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Medicina & Laboratorio, Volumen 16, Números 9-10, 2010 411 La clínica y el laboratorio Medicina & Laboratorio: Programa de Educación Médica Contínua Certificada Universidad de Antioquia, Edimeco Resumen: los marcadores tumorales, también denominados marcadores biológicos o biomarcadores, se definen como moléculas, sustancias o procesos que se alteran cualitativa o cuantitativamente como resultado de una condición precancerosa o un cáncer, detectables mediante una prueba de laboratorio en sangre, en líquidos orgánicos o en tejidos. La naturaleza de los marcadores tumorales es muy variable: va desde ácido nucleico, ADN o ARN, una proteína o un péptido, hasta procesos complejos como un anticuerpo, la apoptosis, la amilogénesis y la proliferación. Desde el punto de vista de su origen, los marcadores tumorales se producen por el tumor mismo, como la gonadotropina coriónica en el coriocarcinoma, o como respuesta a la lesión tumoral en el tejido circundante, como el antígeno carcinoembrionario en el cáncer de mama. No hay un marcador tumoral ideal, definido como aquel con una sensibilidad y especificidad del 100%. Los marcadores tumorales pueden ser utilizados para el cribado en población con riesgo de presentar un cáncer para su detección precoz con enfermedad confinada y potencialmente curable, como parte del diagnóstico, en el diagnóstico diferencial, como prueba de valor pronóstico y predictivo, como herramienta para evaluar el tratamiento administrado, y para la detección de las recaídas cuando éstas se presentan y el paciente tiene una nueva oportunidad de tratamiento, antes de que las manifestaciones clínicas reaparezcan. En este módulo se analizan los principales marcadores tumorales disponibles en el medio, como el antígeno carcinoembrionario, la alfafetoproteína, el antígeno específico de próstata, el CA 15-3, el CA 125, el CA 19-9, el Cyfra 21-1, la gonadotropina coriónica, la calcitonina, la ferritina, la beta 2 microglobulina, entre otros marcadores. Además, se hará referencia a marcadores subrogados de cáncer, como la presencia de la infección por Helicobacter pylori y el virus del papiloma humano. Palabras clave: cáncer, marcadores tumorales, antígeno carcinoembrionario, alfafetoproteína, CA 15-3, CA 125, CA 19-9, Cyfra 21-1, gonadotropina coriónica, calcitonina, ferritina, beta 2 microglobulina, Helicobacter pylori, virus del papiloma humano. Campuzano-Maya, G. Utilidad clínica de los marcadores tumorales. Medicina & Laboratorio 2010; 16: 411-445. Módulo 1 (La clínica y el laboratorio), número 82. Editora Médica Colombiana S.A., 2010 © . Recibido el 14 de septiembre, 2010; aceptado el 29 de septiembre, 2010. 1 Médico especialista en Hematología y Patología Clínica. Docente, Ad Honorem, Facultad de Medicina, Universidad de Antioquia. Médico Director, Laboratorio Clínico Hematológico. Carrera 43C No. 5-33, Medellín, Colombia. E-mail: [email protected]m Utilidad clínica de los marcadores tumorales Germán Campuzano Maya 1 “Un resultado exacto de laboratorio será bueno sólo si lo son la interpretación de su significado y su impacto sobre las decisiones médicas” [1].

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Medicina & Laboratorio: Programa de Educación Médica Contínua CertificadaUniversidad de Antioquia, Edimeco

Resumen: los marcadores tumorales, también denominados marcadores biológicos o biomarcadores, se definen como moléculas, sustancias o procesos que se alteran cualitativa o cuantitativamente como resultado de una condición precancerosa o un cáncer, detectables mediante una prueba de laboratorio en sangre, en líquidos orgánicos o en tejidos. La naturaleza de los marcadores tumorales es muy variable: va desde ácido nucleico, ADN o ARN, una proteína o un péptido, hasta procesos complejos como un anticuerpo, la apoptosis, la amilogénesis y la proliferación. Desde el punto de vista de su origen, los marcadores tumorales se producen por el tumor mismo, como la gonadotropina coriónica en el coriocarcinoma, o como respuesta a la lesión tumoral en el tejido circundante, como el antígeno carcinoembrionario en el cáncer de mama. No hay un marcador tumoral ideal, definido como aquel con una sensibilidad y especificidad del 100%. Los marcadores tumorales pueden ser utilizados para el cribado en población con riesgo de presentar un cáncer para su detección precoz con enfermedad confinada y potencialmente curable, como parte del diagnóstico, en el diagnóstico diferencial, como prueba de valor pronóstico y predictivo, como herramienta para evaluar el tratamiento administrado, y para la detección de las recaídas cuando éstas se presentan y el paciente tiene una nueva oportunidad de tratamiento, antes de que las manifestaciones clínicas reaparezcan. En este módulo se analizan los principales marcadores tumorales disponibles en el medio, como el antígeno carcinoembrionario, la alfafetoproteína, el antígeno específico de próstata, el CA 15-3, el CA 125, el CA 19-9, el Cyfra 21-1, la gonadotropina coriónica, la calcitonina, la ferritina, la beta 2 microglobulina, entre otros marcadores. Además, se hará referencia a marcadores subrogados de cáncer, como la presencia de la infección por Helicobacter pylori y el virus del papiloma humano.

Palabras clave: cáncer, marcadores tumorales, antígeno carcinoembrionario, alfafetoproteína, CA 15-3, CA 125, CA 19-9, Cyfra 21-1, gonadotropina coriónica, calcitonina, ferritina, beta 2 microglobulina, Helicobacter pylori, virus del papiloma humano.

Campuzano-Maya, G. Utilidad clínica de los marcadores tumorales. Medicina & Laboratorio 2010; 16: 411-445.

Módulo 1 (La clínica y el laboratorio), número 82. Editora Médica Colombiana S.A., 2010©.

Recibido el 14 de septiembre, 2010; aceptado el 29 de septiembre, 2010.

1 Médico especialista en Hematología y Patología Clínica. Docente, Ad Honorem, Facultad de Medicina, Universidad de Antioquia. Médico Director, Laboratorio Clínico Hematológico. Carrera 43C No. 5-33, Medellín, Colombia. E-mail: [email protected]

Utilidad clínica de los marcadores tumorales Germán Campuzano Maya1

“Un resultado exacto de laboratorio será bueno sólo si lo son la interpretación de su significado y su impacto sobre las decisiones médicas” [1].

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El cáncer pasó de ser una enfermedad irremediablemente mortal a ser potencialmente curable en muchos de los casos. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el mundo se diagnostican anualmente entre 6 y 7 millones de nuevos casos

de cáncer con liderazgo, en los países desarrollados, como sucede en Estados Unidos, en los hombres por el cáncer de próstata, seguido de cáncer de pulmón y bronquios y cáncer colo-rrectal, y en las mujeres, por el cáncer de mama, seguido de cáncer de pulmón y bronquios y cáncer colorrectal [2] y en los países en vía de desarrollo, como sucede en Colombia, en los hombres es liderado por el cáncer de estómago, seguido por el cáncer de próstata y el cáncer de pulmón, y en las mujeres, por el cáncer de cuello uterino, seguido por el cáncer de mama y el cáncer de estómago [3].

Los grandes avances alcanzados en el campo de la oncología a partir de la mitad de la se-gunda década del Siglo XX, generaron en la comunidad científica la necesidad de contar con pruebas de laboratorio fáciles y eficaces, al alcance de la mayoría de la población, orientadas a detectar neoplasias ocultas, antes de que aparezcan las manifestaciones clínicas, con enferme-dad localizada, de utilidad en el diagnóstico y pronóstico, en el tratamiento y en el seguimiento a corto, mediano y largo plazo de los pacientes con cáncer. La respuesta a esta necesidad fue el descubrimiento y el desarrollo tecnológico de los marcadores tumorales y es así como los mar-cadores tumorales o biomarcadores de cáncer, como también se les conoce, representan uno de los logros más importantes en la lucha contra el cáncer [4]; infortunadamente, poco utilizados en nuestro medio, a pesar de que la mayoría de ellos está disponible en los laboratorios clínicos de alta complejidad e incorporados como beneficios del plan obligatorio de salud (POS) [5], que contempla la Ley 100 de 1993 [6]. La medición de marcadores tumorales en el laboratorio clínico es una área de constante expansión y tanto la comunidad médica, general, especializada y subespecializada, como los pacientes, están cada vez más familiarizados con ellos [7].

