LA NOTACIÓN VISIGOTICO-MOZARABE Y EL ORIGEN DE LAS NOTACIONES OCCIDENTALES
JAIME MOLL
El estudio de la notación visigótico-mozárabe, transmisora de la riqueza melódica de su liturgia, ha sido objeto de atención y estudio a lo largo de los últimos siglos. De los intentos fantasiosos del siglo XVIII —Jerónimo Romero de Avila, Francisco Fabián y Fuero— de transcribir las melodías, hemos de llegar a fines del siglo xix para ver tratada la notación visigótico-mozárabe con criterios científicos. En el volumen I de la Paléographie Musicale, los monjes de Solesmes analizan las distintas notaciones musicales occidentales, demostrando su unidad básica, e incluyen entre las mismas la notación visigótico-mozárabe, refutando la tesis de J. Foradada Castán (1), aceptada por J. F. Riaño (2), de considerar dicha notación como de base alfabética, relacionada con el alfabeto criptográfico usado por notarios leoneses entre los siglos x y xu.
(1) J. FORADADA Y CASTAN, Signaturas escritas con caracteres considerados hasta aquí como neumas o signos musicales, «El Arte en España», VI (1867), pp. 105-109.
(2) J. F. RIAÑO, Critical and bibliographical notes on early spanish music, Londres, 1887.
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La Introducción a la paleografia musical gregoriana (3), del P. Gregorio M. Suñol (ampliada y puesta al día en su versión francesa de 1935) y El canto mozárabe (4), de los monjes de Silos Casiano Rojo y Germán Prado (trabajo premiado en 1926 por la Academia de Artes y Ciencias Históricas de Toledo), marcan dos importantes hitos en el estudio y análisis de la notación visigótico-mozárabe. El padre Suñol, basándose en la datación de los manuscritos visigóticos hecha por los paleógrafos textuales y siguiendo las líneas evolucionistas aceptadas por la mayoría de los estudiosos de las notaciones occidentales, señaló unas fases evolutivas en la notación visigótico-mozárabe. En la primera de ellas colocó los manuscritos litúrgicos toledanos junto con algunos manuscritos procedentes del monasterio de Silos, aunque estos últimos mostraban ya unas características distintas. De esta manera se consolidaron los dos tipos clásicos de la notación visigótico-mozárabe: notación toledana —la más primitiva, con tendencia a la horizontalidad— y notación del norte de España, con tendencia a la verticalidad y mucho más rica en formas neumáticas. De las formas simples se pasaba a una mayor complicación semiótica.
Esta división temporal-espacial establecida perdió su fuerza al señalar el P. Louis Brou (5) la existencia de notación nórdica en manuscritos de Toledo. A las hipótesis que se adujeron para explicar esta presunta anomalía, junto con las dadas para otras de tipo litúrgico, la nueva datación de los manuscritos litúrgicos toledanos, propuesta por A. M. Mundo (6), dio la solución esperada: los manuscritos procedentes de Toledo eran mucho más modernos de lo comúnmente aceptado. La comunidad mozárabe toledana mantuvo la letra visigótica como un rasgo distintivo de afirmación de su personalidad, letra unida a su peculiar liturgia, de hecho formando parte de la misma. Es una nota típica de una minoría marginada, en lucha,
(3) Montserrat, 1925. (4) Barcelona, 1929. (5) LOUIS BROU, Notes de paléographie musicale mozárabe, «Anua
rio Musical», X (1955), pp. 29-31. (6) A. M. MUNDO, La datación de los códices litúrgicos toledanos,
«Hispània Sacra», XVIII (1965), pp. 1-25.
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una forma de autodefinición y autodefensa. Desde el punto de vista notacional, la nueva dotación de los manuscritos toledanos plantea el problema de su origen: ¿es una evolución simplificadora, ante el desconocimiento de su significación, de la notación llamada nórdica?, ¿es una derivación de otra notación? Nuestra ponencia, resumen de un trabajo más extenso, no abordará los problemas de la notación toledana, su problemática es distintq, limitándose al estudio de la llamada notación del norte de España, al margen de las líneas establecidas hasta el presente por una estructuración evolucionista.
