5-5 Libro IX
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1
Noveno Libro __________________________________________________________________________________________________________
Retazos del Apocalipsis
J.A
Fortea
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2
Editorial Dos Latidos
Benasque, Espaa
Versin para libro electrnico, ao 2012
Copyright Jos Antonio Fortea Cucurull
www.fortea.ws
versin 5
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3
EL IX LIBRO
Chronica et annales de
Antichristi tempore
scripta ad maiorem
D e i g l o r i a m
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ndice
La debilidad de la dura Ley
La Reina de Inglaterra
La trampilla y el plano de los arquitectos
Que caiga fuego del cielo
Gates y los astrlogos
La huida de la Familia Imperial
Ciudadano Abel Mann
Las cloacas romanas
Ciudadano exnime flotante
Guardia Palatina
Hortus perfectus
Sobre la alfombra de hojas iluminadas por la luna
Cielo Veneciano
Fromheim Imperator
Me despierto en medio de la noche
Ursila y sus nietos
La Abominacin de la Desolacin
Vinicianus Imperator
Ichabod
El bnker
Departamento D-8
Halophagus heterocephalus
Sermn tokiota
Neumophagus endocephalus
La propuesta 37
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6
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7
La debilidad de la dura Ley ..........................................................................
Ao 2212
Siendo emperador Hurst
de la dinasta Schwart-Menstein
Los zapatos brillantes, impecables,
resonaban por el estrecho pasillo poco
iluminado y mal pintado. El hombre tmido,
pero decidido, vestido con una americana
oscura, pantaln negro y corbata discreta,
avanzaba con paso firme. La faz redondeada
de ese hombre era la de alguien nacido para
hacer oposiciones. Su pequeo flequillo caa
en punta sobre su tenaz frente que no era la de
un hroe, pero s era la frente de alguien muy
perseverante. Ese varn de la americana iba
seguido de diez agentes de la polica judicial,
revestidos casi todos con sus corazas y varios
con ametralladoras en las manos. El
pretoriano que azorado guiaba al primero por
el pasillo iba, por los nervios, a paso ms que
ligero. Por fin, despus de muchos pasillos, le
hizo un gesto al juez sealando a la gruesa
mujer de color sentada detrs de las barras de
una celda. El seor del flequillo se acerc, la
observ seriamente y, desde el otro lado de
las barras del calabozo, mirndola fijamente,
le pregunt el juez:
-Es usted Carlotte Roche?
A partir de ese momento el cmulo de
acontecimientos que iba a sobrevenir fue tal,
que ninguno de sus protagonistas pudo nunca
haberlo imaginado. En los cinco minutos
siguientes a hacerle esa pregunta, no menos
de veinte telfonos estaban sonando como
locos entre el Palacio Imperial, los ministerios
y los consejeros del Cnsul Mximo. Unos
consejeros se vestan rpidamente, cerraban
sus maletines y se ponan en marcha en
direccin al lugar donde se encontraba el juez.
Otros seguan haciendo llamadas y
preparando una reunin de urgencia. En el
mismo Palacio Imperial, el general al mando
de la Guardia Pretoriana, literalmente, corra
por otro pasillo hacia la seccin de calabozos.
La maquinaria de causas y consecuencias
acababa de ponerse en marcha.
Dos horas antes de esa escena
Suena el timbre del piso de la madre
de Carlotte Roche, dentro se celebra un
cumpleaos.
-Quin es? fue la pregunta intil de
la madre. Pues al momento, por la pantalla, ya
se percat de que se trataba de hombres
uniformados.
Tratar de escapar era intil. Ochenta
militares haban rodeado el edificio, vigilado
los ascensores y escaleras, y estaban, incluso,
en el mismo rellano del piso desde antes de
llamar a la puerta. Tambin hubiera sido intil
contestar que no estaba all, saban que
estaban ella y su marido. Toda excusa o
tctica de evasin resultaba intil, era mejor
entregarse con dignidad. Unos instantes
despus los soldados entraban dentro del
recibidor de la casa.
-Traemos rdenes de detener a
Carlotte Roche.
Carlotte, una mujer de unos cuarenta
aos, apareci en el recibidor con la tristeza
reflejada en su rostro. No se perciba ira en
ella, ni rabia, slo una profunda tristeza. Saba
bien que era una de las columnistas que ms
se haba destacado en sus crticas contra el
Emperador. No dudaba de que, antes o
despus, sus crticas mordaces le pasaran
factura, aunque sus columnas se editaran en
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un medio de tercera categora. Pero lo que
nunca se pudo imaginar era que el Emperador,
airado esa maana, haba ordenado:
-Quiero que vayan a detenerla
hombres de mi Guardia Pretoriana. Es mi
deseo que quede perfectamente claro que soy
yo el que detiene a esa imbcil. Que le quede
claro que no necesito valerme de ningn
intermediario. A veces, hay que dejar claro
quin es el que manda aqu. O lo haces de vez
en cuando, o si no los tontos se olvidan.
Los pretorianos que haban ido a
recogerla, no iban vestidos con el uniforme de
gala, ni con el que usaban en Palacio, sino con
el de campaa. Un uniforme muy discreto que
slo se distingua de cualquier otro por unos
pocos galones y discretos distintivos.
El marido de Carlotte, desde otra
habitacin de la casa, estaba llamando a la
Polica Metropolitana.
-As que dice que unos locos vestidos
de militares han irrumpido en su piso repiti
la mujer polica en uno de los centenares de
puestos de la centralita. Est seguro de que
no son militares de verdad?
-Completamente minti-. Se nota que
es gente disfrazada y se quieren llevar a mi
mujer. Aydennos.
-Muy bien, no se preocupe. Vamos
para all inmediatamente.
El marido le dijo a su esposa, al odo,
que se demorara todo lo posible en abandonar
el piso. En el tiempo en que la detenida se
despidi de sus familiares, uno por uno, fue a
por su bolso, e hizo un amago, falso, de
desmayo, transcurrieron seis minutos. En ese
tiempo, llegaron cuatro agentes de la Polica
Metropolitana.
-Vamos a ver, qu est pasando aqu
la voz recia y segura del agente plantndose
frente a los soldados, inspir confianza a la
detenida y sus familiares.
Los pretorianos le dijeron que tenan
orden de detener a esa mujer. El polica al
mando escuch las explicaciones, sin perder
ojo a los supuestos militares. Slo estuvo
seguro de que eran realmente soldados,
cuando comprob sus documentos y vio que
sus armas eran verdaderas armas. Pero no
acababa de ver claro que unos soldados
pudieran realizar tal accin e insisti en que
no les poda dejar marchar con la detenida.
-Mire resolvi finalmente el polica-,
voy a llamar, ahora mismo, al Departamento y
a ver qu me dicen.
-Nosotros cumplimos rdenes y no
vamos a esperar.
-Pues lo siento, pero van a tener que
esperar.
El polica, sin esperar respuesta, desde
su comunicador situado sobre su hombro se
puso en contacto con el Departamento Central
de la Polica Metropolitana. Les atendi un
superior que, a su vez, les pas con otro
superior de ms rango. Despus de varias
consultas entre los jefes, tampoco vieron claro
el asunto y le ordenaron al polica que
aguardase mientras consultaban con el
departamento jurdico. Dos minutos despus,
un abogado hablaba con el capitn, y el
capitn le comunicaba lo siguiente al polica
al mando:
-Vers, nos han dicho que la Guardia
Pretoriana est considerada como uno de los
servicios de seguridad del Estado. Eso
significa que pueden detener a alguien. Pero
segn el Departamento Jurdico slo lo
pueden hacer de forma ordinaria en los lmites
territoriales de su jurisdiccin, y de forma
extraordinaria en caso de flagrante delito. Y
por lo que me dices, ellos han llamado y han
entrado all Esto es muy irregular. Mira,
diles que no.
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Dos minutos despus, el polica volva
a hablar con el Servicio Jurdico que no haba
cortado la comunicacin.
-Mire, se niegan. Insisten en que
cumplen rdenes y ponindose la mano
delante de la boca y hablando bajo-: Son ms
que nosotros y estn armados hasta los
dientes.
-Est bien. Tmales todos los datos a
los seis pretorianos que estn all en el piso.
Ya sabes, compaa a la que pertenecen,
oficial del que dependen y todo eso. Y que se
la lleven.
Mientras tanto, el abogado consultado,
en su despacho del Edificio Central del
Departamento de Polica, se levantaba de su
mesa y comenzaba a pasear nervioso por su
silencioso despacho enmoquetado.
Finalmente, se sent con energa, mir en una
gua el distrito judicial al que perteneca aquel
piso, y llam a un nmero de telfono:
-Seorita, s, quiero hablar ahora
mismo con el juez que est de guardia.
En ese mismo momento, el Emperador
estaba feliz sobre un caballo, jugando una
partida de polo, vestido de blanco. No saba l
hasta qu punto su vida se iba complicar en el
mismo instante en que aquel abogado, lleno
de dudas, marcaba el telfono del juzgado.
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Estar en la cspide de la pirmide jerrquica,
te da la sensacin de impunidad.
Miras hacia arriba y no hay nadie.
57 minutos despus de la detencin
Una mujer joven, aburrida, sentada en
su mesa, se encargaba de la vigilancia de la
entrada Este-4 al Palacio Imperial. Se trataba
de una entrada discreta, situada en un gran
muro de mrmol blanco, a cien metros de la
gran escalinata de la Puerta Unrein.
La mujer aburrida vio como un seor
desconocido, el juez Fabien Landreau,
seguido de la Polica Judicial, se plantaba
delante de ella y, mostrndole sus
credenciales, le deca que era juez y que
quera que llamara a algn oficial de la
Guardia Pretoriana. Al poco, apareci all un
suboficial de guardia en ese sector.
-S, en qu puedo ayudarle dijo el
joven militar amable y sorprendido.
-Soy el juez Landreau, pertenezco al
Juzgado 328. Aqu tienes mis documentos
acreditativos. Vengo a hacer un registro.
Sabes donde estn los calabozos de este
edificio?
-Pues s, seor.
-Llvame a ellos.
-No s si estoy autorizado repuso
dudando.
-No te lo estoy pidiendo, soy un juez.
