Agro y Ambiente: una agenda compartida para el desarrollo sustentable*
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Capítulo 1
Análisis de la situación alimentaria mundial y su probable impacto sobre la cadena agroindustrial argentina.
Otto. T. Solbrig
En este capítulo inicial presentamos un bosquejo del posible impacto de la situación
alimentaria mundial sobre la cadena agroalimentaria argentina y el beneficio económico
que la cadena puede derivar de un manejo eficiente y sustentable del ambiente físico y
biológico, sugerencias que serán elaboradas en detalle en los capítulos que siguen.
La Argentina tiene una economía desarrollada y diversa con un ingreso medio por
persona de U$S 5.150.- en el año 2006 (15.390.- en $PPP, World Bank 2007) que la coloca
entre los países medios altos en la clasificación mundial. La fuente principal de riqueza del
país a lo largo de su historia ha sido la extracción y elaboración de recursos naturales
basado en un desarrollo agropecuario. La dependencia de la economía del uso de recursos
naturales hace imperativo que se ponga especial atención a las interacciones entre el
hombre y la naturaleza. El mercado exterior y también el creciente mercado interno están
exigiendo pruebas que en la elaboración de productos se ha tomado en cuenta el impacto
sobre el medio natural (Secilio 2005).
La ganadería y sus subproductos fueron los primeros productos que se
comercializaron en nuestra historia y que se han venido exportando desde la época colonial.
Hacia fines del siglo XIX se empieza a agriculturizar el país con el desarrollo de la
agricultura de granos en la región pampeana, el cultivo de la caña de azúcar en Tucumán, y
de la vid en la región de Cuyo. Estos cambios coinciden con una demanda de granos sobre
todo trigo por parte de Europa e impulsan el bien conocido desarrollo del país a principios
del siglo XX (Barsky y Gelman 2001).
La economía argentina ha soportado una serie de vaivenes desde entonces pero la
importancia de la agricultura y la ganadería e industrias derivadas se sigue manteniendo. La
superficie agrícola se ha expandido, tanto en la Pampa Húmeda, como también en otras
regiones del país. Entre 1961 y 2007, la superficie bajo cultivos anuales o permanentes se
incrementó de 19,5 millones de ha a más de 30 millones, es decir un incremento superior a
diez millones de ha (53%) y el proceso de expansión continúa hasta nuestros días (Barsky y
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Gelman 2001, Adámoli 2006). También aumentó la superficie dedicada a forrajeras
permanentes y a plantaciones forestales, al igual que la de riego, que actualmente se
aproxima a 1,7 millones de ha. El avance de la frontera agrícola se ha efectuado
principalmente sobre ecosistemas naturales, como los pocos relictos de campos altos en la
Pampa Húmeda, los bosques de caldén o de quebracho en el Chaco, el semiárido
pampeano, los bosques húmedos chaqueños en Santa Fe, Chaco y Formosa, el parque
mesopotámico, la selva misionera y las selvas de piedemonte en Tucumán y Salta (Timm,
2004; capítulo 7). Estos años han visto también un enorme crecimiento en la productividad
agropecuaria y de la cadena agroindustrial que ha tenido un impacto considerable sobre los
recursos naturales. El efecto de estos avances y su impacto actual y futuro sobre la cadena
agroindustrial es un tema de este estudio.
El 67% del producto de la cadena agroindustrial se consume internamente y un 33%
se exporta, lo que representa aproximadamente el 56% de las exportaciones y el 15% de las
importaciones aportando divisas por aproximadamente U$S 20.000 millones anuales
(Nogués y Porto 2007). La demanda interna y externa va a determinar en cierta medida el
impacto ambiental de la cadena agroindustrial ya que una demanda en aumento va a poner
presión sobre tierras vírgenes, sobre todo boscosas, pero a su vez el tipo de productos
demandados por el mercado va a afectar al comportamiento de la industria desde un punto
de vista ambiental. El sector externo que juega un rol importante en el desarrollo de la
cadena agroindustrial está demandando no sólo productos, sino también sistemas de
producción compatibles con un ambiente sustentable.
En este capítulo inicial presentamos un bosquejo del posible impacto de la situación
alimentaria mundial sobre la cadena agroalimentaria argentina y el beneficio que la cadena
puede generar a través de un manejo eficiente y sustentable del ambiente físico y biológico,
sugerencias que serán elaboradas en detalle en los capítulos que siguen donde se analizará
en más detalle cada uno de los impactos ambientales y se presentarán sugerencias sobre
cómo eliminar o minimizarlos.
Los temas a tratar en este capítulo son los siguientes: 1. Cambios en la demanda y oferta de productos agrícolas 2. La desnutrición no es causada por la falta de oferta de alimentos, sino por la falta de
demanda efectiva por parte de los segmentos menos pudientes de la población. Si bien
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existe una necesidad, dichos segmentos no la pueden trasformar en demanda. 3. El aumento de la demanda está alimentando un avance de la frontera agrícola en los
trópicos y subtrópicos que podrían provocar la degradación de esas tierras y un aumento significativo de gases invernadero. Es importante plantear cuál va a ser su impacto en el país.
