7/18/2019 La Modernizacion Literaria Latinoamericana
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La modernización literaria latinoamericana (1870-1910)Author(s): Ángel RamaSource: Hispamérica, Año 12, No. 36 (Dec., 1983), pp. 3-19Published by: Saul SosnowskiStable URL: http://www.jstor.org/stable/20542089 .
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la noticia
de
la
tr?gica
muerte
de
Angel
Rama
y
Marta
Traba
en
el accidente
a?reo
de
Madrid
el
27
de
noviembre.
Publicamos
ahora
este
articulo
como
tributo
a
la memoria
de
Angel
Rama
y
a su
incomparablemente
vasto
legado
intelec
tual.
La
modernizaci?n
literaria
latinoamericana
(1870-1910)
ANGEL RAMA
Dos
nacimientos
tuvo
Am?rica
Latina
en
el
siglo
XIX: si la
in
dependencia
pol?tica
se
alcanz?
en
el
primer
tercio,
generando
diecisiete
estados
nuevos,
en
el
?ltimo
tercio del
siglo
se
presenci?
una
profunda
metamorfosis ?s?lo comparable a un nuevo nacimiento? que estuvo
regida
por
Inglaterra,
Francia
y
Estados
Unidos,
incorpor?
dos
nuevos
estados
independientes
(Cuba
y
Panam?)
y,
al
cumplirse
en
1910
el
primer
Centenario
de
la
emancipaci?n,
celebr?
con
fanfarrias la
que
con
sider?
una
pujante
vida adulta.
El
surgimiento
de los estados
independientes
se
extendi?
desde 1804
(independencia
de
Hait?)
hasta
1824
(batalla
de
Ayacucho
que
pone
fin
a
la
dominaci?n
espa?ola)
aunque
su
proceso
formativo
pueda
retrotraerse
hasta
fines del
XVIII
y
adem?s
prolongarse
hasta
1838,
habida
cuenta de
la
independencia
de
Bolivia,
la
disgregaci?n
en
tres
estados
de
la
Gran
Colombia, la independencia del Uruguay y la desintegraci?n
en
cinco
estados
de
las
Provincias Unidas
de Centro
Am?rica. Un
per?odo
ger
minativo
de casi
medio
siglo,
con
guerras
y
enormes
trastornos
que
dise??
el
mapa
pol?tico
de
una
Am?rica descolonizada.
Pa?ses arruinados
por
la
guerra
(salvo Brasil),
desquiciados
por
luchas
internas,
enfren
tados
a
tareas
organizativas
desmesuradas
para
sus
fuerzas
y
preparaci?n
previa,
con
una
debilidad
que
facilit?
las codicias
extranjeras,
sobre
todo
de
Inglaterra
y
Estados
Unidos.
Reci?n
transcurrido
un
per?odo
casi
igual
de
tiempo,
hacia
1870,
los
ciudadanos
de
los
nuevos
pa?ses
comen
zaron a
vislumbrar
el
fin
de
sus
vicisitudes
y
a
percibir
lo
que
llamaron
el
Uruguay,
1926. Entre sus libros m?s recientes se encuentran: La novela latinoamericana:
1920-1980
y
Transculturaci?n
narrativa
en
Am?rica Latina.
Becado
por
la
Fundaci?n
Gug
genheim,
reside
actualmente
en
Par?s.
Es
profesor
de
literatura
latinoamericana
de
la
Universidad
de
Maryland.
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4
LA
MODERNIZACI?N
LITERARIA
LATINOAMERICANA
(1870-1910)
orden
y
el
progreso, que
ven?a
acompa?ado
de
su
inserci?n
dependiente
en
la
econom?a
mundial.
Por
esa
misma
fecha
comenz?
a ser
corriente
y
aceptada
la
nueva
denominaci?n
con
que
habr?an
de
reconocerse:
latinoamericanos.
Al
per?odo
que
se
extiende
desde
ese
1870
augural
hasta
las
con
memoraciones
ostentosas
de
1910,
cabe
denominarlo
en
literatura
y arte,
al
igual
que
en
los
dem?s
aspectos
de
la vida
social,
el
per?odo
de
moder
nizaci?n.
Varias
razones
sustentan
esta
definici?n:
la
conquista
de la
especializaci?n
literaria
y
art?stica,
por
el
momento
solo
atisbo
de
una
futura profesionalizaci?n, que promovi? el desarrollo social, propician
do
por
esta
v?a el
ascenso
de
integrantes
de los estratos
inferiores
en
un
primer
boceto
de
integraci?n
nacional;
la
edificaci?n
concomitante
de
un
p?blico
culto,
modelado
por
la educaci?n
y
el
avance
de
pautas
culturales urbanas
gracias
al
fuerte
crecimiento
de
las
ciudades;
las
pro
fundas influencias
extranjeras
?europeas,
sobre todo
francesas, aunque
tambi?n
norteamericanas?
que
propusieron
modelos
y
dieron
incentivo
a
una
mucho m?s
nutrida
y
sofisticada
producci?n
art?stica
que
procur?
competir
en
un
mercado
internacional;
la fundaci?n de la
autonom?a
art?stica
latinoamericana
respecto
a sus
progenitores
hist?ricos
(Espa?a
y
Portugal) la que condujo sin embargo,
como
ya observara De On?s, a
una
revitalizada tradici?n
hisp?nica,
dentro de
la
cual
se
insert? la
peculiaridad
cultural
americana;
la
democratizaci?n
de la
formas
art?sticas
mediante
un
uso
selectivo
del
l?xico,
la
sintaxis
y
la
prosodia
del
espa?ol
y
el
portugu?s
hablados
en
Am?rica,
y
la
invenci?n
de
formas
modernizadas
(capaces
de
integrar
otras,
tradicionales
y
aun
populares)
adecuadas
a
los
sectores
que
cumpl?an
la
transformaci?n
socio
econ?mica;
un
reconocimiento,
mejor
informado
y
m?s
real
que
antes,
de
la
singularidad
americana,
de
sus
problemas
y
conflictos,
de las
plurales
?reas
culturales
del
continente,
dentro de
una
percepci?n
m?s
?tica
que
sociol?gica
que
sigui?
los
lincamientos de
la
filosof?a
de
en
tonces,
del
positivismo
(Spencer
o
Comte)
al
pragmatismo
y
el
bergsonismo.
El
gradual
avance
econ?mico
permiti?
que
Am?rica Latina
comen
zara
a
remontar
la
curva
demogr?fica,
en
algunos
puntos
favorecida
por
la
fuerte
inmigraci?n
europea,
que,
aliada
a
la
emigraci?n
rural,
hizo
de
ciudades
y
puertos
importantes
centros
de
urbanizaci?n,
donde
se
reprodujeron
las
estratificaciones
de
las
metr?polis.
Paralelamente
se
produjo
una
ampliaci?n
sistem?tica
y
hasta
el
momento
no
conocida,
de
la
educaci?n,
con
las
leyes
de
ense?anza
com?n,
la
ampliaci?n
de
estudios
medios
(la
Preparatoria
de
Gabino
Barreda
ya
en
1868,
la
Escuela
Normal de
Paran?
en
1870,
etc.),
y
la
diversificaci?n
de
escuelas
profesionales
en
las
universidades
seg?n
el
modelo
positivista,
lo
que
depar?
un
aumento
sensible
de los
cuadros
profesionales
y
magisteriales
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ANGEL
RAMA
5
y
contribuy?
a
la formaci?n
del
p?blico
culto,
lector
y
apreciador
de
artes
e
informaciones.
Este
p?blico
asegur?
la
expansi?n
de
diarios
y
revistas,
aunque
mucho
menos
de
editoriales,
y
su
progreso
puede
seguirse
por
la
gr?fica
de crecimiento de
los
peri?dicos.
Asegur?
tambi?n
el
consumo
de
libros
importados,
preferentemente
de
Espa?a
y
Francia,
en
cantidades suficientemente
apreciables
como
para
que
las editoriales
incluyeran
en sus
cat?logos
a
autores
hispanoamericanos,
encubriendo
a
veces
ediciones
de
autor.
