Nadie fue más sordo que Goya al siglo XIX, pese a haber cumplido en él
casi tres décadas y haber sobrevivido a sus feroces guerras. Se quedó
sordo de verdad cuando amanecía la centuria, pero no ciego. Y a fuer
de mirar a su aire se convirtió en un visionario. Ese hombre justo,
normal y rústico gestó las pesadillas que creemos tan nuestras
afincado en un Versalles provinciano y en una Ilustración de pueblo. La
descontrolada, y basta España que le tocó vivir le valió para todo y
para nada. Su terquedad y carácter fueron su patrimonio con tales
cualidades saltó desde su infancia hasta la infancia de las nuevas
evoluciones, que en el siglo XX lo pidieron como maestro. Nadie se
explica aún ese raro fenómeno: fue un pintor y un profeta solitario
venido desde antiguo hasta ahora mismo sin pasar por la Historia.
A manera de Introducción
A medida que fueron transcurriendo los años de su longeva vida, este "pintar de
mi invención" se hizo más verdadero y más acentuado, pues sin desatender los bien remunerados encargos que le
permitieron una existencia desahogada, Goya dibujó e
hizo imprimir series de imágenes insólitas y
caprichosas, cuyo sentido último, a menudo ambiguo, corresponde a una fantasía
personalísima y a un compromiso ideológico, afín a los principios de la Ilustración,
que fueron motores de una incansable sátira de las
costumbres de su tiempo.
“Pintar de mi Iniciativa”
La maja y los embozados1777 - Museo del Prado, Madrid.Lienzo. 2,75 x 1,90
Antes de su viaje a Italia en 1771 su arte es poco ilustrado
que no tenia ningún respaldo ni éxito; incluso fracasó
escandalosamente en los dos concursos convocados por la
Academia de San Fernando en 1763 y 1769. Las composiciones de sus pinturas se inspiraban, a
través de los grabados que tenía a su alcance, en viejos
maestros como Vouet, Maratta o Correggio, ….
Un Inicio…
Sacrificio a Pan 1771 - Colección José Gudiol (Barcelona, España).Óleo sobre lienzo. 33 x 24 cm.
…pero a su vuelta de Roma, escala obligada para su aprendizaje y el de todo
artista, sufrirá una muy buena evolución ya presente en el fresco del Pilar de Zaragoza titulado La gloria del nombre
de Dios.
Goya se ocupa más de las francachelas nocturnas en las
tascas madrileñas y de las majas resabidas y descaradas que de cuidar de su reputación
profesional y apenas pinta algunos encargos que le vienen de sus amigos los Bayeu, tres hermanos pintores, Ramón,
Manuel y Francisco, este último su inseparable compañero y protector, doce años mayor que él. También hermana de éstos era Josefa, con la que
contrajo matrimonio en Madrid en junio de 1773, año decisivo en la vida del pintor porque en
él se inaugura un nuevo período de mayor solidez y
originalidad.
Todavía en esta primera etapa…
Primer Autorretrato 1773
Poco tiempo después, algo más enseriado con su trabajo,
asiduo de la tertulia de los neoclásicos presidida por
Leandro Fernández de Moratín y en la que concurrían los más
grandes y afrancesados ingenios de su generación,
obtuvo el encargo de diseñar cartones para la Real Fábrica de Tapices de Madrid, género
donde pudo desenvolverse con relativa libertad, hasta el
punto de que las 63 composiciones de este tipo
realizadas entre 1775 y 1792 constituyen lo más sugestivo de su producción de aquellos años. Tal vez el primero que llevó a cabo sea el conocido como Merienda a orillas del Manzanares, con un tema
original y popular que anuncia una serie de cuadros vivos, graciosos y realistas: La riña
en la Venta Nueva, El columpio, El quitasol y, sobre todo, allá por 1786 o 1787, El
Albañil herido.
Cartonista de la Fábrica de Tapices
El albañil herido1786 – 1787 - Museo del Prado, Madrid.Lienzo. 2,68 x 1,10
Al año siguiente solicita sin éxito el puesto de
primer pintor de la corte, cargo que finalmente es concedido a un artista
diez años mayor que él, Mariano Salvador Maella. En 1780, cuando Josefa
concibe una nueva cuadro de Goya, el 25 de junio de
1786, Goya obtiene el título de pintor del rey con un interesante sueldo de
15.000 reales al mes.
Pintor de la corte
Josefa Bayeu1798 - Óleo sobre lienzo
Los duques de Osuna y sus hijos1788 – Museo del PradoÓleo sobre tela
Francisco de Goya y Lucientes1800-1801 – Museo del Prado (Madrid, España)Óleo Sobre Tela – Med: 280x336cm
Tiempo Después, cae gravemente enfermo en Sevilla, sufre lo indecible
durante aquel año y queda sordo de por vida. Tras meses
de postración se recupera, pero como consecuencia de la enfermedad pierde su sentido de escucha. Además, anda con dificultad y presenta algunos problemas de equilibrio y de
visión. Se recuperará en parte, pero la sordera será ya
irreversible de por vida.
La enfermedad y el aislamiento
El 3 de mayo de 1808, al día siguiente de la insurrección popular madrileña contra el
invasor francés, el pintor se echa a la calle, no para combatir con la espada o la bayoneta, pues tiene
más de sesenta años y en su derredor bullen las algarabías sin que él pueda oír nada, sino para
mirar insaciablemente lo que ocurre. Con lo visto pintará
algunos de los más patéticos cuadros de historia que se hayan realizado jamás: el Dos de mayo, conocido también como La carga de los mamelucos en la Puerta
del Sol de Madrid y el lienzo titulado Los fusilamientos del 3 de mayo en la montaña del Príncipe
Pío de Madrid.
El horror de la guerra
La carga de los mamelucos1814(1814) – Museo del Prado - MadridÓleo sobre Tela
El Tres de Mayo1814 – Museo del PradoDim – 266x 345
Durante la guerra de la Independencia, Goya irá reuniendo una serie inigualado de dibujos que
reflejan en todo su ilógico horror la cruel criminalidad de la pelea. Son los llamados Desastres
de la guerra, cuyo valor no radica exclusivamente en ser reflejo de unos acontecimientos atroces sino que alcanza un grado de universalidad asombroso y
trasciende lo anecdótico de una época para convertirse en ejemplo y símbolo, en auténtico
revulsivo, de la más cruel de las prácticas humanas.
El maestro murió en Burdeos, hacia las dos de la madrugada del 16 de abril de 1828, tras haber
cumplido ochenta y dos años, siendo enterrado en Francia. En 1899 sus restos mortales fueron
sepultados definitivamente en la ermita de San Antonio de la Florida, en Madrid, cien años después
de que Goya pintara los frescos de dicha iglesia (1798).
En el Museo del Prado se conserva Saturno devorando a un hijo, es sin duda, una de las pinturas más
inquietantes de todos los tiempos, síntesis inimitable de un estilo, que reúne extrañamente lo trágico y lo
grotesco, y espejo de un Goya, visionario, sutil, penetrante, lúcido y descarnado.
Para Marchar de nuevo a Paris…