Antes de entrar en el estudio de algunos aspectos de la notación visigótico-mozárabe, hemos de abordar algunas cuestiones de tipo general. Una de las bases de las teorías evolucionistas se encuentra en la presencia de neumas muy simples en algunos manuscritos no musicales. Ya el profesor Jammers (7) señaló la diferencia entre estos manuscritos, generalmente con textos que habían de ser cantados por el celebrante y, por lo tanto, con melodías más sencillas, que exigían una notación más simple, y los manuscritos litúrgico-musicales para cantores, con melodías más melismáticas y, por lo tanto, con una notación más rica. En los más antiguos manuscritos litúrgico-musicales para cantores ya encontramos establecidas las distintas familias notacionales occidentales, emparentadas entre sí y con algunas características comunes, pero plenamente diferenciadas. En cada familia hay que distinguir unos pocos manuscritos, obra de copistas que conocían a fondo la notación usada y que la emplean en toda su riqueza de posibilidades y con una perfecta coherencia. Otros manuscritos, coetáneos o posteriores, de copistas no tan preparados, nos ofrecen una notación cada vez más incoherente, con simplificación del número de sus signos, con una mayor degradación, hasta que se opera una nueva reestructuración, que permite, con una economía de signos, lograr resultados más perfectos. Piénsese en los pocos manuscritos con notación de San Gall que mantienen coherentemente la riqueza expresiva de la misma. Piénsese en los po-
(7) EWALD JAMMERS, Tafeln zur Neumenschrift, Tutzing, 1965, pp. 26-27.
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cos manuscritos con notación aquitana que indican la situación del semitono. En ambos casos nos encontramos con obras de copistas conocedores de la notación empleada. En la notación aquitana el uso de las claves y el aumento y colorido del número de líneas permitió simplificar la grafía de la virga indicadora del semitono, no usada en la mayoría de los manuscritos. Ello nos permite presentar la estructura evolutiva típica de las notaciones, que no se limita a las antiguas notaciones gregorianas, sino que puede también aplicarse a las notaciones posteriores, monódicas o polifónicas, religiosas o profanas.
Toda notación presenta en su formulación una estructuración complicada, que, usada por copistas ignorantes, pasa por una fase de incoherencia en el uso de sus signos, lo cual lleva como consecuencia una degradación de la misma y una simplificación del número y forma de los signos usados. En este momento, o la notación degradada es sustituida por otra o se procede a una reestructuración simplificadora, dando origen a una notación más fácil y clara, la cual a su vez puede seguir el proceso que acabamos de señalar.
Por otra parte, hemos de señalar que en la mayoría de notaciones gregorianas encontramos distintos neumas para la misma combinación de sonidos (8). Por ejemplo, un podatus, dos notas ascendentes, puede ser representado por varios signos, que en los manuscritos cuidados indican diferencias melódicas, rítmicas o expresivas. Distinguimos, por tanto, una significación genérica y una significación específica.
Señaladas estas cuestiones previas, vamos a abordar el estudio de la notación visigótico-mozárabe no toledana, buscando ante todo unas características distintivas, propias de esta familia notacional. Las principales características de esta notación son la riqueza de signos y el predominio de formas en bucle. Repasando las tablas del P. Suñol o de los PP. Rojo y Prado, podemos ver cómo las principales combinaciones de notas son representadas por varios neumas. ¿Tendrán todos la misma significación? Creemos que, como en otras notaciones,
(8) Sobre las distintas significaciones de los neumas de San Gall, véase EUGENE CARDINE, Sémiologie Grégorienne, Solesmes, 1970.
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hay que distinguir en la notación visigótico-mozárabe la significación genérica y la significación específica de cada neuma.
