Villa General Belgrano: La germanidad como aglutinante

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    Villa General Belgrano: La germanidad como aglutinante

    Por Claudio Fabin Centocchi

    Sumario: Este trabajo f ija su atencin en la localidad cordobesa de Villa General Belgrano, ubicada en el valle de Calamuchi-ta. La propuesta consiste en describir y analizar una serie heterognea de estrategias que se ponen en juego en ese espacio para sostener a toda costa el cuento de que La Villa representa una aldea centroeuropea. Se trata de un dispositivo, complejo y ef icaz, que involucra a la gran mayo-ra de los pobladores y a innumerables objetos, cuya misin principal explcita reside en atraer el f lujo turstico, pero de modo subyacente conlleva el triunfo de una posicin ideol-gica, de un mito.

    DeScriptoreS: Villa General Belgrano, germanidad, diseo, dispositivo, identidad

    Summary: This paper focuses on the city of Villa General Belgrano, lo-cated in Calamuchita Valley. It intends to describe and ana-lyze a heterogeneous series of strategies deployed in that space to suppor t at all costs the tale which maintains that the Villa represents a central European village. It is a complex and ef f icient device [dispositif], which involves most of the in-habitants and innumerable objects with the explicit main goal of attracting tourist f low but with the underlying meaning of a triumphant ideological position, of a myth.

    DeScriberS: Villa General Belgrano, germanness, design, dispositif, iden-tity

    cienojos@fiber tel.com.ar / Universidad de Buenos Aires, Argentina

    Villa General Belgrano: La germanidad como aglutinante

    Villa General Belgrano: Germanness as a binding element

    Pginas 115 a 129 en La Trama de la Comunicacin, Volumen 17, enero a diciembre de 2013.

    ISSN 1668-5628 - ISSN digital 2314-2634

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    1. Wilkommen La opcin entre mar o sierras suele aparecer en

    la mente de los argentinos cada ao cuando deben decidir hacia dnde rumbear en el verano en busca de ocio. La eleccin de una de las alternativas per-mite no slo empezar a f ijarse en cier tos destinos, sino tambin concebir un modo par ticular de disfrute: el entorno de la montaa, a diferencia de la playa, dara lugar a priori a un descanso genuino en contacto con la naturaleza, lejos de los placeres asociados ms bien con el erotismo y la nocturnidad.

    La provincia de Crdoba ofrece numerosos sitios de montaa adecuados para las vacaciones, no slo es-tivales, en vir tud de los tres cordones per tenecientes al sistema de las sierras pampeanas que atraviesan a lo largo la franja occidental del territorio. Poblados que transmiten una inmutable tranquilidad, pero don-de el bienestar general en realidad f lucta esencial-mente de acuerdo con el nivel de gastos que realizan los visitantes.

    Como sucede con diversos lugares de nuestro pas, el desarrollo socioeconmico de esta zona medite-rrnea depende en gran medida del turismo; captar la atencin y los billetes de los posibles viajeros cons-tituye una imperiosa necesidad. Ello ha originado una competencia que, en trminos comunicacionales, an se halla en una fase inicial. La difusin periodstica -paga o gratuita-, la promocin y la publicidad son las tcnicas principales utilizadas en especial por las distintas administraciones municipales para intentar asegurarse la bonanza.

    Este trabajo se centrar especf icamente en la lo-calidad de Villa General Belgrano (V.G.B.), ubicada en el Valle de Calamuchita, al pie de las Sierras Chicas. Distante a 85 kilmetros al sur de la capital provincial1, se destaca por ar ticular una serie de estrategias que procuran sostener la promesa de vacacionar en una aldea centroeuropea. Un plus atractivo que va ms all de las actividades reparadoras -caminatas, cabal-

    gatas, travesas, recreos a la vera del ro o lago- que enfatizan los poblados vecinos2 y que representan lo propio del genrico localidad serrana (de la zona central del pas).

    Villa General Belgrano se propone as como un destino singular que seduce bsicamente a par tir de la experiencia de introducirse en otra cultura, extraa pero amigable, sin renunciar a las (im)previsibilidades brindadas por la juridiccin argentina. La germanidad que vivencia all el turista es obra de una compleja y esforzada red de elementos dismiles que legitima nu-merosas prcticas discursivas y extradiscursivas. La ofer ta ldica de deleitarse en un espacio centroeuro-peo arquetpico es posible gracias a un conjunto de estmulos convergentes, reconocibles fcilmente en el continuum de la realidad, que excitan los diferentes sistemas sensoriales del visitante.

    La germanidad se conf igura por una par te a travs de fenmenos captables ante todo por la visin: algu-nos proporcionados por la naturaleza y otros creados por la mano del hombre. Los primeros se relacionan con la orografa y la hidrografa del lugar: las sierras, los lagos y arroyos de montaa. Los ltimos compren-den producciones signif icantes como las edif icacio-nes con techo a dos aguas, la utilizacin recurrente de la madera en casas, car telera y utensilios, y los trajes tpicos tiroleses que usan muchos residentes con mo-tivo de la celebracin de alguna f iesta tradicional3, o bien en pos de incentivar las ventas en sus negocios.

    Los fenmenos que impulsan la contemplacin son fundamentales, pero se combinan con manifesta-ciones que presentan una materialidad asequible de manera privilegiada por medio del odo, el olfato o el gusto, que coadyuvan a sustentar el proyecto identif i-catorio de La Villa.

    Insistente resuena la msica de orquestas alema-nas, ya sea grabada o en vivo, por la calle principal Julio A. Roca: valses, polkas, que mueven a la sonrisa o al movimiento torpe de los paseantes ms expre-

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    sivos. Necesaria se torna la gastronoma centroeuropea

    en los restaurantes fuer temente recomendados: des-cuellan el leber-wurst y el landjager entre los embuti-dos, as como el goulash con sptzle y una variedad de carnes y salchichas con chucrut dentro del reper-torio de platos ineludibles. La pluralidad de productos ahumados, al igual que las distintas clases de fondue, caracterizan adems a esta tradicin.

