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Angélica Rivero López, “La guerra durante el periodo clásico en Oaxaca”

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E n este trabajo se presenta de forma general algunas de las manifestaciones materiales localizadas en la región oaxaqueña relacionadas con la guerra durante el pe-

riodo Clásico. Se mencionan las características generales de este periodo, los sitios más relevantes y la evidencia arqueoló-gica o material con que contamos como indicadores arqueo-lógicos de la guerra (armas, monumentos escultóricos y urnas entre otros).

Para el periodo Clásico en Oaxaca, la información de que dis-ponemos es básicamente arqueológica, con representaciones de temas bélicos como guerreros y celebraciones de someti-miento. Los gobernantes manifestaban su poder por medio de estelas en donde se registraban eventos históricos. General-mente se ubicaban en edificios monumentales, que señalaban acontecimientos relevantes en la historia de los dirigentes. Las lápidas tenían como objetivo, promover o legitimar a sus diri-gentes y a su linaje, aunque no se han encontrado escenas de batallas. Los conflictos armados fueron representados icono-gráficamente en el Valle de Oaxaca, en la Mixteca y en la Costa.Para Richard Blanton la guerra no siempre constituye un fac-tor determinante en la evolución cultural, en muchos casos la guerra puede interpretarse como homeostática. Bajo ciertas condiciones la guerra puede jugar un papel significativo.

“La guerra intensa y orientada hacia las conquistas entre las sociedades de una región podría dar como resultado una si-

La guerra fue un aspec-to de vital importancia para la conformación del área cultural mesoame-ricana en general y para la región oaxaqueña en particular. Las socie-dades que vivían en la Oaxaca prehispánica se desarrollaron bajo ciertos aspectos sociales y econó-micos, que permitieron el desarrollo de conflictos armados. La guerra es entendida entonces, como la lucha armada de gru-pos sociales, que están en oposición de intereses.

La guerra durante el periodo clásico en Oaxaca

Angélica Rivero López*

* Licenciada en arqueología por la Escuela Nacional de Antropología e His-toria. Premio Alfonso Caso. Mención Honorífica en la categoría de tesis de li-cenciatura, correspondiente al campo de la arqueología dentro de los Premios Anuales inah 1997, con la tesis “Conjunto Poniente 1: Situación en el espacio urbano de Monte Albán”. Maestra en Antropología por la unam (ffyl / iia). Actualmente estudia el Doctorado en Antropología en la unam (ffyl / iia) con el proyecto de investigación “Patrón de asentamiento y poblamiento prehispánico en la zona mixe alta: El caso de santa María Tlahuitoltepec Mixe, Oaxaca”. Correo: [email protected]

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tuación en la cual existiría una presión se-lectiva y positiva, favorecedora de la cen-tralización de la toma de decisiones. Entre más centralizados estén los sistemas, pue-den organizar mejor a los ejércitos, y las élites poderosas de dichos sistemas ten-drán más éxito al canalizar los recursos de la sociedad hacia la guerra“(Blanton, 1987: 219).

Los conflictos intercomunitarios son ca-racterísticos de las sociedades agrícolas en general. La competencia por el acceso a los terrenos de primera calidad, al control de las mujeres y a las relaciones de inter-cambio con regiones lejanas provocaría el conflicto.

Los procesos conflictivos continuaron en la etapa urbana, pero a un nivel más notable. La formación de ciudades entre 500 a.C. y 200 a.C. marcó la emergencia de las socie-dades complejas con estratificación social, arquitectura monumental, especialización artesanal y el uso de la escritura. En el Pre-clásico Terminal y el Clásico Temprano, va-rios centros en la Mixteca como Cerro de las Minas, Yucuita, Montenegro y otros fue-ron abandonados. En algunos, como Yu-cuita aparecen partes del centro quema-das, probablemente como expresión de conflictos inter-regionales; sin embargo, en la costa no se manifiestan ni abandonos ni conflictos (Winter, 1990b: 54-56).

La época clásica en Oaxaca se centra aproximadamente entre el 300 y el 800 d.C., caracterizándose por una jerarquía de asentamientos encabezada por un centro urbano con una población que se agluti-nó en localidades con miles de habitantes, arquitectura monumental, diferenciación social, el uso del calendario y la escritura. durante el Clásico, también se manifestó un gran auge en lo artístico como la ela-boración de urnas de arcilla, lápidas gra-badas, pinturas murales y un desarrollo arquitectónico, civil y religioso. Los centros urbanos se formaron por el crecimiento de la concentración de la población en algu-nas aldeas y el aumento de poder y control

de éstas sobre otras, hecho que, probablemente, se debió a la posición estratégica de sus emplazamientos. durante esta etapa, se construyeron grandes centros cívico-ceremoniales (Winter, op.cit.: 55) que en las diversas representaciones, se de-dicaron a la exaltación del poder de los gobernantes registra-dos en monumentos de piedra. Las representaciones de éstos contribuyeron a que se consolidara su status político y social dentro de sus comunidades y entre sus gobernados. A nivel interregional, los gobernantes locales, también demostraban su poder por medio de grandes tallas en piedra.