Por
primera
vez
los
escritores
avizoraron
una
cercana
profe
sionalizaci?n aunque fue en el periodismo donde la encontraron: casi
todos
contribuyeron
al
periodismo,
sobre
todo
en
el
rubro
de
cr?nicas,
espect?culos,
actualidades sociales
y
las
corresponsal?as
extranjeras
in
tensamente
demandadas
por
el
p?blico.El
periodismo
asegur?
el
grueso
de
sus
ingresos
econ?micos
y
secundariamente
los
lograron
mediante
puestos
en
la administraci?n
del
estado, que
se
ampli?
con
siderablemente,
iniciando
la inflaci?n
del ?terciario?
que
habr?a
de
singularizar
a
la
adaptaci?n
latinoamericana
del sistema
capitalista,
en
discordancia
con sus
modelos
for?neos.
Dentro de la
administraci?n,
fueron
preferidos
para
puestos
adecuados
a sus
capacidades
intelecuales:
educaci?n, bibliotecas y archivos (pero tambi?n oscuras dependencias
ministeriales),
sobre
todo la
diplomacia
por
muchos
codiciada
porque
a
una
estimable retribuci?n
agregaba
la
posibilidad
de
viajes.
En
el
per?odo
ya
fueron
menos
los escritores
que
vivieron
de
cargos
pol?ticos
electivos
(Justo
Sierra,
Jos?
E.
Rod?,
Rui
Barbosa,
Guillermo
Valencia)
y
escas?simos
quienes dispusieron
de
fortunas
familiares
(Carlos
Rey
les,
D?az
Rodr?guez,
Gonz?lez
Prada). Aunque
proced?an
de variados
or?genes
sociales,
pues
hubo
orgullosos
descendientes de
un
patriciado,
muchas
veces
arruinado
(Jos?
Santos
Chocano,
Julio
Herrera
y
Reissig),
la
mayor?a
procedi?
de
la
clase media
baja,
que
en
las
nuevas
circunstan
cias econ?micas
del continente
pudo expandirse, y
aun
procedi?
de
niveles m?s
inferiores,
como
Machado de Assis
o
Joao
de
Cruz
e
Sousa,
que
fue
hijo
de
esclavos.
Sus
dotes
intelectuales
compusieron
la
palanca
del
ascenso
social
que
no
rebas?
los l?mites de
una
clase media
fun
cionarial,
fatalmemte vinculada
directa
o
indirectamente
a
la ?rbita
pol?tica
del
estado,
pues
a?n
los
peri?dicos
en
los
que
trabajaban
y
donde
consiguieron
una
cierta
autonom?a,
respondieron
en
Am?rica Latina
a
tendencias
pol?ticas
partidistas.
El
desarrollo
del
periodismo,
como
se?alamos,
permite
medir
el
crecimiento
del
p?blico
alfabeto.
La
atenci?n
que
la
prensa
culta
con
cedi?
a
las
artes
y
las
letras
explica que haya
absorbido
ese
p?blico
dificultando
el
avance
de la industria
editorial
independiente.
Dar?o ha
recordado
que
aun
a
fin
de
siglo,
en
Buenos
Aires,
?publicar
un
libro
era
una
obra
magna,
posible
s?lo
a un
Anchorena,
un
Alvear
o
un
San
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6 LA
MODERNIZACI?N
LITERARIA
LATINOAMERICANA
(1870-1910)
tamarina:
algo
como
comprar
un
autom?vil
ahora,
o
un
caballo de
carre
ras?.
Sin
embargo
deber?amos
referirnos,
m?s
correctamente,
al
creci
miento de los
p?blicos,
pues
esa
diversificaci?n
es
la
caracter?stica
del
per?odo.
Tan
importante
como
la
pujanza
que
alcanzaron
los
diarios
cultos
(La
Naci?n de
Buenos
Aires;
O
Estado de Sao Paulo de
Brasil;
El
Imparcial
de
M?xico),
que
no
obstante
se
limitaban
a
perfeccionar
modelos
anteriores,
fue
el
surgimiento,
variad?simo
aunque
siempre
ines
table
y
temporario,
de
una
prensa
popular
que
abastec?a
a esas
genera
ciones
reci?n
incorporadas
a
la
alfabetizaci?n
por
la escuela
com?n,
uno
de cuyos buenos exponentes fue desde 1879 La Patria Argentina, con sus
tremolantes
folletines
gauchos.
Esa
prensa
dio
entrada
a
las
im?genes
(dibujos,
caricaturas,
fotos) junto
a
textos
breves
y
aunque
los
escritores
ambicionaban colaborar
en
los
grandes
diarios cultos
(Mart?
y
Dar?o
en
La
Naci?n)
no
dejaron
de contribuir
a
las
m?ltiples publicaciones
oca
sionales
y
aun
alternar
unas
y
otras,
como
el
Juli?n
del
Casal
que
abastec?a La Habana
Elegante
y
La
Caricatura.
En
los
diarios hicieron el
aprendizaje
de las
demandas del
p?blico,
ya
espont?neamente
ya
obligados
por
los
directores,
adquiriendo
un
entrenamiento
profesional
que
sus
antecesores
desconocieron
e
hicieron
la
primera
adecuaci?n
sistem?tica conocida
en
Am?rica
del escritor
y
sus
lectores
permanentes,
la
que
no
siempre
fue
aceptada
sin
protestas.
Mucho m?s
decisiva
para
la
literatura
que
todos los
modelos
extranjeros,
fue
la
lecci?n del
periodismo
que
tempranamente
reconoc?a
quien
lo
cultiv?
toda la
vida,
Manuel Guti?rrez
N?jera:
?Si
Arist?fanes
hubiera nacido
en
nuestros
tiempos,
tengo
por
seguro
que
?l
habr?a redactado
gacetillas.
Esquilo,
ese
Miguel
?ngel
sombr?o
de la
tragedia,
no
podr?a
ahora,
a
menos
de
ponerse
en
el inminente
riesgo
de
una
silba,
lanzar al combatido
estadio
del
teatro
su
c?lebre
y
sublime
trilog?a7.?
La
aparici?n
del
p?blico
de
teatro
nacional
complet?,
para
los
dramaturgos,
la
lecci?n
que
a
los
poetas
y
narradores
imparti?
el
p?blico
de
los
peri?dicos.
La
notoria
reducci?n
de
las
dimensiones
del
poema,
el
cuento,
el
drama,
el
art?culo
y
aun
de
la
novela
(otras
veces
fragmentada
por
el
r?gimen
de
publicaci?n
en
folletines);
la
precisi?n
y
concentraci?n
del
esquema
de
significaciones
de
estas
peque?as
obras;
los
recursos
de
intensificaci?n
en
la
apertura
o
en
el
remate;
las
apelaciones
vivaces
a
los
elementos
novedosos
y
llamativos,
la
apoyatura
del
texto
sobre
ritmos
prestos,
variados
y
sor
presivos;
sobre
todo la
trasmutaci?n
de
la
lengua
literaria
respondiendo
al
habla
urbana
que
favoreci?
la mutua
permeabilidad
de los
g?neros
literarios
cuyas
r?gidas
fronteras
se
desvanecieron,
todas
fueron
1.
Obras III. Cr?nicas
y
art?culos
sobre
teatro-I
(1876-1880), M?xico, UNAM,
1974, pp.
77-8.
Corresponde
a un
art?culo
publicado
en
La
Libertad,
M?xico,
el
1
de
mayo
de
1878.
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ANGEL
RAMA
7
metamorfosis
guiadas
por
el
periodismo,
aun
en
aquellos
casos en
que
los autores
se
prevalec?an
de los
modelos
europeos
en
que
con
anterioridad hab?a
hecho
su
camino
esta
comunicaci?n m?s
estrecha
con
el
p?blico.
De
los
plurales
p?blicos
constituidos
en
la
?poca,
habr?a
de
ser
el
culto
urbano
quien
rigiera
el sistema
literario modernizado al
cual
se
afili?
el
grueso
de los
escritores, que
si bien recibi?
la encomienda
de
ese
p?blico,
tambi?n actu?
sobre ?l
refinando
sus
mecanismos
de
apreciaci?n
y conocimiento,
contribuy?
a su
capacitaci?n
universalista
y
a la precisi?n necesaria para una m?s objetiva?aunque siempre
idealizada?captaci?n
de
la
realidad.
