5-5 Libro IX

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 1  Noveno Libro  ________ Retazos del Apocalipsis J.A Fortea

Transcript of 5-5 Libro IX

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    Noveno Libro __________________________________________________________________________________________________________

    Retazos del Apocalipsis

    J.A

    Fortea

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    Editorial Dos Latidos

    Benasque, Espaa

    Versin para libro electrnico, ao 2012

    Copyright Jos Antonio Fortea Cucurull

    www.fortea.ws

    versin 5

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    EL IX LIBRO

    Chronica et annales de

    Antichristi tempore

    scripta ad maiorem

    D e i g l o r i a m

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    ndice

    La debilidad de la dura Ley

    La Reina de Inglaterra

    La trampilla y el plano de los arquitectos

    Que caiga fuego del cielo

    Gates y los astrlogos

    La huida de la Familia Imperial

    Ciudadano Abel Mann

    Las cloacas romanas

    Ciudadano exnime flotante

    Guardia Palatina

    Hortus perfectus

    Sobre la alfombra de hojas iluminadas por la luna

    Cielo Veneciano

    Fromheim Imperator

    Me despierto en medio de la noche

    Ursila y sus nietos

    La Abominacin de la Desolacin

    Vinicianus Imperator

    Ichabod

    El bnker

    Departamento D-8

    Halophagus heterocephalus

    Sermn tokiota

    Neumophagus endocephalus

    La propuesta 37

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    La debilidad de la dura Ley ..........................................................................

    Ao 2212

    Siendo emperador Hurst

    de la dinasta Schwart-Menstein

    Los zapatos brillantes, impecables,

    resonaban por el estrecho pasillo poco

    iluminado y mal pintado. El hombre tmido,

    pero decidido, vestido con una americana

    oscura, pantaln negro y corbata discreta,

    avanzaba con paso firme. La faz redondeada

    de ese hombre era la de alguien nacido para

    hacer oposiciones. Su pequeo flequillo caa

    en punta sobre su tenaz frente que no era la de

    un hroe, pero s era la frente de alguien muy

    perseverante. Ese varn de la americana iba

    seguido de diez agentes de la polica judicial,

    revestidos casi todos con sus corazas y varios

    con ametralladoras en las manos. El

    pretoriano que azorado guiaba al primero por

    el pasillo iba, por los nervios, a paso ms que

    ligero. Por fin, despus de muchos pasillos, le

    hizo un gesto al juez sealando a la gruesa

    mujer de color sentada detrs de las barras de

    una celda. El seor del flequillo se acerc, la

    observ seriamente y, desde el otro lado de

    las barras del calabozo, mirndola fijamente,

    le pregunt el juez:

    -Es usted Carlotte Roche?

    A partir de ese momento el cmulo de

    acontecimientos que iba a sobrevenir fue tal,

    que ninguno de sus protagonistas pudo nunca

    haberlo imaginado. En los cinco minutos

    siguientes a hacerle esa pregunta, no menos

    de veinte telfonos estaban sonando como

    locos entre el Palacio Imperial, los ministerios

    y los consejeros del Cnsul Mximo. Unos

    consejeros se vestan rpidamente, cerraban

    sus maletines y se ponan en marcha en

    direccin al lugar donde se encontraba el juez.

    Otros seguan haciendo llamadas y

    preparando una reunin de urgencia. En el

    mismo Palacio Imperial, el general al mando

    de la Guardia Pretoriana, literalmente, corra

    por otro pasillo hacia la seccin de calabozos.

    La maquinaria de causas y consecuencias

    acababa de ponerse en marcha.

    Dos horas antes de esa escena

    Suena el timbre del piso de la madre

    de Carlotte Roche, dentro se celebra un

    cumpleaos.

    -Quin es? fue la pregunta intil de

    la madre. Pues al momento, por la pantalla, ya

    se percat de que se trataba de hombres

    uniformados.

    Tratar de escapar era intil. Ochenta

    militares haban rodeado el edificio, vigilado

    los ascensores y escaleras, y estaban, incluso,

    en el mismo rellano del piso desde antes de

    llamar a la puerta. Tambin hubiera sido intil

    contestar que no estaba all, saban que

    estaban ella y su marido. Toda excusa o

    tctica de evasin resultaba intil, era mejor

    entregarse con dignidad. Unos instantes

    despus los soldados entraban dentro del

    recibidor de la casa.

    -Traemos rdenes de detener a

    Carlotte Roche.

    Carlotte, una mujer de unos cuarenta

    aos, apareci en el recibidor con la tristeza

    reflejada en su rostro. No se perciba ira en

    ella, ni rabia, slo una profunda tristeza. Saba

    bien que era una de las columnistas que ms

    se haba destacado en sus crticas contra el

    Emperador. No dudaba de que, antes o

    despus, sus crticas mordaces le pasaran

    factura, aunque sus columnas se editaran en

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    un medio de tercera categora. Pero lo que

    nunca se pudo imaginar era que el Emperador,

    airado esa maana, haba ordenado:

    -Quiero que vayan a detenerla

    hombres de mi Guardia Pretoriana. Es mi

    deseo que quede perfectamente claro que soy

    yo el que detiene a esa imbcil. Que le quede

    claro que no necesito valerme de ningn

    intermediario. A veces, hay que dejar claro

    quin es el que manda aqu. O lo haces de vez

    en cuando, o si no los tontos se olvidan.

    Los pretorianos que haban ido a

    recogerla, no iban vestidos con el uniforme de

    gala, ni con el que usaban en Palacio, sino con

    el de campaa. Un uniforme muy discreto que

    slo se distingua de cualquier otro por unos

    pocos galones y discretos distintivos.

    El marido de Carlotte, desde otra

    habitacin de la casa, estaba llamando a la

    Polica Metropolitana.

    -As que dice que unos locos vestidos

    de militares han irrumpido en su piso repiti

    la mujer polica en uno de los centenares de

    puestos de la centralita. Est seguro de que

    no son militares de verdad?

    -Completamente minti-. Se nota que

    es gente disfrazada y se quieren llevar a mi

    mujer. Aydennos.

    -Muy bien, no se preocupe. Vamos

    para all inmediatamente.

    El marido le dijo a su esposa, al odo,

    que se demorara todo lo posible en abandonar

    el piso. En el tiempo en que la detenida se

    despidi de sus familiares, uno por uno, fue a

    por su bolso, e hizo un amago, falso, de

    desmayo, transcurrieron seis minutos. En ese

    tiempo, llegaron cuatro agentes de la Polica

    Metropolitana.

    -Vamos a ver, qu est pasando aqu

    la voz recia y segura del agente plantndose

    frente a los soldados, inspir confianza a la

    detenida y sus familiares.

    Los pretorianos le dijeron que tenan

    orden de detener a esa mujer. El polica al

    mando escuch las explicaciones, sin perder

    ojo a los supuestos militares. Slo estuvo

    seguro de que eran realmente soldados,

    cuando comprob sus documentos y vio que

    sus armas eran verdaderas armas. Pero no

    acababa de ver claro que unos soldados

    pudieran realizar tal accin e insisti en que

    no les poda dejar marchar con la detenida.

    -Mire resolvi finalmente el polica-,

    voy a llamar, ahora mismo, al Departamento y

    a ver qu me dicen.

    -Nosotros cumplimos rdenes y no

    vamos a esperar.

    -Pues lo siento, pero van a tener que

    esperar.

    El polica, sin esperar respuesta, desde

    su comunicador situado sobre su hombro se

    puso en contacto con el Departamento Central

    de la Polica Metropolitana. Les atendi un

    superior que, a su vez, les pas con otro

    superior de ms rango. Despus de varias

    consultas entre los jefes, tampoco vieron claro

    el asunto y le ordenaron al polica que

    aguardase mientras consultaban con el

    departamento jurdico. Dos minutos despus,

    un abogado hablaba con el capitn, y el

    capitn le comunicaba lo siguiente al polica

    al mando:

    -Vers, nos han dicho que la Guardia

    Pretoriana est considerada como uno de los

    servicios de seguridad del Estado. Eso

    significa que pueden detener a alguien. Pero

    segn el Departamento Jurdico slo lo

    pueden hacer de forma ordinaria en los lmites

    territoriales de su jurisdiccin, y de forma

    extraordinaria en caso de flagrante delito. Y

    por lo que me dices, ellos han llamado y han

    entrado all Esto es muy irregular. Mira,

    diles que no.

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    Dos minutos despus, el polica volva

    a hablar con el Servicio Jurdico que no haba

    cortado la comunicacin.

    -Mire, se niegan. Insisten en que

    cumplen rdenes y ponindose la mano

    delante de la boca y hablando bajo-: Son ms

    que nosotros y estn armados hasta los

    dientes.

    -Est bien. Tmales todos los datos a

    los seis pretorianos que estn all en el piso.

    Ya sabes, compaa a la que pertenecen,

    oficial del que dependen y todo eso. Y que se

    la lleven.

    Mientras tanto, el abogado consultado,

    en su despacho del Edificio Central del

    Departamento de Polica, se levantaba de su

    mesa y comenzaba a pasear nervioso por su

    silencioso despacho enmoquetado.

    Finalmente, se sent con energa, mir en una

    gua el distrito judicial al que perteneca aquel

    piso, y llam a un nmero de telfono:

    -Seorita, s, quiero hablar ahora

    mismo con el juez que est de guardia.

    En ese mismo momento, el Emperador

    estaba feliz sobre un caballo, jugando una

    partida de polo, vestido de blanco. No saba l

    hasta qu punto su vida se iba complicar en el

    mismo instante en que aquel abogado, lleno

    de dudas, marcaba el telfono del juzgado.

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    Estar en la cspide de la pirmide jerrquica,

    te da la sensacin de impunidad.

    Miras hacia arriba y no hay nadie.

    57 minutos despus de la detencin

    Una mujer joven, aburrida, sentada en

    su mesa, se encargaba de la vigilancia de la

    entrada Este-4 al Palacio Imperial. Se trataba

    de una entrada discreta, situada en un gran

    muro de mrmol blanco, a cien metros de la

    gran escalinata de la Puerta Unrein.

    La mujer aburrida vio como un seor

    desconocido, el juez Fabien Landreau,

    seguido de la Polica Judicial, se plantaba

    delante de ella y, mostrndole sus

    credenciales, le deca que era juez y que

    quera que llamara a algn oficial de la

    Guardia Pretoriana. Al poco, apareci all un

    suboficial de guardia en ese sector.

    -S, en qu puedo ayudarle dijo el

    joven militar amable y sorprendido.

    -Soy el juez Landreau, pertenezco al

    Juzgado 328. Aqu tienes mis documentos

    acreditativos. Vengo a hacer un registro.

    Sabes donde estn los calabozos de este

    edificio?

    -Pues s, seor.

    -Llvame a ellos.