4. El calentamiento global presentan una oportunidad y un riesgo para la cadena agroindustrial
5. La importancia de las buenas prácticas para la rentabilidad y el medio ambiente
1. Cambios en la demanda y oferta de productos agrícolas
La demanda de alimentos al nivel mundial esta condicionada por el tamaño de la
población y su poder adquisitivo. Entre 1960 y 2000 el crecimiento demográfico mundial
fue el más grande registrado en la historia humana, 2% anual. Las proyecciones
demográficas realizadas al comienzo de este período de crecimiento indujeron a muchos
autores a vaticinar un futuro de miseria y de hambre (Ehrlich 1975, Brown 1974, Sachs
1955) y el agotamiento de recursos naturales (Meadows et al. 1972). Sin embargo el
crecimiento de la oferta de alimentos entre 1960 y 2000 fue de 2.2% anual (Fernandez Alés
y Solbrig 2001) y en lugar de un deterioro el mundo vio una mejora considerable en el nivel
de alimentación de la población.
La razón por la que no se cumplieron las predicciones pesimistas fue debida a dos
factores: 1) el avance de la frontera agrícola sobre todo en los trópicos y subtrópicos
(Ramankutty, et al. 2002), 2) el desarrollo e implementación de un paquete tecnológico que
comprendía variedades de cereales de alto rendimiento, especialmente trigo, maíz y arroz,
mayor uso de fertilizantes, herbicidas y pesticidas químicos, y el reemplazo de mano de
obra campesina por maquinaria agrícola (Solbrig 1998, Tilman 1999). Este paquete
conocido como “revolución verde” permitió un aumento de los rendimientos y un
incremento en la superficie cultivada. También se duplicó la superficie bajo riego lo que
contribuyó substancialmente al aumento de la producción.
Si bien se redujo enormemente la proporción de personas mal nutridas, debido a que
la población mundial se duplicó en esos años, el número absoluto de personas mal nutridas
no se redujo. Además la reducción de la mal-nutrición fue geográficamente muy desigual,
con ciertas regiones -SE de Asia, norte de África- mostrando grandes mejoras y otras
regiones -África al sur del Sahara, Asia central- sin mejoras apreciables y en ciertos casos
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mostrando una situación desmejorada (Fernandez Alés y Solbrig 2001, World Bank 2007,
FAO 2008).
El paquete tecnológico de la “revolución verde” si bien resolvió en gran medida el
problema de abastecimiento de alimentos a una población en aumento, trajo consigo otros
problemas, sobre todo problemas ambientales.
El uso de maquinaria agrícola muy poderosa con una tecnología basada en el arado
y la producción de una camada uniforme para la siembra (conocida en nuestro país como
agricultura convencional) incrementaron significativamente la tasa de erosión de los suelos,
al punto que la erosión se ha convertido en el principal problema ambiental. De acuerdo a
varios estudios (Pimentel et al. 1995, Yang et al. 2003), en el mundo debido a la erosión,
anualmente se pierden aproximadamente 0.38 mm de suelo por año que equivale a 10.2 Tm
por Ha. Pero estos números promedio no son muy útiles, ya que la erosión es un problema
puntual, y la tasa depende de las características físicas y climáticas de cada región y de las
tecnologías agrícolas empleadas. Volvemos a este tema en los capítulos 9, 11 y 12 donde
presentamos datos puntuales sobre la Argentina.
Introducción de la siembra directa.
Para reducir el problema de la erosión que se había tornado muy serio (INTA
1991, Secretaría de Agricultura 1995) se introdujo en la Argentina en la década de 1980 la
tecnología de la “siembra directa” desarrollada originalmente en la Universidad de
Kentucky (USA). Esta tecnología reemplaza la arada y la preparación de una camada de
siembra por la implantación de la semilla directamente sobre el rastrojo (capitulo 12). Con
esta tecnología se puede reducir la erosión hasta en aproximadamente un orden de
magnitud aunque los resultados dependen de los suelos y los regímenes de rotaciones
(capítulos 8 y 12). La siembra directa se difundió rápidamente en la década del 1990 y
hoy en día aproximadamente un 70% de la superficie dedicada al cultivo de granos en la
Argentina es labrada con esta tecnología. Esto ha reducido pero no ha eliminado el
problema de la erosión creando nuevos problemas (Capítulos 9 y 12).
La siembra directa utiliza herbicidas químicos para controlar malezas. Algunos de
estos herbicidas son muy tóxicos (por ejemplo la atrazina) y su uso extensivo tiene el
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potencial de contaminar napas freáticas y cursos de agua que sirven de fuentes de agua
potable (Costa et al. 1996, Casas 2001). La introducción de variedades de maíz y soja
resistentes al herbicida glifosato (de muy baja toxicidad) ha resuelto en gran parte el
problema de contaminación por herbicidas químicos para estos cultivos. Sin embargo el
problema continúa con otros cultivos no resistentes y sobre todo con cultivos fruti-
hortícolas.
La siembra directa también engendró un problema financiero al eliminar parte del
parque de maquinaria (arados, rastras, sembradoras convencionales) del productor de
granos y reemplazarlo por sembradoras de siembra directa que requieren una inversión
significativa. Este cambio afectó principalmente a los pequeños productores, que no
siempre pudieron enfrentar los nuevos costos. El uso de contratistas, productores ricos en
maquinarias pero no en tierras, para las labores de siembra, el trabajo en redes, y el arriendo
de tierras, fueron cambios que ayudaron a resolver problemas y consolidar una nueva
agricultura.