    Si se trata de repostera, resultan famosas las ma-sas y tor tas como la selva negra, el apfelstrudel y la tar ta Dobos. Las preparaciones con chocolate abun-dan, incluso el humeante a la taza, en especial cuando cala el fro.

    No se puede concluir esta somera descripcin sin dejar de mencionar a la cerveza bien helada, por su-puesto, como la bebida por excelencia acompaante de las comidas y los encuentros amistosos. La mayor tentacin consiste en probar la cerveza ar tesanal en sus variedades rubia, negra, colorada, y sus especia-lidades de trigo, miel, frutas, ahumada.

    En sntesis, son numerosos los estereotipos tursti-cos que -como planteara Bar thes respecto a la vas-quedad (Bar thes, 1994) o a la italianidad (Bar thes, (1986)- activan en Villa General Belgrano el signif ica-do de connotacin germanidad, es decir, la esencia condensada de todo lo que puede asociarse, segn los cnones del verosmil, con un extenso territorio del centro de Europa que comprende lo alemn, pero adems parcialmente lo austraco, lo suizo, lo hnga-ro4. Por encima de las divisiones polticas que rigen hoy en el continente, la germanidad remite aqu, lato sensu, a los pueblos diseminados per tenecientes a la etnia germnica que se comunican mediante el idioma alemn.

    Villa General Belgrano se ha conver tido as en una localidad temtica como consecuencia de los discur-sos eufricos que machacan sobre esos diversos estilemas germnicos. Purismo mtico que oculta una

    dinmica: las tensiones, interpenetraciones, que man-tiene esta cultura con otros tipos de manifestaciones con fuer te presencia en la zona. Una operacin que, al privilegiar el exotismo, acalla todo aquello que re-presenta lo cercano, lo propio: por un lado, los ele-mentos que distinguen a la identidad cordobesa -la tonada, el cuar teto, el fernet, la peperina, etc.- y, por el otro, los objetos, compor tamientos, valores y refe-rencias transnacionales que componen la civilizacin de la modernidad-mundo -la comida industrial (pizza, empanadas), el enorme supermercado de la cadena regional, etc.- (Or tiz, 1997)5.

    Frente al poblado real, una comunidad heterog-nea atravesada por encrucijadas difciles a causa del constante crecimiento demogrf ico6, emerge una ima-gen dulzona de La Villa anclada ms bien en cier tos acontecimientos del pasado. Y que expresa a f in de cuentas el triunfo simblico de una posicin.

    2. un poco De hiStoria7

    Los germanos, obviamente, no fueron los habitan-tes originarios de la regin. Antes que ellos se af in-caron los comechingones, cuyas fogatas terminaron extinguindose por el avance de los primeros expe-dicionarios europeos: los espaoles. stos, por 1528, llegaron a las tierras donde hoy se halla Villa General Belgrano movidos por la codicia, en busca de la utpi-ca Ciudad de los Csares, una zona llamada Yungu-llo, Trapalanda o Lin Lin, () donde el pavimento de las calles era todo de oro puro y las piedras preciosas se encontraban dispersas en los senderos (Freytes de Vilanova, 2010: 32).

    De acuerdo con el relato histrico aceptado hoy en el pueblo, el primer alemn8 que arrib a esta zona y se enamor del aquel entonces paraje El Sauce fue Paul Friedich Heintze a f ines de la tercera dcada del siglo XX. Su sueo de instalarse all, de convocar a muchos inmigrantes asegurndoles trabajo y bienes-tar a travs de la creacin de cooperativas agrcolas,

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    requera de capital para poder aduearse de las tie-rras. Si bien no posea el dinero suf iciente para las 300 hectreas pretendidas, realiz la adquisicin gracias a la ayuda monetaria y la habilidad en los negocios de Jorge Kappuhn, un compatriota suyo que haba que-dado seducido por el proyecto y el lugar.

    Ambos socios continuaron comprando tierras hasta llegar a las 2000 hectreas. El ver tiginoso avance de los dos alemanes fue a costa del retroceso de los Pe-reyra, los Mar tnez, los Gigena, los Snchez, los Gau-na O sea de los criollos cuyos ranchos, o bien estan-cias, se haban conver tido en puestos que amparaban a los viajeros que transitaban por el camino real.

    Entre Heintze y Kappuhn hubo un compromiso des-de el primer momento: solo vender a personas per te-necientes a la colectividad germana (Freytes de Vila-nova, 2010: 19-20). As, a par tir de avisos publicados en peridicos como el Deutsche La Plata Zeitung9, comenzaron a llegar en 1932 las primeras doce fami-lias deseosas de labrarse un futuro prspero y sereno en nuestro pas. Ambos pioneros ofrecan para hacer la Amrica lotes de 10 o ms hectreas a precios que oscilaban, segn la ubicacin, entre $380 y $1500 la hectrea.

    Sin embargo, las adversidades climticas y geogr-f icas -la escasez de agua; las heladas y nevadas; la invasin de langostas, liebres y vizcachas; la ausencia de una ruta para transpor tar la produccin- origina-ron que el modelo agricultor no pudiera progresar; los gringos advir tieron rpidamente que deban orien-tarse hacia una nueva fuente de subsistencia. Y la salida fue el turismo: como las pocas pensiones que se desempeaban all trabajaban muy bien, las casas de diversas familias terminaron por transformarse en modestos hospedajes cuya excelente comida, clida atencin y precio econmico, motivaron la af luencia de visitantes e inmigrantes. Entre los turistas se des-tacaron los contingentes de alumnos, docentes y pa-dres de escuelas alemanas de Buenos Aires (Cangallo

    Schule y Pestalozzi Schule) que vinieron a par tir de 1933 en plan de vacaciones educativo-recreativas.