Monte Albán fue el primer centro urbano y el más grande en Oaxaca. No se desarrolló al margen porque alrededor del año 300 d.C. en casi todas las regiones de Oaxaca, Mixteca Alta, Baja y Costa, surgieron otras ciudades, tras la fundación de Mon-te Albán, que llegaron a tener entre 2.000 y 3.000 habitantes, como: Tequixtepec, Cerro de las Minas, diquiyú, Huamelulpan, Eloxochitlán, Huautla, Quiotepec, Tepeusila, Yucuñudahui, Yucuita, Monte Negro, Cerro de la Campana, Yucuini, Ixtepe-ji, dainzú, Lambityeco, Jalieza, Luvina, Atepec, Ayotzintepec, Río Manzo, Juquila Mixes, La Ladrillera, El Guexe, Nopala, Río Grande y Río Viejo. También se han detectado ocupaciones del Clásico en la Sierra Zapoteca en los sitios Atepec y San Pedro Nexicho; en la Sierra Mazateca, los sitios de Huautla y Eloxo-chitlán; en la Chinantla Baja, en Ayozintepec y en el extremo este del Istmo en Zanatepec, existiendo una variación regional y demostrando que los distintos grupos del Clásico en Oaxaca no vivían de forma aislada, sino que hubo intercambio y tam-bién conflictos entre algunos grupos (Winter, 1990b).

durante la etapa urbana tardía, los asentamientos se movían y se establecieron muchos centros grandes encima de cerros y montañas como Jalieza y Mixtepec en el Valle de Oaxaca, Yucuñudahui en la Mixteca Alta, y Tepeusila en la Cañada. La elección de estas localidades pudo haber sido la defensa o protección (Winter, op.cit.: 77).

vaLLes centraLes

La época Clásica en los Valles Centrales se subdivide en tem-prana o época Monte Albán iiia (300–500 d.C.) y tardía o época Monte Albán iiib (500-750 d.C.) y iv (750–950 d.C.), (Cuadro1).

Los zapotecas empezaban a perder muchas de las provincias exteriores que habían colonizado o conquistado durante Mon-te Albán II. En aquel entonces el sitio de Monte Negro, ubicado en la cima de una montaña, se hallaba en gran parte abando-nado, también se renunciaría a la Fortaleza de Quiotepec, en la Cañada de Cuicatlán. Al norte y al oeste los mixtecos se ha-llaban en proceso de construir sus propios centros principales

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en lugares como Yucuñudahui (Marcus y Flannery, 2001: 278).Hacia finales de la época ii (200 a.C.) y durante la fase iiia (300–500 d.C.) Monte Albán mantuvo relaciones políticas y econó-micas con Teotihuacan, estableciéndose, alrededor de 200 a.C., un barrio zapoteco en dicha ciudad.

En la época iiia la capital zapoteca de Monte Albán, mantuvo un contacto estrecho con la ciudad de Teotihuacan ubicada en el Altiplano Central, una de las evidencias de este contacto se observa en la plataforma sur donde se encontraron lápidas grabadas con personajes teotihuacanos que llevan copal y van desarmados a visitar a un señor zapoteca. Existe una piedra grabada, encontrada en el Montículo x, conocida como Lapida de Bazán, en la se presenta una escena integrada por jeroglífi-cos que enmarcan a dos personajes de alto rango, realizando una ceremonia; a la derecha el gobernante zapoteca, vestido como jaguar, luce un gran penacho con una serpiente, su nom-bre es 3 Turquesa y sostiene una bolsa de copal. Ambos perso-najes están sobre plataformas que corresponden al glifo que significa “lugar”. No existen evidencias de que hubiera con-flictos entre Monte Albán y Teotihuacan, por el contrario esta lápida nos señala que existían relaciones diplomáticas entre ambas ciudades. Asimismo, en esta fase también se observa un interés en establecer genealogías reales zapotecas, a través de representaciones en las que se destaca el motivo “Fauces del cielo”. Las capitales de distrito fueron Xoxocotlán, Zaachila, Cuilapan y Santa Inés Yatzeche.

