7/24/2019 PREZ BOWIE, J. a. Pragmtica de La Lrica
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Pragmtica de la lrica: la enunciacin en primera
persona ajena en la poesa funeraria y m itolgica
de los Siglos de Oro
Jos Antonio Prez B owie
Universidad de Salamanca
La aplicacin de un enfoque pragmtico al anlisis de la poesa lrica ha proporciona-
do ya aportaciones valiosas que abordan los complejos problemas de la caracterizacin
de un tipo de mensajes que, por las peculiaridades de su enunciacin, han de ser diferen-
ciados no slo frente al uso estndar de la lengua sino tambin p or oposicin a otras ma-
nifestaciones de la comunicacin literaria. En tales aportaciones se pone de manifiesto
cmo la lectura lrica de un texto es el resultado de una serie de convenciones que me-
diatizan el acercamiento del lector al mismo y su ulterior decodificacin (Genette, Cu-
11er, Schwarze)
1
a la vez que se llama la atencin sobre el carcter problemtico del
yo
l-
rico,
resultado siempre de una enunciacin previa y, por consiguiente, ficticio
(Hamburger, Stierle)
2
.
Entre estos trabajos que tienen como objetivo una aproxirriacin a la especificidad de
la comunicacin lrica, es de obligada referencia el de Yurij I. Levin
3
en el que se intenta
disear el estatuto comunicativo del poema partiendo de la existencia de tres parejas de
interlocutores simultneas E-R explcitos, E-R implcitosyE-R reales) y de las diversas
manifestaciones de la primera de ellas, es decir elyo y el t que aparecen funcionando
respectivamente como responsable y destinatario de la emisin. En un artculo mo ante-
rior he utilizado las propuestas de Levin para llevar a cabo un acercamiento a la lrica
' G.
GENETTE, Figures II
(Pars: Seuil. 1969). J.
CULLER,
Potica de la lrica en
Potica estructu-
ralista
(Barcelona: Anagrama, 1978). C. Schwarze: Testi l ir ici come testi persuasivi en Albano-Pi-
gliasco (eds.):
Retorica e scienze del linguagio
(Roma: Bulzoni , 1979) .
2
K.
HAMBURGER,
Logique des genres littraires
(Pars: Seuil, 1986). K.
STIERLE,
Identit du dis-
cours et trangression lyrique en
Potique,
32, 1977.
3
Y. I.
LEVIN,
La poesa lrica sotto il profilo d ella comunicazione en AAV V :
La semitica nei
paesislavi
(M ilano: Feltrinelli , 1979).
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7 7 8
JOS ANTONIO PREZ BOWIE
amorosa de los Siglos de Oro desde una perspectiva pragmtica
4
. Apuntaba all la renta-
bilidad que poda obtenerse de la aplicacin de esta tipologa y llevaba a cabo para de-
mostrarlo el anlisis de un conjunto de sonetos amorosos caracterizados por el complejo
diseo de la situacin comunicativa intratextual: el sujeto de la enunciacin -explcito o
no- actuaba como introductor de una nueva situacin com unicativa en la que el papel de
enunciador pasaba a ser desempeado por un personaje producto del discurso del prime-
ro. El esquema, bastante reiterado en los textos lricos de los siglos XV I y XV II, funcio-
nara como una de las convenciones distanciadoras de la expresin autobiogrfica carac-
terstica de nuestra po esa clsica.
La descripcin del estatuto comunicativo del poema que Levin lleva a cabo puede
brindar, deca all, resultados muy satisfactorios para un acercam iento pragm tico a la l-
rica de ese periodo: la caracterizacin de determinados subgneros, la relacin de la tipo-
loga semntica del poema con la de su estatuto comunicativo, la posibilidad de detectar
la interdependencia entre ste y el esquema mtrico seran algunas de las posibles direc-
ciones de investigacin.
Quiero centrarme en estas pginas en la descripcin de otro procedimiento observa-
ble con cierta frecuencia en la poesa del mismo periodo y que desempea idntica fun-
cin reforzadora de la ficcionalidad: me refiero a la construccin del poem a com o una si-
tuacin comunicativa en la que el sujeto de la enunciacin (un yo explcito) es lo que la
terminologa de Levin denomina primera persona ajena, esto es, un ser no identificable
con elyo autorial.
