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VERSOS ROBADOS

José Sabán Ruiz

Versos robados © José Sabán Ruiz e-mail del autor: jsaban.hrc@salud.madrid.org Reservados todos los derechos a favor del autor. © producción: LiberLIBRO.com http://www.liberlibro.com © Ilustración de portada: Rosa Fabregate Fuente I.S.B.N. y Dep. Legal: en contraportada.

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A los grandes poetas porque ellos son el espejo en el que nos miramos los demás.

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Índice

Capítulo I. MEDICINA

El enfermo imaginario La hipertensión La aspirina El dolor Las dos caras del dolor La espalda La migraña La cirugía deseada La dieta El ejercicio La muerte

Capítulo II. REFLEXIONES El ruido y el maltrato El viaje

La higuera Conciencia arañada El frío El funeral El hermano Insomnio El tesoro El tiempo y el amor

Robar minutos a la muerte La crisis

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La frigidez La virginidad La mujer trasnochada La serpiente Nadie conoce a nadie

Capítulo III. SOCIEDAD La crítica El móvil Don Perignon La broma «Blues bar» «To be or nor to be» La sonrisa El peatón El simulador La gente buena El certamen El asesino múltiple

Capítulo IV. LA MÍSTICA Y EL HOMBRE La hipocresía

¿Dónde estás? Cuando un niño se va Aprender a ser quien eres Vivir consigo mismo La historia La relatividad Ilusiónate La rutina

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La hidalguía La maldad Viaje a ninguna parte La osadía

Capítulo V. AMOR, MUJERES Y PRINCESAS

Tu nombre El lago De sueños y sentimientos Te quiero El retrato A mi musa Un trocito de cielo La lozana Dime qué sientes Despierta, dama La foto Abrazarte Ni una lágrima más Déjame Huir de la verdad Las pestañas Te he traído flores Tristeza a media noche

Capítulo VI. DISPARATES Y HUMOR

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La antigualla El chiste La imaginación Hoy Frenético

Aprender inglés La fiebre Implorar El armario El chupito El cuadro Tres motivos para perderse El vendedor de coches (1) El vendedor de coches (2)

Capítulo VII. MISCELÁNEA

La noche y el silencio Del todo a la nada El límite El hada madrina La verdad no existe El pantano Versos robados

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Prólogo

Nuevo libro, nueva empresa, nuevas vibraciones e ilusiones renovadas. En esta recopilación de poemas retomo el amor como parte inevitable de mi obra poética, pero lo entremezclo con algunas pinceladas médicas y una serie de poemas en forma de flashes que retratan nuestra sociedad, con verdades como puños en las que por momentos me río de mí mismo, de las nuevas cos-tumbres y de otras cosas. Asimismo, intento caminar de forma dual desde la seriedad del capítulo dedicado a La mística y el hombre, hasta la sinrazón de la sección Dis-parates y humor, buscando alternativas a los diferentes estados de ánimo que nos llevan a desear diversos tipos de lectura. Por último se recogen un cúmulo de versos en forma de Miscelánea de difícil sistematización.

Mi deseo es que, al menos, les entretenga o emo-cione por momentos, si no tienen nada mejor que hacer que leer estos poemas escritos como a mí me gusta hacer, «robados al capricho de una pluma», dejándola volar y que se sincere con el papel.

J. Sabán

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CAPÍTULO I. MEDICINA

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El enfermo imaginario El paciente exclama: «¡Dios santo!, Dr., ¿qué puede ser este bulto que aquí me siento?», el cual asoma en mitad del pecho, de duro como el más duro lecho; «mas dolor no tengo nada, pero yo estoy bien seguro que será tumor o enfermedad mala; un final fatal lo doy por hecho, ya veo la muerte cercana». Y el Dr. le replica de buena guisa y con sorna castiza: «amigo mío, eso es el apéndice xifoides, o al menos eso decía el libro en el que estudiaba; y tal como Shakespeare predicaba, si estás enfermo y no tienes nada, imaginas la enfermedad en demasía y eso en la ciencia llana lo llamamos hipocondría».

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La hipertensión

Me llaman tensión alta, no sé quién soy ni de dónde vengo; tal vez el precio que se ha de pagar por llegar a la «tercera edad», y con eso les entretengo. Ataco al riñón y al corazón; si me complico, quito el oxígeno del pulmón, y si me sobresalto, hasta la razón al cerebro. Me perjudican el alcohol, el tabaco, la sal, la falta de ejercicio y la obesidad, pero también el dolor, el desarraigo y la soledad, llamando la atención a una sociedad a la que, ya sé, no convengo.

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Pero lo que con más preocupación llevo es que cada cuatro años varios grupos de expertos debaten sobre mí, ignorantes de que mi mal es más fácil de prevenir que de remediar y ni siquiera ellos parecen saberlo.

Empiezo a estar harta, ¡que me dejen en paz!, que yo no tengo culpa de nada ni hacer daño quiero, que las arterias envejecen y a ellas me debo, y cuando ellas se mueren, con ellas me muero.

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La aspirina Oh, droga milagrosa, benditos sean los asirios por rescatarte de los sauces y de los mirtos, tú que estás tan repleta de radicales acetilos, que combates lo mismo la fiebre que el dolor, como reconfortas al corazón malherido. Protégeme de los efectos de la tensión, del maligno tabaco y del dulce azucarillo; pero cuando llegue mi momento, déjame yacer en paz, porque si por ti fuera, aquí no se muere ni Cristo.

El dolor

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No hay vida sin dolor, él está siempre al acecho y de vez en cuando alerta de que si estás bien, es porque quiere liberarnos, que quien manda es él y que no atiende a ningún amo. Como una araña venenosa, sabe cuándo jugar su partida; te ataca a traición sin que puedas salir en estampida; quiere que le eches en cuenta y que te fijes sólo en él, y, más que alarma, es un reclamo.

Las dos caras del dolor

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Dos caras tiene el dolor: una mala conocida y otra buena desconocida, a la que no le damos valor. De la mala poco hemos de decir, pues todo el mundo ha sufrido en sus carnes un zurcido y en su estómago un ardor. De la buena ensalzamos el cariño de los amigos, los recuerdos de familiares queridos y el dulce consuelo del amor. La espalda Espalda en buen estado, indolora y erguida,

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divino tesoro del sano, que ignora que cuando la espalda llora no encuentra consuelo su amo. Espalda en mal estado, maltrecha y herida, remordimientos del insano, que sabe que cuando su espalda se queja suele ser por malos tratos. ¿Te duele la espalda amigo? ¿Pero a ti te duele algo? Cuando te duela, sabrás lo que es caer en picado. La migraña

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Un insulto, una amenaza, un dolor que atormenta nuestra mente, la maltrata, la solivianta la revienta a martillazos; que se vaya, que no me haga sufrir, que me deje tranquilo. Prometo tan sólo consumir lo que me está permitido, y no volveré a dejarme llevar por el deseo permanente de festejar ni por el alcohol prohibido.

