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«Vivir dentro»: la unión con Dios «De sorpresa en sorpresa». Chiara Lubich y la unión con Dios Giulia Eli Folonari «Vivir dentro» Chiara Lubich Teresa de Jesús y la amistad con Dios José-Damián Gaitán, o.c.d. Yo/nosotros y Dios Costanzo Donegana, p. i.m.e. Estar enteramente con Jesús María del Carmen Ruiz, m.e.n. El Castillo «exterior» Bruno Moriconi, o.c.d. N.º 84/2012 Octubre - Diciembre Unidad y Carismas

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«Vivir dentro»:la unión con Dios

«De sorpresa en sorpresa».

Chiara Lubich y la unión con Dios Giulia Eli Folonari

«Vivir dentro» Chiara Lubich

Teresa de Jesús y la amistad con Dios José-Damián Gaitán, o.c.d.

Yo/nosotros y Dios Costanzo Donegana, p. i.m.e.

Estar enteramente con Jesús María del Carmen Ruiz, m.e.n.

El Castillo «exterior» Bruno Moriconi, o.c.d.

N.º 84/2012 Octubre - Diciembre

Unidad y Carismas

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Edición italiana

«Unità e Carismi», Fabio Ciardi, o.m.i.,Via della Selvotta, 2500041 Albano Laziale, Roma, [email protected]

Edición inglesa (Asia, África)

«Charisms in Unity», Conrad Sciberras,mssp, Via della Salvotta, 25 00041 Albano Laziale, Roma, Italia.

Edición francesa

«Unitè et Charismes», Roger Bourcier, fsg10, av. Rémy René-Bazin85290 St-Laurent-sur-Sevre, [email protected]

Edición alemana

«charismen. Ordenschristen in Kirche undGesellschaft», Hans Schalk, cssrKaulbachstrasse 47D - 80539 München, [email protected]

Edición eslovena

«Edinost in Karizme», Anton Nadrah, o.cist.,Cistercijanska opatija Sticna61295 Ivancna Gorica, Eslovenia

Edición polaca

«Jednosc i Charyzmaty», Ludwik Myciels-ki, o.s.b.Biskupow 72 PL48-355 Burgrabice, [email protected]

Edición española

Edita: Movimiento de los Focolares (R-2800178-B)Andrés Tamayo, 4. 28028 Madrid

Revista trimestral de espiritualidad y comunión

Edición portuguesa

«Unidade e Carismas», Germano van de Meer, s.v.d.C.P. 18 - 06730-970 Vargen Grande Paulista SP, [email protected]

Consejo de redacción: Carlos García Andrade, c.m.f.; Joaquín Mª Vicente, o.carm; José

Luis Belver, o.s.a.; Juan Gil, o. carm; José Damián Gaitán, o.c.d.; Santiago Sierra, o.s.a.

Administración: Joaquín Mª Vicente, o.carm. Ayala, 35. 28001 Madrid.

Tel. 914351660 - Fax 914351786 - e-mail: [email protected]

Composición: José Luis Belver, o.s.a. www.unidadycarismas.es

Depósito Legal: M-16.216-1991

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3333Unidad y Carismas, N.º 84 Octubre - Diciembre 2012

«VIVIR DENTRO»:

LA UNIÓN CON DIOS

Editorial

Hablar con Dios en el año de la fe Manuel Morales, o.s.a. 4

Perspectivas

El deseo de Dios Gennaro Cicchese, o.m.i. 6

«De sorpresa en sorpresa».

Chiara Lubich y la unión con Dios Giulia Eli Folonari 11

«Vivir dentro» Chiara Lubich 21

Testigos

Teresa de Jesús y la amistad con Dios José-Damián Gaitán, o.c.d. 22

El paraíso de Dios es el corazón del hombre La Redacción 28

Experiencias

Yo/nosotros y Dios Costanzo Donegana, p.i.m.e. 30

Estar enteramente con Jesús María del Carmen Ruiz, m.e.n. 35

Nuevos horizontes

El Castillo «exterior» Bruno Moriconi, o.c.d. 38

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Unidad y Carismas

EDITORIAL

Hablar con Dios en el año de la fe

EEEEL taxista de hoy no estaba para mucha conversación; respondía serio, con monosílabos. Eldía, efectivamente, estaba gris oscuro. Llovía con fuerza y soplaba mucho viento. Los pe-riódicos y las tertulias de radio hablaban de los desahucios, la huelga, el desempleo, los

despidos colectivos, la prima de riesgo…Y no sólo de asuntos económicos se hablaba. Se habla-ba y se discutía hoy también de leyes civiles que, apelando a la “evolución social”, “desnaturali-zan” a los pobres seres humanos, “desfiguran la verdad y la realidad” y le enmiendan la plana alCreador. ¡La cultura líquida! ¿Es esto orden social o “desorden social”?

