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1 INTRODUCCIÓN Es frecuente comparar la superficie de regadío con la superficie agrícola total y con las producciones respectivas, para destacar que la primera tiene una productividad media muy alta respecto al secano, del orden de 6 a 1 (Corominas, 1996). Tales comparaciones confirman el carácter multiplicador del agua de riego y tienden a inducir hacia una política favorable a nuevas transformaciones en regadío. En España, sólo ese argu- mento ha podido bastar para aprobar nuevos proyectos hasta hace pocos años, en tanto no se plantearon límites a la oferta potencial de recursos hídricos, mientras la dispo- nibilidad de éstos iba aumentando con la ejecución de una importante infraestructura hidráulica (Losada, 1997 a). Pero las circunstancias que se abren a las perspectivas de la planificación hidrológica han cambiado, y las relativas a la agricultura del riego son ahora peores. Aunque el progreso tecnológico ha aportado nuevas técnicas que favorecen el desa- rrollo de los sistemas de riego, las relaciones entre oferta y demanda de recursos hídri- cos para el regadío son también función de impulsos económicos y sociales que van en otra dirección. En particular, el incremento de reservas hídricas disponibles es sensible al freno impuesto por el coste marginal creciente que resulta de las altas inversiones que son necesarias al aproximarse el techo de los recursos renovables. También es patente la creciente sensibilidad social a decisiones en política de aguas. La sociedad sabe que la agricultura de riego es un usuario principal de agua, pero también cree saber que los regantes se ven abocados a despilfarrar con exageración dicho bien natural limitado, esencial y no sustitutivo. A esta convicción han podido con- tribuir malentendidos por asociar diversos criterios equívocos con el uso del agua de riego. Así, a diferencia de la opinión bien divulgada de que el agua que usan las centra- les hidroeléctricas es devuelta en su totalidad a los ríos, la opinión común sobre el agua que se destina al regadío no le supone ese destino tan generoso con el que, aún hace un siglo, trataba de argumentar un solicitante de concesión de aguas de riego en el Guadalquivir (Moral, 1991): “las vegas, decía, obran como una gran esponja, retienen las aguas y luego las devuelven paulatinamente al río”; pero tampoco son justas inter- 1 USO RACIONAL DEL AGUA DE RIEGO Alberto LOSADA VILLASANTE*, José ROLDÁN CAÑAS** * Departamento de Ingeniería Rura Universidad Politécnica de Madrid ** Departamento de Agronomía Universidad de Córdoba

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Uso Racional Del Agua

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1 INTRODUCCIÓN

Es frecuente comparar la superficie de regadío con la superficie agrícola total y conlas producciones respectivas, para destacar que la primera tiene una productividad mediamuy alta respecto al secano, del orden de 6 a 1 (Corominas, 1996). Tales comparacionesconfirman el carácter multiplicador del agua de riego y tienden a inducir hacia unapolítica favorable a nuevas transformaciones en regadío. En España, sólo ese argu-mento ha podido bastar para aprobar nuevos proyectos hasta hace pocos años, en tantono se plantearon límites a la oferta potencial de recursos hídricos, mientras la dispo-nibilidad de éstos iba aumentando con la ejecución de una importante infraestructurahidráulica (Losada, 1997 a). Pero las circunstancias que se abren a las perspectivas dela planificación hidrológica han cambiado, y las relativas a la agricultura del riego sonahora peores.

Aunque el progreso tecnológico ha aportado nuevas técnicas que favorecen el desa-rrollo de los sistemas de riego, las relaciones entre oferta y demanda de recursos hídri-cos para el regadío son también función de impulsos económicos y sociales que van enotra dirección. En particular, el incremento de reservas hídricas disponibles es sensibleal freno impuesto por el coste marginal creciente que resulta de las altas inversiones queson necesarias al aproximarse el techo de los recursos renovables. También es patente lacreciente sensibilidad social a decisiones en política de aguas.

La sociedad sabe que la agricultura de riego es un usuario principal de agua, perotambién cree saber que los regantes se ven abocados a despilfarrar con exageracióndicho bien natural limitado, esencial y no sustitutivo. A esta convicción han podido con-tribuir malentendidos por asociar diversos criterios equívocos con el uso del agua deriego. Así, a diferencia de la opinión bien divulgada de que el agua que usan las centra-les hidroeléctricas es devuelta en su totalidad a los ríos, la opinión común sobre el aguaque se destina al regadío no le supone ese destino tan generoso con el que, aún hace unsiglo, trataba de argumentar un solicitante de concesión de aguas de riego en elGuadalquivir (Moral, 1991): “las vegas, decía, obran como una gran esponja, retienenlas aguas y luego las devuelven paulatinamente al río”; pero tampoco son justas inter-

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Alberto LOSADA VILLASANTE*, José ROLDÁN CAÑAS*** Departamento de Ingeniería RuraUniversidad Politécnica de Madrid

** Departamento de AgronomíaUniversidad de Córdoba

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pretaciones en el extremo pendular opuesto, con las que a veces cabe alimentar prejui-cios que pueden perjudicar la imagen del uso del agua por los regantes. A este grupo per-tenece la afirmación del Anteproyecto del Plan Hidrológico Nacional (MOPTMA, 1993)en el sentido de que «el consumo de agua del regadío supone el 80% de la demanda totalpara usos consuntivos»: alguien podría deducir que todo el agua que el regante usa seconsume y, por tanto, que toda la que desperdicia es pérdida sin recuperación posible.Comentarios de ese tenor son arriesgados, sin datos que los documenten bien. A este res-pecto, hay que afirmar que los sistemas de riego donde se aforan los recursos hídricosque usan son escasos. En cuanto a aquellos cuyos sobrantes han sido correctamente eva-luados, son prácticamente inexistentes.

