Violencia y política durante el Frente Nacional

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Violencia y política durante el Frente Nacional La percepción de los diplomáticos franceses Renán Vega Cantor INTRODUCCIÓN En este ensayo se reconstruye la visión de los diplomáticos franceses sobre el Frente Nacional, a partir de la consulta de los archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia en Paris, y más específicamente de los fondos correspondientes a los períodos 1952- 1963 y 1964-1970, que hace muy poco tiempo han sido puestos a disposición de los investigadores. Esta labor de investigación fue adelantada durante mi permanencia en la ciudad de París entre el 2002 y el 2003. Una versión reducida de este ensayo fue publicada en el Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura No. 30 de 2003. Sin embargo, dada la amplitud de la información consultada, he elaborado un escrito mucho más amplio, que ahora es publicado en forma integra por primera vez y que ofrezco a los lectores de Espacio Crítico. La información existente sobre el período señalado, con relación a épocas anteriores de la historia de Colombia, es de mucho más calidad y amplitud, permitiendo hacer una reconstrucción más sistemática sobre la manera como los diplomáticos franceses perciben la política y la sociedad colombianas. Este es el aspecto que se pretende resaltar en este escrito, pues es bueno recordar que, en sentido estricto, la información diplomática proporciona pocos datos adicionales que permitan efectuar una interpretación más rica de los procesos históricos. En otros términos, desde el punto de vista empírico no existe nueva información que posibilite reinterpretar a fondo la historia reciente del país. Lo que a nosotros nos interesa es captar lo que se dice sobre Colombia y por qué se concentran en determinados aspectos, teniendo en cuenta que los análisis se hacen sobre un período tan reciente que su contemporaneidad gravita de manera decisiva sobre los hechos de hoy. De ahí se deriva el rol esencial que en los informes diplomáticos tiene la relación violencia-política, que es uno de los aspectos distintivos de la vida nacional en el último medio siglo, tema al que le dedicamos un amplio apartado en este ensayo. La variedad de la información proporcionada por un diplomático depende de su cultura y de sus intereses. Por eso la información es tan heterogénea, lo que depende de la capacidad analítica de cada funcionario, así como de su dinámica personal para generar información sobre el país en que reside. Cada funcionario ve lo que quiere ver, pero en general esa mirada se hace desde arriba, es decir, desde el ámbito del poder y la dominación del Estado, de las clases dominantes y de los partidos políticos hegemónicos. Pese a las diferencias individuales que se encuentran en la amplitud de la perspectiva de los diversos diplomáticos, en términos generales son notables las limitaciones de los puntos de vista sobre Colombia. La mirada diplomática es, por llamarla de alguna forma epidérmica, ya que se concentra en lo que a primera vista se ve y esa mirada, además, está condicionada por las fuentes más convencionales, como la prensa bipartidista o las informaciones oficiales proporcionadas por el gobierno. Esa mirada, aparte de epidérmica es coyuntural, porque los diplomáticos hacen las veces de cronistas políticos, si entendemos la crónica como una descripción cronológica de los acontecimientos. En este sentido son prisioneros de la coyuntura, la cual examinan en términos políticos muy reduccionistas, entendidos como la expresión del Estado o de las fuerzas políticas dominantes. Desde luego, en algunos casos superan estas limitaciones, cuando intentan pensar más allá de lo inmediato, tratando de presentar análisis generales, en los que intentan poner en juego interpretaciones sociológicas sobre las características del país, sus habitantes, la demografía, las razones de la violencia, el sistema político, las costumbres, etc. Son esos textos, en los que hay un intento de captar diferentes situaciones en el mediano y largo plazo, los más importantes para percibir lo esencial de la mirada diplomática sobre el país, y en los que podemos observar todos los dispositivos de su eurocentrismo. Por tal razón, el ensayo se ocupa de manera prioritaria de esos análisis generales, antes que de las apreciaciones puntuales sobre hechos estrictamente coyunturales. Por supuesto, no se les puede pedir a los representantes franceses que dejen a un lado sus intereses, que no son sólo personales sino los del gobierno que representan, y su formación cultural e ideológica, inmersos, además, en un contexto histórico específico, el cual influye directamente en muchas de sus apreciaciones, en nuestro caso concreto la Guerra Fría y el proceso de descolonización en África y Asia. No es raro, a partir de este contexto, observar como los puntos de vista de los diplomáticos franceses no se distingan, en términos globales, de las posturas dominantes

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Violencia y política durante el Frente NacionalLa percepción de los diplomáticos franceses

Renán Vega Cantor

INTRODUCCIÓN

En este ensayo se reconstruye la visión de los diplomáticos franceses sobre el Frente Nacional, a partir de la consulta de los archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia en Paris, y más específicamente de los fondos correspondientes a los períodos 1952-1963 y 1964-1970, que hace muy poco tiempo han sido puestos a disposición de los investigadores.  Esta labor de investigación fue adelantada durante mi permanencia en la ciudad de París entre el 2002 y el 2003. Una versión reducida de este ensayo fue publicada en el Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura No. 30 de 2003. Sin embargo, dada la amplitud de la información consultada, he elaborado un escrito mucho más amplio, que ahora es publicado en forma integra por primera vez y que ofrezco a los lectores de Espacio Crítico.

La información existente sobre el período señalado, con relación a épocas anteriores de la historia de Colombia, es de mucho más calidad y amplitud, permitiendo hacer una reconstrucción más sistemática sobre la manera como los diplomáticos franceses perciben la política y la sociedad colombianas. Este es el aspecto que se pretende resaltar en este escrito, pues es bueno recordar que, en sentido estricto, la información diplomática proporciona pocos datos adicionales que permitan efectuar una interpretación más rica de los procesos históricos. En otros términos, desde el punto de vista empírico no existe nueva información que posibilite reinterpretar a fondo la historia reciente del país. Lo que a nosotros nos interesa es captar lo que se dice sobre Colombia y por qué se concentran en determinados aspectos, teniendo en cuenta que los análisis se hacen sobre un período tan reciente que su contemporaneidad gravita de manera decisiva sobre los hechos de hoy. De ahí se deriva el rol esencial que en los informes diplomáticos tiene la relación violencia-política, que es uno de los aspectos distintivos de la vida nacional en el último medio siglo, tema al que le dedicamos un amplio apartado en este ensayo.

La variedad de la información proporcionada por un diplomático depende de su cultura y de sus intereses. Por eso la información es tan heterogénea, lo que depende de la capacidad analítica de cada funcionario, así como de su dinámica personal para generar información sobre el país en que reside. Cada funcionario ve lo que quiere ver, pero en general esa mirada se hace desde arriba, es decir, desde el ámbito del poder y la dominación del Estado, de las clases dominantes y de los partidos políticos hegemónicos. Pese a las diferencias individuales que se encuentran en la amplitud de la perspectiva de los diversos diplomáticos, en términos generales son notables las limitaciones de los puntos de vista sobre Colombia. La mirada diplomática es, por llamarla de alguna forma epidérmica, ya que se concentra en lo que a primera vista se ve y esa mirada, además, está condicionada por las fuentes más convencionales, como la prensa bipartidista o las informaciones oficiales proporcionadas por el gobierno. Esa mirada, aparte de epidérmica es coyuntural, porque los diplomáticos hacen las veces de cronistas políticos, si entendemos la crónica como una descripción cronológica de los acontecimientos. En este sentido son prisioneros de la coyuntura, la cual examinan en términos políticos muy reduccionistas,  entendidos como la expresión del Estado o de las fuerzas políticas dominantes. Desde luego,  en algunos casos superan estas limitaciones, cuando intentan pensar más allá de lo inmediato, tratando de presentar análisis generales, en los que intentan poner en juego interpretaciones sociológicas sobre las características del país, sus habitantes, la demografía, las razones de la violencia, el sistema político, las costumbres, etc.

Son esos textos, en los que hay un intento de captar diferentes situaciones en el mediano y largo plazo, los más importantes para percibir lo esencial de la mirada diplomática sobre el país, y en los que podemos observar todos los dispositivos de su eurocentrismo. Por tal razón, el ensayo se ocupa de manera prioritaria de esos análisis generales, antes que de las apreciaciones puntuales sobre hechos estrictamente coyunturales.  Por supuesto,  no se les puede pedir a los representantes franceses que dejen a un lado sus intereses, que no son sólo personales sino los del gobierno que representan, y su formación cultural e ideológica, inmersos, además, en un contexto histórico específico, el cual influye directamente en muchas de sus apreciaciones, en nuestro caso concreto la Guerra Fría y el proceso de descolonización en África y Asia. No es raro, a partir de este contexto, observar como los puntos de vista de los diplomáticos franceses no se distingan, en términos globales, de las posturas dominantes de los Estados Unidos, destacándose como elementos característicos centrales el imaginario anticomunista y el eurocentrismo, los cuales impiden aproximarse a la comprensión de la realidad colombiana, que es examinada a partir de un poco disimulado complejo de superioridad, típico de la mentalidad colonialista, en un momento, a fines de la década de 1950, en que Francia todavía era uno de los principales poderes coloniales. No es raro, en consecuencia, constatar, que muchos puntos de vista antes que intentar captar lo específico de la sociedad colombiana son simples traslados del desdén colonialista y racista con que eran vistos los pueblos africanos o asiáticos que hacían parte de la periferia del sistema colonial de Francia.

No obstante, ciertas observaciones sobre el poder, las formas de dominación  y las cúpulas de los partidos resultan muy valiosas, puesto que se hacen mediante un conocimiento directo como resultado de la compenetración de los embajadores con los círculos dominantes. Creemos que esta es la parte más valiosa de las impresiones de los diplomáticos, máxime que aquellos comportamientos y actitudes permanecen casi inmodificables en el largo plazo, incluso hasta el día de hoy, como tendremos ocasión de verlo a continuación.

 

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I. CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE EL PAIS Y LA POLITICA

Para comenzar es indispensable referirse a las apreciaciones más generales en torno a algunos temas que fueron importantes en el período del Frente Nacional, tales como la “explosión demográfica”, el poder de la Iglesia Católica, el falso nacionalismo de las clases dominantes criollas,  la evidente separación entre el “país formal” y el “real” y las características de los partidos políticos.

1). la “Explosión Demográfica”

Era casi obligatorio que los diplomáticos se refirieran a la “explosión demográfica” uno de los temas dominantes en la década de 1960, máxime que Colombia aparecía como uno de los países de América Latina con un mayor crecimiento poblacional.

Esas preocupaciones demográficas se presentaron a finales de la década de 1960, lo que permite hacer un recuento de conjunto del periodo estudiado en este ensayo. En 1968 el país tenía 20, 7 millones de habitantes, siendo superado en América Latina solamente por Brasil, México y Argentina. Pero dado su crecimiento en 1975 ya ocuparía el tercer rango y en el 2000 se calculaba que el país contaría con 57 millones de habitantes. Previsiones que, como sabemos, resultaron equivocadas.

Con estas informaciones y otras más específicas que aquí no citaremos,  el embajador Francis Lavasseur extrae conclusiones reveladoras de los problemas que se derivan de la “explosión demográfica”: “el problema moral de muchos niños sin padre con sus corolarios económicos, sociales y sicológicos: niños ‘mal educados’; “el problema nutricional: el desfase entre el crecimiento de la población y el de los alimentos”; “el problema de la enseñanza: creación de escuelas y formación de institutores” que lleva a que las  “inversiones y gastos de funcionamiento necesarios crezcan más rápido que los recursos del país”, “el problema de la mano de obra: el exceso de población rural se dispersa sobre las ciudades que no pueden absorberla: 50 por ciento de desempleo en Bogotá”.

Ahora bien, para enfrentar todos estos problemas existe una doble solución: limitar los nacimientos y desarrollar la economía. Para lograr lo primero, es indispensable acudir a la aplicación incondicional de las políticas de control demográfico impulsadas por organismos internacionales como el Banco Mundial, la OMS, la UNICEF y por países como los Estados Unidos. En estas estrategias de control natal se recomienda, casi exclusivamente, el uso de métodos anticonceptivos. Sin embargo, las políticas de control natal enfrentan dos

enemigos de talla: la Iglesia católica y el chovinismo, este último resultado de un “anti-americanismo visceral” [1

].

Al abordar los obstáculos a la aplicación de las políticas natalistas coloca en un mismo plano la posición netamente conservadora y antimoderna de la iglesia católica junto a  las críticas hechas desde la izquierda a la estrategia de Estados Unidos, impulsadas principalmente por el Banco Mundial. Las primeras desarrolladas, mientras que las segundas únicamente las menciona, sin considerarlas a fondo.

En cuanto al papel de la Iglesia señala, con toda razón, que dado su poder e influencia sobre la población colombiana,  su rechazo al uso de los métodos artificiales de control natal tendrá repercusiones negativas inmediatas. Eso se percibe en las últimas disposiciones sobre control natal,   cuya justificación doctrinaria procede del Vaticano, pues el propio Pablo VI en su encíclica Humanae Vitae condena el control de la natalidad por medios artificiales. Esta directriz papal se convirtió en el soporte más importante de la oposición de la iglesia colombiana a las políticas de control natal, como se evidenció durante la Conferencia Episcopal de 1968 en la que se llegó a sostener que el principal recurso de control natal consistía en acudir a la “Divina Providencia”, lo que llevó a uno de los diarios liberales del país a calificar a la Iglesia colombiana como una de

las “más retrogradas del mundo”[ 2 ]. Lamentablemente, no existe ningún tipo de consideraciones sobre las críticas que desde diversos sectores de la izquierda se hacían a las políticas de control natal, que se situaban en la perspectiva de condenar la célebre afirmación de Robert McNamara, que poco tiempo después será el principal portavoz de las políticas natalistas del Banco Mundial, de que “era mejor matar a los niños en los vientres maternos que en las selvas y montañas de los países del Tercer Mundo”.

El desarrollo económico sería el otro mecanismo que debería inducir a una reducción del crecimiento de la población. Y para que ese desarrollo fuera posible era necesario impulsar, al mismo tiempo, la industrialización

y efectuar una reforma agraria[ 3 ]. El diplomático en cuestión no desarrolla tampoco este punto pero es claro que su perspectiva se inscribe en la óptica de las teorías de la CEPAL tan en boga en ese entonces e impulsadas en el país durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, gobierno que recibió los más calidos elogios por parte de los diplomáticos franceses. Para éstos, tal gobierno es el de “burguesía inteligente, la que ya no quiere permanecer en el siglo XIX, la que ha comprendido la necesidad de amputar un dedo para no perder el   brazo y

todo el cuerpo. Pero este no es un gobierno para el pueblo”[ 4 ].

2). La iglesia: un poderoso “grupo de presión”

Los diplomáticos comentan periódicamente el papel que desempeña la Iglesia católica en la vida colombiana. Como, además, en los años sesenta, la acción de Camilo Torres Restrepo significó un choque con la tradicional postura conservadora del clero colombiano, eso atrajo de inmediato la atención de los funcionarios franceses.

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En una de las primeras manifestaciones respecto a la importancia de la religión católica en Colombia se señalaba que“el clericalismo es una de las coordenadas permanentes de la vida nacional”, pero existe una clara separación entre el sentimiento religioso del “pueblo colombiano” que es “verdaderamente muy ‘católico’, según un conjunto de actitudes, de ritos sociales, de conductas y de manifestaciones”. Pero ese sentimiento, no impide “poner en duda en más de un aspecto la realidad de las impregnaciones ‘cristianas’ en el edificio social”. Y esto, sencillamente, porque el pueblo católico es uno y la iglesia, como jerarquía es otra. Esta última sigue teniendo una gran influencia política y “es respetada por los dos partidos”, aunque existen matices, ya que “el partido liberal es menos confesional” y son evidentes “las inclinaciones del alto clero… por el partido

conservador, el cual se considera a su vez como el partido católico…”[ 5 ].     

En sus concepciones y prácticas, “las autoridades religiosas persisten… en sus posiciones tradicionales y confortables que les asegura hasta ahora, más que una autoridad moral, un verdadero ejercicio de poder indirecto. La Iglesia, verdadera fuerza, constituye uno de los ‘grupos de presión’, quizá suficientemente libre en

términos económicos pero muy comprometido con una tendencia conservadora”[ 6 ]. Es tal el poder de la Iglesia

que se puede decir que existen dos Colombias: “la que es administrada por Bogotá y la que depende de Roma” [

7 ].

La Iglesia colombiana, una de las más conservadoras de América Latina, interviene en los más diversos aspectos de la vida social y política y su poder se encuentra  amparado en el Concordato establecido entre el estado colombiano y el Vaticano. Este acuerdo facilita que la Iglesia colombiana actué de manera intransigente

en la vida colombiana desde hace más de un siglo[ 8 ]. Esa intransigencia la lleva a estigmatizar y condenar cualquier voz crítica en el seno de la misma institución, como sucedió con Camilo Torres y luego con los sacerdotes de Golconda, denunciando lo que siempre ve como  la “infiltración marxista” en el seno de la sociedad colombiana. Estas acusaciones tienen gran eco en la prensa del país, la cual sirve de receptáculo a todos las exageraciones del clero colombiano, que sólo contribuyen a reforzar la intolerancia. Eso lo captó muy bien Francis Levasseur en abril de 1969, cuando, comentando la cacería de brujas que se despertó en algunos lugares del país en torno a la supuesta infiltración comunista y marxista en el seno de la iglesia y de algunos colegios, aduce que todo ello sólo es una respuesta vengativa contra la reciente promulgación del Manifiesto de Golconda, firmado por un grupo de sacerdotes colombianos y extranjeros, siendo que ese documento lo único

que hace es denunciar las condiciones de injusticia y desigualdad que predominan en la sociedad colombiana. [ 9

] La visceral postura anticomunista del clero y de la prensa muestra que  “la Colombia ultra católica… esta muy sensibilizada en todo lo atinente al comunismo: todavía no se hace la distinción entre la enseñanza del marxismo, colocado en el mismo plano que toda otra doctrina filosófica o económica, y la propaganda comunista. Intervenir en favor de los desheredados, es amenazar la sociedad y hacerse subversivo. Ante esta intolerancia, las actitudes de los sacerdotes que quieren actuar es delicada: al querer conducirse como

cristianos, ellos se arriesgan de ser calificados como comunistas”[ 10 ].

Comentando los incidentes con los “sacerdotes rebeldes de Golconda”, señala que “la prensa, en las manos de los poseedores, no ha destacado sino los aspectos contestarios de su acción, pasando en silencio el trabajo humilde y poco espectacular que ellos han realizado en sus parroquias”. Porque, “en este país donde el aspecto sociológico del subdesarrollo esta caracterizado por lo que se ha llamado aquí la ‘marginalización’, es decir, la no participación de una amplia fracción de la población en la vida tanto económica como política, el esfuerzo principal es la educación, tarea del gobierno, pero también la ‘concientización’, tarea de animadores benévolos” [ 11 ].

Este clero católico profundamente conservador fue estremecido por la acción del sacerdote Camilo Torres Restrepo, su incorporación a las filas del ELN y, sobre todo, su muerte en combate a principios de 1966. Trazando un esbozo biográfico de Camilo, el diplomático francés recalca su ruptura con las jerarquías eclesiásticas, las que por boca de su máximo jerarca el Cardenal Concha, califican sus discursos y prácticas como “opuestas a la doctrina de la Iglesia católica”,  y la manera como los partidos políticos tradicionales lo enfrentaron. Ante esa persecución, el único apoyo que encontró “fue el de los comunistas, que decidieron

utilizarlo en provecho de sus intereses”[ 12 ].

La acción de Camilo ha puesto al clero colombiano ante el dilema de mantener sus privilegios o seguir el

progreso de las ideas para no caer en la esclerosis interna[ 13 ]. Y todo esto, a su vez, tiene que ver con un cambio radical en la composición social de la Iglesia, pues los sacerdotes ya no son reclutados

predominantemente entre los sectores opulentos y adinerados, sino entre las capas populares[ 14 ].

Incluso, después de 1966 los diplomáticos pensaron que efectivamente el clero colombiano se iba a “abrir” política y socialmente y para eso intentaría distanciarse del partido conservador impulsando la formación de un partido demócrata cristiano, a la usanza de otros países latinoamericanos como Venezuela o Chile. En razón de esta expectativa, que resultó por completo falsa, los diplomáticos le atribuyen más importancia de la que verdaderamente alcanzaron los magros intentos de construir un proyecto político de tipo demócrata cristiano en

Colombia[ 15 ].  

3). El seudo nacionalismo de las elites  colombianas

En algunos momentos los diplomáticos escribieron algunas glosas sobre el sentimiento nacionalista que se bosquejaba en el país en la década de 1960. Al hablar del nacionalismo, generalizan y confunden las diversas posturas nacionalistas que se dibujaban en el panorama político del país. En otros términos, para esos

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diplomáticos no existían diferencias entre el seudonacionalismo de las elites y el nacionalismo antiimperialista promovido por sectores de la izquierda. Además,  no consideran a fondo los planteamientos de este último, ocupándose exclusivamente del primero.

