Post on 22-Dec-2015
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Este documento es una traducción oficial del foro Eyes Of Angels, por y
para fans.
Agradecemos la distribución de dicho documento a aquellas regiones
en las que no es posible su publicación ya sea por motivos relacionados
con alguna editorial u otros ajenos.
Esperamos que este trabajo realizado con gran esfuerzo por parte de los
staffs tanto de traducción como de corrección, y de revisión y diseño,
sea de vuestro agrado y que impulse a aquellos lectores que están
adentrándose y que ya están dentro del mundo de la lectura. Recuerda
apoyar al autor/a de este libro comprando el libro en cuanto llegue a tu
localidad.
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Staff Moderadora de Traducción
CrissViz
Traducción Ale Rose
Apolineah17
CrissViz
Katiliz94
Pily
VicHerondale
Moderadora de Corrección Steffanye
Corrección
AriannysG
Katiliz94
Lucero
Pidgeon Herondale
Pilar Wesc
Vicsibet
Steffanye
Recopilación y Revisión Katiliz94
Diseño Paula Mayfair
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Índice Staff
Índice
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Nochevieja
Sobre La Autora
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Sinopsis Para la estudiante de preparatoria, Katie Brandt “ir a casa para
Navidad” sonaba como el infierno. Cuando sus padres se separaron, sus
vacaciones tradicionales se rompieron igual que una esfera cayendo
del árbol de Navidad. ¿Qué podría ser peor que celebrar las fiestas con
el nuevo novio de mama y su recientemente mama soltera?
Alex Walker, un chico comprometido de 20 años, tenía terror de ir a
casa por sus propias razones. Tenía una desalentadora tarea por hacer
y deseaba poder evadir las fiestas. Así que cuando un amigo de su
amigo necesitaba un aventón al norte, Alex se encontró teniendo a la
hermosa Katie sentada a su lado, demostrando ser la distracción que
necesitaba.
Un simple aventón a casa para Navidad se volvió una pesadilla, cuando
una ligera nieve se volvió una tormenta a gran escala. Katie y Alex se
quedaron atascados y una cabaña vacía se volvió un refugio para
escapar de la tormenta.
Bajo diferentes circunstancias, el tiempo a solas con Alex sería el mejor
regalo de Navidad, pero Katie sabía que Alex estaba comprometido y
debería esconder su creciente atracción.
De cualquier forma, Alex guardaba un secreto que podría cambiar las
fiestas de la peor Noche Buena a la mejor.
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Capítulo 1
Traducido por Apolineah17
Corregido SOS por sttefanye
ada ráfaga de viento lanzó diminutos fragmentos de
aguanieve al rostro ya congelado de Katie Brandt. Todavía
no había visto al chico que la llevaría, Alex Walker, pero ya no
le agradaba. Él dijo que a las dos en punto, y ya eran veinte
minutos después. Si había algo que ella odiase, era no mantener su
palabra. Si dices algo, por el amor de Dios, hazlo. Especialmente si eso
significa que estás dejando a alguien afuera para morirse de frío.
Katie agarró su café frío y se reforzó contra el viento penetrante,
mientras esperaba fuera en el Memorial Union por su largo viaje hacia el
norte con un completo desconocido. Nada acerca de estas
vacaciones se sentía familiar o correcto.
Desde la repentina separación de sus padres el junio pasado, su
madre había empezado a comportarse diferente. Decidió arrastrar a
Katie y a su pequeña hermana hasta la cabaña de algún tipo llamado
Tom para las vacaciones de Navidad. Katie tembló.
Así que se vio obligada a esperar en este profundo congelamiento
para que la llevara un estudiante universitario que realmente no
conocía. Aparentemente, la ciudad natal de Alex, En Medio de
Ninguna Maldita Parte, Wisconsin, no estaba lejos de la casa de Tom.
Su madre se refirió a Tom como solo un amigo, pero Katie no era
estúpida. Las mujeres de cuarenta y tantos años, recién divorciadas no
forzaban repentinamente a sus poco dispuestos hijos a alejarse de todas
las tradiciones festivas que siempre habían conocido para pasar el rato
con un amigo.
Los dientes de Katie castañearon mientras le daba la espalda a otra
ráfaga de viento bajo cero. Su largo cabello se enredó en el viento.
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Sacó su teléfono del bolsillo de su abrigo, comprobando de nuevo por
un texto o un mensaje que explicara la extrema tardanza de Alex.
Nada. El hermano de su compañera de cuarto compartía casa con
Alex y algunos otros chicos. Lindsey había dicho que Alex era muy
inteligente, totalmente caliente y que estaba comprometido con una
chica en casa. Lo que sea. Él estaba retrasado.
Mientras Katie temblaba y estaba al pendiente de su camioneta
azul, pensó en lo perfecta que había sido la vida hasta dos semanas
después de su graduación, cuando su padre abruptamente se mudó
atravesando la ciudad, y su madre comenzó a vestirse demasiado joven
para su edad y empezó a salir todo el tiempo.
El teléfono de Katie sonó. Ya era malditamente hora. Sus dedos
entumecidos titubearon con el teléfono. Comprobó el identificador de
llamadas y suspiró.
—Hola, mamá.
—Hola, cariño. ¿Todavía estás en camino? Tom dijo que si no te vas
pronto, vas a toparte con la nieve. Se suponía que iría al norte, pero
ahora está cambiando de dirección.
Katie rodó los ojos.
—Estoy esperando al chico que me llevará.
—Dime otra vez, ¿con quién estás yendo? ¿Y cómo es que lo
conoces? Realmente no estoy muy cómoda con que hayas aceptado
que te llevara un total desconocido.
—Te lo dije. Su nombre es Alex, y mi compañera de cuarto conoce a
su familia. —Una mentira total—. Así es como los estudiantes
universitarios viajan con frecuencia, mamá. Si no me estuvieras
obligando a ir al otro lado del estado, no estaría viajando con un
completo desconocido. —Katie sintió un poco de remordimiento por sus
comentarios sarcásticos, pero esto era completamente culpa de su
madre. Katie merecía comportarse como una adolescente huraña.
Su mamá ignoró su tono.
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—Me gustaría que hubieras podido llegar con Tom, con tu hermana
y conmigo el jueves. La universidad no debería programar los exámenes
tan cerca de Navidad.
Katie prefería viajar con un desconocido estudiante universitario que
con Tom, a quien había apodado, El No Novio.
—¿Cuál es su número de teléfono? Al menos debería tener eso —
preguntó su madre.
—¡No! Eso no va a suceder. Simplemente lo llamarás para darle
información meteorológica actualizada cada diez minutos.
—No soy tan mala —dijo su madre.
Katie no respondió.
—Bueno, tal vez lo soy, pero solo es porque te quiero y quiero que
estés a salvo.
Katie resopló. Si su madre la quisiera tanto, le habría dicho qué
demonios le pasó a su familia en los últimos seis meses. En lugar de eso,
su madre seguía fingiendo que la vida era normal, cuando era todo lo
contrario.
—Mamá, mis dedos se están congelando. Te veré en cinco o seis
horas.
—Muy bien, pero asegúrate de que él conduzca con cuidado. Y si
empieza a nevar, quiero que se detenga, y si hay problemas con el
coche, llámame, y te daré mi número del club de coches. ¿Tienes
dinero para detenerte a comer algo?
—Lo tengo bajo control. Voy a colgar. Adiós. —Katie terminó la
llamada. ¿Cómo iba a aguantar cuatro días con su madre? Ellas solían
llevarse bien, pero desde que sus padres se separaron, apenas podía
soportar estar alrededor de ella. Estar lejos, en la universidad, había sido
su salvación.
Solo unos pocos estudiantes se quedaban en el campus tan cerca
de Navidad, y la mayoría de ellos tenían la inteligencia de permanecer
en el interior. Katie miró con nostalgia hacia las puertas de Union y
pensó en entrar para calentarse, pero no quería perder de vista a Alex.
Con los dedos de los pies congelados, deseó haberse puesto las botas
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que estaban enterradas profundamente en su bolsa de lona, en lugar
de sus zapatos deportivos. Tiró su café casi congelado en el contenedor
de basura.
El estallido de un claxon le llamó la atención. Se dio la vuelta. Una
vieja y azul camioneta estaba parada ociosamente en la acera. El
chico en su interior saludó con la mano. Finalmente. Ella se ajustó la
atiborrada mochila en el hombro y levantó su bolsa de lona de la
congelada acera mientras trataba de no olvidar su bolso y su bolsa de
compras llena de regalos de Navidad.
Se las arregló para abrir la puerta del pasajero.
—Hola, ¿Katie? —Su despeinado cabello castaño estaba levantado
en la parte superior como si acabara de pasar las manos a través de él.
Sus expresivos y oscuros ojos danzaban sobre ella. Lindsey había dicho
que este chico era de buen ver, y no había exagerado.
—Sí, ¿eres Alex? —Apuesto o no, Katie se obligó a sí misma a no
gritarle por casi hacerla morirse de frío.
Él asintió con amabilidad, pero con una breve sonrisa real. Salió de la
camioneta vistiendo solo una sudadera gris con capucha de la
Universidad de Wisconsin sobre sus anchos hombros. Parecía inmune al
clima mientras se daba la vuelta y lanzaba su pesada bolsa llena de
ropa para lavar en la parte trasera de la camioneta. Notó una pala
para la nieve, algunas grandes cubetas cubiertas y una enorme bolsa
de lona en la parte trasera de la camioneta. Alex se puso de pie, alto y
esbelto, tal vez medía un metro ochenta con sus botas. Tomó su
mochila, pero ella la alejó.
—Gracias, pero la voy a llevar conmigo. Mi laptop está ahí.
—Está bien. —Él tomó la bolsa de compras.
—También voy a llevar ésta en la parte delantera. Son regalos. —No
podía imaginar lo regalos cuidadosamente envueltos rodando en la
parte trasera de su sucia camioneta.
Él levantó una ceja.
—Como quieras. —Se dio la vuelta y se metió de nuevo mientras
Katie maniobraba con las bolsas restantes en la cabina del camión. Fue
difícil caber bien con el abrigo y los guantes en el asiento y con su
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mochila y un par de otras bolsas más amontonadas en el suelo. Apretó
sus bolsas en el suelo a sus pies y miró su café caliente. Debería ser
agradable.
Se limpió con el guante helado a través de la nariz que moqueaba.
—Rayos, qué frío está haciendo allá afuera. —Katie se abrochó el
cinturón de seguridad, agradecida de estar finalmente en la cálida
cabina y fuera de la profunda congelación. Se quitó los guantes y el
sombrero, girando las rejillas de aire caliente hacia ella, y frotándose las
manos frente al aire caliente. ¿No iba, al menos, a disculparse por llegar
tan tarde?
—Aquí, déjame encenderlo. —Alex ajustó la ventilación para que
soplara a toda velocidad. La temperatura ya estaba en el nivel más
cálido. Sus ojos encontraron los de ella, y le ofreció una sonrisa amistosa.
—Gracias. —Suspiró mientras el aire caliente descongelaba sus
dedos.
Katie no estaba preparada para sus ojos conmovedores
enmarcados por cejas oscuras, y tenía la forma de la boca más
perfecta. ¿Cómo se suponía que iba a pasar cinco horas con este
chico? Al lado de él se veía como una perdedora total con su nariz
goteante y sus ojos llorosos. Se echó hacia atrás y se concentró en la
carretera. Él estaba comprometido, fuera de los límites. Además, su
llegada con retraso era un gran punto en su contra.
—Así que, ¿eres una amiga de la hermana pequeña de Matt? —
Puso la camioneta en marcha y se alejó de la acera.
—Sí, Lindsey. Somos compañeras de habitación. Gracias por
llevarme. Me salvaste de dos muy largos viajes en autobús que habrían
parado en cada pueblo rural, tomándome todo el día.
—No hay problema. Crystal River está a solo diecinueve kilómetros
de la casa de mis padres.
Alcanzó en el bolsillo de su abrigo un pañuelo y se sonó la nariz. Se
imaginó que su nariz se habría vuelto de color rojo brillante. Siempre lo
hacía cuando tenía frío. No sabía qué decirle a este chico, y ellos iban a
pasar muchas horas juntos. Se limpió la nariz y tiró el pañuelo.
—¿Y cuál es tu especialidad?
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—Ingeniería. ¿Y la tuya?
—Finanzas.
—¿En serio?
—Sí, ¿qué hay de malo con eso?
—Nada. —Él sonrió y se le iluminó todo el rostro. Sus ojos brillaron y un
pequeño hoyuelo apareció en un lado de su mejilla. Ella se sintió como
un trol a su lado.
—Simplemente no pareces el tipo de chica de números.
Ella frunció el ceño.
—Bueno, lo soy. —¿Qué aspecto tenía para él?
—No era mi intención hacerte sentir mal. Pareces más del tipo
creativo. —Hizo un gesto hacia los regalos envueltos en papel brillante
que salían de su bolso y el diseño de cachemira de su mochila.
—También soy creativa. Simplemente me gusta cuando las cosas
tienen sentido. Cuando algo está correcto o incorrecto. Todo siempre es
congruente, y cuando no lo es, puedes arreglarlo.
Él miró el espejo lateral y se incorporó a la autopista.
—Suena como si estuvieras en el camino correcto.
—Gracias. —Ella aspiró.
—¿Te importa si escucho el partido de hockey?
Katie estaba bastante segura de que ese era un código para Ya no
quiero charlar contigo.
—No. Adelante.
Después de unos minutos escuchando el zumbido de la cobertura
del partido de hockey, deslizó los audífonos y le subió el volumen a su
música. Se había quedado despierta hasta la mitad de la noche
estudiando para su examen de Estadística. Inclinó la cabeza hacia
atrás, usando su abrigo como una almohada y cerró los ojos.
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Alex miró y le sonrió a su pasajera dormida. Sus audífonos se habían
caído y su cabeza colgaba hacia un lado, con la boca abierta. Debía
estar realmente muy cansada para dormir durante los dos primeros
períodos del partido de hockey.
Katie parecía una típica estudiante de primer año, joven y
despistada. La novedad de la universidad aún no había desaparecido.
Estaba ansiosa, nerviosa y claramente motivada. No es que él fuera
demasiado viejo y mundano en su segundo año, pero los últimos siete
meses lo habían empujado a través del infierno y de regreso.
Miró a Katie de nuevo. Sus largas pestañas yacían sobre sus mejillas
sonrosadas como alas de mariposa. No llevaba mucho maquillaje, y a él
le gustaba eso.
Su teléfono sonó y rápidamente lo agarró para no despertar a Katie.
—Hola —dijo en voz baja.
—Por favor, dime que ya casi estás aquí.
Frunció el ceño al escuchar la voz molestamente familiar.
—Ni siquiera estoy cerca.
—Pero le dije a mi madre que estarías a tiempo para la cena.
Suspiró.
—Trina, te dije que no llegaría a tiempo para comer y que me iba a
quedar en casa esta noche. Acabo de terminar mi último final esta
mañana. Necesito un descanso.
—Bueno, yo no. No te he visto desde Acción de Gracias y luego mi
abuela murió y se estropeó todo el fin de semana.
Alex no podía creer que había accedido a casarse con ella; dado
por hecho, lo había engañado, pero él iba a remediar esa situación
muy pronto. Esta vez no iba a dejar que Trina lo arruinara cuando tratara
de terminar con ella. Su relación había durado demasiado tiempo y por
todas las razones equivocadas.
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—Estaré allí en la tarde de la víspera de Navidad. Tú y yo
necesitamos hablar —dijo.
—¿Te estás transfiriendo para acá? ¡Oh por Dios! Ese sería el mejor
regalo de Navidad.
—No, no me estoy transfiriendo. Me voy a quedar en Madison. —Ella
sabía porque él quería hablar y se seguía engañando a sí misma de que
esto no iba a terminar.
—Odio Madison. Desde que llegaste allí has cambiado. De repente
quieres cosas diferentes. —Su tono quejumbroso rechinaba como uñas
sobre una pizarra.
Salir de Ashland fue la mejor cosa que alguna vez hizo. Le abrió los
ojos a todo lo que la vida tenía para ofrecer.
—¡Oh! Antes de que lo olvide. —Trina cambiaba de tema más rápido
que lo que los músicos cambiaban de clave—. Hoy estuve en el centro
comercial y vi un abrigo súper lindo con una capucha forrada de piel.
Estaba retenido para alguien en las cajas registradoras. El feo empleado
con una gran nariz dijo que era el único que quedaba y que yo no
podía tenerlo.
Alex supo, sin escuchar otra palabra, que Trina había intimidado al
pobre empleado para que se lo vendiera.
—¡Pero hice que me lo vendiera! ¡No puedo esperar para que lo
veas! ¡Es increíble!
Después de un silencio incómodo, el incesante parloteo de Trina
continuó.
—Entonces, ¿qué me compraste?
—Trina, vamos a hablar mañana. ¿Tu madre y tu padre van a estar
allí?
—¿Por qué? ¡Oh por Dios! ¡Quieres fijar una fecha! —gritó en el
teléfono y Alex deseó poder aplastar la maldita cosa en pedazos—. Voy
a mantenerme despierta toda la noche para esperarte a ti y a tus
padres.
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—No. ¡No quiero fijar una fecha y no voy a ir! Escucha, no voy a
llegar a casa hasta tarde, tengo que llevar… —Miró a Katie—, a un
amigo.
—No es justo. —La voz de Trina se convirtió en un mohín—. Pero
tienes que venir el día de Navidad. Le dije a mamá que pasarías todo el
día conmigo. Ella quiere que la ayude a preparar la cena. Si tú estás
aquí, no voy a tener que hacerlo.
Alex suspiró.
—Sabes que no puedo hacer eso. Siempre ayudo a servir la cena en
el centro para personas mayores el día de Navidad.
Katie se movió y abrió los ojos. En el instante en que vio a Alex, se
sentó y miró hacia el frente.
—Escucha. Tengo que irme. Hablamos pronto. —Colgó antes de que
Trina pudiera discutir u obligarlo a prometer algo que no podría cumplir.
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Capítulo 2
Traducido por Ale Rose
Corregido SOS por sttefanye
atie bostezó y se desperezó.
Él deslizó el teléfono en su soporte de vaso.
—¿Tuviste una buena siesta?
—Sí, estaba muy agotada. —Parpadeó un par de veces—.
¿Cuánto tiempo he dormido?
—Una hora y media. Debes haber estado muy cansada. Es eso, o no
te gusta el hockey. —Él vio las comisuras de su boca curvase—. ¿No te
gusta el hockey? ¡Por favor! Tendré que golpearte y echarte.
Ella abrió los ojos por un instante y luego una sonrisa apareció en su
cara bonita. Se giró en su asiento para mirarlo.
—Lo siento. No entiendo el hockey. Fui a un partido una vez, y
pasaron todo el tiempo patinando y patinado, y luego, de repente,
alguien intentó disparar un gol. Sucedió tan rápido, que ni siquiera lo vi.
—Eso es porque se supone que debes prestar mucha atención.
—Y ahí está el quid de la cuestión.
—¿El quid ? —Él inclinó la cabeza en pregunta.
—Sí, el quid.
—¿Sabes lo que eso significa ? —Él se rió y vio la frente de ella
arrugarse.
—Quiere decir, el punto del problema, el centro del problema. No lo
sé. Es solo una palabra —dijo ella, aturdida.
K
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Alex miró el tráfico, con una sonrisa. Disfrutaba molestarla. Era un
blanco fácil.
—Estamos llegando a una salida. Pararé en una gasolinera. ¿Quieres
algo de comer o ir al baño?
—Sí. Me muero de hambre.
Encendió el intermitente y salió de la carretera.
De regreso en la carretera con el tanque lleno, la vejiga vacía y con
comida caliente, Katie metió la mano en su hamburguesa y en una
bolsa de Cheetos. Alex trató de conducir y comer su hamburguesa con
queso al mismo tiempo.
—¿Puedo ayudarte con eso? —Ella ofreció entre bocado y bocado.
—Puedo solo. —Él no dejó de mirar a la carretera y regresar a la
hamburguesa que estaba descansando encima de la bolsa.
—¿Qué estás tratando de hacer? —Vio como él hizo un lío con su
hamburguesa.
—Estoy tratando de poner dos aros de cebolla y el pan en la parte
superior.
—Déjame ayudarte. —Ella se acercó, agregó dos aros de cebolla y
puso el pan de nuevo.
—Gracias. —Tomó la hamburguesa de gran tamaño y le dio un
mordisco.
—Nunca he visto a alguien poner aros de cebolla en una
hamburguesa.
—Deberías probarlo. Está muy bueno —dijo, masticando.
—Lo haré alguna vez.
—Pruébelo ahora. Hay un montón. Sírvete. —Hizo un gesto hacia los
aros de cebolla con la hamburguesa en la mano.
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—Está bien. —Añadió un anillo de cebolla y puso el pan de vuelta.
—No, tienes que añadir dos, para una máxima contracción.
Ella negó con la cabeza y añadió otro, luego apretó el pan y le dio
un mordisco.
—¿Y bien?
Asintió y siguió masticando. Se tapó la boca con la mano.
—Está bueno.
—Sí. Quédate conmigo y aprenderás todo tipo de cosas.
Si fuera tan simple. No podía empezar a imaginar salir con Alex, un
chico totalmente caliente.
Comieron en silencio cómodo, a excepción de la estación de
música country que Alex sintonizó. La comida grasienta estaba
buenísima, pero ella anhelaba la comida casera de su madre. ¿O sería
la comida de Tom? Ese pensamiento le puso un nudo en el estómago.
—¿Te gusta Madison? —preguntó Alex.
—Me encanta. No estoy muy contenta en subir Bascom Hill para
llegar a clases, pero por lo demás, es genial.
—Ese cerro es una bestia.
El teléfono de Katie sonó. Se limpió los dedos en una servilleta,
comprobó la pantalla, y respondió.
—¿Qué pasa?
—Hola, cariño. Solo chequeo por dónde vienes.
—Mamá, estás llamando para asegurarte de que no estamos en la
zanja o envueltos alrededor de un poste de teléfono. —Miró a Alex y
puso los ojos en blanco.
—No lo diría de esa manera dramática, pero sí, quería asegurarme
de que estás a salvo y bien en el camino.
—Sí y sí —le espetó, un poco más fuerte de lo que pretendía.
—Bueno. ¿Dónde estás ahora?
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—Alex, a mi madre le gustaría saber nuestra ubicación exacta en
este momento.
—Katie, no es necesario que le dijeras que pregunté —dijo su madre.
Alex se rió entre dientes.
—Acabamos de pasar Wausau. Diría que otro par de horas.
—¿Has oído eso? —dijo Katie a su madre.
—Gracias. Debes saber que ya está nevando aquí y se acumula
bastante rápido. Tom dice que entrarás en la nevada pronto, así que
ten mucho cuidado.
—Sí, mamá. —Katie quería decirle lo que Tom podía hacer con la
nieve.
—Katie, lo digo en serio.
Se dio la vuelta en su asiento.
—Alex, mi madre quiere que sepas que está nevando en el norte, y
Tom dice que estaremos dirigiéndonos hacia la nieve pronto. Tienes que
conducir con mucho cuidado. Habla en serio.
—Copiado —respondió él, divertido.
—Es evidente que no estás lista para hablarme razonablemente. —Su
madre sonaba irritada, hecho que a Katie no le importaba.
Katie respondió con voz alegre.
—Está bien, suena bien. Nos vemos pronto. —Colgó rápido. Sabía
que debía sentirse mal por ello, pero su madre tenía la culpa al
mantener a Katie en la oscuridad acerca de la separación. Su madre
solo quería hablar cuando no se trataba del desastre familiar. ¿Por qué
era tan importante este tipo que Katie se veía obligada a conducir a
través de una tormenta de nieve en Navidad?
Metió el teléfono en la parte inferior de su bolso donde no lo oiría
sonar.
—Y, ¿quién es Tom? —preguntó Alex.
—Es una larga historia.
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—Tengo mucho tiempo. —Una canción country ñoña sobre un chico
y su perro sonaba en la radio.
—En realidad no lo sé. Mamá dice que no está saliendo con él, pero
nos hace mover nuestros traseros hasta Crystal River para pasar la
Navidad con él, y ni siquiera lo hemos conocido.
—Y supongo que no quieres conocerlo.
—No, no quiero.
—¿Y tus padres están divorciados?
—Esa es una excelente pregunta. No lo creo, pero las cosas se
mueven tan rápido, quién sabe. —Ninguno de sus padres decía algo
sobre ello. Hablándole de un montón de mierda sobre aun querer a sus
hijos, solo que necesitaban un cambio en sus vidas, o nuevo aire, o
alguna otra mierda.
—Déjame adivinar. Esta es tu primera Navidad con tus padres
separados.
—Así es.
—Eso es una mierda. —Alex frunció el ceño.
—A lo grande.
Viajaron en silencio afable y escucharon la música natal de Alex.
Una media hora más tarde, comenzaron las ráfagas, y dentro de unos
minutos, la nieve ligera se transformó en grandes copos, lluvias azotaron
el parabrisas.
—Aquí vamos. —Alex deslizó su refresco de nuevo en el soporte de
vaso y se sentó un poco más erguido mientras se enfocaba en ver con
la visibilidad reducida.
Katie tiró de sus piernas debajo de ella y vio la nieve, llenando las
calles que estaban todavía limpias.
—Ya es hora de que tengamos una Navidad blanca. —Había algo
excitante en una gran nevada. En los últimos años, las fuertes nevadas
habían sido pocas y distantes entre sí. Pero ahora el viento giraba la
nieve salvajemente en oleadas, como el agua en un mar embravecido.
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—Mi hermano, Jason, tiene que estar amando esto. Tendrá su arado
aparejado y listo para funcionar. Es como un niño pequeño cuando se
trata de la nieve —dijo Alex.
—¿Conduce un camión también?