Si bien es cierto que la capacidad del regadío para evaporar recursos disponibleses enorme, no es menos cierto que una gran parte del agua que recibe, aún desapro-vechada para la producción agrícola de su zona regable, no se consume como vapor.Dentro de ciertos límites, espaciales y temporales, el agua así sobrante puede ser reu-sada por el mismo o por otros sistemas de producción, y la consiguiente recuperaciónequivaldría a un aumento de la oferta de recursos hídricos. La significación de estaoferta en el balance general es significativa, porque las cifras en juego son importan-tes. Por ello, tiene interés relacionar el agua que demanda el regadío con las cifras delbalance hídrico general y, de ahí, la importancia de aclarar los conceptos de uso, pér-dida y consumo de agua de riego, al objeto de que puedan ser algún día debidamen-te interpretados, con la cuantificación precisa de lo que cada uno de ellos representa(Losada, 1997 c):

• USO: empleo de agua haciéndola servir para el sustento de las plantas.

• PÉRDIDA: agua que sale del dominio hidrográfico de un sistema de riego sin cumplirel objetivo para el que fue allí aportada. En parte se desperdicia como consumo porevaporación o transpiración y en parte escapa por filtraciones, fugas y descargas(sobrantes) fuera del dominio considerado. No serían pérdidas en un dominio hidro-gráfico determinado las que retornan al mismo.

• CONSUMO: gasto irrecuperable de agua inducido por los usos. En sentido estricto, elconsumo producido durante la gestión de un sistema de riego se refiere al uso con-suntivo dentro del dominio hidrográfico que le es propio; pero es frecuente interpretarque tienen esa condición todas las pérdidas no recuperadas, lo que contribuye a crearconfusión entre los conceptos de uso y consumo. No es sinónimo de uso.

Los usos competitivos del agua son hoy muy agresivos y el regadío afronta esacompetencia desde una posición difícil debido a su alta demanda consuntiva, quemuchos relacionan con una deficiente gestión del agua de riego. Es difícil no conce-derles alguna razón, al observar el deterioro acumulado de numerosos sistemas deriego debido a una mala y prolongada política de explotación; pero conviene centrarel uso del agua de riego dentro de los límites que pueden esperarse de su gestiónracional.

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2 ENTORNO TÉCNICO-ECONÓMICO DE LOS RIEGOS

El objetivo inmediato de un riego es suministrar el agua requerida por el sistemasuelo-planta-atmósfera. Se rige por el principio técnico de que si la insuficiencia de aguapuede dañar el cultivo e, incluso, el suelo, su despilfarro también puede producir pérdi-das y otros daños. En el marco más general de los principios económicos, los daños pro-ducidos por todo mal uso de agua deben ser considerados junto a la necesidad de aten-der otros objetivos competitivos en cuanto a los recursos que usan, a veces con un ordenpreferencial.

El estudio del consumo hídrico, del comportamiento de los suelos y de la respuestaproductiva de los cultivos exige una observación atenta de la gestión de los riegos. Másque una simple descripción de los hechos observados, el seguimiento experimental delos mismos debe proveer de un cuerpo de bases objetivas para decidir actuaciones queracionalicen la aplicación del agua y mejoren la explotación del regadío. A veces, elconocimiento que proporciona sólo pretende fundamentar cambios en el funcionamien-to del sistema de riego, que se traducen en simples reajustes del programa de riegos odel método de distribución. Otras veces, se llega a justificar la viabilidad y convenien-cia de rehabilitar el proyecto original o, incluso, de reformar el sistema. La repercusiónde tales cambios en variables económicas que inciden significativamente en la producti-vidad ha de ser oportunamente estimada.

Podría pretenderse que una posible reducción de producción que resultara de unmenor consumo de agua de riego (riego deficitario) fuera acompañada por la de loscostes de cultivo debidos tanto al agua como a otros factores: el suelo, la sistematiza-ción, la energía, la mano de obra, otras labores, etc. Interpretadas las funciones de pro-ducción correspondientes, podrían ser evaluadas prácticas alternativas que optimicenla productividad. La reducción de agua o de otros recursos usados podría ofrecer víaspara otros destinos alternativos, cuando los costes de oportunidad compensaran lamenor producción.

En el seno de una economía de mercado, es difícil armonizar los intereses afectadospor la producción agraria. En primer lugar, cuando el factor de producción consideradoes escaso y no tiene un precio libre. Es el caso del agua, con la condición de bien dedominio público, fuertemente sujeto a disposiciones legales que regulan su uso (Revertéy Pérez, 1987) y que, por tanto, falsean su precio. De hecho, la política financiera apli-cada al regadío puede significar un precio del agua tan bajo que, en el ámbito de los inte-reses de algún agricultor, se hace compatible el despilfarro del agua con la eficienciaeconómica de su proceso productivo. En un mercado de agua más libre, a la racionali-dad aparente de dicho planteamiento se contrapone el impacto del coste de oportunidadque podría resultar al intervenir otros usos económicos alternativos importantes. A títu-lo orientativo, la Tabla I muestra los costes estimados del agua según origen (Segura,1997). Un estudio más detallado puede encontrarse en Caballer y Guadalajara (1998).

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El bienestar social general es afectado por la política de gestión del agua, recursolimitado y, al mismo tiempo, esencial, y deben imponerse procedimientos adecuadospara asegurarlo. Criterios de equidad, más o menos arbitrariamente impuestos, implicanentonces limitaciones al uso económico del agua de riego. En tales condiciones, tampo-co la economía determina, de manera definitiva, los límites para su uso eficiente.

3. EVALUACIÓN TÉCNICA DE LOS RIEGOS

Una fracción del agua destinada a un sistema hidráulico escapa de su ámbito hidro-gráfico sin ser aprovechada para el objetivo pretendido: urbano, de regadío, hidroeléc-trico o industrial. Para el caso de sistemas de riego, el agua consumida en los tablarespara satisfacer la evapotranspiración (Et) de sus cultivos es irrecuperable, al mismo tiem-po que beneficiosa; pero no es posible satisfacer esa utilidad consuntiva sin que otraparte del agua aportada se malgaste, bien porque se consume sin mayor beneficio bienporque escapa fuera de control hacia otros ámbitos hidrográficos.