    -No s si estoy autorizado repuso

    dudando.

    -No te lo estoy pidiendo, soy un juez.

    O me llevas ahora mismo, o te detengo por

    obstruccin a la Justicia.

    El suboficial trag saliva. Los diez

    agentes de la Polica Judicial que estaban

    detrs del juez, daban la impresin de que

    aquel hombre estaba hablando en serio.

    -Sgame mientras tanto le dijo a la

    mujer sentada en su mesa, vigilando la puerta,

    que llamara al coronel Zavettieri y le

    comunicara lo qu estaba pasando.

    El suboficial, preguntndose mil veces

    si estaba haciendo lo correcto, le gui hasta la

    zona de calabozos. De camino hacia la zona

    de celdas, apareci a la espalda del grupo el

    coronel Zavettieri ordenando al grupo que se

    detuviera y exigiendo explicaciones. El juez

    no se detuvo, el secretario judicial se retras y

    fue l que le dio las explicaciones. El coronel

    grit que no podan hacer eso. Enfadado,

    nervioso, pens qu hacer. Quiso seguir al

    grupo, pero tras unos pasos sac un telfono y

    marc un nmero: Coronel Zavettieri,

    pngame, urgentemente, con el general!

    Mientras, el grupo haba llegado ya a

    la entrada al sector de calabozos. El soldado

    sentado en la mesa de entrada a esa zona, se

    levant de su asiento como diciendo: qu

    est pasando aqu?? El suboficial le explic.

    El juez, con autoridad y aplomo, le pregunt:

    -Ha entrado alguien detenido en este

    sector hoy?

    -Pues s.

    -Gueme hasta su calabozo.

    -Pero es que -el soldado tampoco lo

    tena claro. Deba obedecer?

    -Esto es un registro judicial y te estoy

    ordenando que me gues hasta ese calabozo.

    No te lo estoy pidiendo.

    -Pero...

    -Hay dos posibilidades: o me guas

    hasta ese calabozo o vas ahora mismo a la

    crcel del juzgado.

    -Pero es que las disposiciones de mi

    capitn

    -Yo no soy ni tu capitn, ni tu

    comandante. Soy un juez. No te lo volver a

    repetir, o me guas o estos guardias de aqu se

    te llevan detenido.

    Malhumorado, el soldado se levant,

    cogi de malas maneras las llaves y se puso a

    andar.

    Y as, poco despus, llegaron a la

    celda. El juez la mir a los ojos y, casi con

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    severidad, le hizo la que iba a ser la pregunta

    ms famosa de la Historia del Derecho en

    todo ese siglo: Es usted Carlotte Roche?

    El juez escuch la respuesta sin

    manifestar emocin alguna. Despus, muy

    serio, se compuso su flequillo y le hizo, por

    puro formalismo, una batera de diez

    preguntas. Tales como: le han informado

    bajo qu cargos se le ha detenido? Tras esas

    preguntas, el magistrado le comunic:

    -Est usted libre. Puede salir cuando

    quiera.

    En esa tesitura, el juez se mostraba

    apenas intranquilo, pero se daba

    perfectamente cuenta del embrollo en el que

    se estaba metiendo. Era plenamente

    consciente de que su carrera, desde entonces,

    daba un giro de 180. Fue cuando acab su

    batera de preguntas, cuando lleg corriendo

    el general al mando de toda la Guardia

    Pretoriana, seguido de cuatro oficiales ms.

    -Qu est haciendo usted aqu? grit

    agresivo el general. Y mirando a los dos

    soldados que all estaban-. Quin ha sido el

    mentecato que ha dejado entrar a este hombre

    en Palacio?

    El juez, sin alterarse, levant sus ojos

    castaos de la libreta donde estaba haciendo

    anotaciones.

    -Sabe que soy juez?

    -Usted sabe dnde est?

    El juez no se molest en responder.

    Se limit, imperturbable, a preguntar:

    -Quin es usted?

    -Soy el general al mando de la

    Guardia Pretoriana! Y...

    El juez le interrumpi:

    -Conoca que haba una persona civil

    retenida en estos calabozos?

    El general furioso le atraves con la

    mirada, hubiera deseado echarle las manos al

    cuello. Pero se contuvo. Se dio cuenta de que

    no deba contestar.

    -Muy bien dijo el juez a uno de los

    secretarios de su juzgado-, Pierre, confisca,

    ahora mismo, las grabaciones de las cmaras

    de seguridad de estos pasillos.

    -Soldado!, no se le ocurra entregarle

    esas cintas, es una orden! grit el general

    fuera de s.

    El juez sonri. Saba muy bien que ese

    militar no tena nada que hacer.

    -General, o revoca esa orden y le dice

    que le entreguen esas cintas a mi secretario, o

    esta conversacin la vamos a continuar en mi

    juzgado. Usted decide.

    El general se puso rojo de furia.

    Apret los puos. Despus, tras una lucha

    interior, de forma casi inaudible orden: dale

    esas condenadas cintas.

    -Muy bien prosigui el juez-, ahora

    voy a interrogar a los oficiales al mando del

    sector de calabozos. As como a los soldados

    que procedieron a la detencin de Carlotte

    Roche. Quiero hablar con todos, uno a uno.

    Aparecern en las cintas de las cmaras de

    seguridad, as que no quiero que falte

    ninguno.

    Un brigada sudoroso apareci por

    detrs del juez. Se cuadr ante el general y le

    comunic en voz baja, acercndose al odo de

    su superior:

    -Seor, he consultado con los que me

    dijo -tres abogados del Estado-, mi general.

    Vienen ahora mismo hacia aqu. Pero me han

    dicho que s, que l tiene derecho a hacer este

    registro y que, por tanto, no le podemos echar

    fuera del edificio. Pero que no se preocupe,

    que ellos vienen hacia aqu y que sern ellos

    los que hablen con l y manejen la situacin

    en cuanto lleguen.

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    El magistrado Landreau, de lejos,

    haba odo ms o menos de qu trataba la

    conversacin, as que dijo:

    -Prosigamos dijo el juez-, quin es

    el oficial encargado de los calabozos?

    Un comandante dio un paso al frente y

    contest con energa:

    -Yo soy.

    -Saba usted que se haba detenido a

    un civil?

    -S.

    -Era conocedor de que se haba

    procedido a su detencin fuera de este

    edificio?

    -S.

    -Y usted se limit a dejar constancia

    de su detencin sin permitirle hablar con un

    abogado, sin procurarle ningn otro de sus

    derechos legales?

    -Obedeca rdenes respondi con

    desprecio.

    -De acuerdo dijo el juez-, desde este

    momento queda usted detenido,

    proseguiremos esta conversacin pero no

    aqu, sino en los juzgados. Le comunico que

    est acusado de retener ilegalmente a una

    persona civil en una prisin militar. Agente,

    puede llevrselo ya.

    -Esto es insultante! grit el general-.

    No sabe el lo en el que se est metiendo. Se

    va arrepentir toda su vida.

    -Respecto a usted, general, habr que

    averiguar si estaba al corriente de que este

    ciudadano estaba retenido en sus calabozos

    el juez le hablaba sin dejar de tomar notas en

    su libreta-. Si es as, le puedo asegurar, que

    usted, y no la seora Roche, va a ser el que va

    a dormir hoy en el catre de una comisara.

    Pero no es ahora cuando le voy a interrogar.

    Le dejo para el final cuando tenga todos los

    datos.

    El juez todava se qued dos horas

    ms por all, interrogando, tomando notas y

    pidiendo algunas grabaciones ms de cmaras

    de seguridad. Los tres abogados del Estado

    llegaron, hablaron con l, y le acompaaron,

    solcitos y preocupados, en todas sus

    pesquisas.

    Quiz el autntico cetro de nuestro tiempo es el

    telfono.

    Tener el poder de marcar un nmero y decir: hgase

    esto.

    Con el cetro del Poder se puede mucho,

    pero no puedes coger el cetro y,

    delante de todos, en el saln del trono,

    aporrear a alguien hasta matarlo.

    Al final de aquella tarde, a las 8.45

    pm, el Cnsul Mximo Hurst estaba reunido

    con el Ministro de Justicia. El Emperador

    tena a un comandante de su Guardia

    Pretoriana y a tres soldados detenidos. Cmo

    era posible que un juez civil y no militar

    estuviera all haciendo preguntas? El Ministro

    le explic que el Cdigo Civil expresamente

    mencionaba que en caso de detencin ilegal

    de un civil por parte de militares, un juez no

    militar posea jurisdiccin para realizar

    diligencias previas. Despus le explic

    infinidad de tecnicismos que estaban en la

    ley: si se estaba en zona de guerra, si la

    detencin se practicaba fuera de un cuartel,

    etc, etc.

    -Pero la Familia Imperial est

    aforada! Slo podemos ser juzgados por el

    Senado o el tribunal que ste constituya!

    -La Familia Imperial s, pero los

    soldados de la Guardia Pretoriana, no estn

    incluidos en esa ley.

    -Pero son militares, luego slo un juez

    militar puede juzgarles.

  • 13

    -S, pero un juez civil puede hacer

    todas las diligencias previas. Puede investigar.

    -Y hacer un registro?

    -Si el Palacio fuera un cuartel, tendra

    que haber solicitado el registro a la justicia

    militar. Pero el Palacio no es un cuartel. Hay

    un cuartel dentro del Palacio, pero todo el

    edificio no es un cuartel. Y el sector de

    prisiones, curiosamente, est fuera del cuartel.

    El ala oeste y toda la zona de aqu seal un

    plano-, no es zona cuartelaria.

    -Y puede detener a ese oficial y esos

    tres soldados?

    -S, sern juzgados por un tribunal

    militar. Pero la detencin puede practicarla l.

    -Vale, vale, y ahora que puedo hacer?

    le cort finalmente el Emperador.

    -Ahora la maquinaria legal seguir su

    curso. No hay forma humana de detener el

    proceso.

    Despus de media hora de preguntas y

    explicaciones, lleg el director del Servicio de

    Inteligencia. El Emperador despidi al

    Ministro dicindole:

    -Me ha quedado todo claro. Perfecto.

    No obstante, voy a demostrarte a ti y a todos

    que, cuando yo quiero, puedo detener

    cualquier proceso. Ya lo vas a ver. Ese

    hombrecillo me ha amenazado, pero yo no

    necesito amenazar.

    El Ministro de Justicia sali, intrigado,

    sin hacer preguntas y sin querer hacerlas.

    Sali con una cierta alegra de no tener que

    quedarse a escuchar la siguiente conversacin

    que iba a tener lugar. Puesto que saba que

    Drenan, el Director del Servicio de

    Inteligencia, haba sido llamado para ocuparse

    tambin de este asunto.