En la década de 1960 las elites colombianas promueven un “nacionalismo primitivo”, que resulta convirtiéndose en un problema que asola a todo el continente, pero que en realidad es  un provincialismo que se “opone violentamente a las influencias extranjeras con tanto más vigor puesto que se acompaña de un complejo de inferioridad. El extranjero de Estados Unidos o de Europa, estimado como más inteligente, instruido, más trabajador que el colombiano, es sin cesar sospechoso de malas intenciones para apropiarse  de las riquezas del país”. En este aspecto, el sentimiento nacionalista negativo toma un aspecto social y se combina con los celos. Esto lleva a los colombianos a comparar la riqueza de unos con la pobreza de otros y esa comparación conduce al escándalo. “A sus ojos tal injusticia solo puede venir del exterior y es necesario combatirla por todos los medios. Se reconoce inmediatamente la apariencia castrista de la disposición de espíritu (…). En otros términos, la envidia al extranjero conduce a muchos colombianos a querer parecérsele, a veces detestándolo, sin que se

encuentre en el país un deseo generalizado de progreso del tipo que existe en Europa  desde el siglo XVIII”[ 16 ].

Pero, con razón, dice Francis Levasseur que “en cuanto al mundo exterior, en cuanto a la inserción de Colombia en el sub continente latinoamericano, sólo algunos dirigentes se preocupan. Salvo cuando se trata de colocar sus capitales en el extranjero, el negociante como el político poco se preocupan del resto del planeta, y en los

periódicos, los artículos de política extranjera son raros y pobres”[ 17 ]. En otros términos, el nacionalismo de las elites colombianas es puro provincialismo.

Ahora bien, lo que los diplomáticos anteponen a este nacionalismo de las elites es la dependencia incondicional en términos de adoptar plenamente los proyectos de modernización impulsados por Estados Unidos y los países europeos. Y aquí emerge la visión eurocentrista, la cual queda claramente revelada al analizar el choque de generaciones, lo que se explicaría porque los mayores de 40 años no estaban vinculadas a la modernización impulsada por Estados Unidos y Europa, lo que aproximaba a esas elites incultas a las masas populares y los ha  alejado de “los principios y actividad del mundo moderno”. Por el contrario, “los hombres cultivados cuya idea se sitúa alrededor de los treinta años con frecuencia instruidos en los Estados Unidos y en Europa, están más

enterados de las realidades de la época” [ 18 ].

Y en una forma pintoresca, al juzgar lo que encuentran positivo en el país, siempre, como una clara expresión del chovinismo francés, resultan descubriendo que es resultado, directo o indirecto, de las influencias francesas. Por ejemplo, al analizar la obra de Carlos Lleras Restrepo, a la que considera como ejemplar, Francis Levasseur

concluye que “su inspiración debe mucho a la política francesa” [ 19 ]. O, cuando perciben que algo no marcha bien, recomiendan aplicar las experiencias francesas, como en el caso, tristemente célebre, de Bertrand de la Sabliere de recomendarle a las clases dominantes del país –como si ya no tuviéramos bastantes sufrimientos con la adopción de los métodos de los Estados Unidos- de aprender y aplicar las técnicas contrainsurgentes francesas experimentadas en Indochina y, sobre todo, en Argelia, entre las cuales sobresalió la tortura y el

crimen[ 20 ]. En una ocasión, a fines de 1961,  este diplomático comentaba el malestar del Ejército colombiano por los continuos golpes recibidos y los lamentos de los altos mandos por no contar con todos los medios para poner fin a esas acciones. Ante esta circunstancia con mucho orgullo, el embajador francés confesó que un oficial superior “que acaba de ser enviado a Francia, para seguir los cursos de nuestra escuela de guerra, no escondía (su) intención de estudiar muy seriamente los métodos franceses de contra-guerrilla y que esperaba

ponerlos en práctica algún día”[ 21 ]. Esto no tendría nada de reprochable si no supiéramos, como ya lo sabemos, que entre los “admirables” métodos franceses desplegados en Indochina y Argelia se destacaba la tortura, la desaparición y el asesinato de los luchadores independentistas, con un saldo de decenas de miles de muertos. ¡Este caso es un claro ejemplo de las “útiles materias” enseñadas por los “civilizados” representantes de las potencias europeas a sus súbditos tropicales!  

En términos generales, a partir de eurocéntricos criterios comparativos se juzga toda la estructura social: la productividad del trabajo y la mediocridad de los trabajadores colombianos, a los campesinos que no lo son en el “sentido europeo del término”. Para concluir, que, en el fondo, la desgracia de Colombia, “como en otros

países del continente, consiste en la imposibilidad sicológica de esta prudencia metódica”[ 22 ]. Como quien dice, estamos determinados fatalmente por nuestra personalidad histórica a no alcanzar nunca las alturas de la “prudencia metódica” francesa. ¿No es acaso esto una prueba del peso del pensamiento cartesiano, que les impide a muchos franceses entender otras realidades?

4). País formal y país real

En 1968, el embajador Francis Levasseur se pregunta si en realidad existe Colombia, para esbozar una larga respuesta que, sociológicamente, es muy interesante para sopesar su percepción de los principales problemas del país: “Sin ninguna duda existe un gobierno central, una capital, un sentimiento nacional, e incluso un espíritu nacionalista particularmente quisquilloso…”. A pesar de todo, “el país está sorprendentemente dividido: geográficamente… por las tres cordilleras que lo fragmentan; climáticamente –y en altitud- por las tres zonas, caliente, templada y fría, que condicionan las culturas tanto como los caracteres; racialmente, por les tres grupos: blanco, negro, rojo (sic) y los numerosos mestizos. De ahí, un neta división (…)”.

Cada Departamento, cada capital, tiene su personalidad geográfica, económica, cultural, racial, e incluso lingüística, y sus ‘niños consentidos’: los hombres políticos locales. “Ellos ‘ascienden’ a Bogotá, pero en el parlamento no alcanzan a asumir dimensiones nacionales. ‘El país más provincial del mundo’, ha escrito un editorialista.  De hecho, ‘Colombia engloba a los colombianos’. Si el régimen no es federal, la mentalidad lo es”. 

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Todo esto se inscribe en un ámbito social muy excluyente, pues existe “una ‘oligarquia’, e incluso una aristocracia muy cerrada, que tiene la tendencia a creer” que sus poderes están amparados en un “derecho divino”. Esa oligarquía asegura su influencia por medio de la coptación de los grandes cargos del Estado. Es evidente que “pertenecer a las clases dirigentes constituye una gran ventaja para tener éxito en la vida”, aunque “la oligarquía terrateniente que gobernó a Colombia hasta la Segunda Guerra Mundial, esta en vía de ser suplantada por una nueva clase –industriales, comerciantes, banqueros- más rica y que socava su

tradicional influencia política” [ 23 ].

Esa nueva clase se ha nucleado en la Asociación Nacional de Industriales (ANDI), cuyos “miembros son un grupo aparte en el seno de la oligarquía colombiana. Son, a diferencia de los grandes propietarios agrícolas,   los “self made men” de tendencias lógicamente tecnocráticas. Las condiciones como han fundado sus empresas  y su éxito los han convencido en forma definitiva de lo nocivo de la intervención del Estado en sus asuntos. La libre

empresa es su catecismo”[ 24 ].

De todas formas, pese a los cambios en la constelación del poder, los “oligarcas” siguen teniendo un gran poder. Para ejemplarizarlo nada mejor que recordar el caso de Oliverio Lara, poderoso terrateniente del sur del país:

En 1965, un riquísimo ganadero, Oliverio Lara, fue secuestrado por ‘bandoleros’. Sorpresa: ellos no piden rescate, y, a pesar de las batidas de las fuerzas armadas, no se encuentra a Lara (…). Pero he aquí que cinco años después, tras una encuesta judicial que se ha desarrollado mientras tanto, se encuentra su cadáver y se detiene a sus asesinos. Lara tiene derecho a unos funerales casi nacionales en la Catedral de Bogotá. Su único mérito es el de haber sido inmensamente rico, riqueza que no le había granjeado amigos puesto que son sus empleados quienes lo han torturado y luego ejecutado. Sin embargo, toda la prensa entona alabanzas para este ‘creador de riqueza’, y este es un ejemplo del mito propagado por los propietarios de acá: el que se enriquece

es un buen servidor de la nación; no se enriquece para sí mismo sino para ella[ 25 ].

 Y el poder de esos terratenientes se evidencia con su oposición a la reforma agraria, ya que ellos han dilatado las negociaciones en el seno del Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (INCORA) mediante diversas presiones políticas. Y, una cosa reveladora del poder de los terratenientes, se expresa en que la cuestión de la

tierra se ventila entre los partidos políticos sin contar para nada con los campesinos [ 26 ]. Esta consideración de Bertrand de la Sablière se contradice, sin embargo, con sus afirmaciones de 1959 y 1960 en las que condenó la toma de tierras, es decir, la acción directa de los campesinos, como una maniobra comunista y castrista, y que incluso en esa ocasión aplaudió con satisfacción las medidas de fuerza llevadas a cabo por el gobierno de

Alberto Lleras encaminadas a desalojar a los campesinos que habían ocupado tierras en Viota[ 27 ].

 

El “país político” es el país formal o legal, pero junto a él se encuentra el “país real”:

La opinión publica se apasiona por el affaire Vives (una discusión en el Senado de la República promovida por el senador costeño Ignacio Vives Echevarria y que puso en aprietos al gobierno de Carlos Lleras Restrepo, nota nuestra), por la elección de la reina de Belleza de Colombia, o por el partido de fútbol donde juega Pele, mientras que aquélla no se apasiona por la elección de su presidente, lo que es paradojal porque el ciudadano colombiano no juega ningún papel en los tres primeros casos, mientras que, soberano, él es quien decide por

sus votos, el nombre del primer “mandatario” [ 28 ].

No obstante, “acostumbrado como está, después de un siglo y medio, a ver los asuntos del gobierno y la selección de sus jefes decidirse en el interior de un serrallo”, el pueblo se resigna porque considera que eso no le concierne. Además, “los jefes no tienen el carisma de un senador escandaloso y buen conversador, de una bella joven o de un futbolista. Precisamente, porque se siente ‘marginal’, la masa rechaza las elecciones y,

cuando todo va verdaderamente mal, juzga más simple tomar las armas: viene entonces la ‘violencia’”[ 29 ].

En cuanto a los partidos,  no tienen fuerza en si mismos, ya que se vota por un hombre y no por un programa: “Un grupo gobierna al país y algunas familias proveen los presidentes y los ministros…”. Cada político tiene su propia clientela y se apoya sobre un grupo de presión: “caficultores, petroleros, importadores de carros, etc., grupos de presión cuyo interés no es siempre ‘nacional’, aunque siempre tengan esa palabra en la boca”. Este “país político” o formal, esconde al “país real”, compuesto por los sectores más pobres de la sociedad, abandonados por el Estado y que en términos políticos no participan en las elecciones. Y lo peor de todo, como lo había manifestado en 1960 Bertrand de la Sabiere, “de arriba abajo en la escala social los colombianos están completamente adaptados a sus anacronismos y, si ellos conciben cambios, es a expensas de otro grupo social

y no del suyo”[ 30 ], lo cual se convierte en un  obstáculo para cualquier modificación democrática como se pone de presente en el caso de la reforma agraria. En el plano político eso tiene como consecuencia que cada grupo dominante, “cada periódico tiene su “niño consentido” (el grupo o el periódico se encuentra mas o menos en sus manos)” y en épocas de campaña electoral “se alaban los meritos del candidato, se le felicita por el alto

vuelo de su ultimo discurso, pero no se habla de su programa”[ 31 ].

Entre estos dos países, el formal y el real, se va creando una fosa muy distinta a la que había existido hasta la década de 1950 que separaba a los dos partidos políticos, porque ahora la “verdadera fosa, la única peligrosa en la actualidad, separa al pueblo y a los partidos: los marginales políticos constituyen una verdadera mayoría. La fracturas entre el país real y el país legal existe como subsisten evidentes desigualdades sociales: la

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tentación de recurrir a la violencia puede entonces ser grande a pesar de los golpes dados a los guerrilleros en

los campos” y a los “‘anti-sociales’ en las ciudades”[ 32 ].

A raíz de esta fosa social, es bueno preguntarse si “Colombia es un país subdesarrollado”. “A primera vista, si uno se limita a los rascacielos de Bogotá, a las grandes fábricas de Medellín, y a la relativa calidad de los ministros y altos empleados, Colombia sería ‘desarrollada’. Pero, detrás de los rascacielos, el tugurio; ante la puerta donde estacionan el Cadillac, los ‘gamines’ mendigando algunos centavos; tras del estado mayor de la Administración, la masa de empleados de pobre calificación (…) Si en Cundinamarca hay ‘autopistas’, en el choco no hay carreteras; si el Gerente de una gran empresa dispone de una residencia hollywoodiense con piscina cubierta y agua caliente, el indio motilón está en la edad de piedra; si el gran ‘cafetero’ representa 25.000 votos, tres cuartos de la población no acuden a las urnas”. Por todo esto, “el subdesarrollo colombiano no es tanto el ingreso familiar de 230 dólares, sino la ausencia de participación de la gran mayoría de la

población en la vida política, económica y cultural de la nación”[ 33 ].   

5). Los partidos políticos y el Frente Nacional

Teniendo en cuenta las características particulares del Frente Nacional era indudable que éste despertara la atención de los funcionarios franceses. Ya en 1959 Bertrand de la Sabiere intentaba hacer un análisis político al respecto, señalando que el reparto paritario de puestos entre los dos partidos en el período 1958-1974 en todas las esferas de la administración pública, desde la primera magistratura hasta los modestos concejos municipales, excluyendo a cualquier otra organización política, constituía algo incompatible con “una administración equitativa y eficaz” en gran medida porque los partidos políticos no son sino “agregados de oligarcas muy confusos, dominados por las querellas de personas donde la mediocridad se impone”. A pesar de que se ha retomado la libertad de prensa y de reunión, la “opinión pública casi no puede ejercer una verdadera acción en el mercado de los asuntos, controlados prácticamente por los caciques y ciertos grupos organizados”,

por lo que “cada uno tiene el derecho de expresar sus puntos de vista en la medida de sus medios”[ 34 ]. 

Una de las razones intuidas desde muy temprano, aunque solo mencionada y no estudiada en profundidad, era la relativa a la ausencia de oposición democrática, lo que se originaba en la institucionalización de un sistema cerrado, cuya debilidad principal radica en el “reparto de puestos y de funciones a partir de criterios

únicamente partidistas, propicios a la corrupción, a la ineficacia y al inmovilismo” [ 35 ]. Así mismo, se afirmaba que el Frente Nacional era un pacto firmado entre “hermanos-enemigos”: “hermanos porque cada uno de los dos partidos representan a la clase dirigente; enemigos porque ellos querían matarse mutuamente”, pero es “pacto antidemocrático, porque solamente los dos partidos podrían presentar candidatos a las elecciones,

puesto que, cualquiera que sean los resultados, el presidente sería alternativamente liberal y conservador”[ 36 ]. Y otro de los elementos que se mencionaba de paso, y que reforzaba el carácter antidemocrático del Frente Nacional, era la permanencia del Estado de Sitio, que sólo se justificaba en “situaciones críticas”, pero si tanto se habla de paz y tranquilidad, precisamente como resultado del acuerdo bipartidista, ¿por qué no se permite el

libre funcionamiento de las instituciones?”, preguntaba con razón el embajador Francis Levasseur[ 37 ].

Y, sin embargo, pese a esas críticas, en la información periódica que se hace sobre la evolución política del país se aceptan y legitiman todas las características antidemocráticas del Frente Nacional, tales como la ausencia de una auténtica oposición política, la persecución y criminalización de todas las protestas sociales, el anticomunismo, la inscripción de las clases dirigentes colombianas en la órbita norteamericana y la condena de todos aquellos que criticaban el carácter excluyente del Frente Nacional como fichas del comunismo internacional, o, de su manifestación latinoamericana, el castrismo.

De ahí que la oposición legal al Frente Nacional, representada en el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) y la Alianza Nacional Popular (ANAPO), sea condenada  a priori  y se acepten todas las medidas frentenacionalistas para prohibir y perseguir a esa oposición. Incluso, como un clara expresión del imaginario

anticomunista, se afirma que  el MRL es un “movimiento criptocomunista acentuado”[ 38 ] y que la política de la ANAPO, impulsada por el ex dictador Gustavo Rojas Pinilla, forma parte de los “terrenos malolientes del

castrismo” [ 39 ].  Estos disparates muestran hasta que punto el anticomunismo se convierte en un obstáculo epistemológico –para utilizar un término muy francés- para entender las especificidades políticas colombianas, e impide derivar todas las consecuencias generadas por la ausencia de esos espacios democráticos, entre las cuales sobresale la persistente violencia política.

Ya desde los primeros reportes sobre el Frente Nacional, los funcionarios franceses mostraban su disgusto con los políticos colombianos, los que, como en ningún otro país, se distinguen por “carecer de la más elemental seriedad” y de perseguir de manera exclusiva sus “restringidos intereses privados, en contra de los intereses generales”. Esas tradiciones políticas se han visto reforzadas por el pacto del Frente Nacional y han conducido a un proceso de “decadencia parlamentaria inquietante”. Por eso, “es necesario admitir que esos ‘representantes’ no representan sino a los grupos de presión más poderosos y no están, generalmente, al servicio de las capas populares. Cuando el MRL denuncia las colusiones de los políticos conservadores y liberales con la ‘oligarquia’, lo único que hace es expresar con un lenguaje crudo una dura realidad. Es necesario admitir que la mayor parte de parlamentarios se desinteresan sórdidamente de los verdaderos progresos de la nación y de las capas populares” (…)

Para completar, el juego normal de las instituciones de la administración pública se ha visto terriblemente afectado por “la maldita regla de la repartición por igual de los cargos”, prevista por el pacto frentenacionalista. Dicho reparto “no ha cesado de ser invocado, introduciendo divisiones en los terrenos más neutros y

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condenando frecuentemente la función pública a la esterilidad”. Por eso, tal pacto, “que podía ser un instrumento de Unión Nacional se ha revelado como un elemento de división y de ineficacia. (…)”.

Esas características de la política colombiana durante el Frente Nacional muestran la “persistencia de concepciones ‘personalistas’ y ‘caudillistas’ de la política sudamericana del siglo XIX. Mucho más que de un programa realista objetivo  y bien construido, los partidarios se reclaman del hombre, del jefe, del ‘caudillo’,

dando así el testimonio decepcionante de la falta de madurez política”[ 40 ]. Para redondear, las diferencias entre los dos partidos han desaparecido, siendo “difícil distinguir un conservador de un liberal ortodoxo desde que el anticlericalismo de la izquierda se debilitó. Algunos dicen que la única diferencia que existe entre un

liberal y un conservador es que la mujer del primero va a misa a las siete y la del segundo una hora más tarde” [

41 ]. Por todo esto, “en sentido estricto en Colombia no existen partidos políticos propiamente dichos. No hay más que organizaciones, que por lo demás uno puede llamar ‘partidos de etiqueta’, maquinas electorales al servicio de una u otra personalidad”. (…) Camarillas, clubes, asociación de intereses, conclaves, todos esos

nombres pueden servir para definir los estados mayores de los ‘partidos tradicionales’”[ 42 ].

En las reflexiones generales, cuando intentan pensar más allá de lo puramente inmediato y coyuntural, los diplomáticos captan los elementos esenciales de la política y del carácter antidemocrático de la sociedad colombiana. Pero, cuando se analizan las situaciones específicas en cada coyuntura, esas consideraciones generales no sirven para nada, porque resultan incurriendo en las más vulgares apologías políticas del bipartidismo y justificando, a la larga, todas las acciones gubernamentales y condenando, casi siempre en forma apriorística, la oposición, las luchas sociales y los intentos de diversos sectores de la población de generar espacios y condiciones democráticos. En los casos específicos de la historia del Frente Nacional se pierden las interesantes reflexiones que de cuando en vez efectúan los diplomáticos y resultan avalando muchas de los más insoportables comportamientos antidemocráticos. Para mostrar sólo un caso ilustrativo, nada mejor que recordar lo sucedido en las elecciones del 19 de abril de 1970, cuando como ya está fehacientemente demostrado, se presentó el más descarado fraude que se haya presentado en la historia nacional, que supuso el “triunfo” del candidato del Frente Nacional, Misael Pastrana Borrero. El embajador Francis Lavesseur que había sido, como lo hemos visto antes, uno de los críticos más lucidos de la “oligarquía” colombiana, de la separación entre país formal y real, que había explicado algunos de los mecanismos de perpetuación de la dominación y del comportamiento de los partidos políticos, aplaude la actitud de Carlos Lleras Restrepo y, en últimas, no sólo está de acuerdo con el fraude, sino que implícitamente lo niega, llegando a sostener que “gracias al presidente, esta primera tentativa de guerra civil había durado muy poco y gracias a los valientes electores de Colombia, Pastrana ganaba”. De esta forma,  “el Frente Nacional y el sistema parecían salvados. Los habitantes de los mejores barrios respiraban y, para expresar su alivio, izaban en las

ventanas la bandera colombiana”[ 43 ]. Y como para que no hubiera duda, ante los rumores de prolongar el Frente Nacional más allá de 1974 para evitar el peligro rojista, anota: “Las metas han cambiado: ayer se trataba de reestablecer la democracia, mientras que hoy de mantener la oligarquía (en el sentido griego y político y no

en el latinoamericano y social)”[ 44 ]. Eso del sentido griego es un eufemismo para justificar que en el poder estarían los “mejores”, no importa que usen todos los medios, incluyendo el desconocimiento de las decisiones populares. 

