Asesor: Dr. Aimé Olivas UACH Facultad de Filosofía y Letras
Después de realizar la lectura “El laberinto de la soledad” de Octavio Paz, explica las ideas aún vigentes sobre la cultura en México.
Por: J. Francisco Ricarte U. Noviembre 2013 Filosofía de la Cultura
Asesor: Dr. Aimé Olivas UACH Facultad de Filosofía y Letras
Máscaras mexicanasSi quiere el hombre, sentirse pleno y en comunión con el entorno que lo rodea, debe primero descubrirse, conocerse a sí mismo, admitir el “Yo sólo sé que no sé nada”, para que en el momento en que se le presente lo sublime de que le ofrece la vida, en un conjunto de ideas, pensamientos o sentimientos; emergidos desde el fondo más anhelado por la humanidad, ese momento de silencio en el que se olvida de todo, de las carencias y exigencias, necesidades y caprichos. Llegar a este punto no es nada fácil, y como lo plantea Octavio Paz, ganador del Premio Nobel en Literatura, en su obra “El laberinto de la soledad”, lo que atraviesa el hombre es un proceso de formación constante que depende de un sinfín de variables determinantes para un momento determinado en un contexto histórico específico de México. Así que, el mexicano, que, por su incapacidad, casi congénita de adaptarse o recibir genuinamente a otros que llegan a la sociedad en la que están todos sumergidos.
Los mexicanos al momento de vivir su historia, parece que adopta una nueva personalidad, cambia de actitud, o como menciona el autor, como si usara una máscara cada vez que tiene que entrar en la novedad y adaptarse por el inevitable cambio por la intervención del hombre con la naturaleza del país salvaje y vasto, que ha sido testigo de fulminantes hipocresías y desdichas humanas, a las que se ha tenido que adaptar sin opción o posibilidad por las circunstancias que lo condicionaron tajantemente. Lleva al mexicano a olvidarse del origen, de los cimientos y de los argumentos que lo llevan a descubrir quién es, porqué lo es y cómo ha sido lo que ha pasado para que sea como es, como ser contenido en una misma cultura única, de un país incomparable a otro, de México.
En “El origen del hombre”, Charles Darwin, naturalista inglés que postula la evolución de las especies, distingue seis emociones básicas que tienen los hombres en común con los animales, las cuales son: miedo, sorpresa, aversión, ira, alegría y tristeza. Cada una de éstas emociones representará cada episodio que ha atravesado México como entidad; y las etapas que debe desarrollar el mexicano para estar dentro de un continuo vaivén, de un continuo recorrido del laberinto que surge ante la necesidad del mexicano por cosechar su existencia única e irrepetible en la planicie terráquea.
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Miradas en los ríos:Máscara de sorpresa
El mexicano es sorprendido, en un momento de fragilidad cosmogónica, el
mexicano se logra ver a sí mismo, ya no en los espejos mágicos traídos por los
españoles, sino que lo hace en sus lagos o ríos, en aquellos donde se reflejan los
rayos de luz que desde el espacio llegan hasta rebotar en su inconciencia; un
momento falaz en el que converge toda esa energía astral en el único órgano del
hombre que se encuentra
descubierto, actuando como
espejo, reflejándole, de manera
siniestra, leve y paulatinamente,
quién es él.
A pesar de la poesía cosmogónica
que pueda acompañar esta
reflexión, la máscara de sorpresa
surge de manera disimulada, con
un interés que le da vergüenza,
que lo aleja y retrae, lo amplia y
limita; comienza a compararse
como ser humano ante otras
sociedades, con las que ha terminado rechazado, victimizado o estigmatizado por
su condición de mexicano, que a fin de cuentas, termina cohibido por que se
descubra quien es. Rechaza el aporte que la cultura pueda llevar a su vida, pues
ahora con su máscara de asombro, de sorpresa fingida, el mexicano se crea a sí
mismo, pone su límite ante todo aquello que rechaza o ve como amenaza, a
diferencia de la sorpresa que la estética de sus creaciones hace en sí mismo.
El mexicano, se ha visto como un perdedor ante el mundo, siempre vencido,
siempre en segundo lugar, o ni eso. Pero es parte del proceso del mexicano, tiene
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que se así para que se le distinga como tal. El hecho de que se sorprenda consigo
mismo, al descubrir alguna incongruencia entre lo que los arraiga como seres que
contienen cierta historicidad y con lo que están viviendo, da origen a la conciencia
del propio ser, lo lleva a una reflexión de su existencia, de lo que está haciendo y
lo que no, que lo mantiene en estado de asombro, de sobresalto a la menor
levedad, pues espera que no se descubra la identidad no-mexicana que tanto le
ha costado adoptar.
