PEDRO PABLO ATUSPARIA IEP SANTA ROSA DE VITERBO
VIDA Y OBRA DE PEDRO PABLO ATUSPARIA LIDER CAMPESINO NUNCA OLVIDADO
Atusparia, líder de las masas campesinas de Ancash en 1885, por su origen étnico, por su
personalidad de conductor, ecuanimidad y nobleza humana se erige como un Túpac Amaru de la
República sobre todo si se examina detenidamente todo su quehacer en la rebelión contra la
explotación burocrática y patronal, los excesivos cobros de impuestos de los que vistieron
uniforme a título de defensores de la patria, implantando una odiosa extorsión, succionando al
pueblo con cupos y negociando con el reclutaje y, contra la oligarquía regional, que en el ejercicio
del poder llego a los extremos arbitrarios del despotismo en el cobro de la contribución personal.
Nacimiento: El nacimiento de Pedro Pablo, está envuelto en un manto de misterio que
encaminará su futuro hacia la formación de un espíritu rebelde. Su partida de bautismo no se
encuentra hasta la fecha. Sus descendientes señalan que nació en el caserío de Marián en la
ciudad de Huarás el 29 de Junio de 1840, de la Unión de Cayetano Atusparia y María Melchora
Ángeles.
Su vida pacífica: De su niñez y juventud se sabe poco; pasaría entre las chacras de Marián y la
ciudad de Huarás.
En el libro n° 4 de matrimonios, página 199 vuelta, aparece la siguiente partida matrimonial: En el
margen: Pedro Pablo con María Fernanda.
Texto: “ En esta Santa Iglesia de San Sebastián de Huaraz a 29 días del mes de octubre de 1869, yo
el cura vicario de esta Doctrina, D.D. José Soto, después de leídas las tres proclamas que previene
el Santo Concilio de Trento, y no resultando impedimento alguno, se casaron y velaron por
palabras de presente a Pedro Pablo de la estancia de Marián, hijo natural de María Melchora, con
María Fernanda de la misma estancia, hija de Manuel Simón, ya finado, y doña María Inés, siendo
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sus padrinos, don José Matías Ángeles y doña María Dueñas. Testigos don Gabino Chávez y Gabriel
Pérez de que certificó.- José B. Soto P.”
Es muy probable que esta partida corresponda a este biografiado aunque no indica el nombre y
apellido del padre. Más tarde se ve que en la partida bautismal de su hijo Ceferino,
correspondiente al año de 1876 tampoco figura el apellido de Atusparia y se anota simplemente:
“Hijo legítimo de Pedro pablo y de María Fernanda”.
¿Cuándo entonces aparece el apellido de Pedro Pablo? Para nosotros, en una razón de juicios
enviados a la Corte Superior de Lima en 1884: “Huaraz.- Julio 3 de 1880. D. Tomás Aquino y otro,
con Pedro P. Atusparia y sobre entrega y propiedad de maderaje”.
El ingeniero Antúnez de Mayolo, en su artículo: “La sublevación de los indios del Callejón de
Huaylas”, lo hace de profesión tintorero y en la editorial del diario “El País” del 7 de Mayo de 1885
dice que sirvió “de dependiente de la tintorería de don Manuel Alzamora en Huaraz”.
¿De qué fuerzas íntimas dispuso Pedro Pablo para sobresalir entre los de su condición y para ser
tomado en cuenta por los campesinos de Huarás? Es un fenómeno personal; surgió del ambiente
que lo necesitaba, como típico reflejo de una rebeldía de una masa añorante de redención de sus
derechos conculcados por una minoría prepotente y abusiva. El padre de la biografía moderna,
Litton Strachey advertía: “… se trata seguramente de la verdad más o menos alterada, tal vez de
una leyenda, pero la manera de las leyendas simboliza y resume una situación”.
Pedro Pablo, insurgió de aquellas tierras empobrecidas por la ignorancia, destrozadas por la
ambición y el abuso en la guerra civil, arrancadas por la angustia de la miseria que amenazaba en
esta época con las garras de la muerte lenta.
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Su retrato: De acuerdo con la descripción que hicieron de la persona del jefe de la sublevación
campesina los periódicos limeños: “El País” en 1885 y “El Nacional” en 1886, podemos trazar el
retrato de Atusparia.
En aquella época era un hombre de 40 a 45, de estura baja, físicamente de constitución débil,
escaso bigote, frente estrecha, de piel cobriza, de mirada vaga, pelo rebelde, sin trenza, aspecto
humilde y sonrisa indolente. Vestía chaqueta y chaleco de tela ordinaria con botonería amarilla,
pantalón corto de bayeta azul oscuro de chicotillo y sombrero de faldón de lana. Su fisionomía
revelaba en él, el hombre de campo donde el sol y el trabajo pusieron su huella broncínea.
Hablaba poco y se limitaba a contestar las preguntas que se le hacía. Hablaba en quechua más por
costumbre que por no saber el castellano, sabía leer y escribir pues el diario “El Nacional” donde
era redactor el huaracino Fernando Suaréz Olivos así lo expresaba. Era celoso en prestar a su
posición la respetabilidad y el decoro máximo. Era “sagaz y enemigo de la violencia”, dice Antúnez
de Mayolo. El pintor Palas sacó un retrato al óleo, refería su hijo Ceferino, en el que aparecía de
cuerpo entero con un fusil en el brazo.