En el gran hospital, el pasillo mismo hace de sala de espera a uno y otro lado. Debe estar es-crito en algún sitio el aviso de “silencio”. Lo que yo observo es un bullicio de conversas en vozalta, un río de gente en las dos direcciones. De vez en cuando, en silla de ruedas, pasa alguien conrostro abatido camino de una consulta, una radiografía, unos análisis… El “funcionario” que con-duce, medio en broma medio en serio, se abre paso simulando la bocina…

No consigo ver una sonrisa. Me parece todo tan funcional, tan inhumano… ¡Va tan deprisa estacorriente! Cuando ya consigues entrar y cerrar tras de ti una puerta, entonces sí, saludas al “pro-fesional” que conoces por su nombre, le preguntas por su salud –porque anduvo de baja–, y…larelación humana quiere reaparecer…

¿Adónde vamos sin relaciones humanas saludables? ¿Por qué no nos miramos más a la caradespacio, con un poco de detenimiento? ¿No hay salud también en la mirada y en el silencio? ¿Nosomos todos hijos de Dios dignos de respeto, acogida, consideración? ¿O es sólo la técnica, losaparatos, las recetas médicas lo que cura? ¿Es que el amor no cura? ¿Será posible en este mundohablar de Quien trajo a esta tierra el “orden del amor”, porque Él es el Amor y la fuente de las re-laciones humanas? ¿Será posible? ¿O se habrá negado este mundo nuestro secularizado a pensaren Él y hablar de Él?

Es que la palabra “Dios”, escribía Martín Buber, filósofo y teólogo judío, ha sido manoseada,vilipendiada y profanada: «Las distintas generaciones humanas han depositado sobre ella todo elpeso de sus vidas angustiadas hasta aplastarla contra el suelo; ahí está llena de polvo y cargadacon todo este peso… Debemos respetar a quienes no la admiten porque se rebelan contra la in-justicia y el abuso de los que tan de buen grado se justifican con la palabra “Dios”; pero no po-demos abandonar esta palabra. ¡Qué fácil resulta entender que algunos propongan callar du-rante algún tiempo sobre “las cosas últimas” para redimir las palabras del abuso a que se las hasometido! Pero de esa manera es imposible redimirlas. No podemos limpiar la palabra “Dios”,no es posible lograrlo del todo; pero levantarla del suelo, tan profanada y rota como está, y en-tronizarla después de una hora de gran aflicción, esto sí podemos hacerlo»1.

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Es lo que pretendemos en este número de Unidad y Carismas: “entronizar” la palabra “Dios”, intentar bal-bucear algo sobre lo que probamos y vivimos cuando le hemos buscado con humildad y hemos gozado de suencuentro y su amistad. Pero debemos hacerlo comenzando por los “expertos”, los santos, los que consiguie-ron penetrar en el Misterio y nos enseñaron a hacerlo. Porque Dios es Misterio, no un problema, como algunossabios de este mundo han intentado denunciar.

Acercarse al Misterio exige una buena dosis de humildad y silencio, un vacío grande de noso-tros mismos para acoger lo que nos supera y es Verdadero, la Luz pura, aunque dañe la vista ydescubra rincones ocultos como los de nuestras pobres relaciones humanas.

No nos hemos inventado nosotros el deseo de Dios; está inscrito en el corazón de todo ser hu-mano, lo mismo en la edad de piedra que en la era digital. Lo explicaba recientemente BenedictoXVI en una de sus catequesis sobre la oración: «El hombre lleva en sí mismo una sed de infinito,una nostalgia de eternidad, una búsqueda de belleza, un deseo de amor, una necesidad de luz yde verdad, que lo impulsan hacia el Absoluto; el hombre lleva en sí mismo el deseo de Dios». He-mos sido creados por Dios y para Dios, lo sepamos o no. Pero lo más curioso es que cuando con-seguimos la humildad y la buena disposición para acercarnos a Él, lo que nos sorprendió fue en-contrarle a la puerta llamando ya y esperándonos. «Mira que estoy a la puerta y llamo; si algunooye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3, 20)2.

«Dios desea que nosotros tengamos deseo de Él» (San Agustín). Necesitamos hablar de Dios. Necesitamos hablar con Dios. En este número de nuestra revista

nos hemos propuesto departir sobre nuestra unión con Él, una realidad que puede y debe abrazare informar cada instante de nuestra vida, incluso cuando nos falta el tiempo para pensar en Él.Porque la relación con Dios es fruto de nuestro amar y sufrir, fruto del cumplimento de su volun-tad, fruto, y también causa, de nuestras mejores relaciones humanas, «pues quien no ama a suhermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve» (1Jn 4,20).

Podemos advertir vivamente su presencia en momentos de luz y también sufrir su lejanía enlos momentos de la prueba… Pero es siempre Él, una Presencia que nos hace fuertes, nos “orde-na” interiormente, nos abre a los demás, al mundo que nos toca vivir para, con Él, asumirlo y re-dimirlo y “ordenarlo”.

Queremos tratar sobre todo de esa manifestación privilegiada de nuestra relación con Él quellamamos oración. «Santo Tomás de Aquino define la oración como “expresión del deseo que elhombre tiene de Dios”. Esta atracción hacia Dios, que Dios mismo ha puesto en el hombre, es elalma de la oración, que se reviste de muchas formas y modalidades según la historia, el tiempo,el momento, la gracia e incluso el pecado de cada orante. De hecho, la historia del hombre haconocido diversas formas de oración, porque él ha desarrollado diversas modalidades de aper-tura hacia el Otro y hacia el más allá, tanto que podemos reconocer la oración como una expe-riencia presente en toda religión y cultura»3.