En la época iiia (de 300 a 500 d.C.) en la que se inicia el esplendor de Monte Albán las urnas adquieren mayor desarrollo y expre-sión, representándose más deidades que en la época anterior. La actividad comercial au-mentó, principalmente con otras áreas de Mesoamérica, muestra de ello son los ob-jetos de jade, obsidiana, cerámica y de or-namentación de diferentes materiales que llegaron a Monte Albán traídos por merca-deres o como tributo. Los programas narra-tivos de la Plataforma Sur de la época iiia se refieren a las conquistas efectuadas por los señores de Monte Albán, donde se mues-tran a los cautivos humillados en el momen-to de su ejecución o en el momento de ser presentados ante el líder. Las inscripciones están relacionadas con la historia política y del poder de los gobernantes de la ciudad (Caso, 1947, Marcus, 1980, 1983; Piña Chan 1993; Urcid 1994). Los datos indican que los zapotecas del periodo iiia habían dejado de extenderse fuera de sus fronteras y que se conformaban con consolidar su dominio sobre el Valle de Oaxaca. Las lápidas gra-badas sugieren que aquella consolidación se logró por dos medios: la diplomacia y la guerra (Marcus y Flannery, 2001: 279).

aÑos Valles Centrales MixteCa Baja MixteCa alta Cañada istMo Costa

150014001300120011001000 900 800 700 600 500 400 300 200 100 a.c. 0 100 d.c. 200 300 400 500

monte albán v nuyoo natividad cuicatlán ulam yucudzaa

aguadas

las Flores

monte albán iv ÑuiÑe tixum yuta tiyoo

monte albán iiib trujano

xuku

monte albán iiia ramos coyuche

Ñudee

monte albán ii niti chacahua

lomas

miniyua

monte albán i kuak

perdido minizundo

cruz d goma

charco

rÍos

Cuadro1. Cronología de las distintas regiones de Oaxaca.

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de aquellas nuevas ciudades, destaca Ja-lieza, sitio que cubría 408 hectáreas sobre una cordillera, al sur del Valle Grande. La ciudad dominaba el valle a una altura de 250m por arriba del aluvión, protegida naturalmente por su ubicación en la cima de una montaña. Se calcula una población de 12.835 habitantes durante la época iiia, se distribuía sobre 676 terrazas artificiales y contaba con los servicios de más de 20 edificios públicos. desde su ubicación do-minante, Jalieza podía observar el movi-miento a través de un importante paso en-tre las regiones del Valle Grande y Tlacolula (Marcus y Flannery, op.cit.: 275-276).

Había centros con poblaciones que osci-laban entre los 2000 y 4500 habitantes. Muchos de aquellos sitios se hallaban en la frontera del Valle de Oaxaca, con frecuen-cia en lugares defendibles. Suchilquitongo ocupaba la cima de un cerro en el extremo norte de la región de Etla; El Palmillo domi-naba las alturas cercanas a Matatlán, en el extremo este del subvalle de Tlacolula; San-ta Cruz Mixtepec, Rancho Tejas y San Mar-tín Tilquiapan se localizaban a lo largo del borde sur del Valle Grande. Había 38 sitios en Monte Albán iiia, más que en cualquier periodo anterior, en los cuales vivían casi las dos terceras partes de la población del valle. La defensa tenía mayor prioridad, en tanto que el acceso a la tierra laborable era menos prioritario que en periodos anterio-res (Marcus y Flannery, op.cit.: 276-277).

La época Monte Albán iiib (500 a 750 d.C.) tiene como rasgo principal un sistema re-gional más centralizado y enfocado direc-tamente sobre Monte Albán. Esta época se caracteriza por su crecimiento demo-gráfico, adquiriendo Monte Albán su ma-yor esplendor como centro ceremonial y capital económica y religiosa de Oaxaca. Así como por un auge constructivo al que pertenecen la mayoría de los edificios que se observan actualmente, alcanzando pro-porciones monumentales. La organización social de Monte Albán se encontraba com-pletamente controlada por los sacerdotes y los guerreros.

A partir de 500 d.C. cuando se desvincularon las relaciones con Teotihuacan surgieron nuevos centros, hubo cambios en la organización social y novedosos conceptos religiosos que se integraron a una política diferente; estos cambios se basaron en un resurgimiento de la cultura zapoteca. Las familias prin-cipales establecieron alianzas políticas y matrimoniales con diferentes comunidades, logrando cooperación entre los diri-gentes. Estas alianzas están documentadas en diversas lápidas y esculturas.

Se manifestaron unidades políticas dependiente e indepen-dientes de Monte Albán, éstas últimas, durante el Clásico Tardío, fueron disminuyendo el poder desde Monte Albán. Algunas ciudades ubicadas estratégicamente jugaban pape-les importantes dentro de la política, resaltaban aquellas que actuaban como centros de control de intercambio y las que servían de fortaleza, robusteciendo las fronteras de Monte Al-bán. Jalieza dominaba el comercio entre los pueblos asenta-dos en los Valles de Tlacolula y Zimatlán, Huijazoo era otro sitio de control comercial entre Monte Albán y el Altiplano Central y entre las regiones de La Cañada y la Mixteca, siendo además asentamiento defensivo de los zapotecas ante los mixtecos que buscaban dominar el valle.

En Lambityeco, ubicado en el Valle de Tlacolula, se observan esculturas ubicadas en los tableros de sus edificios, contienen una serie de frisos de estuco, que representan a hombres em-puñando fémures humanos, posiblemente como símbolo de valor y poder guerrero (Figura 1).