Su aureola de triunfos: El espíritu se nutre necesariamente del pasado. De allí partió el hombre
para vigorizar su adormecida rebeldía y se convirtió en látigo de fuego, de protesta contra la
explotación y el abuso en los trabajos obligatorios y sin remuneración de la “República” y la
arbitraria forma de cobranza de la “contribución personal” por lo paniguados que formaban la
corte del Prefecto Francisco Noriega. Fue a la cárcel donde recibió de manos del mercenario
torturador “Zambo Vergara” el bautizo de fuego al ser azotado, apaleado, abofeteado y pisoteado.
De allí salió magullado pero convertido en líder de las masas campesinas de Ancash, anhelantes de
redención de sus derechos transgredidos. Su actitud de hombría ejemplar frente a la ostentosa
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violencia del gobernador Collazos lo irguió sobre su granítico pedestal para señalar a los suyos que
la hora de hacerse justicia había llegado.
Triunfante la revolución campesina, el 3 de marzo de 1885,la turba enfervorizada lo señalaba
como a su jefe, llamándole días después, “Apu Inca Atusparia”; él prefería ante los burgueses
delegado de la Prefectura.
Frente a las excentricidades en la conducción del movimiento rebelde por el Prefecto Dr. Manuel
Mosquera que no salió oportunamente a combatir las fuerzas del gobierno mandadas por el
Prefecto Coronel José Iraola y el Comandante General de la División Pacificadora, coronel Callirgos
Quiroga permitiendo se atrincheraran en la ciudad de Yungay con la entusiasta colaboración de los
mestizos del centro urbano, la autoridad del “Delegado” resulta de hecho, paralela a la del
Prefecto.
Tenía Atusparia, como grandes hombres de la historia, el don de inspirar respeto a su autoridad y
la virtud de la generosidad y del desprendimiento. Huarás condenada a ser arrasada por el
populacho campesino enardecido fue salvada por su oportuna intervención. Impidió la
amenazante invasión de los indios de Pueblo Libre a la ciudad de Carás. Trágico y glorioso destino
de imponerse ante la maldad humana, en el amanecer de un anhelo esperanzado de redención.
Camino al martirio: Sobre la realidad sangrante de las derrotas de Yungay y Huarás por la fuerzas
de los coroneles Iraola y Callirgos Quiroga que desencadenaron un brutal represión, surgen los
espectros de hombres sacrificados por la lucha fratricida. Entre ellos figura con relieves
sobresalientes Pedro Pablo Atusparia quien por haber abandonado, herido de una pierda, en los
campos de lucha de Yungay y por haber impedido por segunda vez, el 3 de Mayo, que la legión
campesina saqueara Huarás fue considerado por muchos de los suyos, y especialmente por los
que seguían a Pedro Cochachín, como traidor a la causa indígena. Obligado a refugiarse en la casa
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el español Julio Aristibal para su curación y descubierto su asilo, la sociedad mestiza se movilizaron
pidiendo al Prefecto Iraola garantías para él y su familia como reconocimiento a su noble y
generosa actuación en la ciudad de Huarás en medio del caos, “ no aprobando ni tolerando ningún
desorden”. No abrigaba rencores personales su corazón, ni perdió tiempo en venganzas ruines y
manejos turbios, prueba es el hecho de que ordeno que se le dé un salvoconducto a la mujer del
ex prefecto, coronel Francisco Noriega, uno de los responsables de su flagelación en la cárcel.
Atusparia, pasó luego a casa del inspector de cárceles del Concejo Provincial de Huarás, Fabián
Maguiña para estar bajo su cuidado y vigilancia; allí fue constantemente visitado por las damas de
la alta sociedad huaracina, hasta se dice que llegaron a curar sus heridas.
La visita del coronel Iraola a Atusparia en su lecho de enfermo, sembró desconfianza en la mayoría
de sus hermanos de clases. Fue uno de los firmantes del arreglo de paz, el 11 de mayo de 1885,
como simple alcalde de Marián, pues la hueste campesina del lado este, obedecía directamente al
mestizo teniente coronel de Infantería Justo C. Solís. El arreglo de paz, evitaba el saqueo e
incendio de Huarás, por orden del temible Pedro Cochachín.
Hubieron también campesinos ambiciosos que atizaron el odio, buscando el desprestigio de
Atusparia para asumir a su caída, el liderazgo de la masa campesina. Uno de estos personajes fue
el sustituto del alcalde ordinario de Independencia, José Apolinario Norabuena, quien se presento
ante el coronel Iraola en Taricá, el 1° de mayo al frente de uan comitiva con bandera blanca,
pidiéndole garantías personales para él y los habitantes de las aldeas de su jurisdicción y poco
después hizo que los campesinos de Huarás elevaran un memorial al Prefecto apoyándole como
alcalde ordinario. Mientras que Atusparia perdía ascendiente en los indios, ganaba la hipócrita e
interesada adhesión de los mestizos de la ciudad; de aquellos acostumbrados a medrar en toda
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tienda política. Estos no desperdiciaron ocasión para remecer el prestigio del caudillo campesino y
aprovechar de sus servicios para más tarde abandonarlo a su suerte.
Hicieronle suscribir una petición al Ministerio de Gobierno junto al verdugo y causante de la
masacre de sus hermanos de clase, el ex gobernador Jpsé Collazos. El documento fue suscrito el 5
de marzo de 1886, publicadoen “El Nacional” de 23 del mismo mes, solicitando la permanencia del
comandante de gendarmes, José Félix Maldonado por ser “conocedor de la localidad, consagrado
a la moralidad y la disciplina de su tropa y severo cumplidor de sus deber es una garantía del
orden público…”.Era garantía para aquellos continuadores de la política del acomodo; echaba
sombras de calumnia a sus opositores, al denunciar que “en ocasión de la campaña electoral,
alguno malos vecinos se proponen otra vez desviar maliciosamente el criterio de los indígenas y
acabar de pervertir sus sentimientos”. Los principales suscriptores de la petición fueron: Antolín
Robles, Rodulfo Santa Gadea, José C.Collazos, Anselmo Robles, Víctor M. Izaguirre, Ceferino Santa
Gadea, Germán Schereiber, César A. Del Río, Manuel P. García, RufinoL. Mendéz, Francisco Alegre,
Francisco Andavaka y otros.