Para entusiasmarnos con la idea, bastaría recordar cómo define Teresa de Jesús la oración: «Estratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama». O aquellaotra de Alfonso Ma de Ligorio: «El paraíso de Dios es el corazón del hombre. ¿Dios os ama?Amadlo…Acostumbraos a hablarle de tú a tú, familiarmente y con confianza y amor, como a unamigo vuestro, el más querido que tenéis y el que más os ama».

Manuel Morales, o.s.a.

1 M. Buber, Eclipse de Dios, Ed. Sígueme, Salamanca 2003.2 Benedicto XVI, El hombre en oración (2), Audiencia general, 11 de mayo de 2011.3 Ibidem.

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Unidad y Carismas

EEEES tal vez la fragilidad o el miedo, eneste “tiempo postmoderno”, marca-do por la incertidumbre de la vida y

por la superficialidad en las costumbres–todo está permitido, porque la regla consis-te en que ya no hay reglas– lo que nos ha lle-vado a una nueva condición humana fluc-tuante, indefinida e indefinible: “fluida”.

¿Deseo o deseos?

Oscilamos así entre el deseo y los deseos,entre deseo desatado o frustrado, entre de-seo elevado o degradado a bajo instinto, ha-ciéndonos siempre en menos humanos, des-de el momento en que, cuando nos queda-mos en la parte animal que hay en nosotros,perdemos de vista precisamente lo que nosconstituye como hombres: nuestra humani-dad. Porque es precisamente esto lo que es-tamos perdiendo de vista: el deseo de ser lo

que somos. Cuerpo y alma, carne y espíritu:totalidad unificada, reconciliada en unidad,en la identidad personal y en la acción vir-tuosa. Por eso conocerse a sí mismo, dominarsey darse son los desafíos de lo humano. Pararealizar lo que la naturaleza ha puesto ennuestras manos: un proyecto de humanidaden desarrollo, la realización de nuestro serpersona. El hombre es en efecto ese ser cuyoser es un desarrollarse en el ser.

El drama de una gran parte de la huma-nidad hoy día es la “pérdida del deseo”, dela “tensión” positiva, como búsqueda desentido y de plenitud para realizar el propiodesignio. Pero existe un riesgo aún más sutily más engañoso. El deseo, que cualificaba alhombre en cuanto ser libre, capaz de cono-cer y de querer, cada vez se hace menos ne-cesario y fascinante. En el tiempo de la indi-ferencia todo puede/debe guardar silencio.También el deseo disminuye, en el tiempo

Gennaro Cicchese, o.m.i.

El deseo de Dios

Sobre el deseo de Dios –que por amor se da y emplea toda su vida por el hombre, para su salva-ción y su divinización– y sobre el deseo del hombre, que, como respuesta a ese amor, se convierte enllamada y compromiso.

PERSPECTIVAS

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del olvido. Disminución del deseo, olvidodel deseo.

Y sin embargo aumentan los deseos. Seha dicho: en un mundo en el que hemos dejadode creer en Dios creemos un poco en todo y –aña-do- al contrario de todo. Así en un mundo enel que el deseo se oscurece, aumentan los deseos:en general son necesidades suscitadas porel comercio y por la publicidad, por el de-seo de tener más que de ser, de aparentarmás que de actuar. Deseos horizontales,que tienden a las cosas: “objetos del deseo”que una tecnología sofisticada y atrayentenos los hacen sentir más hermosos y másapetecibles. La invitación a apropiarnos deestos objetos nos expone a la enfermedadde creer que son fin en sí mismos, sobre laque los grandes autores de la psicología yde la vida espiritual nos han puesto muy enguardia.

Pero hay algo peor. El deseo no va sim-plemente dirigido hacia el mundo del bien yde lo real, sino cada vez más hacia el delmal y de lo posible, cueste lo que cueste. Nohay otra moral, y así los deseos se dirigenhacia metas contaminadas, expuestos en lasplazas de lo efímero y vendidos en el merca-do de la idolatría. Deben ser consumidos rá-pidamente, uno tras otro, como cerezas ju-gosas, sin interrupción ni satisfacción total,para dejar abiertos la boca y el estómago aotros deseos. Deseos cada vez más contami-nados por el mercado de la oferta, que pro-pone y proporciona placeres sin alegría,sexo sin amor, poder sin límites.

El ser humano se va consumiendo así,cansado y exhausto, en una serie de deseossin fin y sin límite: son los deseos desenfre-nados. Se convierte en prisionero y esclavo,incapaz de esquivar el obstáculo más gran-de: el de liberar el propio poder, de ser librey conquistar la propia libertad. La contami-nación ha afectado a su naturaleza: consu-mismo y relativismo. Todo se puede conse-

guir y se consigue, pero no por eso uno esmás rico: es el comienzo de la pobreza delo humano, del hombre en el tiempo de lapobreza en el que la riqueza, paradójica-mente, empobrece y aleja de la solidaridady del compartir. Todo se ha rebajado, perono hay igualdad; el objeto (deseado y dese-able) es el que sujeta al hombre a sí mismo,sometiéndolo, “cosificándolo”. El hombrevive y muere, sofocado por la multiplicidadde los deseos.