Monte Albán tenía la más importante concentración de habi-tantes, sin embargo, otros sitios de los Valles Centrales también presentaban patrones de asentamiento considerables; ciuda-des como Cuilapan, Zaachila, Lambityeco y Mitla adquieren prestigio y poder en sus respectivos valles, muchos de los sitios menores eran frontera defensiva.

La fase Monte Albán iv (700 a 950 d.C.) representa el periodo de declinación de Monte Albán, la plaza principal es abando-nada y la ocupación se restringe al sector interno de la muralla ubicada en la Plataforma Sur. Cuando decae políticamente no volverá a surgir una entidad que unifique con el antiguo es-plendor y eficacia a los diferentes señoríos.

Figura 1. Frisos de estuco en Lambityeco, que representa a un hombre empuñando un fémur humano.

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evidencia arqueoLógica

Existen grandes lápidas en las que se grabaron hechos históri-cos, personajes y jeroglíficos, las estelas estuvieron integradas en la arquitectura, al frente o a los lados de alguna estructura, siempre en relación con la expresión arquitectónica, la mayoría de los monumentos tallados durante el Clásico Temprano exhi-ben prisioneros atados.

En la época iiia las representaciones de las estelas consisten en relatos históricos de hechos, personajes y deidades ocurridos en fechas y lugares identificables en representaciones tanto pictográficas como simbólicas, como por ejemplo la Lápida de Bazán (Robles, 1993: 56-57), (Figura 2).

Algunos monumentos escultóricos de la etapa urbana reflejan el tema del conflicto; monumentos asociados a las esquinas de la Plataforma Sur en Monte Albán marcados con los números uno al ocho, que representan motivos generalmente de con-quista, muestran lo que se ha considerado como prisioneros (Winter, 1990a), (Figuras 3 y 4). Estas lápidas de prisioneros se han interpretado como lugares subyugados con personajes en bajorrelieve, ubicados sobre un diseño escalonado que sig-nifica un cerro, con el glifo del lugar, y sobre él guerreros con atavíos de diversos animales. Muchos de ellos se representan como prisioneros con los brazos atados a la espalda, y las pier-nas también aseguradas, rodeados de numerosos glifos. En la mayoría de los casos el personaje sobre el jeroglífico del lugar

porta una lanza u otra arma y, en ocasiones, el personaje está elevando su lanza sobre el sitio conquistado. Es probable que se tra-te del registro de poblaciones y de cautivos sometidos (Robles, 1993: 57). Los líderes pueden estar representados como perso-najes poderosos y aparecen en contexto comunitario, por ejemplo en la lápida VGE-2 en la Plataforma Norte o la estela 1 en la Plataforma Sur; o aparecen en un contexto privado. Los gobernantes son reconocibles por su contexto y también por los símbolos asociados, por ejemplo, un bastón de man-do o un tocado de jaguar (Winter, 2004: 30).

La estela número i, ubicada en la esquina noreste de la Plataforma Sur, presenta, en su lado izquierdo, un jaguar sobre un cerro

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con los brazos atados hacia atrás que por-ta en el tocado el rostro de Cocijo. Frente a los glifos se ubican dos columnas, en la pri-mera aparece el glifo del sol, dos cuchillos de pedernal, otro cuchillo, el numeral 7, un rectángulo, que representa el cielo del cual emerge una voluta, abajo una mano exten-dida y una bolsa. En la segunda columna, el signo 8 turquesa, una cabeza de frente con la voluta de la palabra, un pez o tortuga con el jeroglífico del sol y dos pies huma-nos; el glifo 12 tigre, el jeroglífico 5 turque-sa, un teocalli incendiado con el nombre del lugar, y otra bolsa como final de la ins-cripción (Robles, 1993: 57), (Figura 5).

En Monte Albán iiia fue investido el gober-nante 12 jaguar, quien mandó esculpir en la Plataforma Sur seis estelas que mues-tran cautivos de guerra, prisioneros con los brazos atados por detrás. Algunos pri-sioneros visten sólo taparrabos, otros lle-van el atavío e indumentaria de un animal, concedido a los guerreros que se habían distinguido en la batalla. Cada cautivo está de pie sobre un glifo de lugar que nombra la región de la cual proviene. durante este periodo, las regiones del sur y del este del Valle de Oaxaca fueron escenario de acti-vidad bélica, evidenciando el expansionis-mo militar de Monte Albán.

Una parte del rito de su investidura incluyó la dedicación de una estructura piramidal,

la Plataforma Sur de la Plaza Principal. Como preparativo para su investidura, el gobernante ordenó un monumento de pie-dra labrada que lo muestra sentado en su trono. También ha-bía capturado varios prisioneros para el sacrificio, seis de los cuales se representan en otros monumentos (Marcus y Flan-nery, 2001: 265).