La siembra directa permitió el avance de la frontera agrícola sobre regiones de
menor precipitación ayudada por un aumento de las lluvias en la región pampeana
(Viglizzo y Frank 2006; capítulo 3). Como ya describiera David Ricardo en 1817 la
frontera agrícola se va a extender hacia tierras de menor valor mientras las rentas obtenidas
sean mayores que los costos. Pero al avanzarse sobre tierras más frágiles en la zona oeste y
sobre todo en el Chaco, aún con tecnologías conservacionistas como son la siembra directa,
aumenta significativamente el riesgo de erosión. Los problemas originados por el avance
de la frontera agrícola son descriptos en los capítulos 3, 8, 10 y 11.
Demanda internacional de productos agrícolas
El crecimiento de la población mundial continúa pero ahora a una tasa anual cada
vez menor. A su vez la situación alimenticia mundial ha mejorado sensiblemente. La
proporción de personas recibiendo menos de 2.200 Kcal. por día bajó de 57% en 1964-66 a
sólo 10% en 1997-99 (World Bank 2007, FAO 2008). El Banco Mundial y la FAO
proyectan que las mejoras en la nutrición de la población mundial continuarán. A su vez, la
reducción en la tasa de crecimiento de la población mundial y el aumento de la producción
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agrícola en muchos países en desarrollo, posiblemente reducirán el crecimiento de la
demanda internacional para productos agrícolas. La demanda que en el período 1980-2010
se incrementó a un promedio anual de 2,2%, se prevé que se reducirá a una tasa de 1,5% en
el período 2010-2040 (FAO 2008) sobre todo de cereales.
La demanda de productos agrícolas también ha mostrado un cambio en su
composición acorde con el incremento del poder adquisitivo en los así llamados “países
emergentes,” sobre todo la China, la India y otros países del sur-este asiático. La demanda
de cereales ha bajado mientras que la demanda de productos cárnicos, de aceites y de
productos lácteos ha subido. Estos cambios en la demanda se reflejan en la producción
agrícola argentina, ya que ha bajado el porcentaje del área dedicada a la producción de maíz
y trigo y ha subido el área dedicada a la producción de oleaginosas (soja, girasol), y
productos lácteos. La producción de carne vacuna está estancada debido en parte a
políticas nacionales que favorecen el mercado interno sobre el externo.
Últimamente ha habido un aumento significativo en los precios internacionales de
productos agrícolas lo que ha creado o contribuido a problemas de inflación en muchos
países incluyendo el nuestro. Las razones de estos incrementos no son del todo claras. Un
factor es que la oferta no ha crecido al mismo ritmo que la demanda. Otro factor muy
importante ha sido la pérdida de valor del dólar USA, ya que las commodities agrícolas se
cotizan en dólares en los mercados internacionales (Ingaramo 2008a, b). El uso de ciertas
commodities agrícolas, sobre todo maíz y soja para producir biocombustibles también ha
contribuido al aumento de los precios. La importancia relativa de estos factores es difícil
de estimar.
El uso de cultivos (maíz, soja, colza, azúcar, aceite de palma) para producir
biocombustibles compite con la producción de alimentos
Con el precio del barril de petróleo oscilando entre 100 y 140 dólares, hay un
interés muy grande de encontrar alternativas que reduzcan la dependencia de la sociedad
moderna del petróleo y que permitan mantener el tipo de vida basado en el automóvil y el
uso de energía. De allí el interés en biocombustibles como una alternativa con la
esperanza de que eso reduzca la dependencia de la sociedad en el petróleo y reduzca el
precio de la energía.
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Sin embargo desde un punto de vista puramente energético los Biocombustibles
fabricados en base a commodities agrícolas posiblemente no sean una alternativa viable en
el largo plazo ya que compiten con la producción de alimentos. El uso de abonos
nitrogenados descarga N2O en la atmósfera, un gas-invernadero muchas veces más efectivo
en el calentamiento global que el CO2 (Crutzen et al. 2007). Además en el caso de alcohol
basado en maíz y caña de azúcar, si se toma en cuenta la energía invertida en el cultivo del
maíz o la caña la ganancia energética obtenida es pequeña (se usa en fabricarlo entre 60% y
95% de la energía del alcohol producido). Con siembra directa el balance se vuelve algo
más favorable, pero el ahorro sigue siendo pequeño, sobre todo si se toma en cuenta el
efecto invernadero del N2O (Donato y Huerga 2007). El balance de energía es más
favorable con el biodiesel pero los cultivos de base (soja, colza, girasol) son menos
productivos que el maíz o la caña de azúcar. El uso de celulosa, lo que se llama tecnología
de segundo nivel (capítulo 5) tiene más futuro en el largo plazo que el uso de alimentos
(soja, maíz, caña de azúcar, palma aceitera) pero la tecnología aún no está totalmente
desarrollada. Tecnologías de tercer nivel basadas en el cultivo de algas son muy
prometedoras, pero todavía están en una primera fase de desarrollo.
Pero hay otro problema de interés grande para la cadena agroindustrial. En los
países desarrollados el alcohol y el biodiesel no son competitivos en precio, inclusive con el
barril de petróleo a U$S100.- De allí es que surgen los subsidios para el alcohol en USA y
las restricciones a la importación y subsidios al biodiesel en Europa. El alcohol en USA es
básicamente un subsidio para los productores de maíz y el mercado está cerrado a la
importación. En USA el alcohol en base a maíz no podría competir en un mercado abierto
con el alcohol obtenido de la caña de azúcar en Brasil. Para la gran mayoría de los
productores de biocombustibles en los países desarrollados el negocio básicamente consiste
en cosechar subsidios.
