Josefina ALBERT–GALERA
(Universitat Rovira i Virgili. Tarragona)
CULTURA Y SENTIDO EN LAS FORMAS COMPLEJAS DEL DRAE:
UNA APROXIMACIÓN SEMIÓTICA
Uno de los modos de búsqueda del DRAE en CD se titula precisamente Búsqueda
de formas complejas, y se refiere a lo que entendemos como frase hecha, una
denominación genérica que incluye también el concepto de locución, según define el
mismo DRAE. Aunque para Manuel Seco la locución puede desempeñar sólo funciones
sustantivas y verbales (Seco, 1972: 198–199), sin embargo, existen locuciones que
apuntan a la adjetivación de actitudes y/o situaciones, que son de gran rendimiento. Estas
expresiones coinciden con lo que Corpas (1996: 88) denomina “unidades de la segunda
esfera” [las de la “primera esfera” serían las paremias o refranes] o frases idiomáticas, es
decir, aquellas cuyos rasgos conceptuales avalan la estrecha relación de éstas con la
cultura y el ritual de la comunidad lingüística a la cual pertenecen: son las que nosotros
denominaremos frases culturales, expresiones que casi siempre se usan en sentido
metafórico o figurado. Un gran número de ellas conlleva efectos perlocucionarios
(Austin, 1971 [1962]: 153), de censura de una determinada conducta, inmoral o de
exceso, en general.
En lo que atañe al término cultura, el Diccionario de la Real Academia Española, en
su acepción número cuatro dice que significa un “conjunto de modos de vida y costumbres,
conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época o grupo
social”. La cultura es indivisible de la lengua en su funcionamiento real: “No es admisible
―dice Lotman (1971)― la existencia de una lengua [...], que no esté inmersa en un
contexto cultural, ni de una cultura que no posea en su propio centro una estructura de la
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del tipo de la de una lengua natural”. La lengua no es sólo “vehículo de una cultura
diferenciada”, como señala la RAE, sino que rodea por todas partes a la sociedad,
conteniéndola en su «aparato conceptual» (Benveniste, 1977 [1974]: 101–102).
Entre la lengua y la cultura se sitúa el hombre; o mejor, el hombre al llegar al
mundo se encuentra con ambas realidades: la lengua se le impone como un don natural del
que no puede escapar y, en una concepción semiológica, la cultura crea un sistema de
reglas para la traducción de la experiencia inmediata en texto, que es el material
imprescindible para su reconstrucción, una actividad esta eminentemente semiótica. El
filólogo al realizar esta función se convierte él mismo en agente de los cambios que la
lengua experimenta en su devenir histórico, como vehículo transmisor que cumple la
función de dar “nombre” y de organizar la realidad dentro de un marco cultural concreto.
De ahí que, todo texto constituya un compendio discursivo–lingüístico de elementos
culturales y, al mismo tiempo, sea una síntesis de elementos analíticos de la experiencia de
quien lo compone.
La influencia de la cultura y de la sociedad de la que ha emergido el lenguaje
expresivo demuestra que ciertos hábitos de la vida cotidiana del hablante, o bien ciertas
manifestaciones culturales y costumbres tradicionales, dan pie a la formación de
determinadas expresiones, poniendo en evidencia, una vez más, el estrechísimo vínculo
entre lengua coloquial y cultura: ambas, la lengua y cultura, caminan parejas; las palabras
definen los objetos de esa cultura y reflejan también el amplio mundo del comportamiento
personal –actitudes, defectos, virtudes– o las vicisitudes humanas.
Cuando un hablante adopta determinada forma expresiva está haciendo causa
común (ideológicamente) con quien la usó antes, lo que significa una comunión de puntos
de vista con respecto a la cultura compartida, las costumbres institucionalizadas o
tradicionales (los toros, los juegos de mesa, la caza, etc.), y eso es lo que explica que ciertas
locuciones sean unívocas para los hablantes. El recurso a las locuciones responde siempre a
una estrategia exigida por la intencionalidad del hablante ante ciertas actitudes y/o
situaciones: responden a dos de las tres funciones características del ritual: a) crean un
sentimiento de comunidad entre los participantes, y b) los guían en su vida.
