Willka - Racismo y Elites Criollas

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    ha para alcanzar los propsitos clasistas y racistas con satanizando recurrentem ente al Estado centralista, donde las autonom as departam entales estn siendo fetichizadas como modelo a lte rn a tiv o ideal p a ra despegar el desarrollo econmico de las regiones. Las autonomas constituyen una de las estrategias po lticas que e s t n im pu lsando las e lites , p a ra d e ja r deleznab le al Estado central. Es evidente que las autonom as constituyen una m anera de acercar el asunto del poder poltico a la ciudadana, pero es sospechoso cuando se im pulsa con toda la fuerza desde las elites criollas regionales que h an perdido el poder central.

    En este nmero de la Revista Willka se analiza acerca de las elites, quiz constituye un a aproxim acin p a ra i lu s tra r sus caractersticas singulares, generalm ente sobre estos tem as no siem pre constituye una preocupacin p a ra los in te lec tuales hegemnicas del pas, prefieren analizar acerca de los dominados.

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    El Alto marzo de 2008 Mximo Quisbert Q.

    BOLIVIA: RADIOGRAFA DEL

    CONFLICTO POLITICO Y ELITES

    Rafael B autista S .1Socilogo boliviano

    P ara el gobierno el conflicto era inevitable. Cometi muchos errores, pero el hecho de haber asumido el conflicto, constituye su grandeza. As expresaba Franz H inkelam m ert refirindose al gobierno de la Unidad Popular de Chile, cuando el golpe de Estado, orquestado por la CIA, destrua la democracia y el Estado de derecho y, en nombre de ellos, instauraba un rgimen de terror (que fue el adoptado en nuestro pas para destru ir el Estado e imponer, va vuelta a la democracia, un modelo pensado p a ra desa rro lla r n u estro subdesarrollo). La operacin quirrgica- cortar de raz el cncer del comunismo, consista en extirpar todo proyecto de liberacin, a sangre y fuego, para reordenar nuestras sociedades en torno al american way of life; de modo que, sin necesidad de in tervenirnos despus, seamos nosotros mismos quienes realicemos los deseos de los gringos, del modo m s eficiente posible. P ara Allende y la Unidad Popular el conflicto era inevitable. Si no lo asum a, probablem ente habra sobrevivido a su periodo de gobierno, pero al precio de haber renunciado a transform ar su propio pas* la redistribucin de la riqueza significaba tocar los intereses de la burguesa (que ve en eso un atentado a su vida, cuando en realidad no es ms que un recorte a sus excesivos apetitos). Se habra esterilizado a s mismo en el reformisrrxay habra quedado en la ancdota como otro gobierno/flas que

    1 Autor de octubre: el lado oscuro de la luna y la memoria obstinada" editorial tercera piel".

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    ha prometi lo que no supo cumplir. Al asum ir el conflicto (que representa cumplir lo prometido), arriesg su propia muerte; pero al hacerlo entr en la historia de liberacin de nuestros pueblos y se qued como referente inevitable de todo proceso de liberacin. Es decir, no muri. Porque la experiencia del socialismo democrtico de Allende es lo que vive a travs del asesinato de un pueblo valiente que, en su memoria, resucita la esperanza de nuestros pueblos de construir una patria ms justa y digna. Una posibilidad que nunca ha desmayado, porque es una utopa que nunca ha fracasado. Sino siempre intentaron destruirla; como ahora in ten tan en Bolivia.

    El caso boliviano pasa por los mismos riesgos. Recomponer un pas destruido por la injerencia externa, producir relaciones econmicas y polticas ms justas y dignas, pasaba necesariam ente por afectar a los beneficiarios de la exclusin y la m iseria crnica de nuestro pueblo. El conflicto se hizo inevitable y el asumirlo estableci la diferencia entre quin miente y quin dice la verdad. Si siempre se promete pan al pueblo pero nunca se lo cumple, entonces eso dem uestra que ese acto simple no es nada simple; asegurar el pan para todos es rem over toda una forma de vida que se su je ta no slo en instituciones objetivas sino hasta en la propia conciencia social, es decir, en la subjetividad de esta sociedad. Porque es una forma de vida que se sostiene precisam ente en el no dar. Individualismo hecho credo, falsa vinculacin que no une, sino que excluye- Compito ergo existo; o sea- Yo soy si t No eres; es decir- Yo vivo si t No vives. Entonces se entiende que este individuo (el individualismo hecho razn de vida de una sociedad que se mueve en torno al afn de riqueza) vea en los derechos de los dems un atentado a sus derechos. El no dar constituye su seguridad; es decir, su desarrollo consiste en el no desarrollo del resto : excluyendo y sometiendo al resto es como goza de los beneficios que reclama para ser lo que quiere ser. Esto es lo que tambin constituye su condicin colonial. Porque redistribuir los ingresos y las oportunidades es tanto como destapar la ignorancia y la incapacidad de las elites oligrquicas; ms aun, es descubrir su postizo y hueco rol d irigencial. Es desm on tar la m entira y descubrir la verdad.

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    Desde un enfoque ms bien ecunime se podra decir- este gobierno slo ha estado cumpliendo todo lo que los gobiernos anteriores han prometido, pero nunca tuvieron la voluntad de cum plir (prom tele todo al pueblo, pero guay de que le cum plas algo). Porque cum plir significa hurgar la mugre, y es mejor no tocar la mugre porque as se destapa todo. Por eso la oligarqua ofrece todo, porque as hace poltica- tapa bocas con prom esas que se lleva el viento (y con l las riquezas). El pecado co n sis ta en cu m p lir las p rom esas. Es lo que la oligarqua boliviana (sobre todo la crucea, la ms beneficiada, despus de las transnacionales, del robo de nuestras riquezas, en el periodo neoliberal) no le perdona a Evo Morales. Porque eso dem uestra que las prom esas s pueden cum plirse. Entonces se destapa la mugre- el mentiroso se descubre en su m entira y el asesino aparece como lo que es. Descubierto, tra ta de ocultarse, siem pre, en la m en tira , por eso m anda a sus esbirros a acabar con la verdad.

    El error necesita de la verdad, por eso p arte de ella.Pero la m entira no puede convivir con la verdad- la m entira es la negacin absoluta de la verdad. Por eso la lgica del asesino (cuando se hace con el poder) consiste en encubrir co n stan tem ente la verdad, por eso acude a la ley, porque esta santifica su proceder y le perm ite hacer lo que quiere. El esclavo nunca pudo acudir a la ley, porque la ley no lo protega. Por eso produce revoluciones, para transform ar la ley. Pero el asesino se am para en la ley. Porque la ley lo protege, porque ha sido hecha por l.Por eso es idlatra de la ley- tocarle la ley es tocar a su dolo.Por eso opta por la M atonom a (autonom a), p a ra que su costum bre siga siendo ley. La soberbia proviene del idlatra- ai poner la ley por sobre la vida de los dems, se pone a s mismo como dios. Por eso, aunque es minora, no se somete; aunque la mayora sean todos, slo le in teresa sus deseos; l se vuelve juez de s mismo, as pierde sentido de realidad- si no reconoce autoridad alguna entonces no reconoce culpa alguna; para asegurar sus derechos es capaz de acabar con todos; pero al hacerlo, acaba consigo mismo, porque acaba con la misma sociedad que dice defender. Pero eso no le preocupa, porque su afn de poseerlo todo le nubla la posibilidad de estim ar las

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    consecuencias de todo aquello. Por eso escupe altanera y soberbia; exige perdn el asesino, disculpas el agresor. Por eso los prefectos fascistas quieren ver al Evo de rodillas, porque cada palabra del indio les desenm ascara. Por eso el asesino y el agresor se am paran en la m entira y, desde all, persiguen la verdad para asesinarla.

    El conflicto proviene de su resistencia a cambiar, de su resistencia a reconocer la hum anidad del O tro:*yo soy si T eres? yo vivo si T vives. Pero el egosmo del individualismo piensa todo lo contrario; concibe la vida de los dems como am enaza a su vida, por eso busca a sus iguales y forma con ellos comparsas y logias, enjaulando su libertad con el dinero que posee. El dinero le hace libre y es la marca que tiene en la frente para reconocer a sus semejantes; pero ni entre sus sem ejantes se siente seguro, porque su afn competitivo (acaparador) le hace desconfiar de todos, menos de aquello ante lo cual es todo un devoto y m uestra la piedad fetichista que, en el fondo, sostiene su forma de vida: no confa en la hum anidad, confa en el dinero. Si se pone l mismo como dios, no cree en Dios, entonces, cmo va a creer en el ser humano?; por eso prefiere creer en las cosas, en el dinero que compra las cosas que se le antoja, por eso es fetichista, porque pone a la cosa, el dinero, en lugar de Dios. Por eso su desprecio a la vida de los dems es coherente con la lgica que le mueve en su vida diaria* ganar no tiene lmites y todos se convierten en un medio p a ra que l gane siem pre m s, por eso no tien e conm iseracin al explotar a los dems, sobre todo si son indios. Pero el fin que persigue no es ni siquiera l mismo sino la ganancia. Toda relacin hum ana se convierte en relacin mercantil, de modo que todo se mide de acuerdo al beneficio lucrativo; hasta la amistad, la paternidad o el amor se convierten en inversin de capital, de satisfaccin y consumo; lo que es peor, todo este desbarajuste aparece como lo racional en s, porque todo acto racional ha sido, previam ente, reducido a la eficiencia y a la utilidad. Si es eficiente m atar gente para que viva este individuo, entonces, es un acto racional que este individuo persiga, patee, escupa y acabe con aquellos que se oponen a su libre accin de hacer lo que le de la gana.

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    Pero el conflicto tam bin aparece en el individuo que se define socialmente como clase media. Porque si este aspira a estar en tre los grandes, l mismo se ofrece a defender a los grandes y ap lastar a los de abajo. La sociedad que defiende este individuo se desnuda como lo que realm ente es y, cuando opone resistencia a su recomposicin estructural, m uestra su grado de dependencia' el dbil siempre se apoya en el fuerte. La debilidad de la clase media consiste en su dependencia; como asp ira siem pre a los privilegios, ap u es ta siem pre a descargar en los pobres el precio de todos sus antojos. Entonces, la estab ilid ad de u n a sociedad as, se produce som etiendo al pueblo, empobrecindolo lo suficiente (que nunca es demasiado) para sostener los ingresos de poderosos y subalternos- oligarqua y clase media. Esto m uestra el carcter conservador de la clase media, que es, en definitiva, el sostn legitim atorio de la oligarqua.

    Se tra ta entonces de un conflicto cualitativo. La clase media se incluye en el discurso de la oligarqua, porque persigue ella m ism a ser eso; y se apoya en el dogma que le proporciona estatuto de superioridad- el racismo. De este modo se diferencia del resto y sobre esta diferencia construye sus aspiraciones. Ella es la reserva de reclutam iento que posee la oligarqua a la hora de aparecer el conflicto (el precio para ser relevo de la clase dom inante es m antener el sistem a intacto, y es la que, en nombre de la l e / , democracia, libertad, etc., garantiza, en definitiva, la conservacin del sistema). Entonces la oposicin se hace evidente y la mediocracia se las ingenia para encubrir la natu raleza del conflicto; por eso opone sociedad contra gobierno, cuando se tra ta , en realidad, de la oligarqua contra el pueblo (y contra el gobierno del pueblo). La fabricacin del oponente es fundam ental (el gobierno es indio y los indios son revanchistas) para que se constituyan oligarqua y clase m edia en bloque.) El o ligarca se apropia del demos de la dem ocracia y se presenta a s mismo como pueblo, y rene en torno a. l a todos sus reclutados, para que defiendan sus intereses que, previa manipulacin meditica, aparece como el inters general (por eso no es raro que gente sin propiedad alguna se preocupe por la supuesta y falsa confiscacin de la propiedad

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    privada, el absurdo que significa escuchar a un empleado que hace suyas las cuitas del la tifundista). Entonces acude al im aginario de sus subalternos y les seala el enemigo- el indio; operacin que enciende su racismo guardado y constituye un esbirro con sed de venganza. La condicin colonial se actualiza1 para ser como el blanco tenemos que elim inar al indio que tenemos dentro. El desprecio de saber lo que uno es, en el fondo, se escupe entonces contra el que recuerda aquel origen. El desprecio al presidente indio que siente este individuo es desprecio a s mismo, porque este presidente le recuerda, en definitiva, lo que es.

    Si el racismo constituye el sedimento de esta subjetividad, el afn de riqueza constituye el ncleo de sus aspiraciones. Su odio a los pobres es, de ese modo, coherente con su lgica- es ms rico cuanto ms pobres haya; es decir, la riqueza es medible por la cantidad de pobreza que produce. Inequidad que, una vez racializada, naturaliza la pobreza, y el aspirante a rico puede dormir tranquilo- los pobres son lo que son porque son inferio res. En el fondo, es el racism o el que produce la na tu ra lizacin de las desigualdades sociales y econmicas, no slo como el instrum ento idneo de clasificacin social sino como eje legitimador de relaciones de dominacin. Pero la dominacin moderno-colonial no es abstracta, su especificidad es econmica, es decir, su dominacin consiste en privar a los dems de los medios de subsistencia y, con ello, producir ms miseria para generar ms riqueza. Slo produciendo miserables, el capital puede contar con trabajo cautivo para desarrollarse al infinito; ilusin que exagera irracionalmente el neoliberalismo, porque este slo sabe (parafraseando a Marx) globalizar todo socavando las dos nicas fuentes de riqueza: el trabajo humano y Ja n a tu ra le z a (por eso condena a la m iseria al 80% del p lan e ta y anula, explotando irracionalm ente, la capacidad reproductiva de la naturaleza). De ese modo se desnuda esa lgica que dirige el afn de riqueza, lgica del asesino y del ladrn, que h u r ta para s la potestad de las leyes y, de ese modo, santifica su forma de vida- ya no necesita robar. Al imponer su ley, lava su fortuna mal habida y lava su conciencia- el pecado se vuelve virtud y el mal se transform a en bien. La

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    inversin trastorna todo- Si el rico habla, todos le aplauden; aunque diga necedades le dan la razn. Pero si el pobre habla le insultan; hablar con discrecin y nadie le reconocer. Habla el rico y todos callan. Pero habla el pobre y dicen- quin es este? Y si se propasa, todos se le echan encima (Eclesistico 13-26-29).

    La grandeza consiste entonces en defender a los pobres, porque no hay quin los defienda; y frente a la ley, son slo el sacrificio necesario que n ecesita e s ta p a ra m o s tra rse m ag n n im a y poderosa. Se tra ta de defender a las vctimas y hacerle frente a los poderosos. Es David contra Goliat. Es Espartaco contra el imperio romano. Son quinientos aos que se acum ulan en la soberbia de los poderosos. El conflicto se produce al destapar lo podrido que est una sociedad que se sostiene gracias al racismo, la discriminacin, la injusticia, la desigualdad, la exclusin, etc. U na sociedad as, slo puede m irarse al espejo con los ojos cerrados (esttica que realizan los medios) y creer en lo que le hacen creer. Es una sociedad que recurre a los calm antes (cosas que su dinero adquiere para tapar su hueca existencia) para olvidar su enfermedad crnica, que deposita en el m aquillaje su afn de verse bien; por eso se vuelve ad icta , porque en su putrefaccin le gusta v ivir de ilusiones y no encarar su realidad. Por eso se resiste a asum ir lo que, en verdad, es; prefiere m entirse a renunciar a la forma de vida a la que le han acostumbrado, en la cual se ha de-formado. Por eso no escucha, y slo escupe odio cuando se le m uestra que es su forma de vida la que le produce la enferm edad y el desequilibrio. Necesita de voluntad para cambiar, pero es ella misma la que se resiste; si la adiccin puede ms que la voluntad, entonces persigue su propia muerte- creyendo ser libre y no someterse a nadie, acaba siendo esclava de sus propias pasiones (las que, en definitiva, le nublan toda opcin racional).

    Es la sociedad criollo-mestiza boliviana (oligarqua y clase media). A m parada ahora por sus dam as de honor- la em bajada gringa y la mediocracia, autctona y fornea. E stas le dicen lo que ella quiere or, por eso encuentra en sus faldas el lugar de sus certidum bres huecas, que slo se am paran en la a ltanera y el desprecio al indio. Su desprecio por la nueva Constitucin es desprecio por aquellos que la realizaron.

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    Frente a este su enemigo declarado se aglutina una sociedad enferma y escupe a este sus improperios. Por eso seala en el Otro sus propios prejuicios: la sed de venganza le corresponde a ella, porque no tolera que el oprimido haya levantado la voz, que el pongo haya hecho una constitucin, que el indio sea gobierno. Es ella la que precisa educarse para em anciparse de sus taras y sus prejuicios. La ignorancia no proviene de aquellos que fueron privados de educacin sino del sector que, supuestam en te culto, m uestra la barbarie que produce su de-formacin; porque una superioridad afirm ada sobre la discrim inacin y la negacin del Otro (en este caso el indio y el pobre), slo puede ser expuesta por la fuerza y jam s por la razn (eso es lo que encubre su cultura citadina).

    P ara la clase media, el conflicto es violencia que recae sobre ella. Es lo que le hacen creer y es lo que quiere creer. Por eso culpa de la violencia al Evo y quiere ver en el pasado el paraso al que quisiera volver; antes vivamos sin odios ni rencores dice y, al hacerlo, justifica las d ic tad u ras y el neoliberalism o (que produjo adems su propia merma econmica). Cree ser el sostn de la economa por los im puestos que paga; cuando ese mismo argum ento debiera servirle para enjuiciar a una oligarqua que siempre vivi hipotecando al pas con sus deudas, haciendo de ellas deuda pblica (pagada tam bin por la clase media). Pero ni siquiera es capaz de adm itir que son los excluidos de la economa quienes, en definitiva, le sostienen; porque es la privacin y el sometimiento de las grandes mayoras lo que perm ite que exista un sector medio articulado a la reproduccin del capital privado; que su educacin es posible por la marginacin de otros a la educacin; que los lujos qu se brinda son privaciones y miseria en otros, porque una economa desigual, sobre todo cuando es dependiente y subdesarrollada, slo puede calm ar el apetito exigente de los pocos a costa de los muchos. Quiere vivir como se vive en el prim er mundo, por eso trabaja para los poderosos, siendo parte funcional de una extraccin inaudita de riqueza, que priva a todo un pas de la posibilidad de alim entar de un modo justo a todos sus hijos. Cuanto ms asciende en la escala social, ms aum entan sus deseos, y ms la posibilidad de empobrecimiento de su propio

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    pas. Por eso comienza a ver en el exterior la medida de sus aspiraciones. Y toda la de-formacin que recibe, m aniobra un desprecio elocuente por lo que le rodea: la pobreza, de la cual es cmplice.

    Por eso resu lta paradjico que, m ientras el pueblo se alfabetiza, la clase media (Universidad pblica y privada) salga a patear, escupir y m atar (como en Cochabamba, Sucre y Santa Cruz). Esa es la constatacin emprica de su deformacin. Por eso la cu lta C h arcas escupa como lla m a ,"m ientras cantaba- el que no salta es llam a, o sea, indio. Por eso en Santa Cruz y Cochabamba los defensores de la democracia, aprendan a jugar bisbol golpeando cabezas de indios. Y ahora, en San ta Cruz, hacen de su M atonoma (autonoma) la medida del bien y del mal. Ya ni la Biblia (a la que m anipulan a su antojo) es recurso para discernir el bien del mal sino sus estatu tos matonmicos, p ara eso les basta su declogo. Porque tienen adems a la jerarqua eclesistica (como es su costumbre) santificando, en nombre del crucificado, sus m s entraables principios. A ctitud que m an tien e la ig lesia desde que es cristiandad. Necesita del poder, por eso hace un pacto diablico. Nadie puede servir a dos amos, pero la cristiandad apost siempre por ello: predic el reino de los cielos, pero justific teolgicamente el reino de este mundo. Por eso se insta la en Roma y, desde all, transform a una teologa de liberacin en una teologa de dominacin. Esa teologa, en tre otras cosas, es el apoyo moral que reciben los prncipes de este mundo para justificar todas sus acciones- opresin y dominacin. Entonces la inversin se produce- predican el cielo pero producen el infierno. Por eso no es raro que los m atonom istas acudan incluso a la doctrina social de la iglesia- el sujeto es anterior al Estado. Porque este sujeto no es el ser hum ano sino el sujeto burgus, y la determ inacin fundam ental de este sujeto es la propiedad privada; por eso la lectura correcta de la sentencia es- la propiedad privada es anterior al Estado. Pero con eso la iglesia no hace otra cosa que desm entir a la propia doctrina cristiana, porque hasta Santo Tomas la propiedad privada no era sino institucin positiva, o sea, histrica, o sea, hum ana. No divina. Es ms, si la iglesia fuese fiel con el libro sagrado

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    tendra que condenar toda forma de propiedad privada, pues hasta la comunidad apostlica se rega por la propiedad comn de los bienes-' Perseveraban en or la enseanza de los apstoles y en la unin, en la fraccin del pan y en la oracin; y todos los que crean vivan unidos, teniendo todos sus bienes en comn; pues v en d an sus h ac ien d as y posesiones y las d is tr ib u a n entre todos segn la necesidad de cada uno, (Hechos 2-42-45). Forma de vida que realizaron (o sea, hicieron posible) jesutas y guaranes en las Reducciones. M ientras los jesutas fueron los educadores de Europa, casi por dos siglos, propagaron este ideal como la utopa de una sociedad acorde al espritu cristiano. El socialismo utpico tiene ese origen, de modo que el socialismo cientfico aparece como nieto de la forma de vida que practicaban jesutas y guaranes en el Nuevo Mundo (cuando expulsan del Nuevo Mundo a los jesutas en 1767, por presin de Espaa y Portugal, y acaban con las Reducciones, el obispo enviado por Roma critica esa forma de vida y asegura- he odo de sem ejantes y d isparatadas ideas en algunos radicales; a lo cual replicaba un jesu ita : pero si era la forma de vida de los primeros apstoles).

    Es la m ism a a ren g a que se escucha en n u e s tro s ca rd en a les o monseores. Por eso, para aplacar la violencia se dirigen al gobierno, pero bendicen diariamente las agresiones que promueve la oligarqua crucea (no en vano el alto mando eclesial boliviano se instala en Santa cruz). Se reproduce la situacin chilena del 73. Pues fue la jerarqua eclesistica la que bendijo el golpe de Estado; preparando adems, todo ese ao, la religiosidad de los creyentes para que consintieran el golpe como una obra de paz, un sacrificio que se le haca a Dios para restablecer el orden y, otra vez, la democracia. Se tra ta de una iglesia que justifica el orden y congrega a su rebao para defenderlo, o sea, llam a a una nueva cruzada (como haca cierta iglesia en Sucre, que arengaba con tra la Constituynte y ofreca sus instalaciones como trinchera de lucha; pero en octubre de 2003 no permiti la instalacin de un solo piquete de huelga contra la masacre neoliberal de Snchez d Losada, porque aseguraban que la iglesia estaba al m arg en 'd e la poltica). Si la iglesia ha reconocido los

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    valores de la sociedad burguesa como sus valores, entonces el cuestionamiento de estos resulta, para ella, un cuestionamiento a su divinidad misma. Ha secularizado a Dios, y su reino lo ha iden tificado con la sociedad b u rg u esa ; de modo que ha fe tich izado el orden actual y se postra ante este como ante un dolo (hechura de manos de hombres, que tienen ojos y no ven, tienen odos y no escuchan, por eso nunca escuchan al pueblo, ni ven los sufrim ientos que padece). Por eso predican el desarm e espiritual, porque eso significa dejar las cosas como est, que el poderoso siga explotando y sometiendo, y que esta sociedad siga viviendo en el autoengao, creyendo hacer el bien cuando reproduce el mal, justificando un orden que le priva al prjimo de lo elem ental de la vida- trabajo, salud, educacin, cultura.

    La especificidad de la propiedad p riv ad a consiste p recisam ente en privar a los dems de propiedad. Si no hay regulacin de esta, entonces se produce la m uerte del prjimo (me quitas la vida cuando me quitas los medios con los cuales vivo, S h akespeare dixit). Cosa que la ig lesia no adm ite; porque al reconocer al sujeto an te rio r al E stado no est d ispuesta a ad m itir al ser hum ano an te rio r a la propiedad privada; de lo contrario, tendra que adm itir un sujeto con necesidades, vulnerable, que justificara un Estado que haga suya la defensa de los pobres, fren te a los ricos. Lo cual le posib ilita ra una nueva y ms adecuada lectura del evangelio. Pero su pacto diablico, con el reino de este mundo, le impide revisar sus dogmas, que pone por encima del mismo texto que considera sagrado. En el da del juicio, dice el Mesas, el criterio de la resurreccin no ser la can tidad de padrenuestros o avem arias que hayan hecho sino les dir- A partaos de mi malditos. Porque tuve ham bre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber; fui peregrino y no me alojasteis; estuve desnudo y no me veststeis,* enfermo y en la crcel y no me visitasteis. Entonces ellos respondern diciendo- Seor, cundo te vimos hambriento, o sediento, o peregrino, o enfermo, o en prisin, y no te socorrimos? l les contestar diciendo- en verdad os digo que cuando dejasteis de hacer eso con uno de mis herm anos menores, conmigo dejasteis de hacerlo (Mateo

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    ha 25-41-46). Los herm anos menores son siempre los pobres, por eso las b ienaven tu ranzas se dan a los pobres: Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios, y a los ricos les dice* Ay de vosotros, ricos, que tenis vuestro consuelo! Ay de vosotros que ahora res, porque lam entareis y llorareis! (Lucas 6-24-25). La palabra es obra de justicia, y lo que est describiendo el Mesas es que no hay crimen impune, que el robo del trabajo ajeno (lo que produce riqueza en unos pocos y pobreza en los muchos) acaba por m aldecir la vida misma de quien provoca este desajuste. Si el Mesas es el camino, la verdad y la vida, entonces la iglesia debiera, como imperativo, deducir una poltica y una economa acorde con ese espritu. Pero una iglesia pactada con el poder produce totalm ente lo contrario.

    Justificando el orden vigente, ya no apuesta por el cielo que proclama, por eso lo arroja ms all de la vida (lo vuelve imposible de realizacin); as ya no reivindica la vida del M esas sino slo su muerte- ya no im porta cmo vivi sino cmo muri. Se transforma en una iglesia de la muerte y predica la m uerte. As fue la cristiandad medieval. La actual ya no necesita recurrir a una cultura apocalptica de la muerte, porque el relativismo (que es la secularizacin del politesmo griego y rom ano) y la m oral m odernas, le o torgan la ap a ta y la indolencia necesaria (que in terpreta como paz espiritual) para lidiar con el infierno que ha ayudado a crear. Cada misa que realiza festeja, de este modo, la muerte del prjimo; porque el sacrificio ofrecido a su Dios no es otra cosa que lo robado a los pobres, que es lo que el rico lleva a su iglesia, a comulgar con los suyos; una fiesta donde se festeja la privacin de los dems, la m uerte del prjimo- M ata al prjimo quien le priva de la subsistencia, y derram a sangre el que retiene el salario del jornalero (Eclesistico 34-26-27).

    Por eso Santiago no es nada complaciente- Y vosotros los ricos, llorad a gritos por las desventuras que os van a sobrevenir. Vuestra riqueza est podrida... El jornal de los obreros que han segado vuestros campos, defraudado por vosotros clama, y los gritos de los segadores han llegado a los odos del Seor... Habis condenado al justo, le habis dado

    24 Willka No.2 ----------------------------------------------------------- Rafael Bautista 25m uerte sin que l os resistie ra (Santiago 5:l-6). Sin duda tam bin Santiago sera llam ado violento por la je ra rq u a eclesistica actual. Pero de all viene la tradicin proftica que, por ac, la continu el padre Lus Espinal y fue tam bin el justo condenado que, por defender a los humildes, se enfrent al orden que hoy defiende la iglesia. Es el mundo que aborrece a los p ro fe tas y que aborreci al M esas: Si el m undo os aborrece, sabed que me aborreci a m primero que a vosotros (Juan 15-18). Ese mundo por aquel entonces era el imperio romano, ahora es el imperio gringo; adonde van a buscar refugio los asesinos, como Snchez de Losada, o a recibir instrucciones quienes prefieren ver destruido su pas que verlo libre, como los prefectos de la media luna. Es el reino de este mundo que tiene a sus ejrcitos para acabar con los insurrectos, tiene a las oligarquas nacionales p ara gestionar sus intereses, tiene a los grandes medios de comunicacin para m anipular a la opinin pblica y a g lu tin a rla en to rno a sus apetitos, y tiene a las iglesias para justificar teolgicamente su orden. La acumulacin de sangre h u m an a en cap ita l necesita u n a absolucin ex trao rd in a ria y esta la otorga una teologa que trasform a el mal en bien y el bien en mal.

    U na teologa de dominacin justifica siempre la violencia de la dominacin; ya no dice en el principio era la palabra, sino en el principio era la paz, que no es m s que guerra d isfrazada. La guerra suspende toda tica, la vuelve ridicula, de modo que la razn se convierte en razn de guerra , e s tra t g ic a , racionalidad in strum en ta l, medio-fin, lgica costo-beneficio; la poltica (secularizacin moderna de la teologa medieval) se vuelve la guerra continuada por otros medios. La injusticia , la desigualdad, la opresin, etc., son guerras d isfrazadas contra la propia hum anidad y tam bin contra la naturaleza. Se tra ta de, como expresa el Salmo 73- la paz de los impos. Porque no hay para ellos torm entos; estn sanos y rollizos. Porque los impos no tienen parte en las hum anas aflicciones y no son atribulados como los otros hombres, por eso son soberbios y la soberbia los cie como collar, y los cubre la violencia como vestido... M otejan y haban m alignam ente, y altaneram ente declaran sus propsitos perversos. As producen

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    ha la violencia que le increpan al Otro* Por eso el pueblo se vuelve tra s ellos.

    U na teologa de dominacin tiene necesariam ente que invertir todo en nombre del espritu que proclama. Pero ese esp ritu re su lta ya de la inversin producida* ya no es el esp ritu santo (el Ruaj haKodesh) sino el espritu burgus, que es la contrasea que le perm ite a la iglesia en tra r a ser parte del orden burgus, del reino de este mundo. Donde el asesino inventa su propia ley (am parada en su carcter ahora divino, santificada por la iglesia), de la cual l mismo es criterio legaK el asesino de cuello blanco cubre entonces sus desechos, como los gatos, mediante leyes. Es el paso del simple matonaje a la mafia organizada; si antes m ataba l mismo, ahora m ata sin m ancharse las manos. Pero si su ley se pone en cuestin, entonces regresa a lo que es. Por eso am enaza y persigue a las vctimas, porque ellas le recuerdan su origen; le m uestran la m entira que sostiene su existencia. Ese descubrimiento le obliga a m atar otra vez.

    Y le obliga a regresar con los mismos actores. M ientras Bolivia se debata en la guerra del pacfico, Gabriel Ren Moreno (el intelectual cruceo al servicio de la oligarqua) y Aniceto Arce (el empresario sucrense beneficiado de la guerra contra su propio pas), se paseaban en Santiago, en la capital del enemigo, por invitacin del enemigo. Ahora, otros Morenos y Arces buscan afuera el apoyo para acabar con lo que siempre han despreciado* el indio que hay adentro. Ese es el fin que persigue su matonoma. No es de extraar que el refugio de realistas y conservadores, Sucre, ahora sea el caldo de cultivo del racismo de la oligarqua crucea (racismo cultivado, entre otros, por el clebre patricio camba Gabriel Ren Moreno). Desde all se teji el odio contra el indio de modo especfico. Porque el odio contra el indio apareci explicitado como el odio contra el aymara. No import tanto la traicin de Pando en la guerra federal, porque era una traicin entre iguales. Lo que no soport la sociedad sucrense (y criolla en general) fue el levantamiento de Willka Zarate y su ejercito aymara. La capacidad de sobrevivencia y organizacin (pese a las pauprrim as e indigentes condiciones en que le conden la repblica) de la

    26 Willka No.2 ----------- -------------------------------------------------nacin aymara despert en la sociedad criolla, no un sentimiento de admiracin, sino de odio especifico contra aquel que se hab a levantado contra sus patrones. Si era posible soportar la nobleza incaica o la presencia pintoresca de los guaranes (as los describe Moreno), porque su presencia era inofensiva para la cultura citadina, la presencia aym ara nunca la dej descansar tranquila. Golpeada ya la seguridad criollo-mestiza por los cercos aym aras de 1780, despert el miedo que oblig a la oligarqua a buscar siempre su legitimidad afuera, hacindose dependiente de los in tereses forneos, sin ten er nunca la capacidad de congregar a sus propios explotados, de los cuales viva, gracias al tributo obligado, y aun vive, porque son quienes le alim entan. E sta incapacidad, para no aparecer como lo que es, se fue cultivando como odio, en su de-formacin cultural.Por eso no es raro que la insensatez y la demencia, que provoca el odio, aparezcan de modos elocuentes en Sucre, Cochabamba, Tarija, Santa Cruz, etc. Ello dem uestra dnde est el verdadero atraso cultural y social.

    A traso que se m anifiesta en el rechazo a ser gobernados por sus considerados pongos, atraso que m uestra la verdadera cara de la democracia que defienden, democracia restringida para los patrones y sus caporales. Si la clase media m uestra ahora su cara fascista, es porque m anifiesta su conformacin como espacio de disponibilidad social que necesita la oligarqua para p re se rv a r su orden. Y p a ra a g lu tin a rla no necesita in te rp e la rla racionalm ente sino slo encender el sedimento irracional que la constituye en lo que es. Por eso la opinin pblica se deja a m erced del periodism o, que no sabe sino fragm entar la realidad en noticia y reducir lo que sucede en los estrechos y superficiales mrgenes que le brinda su concepcin instrum ental de la comunicacin. Un sector tan influenciado mediticamente no atiende a razones, por eso cree ingenuamente en los eslganes propios del anticomunismo gringo* que ahora los indios se comern a los nios, que expropiar el Estado todos los bienes, que los hijos sern propiedad del partido, etc.Se dice que el gobierno no tiene la capacidad para ganarse a la clase media; pero esa afirm acin es incom pleta, porque no p regun ta primero si la clase media est dispuesta a cambiar

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    racionalmente; si no lo est, entonces todo intento racional es intil. Si la clase media sostiene sus certidum bres no en ideas sino en eslganes, entonces ni siquiera el gobierno ms sabio e ilustrado podr algo con un sector tan influenciado por la m anipu lacin m editica . Pero a d iferencia de la opcin o ligrqu ica , el pueblo siempre tendr mayor perspectiva- ante la violencia am enazante siempre im aginar alternativas. El arrinconam iento es propio del que no im agina soluciones, del que propicia el enfrentamiento.

    La apuesta de liberacin del pueblo es interpelacin para la sociedad. Es sacarla de su autismo y m ostrarle como lo que ella es. El proceso de totalizacin de una sociedad se da en su negativa a escuchar la palabra interpeladora del Otro. P a la b ra que la saca de su seg u rid ad y le rem ueve sus ce rtid u m b res , porque es en ju ic iam iento de su prop ia inconciencia- Pertenece a los que tienen ham bre el pan que guardas, a los desnudos el manto que conservas en los cofres, al descalzo los zapatos que se pudren en la despensa, al pobre el dinero que atesoras. Cometes tan ta injusticia como personas hay a quienes deberas ayudar (San "Basilio). Por eso los congregados en la sociedad citadina se niegan-a escuchar y tra tan , por todos los medios, de acallar esa voz, porque esa voz prende el remordimiento y le provoca m irarse al espejo como lo que rea lm en te es. Por eso prefiere el falso halago y la conm iseracin (hay que hacerle caricias &1 caballo p a ra m ontarlo), la farndula, el pan y circo (as tra ta el poderoso a la plebe, que en eso se convierte una sociedad que ve en la farndula su ideal de vida). Por eso la pregunta no es si un gobierno tiene o no capacidad de ganarse a la clase media (que es bsicam ente el eje de identificacin de toda la sociedad citadina), o si la radicalidad del pueblo debera bajar sus tonos. La p re g u n ta es si este sector es posib le de ser- in te rp e lad o racionalmente.

    En la lgica usual de la poltica, ganarse a la clase media significa ceder. Pero aqu ceder es ce^er todo; porque sus reivindicaciones son slo disfraces que est usando la oligarqua para imponer sus intereses. Se puede decir que la clase media fe siempre la beneficiada inm ediata de todas las

    luchas populares (los increm entos salariales, la estabilidad laboral, el rechazo a la especulacin y al alza de precios, sin contar la lucha por democracia, los derechos humanos y sociales); porque la estructu ra econmica es social y todo beneficio repercute en el conjunto, es decir, la lucha de los pobres siempre acaba beneficiando a todos y, primero, a quienes el goteo de la distribucin de ingresos les llega primero. Por eso la recuperacin de los recursos y la nacionalizacin beneficia incluso a quienes se opusieron a ella y ahora consideran su dinero. Esa es la verdadera legitim idad que justificaba la guerra del agua y la guerra del gas, porque en Cochabamba o en El Alto se luchaba por todos, para beneficiar a todos. Las reivindicaciones que ahora esgrime la clase media no son legtim as, porque estim an exclusivamente un beneficio particu lar (que, en definitiva, va siempre contra el pueblo). El discurso regionalista es atractivo pero mentiroso, porque es la oligarqua latifundista la que, de este modo, in ten ta justificar sus intereses como aspiracin regional; mover la sede de los poderes es una artim aa para modificar el eje de la hegemona india al sur conservador; la matonoma cvica ya evidenci que busca deshacer el pas en pedazos sin relacin alguna. Pero la clase media no ve esto, porque los medios no le m uestran eso; pero s le alim enta de prejuicios y le inventa m entiras para em peorar su sordera. Al apoyar a la oligarqua afirm a su dependencia ante ella y pacta sus beneficios a costa, o tra vez, del pueblo.

    R evertir eso es una ta rea de concientizacin, opcin que los medios dificultan, pero que es el nico modo de recuperar ese sector; si educacin es emancipacin,, es porque es un proceso de liberacin de los prejuicios y ta ras que una sociedad arrastra.Por eso la liberacin es un proceso, no se da en un santiam n, es algo que se construye, desd el pueblo hacia todos aquellos que puedan ser congregados en torno & un horizonte de justicia y dignidad. Por eso la destruccin no es una opcin que se plantee un proceso de liberacin. La destruccin la promueve el que est acostumbrado a destruir. Un gobierno que asum e el conflicto (que no es el poder, por eso lidia con el legislativo, el poder judicial, em presarios, ganaderos, terra ten ien tes, medios, etc., que le im pedirn efectuar las transformaciones)

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    ha necesita constru ir las mediaciones para ten e r un pueblo organizado, una poltica de alianzas firme y duradera (para ir vaciando el bloque dominante de presencia real), de polticas de comunicacin y coordinacin para hacerle frente, sobre todo, a la mediocracia y a los grupos de poder. El poder originario radica en el pueblo y un gobierno slo puede hacerle frente a la reaccin fascista teniendo el apoyo del pueblo. Sin est legitim acin no hay poder real. La nueva Constitucin puede ser el motor de la participacin popular; para eso se requiere un pueblo educado y crtico, sobre todo ante la manipulacin meditica que har, de hoy en adelante, todo lo posible para desprestigiar sus contenidos. Es sabido que habr sectores que apostarn por un enfrentamiento (los prefectos y cvicos invocan al ejercito porque no cuentan con su pleno respaldo; a diferencia de Chile del 73, esa es una ventaja, como tam bin el fracaso de la economa gringa y su prdida hegemnica; pero eso no es garanta ante las demenciales salidas que busca Bush y sus no en llegar al enfrentam iento, sino en ganar sin llegar a este (desarmando al opresor se le quita sus nicas ventajas y, sin ellas, su soberbia se diluye); de modo que sea posible una comunidad de comunicacin real, ya no un falso dilogo entre sordos y mudos, vctimas y cnicos, sino entre seres humanos, en condiciones de igualdad, de reparacin y justicia. Perder poder el opresor pero ganar en hum anidad, perder el rico en trm inos cuantitativos pero ganar cualitativam ente, porque la explotacin no puede ser ejemplo de vida. Y Dios se hizo ser hum ano quiere decir- todo ser hum ano es sagrado y todo acto de opresin es pecado. Si la esclavitud de los hombres, es la gran pena del mundo, como dice Jos M art, es porque, si de pecado hablamos, ese es el pecado estructural que cargamos.

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    ELITES ENFERMAS EN BOLIVIA: LA MISERIA DE LOS

    PODEROSOS

    Pablo Mamani Ramrez2Carrera de Sociologa, UPEA.

    Estudio de las elites bolivianasSe hace imprescindible reflexionar desde el mundo

    indgena y el aymara sobre los grupos dominantes que en Bolivia, en el ltimo tiempo', se han llamado las elites para tratar de develar las profundidades del apartheid boliviano3 . Con la palabra elite aqu se entiende a un reducido grupo ubicado al interior de las clases dominantes. Es un grupo que acta y lidera como elite aunque en muchos momentos de la historia poltica los mismos grupos dominantes actan como tales; sta es la caracterstica de las elites en Bolivia. En el pasado se las llamaba tambin la rosca, oligarqua o burguesa. sta est constituida sobre dos condiciones sociolgicas e histricas fundamentales- a) de clase propiamente dicha definida por2 Pablo Mamani Ramrez es socilogo. Ex director de la Carrera de Sociologa de la Universidad Pblica de El Alto (UPEA). Tiene maestra en Ciencias Sociales con mencin en estu d ios indgenas por la Facultad Latinoam ericana de C iencias Socia les (FLACSO), sede Quito, Ecuador.3 El apartheid sudafricano fue constitucional y jurdica que se aplic desde 1948- 1953 hasta 1992. Ha sido la segregacin de la poblacin mayoritaria negra de 29 millones por una minora de blancos sudafricanos o bers o afrikners. Significa que los negros ten an separado su escu e la , el bao y el v iajes en b u se s . Todos lo s privilegios las tema la minora blanca dominante de antiguos migrantes holandeses e ingleses (Rojo, 1993).En Bolivia no es constitucional este apartheid (lo era hasta 1952) sin o es socia l, econm ica , cu ltural y poltico que sep ara y segrega a las poblaciones indgenas mayoritarias a las condiciones de miseria y a vivir en ciudades vilipendiadas y reas rurales sin servicios elementales de luz o salud, mientras un reducido grupo de blancos tiene todos los privilegios sociales. Por esto los lderes indgenas plantean luchar por una nueva y definitiva liberacin nacional indgena u originaria de Bolivia.

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    ha la propiedad de los medios de produccin y los sistem as de dominacin cultural y econmica que viene desde la colonia y la repblica, b) esta dado sobre el hecho tnico con referencia en el factor raza que tiene importancia gravitante en Bolivia dado que este factor (raza) se ha convertido en el capital corporal desde donde se ha graficado la dom inacin, los privilegios, las oportunidades sociales para lograr prestigio y acumulacin econmica a favor de un reducido grupo, la elite blanca. As la palabra elite la vamos a entender aqu como a un reducido grupo dom inante y d irigen te que d e ten ta la propiedad de los medios de produccin y tiene un cap ita l corporal (la de condicin oligrquica) que desde ellos ejercen poder y dominacin en la sociedad. Esto equivale definir a su vez, las lites, desde las lgicas o m aneras que tienen para entender el mundo, sus prcticas cotidianas, los sistem as de explotacin/dominacin, y por otra, desde el factor raza ya que a partir de ellos se han generado formas, sentidos de vida y de propiedad de un sector minoritario de la sociedad. Sector minoritario que hizo uso y abuso del monopolio de los privilegios sociales y del poder. Desde la lengua aym ara a esto se define, en cuanto gozan de privilegios (incluso coloniales) como qara, que quiere decir que es alguien que no tiene nada o no tena, literalm ente es/era pelado, pero siendo originalm ente as ahora viven como seores gracias a la explotacin econmica, apropiacin, expoliacin y usufructo del poder pblico y privado. Esto en el mundo indgena, no tiene valor positivo ya que el que vive de la energa social y del trabajo ajeno no es gente, es qara, ya que adem s se lo define como fa lta de cu ltu ra y civilizacin hum ana. Sobre esto ltim o en el g ran le v a n ta m iento andino de 1780-83 en la regin de Cusco y en el cerco a La Paz los insurrectos cuando m ataban a los espaoles no lo hacan por ser espaoles ni por ser blancos, sino porque haban dejado de ser gente o no lo fueron nunca: se haban convertido en explotadores y por ello fueron considerados demonios y herejes (Szeminski, 1990). Eran demonios porque vivan de la inmisericorde explotacin del indio y sus recursos naturales. Segn la religin catlica, el demonio debe m orir e ir al infierno. Por eso m oran los espaoles, incluso algunos

    32 Willka No.2 -------------------------------------------------------------- Pablo Mamani Ramrez 33indgenas, por su condicin de explotadores y por el tra to inhum ano que daban a la gente.

    Es imprescindible reflexionar sobre las elites desde lo indgena, porque sabemos m uy poco sobre ellos y este saber poco llev a la gente a creer que son muy poderosos y hasta incluso dioses (Quisbert, 2007), wiraqucha. Ante tal imaginario, los indgenas no tuvieron ms remedio que obedecer sus designios o las posturas aparentes del bienestar, societarias y universales. Hoy re-descubrimos por el contrario, que estn fundadas m s bien en sus relaciones sociales, y la propiedad, en visiones particu la ris tas , corporativas, en lgicas gremiales, familiares, y endogmicas (Gordillo, 2007; Rea, 2005) (para el caso de Cochabam ba y San B orja respectivam ente) aunque con a ltisonan tes discursos; en su gusto se ve lo seorial como modernidad, universalism o, democracia y libertad. Por estos rasgos contradictorios se las defini como castas seoriales. Aunque un pequeo grupo en Santa Cruz tiene ms o menos proyecciones liberales e industriales (Prado, 2007). Adems, tienen conciencia de eso, y la gente tam bin lo cree as, incluso les atribuyen con derechos natu ra les sobre la voluntad civil de hombres y mujeres.

    Las elites tienen races locales, corporativas y la circulacin del poder se produce a nivel de los ncleos fam iliares (Gordillo, 2007) y tam bin en tre elites cuyo origen se rem onta a la colonia espaola (Lpez, 1998, para el caso de La Paz)4, en la repblica y otras de reciente y antigua migracin europea a Bolivia. Hoy algunos luchan contra su pasado y otros se enorgullecen de l Los que luchan contra este pasado tra ta n de producir lo propio para cam biar la im agen espaola mediante una modernizacin acordada con la sociedad, en su actuacin pblica o privada, aunque siguen siendo en muchos sentidos casi lo mismo en su forma de pensar y actuar, segn los moldes, modos de comportamientos y pensam ientos de los espaoles de la colonia. Y los que se enorgullecen de su pasado se dira que son el resto, es decir, la mayora en las elites. Estos an quieren profundizar en sus orgenes histricos para

    4 La mujer en ella tena la categora de menor de edad al igual que el indgena.

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    acentuar su diferencia, su separacin social o espacial del m undo social ind gena y p o p u lar que en B olivia e s t m a y o rita ria m e n te constituido por sta ltim a caracterstica. sta es la elite dominante. En esos dos sentidos no habra que hablar de elite sino de elites (en plural), de facciones de elite porque se dan conflictos inter-elites entre La Paz y Santa Cruz y a la vez conflictos inter-generacionales de una vieja y una n ac ien te ; u n a n u ev a e lite . S in em bargo , pese a e s ta s d ife ren c ias , las elites, tienen al parecer una cosa en comn- se ab straen de la sociedad d iversa que hoy tiene un peso especfico o se relacionan con sta pero desde su m atriz civilizatoria colonial. Su constitucin bsica est dada en una lgica de estar aqu y a la vez el de no estar aqu. Su paradigma es la gran ambigedad.

    Tienen capacidad p a ra copiar o calcar diferentes experiencias, imgenes y sentimientos, modelos histricos de otros contextos geogrficos o histricos, p articu larm en te europeos o norteamericanos? La respuesta provisional parece ser s, ya que eso se observa en las prcticas culturales, sociales, econmicas o polticas con urna exagerada adm iracin de lo extranjero, particularmente lo europeo y norteamericano aunque slo sea para acceder a la cultura consum ista de las clases medias euro-norteamericanas. Muchas elites como las japonesas, chinas, europeas, rabes o norteam ericanas, o las andinas, han tratado de construir su proyecto histrico y su influencia en la sociedad a .partir de elementos culturales propios, desde una economa y sus marcos culturales propios para en trar en interrelacin con otras economas y otros sistem as sociales, en condiciones m s o m enos au tnom as. E sta p redom inancia de la admiracin por el Otro, el europeo, los hizo en algunos momentos aparecer como actores legtimos. Ahora esta misma actitud se ha vuelto ilegtima ya que emergi un contexto de la sociedad indgena o mestiza que tiene sus propias formas culturales, sociales, histricas o econmicas. As resu ltan siendo stas una especie de elites importadas de otras latitudes o experiencias histricas. Copian casi todo, incluso el modelo autonmico espaol y los propios himnos de algunos departam entos parecen reflejar esta situacin; el caso

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    de Santa Cruz tiene el im aginario de la gran Espaa (La Espaa, grandiosa, Con hado benigno, aqu plant el signo, De la redencin). Sim ilar hecho tiene la bandera de Chuquisaca, u n a bandera adem s proveniente del absolutismo monrquico definida en la Cruz Tem plara (Los tercios de Flandes, y otra paralela, igualmente blanca con una cruz roja al medio, semejante a la de los cruzados por la cristiandad) (Murillo, 2007-7)5 . De este modo carecen, o bien tienen poco de lo propio, pese a la re-invencin de categoras sociales de lo regional propio y de su cultura. Esto no quiere decir que no puedan tener un amplio contacto con el mundo y sus ltimas tecnologas, adems de gestionar esas relaciones con autonoma, es decir, con figuras y sentidos de los m undos propios que tienen sus propias particu laridad es y sentidos. La globalizacin ha aportado a este hecho ya que lo particular y lo original se hizo fundamental en dichas relaciones (Appadurai, 2001). Por el contrario, las elites tradicionales como y las m odernas han tratado de negar en gran m edida los marcos culturales, econmicas, estrategias polticas y culturales nuestras, sobre las que sin embargo se proyectan como elites. As posiblemente la palabra elite sea un premio en Bolivia ya que esto se define en ciencias sociales despus del siglo XVIII como un grupo reducido pero a ltam en te innovador de personas y grupos poseedores de cu alidades superiores de coraje, nacim iento y fo rtuna (Romero, 2000-IX). Se entiende que tienen posicin preeminente en diversas actividades en la sociedad (Irurozqui, 1993) o segn Mills (en el caso de las elites norteam ericanas) que gobiernan grandes em presas, gobiernan la m aquinaria del estado y exigen sus prerrogativas, dirigen la organizacin m ilitar, ocupan los puestos de mando de la estructura social en los cuales estn centrados ahora los medios efectivos del poder y la riqueza y la celebridad de que gozan (Mills, 2005-12). Las elites bolivianas al parecer no m uestran esas cualidades, que deberan ser dem ostrables m aterialm ente, y no simplemente

    5- La cruz roja al medio de la bandera de Chuquisaca o de Santa Cruz hace referencia a la Cruz Templararia o de los Caballeros del Temple de Salom n perteneciente a una orden de carcter religioso-militar de la edad media extendida por toda Europa por ese tiempo.

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    como deseo o imaginado. Aunque se podr objetar sobre lo propio en cuanto se refiere, por ejemplo, a las elites japonesas ya que estos tam bin visten al estilo europeo pero, como se observa, nunca dejan de ser japoneses.

    D uran te todo este tiem po han construido as una auto-im agen de clase o etnia altam ente culta y racional, incluso en el sentido y modernidad europeos, pero durante ese mismo tiempo han actuado como m inoras corporativas, excluyentes, con comportamientos y discursos-practicas racistas, incluso profundam ente anti-liberales, muy poco democrticos, que as ms que a ayudar a constru ir una sociedad auto reconocida como diversa, lo que hicieron fue influir y construir instituciones sociales como el estado que producen grandes separaciones espaciales, sociales, culturales y econmicas entre las regiones y las diversas culturas y pueblos. El argumento colonial de dividir y reinar al parecer ha sido bien aplicado. Para el mundo indgena esto por definicin es anti-social lo que se expresa en la palabra qara para el aym ara o caravana p a ra los pueblos de la am azonia o el chaco y en el plano productivo sus actividades son anti econmicas porque estas formas de actuar y ver el mundo no ayudan a potenciar lo social, lo comunitario y su bienestar material. Sobre esto ltimo, el trabajo de Sergio Almaraz es ejemplar y nos m uestra de cmo los seores del estao conspiraban constantemente contra la sociedad y contra su propio estado, el estado boliviano, dado que Catavi estaba ms cerca de Londres que de La Paz (Almaraz, 1980). Aunque se insertan en el proyecto capitalista occidental pero en ella actan como simple apndice de los intereses economicos transnacionales oligoplicos-monoplicos. A nivel in terno concentran grandes extensiones de tie rra s , p a rticu la rm en te en el O riente y el su r de Bolivia donde de los 108 m illones de hec t reas de tie rra cultivable que tiene Bolivia, la em presa agraria que slo siendo el 10% concetra el 90% de la t ie rra fren te a la pequea produccin parce la ria de campesinos-indigenas que siendo el 90% slo tiene acceso al 10% de tie rra (Paz, 2004-183).

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    Lo elem ental ser en tender entonces cmo es que se erigieron contra el mundo de los indgenas u originarios y su economa. Construyeron un estado sobre los inmensos territorios de estos pueblos, en el que incluso la sangre derram ada por la independencia de la res pblica o repblica, no tuvo un efecto esta ta l p a ra los indgenas de los A ndes o el O riente. Posiblemente a esto se reduzca la grandeza de las elites ya que en base a esto y a su p re sen c ia co rpo ra l y d iscurso llamativamente civilizatorio tuvieron la capacidad extraordinaria de producir una imagen positiva de s misma y al mismo tiempo producir una im agen negativa o estigm atizada de la sociedad de la que uno de sus intelectuales, Arguedas, en la regin andina logr llam arlo pueblo enfermo (Arguedas, 1982) y otros, M oreno-Antelo, desde el O riente, S a n ta Cruz, hizo un vehemente llam am iento al exterminio del indio (Moreno- Antelo, 1989) dentro de un contexto de una Bolivia constituida m ayoritariam ente por poblacin e h istoria indgena y popular en aquel tiempo. Si hoy el 62,05% de la poblacin boliviana se autodefine como indgena (INE, 2002), en tre los aos 1880 y 1910 sta era una absoluta mayora. Por esta su mayora, la sociedad ha sido clasificada y definida como lugar central y primigenio de la irracionalidad, de la m inora de edad, de la incivilizacin, cortedad de tem peram ento , fa lta de lgica econmica, o de acumulacin cultural para em prendim ientos histricos o econmicos mayores. En sntesis, fue estigmatizado o inhabilitado lo indgena ya sea como individuo o como sociedad como un ser infeccionado y m enospreciado (Goffman, 2003-12). Se produjo un im aginario en que estas elites eran muy poderosas, altamente eficientes, con un proyecto civilizatorio ms all de las propias civilizaciones; se cre con ella la nocin de que ten an el derecho n a tu ra l sobre esas mayoras, pese a haber perdido guerras internacionales y territorios bajo su direccin. Aunque las elites cambian en el tiempo, en Bolivia lo hacen sin embargo dentro de la m ism a casta seorial (Zavaleta, 1986).

    As sera in teresante reflexionar a las minoras en el poder o minoras dominantes (Mosca, 2004) y tam bin a las minoras al servicio de ste (tcnicos y polticos) que en

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    nuestro caso estn constitu idas por im portan tes grupos dom inantes (o clases dom inantes) constitu idas en varios sectores fragm entados y con diversos niveles y actividades, que la sociologa la llam fracciones de clase o fracciones de lite. Estos tienen la formacin de tcnicos o profesionales, son empresarios, polticos, intelectuales que monopolizan el saber sobre el poder y el saber estatal y el monopolio de los privilegios sociales y econmicos. La misma est constituida bsicamente por propietarios de a) los bancos o banqueros6, b) los propietarios de las minas, c) la iglesia catlica con grandes patrim onios que no pagan impuestos, d) los terra ten ien tes que poseen grandes tierras (como se indica arriba), e) em presarios de medios de comunicacin y en el ltimo tiempo con el em ergente sector de los f) agroindustriales del oriente y ganaderos, agro exportadores a los que podemos aadir h) la casta m ilitar7 que es el soporte m aterial de estas minoras dominantes. A estos ta l vez se la podra definir que constituyen solamente menos del 0,5 por ciento de la poblacin total nacional (Corro, 2007: 8). Desde estos espacios durante el tiempo de la colonia y la repblica h an construido y legitim ado lgicas o racionalidades de pensam iento, sentir, entender el mundo y las relaciones sociales que en muchos casos tienen un fondo colonial, aunque matizado por algunas visiones y practicas liberales. As, estas distintas fracciones de elite han creado una especie de endogamia de elite al mismo tiempo tener una especie de gobiernos endo- gmicos o cinicos y sobre eso han construido sus identidades como portadoras del destino de Bolivia para mirar, desde all, en muchos pasajes de la historia, por sobre los hombros al resto de la sociedad con lo cual se han convertido en el ncleo central de las castas seoriales u oligrquicas. Desde estos lugares, segn cada tiempo y espacio histrico, han construido un poder simblico, militar, econmico, social, y cultural que

    6- Segn una publicacin Especial del peridico La Prensa del 24 de marzo de 2008 ocho familias contraan el 14 por ciento de la banca nacional. Entre ellos la familia Bedoya de La Paz, Monasterio, Kuljis, Marinkovic, Kempff, Pretricevic, Tardio y Saavedra Bruno de Santa Cruz. La Prensa, 24 de marzo 2008.7 .- Aunque en esto se est dando un posib le cam bio producto del m alestar relacionado con la ingerencia de EEUU en Bolivia (caso misiles) lo que permitira decir que hoy al parecer tiene otra mirada esta institucin.

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    es la base m aterial o subjetiva, que aunque traum tica ha re su lta d o siendo eficaz p a ra el poder porque influy en la constitucin de las estructu ras sociales con prcticas y lgicas econm icas basadas en un patrim onialism o corporativo. Su alta capacidad de dependencia paradjicam ente, no les ha im pedido convertirse en un proyecto del pas, dado que son altamente deficitarias, prebendales, corruptas, con permanentes deudas condonadas por el estado y con explotacin inhum ana de la mano de obra india, de los recursos naturales en beneficio de los intereses corporativos y particulares. De este modo resultan siendo elites muy costosas al estado y la sociedad. O mejor, elites decitarias porque siempre han vivido de m anera grfica de la mam estado o pap estado, o como se dice a los hijos sobreprotegidos (hijitos de pap o hijitos de mam), aunque curiosam ente se m uestran hacia afuera como m odernas e industriosas. Por esto las hemos llamado elites enfermas (Mamani, 2005) que es una metfora que posiblemente grafica textualm ente sta su condicin dependiente y deficitaria y su paradigma ambivalente ya que tienen un alto dficit econmico y cultural, adems son herederas de la historia colonial, aunque en el ltim o tiempo algunas elites (las cruceas) tra ta n de negar esta su referencia a la colonia espaola y su origen en los m igrantes paraguayos a S an ta Cruz (Pruden, s/f).

    Por esto es importante empezar a entender las intimidades profundas de las elites tradicionales y m odernas referidas a sus comportamientos, sus lgicas del mundo, la llamada cultura de la elite, sus propiedades de bienes e inmuebles, tenencia de la t ie rra , negocios bancarios, negocios polticos, su lgica econmica y su contradicciones como sectores privilegiados en una sociedad econmicamente muy pobre. Es im portante saber esto para entender cmo han ayudado en construir un poder y su legitimidad y tambin sus miserias, ya que durante este tiempo han logrado favorecerse de diversos mecanismos seculares de dominacin social y esta ta l frente a las mayoras histricas y, h asta hace poco mayoras estadsticas, que en Bolivia es la sociedad toda: l0 indgena y lo popular. Si se profundizaran estos estudios o sus reflexiones estaram os ante el giro conceptual en el campo de las reflexiones sociales

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    o acadmicas de no slo estudiar a los indios o indgenas casi convertidos literalm ente en objeto de estudio sino tam bin hacer un giro histrico en este campo como el que se hizo ya con la existencia de varios estudios sobre el mundo de los seores, de las c a s ta s de te r ra te n ie n te s u o ligrqu icas, de sus in te lec tua les, de los proyectos liberales y coloniales, sus instituciones sociales, sus form as de pensam iento social, poltico, econmico y militar, sus gustos o consumos culturales, etc. Pero esto es todava absolutamente insuficiente. Esto dentro de un contexto en que como se haca (o se sigue haciendo) que cuando se habla/ba de la produccin de etnografa del estado se hace/ca directa referencia al estudio de los indgenas o campesinos, de los sectores populares o mineros, para desde esto hacer una especie de diseccionamiento de estos mundos para conocerlo en sus intim idades o debilidades para luego en algunos casos poner este conocimiento al servicio del poder. Aunque la paradoja de esto es que no se haba entendido completamente aun o finalmente se ha terminado potenciando al mundo indgena, porque hoy es este mundo el que se ha levantado contra la arbitrariedad histrica de las elites definida a lgunas m s o menos dem ocrticas y o tras to ta lm en te au to rita rias . Diramos que se est viviendo una rebelin contra-elites; la lucha es contra el diseo institucional de la concentracin del poder que stas han tratado de construir. D urante ms de 500 aos se han hecho dueas de tierras, del poder, de la minera, del estado, del territorio y de la vida de hombres y mujeres.

    As, el slo estudio de los indgenas o campesinos y el no estudio sobre las elites ya se nos hace injusto porque eso ha permitido que no se haya dado cuenta la sociedad que bajo el discurso de modernidad social o estatal ellas hayan impuesto la lgica del poder colonial p a ra cu idar sus privilegios m ateria les y las subjetividades grupales o clubes sociales definidos en la dominacin cultural-poltica y en explotacin econmica-territorial. Adems, con esto han logrado convertir a las mayoras en minoras, e incluso invisibilizarlas, lo que es un encubrimiento del Otro, del indgena (Dussel, 1994) dentro y fuera del estado, en sus norm as y principios, y casi en toda

    la cartografa social. Esto equivale a la anulacin histrica del mundo indgena y popular. Por eso es que los indgenas, y particu larm en te los aym aras o quilas, se han levantado Una y otra vez, h asta p lantearse el proyecto de reconstitucin del histrico Q ullasuyu (no como hecho separado del estado boliviano sino como una totalidad reconstituida sobre l).

    Aqu harem os una breve exposicin de los elementos posiblemente ms generales referidos particularm ente a los escribidores anti-indgenas, sus im aginarios culturales, y sus acciones y discursos, de lo que puede ser una reflexin ms amplia y crtica sobre las elites para ayudar a desacralizarlas y desendiosarlas, darnos cuenta de que no son dioses (Quisbert, 2007) y que al igual que el mundo indgena tam bin es un mundo humano; tienen sus fortalezas y sus m iserias. Es tra ta r de develar sus racismos, sus miedos, in tereses h istricos, sus lgicas corporativas, sus discursos en defensa de la tenencia indebida de tie rra y otros recursos del poder. En esto se m anifiesta una paranoia de elite; por esto al parecer no duermen tranquilos porque ven reducidos sus intereses p a rticulares universalizados al espacio reducido del patio de sus casas ya que se produjo el levantam iento de una indiada que se hizo de pronto millones para decidir autogobernarse y gobernar tam bin a las elites.

    Miseria y mentalidades de sus escribidoresAl p arecer Bolivia en este sentido es el te rrito rio

    endmico de los fracasos estrepitosos de los proyectos de las elites criollas. Trataron de imponer un proyecto civilizatorio moderno y no lo han logrado h asta ahora; un proyecto colonial del apartheid criollo con base en una nica raza, la blanca, tampoco lo han logrado; tam bin han tra tado de construir un estado-nacin mestizo, sus resultados hoy estn siendo discutidos; tra taron de crear un poderoso mercado interno que slo ha sido logrado a m edias (o mejor un m ercado in terno creado h istricam ente en base al trabajo y los tra jines indgenas); un proyecto liberal tam bin a medias; ltim am ente tra taron de im poner un proyecto neoliberal globalizador que ha sido

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    derrotado por los m ultitudinarios levantam ientos sociales en todas partes de Bolivia. Por qu de estos fracasos estrepitosos? La modernidad y el liberalismo no eran acaso proyectos incontestables? O la colonia no era definido como la mejor sociedad en estas tierras incivilizadas? En el ltimo tiempo, la derro ta del neoliberalism o presen tado como el nuevo universalism o irrefutable al que habra que unirse para no quedar fuera del mundo actual. Dnde queda la tan apreciada culta racionalidad de las elites que se m ostraban como las portadoras de la m odernidad, de la cientificidad, de la racionalidad, de la adm inistracin im personalizada de la cosa pblica? Modelos a copiar para m ostrase como civilizados, dnde quedan las a ltiso n an tes dem ostraciones de sus conocim ientos como verdades nicas e incontestables?

    La prim era respuesta provisional a estas preguntas es que Bolivia sufre, entre otros problemas sustanciales, de un profundo problema estructural- tiene elites enfermas. Y no es que las elites sean el motor de la sociedad (la sociedad juega su parte) sino porque estos siempre jugaron al poder e influyeron desde este lugar el acontecer de la sociedad y sus instituciones. La metfora de elite enferma se refiere a una pequesim a parte de la sociedad, al aproxim adam ente 0,5 por ciento del total de la poblacin nacional. Es como un lunar en el cuerpo de sta, pero que requiere ser nombrado aunque a riesgo de aplicar una m etfora inversa a la del pueblo enfermo.

    Uno de los lugares de esta constatacin es lo que escriben sus intelectuales o escribidores, adem s de ser el escenario de la descripcin del fracaso o el pesimismo de los proyectos sociales, econmicos o histricos que estos proyectaron. Alcides A rguedas considerado u n a de las cum bres del pensam ien to social boliviano, de definicin da rw in is ta y positivista, es una de las expresiones de la ideologa de las elites en los Andes que hoy vuelve a repetirse. El es quien junto a Nicomedes Antelo, Gabriel Ren-Moreno, B autista Saavedra y hasta el propio Franz Tamayo, ha sostenido y socializado que el fracaso de la joven Bolivia de entonces (en la dcada de 1910) era porque tiene pueblo enfermo, ms despus lo llam pueblo nio. Dice-

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    En la regin llam ada Interandina, vegeta desde tiempo inmemorial, el indio aymara, salvaje y hurao como bestia de bosque, entregado a sus ritos gentiles y al cultivo de ese suelo estril en que, a no durarlo, concluir pronto su raza (Arguedas, 1982- 39).En otro de sus escritos es atroz-En el momento que escribo estas lineas, compacta m uchedumbre llena la plaza de San Sebastin y las calles que le dan acceso. Es la popular fiesta de la A sunta. En medio de esa m uchedum bre lo que salta a prim era vista es la irritan te cara de los indios...Esto m area y asusta..E s una formidable invasin de bestias. Hago la siguiente proposicion^ En cierta ocasin del ao, cuando aum enta la corriente del rio (Choqueyapu) es costumbre en la M unicipalidad hacer servir a los canes bocaditos de pan con estricnina dentro, para de ese modo fcil, cmodo, barato, higinico y edificante, librarse de la plaga... Propongo que con los indios se use igual procedim iento...Estoy enfermo de asco (Arguedas, 1905; citada por Fausto Reinaga, 1971-35).

    El centro de este pueblo enferm o es el indio aym ara o el incsico quechua (tam bin es todo el pueblo de Bolivia) y el m estizo, aqul (el aym ara) por su irreductib le apego a la tierra y por su impenetrable ser como si fuera una piedra que tiene m iradas esquivas que no deja saber qu p iensa y por sus atav ism os cu ltu ra les y biolgicos que van de la m ano con la acc id en tad a geografa an d in a . Esto, segn A rguedas, ha im posibilitado el desarro llo de la cu ltu ra , de la econom a y de la sociedad boliviana. El m estizo es p a rte de esto por ser veleidoso, doble cara, a s tu to y sin proyecto propio. Por su parte , Nicomedes A ntelo (y Ren M oreno), que viva en S an ta Cruz y luego en Buenos Aires, sostuvo que p a ra su p era r este a tra so im perdonable lo que debe hacerse es ap u ra r (o facilitar) la extincin del indio p a ra e n tra r as a la civilizacin y a la m odernidad ta n ta s veces soada, pero fru strad a .

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    ha Se extinguir el pobre indio al empuje de nuestra raza, como se extingue el dodo, el dinornis, el ornitorrinco? Si la extincin de los inferiores es una de las condiciones del progreso universal, como dicen nuestros sabios modernos, y como lo creo, la consecuencia, seores, es irrevocable, por ms dolora que sea. Es como una am putacin que duele, pero que cura la gangrena y salva de la m uerte (Ren-Moreno, 1989: 117, resaltado nuestro).

    Esto, segn AntekrM oreno, est dado en que el indio es inferior por naturaleza frente a la superior raza blanca pu ra purificada que debe convertirse en portadora de la civilizacin. Antelo soaba que su Santa Cruz todava sea la Andaluca espaola, que estaba ante la invasin del indio andino y del indio amaznico o chiquitano. Y su extincin deba darse por razones biolgicas: Trm ino medio, esos cerebros (indgena y cholo) pesan entre cinco, siete y diez onzas menos que el cerebro de un blanco de p u ra ra z a (Ren-Moreno, 1989: 119).

    A ambos se los podra calificar desde el presente como pensadores temerarios (Lilla, 2004) que apostaron por el exterminio poltico o natu ral del indio. Hoy han retornado estos argumentos, como veremos ms adelante. B autista Saavedra (ex presidente de la repblica en la dcada 20 del siglo XX) tam bin en esta lnea (aunque con diferencias con Antelo y Arguedas) haba sostenido taxativam ente, pese a haber sido el defensor de los indgenas (defensa basado en criterios racistas ya que los indios eran inim putables como ser menores de edad) en el juicio de Mohoza en 1902; dijo que s hay que explotar a los indios aym aras y quechuas en nuestro provecho, o hemos de eliminar, porque constituye un obstculo y una rm ora en nuestro progreso, hagmoslo as franca y enrgicamente (Saavedra, 1987: 146).

    Saavedra devela un pensamiento criollo indigenista que es a su vez un profundo pensamiento anti indio. Pues hasta Franz Tamayo (ganador de las elecciones presidenciales de 1934) h ab a sostenido que el indio no tien e cu a lid ad es in te lec tu a le s como el blanco (particularm ente el europeo),

    44 Willka N o.2 --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Pablo Mamani Ramrez 45sino es portador slo del carcter y de la energa moral. Probablem ente el indio es una inteligencia secularm ente dorm ida...H istricam ente el indio es una gran voluntad y una pequea inteligencia (Tamayo, 1972:128, resaltado nuestro).

    Hoy a inicios del siglo XXI y final del XX las elites fundan sus discursos y sus acciones sobre estos mismos presupuestos. Han vuelto con gran fuerza estas visiones y con ellas la miseria de las elites y los pensamientos temerarios.

    En la actualidad escribidores como M ariano B aptista Gumucio, M anfredo Kempff, E duardo Prez Iribarne , Cayetano Llobet, Robert Brockmann, Ism ael Muoz, Ju an Carlos U renda, Oscar Olmedo y otros dejan fluir nuevam ente con alto tono y sin ocultar sus convicciones, como en el pasado, veleidades anti-indias o cam pesinas sosteniendo que los indios no habran superado los antiguos atavism os y atrasos como el de seguir actuando en montoneras para convertirse de pronto en crim inales reales o en potencia. No tienen los indgenas, segn esa lgica, racionalidad liberal porque actan como individuos irracionales y no estn libres de las viejas a tadu ras comunales por lo que actan como siem pre en montoneras, y lo peor, influidos por las emociones u odios contra el blanco. As estos seran de facto irracionales, h asta llegar a la locura, salvajismo como lo que sostuvo hace poco (ante el paro indefinido de El Alto en junio-julio de 2005) el actual prefecto de La Paz, Jos Luis Paredes o Carlos Mesa (ex presidente de la repblica) quien dijo ante la posibilidad de perder juicio ante Aguas del Illimani: este es el carnaval de locos.

    C ayetano Llobet escribe en esta lnea: As nom s haba sido, o en el libro Opas serem os? (1999) como otro re feren te de reactualizac in del pensam ien to argued iano o an te lano (de Antelo). X im ena Soruco es u n a de las m ujeres que responde a esto haciendo una d u ra crtica al escribidor Llobet donde hace n o ta r que en Bolivia el neoliberalism o ha perm itido el re to rno de la n a rra tiv a arg u ed ian a , un pesim ism o patolgico expresado en l.

    Tan m altra tad o , ta n vilipendiado, ta n declaradotra id o r y terg iversador, ta n mal enseado y peor com-

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    prendido, el pobre don Alcides Arguedas nos mostr un tipo de pas que nadie q uera ver y ...as nom s hab a sido!. Soruco dice que e sta cita de C ayetano Llobet reinscribe, sin m ayores problem as, la visin a rgued iana de Bolivia (Soruco, 2000- 6).

    Llobet propone una nueva narra tiva re-actualizada de Arguedas, ya que ahora define a Bolivia como un pas petiso. Una metfora, el pas petiso, que habla de un pas deforme, peor aun que un pueblo enfermo. As, la elite boliviana..(ante la).. .crisis o incertidum bre de continuacin del (neo) liberalismo(1997), se desnuda del ropaje 'm ulticultural para m ostrarse ta l como es ^ seorial y colonial (Soruco, 2000: 6).

    Oscar Olmedo en la ltim a etapa es otro que en tra a este debate con gran aire de superioridad para hablar de m asa indgena, particularm ente del aym ara, que segn l se presenta como m azam orra o caterva que no entiende nada y que adem s es paranoico. La m etfo ra de ca terva es otro argumento figurativo que los escritores de las castas seoriales o parientes culturales de sta, utilizan.

    La caterva no slo a rra s tra sus pies lastim osam ente por las calles, tam bin lo hace con los estribillos-en muchos casos de data inm em orable-, convertido en frases fangosas, grumosas. Es su vieja memoria que repercute en su lenguaje. No hay ms. No da para ms. Es imposible para ella la idea, el argumento. Mximo llega a la im presin, pero jam s pasa a la razn e im aginacin, y lo refleja en m uletillas cortas, sencillas, esgrimidas para un juego recreativo en la m ente de un paranoico (Olmedo, 2006-17).

    Es decir, el aym ara no tendra pensam iento (y si lo tiene es esttico), tampoco tendra sentim iento, ni vivira la vida, sino es como la piedra misma, la naturaleza. Su lenguaje y sus categoras lingsticas slo revelaran una inmovilidad histrica. Es franco el a u to r en m o stra r su g ran tem or a n te el lev an tam ien to aym ara e indgena en todos los niveles. As,

    m s que hablarnos de una paranoia aym ara (ttulo del libro) parece ser que es la propia paranoia de Olmedo y de su estirpe la que rebela el texto. Adems, al parecer tiene una a lta cap a c id ad de no en ten d er o ta l vez de n egar que n u e s tra re a lid a d histrica y la de hoy estn profundam ente m arcadas por la presencia indgena, quiera o no.

    Ese mismo hecho en la ciudad de Santa Cruz se lee ahora en palabras de los activistas e intelectuales de la nacin camba y en los crculos de los comits cvicos aunque stos tiene una particularidad propia como es el regionalismo (Roca, 2007), tal es el regionalismo cruceo, tarijeo y otros. En este caso y sin m irar su propia historia sobre cmo el centralismo las ha favorecido, con el caso del Gral. Hugo Banzer Surez, se achaca de los defectos del estado al propio estado c e n tra lis ta de quienes e ran sus adm in istradores h a s ta hace poco. Se dice que ste e s ta ra compuesto por el andinocentrismo (aunque hoy apoyan a la capital colonial de Sucre que tambin est en los andes), y an peor, por los aym aras o kollas; as se lee en los trabajos de Juan Carlos Urenda (2006), Carlos Dabdoub (1994) e Ismael Muoz (2005) y otros (Sergio Antelo). Tal vez cuando se refieren a este hecho se refieran a la geografa de los Andes donde est la sede de gobierno pero por s misma la geografa no acta. Pero si se refieren a la cultura andina y a los aymaras, slo habra que decir que los aym aras y la cu ltu ra and ina no han sido los rectores de este estado ni de su diseo institucional. Ms bien los aym aras o quechuas han luchado radicalmente contra este estado. Entonces, esas acusaciones tienen una intencionalidad deshonesta: criminalizar la cultura indgena, la aym ara o la andina, que en el ltimo tiempo ha entrado con gran fuerza a la palestra pblica para ser de una vez parte del pas. Ahora estas acusaciones apuntan puntillosamente al presidente indio Evo Morales y sus ministros aymaras. Uno de los mximos exponentes de esta lnea en esta regin es el connotado escritor de tendencia positivista, Manfredo Kempff (ex ministro de Hugo Banzer Surez) que en el ao 2000 calific los bloqueos del altiplano aym ara como bloqueos irracionales. En el momento actual sobre el gobierno de Evo Morales expresamente dice:

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    Todo el G obierno del MAS, sus m in is tro s , su s p a r la m e n ta rio s , sus constituyentes, se expresan como lo liaran las momias, las chullpas. Hablan de cosmovisin andina como una filosofa ancestral, precolombina, que en pleno siglo XXI se la tiene que recuperar para salvar a Bolivia... que lo que afirm an los yatiris, am autas, achachilas, es lo que el resto de los bolivianos debe acatar a pie juntillas, respetando esta teocracia aym ara y a sus sabios que degellan llamas, quem an coca, y arm an hum aredas paganas en el saln central del Palacio de Gobierno (Kempff, 2007:A6).

    El positivismo de Kempff es inocultable, como el que haba estudiado Daniele Demelas sobre el darwinismo criollo en los aos 1880-1910 (Demelas, 1981), ya que no es posible para l y en pleno siglo XXI que se hagan estas actividades paganas cuando es la misma iglesia catlica la que ense a hacer actos paganos en el pasado o el ritu a l de sangre con cordero macho para agradar a Dios. Degollar vacas para hace r econom a co rp o ra tiv a y p a te a r indios es un acto civ ilizatorio? Como tampoco es evidente que el gobierno de Evo Morales sea un gobierno aymara, sino ste tiene un influyente entorno blancoide (Mamani, 2007 y Quisbert, 2007).

    Cmo explicar de entrada esto? Cmo tra ta r de explicar este imaginario colonial y sus discursos? Segn M ara Sholten (2005) esto dara,

    la impresin que estn ms enfermos los torturadores criollos y mestizos occidentales, que los torturados indgenas. Son los dos, el que somete y el sometido a la to rtura , los que sufren un proceso activo-pasivo de deshumanizacin que tiene un propsito: Romper la identidad propia de la vctima, de modo ta l de que se autodefina o identifique eventualm ente con el discurso o idioma del to rtu rador y que se defina como vctima de este...El mito del espejo del vampiro, puede servirnos-dice-para entender rpidam ente y en forma sucinta el traum a de los torturadores, y del porqu persisten en continuar

    con la conquista, es decir seguir con la to rtu ra y el exterminio. El criollo o mestizo accidentalizado (sic) que usa al indgena para sus tropelas y desorden, tra ta de reflejar en el indgena para m irar su propia hum anidad, pero el hecho de que no alcance a verse, ni sentirse, por ese enigm a del espejo vaco del vampiro, lo enfurece y lo lleva a in ten ta r por la fuerza convertir a los indgenas en occidentales (Sholten, 2005'- 30-31).

    Al no poder verse en el indgena como su auto referencia criolla entonces lo insu lta y lo criminaliza. P a ra el caso de la nacin cam ba, el trabajo de Claudia Pea y Nelson Jordn es muy revelador justo en relacin con los acontecimientos de octubre de 2003. All se desat, despus de que algunos sectores anti-lites se movilizaran en San ta Cruz para apoyar la renuncia de Snchez de Lozada, una serie de agresiones contra los m archistas kollas, indgenas cruceos que queran ingresar a la plaza el 24 de Septiembre, m ientras que la nacin camba y el Comit Pro Santa Cruz rechazaban esa posibilidad. Ante este hecho de la invasin kolla, el actual prefecto de S anta Cruz dijo con vehemencia'- El mismo da ( l de octubre 2003) en aquel acto, Rubn Costas declara que desde esta regin ahora se puede orientalizar a los occidentales: frase que traer mucha resonancia, incluso en gente asociada al movimiento cvico (Pea y Jordn, 2006: 63).

    Es como lo constata H.C.F. M ansilla, aunque este autor no ve que la identidad de la nacin camba sea discriminatoria sino la considera como una nueva forma de modernizacin. Su constatacin sin embargo es evidente: ]as versiones populares de la nacin camba, que habitualm ente contiene elementos de etnocentrismo (presuposicin de la superioridad del propio grupo e inferioridad de los otros), racismo y egosmo econmico (Mansilla, 2007:78).

    Las lites cruceas tienen un profundo etnocentrismo expresado en frases como indio de m ierda, kolla sucio, campesino ignorante que es una auto percepcin posiblemente de lo inculto e inferior del Otro, del indio, ya sea de los Andes o la Amazonia y Oriente. O el caso de la expresin: aqu no se

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    ha m atan perros, se m atan kollas frase hecha en oportunidad de sim ular el degollamiento de Evo Morales representado en un mueco (ATB,27/XI/07) dentro del contexto de criminalizacin de los ponchos rojos de Omasuyus por los perros colgados sin darse cuenta que la cultura occidental o los israeles tam bin tienen