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SPAL MONOGRAFÍASXV

GRECIA ANTE LOS IMPERIOSV Reunión de historiadores

del mundo griego

JUAN MANUEL CORTÉS COPETE

ELENA MUÑIZ GRIJALVO

ROCÍO GORDILLO HERVÁS

(coordinadores)

A través del tiempo, por influencia de los diferentes poderes que se desarrollaron a su alrededor, Gre-cia se fue transformando, configurándose así una imagen de Grecia como salvadora de la civilización frente al bárbaro imperio persa, insignia de la democracia, símbolo de la cultura y del renacer de las artes, y portadora del pensamiento científico a través del logos.

Frente a concepciones muy arraigadas en el ideario contemporáneo, en Grecia convergen numerosas realidades. Desde el arcaísmo, comenzando con la hegemonía cretense y su influjo sobre la cultura micénica, hasta el contacto fructífero con los sucesivos reinos faraónicos, el influjo de los territorios externos se percibe en todos los ámbitos de la cultura griega. De este modo, ante el dominio mace-donio, primero, y el romano, después, Grecia asume una posición subordinada, pero aporta al mismo tiempo su bagaje cultural, que se ve acrecentado por la propia reflexión griega sobre el fenómeno imperial.

Esta obra analiza la evolución que, desde distintos ámbitos contextuales, ha experimentado la visión del territorio heleno. Queda así evidenciada cómo Grecia se formó a partir de las relaciones habidas con distintos imperios. Desde la más remota antigüedad hasta la visión contemporánea del mundo heleno, este libro pretende aportar, desde diferentes perspectivas metodológicas, una visión novedosa de la Grecia clásica.

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Títulos publicados en laColección SPAL MONOGRAFÍAS

I. La Traviesa: Ritual funerario y jerarquización social en una comunidad de la Edad del Bronce de Sierra Morena Occidental.

LEONARDO GARCÍA SANJUÁN, ED.

II. Ex Oriente Lux: Las Religiones Orientales Antiguas en la Península Ibérica.

EDUARDO FERRER ALBELDA, ED.

III. Arqueología fin de siglo. La Arqueología española de la segunda mitad del Siglo XIX.

MARÍA BELÉN DEAMOS Y JOSÉ BELTRÁN FORTES, EDS.

IV. El Clero y la Arqueología española. JOSÉ BELTRÁN FORTES Y MARÍA BELÉN DEAMOS, EDS.

V. Patrimonio Arqueológico Urbano: Propuesta metodológica del estado de conservación y riesgo. Aplicación en el Conjunto Histórico de Sevilla.

DANIEL GONZÁLEZ ACUÑA.

VI. Arqueología en Laelia (Cerro de la Cabeza, Olivares, Sevilla)

ANTONIO CABALLOS RUFINO, JOSÉ LUIS ESCACENA CARRASCO Y FRANCISCA CHAVES TRISTÁN.

VII. Entre Dios y los Hombres: El sacerdocio en la Antigüedad.

JOSÉ LUIS ESCACENA CARRASCO Y EDUARDO FERRER ALBELDA, EDS.

VIII. Testimonios Arqueológicos de la Antigua Osuna. JOSÉ ILDEFONSO RUIZ CECILIA.

IX. Imagen y culto en la Iberia Prerromana: Los pebeteros en forma de cabeza femenina.

Mª CRUZ MARÍN CEBALLOS Y FRÉDÉRIQUE HORN, EDS.

X. Las instituciones en el origen y desarrollo de la Arqueología en España.

MARÍA BELÉN DEAMOS Y JOSÉ BELTRÁN FORTES, EDS.

XI. De dioses y bestias. Animales y religión en el Mundo Antiguo.

EDUARDO FERRER ALBELDA, JOSÉ MAZUELOS PÉREZ, JOSÉ LUIS ESCACENA CARRASCO, COORDS.

XII. Ofrendas, banquetes y libaciones. El ritual funerario en la necrópolis púnica de Cádiz.

ANA MARÍA NIVEAU DE VILLEDARY Y MARIÑAS.

XIII. Piedras con alma. El Betilismo en el Mundo Antiguo y sus manifestaciones en la Península Ibérica.

IRENE SECO SERRA.

XIV. Salvación, Infierno, Olvido. Escatología en el Mundo Antiguo.

EDUARDO FERRER ALBELDA, FERNANDO LOZANO GÓMEZ, JOSÉ MAZUELO PÉREZ, COORDS.

XV. Grecia ante los imperios.V Reunión de historiadores del mundo griego

JUAN MANUEL CORTÉS COPETE, ELENA MUÑIZ GRIJALVO, ROCÍO GORDILLO HERVÁS, COORDS.

SPALMONOGRAFÍAS

XV

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GRECIA ANTE LOS IMPERIOS

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JUAN MANUEL CORTÉS COPETE

ELENA MUÑIZ GRIJALVO

ROCÍO GORDILLO HERVÁS

(coordinadores)

GRECIA ANTE LOS IMPERIOSV Reunión de historiadores del mundo griego

SPAL MONOGRAFÍASXV

Sevilla 2011

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Serie: Spal MonografíasNúm.: XV

Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecá-nico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacena-miento de información y sistema de recuperación, sin permiso escrito del Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla.

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© JUAN MANUEL CORTÉS COPETE, ELENA MÚÑIZ GRIJALVO, ROCÍO GORDILLO HERVÁS (coords.) 2011

© DE LOS TEXTOS SUS AUTORES 2011

Impreso en España-Printed in SpainImpreso en papel ecológico ISBN: 978-84-472-1302-3Depósito Legal: SE-8.509-2011Impresión: Pinelo Talleres Gráficos, S.L. Camas-Sevilla

COMITÉ EDITORIAL:Antonio Caballos Rufino(Director del Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla)

Carmen Barroso CastroJaime Domínguez AbascalJosé Luis Escacena CarrascoEnrique Figueroa ClementeMª Pilar Malet MaennerInés Mª Martín LacaveAntonio Merchán ÁlvarezCarmen de Mora ValcárcelMª del Carmen Osuna FernándezJuan José Sendra Salas

Motivo de cubierta: Reconstrucción del “Orbis terrarum” de Marco Vipsanio Agripa

Diseño: Carlos del Rio Arroyo

Este libro ha recibido una ayuda del Ministerio de Educación y Ciencia

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Índice

Prólogo ......................................................................................................... 11

Relaciones de Egipto con la Creta minoica

Mª Soledad Milán Quiñones de León .................................................... 13

La ciudad de Mileto en el Bronce Final

Elena Rodríguez Ten .............................................................................. 27

Heródoto y su posición ante los imperios de los siglos VI y V a.C.

Antonio Penadés Chust .......................................................................... 37

Heródoto y la tragedia de Jerjes. Historia y narrativa trágica

Fernando Echeverría Rey ...................................................................... 45

Grecia ante el imperio persa: Locrios, Tesalios y Focidios

en las Termópilas

Adolfo J. Domínguez Monedero ........................................................... 59

Eubea e imperialismo ateniense: un acercamiento a aspectos religiosos

Manuel Arjona Pérez ............................................................................. 73

Las ciudades griegas entre el imperio persa y el imperio ateniense

D. Plácido .............................................................................................. 85

Comer como un rey: percepción e ideología del lujo gastronómico entre

Grecia y Persia

Fernando Notario Pacheco ..................................................................... 93

El mundo desde Persepolis. El papel de Persia en el conocimiento

geográfico griego

F. Javier Gómez Espelosín ..................................................................... 107

El valor de la propaganda en la construcción del enemigo: Atenas y las

guerras médicas

Mª Cruz Cardete del Olmo .................................................................... 119

Anotaciones sobre las campañas de Timoleón en Sicilia

Víctor Sánchez ....................................................................................... 131

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Justificaciones religiosas del imperialismo ateniense en la época de la

pentecontecia

Miriam Valdés Guía ............................................................................... 141

Atenas, entre el Krátos y la Arkhé. El lenguaje de la hegemonía y el

agotamiento de la democracia

Julián Gallego ........................................................................................ 155

Arché y democracia a la luz de Tucídides

Laura Sancho Rocher ............................................................................ 167

El primer Koivòv T!" #$%&!v ante el poder macedonio

Ignacio Pascual Valderrama ................................................................... 179

El día después de Queronea: la liga de Corinto y el imperio macedonio

sobre Grecia

Borja Antela-Bernárdez ......................................................................... 187