Deseo de Dios y deseo de lo infinito: lasabiduría de las religiones

El filósofo judío Lévinas ha estudiado ycomentado el Talmud, situándose en unaperspectiva casi teológica. Influenciado porel clima cultural de la tradición judía, Lévi-nas afirma que la fe en Dios es el deseo jamássatisfecho de infinito. Lo divino no se mues-tra, permanece en silencio incluso ante latragedia (Lévinas vivió la época de la Sho-ah), pero hay una huella de divino en el deseo deDios, en el deseo de lo infinito, de lo absolu-tamente Otro, inaccesible al ser individualdel hombre. «Ningún viaje, ningún cambio declima o de paisaje –así escribe en la mayor desus obras, “Totalidad e infinito”– estaría encondición de satisfacer el deseo»1.

Dios ha desaparecido como un misteriosoviandante que ha querido borrar sus huellas. Poreso Dios es el Deseado: incluso no mostrándoseal hombre, Él es el objeto de su deseo. Pero estedeseo no se funda sobre una vana voluntadde desear; el deseo es suscitado por el Dese-ado, es decir, el movimiento del alma quelleva al hombre a desear lo infinito más alláde sí es suscitado por la presencia de lo divi-no, del que es absolutamente distinto delhombre. Dios existe, pero no se muestra, y,aun no mostrándose, suscita el deseo de Síen los hombres (la fe). Sólo así el hombrepuede ponerse en camino hacia lo infinito,

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Unidad y Carismas

en un movimiento que nunca se agota haciala presencia infinitamente distante –diferen-te, del Totalmente Otro–, pero infinitamen-te deseada de Dios.

También la sabiduría cristiana, lugar deorientación y estrella polar en tiempos defragilidad y de fluidez como los nuestros,nos ofrece una referencia rigurosa y clara.Así, en el número 27 del Catecismo de la Igle-sia Católica (CIC), leemos: «El deseo de Diosestá inscrito en el corazón del hombre, porque elhombre ha sido creado por Dios y para Dios; yDios no cesa de atraer hacia sí al hombre, y sóloen Dios encontrará el hombre la verdad y la dichaque no cesa de buscar: “La razón más alta de ladignidad humana consiste en la vocación delhombre a la comunión con Dios. El hombre es in-vitado al diálogo con Dios desde su nacimiento;pues no existe sino porque, creado por Dios poramor, es conservado siempre por amor; y no viveplenamente según la verdad si no reconoce libre-mente aquel amor y se entrega a su Creador”(GS, 19)».

Se trata de una importante afirmación,respaldada por un texto significativo delConcilio Vaticano II. El deseo de Dios (ge-nitivo objetivo: el deseo que nosotros tene-mos respecto de él) nos lo ha puesto él mis-mo en el mismo momento en que nos hacreado. La comunión con Dios, es decir,nuestra relación privilegiada con él, origina-da y sostenida por el amor divino, es llama-da y tarea. Por eso exige una respuesta librey confiada, que se convierta en “entrega”.

Pero el Catecismo va aún más allá, y echauna mirada de conjunto al recorrido huma-no del “deseo” de Dios, de la búsqueda delhombre respecto de él, que ayer como hoyencuentra diferentes manifestaciones: «Demúltiples maneras, en su historia, y hasta el díade hoy, los hombres han expresado su búsquedade Dios por medio de sus creencias y sus compor-tamientos religiosos (oraciones, sacrificios, cultos,meditaciones, etc.). A pesar de las ambigüedades

que pueden entrañar, estas formas de expresiónson tan universales que se puede llamar al hom-bre un ser religioso: El “creó, de un solo principio,todo el linaje humano, para que habitase sobretoda la faz de la tierra y determinó con exactitudel tiempo y los límites del lugar donde habían dehabitar, con el fin de que buscasen a Dios, paraver si a tientas le buscaban y le hallaban; por másque no se encuentra lejos de cada uno de nosotros;pues en él vivimos, nos movemos y existimos”(Hch 17, 26-28)» (CIC 28).

El texto subraya por una parte la univer-salidad de esta búsqueda, de este deseocomún a todos los hombres, y afirma tam-bién la realidad decisiva del ser humano: noobstante la ambigüedad y las caídas, él es,en su naturaleza más íntima, homo religiosus,abierto a Dios y marcado por la relacióncon él. Sin embargo, eso no es suficiente.Cuanta más alta es la dignidad –y la huma-na es altísima, hasta el punto de que es ha-cia ahí donde Lucifer y sus secuaces dirigensus ataques mortíferos– más alto es el ries-go. El Catecismo continúa: «Pero esta “unióníntima y vital con Dios” puede ser olvidada, des-conocida e incluso rechazada explícitamente porel hombre. Tales actitudes pueden tener orígenesmuy diversos: la rebelión contra el mal en el mun-do, la ignorancia o la indiferencia religiosas, losafanes del mundo y de las riquezas, el mal ejem-plo de los creyentes, las corrientes del pensamien-to hostiles a la religión, y, finalmente, la actituddel hombre pecador que, por miedo, se esconde deDios y huye ante su llamada» (CIC 29).

