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16mar2015

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Por una nueva experiencia del gobierno económico: unllamamiento a Podemos

2 comentarios

Antonio Negri

Filósofo, militante y escritor italiano, autor, junto a Michael Hardt, de la trilogía

formada por Imperio, Multitud y Commonwealth

Raúl Sánchez Cedillo

Activista y traductor. Participa en fundaciondeloscomunes.net (@sanchezcedillo)

En la prensa internacional que se ocupa de la cuestión de Syriza se expresa a

menudo una cierta molestia: los griegos se habrían presentado a las

negociaciones de Bruselas con actitudes desenfadadas, poco acordes con la

etiqueta diplomática. ¡Qué sensación más extraña provoca este juicio si

comparamos la franqueza del comportamiento de Varoufakis con la grisura de

Schäuble! Parece una escena del Avaro de Molière: un presunto derrochador de

fortunas al lado de un burgués que defiende con los cinco sentidos el dinero

acumulado! Al margen de la escena, leamos la pièce desde otra perspectiva:

tenemos así a Varoufakis, libre representante de una multitud de trabajadores

que exige, para estos, la posibilidad de producir valor y de crear riqueza –frente a

él, Schäuble como vicioso guardián de las finanzas de los ricos; Varoufakis como

imagen del trabajo, Schäuble como agente de la extracción del valor de ese

esfuerzo y esa imaginación.

Durante un largo periodo en Europa, la variable salarial fue el aguijón del

desarrollo capitalista. El Estado, los Estados, pagaban este estímulo del

desarrollo: por tal motivo nació el llamado Welfare State y por primera vez en la

historia se presentó una cierto bienestar para las clases trabajadoras. Estas

habían salido de su minoría de edad, se presentaron en la escena política y

tradujeron la cuestión del salario y del Welfare en el efecto de una relación de

fuerzas que les era favorable. Razón por la cual los Estados se endeudaron a

cambio de paz social. Ahora, en la crisis, la casta patronal y política europea pide,

exige e impone a los trabajadores el resarcimiento de ese gasto y lo llama deuda.

Y así el dominio se representa bajo la figura de la deuda. En la crisis se repiten los

orígenes del capitalismo. El origen remite a la acumulación desenfrenada y al

monopolio de la distribución social de la riqueza y de la moneda. Nacen de esta

suerte la sociedad y el poder de la burguesía, constitucionalizando sus intereses y

basando su propia identidad en la explotación de todo el trabajo social. Así, pues,

el problema no es la deuda, sino cómo se ha formado; no su cantidad, sino su

cualidad, el modo en que determina la vida de todos.

Con la modificación de las relaciones de fuerza, la deuda se ha convertido en una

condena, no para quienes la contrajeron (los patronos, al objeto de mantener la

paz social), sino para los trabajadores, que de buena gana habrían prescindido de

esa paz porque renovaba su subordinación. Y lo que hay que romper es esa

relación de subordinación. Podemos –así nos parece– tiene la posibilidad de

empezar a terminar con este escándalo en España y en Europa. ¿Por qué? Porque

España es la cuarta economía de Europa, porque su consistencia demográfica y

económica la pone al abrigo de chantajes y de maniobras de exclusión, porque

una iniciativa democrática que parta de España –de revisión de la deuda pública,

de compensación y de nuevo impulso del crecimiento en forma de créditos y de

ayudas estructurales– no podrá ser tratada con arrogancia por la emperifollada

diplomacia de Bruselas, sino que, por el contrario, podrá sumarse al interés y al

despertar político y constituyente de las otras fuerzas democráticas en Europa.

Ahora bien, una política económica de renovación solo puede partir de la

eliminación de la injusticia fiscal. Exige por ende la imposición de criterios

fuertemente progresivos en materia de impuestos, un control lúcido de las

actividades bancarias, una tasa sobre las transacciones financieras –y todo ello

vinculado a una política de destrucción de los paraísos fiscales y de la renta

financiera. La nuestra es una firme llamada al intervencionismo fiscal. No se nos

escapa hasta qué punto el intervencionismo puede resultar contraproducente y

devolvernos a las peores versiones del jacobinismo, cuando al sacrosanto sentido

de la justicia se unen otras tantas dosis de sectarismo plebeyo: pero en lo que

atañe a la cuestión fiscal, es necesario. Más allá de sus excesos, se trata en este

caso de una representación del sentimiento de igualdad que la democracia

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Dominio público » Por una nueva experiencia del gobierno económico... http://blogs.publico.es/dominiopublico/12868/por-una-nueva-experienc...

1 de 4 16.03.2015 10:16

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produce y de un aspecto fundamental de una voluntad constituyente renovada.

