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Sebastián Stavisky La primera víctima inmediata
La primera víctima inmediata. Significaciones anarquistas en
torno a la muerte a principios del siglo XX en Argentina
The first immediate victim. Anarchist significations over death at the
beginning of twentieth century
Sebastián Stiavisky*
Resumen
El presente trabajo se propone analizar las representaciones construidas por
la prensa anarquista –y, más específicamente, el periódico La Protesta
Humana- sobre el asesinato de Cosme Budislavich, conocido como la primera
víctima del movimiento obrero en Argentina. Para ello se buscará, en primera
instancia, describir el sistema de significaciones del anarquismo en torno a la
muerte. Luego, se intentará reconstruir el contexto social en que tuvieron
lugar los hechos, sucedidos a las puertas de la Refinería Argentina de Azúcar,
en la ciudad de Rosario. Finalmente, se realizará un análisis de los ritos
fúnebres desplegados a propósito de la muerte, poniendo especial énfasis en
el estudio de la simbología ritual manifiesta.
Palabras clave
Anarquismo – Antropología de la muerte – Etnohistoria – Movimiento obrero –
Rito
Abstract
This paper analyzes the representations constructed by the anarchist press
and, more specifically, the newspaper La Protesta Humana, on Cosme
Budislavich murder, known as the first victim of the labor movement in
Argentina. For this look, first of all, I will describe the system of meanings of
anarchism around death. Then, I will try to rebuild the social context in which
the events took place, happened at the gates of the Refinería Argentina de
Azúcar, in the city of Rosario. Finally, I will analyze the burial rites deployed
1
Sebastián Stavisky La primera víctima inmediata
about death, with particular emphasis on the study of ritual symbolism
manifested.
Key words
Anarchism – Anthropology of death – Ethnohistory – Labor movement – Rite
Introducción: entre la estructura y el acontecimiento
La historia del siglo XX puede ser medida a partir múltiples unidades,
cada una de las cuales se propone como axioma capaz de explicar el
largo período como si se tratara de un minuto en la vida de una
persona. Una de estas unidades es el crimen.1 Pero no cualquier
crimen, sino aquel cuya transgresión es producida por quien se erige en
responsable de velar por la no ruptura de la prohibición. La historia
argentina del pasado siglo se encuentra plagada de ellos. Algunos más
resonantes que otros debido a su magnitud homicida, como la semana
trágica, el bombardeo a la Plaza de Mayo y el genocidio de la última
dictadura cívico-militar. Otros, en cambio, no siendo menores, han
pasado a la historia de manera casi silenciosa, desapercibida para el
oído que se dirige al pasado sin la escucha atenta característica del
investigador. Entre ellos podría ubicarse el caso de Cosme Budislavich.
Era austríaco, de poco más de 30 años. Hacía poco que había
llegado al país y trabajaba como elevador en los talleres de la
Refinería. No tiene familia en el país. Las versiones policiales lo
presentan como un anarquista peligroso y vicepresidente de la Casa
del Pueblo. Aparte de que la Casa del Pueblo no tiene presidente ni
vices, estamos en condiciones de asegurar que Budislavich no era
1* Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires. Maestrando en Antropología Social y Política por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Investigador del Instituto de Investigaciones Gino Germani. E-Mail: seba7783@hotmail.com.? Para algunos, “obsesionados por la historia o por lo que denominan `la memoria´ -escribe Badiou (2009)- (…), el siglo es el lugar de acontecimientos tan apocalípticos, tan espantosos, que la única categoría apropiada para decretar su unidad es el crimen”. Badiou, Alain (2009).
2
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conocido entre los anarquistas, ni se sabe que estuviera afiliado a
ningún centro obrero.2
En síntesis, a Budislavich no lo conocía nadie. Y seguramente pocos lo
hubieran conocido de no haber sido asesinado durante una huelga de
trabajadores de la Refinería Argentina de Azúcar el 20 de octubre de
1901 en la ciudad de Rosario. Sacrificio inesperado que le otorgó la
gracia de ser tributado con el título de “primera víctima inmediata del
grandioso movimiento obrero que aquí nace”3.
¿Qué hubo de novedoso en el modo en que el crimen fue significado por
la prensa anarquista? ¿Qué de repetición de un pensamiento que se
obstinaba por mantener su coherencia interna? Estas preguntas –en
torno a las cuales girará el análisis etnohistórico de las fuentes
recopiladas- obligan a ensayar una distinción entre el sistema de
significaciones de la cultura anarquista y aquello que, ante la muerte
del obrero austríaco, se recortó de manera distintiva. Se trata, por
tanto, de indagar en la distinción largamente teorizada entre estructura
y acontecimiento.