El riesgo es inherente a la fragilidad de lanaturaleza humana, que está marcada porla herida del pecado y de las tendenciasegoístas consiguientes, y también a su débilmemoria (“El hombre es un animal que ol-vida”), por eso resulta fácil que caiga en laignorancia y la indiferencia. Todas estas re-alidades ensombrecen ese deseo profundoinscrito en su corazón, oscureciéndolo, y lollevan, del deseo vertical de Dios, que cons-

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tituye de algún modo la naturaleza más pro-funda del ser humano, al deseo horizontal,que se manifiesta y se expresa en una multi-tud de deseos.

El deseo olvidado, sin embargo, no seanula: muere y vuelve a surgir en aquelloshombres que han sabido vivir profunda-mente, es decir, en la medida que han sabi-do aceptarlo y suscitarlo: Sócrates, Buda,Mahoma y, naturalmente Jesús. La vidaque se inspira en él se hace actitud, estilo devida. El deseo, unido hasta ahora a cosashumanas y temporales, se impregna enton-ces de divino y de infinito.

El «deseo santo»

En el Tratado sobre la Primera carta de Juan(4, 6), san Agustín escribe una bellísima pá-gina sobre la “visión de Dios” que puedeiluminar nuestro tema. Comparando las re-laciones de Juan con Jesús y su incompara-ble grandeza dice: «Y como ahora no podéisver, sea vuestro ejercicio el deseo. Toda la vidadel buen cristiano es un santo deseo. Lo quedeseas aún no lo ves, pero deseando te harás ca-paz de verlo, para que, cuando venga lo que hasde ver, seas saciado.

Pues así, como, si quieres llenar una concavi-dad y sabes cuánto es lo que se te va a dar, estirasla concavidad del odre, o del saco, o del recipien-te, pues conoces cuán grande es lo que has de me-ter y ves cuan pequeño es el recipiente y estirándo-lo lo haces más amplio, así Dios, retardando surespuesta agranda el deseo, haciendo desear dila-ta el ánimo, y así le hace más capaz.

Deseemos, hermanos, porque hemos de ser lle-nados. Ved a Pablo cómo extiende el seno parapoder contener lo que ha de venir, pues dice: Noque ya lo haya alcanzado o ya sea perfecto; her-manos, yo no pienso que lo he alcanzado aún.¿Qué haces, pues, en esta vida, ya que aún no lohas conseguido? Una sola cosa: olvidándome delo de atrás, tiendo a lo de adelante, y sigo corrien-

do con la intención hacia la palma de la supremavocación. Dice que tiende y que sigue corriendocon la intención. Se sentía incapaz de contener loque el ojo no vio ni el oído oyó, ni vino al corazónde hombre.

Esta es nuestra vida: que nos ejercitemos en eldeseo. Pero en tanto nos ejercita el santo deseo encuanto apartamos nuestros deseos del amor del si-glo. Ya lo hemos dicho otras veces: vacía lo que hade llenarse. ¿Has de ser llenado de bien? Derra-ma el mal. Piensa que Dios te quiere llenar demiel; si estás lleno de vinagre, ¿dónde pondrás lamiel? Debe ser derramado lo que contenía elvaso, debe ser limpiado el mismo vaso, debe lim-piarse incluso con trabajo y afán para que seaapto para algo. Dios es aquello que no puede ex-presarse por más que queramos decir, por más quedigamos, ya digamos miel, ya digamos oro, yadigamos vino.

Y, cuando decimos Dios, Deus, ¿qué decimos?¿Son estas dos sílabas todo lo que esperamos?Todo lo que somos capaces de decir es inferior aÉl; tendámonos, pues, hacia Él para que, cuandoviniere, nos llene, “ya que seremos semejantes aÉl, puesto que le veremos tal cual es”».

En esta espléndida página agustiniana seilustra ante todo la importancia y la necesi-dad del deseo, sin el cual la vida se empo-brece y se reduce a la dimensión horizontaly no conduce a la visión. El deseo, en suenergía originaria, es necesario para que elhombre se abra al conocimiento, y para ha-cerlo capaz de acoger a Dios (capax Dei), esdecir, de ampliar su horizonte a las profun-didades del mismo Dios, hasta convertirseen ejercicio y estilo de vida; búsqueda conti-nua y pregustación de las cosas futuras y ce-lestiales, prometidas a los que creen y quie-ren ejercitarse en acoger a Dios. Siguiendocon la imagen agustiniana: es agrandandoel saco como se logra que pueda acoger uncontenido tan inmenso.

El deseo también hay que elaborarlo yorientarlo en una práctica pedagógica, ética

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Unidad y Carismas

y religiosa que lleve a buen término estagran posibilidad inscrita en el corazón delhombre. Se trata por lo tanto de “ejercitar-nos en el deseo”. Algo que ya san Pablohabía enseñado y que también Agustín ex-perimentó en su vida, resumiéndolo en lahermosa expresión del comienzo de susConfesiones (1,1): «Nos hiciste, Señor, para ti ynuestro corazón estará inquieto hasta que descan-se en ti».

