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    La moda negra

    Duelo, melancola y depresin

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    La moda negraDuelo, melancola y depresin

    Darian LeaderTraduccin de Elisa Corona Aguilar

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    Todos los derechos reservados.Ninguna parte de esta publicacin puede ser reproducida, transmitida

    o almacenada de manera alguna sin el permiso previo del editor.

    Ttulo originalT Nw Bk: Mourning, Melancholia and Depression

    Copyright 2008, Darian LeaderAll rights reserverd

    Primera edicin: 2011

    TraduccinElisa Corona Aguilar

    Copyright Editorial Sexto Piso, S. A. de C. V., 2008San Miguel # 36Colonia Barrio San LucasCoyoacn, 04030Mxico D. F., Mxico

    Sexto Piso Espaa, S. L.c/ Monte Esquinza 13, 4. Dcha.

    28010, Madrid, Espaa.

    www.sextopiso.com

    DiseoEstudio Joaqun Gallego

    FormacinQuinta del Agua Ediciones

    ISBN: 978-84-96867-92-5

    Depsito legal:

    Impreso en Espaa

    Esta obra ha sido publicada con la subvencin de la Direccin General del Libro,Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura, para su prstamo pblico en BibliotecasPblicas, de acuerdo a lo previsto en el artculo 37.2 de la Ley de Propiedad Intelectual.

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    NDICE

    Introduccin 9

    Captulo 1 17

    Captulo 2 59

    Captulo 3 93

    Captulo 4 151

    Conclusin 179

    Notas 187

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    INTDCCIN

    Despus de recibir una receta para uno de los antidepresivosms populares y recogerla de la farmacia, una joven mujerregres a casa y abri la pequea caja. Haba imaginado unabotella amarilla llena de cpsulas enfrascadas de forma apre-

    tada, como pastillas de vitaminas. En cambio, encontr un en-voltorio metlico plano, con cada pastilla separada de su vecinapor un desproporcionado espacio de aluminio vaco. Cadapastilla est en completa soledad, dijo ella, como en con-chas metlicas mirando hacia fuera a las dems. Estn todas ensus pequeas prisiones individuales. Por qu no estn todasjuntas en una caja, sueltas y libres? Le preocup la forma en

    que las pastillas estaban empaquetadas. Estn alineadas co-mo pequeos soldaditos obedientes por qu ni uno de ellosrompe las? Su siguiente pensamiento fue tomarse todas laspastillas juntas. Cuando le pregunt por qu, me dijo, Paraque no se sintieran tan solas y con claustrofobia.

    Aunque los antidepresivos son recetados a millones de per-sonas en el mundo occidental, con estadsticas que se elevan sinparar en otros pases, parece que a ningn cuidador de remedios

    mdicos para la depresin se le ha ocurrido que el remedio puedefuncionar como un espejo de la enfermedad. La pastilla solitariaenva un mensaje cruel a cualquiera que abre el paquete. Estaimagen sombra de unidades separadas expresa el lado negativodel individualismo moderno, donde cada uno de nosotros setoma como un agente aislado, desconectado de los dems e im-pulsado por la competencia por bienes y servicios en el mercado

    ms que por la comunidad y el esfuerzo compartido.Por supuesto, el paquete de antidepresivos tiene su razn

    de ser. Las pldoras aisladas permiten a los usuarios llevar la

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    cuenta de cuntas han tomado. Permite, pudiera decirse, unmejor manejo de la depresin. Incluso pudiera pensarse queal separar cada pastilla con una placa de envoltura vaca o deplstico el usuario est siendo disuadido de tomar demasiadas.Pero cuntas personas, podramos pensar, han mirado el en-voltorio de sus antidepresivos con pensamientos similares aaqullos de la joven mujer en cuestin?

    Podramos ver esta situacin como una metfora de la for-ma en que la depresin es tratada a menudo en la sociedadactual. La vida interior del doliente se deja sin examinar y sele da prioridad a las soluciones mdicas. Seguir las instruccio-

    nes de cmo tomar las pldoras se vuelve ms importante queexaminar la relacin en s de la persona con la pldora. La de-presin aqu es concebida como un problema biolgico, pare-cido a una infeccin bacteriana, la cual requiere un especcoremedio biolgico. Los pacientes deben ser devueltos a sus es-tados anteriores productivos y felices. En otras palabras, la ex-ploracin de la interioridad humana est siendo reemplazada

    con una idea ja de higiene mental. El problema debe ser eli-minado ms que comprendido.Pudiera ser que esta forma de entender la depresin sea

    parte del problema mismo? Al tiempo que tantos aspectos di-ferentes de la condicin humana son explicados hoy en da entrminos de dcits biolgicos, las personas son despojadasde la complejidad de su vida mental inconsciente. La depre-sin se considera el resultado de una falta de serotonina, msque la respuesta a experiencias de prdida y separacin. Lamedicacin tiene como objetivo restaurar al paciente los nive-les ptimos de adaptacin social y utilidad, con poca conside-racin sobre las causas a largo plazo y en los posibles efectosde los problemas psicolgicos.

    Sin embargo, cuanto ms ve la sociedad la vida humana enestos trminos mecanicistas, ms probable es que los estados

    depresivos se ramiquen. Tratar una depresin de la mismaforma que, digamos, una infeccin que requiere antibiticos,siempre es una decisin peligrosa. La medicina no curar lo

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    que ha deprimido a la persona en primera instancia, y cuantoms se conciban los sntomas como signos de desviacin o decomportamiento inadaptado, ms sentir el paciente el pesode la norma, de lo que se supone debe ser. Se convierten enbajas segn el punto de vista actual, el cual considera a losseres humanos como recursos y en el cual una persona esslo una unidad energtica, un paquete de habilidades y com-petencias que pueden ser compradas y vendidas en el mercado.Si la vida humana se ha convertido en esto, es sorprendenteacaso que tantas personas elijan negarse a este destino, per-diendo su energa y su potencial en el mercado al caer en la

    depresin y la miseria?En este libro argumento que debemos renunciar al con-

    cepto de depresin como est enmarcado en la actualidad.En cambio, debemos ver lo que llamamos depresin como unconjunto de sntomas que derivan de historias humanas com-plejas y siempre distintas. Estas historias involucrarn lasexperiencias de separacin y prdida, incluso si a veces no so-

    mos conscientes de ellas. A menudo somos afectados por suce-sos en nuestras vidas sin darnos cuenta de su importancia o decmo nos han cambiado. Con el propsito de dar sentido a laforma en que hemos respondido a tales experiencias, necesi-tamos tener las herramientas conceptuales correctas; y stas,creo, pueden ser encontradas en las viejas nociones de dueloy melancola. La depresin es un trmino vago para una varie-dad de estados. El duelo y la melancola, no obstante, son con-ceptos ms precisos que pueden ayudar a arrojar luz so-bre cmo lidiamos (o fracasamos en lidiar) con las prdidasque son parte de la vida humana.