La cirugía deseada

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Cuando tienes dolor y no encuentras remedio que aplaque su ira… Cuando los días y noches se confunden interrumpiendo los placeres de la vida… Cuando saca de ti tu cara más agresiva cargando sobre los demás por cosas intrascendentes y sencillas... Cuando por sufrir tu dolor las amistades que otrora veías bien ahora te despiertan rencillas… Bienvenida sea la cirugía, que no sólo te pone bien, sino que te devuelve la vida.

La dieta

La dieta que enamora al pobre al rico va y le consuela, pero ninguno de los dos come lo que puede o debe y la enfermedad se le manifiesta.

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La dieta no es responsable de las digestiones molestas, es el que la come quien debe aprender a moderarse en la mesa. La dieta también ignora las absurdas abstinencias de quien por su físico mira mas allá de lo permitido, mas allá de la belleza. La dieta así es testigo de la pobreza y de la riqueza, pero no la hagamos responsable de la enfermedad por sobreingesta ni de la obsesión por la belleza.

El responsable eres tú cuando te sientas a la mesa.

El ejercicio

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El ejercicio físico es más que necesario: previene enfermedades y despeja la mente abotargada por las miles de batallas a las que nos enfrentamos a diario. El ejercicio físico te agota o incluso puede hacerte daño; pero si no lo practicas, tus músculos se enmudecen y tu corazón se adormece como si fuera centenario.

La muerte

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Muerte, enfermedad crónica o aguda: crónica, cuando ataca un cuerpo que previamente languidece o si de forma paradójica, trastorna la mente perdonándote la vida; aguda, si por desgracia te viene de improviso tras llamar a tu puerta disfrazada de amiga.

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CAPÍTULO II. REFLEXIONES

El ruido y el maltrato Un homenaje a Itziar Bollain Ayer oí una frase genial perdida en un buen guión que retrataba la vida de una mujer maltratada. Su marido se vanagloriaba diciendo: «mi mujer no hace ruido,

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pero yo la siento». Una frase a medias, llena de magia, que no tiene comienzo y no sabes cómo acaba; mas donde debería decir presiento, nuestro hombre no dudaba. El protagonista era aguerrido, vociferante y violento, y sin querernos decir nos decía que su mujer de detalles le llenaba; sigilosa y discreta pero radiante y por momentos, como una maravillosa hada, sobre alfombra caminaba de terciopelo rutilante, para que no se oyera ni una mosca ni nada, y que su amado encontrara, mucho más que un hogar apacible, un hogar que le apaciguara. Y en la cama, desesperada, la oíamos hacer ruido, pero ése a él no le importaba: le pedía que le diese su cuerpo, palmo a palmo, hasta los ojos; y ella todo le daba, sencillamente porque nuestra dama

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no quería saber nada de los maltratos previos, ni de los que le esperaban. Tal vez mañana, tal vez, llegara esa paz que tanto ansiaba y que por dentro le faltaba.

Un buen día diose al fin cuenta de que no se va por donde nos lleven quienes no merecen tenernos, que el trabajo y sobre todo la amistad nos dan cobijo para rehacernos. Tras ser por última vez humillada, desnuda en el balcón para que todos la miraran, abrió los ojos que tantas veces donó, cogió sus cosas y se marchó siguiendo otro sendero, otra luz, dejando detrás de sí a un hombre vacío con la suya apagada. El viaje Un viaje es el azar disfrazado, una serie de oquedades rellenas de suerte o contratiempos;

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una aventura, cuando lo haces sin planificar en exceso; una ristra de fotos, de paisajes y de momentos; de gente que no volverás a ver, pero que formará parte de tus recuerdos.

La higuera

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«Se ha caído de una higuera» decimos cuando alguien es tonto, pero mejor caerse muchas veces tras subirse sin ayuda que quedarse por siempre en su copa tras habérsele aupado sin mas mérito que el de ser acaudalado o tener un buen padrino en el que haberse apoyado.

Conciencia arañada

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No deseo el mal del prójimo, pero sí para quien hace daño. ¡Que lo repare, le castiguen si lo merece, o al menos la atención le llamen! Que su conciencia arañada perdure, porque el daño no es gratuito y el dolor nada no vale.

El frío

Cuando arrecia, te aprieta; cuando se marcha, lo echas en falta; cuando se acompaña de tormenta, lo maldices porque no sabes dónde meterte.

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Cuando camina por el día, te abrigas; cuando a la noche arropa, te escondes; mas cuando se sujeta al viento, lo maldices porque no puedes vencerle.

El funeral

Hoy vamos de funeral y podemos ir bien o mal, por propio deseo o por compromiso social. Funeral es funeral. El que se queda, si no es farsante, tan mal o peor que el que se va.

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Pero hablando de farsa, la de algunos yacentes, egoístas y perversos en vida, que, a su muerte, los hacen buenos los demás. Si les miras te das cuenta de que se ríen de los que les lloran de veras y de los que vienen detrás, ¡malvados hasta en su funeral!

El hermano

Hermano amigo o amigo hermano; mejor, los dos, por si acaso. Al hermano lo tienes siempre, si tuviste con él relación de hermano; si no le conoces porque estuviese lejano, sólo puedes exigirle cariño, sin que ello te parezca extraño.

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Hay amigos que los sientes como hermanos, sin saber cómo ni dónde la relación se abre, sin vergüenzas ni tapujos cerrados. Le hablas como si fueras tú; le escuchas hasta verle desahogado; tus problemas, de los dos, y los suyos, solucionados.

El insomnio

La noche te permite lo que jamás te dará el día: estar a solas contigo, conocerte por dentro, saber lo que sientes, lo que dejaste en el camino, lo mucho o poco que tienes. La noche te permite reflexionar sobre esas acciones

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que, acometidas por el día, no te paraste a valorarlas, unas por temerosas y las otras por temerarias: ahora te parecen desafortunadas.

La noche te permite caminar por tus palabras, razonarlas, esas que tan alegremente dijiste: te da ahora miedo conocer sus contenidos y pavor el rechazarlas.

El tesoro

Me gustaría encontrar un tesoro de los perdidos por miles de años, rodeado de destrozos, arrinconado por ignorancia de muchos y el olvido de todos; de los que ocultan vivencias perdidas, como una cámara de batería infinita, que nos retratase una historia maltratada, tan llena de mentiras como los cuentos de hadas.