En la Estela 4 de la Plataforma Sur se representa a un guerrero noble que conquista una región, ya que está perforando con un dardo su signo de lugar. Con la mano sostiene un objeto que tal vez sea una cuerda como las que usaban los guerreros para atar los brazos de los prisioneros por la espalda. Los glifos que se ubican junto a las rodillas de este noble lo identifican como el Señor 8 Venado, tal vez un distinguido antepasado reclamado por el Señor 12 Jaguar (Marcus y Flannery, op.cit.: 267-268), (Figura 6).

Figura 6. Estela 4 de Monte Albán, representa a un noble guerrero de nombre 8 Venado.

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En la época iiib (500-750 d.C.), Reyes Etla fue un importante cen-tro en la región de Etla. Una de las tumbas del sitio tenía la entrada flanqueada por dos jambas de piedra labrada. Cada una de las jambas muestra a un señor zapoteca ataviado con traje de guerrero jaguar, sosteniendo una lanza con la mano. Sus nombres aparecen como 5 Flor y 8 Flor. Cada uno está er-guido bajo las “Fauces del Cielo” y tiene el “signo de cerro” bajo los pies (Marcus y Flannery, op.cit.: 264), (Figura 7).

En las exploraciones que Alfonso Caso realizó en Monte Albán se encontró en el Montículo iv varias ofrendas de cerámica, entre ellas un cajete de cerámica de la época iiib, conteniendo un cráneo humano que conservaba en posición las vértebras cervicales asociado a un cuchillo. Con base en lo anterior, con-sidera que se trata de la cabeza de un decapitado (Caso, 1942: 173). Cuchillos de pedernal u obsidiana del tipo utilizado por los aztecas aparecen en Oaxaca desde la etapa urbana, aunque son poco comunes (Winter, 1990a: 78).

“Las armas ofrecerían indicios de conflictos, pero raras veces han sido encontradas […]. Comúnmente aparecen navajas en sitios arqueológicos, pero no se han distinguido las navajas de macanas de las navajas utilizadas en un contexto doméstico. Se conocían y utilizaban el arco y la flecha y el atlatl en Oaxa-ca desde la etapa lítica; junto con los garrotes habrían servido también más como armas que como implementos de cacería” (Winter, op.cit.: 76-77).

Los cuchillos representados en los monumentos escultóricos de Monte Albán aunque, probablemente, también servían

como armas, de forma simbólica quizá sig-nificaban el sacrificio humano. En la tumba 4 de San José Mogote se puede observar la intensidad de la guerra en la época iiia.

“Si bien durante aquel periodo había de-clinado en dimensiones, San José Mogo-te aún era lo suficientemente importante para permanecer ocupado por miembros de la nobleza hereditaria. Acompañados de elegantes vasijas del periodo iiia, varios nobles fueron sepultados en la Tumba 4. El individuo I, de sexo masculino, fue hallado con una gran lanza de obsidiana enterrada en el pecho. Fue tal la fuerza del golpe, que rompió la clavícula izquierda y varias cos-tillas, en tanto que la punta de la lanza se quebró y permaneció en la víctima” (Mar-cus y Flannery, 2001: 279), (Figura 8).

Los gobernantes, con frecuencia, se repre-sentaban en las urnas o en las esculturas de barro sentados sobre tronos o con las piernas cruzadas sobre esteras reales, car-gados de joyas y tocados de plumas. Su ca-rácter de guerreros se enfatizaba median-te el uso de una máscara hecha de la piel

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facial de un prisionero desollado (Marcus y Flannery, op.cit.: 256). Una urna del Valle de Oaxaca muestra un personaje llevando una cabeza humana sobre su pecho sus-pendido de una cuerda (Winter, 1990a).

En una urna funeraria encontrada en la Tumba 103 de Monte Albán se representa a un gobernante zapoteca que está sen-tado en un banco o trono ataviado como guerrero, sosteniendo un bastón o ma-cana de guerra en la mano derecha. En la izquierda, sujeta de la cabellera la cabeza cercenada de un enemigo, al tiempo que atisba a través de la piel reseca del rostro de un enemigo desollado. Porta un tocado de plumas en la cabeza y otro tocado do-ble sobre la espalda desplegado en dos ni-veles, ocultando el respaldo del trono. Una máscara elaborada con la piel de un sacrifi-cado le cubre el rostro. Porta orejeras circu-lares de jade, un collar de cuentas esféricas y tubulares de jade y una falda cubierta de conchas marinas tubulares (Marcus y Flan-nery, 2001: 156), (Figura 9).