N o es preciso insistir en que elyo de la comunicacin potica, elyo lrico, es siem-
pre,
en cuanto resultado de una enunciacin previa, un enunciador enunciado y, consi-
guientemente, ficticio; adems de problemtico en cuanto no puede ser definido de
acuerdo con ningn patrn inamovible
5
. Las relaciones de esteyo,hablante del poema, y
de lyo del autor se han presentado a lo largo de la historia en una considerable variedad
de manifestaciones: existen poemas, que constituyen el mximo ejemplo de transparen-
cia, en los que no resulta en absoluto difcil trazar puentes entre ambos; pero lo habitual
es que elyo lrico funcione como mscara delyodel autor, ya sea como una enunciacin
fuertemente convencionalizada (el caso de la poesa petrarquista), ya como un personaje
totalmente desgajado (el poema concebido como monlogo dramtico); el caso extremo
lo constituye el de los heternimos donde el discurso del sujeto de la enunciacin enun-
ciada genera a su vez una personalidad ficticia a la que se adjudica la responsabilidad de
la enunciacin efectiva
6
.
4
J. A. PREZ BOWIE, L a
complejidad
de l
esquema comunicativo lrico como refuerzo
de la ficcio-
nalizacin. Algunos ejemplos
de la
poesa
d el
Siglo
d e
Oro
enInvestigaciones Semiticas
til.
Actas
de l
111 Simposio Internacional
de
Semitica
(Madrid:
UN ED, 1990), vol. II,247-256.
5
Cf.
STIERLE, art. cit.,
438 . N o
obstante, existen opiniones
que se
manifiestan
en
contra
de
este
qu e
llaman prejuicio
de la
impersonalidad lrica abogando
por la
identificacin, posible
en
muchos casos
de l
yo lrico
con el
yoautorial.Vase,
po r
ejemplo
S.
R EISZ DE RIVAROLA,Teorayanlisisde l texto
lite-
rario
(Buenos
Aires:
Hachette,
1989), 207 y ss.
6
Sobre
la
cuestin
de los
heternimos vase
R .
BRCHON,
Le jeu des
hetronymes:
la
conscience
et le
mondeenArquivos doCentro Cultural
Portugus XXX, 1985.
Tambin
A.
CRESPO,Lavida plural
de Fernando Pessoa(Barcelona: Seix Barral,
1988).
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PRAGMTICA
DE LA
LRICA
7 7 9
N o puede olvidarse, si se intenta com prender la lrica de nuestros Siglos de Oro , el
peso que sobre la expresin potica llegaban a ejercer las imposiciones de la convencin;
en realidad, en toda la poesa occidental hasta el R om anticismo la manifestacin de las
pasiones y sentimientos ha estado mediatizada por el uso de mscaras consagradas por
una tradicin secular (pinsese, por ejemplo, en la larga pervivencia de los estereotipos
del amor corts); slo a partir de entonces la persona se individualiza (y con ella su ms-
cara) para organizar desde s la realidad en torno, organizacin que acarrear la distin-
cin entre elyo del poema y el poeta, constituido en el artesano que pule cuidadosa-
mente el poem a para m ostrar en l los juegos de su fantasa
7
.
La referida utilizacin de una primera persona ajena como sujeto de la enunciacin
enunciada es una ms de las convenciones de la poesa de los siglos clsicos que se su-
mab a a otros procedimientos marcadores de la distancia entre elyo lricoy elyo autorial,
como la creacin de personajes ficticios a quienes atribuir el discurso amoroso
{hroe l-
rico,
en la no muy afortunada denominacin de Levin o la utilizacin de m oldes com uni-
cativos estereotipados). La originalidad de los creadores se pona de manifiesto, ya que
no en los temas (impuestos por la imitacin de los modelos clsicos), en el tour de for-
c a que someta a tales procedimientos para presentarlos como novedosos. La atribu-
cin a un ser no inidentificable con el yo au torial de la responsabilidad de la comunica-
cin es, como apunta Levin, un procedimiento arriesgado que puede bloquear la
comunicacin por las dificultades que encontrar el lector para elaborar a partir de l la
imagen del yoimplcito;dificultades que se exacerban cuando esa primera persona ajena
es un ser inanimado. De ah que no sea un procedimiento excesivamente frecuente en
ninguna poca y que en la poesa clsica aparezca en los subgneros ms fuertemente
convencionalizados: la lrica de carcter funerario y la de tema m itolgico.