No habían garantías para aquellos que sin tapujos, tomaron parte activa en la sublevación
indígena: Manuel Camino, Esteban Bazán, Rosas Infante y Julián Tamariz, quienes se vieron
obligados a solicitarlo de la dirección de gobierno para que pudieran vivir tranquilos en sus
hogares, consiguiéndolo por mandato de la resolución de 12 de Julio de 1886. Tampoco el Dr.
Mosquera, ex prefecto de la sublevación gozaba de libertad para poder transitar por las calles de
Huarás, pues, estaba condenado al ostracismo en Jauja.
Triunfante el general Ándres A. Cáceres en las elecciones presidenciales, Atusparia viajo a la
ciudad de Lima en misión especial a favor de sus hermanos campesinos; pero carecía de influencia
en ellos y presentía que se le acercaba el trágico final por lo que, dejó al hijo querido en Lima con
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tal de evitarle peligros que le acosaban. Había desembarcado en el Callao, del vapor “Casma” el 31
de mayo de 1886, alojándose en Lima en casa de su paisano, el Dr. Fernando Suaréz Olivos, con
quien al día siguiente, visitó al general Cáceres, despertando mayores suspicacias porque se
propaló entre sus enemigos gratuitos, que habría pedido que se implante nuevamente la
contribución personal, derogada en la letra.
Después de asistir a las ceremonias públicas de ascensión a la presidencia de la República del
general Cáceres, se dedicó en compañía del Dr. Suaréz Olivos a visitar las oficinas y talleres de los
periódicos de Lima. El 8 de junio estuvo en “El Nacional” recibiendo de parte del personal de la
imprenta, la atención y demostración de aprecio; al día siguiente fue recibido en “El Comercio”,
saliendo satisfecho de la atención que le dispensaron.
El 15 de junio se embarcó de regreso a su tierra natal en el vapor “Chala” con destino al puerto de
Casma.
En un mitin realizado en Huarás en junio de 1886 se pedía el cambio de autoridades iglesistas;
pero se hizo aparecer en el exterior como una actitud hostil contra Atusparia que se encontraba
en la capital de la República, movida por los demócratas huaracinos, que fue desvirtuada en Lima
por el campesino Juan Huamán, conductor de documentos y petición al gobierno de algunas
mejoras para los indígenas como deslinde de sus propiedades y creación de escuelas especiales
para ellos.
La editorial del semanario huaracino “El Pueblo” del 1 de junio de 1886, decía: “En el día no tiene
ya la menor influencia ni aún puede vivir libremente con ellos; y la personería que se ha irrogado y
querido presentar ante el general Cáceres, es un nuevo embuste excogitado por su picardía”.
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“Aquella y los ofrecimiento hechos al General, a nombre de los indios de aquí, han causado entre
estos tal indignación que, en comicios popular, han protestado de la representación y ofertas
presentadas ante el General Cáceres, conduciendo las actas de protesta”. Continuaba la editorial:
“… si el celebérrimo Atusparia vuelve aquí dudamos que tenga una muerte natural, tal es el
encono de los indios contra él”.
La “Opinión Nacional” del 25 de junio de 1886, en punzante e irónica crónica titulada “El Inca
Destronado”, ridiculizaba a Atusparia: “Los indígenas de Huarás se han sublevado contra el inca
Pedro de Atusparia que hoy favorece con su real presencia la capital de la República”.
“Culpe don Pedro a su mala estrella o mejor a su poco tacto político, que lo han llevado a
abandonar su corte y su pueblo dejándolo como moro sin señor, por venir a saborear los placeres
de esta Lima que sin duda la creyó sin espinas”.
“El destronamiento o sublevación que ha hecho rodar de sus sienes la corona de don Pedro, se
dice es debido a maniobras pierolistas”.
“Se da también otro carácter a la sublevación, pero don Pedro no es tan sencilla como se cree en
el lazo que le tienden los políticos de Lima”.
Su muerte: El regreso de Atusparia a Huarás sería la pesadilla de los aristócratas y de las
autoridades que se confabularon para hundirlo en el desprestigio, valiéndose de la vil calumnia y
la intriga. Se hizo correr las voces que el congreso aprobó la odiada contribución personal por su
gestión ante Cáceres. Comprendiendo Atusparia que por voluntad de sus paisanos estaba
condenado a morir porque no le habían perdonado su actuación en el año 1885, se aisló en
Marián para que la historia lo juzgara.
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En esta soledad se teje la leyenda de su muerte. Santiago Antúnez de Mayolo dice: “…lo
envenenaron con una sustancia que le puso le diente negros”. Por su parte su hijo Manuel
Ceferino Atusparia, el 15 de setiembre de 1927, contaba a José Carlos Mariátegui y a Ernesto
Reyna que su madre momentos antes de morir le dijo como revelándose un secreto: “Los indios lo
envenenaron a tu padre” (las encías se le pusieron moradas) si tú no te vas de la estancia a
Tuquinpayoc también te mataran”. Los ancianos le habían hecho beber un mate de chicha la
“cicuta india”.