Son múltiples los tipos de frases que engendra cada lengua: unas de carácter neutro
(sin matices hondamente expresivos, de valoración positiva, como chuparse los dedos),
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expresiones peyorativas o despectivo–burlescas (de carácter negativo, como es el caso de la
expresión: estirar la pata, por >morir=), descorteses y/o ofensivas (de estilo bajo y vulgar,
como romperle a alguien las narices). También las connotaciones eufemísticas (salva sea
la parte = culo, etc.) van incluidas en el significado denotativo, así como las humorísticas y
jocosas (derecho al pataleo).
Una de las características de las frases hechas, polisémicas algunas, es que son
unidades estables que, aplicadas a un sujeto o situación concreta, muestran el discurso
indirecto que conllevan y producen un cierto 'toque de efecto' (expresividad). Muchas de
ellas tienen un carácter altamente persuasivo sobre el interlocutor; intentan interesarle y
mover su ánimo para que actúe en una determinada dirección, imponiéndose como un yo
impregnado, no sólo de su idiosincrasia, sino también de sentimientos e incluso de
impulsos volitivos.
Algún ejemplo del DRAE podrá servir a nuestro propósito. En la frase verbal:
«echar una albarda a uno 1. fr. fig. y fam. Abusar de su paciencia haciéndole aguantar lo
que no debe», más que decir se evoca; la expresión, de origen rural, trae a la imaginación el
asno al que se le enalbarda para recibir su carga (albarda tiene connotación de carga, por lo
que el concepto apunta a la idea de abuso (cargar a otro), y la asociación nota al sujeto
aludido como un asno, por lo que, aparte del significado denotativo, la frase nos envía hacia
otro referente, que se ve optimizado con el uso de conceptos rurales. Mediante la evocación
del asno, a través de la idea 'albarda', (por la solidaridad léxica –Coseriu (1986 [1977]:
142–161)– de ambos términos), se aprehende el sentido, al que se incorpora un matiz
semántico despectivo, que viene dado por el carácter rural de los conceptos.
Proponemos otra frase, no menos expresiva, que aunque su estructura es verbal
equivale a un adjetivo: comerse uno las uñas 1. fr. fig. y fam. Morderse las de las manos;
por lo común en señal de disgusto o enfado o de estar muy distraído o pensativo.
Se observa que una actitud (estar enfadado o distraído) viene verbalizada mediante
una acción; Juan se come [...], (que no guarda relación con el referente y pasa por
conceptos ajenos a él, como los de comer y uña) no guarda relación semántica con los
significantes Juan está distraído o Juan está enfadado, aunque claro está, el gesto de
comerse las uñas responde a una de las posibles, aunque quizás la más característica, de las
posturas del sujeto que está enfadado o distraído, que se traduce en la imagen mental, por lo
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que la red de asociaciones apunta a un sentido muy concreto.
En la expresión untar el carro (halagar), notamos que el valor semántico de estos
conceptos se encuentra alejado de la situación referencial, pero responde (untar = halagar;
carro = sujeto halagado) a una idea similar; el resultado de untar el carro es equivalente al
talante positivo que se espera conseguir del sujeto halagado, por la supuesta suavidad
producida por la acción de untar; de ahí que la parcela del conocimiento compartido de los
interlocutores sea la que nos permite comprender estas expresiones metafóricas (Albert
Galera, 1996: 17), teniendo delante, claro está, la situación concreta a la que se aplica, que
es la que brinda al hablante el acceso a la asociación. [Nótese que el sentido de la frase se
corresponde con un calificativo (adulado, halagado), pero, sin embargo, aparece
representada por una estructura verbal].
El mecanismo mental asociativo trabaja para adaptar la acción física denotada
"originaria" a la situación referencial a la que se aplica; da un salto metonímico, pues la
situación concreta 'estar así' – en que así se puede sustituir por un adjetivo, se traduce en
frase verbal. Sin embargo, es preciso a veces una interpretación ingenua o intuitiva, ya que
muchas de estas frases se han quedado obsoletas: se han convertido en meros significantes
históricos (de hecho el hablante generalmente desconoce el origen de las frases; las usa por
su carácter convencional, pero a lo más que llega es a hacer una interpretación lo más
cercana a los elementos culturales que le son familiares.