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Me gustaría encontrar un tesoro que trajera un rayo de esperanza entre tanto llanto desazonado a los que no tienen ni lágrimas; y para los que en exceso tienen, sin dar a los demás nada, un poco de arena del desierto sin mínimo rastro de agua; pero que se queden despiertos, y que vivan cada minuto que pasa. Me gustaría encontrar un tesoro también lleno de barro, con rastro de las huellas pisadas por gente que mereciera la pena y que se nos fueron sin decir nada.

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El tiempo y el amor El cariño y el afecto duraderos, el amor, una lotería, la pasión efímera, ¿y yo dónde juego? Donde quieras ponerte, pero nunca lo hagas con fuego. Dale tregua siempre al cariño y sé aún más exigente con el afecto,

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inteligente con el amor; y con la pasión, no pierdas la razón y márcate un sendero, para que puedas regresar al punto donde el cariño, el afecto y el amor sean lo primero.

Robar minutos a la muerte Lo he oído de cerca a quien combatió un cáncer sin miedo, creyéndolo tumbado; pero lo peor vino luego, cuando viéndose ya curado, necesitaba continuas palabras de consuelo, distraer a su cuerpo de su mente, ayuda para poder dormir sin soñar con que un día tal vez despierte su mal adormilado.

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Siente que le roba minutos a la muerte, y por momentos preocupado; pero mientras viva, necesita creer que curado está curado, aunque de fuera le lleguen las dudas de miradas, apenadas y compasivas, de quienes nada saben, pero que le han sentenciado.

La crisis

Quien avisa no es traidor, y la crisis llegarte te llega; los sabios dicen que si la afrontas, pasa de forma fugaz; pero si te acobardas, no sólo se hace longeva, sino que secuelas te deja. Como felina agazapada, aprovecha cualquier resquicio que le dejas; no malgasta su oportunidad

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cuando te mira de cerca, metiéndose sin darte cuenta en ti, devorando por dentro a su presa.

Las tienes para cada edad, y para cada cambio de rumbo que pegas. Las crisis se suceden, de forma que cuando una la pasas, la otra sigilosa te acecha; así que siempre está uno en crisis, ni por mucho te liberas. Si de acabar con las crisis se trata, tan sólo la muerte, haciéndose la inocente, acaba de una tajada con ellas; aunque tu cuerpo sea su moneda y cuando con ellas se vaya, un alma, ya sin crisis, en pena se queda.

Bienvenida sea la crisis, que le hago un sitio en mi vida, que no se me vaya, que la vida sin crisis no es nada; y puestos a elegir, mejor negarlas, llevarlas contigo,

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en lugar de pasarlas.

Mejor una crisis conocida que otra, aún peor, en un descuido me venga y con sólo mirarme, me pueda.

La frigidez

Porcentajes alarmantes, nos dicen las encuestas, nadie la padece y preguntarles, una afrenta: todas satisfechas, o al menos así lo manifiestan. ¿Lo saben sus amantes?;

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¿no se dan por aludidos formando parte de la audiencia? Puede que ellos no sepan que por fuera nos miente quien por dentro su frigidez atormenta. Habrá casos que no lo quieran las mujeres reconocer ni los hombres llegar a saber, pecando de una falsa inocencia, ignorantes de que su curación es buscar el placer y su secreto, más compromiso que ciencia. Aunque no lo digan las encuestas, la frigidez es cosa de dos;

dejarla pasar, un error, y lamentaríais postergar el placer si sois vos el hombre o la mujer afecta. Si eres hombre, la puedes perder;

si eres mujer, llegará un día en el que seguro te arrepientas: ambos aprenderéis como lección que el placer no sabe de treguas.

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La virginidad Divino tesoro del que por edad la tiene, sea mujer o varón; saber hacer uso de ella es la más importante elección a la que se puede tener opción, en un cielo en el que pocas veces tienes la oportunidad de elegir una sola estrella

que ya nunca vuelve, que se va con ella.

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La mujer trasnochada

Mujer apasionada, mujer trasnochada, hoy la vida es el momento, el placer como estandarte primero, y tener siempre bien claro que el barco del amor no suele llevar a buen puerto. Mujer apasionada, mujer equivocada, pero quien nace así no se conforma con verlo pasar: quiere te-nerlo;

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no le importa llorar si le toca sufrir, vive por algo más que vivir y muere por padecerlo.

La serpiente

Es como una serpiente venenosa: no la ves por camuflada, anda entre matorrales sigilosa, observa a su presa, se retuerce en su interior, rencorosa, destructiva, vil y malvada. Eres su víctima propicia: de vivos colores trajeada, andas de forma alegre y presurosa; sin sentirte observada, te metes en tu interior, bondadosa soñadora, infeliz y confiada.

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Las ideas

Las ideas vienen y se van, pero la mente se queda, confiada en que tal vez volverán, porque ella siempre se entrega. Las ideas son como las olas en un día de sol y primavera: te hacen feliz verlas venir, y cuando crees tenerlas, se alejan. Las ideas pueden venir y encontrarse una mente retorcida e indispuesta, no entran por mucho empeño que pongan y por mucho tesón que tú tengas.

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Nadie conoce a nadie

¿Quién conoce a quién? Todos tenemos una luz y una capa alargadas: la luz, para deslumbrar a los tontos; y la capa, para taparnos de los otros. ¿Quién conoce a quién? Todos apagamos alguna vez esa luz, para que al fin vean nuestros rostros; les hablamos de lo que sentimos, y sólo así ellos sabrán quiénes somos. ¿Quién conoce a quién? Todos casi iguales, como cromos,

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no nos reconocen sin capa, hartos de engañarlos a todos, y si no, nos descubrimos solos. ¿Quién conoce a quién? ¿Nos conocemos nosotros? No es por problema de luces o capas, es porque no nos miramos, o porque nos da miedo ser nosotros los tontos. ¿Quién conoce a quién? Quiero conocerme a mí mismo y quiero conoceros a todos, que la luz nos ilumine por dentro, que digamos «¡esta capa ya no nos sirve!», porque por fuera ya saben quiénes somos.

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CAPÍTULO III. SOCIEDAD

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La crítica Criticar está de moda, y en las radios se manifiestan oradores de guante blanco, que desde su púlpito proclaman una verdad que está comprada por quien el sillón le presta. La crítica destructiva vende, mientras la crítica constructiva a la deriva navega, con erguida e incorrupta vela, entre dos corrientes que te arrastran en forma de vil vendetta. Crítica imparcial, ¿dónde estás?; sal de tu letargo, maldita, que los de a pie necesitamos conocer de ti la verdad, para no ver nuestra sociedad marchita.