Alex inclinó la cabeza y la comisura de su boca se levantó. Le
brillaron los ojos mientras sonreía de una manera que solo se podía
describir como sexy.
—En el norte todo el mundo conduce un camión.
A Katie le gustó este lado más ligero de Alex. Parecía educado, pero
preocupado antes, especialmente después de su llamada telefónica.
—Jason se muerde las uñas para salir a arar y sacar los coches de la
zanja. Es el mejor regalo de Navidad que podrías pedir.
Ella apostó que a Alex le gustaba la nieve, tanto como a su
hermano.
—¿Y qué es lo que quieres para Navidad?
Él la miró y luego de vuelta a la carretera. La nieve comenzó a
acumularse. Resopló.
—¿Yo? Quiero una nueva vida. —Él se pasó una mano por el pelo y
miró fijamente al material blanco arremolinada.
Katie se preguntó, ¿qué quería decir? ¿No podía esperar para
casarse? Parecía perdido en sus pensamientos mientras conducía.
Él podría querer una nueva vida, pero más que nada, Katie quería su
antigua vida. Nuevo no era como se pintaba. Quería pasar las fiestas y
las vacaciones de invierno en su antigua casa, con sus dos padres y su
hermana pequeña, Nichole. No con nuevas personas obligada a verlas.
La estación de radio crujió. Alex le echó una mirada.
—¿Quieres encontrar una nueva estación?
—Por supuesto. —Ella se estiró sobre la chaqueta y equipaje para
ajustar los diales. Se dio cuenta de lo bien que olía él, como loción
después del afeitado o tal vez un muy buen desodorante.
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—No vas a encontrar mucho tan al norte. Puede que encuentres
una estación de Minocqua o de Park Falls.
Katie rodó lentamente la perilla del radio de la vieja camioneta,
escuchándose una ruptura en la estática. A pocos centímetros a su
izquierda, la mano de Alex sostenía casualmente el volante. Notó un par
de vellos en sus largos dedos. Tenía las uñas recortadas. La manga de la
sudadera con capucha estaba gastada en el borde y un poco sucia.
—Regresa. Pasaste algo. —Alex señaló con su dedo índice.
Se volvió y captó una estación de radio tocando Navidad en
Sarejvo de Trans-Siberian Orchestra. Era una canción muy navideña,
pensó que a Alex le gustaría también. Katie se echó hacia atrás en su
asiento.
Alex subió el volumen y dio unos golpecitos con el dedo sobre el
volante mientras la música sonaba a través de los altavoces.
—Me encantan estos chicos. Son tan impresionantes. ¿Los has visto
alguna vez en concierto? —le preguntó ella.
—Ni siquiera sabía que tuvieron uno.
—Todos los años hacen una gran gira de Navidad a partir de
noviembre hasta principios de enero. Este es el primer año desde que
era pequeña que no he ido. —Ella ignoró el giro en sus entrañas
recordándole que la tradición familiar sencilla había terminado para
siempre.
—¿Por qué no fuiste este año? —Su cabeza se balanceaba al ritmo
de la canción.
Ella suspiró.
—La ruptura.
—Eso apesta.
—Sí. Nada es lo mismo. Mamá me está arrastrando a un lugar en
medio de la nada. Sin ánimo de ofender. —Le miró por el rabillo del ojo.
No quiso ofender la casa de su infancia.
Alex la miró y sonrió.
—No te preocupes.
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—Ahora tengo que pasar cuatro días, incluyendo la Navidad, con un
tipo que nunca he conocido. Mi madre ni siquiera sabe cómo llamarlo.
Dice que no es su novio.
Alex levantó una ceja.
—¡Lo sé! —Katie alzó las manos en el aire—. ¿Qué demonios es eso?
¿Cuán estúpida cree que soy? Y después de esa pesadilla, me tengo
que ir a la nueva casa de mi padre y celebrar la Navidad con él, su
nueva novia, Marie, y sus tres hijos pequeños.
—Auch. —Alex se encogió.
—Lo que yo daría por correr y saltarme las vacaciones.
—Tú y yo, ambos —murmuró.
La canción terminó y el locutor habló.
—Esa fue Navidad en Sarejvo por Trans -Siberian Orchestra. Luego
vamos a oír más música de navidad, pero ahora escuchemos una
actualización del tiempo.
Katie se inclinó hacia delante mientras Alex subió el volumen.
—Toda la región del Norte está bajo una advertencia oficial de clima
y a partir de las siete de esta tarde va a cambiar con el paso de las
ventriscas durante toda la noche y hasta mañana.
Katie lanzó una rápida mirada a Alex. Él escuchaba con atención,
pero no parecía demasiado preocupado.
—Se esperan fuertes vientos con nevadas esta tarde de seis a diez
metros, y una adicional caída de nieve durante la noche de ocho a
doce metros, terminando por la tarde. Las temperaturas bajarán,
llegando a números negativos, junto con viento importante y
acumulación de nieve.
—Mierda. Supongo que mamá tenía razón en un cambio. —Katie
miró con los ojos abiertos a través de la cabina del camión. Una blanca
Navidad era una cosa, una tormenta de nieve era otra.
—Así que, amigos. Si no tienen que salir, no lo hagan. Y si estáis
fuera, regresad a casa tan pronto como podáis. Este es el momento
perfecto para acurrucarse y disfrutar de un ponche caliente y una
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blanca Navidad. Y con esa información, he aquí Bing Crosby. —Las
cadenas empezaron a tocar y la voz de Bing Crosby cantando White
Christmas sonó en la cabina.
—Lo bueno es que he puesto un peso extra en la parte trasera del
camión la última vez que estuve en casa. Esto va a tardar más en llegar
de lo que pensaba.
Katie se retorció en su asiento para ver los dos grandes cubos de
plástico a cada lado del camión, nieve acumulándose a su alrededor y
en su bolsa de lona de lienzo.
—¿Cuánto tiempo tomará?
—Diría que una hora, tal vez una hora y media.
—Probablemente debería llamar a mamá y así me dará una
actualización. —Sacó el teléfono de su bolso y lo encendió. La luz pulsó
varias veces en busca de una señal, pero no había ninguna.
—¿No hay servicio? —preguntó Alex.
—Ninguno.
—Imaginé que esto iba a pasar. Hay servicio de telefonía aquí, y con
la tormenta, la única cosa que funcionará es un teléfono fijo.
Katie dejó caer el teléfono en el bolso, sin estar segura de si estaba
decepcionada de no hablar a su madre o aliviada.
—Bueno, eso me deja sin el chequeo de mamá sobre tu
conducción, las condiciones de nieve actuales, y si he usado hilo dental
en los dientes.
—Nunca puedes usar el hilo dental lo suficiente —bromeó Alex.
Katie le lanzó un Cheeto. A pesar del hecho de que estaba
conduciendo, Alex agarró el Cheeto y se lo metió en la boca. Él le
dirigió una sonrisa arrogante. Katie sonrió y negó con la cabeza.
24
Capítulo 3
Traducido por katiliz94
Corregido por Lucero
lex no había visto una tormenta de invierno así de mala en
años. Las condiciones de la carretera habían cambiado de
malas a apenas visibles, y durante los últimos kilómetros,
apenas vio otros coches en la carretera. La nieve caía en un
constante manto blanco. Los faros iluminaban la nieve, y los copos se
precipitaban a toda velocidad como si fueran una nave espacial en
una película de ciencia ficción.
—¿Por qué no lo araron? —preguntó Katie desde el otro lado de la
oscura cabina.
—Podrían estar esperando hasta que más nieve se acumule o quizás
no han llegado aún a esta carretera. —Otra gran ráfaga golpeó la
camioneta, causando que Alex agarrase el volante con más fuerza. Los
vientos aullaban—. A veces cuando hay grandes vientos, las roturas son
sacadas hasta que las condiciones ceden.
—Eso parece una mala idea.
—Lo es si estás varada ahí —respondió él centrándose en la
carretera.
A
25
—Como nosotros —dijo ella.
Él detectó la presión en su voz.
—Nada por lo que preocuparse. Te llevaré de una sola pieza. —
Quería extender el brazo y palmear su pierna en confortación pero
imaginó que dos manos en el volante serían mejor.
—Tengo esperanza de que lo hagas —tentó ella.
Él se rió por lo bajo.
—No hay problema. En Ashland, tenemos grandes lagos hechos de
nieve proveniente del Lago Superior. Confía en mí. Tengo un doctorado
en conducir carreteras cubiertas de nieve.
Una hora después, solo habían pasado cincuenta kilómetros. El hielo
se había acumulado bajo el parabrisas. Incluso con el descongelante
en alto, el hielo acumulado hacía difícil ver la carretera.
Miró a Katie y la encontró agarrando el reposabrazos.
—¿Crees que deberíamos desviarnos por algún otro lugar? —
preguntó ella.
Alex no quería admitir la derrota cuando estaban demasiado cerca,
pero las carreteras definitivamente se habían deteriorado.
—Solo tenemos otros veinticuatro kilómetros, y creo que podemos
llegar sin problemas. Pero va a llevar un tiempo, a menos que la nieve se
manifieste y aclare un camino.
En la distancia, visualizó el borroso brillo de las luces a un lado de la
carretera. Un minuto después llegaron a una combinación de
gasolinera/tienda de alimentos. El brillo de las luces superiores de la
estación iluminó el edificio cubierto de nieve.
—¿Qué dices de desviarnos a un lado y ver si hay un actualizador
del tiempo?
—Me parece bien.
Además, después de esa enorme soda, podía usar el baño. Alguien
había arado la estación hacia no mucho tiempo, así que estaba mucho
mejor que la actual carretera. Alex fue al lugar de aparcamiento frente
26
a la tienda. Los fuertes vientos habían perforado la nieve a un lado del
edificio y lo limpiaron hasta aclararlo en otro.
—¿Por qué no vas primero? Si ambos abrimos las puertas al mismo
tiempo el viento podría soplar todo aquí afuera —dijo Alex.
Kate se deslizó en el abrigo y agarró el bolso.
—Todo equipado. —Salió; el viento sopló su cabello directamente
hacia atrás mientras empujaba la puerta para cerrarla y corrió hacia
dentro.
Alex forzó su puerta hasta abrirla. Perforando el frío aire en su
exhalación. Entrecerró los ojos para evitar que la nieve perforara sus ojos
y corrió unos pocos pasos hasta la puerta de entrada.
—¡Oh! —Tembló y sacudió la cabeza. La nieve le cayó del pelo
como un mal caso de caspa.
—Oh Dios mío, está helando ahí fuera. —Katie se abrazó a si misma
del frio mientras se dirigía al servicio.
Las coloreadas luces de Navidades centellearon desde las ventanas
de la tienda, iluminando un expositor de tabaco de mascar. El
mostrador de ventas incluía multitudes de expositores de mecheros,
duros caramelos de vacaciones, dulce de leche de Amish, y una
docena de otras impulsivas gangas. Un anciano, tal vez en los sesenta,
vistiendo una camiseta roja de franela y gafas que a Alex le recordaba
a su abuelo, permanecía detrás del mostrador. La guirnalda de papel
rojo decoraba las paredes de cigarros.
—Es muy molesto conducir ahí fuera —comentó el hombre.
—Los últimos kilómetros han sido lo peor. ¿Ha escuchado algunas
mejoras? —preguntó Alex.
El radar mostraba una amplia masa de nieve de precipitación cubrir
lo más alto de Wisconsin y extenderse por Minnesota. Cuando Alex
revisó el radar esa mañana, las predicciones de nevada eran bajas.
—Pensé que la tormenta estaría al norte de nosotros. —Miró a la
nube blanca que cubría la mayor parte del monitor.
—Los hombres del tiempo de hoy no son mejores que los de hace
treinta años. Todo ese equipo de alta tecnología y solo predijeron ocho
27
centímetros de nieve. Ahora están diciendo de doce a veinte antes de
que esta cosa esté hecha.
Alex miró fuera a las condiciones pasadas.
—¿Ha visto algo de arado? Solo nos quedan veinticuatro kilómetros
para ir y un arado de seguro nos haría la vida más fácil.
—No durante un tiempo. Es difícil decir lo que harán con eso al ser las
vacaciones y demás.
Katie apareció llevando una sonrisa encantadora. Notó el radar.
—¡Mierda Santa! Mira eso.
Alex contuvo la sonrisa mientras ella miraba la pantalla. Su brillante
cabello castaño fluía sobre sus hombros. Ella giró los ojos ámbar hacia
él, con las largas y oscuras pestañas agitadas.
—¿Qué piensas? ¿Podemos atravesarlo?
—Eso es de lo que estábamos hablando. Si no intentamos
atravesarlo ahora, no sé cuándo lo haremos. Este es el único frente al
final de la tormenta. Va a durar mucho rato.
Katie frunció los labios mientras se concentraba en la pantalla del
radar.
—Si no quieres conducir más esta noche, hay un pequeño motel, en
el Do Drop Inn, delante de la carretera a unos dos kilómetros o así. —El
empleado gesticuló hacia el norte.
Alex prefería conducir a través de la nieve y llegar por la noche, en
lugar de esperar hasta que la nieve se detuviera, pero sentía que
también debería escuchar los pensamientos de Katie.
—¿Qué piensas? ¿Do Drop Inn o conducción a cuatro ruedas?
—¿Qué tan lejos? —preguntó ella, aparentemente considerando las
opciones.
Alex se preguntó si se preocupaba más en pasar la noche con él en
una habitación de hotel o en no llegar a casa para ver a su madre por
la noche.
28
—Si es realmente malo, cuarenta y cinco minutos, quizás una hora
como mucho.
—¿Te das cuenta de que vas a tener que quedarte en la noche? Mi
madre nunca te dejaría seguir conduciendo con un tiempo como este.
—Te refieres a quedarme con, ¿cómo lo llamaste? ¿El no novio,
Tom? No lo sé. —Por un lado, si le afectaba, tendría que ser capaz de
posponer la ruptura con Trina. Una noche en un bungalow con un
montón de extraños sería completamente malo. Además, Katie parecía
muy agradable y de poco drama.
Brillantes luces iluminadas aparecieron en el exterior, seguidas de un
enorme quitanieves.
—Mira, hay un arador. —Katie señaló hacia afuera de la ventana.
—Y va dirigido en la dirección correcta. ¿Qué dices? ¿Quieres ir por
ahí? —preguntó Alex, ansioso por regresar a la carretera.
—Totalmente. Sin tripas, sin gloria. —La cara de Katie se iluminó.
Sostuvo en alto la mano y Alex le chocó los cinco.
—Chicos, ¿tenéis suministros de emergencia en caso de que tengais
problemas? —preguntó el anciano.
—Sí, tengo arena en la parte trasera y una pala de nieve.
—¿Qué hay de agua y mantas? —preguntó el dependiente.
—Tengo la mitad de mi guardarropa en la bolsa de ropa sucia, pero
llevaré un par de botellas de agua.
—No se preocupe. Estaremos bien. No estamos lejos de nuestro
destino —explicó Alex.
—Estoy seguro de que estaréis bien, pero nunca hace daño estar
preparado. —Apartó el ordenador del mostrador.
Mientras Katie pagaba, Alex escaneó los estantes de la tienda por
algún regalo de último minuto para su prometida. Estaría molesta si le
daba un bolígrafo iluminado con un Santa Claus vestido en un jersey de
Empaquetador. El dulce de leche no estaría en su dieta o un bote
gigante de palomitas. De cualquier manera, una vez que rompiese su
29
compromiso, probablemente ella le arrojaría el regalo en la cara. Siguió
a Katie fuera hasta la camioneta.
El arado apartaba los altos centímetros de nieve de las carreteras. El
avance aún era lento, pero Alex se sentía satisfecho porque pronto
dejaría a Katie en su destino. Divisó el giro gracias a una luz en la
intersección.
—La buena noticia es que encontramos River Road. Estamos
acercándonos —dijo Alex.
—¿Y las malas noticias?
Con lentitud tomó el giro.
—River Road no ha sido arado. —La camioneta patinó mientras él
tomaba la curva.
—¡Oye, no hagas eso! —Katie se agarró el salpicadero.
—Lo siento. —Alex miró fuera al abismo, la intacta nieve ante ellos.
Alguien había conducido desde la otra dirección hace no mucho; usó
las cadenas de neumáticos para ayudar a guiar el camino.
—Entonces, ¿dónde está el rio? —Katie miró a la oscuridad con
nada más que la nieve volando alrededor.
—No lo sé. Nunca antes he estado en este camino. Por todo lo que
sé, podría estar justo a nuestro lado. Apenas puedo ver la carretera. —
Alex se aferró al volante y miró a través de la cautivante nieve.
—A este paso, vas a terminar pasando la noche conmigo en el
disfuncional campamento. ¡Ja! —Lo provocó ella, sonando más
nerviosa mientras se acercaban a su destino.
—¿Eso te gustaría, verdad? ¿Hacerme sufrir a tu lado? —No le podría
importar quedarse en casa de ella. Cuanto más se acercaba a llegar a
casa, más temía lo que seguía.
30
—Cualquier cosa para salvarme de enfrentar a mamá y al No Novio.
Siento como si fuera a condenarme a la muerte, no a celebrar la
Navidad. ¿Qué tan desastroso es eso?
—Muy desastroso, pero ¿no es eso para lo que son las vacaciones?
Familias forzándose a pasar tiempo juntos y que puedan recordar lo
extraños que son todos. —Así es como él se sentía con Trina. Ella solía ser
guapa y divertida, pero ahora iba por caminos que no eran buenos.
—Interesante teoría. Siempre pensé que mi familia era muy normal.
Pero ahora que lo mencionas, tengo a Tía Liz. —Rió con nerviosismo.
—¿Qué? —Miró por encima para ver el rostro de ella iluminado por
las luces del salpicadero.
—Cada vez que Tía Liz se hospedaba en Navidad, durante el postre
sacaba esa vieja jarra llena de lo que parecía un oscuro y mugriento
zumo de manzana. Ya ves, después de que mi abuelo muriera,
encontraron tres jarras en la bodega de cuando él hacía licor casero.
Tía Liz ponía pequeños vasos de alcohol y vertía a todos los que
quisieran un trago. Un par de ellos y estaban perdidos. Es muy
estresante.
Alex había visto a sus padres achispados unas pocas veces y
también se les unió en un par de ocasiones.
—¿Alguna vez has probado el licor de tu abuelo?
—Una vez di un sorbo. Sabía a estanque sucio. Pensé que
seguramente iba a quemarme la pared del estómago.
—¿No eres una bebedora?
—En realidad no. he estado en unas pocas fiestas en la universidad,
pero todos beben muy rápido. Es divertido en ese momento, pero el día
siguiente es horrible, juro que nunca beberé de nuevo.
—Hasta la próxima fiesta —añadió Alex.
—Exacto.
Katie recordó su primer año y todas las diabluras que hizo.
—¡Oh, a Tía Liz le gusta desnudarse! —Katie volvió a reír.
31
—¿En serio? —Alex deseó que no estuviese atrapado conduciendo
en una tormenta de nieve. Hubiera preferido centrarse en Katie, ¿sabía
ella como se iluminaba su cara cuando recordaba viejos tiempos?
—Elimina lo visual que estés pensando, porque estás equivocado. Tía
Liz es una mujer muy grande y de cincuenta años. Canta en alto,
canciones crudas y finge que es del doble de tamaño, de una
cabaretera de las Vegas —dijo Katie.
Alex rió y sonrió a Kate. Ella sonrió y se encogió de hombros, después
miró hacia adelante.
—¡Cuidado! —gritó.
Él levantó la cabeza hacia el frente. Un ciervo permanecía en medio
de la carretera, mirando paralizado a los faros. La camioneta viró
bruscamente hacia adelante.
—¡Mierda! —Pisó el freno. Incapaz de conseguir alguna tracción, la
camioneta se deslizó, girando a un lado. El impulso a cuatro ruedas fue
inútil en la profunda nieve.
Alex giró el volante para mantener los neumáticos puestos hacia
adelante. Pulsó la bocina. El ciervo salió huyendo. Se esforzó por tener la
camioneta bajo control.
Un segundo ciervo atravesó el camino. Este no fue tan suertudo. Alex
no tuvo opción. La camioneta golpeó los cuartos traseros del ciervo y los
envió girando.
La camioneta viró como un auto loco, y con la pesada nieve
cayendo, no tenía ni idea de que dirección estaba adelante, o si
estaban a punto de chocar con un árbol.
—¡Aguanta!
La camioneta salió de la carretera, de regreso al final del principio,
después giró a un lado. Él estaba seguro de que la camioneta daría la
vuelta. Alargó el brazo derecho para mantener a Katie en su lugar.
Cada nanosegundo pasó en lento movimiento.
La camioneta rebotó en un empinado terraplén, girando hacia
adelante y finalmente deslizándose hasta detenerse.
32
Entonces Katie gritó como él nunca había escuchado gritar a nadie
antes.
Los faros revelaron salpicaduras de agua deslizándose frente a la
camioneta.
Capítulo 4
Traducido por katiliz94
Corregido por vicsibet
h mierda! —Alex intentó volver hacia atrás en su
asiento para evitar la oscura y furiosa agua
envolviendo su camioneta, pero el cinturón lo mantuvo
en su lugar.
—¡El río va a tragarnos! —gritó Katie con pánico.
Alex miró alrededor con franqueza. El extremo del frente de la
camioneta era claro en el agua. ¿Se deslizaría dentro toda la
camioneta? ¿Tenía razón Katie, esa fuerza de la corriente le llevaría más
lejos?
—¡Tenemos que salir! —Katie casi lloraba.
—¡O
33
—Déjame intentar dar marcha atrás. Tal vez nos saque un poco del
agua.
—¡No! No toques nada. ¡Nos tragará!
La adrenalina bombeó a través de Alex. Tenía que moverse con
rapidez. Cautelosamente dio marcha atrás a la camioneta y retrocedió
levemente sobre el acelerador.
La camioneta se tambaleó hacia atrás durante un segundo, pero
entonces se deslizó atrás a su lugar. Miró a Katie, su cara aterrorizada, su
mano agarrando la puerta de la camioneta y la otra plantada
firmemente en el salpicadero.
Lo intentó una vez más, pisando más el acelerador. El camión se
balanceó hacia atrás una fracción y después se volvió a deslizar hacia
adelante.
—¡Para, para, para! ¡Por favor no hagas más eso! Vas a meternos
más rápido en el río.
—Está bien. —Alex puso el camión en el parque y puso el freno,
esperando que los mantuviese en ese lugar. Con un suspiro, apagó el
motor—. Tenemos que salir de aquí. —Escaneó la camioneta por mejor
resolución—. Vas a tener que ir o por la puerta, la cual está más cerca
del agua, o la cabina de la ventana. No estoy seguro de que pueda
pasar a través de eso.
—No quiero quedar atrapada en esa diminuta ventana si el río de
repente nos empuja dentro —dijo Katie.
Alex no podía parar de mirar al agua mientras fluía. Abrió la puerta
unos pocos centímetros. Una oleada de viento frío sopló dentro.
—El agua en mi puerta está solo a unos pocos metros de
profundidad.
Golpeó la puerta y se giró hacia Katie.
—Pon todas tus cosas de invierno y salgamos de aquí mientras
podamos. —Con rapidez se deslizó en su abrigo, el gorro y los guantes.
Katie parecía lista, excepto por tirar frenéticamente las cosas de su
bolso y metérselas en los bolsillos de la chaqueta.
34
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Alex con incredulidad.
—Estoy agarrando tantos regalos como sean posibles.
—Tienes que estar bromeando conmigo.
—Si tu camioneta es arrastrada, no voy a perder todas mis cosas.
Alex alargó el brazo para pasarlo sobre las piernas de ella hasta el
salpicadero.
—Discúlpame. —Lo abrió, agarró una linterna y lo cerró de golpe.
—Buena idea. —Katie rellenó un par de largas y estrechas bolsas de
pan bajo el frente de su chaqueta y lo cerró.
—¿Planeaste darle a alguien pan para Navidad? —Él deslizó la
linterna en la mochila y se puso una de las tiras sobre el hombro.
—Es una tradición familiar. Mi abuelo solía tener una pastelería.
Además, podríamos necesitarlo más tarde.
—Buen punto. Ahora vamos a salir de aquí.
Alex se desabrochó el cinturón y se balanceó entre el asiento y el
volante. Miró a Katie y el miedo en sus ojos.
Probó una mirada valiente.
—Aquí vamos.
Katie se desabrochó y se puso de pie con torpeza en la inclinada
cabina de la camioneta. El corazón casi se le salió del cuerpo.
Alex abrió la puerta. El viento frío rugió. Agarró el mango de la
camioneta mientras salía. Katie notó que llevaba botas. Chico listo. Al
instante se arrepintió de su pobre elección de zapatos. Con la mochila
conteniendo el portátil sujeta a su espalda, se apeó en el lado de la
puerta del conductor. De ninguna forma permitiría que Alex saliera de
su visión.
35
Él salió y se tropezó sobre sus rodillas. Se puso de pie y se apoyó en la
camioneta como ayuda mientras se las arreglaba para alejarse unos
pocos metros de la puerta. Extendió la mano.
—Las rocas están cubiertas de hielo sólido. Agárrate a la camioneta
cuando salgas y después agarra mi mano —gritó por encima del viento.
Katie miró hacia la oscura y agitada agua. Podrían haberse
ahogado si se deslizaban más rápido dentro. El frío y mordaz viento la
amenazaba con empujarla dentro de la camioneta.
Se agarró a la camioneta con una mano y a la correa del cinturón
de seguridad con la otra. Katie salió y hundió el delgado cristal en agua
glaciar que instantáneamente le humedeció el pie. Plantó el otro pie
más lejos, en varios centímetros de nieve.
—Buen trabajo. Lo conseguiste. —Él mantuvo la mano extendida, el
rostro alentador.
Katie dejó ir la correa del cinturón de seguridad y dio un largo paso
hacia Alex. Casi llegaba a él, entonces su pie se deslizo y cayó.