    En la psicologa popular, el duelo es a menudo equiparadocon la idea de superar una prdida. Pero alguna vez superamosnuestras prdidas? No es ms bien que las hacemos partede nuestras vidas en diferentes formas, a veces de manera

    fructfera, a veces catastrfica, pero nunca sin dolor? naperspectiva ms cuidadosa y detallada del duelo explorara susmecanismos y vicisitudes. especto a la melancola, sta es por

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    lo general considerada una categora anticuada, un tema decuriosidad histrica o un trmino potico para un humorde tristeza ensimismada. Como veremos, detrs de ella haymucho ms que eso, y puede ayudarnos a entender algunos delos casos ms serios de depresin en los cuales una personaest convencida de que su vida no vale nada y es imposiblevivir.

    * * *

    Cuando rele el breve y escueto ensayo de Freud,Duelo y me-

    lancola, hace algunos aos, me llam la atencin lo poco quehaba sido escrito acerca del duelo por generaciones posterio-res de analistas. Encontr incontables descripciones del com-portamiento de personas afrontando la prdida, pero muchomenos acerca de la ms profunda psicologa del duelo. El cole-ga de Freud, Karl Abraham, haba escrito algunos brillantes pa-peles sobre el tema y su propia alumna, Melanie Klein, retom

    el tema en su visin del desarrollo psquico. Sin embargo, loscomentarios de analistas posteriores parecan ms reservados.De hecho, la mayora de la literatura en lengua inglesa sobrelos temas del ensayo de Freud poda ser leda en cuestin desemanas. Comparado con la montaa de libros, documentos yactas de congresos sobre otros temas psicoanalticos que hu-biera tomado aos leer, la literatura sobre el duelo era mnima.Me pregunt por qu.

    Lo mismo era cierto sobre la melancola. Aparte de unospocos estudios histricos, los analistas haban escrito muy pocosobre lo que ciertamente haba llamado la atencin de Freudcomo un concepto crucial. Qu poda explicar esta negligen-cia? na respuesta pareca obvia. Donde una vez el duelo y lamelancola haban sido trminos aceptados, actualmente sehabla de depresin. La desaparicin de los viejos trminos po-

    da ser entendida en relacin con la ubicuidad del conceptoms nuevo. Categoras fuera de moda han sido reemplazadaspor una idea ms moderna y ms precisa y, ciertamente, no ha

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    faltado ausencia de literatura sobre la depresin. De hecho, esun campo de investigacin tan vasto que sera imposible man-tenerse al da de todo lo que se publica.

    Sin embargo, incluso un vistazo supercial a gran partedel trabajo actual sobre la depresin muestra que no puede serla solucin a nuestra pregunta. Los problemas en los que losinvestigadores de hoy se enfocan estn muy alejados de aqu-llos que preocupaban a Freud y a sus alumnos. Sus complicadasteoras de cmo respondemos mentalmente a la experienciade la prdida han sido reemplazadas con descripciones de con-ducta externa, dudosa bioqumica y psicologa supercial. Por

    ningn lado encontr en las estadsticas y las grcas el tes-timonio real de los pacientes mismos, como si escuchar yano importara. La riqueza de la investigacin anterior se habaperdido. Estaba ausente la intrincacin e inquietud por la sub-jetividad humana que haba caracterizado los estudios de losprimeros analistas. Simplemente no se trataba del mismo con-junto de problemas. Era esto un progreso?

    Despus se me ocurri otra idea. Haba ido a libreras lo-cales con la esperanza de encontrar algunos estudios decentessobre el tema de la prdida. Despus de echar un vistazo entrela no-ccin y no encontrar nada nuevo, fui hacia los estantesde ccin. Ah haba libros de todos los rincones del mundo,escritos por jvenes novelistas, favoritos experimentados y losgrandes maestros del pasado. Muchos eran claramente histo-rias de prdida, separacin y aiccin. Por un momento, laenorme cantidad de obras me aturdi. Haba pasado semanasintrigado por la ausencia de literatura sobre mi tema de inves-tigacin y ahora estaba frente a estantes y estantes de obras queprcticamente no hablaban de otra cosa. Entonces se me ocu-rri que tal vez la literatura cientca sobre el duelo que habaestado buscando era simplemente toda la literatura. Este marde libros sobre cualquier tema imaginable era de hecho la li-

    teratura cientca sobre el duelo. Y esto me puso a pensar enla relacin entre duelo, prdida y creatividad. Qu lugar te-nan las artes en el proceso del duelo? Podran las artes ser

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    de hecho una herramienta vital que nos permita dar sentido alas inevitables prdidas en nuestras vidas?

    * * *

    Esto todava no responda a mis preguntas. Qu sentido po-dramos darle a las categoras de duelo y melancola hoy enda? Tienen los viejos conceptos freudianos todava el mis-mo apoyo o algo nuevo deba ser agregado? Cmo debanser diferenciados los dos conceptos y cmo nos permiti-ran repensar los terribles estados de dolor y angustia ex-

    perimentados por aqullos que se quejan de depresin? Conel propsito de comenzar a pensar en estas preguntas, el pri-mer paso era levantar la pesada manta del trmino mismode depresin; es usado tan ampliamente y con tan pococuidado que acta como una barrera para explorar en detallenuestras respuestas a la prdida. Las sociedades occidenta-les contemporneas han adaptado en aumento el concepto de

    depresin a lo largo de los ltimos treinta aos, ms o me-nos; esto, sin embargo, con poca justicacin real. El hechode que el diagnstico haya alcanzado tal dominio exige unaexplicacin.

    Cuanto ms se utiliza de manera acrtica el concepto dedepresin y ms se reducen las respuestas humanas a proble-mas bioqumicos, menos espacio hay para explorar las intrin-cadas estructuras del duelo y la melancola que tanto fascinarona Freud. Mi argumento es que estos conceptos necesitan serrevividos y que la idea de la depresin debera ser usada me-ramente como un trmino descriptivo para referirse a rasgossuperciales de conducta. Despus de una breve introduccina algunos de los debates acerca de la depresin hoy en da,volv a revisar las teoras de Freud en detalle; stas han sidocriticadas por analistas posteriores y veremos cmo tanto Karl

    Abraham como Melanie Klein hicieron importantes con-tribuciones al estudio de la prdida tras las investigacionesiniciales de Freud. Aunque sus ideas hoy pudieran parecer

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    improbables o en el mejor de los casos pasadas de moda, ve-remos cmo an hay mucho que aprender de ellas.

