Comunistas (memorias de lucha y clandestinidad)
Santiago lvarez
Manuela del Arco
Manuel Asarta
Pepita Belloch
Luis Campos Osaba
Tomasa Cuevas
J. Chamorro
Juan Escuer
Cristino Garca Granda
Jos Gmez Galloso
Antonio Gmez Marn
Jos Gros
Jess Larraaga
Armando Lpez Salinas
Vicente Luis Llopiz
Teresa Pmies
Lluis Salvadores
Simn Snchez Montero
Isabel Vicente
Agustn Zoroa
Recopilacin y edicin:
Antonio Gmez
Para Antonio y Benita,
por ser cmo fueron,
por hacerme como soy
Temario
5. A modo de introduccin, justificacin y motivos
13. Aos confusos.
18. 1-Infancias
35. Esperanzas de revolucin
40. 2-Rebedas
56. Espaa en armas
63. 3-Guerras
81. Sombras en la batalla
88. 4-Retaguardias
104. El fin de la esperanza
112. 5-Derrotas
127. Con Espaa a cuestas
135. 6-Exilios
167. Geografa de crceles
172. 7-Crceles 1
186. El silencio de los paredones
194. 8-Asesinatos
215. Reconstruir sobre las ruinas
226. 9-Clandestinidades 1
248. Una Espaa en blanco y negro
253. 10-Postguerras
269. Las masas existen
284. 11-Clandestinidades 2
306. La bandera eurocomunista
313. 12-Crceles 2
330. No todo en la vida es champn
338. 13-Libertades
A modo de introduccin, justificacin y motivos
Fue en el homenaje a Dolores que se celebr en el Crculo de Bellas Artes
de Madrid. Uno de los oradores se pregunt, y nos pregunt a todos, que
era lo que se poda decir a los jvenes de hoy en da para que se hicieran
comunistas, o, al menos para que comprendieran los porqus de tantos y
tantos comunistas que les precedieron.
Qu decirles en estos tiempos en los que el anticomunismo es
moneda de cambio y en los que hasta los comunistas han comprendido, al
fin, la poco edificante historia de ciertos comunismos oficiales? Qu
explicarles en momentos en los que el chalaneo es modo habitual de
conducta, en los que la insolidaridad entre las gentes y los pueblos est a la
orden del da, en los que la deshonestidad paga dividendos en bolsa?
Record entonces, mientras hablaba el conferenciante, das y noches
de mi infancia: mi padre contndome para dormir cmo se haba hecho
comunista, cmo haba luchado en la guerra, cmo haba resistido la crcel,
cmo sus ideales de libertad, solidaridad y justicia le haban ayudado a
sobrevivir, incluso en el miedo de una dictadura feroz. Tambin me vino a
la cabeza cmo me haba influido a m todo aquello, cmo me haba hecho
como todava espero ser. Tantas y tantas horas escuchando Radio Espaa
Independiente o Radio Mosc en el rincn ms aislado de la pequea casa
familiar, la habitacin en la que dormamos mi hermano y yo, despertando
el hilo de aquellas historias con cada palabra que traan las ondas.
Si hubieras odo hablar entonces a Pasionaria, hijo, si la hubieras
odo. Y yo, desde mis escasos siete u ocho aos, menos o ms, segn cada
momento, queriendo estar all, en aquel mitin del cine Monumental o en
cualquier discurso improvisado del frente de Madrid, Teruel o el Ebro.
Hijo, el comunismo no es para que todos seamos pobres, sino para que
todos seamos ricos. Y yo, sentado en sus piernas, soando con la tierra de
abundancia y justicia de la madre Rusia. Sueos.
Naci as la idea de hablar con veteranos militantes y dejarles que
con la narracin de sus vidas nos demuestren que no todos los comunistas
han sido Stalin, Breznev o Ceaucescu, por aludir tan slo a algunas
estrellas del firmamento de la iniquidad perpetrada en nombre del comu-
nismo. Porque el comunismo tiene su leyenda negra y hay mucho de
verdad en ella, an tamizada por los intereses polticos, econmicos,
ideolgicos y an personales de sus voceros.
Una leyenda negra que no se circunscribe a la Unin Sovitica o a
los pases en los que el comunismo conquist el poder. Hoy lo sabemos y
hace mucho que lo sospechbamos, aunque no quisiramos creerlo, porque
la fe era ms grande que la razn. Dogmatismos, dictaduras (ni la del
proletariado, que dijo Carrillo, Dios le pille confesado), persecuciones,
crmenes, perpetrado todo ello en nombre de la salvacin eterna de la Clase
Obrera.
Porque la Clase Obrera era Dios y Stalin su profeta, aunque luego el
hombre del bigote, acostumbrado como estaba a la toma del poder,
usurpara el lugar de la mxima deidad y transformara la ideologa
libertadora en religin destructora. Poco hablan aqu de ellos los
protagonistas de este libro. En unos casos porque sencillamente no lo
saban, en otros porque quizs los recuerdos se hayan sepultado en el ms
oscuro rincn de la mente, en algunos ms porque no se lo he preguntado.
Tal vez por esa cobarda ma, que sin duda reduce el libro, me haya yo
reservado el papel de abogado del diablo y vaya sacando a la luz, en las
pequeas introducciones a cada captulo, esa historia negra del PCE precisa
para ajustar el fiel de la balanza. La eliminacin de troskistas y militantes
del POUM en la guerra, las luchas por el poder durante el largo exilio, los
oscuros casos de Comorera, Quiones o Monzn, son historias que no
sucedieron en Rusia, aunque las instigara, desde el limbo de su austero
despacho en el Kremlin, el padrecito Stalin para que sus aclitos las
llevaran a cabo.
"El olvido o el acuitamiento de los crmenes cometidos en nombre de
los grandes ideales, sobre todo cuando estos ideales son los nuestros,
convierten la poltica en niera, en fidesmo o en insulto a los dems", ha
escrito Francisco Fernndez Buey1. Tras recordar sin conmiseracin
algunos de los momentos inicuos del comunismo, el catedrtico de
Filosofa de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona se preguntaba
"Sabemos acaso nosotros lo que hubiera sido de nosotros mismo y de
nuestros hijos sin el sacrificio de los comunistas en la poca de Mussolini;
o en la poca de Hitler: o en la poca de Solazar y de Franco?".
Tambin Manuel Vzquez Montalbn ha utilizado en numerosas
ocasiones argumentos similares. "Durante sesenta aos los comunistas han
sido un factor disuasorio frente a la estrategia econmica, poltica y
militar del capitalismo, obligndolo a hacer concesiones sociales y a
iniciar un proceso de descolonizacin que no ha significado el final del
imperio en sentido estricto, sino slo del basado en la ocupacin
territorial. Que esa presin emancipadora la haya respaldado la Unin
Sovitica, forzada por una razn estatal particularizada, prolongacin de
concebir la URSS como la patria del socialismo, no excluye que haya
significado la inversin del sacrificio idealista de militantes comunistas
indgenas en sus pases que han luchado por emancipaciones concretas,
reales y necesarias2". Aade en el mismo trabajo el escritor cataln: "Este
1 Comunismo y fin de ao, artculo publicado en El Pas, 2 de enero de 1996. 2 Manuel Vzquez Montalbn, Pasionaria y los siete enanitos. Editorial Planeta. 1995. Pag. 359.
esfuerzo ha significado una inversin de sacrificio humano difcil de medir,
pero gigantesco cuantitativa y cualitativamente considerado, dispuestos los
comunistas a pasar por la privacin de libertad, la tortura, el exilio, la
muerte, guiados por su finalidad de la revolucin necesaria e inevitable,
por esa religin del futuro de la pulsin romntica progresista". Y an
dice ms: "Ni la basura propagandstica vertida por la contrarevolucin
internacional para desacreditar el desafo comunista, ni la Leyenda urea
de santos, mrtires, secretarios generales y hroes del trabajo elaborada
por el comunismo en el poder, deben forzar a buscar un asptico e injusto
trmino medio, pero tampoco ocultar que el siglo XX ha presenciado
extraordinarios ejemplos de sacrificio y altruismo de los comunistas, en
todos los lugares de la tierra".
Estoy de acuerdo con ambos, y por estarlo, agarr un da el
magnetofn y se lo puse delante a los protagonistas de estas pginas y
exhum de los archivos las cartas contenidas en el captulo 11, que a
alguien deberan estremecer. Algunos de los que aqu aparecen han llevado
al libro sus recuerdos: Santiago lvarez3, Simn Snchez Montero
4, Teresa
Pamies5 o Jos Gros
6. A ellos remito a quien est interesado, pues las obli-
gaciones de la edicin obligan a selecciones, resmenes y saltos en la
cronologa que pueden dejar a algn lector con apetito de ms. Igual sucede
con los dems. Necesidades de espacio y organizacin del texto han
obligado a ofrecer tan slo momentos concretos de sus vidas, que sirvan al
panorama general, en detrimento de otros que seran tanto o ms
interesantes. He preferido ofrecer una imagen de conjunto, una especie de
retrato de grupo, a contar sus historias individualizadas, y eso, que tiene sus
limitaciones (la principal el seguimiento de cada biografa individual, por
lo que las resumo al final de libro en un apndice), tambin permite ofrecer
un panorama ms colectivo y evitar repeticiones.
En la medida de lo posible he procurado siempre reproducir
textualmente las declaraciones, con el nico retoque de la seleccin de los
fragmentos reproducidos, la supresin de repeticiones y muletillas, y la
ordenacin del discurso; que el lenguaje hablado puede ser de difcil
comprensin puesto en negro sobre blanco. Todas las entrevistas se
realizaron durante los aos 1992 y 1993, excepto la de Lluis Salvadores,
grabada en Canarias unos aos antes, la de Pepita Belloch, extrada del
archivo de Radio Nacional de Espaa, y la de Juan Escuer, realizada en
abril de 1998.
3 Seis volmenes publicados por Edicioes do Castro
4 Camino de libertad. Editorial Temas de hoy, 1997. 5 Numerosas obras, especialmente Testament a Praga () Quan rem Capitans (.) o Quam rem refugiats 6 6.- Abriendo camino, relatos de un guerrillero comunista espaol (Coleccin Ebro, Pars, 1971). Hay
edicin espaola de 1977, probablemente inencontrable.
