UPAV | Universidad Popular Autónoma de Veracruz …...Cuando nos referimos a la ciencia o a una...
Transcript of UPAV | Universidad Popular Autónoma de Veracruz …...Cuando nos referimos a la ciencia o a una...
UNIDAD1. LA FILOSOFÍA COMO CIENCIA EN EL MARCO DE LA
INTERDISCIPLINARIEDAD
Tema: La filosofía y el conocimiento pre
filosófico
FILOSOFÍA
La filosofía y el conocimiento pre filosófico
La filosofía y su objeto de estudio.
La definición del objeto de estudio de la
filosofía nos permite reflexionar previamente
acerca de lo que se puede entender por
filosofía y al mismo tiempo mostrar cual es la
relación entre ella y su objeto, podemos
preguntar, ¿es el objeto el que define a la
disciplina o la disciplina la que define al
objeto? En cualquier caso tendríamos que
aclarar que se entiende por cada uno de los
términos. En primer lugar trataremos de matizar al „objeto‟, debido al origen que ha
tenido el concepto a través de la historia y específicamente el uso y sentido que
adquiere a partir de la modernidad, lo que igualmente define un modo de
acercarse a las cosas. En el ámbito de la ciencia moderna, la relación del científico
en el proceso de conocimiento plantea la relación sujeto – objeto e igualmente
conlleva un tratamiento y concepción objetual del mundo que le permita estudiar
las cosas de manera aislada, neutral, libre de toda valoración o prejuicio, tal que al
científico le permitiera tener una apreciación objetiva de las cosas, de modo que
ofrezca certeza y valor de verdad en los juicios y afirmaciones que orientan sus
investigaciones.
La palabra objeto deriva del latín Objectum que significa „echar adelante‟
„ofrecerse‟ „exponerse a algo‟ „presentarse a los ojos‟. El origen del término se
sitúa en la edad media y propiamente fue tratado por el pensamiento escolástico
que entendía por objeto diferentes cosas; su tratamiento es diverso en metafísica,
en teoría del conocimiento o en ética.
Sin embargo hay una acepción común de la palabra “objeto” en cualquier caso,
entendido como <<término>>. Así, en metafísica el objeto es un término o fin o
causa final, por ejemplo: la “esencia”, el “logos”, el “fundamento”; en Teoría del
conocimiento, el objeto es el término del acto de conocimiento y especialmente la
forma, ya sea como <<especie sensible>> ya como <<especie inteligible>>; en
ética el objeto es la finalidad, el propósito, lo que se elige, lo justo. En adelante nos
referimos primordialmente a „objeto‟ en los
sentidos metafísico y gnoseológico, con
particular atención a éste último sentido. De
acuerdo con Tomás de Aquino, <<objeto>> es
aquello sobre lo cual cae algún poder o
condición; podríamos adelantar que el “objeto”
como término que caracteriza el qué material
de los objetos de la investigación filosófica.
La referencia intencional que ello supone no
necesita ser únicamente cognoscitiva; puede ser también volitiva y emotiva. Pero,
nuestro trabajo distingue esencialmente el aspecto cognoscitivo. El
objeto en el sentido definido antes es llamado también como
<<objeto connatural1>>. Sin embargo el término “objeto” se
caracteriza y ocupa de distintas maneras. Por ejemplo, con ello
expresamos una relación con las cosas: se habla de objeto directo
o inmediato (cuando el <<poder o condición>> de acuerdo con
Tomás de Aquino, alcanza el objeto directamente); de objeto
indirecto o mediato (cuando el <<poder o condición>> en cuestión
alcanza un objeto por medio de otro objeto); de objeto formal y de
objeto material2. Estos dos últimos tipos de objeto son aquí
especialmente interesantes por el abundante uso que se ha hecho de los
conceptos correspondientes.
1 Propio y conforme a la naturaleza de la investigación.
2 El objeto material de una ciencia es el contenido de su estudio, es decir, la “materia” de la que trata. La
aritmética, por ejemplo, estudia números; la botánica estudia las plantas y la geografía se ocupa de los fenómenos naturales de la tierra.