Ante esta riqueza semiótica, ¿nos encontramos ante una evolución creadora, enriquecedora del número de signos, ante el capricho decorativo de los copistas o bien es el reflejo de una notación sabiamente estructurada? Una selección de ocho neu-mas característicos, relativamente simples en su grafía, hemos podido localizar en los manuscritos conservados y, todos o gran parte de los mismos, en los fragmentos conocidos (fig. 1). Las variaciones no son estructurales, sino debidas al escriba, a su cuidado o descuido caligráfico. La notación se nos presenta ya constituida en los manuscritos más antiguos y se mantiene a lo largo de tres siglos. Indudablemente, hemos de reconocer las dudas existentes sobre muchas dataciones de manuscritos y la necesidad de un estudio y revisión de las mismas. Pero el testimonio de un manuscrito no litúrgico, con melodías simples, no melismáticas, en dos de las poesías que contiene, es una prueba de la antigüedad de la riqueza de los signos que nos presenta la notación visigótico-mozárabe. Se trata del manuscrito lat. 8093 de la B. N. de París (cinco cuadernos del mismo —sin notación— se encuentran en Leiden, Voss. lat. F. 111), antología poética escrita con seguridad antes del año 860, fecha de la muerte de Floro de Lyon, que dejó notas en el mismo (9), y atribuido generalmente al primer cuarto del siglo ix, escrito —excepto unos folios añadidos (10)— en una visigótica pura, en Cataluña según, A. M. Mundo (11), en Septimania, según M. C. Díaz y Díaz (12). Cinco de los neumas elegidos (13), apa-
(9) C. CHARLIER, Les manuscrits personéis de Florus de Lyon et son activité littéraire, «Mélanges Poclechard», Lyon, 1945.
(10) Folios 33 a 36v. (11) El Commicus palimsest París lat. 2269. Amb noies sobre liturgia
i manuscrits visigòtics a Septimania i Catalunya, «Litúrgica», 1 (Scripta et Documenta, 7), Montserrat, 1956, p. 174.
(12) M. C. DÍAZ Y DÍAZ, Aspectos de la cultura literaria en la España Visigótica, «Anales Toledanos», III (1971), p. 50.
(13) Los números 1, 2, 3, 6 de la fig. 1 se encuentran en el fol. 18v, y los números 3 y 4 de la misma figura en el fol. 24. YVES RIOU, Les manuscrits neumés des poemes d'Eugène II de Tolède, «Annuaire 1963-1964 de l'Ecole Pratique des Hautes Etudes, IVe Section», París, 1963,
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recen ya en la notación melódica de dicho manuscrito, considerado por todos los musicólogos entre los testimonios más antiguos con notación, conocidos hasta el presente. No hay, pues, según los manuscritos conservados, un proceso evolutivo de progresiva complicación, sino el mantenimiento de un sistema semiótico que no evoluciona, estancado, variando sólo la calidad de la caligrafía, según el cuidado puesto por los copistas.
Esta congelación de un sistema de signos musicales se inserta dentro de un conjunto litúrgico-cultural de carácter conservador, con elementos que perviven —con ligeras modificaciones o adiciones— desde los últimos tiempos del reino visigodo: escritura textual, estructura litúrgica, textos litúrgicos rezados y cantados.
A la unidad espacial y temporal de la notación upada para la liturgia hispánica, ya señalada, hay que añadir la unidad melódica demostrada por la comparación de versiones de una misma pieza dadas por los distintos manuscritos que, aún matizada por tendencias regionales y quizás temporales, como las señaladas para los versos de los responsorios del oficio en el excelente trabajo de Dom Michael Randel (14), se mantiene en las líneas fundamentales.
Esta unidad melódica se nos ofrece en un estado de incoherencia notacional, incoherencia que incluso aparece en un mismo manuscrito. Frente al uso coherente de los distintos signos para una misma combinación de notas que nos ofrecen los manuscritos mejor escritos de las distintas notaciones occidentales, los manuscritos visigóticos —con alguna parcial excepción (15)— nos presentan un uso incoherente de los neumas, que si bien respeta la significación genérica no se ajusta a la significación específica que la variada escritura de una misma
páginas 317-19, da la «reconstitution neumatique» del poema «O mors omnivorax», del fol. 18z; del manuscrito. El resultado no expresa siempre la realidad de la notación, como puede verse comparándola con el facsímil de la fig. 3 del mismo trabajo.