Sin ningn gnero de duda se podra hacer con igual justicia un libro
dedicado a los recuerdos y vivencias de otros espaoles, militantes
polticos, de aquellos aos: socialistas, anarquistas, masones, republicanos
o tantos y tantos sin partido que asumieron con dedicacin, entrega y sacri-
ficio la vida que les toco vivir. Si no lo hago yo aqu es porque el corazn
tiene razones que la razn no entiende, y porque pienso que hay en estas
personas con las que he hablado un componente unificador que no es slo
el grupo poltico al que pertenecieron, con el que lucharon y al que
sacrificaron, sino que forman tambin un grupo social e ideolgica de
caractersticas comunes bien definidas.
Por otro lado es difcil encontrar entre los partidos polticos que
perdieron la guerra civil otro que mantuviera con tal constancia, esfuerzo y
sacrificio, y con tal coste en detenciones, crcel y fusilamientos la lucha
contra el franquismo como lo hicieron los comunistas. Igualmente resulta
complicado hallar en otras formaciones tal cantidad de militantes que
ofrezcan una biografa de lucha tan continuada y permanente como los que
aqu se autorretratan. Valga, como simple ejemplo de esto ltimo, un breve
esbozo biogrfico del silencioso y cauto Jos Gros: guerrillero ya durante la
guerra civil tras las lneas franquistas, consigui escapar por los Pirineos y
se exili en la URSS, donde volvi a la guerrilla, esta vez tras las lneas
alemanas. Al acabar la segunda guerra en la que participaba se hizo cargo
de los pasos de clandestinos de la frontera con Francia, para integrarse de
nuevo en la guerrilla, esta vez en la de Levante, con la orden de sacarlos de
Espaa, lo que hizo. En el 62 regres a Madrid, donde fue responsable de
propaganda del partido hasta la legalizacin quince aos despus. Nunca le
detuvieron. Con vidas as, para qu queremos novelas ni tratados morales.
Lo que sigue son las vidas de aquellos comunistas con los que he
hablado largamente. Su memoria transportada al papel. No es, ni quiere ser,
una historia del comunismo; ni siquiera es, ni lo pretende, una historia de
los comunistas. Estas son, slo y nada menos, historias de comunistas.
Tampoco se plantea se objetiva, esa coartada intelectual inventada por los
descubridores de la subjetividad: la exactitud del dato es menos importante
que la pasin del recuerdo de lo vivido. Tampoco es un tratado ideolgico,
porque a ciertos aos ya no est uno para festejos y porque el ejemplo de
las vidas que aqu se relatan es ms imperecedero que los riscos por los que
se despearon sus dogmas.
Su recuerdo es nuestra historia, su fidelidad nuestra memoria
colectiva, su dignidad nuestro camino de futuro.
Antonio Gmez Otero de Herreros, Segovia, agosto1 de septiembre de 1998
uno
infancias
Aos convulsos
El ms anciano de los que participan en este libro es Antonio Gmez
Marn, nacido en 1908, y la ms joven Pepita Belloch, que vio la luz en
1927. Todos ellos comparten caractersticas comunes que permiten
alumbrar, ya desde la ms temprana edad, un camino de rebelda que les
conducira al comunismo.
Leyendo los testimonios que se incluyen en este captulo se
descubren en ellos los rasgos bsicos de unas personalidades marcadas por
una infancia rural, acosadas por las diferencias de clase, en las que
despiertan ya las races de la insatisfaccin vital que habra de llevarles,
con el tiempo, a la toma de conciencia poltica. Todos ellos muestran como
elementos caractersticos de su personalidad un innato sentido de la justicia
y la injusticia, un acendrado olfato para detectar las desigualdades sociales,
y una autentica pasin por aprender, ilustrarse, e intentar as explicarse el
mundo en el que les toc vivir, adems de un comn espritu de rebelda.
La propia Dolores Ibrruri ha dejado en su libro de memorias
testimonio de estos mismos rasgos infantiles en su propia niez. Tras
describir el ambiente de miseria y opresin existente entre los mineros de
su Gallarta natal, la mtica dirigente del comunismo espaol explica:
"Como un poso amargo iba sedimentndose en mi alma de adolescente un
sentimiento de rabia desesperada, instintiva contra todo y contra todos (en
mi casa me consideraban indomable), sentimiento de rebelda que ms
tarde se hara conciencia"7.
Este rasgo rebelde de La Pasionaria, similar al que expresan muchos
de los participantes en este libro, es comn, por otra parte, a otros
comunistas procedentes de clases sociales ms acomodadas que han dejado
testimonio de sus infancias y adolescencias en sus propios libros de
memorias. La que durante muchos aos fuera inseparable de Dolores
Ibrruri, su secretaria, Irene Falcn, educada en el Colegio Alemn de
Madrid y una de las primeras periodistas femeninas de Espaa, recuerda
aquella insatisfaccin adolescente en el rechazo de los estereotipos sociales
de la clase en la que haba nacido. "Mi hermana mayor, por ejemplo, si que
tena muchos novios. Bailaba los domingos. A m me llev un da a bailar
porque en casa decan que tena buen odo para la msica y suponan que
me gustara bailar. Me llev casi a la fuerza, pero en fin, fui. Ay!, mi sueo es encontrar una muchacha para casarme, y encontrarla luego en mi
casa, cuando regreso del trabajo, una cara que me sonra y me est
7 !.- El nico camino. Biblioteca de escritoras. Editorial Castalia, Madrid, 1992.
esperando, que me tenga preparada la comida y se apoye en mi pecho. Para echarse a correr, vamos. No me gustaba bailar con esos chicos ni ese
ambiente del baile de los bajos del Palace. Luego haba esos tipos que te
seguan. Iban detrs musitando 'bsss... bsss... bsss'. Ni sabas lo que
decan! Pareca que iban rezando! Y te seguan hasta tu casa o hasta el
trabajo, para luego esperarte. Aquellos chicos eran insoportables. Yo
prefera gente un poco mayor, con la que pudieras hablar, discutir y
aprender"8, ha escrito en sus memorias.
Tambin la escritora comunista Mara Teresa Len, hija de militar y
luego compaera hasta su muerte de Rafael Alberti, explic en su
Memorias de la melancola9, impresionante testimonio autobiogrfico,
aquel rechazo a las costumbres y el ambiente de su infancia: "Nia de
militar inadaptada siempre, no nia de provincia ni de ciudad pequea con
catedral y obispado y segunda enseanza... con amigas de paso y
primaveras acercndose cada ao a la nia, colorendola, obligndola a
crecer y a estirarse. La vida pareca hecha para acomodar los ojos a cosas
nuevas: veraneos, parientes y luego a comparar: esto es mejor que lo otro.
Aqu las nubes pasan ms de prisa. Tonta, es el viento. Llueve menos. Las
iglesias se caen de feas. No me gusta rezar. Y los chicos? Los chicos eran
siempre iguales, torpes, engredos de serlo, audaces, candidatos inexpertos
al premio mayor. Bah, nada".
En los aos en que nuestros protagonistas eran nios o abordaban la
adolescencia, Espaa y el mundo vivan tiempos de convulsiones sociales y
transformaciones polticas que marcaran su vida an cuando fueran
todava incapaces de desentraar su significado. La primera guerra mundial
(1914/1918), la revolucin socialista en Rusia, con la toma del poder por
los bolcheviques el 7 de noviembre de 1917, y el ascenso de los fascismos
en Italia, con la marcha sobre Roma de Mussolini el 29 de septiembre de
1922, y Alemania, con el fallido intento de golpe de estado de Hitler y sus
camisas pardas en 1923, son los principales acontecimientos
internacionales que habran de alcanzar su mxima dimensin en las dos
dcadas siguientes.
En Espaa, los primeros aos del siglo vieron la eclosin de
importantes luchas obreras impulsadas, sobre todo, por las organizaciones
anarquistas. Las huelgas en Bilbao y Andaluca de 1903 y 1905, la Semana
Trgica en Barcelona (1909), motivada por el rechazo a la leva de mozos
destinados a la impopular guerra de frica, la primera huelga general de 24
horas (18 de diciembre de 1916) convocada conjuntamente por la UGT
(socialista) y la CNT (anarquista), o la huelga general revolucionaria de
agosto de 1917, se grabaran en sus retinas de nios como signo de
8 Asalto a los cielos (Mi vida junto a Pasionaria). Temas de Hoy, Madrid, 1996. 9 Editorial Losada, Buenos Aires, 1970. Pgina 11. Hay edicin posterior en Espaa.
esfuerzos libertadores. La dictadura de Primo de Rivera (1923/1930)
acabara por fomentar en toda Espaa el clamor por la Repblica.
El primer congreso del Partido Comunista de Espaa se celebr el 15
de marzo de 1922, saliendo elegido secretario general Antonio Garca
Quejido, uno de los fundadores de la UGT y del PSOE, del que se haba
escindido el ao anterior para adherirse a la III Internacional. El nuevo
partido era fruto de la unin, fomentada por la direccin comunista de la
URSS, del Partido Comunista Obrero Espaol, creado por el propio Garca
Quejido en 1921, y el Partido Comunista Espaol, nacido en 1920 a
consecuencia de la separacin del PSOE y de la Internacional Socialista del
Comit Nacional de las Juventudes Socialistas de Espaa. Sus militantes,
entre los que se encontraban figuras luego expulsadas, como Joaqun
Maurn, Andreu Nin o Jos Bullejos, debieron vivir unos primeros aos de
difcil organizacin durante la dictadura de Primo de Rivera, marcando al
partido, ya desde su origen, con el estigma de la clandestinidad.
infancias
Nac en Magaa, un pueblecito de Soria, en 1908, aunque de ese pueblo no
recuerdo nada, porque a los dos aos me bajaron a Navarra, a Corella, el
pueblo en el que me cri. All estudi prvulos y luego nos trasladamos a
otro pueblo cercano, Cintrunigo, donde mi padre me puso a estudiar con
los curas, porque l, aunque no crea mucho, deca que los curas eran los
que mejor enseaban. Mi padre era un hombre de izquierdas. De las iz-
quierdas que entonces haba en el pueblo, claro, porque all haba carlistas
y liberales, y l siempre votaba a los liberales. Los curas eran los
Carmelitas, que tenan un convento en el pueblo y un colegio, que costaba
un duro al mes. Con ellos aprend bastante, aunque a los doce aos tuve
que dejarlo, porque mi padre, que era el herrero del pueblo, tena mucho
trabajo y necesitaba que le ayudara en la fragua.