    El poblado comenz a crecer. Fue el momento de la organizacin en comisiones para poder obtener la personera jurdica y los servicios pblicos esenciales (agua, luz, gas, telfono). Como vocero de la comu-nidad, el alemn Antonio Kfer, uno de los primeros colonistas, consigui que se asfaltara la entrada al pueblo y promovi el cambio de nombre de El Sauce a Villa Calamuchita (ao 1937). De tal modo, tambin logr que se instalara all una estafeta postal. Pese a que se haban establecido inmigrantes italianos, fran-ceses, espaoles -no solo germanos-, la aldea ya era conocida como el pueblo de los alemanes.

    En 1940 se produjo un hecho sumamente relevan-te: arribaron aproximadamente veinte marineros del Panzerschif f Admiral Graf Spee, un acorazado nazi hundido en el Ro de la Plata. Un conjunto de familias del lugar haba decidido acogerlos.

    Con la presencia de estos gauchos rubios, como la gente los apod, la vida rutinaria de la colonia expe-riment una fuer te conmocin, una inyeccin de fuer-za, toda una nueva potencialidad, juventud, dinamis-mo, risas y cantos (Freytes de Vilanova, 2010: 143).

    Los marineros colaboraron en la limpieza de terre-nos, integraron una orquesta y prepararon exhibicio-nes depor tivas y ferias -donde vendan los objetos que producan-; el turismo se increment an ms con la visita de curiosos atrados por el halo de estos jve-nes que haban combatido en una contienda mundial en favor del rgimen hitleriano. No obstante, el com-por tamiento dicharachero y prepotente del grupo oca-sion problemas con los criollos, con los padres de las muchachas e incluso en muchos matrimonios.

    Quizs haya o no atenuantes a la conducta desor-denada que observaron, pero es necesario tratar de

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    ser ms o menos imparciales: se haba generado una desproporcin entre hombres y mujeres, ellos eran jvenes, venan de un conf licto armado, se sentan solos y disponan de dinero impor tante.Queran vivir y lo haca intensamente, se reunan para disfrutar de las salchichas, el chucrut, las tor tas y sobre todo de la espumante cerveza, que era trada desde Crdoba por Kar t Rapelius, y que tanto alegra-ba sus corazones y exarcebaba sus temperamentos (Freytes de Vilanova, 2010: 156).

    Probablemente, semejante tirantez dio pie el 9 de ju-lio de 1941 a un episodio desgraciado: la quema de una bandera argentina10. Ante lo sucedido, el Ejecutivo provincial envi a un sumariante para la investigacin del caso, en tanto la Cmara de Diputados aprob la propuesta del Dr. Lescano para que Villa Calamuchita pase a denominarse Villa General Belgrano.

    El proyecto consideraba justa y opor tuna la desig-nacin del nombre como una manera de apaciguar los nimos, y aunque en ningn momento se habl de desagravio, como se comentaba, la sola idea de que el nombre del Creador de la Bandera nominase en adelante a la Villa, fue, cuanto menos, satisfactoria para los argentinos sorprendidos y agraviados por el desmn, fueran cuales hubieran sido las manos annimas que la haban perpetrado (Freytes de Vi-lanova, 2010: 162).

    A par tir de las declaraciones de algunos testigos que los vieron muy embriagados esa noche, fueron detenidos los alemanes Heinz Knppel, Horst Bran-dt y Knt Hoyer, liberados rpidamente luego de que negaran la responsabilidad en la ignicin. Otros, en cambio, plantearon por lo bajo la autora intelectual de los propietarios de un hotel de Santa Rosa, o bien la maldad de unos jvenes locales, siempre a raz de los celos (por el vasto caudal turstico que reciba el

    poblado en el primer caso, por el xito con las mujeres en el ltimo).

    Aunque ya han transcurrido siete dcadas, este su-ceso abri una herida que todava no ha cicatrizado. Nadie intent, quiso o pudo esclarecer la verdad de lo sucedido (Freytes de Vilanova, 2010: 160). Se trata de un tema tab. () A par tir de ese desafor tunado incidente, que logr escindir el buclico y primitivo en-canto del pueblo, la convivencia de criollos y alema-nes nunca volvi a ser la misma (Freytes de Vilanova, 2010: 160).

    A pesar de la tensin latente que revela Freytes de Vilanova, la localidad contina creciendo sin pausa: en poblacin, instituciones, infraestructura, belleza. El gran motor desde hace ochenta aos es sin duda el turismo. En nombre de dicha actividad se han edi-f icado hoteles, cabaas, locales comerciales, cerve-ceras ar tesanales; se crearon las diversas f iestas -la pionera, Oktober fest, en 1964. Se disea y organiza, en def initiva, Villa General Belgrano (VGB).

    3. raStroS De loS SubalternoSEl relato histrico incontrover tible representa el en-

    cuentro entre los primeros inmigrantes germanos y los criollos que ya habitaban el lugar en trminos de una romntica confraternizacin. Alejado del itinera-rio usual de los turistas, en una plaza llamada justa-mente Confraternidad, se erige un monumento que simboliza esa reunin.

    Son dos estatuas de un alemn y un criollo, f igura-dos de manera estereotipada. Este ltimo aparece con un brazo extendido levemente hacia arriba, con la palma abier ta en direccin al cielo. Esa mano que est rota -por un acto vandlico que quizs haya tenido una intencin contestataria- indica una bienvenida am-plia, sin condiciones. Ratif ica tal impresin una de las plaquetas de la base del monumento; como si fueran palabras enunciadas por el criollo, all se af irma: He aqu tu nueva patria!.