    -Muy bien, mi buen amigo Drenan le

    dijo el Emperador-, ya hemos escuchado a

    este jurisconsulto. Hoy ya llevo odos a media

    docena. Les pagamos para que hagan su

    trabajo. Pero adonde ellos no llegan, llegamos

    nosotros. Donde no alcanza el largo brazo de

    la Ley, alcanza el brazo del Poder.

    -Ellos tienen la Ley, nosotros tenemos

    el Poder. La Ley slo se puede hacer cumplir

    con el Poder. Sin el Poder, los textos legales

    son meros papeles, eso s, bellsimos e

    intimidatorios.

    -Drenan, slo el escucharte me

    tranquiliza. Vamos a estudiar las

    posibilidades que me traes.

    Al cabo de un rato, el Emperador

    concluy:

    -Estoy de acuerdo, lo mejor es destruir

    el edificio entero de los juzgados. La sala 328,

    al fin y al cabo, est en una construccin

    pequea y vieja. El que slo haya una sala de

    lo penal en ese edificio, nos lo facilita todo

    increblemente. Decidido. No dejis piedra

    sobre piedra.

    -Bastarn tres misiles A-4 del tipo

    Hawk para que no se salve ni un solo archivo.

    A eso, desde luego, me comprometo. No

    quedar ni un slo ordenador, ni un slo

    papel. Son misiles pequeos y precisos, crean

    una esfera slo de veinte metros de dimetro a

    una temperatura de 1.300. Son misiles de

    ultimsima generacin, precisin absoluta.

    Todas las pruebas, todas las cintas, todos los

    informes, estn archivados y custodiados en

    ese juzgado. Si se destruye todo, deja de

    haber pruebas.

    -Perfecto. Para qu necesitamos la

    Ley, teniendo misiles?

  • 14

    Con el poder supremo,

    puedes perpetrar las mayores perfidias,

    pero es obligatorio guardar las formas.

    Al da siguiente

    -Es una verdadera pena dijo un

    hombre atltico de unos cuarenta aos con

    gafas de sol.

    -Es que no ha quedado nada aadi el

    teniente de polica-. Ayer aqu haba un

    juzgado y ya ve ahora... un montn de

    escombros humeantes.

    -Cuntos cadveres?

    -Ocho, de momento.

    -Incluido el juez?

    -Incluido el juez. Su cabeza apareci a

    veinte metros de la pierna ms cercana.

    -Una pena s.

    -Quin habr podido ser? Este

    atentado... tan salvaje.

    -Quin sabe. Hay tanto loco por el

    mundo.

    -Y ustedes los del Servicio de

    Inteligencia se van a encargar de la

    investigacin?

    El hombre de las gafas asinti

    retocndose el nudo de la corbata.

    El ruido de una aeronave que

    aterrizaba no les permiti continuar la

    conversacin. Los motores callaron. Una

    pesada puerta metlica se abri. Del vehculo

    descendi una mujer alta que nada ms bajar

    el ltimo peldao se detuvo y mir el

    panorama con ojos de una increble severidad.

    Despus, anduvo directa hacia el teniente,

    pues resultaba evidente por el uniforme que se

    trataba del polica de ms graduacin. La

    mujer, sin darle la mano, le pregunt:

    -Es usted el polica al mando aqu?

    -S.

    -Juez Montorfano, vengo a investigar

    el atentado.

    El polica mir al hombre gordo que

    tena a su lado, el del Servicio de Inteligencia.

    El cual, de inmediato, aadi:

    -Naihm Shuari, soy del Servicio de

    Inteligencia, me enva el general Aranaz. Un

    equipo nuestro va a venir esta maana a

    investigar lo sucedido.

    -No dijo la juez-. Cuando fallece de

    muerte no natural el juez que lleva un distrito,

    su muerte es investigada por el Consejo

    Superior del Poder Judicial. El Consejo me ha

    nombrado hoy para que me encargue de todas

    las diligencias.

    -Por supuesto dijo Naihm-, por

    supuesto. Pero el que nosotros desplazramos

    aqu a uno de nuestros mejores equipos de

    investigacin, era slo por colaborar. De

    ningn modo queremos suplantar su

    autoridad. Nos lo pidi adems el Ministro

    del Interior.

    -Agradezcaselo, pero ser los

    investigadores nuestros los que se van a

    encargar de todo.

    Sin dar ms explicaciones, la juez se

    dirigi al montn de escombros. Naihm

    Shuari observ con preocupacin que de la

    aeronave en la que haba venido la juez,

    bajaban ocho hombres que, sin perder tiempo,

    se enfundaban en monos blancos. La juez

    haba trado su propio equipo. Naihm, sin

    aparentar contrariedad alguna, busc una

    excusa corts para dejar al teniente con el que

    haba estado conversando, y se dirigi a su

    vehculo para hacer una llamada. Pero ya era

    inevitable, aunque llegase otro equipo de

    investigadores, el equipo de la juez se iba a

    pasar toda la maana revolviendo entre los

    escombros.

  • 15

    Naihm Shuari se acerc dos horas

    despus a la juez tratando de entablar

    conversacin. La juez, sin distraerse del

    fragmento metlico que estaba examinando,

    no rehus charlar cinco minutos con l:

    -Pertenezco a la sala 3 del Consejo

    General del Poder Judicial la magistrado

    hablaba con dureza, como enfadada, deba ser

    su carcter-. Esa sala es la encargada de

    investigar todo asesinato de un juez.

    -Pienso que todo esto ha sido un

    atentado probablemente del FMR, o de algn

    grupo extremista afn. El juez ha muerto

    porque daba la casualidad de que estaba all.

    Pienso que slo queran destruir un juzgado,

    el que fuera.

    -Lo nico que importa es que no ha

    fallecido de muerte natural. Eso basta para

    que la sala 3 se encargue de investigar que ha

    sucedido.

    -Le veo revolver cada montn,

    examina cada trozo de hierro retorcido,

    siempre se toma tanto inters por sus casos?

    La juez levant los ojos y mir

    directamente a Naihm. Despus aadi con

    extrema dureza con unas palabras que

    parecieron araar a Naihm:

    -Landreau, era mi amigo.

    A veces, las cosas se lan ms,

    cuando ya pareca que no podan liarse ms.

    A veces, los planes salen justamente al revs.

    En ocasiones, los ms poderosos no pueden entender

    por qu todo est saliendo justamente al revs de lo

    planeado.

    En ocasiones, los hechos siguen un curso tal

    que parecen la venganza de los dbiles frente a los

    fuertes.

    Seis horas despus

    La juez Montorfano se hallaba

    haciendo una investigacin en un cuartel de

    las fuerzas areas situado a las afueras de

    Roma. Ocho oficiales le acompaaban,

    amables, rodendola de sonrisas nerviosas,

    proporcionndole los datos que peda con el

    deseo de no meterse en problemas. Le

    acompaaba un juez militar, conocido suyo,

    que era el que le haba concedido el permiso

    para la inspeccin sin poner ningn problema.

    Durante la prxima hora, la juez se

    emple a fondo. Preguntando de oficial en

    oficial, y movindose de un piso a otro del

    edificio de la base militar, lleg por fin a la

    mesa adecuada con la soldado adecuada.

    Saba desde horas antes, por los fragmentos

    hallados en las ruinas del juzgado, que los

    misiles empleados eran de ltima generacin:

    los A4 del tipo Hawk. Y saba que ese tipo de

    misiles slo se encontraban en esa base y no

    en otra. As que, ni corta ni perezosa, se

    present en las oficinas de ese cuartel y mir

    ella misma el registro de almacenaje de

    misiles A4, con sus anotaciones de entradas y

    salidas de material.

    -Pues, efectivamente, ayer por la

    noche tenemos anotada una salida de tres

    misiles de este tipo le dijo sin ninguna

  • 16

    emocin una soldado encargada de llevar ese

    registro. La soldado, como los militares que

    acompaaban a la juez, no tena ni idea de qu

    estaba investigando esa magistrado.

    -Y quin se llev esos misiles y para

    qu?

    -Aqu pone que se entregaron al

    Servicio de Inteligencia. En la casilla de

    destino aparece la anotacin b8. Eso significa:

    fines propios del Servicio del Servicio de

    Inteligencia.

    -La anotacin b8 es corriente.

    -Es inusual. Porque el destino de los

    misiles se suele especificar. Se dice si van a

    ser usados en Afganistn o en Nigeria o en

    otro lado. Slo un par de veces al ao, se nos

    dice simplemente que entran en los fines que

    llaman b8.

    -Algn dato ms?

    -La hora de salida y que las

    autorizacin de entregarlos fueron expedidas

    por el general Nobrega a peticin del Servicio

    de Inteligencia. No constan ms

    especificaciones.

    -Ms que suficiente dijo la juez. Una

    sonrisa de triunfo apareci en su serio rostro-.

    Hgame, ahora mismo, una copia oficial de

    los datos que constan aqu.

    El general Nobrega hablando por

    telfono a las dos de la tarde del da siguiente

    con un pez gordo del Servicio de Inteligencia:

    -Oye, me estn haciendo preguntas

    muy raras. (...) No son manas mas. (...) Que

    no. (...) No estoy viendo fantasmas por todas

    partes. (...) Bueno, all t. Pero sera bueno

    que se lo comentaras a alguien de ms arriba.

    (...) Muy bien, seor sabelotodo, te har caso

    y tratar de pensar en otra cosa. () S,

    tratar de distraerme.

    Esa noche, ese pez gordo del Servicio

    de Inteligencia hablando con un compaero

    suyo:

    -Dgame? (...) Oye, ests loco? Ya

    estaba en la cama y dormido. (...) Perdona, no

    te he entendido bien, (...) No estoy sordo, lo

    que estoy es medio dormido. (...) Que

    quieren detener al general Nobrega por

    participacin en un complot! (...) Cundo?

    (...) Que s. () El Consejo General del

    Poder Judicial va a pedir al Tribunal Supremo

    su detencin inmediata! (...) Y estn

    investigando a tres o cuatro cargos del

    Servicio de Inteligencia? (...) Esto se nos ha

    ido de las manos. Me entiendes. Esto se nos

    ha ido ya de las manos.

    Puedes hacer que alguien se trague un sapo,

    pero debes trocearlo, cubrirlo y condimentarlo.

    Ni con todo el poder del mundo,

    puedes lograr que nadie se trague

    un sapo entero y verdadero.

    Al da siguiente.

    El Cnsul Mximo, sentado en un

    silln de su sala de estar en Palacio,

    acariciaba la cabeza y el lomo de su dlmata,

    tumbado a sus pies, sobre una gruesa

    alfombra persa. Detrs de l un grandioso

    lienzo del XVII poblado de colores vivos y

    figuras de gesto apasionado. Tres consejeros

    con muchos papeles se acababan de sentar en

    otros sofs.