En la “Introducción” a su Antropología estructural (1977), Lévi-Strauss
realiza un distanciamiento de la forma asumida por Radcliffe-Brown de
estudiar las estructuras sociales a través del método inductivo propio
de las ciencias biológicas. Además de que los datos construidos por la
investigación social acaban por manifestarse indóciles a su
manipulación y examen a la luz del microscopio, Lévi-Strauss reprocha
al antropólogo británico su “desconfianza (…) hacia las
reconstrucciones históricas” (Ibídem: 29). La sana imposibilidad de
controlar las experiencias humanas como si se trataran de
2 “Los sucesos del Rosario”. La Protesta Humana. 26 de octubre de 1901. [nota transcripta del periódico rosarino La República]. La Protesta Humana –que a partir de 1903 cambió su nombre a La Protesta- fue el principal órgano de prensa del anarquismo organizado en la Argentina de fines del siglo XIX principios del XX. Para el tiempo en que se centra este trabajo, salía una vez por semana los días sábados. 3 G. Inglán. “La primera víctima”. La protesta humana. 2 de noviembre de 1901.
3
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experimentos de laboratorio es reemplazada entonces por modelos,
consistentes en “sistemas de símbolos que respetan las propiedades
características de la experiencia pero que, a diferencia de ésta, estamos
en condiciones de manipular” (Ibídem: 32).
El vínculo entre los modelos lévi-straussianos y la historia se teje a
partir de la constatación de que los primeros no son estáticos, sino todo
lo contrario. A los fines de contrastarlos con las experiencias tan
concretas como subjetivas de los antropólogos en sus trabajos de
campo, es preciso que éstos adquieran una capacidad de constante
mutación, es decir, que las relaciones entre los elementos que
componen el modelo sean susceptibles de variaciones dinámicas. Estas
variaciones responden al devenir histórico de las sociedades sobre las
cuales se funda el modelo. De esta forma, la propia noción de
estructura –resultante de la contrastación y comparación de modelos-
se encuentra estrechamente emparentada a la noción de
transformación, lo cual –como refiere Lévi-Strauss- “nos incita a
distinguir (…) entre lo que corresponde a la estructura y lo que
pertenece al acontecimiento” (Ibídem: 34).
En su trabajo sobre el intercambio de bienes de lujo entre los
hawaianos y la tripulación de los barcos ingleses comandada por el
Capitán Cook, Marshall Sahlins (1988) reflexiona en torno al vínculo
entre historia y estructura, así como también en torno a la distinción
entre esta última y el acontecimiento. De manera similar a Lévi-Strauss,
el antropólogo estadounidense se aleja de las concepciones que
postulan una oposición polar entre estructura e historia argumentando
que “el acontecimiento se inserta en una categoría preexistente y la
historia está presente en la acción corriente” (Sahlins, 1988: 135). Este
argumento empleado por Sahlins para analizar el modo en que los
hawaianos se representan la llegada a su isla del Capitán Cook deriva
de la idea de que la experiencia concreta de las personas no se produce 4
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de manera aislada, sino que se inserta dentro de un esquema simbólico
de diferenciación categorial por medio del cual se percibe la objetividad
del mundo. Las categorías empleadas en el nivel de la percepción son,
asimismo, aquellas que posibilitan la comunicación entre semejantes,
sin la cual ninguna cultura podría constituirse como tal.
Estas apreciaciones conducen, nuevamente, a la pregunta por la
novedad del acontecimiento, es decir, aquello que hace de un fenómeno
histórico singular un momento de clivaje estructural. Al respecto,
Sahlins dirá que la distinción entre estructura y acontecimiento es
perniciosa, en tanto todo acontecimiento, por más distintivo que fuere,
no deja nunca de ser “un hecho de significación y en cuanto
significación depende de la estructura para su existencia y efecto”
(Ibídem: 142). Es entonces el sistema de significaciones culturales
aquel que permite la emergencia del acontecimiento, volviéndolo
inseparable tanto de la historia como de la estructura. Por tanto, para
comprender la novedad que trae para los anarquistas la muerte de
Cosme Budislavich, sería preciso analizar previamente el modo en que
el anarquismo de principios del siglo XX en Argentina se representaba
la muerte.
Sin embargo, resulta necesario realizar antes una última consideración,
consistente en la irreductibilidad entre el sistema de significaciones y la
estructura social en cuanto red de relaciones humanas. En su trabajo
sobre el fracaso del funeral de un niño javanés, Clifford Geertz (2006)
argumenta que la incapacidad de las teorías funcionalistas de dar
cuenta en sus estudios del cambio histórico de las sociedades “consiste
en no haber tratado los procesos sociológicos y los procesos culturales
en iguales términos” (Ibídem: 132). Sea que consideraran la estructura
social como desprendimiento del sistema cultural (enfoque psicológico-
social), o a ésta como un derivado de aquella (enfoque sociológico), los
antropólogos funcionalistas no han sabido interpretar las situaciones de 5
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cambio social más que como un período de anomia o de secularización.
Lo que propone pues Geertz es estudiar los procesos sociales y
culturales de manera analíticamente diferenciada, atendiendo a sus
puntos de acoplamiento y desacoplamiento, lo cual permitiría
comprender el cambio histórico y social como una posible instancia de
inconveniencia relativa entre ambos procesos.