Trabajar para el enemigo. Los diez mil de Jenofonte a la luz de la

investigación reciente

Daniel Gómez Castro ............................................................................. 197

Los griegos y la religión del imperio persa aqueménida: el dios Mithra

Israel Campos Méndez ......................................................................... 207

Ideas e imágenes de Esparta entre los griegos de época clásica

César Fornis ........................................................................................... 217

Revuelta interna y Roma. El final del reino de Siracusa

María Morán .......................................................................................... 229

'(µ% )%)*+ ,-./0". Un mal vecino es una desgracia (c.a.es.Op.346). La

confederación helenística y la imagen de los beocios en el mundo romano

José Pascual ........................................................................................... 239

Xerxes redivivus: Mitrídates, rey de Oriente frente a Grecia

Luis Ballesteros Pastor ......................................................................... 253

Los segundos del imperio

Juan Manuel Cortés Copete ................................................................... 263

Santuarios de Arcadia y dominio romano

Vasilis Tsiolis ......................................................................................... 273

Los griegos y el imperialismo romano

Arminda Lozano .................................................................................... 291

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Rasgos ideológicos helenísticos en la política ibérica de los Barca

Eduardo Ferrer Albelda .......................................................................... 305

Graecia magistra vitae. El recurso a la historia griega en los discursos de

Cicerón

Ana Rodríguez Mayorgas ...................................................................... 317

Los embajadores en las Historias de Polibio: entre la crónica y la búsqueda

de apoyos

Cristina Rosillo López ........................................................................... 329

La organización adrianea de los certámenes panhelénicos

Rocío Gordillo Hervás ........................................................................... 335

Revisión del mapa de Judea y la Decápolis (ss. I a.C.- II d.C.)

Pedro Giménez de Aragón Sierra .......................................................... 345

Aqueménidas en la antigüedad tardía: las guerras médicas en las fuentes

literarias del siglo IV

Francisco Javier Guzmán Armario ........................................................ 361

La mirada de Constantinopla. La desaparición del imperio romano

occidental

Santiago Castellanos .............................................................................. 371

A través de Ovidio: el viaje del río Aqueloo a occidente

Fátima Díez Platas ................................................................................. 377

“Facinerosi et perditi”: miradas humanistas sobre la antigua Grecia y sus

lamentables (y locuaces) habitantes

Juan R. Ballesteros ................................................................................. 393

Grecia ante Egipto en la historiografía española de los siglos XVIII y XIX

Mirella Romero Recio .......................................................................... 403

Grecia desde el imperio (americano): la obra de Victor Davis Hanson

Francisco Javier González García y Pedro López Barja de Quiroga ..... 415

Algunas reflexiones acerca del tratamiento cinematográfico de las Guerras

Médicas

Óscar Lapeña Marchena ....................................................................... 427

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Revisión del mapa de Judea y la Decápolis (ss. I a.C.- II d.C.)

Pedro Giménez de Aragón Sierra*

En este artículo se va a estudiar una pequeña región del mundo griego, la Decápolis de Siria. Una región rodeada de bárbaros semitas por todas partes: al norte acechaban los bandidos árabes de la Meseta del Tracón hasta que Herodes el Grande acabó con ellos y sus sucesores los mantuvieron bajo control; al sur y al oeste los judíos, un pueblo temible por su fanatismo que había arrasado sus ciudades durante la expansión asmonea frente a los últimos seléucidas; y al este los nómadas nabateos, que también habían impuesto su dominio en un corto período, antes de la llegada de los romanos, creando el reino de Kol

Aram, con claras connotaciones arameístas y antihelenísticas en el propio nombre1. Cuan-do ya el emperador seléucida no era capaz de proteger a los habitantes de estas ciudades griegas, Roma apareció en la Historia como la gran protectora del helenismo. De ahí que todas utilizasen como calendario propio la era pompeyana, agradecidos eternamente a su libertador. También fue una de las primeras regiones en organizar un culto imperial. Al-gunos historiadores, sin embargo, han discutido el carácter griego de estas ciudades e in-cluso la propia existencia de la Decápolis2. Igualmente, la confusión de los especialistas respecto a su origen y su fin es considerable. Sin embargo, todos los mapas de Biblias y libros de Historia Antigua suelen situar en el Israel de tiempos de Jesús una unidad territorial denominada Decápolis que se extendía desde Damasco y Rafanea, en la actual Siria, hasta Filadelfia, en la actual Jordania, aden-trándose en el lado occidental del Valle del Jordán, en el actual Israel, para incluir a Esci-tópolis. Este territorio se inmiscuiría así en la Tetrarquía de Herodes Antipas, separando Galilea y Perea. El único dato que permite suponer la existencia de la Decápolis en la primera mitad del s. I es que el Evangelio de Marcos la menciona en los viajes de Jesús3. Además, citan

* Este trabajo se enmarca dentro del proyecto MEC. HAR 2008-027601. El reino de Kol Aram fue creado por el nabateo Aretas III (85-62 a.C.) al derrotar y matar a Antíoco XII

(86-85 a.C.), el último de los seléucidas. 2. Ball, W.: Rome in the East, Londres, 2000, pp. 181-183. Opinión insostenible con la simple lectura de

La Guerra Judía de Josefo, que muestra una tremenda oposición -e incluso un odio visceral- entre los habitantes de estas ciudades denominadas “griegas” por el propio Josefo, y la población judía.

3. Mc 5,20, Mc 7,31. También Mt 4,25, pero siguiendo a Marcos, aunque no literalmente.

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346 PEDRO GIMÉNEZ DE ARAGÓN SIERRA

esta entidad territorial un autor romano y otro judío: Plinio y Josefo. Josefo publicó la Guerra entre el 75 y el 79 y la Vida en el 95 d.C.4 (curiosamente en Antiguedades no usó el término). La Historia Natural de Plinio fue terminada en el año 76 d.C5. La publicación de Marcos es menos precisa y más problemática: nadie discute hoy día que es posterior a la caída de Jerusalén en el 70 en manos de Tito, ya que incluye alusiones a la destrucción de la ciudad y del Templo, así como a la instauración de las águilas de las legiones roma-nas en el lugar sagrado, tal como destacó contundentemente Lüdemann6; pero igualmen-te, la mayoría de los investigadores creyentes tienden a acercar su redacción al máximo al final de la guerra, dado que lo contrario postergaría la redacción de Lucas y Mateo, que usan a Marcos, y de Juan, que conoce a los sinópticos. En cualquier caso, estas tres fuen-tes que citan la Decápolis son de época Flavia. Su mención por parte de Ptolomeo es dudosa7. Hay otros tres autores tardíos que la mencionan, aunque en su época no existiese ya dicha circunscripción territorial: Eusebio, Epifanio y Esteban de Bizancio8. Lo hacen fundamentalmente para referirse a un hecho histórico trascendental para el judeocristianismo primitivo: la huida a Pella justo antes de la toma de Jerusalén por las legiones romanas9. De todas las fuentes que atestiguan el hecho10, sólo Eusebio y Epifanio, mencionan el lugar al que huyeron, denominándolo a veces Pella de la Decápolis y a veces Pella de Perea. El problema de la inclusión de una ciudad en Perea o la Decápolis no es exclusivo de Pella, también se dio en el caso de su vecina Gadara. Flavio Josefo la sitúa como capital fortificada de Perea11, mientras que Marcos la sitúa en la Decápolis12. La misma confusión se aprecia analizando las descrip-ciones territoriales de Josefo, que al hablar de la Transjordania septentrional emplea tanto

4. Josefo, BJ III 9,7 (446) y Vit 65 (341-2) y 74 (410).5. Plin. HN V,74: Junto a Judea, en el lado de Siria, está la región de Decápolis, así llamada por el nú-

mero de sus ciudades, si bien no todos guardan las mismas ciudades en la lista. La mayoría, sin embargo,

incluye Damasco, con su fértil vega regada por el río Crisorroe, Filadelfia, Rafana (todas hacia Arabia), Es-

citópolis (antes Nysa, por la nodriza del padre Líber, sepultada aquí), donde una colonia de escitas se asen-

tó, Gadara, por la que fluye el río Yarmak, Hippo, ya mencionada, Dion, Pella, rica por sus aguas, Galasa,

Canata. Entre estas ciudades y alrededor de ellas, circulan tetrarquías, cada una de ellas igual a un reino e

incorporadas a reinos: Traconítide, Panias (en la que está Cesarea, de cuyas fuentes arriba hablé), Abila,

Arca, Ampeloessa y Gabe.