    -Bueno comenz un consejero-,

    vamos a ver por donde empiezo a darle las

    malas noticias. Ha habido novedades. A las

  • 17

    4.30 de esta tarde, se ha reunido el Tribunal

    Supremo de la Repblica para discutir el caso

    Ladreau llevado por la juez Monfortano.

    -Perdona que te interrumpa dijo el

    Emperador-. Por qu un caso as ha llegado

    directamente al Tribunal Supremo?

    -Pues porque los magistrados del

    Tribunal Supremo, despus de una reunin de

    tres horas, han decidido imputarle a usted

    bajo los cargos de detencin ilegal y

    asesinato.

    El Cnsul Mximo dej de acariciar al

    perro y se qued con la boca abierta unos

    segundos.

    -Creo que no te he entendido bien.

    Puedes repetrmelo?

    -Maana por la maana, a primera

    hora, en cuanto abran las oficinas, se

    presentar al Senado un requerimiento de

    levantamiento del estatus de aforado del que

    goza usted.

    -Sencillamente, no me lo puedo creer

    coment el Emperador.

    -El Servicio de Inteligencia coment

    otro consejero- grab hace dos das una

    conversacin telefnica en la que el

    Presidente del Tribunal Supremo llam a la

    juez que ha llevado las diligencias previas. La

    conversacin fue sta: Eres conocedora del

    enredo en el que te ests metiendo? Bien,

    nicamente quera preguntrtelo. Te vamos a

    apoyar, pero queremos que seas consciente

    del folln en el que te metes. Pero pase lo que

    pase, si sigues adelante, nosotros vamos a

    estar contigo.

    -Increble. Se han vuelto todos locos

    exclam el Cnsul llevndose las sienes e

    inclinando su cabeza-. Por qu... por qu

    hacen esto?

    Contest muy serio uno de sus

    consejeros:

    -Quiz sea porque a los jueces no les

    gusta que maten a los jueces.

    Los consejeros se callaron. Hurst

    percibi con toda claridad la dureza del gesto

    de aquellos consejeros. Haran su trabajo, que

    era el de intentar salvarle. Pero perciba que

    ellos deseaban que el peso de la Ley le cayera

    encima y le aplastara.

    Hurst sinti desprecio por ellos, como

    ellos lo sentan por l, aunque no se lo

    dijesen. Pero saba que a pesar de lo que cada

    uno pensara, eran los mejores en su campo y

    que eran pagados para luchar de su lado.

    Otros Cnsules haban perpetrado

    crmenes mucho ms infames. Pero todo se

    haba hecho de manera que los jueces no

    haban sabido por dnde empezar a investigar.

    Un hombre desapareca y eso era todo. Pero

    l, en un alarde de fanfarronera haba enviado

    a pretorianos, a plena luz del da. Y despus,

    haba tomado, en un momento de ofuscacin,

    la decisin de arrasar todo un juzgado. S,

    eran acciones que obligaban a la maquinaria

    judicial a ponerse en marcha.

    -Bien, chicos, qu podemos hacer?

    pregunt resoplando el Emperador y tratando

    de mostrarse optimista de nuevo.

    -Lo primero que los tres le

    aconsejamos, a partir de ahora, es no

    emprender ningn tipo de accin sin

    consultarnos. Drener puede saber mucho del

    mundo de los servicios de inteligencia, pero

    no es un perito en el campo judicial. Esto ya

    slo se puede resolver dentro de la Ley y

    desde la Ley. El uso cualquier otro medio slo

    lograr agravar la situacin.

    -No, desde luego brome el Cnsul-,

    si decidiera encarcelar a los miembros del

    Tribunal Supremo, al da siguiente tendra a

    diez legiones dirigindose hacia aqu para

    sacarme de este silln nadie le ri la broma.

    Hurst se sinti muy incmodo-. No os

    preocupis. Era una broma.

    -Hay que reconocer que hemos tenido

    la mala suerte de que el piso de Carlotte

  • 18

    cayera justo en la jurisdiccin de un juez que

    era bien conocido por su rigor en la

    salvaguarda de la legalidad. Y que, encima,

    no perdiera ni un segundo en comenzar a

    investigarlo todo. No nos dio tiempo a

    reaccionar. A esto se ha aadido la mala

    suerte de que la juez Monfortano se haya

    tomado todo esto como un asunto personal.

    Ladreau era amigo suyo. No muy amigo, pero

    s que se vean una vez cada mes o cada dos

    meses.

    -Aunque una vez que salt por lo aires

    el juzgado, ya no era necesaria la mala suerte,

    los jueces son capaces de tragarse muchos

    sapos, pero ste era muy grande aadi otro

    consejero-. Hoy el presidente del Consejo del

    Poder Judicial, el duque de Berry, en directo

    en una entrevista al programa Europa Hoy del

    Canal 3, ha dicho: Esto ha sido un ejercicio

    de desfachatez que nos devuelve a la era de

    las cavernas y al mazo sobre el hombro.

    Mientras ocupe mi puesto voy a usar todos

    los generosos medios de los que nos provee el

    Estado para encontrar al culpable.

    -Todo este asunto de la explosin en

    el juzgado pregunt el Emperador-, ha salido

    mucho en los medios de comunicacin?

    -Pues lo hemos controlado bastante

    bien. Llamamos a los dueos de los tres

    principales grupos de medios de

    comunicacin, y les explicamos que era un

    asunto que afectaba a la estabilidad del

    sistema. Que el tema se investigara y se

    castigara, pero tratando de que los trapos

    sucios se lavaran en casa. Es cierto que algo s

    que ha salido, pero hemos logrado que se

    acallara el tema todo lo que se ha podido.

    Hemos tenido que sacar del frigorfico cuatro

    noticias de verdadero calado para eclipsar

    sta. Menos mal que ya las tenamos

    preparadas.

    -Vamos ahora aadi otro consejero-

    a darle un curso de leyes compendiado y

    acelerado. Pero djenos a nosotros las

    decisiones, al fin y al cabo, somos los

    especialistas.

    El Cnsul Mximo paseaba nervioso a

    lo largo de una gran columnata que daba a los

    jardines interiores de Palacio. Haba cenado

    ya, pero su espritu segua intranquilo. Una y

    otra vez segua culpando a la sociedad por su

    farisesmo. Poda hacer desaparecer a alguien,

    pero no poda saltarse la Ley a la hora de

    detener a una indeseable como aquella

    periodista. Y despus los jueces... Poda

    masacrar a decenas de millares de personas en

    el extranjero, en cualquiera de las guerras que

    tena en curso, pero en casa no se le poda

    ocurrir acabar con un juez loco. S, la

    sociedad era falsa. Si el Senado permite que

    se me investigue, habr un juicio y eso s que

    ya no habr manera de pararlo. Si hay un

    juicio, va a salir mucha porquera. Entonces s

    que no habr nadie en toda la Repblica que

    pueda detener el veredicto, ni yo, ni nadie.

    -Seor le interrumpi un criado,

    perdone, ya est aqu la visita.

    -Ah bien. Le recibir en el Saln de la

    Victoria.

    El Emperador salud efusivamente a

    su anciano conocido y profesor, el decano de

    la Facultad de Derecho de Pars. Despus de

    unos cuantos parabienes entre ambos, el

    decano le dijo con pillera:

    -Ya tengo la solucin.

    -Pasemos a la Biblioteca, all me lo

    explicas.

  • 19

    Dos meses despus.

    El Emperador Hurst, durante una cena,

    rea y bromeaba con sus amigos. Al comensal

    de su derecha, su mejor amigo, le confi

    cmo se libr de la votacin que le hubiera

    podido llevar a perder su estatus de aforado.

    La triquiuela jurdica se la encontr

    el viejo Decano de Derecho. Esa escapatoria

    se encontraba en un pequeo punto del

    reglamento del Senado. El reglamento dice

    que para imputar a un Cnsul Mximo o a

    alguien de su familia en dos grados

    parentesco, ascendiente, descendente o

    lateral, el Tribunal Supremo debe presentar

    su solicitud en la Secretara del Senado. Y

    que sta la trasladar al Presidente del

    Senado para que en el da y la hora que crea

    adecuada, el Presidente del Senado la

    presente a discusin y votacin. Realizada la

    votacin, el Presidente del Senado

    comunicar el resultado al Presidente del

    Tribunal Supremo de la Repblica.

    El reglamento deca claramente que el

    Presidente ser el que fije el da y la hora en

    que la votacin haya de producirse. As que el

    Emperador llam al Presidente, su magnfico

    amigo, y le explic que lo nico que tena que

    hacer era ir retrasando el da de la votacin.

    Cada vez que alguien en un pasillo le

    preguntaba, cundo va a ser la votacin? l

    les responda: la prxima semana. Y al final

    de la siguiente semana, responda a los que le

    preguntaban: hemos encontrado problemas de

    agenda para esta semana, lo dejaremos para la

    prxima.

    En una de las sesiones del Senado, un

    senador le pregunt formalmente acerca de

    esta cuestin con deseo de que constara en

    acta su respuesta. El Presidente declar

    aparentando la mayor sinceridad posible: Es

    cierto que esto se ha retrasado en exceso, pero

    en los prximos das voy a fijar qu da de la

    prxima semana tendremos la votacin.

    El senador que haba hecho la

    pregunta dijo que qu problema haba en

    hacer en ese mismo momento la votacin. El

    Presidente le respondi con toda calma:

    Desgraciadamente, este punto no est en el

    orden del da y el reglamento expresamente

    especifica que esta cuestin debe ser

    comunicada de antemano para que los

    senadores puedan meditar el sentido de su

    voto y disponer de sus agendas con tiempo

    suficiente.

    Hurst comentaba este episodio entre

    risas, el alcohol le haba puesto alegre. Pero,

    ciertamente, todos estos incidentes haban

    supuesto un terrible desgaste para l. Saba

    que si volva a haber ms sucesos de este tipo,

    ya llovera sobre mojado y esta vez s que no

    se lo perdonaran. Nada de lo que se hace,

    sale gratis. Su crdito poltico haba quedado

    muy tocado. Un crdito invisible, imposible

    de plasmar en una cifra concreta. Pero, en

    cualquier caso, se trataba de un crdito

    limitado. Por eso, a pesar de la alegra, las

    risas y la compaa de amigos, se puso serio y

    aadi:

    -Creedme, si tenis que presionar,

    maltratar, detener o matar a alguien, dejad el

    asunto en manos de profesionales. En casos

    as, no se cumple el dicho de si quieres hacer

    algo bien, hazlo t mismo. Si es vuestro deseo

    quebrantar la Ley, primero hablad con un

    abogado.

  • 20

    La Reina de Inglaterra ..........................................................................