A partir de estas consideraciones, el trabajo que proponemos realizar a
continuación consiste, en primera instancia, en una descripción de la
urdimbre de significaciones anarquistas en torno a la muerte, para
luego analizar el contexto social en que se produjo el asesinato de
Budislavich y, finalmente, indagar el modo en que se desplegaron los
ritos fúnebres para despedir al difunto obrero.
Víctimas del sistema
En la prensa anarquista de principios del siglo XX, la figura de la
muerte aparecía de manera recurrente, sea para denunciar el carácter
homicida de la autoridad como para anunciar la vida libre de ataduras
que aguardaba detrás de ella.4 No había más que dos: muerte propia y
muerte del Otro, muerte del oprimido y muerte del opresor. Y aunque la
oposición entre una y otra pueda hacer pensar en una disyunción sin
síntesis posible, ambas convivían en el discurso anarquista como dos
bestias mutuamente solidarias. La muerte propia clamaba por la
urgente necesidad de dar muerte al sistema, mientras que la muerte al
sistema era una lucha en que la vida se exponía a su propio límite, allí
donde, tal vez, vida y muerte se confundían (Colson, 2003: 113). Sin
embargo, ello no implicaba que los anarquistas fueran unos nihilistas
amantes de lo mórbido, sino todo lo contrario. La vida plena y gozosa
4 Sobre la importancia de la muerte para el pensamiento anarquista, ver Colson, Daniel (2003) y Albornoz, Martín (2012).
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era el horizonte al cual aspiraban y que de manera constante ilustraban
con su prédica.
Lucharás para vivir –nos dice la ley eterna de la Naturaleza. Y bien,
luchemos, pero luchemos con honor y con provecho. Luchemos
contra el extraño; no contra el hermano. Luchemos contra el que
nos oprime; no contra el que nos ayuda. Luchemos contra los
elementos que se oponen a nuestro desenvolvimiento; no contra el
semejante cuya cooperación necesitamos para ser menos terrible y
más provechosa la común lucha. (…) La lucha brutal y salvaje del
hombre contra el hombre, la lucha por el predominio y el privilegio,
generadores de desigualdades y grandes miserias, esa lucha cruel y
sangrienta no es, no, la lucha por la vida, la lucha por el goce y el
bienestar; sino la lucha por el exterminio y destrucción de la vida,
la lucha por la muerte.5
Para los anarquistas, esta lucha por la muerte cargaba sobre sus
espaldas con incontable cantidad de víctimas miserables cuya
responsabilidad recaía, en cualquier caso, sobre la figura de la
autoridad. Suicidios, “muertes pasionales”, accidentes laborales,
víctimas del alcoholismo y de tantas otras enfermedades que acechaban
las precarias formas de existencia de los trabajadores en los
inquilinatos eran, todas ellas, muertes producidas por el sistema de
opresión, principal y último responsable de la imposibilidad de alcanzar
una vida tan intensa como extensa la naturaleza lo permitiera.
Sobre el suicidio, dirán los anarquistas en su prensa, se han buscado
sus causas en múltiples fenómenos, así como se ha intentado por todos
los medios, si no eliminarlo, cuanto menos reducir la cantidad de
víctimas que día a día producía este mal. Pero todas las explicaciones y
remedios propuestos han acabado por manifestarse impotentes por no
considerar la causa última de semejante flagelo para la sociedad: “Es la
5 De Luca, Palmiro. “La eterna lucha”. La Protesta Humana. 9 de noviembre de 1901.7
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miseria, es el despotismo y la mala educación que toman los pródromos
de esta enfermedad”.
Eliminad de la sociedad en que vivimos la sed de riquezas, el ansia
de mando; abolid la moneda… Abolid el monopolio de la tierra, de
las casas, de las máquinas y talleres y de todos los útiles y
herramientas de trabajo dándolos en usufructo a los que los hagan
producir. Enseñad la práctica de la libertad, de la tolerancia y del
amor… Enseñad astronomía, física, química, historia natural… Esto
queremos los anarquistas y estamos segurísimos de que en la
sociedad que preconizamos el suicidio será una rara-avis. Y
desafiamos a todos nuestros detractores a que nos prueben lo
contrario.6
Sobre las “muertes pasionales”, en uno de los números de La Protesta
Humana se relataba la historia de una mujer cuyo marido había muerto
en un accidente laboral, ante lo cual debió enviar a su hijo de apenas
ocho años a trabajar como dependiente en una carnicería. El niño
creció y, ya de grande, “busca una esclava para su uso y la encuentra
enseguida”, con quien tiene dos hijos. Cada día de su vida se
despertaba a las dos de la mañana para ir a su trabajo mientras “su
esclava” se encargaba de despertarlo para que no llegara tarde. Pero
una mañana la mujer se quedó dormida y el hombre perdió su empleo,
siendo condenado él y su familia a la penuria. Enceguecido por la
catástrofe, el ahora desocupado buscó a quién hacer responsable de su
miseria y acabó matando a su mujer. Luego de relatar la historia, el
autor de la nota se preguntaba por la autoridad, que persiguió y castigó
al infame asesino.
