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SUPERFICIEBRUÑIDA DE

UN ESPEJO

FOTÓGRAFOSDEL SIGLO XIX

Texto de Rosa Casanovay Olivier Debroise

• BREVE HISTORIA DE UNATÉCNICA

• LA DAGUERROTIPIA ENMÉXICO

• LA AMBROTIPIA y LAFOTOGRAFÍA

• UNA SOCIEDAD APRENDEARETRAThRSE

Otros títulos recientesen Río de Luz

Manuel Álvarez BravoMUCHO SOL

Fotógrafos argentinosDEMOCRACIA VIGILADA

Hugo CifuentesSENDAS DELECUADOR

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La escrituracomo salidaNoé Jitrik

Me pregunté, al llegar a Bogotá, si nome interrogarian acerca de la última

novela de Garcia Márquez, que todo elmundo compra y, al parecer, todo el mundolee. Extraño fenómeno, lo mismo habia ocu­rrido con Cien años de soledad; entoncescomo ahora, pospuse la lectura.

Entretanto me entero de que sólo en Co­lombia han aparecido tres novelas, de inte­resantes autores, también sobre Bolivar; setrata del venezolano Caupolican Ováües (Yo,Bolívarrey, 1986),delcolombiano FernandoCruz Kronfly (Las cenizas dellibertador t 1987)y del venezolano Denzil Romero (La esposadelDoctor Ibome, 1988. Junto a ellas, hanaparecido libros de historia, una reediciónde Germán Arciniegas (Bolívar y la revolu­ción), uno nuevo de este mismo autor (Bolí­varde San Jacinto a Santa Marta, 1984) yuno de Fabio Puyo (Muy cerca de Bolívar,1988), particularmente interesante porquede sus trabajos previos se habria servidoGarcia Márquez. Junto a ellos se han repro­ducido otros estudios sobre el Libertador ysobre su maestro Simón Rodriguez. InclusoGarcia Márquez insiste sobre el hecho deque tuvo que hacer una dilatada investiga­ción histórica, tres años por lo menos. Al­gunos encarecen este rigor, otros señalanque se trata del mismo Garcia Márquez desiempre, con expresiones que le son ya in­separables, con una concepción que no va­ria. Es muy probable que Bolivar no hagasoldaditos de oro ensusoledad pero quizásu modo de decir "[Carejots)!" conduzcamás que a Bolivar al Garcia Márquez de to­dos sus libros precedentes.

Volveré sobre este punto pero antesquiero pensar que la profusión bolivariana,historiográfica y novelistica, habla de unauge deesoque sellama "novelahistórica"y quepara algunos esun género, para otrosun subgénero, para otros, entre los que mecuento, una ocasión para entrar en la litera­tura latinoamericana.

¿Nuevo auge? Para comenzar asumo estaexpresión porque cierto entusiasmo sobrelasposibilidades de lanovela histórica comosalida para lanarración-que, a suvez, esta­ria sometida a periódicas crisis de desa­liento (después del gran deslumbramientoborgiano quizás muchos ya no vean cómoseguir sin hacer retórica)- resurge cadatanto,demodotal que sepuede incluso ha-

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blar de "periodos" , no sólo en la literaturauniversal sino en la latinoamericana.

En cuanto al momento actual, esto que seobserva en Colombia no seria aislado, elpretendido auge tiene ejemplos en otrospaises; lo quevade lanovela deRoa Bastoshasta las de Aridjis pasando por las últimasde Carpentier, las de Fuentes, Del Paso,JoséLuis González, incluso Juan JoséSaer.Pero qué es "actual", qué el " ahora" delauge queestoy admitiendo. Yo señalaría sucomienzo hacia 1970 y pondria en Yo, elSupremo una de susmanifestaciones inicia­les, desencadenantes y aún modelizadoras.

No podria ignorarse, tampoco, y porquehay que pensar en lo que sucedió despuésde la novela de Roa Bastos, que dicho augesea una secuela de ese proyecto tan gran­dioso y significativoque los académicos de­signan como "noveladedictadores" que depronto pareció una realidad con libroscomoEl otoño del patriarca, La novela de Perán ytantas otras. Aunque ese tema, si biencomplementario en una perspectiva histó­rica, es lateral.

