UNA HISTORIA, UNA VIDA
Luis Gerardo Cortez.
“ Cuantas veces, a fuerza de leer la exposición de nuestros pensamientos,
los encontramos ridículos por el simple hecho de que no están ajustados a tal o
cual regla de la retórica o embellecidos por elegantes artificios literarios,
acobardándonos el pensar que vamos a vernos criticados por los necios y a ser
objeto de las bajezas de los torpes, que no logran con esto, si no hacerse
despreciables ante los ojos de todo aquel que piensa un poco, sobrando para
destruir estas sutilezas, lo inmaculado de la aspiración que abrigamos; inútil, pues,
creemos manifestar que está, y estará libre de la formula y la moda, pues no nos
consideramos tan egoístas para pretender con la mediana confección de un
artículo, conquistar un aplauso, sino que aspiramos al mejoramiento intelectual,
despojado de todo vano artificio.”
20 de febrero de 1926
Alejandro Topete del Valle
La visita a un nuevo mundo, era una aventura que valía la pena enfrentar, era
un lugar donde no encontrarían las comodidades a que estaban acostumbrados,
pero se tendría la oportunidad de allegarse de bienes materiales que les darían
poder y posición social entre la sociedad que vivían.
Se enfrentarían a indígenas que conocían solo por habladas, como aquellos que
llevara de regreso Cristóbal Colón, a España.
Sin embargo, no eran como los habían visto, como habían escuchado,
dóciles y sin sabiduría. No todos eran así, algunas de las civilizaciones como la
maya, tenían un conocimiento astronómico quizá hasta superior, a los mismos
europeos.
No todas las tribus tenían los conocimientos, no todas sabían vivir en el
concepto de la civilización, en particular los que poblaban el centro del recién
conquistado territorio por los españoles, era la tribu Chichimeca, la cual, se
conocía con varios nombres que les identificaba según la región que habitaran.
La característica común de estos indígenas, era su salvajismo extremo, los
ataques a las avanzadas españolas eran sorpresivos y violentos, sobre todo por
la rapidez y la certeza que tenían con la única arma con que contaban, un arma
por demás letal en sus manos, el arco y la flecha. No tenían lugar fijo de
residencia, solían andar desnudos, y dormían donde les sorprendía la noche, les
daba igual, comían lo que cazaban. Esta tribu era difícil de tratar y más aun,
dominarlos. En una ocasión que se les perseguía, los caballos se asustaron tanto
con tan solo verlos, que a los jinetes les fue difícil dominar sus cabalgaduras, otra
peculiar característica entre estos naturales era la falta de aseo, no
acostumbraban bañarse. Muchas veces el fuerte olor que despedían, hacía que se
les ubicara fácilmente, se dio un caso en que un pelotón de soldados españoles
que venían de Zacatecas, y que tenían el viento a su favor tomaron por sorpresa a
un grupo de chichimecas que se preparaban para atacar una diligencia que se
dirigía rumbo a Zacatecas.
Este era uno de los problemas que enfrentaban los nuevos pobladores del
territorio que se llamó reino de la Nueva Galicia, en particular donde se asentaron
los personajes a quienes les otorgaron mercedes de tierra para su trabajo, se
llamaba sitio o paso de las Aguas Calientes, o valle de los Chichimeca.
Los primeros aventureros que llegaron por este rumbo, Hernán González
Berrocal y Alonso de Avalos y Saavedra por ahí de 1565, vivieron una etapa difícil,
donde prácticamente se jugaba con la muerte. El lugar comenzó a poblarse, el
ansia de prosperar, de allegarse de propiedades, dinero y un apellido, hacía que
llegará mas y más gente, muchas de las veces protegidos con las concesiones
otorgadas por el virrey, que les ponía como condición, que la tierra solo sirviera
para levantar cosecha, regularmente no se cumplía, la vigilancia de esas
disposiciones con frecuencia era nula, había otras cosas por hacer y que eran mas
importantes de cuidar, sobre todo la pacificación de los naturales.
Con los años, comenzaba a ser paso importante y necesario para el
descanso de quienes iban y venían de Zacatecas o bien se dirigían rumbo de los
poblados localizados al sur del sitio o paso de las Aguascalientes, como
Teocaltiche, Lagos de Moreno y el mismo Santuario de San Juan de Los Lagos,
entre otros.
El constante paso de gente por el lugar, los frecuentes ataques indígenas,
originaron la necesidad de construir una finca que funcionara como cárcel y fuerte
a la vez, como fuerte en caso de un ataque, como cárcel para cuando se
cometiera algún delito que ameritara pena corporal. Este presidio se localizaba
junto al camino principal, cerca de la primitiva capilla.