En Europa el biocombustible preferido es el biodiesel preparado en base a la colza
que es un cultivo corriente en Europa sobre todo en Francia. Para la agroindustria argentina
que produce biodiesel pero poco alcohol, el mercado europeo de biocombustibles es de
gran interés. Sin embargo los Europeos están debatiendo exigir que el biodiesel que se
importa este certificado que esta producido "sustentablemente" (definido como cultivado
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sin agroquímicos) lo que eliminaría a la Argentina porque usamos fertilizantes y herbicidas
químicos en el cultivo de la soja. Estas restricciones son de enorme interés para la cadena
agroalimentaria. Las altas tarifas aduaneras en USA resultan en un mercado cerrado a la
importación.
Hay otro debate que gira alrededor de los biocombustibles de primer orden y es si es
deseable usar alimentos para producir energía en un mundo con 10% de personas mal
nutridas ya que al incrementarse la demanda de alimentos para producir biocombustibles
puede resultar en un aumento en el precio de los alimentos lo que ya ha ocurrido aunque el
aumento se debe sólo en parte a los biocombustibles. Sin embargo creemos que es la
rentabilidad del negocio de los biocombustibles lo que va a determinar su futuro.
Las cereales y las oleaginosas han aumentado de precio entre 120 y 300% debido en
gran parte a la pérdida de valor del dólar (Ingaramo 2008a, b) y al crecimiento económico
de China y la India (y otros países emergentes) que son casi la mitad de la población
mundial y que se han vuelto importadores de productos agrícolas cuando hace diez años se
autoabastecían (China) o exportaban un pequeño excedente (India). El índice de pobreza en
esos países ha bajado lo que incrementa la demanda de alimentos, pero en otras partes del
mundo -especialmente África y Asia Central, pero también en algunos países
Latinoamericanos- la pobreza ha aumentado. La desnutrición y la pobreza están muy
atadas a los precios de los alimentos (Sen 1999) y la demanda de maíz y soja para
confeccionar alcohol y biodiesel puede estar contribuyendo al aumento de los precios. Al
margen de las controversias sobre el tipo de medidas y la efectividad de las mismas, el
esfuerzo que está haciendo el gobierno argentino para mantener bajos los precios de los
alimentos refleja el problema que enfrentan las naciones en proteger a los más necesitados
en un mundo donde los precios de los commodities agrícolas han aumentado entre 100% y
300%.
El aumento del precio de las commodities, la producción de biocombustibles, y los
impuestos a la exportación son tres temas entrelazados. Los gobiernos y las personas de
todos los países desean mejorar su nivel de vida actual sobre todo en los países emergentes.
Ese deseo choca contra la disponibilidad de petróleo barato necesario para mantener las
sociedades de consumo. Eso lleva a los gobiernos a buscar alternativas al petróleo, de allí
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el interés en los biocombustibles. Pero el uso de commodities agrícolas para producirlos al
parecer hace subir los precios lo que amenaza con aumentar la pobreza en muchos países y
hace que los gobiernos busquen maneras de reducir el precio de los alimentos, ya sea por
medio de subsidios o manipulaciones del mercado. Pero no se pueden resolver todos estos
aspectos a la vez: si no baja el precio, aumentará la pobreza, y si tratamos de manipular el
mercado podemos reducir la producción lo que también llevara al aumento de los precios.
La única solución es aumentar la producción que es la manera de reducir los precios. Estos
problemas no son de fácil solución.
2. La desnutrición no es causada por la falta de oferta, sino por la falta de demanda de
los segmentos menos pudientes de la población.
Un debate de bastante larga duración es si el hambre y la desnutrición es un
problema creado por falta de oferta de alimentos o por falta de capacidad de adquisición
(demanda) por parte de los pobres. Es indudable que si hay falta de oferta el resultado va a
ser el desabastecimiento. Ese fue el argumento esgrimido por los que hace treinta años
vaticinaron grandes hambrunas para fines del siglo XX (Ehrlich 1975, Brown 1974). De
acuerdo a ellos el mundo no tenía capacidad para producir alimentos para seis mil millones
de personas. Pero no resultó así y la proporción de personas desnutridas disminuyó en lugar
de aumentar.
La falacia cometida resultó de extrapolar la productividad agrícola de 1960 al año
2000 ya que en el ínterin las tecnologías de la revolución verde aumentaron
dramáticamente la productividad agrícola (Solbrig 1994). De acuerdo a la economista
danesa Esther Boserup (1965) es la demanda la que condiciona la oferta y que impulsa la
adopción de nuevas tecnologías para suplir la demanda. Pero si bien es cierto que esa ha
sido la dinámica hasta ahora, también es obvio que eventualmente pueden aparecer
limitantes biológicas o ambientales que pongan un techo a la productividad de un cultivo.
Es también obvio que la tierra agrícola y el agua necesaria para los cultivos son finitas y
que eventualmente pondrán un límite a la expansión agrícola. Por lo tanto si bien hasta
ahora ha sido la demanda la que ha determinado el nivel de producción, es posible que se
pueda llegar a un punto en que habrá demanda insatisfecha debido a limitantes biológicas y
físicas.
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Está bien comprobado que el hambre y la desnutrición en el mundo actual son
debidos principalmente a la falta de poder adquisitivo de los sectores menos pudientes de la
población lo que deprime la demanda de alimentos (Sen 1999, World Bank 2007). La
pobreza esta concentrada en África central y en Asia central y es en esas regiones donde
encontramos los problemas mas serios de desnutrición.