¿Qué sería de nosotros sin la autoridad y sin la justicia? Da que
pensar la respuesta, porque si la autoridad hubiese sabido que
aquella viuda ni tenía recursos para educar a su hijo, antes por el
contrario, necesitaba de su esfuerzo para mantenerse y mantener a
6 Ros. “El suicidio”. La Protesta Humana. 17 de noviembre de 1901.8
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los otros, cuando lo colocó en la carnicería, la autoridad lo hubiera
provisto de lo necesario; o si la autoridad hubiese sabido que aquel
hombre debía levantarse a las 2 de la madrugada, porque de no
hacerlo perdía su trabajo, ¿quién duda que lo habría despertado a
tiempo?7
Sobre la muerte en los inquilinatos, en un artículo del citado periódico
anarquista se comentaba la decisión del Departamento de Higiene y de
la Municipalidad de pegar carteles en las esquinas de los barrios
recomendando la higiene personal como medio para disminuir las
enfermedades que acechaban cotidianamente a los trabajadores. Luego
de comparar el modo de vida de éstos con aquel del que gozaban los
burgueses en sus casas, el autor de la nota se preguntaba:
Ahora bien; ¿qué importa que una familia pobre que está
condenada a morir en las una pieza húmeda tome todas las medidas
necesarias si en el palúdico antro donde habita la atmósfera está
saturada de esas emanaciones pútridas y morbo-contagiosas? (…)
Las mejoras vendrán por sí solas cuando conseguiremos implantar
la sociedad del porvenir.8
Como se puede ver, la denuncia a las formas de existencia que
producían la muerte cotidiana de los trabajadores solían acabar con una
prédica de los beneficios que traería a la humanidad la sociedad del
porvenir. Si la autoridad era “esa institución organizada en vasta escala
para producir la matanza y el crimen”9, resultaba entonces necesario
acabar con ella para que, finalmente, ya nadie muera a causa de la
injusticia, la opresión y la desigualdad. En términos gramaticales,
podría decirse que no haría falta realizar más que un cambio
preposicional. De las muertes del sistema a la lucha por la muerte al
7 Savir. “Nota al día”. La Protesta Humana. 23 de noviembre de 1901.8 Crisóstenes. “¿La comodidad?” La Protesta Humana. 17 de noviembre de 1901.9 “Los sucesos del Rosario”. La Protesta Humana. Op. cit.
9
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sistema, no habrá para los anarquistas más que una simple solución de
continuidad.
Asesinato en la Refinería
El trabajo con textos históricos exige la búsqueda de una referencia
que, privada del vínculo cara a cara, no puede ser definida por las
intenciones psicológicas de su autor. Para interpretar el sentido de un
texto resulta necesario, por tanto, hallar un sustituto de la mirada que
nos devuelve aquel que nos habla directo a los ojos. A los fines de este
trabajo, ese sustituto será el contexto social en que dichos textos fueron
producidos. En lo que sigue, se buscará reconstruir esa contexto –o, en
palabras de Paul Ricoeur (2010), mundo del texto- al modo en que
pudiera hacerlo un paisajista que construye sus paisajes con un collage
de materiales reciclados. ¿Cuál es el paisaje dentro del cual se produjo
el asesinato de Budislavich? ¿Cuáles los elementos que lo componen? A
los fines del presente artículo, se proponen cuatro de estos elementos o
planos del paisaje: la historia de la Refinería, las condiciones de trabajo
al interior de ella, la situación del barrio en que se encontraba
emplazada y la del movimiento obrero y anarquista rosarino de la
época.
La Refinería fue construida por iniciativa del industrial y financista
argentino Ernesto Tornquist, junto a la inestimable ayuda del entonces
presidente Julio Argentino Roca, quien en 1886 solicitó al Congreso de
la Nación la sanción de una ley que garantizara una utilidad mínima al
prominente empresario. Tras dos años de construcción del edificio, en
1889 la Refinería abrió sus puertas, siendo en su época considerada la
fábrica más grande y moderna del país (Guy y Wolfson, 1988).
Durante los primeros tiempos, una serie de complicaciones imprevistas
por el cálculo empresarial hicieron que los beneficios obtenidos se
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encontraran lejos de satisfacer las expectativas de ganancia de
Tornquist y sus socios accionarios. El reajuste reclamado por los
dueños de la fábrica se realizó, principalmente, a través de tres
mecanismos: el favoritismo de los dirigentes políticos, la adquisición de
capital fijo que permitiera aumentos en la producción en paralelo a una
reducción de los costos salariales y la explotación intensiva de la mano
de obra. Para fines del siglo XIX, las condiciones laborales dentro de la
Refinería eran:
trabajo, 12 horas por día. Consigna: silencio absoluto, trabajo no
interrumpido, multa y despido a la menor falta. Local: antihigiénico,
humedad, calor, frío, etc. Sueldo: mujeres, un peso por día –pagan
por semana-, seis pesos semanales; niños, setenta centavos por día.