En resumen, si la novela histórica pro­longa esta propuesta, explicita o implíci­tamente, se diria que toda la narrativa deestos años, o mejordicho de la actualidad,podría ordenarse según tres actitudes na­rrativas fundamentales acerca del "refe­rente", pero que descansan sobre una ideade"capacidad" de la literatura, deun poderde hacer.

1. Hay quienes sesienten capaces deen­frentarse con el pasado lejano. Son los cul­tores de la " novela histórica."

2. Hay quienes sesienten capaces deen­frentarse tan sólo con sus propios fantas­mas, sociales o personales. Son los que ha­cen " novela situada", pero libre.

3. Hay quienes sesienten capaces deen­frentarse con una faltade proyecto en el or­den del referente. Son quienes intentan"construir" imaginariamente lo que para losotrosestá dadoen el exterior.

Cerrando el paréntesis y volviendo atrás,sediria quehubo otros momentos de fuerteinclinación por la novela histórica como sa­lida a cierta crisis; por ejemplo, hay un pe­riodo que llega hasta 1960 (cerrado quizásporElsiglo delas luces y que empieza entre19209y 1930 con-aunque aparentementey en el orden del "estilo" tenga poco quever- Escenas de laguerra delParaguay). An­tes, se podria hablar del periodo del Cente­nario y que encierra textos tan diversoscomo Laguerra gaucha y el ciclo de la "Re­volución Mexicana" o lasnovelas de Payróen la Argentina y, entodo caso, lasprolon­gaciones evocatívas de los principios del

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naturalismo, y aun el naturalismo mismo, enel cual pondríamos los textos de VicenteRiva Palacio. Y antes, todavía, está el pe­riodo que podemos llamar "romántico". Sedebería, en rigor, llenar cada uno de estosbloques pero por ahora vale tan sólo la in­tención y la indicación. Toda la variabilidadde conceptos entre las obras mencionadasy las que podrían entrar en cada unode losbloques volvería loco a Luckács e incluso aUmberto Eco, preocupado por estostemasa propósito de El nombre de la rosa.

Para llevar a algún lado el razonamientoconvendría retomar el periodo románticopara enfrentarlo con el período actual. In­cluye textos como La novia delhereje, Enri­quillo, Guatimozín e incluso el ciclo de RivaPalacio, pese a su ideología juarista impreg­nada de naturalismo. La obra de este últimoes importante porque implica la incorpora­ción almundo de lanovela del reprimido pa­sadocolonial, enel sentido de suexclusión,republicana, del imaginario narrativo.

Lo que autoriza una comparación es unprincipio básico de la novela histórica: sevuelve al pasado para tratar de hacer inteli­gible un presente. Esto supone que hayunafinalidad en el proyecto pero también unainterpretación: el pasado fue de esta o deotra manera pero el presente desde el quese escribe es de tal o cual modo y es loque importa.

En virtud de ello, se diría que la novelahistórica delúltimo ciclo es heterodoxa res­pecto de la romántica. Esto lleva a una ne­cesaria pregunta: ¿En qué podía consistiruna ortodoxia? Yo diría que, ante todo, enun acuerdo bastante perfecto, intelectual yfilosóf icamente hablando, entre novela,como aparato productor de ficción, e histo­ria, como depósito de verdad fáctica perotambién, como quería Hegel, de " sentido" .

En esta relación, la ficción desempeña elpapel de instrumento y la historia el de laluz. No es de extrañar, entonces, que lasnovelas de este periodo sean de "solucio­nes" , de revelación de enigmas, deproyec­ciones morales y pedagógicas: lahistoria eslo posible y lo necesario, el modelo herme­néutico del presente.

Pero, cuando digo " f icción" no digo"imaginación". Digo, tan sólo, un aparato,una construcción muy propia del siglo XIX

y mediante la cual se trata de afirmar unprincipio anterior todavía, el de la verosimili­tud que, articulado como requisito de la re­presentación, parece la garantía de toda li­teratura.