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¡Piedad!:Máscara de miedo
Ahora el mexicano siente miedo porque empieza a conocerse a sí mismo, tiene
miedo de su misma condición que lo inmoviliza, que lo ata con una cuerda de luz
que nadie ve más que él mismo. Construye su imagen según sea el género, pero
va más allá, lo que define su curso es si es hombre o mujer, sin tomar en cuenta el
sin fin de categorías que la naturaleza ofrece para hacer omisión de esta
determinación, que sólo ha enjaulado a la naturaleza femenina sin razón objetiva.
¿Cómo ha sido la percepción del género en el mexicano? Aunque se quiera negar,
el momento actual, la existencia de actitudes machistas es aun innegable, y la
desvalorización humana de las mujeres continua, al grado de servir a cambio de
un trueque animal, que niega totalmente la voluntad de albedrío en esas mujeres.
Existen dos frases coloquiales que se usas con precisión a la tendencia machista:
“mmm… está padre”, sirve para todo aquello que sea exuberante, actual,
novedoso, que da características positivas a quien reciba la frase. Caso contrario:
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“mmm…ta madre”, que se atribuye a toda aquella situación en la que el destino ha
marcado una jugada, frase con la cual se denigra al presente, el regalo del tiempo,
pues constituye, en esencia, una actitud de odio y devaluación a la mujer, quien es
una puta, una prostituta, una vendida, una mujer chingada. Caso curioso que el
mexicano se puede poner de acuerdo, incluso sin estarlo, en que se pueda
mandar cualquier madre a la chingada, pero hay una que es intocable, la Virgen
de Guadalupe. A ella todos la respetan y le llevan flores el 12 de Diciembre, cada
año. Pero como al mexicano le encanta la fiesta y postergar las cosas hasta un día
antes con cualquier excusa, inventó el “día de las madres”, ocasión en la que el
hijo renegado de su historia, se embriaga hasta más no poder para festejar a
quien lo trajo al mundo, para el resto del año, tratarla de la chingada; mientras ella
acepta, atónita, las emociones etílicas del hijo que sólo ese día le va a demostrar,
pues su condición de género humano lo mantiene limitado a aquello que puede y
no sentir.
La máscara del miedo en el mexicano, es entonces, reflejo del trabajo de su
conciencia, que lo considera funcional en relación a su función sexual. La mujer,
se queda sin palabras al tratar de asimilar su devaluación; el hombre que no se
sorprende, vive enajenado de la realidad y atado a sus pasiones instintivas. El
hombre mexicano, debería entonces, sorprenderse por la devaluación o
degradación del ser humano, que sólo pervierte su progreso en función de su
cultura.
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Alejad:Máscara de la aversión
Es momento de que el mexicano use la máscara de la aversión, de la incomodidad
y el desagrado. El mexicano empieza a manifestar esa incomodidad que sintió
cuando se descubrió a sí mismo en el reflejo del río mientras usaba la máscara de
la sorpresa. Siguió acumulando conocimiento de su cultura para después, sentirse
saturado, hastiado. Es una máscara crucial en la identidad del mexicano. Los
componentes para determinar una actitud, se van disgregando en él poco a poco
mientras va negando todo vínculo con su pasado, y lo ve ajeno a él, mientras
ambos se destruyen mutuamente, el hombre al alejarse de lo que en un inicio era
su historia, su cultura. Como adolescente que se rebela contra sus padres, el
mexicano empieza a quebrarse, lo que hace que si mente sea presa fácil para los
sugestivos cazadores.
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En la actualidad, quien no se conoce a sí mismo, se vuelve víctima de la
masificación del lenguaje por los medios alternos para su transmisión, que sólo
marean un ideal en el cual el mexicano se confunde y se desconecta de la
realidad tan disonante con la que idealiza y vive. Esta aversión del mexicano hacia
su pasado lo sume en la total pasividad, o lo motiva a ser el sujeto creador de su
propia historia, con la que va a intentar reconectarse por medio de expresiones
culturales como el arte o la política. La aversión del mexicano a lo mexicano se
vive hoy en día disimuladamente, para no figurar como retrógrada, aunque es
parte vivencial del mexicano. Esta aversión debe replantearse como motor a la
imaginación del mexicano seguro de sí, que es capaz de manifestarse en la
sociedad, aunque consciente o inconscientemente la desprecie y desee acabar
con ella.
