Dra. Libia R. Ríos
Allyn y Rossie Becerra Ríos
Colección El Zunzuncito Editorial Voces de Hoy
¿Dónde está Peyito?
Frutilandia
Primera edición, 2010
Edición: Josefina Ezpeleta
Ilustraciones de cubierta y de interior: Luis Alberto Rojano
Diseño de cubierta: Pedro Pablo Pérez Santiesteban
© Dra. Libia R. Ríos, Allyn y Rossie Becerra Ríos, 2010
© Editorial Voces de Hoy, 2010
ISBN:
Editorial Voces de Hoy
Miami, Florida, EE.UU.
www.vocesdehoy.net
Este libro no podrá ser reproducido, ni total, ni parcialmente, en forma
alguna. Todos los derechos reservados.
Con este libro doy un paso más en la realización de un sueño
compartido con mis hijas, y lo dedico especialmente a Dios, quien
me ha bendecido en todos los aspectos... me ha regalado a mis
hijas Allyn y Rossie, a mi pequeña nieta Victoria Bella, a mi
querido esposo Eleazar, a mis padres Dalila y Victor y a mis her-
manos, muy especialmente a Normis. Todos tenemos sueños y to-
dos con constancia podemos realizarlo. Me alegra haber escrito
este libro con la colaboración de mis hijas a quienes considero
personas con mucho talento. Lo dedico también a las madres, que
siempre tienen que inventar una historia para sus hijos y muchas
veces nos reclaman que repetimos la misma historia. Con imagi-
nación podemos crear las mil y una historias a partir de un cuento
pequeño. Gracias a todos los que colaboraron en este proyecto,
desde el dibujante, el editor, el que lo imprimió, hasta aquel que lo
transportó para hacerlo llegar a las manos de alguien que quiere
leer y enseñar a soñar a un niño.
Libia
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Una mamá decidió volar en alas de la ima-
ginación, pero no lo hizo sola, llamó a sus hijas,
para que la acompañaran y juntas crearon un
mundo donde los personajes son frutas, al que
llamaron
o sea, la Tierra de las Frutas.
Tendrás nuevos amigos que comenzarás a co-
nocer en este, el primer libro de Libia, la mamá,
y sus dos hijas, Allyn y Rossie.
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Allí, en Frutilandia, todas las mañanas, sale
por el este un brillante que lo ilumina
todo; las brillan de noche y la luna, con
su luz, le hace guiños a los
para que comiencen a cantar.
Cada fruta, al igual que tú, tiene su propia per-
sonalidad. ¿Quién será el travieso?, ¿y la más
lista?, ¿cuál será la fruta más coqueta?, ¿quién
siempre encuentra la solución a los problemas?
Ya irás conociendo a todos los personajes
y sabrás quién es quién.
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En la Tierra de las Frutas también a veces llue-
ve, y todos agradecen esa agua clara y limpia.
Cuando escampa, el cielo se adorna con un her-
moso
Al terminar su lectura, estoy segura que que-
rrás contar con la amistad de Peyito, Tito Limón,
Yayita y los demás, y yo te aseguro desde ahora
que ellos quieren ser tus amigos.
Pero también estoy segura que hubieras que-
rido estar buscando a Peyito, como lo hicieron
sus amigas y amigos.
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Sé que vas a querer leer más, y no te apures,
que ya Libia, Allyn y Rossie tienen otras frutas-
personajes y otras historias para compartir con-
tigo.
Lo único que me falta por decirte, te lo digo en
la página siguiente, y por ahora, me despido de
ti. Que… ¿quién soy?, pues…
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Un día en la tierra de las frutas, Tito Limón,
Allyn, la manzanita coqueta, y las cerezas Yayi-
ta y Peyito, jugaban feli-
ces al balompié, cuando
de repente el balón salió
rodando y se perdió entre
los árboles.
Peyito, el más inquieto
del grupo, salió detrás del
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balón mientras los otros quedaron esperando.
—¡Peyito, date prisa! —gritaba Yayita.
—¡Vamos, Peyito! —dijo Tito Limón.
—Date tu tiempo, no te vayas a cansar —dijo
la coqueta manzana siempre presumida mirán-
dose en el espejo móvil del agua del estanque.
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Y, mientras, entre los árboles, Peyito buscaba
y buscaba; pero no podía encontrar la pelota. De
pronto algo atrajo su atención. Era un tronco
caído, que parecía como un pequeño carro.
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Peyito no vaciló y se subió al tronco, olvi-
dando por un momento el balón perdido, e ima-
ginándose ser un corredor de carreras.