6. Los partidos políticos en la década de 1960

No vamos a presentar un análisis detallado de toda la información producida por los diplomáticos en torno a la evolución coyuntural de los partidos políticos y de sus grandes tendencias, simplemente presentamos una visión de conjunto a partir de los análisis efectuados por el embajador Francis Levasseur a finales de la década de 1960 y que permiten tener una visión global del asunto.

El Partido Liberal: Durante buena parte de la década de 1960 este partido se dividió entre los seguidores del   MRL y el liberalismo oficialista. Esa división ha terminado con la reincorporación de Alfonso López Michelsen a la cúpula del partido liberal. Dispone de dos periódicos, El Tiempo, “centrista, aunque algunos de sus columnistas

estarían mejor ubicados en el diario conservador ‘La República’, y El Espectador de centro izquierda”[ 45 ].

Durante casi todo el tiempo de existencia del MRL en la correspondencia diplomática el embajador Bernard de la Sabliere lo calificó de manera reiterada como “cripto-comunista”, sin analizar con seriedad si eso era lo que representaban sus tesis, entre las cuales sobresalía la crítica al Frente Nacional por la paridad –esto es el reparto de los puestos del Estado entre liberales y conservadores-, y a los partidos que lo respaldaban,   así como el impulso de algunas reformas sociales (tales como modernización del Estado,   reforma electoral, reforma agraria, modificaciones tributarias y fiscales), inscritas en el marco del capitalismo; en el plano exterior, en un principio la defensa de la Revolución Cubana. A partir de estos presupuestos políticos, de manera mecánica tanto el MRL como su fundador Alfonso López Michelsen eran identificados con el comunismo, aunque luego este mismo dirigente, a medida que se acercaba a Estados Unidos, asumía también el anticomunismo y se oponía a la Revolución Cubana. Por el contrario, para Francis Levasseur, un analista mucho más fino y poco inclinado a recurrir al anticomunismo como clave explicativa, en esencia el MRL había desaparecido de una manera relativamente fácil porque era un estructura caudillista y personalista, un “partido de etiqueta”, “una

maquina al servicio de López Michelsen”[ 46 ] y por esa razón cuando a este político vio la oportunidad de satisfacer sus intereses personales, durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, plegó sus banderas de crítica al Frente Nacional.

El liberalismo oficialista correspondía a la mayor parte del partido que había firmado el pacto del Frente Nacional y que ejercería el poder con Alberto Lleras (1958-1962) y Carlos Lleras Restrepo (1966-1970) y que pocas diferencias de fondo presentaba con el partido conservador, al haber abandonado las cuestiones cruciales que durante buena parte de su historia lo habían diferenciado del partido conservador. Para Francis

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Levasseur, el Frente Nacional había desnaturalizado a los partidos, que en esencia eran diferentes, aunque ambos se identificaran porque preconizaban la “opción democrática, la libre empresa y el mundo occidental”. Las supuestas diferencias radicarían en que el partido conservador “está por la defensa de los grandes propietarios, ganaderos, industriales y hombres de negocios; practican el culto del capitalismo de industria, que no existe en Estados Unidos desde hace 30 años; tiene respeto por el rico que estimula el comercio y puede practicar la caridad; sin oponerse a los objetivos de la reforma agraria, critica las modalidades de aplicación; es hostil a la intervención del Estado en la economía y ve en cualquier manifestación sindical y estudiantil ‘la mano de la conspiración comunista internacional’; defiende la iglesia tradicional, ataca a los que quieren su ‘aggiornamento’; se opone al control de la natalidad; propone la ruptura de relaciones con la URSS, renovadas contra su voluntad; ve en Estados Unidos al mejor amigo de Colombia”.

Luego de hacer esa extensa enumeración sobre el Partido Conservador, no encuentra muchas palabras cuando  busca definir al Partido Liberal y precisar esa pretendida esencia que lo diferenciaría del los conservadores: “(…). En cuanto al partido liberal, alardea de su preocupación por lo social, acepta la intervención del Estado, preconiza la diversificación de relaciones con el exterior, no teme criticar a los Estados Unidos, ya sea por su

intervención en Vietnam, por su control de la OEA, o por el ‘deterioro de los términos de intercambio’” [ 47 ]. Pero leyendo con cuidado, lo que se puede captar es que en el fondo no habían diferencias sustanciales, en la medida en que el liberalismo se había conservatizado, pues si algún gobierno había mostrado sus inclinaciones frente a los Estados Unidos, se había plegado a sus tropelías en Colombia y en el resto del continente, valiéndose del “Departamento de Colonias” de Estados Unidos (la OEA), y había atacado la protesta social a partir de un claro anticomunismo, ese era el gobierno de Alberto LLeras Camargo. Pero esto lo olvidaba Francis Levasseur porque estaba interesado en recalcar la acción del “gobierno de transformación nacional” de Carlos Lleras al que veía como un presidente reformista, interesado en modernizar al Estado y compartía el criterio de su antecesor, Robert Valeur, el cual había manifestado que LLeras Restrepo estaba impulsando “una vía distinta

a la del castrismo para desarrollar una nación en este subcontinente”[ 48 ]. 

 El Partido Conservador: Desde antes del Frente Nacional divididos en dos tendencias casi irreconciliables, la de los ex laureanistas o “independientes” y los ospinistas o “unionistas” Los primeros tienen como jefe principal a Alvaro Gómez Hurtado y se han separado oficialmente del partido en 1958. Son los “ultraconservadores: en el plano interior han criticado siempre y duramente la política de Reforma Agraria, el control de cambios; en el

plano exterior son muy pro americanos y anti soviéticos”. Cuentan con El Siglo como su órgano de expresión[ 49

].  Entre paréntesis, en torno a las relaciones entre este político y la violencia, en 1952 el diplomático francés Jean Louis Brisset había dado esta opinión “Yo creo que el verdadero instigador (de la violencia contra los liberales) es Alvaro Gómez Hurtado, el mismo hijo del presidente de la Republica y director de El Siglo, que dirige de hecho la política del país y que controla la policía. Según el rumor publico el incendio de El Tiempo no sería más que una sórdida venganza por el incendio de El Siglo, perpetrado luego de los acontecimientos de

abril de 1948”[ 50 ].

Los segundos, los ospinistas, están liderados por el ex presidente Ospina Pérez, que en la década de 1950 se enfrentó a los liberales, pero sus diferencias con éstos desaparecieron tras el Frente Nacional, al cual le han dado todo su apoyo. “Nadie duda que fue la creación de las ‘repúblicas independientes comunistas’ los ha llevado a tomar esta sabia decisión. Ellos han comprendido que la guerra entre los poseedores-dirigentes abría la vía del poder a los comunistas y, de todas formas, antes había llevado al país a la anarquía”. A diferencia de los laureanistas, están interesados en abandonar los lastres de su pasado y en apariencia preconizan una

política más social. Cuentan con La República como su medio de difusión[ 51 ].

Alianza Nacional Popular (ANAPO): Agrupa a los partidarios del general Rojas Pinilla y se fue configurando desde comienzos de los años sesenta como oposición al Frente Nacional. Rojas y sus principales seguidores representan la dictadura tradicional en América Latina, bajo la forma de caudillismo. Esa dictadura es de derecha y pronorteamericana, como aquél lo fue durante su gobierno, en el cual “firmó acuerdos leoninos con los norteamericanos”. Rojas no tiene nada que  ver con las dictaduras militares de izquierda, nacionalistas, que se han presentado en algunas sociedades latinoamericanas.

Se han ganado la simpatía de las masas haciendo un llamado a los electores contra las maquinarias de las convenciones partidistas, haciendo promesas demagógicas e irrealizables, entre las cuales en la campaña

electoral de 1970 sobresalió el anuncio de lograr la paridad del peso con el dólar[ 52 ].

Los dirigentes de la ANAPO están “ávidos de poder y dinero, su comportamiento con los electores es una mezcla de promesas y amenazas. Sus promesas son palabras al aire: ‘Si tu votas por nosotros, tu serás nombrado empleado de correos; nosotros asfaltaremos la ruta que va a tu caserío; tu no pagarás mas arriendo al propietario de tu casa’; promesas individuales que se ajustan a las promesas del partido: disminución de impuestos, elevación de salarios, etc. en cuanto a las amenazas, recurren a todo el arsenal posible en la

materia: ‘Si no votas por nosotros, perderás el puesto’, es una de las más benignas”[ 53 ].

Estas promesas, que son puro clientelismo, el diplomático se las achaca únicamente a la ANAPO, para criticar su carácter populista –aunque sin utilizar este término-, pero se niega a reconocer que ese clientelismo caracteriza por igual a liberales y conservadores y que es, entre otras cosas, uno de los efectos políticos más perversos del Frente Nacional.

El Partido Comunista Colombiano: Está compuesto, sobre todo, de intelectuales y tiene pocos vínculos con las masas. Los comunistas, “aunque rechazan el sistema no preconizan como los curas rebeldes el abstencionismo

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electoral. Tiene alguna audiencia en los centros industriales donde la Confederación Sindical de Trabajadores de

Colombia (C.S.T.C.), central comunisante, está sólidamente implantada”[ 54 ].

El P.C  padece de varias limitaciones:

“La propaganda anticomunista sistemática, efectuado por los medios oficiales de información,   conduce a una impregnación anticomunista de los espíritus, siendo que no ha habido jamás una campaña anti-fascista o anti-anapista.

Le molde de los partidos tradicionales: La ANAPO se presenta bajo una u otra bandera: hay conservadores anapistas y liberales anapistas, mientras que los comunistas rechazan de dejarse vaciar en ese viejo molde de 150 años; ahora bien, es casi impensable, para un colombiano, votar de otra forma que no sea por conservadores o liberales.

La incapacidad de sus dirigentes para efectuar una ‘concientización’ del pueblo: es suficiente recordar que el PCC fue fundado, hace 40 años, por Gilberto Vieira (sic) y que éste se encuentra todavía en la cabeza del partido. Esclerosis, inadecuación de los eslóganes a la realidad colombiana, falta de raíces. El partido comunista

colombiano no ha podido asegurarse una verdadera audiencia como lo ha hecho su homologo el PC chileno” [ 55

].

 

II. LA VIOLENCIA

La violencia, con sus múltiples y complejas expresiones sociales y políticas, no solamente persistió durante el Frente Nacional sino que se convirtió en una característica  estructural de la vida colombiana. Por eso, no es extraño constatar que la violencia sea uno de los temas que más atraen la atención de los diplomáticos y que también sea una de las cuestiones más incomodas y difíciles de entender.

1). algunos intentos de explicar la violencia

A lo largo de los doce años de la correspondencia diplomática sobre el Frente Nacional se encuentran una serie de explicaciones en torno al complejo fenómeno de la violencia en Colombia.  La cantidad de información suministrada, así como la calidad de la misma, se modifican ostensiblemente después de 1958, justo con la emergencia del Frente Nacional. Este hecho estuvo relacionado con las transformaciones políticas y económicas del país tras la caída de Rojas, que posibilitó que a la luz pública se decantaran una serie de hechos de violencia que afloraron con toda su fuerza, el principal de ellos el bandolerismo. Porque el Frente Nacional que se presentaba como la reconquista de la paz entre los partidos, como la cicatrización de las heridas de más de 10 años de mutua persecución política entre liberales y conservadores ahora podía darse el lujo de mostrar ante el país las “rémoras” de la violencia representadas en las cuadrillas de bandoleros, que en la gran parte de las explicaciones oficiales poco tenían que ver con los antiguos odios entre los dos partidos tradicionales, como si hubieran surgido de la nada.

En esta dirección, no es para nada casual que el tema de la violencia inquiete tanto a los diplomáticos, ya que eso expresaba, de una parte, la preocupación oficial del Frente Nacional de erradicarla, y de otra, ponía de presente que a pesar de esa retórica en la realidad cotidiana del país la violencia prácticamente se había institucionalizado. De ahí que, continuamente, en las informaciones diplomáticas se hable del fin de la violencia y de su reinicio, pues en muchas ocasiones el optimismo frentenacionalista sobre la erradicación definitiva de la violencia fue acogido al pie de la letra, pero pronto los mismos hechos desmentían las apreciaciones optimistas. Ya a fines de 1957 el embajador francés Henry Ingrand señalaba que  “La ‘violencia’, como se le llama aquí, se ha reiniciado en el Tolima, valle del cauca y los llanos”, y formulaba unas preguntas centrales “¿Es bandidismo

tradicional? ¿Es un hecho de rivalidad política?”[ 56 ], que sin embargo no se aventuraba a responder de ninguna manera.

En este mismo período se intentó establecer una tipología de la violencia, indicando que esta no se puede reducir a un solo tipo genérico, sino que es un complejo fenómeno en el que se interconectan diversos aspectos:

“En primer lugar, figura una violencia en algún modo tradicional, bandolerismo de naturaleza endémica que se vive sobre todo en las regiones del país de más difícil acceso”. Los bandoleros se reclutan entre los perseguidos y evadidos de la justicia, incluyendo menores de edad. Esto apuntaba a captar la expresión más directa de violencia a comienzos del Frente Nacional.

En segundo lugar, “hay igualmente ciertos grupos de colombianos, que viven en regiones muy olvidadas y desheredados, que, abandonados o ignorados por las autoridades, han formado, frecuentemente contra su voluntad, ciertas unidades autónomas. Aquéllos, si se les da la oportunidad, aceptan, sin duda con gusto,   retomar su lugar en la comunidad”. Esto hacia referencia a aquellas zonas en donde los campesinos se habían organizado para defenderse de la violencia oficial, y que andando el tiempo serán llamadas las “Repúblicas Independientes”, pero lo que no queda claro es  por qué esta es una forma de violencia, o en qué medida asume características violentas. 

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En tercer lugar, “los conflictos políticos, especialmente después de 1948, cuando han tomado un carácter partidista, en parte están en el origen de la violencia. Los pueblos cuyos habitantes eran de opiniones diferentes han librado luchas feroces. Los partidos, en cierta época, han vinculado asesinos a sueldo con la misión de eliminar los miembros del clan adverso que les incomodaban en su acción”. No se señala si esa violencia persiste o no y en que manera los odios políticos se transmiten a nuevos problemas como el bandolerismo.

En cuarto lugar, “el desarrollo de medios de transportes que facilita los contactos entre zonas en otra época aisladas han llevado a los colombianos a querer instalarse en otras partes del país. Enfrentándose a la hostilidad de los habitantes, su adaptación ha sido a veces difícil, no pudiéndose aclimatar, han sido conducidos a unirse a las bandas de “guerrilleros”. Esta es una referencia, muy benigna, al proceso de colonización que cobró un nuevo aliento en  Colombia en la década de 1950 y que no sucedía precisamente por un deseo voluntario de los campesinos de instalarse en otras tierras, sino a la presión y persecución terrateniente. Porque la “colonización armada”, que ha caracterizado toda una fase de la historia colombiana, no fue resultado de la simple voluntad de los campesinos.

“En fin, se han agregado, en los últimos tiempos, dificultades económicas y financieras que atraviesa la nación. Campesinos de regiones pobres, obreros que han perdido su empleo, han ido, en una suerte de desesperanza, a engrosar los contingentes de los que se encuentran fuera de la ley”. De esta forma, se señala que existen condiciones económicas y sociales, generadoras de violencia, pero no se establece su verdadera importancia.

 “Este cuadro sería incompleto si no se hiciera mención de la existencia de una cierta influencia comunista que existe en las grandes ciudades y que es igualmente sensible en algunas zonas rurales, como el norte de Cundinamarca. Los comunistas en efecto, conforme a su táctica habitual, aprovechan la miseria… para

acentuar aún más los disturbios”[ 57 ]. Si a mediados de 1958 ya era mencionado el comunismo como directo responsable de prácticamente todas las protestas sociales que se presentan en el país, ese imaginario anticomunista se reforzará pocos meses después,  luego del triunfo de la Revolución Cubana, cuando reaparecía el viejo fantasma comunista, ahora encubierto con la barba castrista. 

En noviembre de 1960 se manifestaba que la violencia había producido unos 300 mil muertos durante los últimos diez años y se había extendido a un tercio del territorio nacional. Es vista como una vendetta generalizada que se originó por varias causas: las instrucciones que, después de 1948-1949, dieron los dirigentes de los dos partidos de eliminar a sus “adversarios incómodos”; las increíbles exacciones cometidas por las “fuerzas del orden”, policía y ejército, encargadas de reprimir los desordenes y disminuir los asesinatos, sobre todo durante la dictadura de Rojas Pinilla. Esto llevo a que la población masculina se organizara para vengarse de esas exacciones: “la ley del Talión se convirtió en norma excitando aun más las pasiones políticas y la sed de venganza, en una infernal progresión geométrica de ejecuciones, de arreglos de cuentas, de bandolerismo y de terrorismo”.  En este contexto, se concluye en ese reporte, los comunistas aprovechan la

situación para instalar en ciertas regiones “centros de entrenamiento de guerrilleros”[ 58 ].

En octubre de 1961 se elaboró uno de los documentos más sistemáticos y coherentes sobre la violencia, el cual empieza señalando que ésta “constituye uno de los fenómenos sociológicos más enredados de la actualidad, por la multiplicidad de interacciones que han jugado desde su nacimiento, desde los años treinta y tras su

recrudecimiento a partir de 1948-1949” [ 59 ].  El origen del conflicto es netamente político, por la rivalidad entre liberales y conservadores. Luego del bogotazo, los conservadores se consolidan en el poder apoyándose en una policía política reclutada en las zonas más conservadoras y que luego se expande por casi todo el país. “Una ola de abusos, de crímenes, de violencia cometida por esta policía provoca una reacción punitiva de parte de la

población rural y da origen a bandas armadas de campesinos, organizados para defenderse”[ 60 ].

Durante la dictadura de Rojas Pinilla el Ejército absorbe a la policía política y efectúa acciones contra la población, en los departamentos de Huila, Caldas, Valle, Cauca y Tolima. La población civil fue ampliamente afectada por la acción del Ejercito, hasta el punto “que no hubo una sola familia de las zonas afectadas por la violencia que no haya tenido uno o varios muertos entre sus miembros, cuando no fue liquidada por

completo”[ 61 ].

Las acciones de violencia no sólo producen efectos síquicos, es decir, de tipo individual, sino económicos, por el robo de tierras a pequeños propietarios, tanto por sus adversarios políticos como por las fuerzas represivas. Estas últimas han gozado de numerosas ventajas de orden material: elevados salarios, tiempo de servicio doble, etc.

Aunque existe una presencia comunista “sería un grave error atribuirle, incluso hoy, una preponderancia en ese fenómeno”: los comunistas, cuando han podido, “han fortificado sus posiciones y sus sectores de influencia, pero ellos están lejos de asegurarse el control efectivo. Es necesario, además, precisar que cierto grupos de bandoleros no responden a sus criterios políticos y están constituidos por ‘antisociales’, acostumbrados desde hace 12 o 15 años, y a veces desde la adolescencia, a vivir del robo y del crimen, en medio de horrores y de

anormalidades”[ 62 ]. 

No obstante, en el documento mencionado se elabora un apartado especial sobre la relación violencia y comunismo, que es necesario citar extensamente:

Cuando los grupos de campesinos se han constituido para defenderse de los militares, los comunistas han proporcionado los esquemas de entrenamiento y, en todos los lugares donde han podido imponer su autoridad a la población, han constituido un sistema de defensa eficaz: el movimiento de auto-defensa, pequeños grupos

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locales de 5 o 6 elementos situados en los puntos estratégicos, a lo largo de las ‘fronteras’ a controlar. Igualmente disponen de guerrillas y de grupos más fuertes, los comandos.

En ciertos casos, ellos han tenido éxito en sus tentativas de infiltración en el seno de las guerrillas liberales y conservadoras. Sin embargo, en la mayor parte de casos, los antagonismos entre liberales (o conservadores) y comunistas es tal que, cuando se han enfrentado, han degenerado en combates de exterminación. Hay zonas del país donde los tres grupos coexisten y se reparten estrictamente el territorio, librando solamente escaramuzas de un sector de ocupación al otro. Como los comunistas presentan generalmente un frente interno coherente mientras que los conservadores y los liberales están a veces hoscamente divididos entre sus respectivas fracciones de hermanos enemigos, aquéllos han perfeccionado una táctica muy flexible de asimilación a expensas de los dos grupos políticos adversos, haciendo coexistir entre ellos los adversarios irreconciliables de la víspera: ofreciendo seguridad elemental al campesino liberal o conservador con la sola condición que él respete a los otros, no hace proselitismo y dejando, por supuesto, las sesiones de adoctrinamiento a militantes ampliamente preparados En ciertos casos esta coexistencia ha conducido a la creación de un tipo político nuevo, muy característico de estas zonas aisladas, que viven al margen de la nación: se trata entonces de ‘liberales-comunistas’, de ‘conservadores-comunistas’, de ‘catolicos-comunistas’,

de ‘protestantes-comunistas’, como se intitulan ellos mismos[ 63 ].