Cuando nos referimos a la ciencia o a una disciplina en específico, se establece la
consideración habitual de los <<objetos del conocimiento>> (objecta scientiae), a
partir de la división entre su objeto formal y su objeto material. El objeto formal
(formaliter acceptum), o bien, el punto de vista que adopta el investigador para
seleccionar la dimensión del objeto que efectivamente se conoce, es alcanzado
directamente y esencialmente (o naturalmente) por el <<poder>> o <<acto>>. Por
medio del objeto formal se alcanza el objeto material (materialiter acceptum), es
decir, aquello sobre lo que recae la actividad de conocer, el cual es simplemente el
término al cual apunta <<poder>> o <<acto>> de conocimiento a través del objeto
formal. El objeto material es como un objeto indeterminado, su determinación se
opera por medio del objeto formal. En cuanto al objeto formal, puede ser objeto
formal quod3 (el cual), es decir, el objeto que se alcanza ante todo, por sí y
directamente, el principio por el cual se establece una relación entre la disciplina y
el objeto material; y objeto formal quo4(por el cual), es decir, el objeto formal en
cuanto es cognoscible, este último refiere propiamente al modo de acceso a las
cosas, el método. Por lo tanto, la diferencia entre objeto
formal y objeto material se funda en la diferencia entre lo
conocido en cuanto conocido y el objeto del conocimiento.
También en ocasiones el objeto material es llamado
<<sujeto>>, en cuanto se expresa lógicamente en un término
del cual se predica algo, es decir, en tanto puede decirse que
“es”, en este sentido, la cuestión del conocimiento
(epistemológica o gnoseológica) nos conduce a la pregunta
sobre lo que conocemos en tanto que realidad, por lo cual
conlleva a una problematización de orden ontológico.
3 El objeto formal “quod” (el cual) consiste en el aspecto del objeto material que se estudia, o sea, la luz, la
perspectiva o el punto de vista bajo el cual se analiza el contenido de la ciencia. Determina la diferencia específica de cada ciencia. La psicología, la sociología y la historia tienen el mismo objeto material –el ser humano–, pero diversos objetos formales quod o perspectivas: la psíque, la vida en sociedad, su tiempo. 4 El objeto formal “quo” (por el cual) se refiere a los medios, métodos e instrumentos que se utilizan para
progresar en la investigación científica. Así, las ciencias naturales usan aparatos como los microscopios, telescopios, sismógrafos, y métodos experimentales, mientras que las ciencias matemáticas progresan por deducción y la filosofía a base de razonamientos.
El ser algo objeto material no significa necesariamente que sea (<<físicamente>>)
real, puede ser cualquier objeto de conocimiento, un concepto, por ejemplo. Lo
que corresponde al objeto se ha llamado a menudo <<objetivo>> (objetivum). Juan
Duns Scoto contrapuso objectivum a subjectivum, entendiendo objectivum como el
<<objeto en tanto que pensado>> (objectum ut cogitatum). En cuanto a
subjectivum, se ha entendido por ello lo que corresponde al objeto de la
sensación. En este sentido se dice que al estar <<objetivamente>> equivale a
<<estar en la mente>>. Por otro lado, algunos autores (por ejemplo Occam)
hablan de un esse subjectivum, como un <<ser substancial>>, es decir, como un
ser extra animam, pero en este caso se trata del ser <<subjetivo>> en cuanto
<<sujeto de predicación>>.
En varias de las filosofías actuales se entiende “objeto” en un sentido que, aunque
no coincide estrictamente con el tradicional tiene en cuenta alguna de sus
características. Esto ocurre en todas las filosofías en las cuales desempeña un
papel fundamental la noción de intencionalidad5. Algunos ejemplos se encuentran
en los desarrollos de Alexius Meinong, Carl Stumpf y Edmund Husserl. El
desarrollo de las teorías de los objetos, nos permite hablar, por ejemplo de la
<<objetividad>> de la realidad, del <<objetivismo>> de los valores; tiene, sin duda
una resonancia en el sentido del objeto como
lo que <<existe objetivamente>> (sea cual
fuere, por lo demás, la forma de existencia),
pero solamente parece poder entenderse con
pleno rigor cuando el objeto y lo objetivo
poseen una significación sensible parecida a
la más tradicional. Así, para Meinong y
Husserl objeto es todo lo que puede ser
sujeto de un juicio; el objeto queda así
5 La intencionalidad es un término filosófico que refiere a la propiedad de los hechos de la mente (o hechos
psíquicos) por los que ésta indica, hace referencia o se dirige a un objeto (externo o interno). Se puede decir que gracias a la intencionalidad un sujeto es capaz de conocer la realidad que lo circunda y que además tiende naturalmente hacia ella, y, al mismo tiempo, al propio yo, no como objeto, sino en cuanto sujeto del hecho o estado psíquico.