(14) The responsorial psalm tones for the mozarabic office, Prince-ton, 1969.
(15) Por ejemplo, la señalada por RANDEL, op. cit., p. 70, para el ms. British Library, add. 30.851.
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combinación de notas exige. El copista desconoce la significación específica de los neumas y no la puede observar. Sin embargo, tuvo que existir una fase anterior plenamente coherente ele la que hasta el presente no se conocen testimonios. Los manuscritos llegados hasta nosotros nos transmiten una etapa ya degradada en su coherencia, aunque mantenga congelada la riqueza semiótica de la notación. Es en la adaptación de la notación visigótico-mozárabe a la liturgia romana donde encontramos, además de la incoherencia, la tendencia a la simplificación del número de signos y de sus formas. En el occidente peninsular, tres son los manuscritos en notación visigótico-mozárabe y liturgia romana que conocemos: un antifonario del oficio (16) y dos breviarios con notación en las partes cantadas (17), procedentes del monasterio de Santo Domingo de Silos, los cuales aún presentan la mayor parte de neumas característicos, si bien de una manera no tan profusa. En la Marca Hispánica la adopción anticipada de la liturgia romana permitió una mayor evolución degradadora en la notación catalana, hasta que fue totalmente sustituida por la notación aquitana.
Las relaciones de la notación catalana con la visigótico-mozárabe ya fueron señaladas por Dom Maur Sablayrolles (18). No podemos desarrollar este tema, pero sí exponer algunos puntos. Si estudiamos la notación de los manuscritos y fragmentos conservados podemos establecer un proceso degradativo en la misma, principalmente por simplificación del número de signos y por simplificación del trazado de los mismos —caso típico de esto último podría ser la evolución del quilisma, hasta llegar a la forma considerada como propia ele la notación catalana (fig. 2)—, lo que nos ha permitido establecer cuatro fases en dicho proceso evolutivo (19). En las dos primeras, los pun-
(16) British Library, add. 30.850. (17) British Library, add. 30.847 y 30.848. (18) A la recherche des manuscrits grégoriens espagnols. Iter his-
•panicum, «Sammelbánde der Internationalen Musikgesellschaft», XIII (1911-12), pp. 413-421.
(19) Señalamos algunos manuscritos de las cuatro fases. En las dos primeras indicamos aquéllos en que aparece el scandicus de significa-
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tos de contacto con la notación visigótico-mozárabe son muy claros y no sólo se refieren a la forma de los neumas, sino al significado de uno ele ellos, del cual vamos a tratar a continuación.
Descartado el capricho decorativo de los copistas como causa de la riqueza de signos —ya que aparecen en todos los manuscritos— y teniendo en cuenta los datos suministrados por otras notaciones, hemos atribuido tal riqueza a la necesidad de expresar notacionalmente distintos significados específicos, que desgraciadamente desconocemos, al no disponer de teóricos musicales ni de transcripciones diastemáticas de las melodías visigótico-mozárabes. Sólo los tres manuscritos de liturgia romana procedentes de Silos podían dar alguna luz, a pesar del estado incoherente de su notación. Analizando los principales neumas más característicos y menos usados y comparando las melodías que los contienen con sus versiones diastemáticas, hemos podido conocer el significado melódico de un neuma, el scandicus de la fig. 1, núm. 4, que —excepto en unos poquísimos casos— indica la fórmula musical, principalmente usada en una de las entonaciones de primer tono: re - la - si (la) o su equivalente: sol - re - mi (re). Morfológicamente, se trata de la derivación del podatus de la fig. 1, núm. 1, prolongado hacia arriba en ángulo o curvadamente. Pero el podatus no representa el intervalo de quinta que tiene el scandicus, por lo menos no ha conservado esta significación en los manuscritos de Silos. En los manuscritos de las dos primeras fases de la notación catalana también encontramos dicho scandicus y con el mismo valor melódico, lo que, como hemos dicho, añade a la identidad formal de los neumas la identidad de significación específica. Otro scandicus, fig. 1, núm. 5, tiene también el mismo valor melódico en los manuscritos silenses, aunque aparece en pocas
ción melódica. 1.a fase: Barcelona, Bibl. de Catalunya, ms. M. 1408 - 3; Copenhaguen, Univers. Bibl., 1927 AM. 795, 4.°, fol. 93u, escritura subyacente.—2.a fase: Barcelona, Archivo de la Corona de Aragón, Ripoll, 74; Paris, B. N., lat. 14.031; Paris, B. N., n. a lat. 557 (se trata del manuscrito prestado en 1890-91 por el párroco de Tech a Dom Mocquereau, adquirido por la Biblioteca en 1893); Barcelona, Bibl. de Catalunya, ms. M. 1408 - 1.—3.a fase: Gerona, Museo Diocesano, ms. 45.—4.a fase: Barcelona, Bibl. de Catalunya, ms. 1805.