Para conseguir una aplicación eficaz del agua de riego, se consideran soluciones decompromiso entre dos tendencias contrapuestas. Por una parte, al efecto de controlar laproducción del cultivo, interesa limitar el déficit hídrico que relaciona el defecto de aguaútil, resultante de una operación de riego, con la lámina que el sistema suelo-plantarequería para Et y lavado, hasta la operación siguiente. Por otra, ya más en el campo dela ingeniería hidráulica, interesa controlar la fracción que el agua realmente usada (con-sumida) por las plantas representa, en relación con la que entra en el sistema de riego.

En general, no es posible predecir analíticamente, con la aproximación deseable, losresultados de los criterios de operación practicados, es decir, la determinación de lasvariables dependientes que caracterizan los riegos, y su conocimiento exige pruebas decampo. Se justifica así el interés en la evaluación técnica de operaciones de riegos

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Tabla I. Costes estimados del agua según origen.

Procedimiento utilizado Costes estimados (pta/m3) Observaciones yIntervalo Valores usuales comentarios

Regulación agua superficial 0,2-10,0 0,5-2,5 Tendencias aaumentar en nuevaspresas

Extracción agua subterránea0,0-15,0 5,0-10,0 Tendencias a aumentaren nuevas extracciones

Desalación agua marina 100,0-280,0 100,0-200,0 Tendencia a disminuir

Desalación agua salobre 30,0-120,0 70,0-100,0 Posible aumento en elfuturo del contenido desales

Reuso agua depurada 40,0-85,0 Sin datos Conveniencia de suaplicación real

Ahorro por modernización 4,0-50,0 Sin datos Conveniencia de sude infraestructuras aplicación

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mediante la realización de ensayos in situ, en unidades operacionales representativas(Losada y col., 1992). Fundamentalmente, los objetivos son cuantificar los diversos tér-minos de la ecuación del balance hídrico. Complementariamente, estudiar la respuestaen los propios campos de cultivo.

La actuación de un riego por superficie sobre un sistema suelo-cultivo dado está suje-ta, a lo largo del cauce infiltrante que constituye cada cantero, a las variables de opera-ción gasto y tiempo de aplicación. El número de otras variables que intervienen en elproceso físico es grande y la modificación de alguna de ellas puede ser difícil. En todocaso, la ejecución de pruebas de campo es siempre laboriosa. Por otra parte, una vez rea-lizada la sistematización de tierras, muy limitada por su topografía natural y fertilidad,el control posible del riego aplicado queda sometido a las restricciones impuestas tantopor las características geométricas adoptadas para los canteros (longitud, anchura y pen-diente) como por las variables que afectan a la infiltración, cuyas posibilidades de con-trol son también muy restringidas. Sólo las variables de operación arriba citadas, gastoy tiempo de aplicación, dejan un margen de actuación al regante. A partir de éstas, seevaluará la uniformidad de riego, piedra angular para justificar cualquier tipo de refor-ma.

En cuanto a los riegos por aspersión, son aspectos que interesa evaluar los quesiguen: presión disponible, gasto por aspersor, pluviosidad y uniformidad de lluvia,lámina aplicada, fracciones deficitaria y consumida, pérdidas de riego, dotación del sis-tema, tamaño de tuberías, carga de bombeo y energía consumida. Evidentemente, la uni-formidad del riego aplicado por un sistema dado bajo condiciones de trabajo tambiéndeterminadas puede ser evaluada con una serie de pluviómetros sobre el campo de riego.Existen modelos estadísticos (Losada, 1997 b) para facilitar, a partir del coeficiente deuniformidad, la interpretación de los resultados de la evaluación. Las limitaciones alcontrol sobre el riego a aplicar por un sistema dado tienen su causa en el viento. Por elcontrario, la presión de servicio y el tiempo de riego proporcionan al regante cierta capa-cidad de actuación. Por otra parte, en dichos sistemas, un simple cambio de boquillas,acompañado o no de una diferente separación de emisores o, incluso, de modificacionesen el tendido de tuberías móviles, puede hacerse fácilmente y significar una transforma-ción notable en las condiciones de aplicación del agua.

La evaluación de un sistema de riego localizado puede llevarse a cabo midiendo launiformidad, así como el rendimiento y el déficit obtenidos en la aplicación de los rie-gos. La presión de servicio y el tiempo de riego son, también aquí, las variables de ope-ración que el regante tiene en su mano para controlar las aplicaciones. Como en el casodel riego por aspersión, un simple cambio de emisores puede transformar notablementelas condiciones de aplicación del agua.

Del agua que filtra en profundidad, bien de la red de distribución bien de la zona radi-cal de los cultivos, una fracción importante retorna al flujo superficial directamente o através de caños (drenes) o de pozos que captan el flujo subterráneo. Lo mismo ocurrecon la escorrentía que, a través de desagües, se reincorpora a la red fluvial. Una vez recu-perada, el agua puede reusarse para la industria, la preservación de espacios naturales, elrecreo o el suministro urbano. En particular, es tradicional que aguas sobrantes de un

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regadío a cota relativamente alta sean recuperadas para el riego de un sistema exterior,aguas abajo.

El concepto de consumo de agua fue referido al gasto irrecuperable producido duran-te su gestión. El de ahorro se refiere a actuaciones para evitar un consumo excesivo.Conviene cuantificar ambos capítulos en sistemas hidrográficos cuyo ámbito tambiéndebe quedar definido. Si, antes de desaprovecharse, una cantidad fuera recuperada den-tro del ámbito propio del sistema de riego considerado, se obtendría un ahorro interno.Evidentemente, si el agua recuperada se destina a un sistema exterior, el consiguienteahorro deberá ser referido al conjunto de los sistemas ahora considerados, que constitu-yen un sistema hidrográfico de orden superior. Consecuentemente, en este nuevo marcodesaparece la condición de pérdida que podría haberle sido aplicada en el otro ámbitomás reducido. Así, convendrá cuantificar en qué forma el rendimiento conjunto de variaszonas supera al individual.