transformado por lo pronto en el soporte lógico expresado gramaticalmente, en el
vocablo „sujeto‟, en todo lo que es susceptible de recibir una determinación y, en
último término en todo lo que eso vale de alguna forma. „objeto‟ equivale, por
consiguiente a „objeto intencional‟; lo objetivo no es, pues, una vez más algo que
tenga forzosamente una existencia real, sino que el objeto puede ser real o ideal,
puede ser o valer. Todo contenido intencional –o, en el vocabulario tradicional,
todo contenido de un acto representativo– es en ese caso un objeto. Con ello el
objeto actual parece aproximarse, por un lado al concepto aristotélico de τό
ύποκείμενον (hipokeimenon) en tanto que materia del razonamiento y, por el otro
lado al objeto en el sentido escolástico, por el cual lo pensado o contenido en el
acto intencional se distingue tanto del acto mismo como del término al cual apunta.
No parece haber distinción fundamental entre ontología y teoría (general) del
objeto, si por „objeto‟ se entiende <<aquello de que se habla o puede hablarse>> o
<<sujeto (posible) de juicio>>. Una de las tareas de la teoría del objeto –o teoría
de los objetos– es la clasificación de objetos y de determinación de sus
propiedades.
Como en la literatura filosófica sigue usándose el término „objeto‟ en todos los
sentidos apuntados –el de la ontología, el de la teoría de los objetos, el de la teoría
del conocimiento–, conviene que cada vez que tal vocablo sea empleado en forma
técnica se precise su significación. Las confusiones más habituales son las que
tienen lugar entre el uso de „objeto‟ en la teoría del conocimiento y el uso del
mismo término en la teoría de los objetos (o en la ontología). Dos medios de
evitarlas sin tener que entrar en cada caso en explicaciones son emplear
respectivamente los términos „objeto de conocimiento‟ y „objeto‟, o bien usar
„objeto‟ siempre como „objeto de conocimiento‟ y elegir algún otro nombre –
„referente‟– para „objeto‟ en el sentido de la teoría de los objetos o de la ontología.
También puede entenderse como “cosa
perteneciente al mundo material o el
correlato de un hecho intencional de
conciencia”. En el primer sentido, se
plantean cuestiones de tipo
epistemológico si nos preguntamos cómo
llegamos a conocer el mundo externo, y
cuestiones de tipo ontológico si nos
planteamos en qué consiste la naturaleza
de una cosa material; en este caso,
llamamos objeto sólo a lo que existe de forma autónoma y particular, no a lo que
se adhiere a él como propiedad. Una rosa es un objeto del mundo material, así
como lo es también una puesta de sol, pero no son objetos ni la hermosura ni la
esplendidez de ambas; son propiedades. En el segundo sentido, el objeto como
referente intencional no es necesariamente
algo que pertenece al mundo físico; puede
pertenecer al anímico, psíquico o mental, como
es el caso de un sentimiento, de un sueño o
del significado de, por ejemplo, «infinito». Por
consiguiente, el objeto es el polo opuesto del
sujeto y aquello que se capta mediante el
conocimiento. Según la teoría del conocimiento
tradicional, el fenómeno del conocimiento
consiste fundamentalmente en la relación entre un sujeto (conciencia) y un objeto,
que se resuelve en la aprehensión de las características del objeto por parte del
sujeto, o una determinación del sujeto por el objeto.