Otra urna procedente de la Tumba 104 de Monte Albán mues-tra a un señor o gobernante zapoteca sentado con las piernas cruzadas, usando una máscara con colmillos. Sobre el pecho lleva una máscara humana de la cual cuelgan tres conchas tu-bulares. El gobernante usa una capa corta decorada con trenci-lla y lleva el cabello sujeto en un nudo superior, que se proyec-ta desde su frente (Marcus y Flannery, op.cit.: 256), (Figura 10).

mixteca baja

En otras regiones de Oaxaca había comunidades con rasgos pa-ralelos a los zapotecos, por ejemplo, clases sociales y estilos pro-pios de iconografía, pero sin obvias relaciones con Monte Albán y el Valle de Oaxaca. Un ejemplo es la cultura Ñuiñe de la Mix-teca Baja, que cuenta con piedras grabadas con temas de con-quista, dominación política y retratos de líderes (Rivera, 2000).

En la Mixteca Baja se desarrolla la cultura Ñuiñe (200-800 d.C.), Huamelulpan y Yucuita en la Mixteca Alta continuaron hasta declinar entre 750-800 d.C. Otros sitios como Yucuñudahui llegaron a ser grandes e importantes durante este periodo. Se ubica en la parte Noroeste de Oaxaca y comprende secciones de los estados de Puebla y Guerrero. durante el periodo Clási-

Figura 9. Urna hallada en la Tumba 103 de Monte Albán.

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co o fase Ñuiñe, entre los años 400 y 850 d.C., esta región tuvo un desarrollo cultural que se observa en varios centros de po-blación prehispánica. Algunos de estos pueblos posiblemente fueron las cabeceras políticas y económicas de la región. Te-nían una ocupación prehispánica extensa, arquitectura pala-ciega, basamentos para templos, plazas y canchas de juego de pelota, además de monumentos de piedra grabados con tex-tos jeroglíficos (Rivera, op.cit.: 6-7).

El ambiente de competencia durante el clásico ocurrió en otras partes de la Mixteca. Centros urbanos como Yucuñudahui, ce-rro Jazmín y cerro de Las Minas se localizaban en la cima de los cerros, tal vez buscando resguardo y protección natural (Spo-res, 1972, Winter, 1996). durante esta época se elaboraron la mayoría de los ejemplares con inscripciones ñuiñe, que estaba ligado al poder de los gobernantes (Rodríguez et al, 1996).

En cerro de La Caja existe el registro de tres personajes impor-tantes, posiblemente gobernantes, representados en diferen-tes posturas o actitudes: en el momento de sacrificar a seres humanos, como conquistadores de pueblos y también de su proclamación como soberanos. Uno de ellos, llamado “6 Jaguar”, se adjudicó la conquista de una población cuyo glifo topónimo puede interpretar-se como “Cerro del Lagarto” (Rivera, 2000: 32). Los gra-bados de cerro de La Caja muestran a los gobernantes de esta población en diversos actos donde hacen os-tentación de su poder político y sagrado. Es posible que el conjunto de las lápidas formara parte de un mismo programa narrativo que incluía el registro de poblacio-nes y de cautivos sometidos, muertos o en el momento de ser devorados, todo ello relacionado con el sacrificio humano. Este tipo de actos eran desarrollados por los gobernantes de las poblaciones para demostrar su po-der político y sagrado ante la población y las comunidades ve-cinas, los grabados en piedra celebrarían entonces el registro permanente de sus habilidades y hazañas (Rivera, op.cit.: 71).

En la Piedra 7 del Cerro de La Caja se representa una figura hu-mana inclinada sobre un glifo de lugar, recibiendo el golpe del Señor 6 Jaguar. Los atributos del personaje son su arreglo fa-cial, su peinado y su máxtlatl ceñido a su cintura. En la mejilla tiene un diseño ovalado que posiblemente representa los pó-mulos del personaje; este mismo tipo de decoración en la cara aparece en esculturas de la región que tal vez representaban cabezas humanas decapitadas (Moser, 1977b). Tiene una cinta que amarra su peinado llamada por los nahuas temílotl, ésta podría indicar que se trataba de un guerrero. Este tipo de arre-glo en el cabello era un atributo característico que distinguía a los militares del Valle de Coixtlahuaca, por lo que se enfati-za el carácter guerrero de la persona sometida (Rivera, 2000:

10). Otra interpretación es que representa un relámpago o rayo, siendo el topónimo “cerro del Relámpago o del Rayo” (Rivera, 2002: 57) (Figura 11). del glifo calendárico sale una mano decorada con un brazalete, que empuña un objeto con terminación trapezoidal, con la cual golpea a un per-sonaje inclinado sobre un glifo de cerro. El arma parece representar un garrote o hacha, con la sección distal formada por ángulos ligeramente agudos. Este mismo objeto aparece en otros grabados de si-tios arqueológicos cercanos a cerro de la Caja; probablemente fue un arma usada con fines ceremoniales y de combate en la región de Tequixtepec, es probable que su uso haya sido exclusivo de los gobernan-tes (Rivera, op.cit.: 53-55).