A esa edad yo ya no crea mucho en los curas ni en esas cosas,
porque en Cintrunigo, y antes en Corella, haba curas que eran unos
sinvergenzas, y como el pueblo era pequeo se saba todo lo que hacan,
que no era lo mismo que predicaban. Por ejemplo, el cura Canales se
acostaba con la Caracola, una mujer casada, y los chavales lo sabamos,
cmo lo saban todos en el pueblo. Sabamos que iban a entenderse a los
huertos, y nosotros les esperbamos escondidos y les tirbamos piedras
cuando pasaban. Para que luego nos predicaran en misa que si la castidad,
que si ojo con las chicas, que si los bailes agarraos eran pecado... Empec
a desconfiar de ellos y pas a no creerme lo que decan.
Mi madre nos llevaba a comulgar todos los meses, pero antes haba
que confesarse y yo nunca me confesaba. Comulgar s, porque, para
controlar quienes lo hacan y quienes no, haba que llevar una tarjeta blanca
y despus de tomar la hostia te daban otra roja. O algo as, que ya no me
acuerdo de qu color eran. Pero confesar dej de hacerlo muy pronto,
porque yo pensaba que no tena por qu decirle a un to las cosas que yo
haca qu les importaba a ellos? Tambin me acuerdo que, aunque cuando
se comulgaba no se poda comer nada desde las doce de la noche del da
anterior, yo no haca caso. Coga a escondidas una barra de chocolate
despus de cenar y me la coma antes de levantarme y santas pascuas. As
empec yo a ir contra corriente.
Cuando ya era un poco mayor, a los catorce aos ms o menos, yo no
saba nada de poltica. De lo nico que haba odo hablar era de los
socialistas, porque en el pueblo haba un hombre viejo que decan que era
socialista y nos reuna a los chicos para hablamos de lo que era el
socialismo, pero yo no entenda casi nada. Lo nico eso, que los curas eran
unos sinvergenzas y que los que peor le pagaban a mi padre eran los que
ms iban a misa. All, en el pueblo, exista la adoracin nocturna, que
salan de madrugada a cantar cosas religiosas por las calles. Pues bien,
cuando acababan se iban a los huertos a robar tomates. Esa era la fama que
tenan los que se daban golpes de pecho.
En la herrera tenamos muchos clientes; pues bien, cuanto ms de
derechas, peor pagaban. Haba uno, el to Uas, que era un labrador rico y
tena al hijo estudiando en Pamplona. Pues ese to, cuando yo iba a cobrarle
las facturas -ya qu al ser el pequeo mi padre me enviaba a esas cosas- su
mujer siempre me deca que no estaba. Pero yo saba que era mentira y
entonces le esperaba escondido cerca de su casa, hasta que le vea llegar
con el caballo. No cobraba, porque no me atreva a volver, pero me daba el
gusto de saber que era un mentiroso. Nos dejaba a deber y luego se iba a
otro sitio a que le hicieran el trabajo.
En cambio, los liberales eran otra cosa. El to Chivite, por ejemplo,
que era tambin rico y dueo de unas bodegas que ahora son famosas, iba a
cobrarle y pagaba enseguida. Esas cosas que yo vea con ojos de nio creo
que me marcaron para siempre.
Antonio Gmez Marn
Pertenezco a una familia obrera de Manresa, donde nac en 1913. Mi padre
era serrador y mi madre trabajaba en el textil diez o doce horas diarias y
adems haca el trabajo de la casa. Eran gente prcticamente analfabeta.
Tengo cuatro hermanos y dos hermanas, y adems viva con nosotros la
abuela. Diez personas en total. Cmo poda llegar para tantos el dinero
que ganaban mi padre y mi madre? Todava me acuerdo de las
conversaciones de mis padres en la mesa los fines de semana cuando no
llegaba el dinero, que era siempre.
Cuando yo tena diez aos ya trabajaba en un taller de automviles,
eso quiere decir que empec a trabajar muy pronto. Mis padres siempre
comentaban que lo ms importante en aquellos momentos era la
organizacin sindical, que entonces era la CNT, ellos apoyaban siempre las
huelgas y todo tipo de luchas. Esa es la forma en que fui educado por mis
padres.
Jos Gros
Nac en 1915 en un pueblecito de Toledo que se llama uo Gmez. Un
pueblo msero en las estribaciones de la sierra de San Vicente, entre
Escalona y Talavera de la Reina. Mi familia, como el noventa por ciento de
las familias de por all, eran campesinos de los ms humildes, porque no es
una tierra rica y adems tenan muy poca tierra. Era muy normal el
campesino que tena un burro o dos; si no tena ms que uno se pona de
acuerdo con alguien que tuviera otro, para sembrar, pero tenan que trabajar
a jornal. En fin, era una vida muy pobre, muy msera y muy atrasada.
Yo fui el cuarto de siete hermanos. Los dos primeros, que eran
varones, uno de ellos vive todava, ya estaban trabajando a los nueve o diez
aos, guardando puercos o cosas as. Mi hermana, mayor que yo, con
catorce aos ya estaba en Madrid sirviendo en casa de una parienta que
tena dinero, y yo fui el nico hasta entonces que pudo ir a la escuela.
Asist, con el sacrificio de toda la familia, hasta poco antes de cumplir los
doce aos. Mi afn era aprender, saber. Ya tena un sentido de la
responsabilidad acusado, precisamente porque era el que haba tenido el
privilegio de poder estudiar. Desde los ocho aos tena que trabajar
trillando en el verano, pero luego la escuela estaba por encima de todo. Mi
to era sacristn del pueblo y me propusieron ser monaguillo. Aunque yo
era catlico muy creyente, como toda mi familia, lo que all era normal,
dije que no. Mis padres tampoco queran, porque tena que perder media
hora diaria, o tres cuartos de hora, de ir a la escuela. Y eso no, lo primero
era la escuela.
Estuve en el pueblo hasta que cumpl los doce aos. En mayo se
haba cerrado la escuela y ya no volv ms. El maestro me apreciaba mucho
y un da le dijo a mi madre que era una pena que no me pudieran dar
estudios. Luego, por las noches, yo oa a mis padres comentarlo a la luz de
la lumbre. Mi padre deca que si tuviera una finca la venda para que yo
pudiera estudiar, y aquello a mi me haca ms responsable, con lo que dije
que quera ir a Madrid, que no quera quedarme all.
Aquel verano estuve trillando cincuenta y cinco das. Pagaban una
peseta diaria y con lo que saqu, mi madre me compr ropa y me mand a
Madrid. Poco antes, el hijo del to Corona, un pastor, que se haba hecho
cura, le haba propuesto a mi madre llevarme al seminario. A ella le pareci
bien y a m tambin, porque me permita aprender. Ya estaba casi decidido,
pero al rato lleg mi padre y mi madre se lo cont. Mi padre dijo: pero
cmo, un hijo mo cura? de ninguna manera. Y l era creyente, aunque a
misa no iba casi nunca. Era analfabeto, un campesino ms, pero un hombre
que todo lo que haba hecho en la vida era trabajar y vea que el cura se
daba la gran vida en comparacin con los dems, as que no quiso de
ninguna manera que fuera al seminario. Se acab all mismo lo de cura, de
lo cual me he alegrado mucho despus.
A finales de octubre de aquel ao, con lo que gane aquellos
cincuenta y cinco das de trilla, me vine a Madrid. Mi objetivo era acabar
teniendo una tienda y poder traerme a mis padres. Tambin pensaba que
tendra posibilidad de aprender. Vine y al cabo de poco tiempo entr a
trabajar interno en una sastrera en la calle Toledo. All me enter de lo que
era Madrid.
Fueron tres aos terribles. Empec el 25 de enero de 1928, con doce
aos, y sal de all el 18 de febrero del ao 31. Coma, viva y dorma en
casa del dueo, que tena un piso encima de la misma tienda. Haba tempo-
radas que dorma abajo, en un colchn en el suelo. Me levantaba a las ocho
de la maana y antes de la una de la madrugada era muy raro que me
acostara. Los primeros meses, desde enero hasta septiembre, no tuve
sueldo, el sueldo era la comida y ropa limpia, que se deca. No pasaba
hambre. Ya a partir de septiembre me empez a pagar seis duros al mes,
pero yo siempre tena dinerillo de las propinas, pues iba a llevar trajes a los
sitios ms extravagantes.
Con aquel dinero compraba libros. Lea por la calle, lea en el metro,
lea en el tranva. Cuando estaba en la tienda no poda leer, porque el to me
coga algo de lectura en el bolsillo y me lo rompa. Empec a leer el TBO,
que dej al mes o los dos meses, porque uno era ya mayor con doce aos.
Luego lea cosas de chicos: Dick Turpin, Robin Hood, de bandidos
andaluces, como Juan Manuel Lujan o Diego Corrientes, que eran medio
revolucionarios, es decir, robaban a los ricos para socorrer a los pobres, y
despus pas a las novelas de aventuras. Cuando cog confianza, compraba
yo el libro y luego se lo daba a algn dependiente para que rae lo guardara,
pues yo no poda tener libros all. Y ya fui subiendo en la escala.
Lea y lea todo lo que poda, y eso era mi va de escape. Encontr en
la lectura otro mundo distinto y fui comprendiendo lo que era aquello y lo
que era Madrid, y yo, que haba venido para ahorrar dinero y tener una
tienda, cuando cumpl catorce aos, ya no pens ms en ello. Comprend
que aparte de aquel mundo tena que haber otro que mereciera la pena.
Por otro lado, tampoco me gustaba la tienda ni los comentarios que
hacan los dependientes, que se rean de los paletos que entraban a
comprar, porque mis padres eran paletos y no me gustaba que les
despreciaran Adems, aunque estaban siempre protestando del pal ron,
cuando apareca todo eran sonrisas y peloteos. Cuando tena catorce aos
baj un da el dueo y se puso a gritar a todo el mundo, yo le contest y me
dio una bofetada. Aquello fue la gota que colm el vaso, le ped la cuenta
y me march. No tena casa, pero me fui a vivir con mi hermana.