La pertinencia de llevar a cabo una exposición previa del objeto es aclaratoria,
para introducirnos en el modo como la filosofía lleva a cabo un tratamiento y
comprensión de las cosas, ya que históricamente, la pregunta ¿Qué es la
Filosofía?, ha sido respuesta de diferentes maneras, dando pauta a diversas
definiciones y, entonces, el objeto de estudio de la filosofía puede verse
modificado. De esta manera, cada sistema filosófico puede valer como una
respuesta a la cuestión acerca de lo que es la filosofía y también acerca de lo que
la actividad filosófica representa para las culturas en atención a los problemas que
les suscita su presente. Cada modo de atender a esta pregunta es, en
consecuencia, parcial, pero concomitantemente necesario si tenemos en cuenta
que la filosofía se va formando en el curso de su historia. Por lo tanto, cada una de
las definiciones presentadas por los diversos filósofos integra el conjunto de los
aspectos desde los que la filosofía se ha problematizado y no una recopilación de
respuestas arbitrarias. Toda ciencia posee un objeto propio que le confiere su
unidad intrínseca y la diferencia de las demás ciencias, la unidad de la filosofía
consiste en el reconocimiento de la diversidad de posturas manifiestas.
Una cuestión básica, fundacional,
de la filosofía, es la realidad ¿Qué
es lo real? ¿Podemos conocerlo?
Si es así ¿Cómo? ¿Cuál es su
sentido, de dónde emerge y hacia
dónde fluye? ¿De qué manera lo
real sucede a nuestra existencia?
La realidad es su punto de
partida, el faro que delinea los
diversos matices de su horizonte;
es también su horizonte mismo,
en la medida en que, como
veremos, la búsqueda filosófica es siempre una búsqueda incompleta, condenada
–en sentido positivo, a la duda de sí misma, a las fauces de la pregunta misma por
la realidad, de la que emerge. Sin embargo, sería un error significativo, creer que
al hablar de filosofía o de quehacer filosófico, designamos sustantivamente un
conjunto bien ordenado de criterios, principios y métodos, mediante los cuales la
pregunta por el carácter y la posibilidad de lo real, ha sido contestada. Decimos
que es un error –y uno grave, porque la filosofía, desde su raíz etimológica, como
un cierto tipo muy específico de amor, de philia y exaltación por el saber, nos
sugiere la imposibilidad de su definición: cada filósofo, cada acto de la filosofía
comprende el saber, comprende la búsqueda y vive la philia, de formas muy
distintas. Pues, en última instancia, quiénes configuran los aspectos disciplinares
de la filosofía (su qué, su cómo, su porqué), son aquellos que la han pensado y
desde ella se han propuesto redefinir el mundo. No está de más acotarlo: ha sido
tantos, tan plurales y tan fructíferos los modos de entenderla, tan diversos los
resultados que cada uno de estos modos han arrojado, que sería una labor
absurda, grosera, intentar reducir dicha multiplicidad en un cúmulo de tópicos
elementales. No es posible, ni
deseable.
Esta dificultad intrínseca que
presenta su definición y con ella
la ulterior dificultad que se nos
presenta al delimitar su objeto de
estudio, se debe en parte a que,
con mucho más fuerza quizá que
otras disciplinas, la labor filosófica
está preñada de lo que María
Zambrano ha llamado
acertadamente “momentos
irredentos”: remolinos,
turbulencias, giros inesperados de auto-resignificación, tejen el manto filosófico. Y
sin embargo, esta constante ruptura, constante violencia, con la que se interpele a
sí mismo el hacer filosófico a la hora de pensarse, constituye ya un elemento
fundamental de su dinámica: la filosofía es irredenta de nacimiento. Lo es consigo
misma y lo es con la realidad. Como Penélope, figura mítica del pensamiento
griego arcaico, la filosofía teje cada día sus estelas, sus objetos de estudio, sus
métodos, con el único fin de destejerlos por la noche; los desteje por la noche, con
el único fin de ganar tiempo. Tiempo: la filosofía es un viaje que necesita tiempo,
pensar el tiempo, pensarse desde el tiempo.
Pero hemos dicho que su cuestión básica es la realidad. Sea como fuere y de
quién fuere la filosofía, el hilo de Ariadna que la unifica, que la integra, es esa
extraña pregunta por lo real, esa misteriosa necesidad de encontrarla, de decirla,
no importa que de entrada, su objeto le sea inalcanzable: hacer filosofía es
preguntarse por la realidad, para, desde
ahí, configurar el mundo.