En los últimos 20 años, en el agro argentino han ocurrido importantes
transformaciones impulsadas por una demanda exterior. En los años 70, se empezó a
cultivar soja, proveniente originalmente de la China. Se pensaba que esa oleaginosa no se
iba a dar en la pampa. Curiosamente en los Estados Unidos cuando se introdujo la soja en
la década de 1930, también se pensaba que no iba a dar, lo que demoró su adopción. La
difusión del cultivo de la soja en la Argentina coincidió primero a fines de los años 80 con
la posibilidad de hacer un doble cultivo (trigo en invierno y soja en verano), pero tomó un
verdadero impulso con la introducción de una nueva manera de cultivar –la siembra
directa—lo que creó una sinergia muy positiva: la baja en el costo de producción y un
aumento en los ingresos debido al mejor precio de la soja comparado con el maíz o el trigo.
El éxito de esta combinación a su vez permitió la expansión de la frontera agrícola. Tierras
consideradas marginales en el sistema convencional, pasaron a ser tierras aptas utilizando
siembra directa (Trucco 2008). En la década de 1990 se introdujo a la Argentina la soja
RR, resistente al herbicida glifosato (roundup) lo que abarató y simplificó el cultivo. La
década de 1990 a su vez coincide con una nueva política fiscal que elimina o reduce
significativamente los impuestos distorsivos a la producción (las así llamadas retenciones)
lo que da un impulso a la producción agrícola aún a pesar de precios internacionales bajos.
Sin embargo los bajos precios y las inversiones en maquinaria, semillas y fertilizantes junto
con la sobrevaluación del dólar llevan al endeudamiento del campo (Bisang 2007). El
desarrollo del cultivo de la soja y la ampliación de la superficie sembrada como a su vez la
adopción masiva de una nueva tecnología más rentable apoyan la teoría de Boserup (1965)
que mantuvo que es la demanda la que determina la producción y la introducción de nuevas
tecnologías.
3. El aumento de la demanda está alimentando un avance de la frontera agrícola en
los trópicos y subtrópicos que podrían provocar la degradación de esas tierras y llevar
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a un aumento significativo de gases invernadero
¿Qué nos deparará el futuro? El razonamiento convencional y la experiencia del
pasado (Timmer 1998) hacen pensar que la oferta va a aumentar apoyada por la demanda
de alimentos y biocombustibles y esto a su vez va a reducir los precios de los productos
agrícolas.
La demanda de cereales para alimento humano y animal creció a un 2,5% anual en
la década de 1970, para bajar a 1,9% diez años después y a sólo 1% a fin de siglo (WAOB
2008). La producción mundial de cereales en 2005-06 fue de 2.016 millones de Tm y se
estima alcanzará sólo las 1.990 millones de Tm en 2007-08. Las oleaginosas en cambio
han visto el mayor crecimiento entre los cultivos anuales expandiéndose en 75 millones de
Tm entre 1970 y 2000. En 2005-06 la cosecha mundial fue de 3.910 millones de Tm y para
la zafra 2006/07 se estima se producirán 4.080 millones de Tm. (WAOB 2008).
Estos registros tienen un reflejo en la Argentina. La superficie dedicada al cultivo
del maíz y del trigo se incrementó muy poco pero aumentó muy significativamente la
superficie dedicada al cultivo de oleaginosas, especialmente la soja (figura 1). Esto
fomentó el desarrollo de un polo de molienda y extracción de aceite de soja situado en la
zona de San Lorenzo en la provincia de Santa Fe.
La difusión de la soja, el aumento de la superficie cultivada, y la introducción de
semillas genéticamente modificadas, y el uso más intenso de agroquímicos han alarmado a
ciertos sectores de la población y del gobierno. Se teme que el monocultivo de soja sea en
detrimento de la salud de los suelos y que afecte la salud económica de la población rural,
sobre todo de los productores con menos superficie. Sin embargo no existe ninguna
información científica rigurosa que apoye estas conclusiones.
Es imposible predecir exactamente lo que va a ocurrir. Las fronteras agrícolas
generalmente son zonas de explotación de recursos naturales en las que hay poca
protección o conciencia ambiental (Foweraker 1981). Para evitar que eso ocurra es
importante que se planifique a través de un ordenamiento territorial (capítulo 13) y que las
autoridades implementen los planes racionales de uso del territorio. Es muy importante
para el futuro del país que el avance de la frontera se haga de una manera racional y
ordenada. La sobreexplotación de los recursos forrajeros en la Patagonia, principalmente
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con ganado ovino, ha producido una seria degradación en esa zona en la que grandes
extensiones han sido abandonadas. Pero también en zonas mejor dotadas como la región
pampeana ha habido una degradación de los recursos naturales (capítulos 7 y 8).
4. El calentamiento global presenta una oportunidad y un riesgo para la cadena
agroindustrial
El uso de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas natural) hizo posible el
desarrollo de la revolución industrial que a su vez incrementó sensiblemente el nivel de
vida humano. Hoy en día el ciudadano medio argentino vive en mejores condiciones que
los reyes medievales. La máquina de vapor, el motor de combustión interna, el ferrocarril,
la energía eléctrica y cientos de otros avances técnicos y científicos han producido la mayor
trasformación en las sociedades humanas desde la adopción de la agricultura.