O me llevas ahora mismo, o te detengo por
obstruccin a la Justicia.
El suboficial trag saliva. Los diez
agentes de la Polica Judicial que estaban
detrs del juez, daban la impresin de que
aquel hombre estaba hablando en serio.
-Sgame mientras tanto le dijo a la
mujer sentada en su mesa, vigilando la puerta,
que llamara al coronel Zavettieri y le
comunicara lo qu estaba pasando.
El suboficial, preguntndose mil veces
si estaba haciendo lo correcto, le gui hasta la
zona de calabozos. De camino hacia la zona
de celdas, apareci a la espalda del grupo el
coronel Zavettieri ordenando al grupo que se
detuviera y exigiendo explicaciones. El juez
no se detuvo, el secretario judicial se retras y
fue l que le dio las explicaciones. El coronel
grit que no podan hacer eso. Enfadado,
nervioso, pens qu hacer. Quiso seguir al
grupo, pero tras unos pasos sac un telfono y
marc un nmero: Coronel Zavettieri,
pngame, urgentemente, con el general!
Mientras, el grupo haba llegado ya a
la entrada al sector de calabozos. El soldado
sentado en la mesa de entrada a esa zona, se
levant de su asiento como diciendo: qu
est pasando aqu?? El suboficial le explic.
El juez, con autoridad y aplomo, le pregunt:
-Ha entrado alguien detenido en este
sector hoy?
-Pues s.
-Gueme hasta su calabozo.
-Pero es que -el soldado tampoco lo
tena claro. Deba obedecer?
-Esto es un registro judicial y te estoy
ordenando que me gues hasta ese calabozo.
No te lo estoy pidiendo.
-Pero...
-Hay dos posibilidades: o me guas
hasta ese calabozo o vas ahora mismo a la
crcel del juzgado.
-Pero es que las disposiciones de mi
capitn
-Yo no soy ni tu capitn, ni tu
comandante. Soy un juez. No te lo volver a
repetir, o me guas o estos guardias de aqu se
te llevan detenido.
Malhumorado, el soldado se levant,
cogi de malas maneras las llaves y se puso a
andar.
Y as, poco despus, llegaron a la
celda. El juez la mir a los ojos y, casi con
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severidad, le hizo la que iba a ser la pregunta
ms famosa de la Historia del Derecho en
todo ese siglo: Es usted Carlotte Roche?
El juez escuch la respuesta sin
manifestar emocin alguna. Despus, muy
serio, se compuso su flequillo y le hizo, por
puro formalismo, una batera de diez
preguntas. Tales como: le han informado
bajo qu cargos se le ha detenido? Tras esas
preguntas, el magistrado le comunic:
-Est usted libre. Puede salir cuando
quiera.
En esa tesitura, el juez se mostraba
apenas intranquilo, pero se daba
perfectamente cuenta del embrollo en el que
se estaba metiendo. Era plenamente
consciente de que su carrera, desde entonces,
daba un giro de 180. Fue cuando acab su
batera de preguntas, cuando lleg corriendo
el general al mando de toda la Guardia
Pretoriana, seguido de cuatro oficiales ms.
-Qu est haciendo usted aqu? grit
agresivo el general. Y mirando a los dos
soldados que all estaban-. Quin ha sido el
mentecato que ha dejado entrar a este hombre
en Palacio?
El juez, sin alterarse, levant sus ojos
castaos de la libreta donde estaba haciendo
anotaciones.
-Sabe que soy juez?
-Usted sabe dnde est?
El juez no se molest en responder.
Se limit, imperturbable, a preguntar:
-Quin es usted?
-Soy el general al mando de la
Guardia Pretoriana! Y...
El juez le interrumpi:
-Conoca que haba una persona civil
retenida en estos calabozos?
El general furioso le atraves con la
mirada, hubiera deseado echarle las manos al
cuello. Pero se contuvo. Se dio cuenta de que
no deba contestar.
-Muy bien dijo el juez a uno de los
secretarios de su juzgado-, Pierre, confisca,
ahora mismo, las grabaciones de las cmaras
de seguridad de estos pasillos.
-Soldado!, no se le ocurra entregarle
esas cintas, es una orden! grit el general
fuera de s.
El juez sonri. Saba muy bien que ese
militar no tena nada que hacer.
-General, o revoca esa orden y le dice
que le entreguen esas cintas a mi secretario, o
esta conversacin la vamos a continuar en mi
juzgado. Usted decide.
El general se puso rojo de furia.
Apret los puos. Despus, tras una lucha
interior, de forma casi inaudible orden: dale
esas condenadas cintas.
-Muy bien prosigui el juez-, ahora
voy a interrogar a los oficiales al mando del
sector de calabozos. As como a los soldados
que procedieron a la detencin de Carlotte
Roche. Quiero hablar con todos, uno a uno.
Aparecern en las cintas de las cmaras de
seguridad, as que no quiero que falte
ninguno.
Un brigada sudoroso apareci por
detrs del juez. Se cuadr ante el general y le
comunic en voz baja, acercndose al odo de
su superior:
-Seor, he consultado con los que me
dijo -tres abogados del Estado-, mi general.
Vienen ahora mismo hacia aqu. Pero me han
dicho que s, que l tiene derecho a hacer este
registro y que, por tanto, no le podemos echar
fuera del edificio. Pero que no se preocupe,
que ellos vienen hacia aqu y que sern ellos
los que hablen con l y manejen la situacin
en cuanto lleguen.
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El magistrado Landreau, de lejos,
haba odo ms o menos de qu trataba la
conversacin, as que dijo:
-Prosigamos dijo el juez-, quin es
el oficial encargado de los calabozos?
Un comandante dio un paso al frente y
contest con energa:
-Yo soy.
-Saba usted que se haba detenido a
un civil?
-S.
-Era conocedor de que se haba
procedido a su detencin fuera de este
edificio?
-S.
-Y usted se limit a dejar constancia
de su detencin sin permitirle hablar con un
abogado, sin procurarle ningn otro de sus
derechos legales?
-Obedeca rdenes respondi con
desprecio.
-De acuerdo dijo el juez-, desde este
momento queda usted detenido,
proseguiremos esta conversacin pero no
aqu, sino en los juzgados. Le comunico que
est acusado de retener ilegalmente a una
persona civil en una prisin militar. Agente,
puede llevrselo ya.
-Esto es insultante! grit el general-.
No sabe el lo en el que se est metiendo. Se
va arrepentir toda su vida.
-Respecto a usted, general, habr que
averiguar si estaba al corriente de que este
ciudadano estaba retenido en sus calabozos
el juez le hablaba sin dejar de tomar notas en
su libreta-. Si es as, le puedo asegurar, que
usted, y no la seora Roche, va a ser el que va
a dormir hoy en el catre de una comisara.
Pero no es ahora cuando le voy a interrogar.
Le dejo para el final cuando tenga todos los
datos.
El juez todava se qued dos horas
ms por all, interrogando, tomando notas y
pidiendo algunas grabaciones ms de cmaras
de seguridad. Los tres abogados del Estado
llegaron, hablaron con l, y le acompaaron,
solcitos y preocupados, en todas sus
pesquisas.
Quiz el autntico cetro de nuestro tiempo es el
telfono.
Tener el poder de marcar un nmero y decir: hgase
esto.
Con el cetro del Poder se puede mucho,
pero no puedes coger el cetro y,
delante de todos, en el saln del trono,
aporrear a alguien hasta matarlo.
Al final de aquella tarde, a las 8.45
pm, el Cnsul Mximo Hurst estaba reunido
con el Ministro de Justicia. El Emperador
tena a un comandante de su Guardia
Pretoriana y a tres soldados detenidos. Cmo
era posible que un juez civil y no militar
estuviera all haciendo preguntas? El Ministro
le explic que el Cdigo Civil expresamente
mencionaba que en caso de detencin ilegal
de un civil por parte de militares, un juez no
militar posea jurisdiccin para realizar
diligencias previas. Despus le explic
infinidad de tecnicismos que estaban en la
ley: si se estaba en zona de guerra, si la
detencin se practicaba fuera de un cuartel,
etc, etc.
-Pero la Familia Imperial est
aforada! Slo podemos ser juzgados por el
Senado o el tribunal que ste constituya!
-La Familia Imperial s, pero los
soldados de la Guardia Pretoriana, no estn
incluidos en esa ley.
-Pero son militares, luego slo un juez
militar puede juzgarles.
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-S, pero un juez civil puede hacer
todas las diligencias previas. Puede investigar.
-Y hacer un registro?
-Si el Palacio fuera un cuartel, tendra
que haber solicitado el registro a la justicia
militar. Pero el Palacio no es un cuartel. Hay
un cuartel dentro del Palacio, pero todo el
edificio no es un cuartel. Y el sector de
prisiones, curiosamente, est fuera del cuartel.
El ala oeste y toda la zona de aqu seal un
plano-, no es zona cuartelaria.
-Y puede detener a ese oficial y esos
tres soldados?
-S, sern juzgados por un tribunal
militar. Pero la detencin puede practicarla l.
-Vale, vale, y ahora que puedo hacer?
le cort finalmente el Emperador.
-Ahora la maquinaria legal seguir su
curso. No hay forma humana de detener el
proceso.
Despus de media hora de preguntas y
explicaciones, lleg el director del Servicio de
Inteligencia. El Emperador despidi al
Ministro dicindole:
-Me ha quedado todo claro. Perfecto.
No obstante, voy a demostrarte a ti y a todos
que, cuando yo quiero, puedo detener
cualquier proceso. Ya lo vas a ver. Ese
hombrecillo me ha amenazado, pero yo no
necesito amenazar.
El Ministro de Justicia sali, intrigado,
sin hacer preguntas y sin querer hacerlas.
Sali con una cierta alegra de no tener que
quedarse a escuchar la siguiente conversacin
que iba a tener lugar. Puesto que saba que
Drenan, el Director del Servicio de
Inteligencia, haba sido llamado para ocuparse
tambin de este asunto.
-Muy bien, mi buen amigo Drenan le
dijo el Emperador-, ya hemos escuchado a
este jurisconsulto. Hoy ya llevo odos a media
docena. Les pagamos para que hagan su
trabajo. Pero adonde ellos no llegan, llegamos
nosotros. Donde no alcanza el largo brazo de
la Ley, alcanza el brazo del Poder.