Al terminar la guerra Troya, luego de
diez años en batalla inminente, Ulises
decide volver a casa. El recuerdo de su
amada Ítaca, isla del mediterráneo en la
que reinaba junto a su esposa
Penélope, pulsa en su interior como un
deseo. Pero el camino que tenía de
frente no era un simple camino, era una
búsqueda. Antes de volver y so pretexto
de la ira que el héroe griego había desatado en Poseidón, regente de los mares y
fundador de Troya, Ulises y su tripulación navegarían por mucho tiempo,
aparcarían sus naves en muchas islas, se equivocarían y levantarían mil veces;
morirían unos en el camino encantados por la voz de las sirenas o brutalmente
castigados por insultar el templo de algún dios. Estarían perdidos tanto tiempo y
en lugares tan extraños, que, hacia el final del recorrido, sólo un hombre como
Ulises, radicalmente convencido de su búsqueda, pudo sobrevivir.
Pues bien, como punto de partida, podemos decir que como actividad, la filosofía
es una Odisea virtualmente inacabada. Un recorrido sin término del hombre hacia
su oikos, una búsqueda perenne y una construcción potencialmente infinita de
modos de vivir, modos de pensar y modos de decir el mundo; como totalidad,
como propia situación y como propia experiencia. En este sentido, el quehacer
filosófico es también una lucha, desde la sospecha, no sólo por la comprensión de
lo que somos y lo que nos rodea, sino también y fundamentalmente, una batalla
desde la racionalidad, hacia la creación de un mundo, de una vida, que valga la
pena vivirse.
Características de los conocimientos pre filosóficos de tipo: míticos,
mágicos y religiosos.
La sabiduría dictó en verso sus primeras enseñanzas. Horacio, Epístola a los Pisones.
El Mito, la magia y la religión, han
ofrecido a los pueblos una referencia
por lo general, al origen, si nos fijamos
en la trayectoria de la cultura en el
tiempo, vemos su aparición previa a la
filosofía, ello constituye una
representación de la esencia del
universo. El Mito del griego (μῦθος)
mythos: expresión, mensaje, algo que
se narra) nos refiere a narraciones
extraordinarias de hechos
extraordinarios, que por lo general, de
manera intuitiva, sensible e imaginativa
relatan los orígenes, lo que, en la mentalidad primitiva, tiene el propósito de
justificarse. En los mitos se recrean, a través de fábulas o ficciones alegóricas, los
hechos primordiales que, supuestamente, dan explicación y fundamento tanto a
las normas sociales como a las creencias y costumbres, son objeto de culto que
en la Grecia antigua (como en otras culturas) conservaban y transmitían sus
tradiciones, así como también, ofrecían una sabiduría para la vida cotidiana. A
través de la exposición de la genealogía de dichas normas y funciones, o del
origen o génesis del mundo y del hombre. Generalmente se asocian a la actividad
de seres sobrenaturales o de poderes excepcionales, como la voluntad de los
dioses, y permiten la justificación de valores, instituciones y creencias, que las
sociedades construyen mediante representaciones simbólicas que expresan las
características propias de la sociedad que los genera.
En este sentido, los mitos reproducen de forma ideológica las bases de la misma
sociedad que los engendra. Como narración de los sucesos acontecidos en los
tiempos primordiales, en el mundo griego clásico desde Hesíodo y Homero, el mito
es definido como hieros logos o
narración de lo sagrado. Pueden
distinguirse diversas clases de mitos:
mitos de la creación del mundo o
cosmogónicos (Teogonía, Génesis),
mitos de renovación (Himnos órficos),
mitos de héroes y de salvadores
(Odisea), mitos acerca del origen de un
pueblo en los que éste se interpreta a
sí mismo simbólicamente (Fundación
de Tenochtitlán, Diáspora judía,
Rómulo y Remo), mitos escatológicos
(Apocalipsis), mitos de las edades
(ciclos cósmicos). Pero a pesar de la gran variedad de mitos primitivos, es
destacable la gran uniformidad de los temas fundamentales que abordan: los
referentes a la cuestión de qué es el hombre y cuál es su origen, del por qué de la
vida, de la muerte y del origen del mundo y de la sociedad. En los mitos, tanto los
fenómenos de la naturaleza como los de la sociedad adquieren un determinado
sentido, ofrecen modelos ejemplares y generan valores. A su vez, en cuanto que
dan explicación de los fenómenos sociales, de las instituciones, y de las diversas
actitudes que deben tomarse ante la vida, actúan como cohesionadores sociales.
