8/10/2019 Montaigne, Ensayos, Seleccion
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MONT IGNE
ENS YOS
C OMPLETOS
Traduccin
del
francs
y notas por
JU A N
G
DE
LUACES
Con
unas notas
prologales
de
EMILIANO
M
AGUILERA
VOLUMEN
vl L {
V ~ l - v ~ - - 1 .
O B R S M E S T R S
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DEL
AUTOR
AL
LECTOR
He
aqu un libro de
bu
ena
fe
lector . En l advertirs
desde el principio que no me
he
propuesto, al hacerlo, fin al
guno, no siendo
dom
stico y privado.
No he
tenido en la
menor
consideracin tu servicio ni
mi
gloria porque m s
fuerzas no son capaces de ello . Lo he dedicado al uso par
ticular de
mis
parientes y amigos para que, cuando me pier
dan lo
que
suceder muy rpronto), puedan volver a hallar
en l algunos rasgos de m condicin y
humor
y por este
medio
les quepa
nutrir
y tornar ms
ente
ro y
ms
vivo el
conocimiento
que
tuvieron 1e
m. Si
yo hubie
se pretendido
buscar el favor del
mundo
me hubiera engalanado
con
pres
tadas hermosuras; pero no quiero sino que se me vea en
mi manera sencilla, natural y ordinaria, sin estudio ni arti
ficio, porque slo me pinto a m
mismo
.
Aqu
se leern a lo
vivo mis defectos
e
imperfec
ciones y mi
modo
de ser, toclo
ello descrito con tanta sinceridad como el decoro pblico
me lo ha permitido. Y s
yo
hubiese estado en esas nacio
nes de las
que
se dice
que
viven an bajo la dulce libertad
de las primitivas leyes de la Naturaleza, aseguro que de
buen
grado
me
hubiese pintado, por entero y totalmente al des
nudo.
As
yo mi smo soy el temq de mi libro, y no hay
raz; --lect
or
, para que emplees tus ocios en nateria tan
frvola y vana.
Adis
pues.
En
Montaigne, a 12 de junio de 1589.
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MONTAIGNE
Jam nema {essus saturusque videndi
Suspicere in coeli dignatur lucida templa
(161).
Y esas cosas conocidas, si de nuevo nos fueran presen
tadas, las hallaramos tanto o
ms inc
rebles
que cualesquiera
otras. As,
Si
nunc
primus marta libus adsint
Ex improviso ceu sint ob
j
cta repente
Nil magis his rebus poterat mirabile dici
Aut
minus ante
quod
aud erent fore credere gentes (162).
Qui
en
nunca vio ros tiene por ocano al primero
que
ve, y las cosas que para nuestro conocimiento son las
ma
yores, las juzgamos las ext remas h echas
por la naturaleza
en
su clase:
Scilicet
et
fluvius qui non est maximus ei
st
Qui non ante al
iquem
majorenz vi dit; et ingens
Arbor hornoque videtur; et omnia de genere omni
Maxima quae
vidit qui
s
qu
e haec ingentia fingit
(163).
Consuetudini
oculorum assuescunt animi ne
que
admiran-
tur neque requirunt rationes earum rerum quas semper
vi den t (164). La novedad, ms
que la
grandeza
de
las cosas,
es lo
que
nos incita a buscar sus causas. Hemos, pues , de
juzgar
con ms reverencia la potencia infinita de la
natu
raleza y cQiliilas t:rmird-ad nuestra flaqueza e ignorancia. -Hay
muchas
cosas
poco
-
veros
miles
que nos son atestiguadas por
personas fidedignas, y
sobre
esas cosas, ya
que no
las
crea-
-';lJ
mos,
< k _ s i ~ j a r
: : ? juicio
s u ~ t ; n s o
pues c_onde-
\ narlas por imposibles es tener la te merana presunc10n de
que
sabemos h
asta dnde
llega la posibilidad. Si co
mp
ren
diramos bien la diferencia que hay entre lo imposible lo
inusitado,
y
entre
lo
que
va contra el
orden de la naturaleza
y lo
que contradice
la comn opinin de los hombres;
s1
, en
resumen, no creyramos temera riamente, ni d l O s c r ~ y s e o
con
facilidad, observaramos
la regla a
l
"Nad
a excesivo'',
de Quiln.