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    A par tir de la lectura de las restantes plaquetas -en-tre ellas la que dispuso el municipio-, es posible ente-rarse que el monumento fue construido en 1982 con el f in de conmemorar las bodas de oro de la localidad. Se considera pues que su fundacin aconteci en 1932 cuando arribaron las primeras familias germanas y no cuando se conform el paraje El Sauce -gesta crio-lla- o cuando se bautiz al poblado como Villa General Belgrano -a causa de un delito cometido posiblemente por alemanes-. Se decreta en cambio que el principio se produce al momento de esa llegada que transfor-ma a la comunidad en nica. Una decisin germa-nocntrica con visos comerciales dado que se eligi arbitrariamente el 11 de octubre para la celebracin del Da del Pueblo, prximo al Oktober fest y al en-tonces feriado del 12 (por el arribo de los espaoles a Amrica).

    Habra que plantearse por tanto que el 11 de octu-bre se festeja en realidad el aniversario del dominio de un grupo heterogneo que favorece la generacin de manifestaciones culturales de carcter germnico. Su f irme accionar ha conseguido que las prcticas propias de la tradicin criolla queden relegadas a las mrgenes y sin acceso prcticamente al conocimiento pblico. Ni los medios locales, ni los textos orientados al visitante informan dnde y cundo se puede disfru-tar de eventos como las cuadreras.

    La tradicin criolla logra quebrar ese forzado ostra-cismo slo en contadas ocasiones en el ao. El f lujo turstico puede toparse con ella en algunas de las re-nombradas festividades que ofrece La Villa (Okto-ber fest, Da del Pueblo, Fiesta de la Masa Vienesa). Son las opor tunidades donde irrumpe en la calle prin-cipal la msica, danza y comida tpicas argentinas. Sin embargo, par ticipa cumpliendo un papel de invita-do secundario, al igual que lo efectan otras comuni-dades como la espaola o la por tuguesa: se exhiben por un rato para demostrar la feliz convivencia de las diversas culturas en el poblado. El grupo dominante

    lleva a cabo esto ms bien para el afuera11.El nico perodo en el cual los criollos cobran un

    verdadero protagonismo sucede durante el Carnaval, precisamente cuando se evoca la ruptura de la nor-malidad, el mundo al revs, la supresin de las je-rarquas sociales: un acontecimiento que no moviliza especialmente muchos visitantes al pueblo. Dentro de ese marco, en 2011, la agrupacin Por Siempre Crio-llos12 organiz en el Saln de Eventos del municipio el Encuentro de la Familia Criolla de Villa General Belgrano. Actuaron los conjuntos folklricos Argen-to (de Bell Ville), Los Peregrinos del Chamam (de Alta Gracia) y Los Hermanos Surez (de Santiago del Estero), adems de las academias locales Tierra Adentro y Races Serranas.

    En f in, la escasa visibilidad que alcanzan los criollos en el centro de VGB, donde suelen transitar los turis-tas, no debilita la idea generalizada que se trata del pueblo de los alemanes; en todo caso, le da al multi-culturalismo existente un engaoso cariz de armona. Conf irma la pregonada confraternidad.

    4. la planificacin urbanaLa ef icaz vivencia que consigue el poblado de sentir

    que uno se encuentra en una aldea centroeuropea ya no es hoy -si alguna vez lo fue- ingenio del azar. La (a)puesta germnica de carcter multisensorial respe-ta los consejos de moda del marketing experiencial. Villa General Belgrano llega al corazn. Con sensua-lidad, misterio, intimidad, respeto. Ms que una marca constituye una lovemark13 para los numerosos turis-tas (usuarios) que eligen retornar regularmente.

    Se def iende pues aquel sueo de los primeros ger-manos que se hicieron un lugar en una geografa dis-paradora de reminiscencias para construir una colonia como las de sus orgenes. Pero resta poco de esa car-ga de afectividad primigenia. La profundizacin actual de ese proyecto se halla gobernada por una lgica comercial que proporcionara benef icios econmicos

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    vitales para la comunidad entera: sea el residente gringo o criollo, antiguo o nuevo.

    El Concejo Deliberante belgranense, integrado por siete miembros -ninguno por tador de un apellido ger-mano, lo que indica la compleja ar ticulacin consen-sual en funciones14-, encabeza la conservacin de esa epopeya a travs de la sancin de ordenanzas que imponen el estilo centroeuropeo. En trminos edilicios, el cdigo vigente prescribe que

    Todos los techos debern ser por lo menos a dos aguas, con una pendiente mnima de 30%. Esta dis-posicin rige para el 80% de la super f icie total de la planta de techos, tomada en su proyeccin horizontal, admitindose el 20% restante para techos planos o de pendiente inferior al 30% (Ordenanza 1583/10, apro-bada el 17 de marzo de 2010)15.

    El formato a dos aguas domina junto con las cum-bres de las sierras las alturas ya que incluso las me-dia sombras, solo permitidas para las cubier tas de techos de viveros y establecimientos gastronmicos, deben estar montadas en una estructura de madera y a dos aguas (Ordenanza 1273/03, aprobada el 16 de septiembre de 2003).

    La car telera en espacios pblicos y/o privados pre-senta tambin una reglamentacin detallada. El cuer-po legislativo argumenta en los considerandos de la ordenanza respectiva que se torna necesario orde-nar criterios a los f ines de limitar la contaminacin visual y la exposicin de car teles que no respondan al estilo que se desea preservar. En relacin con los sopor tes ms usuales, aquellos que difunden men-sajes publicitarios o institucionales, la norma f ija con claridad los materiales, los modos de produccin de las letras y f iguras, as como la iluminacin permitidos (Ordenanza 1568/09, aprobada el 2 de diciembre de 2009)16.