-Ellos tienen la Ley, nosotros tenemos
el Poder. La Ley slo se puede hacer cumplir
con el Poder. Sin el Poder, los textos legales
son meros papeles, eso s, bellsimos e
intimidatorios.
-Drenan, slo el escucharte me
tranquiliza. Vamos a estudiar las
posibilidades que me traes.
Al cabo de un rato, el Emperador
concluy:
-Estoy de acuerdo, lo mejor es destruir
el edificio entero de los juzgados. La sala 328,
al fin y al cabo, est en una construccin
pequea y vieja. El que slo haya una sala de
lo penal en ese edificio, nos lo facilita todo
increblemente. Decidido. No dejis piedra
sobre piedra.
-Bastarn tres misiles A-4 del tipo
Hawk para que no se salve ni un solo archivo.
A eso, desde luego, me comprometo. No
quedar ni un slo ordenador, ni un slo
papel. Son misiles pequeos y precisos, crean
una esfera slo de veinte metros de dimetro a
una temperatura de 1.300. Son misiles de
ultimsima generacin, precisin absoluta.
Todas las pruebas, todas las cintas, todos los
informes, estn archivados y custodiados en
ese juzgado. Si se destruye todo, deja de
haber pruebas.
-Perfecto. Para qu necesitamos la
Ley, teniendo misiles?
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Con el poder supremo,
puedes perpetrar las mayores perfidias,
pero es obligatorio guardar las formas.
Al da siguiente
-Es una verdadera pena dijo un
hombre atltico de unos cuarenta aos con
gafas de sol.
-Es que no ha quedado nada aadi el
teniente de polica-. Ayer aqu haba un
juzgado y ya ve ahora... un montn de
escombros humeantes.
-Cuntos cadveres?
-Ocho, de momento.
-Incluido el juez?
-Incluido el juez. Su cabeza apareci a
veinte metros de la pierna ms cercana.
-Una pena s.
-Quin habr podido ser? Este
atentado... tan salvaje.
-Quin sabe. Hay tanto loco por el
mundo.
-Y ustedes los del Servicio de
Inteligencia se van a encargar de la
investigacin?
El hombre de las gafas asinti
retocndose el nudo de la corbata.
El ruido de una aeronave que
aterrizaba no les permiti continuar la
conversacin. Los motores callaron. Una
pesada puerta metlica se abri. Del vehculo
descendi una mujer alta que nada ms bajar
el ltimo peldao se detuvo y mir el
panorama con ojos de una increble severidad.
Despus, anduvo directa hacia el teniente,
pues resultaba evidente por el uniforme que se
trataba del polica de ms graduacin. La
mujer, sin darle la mano, le pregunt:
-Es usted el polica al mando aqu?
-S.
-Juez Montorfano, vengo a investigar
el atentado.
El polica mir al hombre gordo que
tena a su lado, el del Servicio de Inteligencia.
El cual, de inmediato, aadi:
-Naihm Shuari, soy del Servicio de
Inteligencia, me enva el general Aranaz. Un
equipo nuestro va a venir esta maana a
investigar lo sucedido.
-No dijo la juez-. Cuando fallece de
muerte no natural el juez que lleva un distrito,
su muerte es investigada por el Consejo
Superior del Poder Judicial. El Consejo me ha
nombrado hoy para que me encargue de todas
las diligencias.
-Por supuesto dijo Naihm-, por
supuesto. Pero el que nosotros desplazramos
aqu a uno de nuestros mejores equipos de
investigacin, era slo por colaborar. De
ningn modo queremos suplantar su
autoridad. Nos lo pidi adems el Ministro
del Interior.
-Agradezcaselo, pero ser los
investigadores nuestros los que se van a
encargar de todo.
Sin dar ms explicaciones, la juez se
dirigi al montn de escombros. Naihm
Shuari observ con preocupacin que de la
aeronave en la que haba venido la juez,
bajaban ocho hombres que, sin perder tiempo,
se enfundaban en monos blancos. La juez
haba trado su propio equipo. Naihm, sin
aparentar contrariedad alguna, busc una
excusa corts para dejar al teniente con el que
haba estado conversando, y se dirigi a su
vehculo para hacer una llamada. Pero ya era
inevitable, aunque llegase otro equipo de
investigadores, el equipo de la juez se iba a
pasar toda la maana revolviendo entre los
escombros.
-
15
Naihm Shuari se acerc dos horas
despus a la juez tratando de entablar
conversacin. La juez, sin distraerse del
fragmento metlico que estaba examinando,
no rehus charlar cinco minutos con l:
-Pertenezco a la sala 3 del Consejo
General del Poder Judicial la magistrado
hablaba con dureza, como enfadada, deba ser
su carcter-. Esa sala es la encargada de
investigar todo asesinato de un juez.
-Pienso que todo esto ha sido un
atentado probablemente del FMR, o de algn
grupo extremista afn. El juez ha muerto
porque daba la casualidad de que estaba all.
Pienso que slo queran destruir un juzgado,
el que fuera.
-Lo nico que importa es que no ha
fallecido de muerte natural. Eso basta para
que la sala 3 se encargue de investigar que ha
sucedido.
-Le veo revolver cada montn,
examina cada trozo de hierro retorcido,
siempre se toma tanto inters por sus casos?
La juez levant los ojos y mir
directamente a Naihm. Despus aadi con
extrema dureza con unas palabras que
parecieron araar a Naihm:
-Landreau, era mi amigo.
A veces, las cosas se lan ms,
cuando ya pareca que no podan liarse ms.
A veces, los planes salen justamente al revs.
En ocasiones, los ms poderosos no pueden entender
por qu todo est saliendo justamente al revs de lo
planeado.
En ocasiones, los hechos siguen un curso tal
que parecen la venganza de los dbiles frente a los
fuertes.
Seis horas despus
La juez Montorfano se hallaba
haciendo una investigacin en un cuartel de
las fuerzas areas situado a las afueras de
Roma. Ocho oficiales le acompaaban,
amables, rodendola de sonrisas nerviosas,
proporcionndole los datos que peda con el
deseo de no meterse en problemas. Le
acompaaba un juez militar, conocido suyo,
que era el que le haba concedido el permiso
para la inspeccin sin poner ningn problema.
Durante la prxima hora, la juez se
emple a fondo. Preguntando de oficial en
oficial, y movindose de un piso a otro del
edificio de la base militar, lleg por fin a la
mesa adecuada con la soldado adecuada.
Saba desde horas antes, por los fragmentos
hallados en las ruinas del juzgado, que los
misiles empleados eran de ltima generacin:
los A4 del tipo Hawk. Y saba que ese tipo de
misiles slo se encontraban en esa base y no
en otra. As que, ni corta ni perezosa, se
present en las oficinas de ese cuartel y mir
ella misma el registro de almacenaje de
misiles A4, con sus anotaciones de entradas y
salidas de material.
-Pues, efectivamente, ayer por la
noche tenemos anotada una salida de tres
misiles de este tipo le dijo sin ninguna
-
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emocin una soldado encargada de llevar ese
registro. La soldado, como los militares que
acompaaban a la juez, no tena ni idea de qu
estaba investigando esa magistrado.
-Y quin se llev esos misiles y para
qu?
-Aqu pone que se entregaron al
Servicio de Inteligencia. En la casilla de
destino aparece la anotacin b8. Eso significa:
fines propios del Servicio del Servicio de
Inteligencia.
-La anotacin b8 es corriente.
-Es inusual. Porque el destino de los
misiles se suele especificar. Se dice si van a
ser usados en Afganistn o en Nigeria o en
otro lado. Slo un par de veces al ao, se nos
dice simplemente que entran en los fines que
llaman b8.
-Algn dato ms?
-La hora de salida y que las
autorizacin de entregarlos fueron expedidas
por el general Nobrega a peticin del Servicio
de Inteligencia. No constan ms
especificaciones.
-Ms que suficiente dijo la juez. Una
sonrisa de triunfo apareci en su serio rostro-.
Hgame, ahora mismo, una copia oficial de
los datos que constan aqu.
El general Nobrega hablando por
telfono a las dos de la tarde del da siguiente
con un pez gordo del Servicio de Inteligencia:
-Oye, me estn haciendo preguntas
muy raras. (...) No son manas mas. (...) Que
no. (...) No estoy viendo fantasmas por todas
partes. (...) Bueno, all t. Pero sera bueno
que se lo comentaras a alguien de ms arriba.
(...) Muy bien, seor sabelotodo, te har caso
y tratar de pensar en otra cosa. () S,
tratar de distraerme.
Esa noche, ese pez gordo del Servicio
de Inteligencia hablando con un compaero
suyo:
-Dgame? (...) Oye, ests loco? Ya
estaba en la cama y dormido. (...) Perdona, no
te he entendido bien, (...) No estoy sordo, lo
que estoy es medio dormido. (...) Que
quieren detener al general Nobrega por
participacin en un complot! (...) Cundo?
(...) Que s. () El Consejo General del
Poder Judicial va a pedir al Tribunal Supremo
su detencin inmediata! (...) Y estn
investigando a tres o cuatro cargos del
Servicio de Inteligencia? (...) Esto se nos ha
ido de las manos. Me entiendes. Esto se nos
ha ido ya de las manos.
Puedes hacer que alguien se trague un sapo,
pero debes trocearlo, cubrirlo y condimentarlo.
Ni con todo el poder del mundo,
puedes lograr que nadie se trague
un sapo entero y verdadero.
Al da siguiente.
El Cnsul Mximo, sentado en un
silln de su sala de estar en Palacio,
acariciaba la cabeza y el lomo de su dlmata,
tumbado a sus pies, sobre una gruesa
alfombra persa. Detrs de l un grandioso
lienzo del XVII poblado de colores vivos y
figuras de gesto apasionado. Tres consejeros
con muchos papeles se acababan de sentar en
otros sofs.
-Bueno comenz un consejero-,
vamos a ver por donde empiezo a darle las
malas noticias. Ha habido novedades. A las
-
17
4.30 de esta tarde, se ha reunido el Tribunal
Supremo de la Repblica para discutir el caso
Ladreau llevado por la juez Monfortano.