En el ámbito hidrográfico de un regadío pueden distinguirse flujos de agua que seconsumen, lo que representa que una fracción del agua usada para riego no es recupera-ble. En parte, este uso consuntivo es útil, para la Et de los cultivos, y reporta beneficio,y en parte es perdido, bien por evaporación desde el propio sistema de riego considera-do bien por transpiración de plantas sin interés productivo o, incluso, especies indesea-das. Otra fracción, que puede representar un orden de magnitud comparable a la anterior,escapa, superficialmente o a través de acuíferos, del control a que pudo estar sometidadentro del sistema durante las operaciones de almacenamiento, transporte, regulación,distribución y aplicación. Se trata de un flujo para el que el calificativo de pérdida sólopuede ser relativo, ya que no es consumida por Et sino que retorna al sistema hidrográ-fico general (como filtraciones, fugas, descargas y escorrentías). Dicha condición comopérdida depende del ámbito espacial considerado en la estructura de la cuenca que sequiera analizar. Asimismo, del ámbito temporal. En efecto, los flujos que se incorporana los ríos o a los acuíferos subterráneos tienen una disponibilidad con desfases tempora-les variados. En cuanto a los rebosamientos de alivio de las acequias y la escorrentía decola de los tablares, éstos vuelven a la red fluvial en cuestión de horas o pocos días,mientras que el flujo subterráneo es más lento, por lo que la disponibilidad del filtrado aacuíferos profundos puede retrasarse meses. En cualquier caso, con el desfase corres-pondiente, los flujos de retorno pueden suponer parte o todo el suministro de algún sis-tema de riego aguas abajo.

De lo anterior, se desprende que el concepto de pérdida depende del ámbito organi-zativo de la estructura en que nos movamos. Así, puede hacerse la interpretación quesigue:

• El agua que reporta beneficios pretendidos por el agricultor es la consumida por el cul-tivo en el proceso de la evapotranspiración. Por tanto, todo lo que no sea Et del culti-vo es pérdida para el regante y, si el volumen de riego tiene un coste, bien sea por elprecio del agua o por los gastos de bombeo, el regante procurará disminuir la filtración,la escorrentía y las fugas del sistema de distribución dentro de sus canteros y de su redterciaria, en finca. Ya no resulta tan claro que una parte del agua que se filtra cumplaalguna otra función beneficiosa, y éste puede ser el caso del lavado de exceso de sales.

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• La comunidad de regantes no compartirá totalmente los intereses de cada regante indi-vidual. Si parte del suministro de la zona regable proviene de aguas subterráneas, la fil-tración en el campo de cultivo, que es pérdida para el propietario del mismo, puede aúnser útil para el conjunto de la comunidad, si es oportunamente recuperada. Lo mismoocurre si la escorrentía o agua de cola se recoge para usarla en otro sector aguas abajo.

• La falta de coincidencia (que no confrontación) entre intereses de regantes, como indi-viduos y como comunidad, ocurre también entre los de cada comunidad de regantes yel conjunto de usuarios en una cuenca, a cuya confederación hidrográfica (organismode cuenca) corresponde defender los intereses colectivos.

En definitiva, se deduce que un bajo rendimiento hídrico no implica, necesariamen-te, un juicio negativo en cuanto a la conservación de recursos naturales. En primerlugar, puesto que una agricultura permanente exige una conservación de la calidad delsuelo, el agua evacuada por filtración profunda no debe ser considerada como pérdidacuando con ella se evita una salinización secundaria del mismo. En segundo lugar, granparte del agua que filtra o escurre vuelve como retorno a la fase de uso posible en elciclo de los recursos hídricos. Para clarificar las ideas comentadas, Mateos y col. (1996)han propuesto una terminología que se basa en que la fracción de agua que no se con-sume en la operación del riego fluye subterránea o superficialmente y, en la mayoría delos casos, volverá a ser usable. El concepto de fracción consumida, junto al comple-mentario de fracción reusable, permite así aclarar algunas ideas sobre el ahorro poten-cial de agua de riego y sobre cuáles deben ser las líneas de inversión en la moderniza-ción de los regadíos.

Con las fracciones descritas puede evaluarse el uso del agua siempre que se especi-fique el ámbito hidrográfico de referencia. En el caso de los regadíos, los ámbitos de usoson cantero, finca, zona regable o cuenca. Así, el valor aceptable para la fracción con-sumida en cantero puede ser inferior al de su zona regable y, en ésta, inferior al de sucuenca. El mismo criterio puede extenderse al uso urbano, industrial o ambiental. Se pre-tende así deshacer malentendidos derivados del mal uso del término eficiencia. Por otraparte, se desprende la necesidad de que una auténtica política de regadíos (y, en general,de aguas) cuantifique esas fracciones por ámbitos de sistemas hidrográficos, antes detomar decisiones respecto a inversiones destinadas a modificarlas.

4 EXPLOTACIÓN DE SISTEMAS DE RIEGO

Los responsables de explotación de los sistemas de riego deben organizar el funcio-namiento de las instalaciones de distribución de forma que los regantes puedan disponeren sus tomas, durante el tiempo apropiado, del gasto adecuado al riego de la tierra aten-dida. En los apartados anteriores, se ha visto que el aprovechamiento del agua de riegono se basa sólo en las técnicas para su apropiada conservación en sistemas bien delimi-tados de almacenamiento, transporte y distribución. Implica además, y sobre todo, téc-nicas para su aplicación a los campos de cultivo. Unas y otras deben ser integradas enprogramas de actuación propios de organismos de riego y regantes, con el fin de facili-tar sus tomas de decisión para optimar la producción y el uso del agua: selección de cul-tivos apropiados al agua disponible, demanda de agua y aplicación de los riegos.

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Diversas causas interaccionan para que no se alcancen los objetivos perseguidos porinversiones en transformación en riego. Small y Carruthers (1991) señalan las siguien-tes:

(i) proyecto defectuoso de los sistemas, especialmente en la parte de los campos decultivo (mala explanación de canteros);

(ii) ejecución por debajo de normas;(iii) infraestructura incompleta, en obras de control y avenamiento;(iv) mala gestión y organización de la red principal;(v )insuficiente prioridad y financiación de gastos de explotación (operación y man-

tenimiento);(vi) malas técnicas de producción;(vii) descuido de aspectos de salud pública;(viii) manejo inapropiado del agua en campo;(ix) problemas exógenos debidos a una política que lleva a precios bajos o a un servi-

cio inseguro de factores de producción (tales como fertilizantes o electricidad);(x) mala coordinación entre servicios de ingeniería y de agricultura.