    Desde f ines de 2009, el Concejo Deliberante se ha

    tornado ms frreo en velar por la tradicin selectiva (Williams, 1980). Al parecer, las contundentes conno-taciones de germanidad que transmite el poblado todava son insuf icientes. Por ello ha aprobado orde-nanzas como las ya citadas -salvo la norma que re-glamenta las media sombras que data de 2003- junto con la de Preservacin Patrimonial de Villa General Belgrano. Esta ltima avanza con suma rigidez en la exigencia de que se respeten lineamientos corres-pondientes a la manera de hacer centroeuropea en el diseo y ejecucin de nuevas construcciones, en las refacciones o ampliaciones de las existentes, y en las calzadas y aceras. Algunos de los fundamentos, incluidos en los considerandos, buscan explicar tal endurecimiento:

    Que el proceso de crecimiento dado en la ltima dcada, tanto demogrf ico con la incorporacin de habitantes provenientes de otras ciudades, como econmico y edilicio, conllev a la incorporacin de nuevas pautas a veces con criterios opuestos o distorsionadores del mismo espritu que atrajo a los habitantes y a la inversin.Que, a pesar la reglamentacin a travs de las distin-tas ordenanzas, las nuevas edif icaciones no siempre se desarrollan dentro del criterio centroeuropeo bus-cado por las mismas.Que dichas normas al estar referidas a alturas, per-f iles mximos, pendientes de techos y usos de mate-riales, permiten incluir un elenco amplsimo de pautas culturales y de diseo, aun las opuestas al espritu del estilo que se busca (Ordenanza 1565/09, apro-bada el 25 de noviembre de 2009).

    Como esta ordenanza divide a la localidad en tres reas, las fachadas de las edif icaciones ubicadas dentro del permetro ms concurrido donde se asienta el centro comercial son las que deben cumplir con ma-yor empeo disposiciones como:

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    Art. 11) Se le dar preferencia a la carpintera de madera en fachada y paos vidriados de locales comerciales y viviendas. Mas all del material con que sean ejecutadas las aber turas, no podrn tener tonos ni colores distintos de la madera natural.Art. 12) Las cenefas de techos, los bordes y cantos de losas de HA con pendiente debern ser o estar revestidos en madera.Art. 13) Los pasamanos, balaustradas y elementos de seguridad en pisos altos debern ser de made-ra. Se admitir la combinacin con otros materiales, pero siempre en porcentajes de super f icie inferiores a sta. No se admitirn elementos de seguridad en balcones, en madera de pino insigne, eliotis, u otras de rpido deterioro a la intemperie (Ordenanza 1565/09).

    En consecuencia, se pretende que La Villa sea un ejemplo de mimetismo cultural extremo y represen-te va el mito a una aldea bvara. Sin impurezas. Un proyecto arquitectnico que evoca a aquellos de inspi-racin neoclsica que fueron promovidos por cier tos regmenes totalitarios -como el nazismo, el fascismo-, que se volcaban a una regresin mtica a la Roma An-tigua17. Ahora bien, es posible que ello se logre de modo pleno? Compone una poltica exclusivamente cosmtica? En ambos casos surgen respuestas ne-gativas.

    El previsible fracaso del derrotero fundamentalista belgranense deviene del menosprecio de algunas cuestiones esenciales. Arranca por desconocer va-riaciones relativas al espacio -los recursos y necesi-dades de Amrica del Sur son divergentes a los de Europa Occidental-, y al tiempo -la dinmica pujante de una localidad activa y multicultural cer tif ica la in-viabilidad del programa de su homogeneizacin total.

    Asimismo, el marco legal contribuye a la institucio-nalizacin y estabilizacin de las conductas sociales,

    empero no evita la generacin de acciones que impli-can su cuestionamiento. Pese a que los concejales se empecinen en tratar de suprimir derivas contrahege-mnicas a travs de normas cada vez ms minuciosas y estrictas, siempre asoman intersticios, saltos, elisio-nes en el texto que posibilitan lecturas negociadas u oposicionales (Hall, 1994). O, desde el punto de vista de De Cer teau (1996), que den lugar a tcticas de re-sistencia. Aun en una ley que aparenta conformar un espacio lleno: los hombres del Derecho se enfrentan con ello permanentemente y suelen debatir en torno a la interpretacin de una norma18.

    La comunicacin no es un proceso lineal de transmi-sin de informacin. Entre las instancias de produc-cin y de recepcin siempre hay una asimetra, donde los grados de desfase/ reciprocidad varan. Depende de los cdigos que se pongan en juego en cada mo-mento. La construccin del sentido que efecta un individuo de un fenmeno signif icante cualquiera se halla determinada por factores diversos tales como la posicin que ocupa el receptor en la sociedad y la si-tuacin concreta en que se lleva a cabo esa decodif i-cacin. La diferencia no constituye pues un accidente, sino que es consustancial al vnculo comunicacional (Hall, 1994)19.

    La utopa de Villa General Belgrano descansa so-bre distancias inevitables que los funcionarios, entre otros numerosos habitantes del pueblo20, se dedican a impugnar por medio de una postura que luce realis-ta, obvia. Un combate prima facie inocente, pero que en realidad conlleva hondas consecuencias porque no consiste simplemente en el intento de imponer un estilo of icial acorde con el encantador mito de los germanos. As esbozado, como se desprende de los textos hegemnicos, queda como una mera interven-cin super f icial, de ndole esttica, atractiva para el f lujo turstico.

    Una planif icacin urbana, sin embargo, conf igura el mundo cotidiano no solo en sus aspectos esttico-

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    formales, sino tambin en los atributos tcnico-fun-cionales ms all de la cuestin econmica. El estilo centroeuropeo puede resultar pintoresco y lucrativo, asociado con un incontrover tible bien comn, pero esta poltica sostiene adems de modo implcito una ratif icacin cultural e histrica precisa que origina que un conjunto de signif icados y prcticas sean seleccio-nados y acentuados, y otros en cambio sean rechaza-dos o excluidos (Williams, 1980).

    En este conf licto latente por la identidad, por cmo representarse, la tendencia hegemnica germaniza sin escrpulos, modelando las condiciones de vida de todos los habitantes. La versin germanf ila del pasado otorga el mayor respaldo explicativo al rumbo adoptado en el presente. Dicho marco torna natural la implantacin del techo a dos aguas y la madera sin que al menos sus desventajas en trminos edilicios se examinen de manera acabada21.