En 1575, Juan de Montoro, caballero aventurero que radicaba en Lagos de
Moreno, aprovechó la oportunidad que ofrecía la Corona. Hablo con sus
principales compañeros de aventura, Alonso de Alarcón y Jerónimo de la Cueva,
ambos quedaron extasiados con escucharlo, el ansia de ver algo nuevo, ver tierras
que quizá ningún ser humano había pisado, hacía que la prudencia quedara de
lado. Pronto acudieron a posesionarse de esas tierras que les prometía riqueza.
Se tenía que seguir el protocolo, había una autoridad y ese era el gobernador
de la Nueva Galicia, ante quién se presentó la solicitud donde le pedían se
dignara conceder la cédula de fundación de aquel inhóspito sitio. Jerónimo de
Orozco tenía otras preocupaciones, se gobernaba con muchos problemas y en
Montoro, vio la oportunidad de lograr la pacificación de la frontera norte del Reino
a su cargo.
Pensó que tenía que dividir y vencer, no quedaba de otra, la necesidad de
controlar la zona era de suma importancia, no lo penso mucho, él mismo con la
autoridad que tenia, signó y puso el sello real a la cédula de fundación, así
evitaba la burocracia, se ahorraba el tiempo que tardaría en llegar el documento
firmado por el Rey. Pensó que, desperdiciar la oportunidad que se le presentaba
en ese momento, no se volvería a repetir en una buena cantidad de años, ese tipo
de aventureros que en nombre de Dios y de la Corona, inclusive arriesgaban su
propia vida, eran contados si, pero esos hombres movidos también por la
ambición, sabían de otros que habían hecho fortuna en la pacificación de otras
áreas. Orozco que era hombre formado en convento religioso, era noble y dijo:
–espero que ustedes, y quienes les acompañen, no tengan contratiempos,
cuenten con todo aquello que crean necesario para el engrandecimiento del lugar,
no olvides tampoco que todo lo que hagan les será agradecido por el Rey-
Juan de Montoro, por ser líder de todos aquellos que hacían la solicitud de la
fundación y quién la promoviera, recibió el pergamino que amparaba la fundación
oficial de la villa, la fecha que se marcó en el documento fue el 22 de octubre de
1575. Se siguieron las ordenanzas de la real cédula, comenzó el reparto de las
tierras, se hizo el trazo de la villa que llamaron de la Asunción de las Aguas
Calientes, marcaron donde quedaría la plaza, donde se edificaría la iglesia,
basándose en la construcción del fuerte o presidio que ya se localizaba en el
lugar.
No se veía nada más que un gran llano cubierto de frondosos árboles y
mezquites, un arroyo al sur que les serviría para surtirse de agua, el lugar era
hostil, no ofrecía mucho, poca oportunidad había de resguardarse en caso de una
incursión de los nativos, solo contaban con su destreza en el manejo de las armas,
el arcabuz, la lanza y el arco, y en formar un buen equipo defensivo con los
demás habitantes, era necesario hacer reuniones periódicas para observar la
vigilancia, era sencillo, la misma geografía del lugar lo permitía.
Los soldados destacados en el presidio no pasaban de 11, mas quién los
comandaba, tenían que aprender a vivir en la incertidumbre, no era una tarea fácil,
pero tenían la promesa hecha por ellos mismos de que vencerían cualquier
obstáculo, no se dejarían rendir por situaciones mínimas como el sobrevivir en
tierras totalmente extrañas. Expuestos a tantas horas de sol, les había curtido la
piel, el alma y el ánimo. Reunidos en una ocasión con el alcalde mayor de la
villa, eran mas las quejas que se escuchaban que las cosas buenas, pero
arrodillados frente al crucifijo que se veía en la mesa del Alcalde, dijeron que
saldrían adelante en el nombre de Dios, y así continuaron una lucha contra un
mundo hostil.
Una de las primeras calles que se trazaron en la nueva villa era la del
Apostolado, las casuchas de adobe comenzaron a levantarse, rápidamente
empezaban a tomar forma, los intrépidos personajes que poblaban el lugar,
querían tener su propio castillo, algo que denotara el supuesto poder que se debía
tener, o que ambicionaban tener. Por ahí se ubicaba la casa construida por el
intrépido Montoro, que por una mala cosecha, a consecuencia de una fuerte
sequía, se vio obligado a venderla en 1598, Cristóbal de Bareto le ofreció la mayor
cantidad de reales.
La casa en si era amplia, tenía varios cuartos ubicados alrededor del patio, pero
sus terminados eran malos, el descuido era obvio.