    Despus de los primeros trabajos innovadores, una crticacrucial del ensayo de Freud se volvi inevitable. Freud vea elduelo como un trabajo individual; sin embargo, toda sociedadhumana documentada le da un lugar central a los rituales p-blicos del duelo. La prdida es insertada en la comunidad atravs de un sistema de ritos, costumbres y cdigos, que vandesde los cambios en la vestimenta y los hbitos de comer has-ta las ceremonias conmemorativas altamente estilizadas. stasinvolucran no slo al individuo aigido y a su familia inme-

    diata, tambin lo hacen sobre el grupo social ms amplio. Y sinembargo, por qu la prdida debiera ser enfrentada de ma-nera pblica? Y si las sociedades de hoy, sospechosas de talesdemostraciones pblicas, tienden a hacer el dolor ms y msun suceso privado, inmerso en el dominio del individuo, po-dra esto tener un efecto en el duelo mismo? Es el duelo msdifcil hoy en da por esta erosin de los ritos sociales de due-

    lo? El duelo, argumentar, requiere de otras personas.Explorar estas preguntas nos lleva a denir las tareas delduelo. El dolor tal vez sea nuestra primera reaccin a la prdi-da, pero el dolor y el duelo no son exactamente lo mismo. Siperdemos a alguien que amamos, ya sea por muerte o separa-cin, el duelo no es nunca un proceso automtico. Para muchagente, de hecho, nunca tiene lugar. Describiremos cuatro as-pectos del proceso de duelo que sealan que el trabajo de pen-sar profundamente sobre el dolor est llevndose a cabo. Sinesto, permanecemos atrapados en un duelo estancado, no re-suelto, o en una melancola. En el duelo, lloramos a los muertos;en la melancola, morimos con ellos. En la ltima seccin,bosquejar una teora de la melancola que se basa en las ideasde Freud y ofrece un recuento del lugar clave que ocupa la crea-tividad en esta condicin tan dolorosa y devastadora.

    Me gustara agradecer a varias personas por sus contribu-ciones a este libro. Antes que a nadie, a mis analizados, por suspuntos de vista, su esfuerzo y valor para hablar de lo que

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    es ms doloroso en sus vidas. Mucho de lo que sigue ha sidoformulado por ellos y a menudo he sentido que hice poco msque transcribir sus palabras. Tambin le debo mucho a Gene-vive Morel, cuyo trabajo me ha provisto de continua inspira-cin para mi exploracin del duelo y la melancola. n grupode estudio en el Centro de Anlisis Freudiano e Investigacinme permiti elaborar muchos de los temas del libro, y megustara agradecer a ste por todo el apoyo. Especial agrade-cimiento tambin a Ed Cohen; su inters, nimo y crtica fue-ron inestimables, y a los amigos y colegas que han contribuidoal libro: Maria Alvarez, Pat Blackett, Vincent Dachy, Marie Da-

    rrieussecq, Abi Fellows, Astrid Gessert, Anouchka Grose, FranzKaltenbeck, Michael Kennedy, Hanif Kureishi, Janet Low, ZoeManzi, Pete we, Vicken Parsons, Hara Pepeli, Alan owany Lindsay Watson. Dany Nobus tuvo la generosidad de publi-car un primer borrador tcnico de una parte de mi investiga-cin en elDiario de studios lacanianos. En Hamish Hamilton,Simon Prosser fue un editor perfecto, Anna idley y Francesca

    Main dieron una ayuda muy necesitada, y Georgina Capelde Capel-Land fue, como siempre, la agente ms amable ypaciente.

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    La depresin hoy en da est en todas partes. Los mdicos ge-nerales la diagnostican, las celebridades revelan que la pade-cen, a los nios les dan recetas para combatirla, se discute enlos medios de comunicacin, los personajes de telenovela lu-

    chan por vencerla. Sin embargo, hace cuarenta aos la depre-sin casi no se encontraba por ningn lado. Se consideraba queun pequeo porcentaje de la poblacin sufra de depresin ytena poca dignidad como categora diagnstica. La gente eraansiosa o neurtica, pero no deprimida. A veces esto se expli-ca en trminos de crecimiento en conocimiento cientco. Yaque ni siquiera hoy entendemos realmente qu es la depre-

    sin, podemos mirar atrs y darnos cuenta de cmo siemprehaba estado presente y sin embargo sin diagnosticar. El o-recimiento del diagnstico es simplemente un signo de pro-greso cientco.

    Desde esta perspectiva, la depresin es el nombre de unaenfermedad nica. Tiene rasgos biolgicos especcos y es en-contrada en todas las sociedades humanas. Involucra sntomastales como el insomnio, la falta de apetito y la baja energa, yesta disminucin de tono biolgico y vital es atribuida a un pro-blema qumico en el cerebro. na vez que hayamos desarrolla-do estos sntomas iniciales, la cultura tal vez pueda ayudar adarles forma, dando prominencia a algunos e incitndonosa ser discretos respecto a otros. Tal vez no tengamos problemadiciendo a nuestros amigos o a nuestro doctor que nos senti-mos exhaustos, pero seremos muy discretos sobre nuestra pr-

    dida de libido.Segn este punto de vista, nuestros estados biolgicossern interpretados como humores y emociones por nuestro

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    ambiente cultural. La baja energa, por ejemplo, tal vez sea in-terpretada como tristeza o culpa en una sociedad perono en otra. De igual forma, cmo responder cada cultura aestos sentimientos variar ampliamente, yendo de preocupa-cin y cuidado a la indiferencia y el rechazo. Algunas culturasproveern vocabularios ricos para describir estos sentimientosy les otorgarn legitimidad, mientras que otras no. Desde estepunto de vista, lo que llamamos depresin es la particularinterpretacin mdica occidental de cierto conjunto de estadosbiolgicos, con la qumica cerebral como problema de base.

    na perspectiva alterna ve la depresin como un resultado

    de cambios profundos en nuestras sociedades. El surgimien-to de las economas de mercado crea una ruptura de los meca-nismos de apoyo social y del sentido de comunidad. Las personaspierden la sensacin de estar conectadas a grupos sociales yentonces se sienten empobrecidas y solitarias. Privadas de re-cursos, inestables econmicamente, sujetas a presiones agudasy con pocos caminos alternativos y esperanzas, caen enfermas.