Por último, este deseo debe ser santo, esdecir, separado de lo viejo y abierto a lonuevo: si Dios nos quiere llenar de miel, ¿dequé sirve dejar en nuestros vasos el vinagre?Es necesario arrojar el contenido del vaso ymantenerlo constantemente limpio, siemprepreparado para acoger a aquel que, sólo Él,puede llenarlo digna e infinitamente: Dios.

El deseo de Dios sobre nosotros

A mi amigo Djaz, que es un musulmánsenegalés, le he comentado que estoy escri-biendo sobre “el deseo de Dios”. «Un temadifícil –me responde–, no siempre es fácil com-prender lo que Dios desea de nosotros». Su res-puesta me impresiona. No era ese el enfo-que que yo había pensado cuando me pusea hacer lo que he escrito hasta aquí: expo-ner el deseo de Dios en sentido objetivo(por parte del hombre). Pero existe tambiénel reverso de la medalla. El deseo de Diosen sentido subjetivo, o desde ese otro puntode vista.

Y la pregunta surge espontánea: ¿Diostiene deseos? Y si los tiene, ¿qué desea Diosde nosotros? No pretendo alargar mi mira-da demasiado, sino quedarme en lo queconsidera el Nuevo Testamento, cuandoafirma que «Dios quiere que todos los hombresse salven y lleguen a conocer la verdad» (1 Tim 2,4), o en el momento en el que Jesús ora para«que sean todos uno, como tu Padre estás conmi-go y yo contigo; que también ellos estén con noso-

tros, para que el mundo crea que tú me enviaste»(Jn 17, 21).

En uno y otro caso se expresa una explí-cita voluntad divina, que se convierte enpunto de referencia o de inspiración huma-na, además de invitación a ajustarse a esedeseo, a esa voluntad divina, para vivir laperfección cristiana. Los maestros de vidaespiritual, desde Francisco a Ignacio, desdeTeresa de Ávila a Teresita del Niño Jesús,han enseñado y dado testimonio de esto.También Teresa de Calcuta en nuestrosdías nos ha invitado a ser «lápiz en las manosde Dios». Y Chiara Lubich ha sintetizado lasabiduría de Jesús de esta manera: «Ahorabien, Él dijo que sólo haciendo la voluntad de suPadre es como se ama verdaderamente, que todoel amor consiste en eso. Todos nosotros estamoscogidos por el deseo de tener a Dios como Ideal,de tenerlo como el primero, de amarlo realmentecon todo el corazón; pues bien, existe un sistema:basta hacer su voluntad momento a momentocon todo el corazón, toda la mente y todas lasfuerzas»2.

En conclusión, Dios tiene el deseo de quenosotros tengamos deseo de él. Dios tienesed de nuestra sed. Dios desea nuestro de-seo. Y la vida verdadera es solamente aque-lla que se guía por el deseo: la cual no se lo-gra ni por miedos ni por esfuerzos de volun-tad, sino yendo tras un deseo que Jesús sabeacoger e indicar, reasumiéndolo en una en-señanza que es deseo divino. Como escribeChiara: «En el amor fraterno está la culmina-ción de todo deseo de Dios que se hace manda-miento: “Yo os doy un mandamiento nuevo: queos améis los unos a los otros” (Jn 13, 34)».

1 E. Lévinas, Totalità e infinito, Jaca Book, Mila-no 2006, p. 31. Existe una edición en castellano:Totalidad e infinito: ensayo sobre la exterioridad, Sígue-me, Salamanca, 1997.

2 Cf. Ch. Lubich, Colloqui con i gen, 1975/2000,Città Nuova, Roma 2001, pp. 84-87.

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¿Había oraciones que Chiara apreciaba demodo especial?

Siempre nos enseñó que debíamos reci-tar solamente las oraciones de los cristianoscorrientes, porque estamos en el mundo,trabajamos...

Al mismo tiempo recordaba las palabrasde san Pablo: «Orad siempre, sin interrupción»(cf. Ef 6, 18). Debíamos, pues, orar todo eldía. A quien le preguntaba: «¿Qué hay quehacer para orar siempre?», respondía: «Estan-do siempre en unión con Dios».

Le gustaba mucho el Padre nuestro, sobretodo la primera parte, y el Ave María, tam-bién sobre todo la primera parte, porque es

más evangélica. También le gustaba muchoel Gloria; cuando lo recitaba sentía una rela-ción con cada una de las tres divinas Perso-nas.

Sobre todo en los primeros tiempos, to-dos los días, después de la Comunión, sequedaba en la iglesia y se leía el testamentode Jesús, la oración con la cual Jesús pidióal Padre la unidad –el capítulo 17 de sanJuan–, para tenerla siempre presente, paraponerla en práctica.

Chiara la comentaba y se maravillaba deque nadie la hubiera puesto tan de relieveanteriormente.