Seguidamente se describen las regiones de influencia comunista, “situadas en los altos valles, que comunican directamente con las cimas y les aseguran posiciones de repliegue protegidas. No siempre corresponden a municipios y son, frecuentemente, designados por el río que da su nombre al valle (…), son de hecho los ejes de control en ciertas regiones”.

Las zonas de influencia comunista se encuentran en Viota, en Cundinamarca y Tolima, R. Sumapaz, R. Villarrica, R. Aco, R. Negro, cerca de Dolores, en Gaitania y Marquetalia (Caldas) y en el Huila: Vega Larga, Algeciras, R. Aipe. En el Meta, El Pato. En las tierras más profundas: Río Chiquito, Simbola-Paez. Es necesario agregar algunos nudos aislados en las montañas y dos zonas de los Llanos (peniplano amazónico), el  Vichada y el Ariari”.

Muchas de estas zonas han estado en calma en los últimos años y sus habitantes dicen querer la paz. “Pero no por ello es menos cierto que representen una amenaza grave para la seguridad interna. Es difícil apreciar sus efectivos y suputar las fuerzas que podrían movilizar. No es menos cierto que, rodeados como están por otras fuerzas civiles tan aguerridas como las suyas, las de los liberales y los conservadores, no parecen tener capacidad como para desencadenar grandes operaciones. Todo el mundo está armado y las fuerzas de policía y

del ejército nunca están muy lejos”[ 64 ].

Este último comentario resulta ser muy importante en la medida en que se contradice con las afirmaciones posteriores sobre el inminente peligro de las llamadas “Repúblicas Independientes” comunistas, sobre las que, como veremos en seguida, se exageró su importancia de una manera desmedida. Y esto corrobora también que en muchos de sus análisis los diplomáticos están hasta tal punto influidos por las opiniones de los círculos políticos y económicamente dominantes de Colombia, que muy fácil y rápidamente cambian de parecer u olvidan apreciaciones mucho más serias que antes han hecho sobre determinado asunto.

En algunos casos, los diplomáticos relacionan la violencia con la acción directa de lo que ellos llaman en forma genérica y ambigua los “comunistas”, categoría en la que incluyen a todos aquellos que se opongan al Frente Nacional, tengan o no tengan que ver con el partido comunista. Retomando también al pie de la letra la retórica del gobierno y de los dirigentes políticos, más específicamente las afirmaciones de Alvaro Gómez. Uno de los aspectos que más recalcaron al respecto desde 1959 fue el del “reducto comunista” de Viota, el cual es descrito de una manera bastante imprecisa de la siguiente forma:

En la provincia del Cauca (sic) y principalmente en Viota y Brasil, los retratos de Stalin adornan las habitaciones privadas y los locales municipales.

En enero centenares de bandoleros ocuparon muchas haciendas y fueron apoyados por los habitantes de las dos poblaciones. Lleras intervino y dio un ultimátum para que en 48 horas desocuparan esas tierras. La orden fue cumplida y ‘con poca resistencia de parte de los bandoleros’. Al final de la jornada, ‘los propietarios tomaron posesión de sus tierras’. Es peligroso que existan acciones concertadas y organizadas de la violencia.

La razón de la violencia es que exista un ‘pauperismo mestizo’ en el país, ‘desprovisto de cualquier apoyo moral

o material’[ 65 ].

A pesar de la imprecisión en muchas de las informaciones y, sobre todo, al tendencioso carácter anticomunista, los diplomáticos intentan de algún modo efectuar explicaciones de tipo “sociológico” y “político”. Pero, en ciertos momentos, afloraron razones de otra índole, utilizando metáforas médicas como cuando en una ocasión un funcionario francés señalaba que en Viota, para resaltar la influencia comunista, existía “un foco cancerigeno

que constituye un Estado dentro del Estado”[ 66 ]. Señalemos, de paso, que eso de calificar al comunismo o a todo aquello que se identificaba con el mismo como algo cancerigeno, también ha sido una figura universal del anticomunismo, continuamente repetida, por ejemplo, por casi todos los presidentes de los Estados Unidos

durante el siglo XX[ 67 ]. Esa terminología, desde luego, fue asumida por los mandatarios colombianos, pues por ejemplo el presidente Guillermo León Valencia sacó a relucir el término cuando polemizando con Gerardo Molina, quien había señalado que el anticomunismo no era más que un argumento para restringir aún más las libertades públicas y para evitar considerar el fondo de las raíces sociales de la protesta popular,   señaló que

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ante todo era necesario erradicar “los gérmenes cancerosos de la sociedad” [ 68 ]. Y el embajador Bertrand de la Sabliere al referirse a las denominadas “Republicas Independientes” las calificó en una ocasión como “regiones

contaminadas”[ 69 ].

 Este tipo de terminología médica también se empleo para calificar a “la violencia”, como “una  lepra social”, considerando la venganza como el punto clave para entender el bandolerismo. En esa ocasión se subraya, además,  que la violencia subsiste porque  el Estado no ha impuesto la pena de muerte ni imparte castigos ejemplarizantes y se recuerda que en los primeros años del Frente Nacional la violencia se ha convertido en una “lepra social que ninguna terapia vigorosa ha podido erradicar hasta ahora”. Pero, como hecho novedoso y no exento de cinismo, el diplomático compara la situación colombiana con los hechos de Argelia, en ese entonces colonia francesa, cuyas luchas de independencia fueron combatidos con violenta sana por parte de los “civilizados” franceses. El diplomático en cuestión se queja de que los “elevados niveles de violencia” que se han presentado en Argelia hayan sido condenados en diversas instancias internacionales pero “las escenas trágicas que se desarrollan cotidianamente en esta región del globo” sean vistas con indiferencia por “nuestros

censores”[ 70 ]. Como se puede ver,  ya desde fines de la década de 1950 la violencia colombiana empezaba a ser considerada como punto de referencia internacional, en este caso para justificar las exacciones, torturas y asesinatos cometidos por los franceses contra la población argelina.

Agreguemos, para concluir este primer punto, que de manera tangencial se intenta  explicar la sorprendente permanencia de la violencia en Colombia, a pesar de que año tras año durante el Frente Nacional se  anunciara su inminente erradicación.  En determinados momentos a comienzos de la década de 1960 se recalcó el peso de los factores geográficos, como cuando haciendo referencia a la cuadrilla de “Pedro Brincos” que operaba en la zona de Uraba, se recordaba que esa era una región de contrabando incesante, por su cercanía al Canal de Panamá y por sus condiciones topográficas. Lo mismo se decía de los Llanos orientales, en la frontera con Venezuela, señalada como una zona de difícil acceso, de escasas comunicaciones y donde la existencia del río

Orinoco facilitaba el tráfico de armas[ 71 ].  Otro de los argumentos aducidos, reproduciendo las palabras de miembros del Ejército colombiano, era que éste no tenía suficientes recursos económicos y materiales para combatir al movimiento guerrillero, que era además apoyado en el exterior por el “comunismo internacional” y

en el interior por grupos políticos[ 72 ], lo cual apuntaba a mediados de la década de 1960 a responsabilizar a sectores del MRL.  Esto aparece mencionado de manera explicita en una comunicación del 22 de marzo de 1965 en la que se señala que liberales y conservadores se acusan mutuamente de proteger a los bandoleros, pero los dos se identifican al acusar al MRL de ser el responsable, puesto que uno de sus militantes fue encontrado en

un campamento de bandoleros[ 73 ].

2). Bandoleros, liberales y conservadores

En la información diplomática, aunque de manera episódica, aparecen algunas descripciones sobre las relaciones existentes entre determinados sectores del bandolerismo y fracciones políticas de los partidos tradicionales. Merecen destacarse dos informaciones, cada una de ellas relacionada con un partido político: una, en 1965, a raíz del escándalo suscitado por los nexos entre Cornelio Reyes, un “prominente político conservador” del Valle del Cauca, que se desempeñaba como Ministro de Comunicaciones, con uno de los “pájaros” recientemente abatido por el ejército; otra, en 1968, cuando fue ejecutado Dumar Aljure y afloraron sus nexos con dirigentes liberales, como Hernando Duran Dusan. 

En cuanto al primer affaire, el embajador Bertrand de la Sabliere comentaba:

Cornelio Reyes… ha creído un deber asistir a las exequias de uno de sus grandes electores, que respondía al nombre de Adonias Arias Acevedo, misteriosamente abatido. Ahora bien, las autoridades militares han identificado a este personaje como un bandolero llamado ‘Capitán Veneno’, autor de numerosas muertes, entre las cuales un genocidio de 13 campesinos de los dos sexos en 1959. Han detenido 50 de los asistentes pero han dejado, por supuesto, a Cornelio Reyes en libertad.

Vivamente atacado en la prensa, el Ministro ha replicado que Arias Acevedo era inocente y sosegado, que él tenía porque saberlo ya que era su abogado y que el supuesto bandido, ‘de una familia de campesinos honorables y trabajadores’, vivía placenteramente en Bogotá desde hacia 6 años, luego de los resultados negativos de una instrucción criminal que le concernía. Un diputado ha declarado enseguida que ‘la muerte de Arias Acevedo es un crimen político, ordenado por la policía secreta, porque este hombre era un gran dirigente conservador en la ciudad de Restrepo donde trabajaba tranquilamente hasta el envío de un juez prevaricador con el fin de encarcelar a los jueces conservadores de ese municipio’. El asunto ha sido discutido en la Cámara para determinar si el ministro de Guerra sería interpelado sobre esta cuestión, de acuerdo al reglamente de la asamblea. 52 representantes, del partido liberal ortodoxo y del MRL, votaron a favor. 58 representantes, pertenecientes a todos los grupos conservadores y al movimiento de Rojas Pinilla, votaron en contra. En

consecuencia el asunto ha quedado ahí[ 74 ].

Al terminar el relato de este incidente, el diplomático indica que “este no es menos significativo sobre las costumbres políticas del país y las dificultades que esas costumbres oponen a la extinción del bandolerismo”, lo cual implica, entre líneas, un señalamiento de las complicidades existentes entre los dirigentes políticos regionales, en este caso conservadores, y conocidos “pájaros” que operaban a sus anchas. Sin embargo, el diplomático se detiene allí, sin profundizar en las implicaciones de ese hecho, tanto con respecto a la violencia como con referencia a las características antidemocráticas del Frente Nacional y a la inexistencia de un sistema judicial independiente y dispuesto a juzgar a todos los responsables. Incluso, el diplomático, reflejando la poca importancia que le atribuye a hechos como el de Cornelio Reyes cambia de tema y pasa a hablar de cuestiones

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económicas relacionadas con el crédito exterior del país, diciendo de manera olímpica que es mejor “hablar de

cosas más serias”[ 75 ].   

En cuanto al segundo hecho relativo a las “curiosas” relaciones entre los “bandoleros” y conocidos dirigentes políticos, en 1968 fue retomado el caso de Dumar Aljure y sus nexos con el cacique liberal de los llanos Hernando Duran Dusan. El informe comenzaba por señalar que en los Llanos se estaba presentando una sorda lucha entre los grandes propietarios y los colonos al sur de Villavicencio, en los límites de la Sierra de la Macarena:

Según un proceso clásico, los primeros organizaron grupos armados encargados de impedir a los segundos instalarse en las tierras inexploradas y éstos se vieron obligados a defenderse. Por su parte, la misión del Ejército era la de separar a los combatientes.

Las operaciones, realizadas por las fuerzas del orden en 1965 y 1966 en las regiones del Tolima y del Huila, habían entrañado el éxodo de campesinos que esperaban, al establecerse en los Llanos, escapar a las represalias y reiniciar una vida normal. Desde entonces, un cierto equilibrio se había establecido en esta zona: los propietarios hacían vigilar sus tierras y los recién llegados desbrozaban las que permanecían vacantes.

Sin embargo, parece que uno de los jefes de banda utilizado por los grandes propietarios, llamado Dumar Aljure, y que después de haber participado en la guerrilla de los Llanos de 1950 a 1953, se había sometido al dictador Rojas Pinilla, había querido, en los últimos años, crear, para su provecho, una “reserva territorial”. A la cabeza de una treintena de hombres, en la región de Puerto Limón él había comenzado a aterrorizar a las poblaciones, cobrando impuestos y exigiendo un derecho o cabeza de ganado.

Creyendo asegurada su impunidad porque se reclamaba del partido liberal y había apoyado en las últimas elecciones presidenciales la campaña del senador y ex ministro Duran Dusan, notabildad de los Llanos, a favor del presidente Lleras, Aljure no había tenido en cuenta la firme voluntad del Jefe del Estado y de su Ministro de Gobierno de combatir todas las formas de ‘bandolerismo’.  El Ejército ha intervenido: según el comunicado, una patrulla habría sido emboscada por los antisociales, y, en un breve combate, Aljure ha muerto junto con quince de sus partidarios. Es probable que se trate más bien de una operación debidamente organizada por las fuerzas

del orden, con instrucciones desde Bogotá [ 76 ].

Y, vaya que el embajador francés o tenía mucha intuición o estaba muy bien informado, porque los detalles de la forma como murió Dumar Aljure le dieron la razón a su último comentario. En efecto,  en otro informe sobre el mismo acontecimiento, el embajador francés precisa los hechos de la siguiente forma: Dumar Aljure quería ser amnistiado de todos los delitos, políticos y de derecho común que había cometido; con la promesa de ese perdón, “hecha por uno de los miembros más importantes del Directorio Nacional Liberal, Hernando Duran Dusan, Aljure se pone al servicio del liberalismo oficial y en las elecciones presidenciales de 1966 le aporta 8.000 votos de la región a Carlos Lleras Restrepo”; sin embargo, en las elecciones legislativas de marzo de 1968, se producen disidencias en el seno del partido liberal. En el Meta la disidencia es encabezada por Daniel Arango quien, a su vez, ha prometido amnistiar a Aljure, que rápidamente pasa a las filas disidentes; “el jefe bandolero recibía frecuentemente a los militares y daba fiestas en su honor. La última tuvo lugar la antevíspera de su muerte. En la madrugada, la tropa, emplazada durante la noche, arrasa su finca con obuses de morteros y ráfagas de armas automáticas. Se habla de más de treinta muertos. A muchos kilómetros de distancia, el lugarteniente de Aljure sufría la misma suerte que su jefe”.

Pero, como algo bien interesante, sectores disidentes del mismo partido liberal empiezan a señalar a los responsables de la muerte de Dumar Aljure: “El 5 de abril, los miembros del Movimiento de Integración Liberal enviaron una carta al presidente Lleras, recordándole los ‘asesinatos’, que siguen impunes, de otros ex jefes guerrilleros de los Llanos, Guadalupe Salcedo y Alvaro Parra entre otros, luego de que ellos habían hecho su contribución al partido y a Duran Dussan”. Subrayan, además, que “numerosos jefes y parlamentarios del partido liberal visitaron a Aljure una multitud de veces y que nunca lo consideraron como antisocial o bandolero, como lo hacen ahora para intentar justificar su asesinato, cometido porque Aljure había apoyado la disidencia de Daniel Arango contra Duran Dusan”.

Pero, en el fondo, tras la muerte de Aljure se encontraba la cuestión de las tierras que el “antiguo bandolero” usufructuaba. Por eso, “el INCORA se dispone a parcelar las tierras o a legalizar la ocupación de miles de hectáreas en las cuales Aljure se había instalado. Su ‘propiedad’ habría sin duda constituido un serio obstáculo a esta empresa, destinada a hacer adherir los campesinos ‘llaneros’ al liberalismo oficial del presidente Lleras.

Su numero ha sido multiplicado por 50 en 5 años”[ 77 ].

Con estas palabras termina  el recuento de este suceso. Aunque no hay comentarios específicos, entre líneas el diplomático transmite un mensaje más profundo sobre los vínculos entre “ilustres políticos” y algunos de los que, de labios para afuera, eran calificados como “bandoleros” y “antisociales” por esos mismos políticos, que se habían apoyado en muchos de ellos para convertirse en caciques regionales.

Por otra parte, en cuanto a los métodos empleados para erradicar el bandolerismo, los diplomáticos, sin profundizar en el asunto, mencionan que el éxito obtenido por el gobierno  se debía al uso de espías en el seno de las bandas de bandoleros para destruirlos desde dentro y también matar a los prisioneros según “la ley del

más fuerte”[ 78 ].

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Considerando que el bandolerismo, la principal expresión violenta a comienzos de la década de 1960, es erradicado de una manera relativamente rápida los análisis posteriores que efectuaron los diplomáticos se va a concentrar en las Repúblicas Independientes y en el movimiento insurgente, que ameritan una atención particular.

3). Las “Republicas Independientes”

A comienzos de la década de 1960, en un claro abuso del lenguaje, en los círculos políticos colombianos, principalmente del partido conservador, se va a acuñar la denominación de “Repúblicas Independientes”, un término que se convirtió en un verdadero estigma para macartizar y perseguir a los grupos campesinos de autodefensa que habían impulsado la colonización en ciertos regiones del país y se habían organizado para defenderse de la persecución de “pájaros” y terratenientes. Según el embajador francés Bertrand de la Sabliere la idea de las “Repúblicas Independientes” ni siquiera se concibió en Colombia sino que se originó el 20 de noviembre de 1961, cuando el periodista Jules Dubois publicó un artículo titulado “Armed Guerrilla force a threat to Colombians”, en  The Chicago Tribune  en el cual se manifiesta que los “territorios soberanos pro-comunistas en cercanías del canal de Panamá” representan un peligro inminente para la seguridad interior de los Estados Unidos. Y en una “rara” sincronía, a la manera de los corifeos tras bambalinas, a la que tanto nos tienen acostumbrados los dirigentes políticos bipartidistas prestos a plegarse a todo lo que venga de los Estados Unidos, sólo tres días después, el 23 de abril, el diario El Siglo publica su primer artículo sobre las “Repúblicas Independientes” y el 30 de ese mismo mes Álvaro Gómez inicia en el Senado sus delirantes diatribas sobre las amenazas que esas “repúblicas independientes de tipo comunista” representan para Colombia. De paso, se debe señalar que no fue ni la primera vez, ni la última, en que muchas de las arremetidas militares en territorio latinoamericano se justificaron en la prensa de los Estados Unidos, por iniciativa de los propios medios de comunicación, por las presiones del aparato político-militar o por el patrocinio de grandes empresas. Esa prensa norteamericana, visceralmente anticomunista orquestó campañas sistemáticas como para recordar un solo hecho en una interminable lista de infundíos y mentiras, a comienzos de la década de 1950 contra el gobierno democráticamente electo de Jacobo Arbenz. Y de manera significativa, el argumento central esgrimido, por periodistas a sueldo de la United Fruit Company, de la CIA o del Departamento de Estado, consideraba que Guatemala era un país dominado por los comunistas y que la existencia del gobierno de Arbens, por su cercanía con el canal de Panamá, ponía en peligro la seguridad de los

Estados Unidos[ 79 ].

   No es tampoco accidental que El Siglo sea la principal fuente en la que se apoyan los diplomáticos franceses en sus consideraciones sobre las “Repúblicas Independientes”. Así, en un primer reporte consagrado al asunto se reproduce un texto de El Siglo sobre las supuestas Republicas y se elabora un mapa (adjunto) que a su vez es una reproducción de la información periodística. No hay ninguna distancia crítica ni ningún comentario independiente sobre las informaciones de Alvaro Gómez. Solamente se pregunta sobre la “naturaleza de esas

organizaciones”; ¿que son: “bandas armadas de malhechores, organizaciones comunistas o filocomunistas?” [ 80

]. Incluso, el diplomático francés justifica a partir de las informaciones que circulaban en los Estados Unidos, sobre el supuesto peligro comunista que se cierne sobre el canal de Panamá, que aquel país suministre todas las armas, helicópteros y medios bélicos que sean necesarios para que el  gobierno colombiano erradique de

manera completa y definitiva a las republicas independientes[ 81 ].

“REPUBLIQUES INDEPENDANES” DE COLOMBIE

En julio de 1964 se retoma el tema de las “Repúblicas Independientes” a propósito del ataque masivo lanzado por el gobierno de Guillermo León Valencia. Allí se recuerda que aquellas surgen luego del 9 de abril y se van a consolidar unos años después en ciertas “regiones contaminadas” y dominadas por “sátrapas marxistas”. Esas regiones se caracterizan por sus agrestes condiciones topográficas, la dificultad en las comunicaciones y

porque, además, están habitadas por campesinos que “no tienen ningún contacto con la civilización”[ 82 ].