Simn Snchez Montero
Soy la mayor de tres hermanos y nac en Almansa, un pueblo de Albacete.
Dos de mis hermanos tenan problemas en los pies, y para poder darles un
tratamiento nos trasladamos a Barcelona cuando yo tena unos cinco aos.
La ma era una familia humilde, nada religiosa, aunque sin ningn tipo de
idea poltica o social.
Al poco de llegar a Barcelona mi padre enferm y tuvo que ser
operado varias veces. Tal vez debido a la incultura no sabamos lo que
tena, los mdicos tampoco lo saban, o no nos lo decan, pero era un
cncer. A los once aos me puse a trabajar y mis hermanos tambin.
Ganbamos cinco pesetas a la semana, que era muy poco, pero lo tuvimos
que aceptar porque mi padre muri en el 29 y tenamos que ayudar a mi
madre, que iba por las casas haciendo faenas domsticas.
A los catorce aos tuve la idea de entrar a trabajar en una fbrica.
Cada maana, al ir al trabajo, que era por la plaza Rovira, pasaba delante de
unas fbricas de tejidos que haba por all y aquel trabajo me atraa, pero
hasta que no cumpl los catorce no me admitieron. Entonces entr en la
fbrica la Sadeta, que hoy es un centro cvico en el barrio de Gracia. A m
me haba complacido entrar all, porque haba visto las mquinas y trabajar
con ellas me haca ilusin, pero ya tena en la cabeza la idea de otro tipo de
vida, ya me daba cuenta de lo que era la explotacin que sufra, de lo
mucho que nos hacan trabajar y de lo poco que nos pagaban, y eso me
haca rebelarme, participar en las protestas, aunque hasta que no lleg la
Repblica y despus la guerra y conoc a personas que me pudieran
orientar aquello no se convirti en una ideologa poltica.
Isabel Vicente
Mi pueblo estaba en la zona de la Rivera, en Orense, y tena buenas
comunicaciones, lo que le diferenciaba de los pueblos de la montaa, que
estaban aislados, sin telgrafos ni vas de comunicacin, cosa que en el mo
si haba. Adems, se reciban los peridicos de Madrid, hecho que conviene
destacar, porque jug un papel importante en mi adolescencia.
Soy hijo de una familia campesina, con algunas propiedades, pero
que tambin trabajaba a jornal algunas veces. En aquella poca de los aos
30 se pasaba por muchas dificultades en el pueblo, al igual que en otras
muchas aldeas. All afect mucho la crisis de los aos 29 y 30, que fue el
reflejo de la crisis mundial pero que tena all sus propias particularidades.
Fueron malos tiempos que duraron hasta el ao 35. No es que la gente
pasara hambre, porque, claro, tena patatas o verduras del huerto familiar,
casi todas las familias matbamos el cerdo, pero haba otras dificultades:
cmo ganar dinero para comprar una camisa o para pagar la contribucin
territorial o pagar el impuesto de consumo.
Fui a la escuela primaria hasta los doce aos. Era bastante aplicado y
cuando termin la escuela saba leer tan bien como hoy, o mejor. Ya era
muy aficionado a la lectura y estaba al tanto de lo que pasaba en Espaa: la
crisis de la monarqua, despus del desastre de Annual, la guerra de
Marruecos y todo lo dems. Eran cosas que se reflejaban tambin all, que
preocupaban a los jvenes y que hicieron que empezramos a agruparnos.
Creamos un centro cultural para poder leer los peridicos que recibamos
de Madrid: La Libertad, El Liberal, El Heraldo, peridicos de tendencia
liberal o democrtica, que empezamos a utilizar como un elemento de
cultura pero que, poco a poco, nos fue politizando. A travs de la lectura de
los peridicos y de las revistas adquirimos una cierta visin global de
Espaa y de los problemas que haba en el extranjero.
Yo me politic de los primeros, o el primero. Me afili a lo que
entonces era el Partido Federal, que se ocupaba de los problemas regionales
y nacionales, pero estuve muy poco tiempo en l, porque me di cuenta que
los problemas que afrontaba no eran los que afectaban a las clases ms
populares, mas menesterosas, con las que, ya en aquella poca, yo me
senta ms identificado. Seguamos la crisis de la monarqua, todo lo que
pasaba en Madrid y otros lugares, vino la proclamacin de la Repblica,
que fue para nosotros un gran acontecimiento, y entonces me afili durante
unos meses al Partido Socialista.
Entr en una de las agrupaciones que se formaban all, pero tambin
se apuntaban los caciques de los pueblos, que haban estado con la
dictadura de Primo de Rivera y con Calvo Sotelo, y yo no quera estar en el
mismo sitio que aquellas gentes, unos reaccionarios aunque hubieran
cambiado de chaqueta, por lo que me afilie directamente al Comit
Nacional del Par ido Socialista. Escrib a Madrid, me mandaron el carnet y
las cotizaciones y los materiales y dems, pero aquella era la etapa en que
los socialistas gobernaban con los republicanos, el bienio republicano-
socialista, que se llamo, y tampoco daban solucin a los problemas. En
general en los pueblos las cosas seguan igual que antes, a veces el alcalde
no era el mismo, era otro, pero segua estando al servicio del cacique.
Veamos que los socialistas no contribuan a resolver los problemas de
fondo que tenia d pas, y al poco tiempo constat que este fenmeno
tambin se daba en otros lugares, por lo que me canse enseguida de aquella
filiacin.
Santiago lvarez
Soy de un pueblecito de la Alcarria que se llama Brihuega, donde nac en el
ao 17. Mi familia era de origen obrero, mi padre repartidor de harina y mi
madre lavaba ropa por las casas y cosas as. Mi padre se cay debajo del
caballo con el que reparta la harina y a consecuencia de ello estuvo dos
aos en el hospital, dejando a mi madre con cinco hijos. Yo era la pequea.
En el transcurso de los aos, mi madre trabajaba limpiando casas y tambin
haciendo pan, porque como mis abuelos eran los dueos del horno no le
cobraban la hornada. Dos de mis hermanos murieron en esos aos que mi
padre estuvo enfermo.
La consecuencia de todo esto, la enfermedad y los aos de hospital,
fue que emigramos a Guadalajara, donde mi hermana mayor ya haba ido a
servir. El trabajo de mi padre fue de blanco a negro, pas de repartidor de
harina a repartidor de carbn.
Yo empec a trabajar a los nueve aos en una fbrica de punto, que
la llamaban fbrica aunque hoy la llamaramos pequeo taller, porque era
una tiendecita pequea que tena en la trastienda tres mquinas con las que
se hacan refajos, calzoncillos de punto, medias de algodn o de lana,
calcetines y todo eso. Mi trabajo consista en coger puntos a las medias de
seda que llevaban las mujeres para arreglar. Me pagaban muy poco y yo
cada vez peda ms aumento, contestndome la patrona que ya ganaba
suficiente. Cuando pasaban dos o tres meses de la discusin volva otra vez
a pedir aumento. Cuando iba a cumplir once aos, tras una discusin de
aquellas, en las que ella siempre deca que no me poda subir porque yo no
me lo ganaba, apunt durante toda una semana lo que ella cobraba con los
puntos que yo coga. Segn los coga, tena el precio y lo apuntaba en un
papelito. Cuando lleg el sbado le dije que me subiera el sueldo y me
volvi a decir que no, que ganaba lo suficiente para la edad que tena y que
adems no lo ganaba. Que no lo gano? con test, mire lo que ha sacado
usted conmigo esta semana, y le ense mis cuentas. Se puso tan furiosa
que me ech.
Me ech y me march, claro. Pero tena que trabajar y me puse a
coger puntos en mi casa. Puse un anuncio pequeito en un peridico de la
UGT que se llamaba Flores y Abejas, donde trabajaba un primo mo que u
a presidente de la Unin de Agricultores, un chupatintas, y comenc a tener
clientes. Luego, muchas de las que iban a la tiendecita se enteraron que yo
trabajaba por mi cuenta y me trajeron sus arreglos, por lo que me llamo la
duea y me dijo: Yo te puedo denunciar a ti le parece bonito que me hayas
quitado la clientela? Yo no le he quitado la clientela a nadie, a quien llama
a mi puerta le hago los trabajos, contest. Ya no pas nada ms, pero lo que
sacaba con aquello era poco, no poda trabajar slo cogiendo los puntos en
casa, era imposible, porque la vida se iba desarrollando de distinta manera.
Mi madre estaba enferma, mi hermano no tena trabajo, a lo mejor
trabajaba una semana y dos no, as que, adems de coger los puntos,
encontr empleo en una fbrica para sopa, de donde viene la pensin que
cobro ahora. Todava era pequea, y las panderas que haba que subir, unas
bandejas en las que se pona el fideo, eran muy grandes y haba que
llevarlas desde el obrador, que estaba abajo, hasta arriba, donde estaba el
tendido, y para subir esas panderetas me las vea moradas. Mis brazos
estn torcidos desde entonces. Haba un muchacho trabajando all que era
muy majo y que, sin que le viera el jefe, que era un hijo de su puetera
madre, me ayudaba con las panderas. Me esperaba en la escalera y me las
suba corriendo. Se llamaba Santos Puerto, que vive por Francia y no le he
podido localizar. Por mi contacto con l acab por hacerme comunista.
Tomasa Cuevas
Mi infancia y juventud es la de un hijo de padre trabajador que vive en un
barrio popular de Madrid, el barrio de Chamber. Desde nio, mi padre, que
perteneca a la Confederacin Nacional del Trabajo, la CNT, dirigente
sindical durante muchos aos, amigo de hombres que entonces hicieron
historia, como Buenaventura Durruti, los Ascaso, el periodista Mauro
Bajatierra y otros, hablaba delante mo de todo lo que pasaba en Espaa, as
que conservo recuerdos, sin duda muy vagos, de un nio de seis aos, de la
proclamacin de la Repblica el 14 de abril del 31, de la huelga revolu-
cionaria del 34, de la insurreccin de Asturias, de la llegada, tras la
liquidacin de dicha huelga revolucionaria, de hijos de mineros
encarcelados a Madrid, de la polica en mi casa en el sin nmero de huelgas
que en aquellos aos de la Repblica se llevaron a cabo. La polica en mi
casa haciendo registros, reventando colchones, deteniendo a mi padre, que
se pasaba temporadas en las comisarias o en la crcel modelo de Madrid.