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ocasiones. Su forma es morfológicamente relacionable con la del primer scandicus, aunque indudablemente en su fase primitiva, coherente, debía diferenciarse en algún aspecto de su significación.
¿Cuál es el motivo de la conservación del valor melódico de este scandicus? Creemos que radica en dos factores: la relativa rareza de la figura melódica que representa y la característica forma del neuma usado. Un uso muy restringido y para una fórmula musical muy definida ha permitido conservar el significado específico del neuma y su uso coherente, frente a un uso más generalizado y con una forma más adaptable de otros muchos neumas.
Lo expuesto, demasiado brevemente, nos permite llegar a unas conclusiones:
La existencia de la notación visigótico-mozárabe, con características propias y plenamente desarrolladas, paralelamente a la aparición de los primeros testimonios conservados de las demás familias occidentales de notación, impide considerarla una derivación de una de dichas familias conocidas.
El grado de incoherencia que muestra en el uso de su riqueza semiótica presupone una etapa anterior con un uso coherente de los signos.
La unidad y continuidad, globalmente considerada, de las fórmulas melódicas que transmite y la unidad y continuidad notacional existente en toda le Península —demostrada en la Marca Hispánica por la notación catalana, fase evolutiva de la notación visigótico-mozárabe— puede considerarse paralela a la unidad y continuidad de la escritura textual, la estructura litúrgica y las fórmulas rezadas y cantadas de la liturgia hispánica.
La estructuración de una notación complicada y coherente y su expansión por toda la Península, difícilmente podría haberse hecho en los primeros tiempos después de la caída del reino visigodo. Y teniendo en cuenta que la escritura textual, la estructura litúrgica y las fórmulas rezadas y cantadas proceden de la última etapa del reino visigodo y se conservaron a lo largo de varios siglos, creemos poder situar la estructuración de la notación visigótico-mozárabe en la misma época,
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manteniéndose igualmente congelada, pero perdiendo, por desconocimiento de sus normas, su carácter coherente; mientras que en la Marca Hispánica va evolucionando, degradándose, siguiendo la evolución normal de toda notación.
Frente a ello se puede argüir la célebre y variamente interpretada frase de san Isidoro: soni pereunt quia scribi non pos-sunt (20). Cabe suponer en la notación visigótico-mozárabe, en su fase coherente, una imposibilidad de lectura exacta, una notación que sólo indicase ciertos aspectos de las melodías, lo que justificaría la frase de san Isidoro. Pero también es posible, y creemos más probable, que dicha frase refleje la situación notacional de la época en que fue escrita. En el año 636, fecha de la muerte de san Isidoro, la cultura visigoda no muere: sigue desarrollándose tres cuartos de siglo más. Y es en este tiempo en el que hay que situar la obra de san Julián, cada día más revalorizada y que tanta influencia tuvo en la liturgia y en sus cantos. No vemos, pues, que la frase de san Isidoro, aún tomándola en su sentido más literal, implique la ausencia de notación en los últimos años del reino visigodo e invalide la hipótesis expuesta.