En este terreno es perfectamente legítimo recurrir a aquella vigorosa persuasión

moral –el alma del pensamiento democrático, según Jefferson– ejercida con

frecuencia y eficacia por los movimientos multitudinarios. El replanteamiento,

junto a esta experiencia de justicia, junto a este sentido de la igualdad, de una

nueva experiencia constituyente para la Unión europea representa el verdadero

tema de la crítica de la economía política de nuestro siglo. ¿Quiénes pagan

impuestos, en qué cantidades y para qué fines? Se trata de una cuestión cuya

reintroducción es tachada de vulgar por la casta, pero que resulta fundamental en

todas las experiencias constituyentes de la modernidad. Y si hoy estamos más

allá, si estamos ya en la postmodernidad, ello significa que no basta con hacer un

discurso sobre la distribución social de las ganancias, sino que es necesario más

bien desarrollar un discurso económico que, partiendo de la reproducción de la

vida y de la riqueza, acceda a los temas de la producción social. La batalla

democrática tiene que plantearse y ganarse en el terreno de la producción.

Así, pues, ¿keynesianismo, postkeynesianismo? Una vez que hemos reconocido la

naturaleza reaccionaria del ordoliberalismo y por ende de la constitución misma

del BCE bajo el poder de mando del Bundesbank, ¿qué marco económico y

empresarial se ha de estimular? ¿Y quién debe ser el actor fundamental de este

renacimiento económico y al mismo tiempo democrático? El problema es difícil, y

lo es porque es nuevo. Vieja es, por el contrario, la historia sagrada de la

laboriosidad y la austeridad del experimento de la RFA. Viejo es el credo

ordoliberal de la «economía social de mercado» con Erhard su profeta y la

Reforma monetaria de 1948 como el primero de sus milagros. Una vez que

terminó su función anticomunista, promovida y organizada por los ocupantes

angloestadounidenses, el evangelio ordoliberal se convierte hoy paradójicamente

en el instrumento de destrucción de las defensas erigidas contra un

neobismarkianismo alemán que, de nuevo, se eleva como amenaza contra la paz

y la democracia en el continente.

Cuando decimos que estamos en la postmodernidad nos planteamos, para

empezar, el tema del sujeto económico central, capaz de interpretar y guiar la

reforma que el acto de producir (en la forma de una producción que es social)

exige. Ahora bien, cuando nos planteamos esto en la España de hoy no podemos

dejar de remitirnos al pueblo del 15-M. Precariado, fuerza de trabajo cognitiva,

trabajadores/as de la industria y de los servicios, enseñantes y estudiantes,

trabajadores/as de los cuidados y de la salud, parados que trabajan

esporádicamente y en negro, mujeres y hombres: se trata de un pueblo

explotado por el capital global, una multitud social de la que se extrae plusvalor.

El capital financiero extrae valor de la sociedad en su totalidad, en todos sus

tiempos y espacios. Frente a esto, el sujeto que actúa dentro de estas condiciones

debe acceder al conocimiento de la violencia y de las dimensiones del dominio

capitalista, así como de la forma en que este se ejerce, si quiere desprenderse de

la austeridad y eventualmente de la miseria, y si quiere sustraerse a los

mecanismos de la explotación. Lo que combatimos (y desde luego aquí no se

trata de plantear cuestiones ideológicas) no es solo el egoísmo y la avidez de

dinero y poder, ni tampoco el individualismo moral que traen consigo: si no

llevamos este discurso de radicalidad democrática dentro de la producción

económica y dentro de la vida de todos los días, nos arriesgamos a que nuestra

acción resulte completamente insuficiente. Entonces, nuestra tarea consiste en

movernos para construir, en el común, formas de redistribución de la riqueza y en

desarrollar una labor de liberación del trabajo social productivo.

El welfare o las políticas de bienestar son el primer terreno de esta batalla. Un

elemento fundamental de un nuevo welfare es una renta básica garantizada y

digna para vivir nuestra propia vida, para ejercer nuestra propia ciudadanía

iguales y libres, al abrigo de los chantajes y los privilegios, de las corporaciones y

de la corrupción de las mafias de toda especie. La renta básica se ha de plantear

entonces como uno de los elementos principales de todo programa económico. A

partir de una renta básica garantizada y digna para todos pueden desarrollarse

políticas de gestión y de empresariado cooperativo y abrirse nuevos «servicios

humanos para el ser humano»: hospitales, escuelas, viviendas, transformación

ecológica de la producción, de los transportes y de las ciudades, producciones

basadas en el software y el hardware libres (lo que los compañeros ecuatorianos

y españoles han llamado la FLOK society). Algo fundamentalmente distinto del

neoextractivismo en su versión española, hecho de devastación ecológica y social

de los territorios sometidos a economías de explotación y precariedad

desenfrenadas. Sí, pero también –solo por subrayar momentos de una

excepcional importancia– medidas inmediatas que saquen de la miseria a los

pobres y una gran política que lleve a las mujeres a sentirse finalmente

ciudadanas inter pares, que ayude a las mujeres a emanciparse no solo dentro del

patriarcado y de la familia, sino que al mismo tiempo la respalden en las

peripecias de su liberación; que den a las y los ciudadanos migrantes la plena

ciudadanía del trabajo que les corresponde in primis, porque a nadie se le escapa

que ellas y ellas han sido también, en los últimos veinte años, la base humana del

crecimiento del sector inmobiliario y de los servicios a las personas y sobre todo

del mantenimiento del sistema público de pensiones.