    Las causas de la depresin, de acuerdo con este punto de vista,son sociales. Presiones sociales prolongadas acabarn nece-sariamente por afectar nuestros cuerpos, pero las presionesvienen primero, la respuesta biolgica despus.

    Este punto de vista social se reeja en la perspectiva dealgunos psicoanalistas, quienes ven a la depresin como unaforma de protesta. Ya que los humanos son vistos como uni-dades de energa en las sociedades industriales, opondrn re-sistencia, sean conscientes de ello o no. As, mucho de lo quees etiquetado hoy como depresin puede ser entendido comola pasada de moda histeria, en el sentido de la negativa a lasformas presentes de autoridad y dominio. Cuanto ms insistala sociedad en los valores de eciencia y productividad econ-mica, ms proliferar la depresin como una consecuencia ne-cesaria. De forma similar, cuanto ms nos apremie la sociedad

    moderna a alcanzar la autonoma y la independencia en nues-tra bsqueda de la realizacin, ms adoptar la resistencia laforma del opuesto exacto de estos valores; colocar a la miseria

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    en medio de la abundancia. La depresin es, entonces, unaforma de decir N a lo que nos dicen que debemos ser.

    * * *

    De acuerdo con la rganizacin Mundial de la Salud, para el2010 la depresin ser el problema ms grande de salud pbli-ca despus de las enfermedades del corazn. Afectar a entreveinticinco y cuarenta y cinco por ciento de la poblacin adulta,con un incremento en nios y adolescentes. Segn la Acade-mia Estadounidense de Psiquiatra Infantil y Adolescente, hay

    en la actualidad 3,5 millones de nios deprimidos en Estadosnidos, y ms del seis por ciento de los nios estadouniden-ses estn tomando medicamentos psiquitricos. En 1950, sinembargo, se estimaba que la depresin afectaba slo a un 0,5por ciento de la poblacin. Qu pudo haber pasado durantela ltima mitad de siglo?

    Historiadores de psiquiatra y psicoanlisis han coincidi-

    do en general en que la depresin fue creada como una cate-gora clnica por una variedad de factores durante la segundamitad del siglo veinte: haba presin por empaquetar los pro-blemas psicolgicos como otros problemas de salud, y as salia la luz un nuevo nfasis en el comportamiento exterior, msque en los mecanismos inconscientes; el mercado para lostranquilizantes menores se colaps en los setenta, despus deque sus propiedades adictivas fueran divulgadas, y as haba quepopularizar una nueva categora diagnstica (y un remedio pa-ra ella) para justicar y atender el malestar de las poblacionesurbanas; y nuevas leyes sobre pruebas de drogas favorecieronuna concepcin simplista, discreta de qu enfermedad se tra-taba. Como resultado, las compaas de drogas manufactu-raron la idea de enfermedad y de cura al mismo tiempo. Lamayor parte de la investigacin publicada haba sido nanciada

    por ellos; y la depresin vino a ser menos un complejo de sn-tomas con diversas causas inconscientes y ms simplementeaquello sobre lo que actuaban los antidepresivos. Si las drogas

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    afectaban al humor, al apetito y a los patrones de sueo, en-tonces la depresin consista en un problema con el humor, elapetito y los patrones de sueo. La depresin, en otras pala-bras, fue creada tanto como fue descubierta.

    Hoy en da, hay cierto escepticismo acerca de las arma-ciones hechas sobre los antidepresivos. Es ahora bien sabidoque la mayora de los estudios de su efectividad son nancia-dos por la industria y que, hasta hace muy poco, los resultadosnegativos rara vez fueron publicados. Tambin se han cuestio-nado fuertemente las armaciones sobre la especicidad delas drogas. Pero a pesar de tanta cautela, la idea de la depresin

    como un problema cerebral mantiene su atraccin incluso paralos escpticos. Cuando los artculos de peridico sealan lospeligros de una droga en particular como el Seroxat, sugiriendoque aumentan el riesgo de suicidio, las razones para esto sonexplicadas entonces en trminos bioqumicos: la droga causalos pensamientos suicidas. Estos crticos de la droga compartenas la creencia de los responsables: que nuestros pensamientos

    y acciones pueden ser determinados bioqumicamente.La implicacin de tales crticas es simplemente que lasdrogas no son lo sucientemente buenas: necesitan ser msespeccas, promover pensamientos positivos en vez de nega-tivos. Esta perspectiva ignora por completo la idea de que lossuicidas puedan ser a veces consecuencia de un diagnstico ini-cial errneo (por ejemplo, como veremos ms adelante, diag-nosticar equivocadamente melancola como depresin) y

    de igual relevancia es el hecho de no considerar que la depre-sin puede ser en s misma un mecanismo de defensa y, si sela anula, hace que las acciones desesperadas sean ms probables.

    Algunos estudios, de hecho, han armado que las depresionesligeras tal vez incluso protegen contra el suicidio. En otros casos,la forma en que una droga embrutece los estados menta-les de una persona puede causar un corto circuito en la produc-

    cin de defensas genuinas contra los sentimientos suicidas.El mito de la depresin como una enfermedad exclusiva-

    mente biolgica ha venido a reemplazar al detallado estudio de

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    la variedad de respuestas humanas a la prdida y la decepcin.Las fuerzas sociales y econmicas, ciertamente, han tomadoparte en este esfuerzo por transformar el dolor en depresin.Somos enseados a ver casi cualquier aspecto de la condi-cin humana como si de alguna manera estuviera sujeto anuestra decisin consciente y a nuestro control potencial, yentonces cuando las compaas de farmacuticos comerciali-zan sus productos juegan con estos modernos ingredientes denuestra propia imagen. Puede ser que estemos enfermos, peropodemos elegir tomar las medicinas y as recuperarnos. Nohacerlo parecera irracional y autodestructivo. Incluso en los

    rsticos pueblos de Lima, en Per, los grandes y coloridos anun-cios incitan al pblico a preguntar a su mdico general por an-tidepresivos de marca. Las drogas, se arma, nos restaurarna nuestro ser anterior.