Fuerte.
—¡Katie! —gritó Alex, revolviéndose sobre las resbaladizas rocas.
Estupefacta, le llevó un segundo darse cuenta de lo que acababa
de ocurrir. El agua fría congelándose le mojó las piernas y se filtró por
encima de la parte delantera de su abrigo. El codo le dolía como el
infierno.
—¡Katie! ¿Estás bien? —Alex apareció a su lado.
—Sí —dijo ella, sorprendida al encontrarse en el agua.
Las manos de Alex se deslizaron bajo sus brazos y la salvaron.
—Te tengo. —La levantó sobre sus pies y la recostó contra la
camioneta. El viento y la nieve se arremolinaron entorno a ellos. Él se
acercó más a su rostro—. Vas a estar bien. ¿Entendido?
Ella asintió, absorbiendo la afirmación de sus ojos. El agua fría del río
le goteaba por las piernas.
—Bien. Permanece cerca de mí. Vamos a regresar a la carretera.
36
Katie se balanceó contra el otro lado de la camioneta mientras se
pusieron en camino a la peor de las rocas más grandes. Alex los
condujo al inclinado terraplén, en ocasiones deteniéndose para
ayudarla. Bajo varias capaz de nieve acumulada, la maleza mojada
ayudaba a asegurar su caminata. Se deslizó y cayó un par de veces, y
sus vaqueros se mojaron con rapidez con la nieve.
A lo alto del terraplén, miraron a la camioneta. Ambos neumáticos
delanteros descansaban en el río. Gracias a Dios que estaban a salvo
lejos de la terrorífica agua, pero a Katie tampoco le gustaba la rareza
de estar fuera en una tormenta de nieve. Temblando, se giró hacia Alex.
—Estamos en una profunda mierda.
—Eso es una finura. —Él se desabrochó el abrigo y lo estiró en alto
para cubrirse las orejas.
Katie se abrazó a sí misma en un intento fallido por permanecer en
calor. Sus piernas estaban entumecidas. Luchó por mantenerse erguida
contra el viento golpeando, su abrigo ya no siendo una barrera contra
el frío.
—¿Qué estás haciendo? ¿Estás bien? —Revisó Alex sobre ella, con
las cejas bajas ante una idea.
—Además de congelarme hasta morir, estoy bi-bi-bi-bien. —Sus
dientes castañearon.
La preocupación nubló los ojos de él. Le tendió la bufanda, la roja
que obtuvo las navidades anteriores. La volvió a envolver entorno a su
cuello, esta vez cubriéndole la boca y la nariz.
—Tenemos que tener la esperanza de que alguien llegue realmente
pronto o de encontrar algún refugio, y rápido. —Ató los extremos de la
bufanda en un ajuste.
—¿Por qué dirección deberíamos ir? —Ella quería salir de ese frío tan
rápido como fuera posible.
—No pasamos nada durante un tiempo en esta carretera, así que
vamos a seguir moviéndonos hacia adelante. —Alex se subió la mochila
más alto y partió, abrazando su cuerpo contra el fuerte viento.
37
Katie caminó por detrás. Apreciaba a Alex por intentar servir como
refugio contra el viento, pero no parecía que hubiera mucha diferencia.
En minutos, sus pantalones estaban congelados, el congelado material
frotándose contra su piel como papel de lija. La mordaz nieve
golpeándole el rostro como diminutas agujas. Tiró de la bufanda más
alto, así todo se cubriría menos sus ojos. Ojala tuviese un gorro.
Cada paso se convertía en una agonía mientras avanzaban. Katie
no podía sentir más los dedos de los pies y los pies se sentían como si
fueran a romperse con el siguiente paso. Los dedos se convirtieron en
ramas congeladas. El frío se filtraba por cada poro. Si no encontraban
pronto un refugio, estaba en peligro de congelación o hipotermia.
Después de lo que pareció una hora de caminar pero que podrían
haber sido solo diez minutos, Alex paró. Katie llegó hasta él.
—Lo siento —murmuró.
Alex se giró hacia ella, su rostro rojo por el fiero viento. Se metió las
manos debajo de los brazos y giró sobre el huracanado viento.
—¿Cómo lo estás llevando?
Katie se limpió los mocos helados de la nariz.
—Realmente estoy congelada. ¿Ves algo? —Los dientes aun
castañeaban.
—No, solo árboles en ese lado. Al otro lado está el río. Con el tiempo
tiene que haber una entrada a una cabina o una casa. Normalmente
no puedes estar dos minutos sin correr hacia una cabaña de pesca o
una cabaña de verano en esta área.
Tal vez deberían haberse quedado en la camioneta. No podía creer
que en realidad estuviese divirtiéndose ante esa idea. La camioneta
podría ser arrastrada en el río en ese instante. Pero al menos en la
camioneta, podrían haber encendido el motor para permanecer en
calor.
—¿Sabes cómo construir un iglú? —bromeó ella, pero lo decía en
serio.
—Ojala lo supiese. Tenemos que salir de este frío, y pronto.
38
El viento aulló a través de los árboles que se alineaban al lado
izquierdo de la carretera.
—Vamos. Tengo miedo de que si nos detenemos por mucho tiempo
no seremos capaces de continuar —dijo ella.
Alex puso el brazo alrededor de ella y la acercó, prácticamente
manteniéndola recta. Ella apretó su cuerpo contra el de él, lo cual de
alguna manera bloqueó algo de viento. Caminaron hacia adelante
como zombis aturdidos a través de la penetrante nieve, rezando por
una abertura en la línea de árboles que indicaría una entrada.
Pocos minutos después, cuando la mochila de ella se sentía como el
peso del mundo, Alex señaló.
—¿Qué es eso?
Katie entrecerró los ojos y divisó una sombra de algo al lado de la
carretera. Unos pocos pasos más y el corazón le dio un vuelco.
—¡Un buzón!
Capítulo 5
Traducido por Pily
Corregido por Pilar wesc
39
fectivamente, una ruptura delgada en los árboles reveló un
camino estrecho que serpenteaba fuera de la vista. Los
pensamientos de morir congelados desaparecieron. En su lugar
Katie imaginó una fogata, chocolate caliente y una gran cena.
Mantuvieron su ritmo y siguieron el camino que les conduciría a la
salvación. Eso esperaba.
La nieve aquí apilada era mayor. Parecía que nadie había arado
esta calzada en toda la temporada, así que en lugar de tratar solo con
la tormenta de hoy, tenían toda la nieve para disminuir su progreso.
Incluso con Alex abriendo el camino y creando un rastro, Katie todavía
tenía que levantar las piernas para pasar. Cada paso se convirtió en la
tortura cuando los jeans congelados frotaban sus piernas. Apretó los
dientes y siguió adelante.
—¡Ahí está! —gritó Alex con renovada energía.
Katie hizo una pausa para recuperar el aliento, espiando la cabaña
distante.
—Gracias a Dios. —No sabía cuánto tiempo más podría seguir.
Más adelante, en un pequeño claro, se situaba una cabaña
pintoresca recubierta de nieve como una casa de jengibre con
glaseado goteando de un lado. Lo único que lo sacó de su cuento de
hadas fue la falta de transmisión de humo de la chimenea y la ausencia
de luz brillando cálidamente desde el interior.
Katie se dio cuenta de un cobertizo con una larga fila de leña
revestida de nieve a un lado del mismo. Se arrastraron a través de la
nieve profunda a la puerta de la cabaña.
—¿Alguna posibilidad de que dejaran la puerta abierta para
nosotros? —gritó ella sobre el silbido del viento.
Alex empujó la nieve del mosquitero de la puerta con su bota.
—Dudo que tengamos tanta suerte.
Él tiró del mosquitero hasta que abrió lo suficiente para alcanzar el
picaporte.
—Cerrado.
E
40
Katie suspiró. Quería estar fuera de los elementos. Ahora.
—Voy a tener que romper una ventana. —Alex dejó la puerta
principal y caminó alrededor de la cabaña.
—¿Qué estás haciendo? —Katie le siguió de nuevo en la nieve
profunda.
—Prefiero romper una ventana en una habitación y no en la parte
principal de la cabaña. Será difícil contener el viento y la nieve una vez
que forcemos la entrada.
Katie asintió, abrazándose a sí misma, agradeciendo estar con un
tipo tan inteligente e ingenioso.
Caminaron alrededor del perímetro tratando de averiguar qué
ventana podría ser un dormitorio. La primera ventana a la que Alex se
asomó parecía una cocina. Un par de grandes ventanales indicaban
una sala principal que probablemente daba a una vista panorámica,
pero cualquiera que fuera la vista en un día soleado, fue arrasada por la
oscuridad y la nieve que soplaba.
Llegaron al otro lado y descubrieron dos ventanas más pequeñas.
—Creo que esta es nuestra mejor oportunidad —dijo Alex.
El borde inferior de la ventana estaba a unos cuatro metros del
suelo, e incluso con la nieve, no tenían mucha ventaja. Katie se dio
cuenta de un mosquitero que cubría la ventana.
—¿Cómo vamos a conseguir ir más allá del mosquitero?
—¿Tienes una navaja? —Sonrió Alex y pese a su cara roja irritada y
sus horribles circunstancias, no pudo evitar sonreír de nuevo. Incluso
cubierto de nieve y prácticamente muriendo de frío, Alex se veía sexy
como el infierno.
—Claro, aquí con mi termo de chocolate caliente y calentadores de
manos. —Debía de estar alucinando por el frío. ¿Por qué si no iba a
estar pensando en su buena apariencia en un momento como este?
Alex se quitó un guante y buscó en el bolsillo. Sacó las llaves del
coche. Le entregó su guante y la pasó sobre el mosquetero, su mano
temblando por el frío. La llave creó un hueco en el metal del viejo
mosquetero, pero no se rompió. La pasó por el lado donde la malla
41
estaba pegada al marco, pero no hubo suerte.
Miró a Katie. Ella vio su determinación. Volvió a agarrar las llaves en
la mano y sabía que se estaba congelandose los dedos. Clavó la llave
recta en la malla en lugar de en ángulo y pichó. Arrastró la llave desde
abajo, con fuerza. El metal se rasgó. Hizo un desgarro de diez
centímetros y se metió las llaves en los bolsillos. Deslizó los dedos por el
hueco y tiró con fuerza del mosquitero, creando una abertura más y
más grande.
Gracias a Dios.
Alex se llevó la mano desnuda a la boca y sopló aire caliente sobre
ella.
—Oye, ¿quieres ponerte tu guante de nuevo?
Asintió, con la cara roja, y deslizó la mano dentro. Luego arrancó la
pantalla de la ventana.
—Un paso atrás. Voy a tratar de romperla con el hombro.
—Eso suena peligroso. Podrías cortarte.
—¿Tienes una mejor idea? ¿Ves algún ladrillo por ahí? —Recorrió la
zona.
—No, pero vi una pila de madera detrás del cobertizo. Tal vez un
pedazo de madera funcionará.
Alex asintió.
—Voy a buscar un pedazo. —Ella dio la vuelta para ir a buscar la
leña.
Alex la agarró del brazo y la detuvo.
—No. Apenas podrás. Yo la agarraré. Espera aquí.
Literalmente, él la apoyó contra el costado de la cabaña y
desapareció por la esquina. No discutió, sus pies se sentían como el
plomo y su cuerpo estaba tan frío que apenas podía moverse.
Un par de minutos más tarde, Alex volvió con un trozo de madera.
—Es mejor que des un paso atrás, solo en caso de que los vidrios
caigan como moscas por todas partes.
42
Agarró la madera en sus manos enguantadas y golpeó firme contra
la ventana. Nada. Golpeó de nuevo, más fuerte, creando una grieta.
Luego se volvió de nuevo con fuerza y clavó.
El cristal se hizo añicos. Quitó la madera en los bordes interiores del
marco de la ventana para golpear el cristal irregular en el camino. Rozó
los fragmentos dispersos por el lateral y se volvió hacia Katie.
—Vamos a dormir en el interior esta noche.
Suspiró aliviada, agradecida de que finalmente encontraran un
refugio seguro.
—Voy a subir y vengo a abrir la puerta.
Eso estaba bien para ella. No sabía si podía subir sus tiesos miembros
congelados a través de la ventana.
Alex rozó el borde del alféizar de nuevo, puso las manos
enguantadas en él y se levantó. Agachó la cabeza y desapareció en el
interior, con las piernas raspando el borde mientras lo hacía.
Katie contuvo el aliento, rezando para que estuviera bien. Un par de
segundos después, él apareció, con la mirada más feliz que había
tenido en todo el viaje.
—Da la vuelta, a la puerta de atrás. Nos encontraremos allí.
Agarró el trozo de leña y lo abrazó, corriendo lo mejor que pudo
hasta la puerta. Por un instante, sintió pánico, miedo de que él no
estuviera allí para dejarla entrar, que estaría atrapada fuera. Pero sus
temores resultaron falsos cuando la puerta se abrió de golpe, y Alex se
adelantó para ayudarla a entrar.
Cerró la puerta tras ella, bloqueando los vientos gélidos. Suspiró,
exhausta y fría por su caminata. Miró alrededor de la sala oscura,
aturdida por el silencio de la cabaña en comparación con el exterior.
Estaban de pie en una cocina con un contador que sobresalía. Las
sombras de los muebles se alzaban en el espacio más allá.
Alex se quitó los guantes y se frotó las manos.
—Estoy tan frío que mis dedos se pueden caer.
—No creo que pueda llegar a sentir calor de nuevo. Oh, aquí. Pensé
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que íbamos a necesitar esto. —Puso el pedazo de leña sobre el
mostrador, la mochila y el bolso lo siguieron.
Alex buscó en los bolsillos del abrigo y sacó la linterna.
—Vamos a dar una mirada alrededor y ver lo que tenemos. No hay
electricidad, lo he comprobado. O el dueño lo apagó cuando se fue, o
la tormenta derribó las líneas de energía.
Dirigió la luz poco a poco alrededor de la cabaña, dejando al
descubierto una pequeña cocina que se abría hacia un salón principal.
Un gran y viejo sofá marrón estaba anclado en la habitación con una
mesa de centro sobre una gran alfombra trenzada en frente de una
chimenea de piedra.
—¡Bingo! —Alex se volvió hacia ella, con una voz tan brillante que
podía imaginar su gran sonrisa.
Gracias a Dios. Examinaron la chimenea y encontraron un atizador y
cepillo en un soporte, una cesta de periódicos viejos y en la repisa una
lámpara de queroseno antigua. Se preguntó si se trataba de una
decoración antigua o algo que podrían utilizar realmente. Encontró un
par de fotos enmarcadas, probablemente de los propietarios en cuya
vivienda acababan de irrumpir, y una gran caja de cerillas de madera.
—Vamos a hacer fuego de inmediato. —Katie no pudo evitar la
urgencia de su voz. Se trasladó a la cocina para agarrar el trozo de
madera. Sus jeans se sentían como cartón duro contra su piel
congelada.
Alex se arrodilló ante la chimenea con la rejilla abierta, arrugando el
periódico.
—Aquí, toma la linterna y mira si hay alguna leña apilada por allí.
Katie dirigió el haz hacia el otro lado de la chimenea y descubrió un
cubo de metal con madera. Lo arrastró.
—Hay solo tres piezas.
—Gracias. Eso será suficiente para obtener un incendio. Voy por más
madera en pocos minutos.
—Puedo traer un poco ahora —ofreció.
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—No, tú necesitas entrar en calor. Estás temblando.
Katie resistió el impulso de abrazarlo. Realmente no quería volver a
salir.
—Gracias.
Mientras que él organizaba el periódico y la madera, ella apuntó el
haz de la linterna hacia la chimenea.
Encendió un fósforo y los bordes del papel.
—Eso es. Prende, nena, Prende.
Las diminutas llamas se extendieron rápidamente, atrapando más
papel en el fuego. Katie se acercó más, anhelando el calor. En un
minuto, el papel fue engullido por las llamas, pero a los pocos segundos,
el humo llenó la habitación.
Capítulo 6
Traducido por Apolineah17
Corregido por Pidgeon Herondale
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atie tosió y retrocedió.
—¡Oh, mierda! Olvidé abrir la gripe. —Él metió la mano en la
chimenea.
—¿La qué? —Ella ondeó la mano a través del humo que se
elevó desde la chimenea.
—La gripe, el regulador de tiro de la chimenea. Se mantiene cerrado
para conservar el aire cuando la chimenea no está en uso. —Él
jugueteó por debajo y tosió. Eventualmente, el humo dejó de
serpentear dentro de la habitación y se desvaneció por la chimenea en
su lugar—. Aquí, eso debería hacerlo.
Katie se arrodilló al lado de Alex para observar las pequeñas llamas
mientras éstas devoraban el periódico y atrapaban las esquinas de la
madera. Mantuvieron sus manos cerca del creciente fuego. Katie dejó
que un susurro de calor tocara sus dedos.
—Ahora, de eso es de lo que estoy hablando.
Alex la miró y sonrió.
—¿Qué? —preguntó ella.
—Nada. Me haces reír. No se necesita mucho para hacerte feliz,
¿verdad?
Ella arrugó la frente.
—Así como, ¿sobrevivir a una experiencia cercana a la muerte?
—No iba a dejar que te murieras. Siempre estarías a salvo conmigo.
—Le dio un empujón con el hombro.
—Sí, hasta que condujiste tu camioneta dentro de un río y me hiciste
caminar dieciséis kilómetros a través de una tormenta de nieve con la
ropa mojada, la cual por cierto, ahora está congelada. —Arqueó una
ceja.
—Mi error. —Se rió él entre dientes—. Solo por eso, ¿iré a traer más
leña?
—¿No quieres esperar y calentarte un poco primero?
K
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—No. Prefiero abastecerme ahora y no tener que salir por un tiempo.
—Tomó sus guantes y desapareció en el exterior, en el frío abismo.
Katie se limpió la nariz con la manga ya que se encontraba sin
pañuelos. Despejó una zona junto a la chimenea para hacerle espacio
a la madera. A pesar de que todavía no podía dejar de temblar, se
abrió la cremallera de su abrigo y sacó los ligeramente aplastados
panes de masa agria. Afortunadamente no parecían estar mojados.
Estarían comiendo pronto.
La puerta se abrió de golpe. Junto con una ráfaga helada de viento
y nieve, Alex trajo una enorme pila de madera. No estaba bromeando
cuando dijo que se estaba abasteciendo.
—Por aquí. Despejé un lugar.
Él cruzó la habitación, descansó la pila sobre la chimenea de piedra
y salió por más. Ella apiló la madera en un montón ordenado y arrojó
dos piezas más en el fuego, para asegurarse de que su preciosa fuente
de calor no se extinguiera.
Alex llevó dos cargas más, y en medio de la organización de la
madera, y para descongelarse a sí misma en el fuego, Katie trasladó sus
pertenencias al lado del sofá.
—Esto nos debería mantener calientes durante un tiempo. —Él bajó
la última pila de madera al suelo y después se puso de pie delante de
las llamas.
—Buen trabajo. En realidad se siente más cálido aquí dentro. —Ella
se estremeció por la fría humedad en sus vaqueros descongelados.
Alex se dio cuenta.
—Tienes que buscar algo de ropa seca. Ambos debemos hacerlo. —
La nieve cubría sus vaqueros más allá de las rodillas desde donde había
pisoteado a través de los montones de madera—. Puede que haya un
poco de ropa en ese cuarto de atrás.
—Voy a echar un vistazo. —Ella agarró la linterna y abrió la puerta
del dormitorio. Un viento frío sopló. El cuarto helado succionó toda la
calidez que había logrado retener en su cuerpo. Vidrios de la ventana
rota cubrían el suelo, y la nieve estaba espolvoreada por la pequeña
habitación. Los propietarios no iban a estar felices, pero Alex y ella no
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tenían otra opción. Era irrumpir a la fuerza o morir. Sabía que sus padres
pagarían por los daños. Entonces pensó en su madre y en lo
preocupada que debía estar y en lo más preocupada que estaría
cuando no se presentaran. Katie nunca le dio el número de teléfono de
Alex a su madre, así que tampoco podría tratar de ponerse en contacto
con él.
Abrió el cajón superior de la cómoda para encontrar diversos
artículos como gafas de sol, binoculares, y un libro sobre la pesca. El
siguiente cajón contenía un par de camisetas, algunos calcetines y un
par de bóxer muy grandes. Pero el último cajón contenía la carga de la
madre. Tomó un par de artículos y los llevó a la sala donde Alex estaba
sentado junto al fuego con el abrigo abierto.
—Encontré unos pantalones de pijama y un par de pantalones de
chándal, junto con un par de camisas y lo que parecen ser calcetines
de caza. Creo que nuestro anfitrión está dentro de las cosas de caza.
—Y también de pesca. —Alex levantó los pantalones de pijama con
dibujos de diferentes tipos de peces—. Esperemos que estos fueran un
regalo de broma de Navidad y no los verdaderos gustos de ropa de
este chico.
—Voy a tomar los pantalones de chándal. —Katie los tomó de la pila
de ropa antes de que Alex pudiera hacerlo.
—Está bien. Soy piscis. Voy a hacer a los peces de franela sentirse
orgullosos. —Los levantó, admirando los diferentes tipos de peces.
—La habitación es un desastre con los cristales rotos y la nieve. Me
pregunto si deberíamos tratar de limpiarla y de bloquear la ventana. Tal
vez podríamos empujar la cómoda delante de ella para mantener algo
de nieve fuera.
—Iré a hacerlo. —Lanzó los pantalones de pescados silvestres en la
mesa de café.
—Te ayudaré. —Se sorbió la nariz goteante.
—¿Por qué no te cambias mientras me ocupo de ello? No me
importa hacerlo.
—Gracias. —Katie deseó ser de más ayuda. Hasta ahora lo único
que había hecho era apilar la madera. Alex desapareció y ella se quitó
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con cuidado los zapatos congelados, dejándolos en la puerta. Sus pies
estaban tan fríos y tiesos que dolían. Se bajó los vaqueros por los muslos.
Su piel se sentía profundamente congelada en sus huesos. Necesitaría
una ducha caliente o un jacuzzi para calentarla. Lo que no daría por
una bebida caliente. Se puso los pantalones de chándal. La tela suave
y fría se deslizó por sus piernas. Incluso aunque su altura estaba por
encima del promedio, los pantalones eran demasiado largos. Tiró del
cordón, lo ató de forma ajustada, y luego enrolló la parte de la cintura
varias veces.
Katie se sentó en la repisa de la chimenea y se cubrió los pies
helados con los calcetines gruesos. Mejor. Se quitó el abrigo para que el
calor de la chimenea pudiera calentarla más rápido, acercó una silla y
colgó sus jeans sobre ella para que se secaran. Katie se rió de sí misma
porque había visto que la gente hacía exactamente lo mismo en las
películas.
—¿Estás presentable? —dijo Alex desde la esquina.
Ella sonrió.
—La costa está despejada. No verás la luna esta noche.
—Maldita sea, me encanta la luna llena. —Emergió de la esquina
con los brazos llenos de mantas.
¿Él estaba coqueteando? O quizás tenía hipotermia y estaba
delirando.
—Pensé que deberíamos sacar lo que necesitáramos del dormitorio
antes de que la nieve llenara la habitación. Traje las mantas y las
almohadas de la cama.
—Buena idea. Voy a revisar el baño por algo útil mientras te
cambias. —Ella tomó la linterna y lo dejó sólo.
El baño era una pequeña habitación con una regadera, un lavabo y
un inodoro. Intentó abrir el agua pero no funcionó. No era ninguna
sorpresa. Los propietarios habían cerrado el agua para evitar que las
tuberías se congelaran. Se abrazó a sí misma en la pequeña y fría
habitación. El gabinete de las medicinas contenía lo usual; jabón,
repuestos para navajas de afeitar, analgésicos, curitas, ¡una botella de
viagra! Puso la botella en la parte de atrás, con la certeza de que no
necesitarían ninguna de esas pequeñas pastillas.
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Debajo del lavabo encontró más papel higiénico, toallas de papel,
un bote de limpiador y un destapador de inodoro. El cajón estaba
mucho mejor. Encontró una caja de pañuelos y un cirio. Tomó un
pañuelo y se sonó la nariz. Desde que llegaron se había estado
limpiando la nariz con la manga cuando Alex no estaba viendo.
Recogió su pequeño botín, a punto de preguntarle a Alex si estaba
listo. Tan pronto como estuvo parada en el pequeño vestíbulo, el aire
frío sopló por debajo de la puerta de la habitación. Retrocedió y agarró
la alfombra del baño, la dobló y la empujó contra la pared del
dormitorio. Eso debería ayudar a impedir la entrada del frío.
—Listo o no, aquí voy —le dijo a Alex. Secretamente esperaba que él
no estuviera listo.
Con un rostro como el suyo, su cuerpo también prometía tener un
malditamente buen aspecto. Dio un paso alrededor de la esquina, para
su decepción, él estaba completamente vestido.
—No te ves muy bien. —Ella se rió disimuladamente de Alex
modelando los pantalones de pijama amarillos con peces verdes. El
hecho era que se veía muy bien, incluso con el pelo despeinado por
haber usado un sombrero. Llevaba una camiseta gris que se le ajustaba
tan bien que ella se mordió el labio inferior. O bien lo trabajaba mucho
o naturalmente tenía un cuerpo asombroso.
—No cualquier hombre puede lucir unos pantalones como estos. —
Posó, ofreciendo su mejor pose de Blue Steel.
Ella se echó a reír.
—No, definitivamente no cualquiera puede. —Se dio cuenta de que
su ropa estaba tendida sobre una silla junto a la de ella y pensó que se
veían como un conjunto combinado. Una pareja. Lo que no eran. Él
estaba comprometido y ella solo era una extraña a la que se había
ofrecido a llevar.
—Encontré una vela. —La puso sobre la mesa de café y se unió a
Alex al lado de la chimenea encendida.