6. Lüdemann, G.: “The Successors of Pre-70 Jerusalem Christianity: A Critical Evaluation of the Pella Tradi-tion”, en Sanders, E.P. (ed.): Jewish and Christian Self Definition, Filadelfia, 1980-1982, v. I, pp. 161-173.

7. Geografía V, 15,22-23. El capítulo trata no sobre diez ciudades, sino sobre dieciocho de toda la región de Celesiria. El problema es que algunos manuscritos transcriben el título como 12&345+ 6&78%+ 9-)%:;3-0+ y

otros como 12&345+ 6&78%+ <= )%8 :;3-0+, siendo esta última, a mi juicio, la lectura correcta, dado el contenido.

8. Euseb. Onomastikon 1,16; Epifanio, Panarion 29,7;Esteban de Bizancio, Ethnika 203.9. He tratado en otro lugar el debate sobre la tradición de Pella, alineándome con la mayoría de los investi-

gadores que actualmente aceptan su historicidad. Giménez de Aragón Sierra, P.: La “Historia de la Salvación”,

una antigua fuente judeocristiana, Madrid, 2007, pp. 138-148.10. Existen múltiples fuentes literarias que atestiguan la huida de los cristianos de Jerusalén: Mc 13,

14-20; Mt 24, 15-22; Lc 21, 20-24; Ap 12, 6; Recognitiones I 37; Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica III, 5,3; Epifanio de Salamina, Panerion XXIX, 1,7,7-8; XXX, 1,2,7-9; y De mens. 15; Teodoreto de Ciro, Comentario de Zacarías. PG 81, 1951; y Alejandro de Chipre Discurso sobre la invención de la cruz PG 87, 4041-4044. Y no se trata precisamente de fuentes dependientes unas de otras, sino que apreciamos entre ellas matices diversos.

11. BJ IV, 413.12. Mc 5,20.

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347Revisión del mapa de Judea y la Decápolis (ss. I a.C. - II d.C.)

el término Decápolis13, como el de Perea, el de Celesiria14 e, incluso, en una ocasión15, el antiguo nombre hebreo de la región, Galaad16. La numismática no acredita la existencia de la Decápolis. Las monedas de Gadara, Abila y Filadelfia usan siempre el término “Celesiria” para aludir a la región en que se sitúan. Pero esto no es contradictorio, ya que, la Decápolis pudo haber sido una parte de Celesiria. Lo importante en la relación entre estos dos términos es dilucidar qué territorio tenía entidad política en cada momento histórico. Es decir, visto desde un punto de vista romano: cuál era el conventus, Celesiria o la Decápolis. Hay que tener en cuenta al respecto que desconocemos la división territorial de Si-ria y tan sólo tenemos información respecto a la existencia de koina o concilia, es decir, asociaciones de ciudades, denominadas aquí eparquías17, mencionadas en relación con el culto imperial, que además de tener cada una de ellas sus propios santuarios y sacerdo-tes, celebraban juntas en Antioquía unos juegos comunes, dirigidos por el gran sacerdote de Antioquía, jefe supremo del culto imperial en la provincia. “Estas subdivisiones -dice Sartre- tuvieron que servir para otros cometidos. El gobernador y sus representantes de-

bían de administrar justicia en las principales ciudades de la provincia y en las sedes de

las eparquías. Pero ningún documento lo atestigua por el momento”18. Es decir, las sedes de las eparquías pudieron ser las sedes de los conventi de Siria19. En época de Augusto las eparquías para el culto imperial eran tres: la Siriarquía con capital en Antioquía, la Cili-carquía con capital en Tarso y la Fenicarquía con capital en Tiro. Tras la anexión a Siria del reino de Commagene en el año 72 a.C., se creó la nueva provincia de Cilicia, sepa-rándola de una provincia de Siria demasiado grande. Aún así, parece que el representante

13. Vida 341 y Guerra Judaica III, 9,7 (446).14. XIV, 74-75. Guerra Judaica I, 31, 103, 155, 213, 366. En griego significa “Siria honda” probable alu-

sión a la depresión que atraviesa Siria, surcada por el Orontes, el Jordán y el Wadi Arabah, que tiene su menor altitud en el Mar Muerto, bajo el nivel del mar. Sin embargo, es más seguro que se trate de una adaptación griega del término arameo Kol Aram que significa “Toda Siria” y que en el siglo IV a.C. designaba a la satrapía persa del Éufrates, separada de la región costera, Fenicia, y de la septentrional, Siria propiamente dicha. En cualquier caso, durante el dominio seléucida la región se denominó Celesiria y el término se mantuvo en época romana.

15. Antigüedades Judaicas XVIII, 5,1 (112-115). Los manuscritos dicen Galaadítide, no Gamalítide, como traducen muchos siguiendo erróneamente a Feldman, autor de la traducción inglesa de Loeb.

16. Atestiguado, por ejemplo, en Dt 3,12; Nm 32; Jc 10,3-5; 1Mac 5,9-45. En Galaad hubo judíos hasta que Judas Macabeo (165-161a.C.) venció a los griegos y se llevó a la población hebrea de la región hacia Judea. Sus sucesores la reconquistaron repoblándola de nuevo de judíos. Juan Hircano (135-104) tomó Escitópolis y Alejandro Janneo (103-76), aprovechando la derrota de Antíoco XII ante Aretas III de Arabia, conquistó Ga-mala, Gadara, Gerasa, Dión, Gaulanítide y Pella, ciudad que los judíos destruyeron al negarse sus habitantes a

adoptar las costumbres tradicionales judías (obligaban a todos los varones a circuncidarse).17. Aunque a veces el término >:%7?8% traduce normalmente a provincia, sin embargo, aquí corresponde a

una subdivisión de la provincia, y pudo tener el significado de conventus. Si en la iglesia occidental la institución que ha heredado las circunscripciones conventuales son las diócesis episcopales, en la iglesia siria, dichas diócesis se siguen denominando hasta hoy día eparquías. Respecto a la identidad entre conventus y eparquía, véase Burton, G.P.: “Proconsuls, Assizes and the Administration of Justice under the Empire” en JRS 65, 1975, pp. 92-97.

18. Sartre, M.: El Oriente Romano, Madrid, 1994, p. 366.19. La relación entre culto imperial, koina o concilia, y conventi, sin embargo, no es matemática. En Gre-

cia, por ejemplo, no hay un culto provincial, sino cultos de diferentes ciudades que nada tienen que ver unos con otros. El único ejemplo válido como paralelo de la propuesta de Sartre, en que el culto imperial se organiza por conventi, sería la Tarraconense. Véase al respecto Lozano, F.: “Los concilios ciudadanos y el culto imperial”, en Blázquez, J.M. y Ozcáriz, P. (eds.): Et romani in provinciam venerunt. Administración de las provincias en el

Imperio romano, Madrid, 2009 (en prensa).

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348 PEDRO GIMÉNEZ DE ARAGÓN SIERRA