Infancia y juventud en un barrio de corte popular, al menos en ese
tramo de la calle, la calle de Viriato, donde haba una mezcla, si se quiere,
de algn que otro funcionario y una inmensa mayora de trabajadores, y
donde existan como tal todas las corrientes polticas, los debates de la
poca. Un tiempo, el inmediato a la guerra civil tras las elecciones de
febrero de 1936, en el que en Madrid, en mi barrio, que era el que yo
conoca, el que transitaba todos los das en la calle, se viva con una gran
efervescencia de todo tipo, con un sentido de libertad que nunca ms he
vuelto a tener en mi vida. Recuerdo las manifestaciones del 1 de mayo
antes de la guerra civil, las cargas de los guardias de asalto, sable en mano,
a caballo, las huelgas, los piquetes que iban a parar las obras con pistolas.
Una situacin tensa la que se viva en aquellos tiempos donde las
juventudes de los diversos partidos solventaban sus diferencias polticas a
veces a tiros. Ah estn la muerte de Juanita Rico, los tiroteos de vez en
cuando en las calles, la creacin de milicias. Todava antes de comenzar la
guerra civil espaola.
Armando Lpez Salinas
ocho
asesinados
El silencio de los paredones
El que lo cont no era un antifranquista furibundo ni un comunista
resentido, era Ramn Serrano Ser, ministro de Exteriores en los albores
de la dictadura y cuado del caudillo, en vista de lo cual no hemos de dudar
de su palabra. Segn l, una vez dictadas las sentencias de muerte por el
tribunal correspondiente, normalmente consejo sumarsimo de guerra,
aunque la contienda ya hubiera terminado, el auditor del Cuartel General,
Martnez-Fset, se presentaba "corrientemente a la hora del caf, despus
del almuerzo, con una relacin siniestra para el enterado de las penas de
muerte por el Jefe del Estado". Y es que, ya se sabe, la pluma puede ser un
arma mortfera en manos de quien tiene poder para decidir sobre vidas y
muertes.
Ernesto Gimnez Caballero, fino estilista literario y falangista de
primera hora, ya lo vio en un artculo publicado en la Gaceta Regional, de
Salamanca, el 25 de abril de 1937: "A Francisco Franco si lo veis, no le veis nunca con el sable de los antiguos generales decimonnicos y
pronunciamenteros. No tiene sable, por no tener en su atuendo habitual, ni
pistola. Slo se le ve en el bolsillo de la guerrera una pequea varita negra
y plateada: la estilogrfica. He aqu su bastn de mando, su vara mgica,
su porra, su falange incomparable. Un rasgueo de esa estilogrfica sobre
un papel es superior en energa y voluntad a la porra, al fusil, a la
ametralladora y al can mejor disparados10. En sacas y paseos, con sentencia o sin ella, por venganza, por miedo,
por represalia, frente a la tapia de un cementerio o en la orilla de un ro o
un camino, normalmente rompiendo la placidez del amanecer, los
pelotones de ejecucin de la Guardia Civil, las brigadas falangistas o el
ejrcito fusilaban a mansalva obedeciendo el enterado rubricado en el
Pardo. En sta, como en tantas otras cosas relacionadas con la guerra civil y
sus consecuencias, es difcil calcular cifras, los que lo han estudiado no se
ponen de acuerdo, aunque han ido precisando segn avanzaban los tiempos
y se podan hacer estudios ms rigurosos.
Stanley G. Payne, en Los militares y la poltica en la Espaa
contempornea, avanza la cifra de trescientos cincuenta mil fusilados
despus de 1939, aunque aclara que resulta difcil comprobarlo. No
obstante, Guillermo Cabanellas, el general que se sublev con Franco, 10 Como en el captulo anterior, las citas y datos que se dan en esta introduccin, salvo que se indique otra cosa, pertenecen al libro Historia del Franquismo, de Daniel Sueiro y Bernando Daz Nosty.
acept en La guerra de los mil das que pudieron ser trescientos mil. En su
obra La Repblica Espaola y la guerra civil, Gabriel Jackson calcula el
"total de represalias y ejecuciones nacionalistas" hasta 1944 en un mnimo
de ciento cincuenta y mil y un mximo de doscientas mil. El general fran-
quista e historiador de la guerra civil, Salas Larrazbal, basndose en las
inscripciones judiciales de fallecimientos del 1 de enero de 1939 al 31 de
diciembre de 1959, reduce la cifra hasta las veintids mil seiscientas
cuarenta y una ejecuciones. Las ltimas investigaciones de los
investigadores hablan de 150.000 fusilados en juicios sumarsimos. En el
auto emitido por el juez de la Audiencia Nacional con fecha 16 de octubre
de 2008, figura la cifra de 114.266 an sepultados en fosas desconocidas.
Demasiadas en cualquier caso.
En los primeros momentos de la posguerra, o incluso antes, cuando
los nacionales iban ocupando pueblos y ciudades durante la contienda,
fueron fusilados concejales, alcaldes, diputados, funcionarios, militares
leales, dirigentes y militantes de partidos y sindicatos o, simplemente,
desafectos al nuevo rgimen. Los haba de lodos los partidos, es cierto,
pero ser comunista era ya una buena recomendacin para ser candidato al
paredn.
Posteriormente, acabada ya la guerra mundial, que si no acab con la
sed de sangre les oblig a aplacarla un poco, la frustracin creada entre los
republicanos en el exilio porque el triunfo aliado no significar tambin la
liberacin de Espaa del franquismo, llev a un recrudecimiento de la
lucha guerrillera y a nuevos intentos de reorganizacin de los partidos en la
clandestinidad, especialmente los comunistas y anarquistas, que haba
participado activamente en la resistencia antinazi en Francia. Eso condujo a
un recrudecimiento de la represin, que defini el llamado delito posterior a la guerra, bajo cuya acusacin se conden en juicios sumarsimos que poco tenan que ver con la justicia y se arrastr ante los
paredones a centenares de resistentes. En este periodo los comunistas
sufrieron una verdadera sangra de cuadros y militantes a manos de los
verdugos. Algunas de las ltimas cartas de esos asesinados tras juicios que
poco tenan que ver con la justicia se recogen en este apartado.
En sus memorias, el dirigente del PSUC Gregorio Lpez Raimundo,
tras recordar las ejecuciones de varios camaradas en Barcelona y Madrid,
hace un clculo, necesariamente incompleto, de los asesinados en esos
aos: "Meses ms tarde Mundo Obrero publicara una informacin segn
la cual, durante 1947 y los primeros meses de 1948 el balance del terror
sumaba 71 fusilados, 572 asesinados por la 'Ley de fugas' o por torturas,
22 condenados a muerte pendientes de ejecucin y 24 procesados con
peticiones de pena de muerte11
'. 11 Primera clandestinidad. Editorial Antrtida/Empues, Barcelona, 1993. Pgina 120.
En las pginas que siguen se reproducen las ltimas cartas escritas
por algunos de estos fusilados, dirigidas a sus familias o a la direccin del
Partido. Son cartas bien distintas unas y otras, desde la detallada y sobria
relacin de sus pobres pertenencias destinadas a los herederos hasta la
minuciosa descripcin de calvario que les toc vivir. No obstante, todas
tienen algo en comn: la profesin de fe en el comunismo y en un futuro
mejor para la humanidad, que se convierten en una conviccin casi
religiosa, laica e incluso atea, eso s, en la inevitabilidad de la revolucin y
la realizacin de la utopa en la tierra.
De J. Chamorro no he encontrado referencia alguna en los libros
consultados, de los dems ofrezco unos datos de referencia que resumen su
trayectoria poltica y humana.
Manuel Asarta, vasco, fue comandante del ejrcito republicano y
miembro del Comit Central del PCE en Euzkadi. El final de la guerra civil
le pill en Alicante, donde fue encerrado en el campo de Albatera, consi-
guiendo pasar luego a Francia y posteriormente a Cuba. Asarta se encontr
entre los primeros que intent volver desde Amrica a Espaa para reiniciar
la lucha contra el franquismo. Detenido en 1941, tras desembarcar en Lis-
boa, fue entregado por el rgimen salazarista a Franco, que le fusil el 21
de enero de 1942 junto a Jess Larraaga --tambin en este libro--, Isidro
Diguez, Jaime Girabau, Francisco Barreiro y Eladio Rodrguez. De los
seis ha escrito Gregorio Morn que enviaron "una carta al Comit Central
haciendo balance del fracaso y sugiriendo una idea luminosa que pas
inadvertida, pero que demuestra no slo su temple sino su sensibilidad
poltica: 'Queremos insistir escriben los condenados en los pocos instantes de vida que nos quedan. El enemigo es muy fuerte todava. Huid
de optimismos infundados, que slo conducen a castrar el nimo"12
.
En 1916 naci en el norte de frica Agustn Zoroa. Exiliado tras la
guerra en Mxico, durante 1940/41 fue responsable de las Juventudes
Socialistas Unificadas de Espaa en una cooperativa montada por el SER
en el estado de Chihuahua. En 1944, con 28 aos de edad, regres a Espaa
para reorganizar la actividad del partido y la lucha guerrillera, sirviendo de
puente entre la direccin del PCE en Touluse, encabezada por Santiago
Carrillo, y el grupo del interior, dirigido entonces por Jess Monzn, con el
que no tard en tener desacuerdos. Fue detenido en el verano de 1945 en
Madrid, casi al mismo tiempo que otros dos enviados al interior: Sebastin
Zapirain y Santiago lvarez, ambos miembros del Comit Central. Simn
Snchez Montero, que coincidi con l en la prisin de Alcal de Henares,
le recordaba en su libro de memorias: "Despus de la huelga se modific la
direccin del Partido, con la incorporacin de Zoroa y otros camaradas, y
se realiz un pleno de la organizacin, un verdadero congreso local. Zoroa 12 Miseria y grandeza del partido comunista de Espaa, 1939-1985. Pgina 54. El libro de Gregorio Morn ha sido un instrumento til para redactar estas pequeas biografas.
y los dems dirigentes eran unos camaradas estupendos, inteligentes,
firmes y sencillos. Traan ideas nuevas, pues haban legado recientemente
de Francia y antes haban hablado extensamente con la direccin del PCE.
Yo estaba de acuerdo con las nuevas ideas y normas expuestas en el
informe final, ms abiertas y democrticas"13
.