Conquistar
esta
situaci?n
?ptima
exigi?
de los escritores
una
dura
batalla
contra
los
resabios
epigonales
y
la
oposici?n
anti-modernizadora:
en
el filo
del 900
parecieron
haber
triunfado
pues
el
p?blico
hizo
suya
esa
est?tica
aunque
en
ese
mismo
momento
comenz?
a
decantarse
buscando
nuevas
y
m?s
despojadas
ex
presiones.
Al
per?odo correspondi?
una
ampl?sima
e
indiscriminada incor
poraci?n
de
literaturas
modernas.
Su
mayor
fuente
estuvo
en
la
produc
ci?n francesa
y
secundariamente
en
la
espa?ola
que
tambi?n
respond?a
a
la influencia de la que Walter Benjamin habr?a de llamar ?capital
cultural
del
siglo
XIX?,
es
decir,
Par?s.
Pero
esta
mayor
concentraci?n
no
fue
novedad,
dado
que
no
hac?a
sino intensificar
una
influencia
que
ven?a
desde el
proceso
formativo
de la
Emancipaci?n:
la
novedad radic?
en
la
amplitud
de
las
incorporaciones
literarias
que
comenzaron
a
abar
car
a
todo
el
Occidente,
gui?ndose
por
el
santo
y
se?a de
las m?s
adelan
tadas
metr?polis:
cosmopolitismo.
Desde
el
subt?tulo
que
Mart? dio
a
su
primera publicaci?n
peri?dica
hasta la
revista
que
Pedro
Emilio
Coll,
Pedro
C?sar
Dom?nici
y
Luis
Manuel
Urbaneja
Achelpohl
fundaron
en
1894
en
Caracas,
Cosm?polis,
para
concluir
en
el
grito
triunfal de Dar?o
en
1896,
?Buenos
Aires:
Cosm?polis?,
el
proyecto
cultural
culto
fue
ar
dientemente
cosmopolita,
por
lo cual fueron
apetecidas
las
m?s
variadas
literaturas
modernas,
desde
las
n?rdicas
y germanas
(Ibsen,
Brandes,
Nietzsche)
hasta
las
norteamericanas
(Poe,
Whitman).
Respondiendo
a
los
mismos
intereses
metropolitanos,
tambi?n
se
produjo
la
incor
poraci?n
de
literaturas
del
pasado
o
las
no
occidentales:
las
grecolatinas,
en
primer
t?rmino,
a
consecuencia del
helenismo
que
inund?
a
Europa
en
la
segunda
mitad
del
siglo,
pero
tambi?n
las orientales
(el
exotismo
japonesista
a
trav?s de G?mez
Carrillo,
Jos? Juan
Tablada,
Efr?n
Rebolledo,
introdujo,
al
finalizar
el
per?odo,
el
?haik??)
y
asimismo
los
preteridos
autores
del
manierismo
y
el
barroco del
XVII
que
fueron
revalorizados
por
los americanos
antes
que
los
europeos.
Jos?
Mart?,
Guti?rrez
N?jera
y
San?n
Cano
propusieron
como
norma
de
conocimien
to
y
de
persecuci?n
de la
propia
originalidad,
el
trato
con
diversas
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8 LA
MODERNIZACI?N LITERARIA
LATINOAMERICANA
(1870-1910)
literaturas
extranjeras,
aunque
lamentablemente
la
mayor?a
de los
escritores
s?lo
pod?a
conocerlas
por
la intermediaci?n
de
los
traductores
franceses: fueron
las
teor?as
de
injerto
y
del
cruzamiento.
Completando
este
internacionalismo,
se
alcanz?
algo
que
nunca
hab?a conocido
el
continente,
ni
antes
ni
despu?s
de
Col?n:
la inter
comunicaci?n
interna
de
la
producci?n
literaria
de
las diversas
?reas
hispanohablantes,
a
la
que
escasamente
comenz?
a
vincularse Brasil.
Los
medios
de
comunicaci?n
moderna
?diarios,
agencias
noticiosas,
redes
de
cables
submarinos,
tel?grafos?favorecieron
un
mutuo
conocimiento
general, que fue acrecentado por un esfuerzo sistem?tico de los intelec
tuales
para
informarse de
lo
que
hac?an
los
colegas
de
otros
puntos
del
continente. Esta
tarea
puede
seguirse
en
la
floraci?n
de
revistas
literarias
que
se
registr?
en
el
per?odo,
donde la
producci?n
nacional
e
interna
cional
se
acompa?a
de
la
hispanoamericana:
desde la Revista
Cubana
(1885-1895)
de
Enrique
Jos?
Varona,
hasta la extensa
y
divulgada
El
Co
jo
Ilustrado
que
apareci?
en
Caracas de
1892
a
1915,
pasando
por
las
mexicanas
Revista
Azul
(1894-1896)
y
Revista Moderna
(1897-1911),
las
argentinas
La
Biblioteca
(1896-1898),
El Mercurio
de
Am?rica
(1898-1900),
la
uruguaya
Revista
Nacional
de
Literatura
y
Ciencias
Sociales (1895-1897), etc. Tambi?n puede seguirse en la republicaci?n de
art?culos,
poemas
y
hasta
libros
pertenecientes
a
otras
zonas,
cosa
hasta
entonces
desconocida:
M?xico,
a
pesar
de
ser
uno
de
los
pa?ses
apartados
del
comercio
intelectual
hispanohablante,
lo hizo
desde
la reedici?n
de
la
Mar?a
de
Jorge
Isaacs
que
propici?
Altamirano,
hasta la
del
Ariel
de
Rod?,
ni
bien
publicado.
Esta
intercomunicaci?n
fue
principalmente
la
obra
personal
y
aut?noma del
equipo
intelectual,
aprovechando
sus
desplazamientos
por
el
continente
(los
viajes
de
Mart?,
Dar?o,
Vargas
Vila
o
Gamboa
son
sus
modelos,
antes
del
plan
sistem?tico de
Manuel
Ugarte)
que
hicieron
a
la
b?squeda
de
fuentes de
trabajo
o
gracias
a
sus
cargos
diplom?ticos,
aunque
result?
acrecentada
por
los
encuentros
en
puntos
exc?ntricos
del
continente
(Par?s,
New
York,
Madrid,
fueron los
m?s
frecuentados)
aun
m?s,
por
la
tarea
period?stica
de la
mayor?a
escri
biendo
sobre
sus
colegas
de
otros
pa?ses
en
art?culos
que
eran
reproducidos
de
unos
diarios
a
otros,
sin
respetar
mucho
los
derechos
de
autor.
Los
diarios
que
no
pod?an
pagar
esas
colaboraciones,
no
se
paraban
ante
su
reproducci?n
que
los
escritores
toleraron
a
rega?adientes
en
una
?poca
en
que
se
estaba
lejos
de
una
vigilancia
de
los
derechos.
El
principio
cosmopolita
que
absorb?a
ingentes
paneles
de
literaturas
extranjeras
con
hambrienta
e
indiscriminada
intensidad,
tam
bi?n
revirti?
en
esta
primera integraci?n
de
las
internas del
continente,
fortaleciendo
la
conciencia de
los
escritores
de
que
pertenec?an
a un
equipo
af?n
y
regional
que
ambicionaba
conquistar
un
puesto
interna
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ANGEL
RAMA
9
cional
y
s?lo
pod?a
alcanzarlo
compitiendo
con
los
maestros
interna
cionales
de
la
hora.
Eso
promovi?
el inter?s
de
las
revistas
extranjeras
por
la
producci?n hispanoamericana
(especialmente
las
francesas),
aun
que
esa
divulgaci?n
en
el
exterior
m?s
se
debi?
a
los
propios
latinos
ins
talados
en
Par?s,
desde
Enrique
G?mez
Carrillo
hasta
Francisco
Garc?a
Calder?n.
Debe
reconocerse
a
los
escritores de
la
modernizaci?n
el
rango
de
fundadores de la
autonom?a literaria
latinoamericana,
en
este
nuevo
nacimiento
de la
regi?n.