El objetivo de este módulo es poner a disposición de la comunidad médica los conceptos básicos sobre los marcadores tumorales e invitar a la comunidad médica para que los incluya en su práctica del día a día y a los laboratorios clínicos para que los provean con altos es-tándares de calidad, de tal manera que con resultados confiables los marcadores tumorales permitan mejorar los estándares de manejo del paciente con cáncer, aun desde el momento en que la enfermedad se encuentre localizada y confinada al órgano comprometido.

Historia de los marcadores tumorales Los marcadores tumorales no son nuevos en la práctica médica si se tiene en cuenta que

su historia se remonta a mediados del siglo XIX, cuando Henry Bence-Jones informó la pre-cipitación de una proteína en la orina acidificada de un paciente con mieloma múltiple [8], describiendo el primer marcador tumoral [9-10], que se conoce con su nombre: proteína de Bence-Jones, aún vigente en la práctica clínica. Entre 1928 y 1963 los científicos describieron numerosas hormonas, entre ellas la producción de hormonas ectópicas [11] y la gonadotro-pina coriónica [12], enzimas, como la fosfatasa alcalina [13] y otras proteínas que alteran sus concentraciones sanguíneas en presencia de enfermedades malignas [14]; por ejemplo, de esta época son la fosfatasa ácida que fue el primer marcador tumoral para el cáncer de próstata [15] descubierta a finales de la década del 30 del siglo pasado y utilizada hasta 1990, cuando fue reemplazada por su versión más avanzada, la fosfatasa ácido prostática, para, finalmente, ser desplazadas por el antígeno específico de próstata descubierto en 1979 por Wang y colaboradores [16]. En 1963 se descubrió la alfafetoproteína como marcador del he-patocarcinoma [17] y en 1965 el antígeno carcinoembrionario como marcador de las neopla-sias colorrectales [18], marcadores que aún continúan vigentes en la práctica médica. Fueron los Premios Nobel por el descubrimiento del radioinmunoanálisis gracias a Berson y Yalow en 1958 [19], y a Köhler y Milstein por el descubrimiento de los anticuerpos monoclonales

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en 1975 [20], quienes, sin duda alguna, con la introducción de esta metodología abrieron el espacio para otros marcadores tumorales como el antígeno de cáncer 125 (CA 125), el antígeno de cáncer 15-3 (CA 15-3) y el antígeno de cáncer 19-9 (CA 19-9) para el cáncer de ovario, el cáncer de mama y el cáncer digestivo, respectivamente. En las décadas del 70 y del 80 se incorporaron con características de marcador tumoral los conceptos de oncogenes [21] y genes supresores de tumor y otras alteraciones cromosómicas [22] y a partir del amanecer del Siglo XXI los conceptos de microarray (palabra anglosajona, sin equivalente en español para definir un dispositivo que se utiliza para determinar cómo los genes interactúan unos con otros y cómo una célula es regulada mediante la expresión de un vasto número de genes), espectrometría de masa, redes neurales, análisis multiparamétricos y la bioinformática [4].

DefiniciónEl marcador tumoral, también

denominado marcador biológico o biomarcador, se define como una molécula, una sustancia o un proceso que se altera cualitativa o cuantitativamente como resul-tado de una condición precance-rosa o un cáncer, detectable me-diante una prueba de laboratorio en sangre, en líquidos orgánicos o en tejidos [4], como se esquema-tiza en la figura 1 [23]. La natura-leza del marcador tumoral puede ser muy variable, va desde un ácido nucleico, ADN o ARN, una proteína o un péptido, hasta pro-cesos como la apoptosis, la an-giogénesis y la proliferación que pueden ser medidos con técnicas apropiadas [24]. Desde el punto de vista de su origen, los marca-dores tumorales se producen por el tumor mismo como la gonadotropina coriónica en el coriocarcinoma o como respuesta a la lesión tumoral en el tejido circundante como el antígeno carcinoembrionario en el cáncer de mama [4]. También se pueden consideran como marcadores tumorales las células malignas circulantes que pueden ser observadas en estudios de sangre periférica como fue descrito desde 1961 [25] o las células leucémicas observadas en sangre periférica o en la medula ósea, en el caso de una leucemia o las alteraciones cromosómicas, como el cromosoma Filadelfia en los síndromes mieloproliferativos, incluida la leucemia mieloide crónica y los síndromes mieloproliferativos [26-27], y en la leucemia linfoblástica aguda [28]. En este modulo sólo se analizarán los marcadores tumorales serológicos, haciendo referencia a los demás marcadores tumorales solo en los casos en donde se hace necesario en el contexto de los primeros.

Marcador tumoral idealDesde el punto de vista clínico los marcadores tumorales son una herramienta que permi-

te dar respuesta a una serie de interrogantes que el médico se hace frente a un paciente que pueda tener un cáncer o que tenga un diagnóstico conocido de cáncer, y en este sentido, el marcador tumoral debe dar respuesta a preguntas como [14]:

Etapas

Normal

A B C D E F

Localizada RemisiónMetastásica

Valor normal

Conc

enta

ción

del m

arca

dor

RecaídaIn situ

Tiempo

Figura 1. Comportamiento hipotético de un marcador tumoral en relación con los niveles séricos y el curso clínico de la neoplasia. (A) Normal: el marcador tumoral está en valores normales o es indetectable; (B) cáncer in situ: se detectan ligeras variaciones, sin alcanzar niveles críticos del marcador tumoral; (C) cáncer con enfermedad localizada: el marcador tumoral aumenta moderadamente; (D) cáncer con enfermedad avanzada (metastásica): el marcador tumoral se eleva significativamente; (E) remi-sión: el marcador tumoral desciende hasta niveles normales o se hace indetectable y (F) recaída: el marcador tumoral reaparece como en las posibilidades C o D, dependiendo de la extensión de la enfermedad [23].

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¿Tiene el paciente un cáncer?��

Si el paciente tiene un cáncer:

¿En qué órgano u órganos está localizado o qué otros órganos o sistemas compromete?��

¿El cáncer está localizado o está diseminado? ¿cuál es el grado de su extensión?��

¿Qué tan agresivo es el cáncer?��

¿Puede el paciente alcanzar o no alcanzar la remisión del cáncer?��

¿Cuál es el mejor tratamiento?��

¿Cuál ha sido la respuesta al tratamiento?��

¿Puede el paciente responder mejor con uno u otro esquema de tratamiento?��

¿Puede el paciente tener una recaída después haber logrado respuesta completa y ésta ser ��

anticipada antes de que se haga clínica?

Si es posible anticiparse a la recaída del cáncer ¿puede el paciente beneficiarse con un ��

tratamiento temprano de la recaída?

A pesar de haberse estudiado varios cientos de candidatos a marcador tumoral son muy pocos los que han pasado el filtro de la prueba médica, al ser incorporados en los estándares y guías de las neoplasias con las cuales están relacionados. Desde el punto de la clínica, un marcador tumoral ideal debe cumplir con tres características:

Debe ser altamente específico para un determinado tumor o grupo de tumores, de tal ��

manera que se eviten resultados falsos positivos;

Debe permitir la detección del cáncer aun con enfermedad oculta, antes de que se pre-��

senten las manifestaciones clínicas; y,

Debe ser muy sensible, de tal manera que se eviten resultados falsos negativos.��

Adicionalmente, deberá correlacionarse con la masa tumoral, con la agresividad del tu-mor, con la progresión o regresión del tumor, y que en la práctica, sea barato y fácil desde el punto de vista técnico, de tal manera que esté disponible para la mayoría de los pacientes con una buena relación costo-eficiencia [29]. Con relación a las características del marcador tumoral ideal, de los marcadores tumorales disponibles para la práctica médica, hasta el momento, ninguno de ellos llena las condiciones ideales y como tal deben utilizarse e inter-pretarse teniendo clara esta limitación [30], la cual no debe entenderse en ningún momento como si no tuviesen utilidad clínica.