Se trata con esto de formas de acciones productivas que se inscriben en la

construcción del común. Necesitamos «cámaras metropolitanas del trabajo» que

preparen instrumentos de lucha y figuras de organización del vivir común. Y esto

no solo se aplica al salario social (renta básica), sino también al salario de las y

los trabajadores: la iniciativa sindical tiene que medirse con el campo social, se

hace necesario adoptar y ampliar las formas de lucha ya experimentadas en las

mareas y sobre todo por la PAH. Se trata de un gran objetivo: la unificación, en

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Dominio público » Por una nueva experiencia del gobierno económico... http://blogs.publico.es/dominiopublico/12868/por-una-nueva-experienc...

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un proyecto fuerte y participativo, de la iniciativa mutualista y cooperativa con la

sindical –para la construcción del común. Y a este respecto no se puede olvidar

que la PAH es algo más que un modelo de referencia, es una máquina de guerra

que está devolviendo vida y esperanza a miles de personas.

Podemos y sus economistas hablan de una acción inspirada en el keynesianismo

para volver a poner en marcha la máquina productiva del país. No le falta utilidad

a esta reivindicación keynesiana para atacar directamente las medidas

ordoliberales de control social y económico. Pero reinventar hoy el keynesianismo

político no es una tarea fácil después de su derrota política, después de Thatcher,

después de Blair y Schröder. Sin embargo, puede empezar a ser un terreno

favorable para la recuperación de iniciativas empresariales y la introducción de

políticas redistributivas eficaces si se propone un nuevo ámbito de programas

sociales y de decisión política que incidan directamente en la relación entre capital

financiero y sujeto productivo social. El pueblo del 15-M del que hemos hablado

puede asumir aquí un papel protagonista. Pero surge la objeción: se trata de una

multitud no organizada, es una acumulación de fuerzas distintas. Y lo es, pero

puede tornarse en algo muy diferente. Adentrándonos en esta divisoria, se hace

necesario un discurso y una práctica de (nueva) lucha de clases. Tras el 15-M,

puede acometerse el tránsito de la defensa y conservación del Welfare a la

construcción europea de un poderoso Commonfare.

Cuando llegó al gobierno en 1933 y quiso construir un New Deal que

reconquistara a la clase obrera para el desarrollo industrial, Roosevelt se propuso

por encima de todo construir un sindicato nuevo, un sindicato del obrero masa

(varón y predominantemente blanco). Y así lo hizo, al objeto de que funcionara su

reforma política: es decir, impulsó la sindicalización de las nuevas figuras obreras,

taylorizadas en la gran empresa fordista –y así nació el Congress of Industrial

Organizations, antagonista de los capitalistas en el terreno del trabajo; y a su

hegemonía se subordinaron los viejos sindicatos del obrero profesional:

corporaciones a menudo corruptas e incapaces de construir una universalidad

para toda la clase explotada.

Hoy se trata, en las nuevas condiciones, de actuar de la misma manera: de

construir una coalición de las y los trabajadores de las redes sociales y digitales

que corresponda a la nueva composición de las clases trabajadoras; de unificar

mutualismo, instituciones cooperativas y, sobre todo, de construir una fuerte

sindicalización de lo social. La renta básica contra la exclusión es fundamental,

pero no es suficiente para determinar el éxito de este proyecto. La revisión de la

deuda pública, el impuesto sobre las grandes fortunas y sobre las transacciones

financieras son elementos igualmente esenciales. Lo decisivo es construir un

sujeto que aúne interés económico y civil, integrando las diferencias de la

multitud; que construya de tal suerte una acción política coherente y continua,

una agitación que abra desde abajo la reforma constituyente.

En la búsqueda de estas nuevas figuras de la democracia económica –y

plasmándolas eventualmente mediante el gobierno del país– podrá ponerse en

marcha el empresariado social de la multitud. Debemos arrebatar a las castas

políticas y financieras el injustificado monopolio ideológico e institucional sobre la

capacidad de hacer empresas. Cuando se actúa con sensatez, la crítica económica

y los programas de reforma nacen de la relación entre gobierno y multitudes.

Estas no preexisten a la acción política desde abajo. Pero cuando las iniciativas

populares se hacen gobierno, hasta la teoría económica puede acometer su

renovación. Necesitamos una nueva ciencia del gobierno económico de la

sociedad postmoderna. Muchos esperan de Podemos la introducción a este saber,

que no solo consiste en la excelencia de la táctica de gobierno, sino también en la

estrategia de las multitudes y en la propuesta de una democracia real en Europa.

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2 Comentarios

• •

slotero •

Muy buena base para saber que es lo que se quiere conseguir. Y para tener claros

ciertos conceptos. Enhorabuena por el articulo.

• •

Ibán de la Fère •

Genial

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