En
el
mismo
tiempo
en
que
surgen
las
primeras
historias de las literaturas nacionales, vinculando el pasado colonial con
los
a?os
de
la
independencia
y
fijando
fonteras
frecuentemente
ar
tificiales
con
las literaturas
de los
pa?ses
vecinos,
la
intercomunicaci?n
y
la
integraci?n
en
el
marco
literario
occidental,
instauran
la
novedad
de
un
sistema
literario
latinoamericano
que, aunque
d?bilmente trazado
en
la
?poca,
dependiendo
todav?a
de las
pulsiones
externas,
no
har?a
sino
desarrollarse
en
las
d?cadas
posteriores
y
concluir
en
el
robusto
sistema
contempor?neo.
Antonio
Candido
ha
distinguido
entre
?manifestaciones
literarias?
y
una
?literatura
propiamente
dicha?
a
la
que
considera
un
?sistema
de
obras ligadas por denominadores comunes?, precisando que ?estos
denominadores
son,
adem?s
de las
caracter?sticas
internas
(lengua,
im?genes,
temas)
ciertos
elementos
de
naturaleza
social
y
ps?quica,
aun
que
literariamente
organizados,
que
se
manifiestan hist?ricamente
y
hacen
de
la literatura
un
aspecto
org?nico
de
la
civilizaci?n.
Entre
ellos
se
distinguen:
la
existencia
de
un
conjunto
de
productores
literarios,
m?s
o
menos
conscientes
de
su
papel;
un
conjunto
de
receptores,
formando
los
diferentes
tipos
de
p?blicos,
sin los cuales la obra
no
vive;
un
mecanismo
transmisor
(de
modo
general,
una
lengua
traducida
en
estilos)
que
liga
unos
a
otros.2
De
conformidad
con esas
pautas,
es
en
la
modernizaci?n
que
se
fragua
el sistema literario
hispanoamericano
(aunque
se
denomine
a
si
mismo
latinoamericano,
cosa
que
no
lo
ser? hasta
la
posterior
y
muy
re
ciente
incorporaci?n
de
las
letras
brasile?as)
y
su
aparici?n
testimonia
un
largo
esfuerzo,
viejo
de medio
siglo,
a
la
?b?squeda
de
nuestra
ex
presi?n?
que
por
fin
conquista
una
orgullosa
y
consciente autonom?a
respecto
a
las literaturas
que
le
hab?an
dado
nacimiento
(la espa?ola
y
la
portuguesa),
pudiendo
ahora
no
s?lo
rivalizar
con
ellas
en
un
plano
de
igualdad,
sino
adem?s
restablecer
sin
complejos
de inferioridad
sus
v?n
culos
con
las letras
maternas,
propiciando
una
primera
integraci?n
de
la
2.
Forma?ao
da literatura
brasileira
(Momentos
decisivos,)
Sao
Paulo,
Livraria
Martins
Editora,
1959,
t.
I,
p.
17.
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10
LA
MODERNIZACI?N
LITERARIA
LATINOAMERICANA
(1870-1910)
comunidad
literaria
de las
lenguas hisp?nicas.
Ella
fue
robustecida
por
la
adhesi?n
c?lida
a
Espa?a
que
entre
los
intelectuales
provoc?
el
expan
sionismo norteamericano
(la
guerra
de
1898
en
Cuba
y
Puerto
Rico)
y
por
la
atenci?n
espa?ola
a
la
producci?n
del continente
(Men?ndez
Pelayo,
Juan
Valera,
Miguel
de
Unamuno),
pero
m?s a?n
por
los
primeros
disc?pulos
que
conquist?
en
Espa?a
un
poeta
americano,
Rub?n
Dar?o. Si
el
pa?s
que
hab?a
dado
a
Machado
de
Assis,
no
ten?a
por
qu?
avergonzarse
ante
el
que
hab?a
producido
a
E?a
de
Queiroz,
tam
poco
los
hispanoamericanos
que
hab?an
tenido
a
Jos?
Mart?,
Rub?n
Dar?o y Jos? E. Rod?, pod?an considerarse disminuidos ante la produc
ci?n
espa?ola,
con
el
agregado
de
que
esos
escritores,
aun en
su
afrancesamiento,
no
dejaban
de
sentirse
integrados
a
un
cauce
creador
que
ten?a
siglos
de
existencia.
No
obstante fueron
conscientes
de
su
singularidad
cultural americana
que
les
confer?a
un
lugar
aparte
dentro
de
la
comunidad
hisp?nica
y
lo
mismo reconocieron los cr?ticos de
las
an
tiguas
metr?polis.
Reci?n
a
partir
de
1870
puede
darse
por
clausurado el ciclo
rom?n
tico
latinoamericano
que
entr?
tard?amente
al continente
(por
1830)
y
m?s
tard?amente
se
desintegr?, dejando
sin
embargo
una
cauda de
ep?gonos que habr?an de ser los enemigos de lamodernizaci?n. Conver
tido
ya
en
un
estereotipo,
registraba
la
voluntariedad
subjetiva
m?s
que
la
comprensi?n
del
mundo
y
correspond?a
estrictamente
a
una
sociedad
dividida
en
facciones
en
pugna,
ninguna
de
las
cuales
consegu?a
imponer
un
proyecto
nacional coherente.
Desde
que
?ste
comienza
a
abrirse
paso,
mediante
la
superaci?n
de la
situaci?n conflictiva
que
operan
el
ra
cionalismo
y
el
positivismo,
toda
la
literatura
empieza
a
registrar
una
percepci?n
realista
que
se
encauza
en
diferentes l?neas
gen?ricas:
establece
el
marco
fundacional
que
permite
construir la novela
moderna
cuyo
representante
m?ximo fue
Joaquim
Machado de Assis de confor
midad
con
la
evoluci?n
de
sus
principales
t?tulos,
Contos
Fluminenses
(1870),
Memorias
postumas
de Br?s
Cubas
(1881),
Quincas
Borda
(1892),
y
Dom
Casmurro
(1900);
genera
la
poes?a
realista,
filos?fica
y
social, que
desde Mart?n
Fierro
de
Jos?
Hern?ndez
(1872)
y
los Cantos
do
Fim
de
S?culo
de Silvio
Romero
(1878)
alimenta
la
obra de
Almafuerte
y
D?az
Mir?n,
la
inicial
de
Jos? Asunci?n
Silva,
Rub?n
Dar?o
o
Mart?,
rematando
en
el
ins?lito
Eu
(1912)
de
Augusto
Dos
Anjos;
pro
picia paralelamente
otra
forma de
poes?a
realista
modelada
en
un
refina
miento
tecnificado
que
hemos
designado
seg?n
el modelo
de
los
poetas
franceses
(Gautier,
Banville,
Leconte)
que
se
reunieron
en
el
Parnasse
contemporian
en
1866,
parnasianismo
que
impregna
buena
parte
de la
obra madura
de
Guti?rrez
N?jera,
Jos?
Mart?,
Rub?n
Dar?o,
Olavo
Bilac,
Raimundo
Correia;
inspira
una
poderosa
literatura
testimonial,
a
mitad de camino
entre
el
ensayo
y
la
narrativa,
de la
que
abundan
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ANGEL RAMA
11
testimonios
en
Mansilla, Groussac,
Fr?as,
Joaquim
Nabuco,
Barret,
y
cuya
joya
ser?
en
1902 Os
sertoes
de
Eucl?des
Da Cunha.
No
se
agotan
aqu?
las
plurales
l?neas
de
una
investigaci?n
marcadamente
realista,
antes
de
que
florezca
a
fines
de
siglo
el
simbolismo, pues
ella
nutre
los
g?neros
period?sticos,
teatrales
y
obviamente los diversos
g?neros
ensay?sticos
con
una
fuerte
floraci?n
historiogr?fica
y
la
primera
eclosi?n
de
la
sociolog?a
latinoamericana
(Bulnes,
Bomfim,
Arguedas,
Ingenieros).
Si
los
latinoamericanos
respondieron
al
mismo
impulso
que
hab?a
movido
a
los
europeos
cuando
la
transformaci?n
capitalista
industrial
de
sus sociedades, eran sin embargo sensiblemente diferentes las
caracter?sticas
de
su
integraci?n
a
la econom?a mundial
y por
ende
diferentes
las
caracter?sticas
de
su
producci?n
art?stica. De
ah? las solu
ciones sincr?ticas
que
reintegraban
la novedad
en
el
cauce
de
la
propia
tradici?n: la
nota
imaginativa
y
subjetiva
que
impregn?
el
rigor
de
sus
ex
ploraciones
realistas;
la tendencia
ideologizdora
que
subyace
a
la
cap
taci?n
del
mundo;
la actitud cr?tica
con
que
se
dise?an las obras.