Las características que definirían un marcador ideal, lo mismo que para cualquier otro procedimiento de diagnóstico o prueba de laboratorio clínico, se pueden clasificar en analíti-cas y en logísticas, como se analizará a continuación.

Características analíticas de los marcadores tumorales Las pruebas de laboratorio en general y los marcadores tumorales en particular, se enmar-

can en el concepto universal de la medicina definida como una ciencia de probabilidades y un arte para manejar la incertidumbre. Una buena prueba (léase marcador tumoral) es aque-

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lla que ofrezca resultados positivos en enfermos y resultados negativos en sanos, esto es, que cumpla con las siguientes condiciones:

Que sea válida:�� corresponde al grado en que una prueba mide lo que se supone que debe medir. ¿Con qué frecuencia el resultado de la prueba es confirmado por procedi-mientos diagnósticos más complejos y rigurosos? Las medidas de validez de una prueba se determinan por la sensibilidad y la especificidad de la misma.

Que sea reproducible: �� corresponde a la capacidad de la prueba para ofrecer los mismos resultados cuando se repite en circunstancias similares. La reproductividad está deter-minada por la variabilidad biológica del hecho observado, la introducida por el propio observador y la derivada de la propia prueba.

Que sea segura:�� corresponde a la capacidad de la prueba para predecir la presencia o ausencia de una enfermedad. Ante un resultado positivo de una prueba ¿qué probabili-dad existe de que este resultado indique presencia de la enfermedad? y, ante un resultado negativo de una prueba ¿qué probabilidad existe de que este resultado indique la ausen-cia de la enfermedad? Las medidas de seguridad de una prueba están dadas por el valor predictivo de un resultado positivo o negativo, respectivamente.

Los aspectos analíticos de las mediciones de los marcadores tumorales se definen por cinco aspectos, a saber:

Sensibilidad:�� es la capacidad de clasificar correctamente a un individuo enfermo, es de-cir, la probabilidad de que para un sujeto enfermo la prueba logre un resultado positivo. La sensibilidad es por lo tanto, la capacidad de la prueba para detectar la enfermedad. La prueba ideal debe ser 100% sensible, esto es, no debe tener resultados falsos negativos.

Especificidad:�� es la capacidad de clasificar correctamente a un individuo sano, es decir, la probabilidad de que para un sujeto sano la prueba logre un resultado negativo. La espe-cificidad es, por lo tanto, la capacidad de la prueba para no equivocarse al detectar una enfermedad. La prueba ideal debe ser 100% específica, esto es, no debe tener resultados falsos positivos.

Con relación a la sensibilidad y a la especificidad, es importante aclarar que la una de-pende de la otra: cuando la sensibilidad aumenta, la especificidad disminuye, y en forma inversa, cuando la especificidad aumenta, la sensibilidad disminuye, como se esquematiza en la figura 2. A su vez, de la sensibilidad y la especificidad se derivan otros indicadores analíticos, como son:

Valor predictivo positivo:�� es la probabilidad de padecer la enfermedad si se obtiene un resultado positivo en la prueba. El valor predictivo positivo puede estimarse, por tanto, a partir de la proporción de pacientes con un resultado positivo en la prueba, que finalmen-te resultaron estar enfermos.

Valor predictivo negativo:�� es la probabilidad de no padecer la enfermedad si se obtiene un resultado negativo en la prueba. El valor predictivo negativo puede estimarse, por tanto, a partir de la proporción de pacientes con un resultado negativo en la prueba que finalmente resultaron sanos.

Prevalencia�� : es la proporción de individuos de un grupo o una población que presenta una característica o evento determinado en un momento o en un período de tiempo establecido. En el caso de la prevalencia de una enfermedad, se estima con el número total de los individuos que presentan un atributo o enfermedad en un momento o duran-

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te un período, dividido por la población en riesgo de tener el atributo o la enfermedad en ese punto en el tiempo. La prevalencia cuantifica la proporción de personas en una población que tiene una enfermedad (o cualquier otro suceso) en un determinado momento, y proporciona una estimación de la probabilidad (riesgo) de que un sujeto de esa población tenga la enfer-medad en ese momento.

La prevalencia no debe con-��

fundirse con la incidencia, que es una medida del nú-mero de casos nuevos de una enfermedad en un período de tiempo determinado. La pre-valencia se refiere a todos los individuos afectados, independientemente de la fecha de contracción de la enfermedad. Una enfermedad de larga duración que se extiende ampliamente en una comunidad en 2002 tendrá una alta prevalencia en 2003 (asumiendo como duración larga un año o más), pero puede tener, sin embargo, una tasa de incidencia baja en 2003. Por el contra-rio, una enfermedad que se transmite fácilmente pero de duración corta, puede tener una baja prevalencia y una alta incidencia. La prevalencia es un parámetro útil cuando se trata de infecciones de larga duración, como por ejemplo el síndrome de inmunodeficiencia adquirida, pero la incidencia es más útil cuando se trata de infecciones de corta duración, como por ejemplo la varicela. Para una mejor comprensión de los conceptos de prevalen-cia e incidencia, las formulas para obtenerlas se expresan en el recuadro.

Prevalencia = Número de casos con la enfermedad en un momento dado Total de la población en ese momento

Incidencia = Número de casos nuevos de una enfermedad durante el seguimiento Total de la población en riesgo al inicio del seguimiento

Como se ha expresado hasta el momento, ningún marcador tumoral de los disponibles en el laboratorio clínico, aprobados para uso clínico, alcanza el calificativo de “marcador tu-moral ideal”, entendiéndose como tal, aquél que demuestre alta sensibilidad y especificidad (idealmente de 100%), fuerte relación entre sus valores y la cantidad de tumor presente, y cuya determinación resulte fácil y económica. Como se observa en la figura 3, un marcador tumoral ideal sería aquel con una sensibilidad de 100%, esto es que identifique todos los casos de cáncer (ausencia de resultados falsos negativos), y especificidad de 100%, esto es que en todos los casos en que se encuentre corresponda a la presencia de cáncer (ausencia de resultados falsos positivos) [31]. En este punto se generan nuevos indicadores analíticos de la prueba, como:

Resultados falsos positivos�� : es el resultado de una prueba que indica que una persona padece una enfermedad o afección determinada, que en el caso de los marcadores tumo-rales es un cáncer, cuando, en realidad, no la padece. Los resultados falsos positivos están

Especificidad

Espe

cific

idad

/sen

sibi

lidad

(%)

Sensibilidad

100

90

80

70

60

50

40

30

20

10

02 4 6 8 10 12 14 16 18 20

Figura 2. Relación de la sensibilidad con la especificidad. Como se ob-serva, la sensibilidad y la especificidad de una prueba, en este caso del antígeno específico de próstata, son inversas: a mayor sensibilidad me-nor especificidad, y a mayor especificidad menor sensibilidad. El médico al momento de utilizar la prueba con fines de diagnóstico debe tener cuidado con esta característica a la cual no se escapa ninguno de los marcadores tumorales disponibles para uso clínico. Para reducir los re-sultados falsos positivos debe aumentar la especificidad y para reducir los resultados falsos negativos debe aumentar la sensibilidad.

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relacionados con la sensibili-dad de la prueba.

Resultados falsos negativos�� : es el resultado de una prueba que indica que una persona no padece una determinada enfermedad o afección, que en el caso de los marcadores tumorales es un cáncer, cuan-do, en realidad, la padece. Los resultados falsos negativos están relacionados con la es-pecificidad de la prueba.