Lo mismo había sucedido con el Gritode Jesús en su abandono en la cruz. Una

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Giulia Eli Folonari

«De sorpresa en sorpresa».Chiara Lubich y la unión con Dios

Conversar con Giulia Folonari es una experiencia especial. El objeto del coloquio es natu-ralmente Chiara Lubich, junto a la cual permaneció durante cincuenta años como secretaria–así es como se la vio siempre–, pero sobre todo como miembro de su focolar, su confidente yamiga. Le hemos preguntado sobre la oración de Chiara y su unión con Dios. La fundadoradel Movimiento de los Focolares ha dejado muchos escritos sobre este tema, empezando portres conversaciones extraordinarias tituladas “Sobre la unión con Dios”. A ellas remiteEli, mientras evoca algunos recuerdos personales. No se trata de una testigo pasiva y distan-te; Chiara la implicó en su misma experiencia, realizando, con ella y con los demás miem-bros de su focolar, y con el centro del naciente Movimiento, un auténtico “Santo viaje”.

PERSPECTIVAS

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vez, estando en Baar, en Suiza, Chiara sin-tió que Jesús le decía: “He esperado veintesiglos para revelarme a ti”. Sí, Jesús le re-veló de un modo nuevo su abandono. Elmismo P. Casimiro1, que le habló de élcomo del mayor dolor de Jesús, dijo que nosabía cómo le salió de la boca aquella afir-mación, en la que nunca había pensado.Ahora ha entrado en la reflexión teológica.

También durante el Concilio Vaticano IIse incluyó la novedad de “Jesus en medio”de nosotros, introducida por los obisposque estaban en contacto con Chiara: Vanni,Mingo... Recuerdo que le telefoneaban:«Hemos conseguido introducir la realidad de“Jesús en medio” junto con todas las otras pre-sencias de Jesús...».

Otra oración típica de Chiara era el llamado“Consenserint”

Lo hacía a menudo, varias veces al día.Jesús había dicho que cuando dos o tres, enla tierra, se reunieran para pedir juntos algo(consenserint, en latín) en su nombre, el Pa-dre lo concedería (cf. Mt 18, 20). Y ella lohacía. Cuando había algún encuentro o ibaa hablar, nos llamaba a las de casa o a lasque tenía a su alrededor, entrábamos en lacapilla, delante de Jesús Eucaristía, y Chia-ra pedía el Espíritu Santo. No pedía nadaespecial, sino que el Espíritu Santo la guia-ra, la iluminara, que le hiciera decir lo quetenía que decir. Cuando volvía de los en-cuentros, decía: «Siento una alegría...»; sobretodo después de la Conexión –la conversa-ción telefónica que la ponía en contactocon todo el Movimiento extendido por elmundo–, porque sentía que creaba entre to-dos la unidad, el testamento de Jesús reali-zado a una escala tan amplia.

Es la alegría, la experiencia de la unión conDios que se siente después de haber amado alos hermanos, como escribe en una famosameditación suya: “Hemos estado con los

hermanos todo el día y, por la noche, hemosencontrado al Señor”.

Después de la Conexión, sentía al Señorenseguida, cuando salía de la sala, sin espe-rar a la noche. «Siento un “gozo” especial»,decía, no sabiendo cómo definir esa alegría.De hecho, estaba muy contenta y luminosa.

Así pues, algunas veces sentía la unióncon Dios inmediatamente, como fruto dehaber amado a los demás; otras veces, mástarde, por la noche...

Pero lo que nos ha enseñado desde elprincipio es que hay que escuchar siempre“su voz”, la voz de Dios, que se manifiestaen lo que dicen los superiores, en los deberesque cumplir en el trabajo, en el colegio, entodas partes. Daba mucha importancia a lainspiración, a la voluntad de Dios significa-da y a la de beneplácito, hasta el punto queella misma, en la vida de focolar, a veces nosdecía: «No has escuchado la voz, porque si la hu-bieras escuchado, habrías hecho tal cosa...; ohabrías hecho algo diferente de lo que se te propu-so». Nos enseñaba a tener esta relación conel Espíritu Santo, constante, inmediata.

En este camino de unión con Dios el mo-delo era María.

Recuerdo cuando Chiara descubrió la“Vía Mariae”. Volvíamos en automóvil des-de Roma a casa, a Villa Pacelli en Grottafe-rrata, donde vivíamos. De repente, dice: «Sinuestro modelo es María, su camino es nuestrocamino». Era un período en el cual entre no-sotros se había puesto de relieve la santi-dad, la llamada a ser santos, y veía estacoincidencia entre nuestro camino de santi-dad y María. «En su camino, nuestro camino»,decía mientras yo conducía, y empezó a re-pasar, uno tras otro, los episodios evangéli-cos de la vida de María. Sólo consideraba elEvangelio, nada más. Empezó con un epi-sodio, luego otro... se hacía preguntas...Llegados a la Villa, enseguida empezó a ex-poner a cuantos estaban en casa lo que

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había comprendido durante el viaje, paraverlo en unidad. Entre otras personas, esta-ba allí Vale Ronchetti, la cual, escuchandoa Chiara hablar de la Anunciación, afirmócon espontaneidad: «Es la elección de Dios».Y Chiara: «Tienes razón, es justamente la elec-ción de Dios».

Así, gradualmtne, recorrió todos los epi-sodios de la vida de María –hoy decimos las“etapas”–, refiriéndose siempre a la Escritu-ra. De hecho Chiara dominaba la Escritura,sobre todo los Evangelios, y se remitía aellos, no tanto a los estudios de Mariología.Había entonces un famoso mariólogo, el P.Roschini, de los Siervos de María, el cualseguía nuestro Ideal; ella lo había llamado“María popa”, “María Niña”. Pero Chiaraestaba mucho más interesada por el Evange-lio que por los escritos mariológicos. ElEvangelio, sólo el Evangelio.