Dejaba en Lima a su hijo Manuel Ceferino bajo el cuidado del presidente de la República; general
don Andrés A. Cáceres, “como prenda de su fidelidad y para que a su sombra crezca imitando sus
virtudes”; y en el paraje de Marián dejaba a su esposa María Fernanda Yauri y a sus hijas:
Margarita, Visitana, María y Flora, quienes más tarde se trasladaron a vivir a Tukinpayoc.
No se ha podido determinar la fecha exacta de su muerte por no encontrarse su partida de
defunción; pero se cree que fue a principios del segundo semestre de 1887.
Atusparia ha dejado hondísima huella de su paso en las masas campesina que le ha levantado un
monumento espiritual de rebeldía que tiene por base sus corazones y por pedestal el evocador
morro pre inca de Pumacayán. Marián fue su cuna y es ahora rincón profanado de remembranzas
donde se levantan los románticos alisos con sus brazos en alto en actitud de oración.
ALBA HERRERA Augusto (2000) “Atusparia y la Revolución Campesina de 1885 en Ancash”, Caraz – Perú, Pág: 170 – 176.
SALAZAR MEJÍA José (1999) “Atusparia y la Revolución Campesina de 1885”, Huaraz – Perú, Pág: 38 – 44.
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ATUSPARIA Y LA REVOLUCIÓN CAMPESINA DE 1885
Cuando analizamos la lucha social de los pueblos, en toda la historia del Perú Republicano, no hay
un hecho más relevante que esta singular revolución, comparable únicamente a la que encabezara
en tiempos de la colonia José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II. Por primera y única en el
período republicano, los campesinos de las estancias de Huarás se alzaron como un solo puño en
defensa de sus derechos.
1.- CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN CAMPESINA DE 1885:
La principal causa de la revolución campesina de 1885, fue la pobreza extrema en que se hallaba el
campesino a causa de la guerra del salitre. El gobierno de Miguel Iglesias hizo cargar en los
hombros del pueblo el peso de la reconstrucción nacional.
Los múltiples abusos de los “mishtis”, fueron otra de las causas que originaron la Revolución
Campesina de 1885. Con el apelativo de “mishti” conoce el campesino ancashino al patrón, al
hacendado, al rico habitante de la ciudad. “Mishti” significa etimológicamente “blanco”. Los
campesinos de Ancash se sentían oprimidos por los blancos, la gente de la ciudad, que sin
considerar la terrible miseria que había dejado la guerra, aprovechaba de la situación para
explotar a los habitantes del campo.
Muchos hacendados prestaron dinero a los campesinos para que paguen tributos durante la
guerra con Chile. Al no poder cancelar esas deudas, se veían obligados a cederles sus tierras y
quedar como servidores del hacendado, con toda su familia. Así el feudal sistema de la
servidumbre se reactivó en Ancash luego de la guerra con Chile. Los “tápacos” se veían obligados a
servir gratuitamente en la casa del hacendado; sus mujeres e hijas pasaban a la cocina de la casa
hacienda, de igual modo, a realizar el servicio gratuito.
Como la crisis era general, a las autoridades no se les ocurrió mejor idea que elevar los
diezmos (que en la colonia se pagaba al rey de España), las regalías y pitanzas; y aumentar el
monto de los absurdos tributos que existían: la contribución predial, minera, artesanal y personal.
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No conforme con tanto abuso, a inicios de 1885 se prohibió la libre extracción de la leña. Los
usuarios tenían que pagar 40 centavos por cada carga de leña. La sal, comercializada por el estado,
duplicó su precio en perjuicio de los campesinos.
La gendarmería, que así se llamaba en esa época a la policía, también participaba de los
abusos en contra de los campesinos. Por denuncia escrita del alcalde Santa Gadea, conocemos que
semanalmente los agentes tomaban para su rancho, una o dos reses de los campesinos pobres.
Pero el mayor abuso se cometía en contra de las comunidades campesinas. En la provincia
de Huarás, los hacendados tomaron la táctica de arrendar terrenos de la Beneficencia Pública y
luego de ocuparlas, invadían las propiedades de las comunidades aledañas. Así se apropiaron de
terrenos de las comunidades de Huanchac y Marián.
Todos estos abusos cometidos en contra de los campesinos del Callejón de Huaylas, fueron
creando un ambiente de gran resentimiento. Al comienzo, se aceptaron en silencio, pero poco a
poco se fue levantando un sentimiento de rechazo a tanto abuso.
Los trabajos “de la república”, fueron también causa de abuso en contra de los campesinos
de Ancash. Con ese nombre se conocía al trabajo gratuito que prestaba el hombre de campo en
una serie de obras públicas.
Desde tiempos antiguos, el hombre andino estaba acostumbrado a tres tipos de trabajo, en
base a la reciprocidad. Primero estaba el “rantín” o ayni, por medio del cual la ayuda mutua se
daba al interior de la comunidad, entre sus miembros; el techado de la casa ha quedado como
ejemplo de “rantín” que aún hoy se practica. Luego venía la minka, el trabajo que el poblador
prestaba a la comunidad en la reparación de caminos, limpieza de canales, etc. Finalmente se
tenía la mita, que era el trabajo en favor del estado; así había una mita guerrera, la mita minera,
etc. El poblador prestaba su servicio gratuito, pero la comunidad y el estado, velaban por él y su
familia en caso de enfermedad, muerte, catástrofe o guerra.
Los trabajos “de la república” eran un remedo de minka, pues sólo a los campesinos se les
obligaba a trabajar gratuitamente en obras que muy bien debían ser remuneradas. De cada
estancia bajaba semanalmente un grupo de 50 campesinos para trabajar de modo gratuito. Así se
construyó el cementerio de Pilataraq que en esa época se iba a inaugurar.