-Juan. No te puedo dar mas de lo convenido, he visto, que tienes problemas
para saldar tus cuentas, pero tu casa no vale mas, ¿aceptas el trato?.-
Montoro titubeó, pensaba que por ser el principal fundador de la villa haría que
sus propiedades valieran mas, al fin pronunció;
-de acuerdo estoy contigo, muchos contratiempos he tenido, y mi morada a
resentido esas penas, acepto lo ofrecido.-
La calle donde se ubicaba la casa, era empedrada, un trabajo de mala calidad,
había mala nivelación, profundas zanjas atravesaban la ruta, en esas zanjas, al
pasar una carreta cargada de mercancía, si no se hacía con cuidado, tenía el riego
de volcarse. El viento era otro factor que hacía notar el descuido de la calle, con el
mínimo viento se levantaban grandes oleadas de tierra que hacían imposible
mantener los ojos abiertos.
El ánimo no decaía, había quienes ya tenían su palacio, en el patio principal se
veía gran cantidad de macetones atestados de flores, la sombra que ofrecían los
patios, era por la astucia con que se habían construido aprovechando la
existencia de un gran árbol.
El crecimiento de la villa era lento, las pestes y las sequías eran los problemas a
que se enfrentaban los recios y aventureros habitantes, muchos de los que se
atrevieron a poblar el lugar, regresaban por donde venían, sin más fortuna que con
la misma que habían llegado, y no la que habían soñado acumular.
El ingenio brotó con los problemas, para resolver el de la sequía, se
reunieron los pobladores de la villa, acordaron construir un particular acueducto
como no hubo muchos en el reino de la Nueva España, este sistema de acarreo
de aguas, se construyó bajo la superficie de la tierra, que desde la presa del
Cedazo surtía el vital liquido a la villa. El producto de ese trabajo hizo que las
huertas florecieran, estas se veían a lo lejos cuando se visitaba la villa de
Aguascalientes, una buena cantidad de frutos se producía. Este tipo de
propiedades se multiplicaron rápidamente, en cierto momento rodearon la villa, era
como un verde cinturón que con suavidad aprisionaba y protegía a la vez, la vida
en Aguascalientes. En principio sirvieron para el consumo de los habitantes de la
villa, después sirvieron para surtir a las poblaciones y rancherías cercanas.
La plaza, se observaba solitaria, era solo un espacio vacío sin mas diseño
que el adorno de las fincas que le rodeaban. Con los años se fabricaron bancas
de adobe que servían para el descanso, pero la falta de grandes árboles, hacía
que pocos fueran los que se atrevían a sentarse en los rayos del sol, la tierra se
veía por todos lados, una finca al sur de la plaza comenzaba a tomar forma, los
alarifes trabajan con gran celeridad, y no era para menos, su propietario era el
presbítero Pedro Rincón de Ortega, cura de la villa.
Una de las principales ocupaciones de Pedro, era el vigilar el buen
comportamiento de los vecinos del lugar, debían de seguir estrictamente las
observaciones de la religión católica, ¿porque hacía esto?. No mucho tiempo
atrás, había recibido de la Santa Inquisición, que tenía sentados sus reales en la
hermosa ciudad de México, el nombramiento para ser parte del Santo Oficio, las
cosas en Aguascalientes eran tranquilas, las gentes trataban de no meterse en
problemas y mucho menos con la Iglesia. Fueron contados casos en los que
intervino, solo 93 casos se registraron en Aguascalientes durante toda la
existencia de la Inquisición, la mayoría casos mínimos e infracciones leves, salvo
aquella cuando Diego de Quixas y Escalante dijo que el infierno no existía, lo que
le costó una severa amonestación y de paso para limpiar sus culpas ante la
Iglesia, dono a la orden de los Juaninos, la huerta que se localizaba al lado del
templo, sobre la calle de San Juan de Dios, además la hacienda de la Cantera,
caro le costó su atrevimiento.
Pedro Rincón, era heredero de una gran cantidad de tierras que convirtió en
un mayorazgo, la administración se concentraba en la hacienda principal que se
conocía con el nombre de Ciénega de Mata, mucha gente dependía de él. La
humildad no parecía formar parte de su vocabulario, o ignoraba conocerla por lo
menos. El apellido era de suma importancia conservarlo, por ello decidió construir
la finca en la cual vivieran con suficiente decoro, los herederos del mayorazgo,
que siempre sería en línea paterna.
Las cosas no resultaron como las tenía planeadas, no logro ver concluida la
finca, ya que repentinamente, en 1666, murió de un fuerte dolor en el pecho
cuando descansaba en su hacienda llamada Peñuelas que se ubicaba a media
hora de la villa, hacia el sur.
La casona fue habitada por los herederos, pero la arrogancia de ser una
familia tan rica, propietarios de grandes extensiones de tierras, vieron que la cárcel
de la villa les estorbaba la visión, pidieron y exigieron a la vez, a la autoridad de la
villa, que se derribara esa finca, para ello, al mismo tiempo, donaban un terreno
en la parte posterior donde se ubicaba la casa del Ayuntamiento.