Peones: 1,80 por día. Trabajo nocturno: 12 horas; precio igual.10
Años más tarde –ya entrado el siglo XX y luego del asesinato de
Budislavich-, el informe elaborado por Bialet Massé (1904) sobre las
clases obreras del país demostraba que la situación laboral dentro de la
fábrica no había cambiado sustancialmente, aún a pesar de que –como
se apunta en el mismo informe- “en la Refinería Argentina, del punto de
vista de su concepción, de su organización y de su marcha industrial y
científica, no tiene nada que criticar y sí mucho que admirar”.
Empezando por el edificio, sus tres pisos son bajos, especialmente
el inferior en que están instaladas las baterías de centrífugas;
aquello es chato, ahogado, hay que tener cuidado de no tropezar
con los sombreros en cuanto se pasa de mi estatura. Cuando se
trabaja, aun en los meses de julio y agosto, el calor es sofocante; los
hombres tienen que estar desnudos de medio cuerpo. Necesitaría
por lo menos dos metros más de altura, y aquello no tiene remedio,
como los otros dos pisos, que el actual director estira como puede.
(…) Las horas de trabajo son de seis a seis, teniendo desde las ocho
10 La Protesta Humana. 3 de septiembre de 1899. Citado en Abad de Santillán, 2005: 74.
11
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a las ocho y media para tomar café y de doce a una para comer;
queda una jornada efectiva de diez horas y media, muy alemana,
pero muy impropia, de esta jornada participan niñitas de doce y
diez años de edad. (…) Además, y esto es lo más grave, se respira
allí mucho polvo de azúcar, que es sabido produce una especie de
barniz en la piel y espesa las mucosidades de los pulmones. El
primer inconveniente se corrige en gran parte por el uso de la blusa
de trabajo, que allí no hay; y el segundo, por la interrupción del
trabajo durante el tiempo suficiente para que el polvo introducido
en los bronquios se absorba o se elimine. (…) Cuando fuimos a
visitar la fábrica con la Delegación Comercial Española, lo primero
que percibieron fue el estado de las niñas pequeñas; algunas
estaban anémicas, pálidas, flacas, con todos los síntomas de la
sobrefatiga y de la respiración incompleta; aquello debe evitarse
(Ibídem: 19-21)
Si las condiciones de trabajo dentro de la Refinería eran de absoluta
precariedad, las condiciones de vivienda en el barrio al cual la fábrica
dio nombre –enlazando su historia de inequidades a la del primero- no
eran para nada mejores. Se trataba de un caserío en cuyas habitaciones
se albergaba la gran mayoría de los obreros de la fábrica. La falta de
medidas básicas para el desarrollo de una vida plena y su cercanía a un
puerto carente de todo tipo de controles de salubridad hicieron de los
habitantes del barrio víctimas fáciles de las epidemias de cólera y peste
bubónica que asolaron a los desheredados de Rosario durante fines del
siglo XIX y principios del XX (Prieto, 2010).
Pocos meses antes del asesinato de Cosme Budislavich, en un congreso
celebrado en Buenos Aires los días 25 y 26 de mayo, se conformó la
primera federación de trabajadores del país, cuyo nombre iniciático fue
Federación Obrera Argentina (más tarde re-bautizada FORA, en alusión
al carácter regional de la misma). Para aquel entonces, existían en
Rosario varias entidades obreras: de madereros, panaderos, tipógrafos,
12
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mozos y cocineros, ferroviarios, albañiles, yeseros, cigarreros (Abad de
Santillán, 2005: 85). Mas no azucareros. Cuando los trabajadores de la
Refinería Argentina de Azúcar realizaron la huelga en octubre de 1901,
no estaban organizados en ningún sindicato o sociedad de resistencia, y
ello a pesar de que se trataba de la fábrica con mayor cantidad de
empleados de toda la ciudad (Falcón, 2005).
Por otra parte, el anarquismo tenía una fuerte presencia en Rosario,
mayor incluso que en muchas otras grandes ciudades del país, lo que
llevaría a que el dirigente socialista Adrían Patroni se refiriera a ella
como la Barcelona argentina (Prieto, 2000). Allí, junto a otras
localidades de la Provincia de Buenos Aires, se realizó el 1º de mayo
1890 la primera movilización en conmemoración de los mártires de
Chicago. Un día antes, la fundadora del periódico anarco-feminista La
voz de la mujer, Virginia Bolten –quien vivió durante varios años en
Rosario-, fue detenida ante las puertas de la Refinería por pronunciar
un discurso de convocatoria a la movilización. Sus palabras también
resonarían en las calles de la ciudad durante los actos en repudio a la
muerte de Budislavich (Prieto, 2010).