¿Aparece en otras notaciones occidentales el scandicus de significación melódica y con la misma significación? No aparece en las principales notaciones claramente definidas y delimitadas. Lo encontramos únicamente en cinco manuscritos de un grupo notacional indefinido, la llamada notación de Italia del norte. Se incluyen en.dicha notación una serie de manuscritos, más o menos relacionados entre sí, con elementos notacionales comunes o afines, que, sin embargo, no se encuentran siempre en todos ellos. No podemos dar una lista de signos característicos de esta notación, que aparezcan en todos los manuscritos de la misma. El número de signos característicos que encontramos en cada manuscrito varía y ofrece múltiples combinaciones. Como hipótesis, sugerimos que se trata de una serie de muestras de la misma notación en distintas fases diversificadas de degradación y simplificación, favorecidas por la dispersión de los centros productores, lo que ha dado lugar a una
(20) Etym. III, XV, 2.
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evolución desigual, tanto semiótica como cronológicamente. Como rasgo sobresaliente, encontramos, al primer análisis, un mayor o menor uso de bucles, no siempre en los mismos neu-mas, que da un carácter unitario a estos manuscritos, independientemente de otros elementos también afines, y que los relaciona con las notaciones de ciertos manuscritos que podríamos llamar extravagantes (21) y con la notación visigótico-mozárabe, sin prejuzgar, por sólo esto, ningún tipo de relación o influencia. A occidente de la región ocupada por esta notación —ocupada no enteramente, pues existen islotes de otras notaciones no italianas— nos encontramos con la llamada notación novalesa, que creemos debe englobarse en esta notación de Italia del norte.
El gradual-tropario de Roma, Biblioteca Angélica, 123, el breviario de Bolonia, Bibl. Universitaria, 1576, el misal de Lucca, Bibl. Capitular, 606, el volumen misceláneo de Subiaco, monasterio de Santa Escolástica, 160, y el gradual de Piacenza, conservado en la escritura subyacente de parte de los folios del ms. lat, 7102, de la B. N. de París (22), presentan el mismo scandieus de la notación visigótico-mozárabe y con la misma significación melódica (23). Es posible que aparezca en otros manuscritos que no hemos podido ver o que no han sido estudiados todavía.
En dos manuscritos de la llamada notación novalesa, Oxford, Bibl. Bodleiana, Douce, 222, y Vercelli, Bibl. Capitular, 124, encontramos dicha fórmula melódica representada en la forma habitual en las notaciones neumáticas —podatus y vir-ga—, pero el podatus adopta muchas veces una forma especial (fig. 3). sólo usada en este caso, que podría ser una reminiscencia de la parte inicial del scandieus señalado y que se dis-
(21) Ejemplo típico es el ms. Rep. I. 93, de la Stadtbibliothek de Leipzig.
(22) Este último manuscrito ha sido dado a conocer y estudiado por M. HUGLO, Le graduel palimpseste de Plaisance (Paris, B. N., lat. 7102), «Scriptorium», XXVIII (1974), pp. 3-31.
(23) El uso del scandieus de significación melódica alterna con la forma habitual en las demás notaciones neumáticas, podatus-virga, variando la abundancia ele ésta según los manuscritos.
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tingue de los demás podatus del manuscrito (fig. 4) y del porrectus (fig. 5).
La presencia en Italia del mismo scandicus de la notación visigótico-mozárabe, con idéntica significación melódica, además de ofrecer la notación que lo contiene otros puntos gráficos de contacto, principalmente los bucles de algunos de sus neu-mas, nos obliga a intentar buscar su posible relación. Cuatro son las hipótesis que vamos a considerar:
a) Poligénesis. Aceptando una base notacional común, que se ha ido desarrollando hasta formar las distintas familias de notación —es la hipótesis del origen de la notación como desarrollo de los signos gramaticales—, el scandicus de significación melódica se ha «inventado» en dos zonas geográficas distintas, independientemente.