Las circunstancias observadas contribuyen al despilfarro del agua usada por losriegos, por lo que deben ser encontrados planteamientos de operación que tiendan aracionalizar el uso del agua de riego y la producción de los cultivos. Por una parte, lasreformas estructurales de obras e instalaciones de sistemas de riego en explotaciónsuelen ser costosas (modernizar una ha de riego tendría un coste medio en torno a 1,5millones de pesetas) y, a veces, cuando no son de detalle, su ejecución durante el desa-rrollo de las campañas de riego es inviable. Este puede ser el caso de la reestructura-ción de equipos de bombeo o de redes de distribución. Por el contrario, los programasde explotación suelen ser compatibles con diversas alternativas del régimen de opera-ciones de riego. A veces, éstas admiten criterios de optimización. Así, ligeros cambios,poco espectaculares, pueden traducirse en una lámina de riego más apropiada a lascaracterísticas del suelo y al desarrollo radical de los cultivos, dentro de un programade labores más eficaz, acorde con las prácticas de riego y otras necesidades de cadafinca. No obstante, ha de comprobarse si la capacidad del sistema de riego es sufi-ciente.

Conocidos los resultados de una evaluación de campo, la flexibilidad para programarlos riegos ofrece al regante la oportunidad de optimizar el régimen de su aplicación. Elgrado de autonomía disponible le permite seleccionar sus programas de riego, con liber-tad para adaptarlos a las cambiantes y difícilmente previsibles condiciones del sistemasuelo-planta-atmósfera. En tal caso, podrá controlar la aplicación del riego y lograr lasventajas que puede proporcionar el uso racional del agua por los cultivos. La programa-ción y aplicación discrecional de los riegos en una explotación podría así ser orientadade acuerdo con la evolución del régimen hídrico. Este sería estimado a partir de la inten-sidad diaria de la evapotranspiración, que habría de ser medida en un centro apropiado,representativo de la zona de riego. En razón a todo ello, los métodos de distribución delagua de riego que ofrecen flexibilidad (libertad) al regante son objeto de un interés cre-ciente. Por el contrario, la rigidez de procedimientos para administrar sistemas de riego

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limita el interés práctico de criterios de operación potencialmente útiles para racionali-zar el uso del agua de riego. En este caso, el regante habrá de ingeniar medios para apli-car los riegos en condiciones que faciliten el control del agua usada. Es frecuente recu-rrir a embalses de regulación.

Como ya se indicó más arriba, el planteamiento exclusivamente técnico del concep-to de eficiencia no es totalmente satisfactorio. Las prácticas necesarias para una mejorconservación del agua pueden costar más que el agua ahorrada, cuando no llegan a apre-ciarse otros beneficios. Esto es particularmente cierto para profesionales de la economía,que consideran al agua de riego como un factor de producción en un proceso integradoque interrelaciona el uso de otros recursos (Carruthers y Clark, 1981). La optimizaciónde este proceso es para ellos el objetivo de referencia y justifica criterios de eficienciaeconómica. Por todo ello, conviene estimar índices hídricos para justificar criterios decalidad; ahora bien, puesto que la eficacia del riego debe basarse en razones económi-cas, al evaluar los riegos aplicados y comparar dichos resultados con los que convienena la disponibilidad de agua y a las características del sistema suelo-planta, interesa con-siderar su incidencia en la productividad del cultivo. A tal efecto, deben ser comparadoslos objetivos perseguidos, todos los recursos usados y los resultados obtenidos. La res-ponsabilidad para desempeñar este tipo de actividades debe corresponder al servicio deexplotación de riegos del sistema, y es parte del programa que debe desarrollar unacomunidad de regantes en un sistema colectivo (Johnston y Roberson, 1991). La plani-ficación y el desarrollo de programas de actuaciones por parte de comunidades interde-pendientes en una o varias cuencas hidrográficas será debidamente coordinada por elorganismo de cuenca o por el propio Estado. Aquí se abre, quizá, uno de los campos deactividad técnica en regadíos más desatendidos en el pasado, pero cuyo interés crece conla toma de conciencia ante un futuro con recursos limitados (Reca, 1997).

5 ACTUACIONES PARA AHORRO DE AGUA DE RIEGOS

Una forma de disponer de más agua es ahorrar en sistemas de gestión ya existentesy, por consiguiente, es correcto aplicar al ahorro la consideración de «método indirectode obtención de recursos», complementario a los convencionales y al reuso y desalación.En el caso de sistemas de riego, la planificación para ahorrar agua se basa en criterios deexplotación a su vez fundamentados en estudios de evaluación del balance hídrico.Lógicamente, con técnicas más depuradas (probablemente costosas como ya se hacomentado, a base de una rehabilitación, mejoramiento o modernización del sistema deriego y de mejores atenciones de mano de obra), el regante podrá intentar disminuir elagua consumida o los escapes por filtración, escorrentía y fugas del sistema de distribu-ción de su red terciaria, en finca y dentro de sus canteros.

La Tabla II muestra dotaciones recomendadas para la elaboración de los planeshidrológicos.

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Las cifras indicadas han sido propuestas como dotaciones netas que sirvan de basepara obtener unas dotaciones brutas, a cuyo efecto se supone entre unas y otras una rela-ción comprendida entre 0,5 y 0,6. Una relación de tal envergadura es indicativa de quese supone que la fracción de agua no consumida por evapotranspiración de los cultivoses notable. No obstante, se propuso asimismo una evaluación de retornos entre un 5 y un20% de la demanda bruta, suponiéndose que los porcentajes más bajos corresponden adotaciones brutas inferiores a 6.000 m3/(ha año) y los más altos a las por encima de8.000.