La huelga de la Refinería comenzó por iniciativa de los obreros
estibadores de la fábrica dos días antes de que Cosme Budislavich
cayera asesinado. Reclamaban una rebaja del horario de trabajo,
aumentos salariales y horas extras. El 19 de octubre se realizó una gran
asamblea ante las puertas del establecimiento de la que participaron
más de mil trabajadores. Entre ellos se encontraba el célebre
dramaturgo y periodista anarquista de origen uruguayo Florencio
Sánchez, quien había llegado a la ciudad escapando de la policía
charrúa. En Rosario, Sánchez trabajó como director del diario La
República, aunque ello no lo privó de participar en cuanto conflicto
obrero se desatara, incluyendo la huelga de trabajadores del diario que
él mismo dirigía tras el asesinato de Budislavich, lo cual le ocasionó su 13
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alejamiento definitivo del periódico (Pascual y Suárez, 2010). Durante
el conflicto en la Refinería, Florencio Sánchez fue el encargado de
redactar el manifiesto que se leyó en la asamblea del día 19:
¡A los huelguistas obreros y obreras de la Refinería!: El trabajo
rudo y penoso al cual estamos sometidos, los dolores, las miserias y
las prepotencias de los patrones nos han obligado a cruzar las
manos. Cansados de vernos engañados y mistificados por unos
cuantos holgazanes de levita que en un día de farra gastan el
producto que todos los obreros hacemos en varios meses, debemos
mostrarnos dignos de ser hombres, defendiendo con energía
nuestros derechos hasta que tengamos completa satisfacción. (…)
La época de los carneros que se dejaban esquilar ha desaparecido.
Los patrones tienen esclavos con traje de esbirros que guardan las
riquezas por nosotros producidas, tienen todo lo necesario para
resistir: nosotros tenemos brazos y nuestra voluntad inquebrantable
para defendernos y triunfar. Y cuando crean aplastarnos por el
hambre acordémonos que el pan y la libertad no se piden: se toman.
(…) Todos somos explotados, y por consiguiente debemos unirnos
para combatir el capital. ¡Viva la solidaridad obrera! ¡Viva la
huelga! Rosario, 19 de octubre de 1901 (Ibídem: 23-24)
Al día siguiente de la asamblea, los directivos de la Refinería aceptaron
reunirse con una comisión de huelguistas. Formando parte de la
comisión se encontraba Rómulo Ovidi, un conocido dirigente anarquista
que no trabajaba en la fábrica y que, hasta poco tiempo atrás, había
sido empleado de la policía. Al identificarlo, el jefe político de la ciudad,
Octavio Grandoli, exclamo: “-Éste es anarquista. Llévenmelo al
departamento.”11 Los trabajadores congregados en las puertas de la
fábrica, al ver que de ella salía un carro de policía con Ovidi dentro,
intentaron detenerlo. Entre ellos se encontraba Budislavich, quien tomó
por las riendas a uno de los caballos del carro, a raíz de lo cual recibió
11 “Los sucesos del Rosario”. La Protesta Humana. Op. cit.14
Sebastián Stavisky La primera víctima inmediata
un fuerte golpe por parte de la policía. Buscando escapar de la
represión, Budislavich saltó un cerco de alambrado y atravesó una
cancha de bochas. Fue entonces acorralado por un policía de apellido
Maza, quien lo ejecutó allí mismo de un balazo en la nuca. “La autopsia
constató que la bala era de bronce y esos proyectiles pertenecen a
revólveres finos, y no es un obrero quien se permite esos lujos.”12
Luego de afirmar “categóricamente que el muerto no era anarquista”,
el dirigente socialista Adrián Patroni y escritor del periódico La
Vanguardia se preguntaba:
¿Qué hicieron los huelguistas ante un crimen semejante? Quedarse
estupefactos, con los pies clavados en tierra, no sabemos si
anonadados o atemorizados ante la fuerza.13
Distinto es el modo que asumió el periódico anarquista La Protesta
Humana de narrar los hechos:
Los obreros reclamaron el domingo a la tarde [el mismo día que se
produce la muerte] el cadáver del compañero asesinado. No
quisieron entregarlo en el hospital [de Caridad] sin orden del juez y
el juez se negó a extender la orden. Más de cien mujeres vinieron
de la Refinería a reforzar esa reclamación pero también fue inútil
su empeño. (…) En el barrio de la Refinería la agitación se hacía
cada vez más intensa. Los trabajadores no tardaron en traducir en
una decisión enérgica su estado de ánimo, acordando venirse
colectivamente y por su cuenta a protestar por las calles contra
tamaña enormidad.14
“La guerra ha comenzado por los de arriba”15, diría el obrero ebanista
de origen catalán y director de La Protesta Humana, Gregorio Inglán
Lafarga. Si la prohibición de matar se impone como un imperativo
12 Patroni, Adrián. “El atentado del Rosario”. La Vanguardia. 26 de octubre de 1901.13 Ibídem.14 “Los sucesos del Rosario”. La Protesta Humana. Op. cit.15 Inglán Lafarga, Gregorio. “La primera víctima”. La Protesta Humana. Op. cit.
15
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fundador de sociabilidad, la excepción de la guerra abría la posibilidad
de su transgresión, pero no sólo de la prohibición fundante, sino
también de la instancia llamada a hacerla respetar. Para el autor
anarquista, el asesinato de Budislavich corroboraba lo que la
experiencia de otros países ya había informado: la condición homicida
de la autoridad. La suspensión hobbesiana de la guerra de todos contra
todos se reactualizaba dentro del pensamiento ácrata bajo la forma
clastreana de guerra contra el Estado (Clastres, 2008). El crimen
desautorizaba a la autoridad, le quitaba las insignias que pudieran
haberle conferido algún respeto, la desnudaba y la dejaba en evidencia.