    La Reina de Inglaterra estaba sentada

    en el saloncito de su pequea casa. Una tpica

    casa de madera blanca, de dos pisos, junto a

    un bosquecillo agradable. Se trataba de un

    paisaje tpico de Nueva Inglaterra. Haca ms

    de noventa y ocho aos que sus antepasados

    se haban exiliado all. Desde la poca de la

    anarqua europea de finales siglo XX. Tras el

    establecimiento de la Repblica Europea,

    todo atisbo de poder regresar como monarcas

    haba desaparecido. Si bien, el hermano de su

    abuelo haba aceptado ser rey en el nuevo

    ordenamiento constitucional, sin otras

    prerrogativas que las que le confiere su

    pertenencia a la Cmara de los Lores.

    La dinasta se haba escindido en un

    momento ptimo para ello, cuando la esposa

    de Jorge IX le dio dos gemelos. El parto tuvo

    lugar en casa. Se hizo un acta, que se perdi

    no por casualidad veintisiete aos despus del

    nacimiento. El menor de los dos prncipes se

    encarg de ello. Desde entonces, el que hasta

    entonces haba sido considerado el menor,

    afirm ser el primognito aduciendo extraas

    maquinaciones para haber sido preterido.

    El primognito y legtimo heredero

    acept el puesto en la Cmara de los Lores, el

    otro continu su destierro en Estados Unidos.

    Ambos reinaron bajo el nombre de Eduardo

    IX. Siendo el nombre del mayor Eduardo

    Jorge, y el del menor Eduardo Carlos. Cuando

    cada vstago tuvo descendencia la dinasta

    quedo escindida de forma definitiva, hubo una

    rama inglesa y otra americana. Suena extrao

    a odo hablar de la rama americana de los

    monarcas ingleses, pero as fue. Los eruditos

    en temas monrquicos hablaban entonces de

    los hijos de estos, por ejemplo, como

    Guillermo V RA y Victoria II RE, esto es

    Guillermo V Resident in America, y Victoria

    II Resident in England.

    La seora que, ahora, sentada en su

    saln miraba por la ventana las negras nubes

    que se aproximaban, tena en su casa una

    pequea parte de las joyas de la corona

    britnica. La mujer se llamaba Victoria II, y

    observ que las nubes que se aproximaban

    por el horizonte amenazaban con una gran

    tormenta. Victoria pens que all, en ese

    saln, estaba la descendiente de los antiguos

    normandos, de aquellos guerreros que

    conquistaron parte de Francia e Irlanda. Toda

    la historia se condensaba finalmente en

    aquella seora mirando por la ventana en el

    saln. Sus antepasados haban posedo la

    India, parte de frica, numerosas islas, las

    Trece Colonias. Ahora slo posea esa casita

    y una porcin de las joyas de la familia.

    Tantas batallas y guerras concluan en esa

    casita cuyo saln estaba decorado con diez

    armaduras autnticas. Tanta gente haba

    muerto por la Corona a lo largo de las

    centurias. Y ahora ella descansaba tan

    tranquila en esa casita de Connecticut.

  • 21

    La trampilla y el plano

    de los arquitectos ..................................................................................

    Dos humildes tcnicos especializados

    en el mantenimiento y reparacin de las

    mangueras por donde corran los cables

    elctricos de aquel laberntico edificio, iban

    recorriendo un angosto tnel. Aquella

    construccin no era un edificio cualquiera, era

    el Senado de la Repblica Europea. Dada la

    magnitud del lugar, eso supona casi 90

    kilmetros de tneles por donde discurran las

    tuberas de la fontanera, las mangueras de la

    electricidad y los cables de comunicaciones.

    Uno de los dos tcnicos mir un plano

    doblado en muchos pliegues para que le

    cupiera en su bolsillo.

    -Es ms o menos por aqu, en el

    PR342. (...) Aqu est. Ves, Juan, te lo dije.

    El otro tcnico comprob que tena

    razn, haba una bifurcacin en la manguera

    de la tensin elctrica. El tcnico de ms aos,

    hizo unas anotaciones en su agenda

    electrnica. Haba que corregir la tensin en

    esa lnea, la bifurcacin no constaba y el otro

    cable le robaba fuerza al principal. Acabada la

    comprobacin y anotado el lugar donde haba

    que hacer la correccin, se encaminaron hacia

    afuera. Aquel tramo en la decena de aos que

    llevaban trabajando, lo haban recorrido no

    ms de dos o tres veces en los aos que

    llevaban trabajando en el lugar. Mentalmente,

    Juan iba tratando de recordar a qu salas del

    edificio daba cada parte del tnel.

    Juan se volvi hacia la izquierda, a

    una parte del muro, recorrido de tubos negros

    y rojos. Toc una portezuela cuadrada de un

    metro de lado.

    -Mira. Esta trampilla sabes adnde

    va?

    Peter consult otro plano ms grande.

    -Segn esto, encima debera estar la

    Sala Wurtrerjohk o el comienzo de la galera

    esa que tiene unas columnas rosadas con una

    especie de clavos de oro. Sabes cul te digo?

    Juan asinti, pero curioso golpe la

    puerta metlica que reson mucho al ser muy

    fina.

    -Cuando pasamos por aqu, hace dos

    aos, ya me qued intrigado. Pero como

    siempre vamos con prisa. Creo que esta

    trampilla no va a ninguna parte. Porque,

    fjate, con estas dimensiones tan pequeas y

    una puerta tan endeble, esto tiene que ser de la

    segunda o tercera fase de ampliacin del

    edificio. Tiene la tira de aos y recuerda que

    hubo una remodelacin en toda esta parte del

    Senado.

    -Mira ya me has dejado intrigado.

    Peter con su herramienta desatornill

    los cuatro tornillos situados en la parte

    superior. Al quitar el ltimo, la trampilla gir

    sobre las bisagras de la parte inferior y call

    con estrpito dentro del tnel al ser delgada la

    plancha. Peter esperaba encontrar, quiz, slo

    un hueco de poco ms de medio metro. Pero

    no, un pequeo pasadizo con cables se

    internaba hacia delante.

    Los dos dudaron un poco. Despus,

    Juan, anim a su compaero con un adelante.

    Gateando avanzaron treinta metros.

    Sus linternas dejaron patente que el pasaje se

    acababa all donde unos hierros incrustados

    en la pared hacan las veces de escala para

    ascender tres metros en vertical hasta otra

    trampilla. Estaba claro que ese pasaje era para

    la conduccin elctrica y servicios similares,

    pero lo que hubiera arriba ya no tena uso

    desde haca no menos de veinte aos.

    Juan, con decisin, subi por la escala

    y empuj la trampilla hacia arriba y se meti.

  • 22

    All no haba luz, pero por el eco de sus voces

    era evidente que se trataba de una sala muy

    amplia y de techo muy alto. Sacaron de sus

    mochilas unas linternas ms grandes y ms

    potentes. Al encenderlas, descubrieron algo

    que no dejo de fascinarlos: una sala

    extrasima, que llevaba a oscuras y cerrada

    desde haca muchos aos.

    Ellos no lo saban, pero acababan de

    entrar en la antigua capilla del Senado. Los

    arquitectos del Senado, muchos aos atrs, en

    el proyecto de la segunda ampliacin, haban

    cedido una zona para capillas y lugares de

    culto. Al final, slo la Iglesia Catlica haba

    decidido aprovecharse del ofrecimiento y

    acondicionar a su costa el espacio ofrecido.

    Dado que estaba situada en el

    monumental edificio del Senado, y que se

    pens que all podran tener lugar no funerales

    de estado, pero s grandes celebraciones, la

    capilla no era un pequeo oratorio, sino una

    gran iglesia. Sus cien metros de longitud

    estaban cubiertos por un bellsimo artesonado

    en el que los dorados y el nogal formaban

    grandes cuadrados cada uno con una gran

    pia en el centro. Al final de la sala

    perfectamente rectangular, un altar y un

    pequeo retablo de alabastro. Los dos

    tcnicos exploraban, temerosos y

    sorprendidos, ese territorio ignoto en medio

    de un vasto edificio. Cmo haba quedado

    una sala olvidada?

    La razn de que esa sala hubiera

    quedado olvidada, estaba en que en los diez

    aos posteriores a su creacin, fueron de una

    creciente laicizacin de la sociedad. De

    hecho, el arzobispado autoriz la creacin de

    ese oratorio como un intento, uno ms, por

    tratar de introducir en ese mbito algn tipo

    de presencia cristiana. Pero el intento fue

    intil, nadie iba all para nada. La tendencia

    clara hacia un mayor alejamiento de la

    religin, oblig a ir espaciando los actos de

    culto cada vez ms. De las cinco misas al ao

    con que comenz al principio, pronto

    quedaron slo la de la apertura del curso legal

    y la de clausura. Despus de varios aos, slo

    se celebraba misa en ocasiones especiales,

    ms que nada funerales. Finalmente, tras

    treinta aos de esfuerzo por mantener abierto

    aquel oratorio, slo un viejo capelln posea

    la llave y la abra muy de vez en cuando.

    Quince aos despus de su creacin, el

    equipo de arquitectos comunic por carta al

    arzobispado la decisin de remodelar todo ese

    sector. La curia no se opuso a ello, dado que

    ya no se usaba y que, legalmente, el edificio

    con todas sus dependencias era propiedad del

    Senado.

    As que, en la nueva reforma, esa zona

    en la que se inscriba la capilla, se destin a

    fines protocolarios. En el nuevo

    reordenamiento, la antigua capilla caa justo

    al lado de una nueva amplia sala donde se

    celebraran ccteles y conciertos. Se decidi

    tapiar la gran puerta de la capilla que daba a

    lo que iba a ser la nueva sala. Y dejar la zona

    de la capilla cerrada provisionalmente hasta

    decidir cmo reorganizaban ese espacio.

    Tenan un proyecto para esa sala que

    finalmente no se llev a cabo.

    Cuando medio ao despus se decidi

    que la zona de mantenimiento y maquinaria

    estara situada en una parte ms espaciosa de

    otra planta, el espacio clausurado qued sin

    destino por el momento. Esa situacin no

    hubiera continuado mucho tiempo si no

    hubiera sido porque la nica puerta de acceso

    haba quedado tapiada y se haba pintado

    encima. De manera que slo los integrantes

    del originario equipo de arquitectos eran

    sabedores de que all haba un espacio

    muerto, sin uso y sin acceso a l. Dadas las

    dimensiones del edificio senatorial,

  • 23

    nicamente con un plano en la mano hubiera

    sido posible descubrir esa zona clausurada.

    Pero la curiosidad de dos tcnicos por

    seguir hasta el final un estrecho pasaje, les

    haba llevado a penetrar en ese recinto en el

    que reinaban las tinieblas y el silencio desde

    haca veinte aos. Ellos dos no salan de su

    asombro. Deambulaban, callados, entre las

    desiertas filas de bancos polvorientos.