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El móvil Aparato deleznable que por millones aparecieron como contagiados por el aire, para desdén de nuestros abuelos a los que podríamos llamarles y contar que con los años la vida se ha hecho insoportable. ¿Y cómo les decimos de una forma sencilla que nos hablamos por un teléfono sin cable?, ellos que con la silla en la calle llevaban una vida tan sociable… Aparato tal vez útil, si usado de forma razonable; pero la tozudez humana confunde lo moderno con lo deseable, y todos tenemos uno, aunque no necesitemos usarle. ¿Cómo disfrutar de nuestro tiempo sin que no nos moleste alguien? Basta con marcar nueve dígitos y que al otro lado te hablen para saber que no estamos solos ni nosotros ni nadie.

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Don Perignon Camarero, waiter, garçon, quiero un Don Perignon; si no lo tiene, váyalo a buscar, porque lo quiero para fardar con mis amigos del botellón. Camarero, sí señor, ya sabía que Ud. era el mejor, pues se dio prisa en cobrar y me da por Don Perignon un champán de Badajoz. Camarero, waiter, garçon, yo soy algo chulo, pero es mucho peor ser un truhán o vulgar ladrón.

– 52 –

La broma Hay bromas y bromas, oportunas y ocurrentes, esas que tienen chispa, que vienen muy a cuento para enseñarte algo que al principio no ves, pero que luego asientes. Mas no te ha de preocupar, porque cualquier persona normal va dejando resquicios para el fino humor de gente bien intencionada y sobre todo inteligente. Hay bromas y bromas, dislates, memeces, que te sientan mal o regular; y ello también depende de tu estado emocional, pero el que la da pesada es un vulgar demente y su broma, demencial. La inoportunidad es un don que algunos «graciosillos» poseen para, llamando la atención, sentirse diferentes.

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Hay bromas oportunas que debes aprender a encajar, pero se les desprecia sin más a los idiotas de siempre.

– 54 –

Blues bar Óyeme, nena; eres parte de mí; vas como fuego, por mis venas; tu cuerpo desahoga mi cuerpo y tu mente sosiega mis penas. Bajo la sombra de aquel viejo árbol, bajo la luz de la Luna maldita, en la penumbra de mis miserias junto a mi cuerpo estás tú. Si no estás aquí, mi yo no es mi yo. Yo no soy nadie, nadie sin ti; pasan las horas, pero no para mí. Copa tras copa, éste es mi sino: lágrimas secas por mi cara cubren de flores los recuerdos que inundan mi cuerpo de ti.

– 55 –

«To be or nor to be» Ser educado es hablar con voz más bien baja para no fastidiar al de al lado, ayudar a personas inválidas si requieren nuestros cuidados, dejar siempre nuestro sitio a los más necesitados. Ser educado es también saludar, y esto es algo que por doquier casi todo el mundo ha olvidado.

La sonrisa

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Una sonrisa a tiempo da vida, transmite que te felicitas de mucho más que la nada, de un saludo, de un encuentro, de un gesto, de una ocurrencia afortunada. Una sonrisa no desgasta, no te cuesta, no te sangra; échala de vez en cuando, pero mirando a la cara, para que se te vea en ella que la vives y que por dentro no es falsa.

El peatón

– 57 –

Paseando por la Castellana miro a mi alrededor y no veo tierra llana, sólo coches por doquier. El trabajo lo tienen lejos; la vivienda, también. Me dan pena, pobres hombres: parecen cargados de estrés, media vida dentro de un coche, y todo, ¿para qué? Gana menos, vive cerca, y es mucho mas sano ir a pie.

El simulador

– 58 –

El que hace algo con pretensión de confundir es un farsante, mas el que simula con su farsa lo que en otras circunstancias sí que ocurrir pudiera hace que un juez se confundiera y por su culpa un inocente pagara. ¡Ay, farsante!, cómo te cuida la hinchada y hasta la prensa partidaria pasa por alto tus tretas: mil años duraría tu condena y otros mil cuando la cárcel dejaras, y si eres un jugador de primera, muy mal ejemplo das a la escuela. Si yo fuera tu entrenador,

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la mayor de las multas te echaba; y si de mí dependiera, jamás nuestra camiseta ultrajaras, para que purgues tus penas. El triunfo es el triunfo y ése se gana en la cancha, en cada minuto que juegas.

El engañar es de pillos y el engaño, una farsa; el simulador, un farsante. ¡Me cago en la mare que me parió como yo te pillara!

La gente buena

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Que sí, señor, que hay gente buena, esa que te da lo poco o mucho que tiene, que no porque le conviene, sino porque lo siente de veras. Que los hay a puñados, basta con ponerte a mirar a quien, a tu alrededor, gozoso llena su vida de detalles honrosos sin pretender que los veas.

El certamen ¿Existe un solo concurso o premio no amañado

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donde el jurado sea entendido y no haya nada pactado, que lo que se concursa es atendido como el concursante merece y que la justicia se reparte por encima del criterio arbitrario de los jueces?

El asesino múltiple Hoy he elegido navegar por una mente perturbada, conocer los entresijos del mal de una forma disimulada. Primero me alejaré del bien y lucharé con sus propias armas; me pondré bajo su piel y usaré su misma cara.

– 62 –

Bucearé por su interior y miraré con su mirada; hablaré como habla él, que me preste su palabra. Mas después de mil vueltas dar por su mente vil y canalla, no puedo por más creer que una mente que nace sana sea el asiento del mal y sea capaz de matar para sintiéndose ella bien no servir para nada.

– 63 –

CAPÍTULO IV. LA MÍSTICA Y EL HOMBRE

La hipocresía Ser hipócrita es habitualmente fácil: basta con hacer lo contrario

de lo que a otros indicas. También te sirve un saludo afectuoso, una sonrisa falsa a tiempo, ser con el otro atento, despedirte gozoso. Pero, ¡ay!, amigo,

– 64 –

qué difícil es ser hipócrita si hay un debate en tu interior entre lo que sientes y lo que predicas como pedir la ayuda de Dios mientras por fuera lo despotricas.

Dónde estás ¿Dónde estás? ¡Dios Santo!, ¿donde estás?, ¡dímelo!, habla algo, da señal; dónde puedo encontrarte, ir a buscarte si vuelven mis dudas sobre ti; ¡dímelo!, ¡te lo suplico! ¿Dónde estás?

– 65 –

Pero, ¿dónde estás? Yo soy tu amigo; háblame y dime por qué no puedo ir a verte para decirte que no entiendo bien por qué no estás cuando más te necesito.