Finalmente, la habitación comenzó a calentarse. Katie se puso frente
al fuego, dejando que el calor penetrara sus piernas. Todavía se sentían
como mármol frío. Al cabo de un minuto se dio la vuelta para
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calentarse la espalda, Alex tomó el atizador para ajustar la leña. Notó
una mancha roja en su muñeca.
—¿Estás sangrando?
—¿Qué? ¿Dónde? —Se detuvo, mirando hacia sus brazos, pero no
giró sus manos.
—Tu muñeca. Aquí, déjame ver. —Katie alcanzó su mano derecha.
Quitó el atizador de su agarre, lo puso sobre la anudada alfombra y
examinó su muñeca. Su mano era grande y todavía estaba fría al
tacto—. Oh, Dios mío. Te cortaste.
—¿Lo hice? —Se inclinó para echar un vistazo a la sangre seca sobre
uno de los lados de su muñeca, pero la dejó sostener su mano—. Mira
eso. Desde antes me di cuenta de que mi muñeca dolía, pero no até
cabos. Debió haber ocurrido cuando me arrastré por la ventana.
Katie tomó su mano entre las suyas.
—Necesitamos limpiar eso. Deberías recibir una vacuna contra el
tétanos. Siéntate para que pueda verlo más de cerca.
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Capítulo 7
Traducido por katiliz94
Corregido por AriannysG
reo que voy a tener algunos problemas al conseguir
esa vacuna del tétano pronto, en cualquier
momento. —Alex se sentó cerca de Katie en la
cálida chimenea y sus piernas rozaron las de ella. Se
dio cuenta de que ella no se apartó.
Ella inclinó la cabeza, examinando la muñeca de él. El corte no
parecía demasiado, pero una chica guapa querría preocuparse por él,
sin duda él no se quejaría. Después del susto de la camioneta casi
deslizándose al río y tras eso Katie cayendo el agua helada, casi había
sufrido un ataque al corazón. Ser cuidado era un agradable cambio de
tranquilidad.
—No puedo decir si hay algo de cristal dentro. Necesitamos algo de
agua para limpiar la sangre.
—Si quieres agua, tendremos que derretir algo, ya que, de cualquier
manera, necesitamos algo que hacer para beber.
—¡Oh, espera! Tengo una botella de agua en la mochila. ¿Ahora, no
estás contento de que la trajera? —Katie brincó para ir a buscar el
agua.
Él contuvo la sonrisa, entretenido por como de intensa se
encontraba ella por un pequeño rasguño.
—Muy bien.
Ella regresó con la botella de agua.
—No seré capaz de ver nada si hacemos esto sobre el lavabo, y en
realidad no quiero derramar el agua en el suelo. Déjame agarrar una
toalla.
—C
52
Él observó mientras ella desaparecía en el cuarto de baño y después
en la cocina, hurgando en un par de cajones antes de volver.
—Bien, listo. ¿Por qué no te sientas aquí en la mesa de café y así
puedo ver en la luz de la chimenea?
—Como usted diga, doctora. —Alex se movió a la mesa de café
mientras Katie situaba los utensilios entre ambos.
—Más tarde me lo agradecerás. No quiero que termines con sangre
envenenando o el tétano.
Él contuvo la risa por la extrema preocupación de ella.
—No, señora, no.
Katie dirigió la mano sobre el cuenco y destapó la botella. Levantó
una ceja.
—Sé que te estás riendo de mí.
—Lo siento —se disculpó él, intentando ser serio.
—No, no lo sientes. —Ella contuvo una sonrisa y él vio la risa en sus
ojos.
Alex sintió un golpe en el corazón que no había sentido jamás con
Trina. Romper su compromiso definitivamente fue el movimiento
correcto.
Katie vertió el agua sobre su muñeca y dio ligeros toques en el corte
con un pañuelo húmedo. Después se puso un poco de jabón en la
mano y suavemente masajeó el área de la muñeca, cuidadosamente
frotando la tela sobre el corte. El escozor casi le hizo encogerse de
dolor, pero se negó a permitir que Katie pensara que era menos que
invencible.
Mientras se concentraba, su oscuro pelo cubrió hacia adelante
como una sedosa cortina que él quería toca. Ella mantuvo su mano
cautiva con sus delicados dedos, y él se encontró a sí mismo respirando
con más pesadez que lo normal. Ella aplicó más agua fría para limpiar el
jabón, después lo secó con una toalla de cocina blanca y situó una
tirita sobre el corte.
53
—Ahí. Esto debería hacer el resto, ¿Algunos cortes más de los que
quieras hablarme? —Levantó la mirada, aún en modo de doctora.
La luz del fuego bailaba en sus ojos.
—Ninguno que sepa.
—Vamos a ver tu otra mano.
Él lo ofreció sin reservas. La giró y después miró más de cerca sus
uñas.
—¿Qué es esto? ¿Sangre en las uñas?
—¿Hay? —Apartó la mano. Con bastante seguridad, descubrió la
sangre seca bajo las uñas—. Me pregunto cómo llego eso ahí.
Katie lo examinó con renovado interés, revisando cada una de sus
manos, luego estudiándose el cuello y la cara.
—Gira la cabeza en la otra dirección —instruccionó ella.
Él obedeció.
—Tienes un corte en la mejilla, cerca de la raíz del pelo. Has sido
rasguñado. —La voz de ella sonaba cerca de su oreja, dándole un
inesperado estremecimiento por la espalda. Ella cogió la bayeta y la
botella de agua—. Acércate más para que así pueda verlo mejor.
—Como que primero aterrizo la cara cuando caiga por la ventana.
—Se movió con lentitud e inclinó la cabeza más cerca de Katie—. Esto
da un completo significado nuevo a girar la otra mejilla.
Katie se rió entre dientes y se inclinó para examinar el corte. Se pasó
el pelo sobre el hombro y dio unos golpes a la herida con el húmedo
trapo. Su respiración le calentó la mejilla. Con el dedo, ella apartó el
pelo de él de la herida. Su toque agradaba.
—No se ve mal. —Dio al corte un último toquecito y él se encogió
accidentalmente—. Vamos, eso no podía haber dolido —dijo ella.
—¿Qué puedo decir? Soy un chico sensible. —Con las cabezas
juntas, él le sostuvo la mirada y notó las brillantes motas en sus ojos. Unos
pocos segundos después, ella apartó la mirada. Un sonrosado sonrojo
coloreó su rostro.
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—Sólo intenta no tocarlo más. —Dudó antes de reunir las cosas y
retirarse a la cocina.
—Lo que usted diga, jefa —dijo él tras ella. Si tenía que estar
encallado, eso no era la mitad de malo al hacerlo.
—Voy a revisar los armarios para ver si hay algo para comer —dijo
Katie desde la cocina.
—Adelante. ¿Ves algunas ollas o sartenes que pueda usar para
derretir la nieve? Alguien gastó nuestra única buena agua para beber.
—Levantó una ceja acusatoria hacia ella.
Katie sacó la lengua y golpeó un par de ollas del mostrador.
Alex se puso de pie y se deslizó las botas húmedas.
—Gracias —ofreció él mientras pasaba, en un humor mejor que el
que había tenido todo el día, y recogió las ollas.
En el momento que él volvió con las ollas de nieve, una vela
iluminaba el mostrador, y Katie extendió una variedad de latas y tarros.
Se apresuró a cerrar la puerta. Alex se quitó las botas, puso las ollas
cerca del fuego y añadió más leña a las llamas.
—Bueno, las opciones no son geniales, pero considerando la
situación, creo que sobreviviremos —dijo Katie.
—¿Qué encontraste? —Puso el abrigo en la silla y se unió a ella.
—Varias latas de judías horneadas, una lata de atún, dos latas de
sopa de tomate.
—¿Palomitas con crema? —Alex señaló a la lata con disgusto—.
Preferiría pasar hambre a comer ese pringue.
—Sin bromear. Se vuelve peor. Sopa de guisantes. —Arrugó la cara
mientras sostenía la lata—. La buena noticia es que tenemos gelatina de
uvas, galletas saladas, mezcla de tortitas y lo último pero no final,
estofado de carne, para no ser confundido con la enlatada comida
canina.
Él cogió las galletas, y como temía, el borde había sido masticado.
Se lo entregó a Katie.
—Podrías querer pasar de las galletas saladas.
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—¡Oh, mierda! ¡Y quería poner atún sobre ellas!
—Aún puedes, pero podrías tener unos pocos desechos de ratón en
el camino. —Los ondeó más cerca.
Katie chillo y se apartó.
—¡Saca eso de aquí!
—Podemos usar las galletas para atrapar a los ratones y cocinarlos
en el fuego.
—¡Oh Dios mío! Para de hablar. Eso es tan disgustante. Mejor si no
hubiera ratones aquí.
—¿O qué? —Se rió él.
—O estaré fuera de esa puerta y regresaré a tu camioneta.
—No avanzarás diez metros y estarás de regreso aquí. No te
preocupes. Te protegeré si vemos algunos ratones asesinos.
—Claro. —Katie espió entorno a la cabaña en busca de ratones.
—Entonces, ¿qué hay para cenar? Estoy realmente hambriento.
Pensé que estaría en casa para ahora disfrutar de un gran plato de
espaguetis y pan de ajo. —La madre de Alex siempre cocinaba
espaguetis su primera noche en casa tras la universidad. Odiaba
perdérselo.
—Eso suena delicioso. No sé qué se supone que va a haber esta
noche, pero estoy segura de que habría sido un mejor despliegue que
esto. ¿Crees que nuestros padres están realmente preocupados por
nosotros? —Cogió el atún.
Él frunció el ceño.
—Sí. Estoy seguro de que hasta ahora tu madre llamó a las
autoridades para reportarnos como desaparecidos. —Sé preguntaba
cuánto tiempo pasaría hasta que sus padres comenzaran a
preocuparse.
—Mi madre debe estar enloquecida. Me siento algo mal por gritarle
antes. No quería pasar las Navidades con ella y el No Novio. —Rodó la
fina lata sobre el mostrador.
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—Parece que tu deseo podría hacerse realidad. —Y también el suyo.
Había estado temiendo ver a Trina y romperle el corazón. No era una
chica horrible, pero era la peor chica.
—¿No crees que deberíamos salir de aquí antes de Navidad? —
preguntó Katie.
Él no estaba seguro de si ella estaba aliviada o no.
—Difícil de decir. El hombre en la gasolinera dijo que la tormenta se
supone que se propagaría durante toda la noche, y cuando la nieve
termine, el viento se levantara. Creo que vamos a quedarnos aquí
durante un día al menos, tal vez dos. También podríamos establecer un
campamento y agacharnos debajo.
Katie sonrió con suficiencia.
—¿Acabas de decir agacharnos?
—¿Sí? ¿Tienes un problema con eso? —Situó ambas manos en el
mostrador y se inclinó hacia ella.
—Nunca he escuchado a un chico, mucho menos a uno alto, ya
sabes, como tú. —Ondeó las manos en el aire alrededor de él—, decir
agachar. —Sonrió.
Él rió.
—Y ahora sí. Entonces en el proceso de agacharnos, estoy pensando
en una lata de carne asada que sabría genial justo ahora. —Agarró la
lata de carne asada, la lanzó al aire y la atrapó.
Katie sonrió.
—Está bien. Y podemos cortar en rebanadas algo del amargo pan
pastoso que traje. —Sacó una de las barras de la funda de papel y lo
revisó por encima—. Está apretada, pero al menos está seca.
—El pan apretado es mejor que no tener pan —dijo él.
Trabajaron lado a lado preparando la cena. En breve, una sartén
cubierta descansaba al borde del fuego. El aroma de la carne asada
pronto llenó el aire. El estómago de Alex gruñó. Katie añadió algunas
amargas rebanadas de pan pastoso envueltas en papel de aluminio y
las situó en los bordes de las llamas donde se calentarían, pero no
57
arderían. Unos pocos minutos después se acurrucaron ante el fuego,
cada uno con un humeante bol de estofado y pan caliente.
—No es la mitad de malo. —Katie metió el pan en el estofado y dio
un mordisco sin derramar una gota.
Al exterior el viendo aullaba, recordando a Alex cómo de
afortunados fueron al encontrar la cabaña.
—Estar hambriento definitivamente ayuda al sabor.
Otra ráfaga golpeó contra las ventanas. El frío aire se filtró,
previniendo a la cabaña de mantener el calor a excepción del área
cerca de la chimenea.
—Escucha ese viento. Estoy contenta de que ya no estuviéramos ahí
fuera. —Katie miró fuera de la ventana, fascinada por la nieve
turbulenta pasar—. A propósito, gracias por mantenernos a salvo aquí
dentro. No puedo imaginar estar atascada en la tormenta. —Descansó
sus coloreados ojos caramelos en él.
—No tienes que agradecérmelo. Casi te dio hipotermia. Si hubiese
bajado la velocidad o parado cuando tuvimos la oportunidad, esto
nunca habría ocurrido.
Alex enterró otra cucharada de estofado en la boca para evitar
admitir que había asustado a lo peor de sí mismo. Hubo momentos en
los que no estaba seguro de si la había metido dentro y calentado lo
bastante rápido. Sabía cómo de peligroso era estar fuera en los
elementos. No tenía derecho a sentirse protector de Katie, pero no
podía evitar más el sentirse atraído por ella.
—En realidad es muy divertido. Quiero decir, ahora que sé que
ambos estamos bien —dijo Katie—. Además, si no puedo tener mi
tradicional cena familiar de Navidad en casa en Madison, esta es una
alternativa mucho mejor que a la que iba a ir. Sólo me siento mal
porque no llegaras a casa para ver a tu familia y a tu prometida. Eso
tiene que ser una lástima. Realmente deber ser difícil estar lejos de ella.
No tanto como piensas.
—No, está bien. ¿Quieres algo de agua? —dijo él para cambiar de
tema.
58
—Claro. —Ella le pasó el vaso y él lo llenó. Trasladaron el agua
derretida de la olla, y después añadieron más nieve a la olla, así que
siempre tendrían más agua.
Katie puso el estofado a un lado y buscó su bolso.
—Lo único por lo que me siento mal es por mi madre. Debe estar
volviéndose loca. Revisó el teléfono—. Sin señal. —Lo dejó caer en la
mochila.
—Lo sé. Es un momento horrible para desaparecer, justo antes de
Navidad. ¿Alguien más al que necesites contactar?
—No, en realidad no. Mi padre está ocupado con su nueva amante.
—¿No hay un novio al que necesites llamar? —Intentó decirlo como
si fuera una idea tardía y no una pregunta directa que había estado
teniendo ganas de preguntar.
Ella cogió el bol.
—Ni de cerca.
Alex se iluminó.
—¿En serio? Había pensado que una chica como tú tendría a todo
tipo de chicos alrededor.
La frente de Katie se arrugó.
—¿A qué te refieres con una chica como yo?
—Ya sabes divertida, extrovertida, y guapa. —Katie se sonrojó, y él
sonrió al ver cómo de dulce y despistada se parecía sobre sí misma.
—No sé qué Kool-Aid1 has estado bebiendo, pero no voy a
quejarme. —Dio otro mordisco.
—Entonces, ¿Por qué no tienes un novio?
Mojó el pan en el bol.
—Primero de todo, no estoy buscando un novio. En realidad quiero
hacerlo bien en la universidad y tener un novio sería una distracción.
1 Kool-Aid: Bebida
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Además, imagino que si se supone que ocurriese, ocurrirá. —Estiró sus
largas piernas—. Y segundo, la mayoría de los chicos en la universidad
son idiotas. —Lo miró con una sonrisa impasiva.
—¿Oh, en serio?
—Eso no es verdad. Hay muchos chicos agradables, pero los únicos
mayormente lo que quieren hacer es salir, conseguir cargar, y acostarse
con alguna chica al azar. Así no soy yo. Hubo un chico en clase que
realmente me gusto. Pensé que yo a él también, pero entonces se
acostó con mi compañera de cuarto.
Katie se merecía algo mejor que esos estúpidos de primer año.
—Ouch. Eso apesta. Me temo que eso es el primer año para ti. Todos
entran en la universidad y quieren hacer todo lo que nunca
consiguieron en casa. Yo pasé la mayor parte de mi primer semestre
borracho.
—Ah, eres un chico fiestero.
Él leyó la decisión en su rostro.
—Ya no. —Se rió—. Pagué mis cuotas en grandes ocasiones. Después
de casi suspender dos de las clases, decidí limpiar mi acto o ser enviado
a casa, lo cual era la última cosa que quería.
—Debes haber sido popular con las chicas. —Ella rozó su bol limpio y
lo puso a un lado.
—No, no lo era. —Se rió—. Fui el perfecto novio de Trina. Me dediqué
desde cada jueves a domingo, pero nunca la engañé. Jamás.
—Debes amarla tanto para querer casarte así de joven.
En realidad él no quería hablar sobre su desafortunada relación. Las
cosas habían estado acabadas durante mucho tiempo, pero Trina no le
dejaría marchar.
—Esa es una historia completamente distinta por la que no quiero ir
esta noche. —Trina había cambiado. Mucho. Manipulaba a las
personas para conseguir lo que quería en la vida. Él no podía estar con
una chica así.
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—Oh. Está bien —dijo ella, sonando reprendida, y él se sintió un poco
mal. Ella no sabía sobre sus problemas con Trina.
Aún necesitaba averiguar cómo conseguir que Trina entendiera que
ellos, bajo ninguna circunstancia, se casarían.
Katie bostezó y se cubrió la boca. El largo día finalmente había
acabado con ella.
—Lo siento. El fuego debe estar volviéndome soñolienta.
—Eso o el hecho de que tuvieses una experiencia cercana a la
muerte, caído al río, y caminado dos millas en una tormenta. —Probó
Alex y después sonrió en la más dulce de las formas que mostraba sus
hoyuelos.
Trina era una chica afortunada. Katie deseó tener una oportunidad
con Alex.
Al instante se reprendió. ¿No era algún tipo de pecado el codiciar el
novio de alguien más?
—De cualquier manera, ¿sabes qué hora es?
Alex observó el reloj.
—Un cuarto para las doce. Oficialmente es el veinticuatro de
Diciembre, Nochebuena.
—Es tarde. No es de extrañar que esté cansada. —Miró alrededor de
la habitación, preguntándose cómo iban a arreglárselas para conseguir
dormir. Sin duda no podían usar los dormitorios con las ventanas
abiertas. Alex debió haber leído sus pensamientos o al menos notado la
incertidumbre en su rostro.
—Vamos a sacar la mesa de café del camino. Puedes dormir en el
sofá y yo me pondré en el suelo.
Katie sabía que debería ofrecerle el sofá, pero le dolía todo el
cuerpo y dormir en el frío suelo sonaba horrible.
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—¿Estás seguro? Me siento terrible haciéndote dormir en el suelo. —
Pero el sofá no aguantaría a dos personas a menos que se pusieran
juntos como el regaliz rojo.
—Está bien. A menos… —Miró el sofá marrón con el tapizado
estampado de hojas. Levantó el cojín central—… ¡es un sofá cama! —
Quitó los otros cojines para revelar un mango y el colchón escondido
dentro. Se giró hacia Katie con una sonrisa malvada y preguntó—:
¿Quieres dormir conmigo?
62
Capítulo 8
Traducido SOS por CrissViz
Corregido por Lucero
or un segundo, Katie pensó que le estaba hablando a alguien
más, pero luego vio el diabólico brillo en sus ojos y se dio
cuenta que la estaba provocando de nuevo. No podía
imaginar dormir bien a un lado de Alex con su hermosa cara y
sus oscuros ojos sexis. Pero no podía pedirle que durmiera en el suelo
cuando estaba disponible una confortable cama. Era estúpido. ¿Por
qué estaba dudando?
—Pensé que nunca preguntarías —contestó.
Alex sonrió.
—¿Lo ves? Los deseos de navidad se vuelven realidad.
Él estaba tan contento por el acuerdo para dormir. Ella sonrió y
asintió con la cabeza.
—Quieres echarme una mano para mover la mesa del centro y
después sacar a este chico grande.
Después de mover la mesa, no podía ignorar más la urgencia de ir al
baño. Se puso el abrigo.
—Voy afuera a traer más leña.
Alex vio la pila de troncos de buen tamaño. La esquina de su boca
se elevó con su familiar sonrisa de superioridad.
—Me estaba preguntando cuanto más ibas a poder aguantar. Si vas
al lado derecho de la casa, el viento mantiene los montones de nieve al
mínimo.
Katie sintió su cara tornarse roja.
—Gracias. —Rápidamente se puso los zapatos y salió por la puerta.
P
63
—Una cosa más.
—¿Si? —miró hacia atrás, esperando poder escapar.
—Cuídate de no llenarte de nieve amarilla.
Puso los ojos en blanco y lo dejó solo con su risa.
Afuera, la tormenta se hacía más fuerte. Deseaba tener una
televisión o internet para poder ver el radar y saber que tan pronto
terminaría. El viento azotaba a la derecha a través de sus pantalones.
Alex tenía razón. Si se quedaba cerca al lado de la cabaña, había
muchísima menos nieve. Rodeó la esquina y miró alrededor buscando
algunos ojos fisgones. Duh. No había nadie más aquí, en el medio de la
nada, para verla ir al baño.
Agarro la pretina y la bajó, los pantalones y sus pantis en un solo y
rápido jalón. Se puso en cuclillas, trato de relajarse y hacer pipí, pero el
aire gélido soplaba sobre sus partes privadas, una sensación que
seguramente nunca había experimentado antes. El aire se sentía tan frío
que se preguntó si su pipí se había congelado antes de que tocara la
nieve. Vio el bosque que estaba alrededor. ¿Qué tipo de animales
salvajes había ahí fuera? ¿Venados? ¿Osos? ¿Coyotes? Trató de
apurarse y regresar dentro antes de que alguna grande y furiosa
criatura la atacara.
De regreso en la cabaña, Katie quitó la nieve que cubría sus botas.
—¡Santo Dios!, está frio allá afuera.
Alex estaba de pie a un lado del sofá que había preparado con
cobijas y almohadas del cuarto y tiró las almohadas de un lado del sofá.
La escena parecía salida de una película de romance cursi.
—Está bien, ¿esto es raro? ¿Cierto? —preguntó.
—Digamos que un poco. —Ella dejó su abrigo en la silla y se frotó las
manos frías cerca del fuego.
—Caminaré afuera por un minuto. Volveré pronto. —Él se deslizó
dentro de su abrigo.
Alex desapareció, dándole a Katie un minuto para adaptarse. Solo
había una cama. Se sentó en un lado y tocó la suavidad del material de
64
la cobija. Reprimió una sonrisa. Iba a dormir en una cama con Alex. Su
compañera de cuarto, Lindsey, iba amar esto. Se metió dentro y tiró de
las mantas sobre ella, teniendo cuidado de no acapararlas. Una barra
de metal cruzaba en el medio de su espalda, recordándole que era
una cama desplegable barata.
Alex apareció y sacudió fuera la nieve que estaba sobre su abrigo.
—Querida, estoy en casa.
Katie escondió su sonrisa.
—¡Llegas tarde! —respondió.
Alex puso más leña en el fuego y una gran reja de protección frente
a la chimenea.
—Supongo que no necesitamos quemar el lugar.
Alex se sentó en su lado de la cama dándole la espalda. Katie se
mordió por dentro el labio. Abrió las mantas y se metió a un lado de ella.
Katie se acostó con los brazos a su costado, tratando de no respirar
muy fuerte. Sintió que Alex la miraba. Giró su cabeza. Su hermosa cara
estaba a solo sesenta centímetros de ella.
—¿Lo estas llevando bien? —preguntó Alex con sinceridad en la voz.
—Estoy bien. —Ella sonrió y se relajó, moviéndose para estar cómoda
en el delgado colchón.
—Bien. —Él giró la cabeza hacia el techo.
Katie miró hacia arriba y notó, por primera vez, una lámpara de
araña hecha con el asta de un ciervo.
Se acostaron en silencio, mirando hacia el fuego que danzaba en el
techo.
—¿Trina se volverá loca porque dormiste con alguien más? ¿Incluso
si solo estamos durmiendo?
—Trina no se volverá loca. Perderá los estribos.
Mierda.
—Lo siento.
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—No es tu culpa. Trina es la más grande reina del drama. Se vuelve
loca cuando se rompe una uña o cuando está lloviendo. Siempre
pierde el control.
—Oh. —Katie no podía imaginar porque estaba con una chica así.
—No tienes por qué preocuparte por Trina. Lo tengo bajo control. O
al menos lo tendré pronto.
Ella se preguntó que significaba eso. ¿Tendrían una gran pelea? ¿La
llenaría con besos para disculparse? ¿Le haría un berrinche? Katie se dio
cuenta que finalmente había descubierto una característica que no le
gustaba de Alex, estar con una chica que no era buena para él.
Otro minuto pasó antes de que Alex hablara.
—¿Solo soy yo o nuestros pies están más alto que nuestras cabezas?
Es como si me acostara sobre una pendiente. Creo que tendré dolor de
cabeza por toda la sangre que se irá a mi cerebro.
Katie rió.
—Yo también lo noté.
Se miraron uno al otro a través de las almohadas.
—¿Quieres cambiar al otro lado?—Preguntó, como un niño pequeño
dentro de una aventura.
—Sí.
Salieron de la cama, tiraron las almohadas al suelo. Juntos quitaron
las sabanas y las mantas poniéndolas abajo y escondiéndolas en el
borde del sofá. Regresaron las almohadas poniéndolas al pie de la
cama. Sus cabezas estaban más cerca del fuego en lugar de sus pies.
—Me siento como en una fiesta de pijamas. —Katie esponjó su
almohada y puso la cabeza en ella.
Alex se giró un par de veces, la cama rechinaba con cada
movimiento y se acomodó frente a ella.
—Esta es la cama más incómoda en la que he dormido.