del culto imperial de Tarso siguió acudiendo a Antioquía en los años 80 para los juegos comunes y desapareció sólo a principios del reinado de Adriano, época en la que había ya dos nuevas sedes de culto imperial que participaban en los juegos comunes de Antioquía: Samosata (eparquía de Commagene) y Damasco (eparquía de Celesiria). Es curioso que ciudades separadas de Siria en 107, con la creación de la provincia de Arabia, como Ge-rasa, continuaran durante siglos perteneciendo a la eparquía de Fenicia, como atestigua una inscripción sobre el sacerdote del culto imperial de la primera mitad del s. III, Marco Aurelio Marón, hijo de Amintas y nieto de Demetrio, que había sido “fenicarca”20, hecho que demuestra que los límites de las eparquías no se correspondían con los de provincias y conventos. Sin embargo, hay que destacar que las cuatro capitales de eparquías sirias recibieron el título de metrópolis en diferentes momentos: Antioquía lo detentaba desde antes de Au-gusto, probablemente desde la creación de la provincia por Pompeyo, Tiro desde el año 93-94 d.C., Damasco y Samosata desde época de Adriano, como muy tarde. Aunque la capital de un conventus no tenía por qué tener el título oficial de metrópolis, el hecho de que una ciudad lo tuviera indicaba con muchísima probabilidad que era la cabeza de un distrito administrativo. Indudablemente, tanto la concesión del título de metrópolis como la organización de una eparquía propia para el culto imperial, reflejan una previa conce-sión de la capitalidad administrativa de un conventus. Es decir, no indican la fecha en que dicha ciudad adquirió ese rol político, sino tan sólo un terminus ante quam. En conclu-sión, el hecho de que Damasco se convirtiera en sede de culto imperial y metrópolis en época de Adriano implica que era la capital de un conventus en época de Adriano (llámese Celesiria o Decápolis), pero no indica cuándo comenzó a serlo ni a qué conventus perte-neció Damasco antes de Adriano. Por otra parte, hemos de tener en cuenta que para los romanos no era fácil adaptar el sistema provincia-conventi a todos los territorios, especialmente a aquellos que ya tenían una organización territorial secular, como es el caso del oriente helenístico. Así, un reino como Pérgamo tuvo en época helenística tan sólo un nivel de subdivisión territorial entre el Estado y la polis, y al convertirse en provincia de Asia estas subdivisiones se transfor-maron en conventi21. El caso de Siria es más complejo: en época seléucida las antiguas sa-trapías persas se mantuvieron como provincias (eparquías) bajo el mando de un estratego. Las provincias seléucidas se dividían en mérides o regiones al frente de las cuáles estaba un epistates. Así, por ejemplo, Judea y Samaría eran regiones de la provincia de Celesiria-Fenicia en época de Antíoco IV22. Las regiones se dividían en toparquías23 y las toparquías en komai o comarcas rurales. Cabe la posibilidad de que la zona que los romanos llamaron después Decápolis fuera en época seléucida una de esas mérides en que se dividía la epar-quía de Celesiria-Fenicia, pero es algo que, hasta el momento, no se puede demostrar.

20. Welles 188. 1.4. Gatier, P.-L.: “Inscriptions du Ier Siècle à Gérasa”, en Syria, 79, 2002, p. 281.21. Plinio menciona diez: Filomelio, Cibyra, Synnada, Apamea, Alabanda, Sardes, Esmirna, Éfeso, Adramyt-

tio y Pérgamo (5,95-5,126), pero en época republicana hay que añadir Tralles, Mileto y Mylasa, como puede verse en una carta publicada por Sherk, R.: Roman Documents fron the Greek East, Baltimore, 1969, nº 52,11, p. 42.

22. 2M 5, 22-23.23. Las toparquías de Judea, por ejemplo, eran: Jericó, Gofna, Acrabatta, Tamna, Lida, Emaús, Betletefa

y Engadí. Schürer, E.: Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús, Madrid, 1985 (Edimburgo, 1979), v.II, p. 252-268.

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349Revisión del mapa de Judea y la Decápolis (ss. I a.C. - II d.C.)

La interpretación tradicional suponía que la creación de la Decápolis como un koi-

non, concilium o liga de ciudades se debió a Pompeyo. El creador de esta hipótesis fue Smith, aunque el que más la difundió fue Schürer24. La apoyaron, entre otros, Jones y Bietenhard25. Hubo que esperar a Parker para que se cuestionara la existencia de dicha entidad territorial, ya que, según él, la escasez de fuentes literarias independientes y la au-sencia de testimonios numismáticos pesaba más que la única fuente epigráfica conocida, una inscripción palmirena26, por lo que concluía que se trataba más bien de un término geográfico, no político, útil para la propaganda romana frente a los rebeldes judíos27. Sin embargo, Isaac demostró posteriormente que había otro epígrafe más, una desaparecida inscripción de Madytos, que atestiguaba la existencia de una entidad territorial de carác-ter político-administrativo28 y Gatier consolidó poco después la hipótesis de Isaac con el descubrimiento de otro epígrafe en la colección del Palazzo Peruzzi de Florencia29, por lo que hoy día no es cuestionable su existencia. Las inscripciones que atestiguan la existencia de la Decápolis son las siguientes:1ª) La inscripción de Madytos datada en torno al 100 d.C.: [4@,4A%]µ="0B 9-)%:;3-0+ /45+ -@" 6C78%B

Se trata de una inscripción griega descubierta a finales del XIX por Hauvette-Bes-nault en Madytos (hoy Eceabat), ciudad del Quersoneso Tracio30, y actualmente en paradero desconocido. La inscripción mencionaba la Decápolis como una entidad administrativa en la que ejerció un cargo político el militar romano epigráficamente homenajeado. El militar estuvo en Siria al mando del Ala II Pannoniorum del 88 al 93 d.C., aproximadamente, y luego, en torno a 93-95 d.C., desempeñó un cargo en la Decápolis31. Por tanto, hubo una entidad administrativa denominada Decápolis, de-pendiente del Legado de Siria.

2ª) La inscripción de Palmira datada en el año 134 d.C.32: D,%EF",-32+ DG&34"2H+ /45+ 9-)%:;3-0+

Se trata de una estela dedicada a Zeus Megistos Keraunios. Es curioso que mencione precisamente a un mensajero de Ábila de la Decápolis, porque esta ciudad fue la que más tarde se incorporó al grupo, ya que perteneció a la tetrarquía de Agripa II hasta su muerte en 92-93 d.C., como el propio Plinio atestigua.

24. Smith, G.A.: Historical Geography of the Holy Land, Londres, 1894, p. 596; Schürer, E.: Geschichte des

judischen Volkes im Zeitalter Jesu-Christi, Leipzig, 1901-1909 (la actual edición revisada de Vermes, Millar y Black mantiene la misma tesis, aunque con matices respecto a la pertenencia de algunas ciudades a la Decápolis).

25. Jones, A.H.M.: Cities of the Eastern Roman Provinces, Oxford, 1937; y H. BIETENHARD: “Die De-kapolis von Pompeius bis Trajan”, ZDPV 79, 1963, pp.24-58 (el mismo texto en ANRW, II.8, p.220-261).

26. Cagnat, R.L.V.: Inscriptiones graecae ad res romanas pertinentes, París, 1964, 3. § 1057.27. Parker, Th.: The Decapolis Reviewed, JBL 94, 1975, pp.437-441.28. Isaac, B.: The Decapolis in Syria, a Neglected Inscription, ZPE, 44, 1981, p.67-74.

29. Gatier, P-L.: “Décapole et Coelé-Syrie: deux inscriptons nouvelles”, Syria. T. 67, fasc. 1,1990, pp.

204-206.30. Hauvette- Besnault, A. « Sur quelques villes anciennes de la Chersonnèse de Thrace », BCH 4 (1880),

506ff.31. Benjamin Isaac discute la lectura de Domaszewski -32,&A%µ="0B- y defiende la de Hauvette -I4I,4A%µ="0BJ-

del verbo 4I,=2µ%&, dirigir, mandar, usado en ocasiones para referirse a la labor de los procuratores y otros car-gos romanos, con lo cual la traducción sería “puesto al mando de la Decápolis de Siria”.

32. IGRR 3, 1057.

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350 PEDRO GIMÉNEZ DE ARAGÓN SIERRA

3ª) La estela del Palazzo Peruzzi de Florencia, datada en el s. II d.C.: 9&2<K72C L3&2<K72C %:2H 6C7&%)45+ 9-)%:;3-0+ M%<F70" /%N-K"

La datación de esta última es menos concreta que las anteriores, dado que se basa sólo en la paleografía: la similitud con respecto a IGUR 59 (de época de Marco Aure-lio) e IGUR 26 (de época de Cómmodo) aconseja datarla en época de los Antoninos, sin más precisiones.