Y, cuando “esa autoridad invierte sus funciones y se convierte en el
primer elemento de muerte”,
se impone que los destinados a ser víctimas expiatorias, procuren
por todos los medios imaginarios de hacer respetar sus vidas. (…)
[Pero] en lo sucesivo podrían trocarse los papeles, haciendo los
obreros, en vez de huelgas más o menos pacíficas para la defensa
de sus derechos mancillados, motines o revoluciones.16
Rojo de lucha, negro de luto
En el trabajo antes citado de Clifford Geertz (2006), el autor analiza el
modo de ejecución de ciertos ritos que, ante un escenario de desacople
entre estructuras sociales y sistemas culturales, expresan una
ambigüedad de significados de tipo religiosos, por un lado, y políticos,
por el otro. Algunos de los rituales en los que con mayor frecuencia es
posible asistir a esta ambigüedad son aquellos asociados a la muerte de
un semejante. “En la muerte (…) los símbolos tienden a endurecer a los
individuos frente a la pérdida social y también a recordarles sus
diferencias; tienden a poner énfasis en los grandes temas humanos de
16 Inglán Lafarga, Gregorio. “La primera víctima”. La Protesta Humana. Op. cit.16
Sebastián Stavisky La primera víctima inmediata
la mortalidad y del sufrimiento inmerecido y también en los temas
sociales menores de la oposición de las facciones” (Ib 149-150).
Para el caso de la muerte Cosme Budislavich, la ambigüedad referida se
expresó en distintos símbolos desplegados a lo largo de su cortejo
fúnebre, el cual, al mismo tiempo que constituía un rito de luto por la
pérdida del ser querido, tomaba la forma de una inusitada
manifestación de protesta17 contra el sistema de opresión denunciado
como responsable de la muerte del trabajador.
El cadáver del obrero asesinado fue entregado a sus compañeros a las
cinco de la tarde del día siguiente a su muerte, disponiéndoles el juez el
nicho nº 268 del cementerio de la ciudad para enterrar el cuerpo. El
cortejo partió de La Casa del Pueblo, sede de reunión de los anarquistas
en Rosario. Un grupo de sesenta mujeres obreras encabezó la columna
que tomó sin pedir permiso las calles de la ciudad. Una de ellas alzaba
la bandera roja de los trabajadores cruzada con una gasa negra de luto.
El jirón rojinegro era el símbolo que condensaba los significados
ambiguos expresados por la multitud de manifestantes y deudos: el
dolor por el compañero asesinado y el espíritu de combate contra la
autoridad. Allí se expresaba tanto la lucha de facciones políticas como
la tramitación de la mortalidad humana. Ambas expresiones se
desprendían de la bandera que flameaba delante de la columna como
fulguraciones insoportables a la mirada de los sectores gobernantes
rosarinos.
Pero no sólo la bandera simbolizaba la ambigüedad de significaciones.
También el muerto, aquel a quien se le rendían los dignos honores en
su partida, era convertido en “bandera de combate” (Suriano, 2008:
306-310) contra la autoridad: primero ante las puertas del Hospital de
17 “El meeting de protesta y de indignación realizado en el Rosario ha sido la procesión más imponente que he presenciado en mi vida.” Patroni, Adrián. “Los sucesos del Rosario”. La Vanguardia. 2 de noviembre de 1901.
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Caridad donde se reclamó por su entrega y, luego, a lo largo del cortejo
fúnebre, durante el cual el féretro ocupó un lugar destacado en la
disputa por las calles. Su exhibición en plena ciudad era la prueba
fehaciente del crimen cometido por el sistema, así como símbolo de la
lucha contra él. Se trataba no sólo de que todos lo vieran, sino de que
escucharan lo que el muerto tenía para decir.
Otro de los elementos que expresaba la ambigüedad referida se
encontraba asociado a la imagen de la sangre. “Caiga la sangre de la
víctima sobre la cabeza de sus verdugos”18, escribió a modo de prédica
vindicatoria la redacción de La Protesta Humana en un telegrama
enviado a La Casa del Pueblo. La metáfora de la sangre del obrero
asesinado cayendo sobre la cabeza de sus asesinos constituía el anhelo
por que el dolor de los compañeros se convierta en lucha contra el
sistema que produjo el crimen. La sangre se tendía así como el vaso
comunicante entre opresores y oprimidos, el líquido común que
conectaba lo más profundo de unos con lo más íntimo de otros: el
sacrificio de los desposeídos anunciando el sacrificio de los poseedores.
Dos semanas después del asesinato, Inglán Lafarga volverá a hacer
mención a la sangre derramada por las balas de bronce como una
necesidad del movimiento obrero, para luego referirse al crimen
cometido como “la savia que las fuerzas opresoras facilitan a toda idea
libertadora”19. De esta forma, la sangre desembocaba en la corriente de
tres fluidos distintos, cada uno de los cuales transportaba su propio
significado:
- la sangre de la víctima como testimonio del crimen cometido;
- la savia como símbolo movilizador de los desheredados en su lucha
contra la autoridad;
18 “Los sucesos del Rosario”. La Protesta Humana. Op. cit.19 Inglán Lafarga, Gregorio. “La primera víctima”. La Protesta Humana. Op. cit.