    Aunque existen bastantes estudios que muestran que losantidepresivos, de hecho, no hacen lo que se supone que debenhacer, nuestra sociedad parece solo tener odos para los co-

    municados de prensa positivos. Sabemos que la mayor partede la investigacin est patrocinada por la industria, que lasdrogas no son tan especficas como se afirma que son, ques tienen serios efectos secundarios y producen signicativosproblemas de abstinencia y que, con el tiempo, la psicotera-pia provee un tratamiento mejor y ms slido. Sin embargo lasrecetas continan, junto con nueva y aparentemente cient-ca propaganda emitida por las compaas farmacuticas. Anivel mundial, esto constituye un mercado que implica miles demillones de dlares, y sera difcil imaginar a alguien dentrode la industria decir que es el momento de cerrar el negocio.

    En Gran Bretaa, la industria farmacutica es la terceraactividad econmica ms lucrativa, despus del turismo y lasnanzas. El Sistema Nacional de Salud gasta alrededor de sietemil millones de libras esterlinas en medicamentos en Ingla-

    terra, con alrededor de un ochenta por ciento de ese gasto des-tinado a productos de marca patentados. Da la impresin deque esto merece una investigacin imparcial; sin embargo, hoy

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    en da 27 de 35 miembros del comit gubernamental encarga-dos de seleccionar y aprobar drogas para el Sistema Nacionalde Salud reciben salarios privados de la industria farmacutica.Mientras que el trabajo de un investigador individual que es-tudie tales drogas tal vez tenga una tirada de cincuenta o cienejemplares para enviar a sus colegas, los resultados nanciadospor la industria tal vez tengan tiradas de 100 000 ejemplaresy se distribuyan gratis a los doctores. Estos factores econ-micos dan la ilusin de que la opinin se inclina a favor de lasdrogas.

    El problema aqu no es slo acerca del acceso a la infor-

    macin sino de lo que cuenta como informacin en primerlugar. Estudiar un antidepresivo en particular tal vez no sea tandifcil, pero un proyecto que est encaminado a cuestionar lavalidez misma de los antidepresivos no encontrar patrociniocon facilidad. Dirigir tales estudios y divulgar sus resultadosrequiere un poderoso apoyo, el cual signica la clase de dine-ro que en realidad slo tiene la industria. Agregado a esto, para

    que tales estudios cuenten como cientcos deben usar elmismo lenguaje y sistemas diagnsticos que los productoresde las drogas. De otra forma, se cree que no puede hacerseninguna comparacin signicativa. Esto tiene el desafortunadoresultado de que incluso los conceptos ms bsicos (tales comola depresin misma) tienden a evitar el escrutinio crtico.

    Sin embargo, por qu vemos la depresin como una en-tidad aislada, nica? Claramente, esto es lo que la industria far-

    macutica quiere que hagamos, esto es lo que permite la ventade las drogas que arman curarla. Pero no debemos respon-sabilizar solamente a las farmacuticas en esto. La sociedadcontempornea (es decir, nosotros) tambin juega su parteen configurar cmo deseamos vernos a nosotros mismos ya nuestros malestares. Cuando las cosas salen mal, queremosnombrar rpidamente al problema, lo cual nos hace a todos ms

    receptivos a las etiquetas que los doctores y las farmacuti-cas nos ofrecen. La mayora de nosotros tambin quiere evitarla labor de explorar nuestras vidas interiores, lo cual quiere

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    decir que preferimos ver sntomas como signos de una altera-cin local, antes que como dicultades que conciernen a la to-talidad de nuestra existencia. Ser capaces de agrupar nuestrossentimientos de malestar, ansiedad o tristeza bajo el trminogeneral de depresin, y despus tomar una pldora paraeso, ser visto naturalmente como algo ms atractivo que ponertoda nuestra vida bajo un microscopio psicolgico.

    Pero, y qu si la depresin misma fuera tan mltiple yvariada como aqullos a quienes se les dice que la padecen?Por qu no ver los sntomas maniestos de la depresin comoms parecidos a un estado como la ebre: tal vez parecieran

    iguales entre un amplio nmero de personas pero sus causassern muy diversas. As como la fiebre puede ser un signode malaria o de un virus de gripe comn, tambin la prdida deapetito, digamos, podra ser un signo de estar enamorado sinsaberlo o de una negativa a las abrumadoras demandas de otraspersonas o de algn dolor privado. Descubrir estas causas ja-ms podr conseguirse en un espacio de diez (o veinte) minu-

    tos de consulta general, sino que requiere de una escucha ydilogos largos y detallados. Hay una crucial diferencia entreel fenmeno supercial, tal como la apata, el insomnio y laprdida de apetito, y los problemas subyacentes que estn ge-nerando estos estados, usualmente ms lejos de nuestro serconsciente.

    Qu pasa aqu con las terapias psicolgicas? En verdadestn disponibles a travs de mdicos generales y hospitalesque ofrecen el contrapunto necesario a tratamientos basadosen medicacin? No proveen precisamente el espacio para laescucha que el paciente deprimido necesita? Desafortunada-mente, esto est lejos de ser as. Las terapias psicolgicas estna menudo disponibles, pero el trmino mismo puede ser en-gaoso: casi siempre signica terapia cognitivo-conductual acorto plazo y rara vez se referir a psicoterapia psicoanaltica

    a largo plazo. La terapia cognitivo-conductual ve los sntomasde la gente como el resultado de defectos de aprendizaje. Conapropiada reeducacin, pueden corregir su comportamiento y

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    llevarlo ms cerca de la norma deseada. En s misma, la terapiacognitivo-conductual es una forma de condicionamiento queaspira a la higiene mental. No tiene lugar para las realidadesde la sexualidad o la violencia que yacen en el corazn de lavida humana. stas son vistas como anomalas o errores deaprendizaje ms que como impulsos primarios y fundamen-tales. De igual forma, los sntomas no son vistos como losportadores de la verdad sino ms bien como errores que debenser evitados, un punto al que volveremos ms adelante en estelibro.

    La terapia cognitivo-conductual, no obstante, es casi la

    nica terapia psicolgica ofrecida a travs de sistemas de saludpblica. Esto se debe a una razn muy simple: funciona. Peroquiz no en el sentido que deseamos. Como un tratamientosupercial, no puede acceder a complejos e impulsos incons-cientes. Lo que puede hacer es dar resultados en papel quemantengan felices a los agentes del Sistema Nacional de Salud.Viene equipada con sus propios exmenes y cuestionarios de

    evaluacin, los cuales tienden a dar resultados muy positivos.En el papel, puede ayudar a deshacerse de sntomas y hacerms feliz a la gente. Pero ms all del hecho de que los mtodosde cuestionarios son notoriamente poco ables, no toma encuenta los futuros o alternativos sntomas que la gente puededesarrollar ms adelante. Cuando stos aparecen, el pacientetermina anotado al nal en una lista de espera, y ya que lossntomas superciales pueden bien ser diferentes ahora, noparecer que el primer tratamiento fracas. na vez ms, ladiferencia entre fenmeno supercial y estructura subyacentees ignorado.