Las cosas estaban saliendo a pedir de boca, ya que casualmente, como
mandado hacer, un reo llamado Juan, esclavo libre no hacía mucho tiempo, pedía
se le conmutara la pena por la que se encontraba preso, o bien lo cambiaran de
cárcel. El motivo de tal solicitud se basaba en que:
– veo con gran preocupación que esta cárcel de la villa carece de mantenimiento
y temo por mi vida, las cuarteaduras son tan visibles, las vigas que sostienen el
techo, están tan podridas, que con una lluvia fuerte seguramente se derrumbará
estando yo dentro, mi deseo es seguir disfrutando de la gracia del Señor-.
La cárcel nueva se hizo, el preso siguió en la cárcel por poco tiempo, solo
que contaba ya con algún dinero que se le había pagado por su declaración, era
un secreto a voces que su testimonio se había comprado, el siempre lo negaba
argumentando:
–el delito por el que estuve preso era mínimo, sin contar que no fui yo quién se
apoderó del caballo propiedad del escribano Manuel Rafael de Aguilera, pero por
el cargo que ostenta, tenía que encontrarse un culpable, y ese fui yo-.
Juan, al quedar en libertad, se le solicitó que abandonara el lugar, querían que
el hecho se perdiera en la penumbra de los años, la misma noche en que salió de
la cárcel, tomó camino con rumbo de la capital de la Nueva Galicia, donde instaló
un taller de herrería, oficio que había aprendido cuando vivió en Puebla de los
Angeles. Los trabajos que hacía con el hierro, eran considerados por muchos,
como de los mejores que se elaboraban en el reino de la Nueva Galicia, ello le
valió que le encargaran trabajos para adornar las ventanas y puertas de las
casonas de los personajes mas encumbrados que residían en Guadalajara. En
alguna ocasión hizo un trabajo de herrería que mando a Zacatecas, solo que las
distancias impidieron que continuara trabajando para la gente que habitaba en esa
ciudad.
Mientras tanto, en Aguascalientes, la mansión construida por el presbítero
Rincón, enseñoreaba el camino principal a Zacatecas, este camino era ya
considerado como calle, los lugareños le llamaba del Obrador o del Obraje. La
finca hacía que las demás casas se vieran pequeñas y de escaso valor. Cada una
de las ventanas, de las varias que tenía, mostraban en su parte superior,
elaborados en cantera, los escudos nobiliarios de la familia, y curiosamente toda
la herrería, era hechura de aquel preso de nombre Juan.
En el interior, un gran patio, la escalera se localizaba al fondo de lado izquierdo,
ahí un pasillo se llegaba a las cocheras y caballerizas donde se veían los
preciosos caballos de la familia. Los cuartos alrededor del patio, hacían que fueran
cuartos de agradable temperatura durante la temporada de calor. Los muebles,
muchos de ellos traídos de Europa, estaban ricamente ornamentados, aunque
había quienes aseguraban que los muebles del comedor y la sala, los habían
elaborado gente que aprendió el oficio de ebanistería y que vivían por el rumbo de
la Hacienda de Palo Alto.
El ejercito de sirvientes no paraba, siempre había algo que hacer en esa finca.
El interés es el que mueve los hilos de la humanidad y en esta familia así
sucedió, solo mujeres había en la descendencia y una de ellas, Juana Rincón, hija
de Juan Rincón de Vivar y Catarina Pérez de Aguirre, inició un romance que la
llevaría al altar para desposarse con el capitán Nicolás Gallardo, de la familia que
formaron, nació José que debería llevar por primer apellido el Gallardo, sin
embargo por extrañas circunstancias de la vida se llamó, José Rincón Gallardo,
llevando pues en primer término el apellido de la madre, quién era heredera de
una fabulosa herencia y que además por cláusula testamentaria de Pedro Rincón,
había de conservarse el apellido.
La villa comenzaba a tomar real forma, las primeras construcciones se
habían levantado sin orden, por consecuencia las calles resultaban retorcidas en
su trazo. Las acequias corrían por las calles empedradas, los caballos jalando los
carretones pasaban ya sin problemas por las rúas.
La plaza para 1808 contaba con una columna que se había mandado
construir para colocar la imagen del rey Carlos IV, pero este murió antes de que se
concluyera la construcción y se puso la imagen de Fernando VII.
Las casonas altas y grandes empezaban a distinguirse en el centro de la villa,
por la calle del Apostolado, por la calle de la Aurora, por la de Nieto, por la de
Tacuba, por la del Obrador y por la de la Merced se veían construcciones que
competían con la de la familia Rincón Gallardo.
El comercio comenzaba a florecer, Aguascalientes era lugar de paso para
muchos, y entre otras cosas lo que le daba impulso a la economía, era el paso de
todos aquellos integrantes de las comitivas que se dirigían con rumbo a las fiestas
de la Virgen de San Juan de Los Lagos.