Los personajes de los mitos no pertenecen al mundo cotidiano (al tiempo o al
espacio profanos), sino al mundo de lo sagrado. Generalmente, se asocian a ritos
de rememoración de los acontecimientos míticos, de importancia fundamental
para las sociedades arcaicas. De hecho, mientras el hombre moderno se concibe
a sí mismo como el fruto o resultado de la historia, el hombre de las sociedades
arcaicas se concibe a sí mismo como el resultado de los acontecimientos míticos
ocurridos en los tiempos primordiales y, por ello, se ve obligado a reactualizar
ritualmente los hechos míticos o, por lo menos, a rememorarlos.
… la abolición del tiempo por la imitación de los arquetipos y por la repetición de los gestos paradigmáticos. Un sacrificio, por ejemplo, no sólo reproduce exactamente el sacrificio inicial revelado por un dios ab origine, al principio, sino que sucede en ese mismo momento mítico primordial; en otras palabras: todo sacrificio repite el sacrifico inicial y coincide con él. Todos los sacrificios se cumplen en el mismo instante mítico del comienzo; por la paradoja del rito, el tiempo profano y la duración quedan suspendidos. Y lo mismo ocurre con todas las repeticiones, es decir, con todas las imitaciones de los arquetipos; por esa imitación el hombre es proyectado a la época mítica en que los arquetipos fueron revelados por vez primera. Percibimos, pues, un segundo aspecto de la ontología primitiva; en la medida en que un acto (o un objeto) adquiere cierta realidad por la repetición de los gestos paradigmáticos, y solamente por eso hay abolición implícita del tiempo profano, de la duración, de la <<historia>>, y el que reproduce el hecho ejemplar se ve así transportado a la época mítica en que sobrevino la revelación de esta acción ejemplar.
La abolición del tiempo profano y la proyección del hombre en el tiempo mítico no se reproducen, naturalmente, sino en los intervalos esenciales, es decir, aquellos en que el hombre es verdaderamente él mismo en el momento de los rituales o de los actos importantes (alimentación, generación, ceremonias, caza, pesca, guerra, trabajo, etc.). El resto de su vida se pasa en el tiempo profano y desprovisto de significación: en el <<devenir>>. (Eliade, M. 2000: 42)
La revelación que anuncia el mito ofrece de esta manera un sentido y una certeza,
asimismo, reúne elementos religiosos y mágicos que lo elevan por encima de los
fines temporales y de sus embrollos. Sería absurdo, pensar que este tipo de
representaciones son producto de la arbitrariedad o del engaño, por el contrario,
conducen “al santuario de la verdad misma”, es decir, habita en ello, una
experiencia de verdad, un contenido racional y una mística.
La filosofía realiza un viraje al respecto de el modo de conocimiento en cuanto
explicación de la realidad y aún cuando ahí se encuentran sus orígenes, trata de
superarlos en su forma; sin embargo, es interesante tomar en cuenta el lado
mítico, incluyendo su valor histórico y revelador en general, ya que de esta manera
podremos esclarecer la diferencia con respecto a la forma en que este contenido
existe por oposición a la filosofía. De hecho, al interior de su afinidad, se marca
paulatinamente una diferencia que constituye un momento muy determinado de la
historia: <<el paso del mito al logos>>, es decir, el inicio de la filosofía.
Previamente al sustantivo <<filosofía>> se utilizó el verbo „filosofar‟ y el nombre
„Filósofo‟; por Heródoto (La leyenda de los siete sabios), Tucidides (Oración
funebre) sin una carga técnica. En forma de nombre la referencia se debe a
Heráclito de Éfeso, en dónde encontramos un pensamiento que excluye la
presencia de dioses como explicación de la naturaleza y la presencia de un
pensamiento abstracto que se constituirá en fundamento de la inteligibilidad de los
procesos naturales sometidos al cambio: el logos, razón, idea o ley universal.