18
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- la sangre de los verdugos como anuncio de la vindicación tras la cual
aguardaba la promesa de una vida libre de opresión.
En su prensa, los anarquistas describían los ritos mortuorios como
manifestaciones siniestras. El acto desplegado tras el asesinato de
Budislavich no fue la excepción. La adjetivación siniestra de la
manifestación expresaba una nueva ambigüedad aunque, en esta
ocasión, tensada por términos radicalmente opuestos entre lo extraño y
lo familiar. Pero no eran definiciones lo que allí se ponía en juego, sino
un problema para el pensamiento anarquista: ¿qué hacer cuando un
compañero caía víctima de un crimen?; ¿cómo manifestarse durante los
rituales de tributación? A pesar de lo inesperada que resultó para
todos la muerte del obrero austríaco, el debate se trasladó a la prensa
libertaria, expresándose incluso con cierto dejo de indignación por el
modo en que se llevó a cabo el cortejo. El conflicto que entonces se
planteó era entre la ingobernabilidad de los gestos filtrados en los
momentos de dolor, por un lado, y las exigencias de una actitud
siempre lista para la acción, por el otro:
Con motivo del asesinato del pobre compañero Budislavich, todos
creerán que con haber dado un paseíto en una tarde grisácea y de
seriote aspecto, han contribuido a la protesta vindicadora…
Francamente inspira lástima que, a una hora prefijada los
trabajadores se vistan con cara de funeral marchando con la
elocuencia triste del silencio.20
Silencio que, por otra parte, el socialista Adrián Patroni celebraba por
la buena imagen brindada a lo más culto de la sociedad rosarina.
Imagínense nuestros lectores una muchedumbre compuesta por
diez mil trabajadores recorrer su trayecto mayor de media legua
por las calles más centrales sin bandas de música, marchar
silenciosos, sin oírse un solo grito impresionando tan
20 Félix Basterra, “Contra los paseos, la acción”. Citado en Albornoz, Martín (2012).19
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favorablemente, que el alto comercio, miembros del foro, en una
palabra todo cuanto tiene más de culto Rosario, se descubrió ante
un desfile tan impresionante.21
Conclusión: un rito interdicto
Cosme Budislavich fue el primer trabajador en caer asesinado por las
fuerzas de seguridad del Estado argentino en situación de conflicto
social. La primera víctima inmediata, dirán los anarquistas para
diferenciarlo de todas las demás víctimas de la autoridad que día a día
morían a causa de la tuberculosis, la sífilis, la peste bubónica, el
suicidio, los accidentes laborales, el consumo de alcohol o el “crimen
pasional”. En tal sentido, para el anarquismo de principios del siglo XX
Budislavich no era tanto una excepción cuanto la confirmación trágica
del modo en que el pensamiento ácrata representaba a la autoridad en
tanto orden social fundado en el asesinato de obreros y obreras.
Fue este sistema de significaciones culturales a partir del cual los
anarquistas interpretaron la muerte de Budislavich. Así como también
fue aquel el que se manifestó a lo largo del cortejo fúnebre organizado
para despedir al difunto. Mientras tanto, los sectores gobernantes
rosarinos, para quienes resultaba intolerable que un rito mortuorio
adquiriera la forma de manifestación política, ordenaron el despliegue
de las fuerzas de seguridad para impedir que el acto de entierro se
llevara a cabo según las normas dictadas por el pensamiento libertario.
Una de las compañías tomó hacia los fondos del cementerio y la
otra a paso de trote ocupó militarmente el frente en orden de
combate. Los obreros se apiñaron contra la pared dirigiéndose
algunos grupos hacia avanzaron con una solución sorprendente,
conmovedora. La tropa siguió la portada. En ese instante se oyó la
voz militar del mayor Vázquez. -Carguen, armas! Y sonaron los
21 Patroni, Adrián. “Los sucesos del Rosario”. La Vanguardia. Op. cit. 20
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montantes de los remingtons. La escalinata fue desalojada y
ocupada por centinelas a bayoneta calada. Y de todas partes
comenzaron a surgir vigilantes montados, policías secretas,
comisario etc. encabezados visiblemente por el señor Vierci. -Es
una celada! Es una traición! Nos van a asesinar! corría de boca en
boca entre aquella gente, apelotonada contra la pared que parecía
esperar el sacrificio con fiera altivez. -Al primero que quiera hablar
métanle un tiro –gritó el señor Vierci…
De esta forma, buscando impedir la realización de un acto de protesta,
se privaba a los deudos de su derecho a rendir tributo a sus muertos. A
la pregunta deontológica que arroja toda muerte acerca de las vidas
que merecen ser vividas, se sumaba la interrogación trágica por las
muertes que merecen ser dignamente honradas. El camposanto,
reconfigurando su carácter sagrado, se convertía en campo de batalla.
El muerto quedaba sin enterrar.
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