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El nuevo prefecto, Coronel Francisco Noriega, para ganarse el favor de la población
huaracina ordenó que mediante los trabajos “de la república” se levantaran las torres de la Iglesia
Matriz, la que con el tiempo sería la Catedral de Huarás.
Lo que molestó a los campesinos fue que estando trabajando en dos obras, el prefecto
exigiera que otro contingente vaya a reparar los techos del cuartel. Aparte de la natural inquina
que le tenían a la tropa, siempre existía el temor a la represión y al abuso. Los campesinos no
acudían a trabajar al cuartel. El Prefecto castigó a las autoridades, lo que puso más tirantes las
relaciones con la nueva autoridad.
Pero la principal causa que originó la Revolución Campesina de 1885 en Ancash, fue la
condición de semi esclavitud en que vivía el campesino. Desde el incario, el hombre del Ande del
Callejón de Huaylas fue oprimido; los Incas dominaron a Huaras y Huaylas después de doce meses
de cruenta lucha en 1460. Por ese resentimiento, 70 años después inicialmente apoyaron a los
españoles. Una vez que comprendieron su error, comenzaron una larga lucha contra los
colonizadores, quienes los sojuzgaron con fiereza.
La independencia nacional no significó nada ni le trajo ningún cambio para el campesino
peruano. Se le utilizó como carne de cañón; se predicó que su vida mejoraría, que la liberación
había llegado. Todo fue un vil engaño, un hermoso poema que quedó en el papel. La
independencia fue capitalizada por los criollos, los hijos de los españoles, y ellos se aseguraron de
que las cosas no cambien para el “indio”. Fue así que se profundizaron las desgracias del hombre
del campo con la llegada de la república.
Durante la colonia, las Leyes de Indias impedían a los españoles apoderarse de las tierras de
las comunidades; pues los indígenas tenían que poseer terrenos de donde saquen los productos
para entregarlos como tributos.
Los nuevos dueños del Perú, los criollos, los hacendados, abolieron la propiedad de las
comunidades campesinas, para quitar las tierras a los campesinos; cosa que ni los españoles
hicieron. La independencia no trajo ninguna mejora para los campesinos; el encomendero español
fue reemplazado por el hacendado.
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En 1821, siendo Prefecto don Toribio de Luzuriaga, abolió la servidumbre y el injusto trato
de “indios” que se daba a los campesinos de modo despectivo; el General San Martín lo decretó a
nivel nacional. Pero esas disposiciones no se respetaron nunca.
Simón Bolívar, creador de la República aristocrática, proyecto en el que no tenían cabida los
campesinos, como un reconocimiento al invalorable apoyo de éstos en las batallas de Junín y
Ayacucho, en 1824 decretó que las tierras de las comunidades eran inviolables, pero jamás se hizo
caso a dicha ley.
Nunca imaginaron los “mishtis”, que arruinando a la gente del Ande, arruinaban al Perú.
2.- EL DETONANTE DE LA REVOLUCIÓN:
La imposición del pago de la Contribución Personal, decretada por el Prefecto Noriega, fue
la gota que colmó la paciencia campesina. El prefecto, en su pretensión de restablecer la Corte
Superior de Justicia de Ancash, cerrada desde fines de la guerra, no tuvo mejor idea que imponer
el pago de la Contribución Personal a los campesinos. El monto fijado era de dos soles de plata.
La gente en esos días ya no conocía las monedas. A raíz de la guerra se había impuesto el
papel moneda; pero también, éste se había desvalorizado. Se cambiaba un sol de plata, por veinte
soles en billete. Precaviendo una caída en el precio, el Prefecto ordenó se paguen treinta soles en
billete si no se conseguían los dos soles de plata.
Imaginémonos la reacción de la población campesina, que apenas ganaba jornales de cinco
reales, y tenía que reunir treinta soles en un plazo mínimo, Realmente la disposición de la
autoridad era absurda. Los campesinos buscaron quien les haga un memorial solicitando el retiro
de la disposición. El prefecto, en vez de buscar soluciones, se puso a buscar enemigos. A fines de
febrero, hizo encarcelar a Atusparia, líder de los alcaldes campesinos y mandó azotarlo por “el
zambo Vergara”, ayudante del Gobernador Collazos, para que denuncie al redactor del memorial.
Al saber esto, los alcaldes fueron a reclamar a la prefectura, Noriega ordenó detenerlos y con
enorme falta de tino, dispuso se les humille cortándoles las largas trenzas, símbolo andino de su
autoridad. Era el día 1 de marzo.
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3.- EL DESARROLLO DE LOS ACONTECIMIENTOS:
El 2 de marzo, al conocerse el ultraje a sus alcaldes, los campesinos de Unchus y Marián
reaccionaron violentamente. Se dirigieron a la prefectura para reclamar pero fueron recibidos a
tiros por los gendarmes y los soldados del Batallón “Artesanos de Huarás”. Luego de una
dispersión inicial, se reagruparon en las alturas del puente de Auqui, hasta donde fueron
perseguidos por los soldados. Allí se trabó una lucha de cinco horas, donde murieron cientos de
campesinos. Esa noche, en Marián se reunieron los alcaldes de todos los caseríos que circundan la
ciudad y planificaron las acciones del día siguiente. Angel Baylón sería el jefe del grupo que
invadiría Huarás desde el este, sus órdenes eran tomar Pumacayán. Joaquín Guerrero, encabezaría
a los campesinos de la Cordillera Negra y debía atacar desde “El Balcón de Judas”. Manuel
Granados y Cossío Torres dirigirían a los que vendría de la zona norte y debían ingresar por Patay y
el puente Quillcay. Juan Sánchez fue elegido jefe de los que deberían llegar desde el sur y
posesionarse de la Plazuela de Belén.