Los propósitos de este artículo son dos: delimitar cronológicamente la existencia de la Decápolis, desde su fundación hasta su desaparición; y reflexionar sobre los objetivos que Roma perseguía con la creación de esta entidad territorial. Una premisa de partida fundamental e indiscutible es la siguiente: la Decápolis no apa-rece atestiguada en ningún documento histórico anterior a la Guerra Judía (66-74 d.C.). Por consiguiente, al desprendernos del prejuicio sobre su existencia desde Pompeyo, podemos admitir lo que se deduce con total claridad de la lectura de la principal fuente para el conocimiento de la Historia de esta región, Flavio Josefo, a saber: que muchas de las ciudades de la Decápolis pertenecieron a los Estados judíos en diferentes épocas de su historia, pero en especial durante los Asmoneos y durante los Herodianos. Revisemos lo que dicen Josefo y otras fuentes al respecto. En el año 63 a.C., Pompeyo, tras despojar a los habitantes de Jerusalén de las ciuda-

des de Celesiria que ellos habían sometido anteriormente, las colocó bajo el mando de su

propio legado, y al conjunto de la nación judía que anteriormente había alcanzado vastos

límites, la redujo a sus estrictos términos. Y Gadara, que había sido arrasada poco antes,

la refundó, regalándosela al gadarense Demetrio, liberto suyo. Y las restantes ciudades,

a saber, Hippos, Escitópolis, Pella, Dion, Samaría y también Marisa, Ashdod, Jamnia y

Aretusa, (…) Gaza, Jopa, Dora y la Torre de Estratón (...) todas las cuales dejó libres y

asignó a la provincia (de Siria)33. Nada en el texto indica la fundación de la Decápolis. Simplemente se repueblan las ciudades de Celesiria por sus antiguos habitantes griegos expulsados unas décadas antes por el rey judío Alejandro Janneo, al igual que las ciu-dades de Samaría o la costa filistea. También se integra en Siria a Judea, reducida a sus estrictos términos, es decir a los de las tribus de Judá y Benjamín, o lo que es lo mismo, a los límites que había tenido como toparquía del Imperio Seléucida antes de la rebelión de los Asmoneos. De hecho, la noticia que el propio Josefo da después es muy clara: el legado de Siria nombrado en el año 57 a.C. por influencia de Pompeyo, Aulio Gabinio34, dividió el territorio que había formado el antiguo reino de los Asmoneos: “Volvió a insta-

lar a Hircano en Jerusalén, para que se hiciera cargo de los cuidados del Templo. Y tras

instituir cinco Sínodos, distribuyó a la población judía en otras demarcaciones y, conse-

cuentemente, unos estaban integrados en la comunidad política de Jerusalén, otros en la

de Gadara, los siguientes en la de Amatunte, los cuartos lo estaban en la de Jericó y el

quinto grupo en la de Séforis de Galilea. Y a partir de entonces, los judíos, desligados de

un poder monárquico, vivieron en un régimen aristocrático”35. Como claramente dice Jo-sefo, se trata de un cambio del régimen monárquico judío al régimen republicano romano,

33. Josefo, AJ XIV 4,4 (74-76).34. Refundador de Canata, según testimonia el título de Gabinia recibido en las monedas.35. Josefo, AJ XIV, 75-91.

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351Revisión del mapa de Judea y la Decápolis (ss. I a.C. - II d.C.)

integrándose todo el país en la provincia de Siria y creándose una serie de subdivisiones territoriales, probablemente conventi o concilia de ciudades. Es decir, Gabinio dividió la Transjordania que había formado parte del reino Asmoneo en dos partes: el norte con capital en Gadara y el sur con capital en Amatunte; mientras que dividió en tres partes la zona al oeste del Jordán: Galilea con Séforis, el centro con Jericó y el sur con Jerusalén36. Nada dice Josefo de las ciudades de Celesiria que nunca fueron asmoneas, pero se pueden plantear dos posibilidades: primera, que el Valle del Rey (Damasco y las ciudades de su zona) formaran parte del conventus o concilium de Celesiria-Fenicia, reducido al final del Imperio Seléucida a la franja Líbano-Valle del Rey; y segunda, que Damasco fuera capital de un conventus o concilium y Tiro capital de otro. Esta organización territorial no duró mucho, porque durante el reinado de Herodes el Grande (37-4 a.C.) de nuevo Judea adquirió la independencia, desligándose de la provincia de Siria, y extendiéndose más al norte aún que durante el reino asmoneo por la Transjordania37. Herodes luchó en la Transjordania septentrional (Batalla de Canata) y meridional (Batalla de Filadelfia) con los nabateos, hecho que le valió la incorpora-ción de Gadara e Hippos, entre otras ciudades de la zona, a pesar de las protestas de los ciudadanos de Gadara ante Augusto y Agripa. También conquistó la meseta del Tracón al rey de los bandidos, Zenodoro, apoyado por los nabateos, hecho que le valió la incor-poración de Gaulanítide, Traconítide, Auranítide y Batanea. En este tiempo la Transjor-dania recibió el nombre de Perea y Herodes cedió su administración a su hermano Feroras. Perea hacía frontera con la Arabia nabatea por el Este y con Gaulanítide-Au-ranítide-Traconítide-Batanea por el norte. No había Decápolis ni territorio dependiente de la provincia de Siria en la zona. Esta es la situación que describe Estrabón en el libro XVI de la Geografía, publi-cado entre el 17 y el 23 d.C. Estrabón explica el diferente status administrativo de cada territorio y no sólo no menciona a la Decápolis sino que al citar ciudades como Gadara y Filadelfia las incluye con rotundidad en Judea, al mencionar a Escitópolis la incluye en Galilea, región de Judea, y cuando habla de Damasco la incluye en Celesiria38. Por otra parte, la delimitación que da de Judea es muy importante, porque traza un rectángu-lo entre la costa (Gaza como límite sur y aunque no cita el límite norte, se entiende por el contexto que iría hasta el Carmelo), Antilíbano-Tracón y el Desierto de Arabia, con lo cual incluye así íntegramente a la Transjordania en Judea. Si hubiera querido excluir la Transjordania hubiera puesto el Jordán como límite. A la muerte de Herodes el Grande, Perea pasó a formar parte de la tetrarquía de Herodes Antipas junto a Galilea, mientras que Traconítide-Gaulanítide-Auranítide-Ba-tanea fue para Filipo y Judea-Samaría-Idumea para Arquelao. Augusto, cediendo a las

36. Los argumentos en busca de otra Gadara son absurdos, porque no hay ninguna ciudad con este nombre u otro parecido digna de ser capital de un sínodo del tamaño, al menos, de Galilea. Además, Gadara fue después capital fortificada de Perea, como ya hemos visto.

37. Josefo, AJ XV, 108-364, XVI, 282-284 y XVII, 23-31.38. Estrabón XVI, 2, 20-45. El propio Estrabón explica que existían dos conceptos de Celesiria: uno más

amplio que incluía toda la depresión desde el Orontes hasta el golfo de Áqaba que tiene su punto más bajo en el Mar Muerto, y otro más estricto, más particular, que consiste en la región del Líbano y el Antilíbano (con la depresión intermedia en que nacen el Orontes, el Leontes y el Jordán), y el Valle del Rey o región de Damasco entre el Antilíbano, el Golán y el Tracón.

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peticiones de sus ciudadanos, separó al fin de los Estados judíos a dos ciudades de Transjordania, Gadara e Hippos, y a una de la costa, Gaza, haciéndolas depender direc-tamente del legado de Siria39. Gadara e Hippos se convirtieron en una franja-tapón entre la tetrarquía de Antipas y la de Filipo (Betsaida, en la orilla nordoriental del Genesaret, era de Filipo, que la denominó Julia). Escitópolis seguiría formando parte de Galilea, mientras que Pella, Abila, Dión, Gerasa y Canata continuarían perteneciendo a Perea, territorio de Antipas40, a no ser que algunas de estas ciudades hubieran sido ocupadas por los nabateos, ya que Aretas IV (9 a.C.-40 d.C.) declaró la guerra a Antipas al repu-diar este a su hija para desposar a Herodías, lo que provocó una disputa de fronteras en

la región de Galaadítide41. Antipas arrebató Maqueronte a Aretas, pero este probable-mente ocupó algunas ciudades de Galaad e incluso tomó Damasco42, hecho que sin duda utilizó Calígula en 39 a.C. como argumento para destituirlo, desterrarlo a los Pirineos y nombrar en su lugar a Herodes Agripa I. Calígula dio órdenes al legado de Siria, Vitelio, de que suspendiera la invasión de Arabia. No sabemos qué consiguió a cambio de los nabateos, pero es probable que abandonaran los territorios ocupados en Galaad. Puesto que Agripa poseía ya la tetrarquía de Filipo, que le había concedido Calígula al llegar al trono en el 37, cuando Claudio le añadió en el 41 la antigua tetrarquía de Arquelao se produjo la reconstrucción del reino de Herodes el Grande. A la muerte de Agripa I en el 44, Judea sería gobernada por un procurador imperial, con la excepción de Traconítide-Gaulanítide-Auranítide-Batanea que Claudio concedió a Herodes Agripa II, a lo que Nerón añadió en el año 55 cuatro ciudades con sus topar-

quías, Abila y Julia de Perea, y Tariquea y Tiberíades de Galilea43. Tariquea y Tiberíades están situadas en la orilla occidental del Lago de Genesaret o Tiberíades, por lo que es ló-gico suponer que la Julia a la que se refiere sea la Betsaida del Evangelio, ciudad situada en la orilla nordeste del Lago, con lo que Agripa II poseería casi toda la región del Lago con la excepción de los territorios libres de Gadara y Hippos44. La pertenencia de Abila

39. Antigüedades Judaicas XVII, 320, Guerra Judaica II, 97. La exactitud con que menciona estas tres ciudades en ambas fuentes excluye la posibilidad de que Augusto creara la Decápolis por aquel entonces.