    Villa General Belgrano tiene un cors semejante a los ncleos urbanos nombrados como patrimonio de la humanidad, los cuales por integrar esa lista de la UNESCO se encuentran impedidos para emprender cualquier modif icacin arquitectnica que altere su espritu. Sin ser el ejemplo dramtico de la ciudad maliense de Djenn, fuer temente limitada a establecer mejoras en sus antiguas construcciones de adobe22, La Villa tambin se esfuerza por detener el tiempo posicionando todo lo otro como un escndalo que atenta contra la esencia. Porque la carga semntica contundente que buscan imprimir estas localidades atadas a su historia se presenta como ms impor tante que las necesidades funcionales de la vida actual23.

    Si bien la germanizacin plena es irrealizable -por lo ya expuesto-, sera necio desconocer el xito de este mito en tanto se ha logrado en gran par te de la poblacin belgranense que se naturalicen y eterni-cen cualidades contingentes, histricas (Bar thes, 1994). Ef icacia de un complejo dispositivo (Agamben, 2005) -donde la arquitectura y su respaldo normativo

    constituyen elementos centrales de esa red- que se comprueba en la actuacin cnica que desempean numerosos residentes sin distingo de orgenes ante los turistas: una fachada kitsch, sostenida usualmente por el vestuario y el medio, celebrada tanto por veci-nos y extraos (Gof fman, 1994).

    5. eStampaS De la VillaTendiente a gestionar la marca destino V.G.B., la

    municipalidad se encarga de emitir una serie de dis-cursos publicitarios -avisos, folletos, pginas web- que procuran atraer a la masa turstica. Mensajes exultan-tes, con una iconografa nutrida, que coadyuvan a transmitir una identidad clara.

    El reto no es menor ya que el proyecto consiste en llenar La Villa de visitantes, o sea de individuos que vengan, consuman, pero despus regresen a sus lu-gares de residencia. Ello encierra una paradoja: hay que encantarlos, mas no demasiado, para evitar el en-grosamiento de la mencionada migracin de ameni-dad que profundiza los problemas de infraestructura del poblado. Apenas ocho dcadas atrs esta zona se encontraba abier ta a ser colonizada a par tir del em-puje de Heintze y Kappuhn, hoy en cambio el arribo de nuevos habitantes despier ta ms pesar que agrado.

    El contenido de las imgenes of iciales que circulan sobre Villa General Belgrano refuerza dos campos semnticos esenciales. Exaltan, por una par te, sus atractivos geogrf icos: aquello que la categoriza junto con las localidades cercanas en una tpica villa serrana cordobesa. El visitante potencial puede pre-sentir gracias a esa serie de fotografas que all goza-r de la belleza y placidez que proporcionan el sol, las montaas y los cursos de agua lmpidos.

    Esta operacin encasillante, que se despliega a travs de la mostracin de la naturaleza del lugar, va siempre acompaada por una operacin contra-ria, complementaria. La misma apunta a sostener el diferencial ms notorio que cuenta La Villa: su ger-

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    manidad. Un atributo que -como ya fue expresado- le permite distinguirse de los poblados adyacentes y posicionarse como una alternativa de descanso superior. A nivel icnico, ello se manif iesta mediante fotos y dibujos que acentan reconocidos estilemas germnicos.

    La postura enunciativa de amplif icar en par ticular los temas de la naturaleza y la germanidad a f in de cuentas no llama la atencin: representan cualidades evidentes de Villa General Belgrano, seductoras para un segmento amplio de turistas. A travs de ambos asuntos, esta localidad expone sin rodeos su per te-nencia a un determinado tipo de destino vacacional, as como su matiz insoslayable de distincin.

    El contenido de las imgenes resulta previsible, no depara la misma sensacin el tratamiento que stas suelen recibir debido al uso de cier tas tcnicas que logran algo ms que el habitual hermoseamiento de las estampas de promocin turstica. Aunque el efecto producido como resultado de tales procedimientos, en rea-lidad, no sea para nada extrao pues se trata de lo mtico.

    Dicho atributo, que ha surgido en el anlisis a propsito de la plani-f icacin urbana y el relato histri-co cristalizado de La Villa24, se desprende tambin de las imge-nes publicitarias. En este caso, el usuario potencial, antes de cono-cer el destino, toma contacto con lo mtico de manera connotativa por obra de procedimientos ret-ricos ms que referenciales. Se transmite bsicamente gracias al estilo naif que exhiben las ilustra-

    ciones -la mayora relacionada con la 27 Fiesta del chocolate alpino (ao 2011)-, que parecen extraerse de los libros de cuentos infantiles (imagen 1), y al tra-tamiento del color y el tamao que ostentan algunas fotografas.

    En consecuencia, las estrategias identif icadas en el corpus de imgenes of iciales cumplen ef icazmente en el sostenimiento de la promesa consabida de La Villa; consiguen signif icar con sencillez, con perspi-cacia -por la utilizacin de una esttica asociada con lo maravilloso- tres valores esenciales que componen la identidad de la marca V.G.B.: la naturaleza pura, la germanidad y lo mtico.

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    6. a moDo De cierreLos funcionarios belgranenses, lderes visibles del

    grupo hegemnico, generan constantemente desde sus cargos pblicos (ejecutivos, legislativos) direc-trices que apuntan a la conf iguracin de la identidad. Una poltica bifronte que se dirige por un lado al mbi-to interno, a los habitantes de La Villa y, por el otro, al externo, a los posibles turistas.

    Respecto a la primera lnea de accin, se decretan normas que procuran organizar la vida social del po-blado a travs del af ianzamiento de creencias, valo-res, hbitos compatibles con la germanof ilia. Aunque el consenso no sea generalizado, este modelo poltico consigue sin dudas hasta ahora resultados exitosos. Por ms que ese orden estable, monocultural, que suean los funcionarios nunca llegar.