El 3 de marzo de 1885, los campesinos de los caseríos de Huarás invadieron la ciudad a
sangre y fuego, asesinaron a 180 gendarmes y soldados del Batallón “Artesanos” y se apoderaron
de la ciudad. Si al día siguiente retornaban a sus estancias, el movimiento no hubiera pasado de
ser una revuelta, un motín; pero decidieron quedarse y expandir el movimiento, darle un
programa y levantar sus reivindicaciones; así se fue convirtiendo en una verdadera revolución.
El mando supremo, quedó en manos de Pedro Pablo Atusparia, Alcalde Pedáneo de los
caseríos del Distrito de Independencia. Atusparia demostró rápidamente que tenía cualidades de
líder. No dejó que la soberbia se le suba a la cabeza y planificó una alianza con los opositores al
gobierno de Iglesias, mientras se contactaba con más dirigentes campesinos a lo largo y ancho del
Callejón de Huaylas. Fruto de esa idea fue el nombramiento del abogado cacerista Manuel
Mosquera como nuevo Prefecto el día 5 de marzo. Atusparia se reservó el título de “Delegado de
la Prefectura”, pero la autoridad la imponía él.
El 15 de marzo cayó Carhuás, de allí surgió un bravo líder experto en lucha de guerrillas y el
uso de explosivos, era el minero “Uchcu Pedro”. Llegada la Semana Santa, Atusparia hizo un alto a
sus labores revolucionarias y dispuso que las celebraciones religiosas se realicen con normalidad,
él mismo llevó el Palio del Santísimo en la procesión del Jueves Santo.
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Los líderes campesinos ubicaron en Mancos su cuartel general con la idea de expandir la
revolución hacia Yungay y Carás. El 29 de marzo, José Orobio, conocido como “El Kori blanco”, al
mando de mil hombres inició el asedio a Yungay. Luego de tremendas escaramuzas, Yungay fue
tomada el 4 de abril. En Yungay la Guardia Urbana dirigida por don Manuel Rosas Villón contaba
con seis compañías y tenía las armas que durante la Guerra del Salitre, habían pertenecido al
“Batallón Amazonas”. Es por ello que hubo que hacer una estratégica planificación para el ataque
a Yungay.
Carás se rindió a los campesinos el día 6. Mucho influyó en este hecho la participación del
presbítero Fidel Olivas Escudero, quien pudo convencer a los alzados a ingresar a la ciudad
pacíficamente acompañando la procesión del Santísimo Sacramento.
Dueños los campesinos de todo el Callejón de Huaylas, se dedicaron a fortalecer al
movimiento. Enviaron emisarios a otras provincias de la zona de Conchucos y avisaron del
movimiento a los huanuqueños. Por otro lado, Atusparia dispuso la toma de las haciendas y el
reparto de las tierras a los campesinos. Esta medida llenó de pánico a los “mishtis” que ante la
posibilidad de perder sus propiedades, enviaron pedidos urgentes a la capital, exigiendo el
inmediato envío de tropas para develar la revolución de los desposeídos.
Pese a la encarnizada defensa que los guerrilleros de “Uchcu Pedro” realizaron en los
contrafuertes de la Cordillera Negra, derrotando hasta a dos ejércitos enviados desde Casma, por
fin, un tercer ejército al mando del Coronel Callirgos, pudo romper las defensas campesinas y por
la vía de Quillo llegó a Yungay.
Con la intempestiva llegada del ejército a Yungay el 20 de abril de 1885, la revolución
campesina, entró en franco proceso de crisis, luego de casi dos meses de incesante avance.
“Uchcu Pedro” se encargó de organizar el desalojo del ejército. Atacó Yungay durante tres
días desde el 25 de abril. Poco pudieron hacer sus fuerzas ante un ejército disciplinado que
contaba con 700 soldados armados con la tecnología más moderna llegada al Perú luego de la
guerra. Tenían además tres metralletas y un cañón. Así, con armas modernas, el ejército que
nunca venció una batalla a los chilenos, se ensañó en Yungay masacrando a campesinos peruanos.
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Las consecuencias de esta derrota fueron funestas para los intereses de la revolución
campesina. En Yungay murió la flor y nata de las tropas campesinas, la tragedia fue tanto peor
cuanto que hasta el propio líder del movimiento revolucionario, Pedro Pablo Atusparia, había sido
herido de gravedad. De morir Atusparia en Yungay, su figura se hubiera alzado con inimaginables
rasgos legendarios. Pero no murió y ese fue el inicio de su derrota personal.
El Coronel Joaquín Iraola que acompañaba a Callirgos, venía nombrado como Prefecto de
Ancash. Él dispuso el inmediato ataque a la capital departamental. Olivas Escudero intercedió para
que se realice una tregua con motivo de la fiesta del patrón de la ciudad. Iraola fingió aceptar,
pero dispuso el ataque a la ciudad para el 3 de mayo, fiesta del Señor de La Soledad. De este
modo, con traición, las huestes campesinas fueron sorprendidas, acribilladas y expulsadas de la
ciudad.
Pese a haber tomado Huarás con relativa facilidad, el ejército tuvo que pasar dos grandes
sustos antes de reducir completamente a los campesinos. El 7 de mayo fue atacado el cuartel
general del ejército, que por esos días se ubicó en el Colegio “De La Libertad”, barrio de San
Francisco. El 11 de mayo, “Uchcu Pedro”, el invencible Pedro Cochachin, atacó Huarás desde la
Cordillera Negra, en lo que constituyó la batalla de Huarupampa, donde fallecieron más de mil
aguerridos campesinos.