Pero estos cambios no han ocurrido sin un costo. Las mejores condiciones
sanitarias y los avances en el conocimiento de las causas de las enfermedades contagiosas
redujeron la mortalidad infantil y duplicaron la expectativa de vida. La reducción de la
mortalidad sin una correspondiente reducción de la natalidad indujo un crecimiento
demográfico mundial que incrementó seis veces la población mundial, de uno a seis mil
millones de personas. De acuerdo a las predicciones presentes, la población mundial
seguirá en aumento por lo menos hasta mediados de siglo, en que se espera se estabilice en
unos nueve mil millones de personas.
La enorme población humana actual y el abultado uso de recursos naturales –
agua, tierra, minerales, combustibles fósiles—de las sociedades modernas han sido
devastadores para los ecosistemas naturales que han desaparecido en muchas partes del
mundo reemplazados por campos de cultivo e infraestructura humana (ciudades,
caminos, fábricas). El área geográfica ocupada por innumerables especies de plantas y
animales se ha reducido y muchas especies han desaparecido, aunque no sabemos
cuántas porque no existe un inventario.
La integridad del medio natural es necesaria para la existencia humana. La
naturaleza nos provee de alimentos (a través de la agricultura, la ganadería y la pesca, que
dependen del suelo y del agua), de agua potable, y de aire. La destrucción de ecosistemas
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naturales aumenta la erosión de los suelos y reduce la infiltración de agua en el suelo
aumentando la escorrentía. La contaminación de suelo, agua y aire resultado de la
agricultura de altos insumos químicos puede ser malsana para la población si el uso de
agroquímicos es excesivo y a su vez reduce la productividad de la cadena agroindustrial.
Estos temas son discutidos en más detalle en los capítulos 7-9.
La gradual contaminación del aire en los últimos doscientos años ha creado una
seria crisis que se conoce bajo el nombre de calentamiento global (capítulo 3 y 4) pero
que es más amplia ya que incluye problemas como la gradual destrucción de la capa de
ozono y la contaminación de la atmósfera inferior con radicales de azufre y nitrógeno,
que se conoce con el nombre de lluvia ácida (expresión impropia, ya que la lluvia, aún
en el lugar menos contaminado y prístino es ácida).
El aumento de la concentración de dióxido de carbono (CO2), óxido nítrico (N2O) y
de metano (CH4) en la atmósfera es la principal causa del calentamiento global. La
agricultura y la ganadería son parte del problema y han contribuido entre un 30 y un 40%
de los gases responsables del calentamiento global. Los principales fuentes de gases
invernadero producidos por la agricultura son la oxidación de la materia orgánica de los
suelos, la destrucción de bosques con la consiguiente reducción de la madera a CO2, la
producción de metano especialmente por los rebaños de animales rumiantes domésticos, el
uso de fertilizantes nitrogenados fuentes de N2O y últimamente el uso de combustibles
fósiles en las labores rurales y en el trasporte de productos agropecuarios.
El aumento de la temperatura ha tenido varias consecuencias secundarias, las
cuales se discuten en detalle en los capítulos 3 y 4. Hielos y glaciares en la Antártida y
en la Cordillera de los Andes se están derritiendo y retrayendo. Además de un posible
costo económico (a través del turismo) de la retracción de los glaciares, las aguas de
deshielo están contribuyendo a un aumento de la superficie oceánica y creando un
problema serio en zonas costeras, ya que aumenta la erosión de las costas y la
infraestructura humana de puertos, playas, y ciudades costeras es amenazada. El costo
monetario del calentamiento global no va a ser trivial para la Argentina.
Sin embargo la Argentina puede obtener un pequeño beneficio que compense en
parte los costos del calentamiento global. Como se explica en los capítulos 3 y 8, se
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predice que el aumento de la precipitación en la zona centro este y centro norte del país
que se viene observando en la segunda mitad del siglo XX, va a continuar. Ello
favorecerá el cultivo en secano en esas regiones y podría llevar a un aumento en la
productividad agropecuaria, siempre y cuando se utilicen tecnologías apropiadas (capítulo
12). Sin embargo el aumento de la temperatura al aumentar la evapotranspiracion puede
anular el efecto benéfico del aumento de la precipitación (capítulo 3).
Para la cadena agroindustrial argentina es importante que se tomen en cuenta los
costos y beneficios del cambio global, incluyendo no sólo el calentamiento global, sino
también el impacto a nivel mundial de las medidas que se tomen para reducir el impacto de
este fenómeno. Es muy probable que aparezcan trabas para la comercialización de
productos que en su producción han contribuido al calentamiento global. La cadena
agroindustrial argentina debería anticipar esas medidas adoptando tecnologías de punta que
reduzcan su impronta negativa sobre el medio ambiente. En el mundo comercial de hoy en
día el poder anticipar las demandas futuras confiere una ventaja competitiva. Los
productores argentinos se benefician con una región con buenos recursos naturales y con un
cambio climático que de acuerdo a los pronósticos podría llevar a un aumento de la
productividad. Sin embargo, de no usar buenas prácticas agrícolas podrían perder esas
ventajas comparativas en un ambiente mundial en que se va a valorar cada vez más la
manera en que se producen los bienes de la cadena (Secilio 2005).