    La meta se centra en imponer una identidad que se justif ica en trminos esencialistas, como una su-matoria de atributos distintivos y heredados, a par tir de equiparar a Villa General Belgrano con una al-dea centroeuropea. En pos de mitif icar la identidad, como celosos custodios de ese reper torio inmutable y sesgado, se preocupan por desdear las manifes-taciones de los otros que atestiguan la diferencia, la desigualdad. Cuando stas obtienen el permiso y emergen episdicamente en el centro comercial de la localidad, slo son funcionales a la idea teatral de un multiculturalismo que confraterniza sin conf lictos.

    Tales compor tamientos ponen en evidencia una no-table inversin de posiciones: si los criollos fueron los encargados de darles la bienvenida a los germanos en 1932, ahora son estos ltimos quienes actan de anf i-triones frente a las dems identidades culturales que tambin se af incan all (inclusive con los criollos). El dominio actual se sustenta en olvidar la historia previa a la llegada de Heintze: Villa General Belgrano surge a par tir del arrollador empuje de los germanos, ergo los legitima como dueos del lugar.

    Pero ms all de las diferencias ostensibles entre las

    distintas positividades -los germanos, los criollos, etc.- y las ar ticulaciones de posiciones que se desa-rrollan a lo largo del tiempo en este espacio reducido, es impor tante volver a destacar cmo incide en los habitantes el sentimiento de compar tir un modo de per tenencia en comn. Se trata de una singularidad englobante, disolvente de los orgenes y antigeda-des de residencia variados, que por una lgica de lo contiguo moviliza a la gran mayora de la comunidad. Por esa maquinaria alimentada por el estado munici-pal, conciente o inconcientemente, convencido o con cinismo, en razn a que se cree que constituye el nico camino para poder subsistir, los belgranenses suelen desempear un papel cooperando en hacer realidad el cuento de Villa General Belgrano. Como si sus des-tinos personales y la memoria colectiva dependieran de tal actuacin.

    El par conceptual comunidad (gemeinschaf t)/ so-ciedad (gesellschaf t) que proporcionan socilogos clsicos como Tnnies o Weber resulta fructfero para comprender mejor a este grupo de individuos que habita La Villa. Se nota aqu una gran tensin entre ambas formas de lazo social: se trata de un grupo cuya lealtad se funda en el mito, los sentimientos y las aspiraciones compar tidas, sin por ello desaparecer la fuerza que poseen los diversos intereses de cada et-nia basados en lograr sus f ines par ticulares25.

    Para el turismo se representa un mundo germnico con mnimos atisbos de un multiculturalismo armo-nioso. Difcilmente los visitantes tomen contacto con las asperezas que provoca simultneamente el orden hegemnico y que se verif ican en los pequeos con-f lictos cotidianos que se suscitan entre gringos y criollos. Los turistas se orientan a satisfacer cier tas expectativas ligadas a las promesas que difunde la marca VGB, cuya identidad es un compendio este-reotipado bsico del imaginario de los germanos. En realidad, de una par te especf ica.

    En efecto, el proyecto que se desarrolla en Villa Ge-

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    neral Belgrano promueve la glorif icacin de una por-cin de todo aquello que distingue a la germanidad: se rescatan slo los elementos que remiten a lo tradicio-nal y lo popular correspondientes a un pasado lejano, aldeano. Un modo de def inir el espritu nacional (volk-geist) que se asocia con los romnticos.

    La germanidad inf luye en las diferentes identidades relacionadas con Villa General Belgrano: tanto las culturales como la del territorio que se sintetiza en la marca VGB. Una argamasa ef icaz tanto a nivel inter-no como externo ya que se sustenta sutilmente en la gran aceptacin que posee un mito de mayor enverga-dura: el que sostiene que Argentina se funda a par tir de los europeos que descendieron de los barcos.

    notaS 1. A 146 km. de Ro Cuar to, a 440 km. de Rosario y a 780 km. de Buenos Aires.2. Como Santa Rosa de Calamuchita, Los Rear tes, Villa Ciudad Parque La excepcin es La Cumbrecita, un pueblo peatonal que tambin retoma la cultura centroeuropea.3. La Fiesta Nacional de la Cerveza (el Oktober fest), la Fiesta de la Masa Vienesa y la Fiesta del Chocolate Alpino son las ms reconocidas.4. No olvidemos que la fondue es de origen suizo; la tar ta Dobos, hngara, etc5. En este prrafo se emplearon los trminos cultura y civi-lizacin considerando el contraste entre ambos desarrolla-do por Norber t Elas (1993).6. Segn los datos del censo local efectuado en 2008, en V.G.B. residan 7761 habitantes (www.vgb.gov.ar/institucio-