No creemos en la viabilidad de esta hipótesis, aun si aceptásemos el principio de desarrollo de la notación a partir de los signos gramaticales, por la dificultad que presenta llegar independientemente a un signo que se muestra antinatural en su estructura —en frase de Dom E. Cardine— y que, por lo tanto, no puede ser una derivación espontánea de un material semió-tico preexistente. La grafía peculiar y su específica significación sólo admiten una relación de filiación entre dos notaciones o de ambas con una notación previa de la que derivasen.
b) Derivación de la notación visigótico-mozárabe. Lo expuesto inicialmente nos ha llevado a considerar a la notación visigótico-mozárabe como una pervivencia, incoherentemente usada, de una notación existente ya en la última etapa del reino visigodo. Conocida la presencia de exiliados visigodos en Italia, que llevaron manuscritos, cabe pensar en la hipótesis de una influencia de la notación visigótico-mozárabe en Italia, en ciertos centros italianos, notación que pervivió, diversificándose y recibiendo otras influencias, manteniéndose, por las causas apuntadas anteriormente, el significado específico del scandicus de significación melódica. Ello, sin embargo, presupondría un vacío notacional en Italia y el desarrollo en la España visigoda de una notación nacida en la misma, cosas difíciles de demostrar y que no parecen encuadrarse dentro de los pocos datos que conocemos.
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c) Derivación de la notación catalana. La notación catalana, evolución de la visigótico-mozárabe, fue cultivada a ambos lados de los Pirineos. El pujante monaquismo catalán de los siglos x y xi mantuvo fuertes relaciones con Italia (24). En el norte de dicha península se encuentran islotes de notaciones centroeuropeas debido a distintas influencias, principalmente fundaciones monásticas. Los contactos con el monaquismo catalán, ¿serían la causa de la difusión de su notación, que evolucionó en sentido distinto a la notación catalana y cuya derivación presentan los manuscritos del norte de Italia? La fluidez de la Influencia monástica catalana y la dispersión geográfica de los manuscritos en los que podría rastrearse derivación de dicha notación, creemos que no permiten afirmar tal origen.
d) Notación primigenia. La existencia de varias familias de notación, que aparecen —en los manuscritos llegados hasta nosotros— coetáneamente y que tienen una base común, ha impulsado la búsqueda del lazo de unión entre las mismas, de la notación que dio origen a las distintas familias. Desechado el origen basado en los signos gramaticales, no resueltas las relaciones con las notaciones orientales, no justificable la derivación de una de las familias conocidas, queda sólo la hipótesis de una notación primigenia, notación de origen sabio, que al irse expandiendo, ha ido degradándose con el aumento del desconocimiento de su sistema semiótico complicado, reestructurándose en distintos centros culturales distanciados geográficamente y dando lugar a las distintas familias de notación, en las que se insiste en uno o algunos de los aspectos que puede expresar una notación musical: expresivos (con algunas pervi-vencias melódicas) en San Gall; rítmicos, en la notación me-sina; melódicos, en la aquitana. Esta notación primigenia podría haberse desarrollado a fines del siglo vn en el ámbito
(24) Sobre la expansión de monaquismo catalán pueden verse: RAMON d'ABADAL, Com neix i com creix un gran monestir pirinenc abans de l'any mil: Eixalada - Cuixa, «Analecta Montserratensia», VIII (1954-55), pp. 125-333 (reimpreso en «Dels visigots als catalans», I, Barcelona, 1969, p. 377-484), y A. M. MUNDO, Moissac, Cluny et les mouve-ments monàstiques de l'Est des Pyrénées du Xe au XIF siècle, «Annales du Midi», 75 (1963), pp. 551-70.
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meditei raneo. El estado cultural del mismo no se opone a su realización. La supuesta complejidad notacional no es obstáculo a su existencia, aunque facilita su degradación por copistas poco instruidos en la misma. La complejidad de las netas tiro-nianas no es menor que la que supone una significación específica de los neumas de la notación visigótico-mozárabe y, por lo tanto, de una notación primigenia. La diferencia se presenta al tener las notas tironianas un uso más restringido, mientras que la notación musical forzosamente tenía una mayor difusión.