    Las aproximaciones psicoanalticas a la depresin son muydiferentes de aqullas de la terapia cognitivo-conductual. Siun paciente dice estoy deprimido, el analista no armarsaber lo que esto signica o lo que ser mejor para l. Por el

    contrario, ser una cuestin de desenvolver las palabras parasaber qu signican para ese individuo en particular y explorarcmo sus presentes problemas han sido moldeados por su vida

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    mental inconsciente. El analista no sabe ms que el paciente ysu principal meta no es deshacerse de los sntomas, incluso siesto llega a ser un resultado. Ms bien lo que importa es per-mitir que lo que se est expresando en los sntomas se articule,sin importar en qu medida est esto en desacuerdo con lasnormas sociales. Aqu el paciente es el experto y no el analista.

    El paciente en verdad sabe ms que el analista sobre losorgenes de sus problemas, pero este conocimiento es msbien peculiar. No es conocimiento consciente sino incons-ciente. El paciente lo sabe sin saberlo, de la misma forma enque podemos ser conscientes de que nuestros sueos sig-

    nican algo sin ser capaces de explicarlos o interpretarlos. Elanlisis estar enfocado a traer material inconsciente a la luz,y esto siempre ser un proceso difcil e impredecible. Nadapuede saberse por adelantado, y la relacin entre el paciente yel analista bien puede resultar ser tan turbulenta como cual-quier otra forma de lazo humano ntimo. Estas caractersticasdel anlisis signican que difcilmente puede encajar con lo

    que nuestra sociedad contempornea anti-riesgos consideradeseable: resultados rpidos y predecibles, absoluta transpa-rencia y la eliminacin del comportamiento no deseable. Esprecisamente la terapia cognitivo-conductual y no el anlisisla que arma ofrecer estas ltimas soluciones. El precio a pa-gar, no obstante, es un tratamiento cosmtico que apunta a losproblemas superciales y no a los profundos subyacentes.

    Pensar sobre el duelo y la melancola nos permite mover-nos ms all de estas caractersticas superciales a lo que yacedebajo de ellas; a diferencia de publicitar la nueva droga an-tidepresiva, no signica ningn gran negocio para nadie. Sinembargo, mientras leemos artculo tras artculo sobre cmo ladepresin es considerada una enfermedad cerebral, perdemospor completo cualquier sentido de que en el ncleo de la ex-periencia de inercia y de falta de inters en la vida de mucha

    gente est la prdida de una relacin humana muy queridao una crisis de signicado personal. Si estos factores no sonreconocidos en absoluto, se transforman en una vaga charla

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    sobre estrs y son relegados a la periferia del diagnstico.En nuestra nueva edad oscura, la experiencia individual y lavida interior inconsciente no tienen ya lugar en la forma enque nos incitan a pensar sobre nosotros mismos. Nuestras ca-rencias y deseos son tomados al pie de la letra, en vez de servistos como mscaras de conictos y a menudo deseos incons-cientes incompatibles.

    La depresin es un trmino demasiado general para ser-nos til. Aunque no todas las apariciones de estados depresivosindican un duelo o melancola subyacentes, estos conceptosnos pueden no obstante permitir aproximarnos al problema

    de la prdida con mucho mayor claridad. Pueden decirnos algosobre por qu una reaccin depresiva puede desarrollarse hastaconvertirse en un serio abatimiento sostenido o, por momen-tos, una terrible, interminable pesadilla de autoagelacin yculpa. En la vida diaria, los ms obvios detonantes de estadosdepresivos involucran a nuestra propia imagen. Algo pasa quenos hace cuestionarnos la forma en que nos gustara ser vis-

    tos: nuestro jefe hace un comentario crtico, nuestro amantese vuelve ms distante, nuestros colegas no reconocen algnlogro. En otras palabras, una imagen ideal de nosotros comodignos de ser amados es herida.

    Pero las depresiones son igual de probables no slo cuan-do una imagen ideal es cuestionada sino cuando en verdad lo-gramos alcanzar nuestro ideal: el atleta que rompe una marcamundial, el seductor que nalmente logra su conquista, el tra-bajador que obtiene la tan esperada promocin. En estas ins-tancias, nuestro deseo es de sbito eliminado. Tal vez hayamosluchado durante aos para alcanzar alguna meta, pero cuandono hay ya nada ms que alcanzar sentimos la presencia de unvaco en el ncleo de nuestras vidas. Muchas personas habrnsentido esto de alguna forma despus de terminar exmenes.El momento tan largamente esperado ha sido alcanzado y ahora

    slo hay tristeza.Estos estados depresivos no siempre llevan a largos seriosperodos de desesperacin y abatimiento, pero, cuando es as,

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    podemos sospechar que cuestiones de duelo y, en algunos ca-sos, melancola, estn presentes. Subidas y bajadas son porsupuesto parte de la vida humana, sera un error tornar pato-lgico cada episodio de tristeza. Pero cuando las bajadas co-mienzan a volverse una bola de nieve, acumulando su propioimpulso depresivo, debemos preguntarnos qu otros proble-mas han revivido o absorbido. En la mayora de los casos, estono estar disponible a la introspeccin consciente y requerirun dilogo y un anlisis ms cuidadoso.

    na mujer joven cay en una profunda depresin cuandonalmente fue capaz de mudarse con su novio. Haban con-

    tinuado una relacin a distancia durante dos aos, viajandoen nes de semana alternados a travs del Atlntico para ver-se. Cuando l estuvo de acuerdo en mudarse a Londres, pare-ca que el agotador horario de vuelos, jet-lagy extenuacinterminara al n. Ahora podran estar juntos y compartir unespacio por primera vez. Ambos estaban llenos de esperanza,sin embargo unos das despus de su llegada, ella se sinti

    triste, inerte y ansiosa. Al tiempo que estos sentimientos sevolvan ms penetrantes, la relacin se colaps, y slo aosdespus en su anlisis pudo dar sentido a qu fue lo que pre-cipit su estado depresivo. Por qu todo se haba derrumba-do precisamente en el momento en que ella consigui lo quequera?