El
conocimiento
m?s
ajustado
de
la
realidad ven?a
acompa?ado
de
una
sensible democratizaci?n de la literatura
que
procur?
?como
ya
observara
Baldomero San?n
Cano?
?poner
la
poes?a
por
la forma
y
por
el
concepto,
dentro del
circulo
de
conocimiento
del
pueblo y
en
su
natural
lenguaje?5.
La
construcci?n de
una
lengua
po?tica
culta
a
partir
de
una
transposici?n
r?tmica
de
la
lengua
hablada
que
no
impidi?
una
aristocr?tica
selecci?n
lexical
dentro
de
la
peculiar
sintaxis
del
espa?ol
y
el
portugu?s
americanos,
estableci?
la
norma
democr?tica
de
este arte
que
registra
el
ascenso
inicial de
los
sectores
medios,
sin
que
puedan
todav?a modificar
el
encuadre
fijado
dr?sticamente
por
el
ej?rcito
y
la
oligarqu?a
comerciante.
El
redescubrimiento
que
hicieron
sus
poetas
del
arte
manierista
y
barroco
posrenacentista
parece
regido
por
una
similar
situaci?n
social
y
cultural
en
uno
y
otro
per?odo,
tal
como
razonara
Hauser
para
la
revalorizaci?n
del barroco
que
hicieron
los
europeos
al
finalizar el
XIX.
Esta democratizaci?n
transicional,
todav?a
contenida,
irrumpir?
despu?s
de 1910
con
mayor
violencia
y
condenar?
por
ex
cesivamente
pactistas
a sus
antecesores,
quienes
por
otra
parte
en
este
nuevo
per?odo
habr?n
ascendido
mayoritariamente
al
carro
institu
cional:
el
c?rculo
intelectual del huertismo
en
M?xico,
los
gabinetes
ilus
trados
de Juan
Vicente
G?mez
en
Venezuela.
Los seis
rasgos
de la modernizaci?n
que
hemos
descrito
apuntan
a
sus
caracter?sticas
m?s
generales,
aquellas
capaces
de
ser
el com?n
denominador
de las
plurales
orientaciones
que
se
registraron
en
las
3. El
oficio
de
lector,
Caracas,
Biblioteca
Ayachucho,
s.f.
(compilaci?n
de
Juan
Gustavo Cobo
Borda),
p.
107.
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12 LA MODERNIZACI?N LITERARIA
LATINOAMERICANA
(1870-1910)
letras,
seg?n
las
?reas
culturales
del continente
y
seg?n
las estratifica
ciones
socio-culturales
dentro
de
ellas.
Debe
observarse
que
la
moder
nizaci?n
se
extiende
impetuosamente
por
un
per?odo
de
casi
cuarenta
a?os,
partiendo
de
los
primeros
tanteos
al
establecerse el orden
liberal
positivo
hacia
1870,
desarroll?ndose
bajo
la
cerrada
oposici?n
que
tan
bien
ilustrara
Fray
Candil,
conquistando
progresivamente
su
nuevo
p?blico
para
encontrar
en
el
mismo Centenario de
la
independencia,
ya
alcanzada
su
oficializaci?n,
la
recusaci?n de
los
nuevos
sectores
sociales
que
pomover?n
el
regionalismo
y
el
vanguardismo (o
modernismo,
en
el
Brasil): en la d?cada de los a?os diez ya est?n produciendo, coet?nea
mente,
R?mulo
Gallegos
y
Vicente
Huidobro
en
un
hemisferio
y
Lima
Barreto
y
Mario
de
Andrade
en
el
otro.
Visto
tan
largo tiempo
y
la
multiplicidad
de ?reas
culturales del
continente,
ser?a
vano
pretender
reducirla
a
una
estricta unidad
art?stica
y
doctrinal. La
modernizaci?n
no
es
una
est?tica,
ni
una
escuela,
ni
siquiera
una
pluralidad
de
talentos
in
dividuales
como
se
tendi?
a ver en
la
?poca,
sino
un
movimiento
intelec
tual,
capaz
de abarcar
tendencias,
corrientes
est?ticas,
doctrinas
y
aun
generaciones
sucesivas
que
modifican
los
presupuestos
de
que
arrancan.
Hay
adem?s
un
problema
nominalista
que
sigue
dificultando
la
construcci?n de un discurso cr?tico capaz de dar cuenta del panorama
completo.
En
tanto
que
los
brasile?os
conservaron
las
denominaciones
europeas
de los movimientos
art?sticos de
la
segunda
mitad
del
XIX,
seg?n
dos
l?neas,
una
de
poes?a
que
va
del
Parnasianismo al
Simbolismo,
y
otra
de
prosa que
va
del
Realismo al
Naturalismo,
los
hispanoamericanos
aceptaron
la denominaci?n
que
dio
Rub?n Dar?o
a
la
tendencia
que
?l
capitaneaba
y
asumieron el
t?rmino
?modernismo?
que
ha
dado
lugar
a
lam?s
extensa
discusi?n
acerca
de
su
contenido,
oscilan
do
entre
una
apreciaci?n
est?tica
que
toma
como norma
definitoria
la
po?tica
dariana
(que
fue
la m?s
exitosa del
per?odo)
y
deja
fuera
el
resto
de
la
producci?n
literaria
(como
lo
ilustra
el
excelente
estudio de
Max
Henr?quez
Ure?a,
Breve historia
del
modernismo,
1954)
o una
apreciaci?n
culturalista
epocal
que
busca articular
las diversas
expre
siones
y
tendencias
de
un
largo
per?odo
tal
como
lo traz?
(aunque
s?lo
para
la
poes?a)
Federico
De
On?s
en
su
Antolog?a
de la
poes?a espa?ola
e
hispanoamericana
(1882-1932)
aparecida
en
1934,
discusi?n
complicada
por
otra
acerca
del
tiempo (y
por
lo tanto
los
autores
que
han de
ser
in
cluidos)
que
se
confiere
al
per?odo
tanto
est?tico
como
doctrinal,
donde
la
tendencia
inicialmente
inspirada
por
De
On?s
ha
consistido
en
retroceder
su
vigencia,
que
al
comienzo
se
abr?a
con
el
Azul
de Dar?o
(1888),
para
incluir
en
?l
los
que
se
designaban
como
precursores
(fun
damentalmente
Mart?
y
Guti?rrez
N?jera) otorg?ndole
nacimiento
en
la
d?cada
del
setenta
a
trav?s de
los
estudios de
Manuel
Pedro
Gonz?lez
sobre
la
prosa
martiana
y
de
Ivan
Schulman
sobre
las
im?genes
de N?
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ANGEL
RAMA
13
jera, posici?n generalmente
aceptada
por
los
estudiosos
aunque
ha
en
contrado
la
oposici?n
doctrinal
de
Juan
Marinello.
Para
?contribuir
a
la
confusi?n
general?,
que
dir?a Aldo
Pellegrini,
los
brasile?os
han
mantenido
su
adhesi?n
a
las denominaciones
art?sticas
europeas y
designaron
el
movimiento
que
se
define
en
la
Semana de
Arte
Moderno
(Sao
Paulo,
1922)
con
el t?rmino
?modernismo?,
cuando
el
mismo
per?odo
se
designa
entre
los
hispanoamericanos
como
?vanguardismo?
seg?n
la
lecci?n
que
ha
divulgado
Enrique
Anderson
Imbert,
en
su
Historia
de la literatura
hispanoamericana,
desde
su
primera
edici?n
en
1954.