Por otra parte, las relaciones («eficiencias») que acepta el APNR (Avance del PlanNacional de Regadíos, MAPA, 1995) alcanzan valores en un amplio intervalo, en fun-ción del tipo de redes de riego que supone y atendiendo también a los métodos para apli-car el agua en campo (por superficie, aspersión y localizado). Reconociendo que «... losparámetros en juego, como eficiencias y retornos, son simples estimaciones y otras comolas concesiones y dotaciones son, con mayor o menor ajuste en algunas áreas de riego,resultado de acuerdos administrativos», el APNR aproxima las relaciones entre necesi-dades netas y volúmenes totales usados que se recogen en la Tabla III.

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Tabla II. Dotaciones netas recomendadas para los cultivos más representativos en cada cuenca hidrográfi-ca, m3 / (ha año).

Cuenca Cultivos CuencaExtensivos Forrajer os Hor tícolas Leñosos

Norte 2.100 4.100 2.000 2.800 2.600

Duero 2.500 5.100 2.700 3.900 3.400

Tajo 3.800 6.100 3.700 5.100 4.400

Guadiana 4.200 6.600 3.100 4.800 4.400

Guadalquivir 4.500 6.600 4.600 4.100 4.500

Sur 3.000 6.800 4.500 4.000 4.700

Segura 3.800 7.100 4.500 4.000 4.500

Júcar 5.100 6.000 4.500 4.000 4.500

Ebro 3.400 6.200 4.500 4.600 4.500

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El efecto de los retornos de una dotación, fuera del sistema de riego del regante con-cesionario, debe ser referido al conjunto de los sistemas ahora considerados, que consti-tuyen un sistema de orden superior. En este nuevo marco, esa recuperación representa unahorro, y desaparece la condición de pérdida que podría haberle sido aplicada en el otroámbito más reducido (ver apartado 3).

El manejo discrecional de porcentajes de retorno ha servido de base para estimar aho-rros posibles de agua a relacionar con programas de modernización y consolidación deregadíos. Las cifras a que se puede llegar se mueven dentro de intervalos absolutos con-siderables, dado que ya es grande la amplitud indicada para los porcentajes y que éstos,a su vez, se aplican a cantidades de demanda y a superficies muy grandes. La “docili-dad” de tales cifras puede significar pues un importante riesgo para el planificador, cuan-do carece de datos, y quizá aquí ha encontrado grandes dificultades la elaboración de losesperados y largamente pendientes Plan Nacional de Regadíos y Plan HidrológicoNacional (MOPTMA, 1994).

A pesar de la magnitud de las cifras en juego, por ese procedimiento, se ha llegado ala conclusión de que sólo 1.684 hm3/año es el ahorro de agua con que el regadío puedecontribuir a incrementar la disponibilidad de recursos. Para llegar a esta conclusión, “seha realizado un programa de modernización y mejora de regadíos” que ha consideradoinversiones para las que ha establecido tramos delimitados por el coste marginal, deter-minándose que dicho ahorro exige una inversión a un coste medio de 510 pta/m3. Lasestimaciones del APNR cuantifican los ahorros previsibles a partir de diversas hipótesispara la misma superficie aproximada de 1,5 millones de has, llegando a cifras de ahorrobruto que rondan los 4.000 hm3/año, dejando abierto el interrogante sobre el correspon-diente ahorro neto. Evidentemente, es posible la coexistencia de retornos, ahorros y défi-cit, y el APNR ha apreciado a partir de las dotaciones brutas un déficit que totaliza 2.667hm3, que significa a escala nacional 1.357.000 has a consolidar.

Una matización importante es que los retornos procedentes de un conjunto de siste-mas hidrográficos simples, por cuanto son potencialmente recuperables dentro de undominio hidrográfico complejo que los integra, pueden significar una utilidad del aguaen éste que supere a la que resulta de sumar la de cada una de sus unidades de orden infe-

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1 Eficiencia global = necesidades netas / volúmenes totales usados.

Tabla III. Cifras de referencia para usos en grandes grupos de regadíos.

GRANDES GRUPOS DE REGADÍOSOrigen e iniciativa Grupo Ha. Eficiencia1

orientativa

Históricos Prados 200.000 <0,30(1.200.000 ha) Gestionados CCRR+MOPTMA 1.000.000 0,35

Estatales Ag. superficiales 1.100.000 0,45(1.100.000 ha)

Privados Origen ag. mixto 300.000 0,50(1.100.000 ha) Ag. superficiales 100.000 0,60

Ag. subterráneas 700.000 0,70

TOTAL Y MEDIA 3.400.000 <0,47

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rior. Pero, aun así, los flujos retornados al río desde una zona regable son pérdidas paraesa zona, ya que no benefician la producción de sus cultivos, y, aunque vuelven al domi-nio hidrográfico general, de donde se derivaron, la comunidad de regantes habrá tenidoque poner los recursos para su almacenamiento, transporte y distribución y, además,habrá tenido que pagar la fracción reusable (volumen usado y no consumido). Un rendi-miento bajo en un determinado ámbito obliga a una capacidad de conducción relativa-mente alta, lo que puede repercutir en dificultades de manejo y en costes. Siempre espues conveniente que los riegos sean aplicados en condiciones que faciliten su controlpor el regante.

El objetivo de disminuir la demanda real dentro de un campo puede aconsejar deci-siones en el sentido de reducir sobrantes, lo que equivale a aumentar la fracción consu-mida (relación de agua consumida a usada), en origen; pero, y ésta es una primera con-clusión, no puede prejuzgar comparaciones sobre el uso de retornos, que habrían dehacer referencia al conjunto de sistemas afectado. Por otra parte, es evidente que eseaumento no significa una mejor conservación de recursos hídricos cuando la fracciónahorrada de esa dotación real se usa para incrementar la superficie en riego o la produc-ción unitaria, medidas que no pueden ser calificadas de mala gestión. Lo mismo cabedecir si el regante, aprovechando un marco económico y legal flexible, transfiere el dere-cho concesional de sus sobrantes a otro uso consuntivo en un sistema exterior. Existenen España zonas regables parte de cuyo suministro proviene de otro sector aguas arribapor filtración en campos de cultivo o de escorrentía o agua de cola. Estos son pérdidaspara sus concesionarios iniciales, pero son útiles para los usuarios que los recogen parareusarlos. Aumenta así la fracción consumida en cuenca, pero no mejora el índice deconservación de agua.