—El fuego está calentando. —Katie se quitó de encima dos cobijas
haciéndolas a un lado.
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—¡Oye, yo no las quiero!¡Estoy sudando aquí —Empujó las cobijas
sobre sus pies.
—Lo siento. —se sentó y se quitó la camisa de franela, quedándose
en playera y pantalones.
—Hice el fuego para que durara toda la noche. No me di cuenta
que estaba creando un sauna.
Katie se acostó sobre su estómago, viendo lo que hacía el fuego.
Bostezo. Las llamas se levantaban altas. La madera se quemaba con
suaves crujidos y un ocasional rugido. La luz parpadeaba en la
habitación.
—Está bien. El fuego se ve bien.
Alex rodó, su codo rosaba el brazo de ella.
—Ese es un muy buen fuego.
Sonrió.
—El mejor que he visto.
—Te apuesto que no has visto muchos.
—Nop. —Al minuto, su sueño creció más.
—¿Sabes?, esto es lo más divertido que he hecho en mucho
tiempo. —Alex sonó relajado y feliz.
Sus ojos se cerraron.
—Umm hmm.
—Creo que estas a punto de quedarte dormida. —Katie escuchó un
poco de diversión en su voz.
—Umm hmm.
Alex despertó la siguiente mañana con el trasero frio, pero el pecho
tibio. Se acercó hacia la fuente de calor. Su cara rozó la cabeza con
67
suave pelo. Abrió los parpados y encontró a Katie curvada en una bola
contra su pecho. Él sonrió.
Todas las cobijas fueron empujadas hacia el pie de la cama y, salvo
unas pocas brasas, el fuego estaba apagado. Resistió la urgencia de
acercarse a esa pequeña bola de calor. En lugar de eso, se movió tan
suavemente cómo fue posible de la cama para hacer el fuego. La
cama rechinó audiblemente, pero Katie no movió un musculo. Más
sueño pesado que el de uno.
El suelo se sentía frio como una cámara frigorífica y su aliento se
volvía humo blanco en el aire frio. Una mirada a la ventana reveló que
la fuerza de la tormenta continuaba azotando. Quitó la reja de
protección y puso más leña en la fogata. Salieron chispas mientras la
madera ardía.
Se arrastró de regreso a la chirriante cama y jalo las cobijas. Las
extendió sobre Katie primero, doblándolas cerca de su cara, la cual no
podía ver porque su pelo la cubría como si fuera el Tío Cosa. Se
extendió en su lado de la cama y se cubrió. El cuarto estaba
congelado. Miro a Katie, un lio caliente, profundamente dormida.
Cedió a su deseo de calidez y se movió cerca de ella. Como si fuera
una señal, ella se acurruco más cerca como si fuera un pequeño gatito.
Alex sonrió aunque sabía que no debería hacerlo. Abrigó con sus brazos
su pequeño cuerpo tibio y volvió a dormirse.
Un par de horas después, se despertó con un cuarto más cálido, un
enredo de sabanas y Katie extendida a lo largo de la cama. Su cuerpo
estirado con uno de sus brazos sobre la cabeza y su codo en la cara de
él. Ella había arrojado su otro brazo y colgaba de la cama. Con una
pierna descansando encima de él.
Ella empezó hacer pequeños ruidos, como si estuviera comiendo.
Alex contuvo la risa. Paso su mano sobre su cara, apartándole el pelo.
¿Así que esta es la forma en la que despierta la hermosa Katie por la
mañana, como un descuidado y ruidoso holgazán? ¿Echaría un gas?,
pero comenzó a canturrear. Esta vez sí soltó la carcajada.
Katie se quedó quieta pero él sabía que estaba despierta. Giró la
cabeza, solo para encontrar su cara a unas cuantas pulgadas. Sus ojos
abiertos. Se apartó y regresó a su lado de la cama.
68
—Alguien es una acaparadora de camas —bromeó.
—¿Qué? No, no lo soy. —Gruñó en voz baja y gutural.
—¡Si lo eres!, incluso no tenía espacio para darme la vuelta.
Ella trató de salir de la cama, pero sus piernas estaban enredadas
entre las sabanas.
—¿Necesitas ayuda? —Ofreció.
Ella lo ignoró y pateó las sabanas a un lado.
—Vaya, parece que alguien se levantó del lado equivocado de la
cama. Literalmente.
Lo miró con ojos de puñales y pateó las cobijas lejos. Con los ojos
medio abiertos, caminaba a tropiezos hacia el baño. Escuchó que ella
murmuró, mierda. Reapareció un segundo después y jaló dos cobijas de
la pila en el suelo. Las enrolló sobre sus hombros y fue hacia la puerta. Se
puso las botas y sacó dos pañuelos desechables de la caja mientras
salía por la puerta principal.
La dulce y educada Katie, no era una persona de la mañana. Alex
se giró de espaldas y se rió.
Mientras ella estaba afuera, puso el último tronco en el fuego y puso
una jarra con agua para calentar. Con suerte habría un poco de café
en algunas de las alacenas.
Cuando regreso, estaba buscando en las alacenas.
—Mira lo que encontré. —Mostró un tarro casi vacío de café
instantáneo.
Katie se estremeció.
—Caray, esta helado afuera. —Empezó a sacarse las botas.
—Siempre y cuando estés lista para salir, ¿te importaría traer otra
jarra de nieve?
Ella le disparó con los ojos.
—Tú eres quien trae las botas puestas, tiene más sentido. —Le otorgó
una radiante sonrisa y puso una jarra vacía en sus manos—. Gracias,
eres la mejor.
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Jaló las cobijas más cerca, gruñendo y salió al congelador,
regresando en unos segundos con una jarra llena de nieve. Se quitó las
botas y llevó la nieve directo a la chimenea y la puso cerca para que se
derritiera. Se acurrucó en las cobijas y se sentó cerca del fuego.
—Cuidado, no te acerques tanto. Odiaría verte arder en llamas.
—¿Siempre estás tan alegre por las mañanas? —preguntó ella en
tono irritado.
—No. Solo cuando estoy aprisionado por la nieve en una cabaña
con una chica desconocida que ronca.
Su cabeza giró rápidamente hacia él.
—¿Qué? ¡Yo no ronco!
Él se encogió y negó con la cabeza.
—Solo lo digo. —Amó su mirada de horror.
Katie miró hacia el fuego, su pelo era una maraña y su maquillaje
debajo de los ojos estaba corrido. Murmuró tan bajo, que casi no la
escuchó.
—Yo no ronco.
Le dio la espalda y se echó a reír, luego cogió un par de tazas de
café y una jarra de metal estilo campamento.
—Te apuesto a que te sentirás más humana con un poco de cafeína
en tu sistema.
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Capítulo 9
Traducido SOS por katiliz94
Corregido por Vicsibet
iez minutos más tarde, sostenían humeantes tazas de
mediocre café mientras el viento silbaba a través de las
pequeñas grietas en los marcos de las ventanas.
—No es un Starbucks, pero seguro que el truco funciona
—dijo Alex.
Katie sorbió el brebaje y observó a Alex. Un rastro de barba
ensombrecía su rostro y le hacía verse incluso mejor, si eso era posible.
Su pelo se estiraba al azar en un tipo de forma sexy. Sus expresivos ojos
marrones estaban llenos de humor, especialmente cuando bromeaba
con ella. Sonrió mucho y estaba metiéndose bajo su piel. ¿Sabía él el
efecto que tenía en las chicas? ¿En ella?
La nieve se recolectaba en las esquinas de todas las ventanas,
como en los espectáculos de Navidad que solía ver como una niña.
—No creo que la tormenta vaya a parar pronto. Parece que va a
nevar sobre toda la cabina. Ojala pudiese enviar un mensaje a mi
madre. No quiero preocuparla cuando estamos completamente bien.
—Por ahora, mis padres estarán definitivamente preocupados. Odio
hacerles esto. Me pregunto si el arado ha estado en la carretera. Si es
así, tal vez el conductor vio mi camioneta y lo reportará.
—Eso espero. —Observó la nieve acumularse en las esquinas de la
ventana.
—En el lado brillante, pienso en como de felices estarán cuando
salgamos de aquí —dijo él.
D
71
Katie imaginó a su madre abrazándola y diciéndole cuanto la
quería. Entonces su madre se disculparía por hacer ir a Katie al norte
para Navidad cuando deberían haberse quedado en casa como era
habitual. Katie imaginó un fresco comienzo con su madre.
Alex vació la taza de café y puso la jarra en el fregadero.
—Creo que saldré y cogeré más leña. —Cogió las botas de donde
ella las lanzó. Se las puso, junto con el abrigo y el gorro—. Regreso en un
rato.
Él destelló esa mirada sexy hacia ella cuando salió por la puerta. El
corazón de Katie se saltó un latido, y después se reprochó a sí misma.
Para de qué te guste el hombre de otra chica. No está bien.
Se revisó los vaqueros para encontrar que los tenía un poco
arrugados, pero totalmente secos. Rápidamente, antes de que Alex
regresara, se deslizó fuera de los transpirados de doble tamaño y dentro
de sus pantalones. La abrazaron con fuerza y se sintió mucho mejor.
Normal. Recuperó el bolso y rebuscó alrededor por la mochila de
maquillaje. Primero localizando el teléfono, jugó un largo trago y buscó
una señal. Mierda. No solo no había señal, sino que la batería estaba
muerta.
Eso era estúpido. Debería haberlo apagado. Lo empujó de nuevo a
la mochila y sacó el maquillaje. Miró en el espejo compacto para
descubrir las manchas de mascara bajo ambos ojos.
—¡Oh dios mío! —Se lamió un dedo y lo frotó debajo de cada ojo.
Mejor, pero necesitaba un paño. Fue a buscar uno en el pequeño
cuarto de baño, y captó un destello de sí misma en el oscuro espejo y
gimió. Su pelo se estiraba por todos lados. Había pensado que el pelo
de Alex parecía gracioso. No se preguntó porque Alex seguía riéndose
de ella. Aquí estaba ella pensando en cómo de caliente se veía él, y él
debió haber estado mirándola pensando que ruina de tren.
Se lavó la cara y se ahondó el pelo. Un par de minutos más tarde,
después de que se hubiera lavado los dientes y escupido el agua,
aplicó algo de máscara y un rápido movimiento de colorete. Alex llegó
con una carga de leña. Repitieron el patrón de ayer donde ella
amontonaba mientras que él entraba y salía. Cada vez que la puerta se
72
abría, ella juraba que la temperatura de la cabaña caía otros diez
grados. Añadió más trozos al fuego.
El desayuno consistió en una aguada sopa de tomate. Ella quiso
hacer algo mejor, pero estaba guardando lo último del pan para esa
tarde, en caso de que no fueran rescatados. Ante la cantidad de nieve
cayendo, Alex podía tener razón y estarían aquí otro día.
—¿Sin tortitas? —preguntó Alex, sorbiendo la sopa.
Katie arrugó la nariz.
—Solo déjame decirte que los ratones dejaron algo pequeñito y
especial en la caja.
—Ya veo. Chico, esta sopa es increíble —dijo él.
Ella podría no haberle creído si no fuera por el parpadeo en sus
preciosos ojos oscuros. En su lugar se centró en su sopa.
—Estaba pensando que deberíamos revisar el resto de la cabaña
para ver si hay algo más que podamos utilizar —dijo Alex.
—¿Cómo una pala de nieve escondida?
—Es Navidad. ¿No se supone que los deseos se hacen realidad? —
Situó el bol vacío en la mesa de café.
—No lo sé, ¿fuiste un chico bueno o malo? —preguntó ella.
—Permíteme asegurarte que soy un chico muy bueno. —Contoneó
las cejas hacia ella en un tipo de forma traviesa.
Katie supo que se había dirigido justo a esa.
—Apuesto a que lo eres —respondió ella, fingiendo que no le
afectaba.
Tras lavar los platos en algo de agua caliente, revisaron los dos
armarios del recibidor. El primero contenía toallas, sabanas extra y
mantas, y unos pocos juegos. Alex escarbó en el otro armario.
—¡Este podría ser nuestro día de suerte! —Gritó por encima del
hombro.
—¿Qué? —Katie intentó dar un vistazo más allá de él, pero no podía
ver nada más allá de los mangos de escobas y las bolsas de basura.
73
—Mira. —Él extendió un traje de nieve negro con cinta reflectora
estratégicamente situada.
Ella lo miró con escepticismo.
—¿Y cómo, exactamente, esto hace de éste nuestro día de suerte?
—Espera… —Alargó el brazo en la parte trasera del armario,
agachándose para coger algo del suelo. No pudo evitar más que notar
como los vaqueros le abrazaban el trasero. Alex se veía tan bien que
ella estaba realmente celosa de negarlo. Él se giró y mostró un casco
grande.
Ella miró al casco y después a Alex.
—Lo siento, me perdiste.
—Es un traje de motos de nieve y un casco. Así que, debe de haber
una moto de nieve en la caseta de fuera. Podemos salir de aquí y
puedo llevarte hasta tu madre y el No Novio para la Cena de
Nochebuena.
—¿Tú crees?, ¡Eso sería genial! —En cierto modo. Aunque en verdad
Katie quería ver a su madre, le gustaba pasar el rato con Alex y odiaba
ver el fin.
—¿Quieres ver si hay una moto de nieve ahí? —preguntó él.
La entusiasmada mirada en su cara era contagiosa. Sonrió.
—Claro.
En el exterior, lucharon contra el sentido. El viento todavía batía,
pero no se parecía a la nueva nieve, más como la nieve de la noche
anterior soplando por los alrededores. La puerta del cobertizo estaba
cerrada por la nevada. Trabajaron juntos apartando la nieve con las
manos, y entonces Alex usó la bota para limpiar la nieve más cercana al
suelo. Katie deseaba haber llevado el mohoso antiguo traje de moto de
nieve. Sus vaqueros ya estaban cubiertos de nieve. La bufanda se le
seguía escapando, enviándole un frío extra.
Alex tiró del mango de la puerta de metal, abriendo la puerta de
madera solo un par de centímetros. Katie cayó de rodillas, Alex abrió la
puerta lo suficiente para que se metieran dentro.
74
Llevó un momento ajustar la tenue luz. Una pequeña ventana a
cada lado del cobertizo permitía la limitada luz.
Se giraron el uno hacia el otro en el mismo momento.
—Ahí está. ¡Lo sabía! —dijo él.
—O dios mío, ¿vamos a salir de aquí? —gritó ella ante la visión de la
moto de nieve.
Alex extendió los brazos y, sin pensar, Katie se metió en ellos,
recibiendo el emocionado abrazo de oso. Los fuertes brazos de él la
envolvieron, sosteniéndola con fuerza, en el musculoso pecho.
A pesar de que ambos estaban llevando abrigos de inviernos finos, el
abrazo parecía demasiado personal, como si debiese tener una
relación mucho más cercana con él que el del transporte compartido.
Pero a Katie no le importaba. Él la apretujo, y el lado de la cabeza de
ella le golpeó la barbilla. La liberó y ella dio un paso atrás, fingiendo que
su contacto no la había afectado.
Él miró más de cerca la gran máquina. El entusiasmo en su voz
decayó. Su frente se arrugó.
—Tenemos un problema. No veo ninguna llave.
—Deben estar por aquí en algún lado. —Miró las paredes del
cobertizo buscando un clavo en el que podrían estar colgadas. Sin
suerte.
Alex movió algunas tumbonas.
—A veces los dueños de las cabañas esconden las llaves en las
cosas en las que no se querría robar. Si el ladrón no puede encontrar las
llaves, es mucho más difícil robar algo.
Levantaron juntos los rastrillos, palas y cubos buscando las
escurridizas llaves.
—Su plan está funcionando. —No podía creer que se hubiesen
acercado tanto para salir de aquí solo al tener que solucionar el misterio
de las llaves escondidas.
Alex apartó una pequeña tumbona del camino. Nada. Katie intentó
mover una maceta grande llena de tierra y una ajada y reseca planta.
75
—¿Necesitas una mano? —Se sentó de cuclillas a su lado.
—Creo que lo tengo. —Le dio un tirón y se cayó de culo—. Tal vez
no. —Se rió.
—Déjame echarle un vistazo. —Alex agarró el otro lado de la
maceta de arcilla y torció con fuerza hasta moverla. Se cayó,
golpeándola en la espalda. Sostuvo un pedazo de la maceta en la
mano—. Oops.
Rodó al lado de ella sobre el congelado suelo.
—Lo siento. ¿Estás bien?
Se levantó sobre los codos.
—Oh, vamos. Un chico fuerte como tú debería ser capaz de
levantarse.
—¿Así que es eso? —Se apoyó sobre un codo, su cara a meras
pulgadas de distancia. Katie no se molestó en moverse. Temía respirar.
Alex la miró a los ojos, una sonrisa juguetona en su rostro. Y de repente,
su mirada no era juguetona. Se desplazó hacia algo más. Miró su boca y
antes de que ella pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, él bajó la
boca hasta la suya.
76
Capítulo 10
Traducido y Corregido por katiliz94
us labios estaban fríos, pero su respiración se sentía cálida. La
besó tentativa y delicadamente, se apartó por un instante,
como considerando sus acciones, pero volvió. Sus besos eran
suaves, cortos, pausados. Estaba atrapada por los codos, sin
querer detenerlo, pero sabiendo que estaba mal. No le importaba. Al
menos no en ese momento. Su boca se sentía firme, sexy y ansiosa por
más.
Un millón de ideas atravesaron su mente como fuegos artificiales. Pero
solo una emoción ganó. No quería que esto terminase. No podía decirle
que parase. No quería. Era como si él disminuyese una protección de
deseo sobre ellos y ella estaba indefensa por sus besos. Y le gustaba.
Demasiado.
Él bajó la boca. Ella suspiró cuando el aire frio los separó. Sus oscuros
ojos marrones miraron en las profundidades de los de ella. Reconoció el
deseo que se reflejaba en los suyos propios. Pero él no le pertenecía.
Pertenecía a Trina. Estaba prometido con Trina. Y él lo vio en el minuto
que sus emociones cambiaron del deseo a la culpa, y se apartó.
La lógica regreso.
—Estás prometido, —acusó ella.
—Lo sé. —Se sentó.
—¿Qué tipo de chico besa a alguien cuando se han conocido en
menos de veinticuatro horas, cuando está prometido? —Se sentó y se
tocó la boca, con intención de limpiar sus besos, pero en su lugar se
S
77
tocó los labios como para asegurarse de que realmente lo habían
hecho.
—No debería haber hecho eso. No lo pude evitar. —Dejó caer la
cabeza.
¿Le escuchó bien?
—¿No pudiste evitarlo? ¡Oh dios mío! ¿La engañas todo el tiempo?
Eres… eres… horrible. —Se puso de pie y se alejó de él.
—No, no es eso. Es complicado.
Pensamientos de los comentarios de sus padres colisionaron. Es
complicado, había dicho su padre cuando Katie preguntó si engañó a
su madre.
—¿Crees que por decir que tu vida es complicada está bien
engañar a tu prometida? Pensé que realmente eras un buen chico. No
puedo creer que en verdad estuviera celosa de ella. Ahora lo siento por
ella.
Katie empujó la puerta y dejó a Alex solo en el cobertizo con la moto
de nieve que no podían conducir.
¿Por qué ese divertido y guapísimo chico, quien estaba fuera del
mercado, había puesto su mundo patas arriba al besarla? Tomó ventaja
de ella, y no tenía derecho. Katie se merecía lo mejor. Eran las sombras
de su vida en familia reproduciéndose de nuevo, solo arrastrándola en
ella como un personaje principal. Las personas tenían mal
comportamiento y ella estaba atrapada en el medio. Estalló de regreso
a la cabaña.
—Ah, mierda. —Alex se pasó una mano por el pelo. ¿Qué diablos
estaba haciendo?
Pero lo sabía. Katie era tan malditamente guapa, lista y juguetona.
Era todo lo que Trina no era.
78
Miró el lugar que ella había dejado. Su bufanda roja yacía toda
brillante y alegre en el frio y duro suelo. La levantó hasta su cara. La
suave tela se atrapó en su barbilla sin afeitar. El olor de algo afrutado
flotó desde la bufanda. Su champú, quizás. Lo inhaló profundamente y
después alborotó la prenda en su bolsillo.
Besar a Katie fue un movimiento estúpido, pero no se arrepentía.
Asumió, que había estropeado todo con ella, y tendría que explicar
todo el sórdido caos de Trina. Realmente quería poner toda esa
pesadilla detrás de sí. Lo que necesitaba hacer era plantarse de pies
con Trina y demostrar que quería decir lo que quiso decir cuando
rompió con ella. Más fácil de decir que de hacer.
Después de buscar en el cobertizo durante un rato las llaves, sin
suerte, tuvo la esperanza de que las encontraría en algún lugar de la
cabaña. Pero entonces descubrió una lata vacía de gasolina y se dio
cuenta de que mejor revisaría el nivel de gasolina de la moto de nieve.
En el calibrador se leía vacío.
Genial. Estaban atrapados.
Sabía que lo único que Katie quería era alejarse de él, y no la
culpaba. Pero entonces de nuevo, Katie dijo que había estado celosa
de Trina. ¿Significaba eso que estaba interesada en él? Al menos
interesada antes de que la besase y crease otro desastre.
Alex se rindió con el cobertizo, y salió al exterior. Una mirada a la
cabaña y decidió dar a Katie más tiempo para apaciguarse.
Katie caminó hasta la cabaña, cabreada con Alex por hacerla sentir
tan estúpida. Estaba prometido y no tenía sentido en besarla. Una
profunda mirada a sus ojos y cayó de cabo a rabo. Era una idiota. Y se
atrevió a besarla así cuando iba a casarse con otra chica.
Se arrancó los mojados pantalones que había estado llevando antes
y los cambió. Su fracasada farsa al exterior le dejó los pantalones
mojados de muslos abajo.
79
Necesitaba algo para distraerse y mantener la mente ocupada. En
un minuto, Alex cruzaría la puerta viéndose todo alto y guapo con esos
profundos y enternecedores ojos suyos. No quería que él supiera cuanto
la afectaba.
Una mirada a los escasos recursos de comida en el mostrador, y
decidió revisar los armarios con más minuciosidad ahora que con el
chorro de la luz del día. Descubrió boles y platos, un cajón de antiguas
bolsas de plástico de compras. Los armarios estaban vacíos hasta que
llegó al armario de la esquina. Dentro descubrió algunas especias,
aceite de oliva, un frasco de caldo, vinagre, y otros materiales que no
eran exactamente comida, pero podría aprovechar los suministros
restantes.
Miró a la golpeada y extraída nevera dorada con el cable
desenchufado. Para revisarlo, abrió la puerta. Se quedó boquiabierta y
después tuvo una amplia sonrisa. Había descubierto una mina de oro.
Mientras que la nevera desenchufada no podría mantener la
comida fría, proveía un lugar seguro para almacenar buenas bebidas.
Entre los dulces, encontró un paquete de espaguetis, una caja de arroz
sazonado, barras de tentempié, paquetes de chocolate caliente y tres
botellas de vino.
Sacó los materiales afuera, abrazándolos contra su cuerpo. Si aún
estaban aquí esta noche, celebrarían las Navidades con un festín.
Alex sacó la bufanda de Katie, la envolvió entorno a su cuello y se
dirigió a la carretera principal. Tal vez el arado había sido atravesado y
podría haber bajado el coche. Cayó a través del lomo de nieve,
intentando quedarse cerca de los árboles donde la nieve no estaba tan
profunda.
El viento le condenó. No se había puesto el gorro porque no pensó
que estaría fuera durante tanto tiempo. Se puso la bufanda más arriba.
Tal vez esta era su penitencia por el dolor que pronto le causaría a Trina.
Oficialmente, no había roto su compromiso, pero Trina sabía que estaba
al llegar. Había luchado con él con uñas y dientes durante meses,
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pidiéndole perdonarla y no decirle a nadie que estaban mal. Él imagino
que la distancia de la universidad sería suficiente separación para que
ella hubiera perdido su crisis. En su lugar fue lo opuesto.
Finalmente llegó a la carretera, vio que un arado había atravesado
el mismo punto, pero la nieve fundiéndose se había amontonado en la
carretera, creando profundas olas, como un mar enfadado. La
predicción del tiempo parecía ser buena hasta ahora. No habría mucho
tráfico, si servía, en esta carretera durante un tiempo.
Gracias a dios habían encontrado la cabaña y suficiente comida
para verlos sobrepasar.
Si alguien visualizaba la camioneta abandonada, su madre se
volvería loca de preocupación. Quería dejar algún tipo de señal en
caso de que las autoridades estuvieran buscándoles. Se desenvolvió la
brillante bufanda de Katie y la ató con fuerza en el buzón. Eso debería
hacer el truco.
Puso el cuello de su abrigo más alto y metió las manos en
profundidad en los bolsillos cuando las envolvió contra el viento y siguió
el rastro de regreso a la cabaña. La nieve soplando ya estaba
eliminando sus huellas.
Veinte minutos más tarde, Katie dio un suspiro de alivio cuando Alex
volvió junto con un estallido de viento y nieve.
Sonrió brillantemente y fingió que su beso nunca ocurrió. Alex lo
acepto.
—Estaba comenzando a ponerme nerviosa. Te fuiste durante mucho
tiempo. Pensé que podría ir a buscarte. —O que fue rescatado y la dejó
atrás. Descartó esa idea. Alex nunca haría eso.
—Estaba bien. No necesitas preocuparte. —Se quitó las botas y
entonces se sacó los guantes y el abrigo, evitando el contacto visual.
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—Tal vez, pero en una mala ventisca en realidad las personas
caminarían justo por sus casas y ni siquiera sabrían que la perdieron.
Podrías haberte congelado hasta morir, —dijo ella.
Alex colgó el abrigo en una silla.
—Eso es porque Pa ató una cuerda en la puerta delantera del
cobertizo. —contuvo una sonrisa.
