Post on 28-Jan-2016
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Sin nada Víctor tú estás
Raúl Cota Álvarez
Cuando la coordinación de fomento editorial, a través de paloma Vergara, me hizo
la invitación a comentar el presente libro sobre la obra de Víctor Bancalari, a
cargo de Antonio Sequera, lo primero que pensé fue que hay al menos una media
docena de escritores que pueden hablar de Bancalari, su persona y su obra,
desde una posición más personal, cercana y vivencial que yo. Sin embargo, no
podía dejar pasar la oportunidad de releer lo poco que hasta entonces había
abordado de su obra y leer lo que aún no conocía, para así hablar desde el lector
sobre un personaje que merece atención, lectura y crítica hacia su producción,
centrada temporalmente sobre todo en la década de los ochenta en publicaciones
como: Panorama, Alternativa, La Cachora, Mar Abierto, Mural, La extra, Nuevo
sur, Plural…
Si bien su poesía abreva de los imaginistas, conceptualistas, además de otros
anclajes en la vanguardia literaria de la época, y su imagen es considerada como
la de una intenso crítico multidireccional y un sarcástico ente de fluido intelecto,
considerarlo, como lo hicieron algunos en su momento, un poeta maldito, es
exagerado por decir lo menos, etiquetas como ésta le restan a la propuesta
atemporal de Bancalari, sobre todo la aforística crítica social, de la cual nombro
tres de las contenidas en el libro:
--Pobre izquierda: tan cerca del cheque y tan lejos de la decencia--
(Si ampliamos la frontera de la ideología política, su actualidad se refresca)
--Los jesuitas advirtieron un rasgo muy desagradable (para ellos) en los indios de
por acá: les gustaba mucho reírse de la gente. Hasta la fecha—
--Así como Ignacio Del Rio inició su carrera como historiador sobre los
cuadriláteros, nada raro sería, entonces, encontrarnos un día al Chango Carballo
en la dirección de cultura--
Una obra que fue dispersa, compartida con sus amigos literarios (Edmundo
Lizardi, Bernardo Arellano, Ernesto Adams, Arturo Medellín, Manuel Cadena,
Javier Manríquez, Rocío Maceda, entre otros) y afortunadamente conservada por
algunos de ellos a pesar de lo que menciona Sequera en la introducción: “la
ausencia de archivos hemerográficos completos de las diversas revistas,
periódicos, suplementos culturales de los años setenta a los noventa”, (y que
afecta de igual manera a los premios literarios municipales y algunos estatales que
sólo premian con un monto económico al ganador e ignoran tanto la publicación
del texto premiado como la conservación del mismo para posteriores referencias)
y que desde hace algunos años comienza a difundirse y hoy tenemos una reunión
de su poesía y narrativa de la mano de Antonio Sequera Meza, que elabora un
estudio introductorio inteligente, lúcido, bien fundado, y acertado al abordar
de nuevo un análisis y selección de los trabajos de este autor.
El trabajo de rescate al que se ha dedicado Sequera llevaba algún tiempo a la
caza de la permanencia de la literatura de Bancalari entre los lectores, una labor
más allá de la investigación y recuperación, un esfuerzo sensorial e intuitivo que
permite leer en un orden puramente literario fuera de cronologías que poco o nada
nos dirían de los pulsos que generaron las líneas que hoy nos convocan.
En mi caso, es ocioso nombrar los datos referentes a la personalidad de Víctor,
consultados y consultables en diversas publicaciones, como la presentación que
hace Manuel Cadena a una muestra de la literatura de Víctor en “Narrativa y
poesía”, libro editado por Samsara; en El país de las espinas, estudios sobre
narrativa en Baja California Sur, por editorial Praxis; De la tradición oral a la
textualidad, B.C.S. en el tiempo y en la antología Latitudes poéticas de La
Cachora, ambas de la colección Bicentenario, la antología Voz de la estirpe,
compilada por Leonardo Varela y editada por el ISC, entre otros.
Más allá de esto,
La poesía de Víctor, de atinada economía verbal, de imágenes que encuentran su
sitio exacto y una piel oral que se renueva en cada verso, son producto de un
oficio cuidado en soledad, pulido en comunión con sus lecturas y su agudeza
intelectual lejos de los reflectores y la pantomima de “encuentros de escritores”, el
suyo fue un trabajo de crecimiento desde el enclaustramiento, desde la lectura y la
asimilación de un entorno que desdibujó en la profunda observación de su
entraña.
Para muestra, tres poemas que habitan entre otros, esta obra:
A la terca provincia de Ulster
Junta tus noches de horror, Irlanda,
tus mártires,
tu hambre;
recuerda el precio de un lobo:
2 libras un lobo…una libra
Y 6 chelines, un irlandés muerto;
recuerda todo eso,
recuerda todas tus noches de horror, Irlanda;
júntalas
y haz una sola, magnífica en furia.
Sílabas de 3 am
Viento de mi infancia
golpea en los cristales fríos
del alba.
Deshoja las parras.
Anima los sueños.
Bajo la falsa lluvia
todo el patio, ilusorio,
también es charco.
He demorado el sueño
para gozarlo.
Esta noche, ballenas de lomos curvos
relucientes de espuma,
cruzan entre la niebla el océano.
Agua marina
Nadie ve la sombra,
el agua está oscura bajo
las nubes,
y los peces buscan la luz
en una gota.
La narrativa en Bancalari viaja de la parodia a la crítica franca, apenas disfrazada
con un nutrido oficio literario. Con episodios consciente o inconscientemente
humorísticos, la obra narrativa de Víctor Bancalari es sólida en estructura y
abordajes. La batalla de los divisaderos, El bar de la isla, Falsa fundación y En las
cumbres de Ligüi, me atraparon en ese sentido.
Esta no es una lectura obligada, no es parte de la pedantería academicista que a
fuerza de encauzar ideas de grupo busca la identificación obligada con
percepciones sectarias. Este libro es una agradable recomendación producto del
disfrute, no sólo de un escritor que vivió al límite de su percepción y su tiempo, lo
es también gracias a la iniciativa de un apasionado de la permanencia literaria y
de la sutura generacional por medio una tinta nueva que los reúne frente al tiempo
que los lee. Lo dijo acertadamente Edmundo Lizardi en una entrevista sobre Víctor
Bancalari: “El mejor homenaje es leyéndolo. Que su prosa sobreviva, ése sería el
mejor homenaje”.
Hoy, no sólo su prosa, su literatura lo sobrevive y es una excelente oportunidad de
vivirla. Queda a preferencia del lector, antes de degustarlo, guardarlo un rato en el
congelador para destaparlo bien frío, y beberlo con la mirada; es lo que Víctor
habría pedido. Muchas gracias.