El aumento de la demanda está alimentando un avance de la frontera agrícola en
los trópicos y subtrópicos que podrían provocar la degradación de esas tierras y a un
aumento significativo de gases invernadero. Especialmente en las provincias del norte
argentino –Chaco, Formosa, Salta, Santiago del Estero y del litoral, Entre Ríos y
Corrientes—está avanzando una frontera basada en cultivos de soja y arroz que puede
producir daños ambientales considerables más allá de los ya producidos por una ganadería
extensiva y una explotación irracional del bosque, sobe todo los quebrachales (capítulos
10 y 11).
5. La importancia de las buenas prácticas para la rentabilidad y el medio ambiente
La protección del medio ambiente generalmente se presenta como una cuestión
ética o como una cuestión práctica de sobrevivencia de nuestra civilización industrial
Agro y Ambiente: una agenda compartida para el desarrollo sustentable*
15
(Viglizzo et al. 2003; Solbrig 2007, capítulo 2). Si aumentara la temperatura de la
atmósfera (capítulo 3), el nivel de los mares (capítulo 4), la erosión de los suelos
(capítulo 7-9), la sobre-explotación de recursos naturales, y la contaminación de la
atmósfera y cuerpos de agua, no cabe la menor duda de que esto creará problemas
enormes para las sociedades industriales y post-industriales que en un extremo podrían
poner en peligro la misma existencia de estas sociedades. Pero si bien estos escenarios
apocalípticos no son sólo imaginarios (Diamond 2005; Tainter 2006) hay razones
económicas más inmediatas que aconsejan adoptar políticas que favorezcan tecnologías
menos contaminantes (capítulo 6).
Vivimos en un mundo globalizado en que es muy difícil la autarquía total de las
naciones. Las modernas comunicaciones permiten la difusión casi instantánea de noticias
de todo tipo y el abaratamiento del trasporte aéreo permite a las personas experimentar
personalmente las culturas y civilizaciones de otros países. El ciudadano argentino está
interiorizado de los acontecimientos políticos y culturales en países que hace cincuenta
años apenas si se conocían. El turismo, que permite conocer personalmente regiones hasta
hace poco consideradas exóticas, es la industria que más ha crecido en los últimos veinte
años. Una serie de tratados comerciales internacionales (Organización Mundial de
Comercio) y financieros (FMI, BID, Banco Mundial) y bilaterales (MERCOSUR) crean
obligaciones que extienden garantías y privilegios y a su vez limitan las decisiones de los
países. Aquellos que no se adhieren a este nuevo orden mundial (caso Myamar o Corea del
Norte) se ven perjudicados económicamente al no tener acceso a mercados internacionales
y a financiación para sus productos.
En este nuevo mundo operan dos fuerzas contradictorias. Por un lado la
globalización está creando organizaciones (Unión Europea, Nafta, MERCOSUR) en las que
los países aceptan adoptar políticas comunes sobre todo en la parte comercial con tribunales
supranacionales, que permiten dictaminar en contra de políticas nacionales. A su vez, hay
una fuerza opuesta que privilegia lo local sobre todo en la parte cultural. Por ejemplo, los
movimientos indigenistas en América latina y en nuestro país que tratan de rescatar el
idioma y las costumbres de los descendientes de la población pre-colombina.
En este nuevo clima el uso de recursos naturales y la protección del ambiente
Agro y Ambiente: una agenda compartida para el desarrollo sustentable*
16
figuran prominentemente. Las nuevas reglas del comercio internacional permiten a los
países impedir la importación de productos que no cubren ciertas normas sanitarias o
ambientales internacionales (Secilio 2005). Un caso doloroso para la Argentina es la
prevalencia de aftosa en los rebaños vacunos argentinos. Durante la primera mitad del
siglo XX a pesar de la existencia de aftosa, la Argentina fue el primer exportador de carne
vacuna en el mundo que se destinaba principalmente a los mercados europeos. Después de
la segunda guerra mundial muchos países adoptaron medidas para impedir la importación
de carne vacuna proveniente de países con aftosa, prohibición que se incorporó a tratados
internacionales y que cerró mercados para la carne argentina, a pesar de la evidencia
científica que cuestiona que la aftosa se pueda trasmitir a través de la carne congelada.
Con la toma de conciencia de parte del público y de las autoridades acerca de las
amenazas para el bienestar general que puedan ser provocadas por el calentamiento
global, la deforestación, el avance de la frontera agrícola y la pérdida de biodiversidad, los
países están comenzando a tomar medidas para impedir la importación de productos que
no cumplan con ciertas normas ambientales internacionales, lo que se ha dado en llamar
artículos producidos en forma sustentable. En muchos casos la justificación científica
para las medidas que se toman es dudosa, como por ejemplo la barrera que ha puesto la
Unión Europea a la importación de cereales, oleaginosas y algodón producidas por
variedades transgénicas, los así llamados productos genéticamente modificados. No existe
ninguna base científica que indique que estos productos son malsanos o que presenten un
peligro para el ambiente.
Estas preocupaciones existen no sólo a nivel internacional, sino también localmente.
En un país netamente urbano como es la Argentina existe la preocupación en el público
consumidor de que los alimentos estén contaminados con agroquímicos o que su
producción esté afectando el ambiente. La preocupación de que la soja esté degradando los
suelos no tiene fundamento científico, sin embargo el mito de la soja degradante ha llegado
hasta a las más altas esferas del gobierno. También preocupa a la población urbana el
bienestar de la población rural (capítulo 10).