40. Esta extensión de Perea hace más lógico el testamento de Herodes el Grande, puesto que se aprecia continuidad geográfica en las dos regiones de la tetrarquía de Herodes Antipas.

41. Antigüedades Judaicas XVIII, 109-115. Como ya se anunció en la nota 13, Feldman, en la traducción inglesa de Loeb, decidió que la mención de Galaadítide debía ser un error de Josefo, y que se trataría de Gama-lítide. Pero no hay ni un solo manuscrito que atestigüe la transcripción de Feldman, que simplemente se dejó llevar por el prejuicio de la existencia de una Decápolis siria desde Pompeyo hasta Trajano. Además, si situa-mos a Gamala en Galilea como creía Feldman al corregir el texto, es imposible que Aretas llegara hasta allí, porque su reino no hacía frontera con esta región y ¡tendría que atravesar una hipotética Decápolis romana!, y si la situamos al norte de Dión y al este de Hippos, como hacen Crossan y Reed en su reciente mapa arqueoló-gico de la región, la cosa tiene aún menos sentido, porque implicaría que el reino de Antipas se extendía hasta la supuesta Decápolis. Pero en realidad la Decápolis no existía, y lo que dice el texto de Josefo es exactamente lo que quiere decir, que la antigua región judía de Galaad pertenecía a Herodes Antipas (porque estaba incluida en Perea). Téngase en cuenta, por último, que los conflictos territoriales entre Arabia y el reino judío por la re-gión de Galaad ya se habían producido antes, en tiempos de Herodes el Grande, como hemos visto al hablar del enfrentamiento entre ambos por Canata.

42. 2Cor 11,32. Pablo huye del etnarca nabateo que gobernaba la ciudad. La ausencia de monedas de este emperador en la ciudad apoya la historicidad del texto paulino.

43. Guerra Judaica II, 252. En XX, 159, sólo se menciona Julia de Perea y diecinueve aldeas. 44. Probablemente estas dos ciudades mantuvieron su autonomía con respecto a Agripa I.

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al reino de Agripa II está atestiguada por la descripción que después de la Guerra haría Plinio de la recién creada Decápolis, en la que menciona claramente que Abila no perte-necía a este territorio, sino a una tetrarquía, que no puede ser otra que la de Agripa II45. Canata, por otra parte, también perteneció al reino de Agripa II, bien formando parte de la toparquía de Abila, bien de Batanea46. Está claro que tampoco había Decápolis por aquel entonces. Perea llegaba hasta Pella incluida, como afirma el propio Josefo: Tiene esta de

largo desde Maqueronte hasta Pella y de ancho desde Filadelfia hasta el Jordán47. Fue la Guerra Judía lo que transformó la visión que los romanos tenían del territorio. En el año 71, destruida Jerusalén, se creó la provincia pretoriana de Judea, enviándose a un Legado Proprétor al mando de la misma. El primero fue Sexto Lucilio Basso, desde el verano del 71 hasta su muerte en la provincia a finales del 72 o comienzos del 73. Lo más probable es que la Decápolis fuera creada entonces. Otra posibilidad es el año 72, situando entonces su creación en el contexto de la gue-rra con los partos. En torno al 71-2, los alanos invadieron Partia y el Rey Vologeses I (51-80 d.C.), que había prestado ayuda a Vespasiano en el 69, requirió que le enviase a uno de sus hijos con un ejército. Domiciano, que quería dirigir aquella expedición, sobornó a los reyezuelos vasallos de Roma para que presionaran a Vespasiano, pero el emperador no sólo no envió el ejército, sino que además hizo caso al Legado Proconsular de Siria, L. Junio Cesenio Peto, que acusó a Antíoco IV de Commágene y Aristóbulos de Armenia Menor de conspirar junto al rey de los partos. En otoño o invierno del 72 Cesenio Peto anexionó el reino de Commagene a su provincia48. Esta anexión supuso poco después una reforma de la provincia de Siria, de la que se separó Cilicia, pero quizás también fuera en

45. Los historiadores de la línea de interpretación tradicional (Jones, Schlatter...), partiendo de la errónea hipótesis de la existencia continuada de la Decápolis, consideraron que la Julia aquí mencionada era la Livia del sur de Perea, también llamada Julia, y Abila la quisieron identificar con Abel, una aldea de Perea. Sin embargo, lo lógico es que se tratase de ciudades limítrofes o cercanas al reino de Antipas, especialmente en el caso de Julia Betsaida, porque daría continuidad a sus posesiones en torno al Lago Genesaret o Tiberíades. Así se deduce ade-más de Guerra Judaica IV 410-439. Este pasaje -que trata de la conquista de Perea por parte de Plácido tras la recepción triunfal de Vespasiano en Gadara, que le abrió las puertas- también ha sido interpretado erróneamente, desde mi punto de vista. El nuevo Schürer, al hablar de Julia (v. II, p.242) y Abila (v. II, p.191), adopta una pos-tura compleja. Por una parte, admite que son las ciudades de la posterior Decápolis al tratar de la donación de Nerón (v. I, p.605), pero no cuando se trata de la conquista de Perea por parte de Plácido. El Schürer dice que las Abila y Julia tomadas por Plácido pueden ser las ciudades vecinas de Gadara, en Galaad, o las aldeas del sur de Perea, por las que se inclina finalmente. Es inadmisible la interpretación que da en este contexto sobre Gadara,

capital fortificada de Perea, identificándola con la aldea de Gadora, que ni era capital ni estaba fortificada, ni tenía una población tan numerosa, como se deduce del texto. Y puesto que tenemos que admitir que se trata de la gran Gadara refundada por Pompeyo y constituida en sede de un sínodo regional por Gabinio, también es más lógico pensar que Abila y Julia son las ciudades septentrionales y no las aldeas del sur.

46. Le Bas-Waddington Inscriptions grecques et latines recueillies en Grèce et en Asia Mineure III, 1870, nº 2364 y 2365 (OGIS 419 Y 424).

47. Guerra Judaica III, 46. La indudable inclusión de Maqueronte hace también indudable la de Pella. Es cierto que la inmediatamente posterior descripción de los límites de Perea parece excluir a Pella y esto ha con-fundido a muchos, pero hay una explicación: al describir en el siguiente pasaje los límites de Perea, Josefo tiene en mente la situación del momento en que escribe, no los del momento previo a la guerra, como demuestra la inclusión de Tiberíades y Tariquea en Galilea en esta descripción del país, cuando poco antes narró cómo habían sido segregadas de Galilea e incorporadas al reino de Agripa II por concesión de Nerón. Esto explica también que Josefo diga que Perea era más extensa que Galilea.