-Perdona que te interrumpa dijo el
Emperador-. Por qu un caso as ha llegado
directamente al Tribunal Supremo?
-Pues porque los magistrados del
Tribunal Supremo, despus de una reunin de
tres horas, han decidido imputarle a usted
bajo los cargos de detencin ilegal y
asesinato.
El Cnsul Mximo dej de acariciar al
perro y se qued con la boca abierta unos
segundos.
-Creo que no te he entendido bien.
Puedes repetrmelo?
-Maana por la maana, a primera
hora, en cuanto abran las oficinas, se
presentar al Senado un requerimiento de
levantamiento del estatus de aforado del que
goza usted.
-Sencillamente, no me lo puedo creer
coment el Emperador.
-El Servicio de Inteligencia coment
otro consejero- grab hace dos das una
conversacin telefnica en la que el
Presidente del Tribunal Supremo llam a la
juez que ha llevado las diligencias previas. La
conversacin fue sta: Eres conocedora del
enredo en el que te ests metiendo? Bien,
nicamente quera preguntrtelo. Te vamos a
apoyar, pero queremos que seas consciente
del folln en el que te metes. Pero pase lo que
pase, si sigues adelante, nosotros vamos a
estar contigo.
-Increble. Se han vuelto todos locos
exclam el Cnsul llevndose las sienes e
inclinando su cabeza-. Por qu... por qu
hacen esto?
Contest muy serio uno de sus
consejeros:
-Quiz sea porque a los jueces no les
gusta que maten a los jueces.
Los consejeros se callaron. Hurst
percibi con toda claridad la dureza del gesto
de aquellos consejeros. Haran su trabajo, que
era el de intentar salvarle. Pero perciba que
ellos deseaban que el peso de la Ley le cayera
encima y le aplastara.
Hurst sinti desprecio por ellos, como
ellos lo sentan por l, aunque no se lo
dijesen. Pero saba que a pesar de lo que cada
uno pensara, eran los mejores en su campo y
que eran pagados para luchar de su lado.
Otros Cnsules haban perpetrado
crmenes mucho ms infames. Pero todo se
haba hecho de manera que los jueces no
haban sabido por dnde empezar a investigar.
Un hombre desapareca y eso era todo. Pero
l, en un alarde de fanfarronera haba enviado
a pretorianos, a plena luz del da. Y despus,
haba tomado, en un momento de ofuscacin,
la decisin de arrasar todo un juzgado. S,
eran acciones que obligaban a la maquinaria
judicial a ponerse en marcha.
-Bien, chicos, qu podemos hacer?
pregunt resoplando el Emperador y tratando
de mostrarse optimista de nuevo.
-Lo primero que los tres le
aconsejamos, a partir de ahora, es no
emprender ningn tipo de accin sin
consultarnos. Drener puede saber mucho del
mundo de los servicios de inteligencia, pero
no es un perito en el campo judicial. Esto ya
slo se puede resolver dentro de la Ley y
desde la Ley. El uso cualquier otro medio slo
lograr agravar la situacin.
-No, desde luego brome el Cnsul-,
si decidiera encarcelar a los miembros del
Tribunal Supremo, al da siguiente tendra a
diez legiones dirigindose hacia aqu para
sacarme de este silln nadie le ri la broma.
Hurst se sinti muy incmodo-. No os
preocupis. Era una broma.
-Hay que reconocer que hemos tenido
la mala suerte de que el piso de Carlotte
-
18
cayera justo en la jurisdiccin de un juez que
era bien conocido por su rigor en la
salvaguarda de la legalidad. Y que, encima,
no perdiera ni un segundo en comenzar a
investigarlo todo. No nos dio tiempo a
reaccionar. A esto se ha aadido la mala
suerte de que la juez Monfortano se haya
tomado todo esto como un asunto personal.
Ladreau era amigo suyo. No muy amigo, pero
s que se vean una vez cada mes o cada dos
meses.
-Aunque una vez que salt por lo aires
el juzgado, ya no era necesaria la mala suerte,
los jueces son capaces de tragarse muchos
sapos, pero ste era muy grande aadi otro
consejero-. Hoy el presidente del Consejo del
Poder Judicial, el duque de Berry, en directo
en una entrevista al programa Europa Hoy del
Canal 3, ha dicho: Esto ha sido un ejercicio
de desfachatez que nos devuelve a la era de
las cavernas y al mazo sobre el hombro.
Mientras ocupe mi puesto voy a usar todos
los generosos medios de los que nos provee el
Estado para encontrar al culpable.
-Todo este asunto de la explosin en
el juzgado pregunt el Emperador-, ha salido
mucho en los medios de comunicacin?
-Pues lo hemos controlado bastante
bien. Llamamos a los dueos de los tres
principales grupos de medios de
comunicacin, y les explicamos que era un
asunto que afectaba a la estabilidad del
sistema. Que el tema se investigara y se
castigara, pero tratando de que los trapos
sucios se lavaran en casa. Es cierto que algo s
que ha salido, pero hemos logrado que se
acallara el tema todo lo que se ha podido.
Hemos tenido que sacar del frigorfico cuatro
noticias de verdadero calado para eclipsar
sta. Menos mal que ya las tenamos
preparadas.
-Vamos ahora aadi otro consejero-
a darle un curso de leyes compendiado y
acelerado. Pero djenos a nosotros las
decisiones, al fin y al cabo, somos los
especialistas.
El Cnsul Mximo paseaba nervioso a
lo largo de una gran columnata que daba a los
jardines interiores de Palacio. Haba cenado
ya, pero su espritu segua intranquilo. Una y
otra vez segua culpando a la sociedad por su
farisesmo. Poda hacer desaparecer a alguien,
pero no poda saltarse la Ley a la hora de
detener a una indeseable como aquella
periodista. Y despus los jueces... Poda
masacrar a decenas de millares de personas en
el extranjero, en cualquiera de las guerras que
tena en curso, pero en casa no se le poda
ocurrir acabar con un juez loco. S, la
sociedad era falsa. Si el Senado permite que
se me investigue, habr un juicio y eso s que
ya no habr manera de pararlo. Si hay un
juicio, va a salir mucha porquera. Entonces s
que no habr nadie en toda la Repblica que
pueda detener el veredicto, ni yo, ni nadie.
-Seor le interrumpi un criado,
perdone, ya est aqu la visita.
-Ah bien. Le recibir en el Saln de la
Victoria.
El Emperador salud efusivamente a
su anciano conocido y profesor, el decano de
la Facultad de Derecho de Pars. Despus de
unos cuantos parabienes entre ambos, el
decano le dijo con pillera:
-Ya tengo la solucin.
-Pasemos a la Biblioteca, all me lo
explicas.
-
19
Dos meses despus.
El Emperador Hurst, durante una cena,
rea y bromeaba con sus amigos. Al comensal
de su derecha, su mejor amigo, le confi
cmo se libr de la votacin que le hubiera
podido llevar a perder su estatus de aforado.
La triquiuela jurdica se la encontr
el viejo Decano de Derecho. Esa escapatoria
se encontraba en un pequeo punto del
reglamento del Senado. El reglamento dice
que para imputar a un Cnsul Mximo o a
alguien de su familia en dos grados
parentesco, ascendiente, descendente o
lateral, el Tribunal Supremo debe presentar
su solicitud en la Secretara del Senado. Y
que sta la trasladar al Presidente del
Senado para que en el da y la hora que crea
adecuada, el Presidente del Senado la
presente a discusin y votacin. Realizada la
votacin, el Presidente del Senado
comunicar el resultado al Presidente del
Tribunal Supremo de la Repblica.
El reglamento deca claramente que el
Presidente ser el que fije el da y la hora en
que la votacin haya de producirse. As que el
Emperador llam al Presidente, su magnfico
amigo, y le explic que lo nico que tena que
hacer era ir retrasando el da de la votacin.
Cada vez que alguien en un pasillo le
preguntaba, cundo va a ser la votacin? l
les responda: la prxima semana. Y al final
de la siguiente semana, responda a los que le
preguntaban: hemos encontrado problemas de
agenda para esta semana, lo dejaremos para la
prxima.
En una de las sesiones del Senado, un
senador le pregunt formalmente acerca de
esta cuestin con deseo de que constara en
acta su respuesta. El Presidente declar
aparentando la mayor sinceridad posible: Es
cierto que esto se ha retrasado en exceso, pero
en los prximos das voy a fijar qu da de la
prxima semana tendremos la votacin.
El senador que haba hecho la
pregunta dijo que qu problema haba en
hacer en ese mismo momento la votacin. El
Presidente le respondi con toda calma:
Desgraciadamente, este punto no est en el
orden del da y el reglamento expresamente
especifica que esta cuestin debe ser
comunicada de antemano para que los
senadores puedan meditar el sentido de su
voto y disponer de sus agendas con tiempo
suficiente.
Hurst comentaba este episodio entre
risas, el alcohol le haba puesto alegre. Pero,
ciertamente, todos estos incidentes haban
supuesto un terrible desgaste para l. Saba
que si volva a haber ms sucesos de este tipo,
ya llovera sobre mojado y esta vez s que no
se lo perdonaran. Nada de lo que se hace,
sale gratis. Su crdito poltico haba quedado
muy tocado. Un crdito invisible, imposible
de plasmar en una cifra concreta. Pero, en
cualquier caso, se trataba de un crdito
limitado. Por eso, a pesar de la alegra, las
risas y la compaa de amigos, se puso serio y
aadi:
-Creedme, si tenis que presionar,
maltratar, detener o matar a alguien, dejad el
asunto en manos de profesionales. En casos
as, no se cumple el dicho de si quieres hacer
algo bien, hazlo t mismo. Si es vuestro deseo
quebrantar la Ley, primero hablad con un
abogado.
-
20
La Reina de Inglaterra ..........................................................................