El desplazamiento de tanta gente motivó la creación de un mayor número de
lugares donde se hospedaran los viajeros. Surgieron los mesones donde por un
poco de dinero, dormían y se resguardaban los animales y la mercancía que
llevaran.
La mayoría de estos negocios se ubicaban por la calle del Obrador, que larga
y empedrada, era la salida para el sur de la villa, esta misma arteria al norte, se
llamaba de Tacuba, caminando por ella, a tres cuadras de la plaza principal se
llamaba de los Zacatecanos, al comenzar con este nombre, se tropezaba con la
plazuela del burro, lugar de reunión donde los leñadores que transportaban su
mercancía en burro se congregaban, de ahí el nombre.
Cercana de esta plaza, al sur, estaba otra plazuela, era de forma triangular,
se ubicaba entre tres calles, una de ellas era la que llevaba al templo de
Guadalupe, la otra que iba de norte a sur, comunicaba con la parroquia, era una
calle estrecha que al concluir su trazo parecía terminar el recorrido, pero al llegar
ahí, y dar vuelta al oriente se topaba con la plaza principal, si se caminaba para el
lado contrario, para el poniente, se ligaba con la calle de la Merced, que al final de
ella se encontraba el pueblo de San Marcos. La plazuela se conocía con el
nombre de las tunas y servía como mercado, había una pequeña y redonda pila
de agua de donde se surtían los vecinos del rumbo, del lado poniente estaba el
mesón de La Providencia, los puestos ambulantes con sus sombrillas daban un
toque especial, hacían que todo aquello se viera apiñonado, ahí entre otras cosas,
se expendía el fruto del cual llevaba su nombre, la tuna.
En 1810, Aguascalientes vio interrumpida su tranquilidad con la visita de Ignacio
Allende que venía en busca de José Iriarte, un traidor para la causa Insurgente,
pero este, ya había logrado huir del lugar.
La ubicación de la villa, era importante para el movimiento Independentista, por
esa razón los insurgentes ubicaron por la calle de Tacuba un polvorín, se
encontraba cerca de la plaza y la Iglesia parroquial. Una mañana de diciembre,
al estar ejercitándose la tropa que encabeza Allende, por el rumbo de la Hacienda
de la Cantera, interrumpieron sus actividades al escuchar un fuerte estruendo, una
columna de humo se distinguía fácilmente, los soldados pensaron lo peor, se
imaginaron que el ejército realista les había tomado por sorpresa.
El lado norte ese día, se encontraba con poca vigilancia, volvieron a todo galope
y paso veloz, dispuestos a enfrentarse con el enemigo, solo encontraron grandes
destrozos y un gran boquete donde se ubicara el polvorín, varias casas cercanas
al lugar del estallido, se veían totalmente destruidas, otras sin techo, el panorama
era aterrador, se podían escuchar los gritos lastimeros de quienes se encontraban
atrapados entre los escombros de lo que fuera su vivienda, en toda la villa se
respiraba un fuerte olor a pólvora.
Los cuerpos de algunos de los soldados, por la fuerza de la explosión, habían
volado tal distancia como si hubieran sido impulsados por la furia de Dios, hubo el
caso de uno llamado José Camiña, que se encontraba en el polvorín, su cuerpo
fue a estrellarse justo en la puerta de su casa que se situaba a tres cuadras.
La finca donde durmiera Allende solo sufrió la rotura de cristales de las
ventanas, fue de las menos dañadas por la fuerza de la explosión.
Allende no daba crédito a lo que veían sus ojos, quienes le acompañaban solo
le veían, sabían que era necesario trasladarse a Guadalajara donde les
esperaban, pero era indispensable su ayuda en el rescate de las personas
afectadas, eran 2,000 hombres que durante seis días, llevaron a cuestas los
trabajos de limpieza, se ordenó y se apoyó en lo que se pudo, la tragedia estaba
en si, un poco subsanada.
La importancia de Aguascalientes, para ambos bandos beligerantes, radicaba
en el acopio de pólvora y municiones. Viendo eso, en 1814, el presbítero Cesáreo
de la Rosa, domiciliado en el lugar, solicitó a la Corona que, para evitar los malos
ejemplos que la insurrección daba a la población de este sitio, se ubicaran en la
villa mayor cantidad de soldados para reprender cualquier indicio de sublevación.
Al mismo tiempo solicitaba que se le otorgara título de ciudad. Los trámites
burocráticos eran lentos y fue hasta 1816 cuando se concedió el título de ciudad
bajo la advocación de la Virgen de la Asunción, la idea al final de cuentas no dio
resultado, lográndose la independencia en 1821.