48. Suet. Vespasiano VIII, 8,4; Domiciano VIII, 2,2; Joseph, BJ VII, 219-243.

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354 PEDRO GIMÉNEZ DE ARAGÓN SIERRA

este momento cuando se anexionaron a Siria las ciudades de Filadelfia, Gerasa, Pella, etc, pertenecientes hasta la guerra a Judea. La huida a Partia de los hijos de Antíoco de Commagene supuso la sustitución de Peto por Mario Celso en el 73, como atestigua una inscripción hallada cerca de Samo-sata49. Sin embargo, a finales del 73 o principios del 74, ante el cariz que tomó la guerra con los partos, Vespasiano envió a Marco Ulpio Trajano el Viejo50, su hombre de confian-za en la Guerra de Judea al mando de la X Fretensis, que gobernaría la provincia hasta el 7851, año en que regresaría a Roma para recibir los ornamenta triunfalia52. Y es precisa-mente una inscripción de Gerasa en honor de Trajano el Viejo la que atestigua que hacia el 75-76 la ciudad ya formaba parte de Siria, y no de Judea, como hasta entonces53. Además, hay otra inscripción de Gerasa, relativa a la construcción de la última puerta de la muralla, que menciona a Trajano el Viejo y a Cejonio Cómmodo, su sucesor en el gobierno de Siria a partir de mediados del 78, que indica el año 75 como año de victoria de Trajano (segu-ramente referencia a una victoria frente a los partos), como fecha de comienzo de dicha puerta54. Esta obra hay que ponerla en conexión con el nuevo plan de la ciudad trazado en el 69, con una reorientación del cardo y el decumano. En definitiva, la creación de la Decápolis se produjo con certeza entre el 71 y el 75, aunque estoy totalmente de acuerdo con Bowersock en que lo más probable es que todas las reestructuraciones territoriales de Judea, Siria, Commagene y Cilicia se produjeran al mismo tiempo por la labor de Trajano el Viejo en el 74, terminada ya la guerra de Judea con la toma de Masadá. En cuanto al carácter de la Decápolis como unidad territorial dentro de la provincia de Siria, estoy convencido de que su función original era fundamentalmente militar. Un primer argumento posible sería que Rafanea, al norte de Celesiria y a medio camino entre Damasco y Antioquía, fue base de un campamento legionario ya en el s. I y sede perma-nente de la Legión III Gálica en el s. II55. Pero cabría objetar que Plinio no se refiriese a esta ciudad cuando menciona su “Rafana”56. Aún así, habría otros argumentos sobre la función militar: Escitópolis y Gerasa fueron sede de dos alas de caballería de auxiliares: el Ala Antiana de Tracios y Galos y el Ala Augusta de Tracios, respectivamente. Lo más probable es que dichos destacamentos de caballería de auxiliares tracios y galos fuesen situados ya en ambas ciudades por parte de Trajano el Viejo en plena Guerra Judía. Y sin duda dependieron de los legados de las legiones de Siria (la distancia se salvaría, precisa-mente, por la caballería).

49. ILS 8903 = IGLS 66.50. Legado de la Legión X Fretensis del 66 al 70. Cónsul suffectus en otoño del 70. Véase Caballo, A. Los

senadores hispanorromanos y la romanización de Hispania, Écija, 1990; y Alföldy, G. “Traianus pater und die Bauinschrift des Nymphäums von Milet”, REA 100, 1998, p.367-399 (en español en ÁLVAREZ, J. (ed.): Traja-

no, emperador de Roma. Actas del Congreso Internacional de Sevilla 1998, Roma, 2000, p. 11-24).51. Bowersock, G.W.: “Syria under Vespasian”, en JRS 63, 1973, pp. 133-140.52. Y su hijo, el futuro emperador, un Parthica laurus. Plin, HN 14,1 y 16,1.53. Gatier, P.-L.: “Gouverneurs et Procurateurs à Gérasa”, en Syria 73, fasc. !, 1996, pp. 47-48. Cuando

escribe el artículo la inscripción está aún pendiente de publicación en IGLS 21,1.54. IGRR III 1356. Para la correcta interpretación de la inscripción, Bowersock, op. cit. p. 138.55. Pollard, N.: Soldiers, Cities and Civilians in Roman Syria, Michigan, 2000, pp. 38-41.56. Schürer, op. cit., p. 192. No me convencen del todo estos argumentos. La distancia entre Rafanea y Da-

masco es menor que la existente entre Damasco y Filadelfia. Y geográficamente, pertenece a Celesiria.

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355Revisión del mapa de Judea y la Decápolis (ss. I a.C. - II d.C.)

La relación de Trajano el Viejo con Escitópolis comenzó a finales del año 67 a.C., cuando acuarteló a la X Legión Fretensis en la ciudad57. Los ciudadanos de Escitópolis masacraron a la población judía y entregaron la ciudad a los romanos al comienzo de la guerra, por lo que sería considerada por los romanos como un oasis de fidelidad a Roma en medio de la rebelde Galilea. En el año 69 a.C., Trajano el Viejo mejoró las comunica-ciones de la ciudad a través de una vía con Cesarea que construyó con sus propios legio-narios, como consta en una inscripción58. Desde allí partió para dominar Perea, es decir, la Trasjordania59. Que Josefo considerase a Escitópolis cuando escribió la Guerra en 75-79, la más im-

portante de la Decápolis, a pesar de que anteriormente fue Gadara la más importante ciu-dad de la región, y después Damasco60, indica la relevancia que se le dio tras la fundación de la Decápolis y es una razón de peso para considerar la permanencia del Ala Antiana de caballería gala y tracia desde estas fechas. La inscripción hallada en Beth-Shean en 1988 dice así: “Flavi Ulpiani dec(urionis) alae Antia(a)e”61. Last y Stein dataron la inscripción en época del emperador Trajano basándose en el cognomen Ulpianus, pero es mucho más lógico datarla en época de Vespasiano, atribuyendo el nomen Flavius al emperador que le dio la ciudadanía romana al decurión y el Cognomen Ulpianus a Trajano el Viejo, que pudo ser su legado en la X legión del 66 al 70 y el que realmente le concediera la ciudadanía durante su gobierno de Siria del 73 al 78. El Ala Antiana, creada por C. Antius, legado de Germánico que hizo el censo gálico en el año 16 junto a P. Vitelio, en el año 54 estaba ya en Siria. El hecho de que sea mencionada en un epígrafe del año 8862 como unidad de la provincia de Siria no significa que no estuviera asentada en Escitópolis, ya que esta, como toda la Decápolis, pertenecía a Siria. Sólo a partir de la creación de la provincia de Siria-Palestina sería mencionada como unidad de dicha provincia, lo que demuestra que Escitó-polis debió ser transferida a dicha provincia cuando fue creada por Adriano. En cuanto a la presencia del Ala Augusta de Tracios en Gerasa, la indica una reciente inscripción63. Según Gatier, el ala debió instalarse en Gerasa tras la guerra judía y perma-neció allí hasta el 107, en que fue trasladada a Retia, dado que la integración en Arabia hacía innecesaria la función militar de Gerasa64. Al igual que Escitópolis, Gerasa era una ciudad extremadamente fiel a los romanos. Gatier ha planteado recientemente la posibilidad de que el procurador o prefecto mencionado en la desaparecida Inscripción de Maditos residiera en Gerasa, al mando del Ala Tracia Augusta65. Pero lo mismo puede decirse de Escitópolis y del Ala Antia-na. Personalmente, pienso que la capitalidad de la Decápolis, que debe considerarse un

57. Guerra Judaica IV 2,1 (87-88).58. Israel Grid reference nº 17564-22356. Isaac, B.H. y Roll, I.: “A Milestone of A.D. 69 from Judaea: the

Elder Trajan and Vespasian”, en JRS v. 66, 1976, pp. 15-19.59. Guerra Judaica IV 8,1 (450).60. Guerra Judaica III, 9,7 (446).61. Last, R. y Stein, A.: “Ala Antiana in Scythopolis: A New Inscription from Beth-Shean”, en ZPE 81,

1990, pp. 224-228.62. Roxan, M.: Roman Military Diplomas 1954-1977, Londres, 1978, nº 3, pp. 173-184.63. Gatier, op. cit, p. 273-276: “Aulouzenes, hijo de Tradikentos, caballero del Ala Thracum Augusta, de la

turma de Ezbenos. Sita, su hermano, de la turma de Bitos (la dedicó)”.64. Por la instalación en Bostra de la Legión III Cirenaica. Véase Pollard, op. cit., p. 42.65. Gatier, op. cit. 2002, p. 276.