La Reina de Inglaterra estaba sentada
en el saloncito de su pequea casa. Una tpica
casa de madera blanca, de dos pisos, junto a
un bosquecillo agradable. Se trataba de un
paisaje tpico de Nueva Inglaterra. Haca ms
de noventa y ocho aos que sus antepasados
se haban exiliado all. Desde la poca de la
anarqua europea de finales siglo XX. Tras el
establecimiento de la Repblica Europea,
todo atisbo de poder regresar como monarcas
haba desaparecido. Si bien, el hermano de su
abuelo haba aceptado ser rey en el nuevo
ordenamiento constitucional, sin otras
prerrogativas que las que le confiere su
pertenencia a la Cmara de los Lores.
La dinasta se haba escindido en un
momento ptimo para ello, cuando la esposa
de Jorge IX le dio dos gemelos. El parto tuvo
lugar en casa. Se hizo un acta, que se perdi
no por casualidad veintisiete aos despus del
nacimiento. El menor de los dos prncipes se
encarg de ello. Desde entonces, el que hasta
entonces haba sido considerado el menor,
afirm ser el primognito aduciendo extraas
maquinaciones para haber sido preterido.
El primognito y legtimo heredero
acept el puesto en la Cmara de los Lores, el
otro continu su destierro en Estados Unidos.
Ambos reinaron bajo el nombre de Eduardo
IX. Siendo el nombre del mayor Eduardo
Jorge, y el del menor Eduardo Carlos. Cuando
cada vstago tuvo descendencia la dinasta
quedo escindida de forma definitiva, hubo una
rama inglesa y otra americana. Suena extrao
a odo hablar de la rama americana de los
monarcas ingleses, pero as fue. Los eruditos
en temas monrquicos hablaban entonces de
los hijos de estos, por ejemplo, como
Guillermo V RA y Victoria II RE, esto es
Guillermo V Resident in America, y Victoria
II Resident in England.
La seora que, ahora, sentada en su
saln miraba por la ventana las negras nubes
que se aproximaban, tena en su casa una
pequea parte de las joyas de la corona
britnica. La mujer se llamaba Victoria II, y
observ que las nubes que se aproximaban
por el horizonte amenazaban con una gran
tormenta. Victoria pens que all, en ese
saln, estaba la descendiente de los antiguos
normandos, de aquellos guerreros que
conquistaron parte de Francia e Irlanda. Toda
la historia se condensaba finalmente en
aquella seora mirando por la ventana en el
saln. Sus antepasados haban posedo la
India, parte de frica, numerosas islas, las
Trece Colonias. Ahora slo posea esa casita
y una porcin de las joyas de la familia.
Tantas batallas y guerras concluan en esa
casita cuyo saln estaba decorado con diez
armaduras autnticas. Tanta gente haba
muerto por la Corona a lo largo de las
centurias. Y ahora ella descansaba tan
tranquila en esa casita de Connecticut.
-
21
La trampilla y el plano
de los arquitectos ..................................................................................
Dos humildes tcnicos especializados
en el mantenimiento y reparacin de las
mangueras por donde corran los cables
elctricos de aquel laberntico edificio, iban
recorriendo un angosto tnel. Aquella
construccin no era un edificio cualquiera, era
el Senado de la Repblica Europea. Dada la
magnitud del lugar, eso supona casi 90
kilmetros de tneles por donde discurran las
tuberas de la fontanera, las mangueras de la
electricidad y los cables de comunicaciones.
Uno de los dos tcnicos mir un plano
doblado en muchos pliegues para que le
cupiera en su bolsillo.
-Es ms o menos por aqu, en el
PR342. (...) Aqu est. Ves, Juan, te lo dije.
El otro tcnico comprob que tena
razn, haba una bifurcacin en la manguera
de la tensin elctrica. El tcnico de ms aos,
hizo unas anotaciones en su agenda
electrnica. Haba que corregir la tensin en
esa lnea, la bifurcacin no constaba y el otro
cable le robaba fuerza al principal. Acabada la
comprobacin y anotado el lugar donde haba
que hacer la correccin, se encaminaron hacia
afuera. Aquel tramo en la decena de aos que
llevaban trabajando, lo haban recorrido no
ms de dos o tres veces en los aos que
llevaban trabajando en el lugar. Mentalmente,
Juan iba tratando de recordar a qu salas del
edificio daba cada parte del tnel.
Juan se volvi hacia la izquierda, a
una parte del muro, recorrido de tubos negros
y rojos. Toc una portezuela cuadrada de un
metro de lado.
-Mira. Esta trampilla sabes adnde
va?
Peter consult otro plano ms grande.
-Segn esto, encima debera estar la
Sala Wurtrerjohk o el comienzo de la galera
esa que tiene unas columnas rosadas con una
especie de clavos de oro. Sabes cul te digo?
Juan asinti, pero curioso golpe la
puerta metlica que reson mucho al ser muy
fina.
-Cuando pasamos por aqu, hace dos
aos, ya me qued intrigado. Pero como
siempre vamos con prisa. Creo que esta
trampilla no va a ninguna parte. Porque,
fjate, con estas dimensiones tan pequeas y
una puerta tan endeble, esto tiene que ser de la
segunda o tercera fase de ampliacin del
edificio. Tiene la tira de aos y recuerda que
hubo una remodelacin en toda esta parte del
Senado.
-Mira ya me has dejado intrigado.
Peter con su herramienta desatornill
los cuatro tornillos situados en la parte
superior. Al quitar el ltimo, la trampilla gir
sobre las bisagras de la parte inferior y call
con estrpito dentro del tnel al ser delgada la
plancha. Peter esperaba encontrar, quiz, slo
un hueco de poco ms de medio metro. Pero
no, un pequeo pasadizo con cables se
internaba hacia delante.
Los dos dudaron un poco. Despus,
Juan, anim a su compaero con un adelante.
Gateando avanzaron treinta metros.
Sus linternas dejaron patente que el pasaje se
acababa all donde unos hierros incrustados
en la pared hacan las veces de escala para
ascender tres metros en vertical hasta otra
trampilla. Estaba claro que ese pasaje era para
la conduccin elctrica y servicios similares,
pero lo que hubiera arriba ya no tena uso
desde haca no menos de veinte aos.
Juan, con decisin, subi por la escala
y empuj la trampilla hacia arriba y se meti.
-
22
All no haba luz, pero por el eco de sus voces
era evidente que se trataba de una sala muy
amplia y de techo muy alto. Sacaron de sus
mochilas unas linternas ms grandes y ms
potentes. Al encenderlas, descubrieron algo
que no dejo de fascinarlos: una sala
extrasima, que llevaba a oscuras y cerrada
desde haca muchos aos.
Ellos no lo saban, pero acababan de
entrar en la antigua capilla del Senado. Los
arquitectos del Senado, muchos aos atrs, en
el proyecto de la segunda ampliacin, haban
cedido una zona para capillas y lugares de
culto. Al final, slo la Iglesia Catlica haba
decidido aprovecharse del ofrecimiento y
acondicionar a su costa el espacio ofrecido.
Dado que estaba situada en el
monumental edificio del Senado, y que se
pens que all podran tener lugar no funerales
de estado, pero s grandes celebraciones, la
capilla no era un pequeo oratorio, sino una
gran iglesia. Sus cien metros de longitud
estaban cubiertos por un bellsimo artesonado
en el que los dorados y el nogal formaban
grandes cuadrados cada uno con una gran
pia en el centro. Al final de la sala
perfectamente rectangular, un altar y un
pequeo retablo de alabastro. Los dos
tcnicos exploraban, temerosos y
sorprendidos, ese territorio ignoto en medio
de un vasto edificio. Cmo haba quedado
una sala olvidada?
La razn de que esa sala hubiera
quedado olvidada, estaba en que en los diez
aos posteriores a su creacin, fueron de una
creciente laicizacin de la sociedad. De
hecho, el arzobispado autoriz la creacin de
ese oratorio como un intento, uno ms, por
tratar de introducir en ese mbito algn tipo
de presencia cristiana. Pero el intento fue
intil, nadie iba all para nada. La tendencia
clara hacia un mayor alejamiento de la
religin, oblig a ir espaciando los actos de
culto cada vez ms. De las cinco misas al ao
con que comenz al principio, pronto
quedaron slo la de la apertura del curso legal
y la de clausura. Despus de varios aos, slo
se celebraba misa en ocasiones especiales,
ms que nada funerales. Finalmente, tras
treinta aos de esfuerzo por mantener abierto
aquel oratorio, slo un viejo capelln posea
la llave y la abra muy de vez en cuando.
Quince aos despus de su creacin, el
equipo de arquitectos comunic por carta al
arzobispado la decisin de remodelar todo ese
sector. La curia no se opuso a ello, dado que
ya no se usaba y que, legalmente, el edificio
con todas sus dependencias era propiedad del
Senado.
As que, en la nueva reforma, esa zona
en la que se inscriba la capilla, se destin a
fines protocolarios. En el nuevo
reordenamiento, la antigua capilla caa justo
al lado de una nueva amplia sala donde se
celebraran ccteles y conciertos. Se decidi
tapiar la gran puerta de la capilla que daba a
lo que iba a ser la nueva sala. Y dejar la zona
de la capilla cerrada provisionalmente hasta
decidir cmo reorganizaban ese espacio.
Tenan un proyecto para esa sala que
finalmente no se llev a cabo.
Cuando medio ao despus se decidi
que la zona de mantenimiento y maquinaria
estara situada en una parte ms espaciosa de
otra planta, el espacio clausurado qued sin
destino por el momento. Esa situacin no
hubiera continuado mucho tiempo si no
hubiera sido porque la nica puerta de acceso
haba quedado tapiada y se haba pintado
encima. De manera que slo los integrantes
del originario equipo de arquitectos eran
sabedores de que all haba un espacio
muerto, sin uso y sin acceso a l. Dadas las
dimensiones del edificio senatorial,
-
23
nicamente con un plano en la mano hubiera
sido posible descubrir esa zona clausurada.
Pero la curiosidad de dos tcnicos por
seguir hasta el final un estrecho pasaje, les
haba llevado a penetrar en ese recinto en el
que reinaban las tinieblas y el silencio desde
haca veinte aos. Ellos dos no salan de su
asombro. Deambulaban, callados, entre las
desiertas filas de bancos polvorientos.
