Si nos observamos por una vez a nosotros mismos, vivimos de continuo pensando por adelantado. Cavilamos y damos vueltas al pasado o alimentamos esperanzas de futuro, de forma que nunca vivimos en el momento presente.
Pensamos siempre que lo grandioso debe conseguirse en algún lugar fuera. No nos
entra que la búsqueda sea precisamente la razón por la que no podemos encontrar.
Creamos nuestro propio mundo individual, familiar, social, político, científico o
ideológico, pero que luego, llevados por nuestra ingenuidad, lo confundimos con la
realidad.
Mientras nuestras construcciones de la realidad cuadran, vivimos una vida
soportable.
Si las concepciones de la realidad se desintegran, se puede llegar a aquellos
estados como la locura, depresión, suicidio…
Toda persona que se piense como constructor de su propia realidad, se caracterizaría por tres propiedades especiales:
Sería libre, ya que se sabe constructor de su propia realidad y también puede crearla con otra forma en todo instante