Cuando un niño se va Cuando un niño se va, se lleva su sonrisa, tus caricias y cuidados, y nos deja vacía el alma. Cuando un niño se va, te lleva también consigo, porque tu paz interior se ha ido, y no encuentras la calma Cuando un niño se va, su cuna está vacía, pero tu corazón, lleno de lágrimas.

– 66 –

Cuando un niño se va, hay que volverlo a intentar, pero no por si vuelve. Otro distinto vendrá que te hará feliz igual, aunque llores por siempre su muerte. Aprender a ser quien eres Aprende, hombre o mujer, aprende de la vida; aprende del sufrimiento, de los errores cometidos por ese yo enquistado de tu parte maldita. Saca pecho y mira hacia delante, que no te sonrojen quienes por dentro no tienen ni la mitad de tu decencia, pero que viven de las apariencias vendiendo al mejor postor su dicha.

– 67 –

Aprende, hombre o mujer; relee las historias de gentes que llegaron a ser héroes por saber darle la vuelta a todo un recital de deslealtades de su alma marchita.

Vivir consigo mismo Vivir consigo mismo no es vivir por vivir, es aprender a tomar prestado lo que naturaleza y Dios te ha dado para compartirlo sin más. Vivir consigo mismo no es soñar por soñar, es aprender a hacer y decir las cosas de la forma en que quisieras que las hicieran o dijeran los demás. Vivir consigo mismo es tener la conciencia tranquila y evitar un tren de vida que te estrelle por el camino por no poderlo superar.

– 68 –

Vivir consigo mismo es respetarte primero, porque sólo así se consigue que te respeten los demás.

La historia

Historia, baúl de vidas rebosantes o destruidas, repleta de ejemplos duales, de los que viven su vida sin importarles los demás mortales y de los que de forma altruista dieron la suya llevando vidas ejemplares. Historia, baúl de hombres honoríficos, pero también de los tenidos por normales: muchos de ellos merecerían aplausos a raudales; sin ellos tendrías las hojas medio vacías y no se contarían por pares.

– 69 –

La relatividad No somos nada; hoy estamos aquí, mañana allí. Venimos, crecemos, aprendemos, nos enamoramos, hacemos, deshacemos, nos conformamos, enfermamos, y cuando llega el final, en silencio nos marchamos. Cuando acordamos, ya no estamos.

– 70 –

Ilusiónate Ilusiónate; crea en ti una ilusión aun imposible de perseguir; siéntete como tú mismo; deséate lo mejor; créete vencedor, que lo puedes conseguir. Ilusiónate; no pienses en fracasar cuando está en juego tu porvenir; cree en la fuerza del corazón, de que eres capaz de regalarte aquello que tanto deseas para ser al fin feliz. Ilusiónate; no dejes tu futuro

– 71 –

en manos de una ayuda, sea divina o terrenal; no subestimes a los demás, y ante todo cree en ti.

La rutina Hoy me enfrento a un nuevo día, a otra jornada cualquiera, y yo ya no soy el que era. Me sobrecoge la rutina, no puedo con ella, me ahogo bajo su estela. No he llegado adonde quería, mis ilusiones vuelan, ya sé la vida que me espera.

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La hidalguía Tengo un buen amigo, tachado de desfasado, de otro siglo sacado, hidalgo de los pies a la cabeza, que antepone el honor a cualquier bien tangible y por supuesto a la riqueza. Que no ansía dinero ni poder; la amistad, lo primero, y lo que venga, que llegue después. Nunca te dejaría tirado y por nada cambiaría su trasnochada forma de ser.

– 73 –

La maldad Maldad, discípula del mal, que pervives en el hombre muy a su pesar. De forma diligente primero escoges a tu víctima, luego estudias sus puntos flacos, sus debilidades, su pasado;

hurgas en sus heridas. Maldad, simiente pagana, que incluso un hombre bien nacido y de pasado intachable se deja atrapar en un descuido y transformarse en el mal. Sabes muy bien que el hombre es débil y juegas con ventaja tu partida sabiendo muy bien por dónde pisa.

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¿Es verdad que es en la mujer donde con más frecuencia anidas? La «mujer es más mala», dicen algunos, que a buen seguro otros tacharán de machistas, pero ésta es, curiosamente, una opinión por muchas mujeres compartida. De bondad y sensibilidad infinitas, curioso ser, éste de la mujer, que a las malas se arrebata, y en menos de un santiamén combate una afrenta con todas sus iras. Pero ésta no es maldad de la mala, pues la saca a relucir en defensa de su amor, de sus hijos, de su vida.

A mi me preocupa más la de aquel ser, hombre o mujer, que cualquier cosa que se le haga sin voluntad de dañar la guarda de por vida y de forma traicionera espera a su víctima ver pasar. Maldad o rencor, que más da,

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yo diría que se trata de una persona despreciable y mezquina.

El viaje a ninguna parte Lo importante no es la meta, sino el camino, sea sendero o vereda, de tierra o de asfalto, llegar sin dar tumbos ni saltos que vanagloriarte pudieras. Lo que emprendas que puedas; para ello capaz de ello te veas, y más que capaz, suficiente; las herramientas te las fabricas, mejor que pagar por ellas. El viaje a ninguna parte lo emprenden tan sólo valientes; porque, ¿dónde te lleva? Donde tu esfuerzo quisiera, porque el fruto que recoges depende de la semilla que tuvieras.

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La osadía En la juventud, virtud; en la infancia, una falta de respeto; y en la madurez, aunque la tiñas de blanco, una gran desfachatez. La osadía del joven le ayuda a valerse, pero al soliviantarse, agrede, a veces, a quien mas le quiere, y eso, más que malo, es cruel.

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CAPÍTULO V. AMOR, MUJERES Y PRINCESAS

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. Tu nombre Veo una barca vacía, cómo se mece en el agua, el Sol que se esconde, la Luna iluminando el ancla, y una noche que duda, que no sabe si salir u ocultarse para no revelar tu nombre con el mar en silencio. De repente oigo el soplido del viento, las velas de barcos amigos, que aplauden gozosas; voces que jalean desde lejos el estruendo de un trueno; el escenario que anuncia que tu nombre tiene en mí a su dueño.

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El lago Contigo a mi lado se confunden el tiempo y el espacio; puedo volar y volar, y hasta navegar entre silencios; porque si antes eran eternos, ya no se me hacen tan largos, y me emociono viendo juntos pasar los minutos y los años. El dolor se me hace llevadero; el hambre, un pasatiempo; el frío es calor y el calor no es sufrimiento.