En la Piedra 2 del cerro de la Caja se repre-senta un jaguar en posición sedente sobre un glifo de cerro, dentro del cual se encuen-tra el numeral 6, el jaguar está devorando a un individuo. El Señor 6 Jaguar porta un tocado con una imagen del glifo “Lagarto”, una tira formada de plumas cuelgan en su parte trasera y remata en un diseño trape-zoidal. El personaje prensado en las fauces del jaguar está acostado, con la cabeza ha-cia arriba, desnudo del torso, con el brazo derecho extendido y con un brazalete en su muñeca (Rivera, 2000: 12-14). Hay carac-terísticas comunes en los personajes devo-rados como en el personaje golpeado por 6 Jaguar. Todos se encuentran semidesnu-dos, lo único que caracteriza a los cautivos

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y los distingue entre ellos son los peinados y el tipo de tocados (Rivera, op.cit.: 20-21). El señor 6 Jaguar, que se representa en esta piedra, es el mismo que golpea al persona-je del “cerro del Relámpago” de la piedra 7 (Rivera, 2002: 59), (Figura 12).

En la piedra 3 de cerro de La Caja hay una persona frente a las fauces de la serpiente que parece estar siendo tragado por el ani-mal, está boca abajo, con los brazos semi-flexionados. El tocado del personaje está formado por un yelmo, cintas y plumas que lo distinguen entre el resto de los per-sonajes representados en los grabados de cerro de La Caja (Rivera, op.cit., (Figura 13).

En la piedra 4 del Cerro de la Caja se re-presenta al Señor 11 Mono con los brazos extendidos y abiertos, parcialmente flexio-nados, son atributos característicos de los retratos de otros señores de pueblos de la Mixteca Baja; sostiene con las manos obje-tos diversos como son lanzas, bastones y mazos. El Señor 11 Mono porta en su mano derecha un bastón que termina en gancho y en la mano contraria sostiene un objeto semejante a aquél con que el Señor 6 Ja-guar golpeaba a su oponente en la piedra 7. Ambos objetos aparecen frecuentemen-te en otras inscripciones de la Mixteca Baja y están asociados a manos de personajes que tienen glifos calendáricos (Rivera, 2000: 22-24) (Figura 14).

La piedra 1 de Tequixtepec muestra el glifo anual “Relámpago”, asociado al numeral 11. de esta fecha sale un brazo y una mano que empuña un arma con la que se golpea a un personaje ata-viado con máxtlatl y que, como ocurre en los cautivos de Cerro de la Caja, muestra un glifo portador del año. Se indica entonces que en el año 11 Relámpago se conquistó a una población (Ri-vera, op.cit.: 28-29). de esta fecha se extiende hacia el extremo izquierdo un brazo y una mano que empuña un objeto con el que se golpea a una persona vestida con un máxtlatl y portando un yelmo. El personaje se apoya sobre un glifo topónimo con

Figura 13. Piedra 3 de cerro de La Caja (Rivera, 2002: Figura 11).

Figura 14. Piedra 4 del Cerro de la Caja se representa al Señor 11 Mono con los brazos extendidos y abiertos (Rivera, 2002: Figura 16).

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bandas diagonales paralelas. Se interpretó esta imagen como la representación de una conquista efectuada en el año 11 Re-lámpago contra una población no identificada (Paddock, 1966; Moser 1977a, Rodríguez, 1996 y Rivera, 2002: 69), (Figura 15).

mixteca aLta

Esta región se localiza en el centro-oeste del estado de Oaxaca. de acuerdo con Spores (1972), el Clásico se divide en temprano y tardío. El Clásico temprano corresponde a la fase Ramos (200 a.C.-500 d.C.) y el Clásico tardío a la fase Las Flores (500-1000 d.C.), aunque se han hecho modificaciones a esta cronología.

Marcus Winter sostiene que hay evidencias en la Mixteca Alta de conflictos en la etapa urbana. En Yucuita se encontró un gran muro en el lado este que posiblemente habría impedido el ac-ceso al centro, excepto por los pasillos y las escalinatas contro-lables. El sitio aparentemente fue abandonado cerca del inicio de nuestra era, quizá debido a conflictos. La construcción en los edificios mayores cesó y algunas estructuras posiblemente fueron quemadas. Los cráneos trofeo, conocidos de Huamelul-pan, Yucuita y Monte Negro, también son posibles indicadores de conflicto en la Mixteca Alta. después de la muerte se perfo-raban dos hoyos pequeños en el cráneo para suspenderlo de un hilo, quizá de un morillo, o como un pendiente de un collar (Winter, 1990a: 8).

La costa

La cuenca del Río Verde inferior se localiza en la parte occi-dental de la costa del Pacífico del estado de Oaxaca en donde se desarrolló la cultura Chatina. Los centros urbanos también surgieron durante el periodo Clásico en el Río Verde inferior y posiblemente en otras partes de la costa occidental de Oaxaca. Río Viejo era el más grande de los centros de la Costa en el Valle del Río Verde inferior y es probable que haya alcanzado 300 hectáreas durante el Clásico (Figura 16). El sitio incluía un gran número de edificios públicos monumentales, así como nume-

rosas estelas grabadas y sin grabar (Joy-ce y Winter, 1989). Río Viejo fue el centro primario en, por lo menos, un sistema de asentamientos jerárquicos de tres niveles. Otros centros urbanos, posiblemente del periodo Clásico, en la costa occidental de Oaxaca, son Río Grande, Piedra Parada Ja-miltepec y Nopala. Estos sitios fueron cen-tros primarios de complejas jefaturas o tal vez de pequeños estados (Joyce, 1994: 73).