En seguida se describen las principales Republicas Independientes (ver: Mapa Adjunto), en su orden las siguientes:

1). La República del Tequendama: Tiene como epicentro a Viota, fue la “primera organizada por los comunistas”. Ha servido como “modelo y centro de instrucción para la formación de cuadros y de las milicias que en seguida se han dispersado a otras regiones”. El poblado más importante de esta “República” es el de Brasil, territorio que junto a la hacienda Florida ha sido ocupado por los comunistas, encabezados por Víctor Merchan. El jefe militar es Domingo Monroe, que dispone de unos 2000 comunistas armados. En total el territorio reúne a unas 20 mil personas.

2). República de Sumapaz y territorios adyacentes: situada cerca de Bogotá, su principal ciudad es Fusagasuga. El Páramo de Sumapaz que da el nombre a la región es denominado por los comunistas como “La sierra maestra de Colombia”. El principal jefe comunista es Juan de la Cruz Varela, quien ha sido elegido como representante por las listas del MRL.  Allí se han organizado ligas campesinas similares a los “koljoses soviéticos”, que se encuentran hasta en Usme, pequeña población situada a 15 kilómetros al sudeste de Bogotá. Los comunistas disponen de 2000 hombres e influyen en la población de la zona, estimada en 40.000 personas. Dentro de esta gran República se encuentra otras, tales como:  

La Republica del Ariari: Habitada por colonos provenientes de Antioquia, de ahí que su capital se denomine Medellín del Ariari. Esos colonos son de “origen negroide”. El “jefe de la banda” es Plinio Murillo, secundado por el Tuerto Giraldo, y dispone de entre 500 y 1000 hombres armados que influyen sobre una población de unas

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mil familias. Los hombres armados “permanecen tranquilos por el momento y se ocupan de cultivar la tierra en compañía de su familia”. Esta observación, importante para entender la disposición de la gente en algunas de las “Repúblicas” y que además confirma anteriores apreciaciones sobre la relativa tranquilidad en esas zonas, sin embargo no es analizada ni comentada por el embajador francés.

El Pato: situada en el inexpugnable macizo de los Picachos fue fundada por el “jefe liberal de banda Oscar Reyes”, con la ayuda del “bandolero ‘Richard’. “Oscar Reyes era el único sobreviviente de una familia asesinada durante la violencia y ha acompañado las bandas armadas desde la edad de 12 años, recorriendo todo el país y adquiriendo un gran conocimiento de la selva”. Luego del fracaso de la política de pacificación de Lleras Camargo, “los comunistas adoctrinaron exitosamente a los partidarios de Reyes y transformaron el territorio, poblado por entre 12 y 15 mil personas, en un centro de colonización marxista. El jefe comunista Martín

Camargo, apodado ‘Diamante’ ha ayudado a Oscar Reyes y ha formado unos 1200 guerrilleros”[ 83 ].

Guayabero: situado al sur del Pato y del Guaviare es comandado por el guerrillero Alfonso Castañeda, apodado “Richard”, “que sería igualmente el jefe del ‘Movimiento de Liberación Nacional’ comunisante. Su capital es la ciudad de Colombia y todo su territorio albergaría 20 mil personas, de las cuales unas mil forman la milicia local”.

El conjunto de todo el territorio situado en y alrededor del Sumapaz contaría con una población total de 140.000 habitantes, entre los cuales “100.000 estarían directamente controlados por Juan de la Cruz Varela y sus compañeros o jefes adjuntos, que reconocen más o menos su autoridad, como Plinio Murillo y Reyes. Se estima que esta zona tiene unos 10.000 kilómetros cuadrados se extiende sobre 150 kilómetros del sudoeste al noreste y unos 90 kilómetros del oeste al este”. No sin cierta dosis de racismo, el diplomático francés anota que el Páramo de Sumapaz está habitado por “descendientes de poblaciones de indios en estado casi puro. Mas al sur,

se cuenta sobre todo con negros”[ 84 ]. 

3). La República del Nevado del Huila, la zona comúnmente denominada Marquetalia: Los comunistas dominan en un territorio, cuyo centro es el Nevado del Huila. En uno de sus dominios del departamento del Valle han formado “El Estado Soberano del Aures, que tiene como centro la comuna de Caicedonia”. Las republicas independientes que se encuentran allí son: Aures, en el Valle; en el Departamento del Tolima, la “República del Río Simbola, la Estrella y la Aurora. Su jefe es Perdomo Laurentino, alias ‘Tenerife’, que dispone de una banda de 100 hombres bien armados”.

El otro Estado es el de Gaitania-Marquetalia, recientemente invadido por el Ejercito, era comandado por el “famoso bandolero Tiro-Fijo, acompañado por su compañero Lister, cuyo verdadero nombre es Isaura Yosa”.

La otra República es la de Río Chiquito, “que el ejército se apresta a atacar”.

Todo el territorio de la República del Nevado del Huila, que pertenece a los departamentos del Tolima, Huila, Cauca y Valle, es montañoso, muy aislado, sin comunicaciones importantes, carente de escuelas y hospitales. Son territorios donde viven “campesinos incultos y casi en estado salvaje. Sus 100.000 habitantes son de raza

india casi pura que tienen muy pocos contactos con la civilización”[ 85 ].

Dado que la acción del Ejército se concentró en Marquetalia a ella le destina unas consideraciones especiales. Su capital, Gaitania, toma el nombre del líder liberal. “Su jefe era Tiro Fijo o Marulanda, cuyo verdadero nombre es Pedro Antonio Marin”. Su lugarteniente es el mayor Lister, “un indio cuyo nombre es Isaura Yosa”. Se estima que disponía de una fuerza compuesta por unos “300 hombres incondicionales y de una milicia de 500 hombres armados”.

Luego de esta pormenorizada descripción entra a justificar las acciones del Ejército:

Anotemos, para dar una idea de las luchas que libran estos hombres, que antes de pasar a la dirección comunista este territorio estaba dirigido por el bandido Charro Negro, asesinado en 1960 por el bandolero liberal Mariachi, en una emboscada organizada con la complicidad de las autoridades.

Para poner fin a esas proezas el ejército ha decidido atacar a Marquetalia con grandes medios. Helicópteros llenos de tropa han efectuado el bloqueo del puesto de combate de Tiro Fijo. Sin embargo, a pesar de la sorpresa, el bandido ha tenido éxito en escapar hacia las grandes planicies de los llanos y los territorios ‘hermanos’ del Guyabero y del Pato, donde pretende hacer un ‘frente único’ contra las fuerzas del orden. Antes de abandonar su cuartel general, le ha prendido  fuego. No obstante, las tropas han encontrado documentos y libros de propaganda que prueban los vínculos castristas de Tiro Fijo (…). Persiguiendo a Tiro Fijo en la selva, casi impenetrable, el ejército ha llevado sus principales fuerzas a ese lugar para intentar terminar con el

conjunto del problema[ 86 ].

Este “análisis”, que retoma al pie de la letra lo que decían los órganos de la gran prensa colombiana y los dirigentes políticos, no podía dejar de reproducir otro de los infundíos del discurso dominante, como era que esas Republicas Independientes no podrían existir sin el adoctrinamiento marxista externo, proporcionado por estudiantes y profesores  universitarios. Así, “el diputado del MRL y comunista Hernando Garavito Muñoz, dicta conferencias en el distrito del Sumapaz. En lo que concierne a Marquetalia, es la Universidad de Ibagué (sic) la que se encarga de de esa enseñanza marxista y en Río Chiquito este seria hecho por profesores de Cali y de

Popayán”[ 87 ].

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Un año después de esta minuciosa descripción sobre las Repúblicas Independientes y sobre la campaña militar para desarticularlas, el mismo diplomático hace un balance de las acciones, basándose en las informaciones proporcionadas por el coronel Luis Carlos Camacho Leyva. Según ese balance, los territorios de Viota y Sumapaz habrían recobrado la normalidad, ya no existirían grupos armados, aunque, pese a todo, los campesinos de la región constituyen una amenaza potencial en la medida en que siguen afiliándose a las ligas campesinas que dirige el partido comunista.  Marquetalia habría sido ocupada y la operación terminada, aunque nunca hayan podido capturar a Tiro-fijo. Río Chiquito, comandada por Ciro Castaño Trujillo, no ha sido atacada aún, porque no es de los focos más peligrosos y antes de hacerlo resulta mejor eliminar los otros. El Pato ha sido completamente conquistado por el Ejército y muchos de sus habitantes, comandados por Oscar Reyes, han realizado una larga travesía que los ha conducido a un apartado lugar de los llanos orientales. La población del territorio de Medellín del Ariari, siempre comandado por Angelino Godoy, “el capitán veneno”, observa una neutralidad tácita frente al ejército y por esa razón éstos no se meten en sus asuntos. Por todo ello, en la visión optimista del ejército, se anunciaba triunfalmente que la batalla contra las Repúblicas Independientes se había ganado y que en “Colombia la lucha contra el bandolerismo llegaba a su fin”.   Sin embargo, concluía el diplomático francés con buena dosis de razón, como lo demostraran los hechos posteriores: “Me temo que se trata de fraseología ad usum delphini. Debo agregar que ya he escuchado expresiones similares de optimismo

oficial en tiempos del presidente Lleras, de la boca del Ministro de Guerra de la época”[ 88 ] . Este pesimismo del embajador francés con respecto al triunfalismo oficial ya había sido expresado en noviembre de 1964 cuando, en una forma lacónica, señalaba que la acción militar emprendida por el ejército había fracasado y que antes de

resultar debilitadas algunas de esas repúblicas, como las del Huila, se han  fortalecido[ 89 ].

En cuanto a los métodos empleados para combatir la subversión, las opiniones de los funcionarios franceses eran muy ambiguas, porque en ciertas ocasiones criticaban el comportamiento del Estado y del ejército por no ser capaces de terminar con el fenómeno y no recurrir abiertamente al uso de métodos expeditivos para combatirlos. En cierta ocasión Bertrand de la Sabiere manifestó que los gobiernos del Frente Nacional sólo se limitaban a acusar a Castro y a los comunistas, pero en la práctica no “hacen nada para organizar la represión”. Como prueba aducía que “cuando el ejército descubre un pequeño grupo de delincuentes en un lugar propicio, se moviliza un batallón para tomar por asalto con ayuda de blindados  una modesta cabaña. El Gobernador de la Provincia viene en persona, toma parte en las operaciones y publica un comunicado victorioso. Al otro día, los

bandidos fusilan a 20 personas para mostrar que ellos son los amos” [ 90 ]. Pero, a veces, consideran como excesivos los procedimientos empleados para combatir a los “bandoleros”, insinuando, por ejemplo, que en la práctica se había impuesto la pena de muerte, como cuando, a raíz de la muerte de Sangre Negra, el embajador

francés sostuvo que aquélla había sido sustituida por la muerte en combate[ 91 ]

Con respecto a los métodos empleados por el ejército para combatir a los grupos armados existen pocas referencias. Una de las más detalladas se encuentra en una información relacionada con un ciudadano francés, el investigador Pierre Gilhodes, en julio de 1966. En efecto, este investigador “ agregado en español, profesor del Instituto de Ciencias Políticas vive en Colombia desde hace 18 meses con una beca Rockefeller, para hacer un estudio completo de los problemas agrarios del país, por lo cual ha recorrido todas las provincias que él conoce mejor que los mismos colombianos”. Luego hace un relato pormenorizado del incidente:

Deseando regresar a Francia con una empleada del servicio doméstico, Gilhodes requirió la autorización paterna para obtener el pasaporte de su empleada. Ahora bien, el padre vive cerca de Chaparral, en la zona tradicionalmente conflictiva del Tolima, la cual ha sido declarada como ‘pacificada’.

Después de haber verificado ante el Ministerio de Defensa que ninguna autorización era necesaria para ir a esa región, se dirige allá y  regresa con toda tranquilidad.

Ahora bien,  Gilhodes advierte, desde su partida, que un grupo de ‘contraguerrilla’ del ejército (de la cual éste niega su existencia, porque parece que esos grupos han sido  formados por la Policía, con efectivos reclutados localmente…) comandado por un teniente, intervino brutalmente en el poblado donde aquel había sido alojado. El jefe del destacamento ha declarado que un extranjero, que no podía ser sino un agitador político, se había hospedado allí sin autorización del ‘teniente’. En el curso de las ‘operaciones’ un joven de 18 años fue abatido “por la gana” (en español en el original), la familia de la empleada doméstica encarcelada y la población ha soportado malos tratos.

Puesto al corriente de los acontecimientos, nuestro compatriota se presenta espontáneamente en Bogotá al Ministerio de la Defensa para explicar las razones de su viaje y las consecuencias que eso había tenido para los campesinos. El coronel del servicio competente no estaba al corriente de los hechos.

Sin embargo, un comunicado de la VI Brigada (Tolima) anunciaba el mismo día que el ‘temible bandolero Florecita había sido abatido por una patrulla luego que buscaba escaparse… El nombre de ese bandido era hasta el momento totalmente desconocido, pero se supone que se trata del joven asesinado.

Este incidente permite aclarar la situación real de las zonas campesinas alejadas, sometidas… al arbitrio a los jefes de pequeños puestos de la Policía o del Ejército que dominan el territorio, y que son controladas desde muy lejos por las autoridades centrales. En estas condiciones, se puede temer que la pacificación no sea tan

completa y verdadera como se pretende”[ 92 ].     

Aparte de esta hecho en muy pocas ocasiones se presentaron menciones críticas sobre la acción de las fuerzas armadas. Una de ellas, en octubre de 1961, consideraba que “en cuanto a la eficacia de los militares, según mis informaciones, es muy inferior a la de los campesinos en este genero de lucha de guerrillas: en 8 años ellos no

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han podido dominar la situación a pesar de la calidad de sus armas y la amplitud de medios empleados, a veces con gran salvajismo: bombardeos en picada, incendios con NAPALM, masacres. Los campesinos con armas improvisadas y rudimentarias, entregadas por antiguos suboficiales, los han enfrentado, y progresivamente se han apoderado de armas y municiones de la policía y el ejercito o las han obtenido mediante trueque con las

tropas”[ 93 ].

4). La violencia y el papel de los Estados Unidos

Un aspecto central en las consideraciones sobre la violencia tiene que ver con  el papel desempeñado por los Estados Unidos.  En varias ocasiones, casi de forma indirecta, aparece la omnipresente sombra de aquéllos. Por ejemplo, en julio de 1959, comentando la propuesta del gobernador del Departamento de Caldas, Ramírez Cardona, de crear milicias de contraguerrilla sostiene que los Estados Unidos están perfectamente de acuerdo con dicha “solución”, y el propio embajador francés la comparte plenamente pues les sugiere a las autoridades y al ejercito colombianos que se informen (y ¡aprendan!) de “nuestras operaciones en Argelia”. A lo cual agrega, de una manera cínica, que en caso de que se concretice esa hipótesis, “el paso de un oficial francés al corriente de nuestras doctrinas podría tener aquí excelentes efectos políticos porque, dando indicaciones

militares, podría explicar su carácter esencialmente humano (¡!)”[ 94 ]. ¡Muy humanas las indicaciones que podía transmitir alguno de los “expertos” en torturas y violación de los derechos humanos procedentes de su insubordinada colonia, indicaciones que no podían ser otra cosa que la “enseñanza” y la difusión de los métodos de tortura que eran aplicados indiscriminadamente por el ejército francés contra la población argelina!

En términos generales, la ingerencia de los Estados Unidos en la vida colombiana se considera como algo perfectamente normal, dando por sentado que las críticas hechas por la izquierda o sectores nacionalistas son una simple expresión del resentimientos “castrista” o de la envidia. Para nada se consideran, como si no existieran o si fueran resultado exclusivo de la manipulación comunista, las denuncias y movilizaciones contra el imperialismo yanqui. Se debe resaltar que solamente se recuerda la presencia de los Estados Unidos cuando estalla algún escándalo sobre su presencia en territorio colombiano, o cuando la prensa filtra alguna información al respecto. Un buen ejemplo de eso lo tenemos en mayo de 1964 cuando a raíz de la revelación que un corresponsal de la agencia de prensa UPI sobre la “contribución norteamericana” en la “represión del bandidismo en Colombia durante los últimos 16 años”.

Según la agencia UPI…  un portavoz militar americano habría declarado que el ejercito americano había entrenado a los oficiales colombianos en tácticas de lucha contra las guerrillas. El resultado de eso ha sido la liquidación de los jefes de bandas: Desquite, Sangre Negra, Venganza, Águila Negra, y Tarzan. Aquél había agregado que los ‘Estados Unidos habían proporcionado a Colombia material, y especialmente helicópteros para la lucha contra los que se encuentran al margen de la ley, como lo han hecho en Vietnam. La violencia habría tenido su origen en la lucha que los partidos políticos han librado en el curso de la última década. Sin embargo, desde 1958 los objetivos políticos pasaron a segundo plano y no era más cuestión de bandidismo. En el curso de este período habrían sido asesinadas 25.000 personas.

Comentando el fin del último jefe de banda, el portavoz del Pentágono, habría agregado que en todo caso los Estados Unidos mantendrían en Colombia una ‘unidad de fuerzas especiales’ hasta julio próximo. Estas fuerzas especiales habrían sido llamadas a Colombia en 1962, algunas semanas después del ascenso a la presidencia de G. Valencia, a solicitud del gobierno de Bogotá. Los americanos en cuestión, habrían instruido a los soldados y policías colombianos en las tácticas de la guerrilla y más tarde oficiales colombianos han seguido cursos en las escuelas especializadas del ejercito de los Estados Unidos, en Fort Braga (Carolina del Norte) y cuyo campo

de entrenamiento se encuentra en la zona del Canal de Panamá[ 95 ].

Lo llamativo del caso es que esta declaración se filtró precisamente en el momento en que se iniciaba el ataque contra las llamadas “Repúblicas Independientes” y pese a que altos oficiales de las fuerzas armadas, respondiendo a las encendidas reacciones de la prensa sobre la participación de Estados Unidos en la lucha anti subversiva, habían manifestado que “no hay y no habrán jamás sobre nuestro territorio fuerzas especiales de los Estados Unidos”. Y por su parte, la embajada de los Estados Unidos, que no estuvo en capacidad de desmentir los hechos, “deploro este asunto y habría demandado al Departamento de Estado de intervenir ante

el Pentágono para que en el futuro este último se abstenga de dar declaraciones tan intempestivas”[ 96 ].

Con relación al rol desempeñado por los Estados Unidos en la vida interior colombiana se recalca la acción cívico-militar, considerando que, a partir sobre todo de la lucha contra las “Repúblicas Independientes”, el ejército no solamente emplea medios militares sino que también implementa formas de insertarse en la población. “Por este medio, un cierto número de organismos del Estado han estado interesados en una especie de colonización de territorios poco poblados y abandonados por la administración central. Se ha formado un ‘Comité Nacional de Acción Cívica’… que esta coordinado por un Secretariado Ejecutivo en el cual la misión militar de los Estados Unidos parece tener un rol preponderante, no solo para decidir las acciones sino sobre todo para atraer los créditos indispensables”. Así mismo, “la ayuda americana ha proporcionado una red de transmisión que funciona en los puestos alejados de la región amazónica, Leticia, Mitu, San José del Guaviare y Orocue”  y las operaciones cívicas militares se realizan con la ayuda de fuerzas aéreas,   por eso se ha fundado

SATENA, “siempre gracias a subvenciones americanas”[ 97 ].

La acción cívica-militar, impulsada por el gobierno de Guillermo León Valencia, pero sugerida y diseñada por los Estados Unidos, intenta combinar la lucha militar abierta con otros métodos, como la construcción de escuelas,

caminos, centros de salud, etc., sobre todo en las regiones de fuerte influencia comunista[ 98 ].

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5). Algunos hechos de violencia relacionados con problemas sociales.

Aunque en pocas ocasiones se mencionaron y analizaron hechos de violencia relacionados con problemas sociales, es decir, los hechos en que las fuerzas del orden reprimieron por la fuerza protestas sociales y populares, si se consideran algunas.  Por ejemplo, en la semana santa de 1966 la policía intentó desalojar violentamente a los habitantes del barrio Policarpa Salavarrieta, lo que produjo varios muertos y numerosos heridos. Ese hecho fue relatado de la siguiente manera:

De tres a seis muertos, una centena de heridos: tal es el balance aproximado de los incidentes ocurridos el Viernes Santo en un suburbio al sur de Bogotá.

La ley colombiana prevé que cualquiera que llegue a construir en un terreno una habitación no puede ser desalojado de allí sino después de un largo procedimiento, cualquiera que sea el propietario del terreno. Este reconocimiento de un verdadero derecho a la ocupación es el origen de los ‘barrios fantasmas’, tugurios construidos en terrenos no ocupados del sur de la capital.

Entre estos últimos, el ‘Barrio Policarpo Salavarrieta’ tiene ya seis meses de existencia y cuenta incluso con un terreno de fútbol. Este espacio libre atrae la codicia de unas cincuenta familias de destechados que, con la ayuda de los actuales habitantes del ‘barrio’ decidieron instalarse allí el Viernes Santo con la esperanza que la tregua de pascua mantendrían alejadas o pasivas a las fuerzas de policía.

