Autora: Arpil ZorrozuaIlustradora: Tania VilchezMaquetación: Montse AriñoEdición: ImmunitasVera & Elikalte
Todos los derechos reservadosOctubre de 2012
Había una vez una tribu de magos con poderes extraordinarios
conocido como el CLAN DE LOS HECHICEROS cuya misión era luchar contra los duendes del aire.
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Estos duendes, en realidad, no son malos, no quieren hacer dano pero se
divierten dando sustos a los niños.
Son duendes traviesos que
molestan tanto como los mosquitos cuando te zumban en el oído
por la noche.
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Pero nada acaba definitivamente con sus asaltos; ignoran que sólo con los poderes extraordinarios del Clan de los Hechiceros, podrían conseguirlo.
Son tan molestos que la humanidad lleva desde el principio de los tiempos intentando luchar contra ellos con
todo tipo de inventos. Utilizan plume-ros, trapos especiales, máscaras...
Para pasar inadvertidos se disfrazan de motas de polvo que te asaltan de repente, de pelusas que te atacan en la calle o en casa, de pequeñas semi-llas de plantas inocentes que se lan-zan a tu cara cuando quieres olerlas y, para desplazarse, se sirven del aire o del pelo de ese precioso cachorro
que está diciéndome “acaríciame”.
Los magos del clan, a salvo en su propia tierra, observaban preocupados como los duendes se ex-pandían por el mundo sin que nadie pudiera frenar su avance y decidieron
ayudar al ser humano en su misión. Tras pensarlo mucho, abandonaron con
pesar el pequeño y escon-dido lugar en que tuvie-ron su primer hogar y se dispersaron por todo el
planeta
Cada uno se trasladó a una ciudad diferente (los duendes las prefieren porque tienen más lugares en los que esconderse) y transmitieron sus poderes a las siguientes generaciones; tenía que ser así porque una de sus peculiaridades es que sólo los niños de tribu son verdaderos magos, ya que a medida que cre-cen se convierten en simples, aunque útiles técnicos de limpie-za. El suyo era un trabajo en equipo: los niños detectaban el
problema y los adultos lo eliminaban.
Por ejemplo, se identifi-can entre sí con un sa-ludo especial que sólo ellos pueden hacer: po-nen la palma de la mano sobre la nariz y la fro-tan en círculos (prue-ba a hacerlo, resulta un poco molesto si no
eres de la tribu).
Para camuflarse mejor en esta nueva aventura, dejaron de hablar su idioma y empezaron a
reconocerse entre sí utilizando sus propios códigos secretos que pasan inadvertidos a los
extraños.
También utilizan un lenguaje en clave para comunicarse la pre-
sencia de enemigos: los estornudos. Utilizan estornudos porque se producen en una fre-cuencia inaudible para los pequeños duendes que así no huyen. Se-gún el número, fre-cuencia y fuerza del estornudo indican el número de pequeños malvados al que nos
enfrentamos y el lugar en que se ocultan.
Si, en cambio, el mago encadena un estornudo con
otro, parece que se le van a salir los ojos de las
órbitas y su nariz está humedecida...
significa que el pe-ligro está cerca y que ataca con to-
das sus armas.
Si se oye un estornudo suelto es que el duende que quiere asustarnos está cerca pero tiene poco
poder y aún se le puede vencer.
Cuando el mago detecta su presencia pone en marcha el plan de ataque.
Lo primero es desalojar la zona y llamar a los especialistas en
limpieza de maldad (que suelen ocultarse bajo la figura de pa-
dres o madres que son en realidad ingenieros en desinfección
y exterminio). Con sus máquinas ruidosas arrastran a los tra-
viesos duendes de debajo de las alfombras, les obligan a salir
de la ropa de cama y de los muebles y los introducen en bolsas
que depositan muy lejos.
Así la zona permanecerá limpia hasta el próximo ataque “duendil”
La lucha es continua y en su intrépido combate contra sus tra-viesos adversarios, sufren heridas; los encargados de curarlas son los hechiceros-especialistas que fabrican pócimas con las plantas que trajeron de su primitivo hogar; son tan buenos en su trabajo que además de ponerlos buenos en un pis-pas, mantienen a salvo su
verdadera identidad.
Ops!
Si es así, mantente atento porque seguro que hay algún otro mago a tu alrededor. Pero recuerda ¡No debes hablar de ello!
Limítate a frotarte la nariz.
Pero ¡Cáspita! Creo que me he ido de
la lengua... espero que sepas guardar
mis secretos,.. aunque igual ya lo sabías.
¿No pertenecerás tú a esta secreta organización?
Piensa: el saludo secreto, el lenguaje
de detección, una madre o padre que
es experto en limpieza de duendes....
Algunos niños recibimos de nuestros padres la posibilidad de tener una alergia y nos llamamos atópicos.
Las defensas de nuestro cuerpo, las que nos libran de los resfriados por ejemplo, se confunden y luchan contra lo que no deben. Nuestras defensas tienen un arma, la inmunoglobulina E, que actúa ante algunas sustancias (los alérgenos) provocándonos reacciones alérgicas.
Hay una clase especial de alérgenos que están en el aire que respiramos, son los aeroalérgenos y nos provocan alergia respiratoria (que se manifies-ta como asma, rinitis o conjuntivitis alérgica) cuando entran en contacto con la nariz, los bronquios o los ojos.
Algunos de estos alérgenos que viajan por el aire son los ácaros (viven en el polvo de la casa), los pólenes de árboles o hierbas, los hongos de la humedad y el pelo o saliva de animales (gato, perro, hámster, conejo, caballo).
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