Es de todos conocido que existen campos del saber que han sufrido una progresiva
desemantización, pero que, sin embargo, se hallan presentes en la memoria a la manera de
un objeto connotativo, que se manifiesta de forma alusiva por algunos restos lexicales, que
aparecen insertos en forma de frases fijadas desde tiempos pasados y que los hablantes
utilizan para expresar alguna de las tesituras1 que están inevitablemente presentes en las
frases hechas que aparecen en los diccionarios de lengua. De ahí que las frases anticuadas
no puedan ofrecer la situación que las originó, por lo cual es preciso a veces acudir a la
connotación en busca del sentido. El significado denotativo se enriquece con componentes
1Utilizamos el término tesitura según el DRAE en su acepción 2, marcada como fig., 'actitud o disposición del ánimo'. Es obvio que el estado de ánimo de los implicados en el proceso de comunicación (lingüística) influye de una manera importante en el mensaje: la manifestación de nuestros sentimientos o pensamientos, cuando se hace con gran viveza se plasma en el lenguaje expresivo, reflejo claro de una determinada tesitura. Como decía García de Diego: “El sentimiento es el verdadero soberano en la vida lingüística de todos los hombres” (1973: 60).
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afectivos y expresivos, es decir, mediante la adición de semas se obtienen determinados
“efectos de sentido”, que es lo que sucede en estos casos. La capacidad de asociación es
capital en este tipo de lenguaje, porque, como decimos, la mayoría de las frases hechas han
perdido sus referentes reales y no pueden ser comprendidas en un contexto contemporáneo,
porque la frase hacer a alguien saltar por el rey de Francia (apremiarle mucho, hacerle que
se ajetree), tiene un sentido oscuro; sólo lo aclara el contexto. Así, por ejemplo, traer a uno
como un dominguillo2 es una frase cuyo sentido no resulta menos oscuro al haber
desaparecido su referente. Se trata de una de las frases que nosotros hemos denominado
históricas y fundamentalmente a ellas nos referimos en este breve bosquejo.
Por ejemplo, la frase estar sin blanca está construida sobre un elemento cultural, la
blanca, moneda española antigua. También dar en el blanco (a que se dispara) “está
tomado –según Covarrubias– de los ballesteros, que ponen en el terreno a donde tiran una
señal blanca, porque se eche mejor de ver”. Se trata de frases idiomáticas o Lexías
complejas, en terminología de Pottier, frente a estar con una mano detrás y otra delante
que no lo es. Los significados traslaticios son producto de procesos metafóricos (identidad
de dos términos: A = B) o metonímicos (pars pro parte), en los que se ha producido una
transferencia del significado literal.
La razón última de la existencia de estas formas expresivas viene confirmada por el
viejo dicho popular que reza así: Sobre el bien vivir y el mal vivir siempre hubo qué decir,
o, lo que es lo mismo, todo se puede prestar (y de hecho, se presta) al comentario
malicioso, a la burla, al desprecio, a la magnificación, etc. Pero, sobre todo, lo que
realmente justifica la creación del lenguaje expresivo nace de la inoperancia de las
palabras, como han apuntado repetidamente pragmatistas y filósofos del lenguaje. El vulgo
no conoce el origen de las palabras y no se fía demasiado de la convencionalidad del signo
(crea él mismo otra convencionalidad): se orienta mejor adaptando su lengua a los hechos.
Manejar el botafumeiro usado para halagar a alguien indica que el que lo utiliza sabe que el
sahumerio le agrada a Dios. Con ello, y mediante el presente estudio, se ha puesto de
manifiesto una realidad que sospechábamos y es que el lenguaje expresivo es mucho más
2 DRAE: 2. Muñeco de materia ligera, o hueco, que lleva un contrapeso en la base, y que, movido en cualquier dirección, vuelve siempre a quedar derecho.
Covarrubias habla del origen del nombre con estas palabras: Es cierta figura de soldado desarrapado, hecho de andrajos y embutido en paja, al qual ponen en la plaça con una lancilla o garrocha, para que el todo se ceve en él y le levante en los cuernos peloteándolo [...]. Pues a este soldado de paja le llamaron Dominguillo porque le vestían de colorado, color festivo y dominguero, para que el todo le apeteciesse
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productivo que el normativo. Aproximándonos al cómputo, podemos decir que frente a las
palabras normativas (los lemas bajo los que hemos clasificado las frases), que oscilan entre
6 y 8, las frases coloquiales presentan una realidad que se mueve entre 16 y 18 frecuencias.
con más rabia, que dizen sigue más a los que van vestidos desta color que a los que visten otras.