Cristino Garca, asturiano nacido en 1910, comenz su militancia
revolucionaria con las armas en la mano durante la huelga general
revolucionaria de 1934, perteneciendo en la guerra civil al XIV Cuerpo de
Guerrilleros, donde tambin estuvo otro de los entrevistados en este libro,
Jos Gros. Exiliado en Francia, particip en la guerrilla contra el invasor
nazi, dirigiendo las tropas que vencieron en la batalla de La Madelaine, en
la que se causaron seiscientas bajas a los alemanes y se hicieron mil
quinientos prisioneros, as como en la liberacin del pueblo de Foix y en el
asalto a la crcel de Nimes. Pedro Vicente, que fue su compaero en la
resistencia, recuerda en sus memorias esta ltima accin: "Uno de los nues-
tros, disfrazado de gendarme, dio la seal para que abriesen una
portezuela lateral. Abierta sta, un grupo de guerrilleros, dirigido por
Cristino Garca y Mart, miembro del Frente Nacional, penetra en la
crcel.
"Los presos estaban prevenidos. La seal era que Luis, el vigilante,
se quitara la gorra; la hora convenida, las 21 h. 15 minutos.
"Sigilosamente, los asaltantes se deslizaron hacia el cuerpo de
guardia: primero, neutralizaron a los vigilantes y, a continuacin, a sus
superiores. Rpidamente fueron recorriendo las celdas marcadas en el
plano, y sacando de cada una de ellas a los veintisiete presos polticos que
uno de esos das aguardaban ser deportados a un campo de exterminio
nazi.
"El golpe dur apenas treinta minutos. Un guerrillero, Gerardo
Lobeira, perdi la vida y Cristino Garca result herido en una pierna, al
disparrsele la pistola que llevaba montada. Inmediatamente fue evacuado
a una clnica de la ciudad, donde los doctores Fayot y Cabonat, ambos del
Movimiento de la Resistencia, le practicaron la operacin"14
.
Cristino Garca regres a Espaa tras finalizar la guerra mundial para
intentar organizar la guerrilla urbana en Madrid, aunque fue detenido seis
meses despus, el 20 de octubre de 1945, a consecuencia de una delacin.
Le fusilaron el 21 de febrero de 1946 junto a nueve de los componentes de
su grupo. El Gobierno francs, presidido por el general De Gaulle, cerr
por un tiempo la frontera en su honor y le condecor con la Cruz de
Guerra.
13 Camino de Libertad. Ediciones Temas de hoy, Madrid, 1997. Pgina 181. 14 Por qu luchamos. Ediciones Endymion, Madrid, 1992. Pgina 114.
Jess Larraaga, de origen vasco, tambin estuvo detenido en el
campo alicantino de Albatera, pasando a Francia al salir de l. Detenido por
la polica francesa tras la ilegalizacin de los comunistas en septiembre de
1939, fue internado en el campo de Vernet por indocumentado junto a
Francisco Antn. Miembro del Bur Poltico del PCE, se exili despus a
Amrica, desde donde regreso para ser detenido en Lisboa junto a Manuel
Asarta y enviado luego a Espaa para ser fusilado.
Detenido por primera vez al acabar la guerra y luego liberado, Luis
Campos Osaba, tras un tiempo en Francia, regres a Mlaga para colaborar
a la reorganizacin del partido, del que entrara a formar parte del Comit
de Andaluca, encargndose del aparato de propaganda. Volvi a caer en
manos de la polica en febrero de 1948 a consecuencia de una delacin
junto a 25 camaradas, dos de los cuales, Jos Mallo Fernndez y Manuel
Lpez Castro miembros del comit regional, fueron fusilados con l en
1949.
Secretario general del PCE en Galicia en el momento de su
detencin, Jos Gmez Gayoso tambin haba regresado a Espaa desde el
exilio para reorganizar la guerrilla en su tierra natal, la ms veterana de
Espaa, pues haba comenzado sus actividades, que llegaron a su mxima
expresin en 1946/47, durante la misma guerra civil. Detenido a tiros en el
verano de 1948, la Guardia Vi vil le vaci un ojo de un disparo. Fue
fusilado en noviembre de ese mismo ao. Gregorio Morn, poco dado a las
alabanzas, ha escrito de l: "Gayoso gozaba de una sensibilidad poltica y
un atractivo humano indiscutible, lo que unido a su prestigio, facilit
durante esos dos aos el mordiente poltico de la agrupacin gallega15.
15 Obra citada. Pgina 131.
asesinatos
Mi queridsima Manoli: Ayer, da 19, me anunciaron que al amanecer de
hoy sera fusilado, pero fue suspendida la ejecucin; espero acabar mis das
de un da para otro. He hecho inventario de mis cosas para que te sean
entregadas. No desesperes, cario mo! Muero tranquilo y sereno,
confiado en que el sacrificio de mi vida servir para que en el porvenir no
sufran los que nos suceden las vicisitudes de nuestra generacin.
Inmenso es el amor que siento por ti y por nuestra querida amatxo;
vuestra imagen me acompaa hasta la muerte. Durante toda mi vida he
procurado ser un buen hijo, buen esposo y buen padre, como corresponde a
un hombre de mi condicin. No os dejo de herencia ms que mi pasado de
consecuente honradez, mi limpio apellido de comunista Cuidadlo como las
nias de vuestros ojos! Qu l ilumine el camino que has de recorrer
durante toda tu vida!
Deseo no te dejes ganar por el dolor y la melancola que pueda
producirte mi desaparicin. Eres joven todava y el tiempo cicatrizar la
herida de tu sufrido corazn. Mi Manoli querida! No quiero que por
venerar mi memoria renuncies a tu juventud. Te quiero demasiado para
desear tal cosa.
Cuando te uniste a m, yo no pude ofrecerte esa felicidad risuea y
apacible con que suean las muchachas de tu edad. Ese gnero de
"felicidad" no nos pertenece, es totalmente contrario a nuestras
aspiraciones. Cuando te uniste a m te uniste a un luchador con el que has
compartido todas tus vicisitudes durante todas las accidentadas etapas de
nuestro "idilio". Procura forjarte en las enseanzas de esta dura experiencia,
pues las vicisitudes no han terminado para los que sobrevivis.
Aconseja de esta manera a nuestra querida Luisita. Yo la vigilar
desde los luceros, que no se entristezca demasiado, ya veis que yo conservo
el buen humor.
Mis postreros besos para todos y en especial para nuestra amatxo,
para ti, para Eusebi y Luisita.
Prisin de Porlier, 21.2.42. P.D. Me fusilan al amanecer.
Manuel Asarta
Fusilado el 22.1.42
Penal de Ocaa, 27 Diciembre 1947.
Madre Querida: Cuando esta carta reciba, su pequeo "Chirri", como
cariosamente me llamaba, habr dejado de existir.
Pobre ma! Yo qu dara mi vida mil veces, esto es lo peor de todo,
el dolor que la causo.
Toda mi vida est llena de veneracin por Vd., muchas veces
silenciosa. Los grandes amores no suelen ser muy locuaces. Lejos de Vd.,
en el frente primero o en la emigracin despus, ni un momento se alej de
mi pensamiento. An recuerdo que en la finca de Santa Clara (Cuba),
donde trabaj dos aos de campesino, todas las tardes al caer el sol y
terminar el trabajo, me gustaba sentarme al pie de un rbol pensando en mi
patria y en Vd.
Siempre he deseado poseer sus admirables cualidades. Antes de cada
accin en mi vida, siempre he pensado procurando que fueran todas de tal
gnero que de ninguna hubiera de avergonzarse Vd.
Y qu decir de lo que ha significado para m, durante la estancia en
la crcel y hasta el ltimo instante de mi vida. Cmo me confort su valor y
entereza. Cuanto la admiro madre querida. Vd. s que es una autntica
herona annima y silenciosa, con el herosmo inigualable de las madres.
Que yo sea valiente y permanezca tranquilo y orgulloso de mis actos
hasta el ltimo instante de mi vida, ningn mrito tiene. Poseo las bases
inconmovibles de mis ideas polticas, frrea e inquebrantablemente
seguridad en su victoria, que me da el orgullo de haberla servido con mi
sangre.
Lo admirable es su entereza, apoyada en el amor de madre, en el
deseo de ayudarme y hacer menos dura esta hora para m y ver la valenta
con que Vd. lo soporta.
Dura ha de ser su pena. Desgraciadamente, no es Vd. una excepcin,
la historia de nuestra Patria est tinta en la sangre de los mejores hijos,
asesinados y anegadas por decenas de millares que como Vd. lloran la
muerte de sus hijos.
Yo, madre, srvale esto de consuelo, muero tranquilo y orgulloso con
la satisfaccin de haber cumplido y haber sido hasta el ltimo suspiro digno
militante de mi partido y esforzado hijo de mi Patria.
Tengo la seguridad de que nuestro sacrificio, como el de cientos de
miles que me precedieron, contribuir a acelerar la llegada de das de
prosperidad y felicidad para nuestro Pueblo.
Puesto en el trance de elegir en Gobernacin la libertad a cambio de
mi traicin, o la muerte digna, no vacil. Prefiero que llore la muerte de un
valiente que la vergenza de tener un hijo despreciado por traidor y por
cobarde.
No se amilane, le quedan tres buenos hijos que la ayudarn a
soportar esta prueba. Y no se aguante el llanto como suelo hacer, llore
madre querida, con el espritu de aquella madre del romance popular de
nuestra guerra:
"YO NO LLORO AL HIJO MUERTO
SOLO LLORO MI DESTINO
PORQUE PARA DAR AL PUEBLO
YA NO ME QUEDAN MAS HIJOS..."
Adis madre querida, un milln de besos.
Agustn Zoroa
Fusilado el 27.12.47
Mi testamento:
Yo, Luis Campos Osaba, natural de Madrid, de 34 aos de edad,
casado, hijo de Manuel Campos Montenegro y Mara Osaba Estibalez,
condenado a la pena capital el da 22-2-1949 por un Consejo de Guerra
incoado por actividades polticas contra el rgimen franquista, y en rgimen
de aislamiento en la celda n 41 de la Prisin Provincial de Sevilla, declaro
y es mi ltima voluntad:
Primero.- Que se hagan llegar a su destino las cartas que en mis
ltimos momentos dirigir a mis queridos padres, hermanos y sobrinos.