Hallamos en Froissard que el
conde
de Foix supo , en
(161) Ya
saciados
de l espectculo de los cielos, no nos
dignamos
elevar lo s ojos hacia esos relucientes templos . ~ L u c ~ c i O
I ,
1037 )
162) Si apareciendo de pronto esas
maravillas ImpresiOnaran
nue s
tro s oj
os
por primera vez,
a
qu no s cabra
c o m p r
en la natu
raleza? Porque antes de percibirlas no _podramos tmagmar nada e m e -
j
ante.
(LuCTecio, - , 021) .-
- 163) Grande parece el ro que no lo es al que no v ~ o antes otro
mayor; y asim.ismo ocurre
con un
rbo l.
hombr
e
Y
c u l q m ~ r
otra
co
sa ,
si nada ms grande se ha visto en la
mi s
ma
especie.
_ Lucrecw, VI, ?14:
164) Nuest ro nimo , familiarizado
con
los obJetos que a . dta;w
divisan nuestros ojos, no los admira ni busca sus razones.
C1c
eron,
de Nat. deor., II , 38. )
ENSAYOS COMPLETOS
33
el Bearne, la noticia del revs de Juan de Ca
st
illa en Alju
barrota al
da sigu
iente de
ocurrir; y leyendo esto y los
medios que se aducen, podemos sin duda burlarnos de ello.
Lo mismo se
aplica
a esa afirma cin de nuestros
anales,
sobre
que el
Papa Honorio,
el mismo
da que
el
rey
Fe lipe
Augusto
muri, mand hacer funerales pblicos en t oda Italia. En
ver
da
d,
la
autoridad
de
esos
testimonios no tiene
una
categora que refrene nu e
s
tra
in credulidad.
Pero
luego en
contramos que Plutarco , a ms
de
ciertos
ejemplos
antiguos
que alega, dice
saber
a ciencia cie rta que,
en
ti empos de
Domiciano, la batalla que Antonio perdi en Alemania, a
m uchas
jornadas de
Roma, fue
sabida en Italia
y
difundida
por
todo
el mundo el mismo da que se prod uj o. Csa r opina
que a menudo
la
fa ma
de lo
ocurrido se adelanta al h echo.
Diremos, pues,
que
esas personas se dejaron engaar como
el
vul
go, por no ser tan clarividentes como nosotros? Hay
cosa ms delicada,
ntida
y viva
que
el juicio
de
Plinio
cuando qu iere ponerlo en juego?
Hay
algo ms alejado de
la vanidad? Dejo aparte la excel
situd
de su saber,
al
que
doy menos
valor, y
pregunto
si
en una
sola
de ambas
cosas
le
aventajamos. Con todo, no
hay
l
etraduelo que no le acuse
de falsa y no quiera darle
lecciones
sobre las obras de la
naturaleza.
Podemos contradecir las historias que sobre
las e l i q u i a ~
de san
Hilara
narra
Bouchet, porque
la autoridad
de
ste
no es tal que nos prive de desmentirle.
Pero condenar
tanta
copia
como
de tales
hi storias
hay
en
el
mundo, parceme
singular insolencia. El gran san Ag
ustn atestigua que
un
nio ciego recob r
la
vista, en
Mil
n , merced a
las
reliquias
de
santos
Gervasio y
Protasio. Una mujer, en
Cartago,
fue
curada
de
cncer cuando otra mujer
recin
bautizada hizo
sobre ella la seal de la cr uz. Hesperio, familiar del au tor
citado, expuls
los
esp ritus que infestaban su casa, usando
un
poco de
tierra
del sepulcro de
N
ues
tro
Seor.
La
misma
tierra, transpo
rt
ada a la iglesia despus, cur repentinamente
a
un
paraltico. En
una
procesin
una mujer toc
el relicario
de san
Esteban
con
un ramillete y,
frotndo
se
con
ste los
ojos, recobr la vista, perdida haca mucho . otros varios
milagros
nos
dice
Agustn
h
aber
asistido. Le
acusaremos
a l y a los santos obispos Aurelio y Maximino, que cita?
Diremos que
aquello
fue
ignorancia, simpleza, credulidad.
malicia o impostura?
Hay
en nuestro siglo
hombre
tan
descocado que se crea comparab
le
a ellos tanto en virtud y
piedad como en saber,
buen
juicio y suficiencia? Qui
ut
r -
tionem nullam af ferrent ipsa auctoritate me frangerent (165).
Es atrevimient2 _ pe
lig oso d_espreci
ar
lo
que no conc
_-
165) Aun si ninguna razn adujesen, con su autoridad me
venceran. Cicern,
T usc. quaest.