Descubran un libro de grandes hojas
colocado sobre una especie de guila que
haca de atril. El libro hablaba acerca de
hechos de lo ms misteriosos. Aunque menos
misteriosos que el altar de granito (sin
manteles) situado en el centro del final de esa
capilla. Un altar desnudo entre seis
candelabros de bronce, con los cirios aun en
su lugar. Ellos se preguntaban qu extraos
ritos habran tenido lugar all. Entraron
despus en una salita pequea donde haba
muchos armarios con muchas puertecitas. All
deban haberse guardado muchas cosas. Pero
todos los armarios estaban vacos. No
quedaba nada.
La descristianizacin de la sociedad
haba sido tan profunda que ellos ni siquiera
eran conocedores de que estaban en una
capilla catlica. El Emperador se hubiera
quedado petrificado si hubiera sabido que en
pleno corazn del edificio del Senado haba
una capilla catlica. Justamente all de donde
haban salido las leyes ms terribles contra la
fe cristiana, se encontraba un mosaico que
representaba una cruz de siete metros de largo
en su palo vertical. CRVX VINCET, la Cruz
vencer, tena inscrito en la parte inferior de
su palo vertical.
Los tcnicos, en las semanas
sucesivas, siguieron explorando el lugar.
Haba muchas cosas que indagar: mosaicos,
estatuas, confesonarios, y unos cuantos
objetos metlicos pequeos, cuyo uso, por el
momento, resultaba imposible de deducir. La
existencia de aquel mbito arcano fue un
secreto entre Peter y Juan. No comunicaron a
nadie su hallazgo. Indagaran por su cuenta,
visitaran alguna biblioteca, leeran para tratar
de comprender qu sucedi all. Saborearan,
hasta el final, la satisfaccin de ser los
primeros en abrir un arca cerrada y oculta
durante casi medio siglo.
Con inmensa sorpresa, descubrieron
cuatro sepulcros en el suelo. Representaban a
cuatro clrigos vestidos con amplios ropajes
negros hasta los pies. Uno llevaba en su mano
una cruz, otro un pez, otro una paloma, el
cuarto una iglesia de tamao reducido. Dos
semanas despus, armados de palancas,
abrieron los sepulcros. Los personajes estaban
all, convertidos en huesos y polvo.
Otro da, en el centro del retablo, bajo
un pequeo arco con vides de mrmol,
hallaron un espacio vaco que debi estar
ocupado por algn tipo de arqueta. La
inscripcin en griego resultaba ilegible. Ms
adelante, trataron de descifrar las extraas
pinturas en la parte derecha de un lado de la
capilla.
El rastreo del lugar sigui. Las
incursiones en ese mbito, acabaron por cesar.
No haber comunicado a las autoridades el
hallazgo, en su momento, hubiera dado lugar
a sanciones. Haban dejado demasiadas
huellas, demasiados signos, de que sus
incursiones por all haban sido muchas: los
sepulcros, puertas forzadas, pisadas sobre el
polvo en todas direcciones. S, habra
sanciones. As que ninguno descubri a nadie
el secreto y la capilla continu all, olvidada,
oscura, cerrada. En pleno corazn del Senado,
permaneci intacta hasta la destruccin del
edificio en los bombardeos del ao 2214.
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24
Que caiga fuego del cielo ..........................................................................
Un bunker en el subsuelo de Tokio,
Una docena de militares nipones alrededor de
una mesa cubierta con varios planos y mapas
bastante amplios. La pared ms cercana a esa
mesa, era toda ella una gran pantalla en la que
aparecan todava ms mapas. Los militares
muy serios estaban completamente
concentrados en el plan de bombardeo.
Encima de sus cabezas tenan un Tokio
completamente arrasado. Quiz cuatro o cinco
millones de supervivientes se debatieran entre
sus ruinas, pero ya era imposible prestarles
cualquier tipo de ayuda. Su muerte bajo
aquellas nubes negras, en medio de lo que
hace pocos meses eran amplias avenidas, era
inevitable. Japn agonizaba. Pero sus
militares esparcidos por el sureste de Asia,
montados en sus aeronaves, navegando a
bordo de los barcos de sus flotas, o sentados
en sus puestos en los silos subterrneos,
lucharan hasta el final en busca de una
honrosa venganza por la destruccin de su
madre patria. Ya no era posible vencer,
nicamente era posible mostrar al enemigo
que el error mortal que supuso el atacarles.
Hoy se ultimaban los detalles para
atacar una ciudad de Europa con todo el poder
disponible. Podan todava golpear varias
ciudades. En unas horas, le tocara el turno a
una. El dedo del general se haba colocado
sobre Londres. La antigua brumosa capital de
los anglos sera borrada del mapa del modo
ms doloroso posible.
En la primera fase, lanzaran dos horas
de bombardeo de desgaste. Dos horas de
martilleo balstico que servira para gastar sus
almacenes de misiles antimisiles. Despus, en
cuanto comenzaran a impactar algunas de las
bombas contra la ciudad, habr acabado esa
primera fase.
En la segunda fase bombardearan con
precisin, formando lneas rectas, un sector de
la extensa conurbacin londinense. Vista
desde el cielo, esta segunda racha de
bombardeos formara un cuadrado. Estas
bombas con los incendios y derrumbamientos
que provocaran, impediran que los habitantes
de la ciudad pudieran escapar o que los
medios de salvamento pudieran acceder. El
sector incluido en ese cuadrado quedara
incomunicado por tierra.
En la tercera fase, se delinear (dentro
de ese cuadrado) una cuadrcula imaginaria
para enviar un misil en cada interseccin de
las lneas verticales y horizontales. Con ello
se lograra que toda el rea urbana resultara
daada por igual, sin que quedaran bolsas
indemnes. De este modo, se logra la mxima
destruccin con el mximo ahorro de
material.
En este tipo de ataques, se busca no
dejar zonas ilesas, pero se calcula bien la
potencia para no matar a todos sus habitantes.
Dejar al Estado una carga de millones de sin
techo resulta valioso para el adversario.
Que la ciudad de Londres sea un
recuerdo.
-
25
Londres, llueve ligeramente.
10.34 a.m.
Seis horas despus de organizado
el plan de ataque en un refugio militar nipn
El infierno est cayendo sobre la City
con todo su furor. Como si de un negro e
inmisericorde martillo diablico se tratara, los
misiles que impactan contra la ciudad, se
escuchan a muchos kilmetros de distancia,
como colosales mazazos. Despus de
escuchar ese infernal martilleo lejano, vi,
cerca ya, el fuego del averno sobre la tierra.
La tierra convertida en un lienzo al estilo de
los leos flamencos de El Bosco. Entonces
comprend la hoguera de vanidades que
habamos creado y a la que habamos
prendido fuego con nuestra iniquidad. La
suma de infinitos errores haba llevado a ese
espantoso y ltimo error. Ese fuego que
descenda del cielo era slo el ltimo error
que coronaba toda una larga sucesin de
errores. Una sucesin de errores continuada,
aumentada, durante generaciones.
-Este bombardeo se ha llevado muchas
cosas, tambin mi fe.
-Pero no te das cuenta de que
precisamente esto es el fruto de nuestra falta
de fe. En medio del Apocalipsis, y no tienes
fe?
He visto caer la muerte ms all de
esas nubes que lloviznaban. El fuerte calor
ascendente de las explosiones y de los
incendios disiparon las nubes, dej de
lloviznar. El cielo se abri y las nubes grises
se disiparon. Fue precioso, durante un minuto,
ver la claridad del cielo que haba por encima
de las nubes. Fue como un espectculo irreal.
Pero las azules alturas perdieron pronto sus
colores lmpidos a consecuencia de las
columnas negras que se elevaban a
centenares.
Desde lo alto de mi piso 138, con mis
prismticos, he visto morir por la onda de
calor de un misil a muchos hombres en un
radio de dos kilmetros. Seres humanos
fueron quienes cargaron el seno de ese misil.
Ha esto nos han llevado los errados conceptos
filosficos: han hecho que el fuego se arroje
sobre nosotros.
He visto manzanas enteras unirse a
una hoguera descontrolada que pareca
engullirlo todo. De ese incendio descomunal
se form tal columna de fuego que tena no
menos de un kilmetro de dimetro. Esa
columna formaba tal cicln a su alrededor que
arrastraba a las personas al remolino, hacia la
espiral de fuego, como si fueran centellas. Yo
les o gritar por los aires. El ruido era
ensordecedor, pero los chillidos agudos, a
veces, se sobreponan a todo. Era un coro de
miles de chillidos.
El bellsimo Parlamento, Westminster,
el Big Ben, todo son ya recuerdos. Aqu, un
da, hubo una ciudad. Hubo toda una larga
historia de romanos, anglos, sajones y
normandos que desemboc en esta inacabable
hora del infierno sobre la tierra. Hemos
construido durante milenios, para alimentar la
hoguera de esta hora.
-
26
Gates y los astrlogos ..........................................................................
Cuando penetr por el gran vestbulo
de la parte sur de palacio, comenz para m la
ms notable de las misiones que la Central me
ha encomendado.
Se trataba de un da soleado y
temperatura agradabilsima. Dos grandes
leones orientales, dorados y enfurecidos, con
collares de piedras engarzadas alrededor de
sus gruesos cuellos, flanqueaban los cuatro
peldaos por los que se ascenda a un
pequeo prtico de columnas rojas de madera,
no muy altas, muy tpicas de esa zona de
Tailandia.
El hombre delgado y silencioso que
con una tnica color azul celeste me preceda,
me guiaba sala tras sala hasta el lugar donde
me presentara al jefe de inspectores tcnicos.
Las salas, de techos bajos y separadas por
biombos y delgadas paredes que parecan de
papel, estaban inundadas por una sensacin de
placidez. La naturaleza de los jardines
adyacentes, entraba a raudales por aquellos
porches siempre abiertos.
Las palabras de mi jefe en la sede de
Virginia haban sido claras: Gates hace ms
de veinte aos que rompi todo contacto con
el mundo exterior. () S, efectivamente, ste
es el retataranieto del primer Gates, el
millonario. El iniciador de una dinasta de
millonarios. Una dinasta que ha dado todo
tipo de vstagos. ste es uno de sus
descendientes directos. El nico que se ha
dedicado slo y exclusivamente al software.