El esquema ms habitual de la lrica funeraria es el que Levin designa com o /propia
/ / impropia: el hablante lrico interpela al difunto a la vez que entona su panegrico, o
bien se dirige, con idntico propsito exaltador, a la figura convencional del peregrino
o cam inante que pasa junto a la tumba sobre cuya losa ha de presuponerse que est es-
culpido el mensaje. Pero en ciertas ocasiones figura como responsable de la enunciacin
una primera persona ajena, por lo general el propio difunto, quien reflexiona sobre su ya
culminada existencia; el ttulo -aadido generalmente por el editor- resulta a veces la
nica clave para identificar al hablante lrico. V ase com o muestra el soneto XV I de Gar-
cilaso titulado Para la muerte de don Hernando de Guzmn:
N o las francesas armas odiosas,
en contra puestas del airado pecho,
ni en los guardados muros con pertrecho
los tiros y saetas ponzoosas;
no las escaramuzas peligrosas
ni aquel ruido fiero contrahecho
d' aquel que para Jpiter fue hecho
por manos de V ulcano artificiosas,
7
A.
CARRENO, La dialctica de la personalidad en la poesa contempornea
(Madrid: Gredos,
1982),
28.
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780 JOS ANTONIO PREZ BOWIE
pudieron, aunque yo ms me ofreca
a los peligros de la dura guerra,
quitar una hora sola de mi hado;
mas inficin del aire en solo un da
me quit al mundo y m'ha en ti sepultado,
Partnope, tan lejos de mi tierra
8
.
Lo poco habitual de este esquema en comparacin con los dos anteriormente citados
se explica no tanto por la rareza de la situacin comunicativa, admisible dentro de la con-
vencin que hace figurar al difunto como enunciador de su epitafio, como por lo chocan-
te que resulta poner en boca del fallecido su propio elogio; y prescindir de ste significa-
ba renunciar a la finalidad esencialmente panegrica del subgnero que nos ocupa. De ah
que el poema de Garcilaso el autoelogio aparezca desplazado por la reflexin sobre la
fragilidad de la existencia humana. El esquema en cuestin tiene, por ello, ms sentido
cuando el difunto no es una persona digna de alabanza sino alguien de conducta execra-
ble,
en cuyo caso el parlamento que se le atribuye funciona como palinodia. Un ejemplo
de ello puede ser el soneto de Quevedo que lleva por ttulo Lamentable inscripcin para
el tmulo del Rey de Suecia Gustavo Adolfo:
Rayo ardiente del mar helado y fro
y fulminante aborto tend el vuelo;
incendio primognito del yelo,
logr las amenazas de mi bro.
Fatigu de Alemania el grande ro;
crecle y calent con sangre el suelo;
azote permitido fui del cielo
y terror del augusto seoro.
Y bala providente y vengadora,
burlando de mi arns, defensa vana,
me trujo negro sueo y postrer hora.
Y despojo a venganza soberana
alma y cuerpo, me llora quien me llora:
el que los pierde qu victoria gana?
9
No obstante, se pueden encontrar ejemplos de poemas funerarios construidos sobre
este esquema comunicativo en los que el elogio del difunto constituye el ncleo temti-
co.
Se trata, por lo general, de composiciones concebidas como mero ejercicio retrico,
como el siguiente soneto de Gngora dedicado a la muerte de la duquesa de Lerma. En
l,
la compleja formulacin de las imgenes y la desmesura de la hiprbole ahogan el
temblor de emocin que se perciba en el texto garcilasiano, tras la voz de cuyo hablante
lrico se poda reconstruir sin dificultad la imagen del
yo implcito:
Lilio siempre real, nasc en Medina
del Cielo, con razn, pues nasc en ella;
8
Cito porPoesas castellanas completas ed. de E. L.