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¡A la chingada!:Máscara de la ira
Cuando el mexicano se enoja, arrasa y va con todo. Por eso la máscara de la ira,
que lo mantuvo constante en esa transición que lo transformó y reformó; su
identidad se forjó con movimientos sociales históricos como la Independencia o
Revolución. La ira del mexicano se representa en masas violentas y enojadas,
pero teniendo el conocimiento de los valores que se persiguen. Cuando el
mexicano se enoja y decide cambiar, se junta con otros, planea y transforma. En
su arranque de furia, puede seguir sin voltear a verse a sí mismo y destruyendo
todo lo que toca por curiosidad, incluyéndose a sí mismo. Es decir, si se deja llevar
por lo que otros le imponen, su voluntad jamas será libre.
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La monarquía absoluta, el capitalismo, el feudalismo, fueron conceptos que se le
impusieron al mexicano y tuvo que adoptar una pasividad por ellos, incluso de
pensamiento para que la asimilara como real y única salida de su miseria. Si ya se
había revelado en su interior y el medio externo, la sociedad, le frena su voluntad
de cambio, el mexicano que está enojado se confunde, vive una confusión entre lo
que piensa y lo que ve; termina por perder la cordura y su ambivalencia lo tortura
más hasta que se pierde en su furia cegadora. Al estar perdido y confuso, el
mexicano se entrega. Y así se ofreció a la solución que le fue ofrecida por la
Iglesia Católica, la cual le facilitaba la salida del laberinto de la soledad, trazándole
el camino, diciendo que sí puede y que no puede hacer. Es por eso, que tuvo tanto
crecimiento en los mexicanos, pues resultaba un atajo engañoso en la búsqueda
de identidad. Fueron prohibidas muchas áreas del conocimiento, como político y
económicos, que solamente permanecía para los burgueses. Se presupone que
en la actualidad el mexicano vive en democracia, y en todos los ámbitos, por la
oportunidad de educación que se volvió asequible para todos, sin embargo, es
sólo una farsa que se ha aceptado con nombre de corrupción. La oportunidad de
intervención del mexicano en el Estado permanece cerrada sólo para un área de
la sociedad. La furia del mexicano, oscila, entonces, en un estado de aceptación,
cuando observa la miseria en que vive y no hace nada para cambiar; cuando sabe
que la democracia está arreglada y pensada, mientras permanece en silencio
tomando cerveza o rezando a la Virgen para que las cosas mejoren. Por otro lado,
vive un estado de confusión que le marca ideales o valores morales y éticos que
no concuerdan con su naturaleza; el mexicano ensueña de día, se aisla en el
humor negro y ácido que, no es más que un medio para sanar el dolor inevitable
que siente por ser mexicano.
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Frijoles petrolerosMáscara doble: felicidad y
tristeza
La última máscara del mexicano no se parece a ninguna de las anteriores, ésta
tiene una característica única, que revela el último paso del mexicano para que se
pueda revelar ante una sociedad que tal vez no está preparada para verle, y de
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hacerlo lo ve mientras se pone una máscara para que no lo reconozcan. Es la
máscara de la felicidad o la tristeza, representa la aceptación de la realidad, se
expresa por medio de una conducta alegre, positiva, feliz; cuando el hombre se
encuentra en proceso de asimilar su estado de confusión procedente del uso de la
máscara de la ira, es cuando se pone triste, se siente derrotado y abatido por el
instante que se pierde en el laberinto de la soledad. Es una máscara doble,
bipolar, que ocuta algo, una parte de sí se lamenta haber permanecido inherte
mientras la otra festeja días de asueto que ni siquiera comprende. La agronomía,
la educación y el petróleo; fueron parte de los elementos de los que se valió el
hombre para llevar a cabo su expresión con el medio. Representaban sectores de
la sociedad que se iban masificando poco a poco, lo que dejaba muchos
mecivanos en ese estado de neurosis por la sobriedad y oscuridad de su realidad.
Mismos elementos que cuando se ve a sí mismo, los desconoce. Como el caso
del petróleo, que actualmente es desconocido por la gran mayoría, olvidando que
fue el motor para una transición importante en la historia nacional. Como el
mexicano que al verse siprendido por su miseria, y dudando de sí, se va de
mojado a Estados Unidos. Para que cuando se realice como ciudadano, recuerde
a México y lo niegue en su totalidad, con disgusto. A ellos, decirles frijoleros es un
gran insulto, les recuerda el platillo humilde servido por su chingada madre,
olvidada y dejada. Ahora, parece que el insulto sería –petroleros-, mientras se
vende la identidad nacional, al mexicano confundido lo flaquean cada vez más con
cada telenovela, cada partido de fútbol, con cada mentira que con miedo el
mexicano acepta como salida del laberinto de la soledad, de lo contrario, sigue en
el mismo curso del cual la única salida es la muerte.
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