. Simplemente te habíallamado por teléfono para hablarte del tema arancelario y...

      STALIN. ¡Ultimamente todo el mundo no hace otra cosa que hablar del temaarancelario! ¡¿Es que no hay ningún otro asunto del que hablar en la Unión Soviética?!(Pausa.) Bueno, dices que querías hablarme del tema arancelario. Entonces, ¿por qué nolo hiciste?

    BULGANIN. Quería hablarte del tema arancelario en un lugar apropiado, no en elcine. Lo que pasó, camarada Stalin, es que cuando tu secretaria me dijo que estabas en elcine, se me ocurrió preguntarle qué película ibas a ver. Así que decidí darme undescanso y ver yo también la película.

      STALIN. Me estás diciendo, camarada Bulganin, que fuiste al cine porque querías ver

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    la película, no porque quisieras verme en absoluto. ¿Es eso lo que estás diciendo,camarada Bulganin? ¿Que no tenías ganas de verme y que por eso no me dirigiste lapalabra?

    BULGANIN. No, camarada Stalin, siempre es un motivo de alegría ver al camaradaStalin, pero en ese momento no quise disturbarte. Creo que también el camarada Stalintiene derecho al descanso. Pensé que haría mejor en encontrar una ocasión másapropiada para hablarle del tema arancelario.

    STALIN (tras una pausa). Entonces, háblame.

    BULGANIN. ¿Qué?

    STALIN. Háblame del tema arancelario. ¿O no te parece ésta una ocasión propicia paratratar el tema arancelario? Veamos, ¿qué es lo que te preocupa? Mejor dicho, ¿qué es loque os preocupa? ¡A todos! ¡Últimamente no sabéis hacer otra cosa que hablar del temaarancelario! ¡¿Y por qué?! ¡Os juro que todavía no he llegado a entenderlo! ¿Dónde está elproblema? ¿Por qué todos parecéis obsesionados por eso? ¡El tema arancelario! Es tanaburrido hablar de ello. Pero, de acuerdo, seamos tolerantes con el camarada Bulganin.Dice que quiere hablar del tema arancelario. Pues hablemos del tema arancelario, yacabemos con esta cuestión para siempre. ¿Cuál es el problema? ¿Puede alguiendecírmelo? Dónde está. Vamos a verlo, vamos a resolverlo y luego lo olvidamos parasiempre. ¿Vale? (Pausa.) Yo por mi parte daré mi opinión, si no os molesta. ¡Una unión

    arancelaria, una Federación entre Rumanía y Bulgaria! ¿Es eso de lo que estamos hablan-do?

    BULGANIN. Sí.

    STALIN. ¡Qué tontería! ¡Esas uniones no son realistas! (Pausa.) ¿Alguien quiere añadiralgo?

     KRUSCHEV (tras levantar tímidamente la mano). Pero las uniones arancelarias, luego,

    en la práctica, no..., no se han resuelto mal del todo. Al menos en ciertos casos.

    STALIN. ¿Por ejemplo?

     KRUSCHEV. Por ejemplo el Benelux. En este caso, Bélgica, Holanda y Luxemburgo seunieron.

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      STALIN. No. Holanda no. Sólo Bélgica y Luxemburgo. Dos países, dos pequeñospaíses que son casi provincias, que no cuentan nada. Esa unión es insignificante.

    KRUSCHEV. Pero...

     STALIN. ¿Sí? ¿Qué vas a decir?

     KRUSCHEV. Bueno, Holanda también... También pertenece al Benelux.

    STALIN. Holanda no. (Pausa.) Holanda no pertenece al Benelux.

    BULGANIN. Camarada Stalin...

     STALIN. ¿Qué?

     BULGANIN. Nada.

    STALIN. ¡No, Holanda no! ¡Holanda no pertenece al Benelux! ¡Cuando yo digo "no" es"no"! (Pausa.) ¿Hay alguna otra cuestión que tratar?

    BULGANIN. ¿Puedo..., puedo ir al servicio?

    STALIN. No, no puedes. ¿Hay alguna otra cuestión de tratar?

     KRUSCHEV. El Banco Nacional.

    STALIN. ¿Qué pasa con el Banco Nacional?

    KRUSCHEV. Krivitsky.

    STALIN. ¿Krivitsky?

     KRUSCHEV. Al parecer Krivitsky se suicidó la pasada madruga da. Parece ser.

    STALIN. ¿Quién te lo ha dicho?

     KRUSCHEV. El camarada Bulganin.

     STALIN. Ah, el camarada Bulganin.

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     Stalin mira a Bulganin, que a su vez fulmina con la mirada a Kruschev.

    KRUSCHEV. El caso es que ahora no hay nadie al frente del Banco Nacional. Es unpuesto demasiado importante para dejarlo vacante ni tan siquiera un par de días.

    STALIN. ¿Alguien tiene alguna sugerencia?

     KRUSCHEV. Sí.

    STALIN. ¿Quién?

    KRUSCHEV. Alexandrov.

    STALIN. Alexandrov... ¿Qué opináis los demás?

    MALENKOV. Habrá que pensarlo.

    STALIN. Alexandrov... Un economista muy capaz.

    BULGANIN. Sí, es cierto.

    MALENKOV. Más bien, un mago de la finanzas.

    STALIN. Y tú, Beria, ¿qué opinas?

     Beria se encoge de hombros.

    KRUSCHEV. Entonces, ¿te parece una buena idea? ¿Puedo anunciarle mañana sunombramiento?

    STALIN. Anunciarle qué.

    KRUSCHEV. Pues... Que le ponemos al frente del Banco Nacional.

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     STALIN. Si quieres decírselo, hazlo. Aunque no creo que acepte.

    KRUSCHEV. ¿Cómo que no? ¡Se pondrá muy contento de que hayamos pensado en él!Es un puesto de enorme responsabilidad.

    STALIN. Sí, pero si quieres verlo tendrás que bajar al infierno. Ha sido fusilado hace unpar de horas. ¿No es cierto, camarada Beria?

     Beria asiente.

     KRUSCHEV. ¿Y cuál, cuál es la razón?

     BERIA. Era sospechoso de duplicidad.

    STALIN. Ah, Nikita, ¿de qué sirve al Partido un buen economista que está dispuesto atraicionarnos? Lavrenti me pasó su confesión.

    KRUSCHEV. ¿Qué es lo que confesó?

     STALIN. Contéstale tú, camarada Beria.

     BERIA. Confesó que no era culpable.

    STALIN. Fijaos en eso.

    BERIA. Además de traidor, era mentiroso.

     STALIN. Increíble, ¿no?

    BERIA. No sólo eso. Murió gritando: "Soy inocente, viva el partido, viva Stalin".

     STALIN. Algunos, incluso frente al paredón de fusilamiento, se creen los amos de estepaís.

    BERIA. Murió sin pedir perdón. También tenía el pecado del orgullo.

      STALIN. ¿Lo veis? El Partido, al parecer, no necesita economistas como ese

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    Alexandrov.

    BERIA. Lo cierto es que, además de ser judío, preparaba una conjura para separarCrimea de la URSS.

    KRUSCHEV. ¿Y por qué querría hacer una cosa así?

     Beria se encoge de hombros.

    MALENKOV. Siendo así, habéis hecho bien en fusilarlo.

    KRUSCHEV (a Beria). ¿Eran las pruebas contra él suficientemente sólidas?

    BERIA. ¿Me estás acusando de algo, camarada Kruschev?

     KRUSCHEV. No, sólo estoy interesándome por el proceso.