    La explicacin inmediata era simplemente que ella ya notena ms deseos. La relacin se haba caracterizado por laaoranza y la distancia, y ahora que esas barreras haban sidoeliminadas, ya no haba nada ms que anhelar. La depresinera una consecuencia del vaco que este logro haba presen-tado. Aunque bien puede haber algo de verdad en este puntode vista, la situacin era de hecho ms complicada. En qu,despus de todo, haba consistido la relacin a distancia? Altiempo que describa los viajes de n de semana de ida y vuel-

    ta a Estados nidos, se dio cuenta de que la clave para ellahaban sido los momentos de partida; los momentos, en otraspalabras, cuando ella tena que despedirse. Sus recuerdos

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    estaban enfocados alrededor de estas escenas llorosas y emo-cionales en los aeropuertos de Heathrow o JFK. Pero por queran tan importantes?

    Cuando ella tena catorce aos, su padre muri de cncer;sin embargo, nadie en la familia le haba dicho lo que l pa-deca o que resultara ser fatal. Ella saba que l estaba mal,pero aun as la noticia de su muerte sobrevino como un terri-ble e impredecible shock. Ella haba asumido durante todo esetiempo que lo vera pronto, sin embargo cuando fue llamadafuera de la clase en la escuela para recibir la mala noticia, fuecomo si, dijo ella, nada tuviera ya sentido. l haba estado

    en el hospital durante varias semanas, sin embargo ella nohaba podido verlo. l muri sin que ella pudiera decirle adisjams.

    Entendi entonces lo que haba sostenido la relacin consu novio y tambin lo que la haba terminado. No haba sidoun accidente que ella se enamorara de un hombre que viva tanlejos. Los viajes de n de semana le permitan escenicar lo

    que ella llamaba nuestros cientos de adioses. Cada vez quepartan, ella deca adis apasionadamente, exactamente comonunca haba sido capaz de hacer con su padre. Fue precisa-mente en el momento en que ya no pudo decir adis, cuandosu novio se mud a Londres y as elimin la distancia entreellos, que su amor comenz a declinar y comenz la depresin.Debajo de los sentimientos depresivos estaba un duelo no re-suelto por la muerte de su padre.

    * * *

    Para empezar a pensar en la cuestin de la prdida y el due-lo, podemos comenzar con el breve ensayo de Freud Dueloy Melancola, esbozado en 1915 y publicado un par de aosdespus. Quiz demos por sentado que tanto el duelo como

    la melancola involucran respuestas a una prdida. Si el due-lo se reere a la labor del dolor subsecuente a una prdida,asociar la melancola con la experiencia de la prdida no era

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    de ninguna forma un punto de vista bien recibido. Antes deFreud, la literatura mdica no los haba relacionado de unaforma tan sistemtica.

    Leyendo textos previos, nos topamos con asociaciones oca-sionales entre la melancola y la prdida, pero stas tienden aser tratadas como detalles contingentes y ms bien episdicos.obert Burton, autor del amplio texto natoma de la melan-cola, publicado por primera vez en 1621, escribi bromeandoque la melancola era conocida para pocos, desconocida to-dava para menos, pero estudios recientes del concepto demelancola han destacado sus formas cambiantes y la ines-

    tabilidad de sus sntomas caractersticos. Si hoy en da laasociamos con la tristeza o con una nostalgia dolorosa, en elpasado era a menudo relacionada con estados manacos o conperodos de creatividad. Al mirar entre las diferentes descrip-ciones, los sntomas ms comunes seran un sentimiento demiedo y tristeza sin causa evidente. Hasta bien entrado el siglodiecinueve, la tristeza y el sentirse decado no eran rasgos de-

    nitorios de la melancola. De hecho, la jacin por un solotema, despus conocido como monomana, era un criterio mu-cho ms comn. Y el panorama clnico de la melancola quepodemos destilar de tales recuentos pone un mayor nfasis enla ansiedad que en los sentimientos de depresin.

    Esto puede parecer sorprendente, especialmente dada latendencia de cierto pensamiento psiquitrico a separar la an-siedad de la depresin. Aunque la mayora de los psiquiatraspracticantes son conscientes de que los dos estados no puedenser tan rpidamente diferenciados, todava es comn en la li-teratura encontrar que estos dos son tratados de forma se-parada. Sin embargo, cualquiera que ha experimentado unaprdida puede estar familiarizado con el ritmo inquietante deun sentido de agotamiento seguido de uno de temor expectan-te. Nadie jams me dijo que el dolor se senta tan parecido al

    miedo, se lee en el primer enunciado de Una pena en obser-vacin, el relato de C. S. Lewis de sus sentimientos despus dela muerte de su esposa debida al cncer. De hecho, la forma

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    ms pura de la ansiedad se encuentra en la melancola, y tra-taremos de explicar por qu ms adelante.

    Freud vio tanto al duelo como a la melancola como for-mas en que los seres humanos respondemos a la experienciade una prdida, pero cmo las diferencia? El duelo involu-cra la larga y dolorosa labor de separarnos del ser amado quehemos perdido. Su funcin, escribe Freud, es separarlos recuerdos y esperanzas de los sobrevivientes de la personamuerta. El duelo, entonces, es diferente del dolor. El dolores nuestra reaccin a la prdida, pero el duelo es cmo pro-cesamos este dolor. Cada recuerdo y expectativa ligada a esta

    persona que hemos perdido debe ser revivida y confrontadacon el juicio de que se ha ido para siempre. ste es el difcily terrible perodo en el que nuestros pensamientos regresanperpetuamente a la persona que hemos perdido. Pensamos ensu presencia en nuestras vidas, volvemos a recuerdos de mo-mentos que pasamos juntos, imaginamos que los vemos en lacalle, esperamos escuchar su voz cuando suena el telfono. De

    hecho, los investigadores arman que al menos un cincuentapor ciento de personas aigidas de hecho experimentan algunaforma de alucinacin de la persona amada perdida. Ellos estnah, obsesionndonos durante el proceso de duelo, pero cadavez que pensamos en ellos, una parte de la intensidad de nues-tros sentimientos est siendo fraccionada.