RIVERS
(Madrid: Castalia, 1979).
9
Cito porPoesa original completa ed. de J. M.
BLECUA
(Barcelona: Planeta, 1981).
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PRAGM TICA DE LA LR ICA 78 1
ce de un duque excelso, aunque flor bella,
de rayos ms que flores frente digna.
Lo caduco esta urna peregrina,
oh peregrino, con majestad sella;
lo fragante, entre una y otra e strella
vista no fabulosa determina.
Estrellas son de la guirnalda griega
lisonjas luminosa s, de la ma
seas obscuras, pues ya el Sol corona.
La suavidad que expira el mrmol (llega)
del muerto lilio es, que aun no perdona
el santo olor a la ceniza fra
10
.
El grado mximo de distanciamiento entre elyo explcitodel poema y la imagen del
yo implcito que, a partir de aqul, construye el lector, lo constituye la parodia. Pueden
citarse a ttulo de ejemplo v arios de los poemas qu e integran la serie Epitafios fnebres
a diversos sepulcros, de Lope de V ega, en donde la reflexin angustiada que produce la
presencia de la muerte deja paso a una actitud desenfadada, pe rceptible incluso en el me-
tro al desplazar la agilidad de los octoslabos agrupados en redondillas a la andadura so-
lemne de los endecaslabos del soneto:
M oza fui, goc mi edad; Hend, romp, derrib,
pero cuando vieja fui, raj, deshice, rend,
otros gozaron por m desafi, desment,
su hermosura y libertad.. venc, acuchill, mat.
Setenta aos vi el sereno Fui tan bravo que me alabo
cielo,vivilos al justo, en la misma sepultura.
los cuarenta con mi gusto M atme una calentura.
los treinta con el ajeno. Cul de los dos es ms bravo?
(De Falsirena, vieja) (De Filonte, bravo)
1
'
La voz del difunto no es la nica que puede funcionar como responsable de la enun-
ciacin en los casos en que sta se encomienda a una primera persona ajena. Para evitar
que sea el propio difunto el autor de su panegrico se recurre al expediente de sustituir su
voz por la de la Fama o por la del mrmol, soporte material del mensaje. La fuerte con-
vencionalidad el subgnero exacerbada en poemas de circunstancias (resultado en su ma-
yora de justas poticas convocadas para cantar las alabanzas de alguna personalidad de-
saparecida) convierte en tan problemtica como en los casos anteriores la construccin
10
Cito por
Sonetos completos,
ed. de B.
CIPLIJAUSKAIT
(M adrid: Castalia, 19 69). La muerte de la
duquesa de Lerma origin una serie de poemas, que, probablemente, fueron consecuencia de una acade-
mia literaria convocada a tal efecto. El mismo Gngora tiene otro soneto con idntico tema, el que co-
mienza A yer deidad hum ana, hoy po ca tierra. V ase al respecto la nota que B. Ciplijauskait incluye
en la p. 207 de la edicin citada.
1
' Cito por
Poesa lrica,
ed. de Luis
GUARNER
(M adrid: Bergua, 1935).
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78 2 JOS ANT ONIO PR EZ BOW IE
d elaimagen del
yo implcito
y di f icul ta enormemente ,pore l lo ,elp roceso de identifica-
c indell ec to r . V aseunamues t radeambas pos ib i lidades :
Yosoy la quelevanto
delasepulturaalhombre
y
con mi voz
puedo tanto
que hago inmortalelnombre
delosfamososquecanto;
conmillenguasyclamores
cantarde losmayores
elmsfamoso mayor,
yelmonarca emperador
de reyesyemperadores.
12
M emoriasoy del msglorioso pecho
que Espaaen sudefensaviotriunfante;
en
mi
podrs, amigo caminante,
un rato descansardellargo trecho .