La operación fue cuidadosamente preparada: fueron prefabricadas barracas de madera y tela asfaltada que en la tarde del viernes fueron transportadas a espaldas por hombres y mujeres hasta el ‘estadio’ e inmediatamente fijados al suelo.

Desgraciadamente, y por una vez, la intervención de la policía fue inmediata y los invasores fueron conminados a abandonar el lugar. Negándose a hacerlo, se enfrentan violentamente a los agentes del orden con el saldo de victimas precedentemente indicado.

La emoción fue considerable en razón de la fecha y a causa de la energía evidentemente inhabitual desplegada para restablecer el orden. Sin duda, el hecho de que los terrenos no sean propiedad de personas naturales, sino que pertenezcan a la Universidad Nacional y al Instituto de Crédito Territorial no es extraño a ello (…).

Sin embargo, desde el lunes una parte de las barracas ha reaparecido. Las exequias de las víctimas, realizadas ese mismo día, adquirieron un aspecto netamente político, y las consignas coreadas no fueron nada favorables al Frente Nacional. Setenta personas detenidas han sido trasladadas a la justicia militar.

 El municipio de Bogotá ha anunciado un programa de construcciones obreras en ese sector, que sería financiado por la Universidad Nacional, el Instituto de Crédito Territorial y la Caja de Habitaciones Populares.

Los invasores conocen mejor que nadie la lentitud de los procedimientos locales: no es cierto que las promesas

los calmen y la situación se mantiene tensa en el sur[ 99 ].

Otra información sobre los acontecimientos que ocurrieron en la ciudad de Lorica el 12 de marzo de 1969,   relaciona la protesta social con la violencia,  en razón del trato recibido por los manifestantes. Sigamos el relato de Francis Levasseur:

Lorica, en las bocas del Sinu… es una ciudad de más de 70.000 habitantes. Ha sido, en el día de ayer, 12 de marzo, el teatro de eventos que han adquirido proporciones inesperadas.

La causa, al menos en apariencia, ha sido la decisión del Ministerio de Educación Nacional de dejar en la Escuela Normal de Agricultura de Lorica solamente los primeros 4 años del Bachillerarato Técnico Agrícola, y de transferir los 3 últimos al Instituto Técnico Agrícola del Departamento de Córdoba, instalado en Turipana, conformemente a las disposiciones de un contrato firmado entre el gobierno colombiano y la UNESCO.

En señal de protesta, los estudiantes de Lorica se declararon en huelga hace unos días y, el viernes último, 7 de marzo, habían expresado su disgusto regando en las calles de la ciudad, así como en la carretera que conduce a Monteria, capital del Departamento, decenas de kilogramos (sic) de puntillas y tachuelas. La circulación fue interrumpida. Después, los estudiantes rompieron algunas vitrinas y, finalmente, se enfrentaron a la policía. Algunos se habían dado cita en Monteria para entrevistarse con el Gobernador. Esta entrevista había, al parecer, calmado los espíritus (…).

Sin embargo, cuatro días más tarde, el 12, a las 8 de la mañana, con el pretexto de que el gobierno no había cumplido sus promesas, los estudiantes volvieron a regar tachuelas sobre las vías de acceso a Lorica. La llegada de un camión del Ejército desencadena los disturbios: los manifestantes lanzaron piedras contra los militares que abren fuego, al aire aseguran las autoridades. Pero una mujer murió en la entrada de su casa, un estudiante fue herido de muerte, a una pequeña niña le destrozaron una pierna, dos alumnos del Instituto Técnico recibieron balas en el vientre y en el cráneo. El tiroteo se extendió por toda la ciudad y hubo otras victimas, en su mayor parte jóvenes.

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Del lado del Ejército, algunos soldados fueron heridos por piedras pero también por balas.

Desde el comienzo de la batalla, los estudiantes habían recibido el refuerzo de un gran número de habitantes de la ciudad. En conjunto, se replegaron hacia el centro de Lorica, atacando a su paso a la Caja Agraria, el Banco del Comercio, el Banco de Bogotá y el Banco Ganadero. Después, ellos destruyeron muchos automóviles, antes de tomar por asalto la prisión, de donde liberaron a 20 detenidos y se apoderaron de algunos fusiles.

Después del medio día, en San Antero, a 15 kilómetros de distancia, la población, solidaria con la de Lorica, mató a golpes de garrote y de piedra a un agente de la policía. Otros dos, para evitar la misma suerte, se refugiaron en la iglesia.

El toque de queda ha sido decretado. Ya se habla de la participación en los disturbios de ciertos miembros del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Y el Gobernador de Córdoba ha enviado unos 200.000 pesos para ayudar a los colegios de Lorica, mientras que el Ministerio de Educación Nacional aseguraba que haría todo lo que estuviera a su alcance ‘para que la ciudad recobrara la tranquilidad y la armonía’.

No se pueden sacar conclusiones formales de estos eventos. Sin embargo, uno no puede dejar de subrayar, una vez más, la frecuencia y la violencia de los estallidos de cólera en Colombia. Quizá también conviene notar que Lorica es uno de los centros más importantes de cría de ganado, y que la diferencia entre la fortuna de unos pocos y la pobreza de las masas allí es particularmente notoria. En todo caso, el balance de los disturbios es grave: 4 muertos y 50 heridos.

A última hora, me entero que nuevos disturbios han tenido lugar, esta vez en Monteria.

Los estudiantes estarían atacando el palacio de Gobierno e intentarían prenderle fuego a las instalaciones.

Las autoridades han llamado a las tropas[ 100 ].

Para concluir con el recuento de algunos de los hechos de protesta social relacionados directamente con la violencia, citemos las consideraciones que en el año de 1970 se hicieron en torno a los sucesos de Planas, en el Vichada, en la que fueron masacrados pacíficos indígenas Guahivos:

Se trata una vez más de una reacción de los indígenas desposeídos por los colonos ‘españoles’-como se les llama así en los Llanos: la colonización de tierras se hace, la mayor parte de las veces, despreciando los derechos de los aborígenes, que son, poco a poco, arrinconados en las regiones orientales, a medida que los colonos se extienden como mancha de aceite en torno de Villavicencio, la capital del Meta. A 300 kilómetros de esta ciudad, la autoridad legan prácticamente no existe y reina la ley de la selva. Una reserva de 380.000 hectáreas, creada por el INCORA no ha sido respetada y nuevos colonos se han instalado sin autorización. Un inspector de policía,  cuyo apellido es Jaramillo, habiendo intentado defender a los indios fue destituido bajo la presión de los colonos que, además, hicieron cerrar una cooperativa agrícola que aquél había creado para

ayudar a sus protegidos[ 101 ].

 

Algunos meses después se retoma el tema:

…en el mes de febrero pasado, muchos grupos de indios Guahivos se habían sublevado por instigación de antiguo funcionario de policía, Rafael Jaramillo Ulloa. Los revoltosos atacaron a los colonos aislados, instalados por el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (INCORA), en tierras ‘baldìas’, situadas en los límites de antiguas zonas de caza de las tribus indias. En algunos días, 22 fincas fueron incendiadas, 14 colonos muertos y 9 heridos…

Para hacer frente a esta llamarada de violencia, el ejército fue llevado para realizar una operación de pacificación en una vasta región comprendida entre los ríos Guatiquia y Pajure, a unos cien kilómetros al este de Villavicencio (…). Se produjeron algunos combates: las fuerzas del orden capturaron a 34 insurgentes y mataron a 4. Al cabo de algunas semanas muchas decenas de familias indígenas se reagrupan y los otros regresan poco a poco a sus poblados. Rafael Jaramillo se ve obligado a alejarse más al este, hacia la selva, llevándose con él a sus últimos partidarios. Las unidades militares controlan la región… y han emprendido una ‘acción cívica’. El gobierno declaró que la revuelta estaba sometida y, aunque su instigador huya, la prensa no habla más del asunto.

Tal era la versión oficial de los sucesos, hasta que el sacerdote Ignacio González, “mestizo de origen indio y Párroco de un suburbio de Villavicencio, ha creído un deber alertar a las autoridades y a la opinión sobre la ‘espantosa suerte de los indios de Colombia, victimas de las persecuciones del Ejército’. Habiendo acudido en vano a los responsables civiles y religiosos del Departamento, el padre González se dirige a la prensa, a los sindicatos, a la Jerarquía y finalmente al Procurador General de la Nación, al cual le escribe en el mes de agosto para denunciar ‘las torturas y las exacciones de las que serían responsables  ejército y del Departamento

Administrativo de Seguridad (DAS)’”[ 102 ]. En este hecho, para completar el cuadro, como lo había señalado el funcionario francés desde su primera comunicación sobre la tragedia de Planas, algunos sectores de la prensa

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habían manifestado que “ese sangriento episodio hacia parte de un plan general de la subversión” y algunos llegaron incluso a insinuar que el médico Tulio Bayer, el mismo que a comienzos de la década de 1960 había estado al frente de la guerrilla del Vichada y que en ese momento residía en Paris en calidad de asilado político,

estaba otra vez en los Llanos[ 103 ].

En general, los funcionarios franceses no tienen un pensamiento global que les permita interrelacionar los diversos aspectos de la vida social, lo que en el caso específico de la violencia tiene consecuencias notables, pues bloquea la vinculación entre los factores económicos, políticos y sociales, todos indispensables en cualquier esfuerzo de comprender tan complejo fenómeno social.  No obstante esa carencia, en contadas ocasiones intentaron vincular la violencia con las condiciones generales, como cuando a comienzos de 1965 se estimaba que la situación era crítica, ya que predominaba un “malestar generalizado que comporta una inflación rápida incontrolada, serios movimientos sociales, cierta anarquía, efervescencia en los precios e irregularidades en la distribución de los productos, una extensión del bandidismo rural y urbano, un debilitamiento continuo de la autoridad del Estado”. Y, como para que no quedaran dudas sobre lo que todo eso podía implicar, remataba con un apunte puntilloso: Fidel Castro” debería aprovechar verdaderamente esta

ocasión para desarrollar aquí su actividad”[ 104 ].

6). Los grupos guerrilleros

Desde luego que un lugar central en los análisis políticos del Frente Nacional lo ocupan los diversos movimientos insurgentes que surgieron en la década de 1960. El origen  de estos movimientos está vinculado, en la percepción de los diplomáticos, a dos hechos principales: uno de tipo internacional, la Revolución Cubana, y otro doméstico, relacionado con la continuación de la violencia desatada en el país desde la década de 1940.

Esto hace necesario efectuar un breve recuento de la manera como en los informes diplomáticos se percibió el impacto de la Revolución Cubana. Para el embajador Bertrand de la Sabliere esa influencia era analizada en los siguientes términos:

La vida social perturbada casi en forma permanente y el vigor de la oposición entre los grupos sociales y políticos tradicionales crean un campo favorable, a pesar de la persistencia dominante de ‘costumbres familiares’ (todo colombiano es conservador o liberal). Las corrientes extremistas desean, de una buena vez, superarlas. No es necesario, entonces, sorprenderse por la esperanza desencadenada por la revolución cubana y que sus brutales reformas de estructura hayan excitado intensamente a los elementos progresistas, ampliamente formados en la cortina de hierro y en constante aumento numérico (un obispo señalaba recientemente la llegada repentina de 300 de esos jóvenes a su Diócesis), lo cual ha asegurado un recrudecimiento de las actividades comunistas. La utilización del argumento cubano se ha intensificado, así

como los nexos directos”[ 105 ]. Retoma luego toda la información oficial concerniente a las actividades de la embajada cubana y el surgimiento de grupos guerrilleros como resultado exclusivo de la influencia cubana. Así mismo, a partir de ese momento, y casi durante toda la década de 1960, las protestas estudiantes, las huelgas y movilizaciones sociales, empezaron a ser calificadas como resultado de la manipulación castrista. Aun más el

sentimiento antinorteamericano empezó a ser visto como un reflejo de la revolución cubana[ 106 ].

En forma aparentemente paradójica, a Alfonso López Michelsen se señaló continuamente como un portavoz del castrismo, sobre todo por la creación del MRL y, en un principio, su defensa de la revolución cubana. En una ocasión, justamente, le dedicaron un apartado especial con el titulo “Actividad pro-castrista de López Michelsen, jefe del MRL”, en el cual se hacían este tipo de consideraciones:

Las conexiones castristas de numerosos miembros del MRL son publicas, sean ellos o no miembros al mismo tiempo del MOEC. El acuerdo entre el MRL y el comunismo se ha manifestado por el apoyo que los comunistas, que no tienen existencia legítima como partido que pueda intervenir en la vida política, no cesan de otorgar al MRL. Ciertos de los propagandistas comunistas continúan incitando a las antiguas bandas de guerrillas liberales a unirse a sus grupos de guerrilla… Últimamente esas visitas se han renovado en antiguos focos de violencia, insistiendo sobre el carácter inevitable de la revolución y prometiendo armamento y la ayuda necesaria en el momento convenido.

(…) López Michelsen, muy imbuido del prestigio del nombre que porta aunque de personalidad poco consistente y de género arribista, ha dado muchas pruebas de su versatibilidad en los últimos tiempos. Se contradice en manifestaciones sucesivas, dando y retirando su apoyo a sus partidarios más osados, más exaltados. No es menos cierto que él y su grupo están ligados al MOEC, conducido por el aparato comunista y que ellos predican abiertamente la revuelta, difunden amenazas de represalias entre los campesinos timoratos o indecisos que se niegan a enrolar sus filas. ¿A dónde pretende llevarlos? ¿A las elecciones o a la revolución? Es difícil precisar si los insistentes rumores que han circulado sobre el apoyo financiero de Cuba (al MRL) son efectivamente

fundados[ 107 ].

    

Incluso, como parte de la recepción de la Revolución Cubana, plena de odio y de miedo, por parte de las clases dominantes colombianas, es bueno recordar que en Colombia en la cierto tipo de prensa y entre los políticos más conservadores se empezó a insinuar que ahora si estaba completamente demostrado que “el comunismo internacional” era el responsable del bogotazo, puesto que Fidel Castro había participado en los sucesos del 9 de abril de 1948. Sin la menor distancia crítica con respecto a dicho sofisma, Bertrand de la Sabliere lo asumió

plenamente, señalando que en el “Bogotazo” “participaron pistoleros cubanos y entre ellos Fidel Castro”[ 108 ].

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Casi resulta innecesario subrayar el sentido condenatorio que tiene el término “pistoleros cubanos” en tan lacónica afirmación, y todo lo que eso supone.

Respecto a la segunda cuestión, relacionada con la evolución específica de la violencia en la historia de Colombia y a los vínculos entre la “primera violencia” y la que se desencadena durante el Frente Nacional, para los diplomáticos la separación no aparece en forma nítida básicamente por la existencia del bandolerismo, un hecho que vincula los hechos de las décadas de 1940 y 1950 con los que se presentan después de 1958.

Incluso las cifras oficiales, que se citan en los informes diplomáticos contribuyen a confundir el fenómeno, puesto que mezclan indiscriminadamente “bandas liberales”, “bandas conservadoras” y “bandas comunistas”, por lo cual entienden a los grupos de bandoleros tradicionales ligados a los partidos y a los emergentes movimientos guerrilleros que aparecen  durante la década de 1960. En cuanto a esas cifras oficiales, el número de “bandas armadas” habría evolucionado entre 1962 y 1965 de esta forma:

                                                                               1962                         1965

   bandas                        No. de hombres Bandas Hombres

Liberales 63 818 14 238

Sin denominación 28 345 3 25

Conservadores 22 260 5 34

Comunistas 19 1869 10 534

TOTAL 132 3292 32 831

 FUENTE: Cifras del coronel Luis Carlos Camacho Leyva, citadas en Bertrand de la Sabliere, Evolution de la violence en Colombie, 30 julio de 1965, p. 2. T. 46.

Sobre el origen social de los guerrilleros y su grado de influencia entre la población las informaciones diplomáticas no son concluyentes, predominando un conjunto de apreciaciones ambiguas. Así, el embajador francés en Estados Unidos, sin duda informado por su colega de Bogotá, manifestaba en 1965 que los guerrilleros del interior no parecen tener raíces bien profundas en la población. Sin duda, “cuentan entre ellos con auténticos marxistas, algunos de ellos formados en Cuba, pero la mayor parte son supervivientes de

bandas armadas liberales o conservadoras que se enfrentan hace 17 años, no son sino “bandidos” [ 109 ]. En otras oportunidades se indicaba que la mayoría de los integrantes de los grupos guerrilleros “son de origen campesino, sus armas son colombianas, tomadas al Ejército, sus fondos provienen de Bogotá y son resultado de

robos a mano armada en las ciudades, principalmente en la capital del país” [ 110 ]. Pero, en otros momentos, los diplomáticos incurrían en apreciaciones pintorescas, por decir lo menos, que además son frecuentes cuando se buscan los problemas en lugares distantes para evitar explicar lo que tiene que ver con cuestiones ancladas en la historia de un país, además con una compleja historia en cuestiones de violencia, como Colombia.   Por ejemplo, para explicar el desembarco de armas en la Guajira y en otros lugares del país, Bertrand de la Sabiere indicaba que esas zonas fueron instaladas copiando el modelo del FLN de Argelia, lo cual fue posible gracias a la “ayuda de técnicos de la lucha armada revolucionaria que previenen de antiguas estructuras del FLN argelino, pero yo agrego que, para poner en marcha este plan de acción comunista, las autoridades naserianas habrían

dado su apoyo”[ 111 ]. Un auténtico disparate, que no amerita muchos comentarios.

En cuanto a los movimientos insurgentes, La Secretaria General de la Defensa elaboró un  documento de difusión restringida. Allí se parte de la tesis que la muerte del Che Guevara ha consagrado el fracaso de la guerrilla rural en América Latina, como se pone de presente con el repliegue de la subversión armada hacia las ciudades. Colombia presenta “una situación eminentemente favorable a la subversión. El país sufre de un pauperismo generalizado y la explosión demográfica complica todavía más los problemas de una economía que se cuenta entre las menos desarrolladas del subcontinente. Las disensiones políticas profundas durante mucho tiempo han opuesto a los conservadores y a los liberales por la toma del poder; en fin, la corrupción y el bandidismo endémicos caracterizan las costumbres del país en el cual la unidad, por añadidura, está condicionada por el encerramiento geográfico debido a la existencia de tres cordilleras”.

Seguidamente, se hace una descripción de los diversos movimientos guerrilleros:

En 1970, los movimientos de acción revolucionaria se reparten en tres formaciones que se distinguen por su obediencia ideológica, su implantación geográfica y la naturaleza de sus actividades. El Ejército Popular de Liberación (EPL): creado en 1968 y de tendencia maoísta opera en el noroeste, en los confines de los departamentos de Córdoba y Antioquia. Comandado por Libardo Mora, comprende una centena de hombres, en su mayoría campesinos, con algunos estudiantes, distribuidos en cuatro grupos. Este movimiento muestra una creciente agresividad desde 1969 pero parece que no está en capacidad de crear serias dificultades a las fuerzas del orden.     

El Ejército de Liberación Nacional (ELN): ha sido formado en 1964. Está implantado principalmente en el noroeste del país, en particular en Santander. Está compuesto de una centena de campesinos y estudiantes que todavía se reclaman del castrismo, aunque su jefe, Fabio Vásquez Castaño, parece haber perdido el favor del líder cubano en razón del vigor de las purgas periódicas a las cuales ha sometido a su movimiento. De otra parte, aquí como en otras partes de América Latina, Cuba no esta en capacidad de sostener materialmente a las guerrillas.

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En varias ocasiones durante los últimos años, algunos sacerdotes progresistas han venido a dar su apoyo a este movimiento. Recientemente el padre Domingo Lain, de origen español, expulsado de Colombia hace un año por haber firmado con otros cincuenta eclesiásticos el manifiesto progresista y antigubernamental de Golconda, ingresaba a la subversión y se unía a un grupo denominado ‘Camilo Torres’, el nombre de otro sacerdote guerrillero muerto en el curso de un combate en 1966.

El ejemplo del padre Domingo Lain habría sido seguido por otros padres progresistas. Aunque esta información no haya sido confirmada, las autoridades encargadas de mantener el orden están preocupadas por el contagio que podrían suscitar otras acciones de esta naturaleza en un clero con una considerable influencia entre las masas.

Las fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC): implantadas al sur de Bogotá, en los departamentos del Tolima y del Huila, comprende un poco más de 150 hombres a las ordenes de Pedro Antonio Marin, miembro del comité central del PC colombiano. Conforme a las instrucciones del PC Marin ha reducido las actividades de las FARC al adoctrinamiento de masas campesinas y a la formación de cuadros. Esta actitud, en la línea del PC. ortodoxo no atrae a los jóvenes revolucionarios. De hecho, los grupos de las FARC aumentan poco sus efectivos y permanecen esencialmente formados por campesinos de las antiguas ‘Repúblicas Independientes’. La ausencia actual de las FARC en la lucha armada no debería, sin embargo, hacer olvidar que este movimiento, el

mejor estructurado y el más disciplinado, constituye una fuerza potencial nada despreciable[ 112 ].