Estos desarrollos afectan directamente la cadena agroindustrial argentina. Como
demuestra la historia reciente, (cuando se negó la existencia de brotes de aftosa), un país
Agro y Ambiente: una agenda compartida para el desarrollo sustentable*
17
que no respeta normas internacionales se arriesga a perder mercados. Hoy en día la
Argentina es el cuarto exportador de carnes vacunas cuando hace cincuenta años era el
primero.
¿Cuáles son entonces los problemas ambientales que debemos atender? En los
capítulos que siguen se explicitarán muchos de ellos, pero se los puede agrupar en dos
categorías principales: la contaminación real o imaginada del producto que se vende o
exporta y la manera en que se produce.
Posibles problemas
Un problema para la cadena agroindustrial es el problema de contaminación. La
contaminación tiene diversas fuentes. En primer lugar la existencia de residuos de
agroquímicos que representan un peligro para la salud del consumidor puede ser muy
negativa para el productor. Este es un problema serio particularmente para la cadena fruti-
hortícola donde la Argentina ha estado ganando mercados, pero puede potencialmente
transformarse también en un problema en la cadena de comercialización y elaboración de
granos y oleaginosas. El uso de ciertos agroquímicos ha sido el pretexto aducido en USA
para impedir la importación de limones argentinos.
La contaminación de cursos de agua por parte de agroquímicos pero especialmente
por parte de la industria (y no sólo la agroindustria) es un problema serio en diversas
partes del país, como por ejemplo en la zona de Mar del Plata-Balcarce donde se ha
expandido la producción hortícola (Costa et al. 1996). Otras industrias muy
contaminantes son las curtiembres y las plantas de producción de celulosa y de papel en
Misiones que no siempre respetan las regulaciones en esta materia. Parte del problema
son plantas industriales con tecnologías anticuadas, ya que las nuevas curtiembres y
papeleras han reducido la contaminación a cerca de cero. El problema es por lo tanto en
gran medida económico.
Finalmente la tendencia mundial y nacional por parte del consumidor es de
favorecer la producción sustentable, aunque no es muy claro qué se entiende por
sustentable (capítulo 2) y las decisiones de parte de las autoridades y organizaciones de
protección al consumidor son muchas veces algo arbitrarias. Así, por ejemplo, hay un
Agro y Ambiente: una agenda compartida para el desarrollo sustentable*
18
sesgo internacional a favor de la producción orgánica, mientras se ignoran los beneficios
de la siembra directa, o se la acusa de ser una tecnología contaminante debido al uso de
herbicidas. También hay un sesgo a favor del pequeño productor aún cuando éste muchas
veces provoque más degradación por sobre-uso de la tierra y falta de capital.
¿Es posible conciliar la producción con el cuidado del ambiente?
Entre los sectores de la producción, al igual que en todos los demás sectores de la
sociedad, hay quienes actúan con responsabilidad, obteniendo ventajas competitivas por la
adopción de innovaciones tecnológicas o de gestión. Pero también hay sectores que
obtienen ventajas competitivas a partir de la trasgresión, mediante la evasión impositiva, el
trabajo en negro, trabajo infantil, desmontes ilegales, etc. Es frecuente que algunas
organizaciones ambientalistas utilicen estos últimos casos, para hacer ataques
indiscriminados contra todo el sector de la producción.
La cadena agroindustrial argentina puede favorecer el comportamiento responsable
al defender y promover activamente la adopción de Planes de Gestión Ambiental en los
que estén contempladas las buenas prácticas agrícolas, así como el respeto a toda la
normativa vigente en materia laboral, ambiental e impositiva. En un plano más elevado
estas prácticas pueden dar lugar a procesos de certificación validados internacionalmente,
que a su ve están teniendo mayor penetración en los mercados.
6. Consideraciones finales
En esta introducción hemos cubierto a vuelo de pájaro los principales temas que se
tratan en más detalle en los capítulos que siguen. Nuestro objetivo en este estudio es
mostrar en primer lugar que existen problemas ambientales serios en la Argentina. Las
causas y los tipos de problemas son diversos como se explicitará oportunamente en este
estudio. Si estos problemas no se resuelven pueden incidir negativamente en la rentabilidad
de las actividades de las industrias que componen la cadena agroindustrial argentina. Pero
más allá de las consideraciones económicas, un ambiente sano es algo que todos los
argentinos merecen tener.
La naturaleza no sólo es la fuente de nuestra alimentación y la proveedora de
recursos minerales y energéticos. La naturaleza también es la fuente del aire y del agua sin
Agro y Ambiente: una agenda compartida para el desarrollo sustentable*
19
las cuales no podemos vivir (Carreño y Viglizzo 2008). La naturaleza –lo que muchos
llaman capital natural (Daly 1996; capítulo 2 y 6) — es la fuente de toda la riqueza humana.
Pero más allá de estas consideraciones prácticas, la naturaleza es una fuente de
tranquilidad, de goce estético y de un valor ético esencial. Muchas veces los medios se
mofan de los que nos preocupamos por las flores, los árboles y los pajaritos. Sin embargo,
si no aceptamos seriamente una ética de protección ambiental no sólo nos empobrecemos
espiritualmente, sino que a la larga podríamos afectar negativamente el futuro de nuestra
civilización. *La presente publicación constituye la opinión de sus autores en los temas tratados y no necesariamente coincide con la de las entidades que integran el Foro de la Cadena Agroindustrial Argentina.
Agro y Ambiente: una agenda compartida para el desarrollo sustentable*
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