Los años pasaron, la gente de la población comenzaba a sentirse intranquila, la
carga tributaria por parte del gobierno de Zacatecas del cual se formaba parte
como partido, ahogaba a los habitantes de la ciudad, ningún beneficio se dejaba
sentir entre la población, mucho menos se veía alguna obra pública de
importancia que fuera emprendida por el tirano gobierno.
La plaza para principios del siglo XIX estaba ya totalmente arbolada, las
parvadas de pájaros buscaban refugio en los árboles, con la siguiente molestia
para quién quisiera disfrutar de un descanso o una cita en las bancas que se
encontraban en los pasillos, la vegetación servía como muro que escondía las
fugaces reuniones de los enamorados, la tierra ensuciaba los zapatos al caminar
entre los corredores que emulaban un laberinto con el que se intentaba evitar los
problemas de la vida diaria.
La esbelta columna, parecía vigilar el desarrollo de todas las actividades de la
ciudad, parecía saber que las autoridades pensaban hacer algo respecto de
Zacatecas. Así en 1835, en visita de paso hecha por Antonio López de Santa
Anna a la nueva ciudad hacía pocos años, 19 para ser exactos, vieron la
oportunidad de alcanzar la ansiada libertad y en una fiesta hecha en su honor, no
desaprovecharon la oportunidad para presentar su pedimento, al cual López de
Santa Anna, amablemente respondió que inmediato tomaría una decisión.
El baile siguió, la anfitriona María Luisa Villa García, esposa de Pedro García
Rojas, bailaba con el General Santa Anna al compás de las notas musicales que
salían de los instrumentos de la orquesta llamada de Los 7 Viejos. De pronto,
poniendo por delante sus dotes de seductor, el General solicitó a María Luisa un
beso, ella de inmediato reaccionó, quiso darle una bofetada a quién se atrevía a
pedirle tal cosa, pero la audacia e inteligencia que le caracterizaban, calmó su
arranque de ira, y sin que concluyera la melodía que se escuchaba ese momento,
tomó del brazo a su compañero de baile, con paso lento dirigieron sus pasos a la
parte media del salón donde se celebraba el festejo, dio unas palmadas logrando
llamar la atención de los asistentes, la música calló y logrado su objetivo, María
Luisa alzó su delicada voz para que la escucharan y dijo:
–quiero demostrar mi agradecimiento al General Antonio López de Santa Anna, y
con un beso en nombre de todas las mujeres de esta ciudad, le demuestro la
emoción por decirnos que Aguascalientes será independiente de Zacatecas-
Al concluir solicito un aplauso para el benefactor de Aguascalientes y acto
seguido le besó en la mejilla derecha.
La emoción hizo presa a todos lo que vieron la escena y se abalanzaron para
agradecer al general, el astuto guerrero fue derrotado por la inteligencia de una
hermosa mujer, fue vencido en una sola batalla.
Al siguiente día, el ayuntamiento se reunió para tratar lo prometido por Santa
Anna, se destituyó a José María Sandoval, quien era el jefe político, nombrándose
interinamente a Pedro García Rojas, que en ocasión anterior, había fungido como
jefe político.
Todo era emoción, la libertad estaba cerca, se sentían libres, aún faltaban de
librar negros nubarrones que opacaban el sol libertador, un nubarrón era Antonio
García Cadena, gobernador de Zacatecas que tomó la decisión de los habitantes
de Aguascalientes como un enfrentamiento personal a su gobierno, era inaudito el
atrevimiento, pero entonces nada logró, no cejó en su intento por recuperar lo que
sentía como su propiedad, así, años mas tarde en 1850, Aguascalientes sería
anexado otra vez como partido político de Zacatecas, volvió la opresión, ahora con
mas furia, tenía que verse quién mandaba en ese territorio, la soberanía de
Aguascalientes no estaba permitida y mucho menos sobre algo que desde 1790
formaba parte de Zacatecas, hubo casos en que por falta de dinero, la población
vendía tabaco que no pagaba impuestos.
Para evitar esa costumbre, el gobierno ordenaba al ejercito se hicieran
constantes y exhaustivas búsquedas en las casas de la ciudad, en caso de
encontrarles así fuera un cigarro, y si no explicaban satisfactoriamente su
procedencia, se imponían condenas que se alejaban de la realidad.
Así transcurría la vida en la ciudad y el estado, en 1853, terminaría de una vez
por todas la relación con el tirano gobierno de Zacatecas, quienes no doblaron los
brazos, intentaron por la fuerza de apoderarse del territorio perdido, pero esta vez
ya nada lograrían, estaba dicho que Aguascalientes sería en adelante Libre y
Soberano, como era el deseo de todos los habitantes.