En los monumentos escultóricos de esta región se representan sólo individuos de sexo masculino, unos en posición sedente con bastón de mando, semejantes a los re-presentados en la estela 1 de Monte Albán; otros están de pie con sus brazos cruzados,

Figura 16. Estela 1 de Río Grande (1); Estela 1 de Cerro del Rey (2); Estela 8 de Río viejo (3), (Urcid, 1993: Figura 18).

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aunque algunos investigadores conside-ran la posibilidad de que se trate de perso-nas muertas (Urcid, 1993; Winter, 2004: 32), (Figuras 17 y 18).

La Estela 5 de Río Grande muestra una persona sujetando un cráneo (Jorrín, 1974; figura 7d), algunos investigadores supo-nen que es una evidencia de guerra, pero donald Brockington (1987: 232) considera que no constituye una prueba suficiente para elaborar juicios en esta etapa (Figura 19).

Tenemos pocas evidencias de guerra durante el Preclásico Tar-dío o el Clásico. Las tres fortalezas que se encontraron parecen estar asociadas con los sitios posclásicos. Existen dos sitios del Clásico, ubicados en la cima de tres montañas, en lo que puede considerarse como posiciones de defensa, pero la mayoría de los sitios del Clásico se localizan sobre terrenos planos o cer-ca de éstos, los cuales resultan favorables para la agricultura (Brockington, 1987: 232).

Los cuchillos también están representados en los monumen-tos escultóricos de la Costa, probablemente utilizados como armas o como alusión al sacrificio humano (Figura 20).

La cañada e istmo

La región de la Cañada es parte de un cañón profundo, en donde sus laderas se ubican en la Mixteca Alta al poniente, y

Figura 17. Piedra 1 de Río Grande, se representa un hombre con bastón de mando (Jorrín, 1974: Figura 5).

Figura 18. Estela 1 de Chila, monumento escultórico con la representación de un gobernante con bastón de mando(Jorrín 1974: Figura 18D).

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en las regiones Mazateca al este y sur. El periodo Clásico en la Cañada corresponde a la fase Trujado (200-700 d.C.) (Spencer y Redmond, 1982). Por su parte, el Istmo de Tehuantepec incluye la planicie costera y las montañas bajas entre Tehuantepec y Coatzacoalcos Veracruz. El Clásico comprende las fases Xuku (300-600 d.C.) y Tixum (600-900 d-C.) (Wallrath, 1967).

En la Cañada de Cuicatlán y la parte sur del Istmo, los sitios fueron generalmente de menor tamaño y menos complejos arquitectónicamente que los existentes en áreas con centros urbanos (Redmon, 1983; Zeitlin, 1978). Saltillo, en el sur del Ist-mo, pudiera haber tenido una extensión de 150 hectáreas du-rante el periodo Clásico, aún cuando el sitio tenía pocos mon-tículos grandes y sólo una piedra grabada ha sido registrada como proveniente de ese lugar (Joyce, 1994: 73).

consideraciones finaLes

La guerra durante el periodo Clásico fue un aspecto de vital importancia para la región oaxaqueña, como lo demuestra la evidencia arqueológica con representaciones de temas béli-cos, que muestran la competencia y rivalidad que mantenían los diferentes asentamientos de esta región. Este fue un perio-

do de constantes cambios y movimientos, pero sobre todo de conflictos.

Existe un amplio número de represen-taciones iconográficas, que muestran el vínculo entre el poder político y social de las comunidades y de posibles conflictos entre ellas, donde los gobernantes pro-clamaron su poder en registros que con-memoraban sus principales conquistas. La evidencia arqueológica nos proporciona una amplia información sobre el aspecto sociopolítico imperante durante el perio-do Clásico en la región Oaxaqueña, esta evidencia refleja una competencia y riva-lidad entre los diferentes asentamientos que ocupaban el área.

En la región de Oaxaca, las representacio-nes del poder de los gobernantes se mani-fiesta en diversos sitios arqueológicos como en Monte Albán, donde los monumentos escultóricos están dedicados a conmemo-rar el poder de los gobernantes zapotecos desde el periodo de fundación de la ciudad. Ésta es una temática, que se mantiene en diferentes épocas del sitio. En otras regio-nes de Oaxaca ocurrió algo similar, como la Mixteca Baja y La Costa.

Figura 20. Estela 1 de Nopala (Jorrín 1974: Figura 9B).

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