Mas ¡qué sorpresa para Peyito!, el tronco
comenzó a rodar por sí mismo y sin parar.
—¡Oooh! Esto es divertido —dijo Peyito.
Peyito, que tenía espíritu aventurero, reía
excitado. No fue hasta que el tronco paró, que el
cerezo, inquieto, se dio cuenta de que estaba
perdido; no veía a sus amigos.
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—¡Oh, oh! ¿dónde
estoy?, ¿dónde están
mis amigos? —se pre-
guntó Peyito preocu-
pado.
—¡Tiiito Liiimóoon!
¡Allyn! ¡Manzaniiiita!
¿Yayitaaaaaa?
No hubo respuesta.
Ahora los ojos le lloraban y las piernas le
temblaban del temor.
—Estoy asustado —dijo Peyito.
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Y Peyito pensó en la Señora Paya, que era la
maestra de ellos en Frutilandia, la tierra de las
frutas, y se dijo: “Ya sé; no me alejaré más
y buscaré un refugio cercano, como nos enseñó
la señora Paya”.
Pero el tiempo pasaba y Peyito tenía ya ham-
bre y sed.
Mientras, en Frutilandia, Yayita, Tito y Allyn,
angustiados por la ausencia de Peyito, fueron
por ayuda.
—Señora Paya, Señor Pera Lista —repetían
los pequeños.
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—¿Qué pasa? ¿Por
qué están así tan, tan
asustados? —pregun-
tó la paciente Señora
Paya.
—Peyito se ha per-
dido —dijo Yayita.
—Debe estar muy
asustado —dijo Tito
Limón.
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—Sí, ya debe fal-
tarle color a sus me-
jillas —dijo la co-
queta manzana.
—No teman, cál-
mense; asustados no
podemos hacer nada,
no podemos pensar
—dijo la dulce profe-
sora.
—Voy a buscar al
señor Pera. Él es la
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pera más lista del mundo —dijo Tito Limón.
El limón corrió y llegó hasta donde estaba el
Señor Pera, quien arreglaba su cestamóvil.
—Señor Pera Lista —dijo el limón todo exci-
tado—, Peyito se fue detrás del balón con que
jugábamos, y no podemos encontrarlo.
—Calma Tito Limón, no te he entendido nada.
¿Qué has dicho? —preguntó la pera.
—¡Que Peyito se ha perdido! —dijo el limón.
—Llévame al lugar —dijo la pera, siempre
lista.
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Se subieron al cestamóvil Tito Limón y el
señor Pera Lista, recogieron a la señora Paya,
a Manzanita y Yayita, y salieron en busca de
Peyito.
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—Ahí es donde estábamos —dijo Yayita
señalando el sitio.
—Sí; ése es el lugar —dijo el limón.
—Ciertamente ahí estábamos —dijo la man-
zanita.
Todos bajaron del cestamóvil y empezaron
a llamar a Peyito. Todos repetían su nombre.
—¡Peyitoooo! ¡Peyitoo!
—No teman; el señor Pera Lista está aquí —
dijo la pera.
El Señor Pera sacó de su bolsa un globo y em-
pezó a inflarlo; cuando estaba bien inflado, lo
amarró a su cestamóvil.
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—Todos preparados a volar —dijo la pera.
Y todos subieron de nuevo al cestamóvil.
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La Señora Paya piensa un ratico y dice:
—Usaremos los puntos cardinales.
—¿Quéeee? —replicaron Yayita Tito y Allyn.
—Les voy a explicar —dijo la Señora Paya
y preguntó—: ¿Quién sabe cuáles son los cuatro
pun-tos cardinales?
—Eso es fácil —contestó el limón, siempre
tan listo y estudioso.
—Sí, Tito. A ver, ¿cuáles son? —quiso saber
la maestra.
—Norte, sur, este y oeste —respondió Tito
muy orgulloso de saberlo.
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—Buena respuesta, Tito, y todos los vamos
a usar ahora —dijo la profesora.
—¿Y cómo, señora Paya? —quisieron saber
los pequeños.
La profesora explicó.
—Tito, tú mirarás al norte; tú, Yayita, mirarás
al sur; tú, Manzanita, mirarás al este; y yo miraré
al oeste.
—¡Buena idea, señora Paya! —dijo muy con-
tenta la pera.