    Descubran un libro de grandes hojas

    colocado sobre una especie de guila que

    haca de atril. El libro hablaba acerca de

    hechos de lo ms misteriosos. Aunque menos

    misteriosos que el altar de granito (sin

    manteles) situado en el centro del final de esa

    capilla. Un altar desnudo entre seis

    candelabros de bronce, con los cirios aun en

    su lugar. Ellos se preguntaban qu extraos

    ritos habran tenido lugar all. Entraron

    despus en una salita pequea donde haba

    muchos armarios con muchas puertecitas. All

    deban haberse guardado muchas cosas. Pero

    todos los armarios estaban vacos. No

    quedaba nada.

    La descristianizacin de la sociedad

    haba sido tan profunda que ellos ni siquiera

    eran conocedores de que estaban en una

    capilla catlica. El Emperador se hubiera

    quedado petrificado si hubiera sabido que en

    pleno corazn del edificio del Senado haba

    una capilla catlica. Justamente all de donde

    haban salido las leyes ms terribles contra la

    fe cristiana, se encontraba un mosaico que

    representaba una cruz de siete metros de largo

    en su palo vertical. CRVX VINCET, la Cruz

    vencer, tena inscrito en la parte inferior de

    su palo vertical.

    Los tcnicos, en las semanas

    sucesivas, siguieron explorando el lugar.

    Haba muchas cosas que indagar: mosaicos,

    estatuas, confesonarios, y unos cuantos

    objetos metlicos pequeos, cuyo uso, por el

    momento, resultaba imposible de deducir. La

    existencia de aquel mbito arcano fue un

    secreto entre Peter y Juan. No comunicaron a

    nadie su hallazgo. Indagaran por su cuenta,

    visitaran alguna biblioteca, leeran para tratar

    de comprender qu sucedi all. Saborearan,

    hasta el final, la satisfaccin de ser los

    primeros en abrir un arca cerrada y oculta

    durante casi medio siglo.

    Con inmensa sorpresa, descubrieron

    cuatro sepulcros en el suelo. Representaban a

    cuatro clrigos vestidos con amplios ropajes

    negros hasta los pies. Uno llevaba en su mano

    una cruz, otro un pez, otro una paloma, el

    cuarto una iglesia de tamao reducido. Dos

    semanas despus, armados de palancas,

    abrieron los sepulcros. Los personajes estaban

    all, convertidos en huesos y polvo.

    Otro da, en el centro del retablo, bajo

    un pequeo arco con vides de mrmol,

    hallaron un espacio vaco que debi estar

    ocupado por algn tipo de arqueta. La

    inscripcin en griego resultaba ilegible. Ms

    adelante, trataron de descifrar las extraas

    pinturas en la parte derecha de un lado de la

    capilla.

    El rastreo del lugar sigui. Las

    incursiones en ese mbito, acabaron por cesar.

    No haber comunicado a las autoridades el

    hallazgo, en su momento, hubiera dado lugar

    a sanciones. Haban dejado demasiadas

    huellas, demasiados signos, de que sus

    incursiones por all haban sido muchas: los

    sepulcros, puertas forzadas, pisadas sobre el

    polvo en todas direcciones. S, habra

    sanciones. As que ninguno descubri a nadie

    el secreto y la capilla continu all, olvidada,

    oscura, cerrada. En pleno corazn del Senado,

    permaneci intacta hasta la destruccin del

    edificio en los bombardeos del ao 2214.

  • 24

    Que caiga fuego del cielo ..........................................................................

    Un bunker en el subsuelo de Tokio,

    Una docena de militares nipones alrededor de

    una mesa cubierta con varios planos y mapas

    bastante amplios. La pared ms cercana a esa

    mesa, era toda ella una gran pantalla en la que

    aparecan todava ms mapas. Los militares

    muy serios estaban completamente

    concentrados en el plan de bombardeo.

    Encima de sus cabezas tenan un Tokio

    completamente arrasado. Quiz cuatro o cinco

    millones de supervivientes se debatieran entre

    sus ruinas, pero ya era imposible prestarles

    cualquier tipo de ayuda. Su muerte bajo

    aquellas nubes negras, en medio de lo que

    hace pocos meses eran amplias avenidas, era

    inevitable. Japn agonizaba. Pero sus

    militares esparcidos por el sureste de Asia,

    montados en sus aeronaves, navegando a

    bordo de los barcos de sus flotas, o sentados

    en sus puestos en los silos subterrneos,

    lucharan hasta el final en busca de una

    honrosa venganza por la destruccin de su

    madre patria. Ya no era posible vencer,

    nicamente era posible mostrar al enemigo

    que el error mortal que supuso el atacarles.

    Hoy se ultimaban los detalles para

    atacar una ciudad de Europa con todo el poder

    disponible. Podan todava golpear varias

    ciudades. En unas horas, le tocara el turno a

    una. El dedo del general se haba colocado

    sobre Londres. La antigua brumosa capital de

    los anglos sera borrada del mapa del modo

    ms doloroso posible.

    En la primera fase, lanzaran dos horas

    de bombardeo de desgaste. Dos horas de

    martilleo balstico que servira para gastar sus

    almacenes de misiles antimisiles. Despus, en

    cuanto comenzaran a impactar algunas de las

    bombas contra la ciudad, habr acabado esa

    primera fase.

    En la segunda fase bombardearan con

    precisin, formando lneas rectas, un sector de

    la extensa conurbacin londinense. Vista

    desde el cielo, esta segunda racha de

    bombardeos formara un cuadrado. Estas

    bombas con los incendios y derrumbamientos

    que provocaran, impediran que los habitantes

    de la ciudad pudieran escapar o que los

    medios de salvamento pudieran acceder. El

    sector incluido en ese cuadrado quedara

    incomunicado por tierra.

    En la tercera fase, se delinear (dentro

    de ese cuadrado) una cuadrcula imaginaria

    para enviar un misil en cada interseccin de

    las lneas verticales y horizontales. Con ello

    se lograra que toda el rea urbana resultara

    daada por igual, sin que quedaran bolsas

    indemnes. De este modo, se logra la mxima

    destruccin con el mximo ahorro de

    material.

    En este tipo de ataques, se busca no

    dejar zonas ilesas, pero se calcula bien la

    potencia para no matar a todos sus habitantes.

    Dejar al Estado una carga de millones de sin

    techo resulta valioso para el adversario.

    Que la ciudad de Londres sea un

    recuerdo.

  • 25

    Londres, llueve ligeramente.

    10.34 a.m.

    Seis horas despus de organizado

    el plan de ataque en un refugio militar nipn

    El infierno est cayendo sobre la City

    con todo su furor. Como si de un negro e

    inmisericorde martillo diablico se tratara, los

    misiles que impactan contra la ciudad, se

    escuchan a muchos kilmetros de distancia,

    como colosales mazazos. Despus de

    escuchar ese infernal martilleo lejano, vi,

    cerca ya, el fuego del averno sobre la tierra.

    La tierra convertida en un lienzo al estilo de

    los leos flamencos de El Bosco. Entonces

    comprend la hoguera de vanidades que

    habamos creado y a la que habamos

    prendido fuego con nuestra iniquidad. La

    suma de infinitos errores haba llevado a ese

    espantoso y ltimo error. Ese fuego que

    descenda del cielo era slo el ltimo error

    que coronaba toda una larga sucesin de

    errores. Una sucesin de errores continuada,

    aumentada, durante generaciones.

    -Este bombardeo se ha llevado muchas

    cosas, tambin mi fe.

    -Pero no te das cuenta de que

    precisamente esto es el fruto de nuestra falta

    de fe. En medio del Apocalipsis, y no tienes

    fe?

    He visto caer la muerte ms all de

    esas nubes que lloviznaban. El fuerte calor

    ascendente de las explosiones y de los

    incendios disiparon las nubes, dej de

    lloviznar. El cielo se abri y las nubes grises

    se disiparon. Fue precioso, durante un minuto,

    ver la claridad del cielo que haba por encima

    de las nubes. Fue como un espectculo irreal.

    Pero las azules alturas perdieron pronto sus

    colores lmpidos a consecuencia de las

    columnas negras que se elevaban a

    centenares.

    Desde lo alto de mi piso 138, con mis

    prismticos, he visto morir por la onda de

    calor de un misil a muchos hombres en un

    radio de dos kilmetros. Seres humanos

    fueron quienes cargaron el seno de ese misil.

    Ha esto nos han llevado los errados conceptos

    filosficos: han hecho que el fuego se arroje

    sobre nosotros.

    He visto manzanas enteras unirse a

    una hoguera descontrolada que pareca

    engullirlo todo. De ese incendio descomunal

    se form tal columna de fuego que tena no

    menos de un kilmetro de dimetro. Esa

    columna formaba tal cicln a su alrededor que

    arrastraba a las personas al remolino, hacia la

    espiral de fuego, como si fueran centellas. Yo

    les o gritar por los aires. El ruido era

    ensordecedor, pero los chillidos agudos, a

    veces, se sobreponan a todo. Era un coro de

    miles de chillidos.

    El bellsimo Parlamento, Westminster,

    el Big Ben, todo son ya recuerdos. Aqu, un

    da, hubo una ciudad. Hubo toda una larga

    historia de romanos, anglos, sajones y

    normandos que desemboc en esta inacabable

    hora del infierno sobre la tierra. Hemos

    construido durante milenios, para alimentar la

    hoguera de esta hora.

  • 26

    Gates y los astrlogos ..........................................................................

    Cuando penetr por el gran vestbulo

    de la parte sur de palacio, comenz para m la

    ms notable de las misiones que la Central me

    ha encomendado.

    Se trataba de un da soleado y

    temperatura agradabilsima. Dos grandes

    leones orientales, dorados y enfurecidos, con

    collares de piedras engarzadas alrededor de

    sus gruesos cuellos, flanqueaban los cuatro

    peldaos por los que se ascenda a un

    pequeo prtico de columnas rojas de madera,

    no muy altas, muy tpicas de esa zona de

    Tailandia.

    El hombre delgado y silencioso que

    con una tnica color azul celeste me preceda,

    me guiaba sala tras sala hasta el lugar donde

    me presentara al jefe de inspectores tcnicos.

    Las salas, de techos bajos y separadas por

    biombos y delgadas paredes que parecan de

    papel, estaban inundadas por una sensacin de

    placidez. La naturaleza de los jardines

    adyacentes, entraba a raudales por aquellos

    porches siempre abiertos.

    Las palabras de mi jefe en la sede de

    Virginia haban sido claras: Gates hace ms

    de veinte aos que rompi todo contacto con

    el mundo exterior. () S, efectivamente, ste

    es el retataranieto del primer Gates, el

    millonario. El iniciador de una dinasta de

    millonarios. Una dinasta que ha dado todo

    tipo de vstagos. ste es uno de sus

    descendientes directos. El nico que se ha

    dedicado slo y exclusivamente al software.