En la Información Diplomática se presentaron informes sobre el surgimiento de las FARC, el ELN y el EPL [ 113 ]. De la misma manera hay reportes sobre los principales acontecimientos en que resultaron involucrados los diversos movimientos guerrilleros, tales como la muerte en combate de Camilo Torres Restrepo el 15 de febrero

de 1966[ 114 ], alguna de las “muertes” de “Tirofijo” y sus posteriores reapariciones,  así como de las tácticas y estrategias impulsadas por el estado colombiano para combatirlos. En este último sentido hay un permanente interés en reproducir las cifras oficiales sobre los “éxitos” en la lucha contra la subversión.

Los recuentos sobre la historia, la estructura y las acciones de los diversos movimientos guerrilleros fueron frecuentes en la información diplomática generada en la década de 1960. Esa información en la mayoría de los casos reproducía las versiones oficiales, sobre todo las provenientes de fuentes militares. Y aunque a menudo se incluye información proveniente o bien de los mismos movimientos guerrilleros o de posturas favorables a los mismos, tales como artículos de prensa provenientes de diarios de Francia o de Cuba –nunca de prensa de izquierda colombiana-, los puntos de vista que allí se expresan no influyen para nada en las apreciaciones diplomáticas. Para citar un ejemplo, a raíz de los ataques contra Marquetalia se incluye el original de un artículo

publicado en el periódico Le Monde  escrito por Santiago Olarte[ 115 ]. En este artículo se analizan las condiciones políticas y sociales en las que se desarrolla el ataque contra las supuestas “Repúblicas Independientes”. El artículo se apoya en información periodística y académica, entre la cual sobresale el libro la 

Violencia en Colombia y un artículo de análisis coyuntural de Eric Hobsbawm [ 116 ].   Así mismo, en la información diplomática aparece la trascripción de una emisión de Radio Habana en la cual se presenta el programa de los campesinos de Marquetalia.  Sin embargo, resulta revelador que esa información aparece al margen, como si ella en realidad no existiera, y sobre sus afirmaciones y su contenido no se hace la más mínima consideración, incluso da la impresión que ni siquiera hubiera sido leída. Es decir, como tal no se consideran las fuentes que proporcionan una información diferente a la de las fuentes oficiales o de los periódicos de la gran prensa. Esto es muy expresivo del tipo de perspectiva que predomina en los análisis diplomáticos, es una típica historia por arriba, basado de manera exclusiva en las fuentes de los sectores dominantes.

Para terminar, existe una pregunta que, a fuerza de circunstancias, tenía necesariamente que emerger cuando de hablaba de los grupos guerrilleros: ¿qué razones explican su permanencia, pese a que los sucesivos gobiernos del Frente Nacional anuncien de manera reiterada su derrota y eliminación? Sobre todo en los últimos momentos del gobierno de Carlos Lleras Restrepo (1966-1970) y los primeros de Misael Pastrana Borrero (a finales de 1970), reaparece continuamente esa ineludible cuestión: ¿Cómo explicar la terca persistencia del movimiento armado en Colombia?

Cuando el embajador Francis Levasseur efectúa un balance del gobierno de “transformación nacional” de Carlos Lleras Restrepo, recordaba que este último se felicitaba por sus “éxitos” en su lucha contra la subversión, recalcando que las cifras de guerrilleros muertos por parte de las fuerzas gubernamentales habían alcanzado su máximo histórico, un total de 410, así como el número de detenidos, 1155, entre 1966 y 1970 y los movimientos guerrilleros habían sido reducidos a su mínima expresión política y militar. Luego de señalar estas cifras, el embajador francés hace un interesante comentario con un gran significado histórico en la larga duración:

Pese a las perdidas sufridas, pese al declive de su empresa, los rebeldes han podido renovar cada año una parte de sus efectivos y procurarse las armas necesarias. No es la menor paradoja de la guerrilla colombiana, siempre exterminada y siempre, como la hidra de Lerna, reconstituyendo sus efectivos (…) En este país donde la violencia está siempre a flor de piel, el fenómeno de la guerrilla se perpetúa como un absceso crónico. Si ha perdido su eficacia en razón del progreso del bienestar (del país) y de la determinación y eficacia del ejército (…) sería imprudente negar toda posibilidad de reinicio de ese movimiento más o menos a largo término. Si la situación política, económica y social viniera a deteriorarse, sin ninguna duda los guerrilleros encontrarían

nuevamente una situación favorable[ 117 ].      

Y este mismo embajador, a finales de 1970 efectúa otra reflexión sobre el movimiento insurgente. A partir de los datos oficiales suministrados por el Ejército, y compartiendo la visión optimista de las fuerzas armadas,

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señala: “La guerrilla, que nunca se ha podido implantar en las ciudades, ha perdido progresivamente el apoyo de poblaciones rurales. Si atrae de vez en cuando la atención de la opinión, por atentados, tomas o acciones de sabotaje , no presenta, como en el pasado, un verdadero peligro en el plano ideológico o para el mantenimiento del orden”. Pero, nuevamente, finaliza el análisis preguntándose por qué razones, “ante su evidente impotencia”, la guerrilla persiste. Ante lo cual, nos dice el  funcionario francés, “yo me arriesgaría a dar dos explicaciones o, más bien, dos suposiciones”:

Una sicológica: los guerrilleros que se sienten fuera de ley no osan rendirse por miedo al castigo. Habiendo tomado la costumbre de la vida de rebeldes, se sienten incapaces de readaptarse a la existencia civil (cf. Mercenarios de Katanga, de Biafra y otros lugares) (…).

La otra política: es más fácil ampliar un foco guerrillero que crear otro (cf. Che Guevara). Guardando así tres focos más o menos en vigilia, los movimientos revolucionarios disponen de bases que podrían ser reactivadas algún día).

Concluyamos solamente que a la luz del éxito electoral de los marxistas de Chile y teniendo en cuenta la política cada vez más “legalista” del PCC y de la URSS, las guerrillas han devenido caprichosamente

anacrónicas en Colombia[ 118 ].

De manera paradójica, el mismo funcionario que formulaba unas preguntas muy importantes en el largo plazo con respecto a la persistencia del movimiento guerrillero, resultaba prisionero de hechos episódicos (y rápidamente la historia se encargó de mostrarlo, con el desenlace nada pacífico del gobierno de Allende en Chile) que le impidieron vislumbrar los elementos estructurales de la violencia que caracteriza a la sociedad colombiana.

 

III. COMUNISMO Y CONFLICTOS SOCIALES

Desde el mismo momento en que se configura el Frente Nacional resurge la protesta social con muy diversas expresiones y protagonistas. Como eso coincide cronológicamente con la Revolución Cubana, los políticos e ideólogos del Frente Nacional encuentran una justificación, incluso, más que eso, una explicación a la mayor parte de luchas sociales que se desarrollan a lo largo y ancho del país. En estas condiciones, el anticomunismo se convierte en un parámetro central de la política durante el período que estamos analizando, sobre todo entre 1959 y1965, cuando se desempeñó como embajador Bernard de la Sabliere, quien asume como completamente ciertos los vínculos entre la protesta social y la acción del comunismo internacional, y de su versión latinoamericana, el “castrismo”.  Desde luego, esto no quiere decir que el anticomunismo este ligado de manera exclusiva a la Revolución Cubana pues desde mucho antes en nuestro país el anticomunismo ya había hecho carrera, sino que un hecho tan trascendental como el que se presentó en 1959, por todas las transformaciones que presentó, generó tanto pánico entre las clases dominantes del país que actualizó por decirlo así su anticomunismo latente, proporcionándole una justificación inmediata en términos temporales y espaciales.

Es notable el rol central que desempeña el anticomunismo en los análisis diplomáticos, como se pone de presente en el caso colombiano al mencionar las protestas sociales, las huelgas o las luchas estudiantiles, pero eso es también evidente en las informaciones suministradas sobre otros países, como en Guatemala durante el gobierno constitucional de Jacobo Arbenz en 1954. Precisamente, en este hecho que sólo presentamos como ejemplo por lo que revela sobre el significado del imaginario anticomunista, en cuanto al brutal golpe Made in USA los relatos de los diplomáticos franceses no se diferenciaban para nada de las posturas oficiales de los Estados Unidos o, para ser más precisos, las reproducían al pie de la letra sin ninguna perspectiva crítica. Un gobierno como el de Arbenz, que no sólo había sido elegido en forma democrática sino que estaba llevando a cabo unas elementales reformas sociales y económicas, es calificado, por los funcionarios franceses, como “comunista”, “cripto-comunista”. “títere de Moscú”, “quinta columna del comunismo internacional”, etc. Con estos calificativos, idénticos a los empleados por los Estados Unidos, los diplomáticos se negaban a considerar el sentido de las políticas adelantadas por Arbenz, y por eso, cuando se presenta el golpe –a todos luces ilegitimo y antidemocrático-, lo respaldaron de principio a fin, llegando a sostener que, después de Arbenz, Estados Unidos “no tolerará en adelante ninguna infiltración comunista en América Central”. Así mismo, consideraron saludable el golpe criminal de la CIA, la UFCO y el Departamento de Estado porque permitió que Guatemala “regresara a la orbita de las naciones occidentales, con las cuales había, al menos, cometido

algunas infidelidades durante los últimos años”[ 119 ].

Otro tanto se puede decir de los hechos de Cuba en abril de 1961, cuando se fraguó desde la presidencia de los Estados Unidos, por medio de la CIA, la invasión mercenaria que pretendía derrocar al régimen revolucionario. Ese intento fue aplaudido con entusiasmo por los funcionarios franceses, quienes para nada cuestionaron el carácter ilegal y criminal de la acción de los Estados Unidos, violatorio de los más elementales principios del Derecho Internacional y de la  carta de la ONU. De la misma forma que los estadounidenses se lamentaron de que el golpe no hubiera tenido éxito.  Compartiendo la opinión de los exiliados contra-revolucionarios que fueron estruendosamente derrotados, junto con la CIA, en Bahía Cochinos, el Embajador de Francia en los Estados Unidos sostenía que “sólo los Estados Unidos pueden abatir a Fidel Castro y ellos deben asumir sus responsabilidades, si desean verdaderamente que se instale en la Habana un gobierno favorable a occidente” [ 120 ].

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En el caso colombiano, el imaginario anticomunista de los diplomáticos se despliega con más crudeza durante los primeros años  del Frente Nacional. Por eso encontramos, que desde sus mismos orígenes, la preocupación central de los funcionarios franceses es la de resaltar la influencia del comunismo internacional, una figura abstracta y todopoderosa que se encuentra por todas partes, exagerando sus verdaderos alcances.

La conflictividad social, que debe ser uno de los componentes centrales de la vida democrática, no es concebible como algo perfectamente legitimo en estas tierras sino que es el resultado de “fuerzas externas”, de “fuerzas oscuras”, de “manipulaciones”. Así, entonces, la historia en lugar de ser vista como una lucha de diferentes intereses, aparece como un juego maniqueo entre buenos y malos.       

Lo significativo del caso radica en que el anticomunismo también  se convierte en un dispositivo central de la percepción analítica de los diplomáticos, quienes, lo mismo que las clases dominantes en Colombia y los Estados Unidos, siempre sabrán encontrar los nexos entre comunismo y luchas sociales. Estas por lo general, y salvo casos excepcionales,  no tienen razones particulares ni causas propias, sino que se encuentran ligadas de una manera indefectible a los intereses del “comunismo internacional”. Examinando, por ejemplo, las protestas estudiantiles y las huelgas de trabajadores que empezaron a aflorar desde los inicios del Frente Nacional, Bertrand de la Sabliere consideraba que la consolidación de Fidel Castro en Cuba y la difusión de las ideas marxistas “constituyen una amenaza y un peligro permanente cada  vez más reales en Colombia”. Por ende, las

huelgas obreras y las protestas estudiantiles hacen parte de una “táctica impulsada por el Kremlin”[ 121 ].

Pareciera, entonces, que la democracia –que en sus consideraciones generales perciben que no existe en estas tierras-  sólo es algo de lo que pueden disfrutar los franceses  y los estadounidenses. Que una huelga, una marcha de campesinos, una protesta estudiantil sea prohibida o se combata por medios violentos es visto como algo normal en estas  latitudes, porque según el imaginario anticomunista, todas estas acciones no se originan por necesidades sentidas de la población sino que son el resultado de la acción del comunismo internacional.

Desde luego, aunque el anticomunismo se encuentre a flor de piel en los análisis  efectuados por los diversos diplomáticos, en algunos casos es mucho más evidente y acentuado que en otros. Entre los 4 embajadores franceses que ocupan el puesto entre 1957 y 1970,  Bertrand de la Sabiere, quien cubre el período que coincide con los comienzos de la Revolución Cubana, es el más abiertamente anticomunista, mientras que Francis Levasseur presenta una postura mucha más amplia y matizada, y, en ciertos casos, es muy cauto frente a los señalamientos y acusaciones anticomunistas destiladas por los gobiernos y las clases dominantes colombianas.

 Aunque en el periodo comprendido entre 1958 y 1970 existe alguna información sobre los conflictos sociales, principalmente protestas en las universidades y las huelgas, tanto de sectores industriales como de servicios públicos y bancarios, difícilmente se les analiza en sí mismas, es decir, no se consideran las características de cada uno de los sectores en lucha ni el sentido de sus reivindicaciones y protestas. Solamente se les menciona en la medida en que adquirieron carácter noticioso en los periódicos nacionales de Bogotá o porque confrontaron de manera directa a diversas instancias del estado colombiano. Nuevamente, su visión es asumida a partir de sus influencias políticas, sobre los diversos gobiernos del Frente Nacional y la respuesta de éstos, a la que siempre, por lo demás, se le da la razón, sin ningún tipo de argumentación fundamentada. Una de las circunstancias que más contribuye a este tipo de juicio, absolutamente sesgado e ideológico es, nuevamente, el abierto anticomunismo de los funcionarios franceses.

Eso se observa, como para señalar algunos casos, en las informaciones concernientes a una serie de conflictos sindicales que se presentaron desde finales de 1958 en los comienzos del Frente Nacional. Es significativo que en los análisis diplomáticos se presente una plena coincidencia entre esas protestas y la revolución cubana, la cual empieza a ser presentada desde su mismo origen como la responsable directa de la agitación social, y no solo en Colombia sino en casi todos los países latinoamericanos.  De ahí que el espectro “castrista” se vea desfilar en todas las huelgas y protestas sociales que se desarrollaron en Colombia desde finales de 1958. Se advierte que al principio, cuando todavía no se hablaba de Revolución Cubana, se ha generado un malestar social- debido principalmente al desfase sin cesar creciente entre los precios y los salarios- en algunas industrias y en ciertas regiones. Así,  tierras no cultivadas, han “sido ocupadas ilegalmente por obreros agrícolas sin trabajo” y las huelgas se han declarado en algunas fábricas”. Pero todas estas acciones correspondían a acciones aisladas y espontáneas que no respondían a ningún plan premeditado. Pero, vaya coincidencia, ya a finales de 1958 “se ha visto el nacimiento o el renacimiento de un movimiento sindical de carácter reivindicativo que afecta las grandes empresas y algunas casas comerciales. Desde esta época, una influencia comunista puede ser detectada en ese movimiento”.

Al principio, según el diplomático, el gobierno no intervino e incluso vio con simpatía las reivindicaciones obreras por el creciente costo de la vida. Pero, el conflicto entre los trabajadores bancarios y la Asociación Bancaria en mayo y junio de 1959, lleva al gobierno a declarar al sector bancario como un servicio público para impedir la realización de huelgas. Al mismo tiempo, se presentan huelgas en diversas industrias del Valle del Cauca y otros lugares del país, presentándose en un lapso de tres meses un total de 70 pliegos de peticiones.

“Esta actividad sindical tendía ante todo al mejoramiento de los salarios y a la lucha contra las decisiones patronales en materia de contratos, la promoción y el licenciamiento de trabajadores. Pero, cada vez más, abandona progresivamente el marco sindical para irrumpir en un dominio relacionado directamente con la legislación del trabajo”. Eso se expresa en las huelgas de solidaridad en los ingenios del Valle del Cauca, desencadenadas para protestar por el despido de 92 trabajadores. Estas protestas condujeron a una movilización en Cali, en la que por la acción de las balas de las fuerzas del orden murieron dos obreros. Inmediatamente, Lleras Camargo en persona, experto en este tipo de comportamiento, califico al movimiento como una acción subversiva y comunista y justificó la expulsión de los 92 trabajadores que desencadenaron las huelgas de solidaridad. El diplomático compartiendo al pie de la letra ese comportamiento oficial, al que

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aplaude calurosamente, concluye que “la actividad sindical manifiestamente ha desbordado la sola defensa de los obreros”, siendo “inspirada por una agitación comunista mejor organizada y más visible que en el

pasado”[ 122 ].

En septiembre de 1960 analizando la huelga de los trabajadores petroleros de Barrancabermeja, dice que esta se produjo por tres razones, en su orden: 1) el ejemplo cubano; 2) impresión que se puede mejorar la situación

y 3) agitación comunista[ 123 ]. Como se puede ver, dos de tres razones eran “externas” a la lucha de los trabajadores, lo cual les quita cualquier legitimidad en esta visión anticomunista.

En septiembre y octubre de 1961, comentando las huelgas en AVIANCA y el sector bancario nuevamente se recalca que por la frecuencia y duración de las protestas laborales, debe existir un “estado mayor

experimentado”, dispuesto a enfrentarse al gobierno con cualquier pretexto[ 124 ]. En el caso de la huelga de los trabajadores bancarios considera que, pese a las medidas represivas tomadas por el presidente Alberto LLeras Camargo, entre las que se destacó la declaratoria de ilegalidad, no se fue al fondo del problema al no expulsar a todos los trabajadores que participaron en la huelga, porque tal actitud contradictoria “no permite luchar contra

las influencias subversivas que se encuentran en el origen de estos problemas sociales”[ 125 ].  

Salvo en casos aislados, los diplomáticos son cuidadosos en distinguir las razones sociales como causas profundas de una protesta y los argumentos anticomunistas erigidos no sólo para deslegitimarlas sino para combatirlas por la fuerza. Uno de esos casos excepcionales, se presentó en 1970 cuando Francis Levasseur relató en forma breve la toma de tierras a los latifundistas adelantadas por proletarios agrícolas y campesinos en ciertas regiones del país, esperando que el INCORA regularizara la operación, en nombre del principio de “la tierra para el que la trabaja”. Ante esto,

los propietarios se rebelan y no dudan en valerse de un ‘plan comunista de agitación social’. Es cierto que el PCC, que tiene representantes en los ‘comites pro-defensa del campesinado’, apoya este procedimiento expeditivo. Es evidente, de otra parte, la negligencia de ciertos grandes propietarios, que engordan sus propiedades, siendo Colombia el país del mundo, junto con la China, donde la superficie media por campesino es la más débil del mundo, y donde muchas explotaciones son calificadas de ‘intrafamiliares’. Esto es una seria tentación para los que soportan ‘hambre de tierras’. Como un funcionario del INCORA habría incitado a los campesinos a actuar así, la campaña ‘anti-reforma agraria’ y ‘anti-INCORA’ ha recobrado aliento : ‘INCORA fuente de agitación’, ha declarado el presidente de la Federación de Algodoneros.

Esos desordenes rurales no hacen más que confirmar lo bien fundados de las advertencias del BIRD y de la OIT, según los cuales es importante acelerar la reforma agraria y darle un viraje menos ‘economicista’, menos

‘tecnocràtico’ y más social[ 126 ].

Una de las ambigüedades del análisis a partir de la perspectiva anticomunista radicaba en atribuirle una importancia desmedida al comunismo en Colombia, cuando en la práctica en las ocasiones en que se hacían referencias al PCC siempre se resaltaba que era un partido pequeño, con escasos militantes, y con escasa influencia entre las masas.  Incluso, en los momentos iniciales de la Revolución Cubana, cuando por el impacto de este hecho podría pensarse que se generarían condiciones adecuadas para ampliar su base social, en la información diplomática se señala que la adhesión al PCC no es nutrida en razón del peso de las tradiciones religiosas y de la influencia bipartidista. Por eso, son muy raros los “tránsfugas que pasan del partido liberal al PC: los puros liberales se intitulan ‘puros’, ‘limpios’ y llaman a los comunistas ‘comunes’ de una manera casi injuriosa. Los conflictos entre ellos son generalmente agudos. La distancia es todavía más grande entre los conservadores, muy unidos al clero, y los comunistas”. Todo esto lo llevaba a concluir que “se puede considerar

la situación como estacionaria, a excepción de una lenta campaña de infiltración y adoctrinamiento” [ 127 ]. Constantemente, se recalcaba que el comunismo tiene poco apoyo de masas y es respaldado solamente por

intelectuales, profesores y estudiantes de la Universidad Nacional y la Universidad Libre [ 128 ] y se comparten los comentarios del Departamento de Estado de los Estados Unidos que repetían que el comunismo en

Colombia estaba ligado al bandolerismo y al terrorismo[ 129 ].