Segundo.- Que aunque las leyes hoy vigentes en Espaa no
reconozcan la validez de mi casamiento con mi esposa, Carmela Gmez
Ruiz, mantengo con todas mis energas que estamos casados conforme a las
leyes republicanas y que por tanto nos consideramos como legtimos
marido y mujer. Pido le sean entregadas a mi esposa Carmela Gmez Ruiz
mi diario de condenado a muerte y la carta que en mis ltimos momentos le
escribir.
Tercero.- Pido que como recuerdo pstumo se haga llegar a manos
de mis familiares que nombro los objetos siguientes:
A mis queridos padres: mi cartera del Colegio Oficial de Practicantes
de Madrid con su contenido ntegro. Mi cuaderno de apuntes de ingls
escrito por mi esposa Carmela. Mi cuchara.
A mis queridos hermanos Manola, Carmen, Pepe y Alfonso: mi
peine, mi cepillo de dientes, mi billetera, mi mechero.
A mis sobrinos Conchita, Jos Mara y Juan Luis: mi monedero, mis
gemelos y mi petaca de cuero.
A mi querida esposa: mi reloj, todas las fotografas del lbum,
alianza de plata, libros, colchn, manta y almohada, anclita de plata, etc,
etc.
El resto de los objetos y cosas no enumeradas las lego a mi esposa
para que de ellas haga el uso que estime ms oportuno.
Esta es mi ltima voluntad que por escrito expreso en la celda n 41
de la Prisin Provincial de Sevilla a uno de marzo de mil novecientos
cuarenta y nueve. Ruego al Sr. Director de la Prisin que de las rdenes
oportunas para su cumplimiento.
Domicilio de mis padres, hermanos y sobrinos: Calle Fernndez de
los Ros n 68, Madrid.
Domicilio de mi esposa: Comps de la Victoria n 14, en la
actualidad departamento de mujeres de la Prisin Provincial de Sevilla.
P.D. Olvid mencionar entre mis herederos de recuerdos a mis
queridos hermanos polticos Manolo y Mana, Paquita y Ramn, Juanito y
Rafita, Victoria y Juan. Al buen entendimiento de mi esposa Carmela
Gmez Ruiz, dejo este cuidado.
Luis Campos Osaba
Fusilado en marzo de 1949
Queridos camaradas: os extraar no haberos enviado noticias de mi
situacin. Es porque no saba si el conducto era seguro y tema que mis
noticias fueran a manos de la polica.
Qu queris que os diga del mal trato en Gobernacin? desde que
ca me lo esperaba todo y estaba dispuesto a aguantar todo lo que viniera,
slo hubo un da de buen trato: el que ca. Desde cigarrillos rubios hasta
palabras dulces, ofrecimientos de facilitarme la fuga, propuesta de que me
pusiera a su servicio. Mi respuesta ya os podis suponer cual fue. A partir
de aqu empezaron las "sesiones". Al tercer da me sangraban los odos y
tena los testculos como puos. Los vergajazos ya no quedaba una pulgada
del cuerpo adonde no hubieran llegado. Despus de cada "sesin", me
bajaban arrastrando cuatro esbirros. Cuando me desmayaba me echaban un
cubo de agua y otra vez a zumbar. As estuvieron doce das sin parar. Me
dejaron reponer otros tres, y a empezar de nuevo una semana seguida.
Me he convencido que tengo la piel muy dura y que quien se lo
propone, quien en estos momentos piensa en lo que es, y ms si es
comunista, no habla aunque le hagan picadillo. Creo que no hice ms que
comportarme como deba. No os digo esto para vanagloriarme. Lo hago
slo porque s el fin que me espera, y quiero que esta carta, si por desgracia
es la ltima, sirva no slo como esclarecimiento de lo ocurrido, sino
tambin para que pongis al desnudo ante el mundo los mtodos de estas
bestias y cul ha de ser siempre el comportamiento de los antifascistas
cuando tienen la desgracia de caer.
Como os digo, mi situacin y la de los dems camaradas es de pocas
esperanzas. Quieren envolvernos en un proceso comn, y nos hemos
negado a aceptarlo. Yo comprendo que matarnos por actividades polticas
resultara difcil ante la situacin internacional, y por eso nos achacan
atracos y otras cosas. Me olvidaba deciros que a los tres primeros
"interrogatorios" asisti un "boche", que me dijo que tena buenos
"recuerdos" mos y de Medina en Francia. El tercer da se despidi de m,
cuando sangraba por todas partes, echndome una bocanada de humo en
los ojos y dicindome: "Ya era hora de que te cazramos".
Perdonad si esta carta va un poco revuelta, pues la hago a intervalos
y con vigilancia permanente. Me tienen enjaulado y con vigilancia
permanente. Me tienen enjaulado como a un mono; slo faltan los nios
echndome cacahuetes. Por eso quiero aprovecharla para dirigirme, quiz
por ltima vez, a mi pueblo y a mi querido Partido. Mi nimo, camaradas,
es tan firme como lo fue siempre el mismo. Cuando pas la frontera para
incorporarme a mi puesto de combate contra esta patulea de fascistas, saba
que no eran rosas lo que me esperaba. Pero estoy orgulloso de haberlo
hecho. Para m, ms que una tarea de sacrificio, era un honor que se me
conceda al venir a luchar por mi pueblo y por mi patria. Recuerdo la rabia
que me daba cuando en Francia vea que otros camaradas salan para el pas
antes que yo. Aqu estaba y est nuestro puesto. Si en la lucha caemos
algunos, qu importa! Otros proseguirn nuestra obra, pero no podis
imaginaros la satisfaccin que tengo de haberme comportado como era mi
obligacin. Y as me portar hasta el ltimo momento. Ya s que la
canallesca Falange intentar echar basura sobre nosotros, acusndonos de
robos y otras cosas. En el juicio presentaron a un tipo que en mi vida he
tenido delante, que me acusaba de ser su jefe; dijo que me haba conocido
en Madrid, dos meses antes de salir yo de Francia.
Por este estilo son las dems acusaciones. La realidad es que me han
condenado y a matarnos van, porque los "boches" alemanes no me
perdonan los malos ratos que les hicimos pasar. Quieren matarme porque
soy antifascista, fiel hasta la muerte a la causa antifascista y al Partido.
Antes de terminar quisiera daros algunos consejos, que dentro de mi
modestia, creo que sern tiles. Estamos en situacin en que posiblemente
dentro de pocos meses nuestra patria ser liberada. Mi experiencia me ha
demostrado que no hay cosa que ms vuelva locos a esos perros que la
lucha guerrillera. Hay que prestar mucha atencin a su crecimiento. Creo
que hay que poner mucho cuidado en la seleccin de los mandos; que sean
hombres capaces y que, si algn da caen, que no se dejen envolver por los
trucos y martingalas del enemigo. Otra experiencia que he sacado es que
hay que imponer inflexiblemente la norma de que nadie conozca ms que
lo que interesa. Hay que educar a los camaradas en el coraje ante el
enemigo, en la seguridad de que tienen ms posibilidades de salvarse el que
no suelte palabra que el que habla. Y por encima de todo, haya o no
posibilidades de salvarse, lo que debe imperar es nuestra conciencia de
comunistas.
Tengo tantas cosas en la cabeza, que creo que estara escribindoos
una semana seguida, pero comprendo que tenis cosas ms importantes en
que entreteneros. Quiero pediros un favor, y es que hagis llegar esta carta
a nuestro grandioso Bur, pues de ella se enterarn tambin los antiguos
compaeros de lucha franceses. Soy poca cosa, pero s que en cuatro aos
que peleamos juntos para liberar a Francia de los invasores alemanes,
establecimos unos lazos que ni la muerte podr romper. Si orgulloso me
siento de ser hijo de Espaa, no es menos el que siento de haber aportado
mi esfuerzo a la liberacin de Francia. Ellos ya son libres, pero a dos pasos
tienen al enemigo, a los nazis y falangistas que saquearon y asesinaron
miles de franceses. Decidles que no descansen hasta barrer a estas bestias
falangistas. Por ltimo dedico mi despedida a vosotros y al Bur.
A vosotros, camaradas de la Delegacin, os pido que no escatimis
sacrificios para que nuestro querido Partido sea lo que siempre fue: El
Partido de la vanguardia antifranquista.
An es muy largo el camino que tenemos que recorrer hasta ver a
nuestra patria libre de fascistas, pero ya queda poco. Cuando se ve cmo
tiemblan ante lo que les espera, tenemos que dar mucho ms, la vida y mil
vidas que tuviramos, pues todo hay que darlo por bien empleado por la
libertad y el triunfo del pueblo y de la democracia. Trasmitidle mis saludos
a los guerrilleros, mis compaeros y hermanos, y estoy seguro de que pase
lo que pase seguirn peleando como hemos jurado hacerlo. Decidle a la
direccin del Partido que la promesa que hicimos de ser fieles hasta la
muerte al Partido, la hemos cumplido; que no olvidamos sus enseanzas y
consejos y que si tenemos que morir, nuestros verdugos sabrn cmo
mueren los comunistas, lo mismo que supieron cmo luchaban.
A la camarada Dolores, nuestro gua nuestra maestra y ejemplo de
luchadores, slo dos palabras: un grupo de comunistas est casi en capilla,
y cuando recibas sta seguramente ya no existiremos. Sin embargo,
queremos decirte que nadie ha podido arrancar una queja de nuestros labios
ni nadie pudo impunemente echar basura sobre el nombre del glorioso
Partido que diriges.
Nuestra mayor preocupacin, desde que camos en las garras de esta
Gestapo espaola, fue poner bien alto el nombre del Partido, y de nada
vali todas sus martingalas, porque cuando alguien intent insultar al
Partido, hubieras visto a tus discpulos, los comunistas, saltar como fieras
en su defensa.
Hemos cado, mala suerte; pero sabemos que quedan muchos miles
de espaoles, comunistas y no comunistas, que la terminarn. Tu nombre,
que es admirado y querido por millones de espaoles, es nuestra bandera. Y
todo lo damos por bien empleado, porque el orgullo de haber vivido
honradamente y de haber sido dignos del ttulo de comunistas vale ms que
la propia vida. No me importa lo que de mi digan los fascistas, pues lo que
me importa es lo que diga mi pueblo, al cual me debo y nos debemos todos.