Para
un
discurso cr?tico
que
abarque
todos
los
pa?ses
que
se
designan
con
el r?tulo Am?rica Latina
y
que
procure
reconocer
la
multiplicidad
de
l?neas
de
desarrollo
de
cualquier
tiempo
hist?rico
con
una
concepci?n
n?tidamente
culturalista,
hemos
preferido
llamar
a
esta
?poca
?la
modernizaci?n
literaria?,
dat?ndola
desde
1870
por
el
testimonio
de los
intelectuales
que
perciben
el
nuevo
tiempo
que
ingresa
al
continente
(la pr?dica
doctrinal
de
Altamirano
en
M?xico
o
la
de
Silvio
Romero
en
el
Brasil)
y
d?ndola
por
concluida
con
las
celebraciones
del
Centenario de
la
independencia
(1910
en
Hispanoam?rica,
1922
en
Brasil) cuando ya est?n trabajando los j?venes que constituir?n el grueso
de los
narradores
regionalistas
(Gallegos,
Rivera, Azuela,
Lima
Barreto,
Monteiro
Lobato,
Lins
do
Reg?)
as?
como
los
poetas
renovadores
(L?pez
Velarde,
Vicente
Huidobro,
Sabat
Ercasty,
Carlos
Pellicer,
Mario
de
Andrade,
Le?n
de
Greiff,
C?sar
Vallejo,
etc.).
Asumimos
por
lo tanto
una
concepci?n
culturalista
e
hist?rica,
a
la
que
subyace
el
reconocimien
to
de
la
pluralidad
de ?reas
culturales
del continente
(aun
dentro
de
un
mismo
pa?s,
como
se ve en
el
Brasil)
y
la
pluralidad
de
estratos
socio
culturales
que
en
cualquiera
de ellas
puede
encontrarse
y
originan
diver
sas
modulaciones
de
las
mismas condiciones
b?sicas
del
per?odo.
A
ese
tiempo,
reduci?ndolo
a
los
treinta
a?os
que
van
de
1890
a
1920, aunque
extendi?ndolo
para que
abarcara
tanto
la
producci?n
en
lengua
espa?ola
como
la
del
Brasil,
le
llam?
Pedro
Henriquez
Ure?a
?literatura
pura?,
denominaci?n
equ?voca
que
?l
fundament?
en
un
hecho
cierto,
el
comienzo
de
la ?divisi?n
del
trabajo?
intelectual
aunque
visto
con
?ptica
reductivista:
?Los
hombres
de
profesiones
intelectuales
trataron
ahora
de
ce?irse
a
la tarea
que
hab?an
elegido
y
abandonaron
la
pol?tica;
los
abogados,
como
de
costumbre,
menos
y
despu?s
que
los
dem?s.
El tim?n del
Estado
pas?
a
manos
de
quienes
no
eran
sino
pol?ticos;
nada
se
gan?
con
ello,
antes
al
contrario.
Y
como
la
literatura
no era en
realidad
una
profesi?n,
sino
una
vocaci?n,
los
hombres
de
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14 LA
MODERNIZACI?N
LITERARIA
LATINOAMERICANA
(1870-1910)
letras
se
convirtieron
en
periodistas
o
en
maestros,
cuando
no
en
ambas
cosas?'
La afirmaci?n
es
s?lo
parcialmente
cierta.
Los
m?s
conspicuos
representantes
de la
modernizaci?n
siguieron
actuando
en
pol?tica
y
aun
ocupando
puestos
se?alados
del
liderazgo,
aunque
sus
doctrinas
hayan
sido rudamente
opuestas
unas
a
las
otras.
Basta
con
citar los nombres
de
Jos?
Mart?,
Justo
Sierra,
Manuel
Gonz?lez
Prada,
Jos?
Enrique
Rod?,
Rui
Barbosa,
Jos? Gil
Fortoul,
Rufino Blanco
Fombona.
Si
efectiva
mente
se
intensific? la
especializaci?n
de
los
pol?ticos, ajenos
a
las
letras,
junto a ellos siguieron actuando los intelectuales, cuya participaci?n en
los
gobiernos
sigui?
siendo
obligada
a
consecuencia
de
la creciente
com
plejidad
de las
funciones
p?blicas.
Es
incluso aventurado decir
que
?nada
se
gan??
con
la
creciente
especializaci?n pol?tica,
dado
que
sus
ejercitantes
no
demostraron
que
promedialmente
fueran inferiores
a
los
escritores
encumbrados
en
los
destinos
nacionales,
sin
contar
que
toda
la
sociedad
requiri?
mayores
especializaciones
para
atender
sus
niveles
m?s
desarrollados.
Pero adem?s debe
reconocerse,
en
este
proceso,
un
deslizamiento
de
la funci?n
intelectual
que
habr?a
de
tener
importantes repercusiones
futuras. Aun
los
escritores
que
abandonaron
la
directa
participaci?n
pol?tica,
desarrollaron
compensatoriamente
el rol
de
conductores
espirituales
por
encima
de las
fragmentaciones
partidarias,
pasando
a
ejercer
el
puesto
de
ide?logos.
Eso
fue evidente
en
las
recientes
incor
poraciones
doctrinales
europeas
(el
anarquismo)
que
inspir?
la
literatura
de Florencio
S?nchez,
Ricardo Flores
Mag?n,
Alvaro
Armando
Vasseur,
Manuel Gonz?lez
Prada
en
su
segundo
per?odo,
Rafael Barret.
Pero
tambi?n
lo
fue
en
las enfrentadas contiendas
a
que
dio
lugar
la
pol?mica
cat?licos
vs.
positivistas,
o
mon?rquicos
vs.
republicanos
en
el
Brasil
o
en
los
grandes
conflictos
nacionales
e
internacionales
del
per?odo:
la
campa?a
de
abolici?n de la
esclavitud,
la
guerra
hispanoamericana
de
1898,
la
desmembraci?n de
Colombia
con
el
advenimiento de
la in
dependencia
de
Panam?
en
1903,
por
?ltimo
la virulenta
campa?a
aliad?fila
a
que
dio
lugar
la
primera
guerra
mundial,
con una
producci?n
monumental
que
va
de
los
an?lisis
pol?ticos
de
Francisco
Garc?a
Calder?n
a
los
Apostrofes
de
Almafuerte. Esta
nueva
funci?n fue
reconocida
palmariamente
por
Dar?o
al
prologar
en
1907
su
libro El
can
to
errante:
?Mas si
alguien
dijera:
'Son
cosas
de
ide?logos'
o
'son
cosas
de
poetas',
decir
que
no
somos
otra
cosa.?
Si la
literatura
fue
vista
como
una
disciplina
espec?fica
que
deb?a
4.
Las
corrientes
literarias
en
la
Am?rica
hisp?nica,
M?xico,
Fondo
de
Cultura
Econ?mica,
1949, cap.
VII, p.
165.
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ANGEL RAMA
15
elaborarse
con
rigor,
conocimiento
y
arte,
dedic?ndole
tiempo
y
trabajo,
no
fue
vista
por
ninguno
como
?pura?,
al
menos en
el sentido
que
dio al
t?rmino el
abate
Bremond
en
los a?os
veinte
pensando
en
Paul
Val?ry.
Estuvo
al servicio
de
una
comunicaci?n
espiritual,
cuya
precisi?n
im
pon?a equivalente
esfuerzo
para
lidiar
con
las
palabras.
Los
escritores
fueron
francamente
pol?ticos
e
ide?logos,
recogiendo
la
sacralizaci?n del
intelectual dise?ada
en
los albores de
la
independencia,
y
aun
antes,
con
tribuyendo
a
su
robustecimiento: ?Torres
de
Dios,
poetas.?
Por
su
parte,
Federico
De
On?s consider?
que
se
trataba de ?la
for
ma
hisp?nica de la crisis universal de las letras y del esp?ritu, que inicia
hasta
1885 la disoluci?n del
siglo
XIX?,5 aunque
en
realidad
lejos
de
ser
una
crisis,
fue
la
vigorosa
maduraci?n
de
las letras
latinoamericanas
al
integrarse
a
la
literatura occidental
mediante sistemas
expresivos
comu
nes
que,
sin
embargo,
fueron
capaces
de
resguardar
la cultura
regional
y
los
problemas
espec?ficos
de
sus
sociedades.