En la figura 4 se esquematiza lo que en la práctica es un mar-cador tumoral, utilizando para el ejemplo el antígeno específico de próstata [23].

Aspectos logísticos de los marcadores tumorales

Otros aspectos logísticos rela-cionados con los marcadores tu-morales dependen del laborato-rio clínico que los incluye dentro de su portafolio de pruebas, y la comunidad médica que los utili-za en el manejo de los pacientes que pueden tener cáncer, como prueba tamiz o con diagnóstico confirmado de cáncer, en el ma-nejo y en el seguimiento de éste y en este sentido es importante enfatizar algunos aspectos logís-ticos relacionados con las prue-bas:

Es conveniente que la prueba ��

sea sencilla de aplicar, acep-tada por los pacientes o la población general, que tenga los mínimos efectos adversos y que económicamente sea soportable, y en este sentido, los marcadores tumorales bien utilizados son costo-efectivos en el manejo de los pacientes con cáncer [32];

Relación costo-beneficio aceptable y para evaluar el presente punto, quizás el más com-��

plejo, se debe tener en cuenta no sólo el costo directo de la prueba, sino también los indi-rectos, producidos por la falta de especificidad, que, a su vez generan los resultados falsos

0 1 2 2,5 3,53 4 5 6 7 8 9 10 100

Punto de corte

Prob

abili

dad

rela

tiva

Individuos sanos

Pacientes con cáncer

Antígeno específico de próstata (ng/mL)

Figura 3. Marcador tumoral ideal. Se presenta el comportamiento ideal e hipotético del antígeno específico de próstata. Obsérvese que hay dos poblaciones claramente definidas: (A) la población libre de enfermedad en donde el marcador tumoral estaría por debajo del punto de corte, que para el cáncer de próstata en este ejemplo es de 4,0 ng/mL; y, (B) la po-blación afectada por la enfermedad, en este caso en donde el marcador tumoral estaría por encima del punto de corte, que para el cáncer de próstata en este ejemplo es de 4,0 ng/mL [31].

0 1 2 2,5 3,53

20% falsos negativos

4 5 6 7 8 9 10 100

Punto de corte

Antígeno específico de próstata (ng/mL)

Prob

abili

dad

rela

tiva

Individuos sanos

Pacientes con cáncer

70% falsos positivos

Figura 4. Marcador tumoral en la realidad. Se presenta el comportamien-to real del antígeno específico de próstata. Obsérvese que la población (A) sana se mezcla con parte de la población (B) enferma, y a la inversa, la población (B) enferma se mezcla con la población (A) sana, situación que se conoce en el primer caso como resultados «falsos positivos», y en el segundo caso como resultados «falsos negativos», que sin tener cáncer de próstata dan resultados (falsos) positivos o que teniendo cán-cer de próstata dan resultados (falsos) negativos, respectivamente [16]. Como en la figura anterior, para el ejemplo se ha definido, arbitrariamen-te, el punto de corte para el antígeno específico de próstata en 4,0 ng/mL [23].

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positivos y la sensibilidad, que, a su vez generan los resultados falsos negativos, los cuales a su vez llevan a costos secundarios, por ejemplo los que se hacen innecesariamente cuando hay un resultado falso positivo o los efectos adversos sobre los pacientes, incluidos los sicológicos, los traumáticos y los económicos en que deba incurrir, de ahí la enorme importancia de la calidad del laboratorio clínico que practique las pruebas [33]; y,

Los costos de no-calidad que incurra la institución por calidad de los materiales emplea-��

dos para hacer las pruebas y las variaciones de un fabricante a otro, por ejemplo.

Uso de los marcadores tumorales en la práctica médicaA pesar de que no hay un marcador tumoral ideal, como claramente se ha explicado, en

la literatura médica mundial hay suficiente soporte para el uso de los marcadores tumorales en las diferentes etapas del acto médico. De acuerdo con estándares internacionales de la-boratorio, una prueba se puede utilizar en cinco escenarios clínicos a saber: (1) como prueba tamiz, (2) como prueba de diagnóstico, incluido el diagnóstico propiamente dicho, el diag-nóstico diferencial y el pronóstico, (3) como prueba predictiva, (4) como prueba para seguir y evaluar el resultado del tratamiento, y (5) como prueba para detectar las recaídas, como se analizará detalladamente en los siguientes subtítulos.

Marcadores tumorales como prueba tamizEl papel de los marcadores tumorales como prueba tamiz se refiere a aquellos marcadores

tumorales para la detección del cáncer (oculto) en población aparentemente sana, en donde las características más importantes de las pruebas deben ser la sensibilidad y la especificidad [24, 30, 34]. En términos generales, se acepta que los marcadores tumorales disponibles hasta el momento no tienen la sensibilidad y la especificidad que requiere una prueba con este fin [34]. En la práctica, el uso de marcadores tumorales como prueba tamiz, puede sugerir y apoyar la existencia de un cáncer, pero es claro que ninguno de ellos puede por sí mismo, en ausencia de una prueba histológica convencional, utilizarse para sustentar adecuadamente un diagnóstico definitivo de cáncer. La capacidad de los tumores para producir marcadores tumorales es variable y por tanto no puede excluirse la presencia de un cáncer porque los niveles séricos de un determinado marcador sean normales (resultados falsos negativos), así como tampoco se podrá establecer un diagnóstico definitivo cuando este marcador esté ele-vado (resultados falsos positivos) [34].

No obstante lo anterior, hoy se acepta que los marcadores tumorales tienen un papel importante en el diagnóstico precoz de algunas neoplasias en poblaciones de alto riesgo, ordenadas alfabéticamente, por ejemplo en los siguientes casos:

En el cáncer colorrectal, la sangre oculta en materia fecal, sobre todo cuando se dispone ��

de pruebas que solo detectan sangre humana y se evitan los molestos resultados falsos positivos, cuando la prueba se hace con métodos convencionales, como sucede cuando se hace con pruebas de guayaco en vez de utilizar anticuerpos monoclonales que solo detectan hemoglobina humana [35-36] y otros marcadores tumorales, como el antígeno carcinoembrionario, en pacientes con alto riesgo de cáncer colorrectal [37], en particu-lar, los pacientes con antecedente familiar de cáncer colorrectal o pólipos adenomatosos diagnosticados antes de los 60 años [38-39], y más recientemente, un microarray, espe-cialmente desarrollado como prueba tamiz para cáncer colorrectal [40]. En el caso del cáncer colorrectal, el uso de marcadores tumorales como los descritos, no excluye los otros métodos de tamización, en particular la colonoscopia, como claramente lo reco-miendan los organismos internacionales [41];

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En el cáncer de cuello uterino, la citología vaginal [41], aunque en nuestro medio no ha ��

sido suficiente para reducir la mortalidad por esta causa, como se ha informado reciente-mente [42] teniendo en cuenta que el cáncer de cuello uterino continúa siendo la primera causa de muerte por cáncer en mujeres con cerca de 3 mil muertes por año [3], lo que equivale a 8 muertes diarias por esta causa. Las limitaciones de la citología y el desarrollo tecnológico de los últimos años en relación a pruebas para detectar el papiloma virus [43-44], que ha mostrado ser más eficiente que la citología vaginal convencional, como se em-pieza a informar en la literatura médica mundial [43, 45-46], recientemente introducidas en el medio y disponibles en algunos laboratorios clínicos de alta complejidad, abren un nuevo espacio para la detección precoz del cáncer de cuello uterino;