Ella le miró bizco.
—¿Leíste La Pequeña Casa de la Pradera?
Se calentó en el fuego.
—Mi madre solía leérnoslo como niños. —Sonrió—. Apuesto a que no
esperabas que conociese a Laura Ingalls Wilder.
—No. Me sorprendiste con eso. Ahora, te tengo una sorpresa. —Se
unió a él en hogar, contenta de estar con él después del extraño
momento en el granero. Uso una almohadilla caliente y vertió el agua
caliente en el hervidor en una agrietada taza de Green Bay Packer y en
otra taza anunciando anzuelos para pescar. Mezcló el contenido y le
tendió una taza de Packer.
Él lo miro con incredulidad.
—¿Es eso chocolate caliente?
—Sip.
Olió la bebida llena de vapor.
—¿Dónde lo has encontrado? —Estaba a punto de dar un sorbo y
entonces se detuvo—. ¿No hay heces de ratones en ella, ni estas
intentando vengarte de mí, verdad?
Se rió.
—No. resulta que la nevera estaba llena de comida. Al parecer, ahí
es donde escondes las cosas que no quieres que los bichos encuentren.
Tendremos un gran festín esta noche.
Alex se sentó cerca del fuego y dio un sorbo.
—O, esto está genial. —Cerró los ojos y saboreó el sabor. Su
satisfecha expresión recordó a Katie como se sintió cuando la beso.
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—Lo único mejor sería un trago de schnapps2. ¿Encontraste algo de
eso? —Preguntó él.
—Schnapps no, pero encontré tres botellas de vino.
—De ninguna manera. Eso es increíble. Parece que vamos a tener
una fiesta.
Katie se relajó, sabiendo que estaban superando la pelea anterior.
Después de una comida de gelatina en galletas saladas y más
chocolate caliente, se sentaron en la alfombra tejida en frente de la
mesa de café y jugaron al Scrabble. Alex levantó una palabra tras otra,
pero las únicas palabras que llegaban a Katie no las podía usar: amor,
abrazos, besos, labios.
Tomo toda su concentración dar con las palabras que no la harían
parecer una acosadora enamoradiza.
Alex interrumpió sus pensamientos.
—¿Qué dices? ¿Deberíamos abrir una botella de vino?
—Lo siento. Sé que está llevándome una eternidad. —Miró sus letras
y todo lo que vio fue C A C H A S.
—Tomate tu tiempo. Solo pensé que sería una buena forma de pasar
la tarde. Aun tendremos otra botella de vino para la cena.
—Claro. Probaré algo. —Su experiencia bebiendo consistía
principalmente en cerveza o vodkas aderezados mezclados con zumo
en las fiestas de la universidad. Solo había probado unos pocos sorbos
de vino en la boda de su primo.
Alex trajo una botella de vino abierta junto con dos copas de beber
disparejas.
—Deben mantener el cristal delicado en otro lugar. —Situó las copas
en la mesa de café y echo un poco de líquido rojo en cada copa.
Katie levantó la copa, girándola como una aficionada de vinos y la
olisqueó.
—Es de buena cosecha.
2 Tipo de vino.
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—Aquí dice que es llamado Satín Rojo, embotellado —giró la botella
buscando una fecha— de este año.
—Este fue un muy bien año… no, —añadió ella, pensando en el
divorcio de sus padres, la discreción y las nuevas actividades de
Navidades de su madre. Ahora Katie era el producto de un hogar
destrozado.
Alex levantó la copa.
—Un brindis por un año menos que estelar.
Ella chasqueó la copa con la de él.
—Beberé por eso. —Dio un sorbo tentativo, feliz por descubrir el
suave vino y fácil en los brotes de sabor. Alex tomo un sorbo y se sentó
frente a ella.
Le observó pasarse una mano por el pelo y suspiró.
—Sé por qué mi año se jodió, pero ¿qué estaba mal con el tuyo?
—Bueno, —dijo él—. Es una larga historia.
—Estamos seguros de que no vamos a ir a ninguna parte pronto. —El
fuego lanzó luz sobre las sombras de su rostro sin afeitar. Ella resistió la
urgencia de extender la mano y tocar la áspera barba de varios días.
Él se enfadó.
—¿Es la universidad? —Preguntó ella.
—No. La universidad es genial. Me encanta la universidad, Madison y
salir de Ashland. La universidad es la mejor decisión que siempre tome.
—Dio otro trago y situó la copa abajo—. Aw, diablos. Es un gran apiño
de mierda. —Se inclinó hacia adelante con la cabeza entre las manos.
Katie no podía imaginar lo que podría ir tan mal en su vida. Su
compañera de habitación dijo que estaba prometido. No menciono
nada sobre problemas familiares y obviamente no era la universidad.
—No tienes que hablar de ello si no quieres.
Él se pasó las manos por la cara.
—No. está bien. Tal vez si se lo cuento a alguien, será más fácil para
que lo afronte. Sabes sobre Trina.
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—Tu prometida. —Ella asintió.
Él rodó los ojos.
—¿No es tu prometida?
—No. Lo es. Al menos por el momento.
—Oh. —La verdad la atrajo—. Ya no quieres estar prometido.
La esperanza floreció en su interior.
Él sonrió.
—Exacto.
—Y planeas romper con ella.
Él asintió.
—¿En Navidad?
Asintió de nuevo.
Katie sintió vergüenza.
—Ouch. —Pero por dentro sintió un brinco de alegría. Del tipo como
si la Navidad llegase pronto. Se tocó la boca, pensando en el beso de
antes. Ahora no parecía tan malo.
—Lo sé. Está mal. —Alex tamborileó los dedos sobre la mesa de café.
—Entonces, ¿tienes que romperlo ahora? Quiero decir, no podrías
esperar hasta…
—¿Año Nuevo? ¿Por qué eso tampoco la heriría? ¿O justo antes de
volver a la universidad? —Sacudió la cabeza—. No importa lo que
haga, estoy jodido. Me quitaré como diez veces la estupidez. —
Comenzó a rebotar la pierna.
El pobre chico era un desastre. Tenía que estar de acuerdo, su
elección del momento oportuno no podía ser peor. A menos…
—¿Su cumpleaños no es en Navidad, verdad? Eso sería
rotundamente cruel.
—No. Ese es el por qué no rompí en Acción de Gracias.
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—Wow. Has estado pensando en esto durante un tiempo. —Dio un
largo trago de vino.
—Mucho, cada segundo desde que me dijo que perdió el bebe.
Capítulo 11
Traducido SOS por VicHerondale
Corregido por katiliz94
llí, él había dicho las palabras. Ella lo sabía.
Katie se atragantó con el vino y tosió.
—¿Bebé? ¡Vuelve a la camioneta! Empieza de nuevo.
Desde el principio —él tomó un poco de vino.
—He tenido problemas por el último año y medio. Trina y yo
empezamos a salir en nuestro tercer año de secundaria. Ella era la chica
caliente, y bueno, nos divertíamos juntos.
Una mirada a Katie y él supo que ella todavía estaba digiriendo el
comentario del bebé.
A
86
―Después de la secundaria, yo quería ir a la universidad y seguir con
mi vida, pero Trina no quería que fuera a Madison. Ella quería que yo
fuera a algún lugar cerca de casa como Stugeon Bay o quizás Eau
Claire. Cuando descubrió que estaba por ir a Madison, dijo que si
alguien podía hacer que una relación a larga distancia funcionara,
éramos nosotros. Me gustaba mucho y yo era despistado, así que le dije
que estaba dispuesto a darle una oportunidad. Pero cuando estaba en
la universidad, ella se convirtió en una primadonna3 de pueblo
pequeño, actuando como si fuera mejor que todos los demás —miró a
Katie. Ella escuchaba y no decía ninguna palabra. No quería que ella
pensara mal de él. Todo sobre ella era ligero y refrescante. Le
preocupaba que compartir su vida de mierda con Katie causara que
ella se alejara.
―No sé si no lo vi antes o si Trina cambió. Probablemente era la chica
más popular de la escuela y ella lo sabía. Aun así, me imaginé que iba
hacer algo con su vida después de la graduación.
—¿Pero no lo hizo?
—No. Sólo se convirtió en alguien más egocéntrica y mala. Es como
si quisiera ser la abeja reina de toda la ciudad. Empezó metiendo la
nariz en los asuntos de otras personas y chisporroteando como una
anciana. Todo lo que ella quería para nosotros era que nos casáramos y
tuviéramos hijos. Incluso habló con su padre sobre que yo trabajaría
para él. Él es el dueño de la mayor compañía de registros en tres
condados. Trina tenía todo resuelto.
—Trina suena como una perra total en lo que a mí respecta —
murmuró Katie y luego levantó la vista—. Oh, ¿Lo dije en voz alta?
El sonrío débilmente.
—Me tomo un tiempo darme cuenta de lo que ella estaba
haciendo. Después de mi primer año cuando vine a casa por el verano,
supe que necesitábamos terminar. Ella quería que nos mudáramos a un
apartamento juntos. Era como si quisiera jugar a las casitas o algo así.
¡Teníamos diecinueve años! Cuanta más distancia trataba de poner
entre nosotros, más se aferraba. Estaba celosa de cualquier amigo que
tenía y siempre pensaba que la engañaba. No sé si ella estaba viendo
3 Chica de Sociedad/Diva
87
esos reality show de Bridezilla4 o que. Mencionó que nos casáramos y
cuando vio la mirada de terror en mis ojos, se echó atrás.
—Pero terminaste comprometió de todos modos —dijo Katie.
—Sí. Quedó embarazada, lo cual era un milagro porque solo
habíamos estados juntos una vez desde que regrese de la universidad. Y
eso fue después de que me emborrachase en mi cumpleaños.
—Así que te ofreciste a casarte con ella.
—No quería ser el idiota que se alejaba de su propio hijo. Eso no
estaría bien. Antes de darme cuanta, Trina y su madre ya habían puesto
una fecha y salieron a comprar los vestidos.
Alex miró la expresión de Katie.
—¿Crees que soy un idiota por ilusionar a la chica con la que quería
romper?
—¡No! Me siento mal porque tú eres un tipo agradable y se
aprovecharon de ti.
Él rodó los ojos y tomo otro sorbo de vino.
—Cuando fijó la fecha de la boda para el día de San Valentín, sabía
que algo no estaba bien. Ella debería de estar cerca de los ocho meses
de embarazo en ese momento. Cuando le pregunté sobre eso, me dijo
que había perdido al bebe y comenzó a llorar. Al principio, yo estaba
desbastado, pero eso cambio de repente. Sentía alivio de que no sería
un padre adolescente y que no tenía que casarme.
—Alex, lo siento mucho —los hermosos ojos de Katie mostraron la
compasión que nunca vio en Trina.
Sus hombros se tensaron.
—Cuando empecé a hacer preguntas acerca de cuándo Trina
perdió al bebe, ella fue y espetó que en realidad nunca había estado
embarazada, solamente que su periodo había llegado tarde.
Los labios de Katie se curvaron en una mueca de desprecio.
4 Reality Show Americano, es una crónica de la vida de las mujeres comprometidas.
88
—¡Esa sucia prostituta!
Él forzó una sonrisa y asintió con la cabeza. Katie se había dado en la
cabeza.
—Así que, ¿Por qué seguís juntos? ―preguntó Katie.
—Porque soy un idiota —Katie levantó una ceja.
—Trina me rogó que no rompiera con ella porque sería humillada y
sus padres tendrían el corazón roto. Dijo que podíamos resolverlo y se
comprometía a dejar de actuar celosa. Incluso habló de tomar clases
en la universidad del pueblo.
—¿Pero no querías comprometerte con ella?
—No.
—¿Pero terminaste comprometido igual?
Alex levantó las manos en el aire.
—Lo sé. Soy como un tapete. Imaginé que tan pronto como llegaría
a la universidad podría llamarla y romper con ella a partir de ahí. Si ella
no estaba cerca para manipularme, podía seguir adelante y hacer que
funcionase.
—¿Y? —preguntó Katie.
Él se puso de pie y comenzó a caminar.
—Y entonces su abuela murió. No podía romper con ella en ese
entonces. Llame a la madre de Trina para decirle cuanto lo sentía por
que su madre muriera, pero la madre de Trina siguió adelante y dijo
sobre lo feliz que estaba porque Trina y yo nos fuéramos a casar.
—¿Siempre eres una gran presa fácil? —Katie negó con la cabeza.
—¡No! Realmente no lo soy. Hay algo acerca de Trina. Ella siempre se
las arregla para conseguir lo que quiere. Es como si tuviera una maestría
en manipulación. Trina es una astuta mocosa malcriada que no
entiende la palabra no.
Katie se sirvió más vino en la copa y luego dejó la botella.
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—Yo solía cuidar niños para una familia y la niña siempre se salía con
la suya. No importaba que tan fuerte tratara de mantenerme firme, la
pequeña mierda siempre lo lograba.
—¡Así es Trina! —él cogió su vaso y bebió un sorbo—. Pero esta vez
será diferente.
—¿Y cómo es eso? —preguntó ella, dudando de él con claridad.
—Porque ella lo sabe —dijo él.
—¿Qué vas a romper?
—Sip. Le he enviado un correo electrónico y he intentado hablar con
teléfono con ella. Me sigue evadiendo y diciendo que una vez que
estemos juntos todo va a estar bien. Pero eso no va a suceder. He
terminado con ella —y era verdad. La había tenido hasta en los ojos.
—Realmente espero que lo hagas. Te mereces algo mejor. Pero,
¿qué va a ser diferente esta vez?
—Voy a sentarla junto a sus padres, y lo diré hasta que ella lo
entienda. Eso o hasta que su padre me eche.
—¡Ay! —ella se encogió.
—Sé que es duro, pero es la única manera que se me ocurre para
conseguirlo a través de su cabeza. Con una audiencia.
—Estoy segura de que no quisiera ser tu —dijo ella. La vio moviendo
su copa.
—En este punto, ya ni siquiera importa. Soy inmute a su drama.
Necesito esto.
—Eso explica porque no tenías ganas de volver a casa por Navidad.
Ambos se quedaron en silencio durante unos minutos, mirando el
fuego.
—¿Hay alguien en tu familia que lo sepa? —preguntó Katie.
—Mi hermano, Jason. Él lo sabe todo. El ayudará a interferir por mí.
Mis padres saben que ella mintió sobre el bebé. Estoy seguro de que
adivinaron el resto.
—¿El hermano que ama la nieve?
90
—Ese es él. Jason solía acosarme para sacar la mierda de mí cuando
éramos niños, pero si alguien me daba problemas, él siempre me
defendía.
Katie miró por la ventana.
—¡Mira! Dejo de nevar —saltó y corrió hacia la ventana.
La nieve y el viento habían amainado. Una gruesa manta de nieve
cubría el patio y los árboles como un glaseado helado.
—Se ve como una tarjeta de navidad —dijo Alex.
—Es precioso. Me gustaría que mi teléfono no hubiese muerto. Me
gustaría sacar una foto.
—Déjame ver el mío —él fue por su bolsa y sacó su teléfono—.
Vamos a ver si este bebé puede encenderse —presiono algunos
botones y unos segundos más tarde su teléfono sonó con una melodía
como en tensión—. ¡Bingo!
—¿Tienes señal? —se asomó por encima de su hombro, su bonita
cara a unos pocos centímetros de la suya.
Alex hizo a un lado sus sentimientos. Katie no apreciaría que
estuviera con ella después de oír su poca convincente confesión.
Sostuvo el teléfono contra la ventana.
—No hay nada aquí —caminó alrededor de la cabaña mirando la
pantalla—. Nada. Ni siquiera una barra.
—¿Cómo vamos a salir de aquí?
—No te preocupes. Te sacaré de aquí y te devolveré a tu madre de
una sola pieza. Ten confianza, mujer de poca fe —apuntó el teléfono a
la ventana, tomó una foto de la bella escena y luego una foto rápida
de Katie en caso de que nunca la volviera a ver. Guardó el teléfono—.
Oh, me olvide de decirte. Tu pañuelo se cayó en el cobertizo. Lo até en
el buzón. Eso debería de ser una señal por si alguien nos busca. Espero
que este bien.
—Esa es una gran idea. Ahora que la nieve y el viento han parado,
los arados deben de estar a todo lo largo del camino. Además, mi
familia no es conocida por ser inactiva. Estoy seguro de que todo está
listo para enviar a un equipo de búsqueda —él podía imaginarse a su
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padre coordinando a todos sus amigos y vecinos, propagándose por
todas las carreteras del condado.
—Mi madre debe de estar volviéndose loca. Me siento mal —se
quedó mirando la prístina escena.
Alex puso su brazo alrededor de sus hombros y le dio un reconfortarle
apretón.
—Todo va a estar bien. Todo acabará pronto —le gustaba como
Katie encajaba bajo la curva de su barbilla.
—Gracias —ella puso los brazos alrededor de su cintura para un
rápido abrazo, pero luego los quito y se separó de él.
Él se alejó por lo que no tendría que hacer nada torpe.
—Sé lo que va a animarte. No puedo creer que no haya pensado en
eso hasta ahora —fue hacia su bolsa.
—¿Qué?
El sacó su laptop.
—Tengo música en mi laptop y suficiente batería para por lo menos
un par de horas —iban a divertirse esta noche, no importa que pasara.
Pronto se iba a enfrentar a la realidad, pero en este momento tenía este
susurro mágico de víspera de Navidad.
—¡Oh por Dios! Esa es una gran idea ¿Tienes música de navidad?,
porque yo tengo un montón —corrió a buscar su portátil, su rostro
brillante de emoción.
—No lo sé, vamos a ver —él lo encendió. Los sonidos y zumbidos
familiares llenaron el aire.
—Es raro escuchar los sonidos de la tecnología cuando hemos
estados tan tranquilos en la cabaña sin nada —dijo ella.
—Es música para mis oídos —él hizo varios clicks en su laptop—.
Tengo un montón de música, pero nada de Navidad.
Katie encendió su laptop.
—Supongo que tienes una gran cantidad de música country.
Él sonrío.
92
—¿Y tienes un problema con la música country?
—Nada, tus gustos son un poco unidimensionales.
—A mí me gusta mucho la música, pero el country es mi favorita en
estos momentos.
Su laptop se iluminó y ella hizo clicks en varios íconos.
—Bueno, tengo una madre fanática de la música navideña.
Colecciona CDs de Navidad. ¿Quién sabe? Incluso podría haber un par
de canciones country de Navidad. Oh por Dios, esto es una conexión al
mundo real. Es increíble, aunque no podemos conseguir WI-FI. Casi
tengo ganas de besar la pantalla en estos momentos.
Y yo quiero besarte otra vez, pensó Alex, pero no se atrevió a decirlo.
Capítulo 12
Traducido por CrissViz
Corregido por katiliz94
on canciones navideñas sonando suavemente de su portátil y
la chimenea parpadeando, verdaderamente se sentía como
Noche Buena. Katie experimentaba el mismo entusiasmo
como si fuera una niña pequeña, solo que en lugar que fuera
por los regalos, este año esperaba con interés un tipo de Navidad con
Alex.
—¿Podrías pasarme el aceite de oliva? Gracias. —Cogió la botella y
formó una espiral con él sobre la sartén que había calentado sobre el
fuego. Su cara estaba roja de trabajar tan cerca de las flamas, pero no
C
93
le importaba. Nunca se había divertido tanto preparando la cena y a
Alex le gustaba ayudar, lo cual hacia esto mucho mejor.
—Está bien, ahora pon la pasta.
Alex estaba encargado de preparar la pasta, lo que resultó ser
complicado. El agua apenas había hervido, pero finalmente estaba
cocida. Se acercó a Katie y puso los fideos pegajosos en su sartén. Ella
disfrutó de los mechones de pelo asomando por su playera, el aroma
de su piel y la forma en que su pelo se rizaba cerca de sus oídos.
—¿Qué es lo que estas preparando? —Preguntó él mientras
mezclaba los fideos, con el aceite de oliva y agregaba hojas secas de
perejil de un bote con especies.
—Se llama salteado, salvo que le falta la mayoría de los ingredientes.
Si tuviéramos algo de pollo o cebolla, eso ayudaría mucho. —
Espolvoreó ajo y cebolla en polvo por encima y suavemente sacudió la
sartén para sofreír la pasta. Las especias del armario fueron un bono—.
¿Quieres voltear de nuevo el pan con ajo?
—Claro. —Usó las pinzas y volteó cada pieza de pan. Ella roció
aceite de oliva sobre el resto de las rebanadas de pan junto con el ajo
en polvo y pimienta roja.
—Eso huele estupendo, —le dio una sonrisa hambrienta.
—Es el ajo. Me encanta el ajo. Muy bien. Creo que está listo. —Pasó
el salteado de pasta a un gran tazón y lo puso en la mesa de centro
que había decorado para la cena de Navidad. Una sábana blanca del
armario sirvió como mantel. Encontró una canasta de pinas en una
esquina y las arregló con ramas de pino de fuera. Y su casi consumada
vela en el centro de la mesa.
—¿Dónde quieres que ponga el pan?
—Aquí. —Le tendió un plato pequeño y él deslizó las rebanadas de
pan ahí.
—Se ve muy bueno, —dijo Alex, y ella no pudo más que estar de
acuerdo con él.
Ambos se sentaron y miraron su pequeño banquete.
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—Oh, casi lo olvido. —Tomó la lata de queso parmesano y la sacudió
hasta que el queso se soltó. Lo espolvoreó sobre la pasta—. Ahí está.
Katie regreso para que sonara la canción de Navidad de Josh
Groban, Believe.
—No es una mala elección considerando nuestra situación.
Alex llenó cada vaso con vino de una botella recién abierta.
—Esta es una de las más frías Navidades que he pasado. Creo que
nunca la olvidare. Probablemente le cuente a mis nietos sobre la Noche
Buena en la que quede atrapado con una hermosa chica en una
cabaña y que cocinamos nuestra propia cena sobre el fuego.
La cara de Katie se ruborizó y no fue por el calor de la chimenea.
—Este brindis es por los dueños de la cabaña. Gracias por dejarnos
comida. —Y levantaron los vasos.
—Brindaré por eso, —Alex dio un sorbo de su vino—.Me muero de
hambre.
Llenaron los platos con la cena creativa de Katie. El pan tostado y
crujiente de ajo. La pasta estaba un poco pegajosa, pero la
combinación del aceite de oliva y las especias sabían bien.
—Katie, sabe delicioso, —dijo Alex, enrollando la pasta en su
tenedor.
—Es por que estas realmente hambriento. Pero estoy de acuerdo, en
que resultó bastante buena, considerando que no tenemos una estufa
real.
—Si esta fuera una Noche Buena normal, ¿qué harías?, —preguntó
él, tomando otro bocado.
Ella se limpió la boca con una toalla de cocina.
—Estaría solo con mi familia más cercana. No vemos a nuestros
abuelos y primos hasta el día de Navidad. Es cuando tenemos una gran
cena con pierna. Mi madre tendría aperitivos como a las cuatro y
media de la tarde y haríamos juegos. Cuando éramos pequeñas
jugábamos a las cucharas. Los últimos años hemos jugado a “Oh,
diablos.”
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—¡Oh, diablos! —Alex río—. ¿Qué tipo de juego es ese para jugar en
Navidad?
—Es un juego de cartas. —Sonrió, recordando todas las horas
jugando con su familia—. Puede llegar a ser un juego muy frustrante, es
por eso que se llama así. —Y luego se dio cuenta que su familia nunca
celebraría otra Navidad de esa forma.
—Estas frunciendo el ceño. ¿Qué pasa? —preguntó él.
—No es nada, estaba pensando como todas las tradiciones con mi
familia se han ido.
Bajo su tenedor y se acercó tomando su mano.
—Sé que apesta que todo tenga que cambiar, pero no siempre se
sentirá así de horrible. —Dio un apretón a su mano y la soltó. Ella deseó
que no lo hiciera.
—Gracias, forzó una sonrisa, —pero no lo creyó. Extrañaba a su
padre, pero no quería hacerlo. Estaba segura de que él era el causante
de la repentina separación.
—Y puedes empezar con nuevas tradiciones. Como cocinar sobre
una fogata y dormir con un chico extraño que acabas de conocer.
El brillo travieso en sus ojos la hizo reír.
—Eso podría ser un poco difícil de organizar cada año. —Sacudió la
cabeza, imaginando repetir esto cada año.
—Bueno y ¿qué hace tu familia en Noche Buena?, —preguntó Katie,
para dejar de pensar en meterse en la cama con Alex esta noche.
Ahora que la había besado y que sabía que no estaba planeando
casarse, no estaba segura de como sentirse sobre meterse bajo las
sabanas con él.
—Vemos el Show de villancicos de los Muppets y nos damos un
atracón con galletas. Mi madre hornea como loca toda la temporada,
pero solo podemos comer esas galletas durante la fiesta o en el día de
Navidad. Eso siempre me vuelve loco.
Katie tomó otro pedazo de pan.
96
—Mi madre hace una casa de pan de jengibre cada año. Se ve
muy cursi, pero hace un gran esfuerzo. Yo solía hacer una también, pero
no lo he hecho en el último par de años. No estoy segura del por
qué.
—Nosotros tenemos una tradición llamada esconde el pepinillo.
Katie lo miró escépticamente.
—Es una broma, ¿verdad?
—No, —se río—. Es una antigua tradición alemana del lado de la
familia de mi padre. Tenemos un adorno en forma parecida a la de un
pepinillo y mi padre lo esconde entre las ramas de los árboles. En la
mañana de Navidad, el primero que encuentre el pepinillo obtiene un
regalo extra.
—Suena divertido.
—Lo es, excepto que mi hermano casi siempre lo encuentra. Es muy
astuto el desgraciado.
—Eso es un fastidio.
—No, el regalo siempre termina siendo algo que se comparte para
toda la familia, así que todos ganamos a final de cuentas.