La incidencia de la cultura sobre el lenguaje coloquial (nuestro segundo
presupuesto) se pone de manifiesto en un porcentaje muy superior a otros elementos, todo
lo cual viene a corroborar lo que se exponía más arriba sobre la fuerza de la cultura como
generadora de expresiones para el habla coloquial. En el cómputo siguiente: el número total
de UF que hemos analizado es de 2.656 (para 147 lemas o entradas). Se constata que la
cultura da forma a gran cantidad de UF, 1525, dando una media del 57'40 %, de las que
hemos seleccionado las 128, que les mostraré al final, representa a su vez el 8'39 %; se trata
de frases, como hemos indicado más arriba, cuyas referencias culturales pertenecen al
pasado (los objetos o las historias a las que deben su existencia), aunque algunas de ellas
todavía estén presentes en los Diccionarios, aunque lógicamente, marcadas como antc.
Por último, a través de las frases se percibe el talante del español, manifestando su
verdadera naturaleza como ser cultural. Es muy dado a la valoración, al enjuiciamiento. Un
buen porcentaje de frases obedece a un talante crítico, moralizante y burlesco, que
demuestra que el hablante se erige en juez de vidas y haciendas, mediante su expresividad
más o menos negativa o moralizante o bien peyorativa y burlesca, gracias a su fuerza
expresiva y a la necesidad de ciertas circunstancias, que, no pudiendo ser expresadas por la
simple palabra neutra, los exigen. Se constata que las tesituras más desgraciadas cuanto más
grave es la circunstancia personal impactan más y producen más locuciones enfáticas, como
es el caso de ASENDEREADO (9 frecuencias, la más alta), y también ABUSAR
/ATROPELLAR, que con AMENAZAR, AMONESTAR, ARRUINAR, COACCIONAR,
DESPRECIAR, suman 44 frecuencias de un total de 128, lo que supone un porcentaje 34'4
%, según se puede comprobar en los diagramas siguientes:
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ABANDONAR /
DESAMPARAR
– dar trascantón a uno
– salirse de la parva
– dormirse uno sobre los laureles o en los laureles
3
ABSTENERSE
– llamarse alguien a andana
– estar uno como el alma de Garibay
– estar entre Pinto y Valdemoro
– lavarse alguien las manos
– no tocar pito
5
ABSTRAÍDO – hacer calendarios
– estar uno en el limbo
2
ABUSAR /
ATROPELLAR
– quitar a alguien la capa
– traer a alguien como un dominguillo, o
hecho un dominguillo
– traer a uno al retortero
– hacerle a uno saltar por el rey de Francia
– pegar a uno una ventosa
– tomar para sí la parte del león
– chupar la sangre
– pegar a uno/a un a ventosa
– saltar por las picas de Flandes
9
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ACABAR – dar jicarazo 1
ACECHAR – esperar, estar, o estarse, a la capa 1
ACHACAR
– echar a la buena barba
– pagar uno con las setenas una cosa
2
ADELANTAR(SE)
– llevarse uno la palma
– ganar la palmeta
2
ADULAR – bailarle alguien el agua a otro, o bailar
alguien el agua delante a otro 1
ADVERSIDAD
– no hay tu tía
– [ser la o una] cabeza de turco
– tras de cornudo, apaleado
– poner una pica en Flandes
4
AFANAR(SE) – (luchar) a brazo partido 1
AFICIÓN – jugarse hasta la camisa 1
AFLIGIR(SE) – estar hecho un nazareno 1
AFORTUNADO
– haber pisado uno buena, o mala, hierba
– tener uno cubiertas o guardadas las espaldas
– tener uno tío, o un tío, en las Indias
3
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ALABAR /
ALABARSE
– valer una cosa un Potosí
– valer un Perú
– escupir doblones
– subirse uno a la parra
– picar uno más alto, o muy alto
– darse pote // darse pisto
6
ALERTA
– andar con la barba sobre el hombro
– defender alguien su capa
2
ALTERCAR
– andar a tres menos cuartillo
– romper lanzas [por alguien]
– ser la piedra del escándalo
– meterse en danza de espadas
4
AMBICIÓN
– o César, o nada
– poner los puntos muy altos
2
AMENAZAR – caérsele a uno el pelo 1
AMONESTAR
– poner a alguien como chupa de dómine
– dar a alguien con la badila en los nudillos
2
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AMPARAR /
DEFENDER
– hacer a alguien la capa
– defender a capa y espada a una persona o cosa
– echar uno la capa a otro
– sacar la espada por una persona o cosa.