En el cáncer de estómago, se ha postulado como candidato la combinación del antígeno ��

carcinoembrionario y el CA 19-9, determinados en jugo gástrico [47] y la combinación de antígeno carcinoembrionario con pepsinógeno y proteína C reactiva ultrasensible [48]. Más recientemente, la tamización para Helicobacter pylori, particularmente en los países en vía de desarrollo [49], teniendo en cuenta que esta infección está íntimamente relacio-nada con la carcinogénesis gástrica [50-53], sin olvidar que el cáncer de estómago es la primara causa de muerte por cáncer en Colombia, con cerca de 6 mil (3.455 hombres y 2.440 mujeres) muertes por año [3], lo que equivale a 16 muertes diarias por esta causa; y la erradicación ha probado ser efectiva para reducir el cáncer de estómago en otras regiones [54], con tasas de infección similares a las colombianas y para la tamización sería suficiente, como ya se ha propuesto, la prueba de aliento con urea marcada con carbono 13 [49, 55], disponible en el medio [56-58];

En el cáncer de mama, la mamografía [59-62], especialmente la mamografía digital [63] y ��

el estudio de mutaciones en los genes BRCA1 y BRCA2 cuando hay antecedentes familia-res de cáncer de mama, debido a que los portadores de este gen tienen una posibilidad del 80% de desarrollar cáncer de mama, cáncer de ovario o ambos durante la vida [64-67] y más, cuando en nuestro medio, en mujeres con cáncer de mama, se ha identificado la mutación para BRCA1 y BRCA2 en el 4,2% de ellas, con una penetrancia a los 50 años de 33,3 para BRCA1 y de 32 para BRCA2 [68];

En el cáncer de ovario, el CA 125 solo [69-73] o combinado con otros marcadores tumo-��

rales como el CA 15-3 y el TAG 72-3 (no disponible en el medio) u otros procedimientos, como ultrasonido transvaginal, para aumentar la sensibilidad y la especificidad, con exce-lentes resultados [73-75];

En el cáncer de próstata, el antígeno específico de próstata, la fracción libre, la velocidad ��

y la densidad del antígeno específico de próstata y el tacto rectal en personas de riesgo (mayores de 50 años y mayores de 40 años con antecedentes familiares de cáncer de próstata y en negros) [76-86]. Los problemas de sensibilidad y especificidad del antígeno específico de próstata, en el futuro se verán superados con nuevos marcadores tumorales como el antígeno 3 de cáncer de próstata (PCA3 por prostate cancer antigen 3) en orina [87-88], disponible para uso clínico, pero aún no introducido en el medio;

En el cáncer de vesícula biliar, se ha postulado, la combinación del antígeno carcinoem-��

brionario y el CA 19-9 [89];

En el hepatocarcinoma, sobre todo en individuos de alto riesgo, la alfafetoproteína, sola ��

[90-91] o combinada con el ultrasonido hepático [92], como puede ser en pacientes con antecedentes de hepatitis viral B [93], hepatitis viral C [94-95], en la coinfección de la hepatitis B y C [96] y en pacientes con hemocromatosis [97];

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En el neuroblastoma, el ácido vaniilmandélico [98]; y,��

En enfermedades linfoproliferativas, como los linfomas MALT, íntimamente relacionados ��

con la infección por Helicobacter pylori [99-101], similar a lo planteado para la tamización del cáncer de estómago, el estudio y erradicación de la infección por Helicobacter pylori [99-100, 102] y en donde la reducción de la infección por esta bacteria se acompaña de reducción de estos linfomas [103].

Otra indicación no médica para el uso de marcadores tumorales como prueba tamiz, se da para individuos que solicitan seguros de vida o de cualquier otra modalidad, y de éstos, los más representativos son el antígeno específico de próstata [104-105] y el antígeno carci-noembrionario [106].

Marcadores tumorales como prueba de diagnósticoComo claramente se ha expresado, ningún marcador tumoral por sí solo es suficiente para

establecer un diagnostico definitivo [14, 34], pero los marcadores tumorales en esta etapa son muy importantes debido a que pueden hacer parte integral del diagnóstico o son definitivos al momento de definir la extensión (clasificación) de la neoplasia, establecer el pronóstico y planear el tratamiento, como se analizará a continuación.

Marcadores tumorales como parte del diagnóstico

El uso de los marcadores tumorales en la fase de diagnóstico es mayor que en el caso de la detección precoz del cáncer. Se podría asegurar que, al menos hipotéticamente, todas las neoplasias tendrían uno o varios marcadores tumorales, pero en la práctica sólo se han desarrollado para uso clínico unos pocos. Vale la pena empezar por aclarar que, con escasas excepciones, el aumento de un determinado marcador tumoral no es suficiente para estable-cer un diagnóstico definitivo; el diagnóstico se deberá basar en todos los casos en los métodos convencionales, esto es en la histología o la citología, de acuerdo con el tipo de neoplasia.

Algunas neoplasias, ordenadas alfabéticamente, en donde los marcadores tumorales son importantes en la fase de diagnóstico del paciente con cáncer son los siguientes:

En el adenocarcinoma de la pelvis renal, el antígeno carcinoembrionario [107];��

En el cáncer colorrectal, el antígeno carcinoembrionario [108-112]. En el cáncer colorrec-��

tal, además de las modificaciones del antígeno carcinoembrionario, también se puede encontrar elevado el CA 125 y el CA 19-9 [113-116];

En el cáncer de cuello uterino (carcinoma de células escamosas), el antígeno carcinoem-��

brionario [117] y en las etapas avanzadas, el CA 125 [118-119];

En el cáncer de estómago, el antígeno carcinoembrionario, [120] y el CA 19-9 [114]. En ��

los casos de cáncer de estómago con metástasis peritoneal, es útil la medición del CA 125 [121];

En el cáncer de la trompa de Falopio, el CA 125 [122]; ��

En el cáncer de mama, el antígeno carcinoembrionario solo [123-125], o, usualmente, ��

combinado con el CA 15-3 [126-137] u otros marcadores tumorales como C-erbB-2 [138] y HER-2/neu [139-140]. También el CA 125 solo [141] o en combinación con otros mar-cadores tumorales, como el CA 15-3 y el sHER2 (no disponible en el medio) [142], espe-cialmente cuando hay metástasis de cáncer de mama a región peritoneal [141];

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En el cáncer de ovario, el CA 125 solo [143-144] o combinado con el antígeno carcinoe-��

mbrionario [145-146];

En el cáncer de páncreas, el antígeno carcinoembrionario solo [147], o, usualmente, com-��

binado con CA 19-9 [148] o el CA 15-3 [149]. Además, el CA 125, el CA 19-9, el DU-PAN-2 y el TAG-72, estos dos últimos no disponibles para uso clínico [150];

En el cáncer de páncreas, el CA 19-9 [151-153];��

En el cáncer de próstata, el antígeno específico de próstata y los parámetros de él deriva-��

dos, como el antígeno específico de próstata libre, la densidad del antígeno específico de próstata y la velocidad del antígeno específico de próstata [81, 154-155];

En el cáncer de pulmón, el antígeno carcinoembrionario solo [156, 157, 158] o usualmen-��

te combinado con el Cyfra 21-1, el CA 125, el SCC y la enolasa neuroespecífica [159], y en la detección de sus metástasis a cerebro, cuando se mide en el líquido cefalorraquídeo, o se estudia la etiología de un derrame pleural y se sospecha la relación con este cáncer [160-170];

En el cáncer de vejiga, el CA 125 [171] la citología urinaria y el antígeno tumoral de vejiga ��

en orina, también conocido como BTA (por Bladder Tumor Antigen) [172-173] y otros en estudio no disponibles en el medio como el NMP-22 (por Nuclear Matrix Protein-22) [174];

En el cáncer de vesícula biliar, el CA 125 solo [175] o combinado con otros marcadores ��

tumorales como el CA242 (no disponible en clínica), el CA 19-9 y el CA 15-3 [176];

En el carcinoma medular de tiroides, la calcitonina, usualmente combinada con el antíge-��

no carcinoembrionario [177];

En el quiste dermoide de ovario, el CA 19-9 [178];��

En los tecomas del ovario (tumores de las células que forman la parte interna de la teca del ��

ovario), el CA 125, en donde también se eleva el CA 15-3 [179]; y

En neoplásicas linfoproliferativas, como la leucemia linfocítica crónica (con compromiso ��

mesotelial) [180] o con la presentación clásica [181] y en linfomas con compromiso peri-toneal [182-183], el CA 125 y más recientemente, en los linfomas tipo MAL, íntimamente relacionado con la infección por Helicobacter pylori [99-101], el estudio para Helicobac-ter pylori, en particular la prueba de aliento con urea marcada con carbono 13 [56].