Lgrimasdesoldadoshandeshecho
enmi lasresistenciasdeldiamante;
yo cierroal que alocasoy allevante
su victoriadiocrculo estrecho.
Estas armas viudasde sudueo,
que vistenen funesta valenta
este,sihumilde, venturoso leo,
del grande Osunason; l lasvesta
hastaqueapresuradoelpostrer sue o,
le ennegreciconnocheelblanco da
13
.
Consideremos, por ltimo, como ejemplo de recurrencia a una primera persona ajena,
la introduccin como hablante lrico de un ser humano de distinto sexo del yo autorial y,
por tanto, inidentificable con l. El sujeto de la enunciacin a quien se enconmienda el
planto puede ser, as, la amada del difunto, como en el siguiente soneto de Trillo y Fi-
gueroa que lleva por ttulo ltimos afectos de una dama mirando el sepulcro de su
amante:
Si con morir pudiera mejorarte,
si viviendo pudiera no perderte,
qu poco mereciera con la muerte
qu poco me debieras por amarte
12
Hernando de Acua: Epigrama a la muerte del emperador Carlos V;cito por Varias poesas,
ed .
de L. F.DAZ LARIOS
(M adrid: Ctedra, 1982).
13
FRAN CISCO DE QUEVEDO, Epitafio delsepulcro y con lasarmas del propio [duque deOsuna].Ha-
bl a
el
mrmol;
enPosa o riginal com pleta, ed. cit.El
carcter circunstancial
de
este tipo
de
poemas
se
pone
de
manifiesto
al
comprobar
que es una
reproduccin
con muy
pocas variantes
del
titulado T mulo
a V iriato. Como ejemplo de primera persona ajena noanimada puede citarse otro soneto deQuevedo, el
que lleva por ttulo Tmulo aColn, en el que el hablante lricoes untrozo demadera de lanavedel
Almirante.
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PRAGM TICA DE LA LR ICA 78 3
Si con llorar pudiera co nsolarte,
si risuea pud iera no ofenderte,
qu poco me costara el merecerte
oh, cunto mereciera en olvidarte
Si la eleccin me fuera permitida,
si en tus cenizas abrigar la pena,
que ardiente parasismo es de mi vida,
oh, cuan gozosa en la fatal cadena
aprisionara la alma condolida,
que tanto est de libertad ajena
l4
Este tipo de esquema comunicativo, aunque de gran tradicin en la lrica elegiaca
(pinsese en las endechas de la poesa popular medieval) y, por consiguiente, tan conven-
cional como los anteriores, aporta un mayor grado de verosimilitud en cuanto facilita al
lector la construccin del
yo implcito
y propicia el funcionamiento de los mecanismos
identificadores.
Pasemos a continuacin a ver algunas muestras de poemas que utilizan igualmente el
recurso de un
yo exp lcito
inidentificable con el
yo autorial,
pertenecientes a otro subg-
nero lrico asimismo muy mediatizado por la convencin: la poesa de tema mitolgico-
legendario.
Las referencias a la Antigedad greco-latina constituan un captulo obligado en el
marco de una cultura deslumbrada por los modelos de aqulla y reelaboradora incansable
de sus temas. Tales referencias adoptan, por lo general, la forma de una comparacin ex-
plcita entre la situacin del hablante lrico y una situacin semejante vivida por algn
personaje mitolgico o legendario; en la estructura del soneto los cuartetos suelen pre-
sentar la escena de la Antigedad mientras que los tercetos desarrollan la comparacin
con el estado actual del
yo lrico
1 5
.
Un procedimiento ms indirecto consiste en una
enunciacin narrativa previa que introduce la escena mitolgica para posteriormente ce-
derle la voz al personaje. En tales casos, la comparacin con la situacin sentimental del
hablante lrico (narrador de la escena) est implcita. El grado mayor de distanciamiento
los constituye el esquema al que me refiero: se introduce directamente la voz del perso-
naje (identificable a travs del ttulo o de las alusiones incluidas en su discurso), el cual
aparece, as, como una primera persona ajena. En todos los casos la referencia al mundo
clsico funcionara, adems de como elemento distanciador de la expresin de los pro-
pios sentimientos, como paradjico refuerzo de los mismos al resultar equiparables con
los del arquetipo de la Antigedad con el que el
yo imp lcito
se identifica.