Como sabemos, la literatura -y la repre­sentación- no pertenece al orden de la na­turaleza y las diversas vanguardias de este

Simón Bolívar

siglo han demostrado que la palabra litera­ria, en todassusformas, bienpuede consti­tuirse fuera de la representación, por lotanto de la verosimil itud. En esa falta desustento que supone esa desviación res­pecto de una norma multisecular, la ficcióntambalea. Porque la " ficción" es un arte­facto creado, datado y se lo puede definircomo un coagulado que partiendo de unaexperiencia de la realidad, o de suscompor­tamientos, se fija respondiendo a normasde verosimilización y luego es tomada pordiversos relatos porque sirve a los fines desusintaxis narrativa. En 1492. Vida y tiempodeJuan Cabezón deCastilla, que sitúa la ac­ción enépoca delaInquisición, seelude pre­sentar un juicio -ficción previsible- y seprefiere presentar un documento, lo no fíe­cional por excelencia.

Nose encuentra -y deahí laheterodoxia­esa relación o ajusta perfecto entre historiay novela histórica en el periodo actual.Basta considerar el texto de Roa Bastos:pareciera que tiene más importancia elparadigma "dictador-dictar-escribiente-es­critor-escribir", porque establece conexio­nes conotros discursos, quetrazar una ima­gen verosímil por medio de ficciones talescomo desbaratar una conspiración, hacer

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un discurso público, etcétera . El docu­mento, además, habla por sí solo, se resig­

nifica en la contextualización narrativa, lapoesía adultera la textualidad y acentúa lainverosimilitud a través de mecanismos va­riadísimos.

Quizás por eso se digaqueel García Már­quez del Bolívar sigue siendo el mismo deCien años de soledad: sus tics verbales talvez reaparezcan pero aquí serían revelado­res de que lo que más importa no es aquelviejo acuerdo entre novela e historia sinootra cosa, lo que provisoriamente al menosllamaremos "escritura" .

Pero la relación entrepasado referencial ypresente es también muydiferente, como siel análisis del presente no llevara hacia zo­nas de descubrimiento sino tan sólo de an­gustiosa verificación. La historia, así, seconvierte en un inventario de calamidadesinmodificables, esun trauma y a la literaturano le queda sino insistir sobre ello pero nopuede, como sí lo hizo la novela romántico­naturalista, proponer, así sea simbólica­mente, ninguna posible reconquista del sen­tido. Habría que preguntarse cuál fue lafilosofía de la historia que regía en esta no­vela y cuál es la que gobierna las novelasde este periodo, incluso si es la misma paratodas.

Entre el comienzo de este último periodoy el final del anterior hay un respiro queconcluye, creo, hacia 1968; es la Revolu­ciónCubana y el libro que lo encarna es, enmi opinión, El siglo de las luces ; si en su re­dacción primera concluía con las luces apa­gándose, así como El reino de este mundopresentaba una imagen perniciosa, spengle­ríana, de repetición, con la revolución, hacia1959, Carpentier cambió el final y, en esesentido, aproximó su texto a los inicios delperiodo que concluía o, al menos, lo separódel que se iniciaba y para entender sutono la fecha de 1968 es importante. Lamuerte de Artemio Cruz, de los comienzosde periodo actual, insiste en lo concluido yese estado de ánimo de nuestra literaturarespecto de la historia progresa incesante­mente, acaso se trate de eso que se llama" posmodernidad" .

Pero hay unaparadoja: estas novelas sonmás interesantes e inteligentes, son másartísticas. Justamente porque, quizás, la os­curidad histórica y acerca del futuro des­trozóel dominio de la " ficción" , ideológica­mente instrumental, y obligó a imaginar unaescritura menos determinada, ella sí descu­bridora de registros, ella sí capaz de darcuenta de lo que es un mundo aparente­mente ininteligible, mezcla rara de ilusióntecnológica y de miseria social. Ó