Marcadores tumorales en el diagnóstico diferencial

Una de las indicaciones de los marcadores tumorales es el diagnóstico diferencial, visto el diagnóstico diferencial desde dos ángulos: si la masa es benigna o maligna y el tipo de tumor.

A continuación se presentan algunos ejemplos en donde el uso de los marcadores tumo-rales puede ser de ayuda al clínico en el diagnóstico diferencial:

En el diagnóstico diferencial de malignidad, el CA 125 es particularmente útil en mujeres ��

posmenopáusicas [184-185] y es así como de acuerdo con un Panel de Expertos, las pa-cientes con un nivel por encima de 35 U/L deben ser remitidas al cirujano para una lapa-rotomía exploratoria que incluya muestras de ganglios, omentectomía (extirpar el epiplón)

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y cirugía citorreductora [186-188]. En las mujeres premenopáusicas con masas pélvicas, el CA 125 es menos útil debido a que el marcador tumoral frecuentemente se eleva en estas pacientes en condiciones benignas tanto ginecológicas como no ginecológicas [187]. Al momento del diagnóstico diferencial, los marcadores tumorales son útiles para distinguir entre dos formas histológicas de un mismo tumor, por ejemplo, la alfafetoproteína y la gonadotropina coriónica pueden ser útiles para diferenciar entre dos tumores de células germinales: los seminomas de los teratomas; en el caso de los teratomas la gonadotropina coriónica o la alfafetoproteína se elevan en el 40% a 80% de los casos y nunca en los seminomas [189-191];

En el cáncer de primario desconocido, de acuerdo con el �� National Cancer Center Network (NCCN) y la European Society of Medical Oncology (ESMO), a todo hombre con cáncer de origen primario desconocido se le debe medir el antígeno específico de próstata y la gonadotropina coriónica y en las mujeres la alfafetoproteína y la gonadotropina coriónica [192-193];

En el estudio de masas anexiales, combinaciones de marcadores tumorales que incluyen ��

el antígeno carcinoembrionario, el CA 15-3, el CA 125, el CA 19-9 y la alfafetoproteína, entre otros, cuando los marcadores tumorales son medidos en sangre [184, 194] o en líquido ascítico [195-196];

En el diagnóstico diferencial de masas pélvicas, el CA 125 [194] en particular en el diag-��

nóstico diferencial de los tumores de ovario cuando se usa solo [197] o en combinación con otros marcadores tumorales como el TAG-72 (no disponible en el medio) y el CA 125, solos [184, 198] o combinados con tecnología como el ultrasonido [185];

En el diagnóstico diferencial del cáncer de páncreas con tumores quísticos del páncreas, ��

el CA 19-9 combinado con otros marcadores tumorales en donde se incluyen el antígeno carcinoembrionario, el CA 15-3 y el CA 125 [199-203];

En el caso de diagnóstico diferencial de nódulos pulmonares, el antígeno carcinoembrio-��

nario solo o combinado con otros marcadores tumorales como el CA 19-9 y el Cyfra 21-1 [204-205] y el CA 19-9, el CA 125, el CA 15-3, la alfafetoproteína y la beta gonadotropina coriónica [206]; y,

En el cáncer de próstata, el antígeno específico de próstata, en particular la fracción libre ��

del antígeno específico de próstata, cuando se utiliza en pacientes con antígeno específico de próstata total entre 2 y 10 ng/mL [207] en donde el porcentaje de antígeno específico de próstata libre es menor en hombres con cáncer de próstata que en aquellos sin enfer-medad de la próstata o con hiperplasia prostática benigna [208], reduciendo, de paso, entre un 20% y un 30% las biopsias innecesarias de próstata, además de los costos y la morbilidad con ellas relacionados [207, 209-210].

Marcadores tumorales en el pronóstico

Algunos marcadores tumorales dan información sobre la evolución del paciente y por lo tanto de la agresividad de la enfermedad [24]. Por lo general, los marcadores de pronóstico se deben medir al momento en que se establece el diagnóstico e inmediatamente antes de iniciar el trata-miento e idealmente deben hacer parte del plan de trabajo con el paciente con cáncer, además de que son útiles para predecir el curso futuro de la enfermedad individualmente [24].

Algunos ejemplos de neoplasias, ordenadas alfabéticamente, en donde del uso de marcadores tumorales permite establecer el pronóstico son los siguientes:

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En el cáncer colorrectal, el antígeno carcinoembrionario solo �� [111, 211-218], o combinado con otros marcadores tumorales como el CA 19-9 [219], la alfafetoproteína [220], la subuni-dad beta de la gonadotropina coriónica [221] y la ferritina [222];

En el cáncer de cabeza y cuello de células escamosas, el inhibidor del activador del plas-��

minógeno-1 (PAI-1) [223];

En el cáncer de cuello uterino, en particular el carcinoma de células escamosas, el antí-��

geno carcinoembrionario [117]. También, el CA 125, explicable por el compromiso ex-trauterino de la enfermedad, cuando se encuentra elevado por encima de 35 UI/mL [118-119];

En el cáncer de estómago, el CA 19-9 y el antígeno carcinoembrionario [224-225], ade-��

más de la alfafetoproteína [226];

En el cáncer de la trompa de Falopio, el CA 125 [122];��

En el cáncer de mama, además de los marcadores tumorales tisulares como los receptores hor-��

monales [227-229] y los estudios para HER-2/neu [140, 230] y BR27-29 [231], entre otros, que claramente son de pronóstico al momento de la clasificación del paciente con cáncer de mama, los marcadores tumorales serológicos como el CA 15-3 solo [232-234] o habitual-mente combinado con otros marcadores como el antígeno carcinoembrionario [126, 129, 235-240] y el CA 72-4 [241] u otros marcadores tumorales de pronóstico como el HER2/neu [242]. También se ha observado que son de mal pronóstico la elevación de la gona-dotropina coriónica [243], la alfafetoproteína [226] y el antígeno específico de próstata, en particular la forma libre de éste, tanto en suero [244-245] como en el tejido mamario [244, 246], También son de mal pronóstico la elevación del uPA (activador del plasminógeno tipo urocinasa) y del inhibidor del activador del plasminógeno-1 (PAI-1) [228, 230, 247]; el PAI-1 [248] y del uPA (urokinase plasminógeno activator) [249];

En el cáncer de ovario, el CA 125 [250-255];��

En el cáncer de páncreas, el CA 19-9 [256-258];��

En el cáncer de próstata, el antígeno específico de próstata [259-260] y la fracción libre del ��

antígeno específico de próstata [261], y la beta gonadotropina coriónica [262-265];

En el cáncer de pulmón, el antígeno carcinoembrionario [169], �� tanto de células pequeñas [166] como de células no-pequeñas [158, 164], el Cyfra 21-1 [266-268], el CA 19-9 [269] y el CA 125, en donde además de ser una ayuda en el diagnóstico diferencial de la histolo-gía, en combinación con otros marcadores tumorales como el antígeno carcinoembriona-rio, el Cyfra 21-1, el SCC y la enolasa neuroespecífica, se correlaciona estrechamente con el pronóstico [159]. También se ha asociado con mal pronóstico en el cáncer de pulmón la presencia de gonadotropina coriónica elevada [243], especialmente en los tumores de células no-pequeñas [270];

En el cáncer renal, la elevación de la gonadotropina coriónica es de mal pronóstico ��

[243];

En el cáncer de estómago, el antígeno carcinoembrionario solo [120] o combinado con ��

otros marcadores tumorales como el CA 19-9 [225, 271] o el CA 19-9 y el CA 72-4 [272] y la alfafetoproteína [273-274];

En el cáncer medular de tiroides, la calcitonina, usualmente combinada con el antígeno ��

carcinoembrionario [177, 275];

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En el coriocarcinoma, la gonadotropina coriónica �� [276];

En el hepatocarcinoma, la alfafetoproteína [277-282] y, más recientemente descrita, la ��

vitamina B12, disminuida como un marcador tumoral [283];

En enfermedades linfoproliferativas, como los linfomas no-Hodgkin, la beta 2 microglo-��

bulina, especialmente en pacientes que reciben tratamiento de quimioterapia [284], en los linfomas foliculares [285], en el mieloma múltiple [286] y en la leucemia linfocítica crónica [287];

En la enfermedad de Hodgkin, la ferritina [288] y el CA 125 [183]; y,��

En los tumores germinales, la alfafetoproteína y la gonadotropina coriónica [289-292]�� .