Katie masticó su pan de ajo y lo tragó.
—¿Qué le compraste a Trina como regalo de Navidad?
Él le dio una mirada sarcástica.
—¿Qué? ¿Se supone que debo adivinar?, —dio un sorbo a su vino y
un segundo después, lo comprendió—. Oh, Dios. No le compraste nada.
Hizo una mueca.
—Estoy a punto de pedirle que me devuelva el anillo. Creo que darle
un regalo podría ser contraproducente.
—¿Le pedirás que te devuelva el anillo? —su boca cayó abierta—.
Eres un completo intransigente.
—No. Ella me mintió sobre estar embarazada. Además, el anillo
perteneció a mi abuela. No hay forma que le permita quedárselo.
97
Katie sirvió dos vasos más de vino para ambos.
—Cierto. Creo que necesitas beber un poco más. Creía que mi
Navidad apestaba, pero la tuya suena peor. —Él sonrió y tomó un sorbo.
Katie dejó la botella en la mesa—. ¿Realmente crees que vamos a
poder salir de aquí mañana?
—Sí. Tomará tiempo despejar los caminos y por qué oscurecerá
temprano antes de que pare de nevar, va a ser difícil de detectar mi
camioneta o tu bufanda. Con suerte mañana, cuando esté más claro,
no va a tomar mucho tiempo. Sé que mi familia, con seguridad estará
buscándonos. Pero para estar seguros, deberíamos caminar hacia la
carretera y tratar de hacer señas a alguien.
Katie esperaba que su madre también estuviera buscándolos pero
considerando que no sabría por dónde empezar, probablemente se
quedaría cerca del teléfono, esperando. Pararse a fuera en el frio cerca
del camino podría ser una buena idea, pero no la entusiasmaba. De
cualquier forma, regresar a la civilización, con su familia, valía la pena.
—Está bien, tenemos un plan.
Alex levanto su vaso hacia ella y lo chocó. Y después recordó algo.
—¡Ah! ¡Tengo una sorpresa! ¡Hay postre! Casi lo olvido.
—No me digas que encontraste galletas de navidad en la nevera.
—Lo que tengo es mucho mejor. —Dejó su cálido lugar por la
chimenea y buscó en sus bolsas. Regresó con un paquete envuelto y lo
sostuvo para que Alex lo abriera.
Vio el papel plata y blanco.
—Estoy completamente seguro que esto no era realmente para mí,
porque hace dos días ni siquiera nos conocíamos.
—Se supone que era para él No Novio, pero como es Noche Buena y
necesito una excusa para no regalarle nada, creo que podrías abrirlo
tú.
—¿Estas segura? —Vio el paquete y supo que quería abrirlo.
—Seguro, me traerá gran alegría. —Sonrió satisfecha.
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—Si te hará feliz, entonces eso quiere decir, que lo abriré. —Arrebató
el regalo de sus manos y rasgó el papel, revelando una caja color
dorado. Levantó la tapa y gruñó—. Chocolate. Te amo.
El corazón de Katie dio un brinco, incluso si sabía que las palabras no
significaban nada.
—Supongo que lo necesitamos más que él. Son trufas.
—¿Qué es una trufa? —Sacó una bola de chocolate y la levantó.
—Es rico ganache de chocolate sumergido en más chocolate.
Alex hundió los dientes en la delicia decadente.
—No sé qué es lo que acabas de decir, pero esto sabe maravilloso.
—Dejó caer la cabeza hacia atrás, saboreando.
Katie tomó uno, dejándose caer a un lado de él en el sofá y le dio
una mordida.
—Dios, amo estas cosas.
—Si no te gusta este tipo, Tom, ¿por qué le das este regalo tan
grandioso?
—Tengo que hacerlo. ¿Qué tal si al final se convierte en mi nuevo
papaíto? —puso los ojos en blanco—. Además, esperaba que lo
compartiera.
—Me gusta como piensas. Nunca se me hubiera ocurrido regalar
comida para Navidad, pero ahora creo que es brillante. —Fue a su
mochila y trajo un pequeño paquete envuelto en periódico.
—Este no está envuelto tan bonito como el tuyo, pero el detalle es lo
que cuenta. —Y le ofreció el regalo.
—No te di los chocolates para hacerte sentir culpable. Además te
hice que los compartieras. ¿De quién se supone que es este? —vio el
regalo.
—Lo compré para mi madre, pero no le importará. Tan pronto como
esté en casa, estará feliz. Esto será lo de menos. Anda, ábrelo.
Katie aceptó el pequeño y pesado regalo.
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—¿Está envuelto en el periódico de la universidad?
Él se encogió de hombros y sonrió de la forma que la hacía feliz.
—Estoy a favor de cuidar el medio ambiente. —Se sentó de nuevo
con solo la caja chocolates entre ellos.
Katie arrancó el papel.
—Me siento horrible abriendo el regalo de tu madre.
—¿Te haría sentir mejor si te dijera que era de Trina? —inclinó la
cabeza con curiosidad.
—¡No! Bueno, tal vez. Se escuchaba como si fuera una persona
horrible. Lo siento. Supongo que es el vino hablando.
—Si toma un par de vasos de vino hacer que digas lo que piensas,
voy a seguir sirviéndote.
—No. No me gustaría tener el regalo de otra chica. Sería raro. —
Quería algo que él escogiera especialmente para ella.
—Entonces es algo bueno que no haya conseguido nada para ella.
Abrió el regalo y encontró una vela con aroma.
—Es grandiosa. ¡Adoro las velas! ¡Apuesto a que tu madre también!
—bromeó y suspiro—. Ah, huele increíble. Justo como la Navidad.
—Es de canela. Mi madre las adora. Le doy una cada año.
—Gracias y gracias a tu madre.
—De nada. ¿La vas a encender?
—Por supuesto. —Tomó las cerillas que estaban encima de la
chimenea, encendió la vela e inmediatamente la esencia de canela
flotó en todo el cuarto. Combinado con el fuego y las ramas frescas del
pino, el aire olía malditamente bien.
—Escuché que el chocolate va muy bien con el vino tinto, —ella
estiró las piernas sobre la mesa de centro, más feliz de lo que había
estado en mucho tiempo.
—No suena a una mala combinación. Déjame probarla, —Alex dio
un mordisco a la trufa y luego un sorbo de vino. Gimió—. Sí, es bueno.
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Katie probó también. El cremoso ganache se derretía en su boca y
la suavidad del vino agregaba una combinación de sabores que no
podía describir.
—Creo que moriré e iré al cielo.
Hermosos ritmos de música navideña flotaron desde su portátil
mientras comían trufas y tomaban vino. La vela parpadeaba y la
chimenea crujía. Todo era perfecto, excepto que no podía quitarse de
la mente a Alex.
—Siento mucho que las cosas estén tan mal entre tú y Trina.
—Es mi culpa. Debí haber dejado todo claro desde el principio. Lo
arreglaré todo y podre empezar mi vida de nuevo. Ha pasado mucho
tiempo desde que he estado cerca de una chica y creo que he
olvidado como hacerlo.
—Ah, eso lo dudo. —Basándose en su beso anterior, podía decir que
sabía exactamente que debía de hacer—. ¿No hay chicas en tu
universidad?
—¿En Madison? No. He sido fiel a Trina. Eso fue, hasta esta tarde en el
cobertizo. Perdón, por eso. —Le mostró una sonrisa traviesa. No parecía
que realmente lo sintiera.
—Está bien. —Ella bajó la cabeza—. Fue bonito. —Se mordió el labio.
No debió haber dicho eso. Se inclinó para tomar una trufa, para llenar
su boca con algo y parar de decir cosas estúpidas.
La mano de Alex cubrió la suya. La miró con algo más que interés
casual. Ella pasó saliva, queriéndolo, pero sabiendo que no debía
hacerlo.
Él se inclinó por encima de la caja de chocolates y la besó. Él sabía
a vino rojo y dulce, una combinación que nunca podría olvidar y que
siempre asociaría con la Navidad.
—Sé que aún no es oficial, pero en mi mente, soy soltero. Todo lo que
falta es decírselo al resto del mundo.
Katie asintió. No lo entendía, pero se seguía sintiendo como que
estaba cruzando una línea que no debía. Pero no le importaba. Alex
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estaba aquí, el chico más guapo que haya conocido. Su sonrisa era
como el aire libre y la fogata. Y sabía a milagro.
—Si no te importa, voy a besarte, otra vez. —Acarició su mejilla con
el pulgar.
—Está bien, —murmuró ella, incapaz de decir algo más coherente.
Alex quitó de en medio los chocolates y aliviado la tiró a sus brazos.
La besó con ternura y hambre, ella pensó que había explotado.
La envolvió con sus brazos como si fuera un listón de satén sobre un
preciado regalo y tiernamente le acarició la espalda. Acunó su mano
bajo su pelo y le provocó un cosquilleo en la nuca, todo el tiempo
besándola sin sentido. Ella suspiró en su boca y lo sintió sonreír.
—Sabes tan bien, —murmuró en su oído.
—¿Cómo a cebolla y a ajo? —Preguntó.
—No y no es que me importe, como sabes me encanta el ajo y la
cebolla. Sabes a postre. Dulce, picante y delicioso. —Capturó su boca
de nuevo y Katie perdió el sentido del tiempo.
Capítulo 13
Traducido por CrissViz
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Corregido por Lucero
n estruendo fuerte perturbó el sueño de Katie. Odiaba las
mañanas y odiaba despertarse temprano, especialmente
cuando estaba disfrutando de ese grandioso sueño. Le dolía
la cabeza por beber demasiado vino y su boca sabia
asquerosa. Alcanzó su nariz para rascarse. El aire enfrió su cara. Metió
de regreso su mano bajo las sábanas y se acomodó entre las suaves
mantas con el tibio cuerpo a su costado.
Los ojos de Katie se abrieron.
Alex estaba acostado frente a ella, un brazo bajo la almohada, el
otro sobre su cintura. Su cara, relajada y hermosa, puso a su corazón a
dar volteretas. Se tomó un minuto para disfrutar la vista de su pelo
despeinado y la forma perfecta de su boca. Durante el día, trataría de
no mirarlo para que no se diera cuenta, pero ahora… ah. ¡La forma en
la que ese hombre tenía de besar! Sonrió recordando su sesión liándose
y movió los dedos de sus pies.
Escuchó un ruido. Sonaba como la puerta de un coche cerrándose.
¡Oh, Dios! ¿Habían llegado a rescatarlos? Se sentó y el brazo de Alex se
deslizó sobre sus piernas desnudas. ¿Eran los dueños? Miró alrededor
hacia las botellas vacías, las envolturas de los chocolates y los platos de
la cena de Navidad. En lugar de botas colgadas sobre la chimenea,
estaba rodeada de ropa secándose sobre sillas. Habían desordenado el
lugar.
—Alex. Alguien está aquí. —Le dio un codazo.
Él se movió.
—¿Qué?
Alguien tocó la puerta en la cabaña. Katie se sobresaltó.
—¡Despierta! —movió a Alex de vuelta. Repentinamente la puerta se
abrió y un joven entró. Usaba un sobrero tejido, un abrigo grueso y no
traía guantes.
—¿Hola? ¿Hay alguien aquí? —Sus ojos escanearon la cabaña e
inmediatamente aterrizaron en Katie, la cama y la espalda de Alex—.
U
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Oh. —Apartó la mirada—. Siento interrumpir. Estoy tratando de
encontrar a mí…
—¿Jason? —Alex se giró y se sentó, despertando inmediatamente.
El joven sonrió ampliamente.
—¡Alex! ¡Hijo de puta! —sacudió sus botas para quitar la nieve y
cruzó la habitación. Alex, usando nada más que su bóxer, se encontró a
medio camino con Jason. Se dieron un abrazo de oso y palmearon sus
espaldas.
Katie miró sus largas piernas, su delgada cintura y su musculoso
pecho. No podía creer que se hubiera acurrucado cerca de él toda la
noche. Se alisó su playera y deseó no haberse quitado el pantalón
anoche cuando hacía demasiado calor. El cuerpo de Alex irradiaba
calor como un horno. ¿Qué pensaría de ella su hermano?
—¿Por qué no me sorprende que hayas aparecido? —preguntó
Alex. Ambos hombres sonrieron y Katie vio el parecido de los hermanos.
—Nuevas llantas, quitanieves y la más grande tormenta en años,
¿Cómo podría no estar aquí?, además ver a mamá comerse las uñas,
tratando de no llorar y poner un freno a las vacaciones. Realmente
arruinaste la Navidad.
—Lo lamento —Alex se rascó la cabeza, desarreglándose a un más
el pelo—. Oh, mierda. Lo siento. Katie, este es mi hermano, Jason. Te dije
que le encanta jugar en la nieve.
—Hola —dijo, avergonzada de ser encontrada en la cama con su
hermano. Su cabeza palpitaba y sabía que lucía como el infierno.
Ciertamente se sentía así.
—Hola —le contestó él.
Notó que Jason trataba de ocultar una sonrisa, mientras se daba
cuenta del desorden de la habitación. Parecía que habían hecho más
de lo que realmente había sido.
Jason se giró hacia su hermano.
—Alex, debo advertirte…
Alex lo interrumpió antes de que pudiera terminar de hablar.
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—Jason, Katie hizo la más increíble cena anoche.
—Alex —Jason comenzó de nuevo, preocupado.
—No creerías lo que puede cocinar sobre el fuego.
—¡Alex! —gritó en voz alta para captar su atención.
—¿Qué? —contestó distraído.
—No vine solo —dijo en voz baja y señaló con su cabeza hacia la
puerta.
—¡Oh! —sus ojos se desorbitaron y volteó hacia Katie con expresión
de dolor.
¿Qué? ella deseaba poder leer su mente.
La puerta se abrió y repentinamente una chica apareció. Vestida
con un abrigo blanco, el filo de la capucha forrada en piel, podría
haber sido modelo para un anuncio de las botas Ugg que llevaba. Pelo
rubio, sedoso, brillo de labios rosa y largas pestanas oscuras
enmarcaban sus ojos.
Trina.
Katie miro estupefacta, al pequeño pastel de crema que había
invadido su secreta Navidad bajo la tormenta de nieve.
—¡Alex, Dios mío! —se lanzó inesperadamente a sus brazos—. Oh,
bebé. Estaba súper preocupada. No tienes ni idea. Anoche, de la
preocupación, por poco no abro mis regalos de Navidad. —Lo
abrazaba y besaba repetidamente, mientras él trataba de zafarse.
Katie quería evaporarse en el aire, pero no podía dejar de ver a Alex
y al tornado blanco envuelta alrededor de él.
Él la sostuvo fuerte, poniéndola sobre sus pies. Se limpió la boca y
miro a su hermano.
Jason se encogió de hombros.
—Cuando escuchó que estaba por salir al amanecer para buscarte,
insistió en venir. No aceptó un no por respuesta. Sabes como es.
—Estaba tan asustada. Lloré toda la noche —exclamó.
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Katie lo dudaba, basada en el brillo de sus ojos y en su apariencia de
porcelana.
Alex quitó los brazos de Trina de su cintura, pero ella se colgó de su
brazo. Miró a Katie, claramente avergonzado. Ella apartó la mirada y
tomó sus jeans de una silla cercana. ¿Podría alguna vez sacar de su
menta la imagen del sexy Alex en ropa interior y de la muy pulcra Trina?
¿Por qué tenía que estar aquí?
—¿Cómo nos encontraste? —le preguntó a Jason.
—La policía llamó anoche cuando encontraron tu camioneta en el
rio. De seguro sabes cómo asustar a la gente.
—Debiste haber estado en la camioneta. No fue exactamente un
paseo en trineo, ¿cierto? —Alex se giró hacia Katie.
Katie lo miró mientras se subía los jeans por la cadera. Trina
finalmente la notó por primera vez y se sorprendió como si Katie fuera
una espinilla en la punta de la nariz.
—¿Quién eres tú? —preguntó.
—Trina, ella es Katie. La estaba llevando con su madre, para pasar
Navidad.
Los ojos de Trina viajaron sobre la apariencia descuidada de Katie,
haciéndola sentir más incómoda que si un grupo de chicos de
fraternidad le lanzaran miradas lascivas.
—¡Dijiste que estabas llevando a un amigo, pero nunca dijiste que
ese amigo fuera una chica!
Trina notó las mantas desordenadas en el sofá cama. Miró a Katie,
quien ya se estaba abotonando los jeans, hacia Alex en bóxer.
—¡Dormiste con ella!
—No es lo que parece. —Sus ojos fueron directos hacia Katie. Y vio
tanto en la profundidad de su conflicto. ¿Era culpa, arrepentimiento o
vergüenza a secas por ser encontrado de esta forma?
—¿Me has engañado? —preguntó, su cara inundada de asombró.
—No, y de todas formas, no seria que te haya engañado, ¿verdad?
—preguntó intencionadamente.
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Ignorando su comentario, Trina vio los restos de la pequeña fiesta.
Frunció el ceño ante las botellas de vino vacías, luego con su uña con
manicura francesa movió la envoltura plateada y las envolturas de
chocolates. Katie no quería que Trina estuviera cerca de sus cosas,
donde podría ensuciar los recuerdos de su noche especial.
El labio inferior de Trina sobresalía, haciendo un puchero con brillo
rosa.
—¿Me compraste chocolates y luego dejaste que ella se los
comiera?
Alex puso los ojos en blanco.
—No. No todo es acerca de ti, Trina. Katie los compró y los compartió
conmigo.
Trina hizo un pequeño resoplido. Se acercó para alcanzar la vela de
canela, usada hasta la mitad en el frasco.
—Esto también es mío. —A pesar de que Katie lucía como una
persona sin hogar y probablemente oliera igual que una, cogió la vela.
No iba a permitir que esta mimada, “quiero ser una Kardashian” tocara
el regalo que le dio Alex. ¿Y por qué tenía tanto maquillaje? Estaban en
un pueblo alejado en el norte de Wisconsin, no en una alfombra roja de
premier en Los Ángeles, por amor de Dios.
—No parece que hayas sufrido mucho —Trina se quejó—. Te
imaginaba acurrucado en alguna cueva, en ninguna parte, solo. Pero
parece que me perdí de pasar un buen tiempo. ¿Cómo pudiste?
—Trina, déjalo —dijo Alex.
La temperatura en el cuarto se hizo glacial y no era porque el fuego
se hubiera apagado en la madrugada. Katie se cruzó de brazos y se
mordió el labio. No había hecho nada malo. Está bien, no era verdad.
Se había enamorado de Alex cuando él oficialmente aun pertenecía a
esta pequeña mocosa malvada.
—¡¿Qué?! Solo estoy diciendo… no creo que estuvieras
precisamente sufriendo. No puedo creer que yo no haya dormido por ti,
mientras que todo el tiempo te revolcabas con esta… —Trina le hizo una
seña despectiva a Katie—, persona. Ni siquiera sé que viste en ella.
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—¡Trina, suficiente! —Alex le gritó y ella se calló, pero siguió mirando
a Katie. Alex frunció el ceño y negó con la cabeza.
Katie evitó la mirada de Trina y miró a su alrededor en la cabaña, sus
ojos se detuvieron en Alex y después en su hermano.
—Bueno chicos, ¿queréis quedaros aquí todo el día o queréis ir a
casa? —preguntó Jason.
—Salgamos de aquí —dijo Alex, con la primer nota de optimismo
desde que Trina camino dentro de la cabaña.
—Sí, entre más pronto mejor —murmuró Katie.
Trina se dejó caer en una silla cerca de Alex y vió cada movimiento
de Katie. Alex negó con la cabeza.
—Trina, ¿por qué no esperas en la camioneta?
—No, me quedaré aquí. —Le dio una mirada helada y regresó los
ojos hacia Katie.
—Estoy seguro de que a Katie le gustaría vestirse sin ti.
—Pero tú te vas a quedar. No confío en ella —murmuró lo
suficientemente alto para que Katie pudiera escuchar.
—¡Por amor de Dios, Trina, espera en la maldita camioneta! Actúas
como una niña de dos años —la tomo del brazo y la levantó.
Jason dio un paso adelante.
—Vamos Trina. Esperemos en la camioneta, donde se está caliente.
Tengo la radio para avisar que los encontramos.
Trina pisoteó con sus botas de diseñador fuera de la cabaña,
cerrando la puerta detrás de ella.
—¡Vaya, es todo un caso! —dijo Katie. Para una chica que engañó a
su novio para que le propusiera matrimonio, continuaba actuando
como si éste le perteneciera. Si lo que había dicho Alex era verdad, él
había estado tratando de romper el compromiso, ella no lo dejaría ir.
—Te lo dije. —Alex se frotó las manos sobre la cara.
—¿Necesitais ayuda? Si no, estaré en la camioneta —dijo Jason,
con su mano en la puerta.
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—¿Puedes dejarle un mensaje a mi madre?
—Es por lo que estoy llamando por radio. El servicio de teléfono aquí
es en el mejor de los casos irregular. Tu madre reporto tu desaparición
anteanoche y dijo que estabas viajando con alguien llamado Alex. Los
policías pusieron el reporte juntos, mis padres y tu madre han estado en
contacto. Saben que estamos buscándoos.
—Gracias. Realmente lo aprecio. —Al menos, eso era un punto de
luz en medio de este lio.
—No hay problema. —Jason le sonrió con calidez, lo cual era un
agradable cambio después de Trina, la pequeña, arrogante e irritante.
Jason los dejó solos en la fría cabaña. Katie suspiró con alivio. Qué
manera de despertar. Anhelaba un par de analgésicos y un galón de
agua.
—Feliz Navidad —Alex hizo una mueca.
Ella le dio una sonrisa forzada.
—Feliz Navidad. —Se metió al baño y terminó de cambiarse. Cuando
Salió, Alex se había puesto sus jeans y se había puesto de nuevo su
sudadera. Estaba doblando la cama dentro del sofá.
—Déjame ayudarte. —Acomodó los cojines y dobló las cobijas.
—Sé que las cosas están hechas un lio con Triana y todo, pero
realmente disfruté pasar tiempo contigo. —Alex se veía tan serio
mientras doblaba mal una sábana.
—Yo también. —Lo único en lo que podía pensar era en las horas
que había pasado en sus brazos, besándose en frente de la chimenea.
—Siento mucho que Trina sea tan…
—¿Perra? —sugirió. A pesar de la pequeña actuación de Trina, era
claro que no le importaba nadie más que ella misma.
Se río.
—Sí, es correcto. No tiene derecho a hablarte de esa forma.
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—No hay problema, ella no es nada para mí. Me alegro que vayas a
arreglar tu situación y no te cases con ella. Serias muy infeliz. —Katie oró
para que todavía planeara romper con ella.
—Esquivé una bala con ella. Eso es seguro.
—¿Cuándo vas hacerlo? ¿Romper?
—Tan pronto como sea posible. No en mi casa, con mi familia.
Necesito que sea en su casa, donde sus padres estén para recoger sus
pedazos. Tiende a ser muy dramática.
—¡Caramba, no lo noté!
Recogieron los trastes y las botellas vacías.
—Me siento terrible dejando tanto desorden. Desearía que
pudiéramos hacer algo con la ventana rota y todas las cosas que nos
comimos.
—No te preocupes. Mi padre llamará a los policías para saber de
quién es este lugar. Probablemente estará aquí mañana instalando una
nueva ventana.
—¿Qué pasara con tu camioneta? Lo había olvidado. Espero que
esté bien.
—Si continua ahí, tendré que remolcarla. Espero que no haya sufrido
mucho daño.
—He tenido bastante por Navidad. Y pensar lo enfadada que
estaba por tener que ir al norte. Si no lo hubiera hecho. Nunca te
hubiera conocido.
—Me alegro que lo hicieras.
Recogieron sus bolsas, la vela estaba bien guardada en su mochila.
Era la única prueba que tenía Katie del tiempo pasado con Alex. Él no
había dicho nada de verse de nuevo. Tenía su equipaje sobre el
hombro y puesta una sonrisa en la cara.
—Bueno, creo que es todo.
—Sí, supongo que tenemos todo. —Se veía pensativo—. Sabes, tal
vez después…
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Una fuerte bocina de camioneta se escuchó.
Su corazón cayó. Quería que terminara lo que iba a decir, pero él no
lo hizo.
—Creo que Jason está listo.
—No. Esa era Trina.
—Ah.
—Supongo que es mejor irnos.
Tomó la bolsa que le quedaba. En la puerta, Alex se detuvo con la
mano en el pomo. Parecía que iba a decir algo, pero se escuchó otro
bocinazo. Abrió la puerta.
Katie pasó a centímetros de él, mas consiente de él que antes, de su
esencia, el ángulo de su quijada y su pelo despeinado.
Cruzó el umbral, luego miró hacia atrás una última vez. Cuando
pensara en Navidad, siempre recordaría su tiempo aquí.
Katie se dio la vuelta y entro en la fría realidad de un nuevo día.
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Capítulo 14
Traducido SOS por CrissViz
Corregido por Vicsibet
lex sonrió con satisfacción mientras la madre de Katie la
abrazaba con fuerza. Había salido corriendo sin abrigo en
el momento en que Jason había detenido la camioneta.
—Gracias a Dios estás a salvo, —dijo.
Katie no se alejó. Alex estaba contento de verlas felices y reunidas.
Su hermana menor abrazó a Katie por un lado mientras el No Novio
estaba de pie pareciendo complacido.
—Está bien mama. Estoy aquí. —Le dijo dándole palmaditas en la
espalda.
Su madre dio un paso hacia atrás y tomo entre sus manos la cara de
Katie.
—No tienes ni idea de lo asustada que estaba. De verdad. Juro que
nunca te voy a perder de vista. —La tiró en otro abrazo de oso.