Vive como un strapa en su mansin de
Tailandia, rodeado de su propia corte. Una
corte proporcionada por su dinero, y creada
por su capricho.
ste es un millonario desconocido,
nunca aparece en los medios, porque nunca
sale de su mansin. Sin vida social, es como
si no existiera para los periodistas. En
nuestros informes consta, como ya le he
dicho, que desde hace veinte aos no sale de
su palacio, ni poco ni mucho, nada. ramos
perfectamente conscientes en la CIA de que
muchos aos antes de su voluntaria reclusin,
haba cado en manos de su equipo de
astrlogos. Todo eso lo sabamos por nuestros
agentes en ese pas asitico. Pero ahora el
Departamento del Tesoro nos presiona.
Que la cuarta empresa de software
ms grande del mundo est, en la prctica, en
manos de un grupo de astrlogos es una
cuestin de Estado. Aunque lo nico que
tuviramos que evitar, fuera que su inmensa
fortuna quedara en manos extranjeras o que el
control de su corporacin finalmente fuera
cedido a asiticos de ese pequeo pas. Ya
slo por esas dos razones, valdra la pena
empezar a hacer algo. De momento, vamos a
empezar por colocar una pieza en ese tablero:
usted. La Central, los jefes de ms arriba,
estn de acuerdo, debemos reforzar nuestro
seguimiento de esa situacin tan irregular.
Usted va a ser colocado por nosotros
en esa corte. Eso djelo de nuestra cuenta.
Una vez en el sitio, va a informar de qu es lo
que pasa all, slo queremos saber. Por
supuesto no podr, ni tratar, de influir en ese
ambiente.
Nadie puede acceder al millonario. Su
palacio est dividido en cuatro ciudadelas
concntricas. Slo los autorizados pueden
acceder a la cuarta ciudadela, que es donde
vive. Su palacio es una rplica de la Ciudad
Prohibida de Pekn. Una rplica no exacta,
adaptada a nuestra poca y comodidades.
Haber levantado ese lugar y mantenerlo
durante tantos aos, no supone ningn
esfuerzo monetario para el dueo mayoritario
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de HCER. Su empresa produce billones
anuales de beneficios.
Su fe en las reglas de la astrologa es
absoluta, total. Probablemente, hace aos que
el equipo de astrlogos ejerce el control de la
empresa. Este grupo de consejeros,
evidentemente, se pone de acuerdo para darle
directrices ajustadas al sentido comn y a lo
que ms le interesa a su corporacin. Se trata
de un escenario financiero anmalo,
denunciado mil veces por su familia, ante los
medios (lo cual no servido para nada) y una
vez ante un tribunal de Pensilvania (que no
les dio la razn).
Pero su hijo, su octavo hijo, que
suponemos que vive en esa corte, est siendo
educado en este sistema de valores,
inculcndole desde pequeo la doctrina de la
inerrancia de los astrlogos. Probablemente,
esa camarilla de astrlogos ir incorporando
nuevos miembros conforme vayan muriendo
los ms ancianos. De manera que esta
situacin se puede prolongar indefinidamente.
Esos diez astrlogos son inteligentes,
son lo ms alejado de un equipo de
alucinados. Nunca han desorbitado sus
exigencias econmicas con respecto al dueo
de la empresa. Saben que si le dijeran que los
astros recomiendan que les sea entregada
parte de la empresa, l comenzara, por
primera vez, a desconfiar. Gates cree en los
astros ciegamente, pero no es tonto. El equipo
de astrlogos sabe, adems, que si eso
sucediera -un testamento en el que ellos
fueran los beneficiarios universales-, el estado
tailands intervendra acusndolos de estafa.
Por eso mantienen esta situacin, son
realistas, saben hasta donde pueden llegar. Y
en base a ese realismo, perpetan un statu quo
de intereses, de equilibrado reparto de
influencia entre ellos. De esta peculiar
situacin hasta el gobierno de Tailandia
participa, beneficindose y callando,
aceptando las cosas y no removiendo una
enredada maraa, que de hacerlo sabe que
obligara a nuestro gobierno a intervenir, con
lo que se les acabara el pastel.
Pero finalmente vamos a intervenir, y
si podemos lo vamos a hacer desde dentro, no
desde fuera. Y si finalmente hay que actuar
desde fuera, por lo menos tendremos nuestros
peones situados en el interior del escenario.
Pero su misin rigurosamente se limitar a
informarnos. Usted har eso y slo eso. Lo
que haya que hacer en el futuro, ya se ver, de
momento no hay prisa. Por ahora, nos
conformamos con irnos situando, con ir
situando a gente como usted en su entorno.
Los altos directivos de la empresa de
la que es dueo, sabe muy bien cual es la
situacin. El consejo de direccin de HCER
es bien conocedor de este reparto de
influencia en la mansin de Gates, el cual es
propietario del 83% de las acciones. Cuando
las cosas evolucionan poco a poco, durante
veinte aos, los directivos se van adaptando.
Sabemos que el presidente de
Tailandia ha presionado para que uno de los
diez astrlogos sea de designacin
presidencial. Pero el equipo se ha negado en
redondo. Una de las virtudes de ese equipo, es
que ha demostrado mantener su
independencia frente a las pruebas que le han
venido del exterior.
El equipo de astrlogos cobra al ao
unos catorce millones de dlares. Apenas
nada en relacin a los beneficios anuales de la
empresa de software. Adems, se estima que
la cantidad fcilmente se triplica si
consideramos que ellos, gracias a sus partes
astrolgicos, colocan a gente de su confianza
en puestos de gran importancia. La red de
empleados que debe su puesto y ascensos a
sus indicaciones, supone un baluarte dentro de
la empresa a favor de que las cosas sigan
como estn. Pero hecha esta salvedad, el
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equipo interfiere lo mnimo en las decisiones
del consejo de direccin. Aunque los
astrlogos tienen un representante en el
consejo de direccin de HCER. ste informa
a los astrlogos de lo discutido en cada junta,
y l es la voz de los astrlogos ante los
consejeros. Sea dicho de paso, ese
representante de los astrlogos no se ha
presentado fsicamente ni una sola vez en las
reuniones de la HCER. Atiende a todas las
reuniones a travs de videoconferencia.
Escucha todo e interviene lo menos posible.
Cada uno con su dinero hace lo que
quiere. Pero cuando es tanto dinero, esto es
una cuestin de estado. Usted entrar como
tcnico especializado en la reparacin de las
mquinas mdicas de hepatocrtesis. La
Agencia ha detectado que estaban buscando
un tcnico en este campo para contratarlo a
tiempo completo durante un mnimo de un
ao. Nuestra divisin tcnica ha buscado
quin de nuestros agentes estaba
especializado en ese campo de bionicocrtesis.
Usted cumple con ese perfil. As que va a
trabajar all, en el palacio de Tailandia, en el
mismo campo que aqu nuestra sede de
Virginia. Recibir los cursillos de
actualizacin dentro de tres das en Harvard.
Ahora yo, veintiocho das despus, el
tcnico, el empleado de la CIA, me adentraba
por primera vez en lo que iba a ser mi entorno
durante un ao. Un pequeo empleado en esta
suntuosa residencia, pero un pen de gran
influencia en un juego mucho mayor. El pen
justo en el lugar adecuado.
Tras pasar por un patio lleno de
escalinatas de piedra grantica, llegu a la sala
donde me recibira el jefe de inspectores;
tambin l estaba revestido con una tnica.
All todos vestan del modo tradicional,
manas del que haba pagado todo eso
queriendo recrear un entorno a su gusto. El
jefe de inspectores de mi seccin me salud
con una ceremoniosa inclinacin, se sent en
el suelo, sobre una gran alfombra de dragones
y comenz a hacerme preguntas
profesionales. Me trataba sin emocin, pero
con cortesa. Se notaba que me analizaba. Sus
ojos me estudiaban desde aquella posicin en
la que me pareca una estatua del bodhisattva.
Yo estaba acostumbrado a ir a despachos y
sentarme ante jefes vestidos con americana y
corbata, no estaba acostumbrado a
comparecer ante una especie de Buda alto y
delgado en una salita abierta a un jardn en el
que se oan las peleas de patos bajo los alerces
de la orilla. Aunque yo fuera ciudadano
norteamericano, mis facciones eran orientales.
Casi todos los que trabajaban all eran
orientales, salvo tres o cuatro consejeros
financieros que con sus maletines, corbatas y
zapatos caros visitaban al millonario unos
cuantos das a la semana.
El jefe de inspectores de esa seccin
acab sus preguntas, me sonri y me dijo que
empezara maana. Al salir de su presencia,
otro criado me llev a mi habitacin situada
en un diferente sector del palacio. Dentro de
los catorce escalafones en los que se
clasificaba a la gente de aquel sitio, yo
ocupaba el sexto escalafn. El de los tcnicos
muy especializados y con buen sueldo. En mi
camino hacia mi habitacin, observ que en
aquel palacio de tantos patios y explanadas, la
altura mxima la constitua un edificio de
cinco pisos de altura que recordaba con sus
tejados escalonados al castillo de Himeji. Esa
edificacin, situada en el centro de todo el
recinto amurallado, atraa mis miradas: all
viva Gates.
No lo saba, pues los setos, y los
muros blancos impedan la visin de
conjunto, pero muy cerca estaba la pequea
construccin circular donde se hallaba la Sala
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de los Partes. La sala circular donde se
guardaban los partes diarios que los
astrlogos le comunicaban.
Lejos de mi vista, en un patio de la
tercera ciudadela, se hallaba una esfera
armilar de siete metros de altura. Aquel
ingenio metlico era el que se usaba para
calcular las posiciones astrales que servan en
orden a la redaccin de los partes. Esa esfera
de anillos metlicos era el instrumento oficial
de palacio usado para ese menester. Era la
tercera esfera que haba conocido palacio. En
los dos instrumentos precedentes, los aos de
clculos cuidadosos haban hallado fallos, su
destino haba sido la destruccin, versiones
mejoradas los reemplazaron. Esos mnimos
errores de clculo en su diseo haban sido la
causa de que los partes realizados en esos
aos hubieran contenido exiguas cantidades
de errores o inexactitudes, por otro lado no
excusables. Pero el equipo que confeccionaba
las cartas haba solventado aquello haca
tiempo. Cada nueva versin de esfera armilar
haba sido ms exacta y precisa que la
anterior, tambin ms compleja, y la ciencia
de su interpretacin (ininteligible para los no
iniciados) tambin haba experimentado
imperceptibles mejoras. Mejoras tan pequeas
que pasaban desapercibidas salvo para los
ojos habituados a aquellos arcanos. Dos
nuevos anillos haban sido aadidos, uno
eclptico, y una armila equinoccial menor, as
como nuevas reglas de tercer grado haban
sido agregadas a las largas listas de Cnones.