Marcadores tumorales predictivosAnte todo, es importante diferenciar el concepto de marcador tumoral predictivo versus

el de marcador tumoral pronóstico, previamente analizado: el marcador tumoral predictivo es aquel que predice la respuesta o resistencia a un tratamiento específico y de ahí la im-portancia antes de iniciar un determinado tratamiento, en tanto que un marcador tumoral pronóstico es aquel, que como se definió previamente, predice la progresión o la recaída de la enfermedad independientemente del resultado del tratamiento [293-295].

El concepto es confuso debido a que muchos marcadores tumorales pueden tener ambas características. Para comprender mejor el concepto, en el cáncer de mama los receptores hormonales son los mejores predictores de la respuesta y es por esto que el tratamiento de-pende de los receptores hormonales al momento del diagnóstico [296-299]. Las pacientes con cáncer de mama y concentraciones elevadas de HER-2/neu [7, 299].

Algunos ejemplos, ordenados alfabéticamente, en donde los marcadores tumorales tienen características predictivas son los siguientes:

En el cáncer colorrectal, el antígeno carcinoembrionario es de valor predictivo de la respuesta ��

(recurrencia) especialmente después de una cirugía curativa [109, 112, 217, 300-302];

En el cáncer de estómago, el CA 72-4 preoperatorio [303];��

En el cáncer de mama, el CA 15-3 solo �� [304-306] o combinado con otros marcadores tumorales, en particular con el antígeno carcinoembrionario [307-314]. También se ha encontrado que tienen valor predictivo en el cáncer de mama, el antígeno específico de próstata y el antígeno p53 medidos en material de biopsia [315];

En el cáncer de ovario, el CA 125 [69, 316-317];��

En el cáncer de páncreas, el CA 19-9 [258, 318-321];��

En el cáncer de próstata, el antígeno específico de próstata, en particular la velocidad del ��

antígeno específico de próstata [322] y se están estudiando nuevos marcadores tumorales predictivos que permitan orientar mejor el tratamiento, como el antígeno 3 de cáncer de próstata (PCA3) [87] y la identificación del gen humano SIM2 en tejido prostático, aún no disponible para uso clínico [323];

En el cáncer de pulmón, el antígeno carcinoembrionario [162, 165], especialmente en las ��

formas de células no-pequeñas solo [157] o combinado con otros marcadores tumorales como el Cyfra 21-1 [324];

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En el cáncer de vejiga, el antígeno carcinoembrionario, cuando se mide en orina [325-��

326] y se están estudiando otros marcadores tumorales, como el p53 [327] y el HSP60 (proteína 60 de choque al calor) [328], con resultados prometedores para este fin;

En el cáncer medular de tiroides, la calcitonina preoperatoria�� [329-330];

En el cáncer testicular no-seminomatoso, la alfafetoproteína �� [289];

En el carcinoma hepatocelular, la alfafetoproteína [281, 331] y más recientemente se ha des-��

crito la vitamina B12, que se asocia con una mala respuesta [283]; y,

En el mieloma múltiple, la beta 2 microglobulina [286, 332].��

Marcadores tumorales como prueba de seguimientoEl uso de los marcadores tumorales como prueba de seguimiento de los pacientes con

cáncer se da en dos sentidos: (1) para tener idea de la progresión de la neoplasia cuando por alguna causa, que no es objeto de este módulo, al paciente no se le hace tratamiento de fondo, con objetivo curativo, de la neoplasia y lo único que se ofrece al paciente es un cuidado paliativo o en el mejor de los casos la neoplasia no requiere tratamiento en deter-minadas circunstancias, y (2) para evaluar la respuesta al tratamiento, como se analizará a continuación.

Seguimiento de paciente con cáncer sin tratamiento de fondo

Como se ha expresado, un paciente con cáncer puede no recibir tratamiento por circuns-tancias ajenas a este módulo o porque no lo requiera en determinado momento. En estas condiciones, los marcadores tumorales son de utilidad, en el primer caso para seguir la evo-lución natural de la enfermedad, como puede ser en circunstancias como:

En el cáncer colorrectal, el antígeno carcinoembrionario [333-335];��

En el cáncer de ovario, el CA 125 [336];��

En el cáncer de próstata, el antígeno específico de próstata [231, 337-338], especialmente ��

cuando se utilizan las pruebas ultrasensibles;

En el cáncer de pulmón, el antígeno carcinoembrionario [162];��

En el cáncer medular de tiroides, el antígeno carcinoembrionario conjuntamente con la ��

calcitonina [177];

En el hepatocarcinoma, la alfafetoproteína [331, 339];��

En el teratoma sacrococcígeo infantil (el tumor más frecuente en el período perinatal), la ��

alfafetoproteína en combinación con el CA 125 y el CA 19-9 [340];

En enfermedades linfoproliferativas como algunas formas de linfomas, particularmente los ��

linfomas foliculares en las etapas tempranas, [285], en los linfomas no-Hodgkin sometidos a quimioterapia [284], en el mieloma múltiple y en la leucemia linfocítica crónica, la beta 2 microglobulina [287];

En los tumores testiculares no-seminomatosos, la alfafetoproteína y la gonadotropina co-��

riónica [289-290];

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Utilidad clínica de los marcadores tumorales

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En el cáncer de mama, el CA 15-3 solo [341-342] o en combinación con otros marcadores ��

tumorales, en particular con el antígeno carcinoembrionario [127, 130, 133-134, 136-137, 335, 343-344];

En el cáncer de estómago, el CA 19-9 en combinación con otros marcadores tumorales ��

como el antígeno carcinoembrionario y el CA-50 [345-347]; y,

En el cáncer de páncreas, el CA 19-9 [348-349].��

Seguimiento del paciente con cáncer sometido a tratamiento

El seguimiento de un marcador tumoral para la detección de recurrencia posterior a su resección quirúrgica constituye la segunda utilidad más frecuente de estas pruebas. En este sentido, lo deseable es seguir al paciente usando marcadores tumorales altamente sensibles para detectar la recurrencia de la forma más precoz posible. Sin embargo, en caso de sospe-cha, se deberán considerar períodos o intervalos más próximos. En el seguimiento de la recaí-da, la pendiente de los niveles séricos de marcadores tumorales es más importante que en el seguimiento del tratamiento debido a que en este último puede haber influencia o cambios subsidiarios al mismo proceso terapéutico. La pendiente definida como la tasa de incremento en las concentraciones del marcador puede llegar a ser el factor más significativo, determi-nando tanto la frecuencia del análisis como la estrategia terapéutica en caso de confirmarse un incremento del mismo.