Alex espero en silencio, con su hermano a un lado, mientras Trina se
ponía de mal humor esperando en la camioneta. Gracias a Dios que no
había bajado para reunirse con todos. Después de su odioso
comportamiento durante el trayecto, quería estrangularla. Durante el
viaje para llevar a Katie, Trina insistió en sentarse sobre sus piernas por
que la cabina de la camioneta estaba llena de gente. Siguió mirando
fijamente a Katie. No podía esperar más para sacarla de su regazo con
la suficiente rapidez.
La madre de Katie finalmente la dejo ir. Katie se giró y sonrió
dulcemente a Alex como si solo la estuviera reservando para él y dijo:
A
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2
—Mama, él es Alex Walker. Si no hubiera encontrado la cabaña, no
sé qué hubiera pasado. Y éste es su hermano Jason.
—Muchas gracias por cuidar de Katie. ¿Está bien si os doy un
abrazo? Soy una abrazadora y estoy muy agradecida que la trajerais de
regreso.
—Seguro. —Alex sonrió y recibió su abrazo. Katie puso los ojos en
blanco. Él le guiñó un ojo. ¿Qué haría sin ella?
Su madre lo liberó del abrazo.
—Chicos, ¿os gustaría entrar y tomar algo de chocolate caliente o
algo de comer? —miro al No Novio como si estuviera buscando su
aprobación.
—Por supuesto. Nos gustaría escuchar la historia de vuestra aventura,
—dijo Tom.
—Gracias, pero mis padres están esperando y necesitamos regresar,
—dijo Alex, desenado tener más tiempo con Katie.
—Por supuesto. Estoy segura que están muy preocupados y es
Navidad.
Deseó un momento en privado con Katie pero sabía que eso no iba
a pasar. Todos los miraban, especialmente Trina.
—Tenemos que irnos, —sugirió Jason.
Alex quería decirle a Katie lo que había significado en su vida estos
dos últimos días y que nunca olvidaría su Noche Buena. Pero no podía
ponerlo en palabras. ¿Estaría bien que le diera un abrazo de
despedida? Parecía muy atrevido, incluso aunque su madre lo hubiera
abrazado. En lugar de hablar con el corazón, dijo bruscamente:
—Una vez que saque mi camioneta del rio, te traeré tu bolsa de viaje
y lo que hayas dejado también.
—Gracias. Seria genial. —Los ojos de Katie lo miraban fijamente, pero
sabía que una simple mirada no podía transmitir sus sentimientos.
—Conducid con cuidado, —dijo Tom, despidiéndose con la mano
de Jason y Alex. La madre de Katie estaba de pie temblando de frio,
con los brazos cruzados sobre el pecho para mantenerse caliente.
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—Sera mejor que nos vayamos. —Asintió con la cabeza hacia Katie.
Se veía preocupada. ¿Qué era lo que quería decirle? ¿Estaba contenta
de librarse de él? Probablemente. Especialmente después de lo que
hizo Trina.
Subió a la camioneta. Jason regresó por la angosta entrada. La
nieve se había juntado en ambos lados del camino. La madre de Katie
se dirigió hacia la calidez de su casa. Su corazón se apretaba mientras
ella desaparecía de su vista. La realidad de Alex estaba sentada a su
lado, su perfume lo asfixiaba.
Después de una larga ducha, algunas aspirinas y una siesta, Katie se
sentía humana de nuevo. Usaba los jeans de su hermana de dieciséis
años y una sudadera con capucha, se unió a su madre y a su hermana
en la mesa del comedor de la enorme cabaña del No Novio. Parecía
ser lo suficientemente agradable, pero su gusto en decoración era un
poco salvaje para ella.
Una cabeza de venado con una enorme cornamenta adornaba la
pared encima de la gran chimenea. Otra cabeza de venado en el
recibidor. Un pez, varios pájaros y un zorro fueron disecados para
montarse en toda la cabaña. Lo peor era que todos parecían estarla
mirando.
Su madre puso un tazón con verduras hervidas sobre la mesa entre
otros platos. Katie no sabía que eran.
—¿Qué es eso? No parecen ser patatas.
—Son tubérculos: nabo, chirivía y remolacha. Pruébalos, son buenos.
—Su madre se sentó, alcanzando su mano y dándole un apretón—. No
puedo creer por todo lo que has pasado. Es un milagro que los dos
estéis bien. Y Alex, que joven tan hábil.
—¡Y guapísimo! —agregó Nichole.
Katie le sonrió a su hermana. Seguro lo es. Seguía sin creer que había
pasado dos días con un chico que podría ser modelo de ropa interior.
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Tom apareció con un secador de manos sobre el hombro y un plato
servido en las manos.
—No puedo esperar a que pruebes la codorniz. Las cazé el otoño
pasado y han estado en el congelador para una ocasión especial
como esta. —Miró a su madre con una expresión de amor que debería
haber sido por parte de su padre.
Katie examinó el pequeño, pájaro sin cabeza y se tragó su asco.
—Mamá, ¿Dónde está la pierna? —preguntó en voz baja. Su madre
siempre servía pierna en miel y puré de patatas en Navidad.
—¿Alex hizo un movimiento contigo? —preguntó Nichole.
—¡Nichole! —su madre la regañó y miró a Tom para ver si había
escuchado.
—¿Qué? —se quejó—. Estuvo nevando durante dos días. Tendría que
haber algo mal con el chico si no intentara nada.
Katie miro a Nichole para que se callara, pero malinterpretó su
gesto y leyó más en él.
—¡Oh mi Dios! Se te lanzó, ¿cierto? —Nichole dejó caer su tenedor
sobre el plato, creando un estrepito.
Katie pensó en Alex besándola frente a la chimenea. Nunca había
experimentado nada más romántico en su vida. La mano de Alex había
vagado sobre ella mientras la besaba. Ella no lo había detenido.
—¡Te estas ruborizando! ¡No puedo creerlo! ¡Suéltalo! —dijo
golpeando la mesa.
Tom frunció el ceño. Su madre negó con la cabeza avergonzada.
Katie pateó a su hermana.
—Cállate, Nichole. No hay nada de qué hablar.
—Sí, seguro, —dijo con una sonrisa de satisfacción.
Tom regresó con otro platillo.
—¡Y como plato principal! —dijo con un mal acento francés y
poniendo un plato lleno del mas asqueroso pescado que haya visto.
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El pescado completo. Cabeza y cola intacta, sus ojos redondos
mirando.
¿Estas bromeando? le dio una rápida mirada de incredulidad a su
madre. Su madre no esperaba que comieran ese pez muerto. No eran
de la época de las cavernas. A ella le gustaba el pescado sin espinas y
sin huesos, empanado y cocinado.
Su madre, estaba usando mucho maquillaje, asintió con una sonrisa
forzada.
—¿No es maravilloso cuanto se ha esforzado Tom en prepararnos
esta cena silvestre por Navidad?
—No es nada, me encanta cocinar. Y esto se llama una cena de la
naturaleza, no silvestre. Todo lo que vamos a disfrutar esta noche crece
o vive en la naturaleza antes de que fuera recogida o cazada.
Te refieres a sacrificados. Katie miró hacia el cuerpo del pequeño
pájaro. Nunca vería de la misma forma a un petirrojo. Había comido la
cena más deliciosa en la cabaña con Alex.
Tom se sentó en la cabecera de la mesa.
—No seáis tímidas, comed. —Apuñaló a la codorniz con el tenedor y
la puso en su plato.
Katie y Nichole miraron con expectación a su madre.
—¿Mamá? —cuando no respondió, Katie dijo en voz baja—, es
Navidad. ¿No vamos a dar las gracias?
Su madre miro a Nichole y después a Katie. Su madre parecía
incomoda.
—Está bien querida. No tenemos que hacerlo cuando estamos en la
casa de alguien más, —murmuró.
—Pero es Navidad, —insistió Katie. Siempre daban las gracias antes
de cenar y parecía que era más importante en esta Navidad que antes.
—¿Qué se me ha olvidado? —preguntó Tom.
—No es nada. Las chicas normalmente dan las gracias antes de la
cena de Navidad. Pero está bien hacer las cosas de forma diferente, —
dijo en un tono ligero.
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—¡Es una tradición! —dijo bruscamente Nichole.
—Puedes orar. ¿Cómo lo hacéis? —él bajo los cubiertos.
—¿Te gustaría hacer la oración de gracias, Katie? —preguntó su
madre.
No, no quería decir la oración de gracias. Su padre siempre la hacía,
pero no estaba aquí y nunca estaría de nuevo. Nichole se sentó con los
hombros caídos y miró su vaso de vidrio con leche. Con Tom a la
cabeza de la mesa, ignorando lo dolorosa que había hecho la Navidad
para Katie y su hermana. Su madre adornaba el otro lado de la mesa,
usando un top ceñido diseñado para una mujer mucho más joven.
Estaba más interesada en mantener la atención de los ojos de Tom que
ayudar a sus hijas a sobre llevar la primera Navidad sin su padre.
—No, olvídalo. Está bien. —Necesitaba que terminara la noche.
—No me importa. Por favor, adelante, —urgió Tom.
Respira. ¿No ve lo que está mal? Debió haber mantenido la boca
cerrada.
—Katie, si quieres orar para dar gracias, es el tiempo de hacerlo. Tom
se esforzó mucho con esta comida y se está enfriando, —dijo su madre.
Katie sabía cuánto quería impresionar al No Novio. El timbre de la
puerta sonó, dándole un respiro.
—Yo atiendo. —Él puso la servilleta sobre la mesa y abrió la puerta,
mientras el pez muerto miraba fijamente a las chicas.
—¿Qué es lo que quieres Katie? —preguntó su madre.
—¿Yo? ¿Qué hay de ti? Papá siempre hace la oración de gracias en
Navidad. ¡Era una tradición! y ¿qué pasa con ésta comida? ¿Quién
come estas cosas?
—Hay alguien que quiere verte Katie, —dijo Tom desde el recibidor.
Katie se levantó confundida. ¿Quién podría estar en la puerta,
buscándola? Y entonces se dio cuenta de que solo podría ser Alex. Su
pulso se aceleró. Alex debió haber entendido por que estaba tan
alterada. Tal vez podría salvarla de este espectáculo de fenómenos.
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Dio la vuelta, incapaz de esconder su emoción. El hermano de Alex
estaba en el vestíbulo.
—Oh, hola Jason.
Él sintió su desilusión y le ofreció una media sonrisa.
—Hola. Alex me pidió que viniera a traerte tus cosas.
Vio su bolsa de viaje con ropa sucia y la bolsa de las compras hecha
jirones a sus pies. ¿No quiso Alex traerle sus cosas?
—Ah. Gracias. Ahora no tendré que pedirle ropa prestada a mi
hermana. —¿Dónde estaba Alex? No debía querer verla de nuevo—.
¿Cómo está su camioneta? —preguntó, pero lo que realmente quería
saber es porque no había venido Alex. Supuso que Trina se había
negado a hacerlo.
—Sorprendentemente bien. Fue capaz de manejar a casa una vez
que logro sacarla. Había muchísimo hielo dentro de ella.
—Apuesto a que sí.
—Hola Jason. —Su madre apareció con Nichole y Tom.
—Hola, señora Brandt. Mi padre me pidió que le dejara saber que
contactó al dueño de la cabaña y se encargó de reparar la ventana
rota.
—Gracias. Es muy generoso de su parte. Asegúrate de que me haga
saber si hay algo que pueda hacer, —dijo su madre.
—¿Dónde está Alex? —preguntó Nichole.
Jason miró rápidamente en la dirección de Katie.
—Está en casa de Trina.
Katie sintió que todos ponían sus ojos en ella.
—Gracias por traerme mis cosas. Realmente lo aprecio, —dijo, con
falso entusiasmo.
—No hay problema. Voy a regresar a casa. Vamos a celebrar la
Navidad esta noche.
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Katie regresó a la mesa en donde los otros comenzaron a comer.
Peleó contra sus emociones. Alex estaba con Trina ahora y ellos lo
sabían. Esperaba que estuviera rompiendo su compromiso, pero ¿y si no
lo hacía?
¿Había sido usada por un chico que no tenía intención de dejar a su
novia? Su garganta se apretó. Mantuvo los ojos enfocados en su plato
donde se había servido lo que debía ser nabo y un rollo integral. Tom
parloteaba sobre el tipo de arma que era utilizada para cazar un ciervo.
Luchó contra la urgencia de correr a su cuarto y enterrarse bajo las
cobijas.
Solo quería ir a casa.
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Capítulo 15
Traducido SOS por Apolineah
Corregido por katiliz94
l día siguiente, Katie estaba lista para arrancarse el pelo.
Esta monstruosa cabaña era demasiado grande, y todo allí
se sentía extraño. Tom se ofreció a llevarlas a pescar en el
hielo. ¿No se daba cuenta de que eran chicas de la
ciudad? Nichole se apiadó del hombre y, finalmente, accedió a
intentarlo.
Su madre se quedó con Katie y, después de una larga mañana de
evitarse entre sí, su madre se sentó en el extremo opuesto del sofá. Al
parecer era momento de tener una charla.
—Katie, ¿qué está pasando? Has estado desanimada. No es propio
de ti actuar grosera. —Su madre tomó su taza de café.
—Mamá, he estado desanimada desde que tú y papá os
separasteis. ¿Cómo podría estar de otro modo? —¿Y cómo su madre
podría no verlo?
Su madre se tensó, agarró la taza con más fuerza, y se quedó
mirando por la ventana.
A
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0
—¡Lo ves! Cada vez que mencionó que nuestras vidas han tomado
un giro de ciento ochenta grados, tú te quedas callada y finges que no
pasa nada.
—A veces las cosas cambian. No es tu culpa —dijo en un tono
condescendiente.
—Sé que no es mi culpa, pero ¿no me merezco al menos una
explicación de por qué un día tú y papá os reíais en mi fiesta de
graduación y dos semanas después él estaba en la entrada de la casa
peleando, con sus trajes en la parte de atrás de su coche? ¡He
escuchado esa mierda de “las cosas cambian” durante seis meses!
Su madre suspiró y negó con la cabeza.
—¿Por qué os separasteis? ¿Estás consiguiendo el divorcio? Supongo
que lo estás haciendo, ya que estás viviendo con… con Tom.
—Katie, eso está fuera de lugar. Y te lo dije…
—“Tom es sólo un amigo” —imitó Katie—. Mamá, no soy estúpida.
Deja de tratarme como si tuviera tres años. Nos arrastraste hasta aquí a
Nichole y a mí para pasar la Navidad más horrible de nuestras vidas.
¿Por qué nos castigas de esta manera? ¿No nos merecemos algo
normal?
Su madre dejó la taza sobre la mesita de café.
—La situación entre tu padre y yo no os concierne a ti y a tu
hermana, y sinceramente, los detalles no son de tu incumbencia.
Su madre bien podría haberla abofeteado en la cara.
—También es mi familia —dijo Katie en voz baja.
—Katie, después de veinte años, mi mundo se vino abajo. Esto es
todo lo que puedo hacer para sobrellevar cada día. No tienes ni idea
de lo que he pasado.
—Pero, ¿qué hay con lo que Nichole y yo hemos pasado?
—No pude hacer nada. Vosotras fuisteis un daño colateral.
—Suenas como Tom.
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—Siento que estés sufriendo, pero no hay nada que yo pueda hacer
al respecto. Me pasé toda la vida criándoos y reventándome la espalda
para tratar de complacer a tu padre. Después de todo este tiempo,
merezco tener mi vida de regreso. ¿Por qué no puedes ver que merezco
ser feliz?
—No estoy diciendo que no puedas ser feliz, pero quiero algunas
respuestas sobre las cosas que afectan mi vida. En un minuto estás con
papá y al minuto siguiente estás con Tom, insistiendo en que él no es tu
novio. Vamos. Tengo ojos. Mira cómo te vistes. —Su madre llevaba ropa
muy apretada, unos pantalones de diseño de baja altura y una blusa
ajustada muy escotada.
Su madre se enfadó.
—Lo que yo haga no es asunto tuyo. Soy una mujer adulta y no
tengo que explicar mis acciones.
—Bueno, no me gusta lo que estás haciendo. No está bien. Ni
siquiera estás divorciada aún. Estas durmiendo con otra persona, y
todavía sigues casada.
—Separada. Hay una gran diferencia. Y el divorcio será definitivo el
próximo mes.
La mandíbula de Katie cayó.
—¿Y cuándo ibas a decirmelo? ¿O pretendías hacerlo? ¿Mis
sentimientos no cuentan para nada? —Luchó contra las lágrimas que
brotaban.
—No lo entiendes, Katie. Esto no se trata sobre ti. Esto es acerca de
tu padre y de mí. Ambos somos felices de esta manera.
—Me alegra que alguien lo sea, porque estoy segura de que yo no
lo soy. ¿Cuánto tiempo más tengo que quedarme aquí?
—Hasta pasado mañana. —Su madre se levantó y cogió su taza—.
Veo que fue un error traerte aquí. Claramente no estás lista. —Y se alejó.
Katie la llamó.
—¿Eso crees? —¡Oh Dios mío!
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¿Cómo podría pensar su madre que Katie estaba dispuesta a
participar en su nuevo mundo? Aún no había llegado a un acuerdo
para decirle adiós al viejo mundo.
La puerta principal se abrió. Tom y Nichole entraron.
—¡Mira lo que atrapamos! —señaló Nichole hacia la cadena de
peces que Tom sostenía.
—¡El almuerzo! —se jactó Tom.
Nichole sonrió, aceptando claramente este nuevo cambio mejor
que Katie.
—Esto es genial. —Katie cogió su abrigo del armario y el teléfono de
la mesa de la entrada.
—¿A dónde vas? —preguntó su madre en tono irritado.
—A tomar un poco de aire. No puedo respirar aquí.
Katie se deslizó dentro de su abrigo y salió de la cabaña. El aire
fresco era un buen cambio del sofocante y conflictivo aire interior. El
aroma de los bosques le recordó la cabaña que había compartido con
Alex.
¿Eso había sido apenas ayer? La extrañaba y lo extrañaba a él, así
como el año en que fue al campamento de verano y tuvo que
despedirse de su nueva mejor amiga, Jessica. Le tomó mucho tiempo
dejar de extrañarla. Y ahora, Katie no podía imaginar superar alguna
vez sus sentimientos sobre esos dos días nevados con el chico más dulce
que había conocido.
Vagó por el largo camino de la entrada hacia la carretera principal.
El teléfono sonó, perturbando el inmaculado silencio. Lo sacó de su
bolsillo, medio esperando que la persona que llamara fuera su madre
regañándola o diciéndole que regresara.
En cambio, era Alex. Su corazón se hinchó.
—Hola.
—Hola, ¿cómo va tu Navidad? —Su voz sonaba como suave
terciopelo.
—Apesta. ¿Y la tuya? —dijo.
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—Lo mismo. ¿Qué estás haciendo?
Echó una mirada a la curva en el camino de la entrada.
—¿Ahora mismo? Huyendo.
Alex se echó a reír.
—¿En serio?
—No, pero lo haría si pudiera. —Dios, le encantaba escuchar su voz.
—Escucha, por la mañana iré de regreso a Madison para escapar
de la avalancha del infierno que he creado. ¿Existe alguna posibilidad
de que quieras que te lleve?
Ella se detuvo en seco.
—Por favor, dime que no me estás tomando el pelo, porque si lo
estás haciendo, voy a acabar contigo.
—Nunca haría eso —dijo.
—Lo juro, si estás bromeando, conduciré tu camioneta dentro del río.
—Demasiado tarde. Ya está hecho. Te recogeré a las nueve.
—¡No llegues tarde!
—Nunca.
*
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4
Capítulo 16
Traducido SOS por katiliz94
Corregido por Steffanye
legaba tarde! Katie observó de nuevo el reloj: 9:15 am.
Tembló. Si era lista, regresaría al interior de la cabina de
Tom para esperar, pero entonces tendría que enfrentarse
a su madre de nuevo. Estaba claro que no se verían cara
a cara en mucho tiempo.
Su madre no entendía como sus acciones no impactaban en sus
hijas. Durante una segunda discusión la última noche, mamá dijo eso
porque Katie tenía dieciocho años y era una adulta, su madre más o
menos terminó de criarla.
Lo que sea que hubiera habido entre los padres de Katie había
convertido a su madre en alguien a quien Katie no reconocía, o que
especialmente le gustase ahora. Al menos la actitud de su madre hizo
más fácil a Katie marcharse. De hecho, su madre pareció aliviada de
que no tendría que lidiar con Katie durante otros dos días.
El aire frío penetró en su abrigo. Como mínimo esta vez llevaba botas
y no zapatillas de deporte. Miró a la carretera y vio un vehículo llegar a
la vista. Un segundo después, reconoció la camioneta azul de Alex. El
índice de su corazón se aceleró.
La camioneta disminuyó y paró a su lado. Ella abrió la puerta.
—Hey, Katie. —Sonrió él, y ella volvió a enamorarse de su rostro.
—Hola. —Devolvió la sonrisa. ¿Había alguna posibilidad de que él
estuviera tan feliz de verla como ella de verlo a él?
Alex salió y caminó entorno a la camioneta.
—Aquí, déjame ayudarte. —Cogió su gran lona y la tiró en la parte
trasera. Alargó el brazo para coger la mochila, pero ella lo apartó.
¡L
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—Gracias, pero lo mantendré conmigo, el portátil está ahí.
—Bien. —Cogió la bolsa de compra.
—Esto también lo mantendré delante. Son regalos de mi madre y mi
hermana. No querría que les ocurriera nada. —Lo observó, esperando
alguna señal de que estaba contento de verla.
Alex levantó una ceja.
—Sírvete tú misma.
Él se detuvo y la miró. Ojala pudiese leer sus pensamientos. Él llegó al
bolsillo de su abrigo y sacó la bufanda roja. Se había olvidado de eso.
Con manos suaves, Alex envolvió la bufanda alrededor de su cuello
y la arropó. Ella sonrió. La bufanda olía a Alex. Sus dedos le acariciaron
la mejilla.
La miró a los ojos, después se inclinó adelante y capturó su boca. El
familiar toque de sus labios en los suyos envió cálidos temblores a través
de ella. La besó suave y largo. Ella saboreó su dulzura.
Los labios de él se apartaron. Alex dio un asentimiento satisfecho, dio
la vuelta y entró en la camioneta.
Katie resplandecía por todos lados. Perdiendo el tiempo, maniobró
las bolsas permanentes en la cabina y subió. Era un espacio apretado.
Apretujó las mochilas en el suelo y notó el posavasos.
Había dos tazas de café humeantes lado a lado.
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Nochevieja Traducido SOS por katiliz94
Corregido por Steffanye
amos, dame una pista. ¿A dónde vamos? —pidió
Katie a Alex que le dijera.
Él sonrió.
—Lo sabrás muy pronto.
Caminaron de la mano, sus dedos entrelazados. Él y Katie habían
salido un par de veces desde que volvieron a Madison hace unos pocos
días, pero esta era su primera cita oficial, y él planeaba hacer de ésta
una cita que ella nunca olvidaría.
Desde que Alex había roto con Trina el día de Navidad, nunca se
había sentido más feliz. Al sentarse en la mesa de la cocina de Trina
junto con los padres de ella había señalado las mentiras de Trina sobre
el embarazo y el hecho de que ahora eran personas diferentes de las
que lo fueron en el instituto. Trina se lo tomó mejor de lo que pensó. No
tuvo una rabieta o lo insultó. Su padre no lo golpeó, pero su madre lloró.
Trina se las arregló para meter un golpe cuando le devolvió el anillo.
Dijo que de todas formas siempre había querido un diamante más
grande. Él escuchó que al día siguiente estaba saliendo con otro chico.
Alex apretó la mano de Katie mientras giraban la esquina. Se unieron
a un gran torrente de personas caminando hacia el Kohl Center, el
complejo atlético de la universidad donde tomaban lugar todos los
grandes eventos.
—¿Vamos a un partido de hockey? —Preguntó ella.
Alex rió.
—No, esto será mucho mejor que un partido de hockey. Creí que
deberíamos comenzar una nueva tradición por nuestra cuenta.
—¿Cómo ir a la nieve en una cabaña cada Navidad?
—V
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—Sí, algo así.
Cruzaron la calle con una multitud de otros. Katie divisó autobuses
de tours.
—¿Es eso lo que crees? ¡Oh, Alex! —Lo acercó más hasta que pudo
conseguir una vista más cercana.
Una fila de autobuses de tour y semi-trailers se alinearon por la calle.
El logo de La Orquesta de Trans-Siberia estaba impreso en todos.
—¡No puedo creer que lo recordases! —lo abrazó.
—¿Cómo podría olvidarlo? Hablabas sin parar sobre ello.
—Ni siquiera note que estábamos en la ciudad. Imagino que con la
separación de mis padres, nunca presté atención cuando las franjas
estaban viniendo. Sabía que no iba a verlos.
—Bueno, ahora sí. —Bajó la frente hasta la de ella—. Tener que
subirte en mi camioneta es lo mejor que jamás me ha ocurrido.
Katie sonrió.
—A mí también.
Alex besó su dulce boca. La nieve comenzó a caer.
Katie lo condujo hacia el edificio.
—¡Venga! ¡Vamos! No queremos llegar tarde.
Fin
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Sobre La Autora
Angie Stanton
Angie Stanton vive en Wisconsin con su
familia, incluyendo perros y un gato travieso
con sobrepeso que no puede ser
molestado a menos que sea la hora de
comer.
Angie se crió en el campo, lejos de las
distracciones de amigos, el transporte y la
televisión por cable. Ella dominaba la
habilidad de soñar despierta desde una
edad muy temprana y por fin ha puesto
ese talento a trabajar.
Angie disfruta de los programas de televisión de realidad, en
particular los programas relacionados con la danza, con la
supervivencia de sobrevivir y de citas. Cuando no está a la deriva a otro
lugar en su cabeza, le encanta viajar tan a menudo como su marido y
su cartera se lo permiten.
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Traducido, Corregido y
Diseñado:
http://eyesofangels.foroactivo.com/