Se desprende la necesidad de que una auténtica política de regadíos (y, en general, deaguas) cuantifique esas fracciones por ámbitos de sistemas hidrográficos, antes de tomardecisiones respecto a inversiones y otras actuaciones destinadas a modificarlas con baseen aventurados valores no suficientemente contrastados.

La tecnificación de la explotación de sistemas de riego, no sólo con actuaciones parasu consolidación material sino también mediante el asesoramiento a sus regantes, plan-tea interrogantes operativos que conviene considerar. En primer lugar, sobre que los cos-tes de esa tecnificación no deben repercutir sobre quienes pueden no ser los beneficia-rios de supuestos ahorros. En segundo lugar, sobre que la complejidad del medio real(físico y biológico) impide un análisis capaz de cuantificar a priori, con suficiente pre-cisión, las respuestas a las decisiones sobre demanda, distribución y aplicación del agua,lo que hace obligado el recurso a trabajos experimentales, en campo, para justificar pro-puestas de interés práctico. En tercer lugar, sobre que la viabilidad de prácticas poten-cialmente útiles para racionalizar el uso del agua de riego depende de la flexibilidad delos sistemas de riego para administrar su entrega. Y, finalmente, en términos econó-micos, sobre el hecho de que el interés práctico para la gestión racional del agua de riegodepende de la legalidad [régimen concesional (Reverté y Pérez, 1987)] para transferir elderecho a usarla cuando, como ocurre hoy en muchos regadíos, el agua podría encontrarmejores usos alternativos.

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Tiene interés comentar la dificultad de conocer el uso del agua de riego por los cul-tivos. Como se indicó, las limitaciones de su estudio se deben a las numerosas varia-bles implicadas: un análisis teórico capaz por sí mismo de ofrecer resultados prácticosprecisos es impensable, y se hace necesario complementarlo con trabajos experimen-tales ad hoc.

Los resultados obtenidos con el seguimiento de los riegos practicados, junto a laoportuna interpretación de funciones de producción, podrán informar sobre los efectosde los mismos y debe contribuir a sugerir prácticas que mejoren el uso del agua. Pero lasdeterminaciones indicadas, precisamente por su carácter empírico, tienen posibilidadesde extrapolación limitadas. A este respecto, también conviene estudiar las limitacionespara aplicar las conclusiones propuestas por un hipotético servicio de asesoramiento deriegos. En la práctica, la capacidad para que los regantes decidan sobre la aplicación delos riegos (variables de operación) está condicionada por las características del sistemade riego (más o menos automatizado) y, sobre todo, por la flexibilidad en los métodospara distribuir la concesión autorizada. Éstos deben ofrecer al regante un grado de liber-tad para programar y aplicar sus riegos; pero éste no es el caso, por lo demás frecuenteen muchas zonas regables administradas por el Estado, en que el agua es entregada conun servicio por turnos. Por todo ello, los sistemas de distribución sin capacidad para unservicio de riegos a la demanda deben ser reformados. De aquí el interés en modernizarlas redes de distribución o, en su caso, impulsar la construcción de obras de regulación.Esta solución es practicada por iniciativa de muchos regantes, que recurren a balsas conlas que pueden garantizar la autonomía necesaria para sus riegos.

En definitiva, una asistencia técnica a los regantes capaz tanto de responder a inte-rrogantes sobre el potencial de ahorro de agua en sus sistemas de riego como de llevar ala práctica sus recomendaciones, debe sostenerse sobre dos pilares: el primero, sistemasde riego bien tecnificados. El segundo, programas específicos de investigación teórico-experimental que mantengan un seguimiento permanente y próximo a sus riegos. Enconsecuencia, la ejecución sistemática de un plan que promueva actuaciones para esatecnificación de riegos, con evaluaciones de campo para ahorrar agua como una labor decultivo más, plantea el problema de los límites a su financiación como un capítulo degastos de explotación. Tiene entonces sentido discutir esa financiación con cargo a unacompensación en función del ahorro de agua.

Debido a que el agua es un bien de dominio público no sujeto a precios de mercado,el coste que paga el agricultor por la que usa en sus sistemas de riego no es comparablecon el que, con otros condicionantes legales, podría corresponderle como factor de pro-ducción escaso. Por otra parte, dadas las dificultades para integrar todos los costes rela-tivos al agua en un régimen de gestión más racional, la contribución de los regantes a losgastos de explotación en sistemas por gravedad se hace en función sólo de la superficieregada, y esto, por diversas razones, suele significar cantidades pequeñas, en conceptode canon y tarifa de riego. Las Tablas IV y V muestran las cuotas correspondientes a unacomunidad de regantes tradicional por gravedad, Margen Izquierda del Bembézar, y aotra más moderna por aspersión a la demanda, Fuente Palmera, ambas en la Cuenca delGuadalquivir y prácticamente a la misma altura del cauce, en márgenes opuestos(Roldán y col., 1997).

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Mientras se mantenga el régimen legal y económico que determina para el agua elcarácter de factor subvencionado, el agricultor que paga poco por él no está debidamen-te motivado para su ahorro. En tanto su sistema de riego disponga de oferta de agua, lademanda no encuentra límites, y su uso será poco eficiente. Todos, administradores yregantes, pierden motivación para su ahorro con un buen mantenimiento y con serviciosde asistencia técnica. Suele resultar un relativo abandono que termina haciendo necesa-rio el recurso a costosas obras de rehabilitación. El comportamiento del usuario es dife-rente en un marco de escasez o con un sistema alimentado con aguas subterráneas, dondepaga los costes de la elevación.