Atusparia, preso en casa del Inspector de Cárceles, Fabián Maguiña, había perdido
totalmente el mando de la revolución. Se le perdonó la vida a ruego de influyentes pobladores que
adujeron en su defensa, el haber sido un jefe mesurado y magnánimo, que evitó el saqueo a la
propiedad privada. “Uchcu Pedro”, al mando de los pocos valientes que aún seguían bajo su
liderazgo, se retiró hacia la Cordillera Negra para seguir hostigando al ejército con ataques
esporádicos, en espera de la llegada de tropas del General Cáceres, quien nunca acudió a su
llamado. Estas acciones las realizaron hasta el mes de setiembre, cuando cayó en una emboscada
en Quillo y fue fusilado en Casma. Pedro Celestino Cochachin, falleció el 29 de setiembre de 1885.
Otros héroes de esta revolución fueron: Ángel Baylón, José Orobio, el Curaca Tupish Huanca,
Pedro Granados, entre muchos otros valientes campesinos y campesinas; y Luis Felipe
Montestruque, el periodista que dirigió “El Sol de los Incas” vocero de la revolución.
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4.- CONSECUENCIAS Y PROYECCIONES DE LA REVOLUCIÓN:
“La revolución de Atusparia es un hecho del tiempo largo, y dentro de ese criterio debe ser
estudiado conforme al material documental acumulado en los últimos años... Hasta hoy, el error
ha estado en el hecho de ser considerado como un acontecimiento del tiempo corto que, como
dice Burdel, el acontecimiento es ‘explosivo’, tonante.[1]”
Mucho se ha dicho de las consecuencias de la revolución campesina de 1885. Para algunos
historiadores, no tuvo consecuencias valiosas. Se amparan en lo escrito por Mariátegui en la
introducción a la novela de Ernesto Reyna ‘El Amauta Atusparia’: “Atusparia fracasó por falta de
un programa y de armas”.
Hay quienes argumentan que el mayor baldón para la revolución fue el hecho de que se
restableciera la tan repudiada contribución personal, apenas se develó el movimiento.
No ha faltado quien me pregunte ¿por qué profesor, sigue insistiendo en que fue una revolución
cuando una revolución supone cambios profundos; mejor no sería llamarle insurrección, asonada,
o motín?
No crean que no haya sopesado la situación. He vuelto a consultar todos los textos escritos sobre
el tema; el último incluso de Marcos Yauri[2], quien esboza la peregrina tesis de que Atusparia y
“Uchcu Pedro” no se conocieron. Y cuanto más le doy vueltas al asunto, más me convenzo de que
lo acontecido en 1855 fue una revolución.
Una revolución supone cambios profundos. Acá se prefiere llamar ‘revolución aprista del 32’ a la
asonada de los apristas, que en realidad no ocasionó ningún tipo de cambio. Pero si analizamos
bien lo sucedido en 1885, sí estamos frente a una revolución. Pruebas al canto.
Una verdadera revolución, produce cambios en las conciencias. Eso pasó en Ancash. Luego de la
revolución, los “mishtis” del Callejón de Huaylas, cambiaron su actitud frente a los campesinos. Los
trataban con temor, con cierto respeto. Ya los abusos no podían ser tan flagrantes. Había la
sospecha de que en cualquier momento se podían volver a levantar. Soy testigo de que hasta
antes del sismo del 70, en Huarás existía un sordo temor a los campesinos.
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El campesino ancashino fue valorado a partir de 1885. Y él también se sintió diferente. Sabía
de su fuerza, conocía del poder de su unidad y lucha. Es por ello que no permitió que los
hacendados lo humillen como antes de la revolución.
Muy por el contrario, en el resto del Perú, los hacendados siguieron manteniendo una
actitud prepotente sobre sus ‘tápacos’ y servidores. Había incluso quienes se hacían conducir en
andas al visitar sus chacras; cometían todo tipo de abusos sin que por ello se les juzgue o condene.
En la zona sur, el campesino se tenía que dirigir al hacendado mirándole a las botas, ¡pobre del
que osaba mirarle a los ojos! Si no es por Velasco, en Ayacucho, Cusco y Puno, hasta el día de hoy
se estaría manteniendo esta situación. Cosa que no existía en Ancash, especialmente en el Callejón
de Huaylas. Y todo gracias a la revolución campesina de 1885.
Otro aspecto digno de análisis es que en Ancash, el campesino se hizo más político. “Los
años que van entre 1885 y 1895 son abundantes en conatos de movimientos campesinos pre
políticos, porque estuvieron encaminados exclusivamente a buscar medidas favorables a sus
problemas, puesto que ya había desaparecido la posibilidad de llevar a cabo un movimiento de
cambio de estructuras en la sociedad peruana, y en nuestro caso en Ancash”[3].
La sangre de sus mártires fructificó inmensamente. Tal es así que en 1895, el campesinado
ancashino apoyó decididamente la causa de Nicolás de Piérola. Ya entrado el nuevo siglo, en 1925,
los campesinos fueron el principal soporte de la asonada que condujeron en Huarás los
anarquistas y simpatizantes del naciente comunismo.
A mediados del siglo XX, al crearse la Confederación Campesina del Perú, sus más grandes
dirigentes han sido los líderes ancashinos Justiniano Minaya Sosa, legendario personaje que
encabezó la lucha por la creación de la universidad y quien fuera emboscado en Quillo y asesinado
en 1973 por orden de la dictadura militar, y Pablo Villanueva, asesinado también unos años
después.