Aunque el palacio estuviera en el sudeste
asitico, todos los trminos del Hun Yi (o
Instrumento de la Esfera Celestial) eran
chinos.
Semanas despus, me enter con
seguridad de que el hijo-heredero de Gates
viva en palacio. Un nio de rasgos
occidentales rodeado de instructores
tailandeses que, adems de las enseanzas
prcticas, le inculcaban desde esa tierna edad,
la infalibilidad de las leyes celestes sobre las
vidas de los humanos. Supe tras qu muros
moraba -muros de ladrillo rojo por los que
trepaba la hiedra-, pero al nio no le llegu a
ver.
El mismo da de mi llegada, despus
de una comida ligera al medioda, me dirig
hacia mi trabajo. Pas al lado de un lago de
flamencos y cisnes. Dado que mi servicio era
necesario, tena el pase para penetrar en la
cuarta ciudadela. Recin llegado y ya poda
introducirme en el seno ms profundo de
aquel palacio habitado por casi trescientos
criados. Entre miembros de seguridad,
cocineros, criados, jardineros de las cuatro
ciudadelas, sumaban esa cifra. Todos vestan
de un modo oriental, con distintos tipos de
tnica segn su rango en el escalafn de
aquella corte en miniatura.
Mil veces me preguntara durante los
meses siguientes, la razn de Gates por
recrear aquel pequeo mundo de otra poca.
Pero se supone que un rico acumula su
fortuna para poder hacer realidad sus sueos.
Los sueos son la razn de ser de la
acumulacin del capital. En ese sentido, no
haba nada que reprocharle. Cada uno gasta el
dinero como quiere. Por lo que decan los
informes que me suministr la Central, l no
era un hombre desequilibrado, tampoco era
una persona obsesionada con lo oriental.
Simplemente se era el entorno en el que le
gustaba vivir y como poda permitrselo,
haba dicho: hgase.
Pero, por lo dems, era una persona
normal y razonable. A veces, las personas
razonables caen en manos de camarillas como
la que haba extendido sus tentculos hasta
rodearle. Aunque, probablemente, como
decan los informes de la Central, fue l el que
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los rodeo. Fue l el que exigi ms y ms sus
servicios para todo. Y fueron ellos los que
optaron por conducir esa malsana aficin
astrolgica dentro de unos lmites no
destructivos. S, quiz esos diez astrlogos
hayan evitado que l se arruinara
financieramente y hundiera su vida. Cuando
un ser humano busca desesperada y
obsesivamente el futuro, siempre acaba
encontrando personajes sin escrpulos que le
dan lo que busca. El equipo quiz haya sido el
escudo menos perjudicial frente a intrusos que
hubieran supuesto el final de la corporacin.
Hubiera habido que estar all cuando todo este
sistema de cosas se form, para llegar a un
veredicto. Ahora slo nos queda dar fe acerca
de la complejidad de las cosas.
Gates, desde hace veinte aos, vive
aislado, rodeado nicamente de los criados
que el equipo de astrlogos le recomienda tras
consultar los extraos caminos de los cielos.
Los astrlogos, o mejor dicho las leyes del
cielo, le advierten, de pronto, que la
proximidad de alguien supone un tipo de
peligro concreto o difuso.
Todos los puestos de palacio estn
sujetos a esta suprema tirana de las arcanas
leyes. Tirana que puede parecer arbitraria,
pero no lo es. Nada ms lejos de la realidad
pensar que los partes del equipo estn sujetos
a la arbitrariedad. Hasta el ms imparcial de
los jueces reconocera, que los partes estn
sujetos siempre a razones lgicas. De forma
que, a travs de la astrologa, aquel palacio se
rega por leyes lgicas, quiz no justas
siempre, pero en todo momento lgicas.
Dicho de otro modo, a travs de la apariencia
de la astrologa, era el ojo experto de los
astrlogos el que gobernaba ese mundo
cerrado.
Hasta las ilgicas leyes de los astros se
volvan razonables bajo la ciencia de ese
equipo de sabios poseedores de una sabidura
que ellos conocan muy bien: la ciencia de las
leyes que regan esa corte y el experto
conocimiento de la corporacin. Ellos eran los
supremos rbitros que conocan cmo se
combinaban las leyes de la realidad con las
leyes de los astros. Las leyes de lo infralunar
y lo supralunar, con ellos como definitivos
jueces.
Era evidente que todo error en las
predicciones del equipo era aparente, pues
una nueva adicin posterior (un nuevo parte,
en realidad) mostraba lo acertada de la
prediccin primera; acertada aunque
incompleta. Por encima de aparentes
contradicciones entre lo predicho y lo
sucedido, el futuro siempre dejaba las cosas
en su sitio. Las cosas haban sucedido as, no
por error de la prediccin, sino porque el
mismo parte astrolgico dejaba un mnimo
porcentaje de apertura a la causalidad de un
elemento que ya se haba mencionado en el
mismo cuerpo del vaticinio.
No obstante, el equipo admita sin
reservas la posibilidad de errores de clculo,
subsanados con celeridad meticulosa. La
humildad de los astrlogos consignaba en sus
registros una cifra cercana a los cuatro mil
pequeos errores o, ms bien, distorsiones en
su apreciacin del futuro. Cifra mnima en
relacin al gran nmero de puntos y
ramificaciones que sus consignas
determinaban da tras da, a mitad de la
maana, en medio del, llamado, saln de los
lirios azules del Edificio de los Partes.
No se piense que estos registros que se
guardaban en cuatro cmaras del Edificio de
los Partes suponan un archivo prescindible.
Sus pesados tomos a triple columna, con
glosas en los mrgenes exteriores, eran
visualmente la prueba de que aquella
maquinaria celestial funcionaba. Para
cualquiera que hubiera llegado de fuera, la
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contemplacin de aquellos bellos volmenes
visualmente hubieran sido la ratificacin, sino
de una ciencia, de lo ms parecido a una
ciencia. Aunque a aquellos estantes slo el
equipo y Gates tenan acceso. Haban sido
escritos slo para sus ojos. Pocas veces el
millonario los hoje con orgullo o
preocupacin ante alguien forneo.
El excntrico millonario en raras
ocasiones ha desobedecido a los partes. Pero
cuando ha osado salirse del camino marcado
por las frreas leyes celestes, el equipo bien
que se ha encargado de que los hechos les
dieran la razn. Ha habido asombrados
criados que han comentado en los pasillos, en
sus comidas, en las veredas de los jardines,
que el poder e influencia del equipo para
torcer los hechos es mayor que su sabidura
para conocer esos mismos caminos futuros.
Para ello, si ello es as, han llegado a hacer
que las acciones bajaran o que un ala del
palacio se derrumbara. Segn los ms
perspicaces sirvientes de palacio, no resulta
fcil distinguir dnde acaban esas leyes
inmutables regidas por la esfera armilar, y
dnde empieza la voluntad de ese pequeo
grupo de entendidos. Por eso, por miedo al
poder que puedan tener esas cartas astrales,
por miedo al poder que puedan tener los
astrlogos, los trabajadores all, si son
inteligentes, no comparten su carga de dudas
con los compaeros. Pues sea cual sea el
poder de esos mapas astrolgicos, el equipo
posee un poder omnmodo sobre ese pequeo
lugar del mundo.
Y as la carta astral es expresin de
esos dos poderes: el de poder leer los hechos
en el firmamento, y el de poder torcer los
hechos. Sobre el caparazn de una de las dos
grandes tortugas de piedra que flanquean el
portn de entrada a las residencias de los
astrlogos, se halla una misteriosa inscripcin
en caracteres hanzi: un poder tan grande como
el de los astros.
Y as, ms que hablar de servidores de
los astros, se debera hablar de arquitectos de
las lneas del firmamento. Pero nadie habla de
ello, nadie quiere perder su puesto. El silencio
sobre determinados mbitos de Palacio forma
parte del trabajo. Nadie critica a esos
poseedores de una ciencia que Gates
desconoce.
Los astrlogos llevan una vida aparte
del millonario. Bien saban que la
familiariedad destruye la admiracin ante el
sabio. Por eso, viven aparte. Es raro que haya
ms encuentros con l que los que se
producen con los partes. El equipo vive en la
zona denominada Guicang yi, situada en uno
de los lados del gran cuadrado que forma esta
rplica de la Ciudad Prohibida. Pegadas a los
blancos muros del permetro, y rodeadas de
patios y agradables salitas, las cuatro altas
torres son la ms clara expresin visual del
poder de estos hombres. Los veinte sirvientes
de este sector cuidan de los que se consideran
los ms bellos jardines zen de toda la ciudad.
En el interior de esos patios se suceden
alternativamente los jardines verdes (de
hierba y bonsis) con los jardines secos (de
arena, grava y musgo).
Es posible que en esta corte se haya
infiltrado algn agente ms de algn otro
servicio secreto, sea prudente en no dar
ninguna pista que manifieste el verdadero
propsito de su estancia all, me dijo mi jefe
en la sede central de Virginia. Posible aunque
improbable. Lo que es seguro es que son
muchos los que, ante todo, pretenden que
nadie ajeno a las cuatro ciudadelas penetre en
esa familia. Usted es un buen tcnico
especializado en hepatocrtesis, har bien su
trabajo para ellos. Pero recuerde que su
verdadero trabajo para nosotros acaba en
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observar, escuchar, charlar con los que
trabajan all. Ni se le ocurra buscar papeles en
cajones cerrados, ni entrar en habitaciones
prohibidas, deje estas memeces para las
pelculas. Observar, escuc