    nal/poblacion/). Ello implica un aumento del 31.8% respecto a los 5888 habitantes estables de un septenio atrs (INDEC, 2001). Aunque no se dio a conocer todava la cantidad de re-sidentes que arroj el censo nacional de 2010, se predice con cinismo en V.G.B. que la cifra ser mentirosa pues si supera los 10000, la asignacin de recursos que recibira de la ad-ministracin provincial sera mucho menor. La migracin de amenidad ayuda a explicar este notorio aumento: individuos procedentes de las ciudades que se han instalado en los l-timos aos detrs de una mejor calidad de vida. Consultar Gonzlez, Otero, Nakayama y Marioni (2009).7. Se utilizar como texto de cabecera para el desarrollo de este punto, el nico libro que aborda de manera extendida la historia de V.G.B. Su autora, Mar ta Freytes de Vilanova, no es una historiadora sino una ex docente del pueblo que se apoya usualmente en los testimonios de los protagonistas o sus descendientes para dar cuenta de los acontecimientos ms relevantes de La Villa. Un texto romntico, de sesgo germanf ilo, que fue escrito, segn se sugiere en la contra-tapa, para ser led[o] como un cuento. En Freytes de Vila-nova (2010).8. Haba nacido en Breslau, Silesia, el 27 de septiembre de 1880: en aquellos momentos, una ciudad alemana; actual-mente forma par te de Polonia.9. Los mensajes eran: Alemanes, si tienen nostalgias pue-den venir a El Sauce para formar aqu una segunda patria o Habitantes de los Alpes, si quieren ser independientes y poseer su propia casa, en El Sauce encontrarn su lugar (Freytes de Vilanova, 2010: 20).10. Hay quienes aseguran que fue quemada, pisada mlti-ples veces hasta que sus restos desgarrados y sucios que-daran tirados en una acequia. Otros aseguran que no fue una sino tres las insignias agraviadas, agregando a la que falt en la escuela, una segunda del Correo y otra de la Subcomisara o de un domicilio par ticular (Freytes de Vilanova, 2010: 161).11. Consltese como muestra el programa de eventos del Oktober fest 2011.12. Denominacin que deja en claro la perenne resistencia de la etnia: a par tir de ser afectado por el otro af irma su iden-tidad.13. Kevin Rober ts, CEO de la agencia internacional Saatchi & Saatchi, def ine a la lovemark como la marca que logra una conexin emocional tan alta con el usuario que ste no pue-de sustituirla por otra. Ver Rober ts (2005).

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    14. Hasta f ines de 2011, Javier Frascaroli (presidente), Pierina Avidano, Juana Richard y Alejandro Ferreyra componan el bloque mayoritario (Unin Cvica Radical); Gustavo Medina, Gloria Rodrguez de Fumis y Enrique Fantini, el minoritario (Par tido Justicialista).15. Todas las ordenanzas citadas o aludidas aqu que han sido aprobadas por el municipio de Villa General Belgrano pueden ser consultadas en http://www.vgb.gov.ar.16. En dicha norma se autorizan exclusivamente dos cate-goras de car teles: A) Debern ser de madera maciza combinada con elemen-tos de hierro forjado, que permitan su f ijacin o sopor te. Las letras o f iguras del mismo podrn ser pintadas, talladas o in-crustadas en hierro, bronce o cobre, no pudiendo estar pin-tadas en colores f luorescentes. Los car teles pintados debe-rn mantener por lo menos el 35% color madera en su estado natural pudiendo esta rea estar laqueada o barnizada. La iluminacin de los mismos podr ser con elementos ref lec-tores tomados a la propia estructura del car tel o autnomos. Los car teles luminosos debern tener la fuente emisora de luz, ubicada de tal manera, que no produzca encandilamiento en los automovilistas y peatones. Los ar tefactos de ilumina-cin debern ser aptos para la intemperie.B) Debern ser cajones con iluminacin, y/o iluminacin in-terior construida la estructura de dichos cajones en chapa doblada y revestida totalmente en madera, con su corres-pondiente ventilacin, los laterales sern placas de madera con sus correspondientes letras o f iguras caladas, este con-junto puede ser combinado con elementos de hierro forjado que permitan su f ijacin o sopor te; los calados deben ser cu-bier tos desde su lado interior por elementos transparentes tipo Panaf lex o Acrlico. La sumatoria de super f icies de letras ms f iguras caladas, no podr superar el 50% de la super f i-cie total del panel. ADMITASE el uso de materiales acrlicos, telas vinlicas, o materiales sintticos similares traslcidos, slo de modo transitorio para eventos (las negritas provie-nen del documento original).17. Cfr. Aicher (1994).18. Umber to Eco af irma que el texto es una mquina pere-zosa que exige del lector un arduo trabajo cooperativo para colmar espacios de no dicho o de ya dicho (1981: 39). Aun-que lo circunscribe al texto narrativo literario, su idea puede aplicarse sin dif icultades a cualquier otra clase de discurso. 19. El caso de Villa General Belgrano permite ilustrar una pro-

    blemtica primordial que se expresa de manera recurrente dentro de las disciplinas proyectuales: la errnea equivalen-cia que suele establecerse entre diseo y comunicacin a par tir de atriburseles connotaciones de transparencia, univocidad, intencin y f inalidad, as como una pretensin absolutista que aspira a eliminar def initivamente lo catico, lo incontrolable. Cfr. ARFUCH (1997: 140).20. De acuerdo con Williams (1980), esto compone una for-macin que rebalsa la suma de cier tas instituciones como la legislatura o la intendencia.21. Respecto al material de construccin fetiche posee como principales inconvenientes su poca resistencia al sol, a la hu-medad, as como a los insectos y hongos.22. Aqu los pobladores se quejan porque no pueden aspirar a los pisos cermicos, a las duchas ni a las puer tas mos-quiteras. Pero adems, la preservacin de la arquitectura de 2000 aos de historia no les permite acceder a necesidades bsicas como el tratamiento de aguas residuales. Estn obli-gados a vivir en la miseria. Ver MAC FARQUHAR (2011).23. Bar thes (1993) describi esta clase de colisin permanen-te entre la signif icacin y la funcin con el caso de Roma.24. Recurdese lo enunciado en la nota 7.25. Puede consultarse una profunda ref lexin sobre la distin-cin entre comunidad y sociedad en DE MARINIS (2005).

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    iDentificacin Del autor:Claudio Fabin CentocchiMagister por Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, ArgentinaE-mail: cienojos@fiber tel.com.ar

    Fecha de recepcin: 11-06-2012Fecha de aceptacin: 23-07-2012

    regiStro bibliogrfico:CENTOCCHI, Claudio F. Villa General Belgrano: La ger-manidad como aglutinante" en La Trama de la Comunicacin, Volumen 17, Anuario del Depar tamento de Ciencias de la Comunicacin. Facultad de Ciencia Poltica y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario. Rosario, Argentina. UNR Editora, enero a diciembre de 2013, p. 115-129. ISSN 1668-5628 - ISSN digital 2314-2634.

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