Al desmembrarse el Partido Comunista del Perú, el líder de la nueva facción “Bandera Roja”,
en los años 60, fue un campesino de Cátac, Saturnino Paredes, el único que se atrevió a
enfrentarse al todopoderoso Jorge del Prado, jefe de la facción pro soviética.
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Pero quien heredó con más propiedad la sangre de Atusparia ha sido Macedonio Lirio León.
Fundador de la Federación Agraria Departamental de Ancash “Atusparia Uchcu Pedro” y
responsable de que el campesinado ancashino, se ponga a la vanguardia en el Perú, pues supo
organizarlo políticamente para intervenir en las primeras elecciones regionales de 1990, con el
nombre de “MIFADA”, llevando el símbolo del cóndor andino, y consiguiendo cinco escaños para
los campesinos en la Asamblea Regional. Macedonio Lirio fue asesinado en 1992 por la dictadura
cívico militar de Alberto Fujimori.
Durante el período de la lucha subversiva, cientos de campesinos fueron asesinados por
reclamar mejores condiciones para el agro y la reivindicación del campo. La brutal represión del
gobierno descabezó al movimiento campesino que en estos últimos años pugna por reconstituirse.
Veamos ahora las proyecciones de esta gran revolución. La Revolución Campesina de 1885
en Ancash es considerada por los estudiosos como una verdadera revolución precursora a nivel
mundial. Es necesario aquilatar los aspectos en que la revolución campesina de 1885 contribuyó a
elevar el nivel de conciencia en la lucha por las reivindicaciones de los oprimidos.
Esta revolución campesina, se realizó 25 años antes que en México se alzaran Pancho Villa y
Emiliano Zapata, líderes de la afamada Revolución Campesina en México. Es incomprensible cómo
en nuestros programas de estudio, acá en el Perú, se les obliga a nuestros alumnos aprender todos
los detalles de la revolución mexicana de 1910 y se soslaya o no se dice nada de lo acontecido en
Ancash en 1885.
Pero hay que dejar constancia de que en toda América, luego de las luchas por la
independencia, la Revolución Campesina de 1885 en Ancash, ha sido la revolución precursora de
los campesinos americanos.
La Revolución Campesina de 1885, inauguró una nueva forma de lucha al establecer el doble
mando en la revolución, el mando político (Atusparia) y el mando militar (“Uchcu Pedro”), 32 años
antes que en la revolución bolchevique hiciera lo propio su líder, Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, en
su lucha contra el zarismo.
Este aspecto poco valorado en la táctica revolucionaria, dio grandes resultados a la
revolución de 1885 y ha sido copiado infinidad de veces por los revolucionarios de todo el mundo.
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No olvidemos que luego de Lenin, quien desarrolló esta táctica fue el líder chino Mao Tse Tung, y
últimamente en el Perú, SL utilizó el doble mando entre sus filas.
Atusparia y “Uchcu Pedro” aplicaron una antigua tradición andina. La dualidad es un aspecto
básico de nuestra cosmovisión andina. Las autoridades de los ayllus eran duales, hasta el Sapa Inca
tenía su Incapa Rantín. De modo que simplemente aplicaron la costumbre andina a la nueva
situación que se les presentaba.
Lamento mucho que algunos historiadores y novelistas, planteen las cosas tergiversando
completamente esta situación. No podemos clasificar a nuestros dos grandes líderes
encasillándolos en categorías que no corresponden, haciendo aparecer a uno como “radical” y al
otro como “dubitativo”. Lo real ha sido que Atusparia, más versado en el campo de las ideas, por
haber bebido de la inspiración de los liberales huaracinos, que se reunían en la casa de su padrino
el tintorero Fabián Maguiña, se encargó de las decisiones políticas de la revolución. Él fue quien
aceptó que Montestruque dirija el órgano de la revolución: el periódico “El Sol de los Incas”.
De otro lado, Pedro Celestino Cochachin, minero de profesión, ducho en el uso de la
dinamita, Jefe de Milicias, es decir, de un grupo guerrillero, durante la guerra con Chile, tenía todo
el derecho y las condiciones para ser el director del aspecto bélico de la revolución. “Uchcu Pedro”
tiene todo el mérito en ese sentido y con su labor demostró que estaba capacitado para ejercer
dicha responsabilidad.
Doble mando en la revolución. Así uno no interfería en la labor del otro. Un aporte
realmente valioso y un ejemplo de unidad en la lucha que nos legaron estos grandes héroes,
líderes eternos del campesinado peruano.
ALBA HERRERA CLAUDIO (1996), “Huarás Historia de un pueblo en transformación”, Caraz – Perú Pág: 277 – 292.
ALVARADO BALAREZO ARMANDO (En línea)”Atusparia y la Revolución campesina de 1885” Recuperado:
http://nalochiquian.blogspot.com/2010/06/atusparia-y-la-revolucion-campesina-de.html Consultado: 16/07/13.
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BIBLIOGRAFÍA
ALBA HERRERA Augusto “Atusparia y la Revolución Campesina de 1885 en Ancash”, Caraz
- 2000.
SALAZAR MEJÍA José “Atusparia y la Revolución Campesina de 1885”, Huaraz – 1999.
ALBA HERRERA CLAUDIO “Huarás Historia de un pueblo en transformación”, Caraz – 1996.
ALVARADO BALAREZO ARMANDO ”Atusparia y la Revolución campesina de 1885”
http://nalochiquian.blogspot.com/2010/06/atusparia-y-la-revolucion-campesina-de.html
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