Por l, por su libertad he luchado, luchar hasta el ltimo momento. Y
cuando este momento llegue, estad seguros, camaradas, que un modesto
militante del glorioso Partido Comunista sabr morir como mueren los
comunistas.
Viva el antifascismo espaol! Viva el hroe de la resistencia,
nuestro gran Partido Comunista! Viva la ms grande y valiente de las
mujeres, nuestro jefe "Pasionaria"!
Cristino Garca Fusilado el 21.2.46
15 de febrero de 1946.
Querida Carmen: Te escribo momentos antes de perder mi vida ante
el piquete de fusilamiento. No s cuando podrs regresar a Espaa y leer
mis ltimas impresiones. Quiero decirte algunas cosas de inters. Siempre
nos quisimos bien y colaboramos juntos. El hecho de que mi muerte nos
separe no borra para ti, no prescribe, el cumplimiento de deberes que nos
eran comunes y que, con gran dolor por mi parte, tendrs que cumplir ahora
tu sola. Me refiero a nuestros hijos. Quirelos como madre y atindelos
solcita y cariosa; pero, sobre todo, hblales de mi vida, de mi lucha, de
mis ideales, de mi muerte. Ellos comprendern mejor sus deberes como
hombres. En estos menesteres te encontrars con ayudas valiosas de
aquellos que son camaradas y amigos, a quienes tanto debo yo. Es mi
ltima voluntad la de que mis hijos mejoren con su esfuerzo y trabajo el de
su padre; es mi deseo el que luchen por un mundo mejor, por una Espaa
llena de felicidad, de bienestar y de progreso. Di a Miren, que tiene ya
quince aos; a Eustaquio, que tiene catorce, y a Rosita, que cumplir pronto
los ocho, que os quiero mucho y muero acordndome de ellos. Querida
Carmen, hasta siempre. Besos y abrazos de tu esposo que te quiere.
Jess Larraaga
Fusilado en febrero de 1946
La Corua, 6 de septiembre de 1948.
Querida Concha:
Hoy, despus de ms de cinco aos te escribo. Por cierto que en
situacin poco envidiable. Lo hago con un esfuerzo sobrehumano, pues
tengo las manos deshechas. Llevo en Espaa cuatro aos y medio. Los
mejores de mi vida. Desde que la direccin del Partido me concedi el
honor de venir a luchar al interior, mi mayor anhelo era ver llegado el
momento en que pisara tierra espaola. En estos cuatro aos y medio, hice
todo lo que a mi alcance estaba para cumplir con mis deberes de comunista.
Los dos ltimos aos he dirigido la organizacin de Galicia. En este puesto
he cado el 11 de julio en La Corua. Ello fue consecuencia de la traicin
de un canalla que era ayudante del camarada Antonio Seoane, jefe del
Ejrcito Guerrillcro de Galicia. ste fue detenido el da 10; tena que verme
con l en su casa el 11 y al llegar me abri la puerta la polica, que me
encaonaba. Pude lanzarme escalera abajo y en ese momento por el hueco
de la escalera me dispararon, entrndome la bala por la sien y salindome
por un ojo. An as logr escapar, pero a las 12 del da, y con la ropa
empapada de sangre, lograron darme caza, casi una hora despus...
Tengo el intestino y estmago destrozados y los pulmones no cesan
de vomitar sangre. Las manos, slo ahora con enorme dificultad, puedo
coger la pluma. En fin, los cuatro aos y medio que tardaron en cogerme
los tenan rabiosos...
Actualmente, desde que el 1 de septiembre sal del calabozo y pas
a semiaislamiento, pero que permite salir dos horas al patio (los de nuestro
expediente completamente solos), empiezo a reponerme algo. Los
camaradas que conmigo estn son los que se esfuerzan en cuidarme...
Nuestro caso lo estn acelerando. Tienen una prisa enorme por
liquidarnos. Calculo que no nos libraremos por lo menos Antonio Seoane y
yo de dos o tres penas de muerte. Y para principios de noviembre quieren
tenernos ya bajo tierra.
Por eso te doy los nombres: Jos Gmez Gayoso, maestro nacional;
Antonio Seoane, obrero; Juan Romero Ramos, obrero; Jos Bartrina,
mdico; Jos Ramn Daz, sastre; Jos Rodrguez Campos, obrero; Juan
Martnez, campesino; hay tambin cuatro mujeres que se han portado
magnficamente y a las que no han podido arrancarles ni una sola palabra.
Son Mara Blzquez, obrera, que le perforaron el estmago de un tiro y que
an hoy en la crcel tiene la bala sin extraer; Clementina Gallego, que est
casi paraltica de una pierna; Carmen Orozco, maestra nacional, en grave
estado, con una lesin cardiaca, y Josefina Gonzlez Cudeiro.
Nuestra situacin actualmente slo ha variado en que por lo menos
estamos juntos tres en cada celda y que los que tienen familia pueden
recibir comida de la calle. Por lo dems estamos los ocho encartados de
nuestro proceso completamente aislados del resto de los 250 presos
polticos. Temen la influencia que podamos ejercer sobre ellos...
Saben muy bien la expectacin que produjo nuestra cada, saben que
los comunistas no irn al Consejo de Guerra en plan de lloronas y estn
trabajando en muchas direcciones para minar la moral y entereza de los
menos forjados...
Bueno, Conchi, ahora quiero entrar en el fondo poltico de las causas
y derivaciones de este golpe. Los comunistas no podemos conformarnos
con lamentar los percances ni tampoco con el hecho de que hayamos
sabido portarnos ante el enemigo como era nuestra obligacin.
Por lo dems, el resto de la direccin sigue en libertad y el Partido
que haba no fue afectado. Lo mismo las Agrupaciones Guerrilleras. El
golpe fue duro, pero confo en que en poco tiempo, con un esfuerzo de los
camaradas de direccin que quedaron, y sacando las debidas experiencias,
Galicia seguir ocupando el puesto que le corresponde en la lucha contra el
franquismo...
De la firmeza cuando ca en manos del enemigo podis estar seguros.
Y esa ser mi actitud hasta la muerte. Yo me doy por satisfecho y te juro
que en algunos momentos me deca a m mismo, me lo digo da y noche,
que cien vidas que tuviera las dara antes de que mis camaradas, mis
dirigentes, tu y mis hijos, pudieran decir, no ya que fui un cobarde, sino
que tuve una vacilacin o claudicacin...
Y ahora, mi Conchi, algo de nosotros. Tal vez esta sea la ltima. T
eres una comunista y como tal debes acoger mi cada, como la de un
combatiente que cay en el campo de batalla. Antes que yo han cado otros
que valan infinitamente ms. Sabes con qu alegra y orgullo acog la
noticia de que iba a salir para Espaa. Esta alegra se centuplic en cuanto
llegu. Qu grande y hermoso es nuestro pueblo!...
Comprenders claramente la razn de por qu nunca te escrib. Sin
embargo, os he tenido siempre presentes en mi corazn. Han transcurrido
ya bastantes aos desde que nos separamos. Cualquiera que haya sido el
rumbo de tu vida, lo considero acertado siempre que hayas seguido siendo
la comunista que yo conoc. Yo procurar cumplir con la promesa que te
hice de que jams ninguna actitud o accin denigrante empaar mi
condicin de militante comunista. Esto es el nico legado que dejo a
nuestro hijo. Te pido que cuanto tenga edad para comprenderlo mantengas
vivo en su memoria mi recuerdo; te pido, te lo suplico, que lo eduques
como yo quisiera, para que l sea un comunista fiel y honrado como lo fue
su padre. Ensale el amor al pueblo, a los trabajadores, a Espaa, la patria
querida por la que su padre dio la vida. Edcalo en el respeto y cario a los
dirigentes del glorioso Partido Comunista de Espaa, a nuestra camarada
Pasionaria. Este es mi ltimo ruego a ti, la compaera y camarada. Estoy
seguro, porque te conozco, porque se lo que hay de honradez poltica en ti,
que lo cumplirs.
Y respecto a ti slo dos palabras: si no lo has hecho ya, rehaz tu vida.
Eres joven todava. Pero que nada, ni aun los ms fuertes sentimientos
personales, te aparten jams del recto camino que emprendiste al ingresar
en el Partido. Esto por encima de todo. Con toda mi alma te deseo que
goces de la felicidad que no supe o no pude ofrecerte. Aleja lo antes posible
de tu mente rni recuerdo como compaero y si piensas en mi hazlo como
en un camarada. No quiero que por mi sufras. Alcanzar un bien tan
preciado como es la liberacin de nuestra Patria exige muchos sacrificios.
Que ahora me toc a m? Paciencia y entereza! En la brecha quedan miles
de comunistas, queda el pueblo, este pueblo por que debes trabajar y luchar
incansablemente. Slo quiero pedirte una cosa. Si diera tiempo, que me
mandaras una foto de Pepito y tuya. Tena una, pero hace dos aos me la
cogi la polica. Quiero ver aunque slo sea en fotografa a mi hijo por
ltima vez y tambin a ti...
Para qu despedidas? que seas muy feliz, tanto como yo te hubiera
querido y sabes que quera lo fueras. Da a nuestro hijo el ltimo beso de
padre y, para ti, Conchi, el cario eterno de tu Pepe.
Prisin Provincial. Primera Galera. Celda 4. LaCorua.
Jos Gmez Gayoso Fusilado en octubre de 1948
Mi ms querido hermano: A tu regreso de Francia al hogar quiero darte mi
postrer saludo y abrazo concentrando en l todo el odio a nuestro enemigo.
Voy a morir dentro de breves horas. Me asesinan por haber cumplido
siempre con mi deber ya que siempre y como t sabes fui consecuente de
l, porque nuestro P. me enseo a serlo con sus orientaciones y sus teoras
de las cuales jams dud y siempre observe porque entre todas las dems
siempre las consider las ms justas y las ms prcticas para llegar al fin
del enemigo que hoy me asesina. No dejes impune este asesinato, procura
dar el castigo a todos sus causantes.
No la puedo terminar.
Un abrazo Viva el P.! Viva la I.C.! Viva el ejrcito rojo!
Hasta siempre. En capilla. 30.1.1943
J. Chamorro Fusilado 1943
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