—Sí, pero antes, a ver si recuerdan cómo se
encuentran los puntos cardinales…
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—Yo sé eso también —respondió Tito, más
orgulloso todavía—. Uno se pone de pie con los
brazos extendidos, la mano derecha debe señalar
hacia el punto desde donde sale el sol por la
mañana. Ese punto es el este, llamado también
“oriente”. La mano izquierda queda entonces
señalando el oeste, llamado también “poniente”,
que es por donde se oculta el sol por la tarde.
Uno está entonces mirando hacia el norte, y de
espaldas al sur. ¿Es así, maestra?
—Exactamente así, y estoy muy orgullosa de
que lo sepas tan bien. Ya podemos ir a buscar
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a Peyito, y cada uno mira hacia su punto car-
dinal. A ver quién lo encuentra primero. ¿Listos?
—dijo la señora Paya.
—¡Listos! —gritaron todos a la vez.
Y mientras buscaban a Peyito, el pequeño
lloraba desconsoladamente per-
dido entre árboles que no daban
frutos a quienes preguntar una
dirección.
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—¡Cómo se extraña a los amigos cuando uno
los pierde…! —lloraba Peyito.
De repente, a lo lejos, se escuchó el run-run de
un motor. Peyito, de un par de saltos, salió del
refugio.
—¡Yo conozco ese sonido! —se dijo feliz—.
Es el cestamóvil del señor Pera Lista ¡y seguro
que vienen por mí!
Y Peyito comenzó a mover sus manos como
un molino de viento, y a gritar:
—¡Aquí estoy! ¡Aquí estoooy!
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Arriba, en el cestamóvil, había una compe-
tencia a ver quién divisaba primero la cereza
perdida.
—¡Allá abajo! —gritó de pronto Yayita— ¡Es
Peyito! ¡Es Peyito y gané!
—Sí, es Peyito —dijo el limón, feliz de haber
encontrado a su amigo, y triste de no haberlo
visto él primero.
—Ciertamente es Peyito —dijo la manza-
nita—. Porque mis ojos nunca me engañan.
—Bajaremos entonces, así que sujétense bien
—dijo el Señor Pera.
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Y cuando el cestamóvil tocó tierra, todos
bajaron, corrieron y abrazaron a Peyito. El Se-
ñor Pera sacó de su bolsa una botellita y le dio
agua fresca a Peyito.
—Uuuummm… —dijo Peyito tras beber un
poco— qué sed tenía. ¡Gracias, Señor Pera!
¡Qué bueno es volver a verlos a todos!
—Qué bueno es que los amigos se preocupen
por sus amigos —dijo la Señora Paya.
—Todos los frutos de la tierra son buenos
—dijo el Señor Pera, muy juicioso—, y todos
juntos hacen el mundo perfecto.
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—¡Todos juntos! —comenzaron a gritar fe-
lices los pequeños.
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Peyito, tras el susto de verse solo, se sentía
muy feliz de estar otra vez seguro y entre tantos
amigos.
—Ya tengo qué contarles a Mango Tango,
Christiuva y a Rosy, la naranjita —dijo Peyito.
Todas las pequeñas frutas se pusieron a bailar
y cantar alrededor de Peyito.
—Bueno, ya es hora de regresar a casa —dijo
por fin sonriendo la Señora Paya— o nos perde-
remos la preciosa lluvia.
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—Muy cierto —la apoyó el Señor Pera—, el
sol, que salió por el este esta mañana, ahora ya
se esconde detrás de esas nubes al oeste. Y la
lluvia es tan buena y necesaria para toda fruta…
—¡A casa! ¡A casa…! —gritaron todas las
pequeñas frutas.
—Calabaza, calabaza —gritó alegre la man-
zanita—, ¡cada fruta pa’ su casa!
Y todos felices se subieron al cestamóvil
y regresaron a casa en la Tierra de las Frutas, un
poco más felices y juiciosos.
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Porque nada ni nadie debiera perderse nunca
en esta vida. Pero, cuando ocurre, lo más
maravilloso y feliz es encontrarlo.
Si te gusta dibujar, aquí puedes dibujar algunos de los
personajes del cuento o quizás se te ocurra inventar un
nuevo personaje-fruta. Pero si te gusta escribir, haz tu
propia historia en Frutilandia.
Y si quieres, puedes enviarle a la Señora Paya el dibujo de
tu personaje-fruta y el nombre que le pusiste, o la historia
que hayas escrito en Frutilandia a:
Otros libros de la
Colección El Zunzuncito
Clavelina, la princesita que quería volar, de Marlene de la
Victoria López Huerta; Clarita, de Ana Palacios; y El
pececito de la fortuna y el cojo dormilón, de Blanca
Mendieta.
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