6 TENDENCIAS DEL USO RACIONAL Y DE LA GESTIÓN DEL AGUA DE RIEGO

Objetivo de la modernización de la gestión del agua de riego es conseguir un régi-men de explotación racional gobernado por un sistema experto. Con el apoyo de los pro-gramadores, acequieros y regantes serían sujetos relativamente pasivos. Dicho régimenestaría basado en criterios objetivos para la programación y administración de los riegos.El manejo de las unidades operacionales y de las redes de distribución y de avenamien-to admitiría programas de riego flexibles en cuanto a frecuencia, gasto y duración deaplicaciones sucesivas. Se dispondría, en suma, de procedimientos operativos para deci-dir el valor que conviene a cada una de las variables de operación de sistemas de riego

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Tabla IV. Cuotas de la Comunidad de Regantes de la Margen Izquierda del Bembézar.

Año Gastos por hectárea Volumen pta/m3

Gasto fijo (pta ha) Gasto Total consumidoCanon de regulación Tarifa de la Total variable (pta/ha) (m3/ha)tarifa de utilización comunidad (pta/ha)

1990 10.099 5.400 15.499 0 15.499 8.269 1,87

1991 11.386 6.000 17.386 0 17.386 9.045 1,92

1992 10.571 7.500 18.071 0 18.071 6.042 2,99

1993 9.794 6.500 16.294 0 16.294 294 66,51

Año Gastos por hectárea Volumen pta/m3

Gasto fijo (pta ha) Gasto Total consumidoCanon de regulación Tarifa de Total variable (pta/ha) (m3/ha)

utilización del energía1

(pta/ha)

1990 5.124 8.876 14.000 24.143 38.143 4.117 9,26

1991 4.985 9.015 14.000 24.246 38.246 4.243 9,01

1992 6.973 9.027 16.000 14.260 30.260 1.714 1,77

1993 0 6.000 6.000 0 6.000 0 --1 El gasto variable está calculado como una media de todos los cultivos.

Tabla V. Cuotas de la Comunidad de Regantes de Fuente Palmera.

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y habría que contar, por supuesto, con instalaciones apropiadas para controlar la aplica-ción del agua.

Modelos matemáticos capaces de representar los sistemas de explotación, debida-mente fundamentados en principios analíticos y estadísticos, simularían el funciona-miento de los sistemas de riego. Las respuestas observadas con la ejecución de pruebasde evaluación justificarían actuaciones de reajuste convenientes a la productividad delregadío y fundamentarían la calibración de programas que facilitaran la automatizaciónde los riegos. En su caso, ésta integraría la regulación dinámica del sistema de distribu-ción. Oportunamente obtenidos los parámetros experimentales necesarios para la cali-bración de los modelos, éstos podrían orientar las decisiones convenientes. Controlesdebidamente programados tomarían entonces, oportunamente, las decisiones relativas ala administración del agua a los campos de cultivo.

La pretensión de optimizar la producción del regadío en el marco que antecede pare-ce demasiado ambiciosa. A este respecto, conviene dejar constancia aquí de la preocu-pación que comienza a extenderse ante el temor de que las operaciones de riego se orien-ten excesivamente hacia el empleo de dispositivos automáticos controlados por ordena-dor, con el fin de sustituir la intervención humana. Tal vez sea oportuno recordar cómolos efectos de una automatización excesiva han sido ya sufridos por algunos regantesinquietos y con ambiciones excesivas. También puede ser oportuno añadir que, en oca-siones, las inversiones en tal sentido han sido pagadas por cooperantes forzados y anó-nimos que no siempre han quedado satisfechos con las razones aducidas por la adminis-tración pública que promueve esas supuestas mejoras. Por todo ello, no falta razón aquienes sugieren que, para controlar el agua, más que usar ordenadores que simulen unaexplotación mediante criterios inevitablemente empíricos, deben promoverse y aplicar-se principios sólidos y obras e instalaciones eficaces. Aun en el marco aparentementemodesto de estos objetivos, por comparación con el hipotético alcance de los arriba seña-lados, cabe decir que, en términos generales, el empleo del agua de riego va ganandoeficiencia gracias a la disponibilidad de medios que permiten un aceptable grado deautomecanización en la distribución de los módulos previstos; pero el control deseablesobre numerosas variables condicionantes está lejos de ser logrado.

En los años que corren se viene revalorizando la importancia de evaluar la repercu-sión de los riegos en el uso eficiente de recursos. No solo para reducir pérdidas hídricasen redes de distribución y en campo, sino también para mejor usar otros recursos, puesconviene no olvidar que, al desarrollar criterios de productividad, es el uso conjunto detodos los recursos en juego el que debe ser eficiente. Conseguirlo obliga a gastos (porinversiones, energía, mano de obra, etc.), y la importancia económica de la producciónagrícola, más o menos intensiva, limita los costes imputables al riego. Por ello, en gene-ral, las actuaciones deberán ser fundamentadas en campañas sistemáticas de evaluaciónde todos los recursos movilizados así como de las respuestas productivas de los cultivos.En particular, en el estudio de los recursos hídricos que se consumen o retornan. Sobreesta base, se espera racionalizar la explotación del regadío y, en su caso, optimizar cri-terios de manejo del agua. Se podrán así justificar prioridades entre consolidar viejos sis-temas de riego (rehabilitándolos, modernizándolos o, tal vez, simplemente reformandolos que no fueron bien planificados, proyectados o ejecutados) o realizar nuevas trans-

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formaciones. En definitiva, se tiende a reconocer la importancia del cometido quecorresponde a los servicios de explotación de las zonas regadas.

Los planteamientos indicados deben quedar enmarcados por el objetivo de conservarel medio natural. Urge compatibilizar la aplicación de técnicas modernas de riego con elrespeto a la naturaleza. El desenfoque de una planificación demasiado interesada sólo enla economía, cuando no en el hormigón y en las instalaciones faraónicas, ha de cederterreno ante una presión social que trata de imponer una racionalidad económico-ambiental. Se hace necesario regular la conservación del medio natural mediante lareglamentación de agro-ecosistemas equilibrados. La combinación de los intereses de laadministración pública, ecologistas y agricultores (usuarios del agua y del suelo) debelograr un compromiso conciliador. La sensibilización sobre los límites de tímidos pro-gramas reguladores, ya existentes en algunos países, es creciente. Pero no es fácil impul-sar incentivos económicos acordes con la flexibilidad que conviene a la agricultura delriego y que, al mismo tiempo, cubran los objetivos ambientales.

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