    Las acciones cotidianas como ir de compras, caminar enel parque, ir al cine o estar en ciertas partes de nuestra ciudadde sbito se tornan increblemente dolorosas. Cada lugar quevisitamos, incluso el ms familiar, revive recuerdos de cuandoestuvimos ah con la persona que ambamos. Si comprar en elsupermercado o caminar por la calle con nuestro compaeronunca haban sido experiencias particularmente especiales,hacerlas ahora se vuelve doloroso. No es slo el resurgimientode recuerdos felices ligados a aquellos lugares que importan,

    sino el hecho de saber que no los veremos ah nunca ms. In-cluso las nuevas experiencias pueden volverse angustiosas. Veruna pelcula, ver una exposicin o escuchar un fragmento de

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    msica nos hace querer compartirlo con aqul que hemos per-dido. El hecho de que no est ah hace que nuestra realidadcotidiana parezca agudamente vaca. El mundo a nuestro alrede-dor parece albergar un lugar vaco, un hueco. Pierde su magia.

    Con el tiempo, nuestro apego disminuir. Freud le dijo auno de sus pacientes que este proceso llevara entre uno y dosaos. Pero no sera fcil. ecaemos, dijo, a causa de cualquieractividad que causa dolor, y as hay una sublevacin en nues-tras mentes en contra del duelo. No pasar automticamentey tal vez incluso estemos haciendo todo lo posible para resis-tirnos a ello sin saberlo conscientemente. Si no obstante so-

    mos capaces de seguir el proceso de duelo, dicho dolor sevolver menor, junto con nuestros sentimientos de remordi-miento y de autorreproche. Nos damos cuenta poco a poco deque la persona que ambamos se ha ido y la energa de nuestroapego a dicha persona se volver gradualmente menor para quealgn da pueda quizs estar vinculada a alguien ms. Nos da-remos cuenta de que la vida an tiene algo qu ofrecer.

    na mujer que perdi a su madre a una edad muy jovenera perseguida por la poderosa imagen de la tienda de dulcesdonde ella alguna vez trabaj. Los detalles de la tienda, loscolores y olores estaban todos tan presentes para ella como lohaban estado durante tantos aos atrs, y, como seal ellamisma, estaban incluso ms presentes. La muerte de la madrehaba vuelto estas sensaciones ms agudas, como si hubieransido amplicadas por su ausencia. Como tomaron el valor deindicador de la madre perdida, crecieron en intensidad. Sinembargo, despus de un prolongado y difcil proceso de duelo,la tienda de dulces apareci ante ella en un sueo rodeada, porprimera vez, por otras tiendas. La tienda de dulces, dijo ella,era slo una tienda entre todas las dems. El duelo ha-ba desecho el apego al indicador privilegiado y la tienda ya noera especial.

    Freud no se reere simplemente al duelo aqu. sa la ex-presin de trabajo de duelo, en una frase que recuerda elconcepto que ya haba introducido en su libroa interpretacin

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    de los sueos, el trabajo de sueo o trabajo onrico. Eltrabajo de sueo es lo que transforma un pensamiento o deseoque quiz tenemos en un sueo maniesto, complejo. Consisteen desplazamientos, distorsiones y condensaciones, equiva-lentes al mecanismo del inconsciente mismo. Freud usa elmismo tipo de expresin para hablar del duelo, quiz para in-dicar que no slo son nuestros pensamientos sobre la personaamada perdida los que cuentan, sino lo que hacemos con ellos:cmo son organizados, dispuestos, repasados, alterados. Eneste proceso, nuestros recuerdos y esperanzas sobre aqul quehemos perdido deben ser sacados a la luz en todas las posibles

    formas en que han sido registrados, como mirar un diamanteno slo desde un ngulo sino desde todos los ngulos posibles,de modo que cada una de sus facetas pueda ser observada. Entrminos freudianos, debe accederse al objeto perdido en to-das sus representaciones variables.

    Cuando Freud habla del objeto perdido no quiere deciruna persona perdida por la muerte. La frase tambin puede

    referirse a una prdida que sobreviene debido a la separacino el extraamiento. Aquel que hemos perdido puede an estarah en la realidad, aunque la naturaleza de nuestro vnculo conesa persona haya cambiado. Pueden incluso estar viviendo enla misma casa, o en la misma ciudad, y es claro que el signi-cado de la prdida depender de las particulares circunstanciasde cada individuo. El luto es quiz el ms claro ejemplo de unaprdida, ya que seala una ausencia real, emprica, pero Freudpretenda que sus ideas tuvieran un alcance ms amplio. Lodecisivo ser la eliminacin de cualquier punto de referenciaque ha sido importante en nuestras vidas y que se ha conver-tido en el centro de nuestros apegos. En el duelo, este puntode referencia no slo es eliminado, sino que su ausencia estsiendo registrada, inscrita indeleblemente en nuestras vidasmentales.

    * * *

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    Si las prdidas y las separaciones no son asimiladas de maneraadecuada, sus efectos pueden perdurar toda la vida y provocaren los individuos un sopor eterno, un inerno psquico disociadodel entorno que los rodea. sta es la tesis que el psicoanalista

    britnico Darian Leader expone en La moda negra. Duelo me-lancola y depresin.

    Leader explora a fondo las dos categoras que considera fun-damentales: el duelo y la melancola, y muestra con claridad cmolos matices que diferencian a una de la otra son esenciales paracomprender cada caso particular. La creacin de un conceptoderivado de la prctica mdica, la depresin, parece ser la piedra

    angular de un negocio rentable anclado en la frentica carrera delser humano hacia el progreso econmico y la adoracin fanticapor la tecnologa. La industria farmacutica moderna, a travs de laventa de antidepresivos, modica y normativiza el comportamien-to de los pacientes: suprime los sntomas sin cambiar la condicinde su estado mental, y crea dependencia de los tratamientos.

    El autor considera que la principal funcin del arte es la de ser

    un vehculo que permite acceder al dolor ocasionado por las pr-didas, un puente entre los objetos y el lenguaje que los nombra,y en esa medida es la va suprema para elaborar uno de loselementos ms constitutivos de la existencia, la prdida. El artepermite acceder a lo irrepresentable y reconciliarnos con el do-lor producido por lo que nos rebasa. Su libro es una radiografapunzante de un mundo de autmatas empastillados, empeado

    en mecanizar las profundidades de lo que separa al hombre delresto de las especies del planeta.

    Convincente, fascinante y sabio. [] Un anlisis brillante delduelo y la depresin de uno de nuestros pensadores contempo-rneos ms importantes.

    Hanif KureisHi

    Leader plantea una nueva forma de pensar acerca de la mente, yde nuestra manera de vivir. La moda negra es de lectura obligada.

    JoHn Burnside, Daily Telegraph

    ISBN 978-84-96867-92-5