    Vive como un strapa en su mansin de

    Tailandia, rodeado de su propia corte. Una

    corte proporcionada por su dinero, y creada

    por su capricho.

    ste es un millonario desconocido,

    nunca aparece en los medios, porque nunca

    sale de su mansin. Sin vida social, es como

    si no existiera para los periodistas. En

    nuestros informes consta, como ya le he

    dicho, que desde hace veinte aos no sale de

    su palacio, ni poco ni mucho, nada. ramos

    perfectamente conscientes en la CIA de que

    muchos aos antes de su voluntaria reclusin,

    haba cado en manos de su equipo de

    astrlogos. Todo eso lo sabamos por nuestros

    agentes en ese pas asitico. Pero ahora el

    Departamento del Tesoro nos presiona.

    Que la cuarta empresa de software

    ms grande del mundo est, en la prctica, en

    manos de un grupo de astrlogos es una

    cuestin de Estado. Aunque lo nico que

    tuviramos que evitar, fuera que su inmensa

    fortuna quedara en manos extranjeras o que el

    control de su corporacin finalmente fuera

    cedido a asiticos de ese pequeo pas. Ya

    slo por esas dos razones, valdra la pena

    empezar a hacer algo. De momento, vamos a

    empezar por colocar una pieza en ese tablero:

    usted. La Central, los jefes de ms arriba,

    estn de acuerdo, debemos reforzar nuestro

    seguimiento de esa situacin tan irregular.

    Usted va a ser colocado por nosotros

    en esa corte. Eso djelo de nuestra cuenta.

    Una vez en el sitio, va a informar de qu es lo

    que pasa all, slo queremos saber. Por

    supuesto no podr, ni tratar, de influir en ese

    ambiente.

    Nadie puede acceder al millonario. Su

    palacio est dividido en cuatro ciudadelas

    concntricas. Slo los autorizados pueden

    acceder a la cuarta ciudadela, que es donde

    vive. Su palacio es una rplica de la Ciudad

    Prohibida de Pekn. Una rplica no exacta,

    adaptada a nuestra poca y comodidades.

    Haber levantado ese lugar y mantenerlo

    durante tantos aos, no supone ningn

    esfuerzo monetario para el dueo mayoritario

  • 27

    de HCER. Su empresa produce billones

    anuales de beneficios.

    Su fe en las reglas de la astrologa es

    absoluta, total. Probablemente, hace aos que

    el equipo de astrlogos ejerce el control de la

    empresa. Este grupo de consejeros,

    evidentemente, se pone de acuerdo para darle

    directrices ajustadas al sentido comn y a lo

    que ms le interesa a su corporacin. Se trata

    de un escenario financiero anmalo,

    denunciado mil veces por su familia, ante los

    medios (lo cual no servido para nada) y una

    vez ante un tribunal de Pensilvania (que no

    les dio la razn).

    Pero su hijo, su octavo hijo, que

    suponemos que vive en esa corte, est siendo

    educado en este sistema de valores,

    inculcndole desde pequeo la doctrina de la

    inerrancia de los astrlogos. Probablemente,

    esa camarilla de astrlogos ir incorporando

    nuevos miembros conforme vayan muriendo

    los ms ancianos. De manera que esta

    situacin se puede prolongar indefinidamente.

    Esos diez astrlogos son inteligentes,

    son lo ms alejado de un equipo de

    alucinados. Nunca han desorbitado sus

    exigencias econmicas con respecto al dueo

    de la empresa. Saben que si le dijeran que los

    astros recomiendan que les sea entregada

    parte de la empresa, l comenzara, por

    primera vez, a desconfiar. Gates cree en los

    astros ciegamente, pero no es tonto. El equipo

    de astrlogos sabe, adems, que si eso

    sucediera -un testamento en el que ellos

    fueran los beneficiarios universales-, el estado

    tailands intervendra acusndolos de estafa.

    Por eso mantienen esta situacin, son

    realistas, saben hasta donde pueden llegar. Y

    en base a ese realismo, perpetan un statu quo

    de intereses, de equilibrado reparto de

    influencia entre ellos. De esta peculiar

    situacin hasta el gobierno de Tailandia

    participa, beneficindose y callando,

    aceptando las cosas y no removiendo una

    enredada maraa, que de hacerlo sabe que

    obligara a nuestro gobierno a intervenir, con

    lo que se les acabara el pastel.

    Pero finalmente vamos a intervenir, y

    si podemos lo vamos a hacer desde dentro, no

    desde fuera. Y si finalmente hay que actuar

    desde fuera, por lo menos tendremos nuestros

    peones situados en el interior del escenario.

    Pero su misin rigurosamente se limitar a

    informarnos. Usted har eso y slo eso. Lo

    que haya que hacer en el futuro, ya se ver, de

    momento no hay prisa. Por ahora, nos

    conformamos con irnos situando, con ir

    situando a gente como usted en su entorno.

    Los altos directivos de la empresa de

    la que es dueo, sabe muy bien cual es la

    situacin. El consejo de direccin de HCER

    es bien conocedor de este reparto de

    influencia en la mansin de Gates, el cual es

    propietario del 83% de las acciones. Cuando

    las cosas evolucionan poco a poco, durante

    veinte aos, los directivos se van adaptando.

    Sabemos que el presidente de

    Tailandia ha presionado para que uno de los

    diez astrlogos sea de designacin

    presidencial. Pero el equipo se ha negado en

    redondo. Una de las virtudes de ese equipo, es

    que ha demostrado mantener su

    independencia frente a las pruebas que le han

    venido del exterior.

    El equipo de astrlogos cobra al ao

    unos catorce millones de dlares. Apenas

    nada en relacin a los beneficios anuales de la

    empresa de software. Adems, se estima que

    la cantidad fcilmente se triplica si

    consideramos que ellos, gracias a sus partes

    astrolgicos, colocan a gente de su confianza

    en puestos de gran importancia. La red de

    empleados que debe su puesto y ascensos a

    sus indicaciones, supone un baluarte dentro de

    la empresa a favor de que las cosas sigan

    como estn. Pero hecha esta salvedad, el

  • 28

    equipo interfiere lo mnimo en las decisiones

    del consejo de direccin. Aunque los

    astrlogos tienen un representante en el

    consejo de direccin de HCER. ste informa

    a los astrlogos de lo discutido en cada junta,

    y l es la voz de los astrlogos ante los

    consejeros. Sea dicho de paso, ese

    representante de los astrlogos no se ha

    presentado fsicamente ni una sola vez en las

    reuniones de la HCER. Atiende a todas las

    reuniones a travs de videoconferencia.

    Escucha todo e interviene lo menos posible.

    Cada uno con su dinero hace lo que

    quiere. Pero cuando es tanto dinero, esto es

    una cuestin de estado. Usted entrar como

    tcnico especializado en la reparacin de las

    mquinas mdicas de hepatocrtesis. La

    Agencia ha detectado que estaban buscando

    un tcnico en este campo para contratarlo a

    tiempo completo durante un mnimo de un

    ao. Nuestra divisin tcnica ha buscado

    quin de nuestros agentes estaba

    especializado en ese campo de bionicocrtesis.

    Usted cumple con ese perfil. As que va a

    trabajar all, en el palacio de Tailandia, en el

    mismo campo que aqu nuestra sede de

    Virginia. Recibir los cursillos de

    actualizacin dentro de tres das en Harvard.

    Ahora yo, veintiocho das despus, el

    tcnico, el empleado de la CIA, me adentraba

    por primera vez en lo que iba a ser mi entorno

    durante un ao. Un pequeo empleado en esta

    suntuosa residencia, pero un pen de gran

    influencia en un juego mucho mayor. El pen

    justo en el lugar adecuado.

    Tras pasar por un patio lleno de

    escalinatas de piedra grantica, llegu a la sala

    donde me recibira el jefe de inspectores;

    tambin l estaba revestido con una tnica.

    All todos vestan del modo tradicional,

    manas del que haba pagado todo eso

    queriendo recrear un entorno a su gusto. El

    jefe de inspectores de mi seccin me salud

    con una ceremoniosa inclinacin, se sent en

    el suelo, sobre una gran alfombra de dragones

    y comenz a hacerme preguntas

    profesionales. Me trataba sin emocin, pero

    con cortesa. Se notaba que me analizaba. Sus

    ojos me estudiaban desde aquella posicin en

    la que me pareca una estatua del bodhisattva.

    Yo estaba acostumbrado a ir a despachos y

    sentarme ante jefes vestidos con americana y

    corbata, no estaba acostumbrado a

    comparecer ante una especie de Buda alto y

    delgado en una salita abierta a un jardn en el

    que se oan las peleas de patos bajo los alerces

    de la orilla. Aunque yo fuera ciudadano

    norteamericano, mis facciones eran orientales.

    Casi todos los que trabajaban all eran

    orientales, salvo tres o cuatro consejeros

    financieros que con sus maletines, corbatas y

    zapatos caros visitaban al millonario unos

    cuantos das a la semana.

    El jefe de inspectores de esa seccin

    acab sus preguntas, me sonri y me dijo que

    empezara maana. Al salir de su presencia,

    otro criado me llev a mi habitacin situada

    en un diferente sector del palacio. Dentro de

    los catorce escalafones en los que se

    clasificaba a la gente de aquel sitio, yo

    ocupaba el sexto escalafn. El de los tcnicos

    muy especializados y con buen sueldo. En mi

    camino hacia mi habitacin, observ que en

    aquel palacio de tantos patios y explanadas, la

    altura mxima la constitua un edificio de

    cinco pisos de altura que recordaba con sus

    tejados escalonados al castillo de Himeji. Esa

    edificacin, situada en el centro de todo el

    recinto amurallado, atraa mis miradas: all

    viva Gates.

    No lo saba, pues los setos, y los

    muros blancos impedan la visin de

    conjunto, pero muy cerca estaba la pequea

    construccin circular donde se hallaba la Sala

  • 29

    de los Partes. La sala circular donde se

    guardaban los partes diarios que los

    astrlogos le comunicaban.

    Lejos de mi vista, en un patio de la

    tercera ciudadela, se hallaba una esfera

    armilar de siete metros de altura. Aquel

    ingenio metlico era el que se usaba para

    calcular las posiciones astrales que servan en

    orden a la redaccin de los partes. Esa esfera

    de anillos metlicos era el instrumento oficial

    de palacio usado para ese menester. Era la

    tercera esfera que haba conocido palacio. En

    los dos instrumentos precedentes, los aos de

    clculos cuidadosos haban hallado fallos, su

    destino haba sido la destruccin, versiones

    mejoradas los reemplazaron. Esos mnimos

    errores de clculo en su diseo haban sido la

    causa de que los partes realizados en esos

    aos hubieran contenido exiguas cantidades

    de errores o inexactitudes, por otro lado no

    excusables. Pero el equipo que confeccionaba

    las cartas haba solventado aquello haca

    tiempo. Cada nueva versin de esfera armilar

    haba sido ms exacta y precisa que la

    anterior, tambin ms compleja, y la ciencia

    de su interpretacin (ininteligible para los no

    iniciados) tambin haba experimentado

    imperceptibles mejoras. Mejoras tan pequeas

    que pasaban desapercibidas salvo para los

    ojos habituados a aquellos arcanos. Dos

    nuevos anillos haban sido aadidos, uno

    eclptico, y una armila equinoccial menor, as

    como nuevas reglas de tercer grado haban

    sido agregadas a las largas listas de Cnones.