– romper lanzas
– hacer espaldas a uno
6
ANTICUADO
– [ser o estar uno] engolillado
– [ser] hombre de calzas atacadas
2
APRECIADO – andar uno en palmas 1
APROVECHAR(SE)
– llevar alguien el agua a su molino
– arrimar alguien el ascua a su sardina
– ponerse las botas
3
ARRUINAR
– dejar a alguien sin camisa
– dar uno al traste con una cosa
– hacer la pascua a uno
– poner en un brete
4
ASEGURAR
– que me emplumen [si]
– me la claven en la frente
– poner las manos en el fuego
3
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ASENDEREADO
– pasar por las picas
– andar de capa caída / ir de capa caída
– pasar crujía
– pasar las de Caín
– pasarlas canutas
– andar, o ir, de Herodes a Pilatos
– hacer uno espaldas
– pagar el pato
– pasarlas moradas
9
ASTUCIA
– tener muchas camándulas
– arder en un candil, o poder arder en un candil
– saber latín, o latines
– saber más que Lepe o que Lepe, Lepijo y su
hijo
4
BIENESTAR – estar en la gloria 1
BURLAR /
BURLADO
– [quedar] como el gallo de Morón,
cacareando y sin plumas
– hacer la peseta
– tomar el pelo a uno
3
CARECER
– no tener más que la capa en el hombro
– andar, estar, o quedar, uno a la cuarta
pregunta
– ir, o venir, de rocín a ruin
3
CASTIGAR
– poner a uno como un pulpo
– menear a uno el zarzo
2
COACCIONAR – sacar a la vergüenza a uno 1
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CÓLERA
– pelarse las barbas
– rasgarse uno las vestiduras
– echar por las de Pavía
– no estar la Magdalena para tafetanes
4
CONFORMAR(SE) – hacer buenas, o malas, migas dos o más
personas 1
CONSOLAR /
ENGAÑAR
– dorar la píldora
– hacer el primo
– (prometer) el oro y el moro
3
CORTEJAR – echar flores
– pelar la pava 2
CREDULIDAD – tragarse uno la píldora 1
DESCURIR(SE) – vérsele a uno el plumero 1
DESENTENDER(SE) – hacer tabla rasa de algo 1
DESPEDIR – dar dimisorias a alguien 1
DESPRECIAR
– (que te den, o que le den morcilla!
– tomar a alguien por el pito del sereno
– (qué niño envuelto, o muerto!
3
DESVIADO – echar o irse por los cerros de Úbeda 1
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DILIGENTE
– ser uno un esclavo
– poner haldas en cinta
– [estar] como palillo de barquillero, o de
suplicaciones
– empeñar uno la venera
– andar al retortero
– de Ceca en Meca, de la Ceca a la Meca
6
DIVERTIR(SE)
– andar de picos pardos
– darse uno un verde 2
EMBORRACHAR(SE) – [coger una] pítima // coger una turca 1
FINGIR – hacerse el sueco 1
HUIR – coger, o tomar, las [calzas] de Villadiego 1
INDULGENCIA – [ser de, o tener] manga ancha 1
OCURRENTE – estar uno en vena
– picarle a uno la vena 2
REVELAR – tirar de la manta 1
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Referencias bibliográficas
ALBERT–GALERA, J. (1996). «La pragmática en los diccionarios españoles actuales».
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CORPAS, G. (1997). Manual de fraseología española. Madrid: Gredos.
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GARCÍA DE DIEGO, V. (19733). Lecciones de Lingüística Española: Conferencias
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