I, 21.)
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,
MONTAIGNE
h11jo pol o . Y s i algo separa el nuevo m undo de ellos, es
11
l qu c
o es tr
ec
ho o
intervalo
, que
no justificara
el
nom-
lll isla pa ra las
re gion
es
descubiertas.
P;
1r
cce
que hay mo vimi
entos,
un os naturales y otros
febri-
l s, en los grandes cuerpos celestes como
en
los nuestros . El
rfo
Dordoa se decanta hacia
su
orilla iz q
ui
erda , y en veinte
;tr
io
s
ha ganad
o mucha tierra y minado los c
im
i
entos de
va rios edificios. Obvio es
que aqu se
trata de
un
a ag it aci
n
ex traordm
an a
,
porque
si
siempre hubiera ese ritmo,
o
debie-
ra
lle ga r a
haberlo,
la
faz
de l mundo se trastornara. Pero
los cambios van unas veces por un lado y otras por otro,
cuando no se contie nen .
Ya
no hab lo de las inundaciones re-
p e n t i ~ a s cuyas causas conocemos.
En
M edoc,
junto
al mar,
el s e n o ~ de
Ar s
ac , he rmano mo,
vio
una: tierra suya
sepul-
tada
bao
las arenas q ue el
oc
ano vomitaba.
Aun
sobresalen
a l ~ las cspides de algunos edificios. Las re ntas y tierras de
m herman o se han transformado as en
co
sa harto pobre.
D1cen los hab1tantes de la r egin que el
mar
desde hace
algn
tiempo,
avanza de tal modo que
ya les
ha arrebatado
cuatro
leguas
de terreno.
Esas
a
re nas
forman
grandes
mon-
t a ~ s moved izas que preceden en media leg ua al ma r como
batidores, ganando sin
ce
sa
r
espacio.
Qui rese r
elac
ionar es
te
descubrimiento
con
otro
pasaj
e
de la an t igedad, es
decir,
uno de Aristtoles, en el supues-
to
de
q ue e l cu ri oso lib;ito de las Maravilas inauditas
sea
suyo. Cu n ta se
all
que algunos cartagine ses, habiendo
cr u
za
do el est r
echo
de Gibraltar y sa l
ido al
A tl
n tico,
n
ave
ga ron
much
o tie
mpo
y
al
fin de scubrieron un a isla
vasta
y frtil,
cub1erta
de bo
sques,
surcad a por grandes y h ondos ros y
muy
alejada
de tierra
fir
me . Los descubr
ido
res, y t
ras
ellos
otros, atrados po r la bondad y fertilidad de l terreno, se ins-
talaron en la
isla
con
sus familias
y principiaron a aclima
ta rse. Los seores de Cartago , viendo que su pas se de
spo-
blaba poco a poco, prohibieron bajo pena de
mu
e
rt
e el ir a
aquella
isla y a
un
e
xpulsaron
a los
nuevos
h abita
nte
s,
te -
miendo,
se
di ce,
que
con
l
ti em po tal colonia se multiplicara
tanto
que acabase suplantando a la m etrpoli y arruinando
al
Estado. Esta narraci
n de
Ar is
tteles
n o
parece aplicable
a
las nuevas tie
rras.
El ho mbre a que me refer era simple y
tosco,
condicin
buena
pa
ra dar testimonio
sincero,
porque
las
gentes
sutiles,
si bien ven m s co
sas
y m ejor, las glosan al describirlas y, a
fin de
reforzar
su
interpr
etacin y
convencer de ella, alteran
algo la histor ia, no diciendo las c
osa
s puras, sino seg n la
ca ra con que las vie
ro
n,
alargndolas
y am plin
do
las para
infundirles
ms
v
erosimilitu
d. Por eso convienen ho mbres
muy fieles, o
tan
sencillos que no sepan revestir las
co
sas de
apariencias
c
re bl
es .
As era mi
h
ombre
.
Hzom
e,
adems,
conocer a
varios
marineros y me r
ca
d
eres
qu e ha
ba
tratado
ENSAYO S COMP LETOS
153
n sus via jes, y por eso a su narracwn
me
atengo y
no
a lo
que
dicen
lo
s cosmgr
afos
.
Cie
r to que es conveniente tener
g ~ : o g r a f o s
que
nos informen con
detalle de los lugares
11 1ue han estado, pero el haber
vivido,
por
ejemplo,
en
l
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