Algunos ejemplos, ordenados alfabéticamente, en donde los marcadores tumorales son útiles en el seguimiento del tratamiento:

En el cáncer colorrectal, el antígeno carcinoembrionario, sobre todo en los pacientes con ��

tratamiento quirúrgico curativo [108, 350-351];

En el cáncer de estómago, el antígeno carcinoembrionario, el CA 19-9 y el CA 125 ��

[352];

En el cáncer de mama, el CA 15-3 para monitoreo de la respuesta a la quimioterapia en ��

pacientes con enfermedad metastásica solo [127, 130, 309, 341, 353] o combinado con el antígeno carcinoembrionario [127, 130, 237, 309];

En el cáncer de ovario, los niveles de CA 125 [354-355];��

En el cáncer de páncreas, el CA 19-9 [349];��

En el cáncer de próstata, el antígeno específico de próstata para monitorear la respuesta y ��

hacer seguimiento a largo plazo [338, 356];

En el cáncer de pulmón, el Cyfra 21-1, la enolasa neuroespecífica y el antígeno carcinoe-��

mbrionario para el seguimiento de la quimioterapia, en particular en la forma histológica de células pequeñas [357];

En el cáncer de vejiga, el CA 125 [171] la citología urinaria y el antígeno tumoral de vejiga ��

(BTA) [172-173] y otros en estudio, aun no disponibles en el medio, como el NMP-22 [174];

En el cáncer testicular no-seminomatoso, la alfafetoproteína [289];��

En el carcinoma hepatocelular, la alfafetoproteína [278]; ��

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En los linfomas no Hodgkin, el CA 125 en el monitoreo del tratamiento y el seguimiento ��

a largo plazo [358]; y,

En los tumores carcinoides, la serotonina y el 5 hidroxiindolácetico en sangre [359].��

Seguimiento a mediano y largo plazo para detección de recaídasEl objetivo primario del tratamiento del cáncer debe ser erradicar la enfermedad. Si este obje-

tivo no puede lograrse, el segundo es la paliación, la disminución de los síntomas y la conservación de la calidad de vida, al tiempo que se intenta prolongarla. El aforismo primum non nocere (lo primero es no hacer daño), no es necesariamente el principio que rige el tratamiento del cáncer. Cuando hay la posibilidad de curarlo, el cáncer debe tratarse pese a la certidumbre de efectos tóxicos graves y probablemente letales. Todo tratamiento del cáncer conlleva un potencial daño y es posible que su aplicación produzca efectos tóxicos sin ningún beneficio. El índice terapéutico de muchas intervenciones es muy estrecho y la mayor parte de los tratamientos se administran hasta el grado de ocasionar estados tóxicos. A la inversa, cuando el objetivo clínico es la paliación, la aten-ción cuidadosa a la reducción de la toxicidad de los tratamientos potencialmente tóxicos se vuelve una meta importante. Sea cual sea el escenario clínico, el principio que guiará el tratamiento del cáncer será siempre primum succurrere, (primero ayudar) [360].

El uso de los marcadores tumorales para detectar recaídas a mediano y largo plazo se basa en que éstos pueden aparecer más temprano que cualquier otra manifestación o procedimiento como la radiología. Algunos ejemplos, ordenados alfabéticamente, en donde los marcadores tumorales son útiles en la detección temprana de las recaídas después de haber concluido un tratamiento exitoso incluyen:

En el cáncer colorrectal, el antígeno carcinoembrionario [211, 334-335, 361];��

En el cáncer de células escamosas de la orofaringe, el Cyfra 21-1 [362-363]; ��

En el cáncer de mama, el CA 15-3 solo [342, 364] o combinado con el antígeno carcino-��

embrionario [335, 365]. Además, asociado con otras herramientas como la escintigrafía (gammagrafía) ósea en el seguimiento del cáncer de mama [366-367], o con otros marca-dores tumorales como el antígeno carcinoembrionario [131] es posible detectar la recaída muchos meses antes que ésta se torne clínicamente manifiesta con mejores posibilidades terapéuticas para el paciente [364]. También se ha mostrado de utilidad la medición de la ferritina [368-369];

En el cáncer de ovario, el CA 125 [370];��

En el cáncer de próstata, el antígeno específico de próstata [82, 356];��

En el cáncer de estómago, especialmente cuando es resecable, el antígeno carcinoem-��

brionario, el CA 19-9 y el CA 72-4 [347];

En el cáncer de pulmón, en las formas de células pequeñas, la enolasa neuroespecífica ��

[371];

En el cáncer de testículo, la gonadotropina coriónica y la alfafetoproteína [372];��

En el cáncer de vejiga, la citología urinaria y el antígeno tumoral de vejiga (BTA) [172-��

173] y otros en estudio no disponibles en el medio como el NMP-22 (por Nuclear Matrix Protein-22) [174];

En el carcinoma diferenciado de tiroides, la tiroglobulina y la tiroperoxidasa [373];��

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En el teratoma sacrococcígeo infantil (el tumor más frecuente en el período perinatal), la ��

alfafetoproteína en combinación con el CA 125 y el CA 19-9 [340];

En las enfermedades linforreticulares, como los linfomas no-Hodgkin y otras neoplásicas ��

linforreticulares, como la leucemia linfocítica crónica, el CA 125 solo [182, 358] o asocia-do con el CA 15-3 [374]; además, la ferritina [375-376], la deshidrogenasa láctica [377-378] y la beta 2 microglobulina [287];

En la enfermedad de Hodgkin, el CA 125 [183], la beta 2 microglobulina [284], la ferritina ��

[379] y la deshidrogenasa láctica [377-378]; y,

En el cáncer de páncreas, el CA 19-9 [349].��

ConclusiónSon múltiples las sustancias y moléculas que pueden ser utilizadas como marcadores tu-

morales, identificando principalmente la transformación maligna, la proliferación, indiferen-ciación y diseminación de las células neoplásicas. El valor clínico de los marcadores tumorales dependerá de la sensibilidad y especificidad, pudiendo utilizarse en la búsqueda de cáncer oculto como prueba tamiz en población de alto riesgo, como prueba integral del diagnóstico de las neoplasias en donde se han identificado como criterios de clasificación, pronóstico y predictivos y para seguir el tratamiento y el curso de la enfermedad, incluida la posibilidad de detectar las recaídas oportunamente, cuando éstas se presentan.

Abstract: Tumor markers, also called biological markers or biomarkers, are defined as molecules, substances or processes that are qualitatively or quantitatively altered as a result of a precancerous condition or cancer, detectable by laboratory testing in blood, body fluids or in tissues. The nature of the tumor markers is highly variable, ranging from nucleic acid, DNA or RNA, a protein or peptide, to complex processes such as an antibody, apoptosis, proliferation or amylogenesis. From the point of view of their origin, tumor markers are produced by the tumor itself, such as the chorionic gonadotropin in choriocarcinoma, or in response to the tumor by the surrounding tissue, such as the carcinoembryonic antigen in breast cancer. There is no ideal tumor marker, defined as those with a sensitivity and specificity of 100%. Tumor markers may be used for screening people with risk of developing cancer, for early detection of confined and potentially curable disease, as part of the diagnosis, the differential diagnosis, as a prognostic and predictive value test, as a tool to assess the treatment administered, and for the detection of relapse if the patient has a new opportunity for treatment before clinical manifestations reappear. This module analyzes the main tumor markers available in our media, such as the carcinoembryonic antigen, alpha-fetoprotein, prostate specific antigen, CA 15-3, CA 125, CA 19-9, Cyfra 21-1, chorionic gonadotropin, calcitonin, ferritin and beta 2 microglobulin, among other markers. Furthermore, other subrogated markers, such as Helicobacter pylori and papillomavirus infection will be discussed.

Key words: Cancer, tumor markers, carcinoembryonic antigen, alpha-fetoprotein, prostate specific antigen, CA 15-3, CA 125, CA 19-9, Cyfra 21-1, chorionic gonadotropin, calcitonin, ferritin and beta 2 microglobulin, Helicobacter pylori, papillomavirus.

Campuzano-Maya G. Clinical utility of tumor markers. Medicina & Laboratorio 2010; 16: 411-445.

Module 1 (Clinic and laboratory), number 82. Editora Médica Colombiana S.A., 2010©.

Received on September 14, 2010; accepted on September 29, 2010.

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Dubai, Emiratos ArabesAna Isabel Toro Montoya