Aceptada esta notación primigenia por la liturgia hispánica en la última etapa del reino visigodo, se mantuvo a la caída del mismo, como pervivió la letra, la estructura litúrgica y los textos litúrgicos rezados y cantados, todo ello dentro de un ambiente conservador, pero perdió su coherencia, se desconoció el significado específico de sus neumas; mientras que en la Marca Hispánica, al adaptarse a la liturgia romana se aceleró el proceso natural de evolución degradadora, hasta tanto que la cercanía y perfección de la notación aquitana la influyó en su última etapa y terminó eliminándola. La entrada de la liturgia romana en la España occidental con libros de canto en notación aquitana hizo innecesaria —es una excepción el caso de Silos— la adaptación de la antigua notación a la nueva liturgia. La perfección de la notación aquitana impidió una reestructuración de la notación visigótico-mozárabe.
En el norte de Italia, lugar de cruce de caminos y culturas, frente a la introducción de notaciones foráneas nos encontramos con un grupo de manuscritos que podrían ser un reflejo de la notación primigenia. Parece como si cada copista, desconociendo ya las complicaciones de esta notación, tomase los elementos de la misma que le son conocidos o que prefiere. Ello podría explicar la variedad en la selección de los distintos neumas que ofrece cada manuscrito, sin poderse establecer, como hemos dicho, una lista de signos característicos, localiza-bles en todos ellos.
Hasta ahora, las principales investigaciones se han dedicado preferentemente al estudio de las familias de notación perfectamente delimitadas. Falta un estudio del sustrato notacional que presentan algunos manuscritos extravagantes, que junto
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con el estudio de las notaciones visigótico-mozárabe y de Italia del norte, nos permitirá llegar a un conocimiento, más o menos preciso, de la notación primigenia, al menos de algunos de sus aspectos, y que quizá deje ver las influencias que recibió en su formación, obra sabia, complicada y no evolución complica-tiva a partir de unos signos simples.
Hemos usado en nuestra ponencia el nombre de notación visigótico-mozárabe, aceptando uno de los nombres habituales de su liturgia, usado también musicológicamente. Sin embargo, creemos que los motivos aducidos por los PP. Louis Brou y Jordi Pinell (25) para dar a la liturgia visigótico-mozárabe el nombre de hispánica, son válidos para nombrar a su notación propia. Proponemos, por lo tanto, la aceptación del nombre de notación hispánica para la notación visigótico-mozárabe que acabamos de analizar, o sea, la hasta ahora llamada del norte de España. Proponemos mantener el nombre de notación catalana, pues, aunque proceda de la notación hispánica, su propia evolución y características nos impiden eliminar la denominación dada por Dom Maur Sablayrolles.
Nos queda la notación de la mayoría de manuscritos de Toledo. Creemos que dicha notación tiene suficiente personalidad para ser considerada como una familia notacional, aunque se llegue a demostrar claramente su derivación, por evolución, de la notación hispánica. Quizás el nombre adecuado fuera el de notación mozárabe, pero el uso más amplio ya hecho de dicho nombre en los campos litúrgico y musicológico, nos impele a proponer el de notación toledana —ya usado—, homenaje a la ciudad que albergó la comunidad mozárabe, que la conservó como una de las expresiones de su personalidad.
(25) L. BROU, Liturgie «mozárabe» ou liturgie «hispanique»?, «Ephe-merides Liturgicae», 63 (1949), pp. 66-70. J. PINELL, Liturgia hispánica, «Diccionario de historia eclesiástica de España», dirigido por Quintín Aldea Vaquero, Tomás Marín Martínez, José Vives Gatell, II, Madrid, 1972, p. 1303.
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Fig. 1
Barcelona, Bibl. Catalunya, M. 1408-3 \JJJ
Barcelona, Arch. Corona Aragón, Ripoll, 74. >
K Gerona, Museo Diocesano, 45 ^
Fig. 2
/ J //'
Douce 222 Vercelli 124
Fig. 3
V- J Douce 222
Fig. 4
j Douce 222
Fig. 5
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