De repente me pongo a soñar que, estando juntos en el lago, me sobreviene la muerte, pero, despreciándola, la reto y su osadía arrebato. Ella me da un plazo; yo me arrodillo en la orilla y agonizo en tus brazos leyéndote mis poesías;

y cuando finalizo, sólo me queda un adiós, porque con la muerte no hay trato.

De sueños y sentimientos

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Hoy soñé que te sentía tan de cerca y al mismo tiempo lejana, tan hundida y a la vez de viveza plagada, que sin duda pagaría por soñar que te sentía segura de ti, confiada.

Te quiero sin altibajos ni dudas

y que estés por siempre en mis sueños, aunque ellos tal vez no digan lo que sin decir dijeran; pero si no estás en ellos, me siento tan huérfano de vida como lleno de nada.

– 81 –

Te quiero Qué fácil decirlo, qué difícil creerlo, qué bonito sentirlo, sobre todo el primero. Te quiero, muñeca, te quiero, tanto que no sé dónde ponerte en mis sueños, la locura en mis pensamientos, la muerte. Me vuelves tan loco que un día que el eclipse de Sol ocurriera, me pondría entre el Sol y la Luna para que creerlo lo creyeras. Te quiero, muñeca, te quiero, y esperaría a que el eclipse se fuera para decirte en voz baja un «te quiero», para que sólo tú lo sintieras.

– 82 –

El retrato Quiero pintarte sin pincel, imaginar cada una de tus poses, ilustrarlas con vivos colores, darles luego vida propia para que, danzando a mi alrededor, hagan de mí el príncipe de los pintores. Quiero retratarte con mis ojos, decirte guapa y hermosa, como esos piropos que le dicen a las flores las mariposas, cuando llegada la primavera eligen una princesa entre las flores. Quiero retratarte para ser el príncipe de los pintores y tú, la princesa entre las flores.

– 83 –

A mi musa Musa secreta, discreta, mi musa,

verso tras verso, me has ido sacando lo que nadie me supo sacar navegando entre la paz y la calma. Musa, mi pobre musa, real o imaginada, que enjugas por miles las lágrimas derramadas mientras inspiras mis versos robados del alma. Musa secreta, discreta, mi musa, hoy puedes sentirte feliz; aquí tienes nuevos versos que hablan de ti, y, como siempre, los leerás tan en silencio que todos seguirán sin saber nada.

– 84 –

Un trocito de cielo para ti Te compraría el cielo si pudiera y te lo cortaría a trocitos si quisieras, para que despacito cayeran como las nubes derraman el agua, dejando regueros tras su estela. Y por las noches pondría relámpagos con enormes destellos de colores, precedidos de ruidos estruendosos, para que despiertes, princesa, en alborozo junto a las hadas y sirenas. Y en este mundo encantado, desearía ser el príncipe, cautivarte, princesa, y, en plena tormenta, aliviar tus penas.

– 85 –

La lozana Mujer hermosa, mujer lozana, racial, de carácter fuerte, orgullosa de su pasado, hecha a sí misma, de las que vienen de frente, mezcla de mujer y fiera, para decirte que su enfado es por tener sangre caliente, y si no se enfada, revienta.

– 86 –

Dime qué sientes Dime, mi amor, dime qué sientes cuando ves las gaviotas volar sobre las olas del mar, mientras paseas tu soledad por la orilla.

Dime, mi amor, ¡por Dios, dime qué sientes! Deja que el destino te abra el camino de otra dicha, de otra suerte. ¡No dejes que tu soledad te aflija!

– 87 –

Despierta, dama, despierta Despierta, dama, despierta, que sobrecógeme el alma; oigo un ruiseñor que me dice que algo pasa en tu ventana.

Despierta, dama, despierta, que veo un duende bajo tu cama y si te quedas dormida, se subirá a tu almohada.

Despierta, dama, despierta, que veo cosas extrañas, y no encuentro la paz que me devuelva la calma.

– 88 –

La foto Cuánto pagaría por que hoy fuera ayer y la noche fuera el día, por robarle horas al reloj, y no tener que decirle a un papel lo mucho que te quería.

Cuánto pagaría por poder rejuvenecer y rellenar contigo el álbum de mi vida, por que mis recuerdos fueran otros, tan llenos de nosotros que tu sombra sirviera de guía. Cuánto pagaría por poderte llevar conmigo sin llegar a doblarte, por no volver a sacar más ese maldito trozo de papel que se sonroja de tanto mirarte.

– 89 –

Abrazarte Cómo me gusta abrazarte, poner en el abrazo mis cinco sentidos, penetrar en tu cuerpo sin pedirte permiso, recorrer tus entrañas como sólo Dios lo hizo, saber de ti y conocerte por dentro, llegar a tus tejidos, salir de ti con tu aliento llevándome conmigo un poquito de ti con lo mejor de mí mismo. Abrazarte es vivir, poder compartir lo mejor de los dos y poderte decir esas cosas que a solas te digo.

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Ni una lágrima más Basta ya de tanto llorar porque tu soledad alargue las horas, de quejarte una y otra vez, de verter lágrimas que van a parar a la mar, para luego desaparecer cuando se rompen las olas. Basta ya de lamentar que no me ves, que no estás donde pudieras ser mi compañera mas fiel, cuidar de mí y volar después entre palomas. Palomas que vienen y van, para que nunca más te sientas tan sola.

– 91 –

Déjame Déjame escribirte, decirte lo que siento en forma de versos. Que te esté agradecido por lo mucho que sufres sin reproches ni lamentos. Que te siga llevando conmigo sin que nadie lo sepa, que sea nuestro secreto.

– 92 –

Huir de la verdad

Huir de la verdad, de lo que sientes y padeces, emborracha la brisa del viento mientras languideces, por no atreverte con ella, por no afrontarla valiente. Huir de la verdad, de lo que sientes y padeces, deja desnudos los hechos mientras palideces, por no atreverte con ella, por no mirarla de frente.

– 93 –

Tus pestañas

Tus pestañas cubren tus ojos como los pétalos la flor, y separando el cielo de ti te sirven para soñar despierta y para guiarte si te desorientas, mientras te sientes feliz. Tus pestañas son en la noche persianas de terciopelo que se echan para dormir, y en la mañana pañuelos de seda que se levantan contigo para dejarte vivir.

– 94 –

Te he traído flores Es un día cualquiera, pero quisiera que aceptaras esta media docena de rosas: una por el presente; otra por los años pasados; otra para cuando añores mis besos y abrazos; otra para que cuando nos miremos, nos encontremos; otra para que si nos hacemos daño, nos perdonemos; y la sexta es por si te falto y puedas remar contra marea, aun queriéndome tanto.