El trabajo era escaso, la agricultura aportaba algo de dinero, pero a lo
trabajadores de la tierra les pagaban en especie, ello hacía que el comercio en la
ciudad tuviera poco movimiento, y los que existían corrían el riesgo de no recobrar
lo invertido. Este problema de la falta de circulante era porque las haciendas
pagaban con las monedas que ellos mismos acuñaban, y que solo eran aceptados
en las tiendas de raya.
Durante la intervención francesa, los vecinos de Aguascalientes sufrieron de
todo, lo excesivo, eran los bandoleros que asolaban la región, los tenía en graves
problemas, era difícil transitar por los caminos y quien se aventuraba a recorrerlos
tenía el riego de no volver, existía la posibilidad de ser asesinados en el trayecto.
Una gavilla que destacó por su crueldad, y por la cantidad de robos cometidos,
era la que encabezaba Juan Chávez, el que curiosamente, a pesar de ser asesino
y consumado ladrón, decía el que -con justificada razón cuando pretendían
engañarlo-, era a mas de católico, en su pecho se podía observar una serie de
escapularios, que quién sabe de donde los tomaba o se los daban, una de las
creencias es la que el presbítero que oficiaba en el templo de la Hacienda de
Peñuelas era quien le proveía dichos distintivos que le “cuidaban de todo mal”.
Este personaje, por mera conveniencia se unió a las fuerzas invasoras, con
ellos alcanzó el grado de coronel auxiliar, gracias a su alianza con los Franceses
terminó siendo jefe político de Aguascalientes, pero no con todo el agrado por
parte de los dominadores, ya que según palabras de Aquiles Bazaine le dejaron el
puesto:
-por no haber encontrado a alguien mas de confianza.-
Chávez al encontrase en el poder, quiso que la iglesia tuviera la fuerza que
según él, había perdido durante el gobierno de Juárez. Tuvo una idea que de
inmediato puso en marcha, con sus escasos conocimientos pero rodeado de gente
que viendo la oportunidad de sacar provecho con su cercanía, le alababan, le
apoyaban y le aplaudían todo lo que dijera, junto con ellos hizo una proclama que
llevaba el título “Viva la Religión y Viva la Regencia del Imperio” esta acción le hizo
ganarse el afecto incondicional de todas aquellos que eran asiduos a misa, la
gente contraria a este bandido le llamó el “Ídolo de las Beatas”.
La proclama le trajo problemas con los franceses que lo dejaran en el puesto,
el bandolero estando en el despacho, se dice que cumpliendo una tarea, recibió
una carta donde se le comunicaba la desagradable noticia que le hacía quedar
fuera de la jugada política, le molestó, sin embargo era inteligente y optó por no
tener problemas con los franceses, se retiró, las beatas lloraron su partida, era un
cuadro fatal, como si hubieran asesinado a alguien por demás benéfico al estado.
Después de haber sido retirado de la política, volvió a cometer los latrocinios a
que estaba acostumbrado, “la cabra le tira al monte” y este dicho le quedaba como
anillo al dedo, eso era lo que hacía perfectamente bien. La suerte le había sido su
alidada durante mucho tiempo pero ahora, la suerte decidía otra cosa.
Una noche con hermosa luna llena, con cuya luminosidad mostraba el
camino llamado de la “Arrona”, lo transitaban Juan Chávez y dos de sus
compinches, uno era Agatón Chávez y el otro Viviano Nieves.
Tenían dos noches que no dormían, andaban a salto de mata después de su
ultimo asalto por el lado de Calvillo donde fueron sorprendidos por una tropa
destacada para aquella ciudad, el enfrentamiento había disminuido drásticamente
su gavilla, de los integrantes que sobrevivieron, huyeron con diferentes rumbos.
El cansancio acumulado hacía que hasta las bestias trotaran con paso lento, eran
presa fácil si los encontrara una avanzada militar, decidieron descansar, pero
alguien tenía que cuidar las espaldas, Agatón y Viviano le dijeron a Chávez:
“duerma usted jefe, nosotros todavía aguantamos otra desvelada, pero no
aguantamos mas andar a lomo de bestia, al fin que ya no falta mucho para llegar
al refugio, nosotros le velamos, duerma y descanse, ya mañana será otro día”
Ellos estaban cansados del mal trato que les daba Chávez, se sentían una
especie de esclavos y precisamente en las noches de desvelo donde por ir
cuidándolo, decidieron darle muerte, solo tendrían que esperar la oportunidad para
hacerlo y así fue, no esperaron demasiado.
Juan Chávez desconfiado a mas no poder, no tenía otra opción. Buscó la
parte mas pareja, moviendo los pies, con sus botas color negro limpió de piedras
el espacio y se recostó. El cansancio pronto le venció y quedó profundamente
dormido sobre una frazada que siempre cargaba con el para protegerse del frío
cuando cabalgaba de noche.