Sobre
todo
porque
el
atraso
en
que
se
encontraban
sociedad
y
literatura
en
Am?rica,
al abrirse hacia
1870 la
expectativa
de
progreso y
organizaci?n,
impuso
una
violenta
ab
sorci?n de
pr?cticamente
toda la
literatura
que
se
hab?a
producido
en
el
XIX
en
Europa
y
en
Estados
Unidos,
en
un
esfuerzo
tesonero
de
ac
tualizaci?n hist?rica que
estableci?
una
suerte
de
coetaneidad
entre
Vic
tor
Hugo,
Emerson, Nietzsche,
Whitman,
Poe
y
Verlaine,
Wilde,
Mallarm?,
Huysman,
entre
Comte,
Spencer,
Renan
y
W. James
o
Henri
Bergson.
La
conciencia
de
una
actualizaci?n hist?rica
fue dominante
en
tre
los
escritores,
sean
cuales
hayan
sido
sus
posiciones
art?sticas
o
filos?ficas,
robusteciendo la convicci?n
de
que
Am?rica Latina
estaba
entrando
de
lleno
en
la
modernidad,
la
cual
se
vivi?,
no
como
una
crisis,
sino
como
una
pujante ?poca
de
progreso
y
renovaci?n.
Esta
violenta
in
corporaci?n
fue ilustrada al finalizar el
siglo
por
un
verso
que
un?a
los
dos
extremos
cronol?gicos
del
XIX,
?Con
Hugo
fuerte
y
con
Verlaine
ambiguo?,
con
el
agregado
de
la
herencia
universal
que
hizo
suya
el
siglo
histori?is
ta
de la
expansi?n
ecum?nica.
Como
toda
modernizaci?n,
no
fue
el
reflejo
de
una
crisis
coyuntural
de la
cultura
europea,
sino
una ac
tualizaci?n
hist?rica
de
mucho
m?s
amplio
radio art?stico
y
filos?fico
que
depar?
un
producto
sincr?tico
en
que
se
conjugaron
dos
coordenadas:
la
representada
por
la
vasta
tradici?n
universal
de las
letras
vistas
a
trav?s
de
la conciencia moderna
y
la
correspondiente
a
la
enraizada
tradici?n
cultural
interna de
Am?rica
que
hab?a
impregnado
los
mecanismos
de
percepci?n
y
valoraci?n.
5.
Espa?a
en
Am?rica,
San
Juan,
Editorial
Universitaria,
1968,
p.
183. La cita
corres
ponde
a
su
Antolog?a
de 1934
y
sobre
la misma
concepci?n
volvi?
en su
art?culo
?Sobre el
concepto
del modernismo?
de
1953.
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16 LA
MODERNIZACI?N
LITERARIA
LATINOAMERICANA
(1870-1910)
La
ingente
tarea
de
apropiaci?n
literaria
implicaba
forzosamente
la
que
podr?amos
llamar
etapa
caligr?fica
de
imitaci?n
seg?n
los
sucesivos
modelos
epocales,
cosa
nada
nueva
en
las letras
latinoamericanas
desde
el
neocl?sico de la
independiencia
pero
que
ahora
dar?a
un
resultado
parad?jicamente
original,
como
lo
registrar?a
un
heredero
de
la moder
nizaci?n
que
fue al mismo
tiempo
un
contradictor al
proponer
su
teor?a
del
arte
social:
Manuel
Ugarte.
Prologando
una
antolog?a
de
j?venes
escritores
en
1905*
distingui?
dos
momentos
sucesivos
en
la
literatura
in
dependiente
de
Am?rica:
el
de
imitaci?n
directa
que
?no
ha
dejado
ninguna obra fundamental que pueda salvar los l?mites de la regi?n? y el
de
imitaci?n
aplicada
que
permiti?
la
emergencia
de
quienes
llama los
?primeros
personales?
de
los
que
cita
a
Guti?rrez
N?jera,
Juli?n
del
Casal,
Jos?
Mart?
y
Rub?n
Dar?o,
es
decir,
a
quienes
manejando
la
acumulaci?n literaria
universal
lograron
traducir
en
su
obra
una
concien
cia
personal
y
una
cultural
americana.
Perspicazmente
ya
lo
hab?a
apun
tado
Dar?o
en
su
art?culo ?Los
colores
del estandarte?
respondiendo
a
Paul
Groussac al
rememorar
provocativamente
su
divisa:
?Qui
pourrais
je
imiter
pour
?tre
original??
Y
la
trasmutaci?n de
la
imitaci?n
en
sinceridad
personal
y
autenticidad
cultural
americana,
la
hab?a
registrado
Mart? al
escribir
sobre
Juli?n del
Casal
con
motivo
de
su
tem
prana
muerte:
?Es
como una
familia
en
Am?rica
esta
generaci?n
literaria,
que
principi?
por
el
rebusco
imitado,
y
est?
ya
en
la
elegancia
suelta
y
concisa,
y
en
la
expresi?n
art?stica
y
sincera,
breve
y
tallada,
del
sentimiento
personal
y
del
juicio
criollo
y
directo.7?
Curiosamente,
el
principal
factor de
este
redescubrimiento
de
una
originalidad profundamente
americana,
se
debi?
a
la
influencia del
movimiento
literario
europeo
sobre
el
cual
m?s
cr?ticas
acumularon los
hispanoamericanos
aunque
de
m?s
recursos
art?sticos afines
los
provey?:
el
simbolismo
y
el
decadentismo. Del mismo
modo
que
el
naturalismo,
ambos
chocaron
a
la
conciencia
moral
fraguada
en
el
catolicismo,
la cual
prolong?
su
opositor positivismo,
a
lo
que
no
dej?
de
contribuir la
con
notaci?n
del t?rmino
(decadentes)
que
era
resistida
por
el
sentimiento
de
juventud,
energ?a
y
aun
machismo
que
caracterizaba
a
una
nueva
generaci?n
dispuesta
al asalto
de
una
respetabilidad
internacional. Pero
una
cosa
era
el
discurso
moral
sobre
esos
movimientos
y
otra
su
ins
trumental
art?stico
que
se
revel?
a?n
m?s
adecuado
que
el del
parna
sianismo
y
el
realismo
narrativo
al
peculiar
?imaginario?
de los
latinoamericanos.
El
citado
Manuel
Ugarte,
que
consagr?
su
vida
a
la
6. La joven literatura hispanoamericana, Paris, Armand Colin, 1906, pp. XXVIII
XXXIV.
7.
Obra
literaria,
Caracas,
Biblioteca
Ayacucho,
1978,
p.
334.
Corresponde
a
un
articulo
necrol?gico publicado
en
Patria,
31
de
octubre de
1893.
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ANGEL
RAMA
17
lucha
antiimperislista
y
la
pr?dica
de
un
arte
social,
lo reconoci?
por
los
mismos
a?os
en
que
lo
hiciera Pedro Emilio
Coll,
diciendo:
?La
aparici?n
del simbolismo
y
del decadentismo
es
el
acontecimiento
m?s
notable
y
en
cierto modo
m?s feliz
de
la
historia literaria
de
Sudam?rica.
Es
el
punto
que
marca
nuestra
completa
anexi?n intelectual
a
Europa.
Es
el verdadero
origen
de
nuestra
literatura.
Y si
se
pueden
condenar
sus
ex
cesos,
sus
preciosismos
y
sus
aberraciones
morales,
nadie
puede
negar
su
eficacia
transformadora,
ni
desconocer
su
influencia
sobre
el desenvolvi
miento
posterior
de
la
intelectualidad
del
continente.?*
Por
su
parte, Francisco Garc?a Calder?n procur? posteriormente
una
interpretaci?n
espiritual
y
socio-cultural de
esa rara
afinidad,
m?s
con
el
decadentismo
que
con
el simbolismo
en
su
percepci?n,
que
gener?
lo
que
llama
?un
verdadero
Renacimiento? de
la literatura
continental.
En
el libro
que
escribi?
en
1912
para
que
los
europeos
comprendieran
a
los
latinoamericanos,
Les
d?mocraties
latines de
l'Am?rique,
propone
una
teor?a
sobre las transmutaciones
del
espa?ol
en
tierras
americanas
y
las
aportaciones
negras
e
indias
que,
aunque
sea
discutible
desde
nuestra
perspectiva
actual,
posiblemente
hubiera
complacido
a
Joao
da Cruz
e
Sousa:
El
espa?ol
se
fue
refinando
en un
medio
nuevo;
su
car?cter
se
abland? sin
duda,
pero
gan?
en
agudeza
y
en
fantas?a.