Tristeza a media noche

– 95 –

No puedo dormir por dormir y borrarte de mis sueños grabados; ignorar que tú, a mil leguas de aquí, sueñas que estás a mi lado. Yo no encuentro sosiego si mi interior no encuentra descanso, aún más si te veo llorar y llorar por lo bueno y por lo malo.

No puedo olvidar que estás ahí esperando que ocurra un milagro, que las cosas dejen de ser como son, que lo que haces vale para algo. No puedo disimular mi tristeza por no tener tal vez el valor de elegirte hoy a ti por un mañana incierto y arriesgado.

No puedo, aunque quiera, olvidar que tengo un henchido pasado, que yo ya he vivido, mientras tú estás empezando.

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CAPÍTULO VI. DISPARATES Y HUMOR

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Antigualla Antigualla, ranciedad o antañada, sinónimo de anacronismo. Es mucho más insulto que el del joven que te mira como diciéndote viejo, pero con algo de cariño. Anacronismo suena a desfasado, pero los doctos la dotan del mismo sabor rancio que a la ranciedad manifiesta para expresar ambos que ya no estamos en la misma fiesta, que cambiaron la música y las luces, que modernizaron los baños, que la gente tiene otro porte y algunos políticos sus amos. Ellos se apoderaron de todo, del poder y del dinero, dejándonos como estábamos.

– 98 –

Antañada, que no andanada, sinónimo de reprensión severa, es como antigualla pero más dulce, dándole un soporte de melancolía, de que los tiempos pasados fueron siempre mejores, y por no poder ser comparados hacemos que ante la duda los mas jóvenes tengan que comulgar con ello; y si nos revelamos, corremos el riesgo de parecer unos infiltrados, de que no nos corresponde subirnos al tren de los jóvenes, que tenemos que vivir como siempre o ser como progres mirados.

– 99 –

El chiste Buenos días, tardes, noches: yo soy un chiste muy contado; me cambian todos los días, depende de quien me cuente, y más del último que me haya contado. Lo importante es que te rías a tiempo, aunque no te hayas enterado, porque si no, quedas por tonto, aunque más tonto sea el narrador que, creyéndose bueno tan mal me ha contado.

– 100 –

La imaginación Imaginar es soñar con algo que no está, pero que sabemos que existe en algún lugar. Imaginar es dudar si realmente queremos aquello con lo que podemos contar. Imaginar es pensar que si lo tuviéramos, tal vez viéramos que no lo vamos a necesitar. Imaginar es soñar, dudar, pensar, necesitar, dejar volar la mente, que nos lleve a otro lugar, conocer otros mundos, aterrizar y volver a empezar.

– 101 –

Hoy Hoy me he levantado caliente y no sé con quién pagar mi enfado, mas no sé por qué hoy estoy en este estado, sin nada que sea aparente; si acaso me queda la duda airado de que ayer no estuve atinado, ni siquiera diligente, y cuando me levanto así de hiriente, no dejo a nadie salvado ni que me sea indiferente, aunque yo mismo salga escaldado.

– 102 –

Frenético Frenético, ritmo vertiginoso, salvaje, ritmo algo más suave, violento, ritmo fuerte pero agresivo del que se siente derrotado, que te destroza si pudiere por el ímpetu incrustado. Si vivimos con el salvaje, molestamos; si con el violento, destruimos; mas si le damos juego al frenético, vamos y volvemos, competimos y sobre todo ganamos y convencemos sin habernos despeinado.

– 103 –

Aprender inglés Aprender inglés para viajar puede llegar a ser frustrante, porque llegas a New York y te atiende un hispanoparlante; tú hablas en inglés y él en español, y entenderse te parece alucinante; después de timarte, él te dice un adiós y tu un bye-bye, y los dos tan campantes.

– 104 –

La fiebre Me sube la temperatura: ¿será malo? No sé si tengo un cuadro gripal o un vulgar resfriado; no sé si tratar con antitérmicos o mejor aún los «bichos» matar con un «biótico» de armas tomar de mi vecino de al lado.

– 105 –

Implorar

Te ruego, virgencita linda, que veles por mí y perdones mis miles de pecados, los que he hecho hasta ahora y los no realizados. Clamo al cielo, viva Dios, que un hombre honesto y honrado no puede cometer tantas torpezas, que se merece mucha más suerte y no ser siempre el perjudicado. Continuamente imploramos a la Virgen, a Dios o a todos los santos para que por nosotros intercedan, corrijan nuestros torpes actos y paguen otros los platos.

– 106 –

El armario El armario se está abriendo, y están saliendo por doquier; se les quedaba tal vez pequeño, ya no podían caber; estaban hartos de que nadie reparara, ¡que son personas!, ¡joder! El armario se está abriendo y están saliendo mujeres también; ellas que lo llevaban con disimulo, y socialmente parecía hasta bien; creo que han visto machismo en que sólo los hombres salgan de él.

– 107 –

El chupito

¡Vamos, chupito, vamos! Te necesito para reposar y sentirme así un hombre nuevo. No permitas que me sienten mal los callos, chorizos y demás excesos. Intercede al cielo por mí, para poder regresar al sitio de donde vengo. Ni por mucho consientas que las calorías se queden en mí y que haga más kilos que tengo; haz que duerma la siesta feliz, que descanse como merezco, y por muy lleno que esté, para la cena he de estar dispuesto. Vamos, chupito, vamos. Vámonos los dos a dormir; tu copa está vacía sin mí, y yo por ti ya ni me siento.

El cuadro

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Todos miramos el mismo cuadro, pero lo hacemos de forma diferente, porque de forma diferente piensas. Mas de repente, uno se fija en algo y grita: «¡ya lo tengo!»; y cuando lo cuenta, ¡ay!, cuando lo cuenta, ¡cómo queda! El que de pronto en algo repara de cuadros no sabe nada, pero el que nada sabe aparenta, y de forma sorprendente se forma un corrillo de gente cuya mente alimenta. Mas pasó el pintor a la posteridad legando su obra a la humanidad, rodeado de borrones y miseria. Se nos fue sin decirnos lo que quiso expresar, dejando para los sabios que vinieran detrás detalles que él mismo desconociera. En el cuadro uno ve lo que puede y otros, lo que sus ojos quieran. El pintor pobre e infeliz se nos muere sin saber lo que quiso pintar, pero otros vendrán que sabiamente explicarán lo que sus lienzos dijeran.

Tres motivos para perderse

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Sentirse asediado, vigilado, maltratado, y con la palabra callada. Reconocer que lo has hecho mal y tener que soportar la crítica malintencionada. Ver a quien no quieres ver, acompañado de quien no quieres estar, y disimular como si nada.