Viviano y Agatón, platicaban sobre una gran roca que estaba como a 20
metros del lugar donde se acostara su jefe, observaron sus movimientos, fingiendo
que vigilaban el camino, no querían que sospechara nada, dejaron pasar un
tiempo que consideraron prudente y al ver que el cabecilla de su banda ya no
despertaría fácilmente, lo clavaron en el piso con dos lanzas que atravesaron el
cuerpo, no hubo piedad con quien no tenía piedad cuando robaba, así termino su
vida un 15 de febrero de 1869.
El Trabajo en la ciudad seguía siendo mínimo, las cosas comenzaban a tomar
otros tintes, llegó el ferrocarril, y con el se generó una gran cantidad de empleos,
después se instaló al poniente de la ciudad la Gran Fundición Central Mexicana,
que al igual se tradujo en mas y mejores empleos para los habitantes de la ciudad.
La prosperidad se hacía presente, las inversiones se veían y se sentían, la
circulación del dinero era mayor por la instalación de empresas que la mayor parte
eran de origen norteamericano. Era una invasión permitida, con las empresas
tenían que venir los técnicos que la manejaran. En 1900 vivían en el Estado 405
extranjeros, de los cuales 214 tenían nacionalidad norteamericana y se formaban
por 151 hombres y 63 mujeres, de ellos 143 hombres y 60 mujeres vivían en el
partido de Aguascalientes, el resto 8 hombres y tres mujeres radicaban en el
partido de Ocampo. Eran un total de 52.2 % de los extranjeros que vivían en el
estado, era obvio que el cuidado de sus intereses estaba antes de cualquier cosa.
Los vecinos del norte veían la oportunidad de enriquecerse con un país que
carecía de dinero e infraestructura para crear empleos y Aguascalientes era un
estado que prestaba muchas facilidades para las inversiones, además de estar
perfectamente ubicado dentro de la geografía Mexicana.
“Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”
Así concluía el siglo XIX para la vida de Aguascalientes, eran 325 años de su
vida y su historia, las cosas comenzaban a ser diferentes por el trabajo que se
desarrollo desde sus primeros habitantes.
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El lugar donde se ubicara la villa en 1575, ofrecía casi nada a los conquistadores,
era lugar de paso nada más, si, por ello no le prestaban la importancia que debía
tener aún siendo considerado como de paso. El problema con la pacificación de
los chichimecas hacía que voltearan los invasores españoles, sus ojos a donde
encontraran la menor cantidad de problemas posibles, y si los había que fueran
eliminados fácilmente.
La importancia de los lugares para los españoles radicaba en la producción
minera y la villa de Aguascalientes no les ofreció poco o quizá nada, la producción
era mínima a comparación de otros lugares.
Eran pocos los hispánicos que llegaron al Nuevo mundo, y tenían que enfocar
sus esfuerzos hacia donde brillara la riqueza, se tenía que hacer fortuna. Es por
ello que probablemente se tardó en constituirse en forma la villa de la Asunción, su
crecimiento inicial se dio de una forma anárquica.
Aquellos primeros pobladores encabezados por Juan de Montoro, no cejaron en
su empeño, ni las sequías, las pestes o los mismos naturales que habitaban por
esta región, les hizo volver sobre el camino andado, por el contrario lucharon a
brazo partido contra corriente, día con día, hasta ver coronado su esfuerzo.
Con el inicio de la Independencia en 1810, se le toma un poco de mas
importancia, era un cruce de caminos, ello hacía que fuera punto de referencia
para ambos bando en guerra. El oportunismo de los españoles apareció en 1814,
viendo la oportunidad de repeler el avance guerrillero, se le otorgó titulo de ciudad,
que ninguna influencia tendría en el movimiento iniciado en 1810 por Miguel
Hidalgo y Costilla. De ahí en adelante como un juego de ajedrez, que no fue
sencillo, se fueron armando las jugadas para que Aguascalientes tuviera en 100
años un crecimiento sostenido que haría que los objetivos se fueran cumpliendo.
Se consigue primero la Independencia de Zacatecas, se lucho por 20 años para
definitivamente conseguirla, de la cual se desprende la leyenda del Beso, escrita
por Elías L. Torres.
Poco a poco, ofreciendo las bondades del lugar a los ojos de los extranjeros,
pero sacrificando muchas veces los impuestos que se debían de cobrar, se fueron
instalando las empresas que darían ya una permanente fuente de empleos a los
habitantes de Aguascalientes. Ya no tendría que dependerse solamente de la
ganadería o la agricultura, fue Una Lucha, Una historia, Una vida.
“El que hace lo que puede, hace mas de lo que debe”Agosto 31 de 2000.
BIBLIOGRAFÍA
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ARCHIVOS CONSULTADOS-Archivo General Municipal de Aguascalientes-Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes