Vol 03 Mr Fire y Yo

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En la biblioteca:

Tú y yo, que manera dequererte volumen 1

Todo les separa y todo lesacerca. Cuando Alma Lancasterconsigue el puesto de sus sueños enKing Productions, está decidida aseguir adelante sin aferrarse alpasado. Trabajadora y ambiciosa,va evolucionando en el cerradocírculo del cine, y tiene los pies enel suelo. Su trabajo la acapara; el

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amor, ¡para más tarde! Sinembargo, cuando se encuentra conel Director General por primera vez-el sublime y carismático VadimKing-, lo reconoce inmediatamente:es Vadim Arcadi, el único hombreque ha amado de verdad. Doce añosdespués de su dolorosa separación,los amantes vuelven a estar juntos.¿Por qué ha cambiado su apellido?¿Cómo ha llegado a dirigir esteimperio? Y sobre todo,¿conseguirán reencontrarse a pesarde los recuerdos, a pesar de la

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pasión que les persigue y el pasadoque quiere volver?¡No se pierda Tú contra mí, lanueva serie de Emma Green, autoradel best-seller Cien Facetas del Sr.Diamonds!

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En la biblioteca:

Cien Facetas del Sr.Diamonds - vol. 1 Luminoso

Pulsa para conseguir un muestragratis

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En la biblioteca:

Muérdeme

Una relación sensual yfascinante, narrada con talento

por Sienna Lloyd en un libroperturbador e inquietante, a medio

camino entre Crepúsculo yCincuenta sombras de Grey.Pulsa para conseguir un muestra

gratis

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Lucy Jones

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Mr Fire y yo

Volumen 3

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1. Sangre fría y lágrimas

Saliendo de New York, no sabíaa dónde iba a llegar. Hace ya dosdías que mi avión aterrizó y sigo enel mismo punto… ¿A dónde metransporta la ambulancia? ¿A dóndeme lleva Daniel? Y ahora, ¿a dóndeme conduce Ray? Hace ya dos díasque mi avión aterrizó y sinembargo, no estoy «de regreso».

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¿Cómo podría tener la sensación dehaber regresado cuando seacontecen lugares desconocidos, enlos que no encuentro nada defamiliar? Estoy en una especie deninguna parte, de espacio-tiempofantasmagórico; estoy en tránsitopermanente, errando, esperando.Durante mis primeras horas enSterenn Park, creí ser al finacogida, pensé al fin descansar.Pero estoy aquí de nuevo enmovimiento, sobre un camino quelleva a un lugar que no conozco.

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-Ray, podría usted dejarme en laestación más próxima, se loaseguro. Ya me las arreglaré.

- Señorita, permítame insistir. Ladejaré exactamente en el lugar adonde desea ir. Incluso si estálejos.

- En verdad Ray, no se moleste.- Son las órdenes, señorita.

(Continúa después de una pausa) Yno se preocupe, no me molesta en lomás mínimo.

Al decir: «son las órdenes» ,Ray supuso sin duda que escogió

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mal sus palabras, queescuchándolas, tendría como unreflejo natural el querer oponerme yque también podría pensar que élprefería hacer cualquier otra cosa allevarme a algún lado. Pero a lagentileza de Ray sólo la iguala sudelicadeza y él no quería hacermesentir mal. Es por eso que agregóque acompañarme no le eradesagradable, que él cumplía conmucho gusto sus obligaciones.

Llevarme exactamente al lugar adonde deseo ir, por supuesto… De

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esta manera, Daniel sabráexactamente en dónde estoy…

¿Por qué preocuparse por queno me suceda nada en el camino?¿Por qué quiere saber conprecisión en dónde me encuentro?¿Cuando ni siquiera se preocupópor retenerme?

¿Y si alcanzara a Vincent enParís?

Mis padres ignoran todo sobremi regreso prematuro y no tengo lasganas para explicarles las razones.Incluso con sólo contarles a grandes

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razgos, ¡ya veo la escena! Mi madreimaginándose lo peor, poniéndosehistérica sería capaz de hacercualquier cosa para ponerse encontacto con Daniel. Mi padre,gruñendo, odiándose a sí mismo porhaberme dejado ir a América,maldiciéndose a quien dañó a su«princesita». En resumen, unaadorando a Daniel y el otrodetestándolo (lo que no haría, entreparéntesis, más que amplificar losrencores que sirven de base a suvida en pareja), ninguno de los dos

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entiende. Adoro a mis padres, peroeso mo me impide ser lúcida ycrítica. Ellos no pueden considerarlas cosas más que bajo la luz de supropia historia, de su carácter (yaalgo agrio), de su vida (en sumaalgo estrecha).

Y además, encontraréseguramente consuelo al lado deVincent. Él se mostró tan atentoconmigo, ¡su presencia fue tantranquilizadora! Aunque no nosconociésemos más que unas cuantashoras, no me dejó a mi suerte. Y

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estoy, por eso al menos, atada a él.Ciertamente, no fui fulminada porsu belleza, ni subyugada por su auray no comparto los sentimientos queparece tener por mí… Pero ganaríabastante tal vez al conocerlo más,tal vez conocerlo mejor lo volveríamás deseable no sólo como amigo...Vincent me cuidaría, me haríasuperarlo. Creo que ahora, es eso loque necesito. Necesito estar al ladode un ser cuya benevolencia yentusiasmo me sostengan.

Sin contar que Vincent podría

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presentarme a sus amigos y hacermedescubrir la ciudad. De esta forma,familiarizada con los lugares,estaría menos perdida cuandovolviera a París en septiembre.

No, temer la reacción de mispadres y escoger a Vincent no porlo que es, sino por lo que podríadarme, no me parece algo bueno.Tengo la sensación de que aceptaríaa Vincent por razones equivocadas.

¿Necesito reemplazar lapresencia de un hombre por la deotro? ¿Acaso no estoy considerando

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a Vincent únicamente encomparación con DanielWietermann? ¿Sabiendo queVincent tiene cualidades que megustaría encontrar en Daniel?Alcanzar a Vincent: ¿no sería unaclase de venganza? ¿Para vengarmede Daniel, me lanzaría a los brazosde otro? Alcanzar a Vincent: nosería por él, sino contra Daniel.Daniel todavía se encuentra en elcentro de mis preocupaciones, esquien me mortifica. Alcanzar aVincent sería utilizar a una persona

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a quien quiero como paliativo,como pretexto para los celos deDaniel (además sin la certeza deque eso funcione…). No sería justocon Vincent, no sería correcto. Loestimo demasiado para hacerle algoparecido.

No, lo mejor será ir a la casa demis padres y encontrar una razónplausible de mi regreso (¡despuésde todo, la verdad sería para ellosmenos verosímil que cualquier cosaque pudiera inventar!).

Tengo ganas de regresar a mi

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casa, de volver a mi cuarto.- En ese caso, Ray, si usted

quiere conducirme a Tours…- Muy bien, señorita. ¿Tiene

usted familia allá?- Si, mis padres.- Estarán muy contentos por

verla.- Si, y sorprendidos también.

Todavía no les he dicho siquieraque estoy en Francia.

- Ah… ya veo.- Además, si no le causa

molestia, me gustaría que me dejara

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en la estación para poder tomar untaxi hasta la casa. Si ellos lo ven,harían infinidad de preguntas ytendría que justificar su presencia.

-Así se hará, señorita. Entiendo.- Gracias, Ray.Antes de llamar por teléfono a

mis padres, pienso en una patrañacreíble para decirles, trato decondicionarme psicológicamente(acabo de bajar del avión, mepreparo para tomar un taxi, todoestá bien…), y aspiroprofundamente.

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- ¿Aló?- ¿Aló, mamá?- ¡¿Julia?! ¿Eres tú querida mía?- Si, mamá, soy yo.- ¿Todo está bien?- Si, mamá, todo está bien.

¿Adivina de dónde te estoyllamando?

- No tengo ninguna idea,princesa… ¿De la estatua de lalibertad?

- No.- ¿… de Broadway?- No.

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- ¿… De Macy’s?- Tampoco.- Vamos… ¡dime!- ¡De París, mamá!- ¡¿No es verdad?! ¿Regresaste?

Pero, ¡no te esperábamos antes delfin de semana próximo!

- Lo sé. Pero tenía muchas horassuplementarias que recuperar, asífue como pude adelantar miregreso.

- Le avisaré a tu padreenseguida. Vamos a recogerte. ¡Oh!¡Estoy tan contenta! ¿Por qué no

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avisaste antes para que pudiéramosir a esperarte al aeropuerto?

- No mamá, no es necesariovenir. Quería darles la sorpresa. Yademás, sabes bien que a papá ledisgusta conducir sobre elperiférico.

- ¡Oh! ¡Tu padre!- No te preocupes mamá. Estoy

todavía en el aeropuerto, necesitollegar a París y de ahí, tomaré untren.

- ¿A qué hora llegas? Por lomenos iremos por ti a la estación.

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- Todavía no lo sé, mamá, noconozco los horarios del tren.Escucha, no te preocupes por eso,me las arreglaré para llegardirectamente a la casa. ¡Pero ahíestaré para la cena!

- De acuerdo querida. ¡Oh! ¡Michiquita está de regreso! Voy a ir acomprar ya comida hecha y esperoque tu padre tenga todavíachampaña en la cava.

- Excelente mamá. Estoycontenta por volver a verlos. ¡Nosvemos al rato!

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- ¡Hasta pronto, querida! ¡Besos!- ¡Besos mamá!Colgar. En el sentido estricto y

en el figurado. Siento como un granvacío después de esta llamada.Hasta aquí, estaba en un estado deurgencia, estaba en acción.Objetivo: protegerme. Huir, luegodecidir a dónde ir. Pero ahora queestoy sola, al abrigo en unautomóvil que se dirige aldomicilio familiar, las últimashoras que acabo de vivir, desde quela madre de Daniel llegó, vuelven a

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mi memoria de golpe.Me acuerdo de una noche en la

que Sarah y yo regresábamos de unadiscoteca. Discutíamos caminando,sin realmente poner atención anuestro alrededor. No vimos a estejoven, algunos metros delante denosotras, tomar impulso y lanzarsesobre Sarah para tratar dearrancarle su bolso de mano. Eljoven, muy alto y plantado, seapoderó de una asidera con lavelocidad de un rayo. Sarah, aunquedesestabilizada por la violencia del

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choque, rápido giró sobre sí mismapara recobrar el equilibrio sobresus dos piernas. Ella agarraba subolso con vehemencia, con unarabia que nunca le había visto.Llevada por la carrera del ladrón,ella se mantenía de pie, no cedía.Le gritaba que dejara su bolso, ellaestaba lista para saltarle encima.Frente al ataque repentino, Sarahhabía tenido un golpe de adrenalinaque le permitió reaccionarinstantáneamente, duplicar susfuerzas, transformarse para salvar

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algo que ella estimabaenormemente. El tipo terminó porceder y salió corriendo, sin botín.En el momento en que él tiró latoalla y que Sarah se encontróclavada sobre la acera con su bolsocolgando de sus brazos, se puso atemblar y sus piernas flaqueaban. Elmiedo, desterradomomentáneamente por ese momentode acción, se apoderó de ella y fueentonces que se dio cuenta delpeligro por el que había pasado.

Cualquiera que sea la reacción

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frente a la agresión (el contraataque, la huida, la inmovilidad, lanegociación por la palabra…), fueun instinto de sobrevivencia. Todopasó muy rápido, incluso si, en esepreciso instante, las cosas nosparecieran interminables. En esosmomentos, frecuentemente, unopiensa sólo en salvar la vida. Elmiedo, si no nos paraliza, se borraa sí misma dándonos un impulso,una facultad para reaccionar. Y essolamente después, cuando todo haterminado, cuando el peligro se ha

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desvanecido, que nos damos cuentade la violencia del ataque, quedimensionamos lo que acaba depasar.

En este preciso momento, es loque creo. La llegada imprevista dela madre de Daniel, interrumpiendoademás un momento muy íntimo, metomó completamente desprevenida.Estaba tan aturdida por sus ataquesy la ausencia de defensa de parte desu hijo que, en ese momento, noreaccioné completamente. Pensé enprotegerme y para mí, fue la huida.

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Era necesario huir, rápido, ponermeal abrigo de esta mujer que meatacaba y de este hombre que no meprotegía. Y además, era necesariopensar en el lugar en dondeencontraría refugio. Así pues,ahora, hui, sé a dónde voy… y misnervios se relajan y mis ojos sellenan de lágrimas y mi espíriturevive la escena.

Todo iba bien. Ninguna sombraen el lienzo. En el marco idílico delSterenn Park, Daniel no era deltodo el que yo había conocido.

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Ciertamente, había hecho algunascosas misteriosas, pero también sehabía entregado (en la casa, en lapresencia de su hermana), sindrama previo, sin querella, sindemostración autoritaria, sin alzarla voz. Y después, los encuentrosde nuestros cuerpos habían estadomás allá de mis esperanzas. Eratodavía él quien tomaba lainiciativa, pero ya no me sentía laalumna frente a su maestro, sentíamás correspondencia, máscomunión, más pasión sobretodo. Él

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me llevaba siempre aldescubrimiento del placer, de miplacer, pero con algo más. Algo queno podía, o que no me atrevía,definir.

Realmente, mis primeras horasen Sterenn Park eran prometedoras.Nadie de mi entorno sabía queestaba allá y tenía la sensación deque estábamos solos en el mundo,aislados en ese pedazo de tierratranquila.

Pero visiblemente meequivocaba… ¡La madre de Daniel

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había llegado sin avisar y me cayóencima a brazo partido! En menosde dos minutos, su hostilidad habíaacortado esta felicidad incipiente.¿Qué otra cosa podía hacer ademásde huir frente a estos monstruos?

Miro la carretera desfilar detrásde la pantalla de mis lágrimas.Pronto, estaré lejos de ellos. Asco,disgusto, humillación, abandono,injusticia, tristeza. Eso es todo loque encierra el nudo que tengo en elfondo de la garganta.

¿Por qué? ¿Por qué esta mujer

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me detesta? ¿Por qué un rechazo tanviolento? ¿Es ella tan entrometidaen la vida de su hijo? ¿No soportaque frecuente a alguien? ¿O solo«una mujer de su clase»?

- Señorita, nos acercamos aTours.

- Gracias Ray.Si, tienes razón, Ray, necesito

recomponerme. No puedo llegarcon lágrimas y con el rostrohinchado. Y además, ¿de qué sirvederrumbarse? Eso no cambiará ennada el hecho de que soy la única

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que sufre.- ¿Quiere que ponga un poco de

música en la radio?- Si, es una buena idea.Una cortísima hora después,

llegamos a Tours. Señalización deentrada en la ciudad, dirección a laestación de trenes. Ray se coloca enel estacionamiento y saca misvalijas del maletero.

- Bien. Bueno Ray, hemosllegado. Le agradezco habermeacompañado hasta aquí.

Es verdad, el trayecto fue

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benéfico. ¡Fue mi válvula deescape!

Ray avanza hacia mí y me tomauna mano. Apretándola entre lassuyas, me dice:

- Cuídese mucho, señorita.Espero verla pronto.

Bajo la mirada, no quiero quelas lágrimas regresen.

- La quiero mucho señorita.Usted es una buena chica. No lodude, agregó después de unsilencio.

- Yo también lo quiero mucho,

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Ray, dije levantando los ojos haciasu rostro atravesado por una sonrisareconfortante.

Ray suelta mi mano y toma misvalijas.

- Vamos, suba en el taxi. Suspadres la esperan.

El taxista reclama un pocoporque mis padres no viven lejos yporque la tarifa no es muyinteresante. Pero dice que con elextra del equipaje, estará bien. Unpoco después de que arranca,volteo: Ray nos sigue.

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Mis padres debían estar muyatentos a la llegada del taxi, apenasse detuvo frente a nuestra pequeñacasa con fachada blanca, no muylejos de la plaza Plumereau, mispadres ya estaban en el umbral dela puerta. Mientras mi padre paga latarifa del taxi y se encargadiscretamente de mi equipaje, mimadre corre hacia mí, con losbrazos abiertos, listos paraabrazarme, gritando: «¡Miamericana! ¡Mi americana!», contal de enterar a todo el vecindario.

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- Buenos días mamá, dije riendo.Ya estoy acostumbrada a que elladé su espectáculo y como hacetiempo que no he asistido a surepresentación, no me molestatodavía.

- ¡Vamos, entremos! ¡Debestener muchas cosas que contarnos!¿Tienes hambre? Ordené unaexcelente cena, dice con una vozestridente llevándome hacia lapuerta de entrada.

Sigo a mis padres. Llegando alúltimo peldaño del porche, antes de

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cruzar la puerta, me volteo unaúltima vez. Al fondo de la calle,veo a Ray. Me hace un gesto con lamano. Le regreso el saludo. Luegocierro la puerta detrás de mí.

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2. Jacques y Sylvie Belmont

- Voy a subir las valijas a tucuarto.

- ¡No, déjalo papá! ¡Yo lo voy ahacer!

- No, ve a descansar al salón,debes estar cansada con el viaje yla diferencia de horas.

Y sí, así es mi padre, JacquesBelmont, siempre listo a ser

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servicial para que esté a gusto.- ¡Ven, querida!, grita mi madre,

ya instalada en el sillón, lista parael interrogatorio.

Mi madre, Sylvie Belmont, quepega de gritos, como unaadolescente emocionada. Ellaaporrea un cojín a su lado, como sehace para incitar a un gato a trepar.

- Entonces, cuéntame todo. ¿Tutrabajo no era demasiado difícil?¿Te trataban bien? Una llamada pormes, no era mucho…

Yo había instaurado un ritmo de

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llamadas, necesario pero suficiente,según yo. A mis padres les parecíademasiado poco, por supuesto. Amí me parecía correcto. Eso mepermitía, sin cortar los lazos, ponerrealmente distancia. Al principio,era un poco duro, pero rápidamenteme di cuenta de que era algo bueno.Ganaba mi independencia.

En mi ausencia, todo cambió delugar en el salón y ya no reconocíala mayor parte de los objetos que loamueblaban.

- ¡Dime, has hecho muchos

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cambios!- ¿Te gustan? Si, ya estaba harta

de nuestros vejestorios. Quería algomás contemporáneo, un ambientemás auténtico, más chic. Lo logré,¿no te lo parece?, dice mi madrecon un aire de orgullo.

Mi madre reorganiza y renuevael mobiliario muy regularmente.Demasiado como para poderapropiarse de los lugares, deencariñarse. Lo que ella llama«vejestorios», son muebleshermosos heredados por la familia

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de mi padre que, desde principio,siempre detestó, y otros que nodeben de tener más de cuatro años,pero de los que ya se sientecansada. En su vocabulario,«contemporáneo» sólo quiere decir«completamente nuevo» y«auténtico» parece corresponder a«nuevo con aire antiguo», dado elnúmero de objetos que salen defábrica envejecidos por unaspátinas artificiales que adornanahora el salón. Aparentemente, eneste momento, lo «chic» se basa en

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una declinación de blancos y degrises. Mi madre tiene una tienda demuebles en el centro de la ciudad,con veleidades de decoracióninterior. Le gusta lo que hace, esdinámica y buena comerciante, peropara ser honesta, no creo que tengalas cualidades de una decoradora.Tomo como prueba el hecho de quesiempre está de acuerdo con lastendencias impuestas por losfabricantes y las revistas, sin sercapaz de desprenderse de esainfluencia, de componer, de

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proponer otra cosa. Le faltanconocimientos sobre estilos, sobrepersonalidad, sobre creatividad yde simpleza para poder destacar enlas ventas como en cualquier otraactividad.

- Es muy bonito, digo, habiendodesde hace mucho renunciado atoda opinión personal sobre esetema del que, de todas formas, «mipadre y yo no sabemos nada».

- Bueno, ¿cómo era la vida enese palacio neoyorkino?

- Ya sabes, mamá, trabajaba, no

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descansaba en los salones.- Sí, claro, mi vida, pero debiste

haber visto desfilar a clientes muyricos. ¿Tal vez incluso estrellas…?¿Viste a algunos actores?

Así es como es mi madre. Le dademasiada importancia al dinero, alo fastuoso. Siempre vivimosconfortablemente, pero para ella, noera suficiente. A ella le gusta todolo que brilla, ella sueña con podergastar sin preocuparse y mide condemasiada frecuencia el interés delas personas con lo grueso de sus

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carteras. Cuando ella me hace estapregunta, con sus ojos brillantes,tengo la impresión de ver a unachiquilla que espera escuchar uncuento de hadas. Eso meconmovería si, además, ellaasumiera la vida que lleva, pero meparece patéticamente envidiosa. Esen gran parte por eso que no quierocontarle de mi encuentro conDaniel, ella viviría el asunto porprocuración y no sería manejable.

- ¡Si alguien conocido se hubieraplantado en el mostrador, me

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hubiera molestado no reconocerlo,lo sabes bien! Todos los clienteseran ricos, evidentemente, pero quequieres que eso me provoque…

- ¡Oh! Sólo lo preguntaba porpreguntar…, gruñe mi madre, unpoco ofendida por no compartir suentusiasmo.

- Perdóname mamá, digo,consciente de haber sido un pocogrosera. Ya sabes, no teníademasiado tiempo para lacontemplación de bolsos de marcay ropa de alta costura… Pero es

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verdad que era agradable trabajaren un lugar lujoso y de cruzarmecon personas distinguidas, agreguépara contentarla. Lo que parecefuncionar ya que retoma enseguidacon un tono alegre:

- ¿Al menos no eras explotada?Me parece que no estabas bienpagada, pero bueno, te dabanalojamiento. ¿Tuviste al menos unpoco de tiempo para ti? Me dijisteque habías visto variasexposiciones. Es así. ¿Conocistegente simpática? ¿De entre tus

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compañeros tal vez?- Sylvie, deja de hacer las

preguntas y las respuestas… Déjalaal menos hablar…, interviene mipadre alcanzándonos en el salón.

- Bien, que bien que llegasJacques, no te sientes, ve pues atraernos la champaña.

Mientras que mi padre vadócilmente a ocuparse de la botellay de las copas, mi madre me tomapor el mentón y examina mi rostro.

- ¿Todo está bien, querida mía?- Sí, mamá, muy bien, ¿por qué?

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Pregunté sintiendo como el colorme subía a las mejillas. Es difícilocultarle cualquier cosa. Tieneaspectos insoportables, perosiempre fue para mí una madreamorosa y atenta, percibiendo loimperceptible.

- No lo sé… Estás hermosa.Todavía más bonita que hace seismeses, si es posible, me dicesonriendo.

- ¡Mamá!...- Sí, sí. Pero, no lo sé… tienes

algo diferente… ¿Estás segura que

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todo está bien?- Claro que sí, mamá, ¡te lo

aseguro! Dije liberando mi mentón.Sólo estoy cansada, es todo…

Mi padre regresa con lachampaña y brindamos por miregreso. Les describo con másdetalle mi trabajo, mi habitación,mis compañeros, les doy misimpresiones de New York, leshablo de Tom.

- ¡Parece ser un hombreencantador!, constata mi madre conuna pequeña sonrisa curiosa y

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burlona.- Sí, Tom es extraordinario.

Tuve realmente suerte al conocerlo.Me ayudó mucho. Al principio, seme dificultaba por el inglés, elpapeleo, los códigos del hotel… Yluego, nos interesamos por lasmismas cosas. De golpe, salimosvarias veces juntos. Pero no tevayas a imaginar cosas, mamá. Tomes un amigo, un excelente amigo,como los hay tan pocos. Y esperoque no nos perdamos de vista.

- Mmm, mmm, Ok, se enterca mi

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madre, convencida de que dio en elclavo.

- Bueno, ¿y si pasamos a lamesa? Debes tener hambre, miJulia.

No, no tengo hambre, pero voya obligarme a comer, como meobligo a hablar y a parecer feliz…Porque estoy contenta de verlosfelices, porque hacer esfuerzospara enmascarar mi tristeza meayuda a sobrellevarla, a noderrumbarme.

- Sí, papá, con gusto.

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Como de costumbre, mi madrecompró comida como para unregimiento y ella no come nada.Ella es de ese tipo de mujeres queestán a dieta desde hace veinteaños, de esas cuya frustración selee en sus privaciones culinarias.Nada la pone más contenta quedec i r : «Le tomé prestado estevestido a mi hija, como tenemos lamisma talla…» Mi padre devora,bajo la mirada de reprobación demi madre. No debió haber sido paraél una fiesta en mi ausencia, pero

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diríamos que esta noche sedesquita…

¿Es acaso el haberme ido de lacasa durante más de seis meses loque me da la impresión de que todoestá exacerbado? El caráctersumiso de mi padre, lainsatisfacción de mi madre, latensión entre ellos y su relaciónconmigo…

Mi padre es funcionario en elconsejo regional. Él hubiera podidosubir en la escala, pero «fracasó» ,como dice mi madre. Y por eso,

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ella siempre lo ha odiado. Ellasoñaba con tener una vidasocialmente más elevada y queríallegar a ella a través de mi padre.Él se sentía afligido, incapaz dedarle a quien amaba lo quedeseaba. Mi padre es un hombredulce, gentil, que rehúye a losconflictos, a los alborotos, un pocodébil. Sin duda para no perder aquien ama y tal vez por que pienseque lo merece, ha vivido en un bajoperfil, lo ha aceptado sin decirnada.

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¿Lo que los une desde haceveinte años? La costumbre y yo, suhija única, su princesita, su éxito.Es como si vertieran en mí todo elamor que no se autorizan a darse eluno al otro. No me consintieron, nome cumplieron todos mis caprichos,pero eran (y son todavía) ultraprotectores y me han hecho sentirque me aman más que a nada, quepor mí, ellos existen. Una infanciabañada de amor y de motivacionessiempre es lo mejor, pero al pasode los años, sus demostraciones se

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volvieron excesivas, sofocantes.Esta noche, sentirme esperada,

ver en sus ojos la felicidad que lesprocura mi presencia, reencontrarun nido protector, ser mimada mehace bien. Y sin embargo, a pesarde todo esto, no logro estarcompletamente con ellos. Meparece que el desfase que existía yaentre nosotros se ha acentuado.

Más la velada avanza y más seme dificulta enmascarar mimalestar. En el momento del postre,envío signos de fatiga para señalar

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sin brusquedad mis ganas deretirarme, agregó aún más: bostezo,parpadeo, me froto la cara.

- ¡Oh, veo que alguien quiere yadormir!

- Sí, lo siento mucho. No tardarémucho en ser mala compañía. Estoyrealmente muerta.

- No te preocupes mi princesa.Entendemos muy bien. Necesitasdormir. Ve a acostarte. ¿Nonecesitas nada?

- No, gracias papá.Me levanto y rodeo la mesa para

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besar a mis padres.- Buenas noches mamá.- Buenas noches, cariño. ¿Te

dejamos dormir mañana por lamañana?

- Sí, claro.- Buenas noches papá.- Buenas noches, mi Julia.Mi habitación se ha

afortunadamente salvado de loscaprichos decorativos de mi madre.Está idéntica que cuando me fui. Mesiento sobre la cama y miro mipequeño mundo. En las paredes,

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está todavía el póster deManhattan de Woody Allen, unpoema de Baudelaire que habíacopiado y mandado a enmarcar,viejas fotos de color de cuando erapequeña, un perchero escondidobajo los sombreros de todas lasformas y largas repisas llenas delibros y de discos. Sobre lachimenea, al lado de mis cajas dejoyas, pongo el dibujo que meregaló Tom. Arreglaré las demáscosas más tarde…

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3. Otra cara de Mr Fire

Decir que esa misma mañana, medesperté en Sterenn Park… Esanoche, en mi habitación, en casa demis padres, tengo la impresión deque fuera otro mundo, otra vida…

Mi cansancio no era del todoengañoso, deslizo mi cuerpocansado bajo las sábanas. Peroantes de dormir, siento la necesidad

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de confiarme a Sarah.

De Julia

[email protected] Viernes 27 de julio

23:48Para Sarah

[email protected] Vi a D.W. Bajo un día

nuevo. Sarah mía,

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Tengo la impresión de que haceya una eternidad que tomé ese aviónque me traía de New York, tantoslugares, eventos y sentimientos hanhabido desde entonces…

He aquí un resumen de los tresúltimos días, te lo hago corto. Unpoco antes del aterrizaje, tuve unmalestar y fui llevada directamentea un hospital, sin pasar por lacasilla «llegadas». Cuando volví aencender mi teléfono celular al díasiguiente, descubrí decenas demensajes de Daniel Wietermann,

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quien me había esperado en vano enel aeropuerto. El tono de losmensajes de texto iba de la rabia ala franca inquietud, incluso a laangustia de que me hubiesesucedido algo grave. Cuando supoque estaba en el hospital, se dirigióallá a toda prisa. Ahí, se encontrócara a cara con Vincent, un jovenencantador a quien conocí en elavión y que llevaba amablementemis valijas que recogió por mí(descubrí casualmente que le gustoa Vincent pero no se ha atrevido a

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expresarlo verbalmente). Despuésde algunas palabras de celoinapropiado. Daniel se calmó y mellevó con él a Bretagne.

Al fin podíamos reencontrarnosy fue maravilloso (sexualmente…pero no únicamente). A propósito,me pregunto si la voluntad desumisión no era una clase deaprendizaje torpe, de test… Pasadoesto, podíamos alcanzar otradimensión. Sobre ese pedazo detierra aislada, Daniel era diferente.Resulta que, mitad por casualidad

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mitad por curiosidad, descubrí queuna mujer vive en ese castillo. Ybien, cuando interrogué a Daniel,eso lo contrarió pero no se mostrótan desagradable como lo habíasido antes y me confesó que setrataba de su hermana, enferma.

Sobre esa felicidad incipiente,desembarca, como una furia, sumadre. Ella me injuria, me corre yDaniel no dice absolutamente nada.Así pues, porque había sido echaday porque no veía otra salvaciónposible más que la huida, abandoné

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el lugar. Y heme aquí, en Tours, encasa de mis padres, escribiéndotesobre mi cama… (Te comento queDaniel sabe que estoy aquí ya quees Ray, su chofer, quien me trajo).Y así fueron los hechos.

A pesar de esos golpes, de esasperipecias desagradables y estanueva separación que será sin dudadefinitiva, a pesar de mi tristeza ymi desasosiego, en el fondo de micorazón, guardo de esas pocashoras en Bretagne un sentimientomezclado de encanto, de pureza, de

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verdad.Y además, tengo que hablarte de

algo que me impactó…Sterenn Park es un lugar

extraordinario. Estoy segura de quete gustaría mucho. Si, a primeravista, la residencia puede pareceraustera, dura, fría, es porque subelleza no tiene par. No es en nadauna propiedad deslumbrante, derevista, pretenciosa, vitrina vulgarde una riqueza que quiereestablecerse. Emana de ella unmisterio y un encanto cautivantes.

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Uno se siente muy bien ahí porquerepresenta algo sólido, verdadero,porque está en armonía con lanaturaleza que la rodea.Geográficamente y simbólicamente,Sterenn Park está lejos de todo loque es superficial, superfluo ycercano a los valores verdaderos,nobles.

Lo que es extraño, es lacorrespondencia que me parecióque había entre Daniel y ese lugar.No parecía que Daniel mepresentara Sterenn Park, sino que

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Sterenn Park me presentaba aDaniel bajo una luz diferente.Contemplarlo, recorrerlo, eradescubrir otra cara de Daniel. ¿Suverdadero rostro? Es lo que meparece. Allá, he aprendido mássobre él que leyendo los recortes deperiódico, más que haciéndolepreguntas, más que en ninguna otraparte… ¿Lo hizo a su imagen o fueal revés? Estoy convencida de quees el reflejo de él mismo.

Este nuevo punto de vistavuelve la personalidad de Daniel

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mucho más profunda y todavía másamable a mis ojos. Y aviva por lotanto mi dolor. ¿Qué no ya heperdido a este hombre apenasconocido a quien me daban ganasde conocer más?

¿Qué hacer ahora? No me sientodel tamaño para imponerme, parabatallar contra la madre sin elapoyo de su hijo. Además, él notratará siquiera de contactarme.

Me equivoqué. Creí que nuestrahistoria, a pesar de la diferencia deedad, a pesar de la diferencia de

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experiencia, a pesar de ladiferencia social, podía tener unfuturo porque era una historia depieles que se reconocen, de cuerposque se corresponden, de almasunidas. Pero sin duda idealicé lascosas desde lo alto de miignorancia de los hombres, del sexoy del mundo. Las apariencias, lasconvenciones y los detractores sonmás fuertes que nosotros.Realmente creí que le importaba,pero visiblemente no al punto deenfrentar a su madre.

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Aquí, en mi pequeña cama, enmi habitación de Tours con papeltapiz de flores, me digo que todaesta historia podría parecer unsueño, un cliché (el de una chicaburguesa banal de provincia queconoce a un millonario de carabonita), me digo que podría serrisible. Pero sé que no es un sueño,mis placeres eran tan reales comomi sufrimiento. Y los clichés, no meimportan demasiado.

Durante algunos días, no me voya poder desahogar (por supuesto no

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le he dicho nada a mis padres) yvoy a ser consentida: la cura idealpara dar vuelta a la página…

Te mando muchos besos.Julia.

En el momento en el que apagomi computadora, la pantalla de miteléfono celular se enciende.Vibraciones. Nuevo mensaje detexto. Tomo el teléfono. Al ver elnombre que se despliega… mi

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corazón se pone a latir conestrépito. «Daniel W.» . Dudo unpoco. El pulgar en suspenso porencima del botón «Mensajes».Temo que sus palabras me impidanconciliar el sueño.

Espera. Espera a mañana paraleerlo con la cabeza tranquila.

Aquí, ahora, este mensaje nopuede cambiar nada, sóloinquietarte y producirte insomnio.

Francamente, ¿hubiera podidousted resistirse? Yo tampoco. Mipulgar aprieta el botón.

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[Sábado 28 de julio 00:14Julia, no sabía nada sobre la

llegada de mi madre. Usted mereprochaba querer controlar todo…tal vez ya no me lo reproche más…

Mi madre se mostró muy pocodelicada. No hay que odiarla poreso.

Le deseo buenas noches.La llamaré mañana.]¡Wow! Entonces… Estoy

estupefacta… Abro los ojos tandesorbitadamente que se diría quemis párpados están sostenidos por

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cerillos. No lo creo. No me atrevoa creerlo. ¡Él la defiende! ¿«muypoco delicada»? ¡Decididamentegrosera, sí! ¿Y sólo tengo queaguantarme? ¿Poner la otra mejilla?¿Disculparme, tal vez, por noquedarme a soportar los embates dela reina madre? Y él, en lugar dedisculparse por su cobardía, voltealas cosas para hacerme un reproche.¡Es el colmo! Muy bien…¡podemos decir que en términos demensaje de disculpa, es todo lo queobtendré!

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Estoy tan furiosa que mi espírituse pone a divagar, a esperar, asuponer, no, mi espíritu ya no tienefuerzas para luchar contra nada y sedesploma por el cansancio.

Mis padres han tenido el cuidadode no hacer ruido para dejarmedormir, es tarde cuando por fin medespierto al día siguiente. Antes debajar, hago tiempo sobre la cama,entre soñadora y pensativa.

¿Sarah me habrá respondido?Tomo la computadora que había

puesto al pie de mi buró.

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De Sarah

[email protected] Sábado 28 de julio

10:36Para Julia

[email protected] No dejes nada. ¡Julia!Esperaba noticias tuyas... ¡pero

no imaginaba tantos exabruptos entan poco tiempo!

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¿Qué malestar tienes? ¿Fatiga?¿Aprehensión por el regreso talvez? Nada grave, espero.

¿Y ese Vincent? ¡Tendrás quecontarme más!

Ahora que compartimos elmismo huso horario, vamos a poderllamarnos más fácilmente y yaquiero que me cuentes todos losdetalles de viva voz.

La familia de tu Daniel pareceser difícil de soportar…: un padreque él no quiere ver, una hermanaenferma, una madre histérica… Eso

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puede explicar su comportamiento,pero no excusarlo por supuesto…Entiendo que te hayas escapado. ¿Ytal vez te haya dejado ir paraahorrarte la escena? No me quedaclaro por qué no te defendió. No vamuy bien con la imagen que me hehecho de él con lo que ya me habíascontado. ¿Tal vez fue tomado porsorpresa? ¿Tal vez quería arreglaralgunas cosas con su madre y noquería que fueras testigo y parte deese tormento?

Me parece muy bello eso que

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dices sobre la correspondenciaentre Daniel y su residenciabretona. No solamente eso muestraa un buen hombre encantador, sinoque también muestra tusensibilidad. Quien sino tú hubierapodido sentir esas cosas yexpresarlas… Creo que tu almasensible y tu corazón lleno de amorsupieron ver la verdadera cara deDaniel. Y dudo entonces que suseparación sea definitiva. Si tienelas mismas cualidades que las quele atribuyes a su residencia, él

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regresara contigo, es muy claro. Talvez ya están juntos en el momentoen que te escribo esto.

¿Tú, una mujer banal? ¡Pero sitú eres más linda, inteligente yparticular que todas esas lagartonassuperficiales e interesadas quedeben estar tras tu Daniel! ¡Y nopuedo creer que el rango social tepreocupe: una buena chica,cualquiera que sea su clase, es unabuena chica!

Mi Julia, estoy de todo corazóncontigo y, como dice la canción,

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«resiste, prueba que existes» , todose arreglará.

Y si quieres cambiar de ideas:¡¡¡ven conmigo a Sicilia!!!

Te mando un gran beso y esperotu llamada.

Sarah.

Mi padre es el único en lacocina, apurado con la preparacióndel almuerzo.

- Buenos días papá.

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- ¡Ah! ¡Buenos días, mi princesa!¿Dormiste bien?

- Muy bien. Gracias por habermedejado dormir hasta tarde.

- ¿Quieres comer algo? Elalmuerzo está ya casi listo, peroaún tienes tiempo de comer un pan,me dice guiñándome el ojo, yofreciéndome una canasta decroissants frescos y llenando unataza con café.

- Gracias papá. ¡Hace tantotiempo que no me comía uncroissant! Dije devolviéndole el

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guiño. ¿Mamá no está?- No, ya sabes, está en su curso

de gimnasia de los sábados. ¡No loiba a perder hoy, demasiadoansiosa estaba por contarle a susamigas que «su americana» haregresado!

Imaginar a mi madre nos hacereír.

Riiiiing… riiiiing… Saco elteléfono de mi bolsillo. Es Daniel.Ni siquiera considero elresponderle. No he digeridotodavía el mensaje de texto de la

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víspera. Rechazar.- ¿No respondes? Pregunta mi

padre, sorprendido.- No, no conozco el número, sin

duda es un error.- Ah…Mi padre parece dubitativo.- Me pareces rara desde que

regresaste, se inquieta.- ¿Rara?- Un poco… ausente…

molesta… no sé.- Claro que no papá, todo está

bien, digo tratando de tener el tono

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más natural y más tranquilizadorposible. Sólo estoy un pocodesconectada, necesito un tiempode readaptación, es todo. Vamos, note preocupes papá, digo mientras lobeso. Bueno, subo para bañarme.¡Huele muy bien eso que preparas!Le alcanzo a decir trepando laescalera.

En el transcurso del almuerzo,mi teléfono, que guardo en elbolsillo de mi pantalón, recibe unmensaje. Finjo unas ganasimperiosas de aislarme en el baño

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para poder leer tranquila.[ Sábado 28 de julio 13:10 Julia, he tratado de llamarla.

¿Por qué no contestó? No seaestúpida.]

Y siguen las palabras dulces…¡No hay ningún riesgo de queresponda!

En la tarde, mientras meencuentro en el pequeño cuadradoque es el jardín detrás de la casa,un nuevo mensaje de textointerrumpe mi lectura de revistas.

[ Sábado 28 de julio 16:06

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Julia, necesito hablarle.Indíqueme cuándo.]

Está mejor. Pero puedeesforzarse aún más.

Un poco más tarde, estoy en mirecámara arreglando mis cosas.Daniel me envía de nuevo unmensaje.

[ Sábado 28 de julio 17:11 Sé que se siente herida, pero no

me deje sin noticias suyas.]Al fin un poco de

reconocimiento… ¡Pero eso, esligero! ¡Va a necesitar un poco

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más señor Fire!Después, otro más:[ Sábado 28 de julio 17:54 Julia, no comprende pues que

siento mucho lo que pasó, quequiero hablarle. Si usted persiste ensu silencio, iré a casa de suspadres, la raptaré.]

Esta vez, debo responder, es muycapaz de tocar a la puerta…

[ Sábado 28 de julio 17:55 ¡No haga nada! Estoy bien.

Necesito estar sola.]En el preciso momento en que

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aprieto el botón «Enviar»,escucho… ¡que llaman a la puerta!Mi corazón da de saltos en elpecho, me pongo a temblar.

¡¿No, no es verdad?! ¡¿No esél?!

Confieso que estaría másmolesta que sorprendida por laconcomitancia de la amenaza y desu ejecución.

- ¿Julia? ¿Cariño? Alguien tebusca. ¿Bajas?

¡Oh Dios mío! Es el horror, elinicio de mis tribulaciones. Estoy

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atrapada. Tengo que ir.- ¡Sí mamá, ya voy!En medio de la escalera, percibo

a mi madre adosada en el muro delpasillo, sosteniendo la puerta deentrada completamente abierta y enel vano, reconozco la gran siluetade…

- ¡Tom!- Hi, Julia!Devoro los últimos escalones y

corro para saltarle a los brazos.- Tom! What are you doing

here?

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- I’m going to meet some friendsin the South of France, and I saymyself: why won’t I go throughTours to kiss my Julia?

– I’m so happy to see you, Tom!1

- Oigan, muchachos, ¿no quierenentrar? Propone mi madre quiensostiene todavía la puerta.

- Por supuesto mamá. Come inTom.

Intrigado, mi padre nos alcanzaen el pasillo.

- Mamá, papá, les presento a

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Tom, mi amigo de New York. Tom,this is my parents, Sylvie andJacques.

Tom avanza hacia mis padrespara estrecharles la mano.

- Buenos días, señora. Buenosdías, señor.

- ¡Oh! ¡Pero habla usted francés!Exclama mi madre.

- Oh! No, I’m sorry. Yocomprender un poco, hablar muymal.

- Claro que no, claro que no,¡usted habla muy bien! Vamos, no

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nos quedemos aquí en la entrada.Vengan al salón.

Tomo del brazo a Tom.- Julia, pregunta a tu amigo si

quiere beber algo.- Do you want to drink

something? Wait... Papá, ¿quedóalgo de champaña?

- ¡Claro! Jacques, ve a buscaruna botella, se apura a ordenar mimadre, emocionada por la visita deTom.

- Julia nos ha hablado mucho deusted. Tom. Se quedará a cenar con

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nosotros, ¿verdad? Quédese adormir también, no es necesario quetome un cuarto en un hotel. Es ustedbienvenido.

Mi madre habló tan rápido queTom no pudo entender todo. Sevoltea hacia mí con una miradainquisidora.

– My mother said that theyheard a lot about you and they aredelighted to see you. They wantyou stay for dinner, for the nightand for all the time that you want.You are welcome among the

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Belmont family!– ¡Oh! Gracias, gracias, es

mucho amable I’ll be glad to stayhere tonight.

– ¡Perfecto!– When must you go away?– Tomorrow afternoon, at the

latest. I wanted to have some newsabout you and I also wanted to tellyou something. Something weirdand quite important. 2

– ¿Qué dice tu amigo?– Eh... que tiene que irse

mañana... que está encantado de

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vernos y de conocerlos...– About what, Tom?– About D. W. I’ve got some

revelations... 3

1 – ¡Tom! ¿Qué haces aquí?- Voy a ver a unos amigos en el

sur de Francia y me dije: ¿por quéno pasar por Tours para darle unbeso a mi Julia?

- ¡Estoy tan contenta por verte,Tom!

2 - ¿Cuándo te vas?

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- Mañana por la tarde, a mástardar. Quería tener noticias tuyas ytambién hablarte de algo. Algoextraño y bastante importante.

3 - ¿Sobre qué, Tom?- Sobre D.W. Tengo que hacerte

unas revelaciones…

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4. Revelación

Tengo tanta prisa por estar asolas con Tom que me parece quela cena se extiende demasiado. Mimadre no para de adular misméritos con Tom, como si ellaquisiera casarme a cualquier precio(me he cansado de decirle, ella nopuede aceptar la idea de que sóloes un amigo) y lo hostiga con

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preguntas. Pero como no habla niuna sola palabra en inglés y queTom no puede entender todo lo quedice con lo rápido que habla, mepaso todo el tiempo traduciendo…lo que me viene en gana: no le digotodo lo que dice mi madre y adaptolas respuestas de Tom. El ejercicioes un poco cansado, pero, loconfieso, me está divirtiendo. Esver a Tom sentado a la mesa encasa de mis padres: desfasado.

Mi impaciencia no me impidedisfrutar el momento que es muy

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relajado y alegre. Mis padres semuestran acogedores y estáncompletamente subyugados conTom quien, como siempre, esencantador. Estoy tan contenta devolver a verlo.

Después de más de dos horas enla mesa, mis padres deciden al finirse a acostar.

- Bueno jóvenes, los vamos adejar. El cuarto de huéspedes estálisto y puse toallas limpias en elborde de la tina de baño. ¡Buen finde velada y buenas noches!

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Le repito a Tom lo que acaba dedecir mi madre.

- Muchas gracias, señora. Havea good night.

- Gracias mamá. ¡Buenas noches!Digo lanzando un beso en direccióna mis padres.

Tom y yo nos instalamosconfortablemente en el salón yesperamos a que mis padres hayancerrado la puerta de su recámarapara empezar a hablar.

Tom me pregunta si me acuerdoque Daniel Wietermann había dado

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la consigna de no dar ningunainformación sobre él si una personade nombre Camille Wietermann sepresentaba.

¡Por supuesto que lo recuerdo!Veo todavía el rostro enfadado deDaniel, escucho todavía el tonoautoritario y glacial de susindicaciones.

Y bien, el día en que me fui, eseCamille Wietermann se presentó enla recepción y preguntó a Tom siconocía a Daniel. Tom le respondióal principio que no estaba de

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ninguna manera autorizado a hablarde los clientes del hotel y que, detodas formas, él no conocía aDaniel Wietermann. Pero Camilleinsistió. Dijo que él sabía queDaniel iba siempre a ese hotelcuando iba a New York y que habíaestado ahí esos últimos días.

Si está tan seguro de suinformación, ¿por qué entoncespreguntarle al personal del hotel?

Camille se disculpó de lamanera torpe con la que habíaabordado a Tom. La verdad, era

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que necesitaba ayuda.¿Necesitaba ayuda? ¿Cómo es

eso?Sí, Camille explicó que Daniel

era su hijo y que sabía que en esemomento, había abandonado elhotel porque él lo había observado,de lejos. No se había atrevido aacercarse y ahora, lo lamentabaamargamente. Necesitabaimperiosamente hablar con su hijo ytenía miedo de haber perdido suoportunidad. Tom, enternecido porel evidente desasosiego del

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anciano, se mostró comprensivo yse disculpó por no poder hacernada por él. Pero Camille le afirmóque sí, que sí podía hacer algo.Podía darle un mensaje a Danielpor medio de su amiga, la joven quetrabajaba con él y que había vistosalir varias veces con su hijo.

Tom, que no quería traermeproblemas, y menos ponerme en unasituación embarazosa, preguntó aCamille por qué no se dirigíadirectamente a su hijo si tantoquería hablarle. Pero Daniel no

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escucharía a Camille, él rechazabatodo contacto con él desde haceaños. Le era necesario acercarsepor medios indirectos.

¿Tal vez hubiera una buenarazón para esas reacciones?

No, según Camille, Daniel seequivocaba sobre su padre. Hastaeste momento, él no había hechonunca nada para que las cosascambiaran, pero hoy, era diferente,estaba enfermo y no queríaabandonar este mundo sin habervuelto a ver ni hablar con su hijo.

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¿Realmente estaba enfermo?Tom quería creerle, en todo

caso, sentía que este hombre erasincero y se había conmovido. Paraconvencer a Tom, Camille lepropuso encontrarlo al final de suservicio para contarle su historia,con una copa. De esta forma, Tompodría juzgar por él mismo y enconsciencia si aceptaba a ayudarloo no. Tom acordó con Camille estaentrevista y he aquí lo que elanciano le confió:

«Me casé con una mujer que

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amaba.Nuestros primeros años fueron

maravillosos. Yo pintaba, ella erami modelo. Viajábamos mucho, nosdivertíamos, éramos libres yestábamos locamente enamorados.Nuestra vida no tenía nada de larudeza de los artistas malditos, sindinero. Diane era una Tercari y yopertenecía a un linaje de artistasque habían hecho fortuna. Denuestra pasión, nacieron dosniños, con siete años dediferencia: Agathe y Daniel. Yo

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adoraba a esos niños. Pasabamucho tiempo con ellos.

Pero las cosas comenzaron acambiar cuando Diane tuvo queretomar el relevo de la joyería.Nos instalamos en París y ella seconsagró en cuerpo y alma a suempresa. Rápidamente, elsedentarismo y la soledad mepesaron y me convertí en unesposo voluble y juerguista. Apesar de nuestras diferencias,Diane y yo nos amábamos, pero noera suficiente. Había veces en que

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desaparecía varios días por fiestasen los cuatro rincones del mundo,pero siempre regresaba.

Al paso del tiempo, Diane ya nosoportó mis locuras. No tanto porel mal que pudiera hacerlepersonalmente sino por el quepodía hacerle públicamente. Nadala preocupaba más que la imagende su familia y de su empresa. Ypasaba mucho tiempo evitando quese divulgaran mis excesos deconducta, que aparecieran en laportada de periódicos de

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escándalos.Un día, ya no sé ni cómo ni por

quién, me enteré que Diane teníaun amante. Incluso si yo la habíaengañado muchas veces, nuncahabía tenido una amante, jamásme acostaba dos veces con lamisma mujer. Huía de la vida queteníamos, pero amaba a Diane. Sinembargo, no tenía la cara parahacerle el más mínimo reproche…Así pues callé.

Pero eso me minaba, medestruía lentamente. Me volvía

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cada vez menos capaz de muestrasde afecto hacia los niños,abandonaba el domicilio con másfrecuencia, cada vez por mástiempo y cuando regresaba, supresencia me era insoportable. Mehabía convencido de que no eranmíos…

Las relaciones con Diane sevolvieron insoportables. Y despuéslas cosas terminaron por estallar.Le confesé que sabía que tenía unamante y que sospechaba que élera el padre de los niños. Ella no

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lo desmintió. Me fui, para novolver jamás.

Sin embargo, la duda no meabandonaba. Tanto había amado aesos niños… Durante todos estosaños, me enteraba de ellos comopodía, los seguía en las sombras.

Hace algunos meses, me enteréque no me quedaba mucho tiempopor vivir. No podía irme con esaduda. Con la ayuda de amigos queestaban en contacto con Diane,descubrí que Agathe y Daniel sieran mis hijos. No tengo tiempo

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para odiar a Diane, no sabrénunca porqué hizo lo que hizo. Talvez porque le puse en bandeja elpretexto para sacarme de suvida…

Entiende, ¿no es así? Por quétengo que hablar con mi hijo.¿Querrá usted ayudarme y hablarcon su amiga?»

Las revelaciones de Camille medejan muda.

- Are you always in contact withDaniel?

- More or less… 1

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Por mi parte, le cuento a Tomtodo lo que pasó desde queabandoné New York.

No sabe qué aconsejarme. Por unlado, se sintió conmovido porCamille y le gustaría ayudarlo areparar una injusticia, a hacer queun padre y un hijo se reencuentren,pero por otro lado, lo que acabo dedecirle sobre la madre le hace tenerciertas reservas. Después de todo,es una historia de familia, comoexisten tantas otras y de las que nonos ocupamos. ¿Quién sabe si

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Camille no ha mentido? Tom nopuede estar del todo seguro. ¡Quéellos encuentren la manera! Yademás, él piensa que haría mejoren mantenerme alejada de estafamilia extraña, teme que meprovoque problemas y sufrimientosinútiles, tiene miedo por mí.

Pero yo, no logro estarinsensible y distante, todo lo queacabo de escuchar me trastorna.Son como las piezas de unrompecabezas que encajan poco apoco. No puedo dejar la obra a

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medio terminar, quiero ver latotalidad del cuadro. ¿Es acaso poramor, por el gusto del riesgo? Unpoco de los dos. Lo que a Tom leparece turbio, peligroso me trae amí una luz positiva sobre Daniel.Tom sabe bien que no me quedarécon los brazos cruzados. Por lotanto me sugiere que sea prudente,que sólo le envíe un mensaje aDaniel diciéndole que su padrequiere hablarle, sin agregar nadamás.

No, necesito decírselo en su

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cara…Después de instalar a Tom en el

cuarto de huéspedes, voy a mihabitación. En la aprehensión y enla emoción que produjo su llegada,bajé olvidando el teléfono. Unallamada perdida de Sarah que nodejó ningún mensaje y un largomensaje de texto…

[Sábado 28 de julio 20:30Julia, usted regresó por mi

causa. Lo había esperado y usted lohizo. Su malestar, mi madre, suhuida… todo se salió de control, la

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situación se me escapó de lasmanos y eso me es insoportable,como puede imaginarlo. La quierotener cerca de mí, para mí. Y estoyseguro de que usted también. Noperdamos el tiempo en excusas yenojos. Lo que está hecho, hechoestá. Mañana por la noche estaré enParís, venga a mi encuentro.]

[Sábado 28 de julio 23:56De acuerdo.]Mañana, no tengo más que

encontrar una excusa para ir aParís…

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Un poco antes del almuerzodominical, abandono a Tom y a mispadres para llamar por teléfono aSarah.

- ¡Qué historia! Tom tiene razón,no bajes la guardia y no te dejesinvadir por esta familia que pareceuna yerba mala. ¡Te conozco, eresuna verdadera esponja! Al mismotiempo, te entiendo, en tu lugar, iríatambién a buscar a Daniel paraaclarar todo esto y porque… ¡estásenamorada! ¿Cuándo sales a París?

- Hoy. Daniel me envió un

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mensaje esta mañana: «Cita enHarry’s Bar a las 20h»

- ¿Qué les dijiste a tus padres?- Bueno, justamente…, aún no

les digo nada. Necesito encontraralgo.

- ¿Tom va hacia el sur?- Sí, pero regresa a París para

tomar el avión.- Bien, sólo tienes que decir que

hablamos de nuestra futurainstalación y que nos pareceprudente comenzar a prospectardesde ya, si queremos encontrar un

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apartamento para los primeros díasde octubre y que aprovechas queTom va a París para hacer el viajecon él.

- Sí, es una buena idea.- Sí, y además, tendrás que

apegarte a esta historia, dijo riendo.Bueno, vamos, vete. Me llamaráscuando estés allá. ¡Besos!

- Prometido, te llamo. GraciasSarah. Besitos.

- ¿Ya quieres abandonarnos?¿No quieres que te acompañe?

- No mamá, es muy amable de tu

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parte, pero ya sabes, es muy pesadoeso de buscar apartamento y no voya tener tiempo de ir de compras…Y además, sólo voy por unos días.

- Bueno. ¿Pero dónde vas adormir?

- Sarah dejó la llave de su casacon el conserje. Puedo tomarprestado su estudio.

Hacia el fin de la tarde, Tom yyo abandonábamos Tours para ir aParís. En la estación Montparnasse,nuestros caminos se separaron. Élpartió hacia el aeropuerto de Orly y

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yo me introduzco en el metro.Estudié el trayecto durante el viajeen tren: línea 12, dirección Porte dela Chapelle, hasta Madeleine,después la línea 8, direcciónCréteil, bajando en Opéra.

Hace muchísimo calor en elmetro, sudo por todas partes, corroel riesgo de licuarme antes dellegar al bar… Al fin afuera. Doyuna vuelta completa sobre mímisma. Los autos giran alrededordel terraplén donde se encuentra lasalida del metro. Sé que tengo que

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tomar la avenida que está frente amí cuando tengo la Ópera en laespalda. Ok. Es aquella. Ahora,¿cómo llegar hasta allá? Ya está, yaveo: uno, dos, tres… cuatro pasajespeatonales. Ya estoy. Bajo laavenida de la Ópera. Primera a laderecha. Calle Daunou, número 5.Harry’s Bar.

Llegué un poco temprano. Muchomejor. Voy a refrescarme al baño.Recogí mi cabello en una cola decaballo, llevaba unos jeans, unablusa sin mangas fluida, elegante y

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sandalias con tacones. Estoymaquillada muy discretamente.

Daniel llega a tiempo. Son las20 horas cuando se sienta a mi ladohabiendo saludado antes, me besaapasionadamente.

- Estoy muy feliz de verlaseñorita Belmont.

Es verdad que tiene unsemblante feliz. Sus ojos brillan,su rostro sonríe.

- Yo también, señor Wietermann.- ¿Qué le parece el lugar? Quería

algo que le recordara el lugar en el

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que nos habíamos conocido, paravolver a empezar desde ahí,olvidando los incidentes molestos.

- Sin embargo…Daniel no me deja terminar mi

frase, abatiendo de nuevo sus labioscontra los míos. Sin lasrevelaciones de Camille, yo noestaría aquí. Pero Daniel no lo sabey no parece estar sorprendido deverme caer fácilmente en susbrazos. Por supuesto, eso medisgusta vivamente, pero mireacción tarda en llegar debido a lo

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que supe el tiempo que estuvimosseparados.

- Daniel, es necesario quehablemos…

- Mañana, ya hablaremosmañana, Julia, sé que le deboexplicaciones, pero no ahora.

Sus palabras, su mirada, susgestos traducen una urgencia deverme, de tocarme, como siquisiese asegurarse de mipresencia, sentirse seguro. Y derepente, me doy cuenta de que tuvomiedo de perderme, miedo de que

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no llegara. Me doy cuenta que tieneuna necesidad visceral deencontrarme carnalmente pararecobrar una serenidad y que tienemiedo que las palabras lodificulten, que suspendan esteencuentro y que pongan en peligroeste momento. Me doy cuentaporque siento exactamente lomismo. Y no tengo ganas deestropear este instante. Ok,hablaremos mañana.

- Tengo que cenar y necesitoalgunos conocimientos

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profesionales. Acompáñeme,¿quiere? Se inclina hacia mí ymurmura en mi oído. Enseguida, lallevaré a mi casa. Y le prometo unanoche de placeres… Me quemo,Julia, por acariciar sus curvas, porsentirla en mí, por devorarla…

Daniel retrocede suavemente,rozando mi mejilla en sumovimiento. Observa sobre mirostro el efecto de sus palabras,luego toma mi mano y me lleva alexterior del bar. Ray está ahí, listopara llevarnos a una noche de

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delicias…- ¿A dónde vamos? ¿Será

necesario que cambie de atuendo?- Está usted perfecta así. Pero

me pregunto si no tendrá muchocalor en esos jeans.

- Sí, mejor me pongo una falda,me sentiré más cómoda.

- ¿Y va usted a hacerlo así, aquí,en el auto, en mis narices, asabiendas que llegamos en dosminutos? Es una provocaciónseñorita Belmont…., me diceDaniel, con los ojos chispeantes, la

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boca ligeramente torcida por unasonrisa.

- Pues sí,…, respondíescarbando en mi bolso buscandouna falda.

- Tiene usted razón…. Merezcoque juegue usted un poco conmigo,que me haga esperar.

Que curioso… Danielsospechaba de segundasintenciones que ni siquiera mehabían venido a la cabeza… Comosi quisiera indirectamentesometerme a la idea de que él

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podría, quizás, hacerse perdonarpor un juego en el cual yo sería,por una vez, el amo. Interesante…Pero no tengo realmente ganas dejugar. Mañana tendré queencontrar el valor para hablarle,tendré que sopesar mis palabras yde aquí en adelante, es en él queencontraré mi fuerza, es por él quequiero rencontrar mi aliento.Necesito sentirme cercana a él,conectada. Y sé que es juntandonuestros cuerpos que lo lograré.

- No tengo ganas de jugar, le dije

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débilmente.Su falso aire bromista

desaparece. Nuestras miradas sedetienen una sobre la otra. Nada semueve más que nuestros pechos quese levantan bajo nuestrasrespiraciones apoyadas.

- Yo tampoco…Nos lanzamos uno contra el otro

y toda la intensidad que había ennuestras miradas, en nuestras venas,en nuestros alientos, la dimos enese beso, como dos poseídos, comodos locos de amor que osan

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finalmente decírselo.El recibidor de autos delante del

restaurant pone fin a nuestra pasión,sin quien, quizás hubiéramoscontinuado todavía. Un mozovestido de negro nos recibe.

- Buenas noches, señorWietermann. Señorita.

- Buenas noches Georges.- Sus invitados llegaron,

síganme.Georges nos lleva a una mesa

redonda donde están instaladoscuatro hombres.

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- Julia, le presento a Benjamin,Simon, Paul y Richard, quienes hantrabajado conmigo en la colección«Fire». Amigos, les presento aJulia.

Nos saludamos mutuamente,mientras que Daniel y yo tomamosnuestros lugares uno frente al otro.Luego de algunas cortesíassuperficiales, la conversaciónderiva rápidamente sobre el planoprofesional y me encuentro con lapena de no poder participar. Danielmuestra cierta impaciencia y pide a

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sus interlocutores abreviar, peroestos arrecian con preguntas ycomentarios. Comienzo a pensar enun pretexto para eclipsarme de estacena cuando siento algo que sube alo largo de mi pierna. Me congeloinstantáneamente y levanto los ojoshacia Daniel. Consigue lo quequería: atraer mi atención. Mesonrió y voltea casi inmediatamentehacia Richard quien le pide suopinión sobre un artículo sobre lacolección que acaba de aparecer ene l «New Yorker» . Sin embargo el

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no retira su pie que continuaacariciando mi pantorrilla y llega ajugar al hueco de mi rodilla, sedesliza por el interior de mismuslos, se posa sobre mis bragas.

- Daniel, ¿Me escuchas? Le diceSimon.

- ¡Pero si no hago otra cosa!- No sé, pareces distraído….- No, pero si quieres ser más

concreto, te lo agradecería, le diceDaniel mientras ejerce presióncontra mi pubis.

No puedo más. Imágenes

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delirantes me pasan por la cabeza.Me veo avanzar con brazos ypiernas sobre la mesa para ir abesar a Daniel. ¿Será simplementesu contacto sobre mi piel lo que meperturba hasta este punto? ¿O serála excitación infantil de hacer algoa «escondidas»? ¿O el miedo devernos sorprendidos? ¿O todo a lavez? No voy a poder permanecerestoica mucho tiempo.

– Perdónenme, señores, necesitotomar aire un instante, digosofocada, levantándome de un salto.

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Inmediatamente, Daniel seprecipita en mi persecución.

-¡Regreso!Una vez en el exterior, Daniel

toma mi rostro entre sus manos.- Espéreme en mi casa. Ray

puede llevarla. Tome un baño,recuéstese, prepárese. Mientras medeshago de estos inoportunos lomás rápido posible. Envíeme unmensaje cuando haya llegado. ¿Deacuerdo?

- Está muy bien.Daniel llama a Ray para que

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acerque el auto y me mira partir.- Henos aquí señorita. El

apartamento del Señor Wietermannocupa por completo el último pisodel edificio. Sígame, le voy amostrar su cuarto.

Detrás de unas puertascorredizas: el «cuarto», grande ysobrio. Uno de los muros estáenteramente recubierto de espejos,como en un salón de danza. En unaesquina, sin pared para separar elespacio, se entrona una tinamajestuosa. Es de noche, las

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persianas están abajo, solo tres ocuatro lámparas de baja intensidadiluminan la pieza.

Camino hasta la tina, enciendolas gruesas velas cilíndricasdispuestas sobre un pedestal en elpiso. Me siento en el borde y doyvuelta a la llave.

[Domingo 29 de julio 23:02Ya estoy aquí.][¿Está usted en la habitación?][Sí.][¿Qué hace usted?][Estoy preparando la tina.]

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[Quiero que sumerja lentamentesu cuerpo en el agua, que el calor lainvada poco a poco, que ustedsienta la espuma cosquillear supiel. Envuelta de dulzura, de calorlíquido, su cuerpo se adormece, serelaja y se apresta a acogerme.]

Esta recámara desconocida, lanoche, las velas, el vapor del agua,el mensaje de Daniel me precipitana un estado de languidez dulzona.La simple acción de desvestirme,de sentir la tela deslizarse sobre mipiel me provoca un ligero

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escalofrío. Sigo las indicaciones deDaniel: me sumerjoprogresivamente, me abro pasoentre las nubes de espuma,relajándome, dejándome llevar bajoel efecto del agua caliente.

Coloco la cabeza sobre el bordede la tina, cierro los ojos; mismanos, guiadas al mismo tiempopor el recuerdo y por la expectativade las caricias de Daniel, recorrenmi cuerpo: el cuello, la garganta, laredondez de mis senos, mivientre…, los tobillos, el pliegue

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de la rodilla, el muslo…, mi sexo,el exterior de mis labios, hinchadospor el calor del agua y la excitaciónincipiente, el interior liso de mislabios, la entrada de mi vagina, quese contrae alrededor del dedo queintroduzco…

Retiro mi dedo, detengo miscaricias, para preservar este estadode sorprendente suavidad queanuncia placeres deliciosos. Salgode la tina, envuelvo con una toallamis senos, pero no me secocompletamente, dejo que las gotas

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de agua espumosa perlen mi piel yvoy a recostarme.

[Domingo 29 de julio 23:32El baño estuvo divino…][Sólo podía pensar en usted

preparándose para mí. ¿En dónde seencuentra ahora?]

[Desnuda, sobre su cama.][Es realmente excitante saberla

tan cercana, tan lista. Esta espera sevuelve insoportable.]

[Estoy acostada, sobre mivientre, una toalla me cubre de lamitad de la espalda a la mitad de

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las nalgas. Mi vello púbico se frotacontra la sábana. ¿Qué voy a hacer?¿Dormir? Imposible. ¿Esperarlotranquilamente? Mi cuerpo no losoportará más tiempo…]

[Ya llego.]Menos de quince minutos

después de nuestro intercambio demensajes de texto, las puertascorredizas se abren frente a Daniel.La tensión que lo carcome esvisible.

Se quita la ropa sin dejar demirarme.

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- No se mueva…Sigo recostada sobre mi vientre,

los pies cruzados en el aire, elpecho ligeramente levantado,apoyándome sobre los codos.Daniel se acerca a mí, desnudo, susexo erecto, el torso decidido. Unapotencia animal emana de su formade actuar. No me muevo, subyugadapor su belleza abrumadora. Sesienta sobre la cama, a mi lado, ysubraya el arqueo de mi espaldacon un roce de su mano. Danielpasa una pierna por encima de mí y

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se pone a horcajadas por encima demis muslos. Ya no puedo verlo,pero siento cómo sus manos seapoderan de mis nalgas, lasacarician firmemente, las aprietan,luego siento sus besos húmedoscubrir esos dos globos rendidos asu vista, a sus manos, a su boca.

Su lengua curiosea en lahendidura de mis nalgas, lame laflor, va un poco más abajo, hasta misexo. Su rostro está completamenteentre mis nalgas, en mi culo. Suslengüetazos provocan un

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movimiento en mi pelvis y el rocede mi pubis contra la sábana avivami deseo. De repente, Daniel mevoltea sobre la espalda, separa mismuslos y se hunde en la humedad demi sexo. Bebe, cosquillea con lapunta de su lengua, mordisquea, ymi cuerpo entero se desborda: miclítoris se hincha, mis senos setensan, mi aliento se convierte engemidos.

En una ondulación sensual,Daniel repta sobre mi cuerpo, hastacubrirlo con la suavidad de su piel.

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Su rostro esta ahora tan cerca delmío. Siento su aliento cálido en micuello. Y sus labios que me besan.Su boca sabe a mí. La sensación esal mismo tiempo extraña yexcitante.

Me tomas, me entrego a ti y alhacerlo, aprendo a conocerme amí misma. Es materializarme através de ti, es probar mi esencia.Ven, ven para conocerme mejor.

Atizada por ese beso, enredo mispiernas alrededor de él, parasentirlo mejor contra mí, contra mi

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intimidad ardiente. Nuestroscuerpos permanecen así por unmomento, pegados uno contra elotro, mientras nuestras bocas sedevoran y nuestras manos seacarician, aprietan, estrujan,arañan.

De repente, Daniel se levanta ycubre su sexo con un condón.Espero que me penetre, pero melevanta de la cama, como si nopesara más que una pluma y melleva hasta el muro cubierto por unespejo.

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Exaltada por su fuerza, por sufogosidad, ebria de deseo, mevolteo hacia el espejo y planto mismanos sobre la superficie fría en laque nuestras dos siluetas desnudasse reflejan.

Daniel se pega a mí. Nosquedamos un instante inmóviles,nos miramos en el espejo,contemplamos nuestros deseos y,con la mirada aún fija, Danielmurmura en mi oído: «Es ustedbella, Julia, muy bella.»

Pasa una pierna entre las mías

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para separarlas y, con unmovimiento enérgico de su cintura,llena mi vagina con su sexo. Elritmo que le imprime a nuestroscuerpos es de una lentitudextremadamente sensual. Me arqueotodo lo que puedo para recibirloaún más adentro de mí. Muevo mipelvis, mis movimientos sonbruscos. Daniel se agarra de miscaderas. Nuestras respiraciones sonlargas, entrecortadas, irregulares.Me gusta esta manera deimpregnarse el uno del otro, de

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llevarse mutuamente a los linderosdel placer.

Daniel acelera su vaivén. Tomamis senos en sus manos, los palpa.Mi boca, a algunos centímetros delespejo, se entreabre. Mi respiraciónes corta. Un halo de vaho se dibujaen el vidrio. Daniel acelera aúnmás. Gimo, agito mis caderas, ya nocontrolo nada. Estoy completamenteatrapada por el frenesí con el queDaniel me coge. Resisto todavía unpoco, quisiera que estassensaciones que atraviesan mi

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cuerpo duraran, duraran… Daniel,él también, lo veo en su reflejo, estáa punto de caer.

En el mismo instante, nuestrasmiradas se encuentran en el espejoy, sin dejar de mirarnos, nuestroscuerpos zozobran bajo un potenteorgasmo. Durante algunossegundos: yo, apoyada contra elespejo, él, arqueado sobre miespalda, al límite de nuestroaliento. Luego Daniel me toma porlos hombros, me voltea, me abrazay me aprieta en sus brazos como

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nunca antes lo había hecho.

1 - ¿Sigues en contacto con

Daniel?- Más o menos…

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5. La mujer en el marco deplata

My funny Valentine / Sweetcomic Valentine / You make mesmile with my heart / Your looksare laughable, /Unphotographable / Yet you’re myfavorite work of art… 1

...La delicada, frágil, evanescente

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voz de Chet Baker… Unromanticismo tenebroso decircunstancia… que le va tan bien aDaniel…

Don’t change a hair for me /Not if you care for me / Stay littleValentine stay / Each day isValentine’s Day... 2

...Cómo imaginarse un despertar

más dulce… La música viene deotra pieza, estoy sola en lahabitación, en medio de estagigantesca cama.

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¿Daniel durmió conmigo?Una cosa es segura, la noche

anterior, mantuvo sus promesas...Me levanto, me baño y me pongo

una falda corta y una camiseta.Hubo esta noche una comuniónextraordinaria entre Daniel y yo,que me siento llena de energía estamañana, serena, lista para hablarlede su padre. Separo las puertascorredizas apenas entreabiertas yme dejo guiar por la música:atravieso un espacio oficina-biblioteca, un pequeño salón, otro

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aún más grande.Daniel está ahí, sentado en un

sillón, leyendo su periódico. No meescuchó llegar.

- Buenos días.Daniel levanta sus ojos y me

regala una amplia sonrisa.¡Y qué sonrisa! Mataría por esa

sonrisa que ahonda sus hoyuelos yanima su verde mirada.

Baja su periódico, se levanta, seacerca a mí, pone un beso sobre mifrente y con una voz suave me dice:

- Buenos días, Julia. ¿Té? ¿Café?

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- Me encantaría un té, gracias.- ¿Croissants?- Con gusto.- Siéntese. Le pediré a Martha

que se los prepare.Daniel regresa al salón, seguido

por unos minutos de diferencia porMartha quien me trae mi desayuno.

- ¡Cuánta hambre!Daniel me descubre en flagrante

delito de gula. En menos tiempo delo que se necesita para decirlo,tragué un croissant y ya muerdo elsegundo.

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- ¿No se había percatado? Dijelanzándole una mirada un pocopícara.

Daniel responde encantado conuna risita y con un guiño cómplice.

Bueno, es tiempo de abordar eltema, entre más rápido hayatransmitido el mensaje de CamilleWietermann, será mejor.

Los ojos clavados sobre la tazade té que sostengo entre mis manos,aspiro profundamente y me preparopara abrir la boca. Pero Daniel mecorta la palabra en el aire. Es él el

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primero en desenvainar.- ¿Julia?Levanto súbitamente la cabeza,

aturdida por haber sido detenida enpleno impulso. Daniel adquiere untono serio. Afable, pero serio.

¡Si él quiere hablar, no se loimpediré! Ni modo, anunciaré mihistoria más tarde.

- Julia, le ofrezco mis disculpaspor lo que pasó en Sterenn Park. Nosé cómo mi madre supo que estabaallá, ni cómo sabía de su existencia.Pero poco importa. Ella se mostró

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odiosa con usted y yo comprendoque su actitud y sus frases la hayanofendido. No supe cómo actuar enese momento y lo lamento. Esperoque me perdone.

¡Eh! ¡No tan rápido! Estoycontenta por que reconozca loshechos pero lo que yo quiero essaber por qué. ¿Por qué su madrese dejó llevar así? ¿Por qué ustedno reaccionó?

Daniel espera una respuesta.- No entendí… No entendí por

qué no salió a mi defensa. Y por

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qué no trató de retenerme.- Ya se lo he dicho, estaba

completamente sorprendido y nosupe cómo reaccionar en elmomento.

- Sí, pero no parece ser algo queusted haría.

- Bueno, usted pudo constatarque en materia de control, tengo auna maestra. Mis relaciones con mimadre son complicadas,conflictivas, sobre todo porque sebasan en un profundo apego.Oponerme a ella en aquel momento

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hubiera sido devastador, lasituación hubiera sólo empeorado yusted hubiera podido sufrir de suparte ataques aún más severos.Quise ahorrarle la escena, darle laposibilidad de escaparse, no hacerde usted la víctima de nuestraconfrontación.

Exactamente lo que suponíaSarah…

- Pero hubiera preferidodefenderla contra viento y marea,Julia. Esta situación sin ser tangrave me es muy desagradable, no

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me siento orgulloso. Le pido quetrate de comprenderme.

- Y su madre, ¿por qué meaborrece tanto?

- Mi madre no tiene nada contrausted personalmente, Julia. Desdenuestra infancia, ella siempre nosha sobreprotegido, a mi hermana y amí. Ella tenía ciertamente razonespara hacerlo… El problema es queella quiere aún hacerlo hoy. Nosoporta que alguien se acerque anosotros para algo que no tenga quever con lo profesional. Ella teme

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que nos hagan daño, que seaprovechen de nosotros física ymoralmente. Ella creó una burbujaalrededor de nosotros tres que cree,que quisiera, irrompible… Ella nopuede admitir que yo pueda estar asu lado, al de mi hermana, y a lavez al de una mujer o de inclusoamigos. Por lo tanto evitocuidadosamente presentarle a quiensea y menos de improviso. Eso es,usted no era el objetivo de su ira,no lo tome personal. Es lo quequería que entendiera.

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- Creo que entiendo. Y aceptosus disculpas.

- Estoy encantado, Julia,realmente, dice Daniel,enarbolando de nuevo una cararelajada y sonriente.

- Olvidemos este incidenteentonces, ¿quiere? Continúa.Espero que acepte regresar aSterenn Park.

- Me gustaría mucho.Mi respuesta parece

tranquilizarlo, inclusoentusiasmarlo.

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-¿Qué le pareció esa propiedad?¿Le gustó?

Daniel me mira con insistencia.No es una pregunta por la forma enque lo hace. Mi opinión parecerealmente interesarle. Me digo queno me equivoqué: está muy apegadoa esta casa y ella se le parece.

- Me pareció que era… a imageny semejanza de su propietario. Megustó. Enormemente.

Daniel baja los ojos.Sorprendido sin duda, conmovidotal vez, por el velo que acabo de

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levantar.Debo aprovechar este momento

de comprensión entre nosotros paralanzarme.

- ¿Daniel? Debo hablarle dealgo. Es un poco delicado porquesoy únicamente una intermediaria,una mensajera. Y no quisiera ser unpájaro de mal agüero…

- ¿De qué se trata? Preguntaarqueando las cejas.

- Bien… Prométame primero queno me interrumpirá.

- Está usted muy misteriosa. No

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le dé vueltas al asunto. ¡Hable!Viendo que su tono me enfría y

me pone más aprehensiva, regresa asu tono dulce:

- Prometido. La dejaré terminartodo lo que tiene que decir sinintervenir.

- El día en que me fui de NewYork, Camille Wietermann, supadre, se presentó en el hotel yhabló con mi amigo Tom…

El rostro de Daniel se crispa enun instante, su mirada se endurece.Me doy cuenta de que aprieta los

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dientes y se muerde los labios, sinduda para contenerse y dejarmecontinuar. Prometió y es un hombrede palabra. Paso un trago de salivay prosigo tranquilamente.

- Su padre preguntó por usted yTom, que se acordaba de lasindicaciones que había dado,primero respondió que no conocía aDaniel Wietermann. Su padrecambió de estrategia. Le confesó aTom que sabía que usted ya noestaba en el hotel porque lo habíaobservado de lejos. Había querido

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acercarse a usted pero no lo habíaconseguido y lo lamentaba. Es poreso que quería pedir la ayuda deTom. Había observado que Tom yyo éramos amigos y que yo habíasalido varias veces en su compañía.Se dijo que, tal vez, si yo letransmitía su deseo de hablarle,usted aceptaría ponerse en contactocon él.

¡Uf! Lo dije…- ¿Ya terminó?- Sí.Daniel está furioso. Se levanta

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bruscamente y se pone a caminar deun lado para otro.

- No solamente se atreve aespiarme sino además, la utilizapara contactarme. No duda enutilizarla. ¡Este hombre siempre fueun cobarde, una escoria!

Daniel no para de caminar, degesticular. Se expresa con odio, conrabia, con desprecio.

- ¡Y su amigo cayó en su juego!¿Qué le dio por escuchar a estemonstruo? ¡Ya se los habíaprohibido! ¡Había que lanzarlo a la

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calle!Me quedo sentada, sin moverme,

sin decir una sola palabra. Lamenor intervención de mi partepodría ser fatal. Esperaré a que latormenta pase.

- Y usted, ¿por qué darme esterecado? Usted sabe que no quierooír hablar de ese tipo, ¡¿no?! ¿Nopodía guardárselo para usted?¿Quería sacarme de mis casillas?¿Entonces? Me deshago endisculpas frente a usted y a usted,¿lo único que le interesa, es

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importunarme con los lloriqueos demi padre?

Me quedo tranquila. Me doycuenta de que su arranque de ira lehace decir cosas, que sus palabrasvan más allá de lo que en realidadpiensa.

- ¿Ya no dice nada?Con un tono más calmado,

audible y no tan cargado endecibeles, digo:

- Está furioso, está en su derechoy seguramente tiene muy buenasrazones para estarlo. ¿Con quién

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está molesto? ¿Con su padre? ¿Conusted mismo? No me convierta en laresponsable ni en el objetivo de surabia. No confunda. Además, memarea agitándose de esta forma.

Mis palabras calmadas parecensorprenderlo. Lo siento un pocodesestabilizado por la calma conque respondo. Debe darse cuenta deque fue demasiado lejos con suspalabras, que su reacción esexagerada, tal vez un poco ridícula.Vuelve a sentarse.

- ¿Le dijo otra cosa a su amigo?

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Dudo en decirle la verdad. En lamedida en la que no puedo estarsegura de la exactitud de la historiade Camille y que además, no mecorresponde a mí contárselo aDaniel, puedo simplemente, por nomentirle, decirle que Camille seconfesó con Tom.

- Tuvo que convencer a Tompara ayudarlo. Le contó ciertascosas de su vida.

- ¿Cuáles?- No sé exactamente. Sólo su

padre podría decirle. Debería

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escucharlo…- No sabe de qué habla, Julia.- No, por supuesto. Pero después

del episodio en Sterenn Park,estaba realmente enojada con ustedy terriblemente decepcionada. Sinembargo, acepté escucharlo y susexplicaciones me demostraron queno tenía todos los elementos parajuzgar la situación. ¿Por qué nopodría usted hacer lo mismo con supadre? Escúchelo al menos. Yajuzgará después.

Daniel ya no levanta la voz, su

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mirada dejó de ser amenazante perose pierde en el vacío, su aparienciacolérica cambió a una pensativa.

- Tiene razón.Fue necesario un largo silencio

para aclarar la atmósfera y quitarlesu pesadez.

- No estoy enojado, Julia,termina por decir Daniel antes debesarme. ¿Tiene algo que hacerhoy?

- Sería bueno que hiciera unpoco de prospección. Sarah y yotenemos que encontrar un

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apartamento para los primeros díasde octubre.

- En ese caso, le pediré a Rayque se quede con usted. ¿En québarrio piensa buscar?

- No lo sé en realidad, pensabaocuparme de eso hoy.

- Bueno, si necesita desplazarse,Ray estará ahí. Sino, hay unacomputadora en la oficina para subúsqueda. Pero no se preocupe porsu apartamento. Aproveche el buenclima en la terraza. Descanse. Yotengo que irme. Estaré de regreso

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alrededor de las 18h30.- Muy bien.Sola en casa de Daniel, me doy

cuenta de que no reconozco loslugares ni las cosas. Era de nochecuando llegué ayer y Ray me indicódirectamente el cuarto. Decidovisitar un poco. El salón donde meencuentro es el punto central de unalarga consecución de piezas,diferenciadas por un pedazo demampara, pero que ninguna puertacierra, excepto la recámara. Éstasson totalmente blancas, de suelo a

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techo, Incluso la mayor parte de losmuebles y de las telas son de unblanco inmaculado. Nada que vercon Sterenn Park. Aquí las líneasson estrictas, los objetosfuncionales; el mobiliario es dediseñador, el ambiente casi clínico.

Detrás de mí, pues, un espaciopara oficina y un pequeño salón.Enfrente, un comedor y, hasta elfondo, una gran cocina abierta. Enel gran salón, un inmenso sofá enángulo y cuatro sillones estándispuestos alrededor de la mesa de

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centro de vidrio. Pocasdecoraciones sobre los muros,algunas lámparas, aquí un jarrón enmetal plateado, allá un pequeñoaparador en madera laqueada, Yluego, dominando la pieza, un pianode cola. Un objeto está puestoencima, me aproximo. En un marcode plata: la foto de una mujer. Latomo para observar el retrato conmás detenimiento. Es una mujermorena, distinguida, magnífica.Volteo el marco, casiinstintivamente. Por detrás,

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inscritas sobre el cartón, algunaspalabras y un nombre, con una bellaletra:

“Para quien…Haydée”Conozco ahora a su hermana, a

su madre, entonces… ¿quién esesta mujer?

Vuelvo a colocar la foto en sulugar y continúo mi visita. Unalarga terraza corre por todo lo largodel apartamento. Paso por la puertavidriera del salón y descubro unavista magnífica del río Sena, justo

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más abajo, y la torre Eiffel.Divanes, sofás, mesas, plantas yflores, lámparas… no hace faltanada. Levantando los ojos, observoque hay todavía un piso por arriba.Creía sin embargo que estábamosen la cumbre del inmueble. Regresoal interior y, entre el salón y elcomedor, noto una escalera. Elapartamento es en realidad undúplex. En la parte de arriba, seencuentran cuatro grandeshabitaciones con su baño.

Debo decir que esta visión de

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conjunto del penthouse debilita enalgo mi entusiasmo por buscar unpequeño apartamento de dospiezas… Pero me obligo a encenderla computadora para consultar lasofertas del momento. Estaría muybien que encontráramos un buenapartamento, incluso si para esperartuviéramos que estar apretadas untiempo en el estudio de Sarah.

Entre mi búsqueda en internet, eldesayuno preparado por Martha,una siesta sobre la terraza y losprimeros capítulos de una novela…

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no vi el tiempo pasar y estoysorprendida de que sean las 18h30 cuando Daniel entra y meencuentra leyendo, echada sobre unsofá.

- ¡Buenas noches Julia!- Buenas noches, ¿Tuvo un buen

día?- Pasable. Tengo ganas de ir a un

restaurante, ¿le apetece?- ¿Por qué no?- Sólo estaremos nosotros dos

esta vez… se divierte haciéndomeun guiño. Voy a tomar una ducha y a

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cambiarme. Quédese como está,está usted encantadora.

Daniel vacía sus bolsillos sobrela mesa de centro: teléfono, llaves,billetera… y se eclipsa en lahabitación. Lleva apenas cincominutos dentro cuando su teléfonosuena. Desde el lugar en el que meencuentro, puedo ver la pantalla. Elnombre de la persona que trata decomunicarse con él se despliega.

Ese nombre, es el de la mujer enel marco de plata sobre el piano:Haydée.

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1 Mi graciosa Valentine / Dulce,

cómica Valentine / Haces sonreírmi corazón / Tu belleza es terrible/ Imposible de fotografiar / Peroeres mi obra de arte favorita…

2 No cambies ni siquiera unpoco por mi / No si me amas /Quédate, pequeña Valentine,quédate / Y cada día será unafiesta…

Continuará...

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