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El vendedor de coches (1) Ay, cochero, cochero, vaya fama que tienes, que se te ve el plumero; el coche es una joya, avería nunca tuvo y los kilómetro, casi a cero; mira el techo, está lisito y la dirección, en su sitio; el embrague está blandito y el acelerador, como nuevo; la pintura, impecable, y bien que reluce por dentro del cenicero al volante, y del volante al salpicadero. El precio es una ganga, porque ese dinero no es dinero: decide con prisa, porque si no lo quieres, tengo a otros esperando que se creerán los primeros.

El vendedor de coches (2)

Ay, cochero, cochero,

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cómo cambian los tiempos, antiguamente rico y vividor,

y hoy un hombre sencillo y honesto. Otros se labraron a pulso esa fama de mujeriego y despilfarrador, y tú la arrastras hoy día sin apenas merecerlo, tú que sólo piensas en lo que sea motor y a base de mucho sudor consigues un más que justito dinero sin extras ni sobresueldos. Batallador y leal competidor, que ansías ser el mejor en tu puesto, para ello sueñas con que el comprador se lleve el coche de sus sueños, aunque muy bien sabes por dentro que el coche tiene defectos, disimulados, eso sí, en un terminado de cuero; ¿pero cómo no va a tenerlos?, alguna explicación ha de tener que lo dejaran sus antiguos dueños para venderlo con tanto descuento. Y quien no esté de acuerdo que se compre uno nuevo, pretender llevarse oro con mil euros… No te pongas así, buen hombre. Ay, cochero, cochero,

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por ti me dejo engañar, te lo compro sin más miramientos; además, gracias por tus desvelos y por tener sentimientos; mas enhorabuena por tu esfuerzo, por ser capaz de creer lo que dices como si tu vida dependiera de ello. El secreto del buen cochero consiste en comprar un coche bien y venderlo con el mayor suplemento; pero antes si engañaban, estaba bien, y ahora tienen… remordimientos.

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CAPÍTULO VII. MISCELÁNEA

La noche y el silencio El silencio es a la noche lo que la noche al silencio:

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se buscan, se necesitan y se intercambian los recuerdos. Navegan por aguas turbias mientras les observo de lejos; huyen sin dejar rastro, ¡que nadie vaya a socorrerlos! Y cuando el agua les cubre, se ahogan en sus propios celos; no quieren descubrir sus cartas, ni menos compartir sus miedos. Cuando la noche se pone, la Luna vigila sus vuelos, y ella se encarga de que nadie estropee tan dulces momentos. Que nadie merodee a su alrededor, ¡ni por mucho lo consiento!; yo soy su amo de día y su esclavo en el silencio. No acepto bolsa ni vida, te lo juro por mis muertos;

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esto es un pacto de hombres, de los hombres caballeros. En la soledad de la noche el silencio la ilumina, llevándola consigo mientras les observo de lejos. Pero heme aquí sobrecogido por el tormento de los recuerdos que cuando llega la noche interrumpen su silencio. El silencio es a la noche lo que la noche al silencio, que me sigue donde vaya y de donde quiera que vengo.

Del todo a la nada

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Ironías del destino, que primero te da la mano, te gratifica, te engrandece, para de pronto darte la espalda, arrojarte a un pozo sin fondo, pasando del todo a la nada. Mil historias tenebrosas, de un serial maldito sacadas, que va escribiéndose solo y está tan lleno de vidas prósperas como más tarde destrozadas, mientras te ve envejecer, pasando del todo a la nada.

Moraleja para el indómito dominador:

«si tienes, disfruta, pero con cabeza; no confíes en tu “hada” y menos en la riqueza; aprieta de vez en cuando el entrecejo y no te relajes en exceso, por si te quedas sin blanca. Y si de desgracia personal se trata, también has de comprender

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que el dinero no compra la suerte ni siempre le toca al pobre perder; el destino es incierto para todos y lo es también para ti, aunque te llamen de Ud. La vida a veces te da y otras te quita; el destino es caprichoso por doquier, no sabe de justicias ni de hadas, y según te venga, pasando de la nada al todo o del todo a la nada.

El límite Límite, ¿dónde estás?; quiero conocerte, estar a tu lado sin rebasarte para no caer al vacío, para no pisar a nadie, porque nadie merece ser pisado, para respetar las normas

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que entre todos hemos pactado. Límite, ¿dónde estás?; quiero estar contigo, hablarte a diario, que me enseñes a mirarte de frente y siempre del mismo lado, para seguir respetando las normas que se me habían olvidado.

Mi hada madrina Tengo un hada madrina que nació en mi mismo lecho y me cuidó de los peligros que están siempre al acecho. Caminó siempre conmigo allanándome el camino, reponiéndome las fuerzas si me veía maltrecho.

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Me arropaba cuando el frío arreciaba, me secaba el sudor cuando faenaba y se apoyaba discreta en mi pecho cuando ésta se acababa. Me apretaba y me hablaba, pero yo no sentía nada, nada diferente a la brisa del viento cuando éste me golpeaba. Hada madrina, mi hada.

La verdad no existe Se esconde en el desván mientras se resiste; cada uno tira de ella según como le viste; se cuenta desfigurada y no se parece en nada a aquello que viviste. Mentira a medias, disfrazada

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con una túnica de terciopelo, que cuando te deja desnudo, saca tus miserias en ristre, y es que la verdad de verdad,

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amigo mío, no existe.

El pantano ¡Se asfixia!, ¡se ahoga!, ¿no le oyen? Que vaya alguien a socorrerle, no puede con tanta ruindad, que le manda, le ordena, se entromete en sus asuntos y le pide mas humildad, y todo por saber hacer lo que ellos no saben y contribuir sin saberlo a sacarles de su mediocridad.

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Versos robados

Escribir poesía es dejarse llevar, que la pluma escriba sin pensar, saberle transmitir cada parte de ti, sin que ella sea consciente de nada, aquello que alegra tus sueños, y lo que te tortura por dentro, enseñarla a reposar en las noches de otoño y tras el alba volverla a abrazar. Escribir poesía es intuir lo que sienten los demás, desgranar sus pensamientos, escribirlos de forma sencilla, aunando la difícil tarea de adornarlos de palabras bonitas y que no estén escogidas, leer en sus rostros los versos que quieren oír y poderse juntos emocionar.

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Estos «versos robados» a la pluma son para ti, para que te metas en ellos y puedas cuando los leas distraerte, reflexionar y si los sientes, emocionarte y quién sabe si llorar.

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Agradecimientos A Rosa Fabregate y Álvaro Reyes por su conti-nuo estímulo, así como por su espíritu crítico y cons-tructivo mas allá de la amistad.

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