La imagen de este
yo implcito
se reconstruye a partir del personaje que figura como
sujeto de la enunciacin, el cual acta como trmino imaginario de una metfora
in ab-
14
Cito por Poetas lricos de los siglos XVIy XVII B.A.E., n. 42 (M adrid: R ivadeneyra, 1951).
15
La referencia mitolgica puede estar implcita y la comp aracin del
yo
lrico con el hroe puede
ser deducible de las alusiones contenidas en el discurso de aqul. As, en el soneto de Herrera que co-
mienza Subo con tan gran peso quebrantado es transparente la referencia al personaje de Ssifo. Puede
verse el comentario que de dicho soneto hace R. SENABRE en Sobre la lrica de Herrera: teora y prcti-
ca, incluido enHom enaje al profesor Antonio Vilanova (Barcelona: Universidad, 1989).
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JOS ANTONIO PREZ BOWIE
senta
en la que aqul sera el trmino real, comprensible a partir de la presuposicin de
una situacin comunicativa introductoria formulable en los siguientes trminos: Yo
(personaje implcito) soy semejante a X (personaje explcito-sujeto de la enunciacin),
quien en mi situacin hubiera dicho lo siguiente (enunciado) El
t explcito,
en el caso
de aparecer, se encontrara en idntica situacin sustitutoria respecto del destinatario de
mensaje delyo implcito.
V eam os como ejemplo el siguiente soneto de Juan de Arguijo cuyo tema es el reco-
nocimiento de la fuerza de la pasin amorosa, inconmensurablemente mayor que la forta-
leza fsica: el
yo implcito
aparece m etaforizado en la figura de H rcules, quien, con todo
su vigor es incapaz de romper las cadenas del amor:
El jabal de Arcadia, el len emeo,
el toro a los cien pueblos pavoroso,
cayeron a mis pies, y victorioso
de la hidra me vio el lago Lerneo.
El can de tres gargantas y T ifeo,
fieras guardas del claustro tenebroso,
no burlaron mi intento generoso,
ni le vali caer al fuerte Anteo.
Ejemplos de mi ilustre vencimiento
son Aceloo, Busiris y Diomedes
y el rey a quien huir Hesperia mira;
mas por qu ufano mis victorias cuento,
cautivo en tu prisin? Cunto ms puedes
si me rendiste, oh, bella Deyanira
16
De igual modo, la queja de Dido,
yo explcito
en el siguiente soneto de Fernando de
Herrera, resulta fcilmente interpretable como la queja del
yo implcito,
vctima de la ma-
ledicencia por su generosidad en la entrega apasionada y sin condiciones al ser amado:
N o bast, al fin, aquel estrago fiero
del fuerte muro i del sidonio techo,
i aver trado al cativerio estrecho
a quien a Italia quebrant primero;
sino a un infame drdano extrangero,
a quien, o R oma , padre tuyo as hecho,
dezir que di, rendida, el limpio pecho,
i pagu al impo Amor injusto fuero.
T anto pudo la invidia, pudo tanto
la musa de V irgilio mentirosa,
qu'os manchar mi nombre esclarecido?
A
Hrcules;
enPoetas lricos de lossiglos XVI yXVII ed. cit.
AISO. Actas II (1990). Jos Antonio PREZ BOWIE. Pragmtica de la lrica: la enu...
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PRAGM TICA DE LA LR ICA 78 5
M as la verdad, mayor que su alto canto,
dir que menos casta y generosa
Lucrecia fue que la fenissa Dido
17
.
Las palabras que Quevedo pone en boca de Anbal en es te o tro tex to caben, igual-
mente, ser in terpretadas como el desencanto del yo implcito ante una v ida de la que no le
res tan esperar s ino pesares y desengaos:
Quitemos al R omano este cuidado,
y un nmero a sus muchos prisioneros,
pues me temen, los cnsules severos,
amenaza caduca de su estado.