    Aunque el palacio estuviera en el sudeste

    asitico, todos los trminos del Hun Yi (o

    Instrumento de la Esfera Celestial) eran

    chinos.

    Semanas despus, me enter con

    seguridad de que el hijo-heredero de Gates

    viva en palacio. Un nio de rasgos

    occidentales rodeado de instructores

    tailandeses que, adems de las enseanzas

    prcticas, le inculcaban desde esa tierna edad,

    la infalibilidad de las leyes celestes sobre las

    vidas de los humanos. Supe tras qu muros

    moraba -muros de ladrillo rojo por los que

    trepaba la hiedra-, pero al nio no le llegu a

    ver.

    El mismo da de mi llegada, despus

    de una comida ligera al medioda, me dirig

    hacia mi trabajo. Pas al lado de un lago de

    flamencos y cisnes. Dado que mi servicio era

    necesario, tena el pase para penetrar en la

    cuarta ciudadela. Recin llegado y ya poda

    introducirme en el seno ms profundo de

    aquel palacio habitado por casi trescientos

    criados. Entre miembros de seguridad,

    cocineros, criados, jardineros de las cuatro

    ciudadelas, sumaban esa cifra. Todos vestan

    de un modo oriental, con distintos tipos de

    tnica segn su rango en el escalafn de

    aquella corte en miniatura.

    Mil veces me preguntara durante los

    meses siguientes, la razn de Gates por

    recrear aquel pequeo mundo de otra poca.

    Pero se supone que un rico acumula su

    fortuna para poder hacer realidad sus sueos.

    Los sueos son la razn de ser de la

    acumulacin del capital. En ese sentido, no

    haba nada que reprocharle. Cada uno gasta el

    dinero como quiere. Por lo que decan los

    informes que me suministr la Central, l no

    era un hombre desequilibrado, tampoco era

    una persona obsesionada con lo oriental.

    Simplemente se era el entorno en el que le

    gustaba vivir y como poda permitrselo,

    haba dicho: hgase.

    Pero, por lo dems, era una persona

    normal y razonable. A veces, las personas

    razonables caen en manos de camarillas como

    la que haba extendido sus tentculos hasta

    rodearle. Aunque, probablemente, como

    decan los informes de la Central, fue l el que

  • 30

    los rodeo. Fue l el que exigi ms y ms sus

    servicios para todo. Y fueron ellos los que

    optaron por conducir esa malsana aficin

    astrolgica dentro de unos lmites no

    destructivos. S, quiz esos diez astrlogos

    hayan evitado que l se arruinara

    financieramente y hundiera su vida. Cuando

    un ser humano busca desesperada y

    obsesivamente el futuro, siempre acaba

    encontrando personajes sin escrpulos que le

    dan lo que busca. El equipo quiz haya sido el

    escudo menos perjudicial frente a intrusos que

    hubieran supuesto el final de la corporacin.

    Hubiera habido que estar all cuando todo este

    sistema de cosas se form, para llegar a un

    veredicto. Ahora slo nos queda dar fe acerca

    de la complejidad de las cosas.

    Gates, desde hace veinte aos, vive

    aislado, rodeado nicamente de los criados

    que el equipo de astrlogos le recomienda tras

    consultar los extraos caminos de los cielos.

    Los astrlogos, o mejor dicho las leyes del

    cielo, le advierten, de pronto, que la

    proximidad de alguien supone un tipo de

    peligro concreto o difuso.

    Todos los puestos de palacio estn

    sujetos a esta suprema tirana de las arcanas

    leyes. Tirana que puede parecer arbitraria,

    pero no lo es. Nada ms lejos de la realidad

    pensar que los partes del equipo estn sujetos

    a la arbitrariedad. Hasta el ms imparcial de

    los jueces reconocera, que los partes estn

    sujetos siempre a razones lgicas. De forma

    que, a travs de la astrologa, aquel palacio se

    rega por leyes lgicas, quiz no justas

    siempre, pero en todo momento lgicas.

    Dicho de otro modo, a travs de la apariencia

    de la astrologa, era el ojo experto de los

    astrlogos el que gobernaba ese mundo

    cerrado.

    Hasta las ilgicas leyes de los astros se

    volvan razonables bajo la ciencia de ese

    equipo de sabios poseedores de una sabidura

    que ellos conocan muy bien: la ciencia de las

    leyes que regan esa corte y el experto

    conocimiento de la corporacin. Ellos eran los

    supremos rbitros que conocan cmo se

    combinaban las leyes de la realidad con las

    leyes de los astros. Las leyes de lo infralunar

    y lo supralunar, con ellos como definitivos

    jueces.

    Era evidente que todo error en las

    predicciones del equipo era aparente, pues

    una nueva adicin posterior (un nuevo parte,

    en realidad) mostraba lo acertada de la

    prediccin primera; acertada aunque

    incompleta. Por encima de aparentes

    contradicciones entre lo predicho y lo

    sucedido, el futuro siempre dejaba las cosas

    en su sitio. Las cosas haban sucedido as, no

    por error de la prediccin, sino porque el

    mismo parte astrolgico dejaba un mnimo

    porcentaje de apertura a la causalidad de un

    elemento que ya se haba mencionado en el

    mismo cuerpo del vaticinio.

    No obstante, el equipo admita sin

    reservas la posibilidad de errores de clculo,

    subsanados con celeridad meticulosa. La

    humildad de los astrlogos consignaba en sus

    registros una cifra cercana a los cuatro mil

    pequeos errores o, ms bien, distorsiones en

    su apreciacin del futuro. Cifra mnima en

    relacin al gran nmero de puntos y

    ramificaciones que sus consignas

    determinaban da tras da, a mitad de la

    maana, en medio del, llamado, saln de los

    lirios azules del Edificio de los Partes.

    No se piense que estos registros que se

    guardaban en cuatro cmaras del Edificio de

    los Partes suponan un archivo prescindible.

    Sus pesados tomos a triple columna, con

    glosas en los mrgenes exteriores, eran

    visualmente la prueba de que aquella

    maquinaria celestial funcionaba. Para

    cualquiera que hubiera llegado de fuera, la

  • 31

    contemplacin de aquellos bellos volmenes

    visualmente hubieran sido la ratificacin, sino

    de una ciencia, de lo ms parecido a una

    ciencia. Aunque a aquellos estantes slo el

    equipo y Gates tenan acceso. Haban sido

    escritos slo para sus ojos. Pocas veces el

    millonario los hoje con orgullo o

    preocupacin ante alguien forneo.

    El excntrico millonario en raras

    ocasiones ha desobedecido a los partes. Pero

    cuando ha osado salirse del camino marcado

    por las frreas leyes celestes, el equipo bien

    que se ha encargado de que los hechos les

    dieran la razn. Ha habido asombrados

    criados que han comentado en los pasillos, en

    sus comidas, en las veredas de los jardines,

    que el poder e influencia del equipo para

    torcer los hechos es mayor que su sabidura

    para conocer esos mismos caminos futuros.

    Para ello, si ello es as, han llegado a hacer

    que las acciones bajaran o que un ala del

    palacio se derrumbara. Segn los ms

    perspicaces sirvientes de palacio, no resulta

    fcil distinguir dnde acaban esas leyes

    inmutables regidas por la esfera armilar, y

    dnde empieza la voluntad de ese pequeo

    grupo de entendidos. Por eso, por miedo al

    poder que puedan tener esas cartas astrales,

    por miedo al poder que puedan tener los

    astrlogos, los trabajadores all, si son

    inteligentes, no comparten su carga de dudas

    con los compaeros. Pues sea cual sea el

    poder de esos mapas astrolgicos, el equipo

    posee un poder omnmodo sobre ese pequeo

    lugar del mundo.

    Y as la carta astral es expresin de

    esos dos poderes: el de poder leer los hechos

    en el firmamento, y el de poder torcer los

    hechos. Sobre el caparazn de una de las dos

    grandes tortugas de piedra que flanquean el

    portn de entrada a las residencias de los

    astrlogos, se halla una misteriosa inscripcin

    en caracteres hanzi: un poder tan grande como

    el de los astros.

    Y as, ms que hablar de servidores de

    los astros, se debera hablar de arquitectos de

    las lneas del firmamento. Pero nadie habla de

    ello, nadie quiere perder su puesto. El silencio

    sobre determinados mbitos de Palacio forma

    parte del trabajo. Nadie critica a esos

    poseedores de una ciencia que Gates

    desconoce.

    Los astrlogos llevan una vida aparte

    del millonario. Bien saban que la

    familiariedad destruye la admiracin ante el

    sabio. Por eso, viven aparte. Es raro que haya

    ms encuentros con l que los que se

    producen con los partes. El equipo vive en la

    zona denominada Guicang yi, situada en uno

    de los lados del gran cuadrado que forma esta

    rplica de la Ciudad Prohibida. Pegadas a los

    blancos muros del permetro, y rodeadas de

    patios y agradables salitas, las cuatro altas

    torres son la ms clara expresin visual del

    poder de estos hombres. Los veinte sirvientes

    de este sector cuidan de los que se consideran

    los ms bellos jardines zen de toda la ciudad.

    En el interior de esos patios se suceden

    alternativamente los jardines verdes (de

    hierba y bonsis) con los jardines secos (de

    arena, grava y musgo).

    Es posible que en esta corte se haya

    infiltrado algn agente ms de algn otro

    servicio secreto, sea prudente en no dar

    ninguna pista que manifieste el verdadero

    propsito de su estancia all, me dijo mi jefe

    en la sede central de Virginia. Posible aunque

    improbable. Lo que es seguro es que son

    muchos los que, ante todo, pretenden que

    nadie ajeno a las cuatro ciudadelas penetre en

    esa familia. Usted es un buen tcnico

    especializado en hepatocrtesis, har bien su

    trabajo para ellos. Pero recuerde que su

    verdadero trabajo para nosotros acaba en

  • 32

    observar, escuchar, charlar con los que

    trabajan all. Ni se le ocurra buscar papeles en

    cajones cerrados, ni entrar en habitaciones

    prohibidas, deje estas memeces para las

    pelculas. Observar, escuc