Es importante retomar el relato sobre los movimientos comunistas, ya que el término “comunismo” en el imaginario anticomunista tiene tal alcance que abarca prácticamente a todos aquellos que se opusieran al Frente Nacional. A comienzos de los años sesenta esas fuerzas comunistas estaban representadas de la siguiente forma:

Movimiento Obrero Estudiantil y Campesino (MOEC): ejerce una gran influencia entre los estudiantes. Entre ellos se han organizado células que incluyen también a obreros y campesinos, unificando así a los tres sectores y organizando la agitación. Estos elementos son por lo general jóvenes líderes. El MOEC ha sido desde el comienzo una organización castrista, que reproduce por lo demás la estructura del movimiento obrero-estudiantil que funcionaba en Cuba en relación estrecha con Fidel Castro. Ese movimiento está comprometido en numerosas manifestaciones y huelgas de obreros y empleados de bancos.  Frecuentemente, en los centros urbanos pegan afiches en los que  retoman los eslóganes cubanos contrarios a las elecciones populares. Manteniéndose allí, prepara grupos de guerrilla a través de su organización clandestina.

La existencia de conexiones entre el MOEC y el MRL no hace dudar a nadie: numerosos miembros están

inscritos en las dos organizaciones y el MRL reconoce al MOEC como una de sus fuerzas [ 130].

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Un buen ejemplo de las exageraciones a las que conduce el imaginario anticomunista lo tenemos en las afirmaciones relacionadas con Gerardo Molina, por entonces rector de la Universidad Libre, y conocido por sus posturas democráticas a partir de las cuales criticaba las medidas represivas de los gobiernos del Frente Nacional, y en especial contra el uso de la pena de muerte no reglamentada cuando se combatía al bandolerismo y la política de tierra arrasada contra las “Repúblicas Independientes”. Sobre este personaje se decían este tipo de perlas:

“En relación con esta organización de fuerzas estudiantiles, trabaja muy activamente con líderes estudiantiles comunistas un personaje de primer plano, Gerardo Molina, antiguo Rector de la Universidad Nacional y ahora Rector de la Universidad Libre de Bogotá, fundada por los liberales pero hoy controlada por Molina y su grupo. Él durante mucho tiempo se ha presentado como socialista pero en realidad es un comunista. Hace 17 años que él mantiene eficazmente su labor de formación de elites universitarias, con una constancia digna de

admiración”[ 131 ].

Además, “esos movimientos de estudiantes están en relación permanente con el movimiento sindicalista de los petroleros bajo la muy hábil dirección de Diego Montaña Cuellar, así como con un sector comunista que opera en el Valle, en acuerdo directo con los jefes guerrilleros comunistas, con los cuales ellos forman un cuerpo de

lucha, de combate”[ 132 ].    

Con esta forma de mirar a los estudiantes universitarios no era de extrañar que reprodujera, sin comentarios críticos, las informaciones verdaderamente delirantes proporcionadas por miembros del Ejército, tales como

aquella de que el 45 por ciento de los estudiantes de la Universidad Libre eran comunistas[ 133 ] .

 

FUENTES EMPLEADAS

Para la elaboración de este artículo hemos consultado las siguientes fuentes diplomáticas:

Série Amérique, Sous série Colombie, 1952-1963: comprende un total de 22 tomos, que van del Número 19 al 41. Sobresalen los tomos 24, 25, 26 y 27 destinados a los análisis sobre Politique Interieur y el tomo 28 sobre Questions Sociales. Questions Religioses.

Série Amérique, Sous série Colombia, 1964-1970: comprende 28 tomos, que van del Número 42 al 69. Se destaca la información de los tomos 46, 47, 48, 49, 50 y 51 sobre Politique Interieur, y el tomo 52 sobre Questions sociales et religieuses.

Para citar la información se ha procedido así: El nombre del autor del reporte, utilizando las letras iniciales de su nombre y apellido; el título original del reporte (en francés) que aparece en cada documento en la parte superior izquierda y que es colocado por su respectivo autor; la fecha, primero el día, el mes en números romanos y el año; y, finalmente, el número de Tomo, representado por la letra T.

La información que se encuentra recogida en los tomos no está foliada ni organizada cronológicamente (labor a la que hemos ayudado durante nuestro trabajo en los Archivos), lo que indicaría que hasta el momento esa información no había sido consultada. Cada reporte, por lo general, tiene número de página pero a veces no está numerado. Por esta razón, la numeración de página que se emplea para referenciar la información es la que pertenece a cada documento. Si no se cita página es que en el original no aparece.

Notas

[ 1 ]. Francis Levasseur (en adelante F.L.), Embajador de Francia en Colombia, Le Président, la Familla, l’Eglise et l’Université,  7-XI-1968, T. 48, p. 1.

[ 2 ]. Ibid, p. 6.

[ 3 ]. F.L., Démographie colombienne, 4-XI-1968, T. 48, p. 3.

[ 4 ]. F.L., Tension sociale,  16-I-1969, T. 49, p. 5.

[ 5 ]. Notes d’actualité sur la Colombie, noviembre de 1960, T. 26, p. 15.

[ 6 ]. Ibid,  pp. 15-16.

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[ 7 ]. F. L., La politique intérieure colombiane: ‘péripéties’ et constantes, 10-XII-1969, T. 50, p. 8.

[ 8 ]. F.L., Reforma du concordat, 3-X-1968, T. 52, p. 1.

[ 9 ].  F.L., Golconda,  l 6-II-1969. T. 52, pp. 1-2.

[ 10 ]. F.L., Les “cures rebelles”, 24-IV-1969, T. 52, pp. 1-2.

[ 11 ]. Jean Jacques Peyronnet, Charge d’Affaires, L’eglise et la democratie chretienne en 1969, 24-VIII-1970, T. 52, pp. 1-3.

[ 12 ]. Robert Valeur, (en adelante R.V.) De la mort de Camilo Torres, 21-II-1966, T. 47, pp. 1-2. 

[ 13 ]. R.V., Dissencions au sein du clerge colombien,  21-X-1966, T. 52, pp. 1-2.

[ 14 ]. R.V., De la nouvelle orientation de la Eglise catolique en Colombia,  6-IX-1967, T. 52, pp. 1-2.

[ 15 ]. Jean Jacques Peyronnet, Charge d’Affaires, L’eglise et la democratie chretienne en 1969, 24-VIII-1970, T. 52, pp. 1-3.

[ 16 ]. B.S., Problèmes colombiens, 14-VI-1963,  T. 47, p. 3.

[ 17 ]. F.L., Situation politique en Colombie, 24-IX-1968, T. 48, p. 12.

[ 18 ]. B.S., Problèmes colombiens, 14-VI-1963,  T. 47, p. 3.

[ 19 ]. F.L., Situation politique en Colombie, 24-X-1968, T. 48, p. 12.

[ 20 ]. Sobre el comportamiento de los cuerpos represivos de Francia en Argelia en la época de lucha de liberación nacional, ver: Pierre Vidal-Naquet, Les crimes de l’armée française. Algérie 1954-1962, La Découverte, París, 2001 y del mismo autor, “L’état français el la torture”, incluido en Face à la raison d’Etat. Un historien dans la guerre d’Algérie, La Découverte, París, 1989. Recientemente, un antiguo general de las fuerzas especiales francesas en Argelia ha reconocido el uso generalizado de la tortura. Tal testimonio ha despertado un miniescándolo en Francia. Ver: Géneral Amsaresses, Services Spéciaux. Algérie 1955-1957, Perrin, París, 2001.

[ 21 ]. B. S., Les républiques indépendantes en Colombie, 4-XII-1961, T. 26, p. 3.

[ 22 ]. B.S., Problèmes colombiens, 14-VI-1963,  T. 47, p. 3.

[ 23 ]. F.L., Situation politique en Colombie, 24-X-1968, T.48, p. 4.

[ 24 ]. F.L., L’ANDI et le gouvernement Lleras, 24-IV-1969, T. 49.

[ 25 ]. F.L., Affaires Interieures, 18-XI-1970,  T. 51, p. 7.

[ 26 ]. B. S, De la reforme agraire en Colombie,  3-V-1965, T. 57.

[ 27 ]. M. Doudenne, Charge de Affaires, De la violence a la ocupation des terres,  27-II-1959, T. 28.

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[ 28 ]. F.L., La politique interieure colombienne: peripecias y constantes, 10-XII-1969, T. 50, pp. 1-2. 

[ 29 ]. Ibíd. 

[ 30 ]. B.S., Fragilite de l’Etat colombien,  12-VIII-1960, T. 26, pp. 1-3.

[ 31 ]. F.L., La danse des candidatures presidentielles, 2-X-1969, T. 50, p. 2.

[ 32 ].  F.L., F. L., La politique intérieure colombiane: ‘péripéties’ et constantes, 10-XII-1969, T. 50, p. 9.

[ 33 ]. F. L., Situation politique en Colombie, 24-X-1968,  T. 48, p. 5.

[ 34 ]. B. S., Le système colombien, 16-X-1959, T. 25, p. 3.

[ 35 ].  Ibid, p. 5.

[ 36 ]. F.L., Situation politique en Colombie, 24-X-1968, T. 48, p. 6.

[ 37 ]. Ibid, p. 7.

[ 38 ]. B.S., Situation polítique, 30-III- 1962, T. 27.

[ 39 ]. B. S., Le general Rojas Pinilla et l’opposition, 18-IX-1961, T. 26.

[ 40 ].  Notes de actualité sur la Colombie, T. 26, pp. 8-10.

[ 41 ].B.S., Rupture du MRL avec les comunistes, 5-XII-1962,  T. 27.

[ 42 ]. Des enseignements des élections: les causes du ‘raz de marée`rojiste (suite), 19-V-1970, T. 50  pp. 6-7. 

[ 43 ]. F.L., Suites des ellectiones presidentielles: LLeras contra Rojas, 23-IV-1970, T. 50.

[ 44 ]. F.L., Situation politique. Polemiques et controverses poselectorales, 29-V-1970. T. 50.

[ 45 ]. F.L.  La politique intériure colombienne: ‘péripeties’ et  constantes, 10-XII-1969, T. 50. p. 4.

[ 46 ]. F.L. Des enseignements des élections: les causes du ‘raz de marée`rojiste (suite), 19-V-1970, T. 50  p. 9.

[ 47 ]. F.L., Situation politique en Colombie, 24-X-1968, T. 48, pp. 7-8.

[ 48 ]. Robert Valeur, Lleras et la transformation nationale, 5-XII-1967, T. 47, p. 1.

[ 49 ]. F.L.  La politique intériure colombienne: ‘péripeties’ et  constantes, 10-XII-1969, T. 50. p. 4.

[ 50 ]. Jean Louis Brisset , Charge d’Affaires de Francia,  La situation interieure en Colombie, 23-IX-1952, T. 24.

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[ 51 ]. F.L.  La politique intériure colombienne: ‘péripeties’ et  constantes, 10-XII-1969, T. 50. p. 5.

[ 52 ]. Ibid, p. 4.

[ 53 ]. F.L. Des enseignements des élections: les causes du ‘raz de marée`rojiste (suite), 19-V-1970, T. 50  p. 7.

[ 54 ]. F.L.  La politique intériure colombienne: ‘péripeties’ et  constantes, 10-XII-1969, T. 50.p. 7.

[ 55 ]. F.L. Des enseignements des élections: les causes du ‘raz de marée`rojiste (suite), 19-V-1970, T. 50  p. 8.

[ 56 ].  H. I,  Situation politique interieur, 22-VIII-1957, T. 25. 

[ 57 ]. Jacques Suel, Chargé d’Affaires de France en Colombie,  Situation intérieure colombienne, 27-VI1-1958, T. 25, pp. 3-5.  

[ 58 ]. Notes de actualité sur la Colombie, noviembre de 1960,  T. 26, pp. 7-8.

[ 59 ].  Informations sur la Colombie, octubre de 1961, T. 26, p. 1.

[ 60 ]. Ibid, p. 1.

[ 61 ]. Ibid, p. 1.

[ 62 ]. Ibid, p. 2.

[ 63 ]. Ibid, p. 2.

[ 64 ]. Ibid, p. 3.

[ 65 ]. M. Doudenne, Charge de Affaires, De la violence a la ocupation des terres,  27-II-1959, T. 28.

[ 66 ]. B.S, Inquietude sociale  y actividades subversives, 23-6-1960, T. 26.

[ 67 ]. Esto ha sido reiteradamente analizado por Noam Chomsky en sus diversas obras. Ver, en particular, Mantener la chusma a raya, Editorial Txalaparta, Tafalla, 1995.

[ 68 ]. B. S., D’une controversie sur l’érradication de la violence en Colombie, 14-V-1964, T.  46

[ 69 ]. B. S., Du demantelament des republiques independantes en Colombie, 3-V-1964. T. 46, p. 2.

[ 70 ]. Michel Dondenne, Chargé d’Affaires de France, La Violence Lepre Sociale, 6-VI-1959,  T. 28, p. 3.

[ 71 ]. Notes sur la colombie, octubre 1961, p. 4.

[ 72 ]. B.S., Etat d’esprit du comandement des forces armées colombiennes, 7-V-1965,  T. 46.

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[ 73 ]. B.S., Situation Politique,  22-III-1965, T. 46.

[ 74 ]. B.S., Situation politique, 23-VIII-1965, T. 46, pp. 1-2. 

[ 75 ]. Ibid. 

[ 76 ]. F.L, Liquidation d’une bande dans les Llanos, 9-IV-1968, T. 48, pp. 1-2. (Subrayado nuestro).

[ 77 ]. F.L., Mort du chef bandolero Dumar Aljure, 14-V-1968, T. 48, pp. 1-3.

[ 78 ]. B.S., Violence, 4-VIII-1961, T. 26.

[ 79 ]. Sobre este hecho existen diversas investigaciones, entre las cuales se pueden destacar, Fruta Amarga; Guillermo Toriello, La batalla de Guatemala,   y en la Correspondencia Diplomática sobre Guatemala también existe información pertinente, como en el informe de Rogert Rober, Ministro de Francia en Guatemala, Effondrement du régime Arbenz, 9-VII-1954, Serie Amérique Latine 1952-1963, Sous Série Guatemala,  T. 19.

[ 80 ].B.S., Les républiques indépendantes en Colombia, 4-XII-1961, T. 26, p. 2.

[ 81 ]. Ibid, p. 3. 

[ 82 ].  B.S., Du démantèlement des républiques indépendantes en Colombie, 3-VII-1963, T. 46, p. 2.

[ 83 ]. Ibid, p. 4.

[ 84 ]. Ibid, p. 6.

[ 86 ]. Ibid, p. 8.

[ 87 ]. Ibid, p. 9.

[ 88 ]. B.S., Evolution de la violence en Colombie, 30-VI1-1965, T. 46, pp. 3-7.

[ 89 ]. B.S., Du bandolerismo en Colombie, 24-XI-1964, T. 46, p. 2.

[ 90 ].B.S., Situation colombienne a la vieille de ramiennement ministeriel, 23-IV-1963, T. 27.

[ 91 ]. B. S,  D’une controverse sur la repression de la violence en Colombie, 24-V-1964, T. 46.

[ 92 ].  R.V., De certains excès du maintien de l’ordre, 30-VI-1966, T. 47, pp. 1-2.

[ 93 ].  Notes sur la colombie, octubre 1961, p. 4.

[ 94 ]. B. S.,  La lutte contre le brigandage en Colombie et nos méthodes, 10-VII-1959, T. 28.

[ 95 ]. Jacques Tomas. Charge d’Affaires de France en Colombie,  D’ une declaration américaine sur la lutte contre la violence, 22-V-1964, T. 46, p. 2.

Page 31: Violencia y política durante el Frente Nacional

[ 96 ]. Ibid, p. 3.

[ 97 ]. B.S.,   Evolution de la violence en Colombie, 30-VII-1965,  T. 46, p. 4.

[ 98 ]. B.S., Evolution de la lutte contre la violence, 17-IV-1964, T. 46, pp. 1-2.

[ 99 ]. Robert Valeur, Incidents dans Bogota, 12 –IV-1966, T. 47, pp. 1-2.

[ 100 ]. F. L., Emeutes à Lorica, 13-III-1969, T. 49, pp. 1-2.

[ 101 ]. F. L., Situation politique, 4-III-1970, T. 50,  pp. 1-2.

[ 102 ]. Jean-Jacques Peyronnet, Scandales et malaise dans l’armée, 10-XI-1970, T. 51, p. 2.  

[ 103 ]. F.L., Politique intériure, 26-II-1970, T. 50, p. 3.

[ 104 ]. B. S., Telegrama, 8-II-1965, T. 46.

[ 105 ]. Notes d’actualité sur la Colombie, noviembre 1960, p. 16.

[ 106 ]. Ibid, p. 17

[ 107 ]. Informatios sur la Colombie, octubre 1961, T. 26,  p. 9.

[ 85 ]. Ibid, p. 7.

[ 108 ]. Notes d’actualité sur la Colombie, noviembre 1960, T. 26, p. 16.

[ 109 ]. Bruno de Leusse, Embajador de Francia en Estados Unidos, Telegrama,  Wasghinton, 28-VII-1965, T. 46.

[ 110 ]. R.V. Telegrama, 6-V-1967, T. 47.

[ 111 ]. B. S., Pouseé comuniste en Colombie, 6-IV-1965, T. 46.

[ 112 ]. Secretariat General de la Defense Nationale, Les mouvements revolutionnaires en Colombie, Paris, 11-VIII-1970, T. 51, pp. 1-4.

[ 113 ]. Sobre la fundación de las FARC: R. V., Réaparition du Guerrillero “Tiro Fijo”, 27-VIII-1966, T. 47;  sobre el ELN, B.S,  Activité de la organization dite Armée de Liberation Nationale en Colombie, 13-I-1965,  T. 46; F.L., sobre el EPL,  de nouveaux foyers de guerrillas dans le nord de pays, 16-I-1968, T. 48.

[ 114 ]. R. V,  De la mort de Camilo Torres, 21-II-1966, T. 47, pp. 1-7.  Posteriormente señaló que una persona próxima a Camilo le había manifestado que éste fue llevado a la guerrilla por Moron y que no murió en combate sino que fue torturado por el Ejército durante tres días antes de ser ejecutado. Concluye, diciendo que su  muerte fue bien acogida por todo el mundo, el clero, los partidos tradicionales y la izquierda que Camilo “molestaba por sus proyectos y su ímpetu”. R. V.,  Nouveaux details sur la mort de Camilo Torres, 4-IX-1966, T. 48, pp. 1-2.

[ 115 ]. Santiago Olarte, “Equipée avec du matériél américan. Armée colombienne tente de réduire ‘les républiques paysannes indépendantes”, Le Monde, enero 31 de 1965 y febrero 2 de 1965.

Page 32: Violencia y política durante el Frente Nacional

[ 116 ]. Eric Hobsbawm, “La situación revolucionaria en Colombia”, La Documentation Francaise. Articles y Documents, No. 01438,  septiembre 26 de 1963.

[ 117 ]. F. L, Bilan du gouvernement de “transformation nationale, 11-VIII-1970, T. 51, pp. 19-20.

[ 118 ]. F.L., Lutte contre la subversión, 30-XII-1970, T. 52.

[ 119 ]. Rogert Rober, Ministro de Francia en Guatemala, Effondrement du régime Arbenz, 9-VII-1954, Serie Amérique Latine 1952-1963, Sous Série Guatemala,  T. 19, p. 11 (subrayado nuestro). 

[ 120 ]. Herve Alphand, Embajador de Francia en Estados Unidos, Les Etats-Unis et l’échec de la tentative d’invasion de Cuba, Wasghinton, 28-IV-1961, en Crise Americaina-Cubaine, T. 134B. (subrayado nuestro).

[ 121 ]. B. S., Inquietude sociale et  activites subversives, 23-VI-1960, T. 26. 

[ 122 ]. B. S., Conflict sociaux en Colombie, 18-VII-1959, T. 28, p. 5.

[ 123 ]. B.S, Le mois de septembre en Colombie, 8-VIII-1960, T. 26.

[ 124 ]. B.S, Le mois de septembre en Colombie, 9-X-1961, T. 26.

[ 125 ]. B.S., Greve des employés de Banque, 17-X-1960, T. 28.

[ 126 ]. F. L, Affaires Interieures, 18-XI-1970, T. 51, pp. 6-7.

[ 127 ]. Informations sur la Colombie, octubre de 1961, p. 3.

[ 128 ]. B.S., Le mois de mars en Colombie, 12-IV-1962, T. 27.

[ 129 ]. Opinion du Département d’Etat sur la situation en Colombie,, Wasghinton, 31-I-1963, T. 27.

[ 130 ]. Informations sur la Colombie, octubre de 1961, pp. 6-7.

[ 131 ].  Ibid.

[ 132 ]. Ibid. 

[ 133 ]. B.S., Evolution de la violence en Colombie, 30-VII-1965, T. 46, p. 6.