Impaciente a los trminos del hado
salga la alma que arm tantos guerreros:
no aprendan a servir estos postreros
aos,que del afn he reservado.
Prdigo del espritu y la vida,
despreci dilatar vejez cansada:
venganza les dar, no triunfo y gloria.
Que es desesperacin bien entendida
buscar m uerte a la afrenta anticipada
que a guardar la vida a la m emoria
18
.
La u t i l izacin del procedimiento t iene tambin lugar en contextos ldicos o pardi-
cos. As , en el s iguiente soneto de Gn gora t i tu lado De una quin ta del conde de Sal inas ,
r ibera del Du ero , el r o asu m e la f igura an tropom rfica del Pad re T ber de la mitolo ga
romana, pero s lo para cantar las excelencias de la f inca de recreo del mecenas s i tuada a
sus orillas:
De ros soy el Duero acom paado
entre estas apacibles soledades,
que despreciando m uros de ciudades,
de lamos camino coronado.
Este, que siempre veis alegre, prado
teatro fue de rsticas deidades,
plaza ahora, a pesar de las edades,
deste edificio a Flora dedicado.
Aqu se hurta al popular ruido
el Sarmiento real, y sus cuidados
parte aqu con la verde Primavera.
17
Cito por
Poesa castellana original completa,
ed. de
CRISTBAL CUEVAS
(M adrid: Ctedra, 1985);
figura, sin ttulo, en la p. 340.
18
Fun eral discurso de An nibal, tomand o el veneno para mo rir, vindose viejo, solo y desterrado ;
ed. cit.
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786 JOS ANTONIO PREZ BOWIE
El yugo desta puente he sacudido
por hurtarle a su ocio mi ribera.
Perdonad, caminantes fatigados
19
.
Y ya en un contexto totalmente pardico, se encontrara el empleo que de la primera
persona ajena como sujeto de la enunciacin hace Lope de Vega en el soneto titulado
Lamntase Manzanares de tener tan gran puente:
Qutenme aquesta puente que me mata,
seores regidores de la villa;
miren que me ha quebrado una costilla;
que, aunque me viene grande, me maltrata.
De bola en bola tanto se dilata,
que no la alcanza a ver mi verde orilla;
mejor es que la lleven a Sevilla
si cabe en el camino de la Plata.
Pereciendo de sed en el esto,
es falsa la causal y el argumento
de que en las tempestades tengo bro.
Pues yo con la mitad estoy contento,
triganle sus mercedes otro ro,
que le sirva de husped de aposento
20
.
En tal caso estaramos ya en el lmite de otros gneros como la adivinanza o el enig-
ma, caracterizados por el predominio de la funcin ldica del lenguaje, y en los cuales la
utilizacin de la primera persona ajena se constituye en marca distintiva.
Como conclusin tras este breve recorrido por algunas muestras de la lrica de los Si-
glos de Oro se puede establecer que el uso como sujeto de la enunciacin de una primera
persona no identificable con el yo autorial no es un procedimiento excesivamente fre-
cuente; su rareza obedece a las dificultades que entraa para el lector la construccin del
yo implcito con el consiguiente fallo de los mecanismos identificadores. De ah que su
aparicin se detecte en los subgneros ms fuertemente mediatizados por la convencin,
como la poesa funeraria y la de tema mitolgico. En la primera, est apoyado por la con-
sideracin convencional del epitafio como un mensaje postumo del difunto, si bien la fi-
nalidad panegrica que suele tener este subgnero provoca que aqul sea sustituido como
hablante lrico por otros enunciadores (abstracciones u objetos inanimados) para evitar la
situacin chocante de que sea el fallecido quien entone su propio elogio. En la lrica de
tema mitolgico el uso del procedimiento est basado en la relacin identificadora del yo
implcito
con un personaje de la Antigedad greco-latina, identificacin que propicia la
potenciacin de los sentimientos de aqul.
19
Sonetos completos, ed. cit.
20
Poesa lrica, ed. cit.
AISO. Actas II (1990). Jos Antonio PREZ BOWIE. Pragmtica de la lrica: la enu...
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