El
claroscuro,
el
matiz,
la
pasi?n
francesa,
encantan
tambi?n
al
criollo,
amante
de
la
sutileza,
del
bizantinismo
delicado,
elegantemente
esc?ptico
frente
a
la
bronca fe
espa?ola.
Numerosos
son
los
mestizos
dolorosamente estremecidos
por
encontradas
herencias.
Los
m?s
extra?os
caracteres,
la
sensualidad
del
negro,
la
tristeza
del
indio,
fueron
forjando
en
la
raza
nueva un
estado
de
?nimo
todo
matiz, contradictorio, melanc?lico,
no
desprovisto
de
optimismo,
sensual,
ocioso
o
violento,
aficionado
a
lo
raro,
a
la
m?sica
verbal,
a
las
complejidades psicol?gicas,
al
lenguaje
escogido
y
al
ritmo
inaudito.
Leyendo
Verlaine, Samain,
Laforgue,
Mor?as,
Henri de
R?gnier,
Gautier
y
Banville,
mezclando todos
los
cultos, y
embriag?ndose
con
todos
estos
licores,
los
poetas
de
Am?rica
encontraron
el
acento
nacional/
La
misma
parad?jica
ecuaci?n
se
repiti?
d?cadas
despu?s
con
motivo
de la introducci?n
del surrealismo
franc?s,
que
result?
propicio
8.
Op.
cit.,
p.
XXXV.
9. Las
democracias latinas
de
Am?rica. La
creaci?n
de
un
continente,
Caracas,
Biblioteca
Ayacucho,
1979, p
140.
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18
LA
MODERNIZACI?N
LITERARIA
LATINOAMERICANA
(1870-1910)
para expresar
la
peculiaridad espiritual,
en
especial
de
la
sociedad
afroamericana,
tal
como
lo reconocieron diversos escritores del
?rea
francoamericana
(Aim?
C?saire,
Jacques
Stephan
Alexis)
pero
tambi?n
renovadores de
la
prosa
hispanoamericana (Miguel
?ngel
Asturias,
Luis
Cardoza
y
Arag?n,
Jorge
Zalamea),
aunque
el surrealismo
mereci?
similares cr?ticas
?ticas
o
sociales
tanto
de
los
grupos
conservadores
como
de los revolucionarios.
Y
con
posterioridad
se
volvi?
a
percibir
un
conflicto
semejante
en
la
opci?n preferencial
que
hicieron los
latinoamericanos
por
la
tendencia narrativa sure?a encabezada
por
William Faulkner, en desmedro de la tendencia norte?a que se defini? en
la obra
de Dos
Passos
y
Ernest
Hemingway.
El
problema,
la
clave
de
tal
comportamiento
hist?rico,
revierte
al
grado
de
modernizaci?n
que
puede
aceptar
una
comunidad
puesta
en
trance
de
transculturaci?n,
tanto
vale
decir,
al
grado
de
pervivencia
de
sus
internas tradiciones
en
un
per?odo
de
r?pido
cambio.
En
esos
estados
transicionales
se
efect?a
una
selecci?n
de las
influencias
literarias
extran
jeras, seg?n
la
adecuaci?n
que
muestren
con
las transformaciones
culturales
que
se
est?n
produciendo
en
la comunidad
receptora,
en
la
cual
se
conjugan
la
modernizaci?n
y
la tradici?n
seg?n
un
muy
variado
pol?gono de fuerzas. As?, nadie
en
Am?rica Latina acept? el demonismo
que
de Baudelaire
a
Swinburne
predic?
la
poes?a
europea,
aunque
s?
fueron
explorados
estados
hiperest?sicos
o
m?rbidos
en
los
puntos
del
continente m?s
avanzados. Estas
situaciones intermedias de la
comuni
dad
receptora
la vuelven af?n
a
los movimientos
recusatorios
de la
modernidad,
aunque
ya
impregnados
de las
pautas
contra
las
cuales
in
surgen, que
se
producen
en
las
propias
metr?polis
modernizadas.
En
el
campo
de
las ideas
pol?ticas,
Arnold
Toynbee
razon?
una
preferencia
de
las
zonas
perif?ricas
por
las
heterodoxias
desarrolladas
en
las
metr?polis,
comportamiento
flagrante
en
Am?rica
desde
la
recepci?n
del
socialismo
ut?pico
en
el
romanticismo
rioplatense.
Una
posici?n
similar
puede
en
contrarse
en
los
comportamientos
literarios
de las
zonas
marginales,
que
da
origen
a
las
diversas
autodefiniciones
respecto
al
eje
de la
modernidad
que
rige
a
las
sociedades
dominantes
del
planeta.
La
lectura
que
Paul Verlaine
hizo
de la
poes?a
de
Juli?n del Casal
(al
margen
de
su
discutible
conocimiento
del
espa?ol)
detecta
la conmixti?n
sincr?tica caracter?stica
de la
poes?a
modernista
donde
se
suman
con
tradictorias influencias
extranjeras.
Lo
ve
todav?a influido
por
?mis vie
jos
amigos parnasianos?
a
quienes
se
opon?an
simbolistas
y
decadentes,
y
al mismo
tiempo
reconoce
en
las
p?ginas
de Nieve
un
parentesco
espiritual
con
?el
misticismo
contempor?neo?70.
No
se
enga?aba:
hacia
10.
Citado
por
Max
Henr?quez
Ure?a,
Breve
historia
del
modernismo,
M?xico,
F.C.E.,
1954,
p.
122.
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7/18/2019 La Modernizacion Literaria Latinoamericana
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ANGEL
RAMA
19
la
levedad,
transparencia,
matiz,
hacia
?la
elegancia
suelta
y
concisa?
en
el
decir
de
Mart?,
tend?an
sus
superiores capacidades po?ticas,
todav?a
embretadas
en
los
modelos
parnasianos.
El
objetivismo
de
?stos
pro
veer?a
de
piezas
espl?ndidas
a
la
poes?a hispanoamericana,
alcanzadas
por
la esforzada
?imitaci?n
aplicada?
de
que
hablaba
Justo
Sierra,
pero
rendir?a
sus
mejores
frutos
?y
s?lo
parcialmente?en
la
novela
realista.
En
cambio el
subjetivismo
individualista de
los
decadentes
(aun
que
no
el
rom?ntico
vuelto
convencional
sino
otro
preciso,
sutil
y
altamente
tecnificado)
resultar?a
propicio
a
los
poetas
latinoamericanos.
Se trataba de una po?tica que en Europa se opon?a tanto al ?pompier?
did?ctico de
la
burgues?a,
como a
la
renovaci?n
modernizada
y
ob
jetivista
de los
parnasianos,
una
heterodoxia
en
la
que
los
latinoamericanos
pod?an
residir.
No
cualquier
heterodoxia
se
prestaba
a
las
afiliaciones art?sticas.
En
la
?poca
la
mayor
heterodoxia
estuvo
representado
por
Leaves
of
Grass,
a
cuyo
r?gimen
libre
y
versicular
le
estar?a
reservada la
m?s
extensa
reper
cusi?n
en
el
siglo
XX, pero
el
hispanoamericano
que
mejor
lo
conoci?
y
admir?,
Jos?
Mart?,
aun
aprovechando
al
m?ximo
sus
incitaciones,
cons
truy?
su
obra definitiva volviendo
por
los
fueros
de
la
poes?a
tradicional
medida y rimada sobre el viejo modelo de la copla de arte menor. Y la
?poca presenci?
una
deslumbrante
renovaci?n de
las
matrices
m?tricas,
r?tmicas
y
las
pautas
musicales,
con
visible
retracci?n
respecto
a
la
in
novaci?n
que
en
la fuentes francesas
influyentes
propuso
Un
coup
de
D?s.
11.
Aunque
Manuel
Ugarte
no
lo
reconoce en
su
pr?logo
de
1906,
las
categor?as
de
imita
ci?n
latinoamericana
que
maneja
proceden
del
pr?logo
que
Justo Sierra
escribi?
para
la
edici?n
de
las
Poes?as de
Manuel
Guti?rrez
N?jera,
en
1896.
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