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356 PEDRO GIMÉNEZ DE ARAGÓN SIERRA

conventus de Siria, debió estar al principio en Escitópolis, atendiendo a la noticia trans-mitida por Josefo y debido a que una de las principales funciones militares de dicha Ala sería salvaguardar a las ciudades grecosirias de la Decápolis de una posible revan-cha judía. El Ala Augusta de Tracios situada en Gerasa, en cambio, tenía como función controlar, por una parte, los movimientos de los nabateos (que, en época de Calígula, como se ha visto anteriormente, habían ocasionado problemas en las fronteras); y por otra parte, posibles incursiones partas a través del Desierto de Arabia, especialmente preocupantes por la guerra de los años setenta. No hay que descartar la posibilidad de que también en Damasco hubiera un destacamento militar importante. ¿Quizás el Ala de los Panonios? El procurador o prefecto de la Decápolis tendría entre sus funciones la coordinación y vigilancia de estas unidades militares, así como la administración de justicia por delegación del Legado de Siria. La creación de la Decápolis tendría también un sentido político-cultural. Los restos arqueológicos de Pella, Escitópolis y Gerasa demuestran que durante los Flavios hubo una activa labor urbanística y monumental en la zona. No sólo se trataba de proteger el territorio con una serie de destacamentos de caballería de auxiliares, sino también de ro-manizarlo. Para ello, había que ganarse a la población grecosiria, que había vivido dramá-ticamente la ocupación judía de sus territorios en época asmonea y en época de la Guerra Judía. Y un buen modo de lograrlo era civilizándola, es decir, desarrollando su carácter urbano y su nivel cultural, con teatros, odeones y termas66.

En cuanto al final de la Decápolis, es una cuestión más compleja de solucionar. Isaac planteó la creación de la provincia de Arabia en el 106 como fin de la entidad, ya que las pruebas de la pertenencia de Gerasa y Filadelfia a dicha provincia a partir de esa fecha son múltiples67. Pero esto se contradice con el hecho de que dos de las inscripciones que mencionan a la Decápolis sean datadas después de esta fecha. Puesto que no parece que fuera transferida a Arabia ninguna otra ciudad más de la Decápolis, no es necesario suponer su desaparición por el simple hecho de perder dos de sus miembros, sobre todo cuando en torno al año 93 se produjo la muerte del tetrarca Agripa II sin herederos68. La distribución que se hizo de los territorios de Agripa II pode-mos apreciarla por la descripción de la región que hace Ptolomeo, que refleja en su obra la organización territorial anterior a la creación de la provincia de Arabia: el conjunto Traconítide-Auranítide-Gaulanítide-Batanea aparece como una unidad diferenciada, un conventus propio, mientras que Julia, Tariquea y Tiberíades volvieron a Galilea, y sólo Canata y Ábila se integraron en Celesiria-Decápolis, territorio en el que aparecen junto a las ciudades mencionadas por Plinio (excepto Rafanea, que es mencionada ahora en el distrito de Antioquía) y a otras siete más (Heliópolis, Gaana, Ina, Samula, Abida, Capito-lias, Idara). Sin duda, esta ampliación territorial muestra un reajuste territorial posterior. Es posible que la gran extensión adquirida por el conventus pesase en la decisión del em-perador Trajano respecto a la segregación de Gerasa y Filadelfia.

66. Ball, op.cit., pp. 184-191. Schürer, op. cit, v. II, pp. 179-219.67. Isaac, op. cit., p. 70.68. Schürer, op. cit., p.616-618.

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357Revisión del mapa de Judea y la Decápolis (ss. I a.C. - II d.C.)

Más probable es que el final de la Decápolis se produjera a raíz de la Guerra de Bar Kohba, finalizada en el año 135, como sugiere Sartre69. Adriano creó entonces la nueva provincia de Siria-Palestina, incluyendo según parece a Escitópolis, Pella y quizás otras ciudades, como Gadara o Dión, en la nueva provincia. Ya se ha mencionado que en la epi-grafía posterior a Adriano el Ala Antiana es atribuida a la provincia de Siria-Palestina. El resto, junto a Damasco, formaría el conventus de Celesiria. Recuérdese que fue en época de Adriano cuando Damasco adquirió el rango de metrópolis y se convirtió en sede de un nuevo koinón del culto imperial. Esto no significa que los vínculos entre estas ciudades repartidas entre Siria-Palesti-na, Arabia y Siria se perdieran, como ya se vio al principio al mencionar la permanencia de Gerasa en el koinon de Fenicia para el culto imperial a pesar de haber sido transferida a Arabia. Es probable que ciudades como Escitópolis se integraran en el koinón de Cele-siria. Un indicio de ello, es la inscripción encontrada allí de un pedestal para una estatua de Marco Aurelio70. Este texto es una buena muestra de lo que Roma significó para los griegos de la De-cápolis, la garantía del mantenimiento de su modo de vida frente al fanatismo judío, que desde época de los Asmoneos intentaba judaizar su territorio.

69. Sartre: op. Cit., p. 118.70. “A la Buena Fortuna. La ciudad de los Nisenos, también denominados Escitopolitanos, sagrada y

asilo para las ciudades griegas de Celesiria, por intermediación del epimelete Teodoro hijo de Tito, en honor

a nuestro señor el emperador César Marco Aurelio Antonino Augusto”. “Nisenos” viene de Nisa, la ninfa que crió a Dio-nisios. Gatier, P.-L.: “Décapole et Coelé-Syrie: deux inscriptons nouvelles”, Syria. T. 67, fasc. 1,1990, pp. 204-206.

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359Revisión del mapa de Judea y la Decápolis (ss. I a.C. - II d.C.)

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Judea, Decápolis y Tetrarquía de Agripa II(Años 75-100 Aprox.)

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360 PEDRO GIMÉNEZ DE ARAGÓN SIERRA

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Reino de Herodes El Grande (4 a.C.)

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SPAL MONOGRAFÍASXV

GRECIA ANTE LOS IMPERIOSV Reunión de historiadores

del mundo griego

JUAN MANUEL CORTÉS COPETE

ELENA MUÑIZ GRIJALVO

ROCÍO GORDILLO HERVÁS

(coordinadores)

A través del tiempo, por influencia de los diferentes poderes que se desarrollaron a su alrededor, Gre-cia se fue transformando, configurándose así una imagen de Grecia como salvadora de la civilización frente al bárbaro imperio persa, insignia de la democracia, símbolo de la cultura y del renacer de las artes, y portadora del pensamiento científico a través del logos.

Frente a concepciones muy arraigadas en el ideario contemporáneo, en Grecia convergen numerosas realidades. Desde el arcaísmo, comenzando con la hegemonía cretense y su influjo sobre la cultura micénica, hasta el contacto fructífero con los sucesivos reinos faraónicos, el influjo de los territorios externos se percibe en todos los ámbitos de la cultura griega. De este modo, ante el dominio mace-donio, primero, y el romano, después, Grecia asume una posición subordinada, pero aporta al mismo tiempo su bagaje cultural, que se ve acrecentado por la propia reflexión griega sobre el fenómeno imperial.

Esta obra analiza la evolución que, desde distintos ámbitos contextuales, ha experimentado la visión del territorio heleno. Queda así evidenciada cómo Grecia se formó a partir de las relaciones habidas con distintos imperios. Desde la más remota antigüedad hasta la visión contemporánea del mundo heleno, este libro pretende aportar, desde diferentes perspectivas metodológicas, una visión novedosa de la Grecia clásica.

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Títulos publicados en laColección SPAL MONOGRAFÍAS

I. La Traviesa: Ritual funerario y jerarquización social en una comunidad de la Edad del Bronce de Sierra Morena Occidental.

LEONARDO GARCÍA SANJUÁN, ED.

II. Ex Oriente Lux: Las Religiones Orientales Antiguas en la Península Ibérica.

EDUARDO FERRER ALBELDA, ED.

III. Arqueología fin de siglo. La Arqueología española de la segunda mitad del Siglo XIX.

MARÍA BELÉN DEAMOS Y JOSÉ BELTRÁN FORTES, EDS.

IV. El Clero y la Arqueología española. JOSÉ BELTRÁN FORTES Y MARÍA BELÉN DEAMOS, EDS.

V. Patrimonio Arqueológico Urbano: Propuesta metodológica del estado de conservación y riesgo. Aplicación en el Conjunto Histórico de Sevilla.

DANIEL GONZÁLEZ ACUÑA.

VI. Arqueología en Laelia (Cerro de la Cabeza, Olivares, Sevilla)

ANTONIO CABALLOS RUFINO, JOSÉ LUIS ESCACENA CARRASCO Y FRANCISCA CHAVES TRISTÁN.

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X. Las instituciones en el origen y desarrollo de la Arqueología en España.

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XV. Grecia ante los imperios.V Reunión de historiadores del mundo griego

JUAN MANUEL CORTÉS COPETE, ELENA MUÑIZ GRIJALVO, ROCÍO GORDILLO HERVÁS, COORDS.

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XV