Así pues, la Anunciación, la visita a santaIsabel, o sea, la alegría de comunicar nues-tra elección; el nacimiento de Jesús, compa-rable a saber engendrar a “Jesús en medio”;la pérdida de Jesús y el encuentro con las di-ficultades, lo imprevisto; luego los treintaaños en la familia de Nazaret era la vida defocolar, con Jesús entre nosotros; despuéslos años de la vida pública, la participaciónen las conquistas de sus seguidores, en la di-fusión del Ideal; hasta la Desolación deMaría en el Calvario: Jesús que le dice:«¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!» (Jn 19, 26), in-dicándole a Juan. ¿Cómo es posible? Maríapierde su maternidad divina. También cadauno de nosotros ha de saber perder ese“Jesús en medio”, fruto de un amor sin lí-mites, por un traslado de zona, de tarea...

¡Dios sabe cuántas cosas sucedierom enaquel automóvil, mientras usted conducía!¿Chiara rezaba en el coche?

Me parece que empecé a conducir el co-che de Chiara en 1952. Nada más subir, me

decía: «Nada de Movimiento. No hablemos delIdeal». Dábamos una vuelta por el centro deRoma o por los alrededores. Para ella eraun intervalo, un momento de descanso, dedistensión. Más tarde, mientras paseába-mos en coche, empezó a leer la correspon-dencia. Entonces me decía: «Responde así,así....». Cuando me suplió Anna Paulacomo conductora, yo me sentaba detrás,con Chiara. Me hacía leer algún informe ytomaba apuntes: «Esto sí –me decía–, eso tam-bién...». Pero entonces eran paseos largos ya veces le sugería a Anna Paula: «Sigue has-ta que hayamos terminado».

Al principio, cuando aún salía conmigo,a veces venían también D. Foresi2 e IginoGiordani3. Íbamos, por ejemplo, a CastelFusano, y allí leíamos los textos del “Paraí-so”, los apuntes que Chiara había escritodurante su experiencia del verano de 1949.Hablaba de cosas bellísimas, ¡pero en aque-llos años, 1952-1953, aún no existía el mag-netofón!

¿Participabas en estas lecturas, en estas con-versaciones?

Sí, sí; estaba callada, escuchando. Megustaban muchísimo. Conocí las realidadesde aquella experiencia extraordinaria de1949 por las lecturas de sus escritos queChiara hacía con D. Foresi e Igino Giordani.

¿Ibais también a algún santuario? Recuerdohaberla saludado en el santuario de la Ma-

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De repente, dice: «Si nuestro mode-lo es María, su camino es nuestro cami-no». Era un período en el cual entrenosotros se había puesto de relievela santidad, la llamada a ser santos,y veía esta coincidencia entre nues-tro camino de santidad y María.

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donna del Divino Amore, en Roma. Me dijoque la nueva construcción le gustaba porqueera moderna

A veces iba al Divino Amore, o a algunaiglesia de Roma a hacer la visita al Santísi-mo. En otras ocasiones, yo trataba de lle-varla a ver algún monumento de Romapara distraerla. Ella aceptaba, pero era máspor... amor a mí.

En el diario del 14 de febrero de 1971 es-cribía: «Te doy gracias, Dios mío, poresta casita que, a través del Movimien-to, me has dado. Viviendo aquí, al ir ovenir, incluso físicamente se está siem-pre junto a ti; y esto facilita pensar enti... Tú me das la gracia de la intimidadcontigo». En la casa de Rocca di Papa, sudespacho tiene una puerta que comunica di-rectamente con la capilla. ¿Chiara utilizabaa menudo esa puerta?

Fue una idea del arquitecto Marabotto,al construir la casa, colocar la capilla en elcentro, en la primera planta, para que inclu-so materialmetne fuera el centro de la vidade Chiara. No solo el despacho, sino todogira entorno a la capilla: el comedor, la bi-blioteca... Chiara aprobó enseguida el pro-yecto. Ahora la colocación del despacho hacambiado respecto al principio. Antes,abriendo la puerta de la capilla, su mesa es-taba justamente delante del sagrario, del al-tar.

Pero vi a Chiara algunas veces sentadaen un banco de la capilla escribiendo; otrasveces paseaba, pensando, preparándosequizá para algún discurso.

¿Os invitaba a vosotras, que estabais en casacon ella, a “tener Jesús en medio”, a vivir elamor recíproco, que trae la presencia deJesús entre nosotros?

Muchas veces. Por la mañana, nada másque salía de su habitación, decía: «¡Eli, ten-

gamos Jesús en medio!», para comenzar ense-guida el día junto con Él. Otras veces, sim-plemente me saludaba, pero se sobreen-tendía esa invitación; yo comprendía ense-guida que había que ponerse en lo sobrena-tural, estar a la altura de la vida de unidad...

En cambio, cuando no había plena uni-dad, cuando “faltaba Jesús en medio”, noslo decía: «Pongamos Jesús en medio; ¿cómo esque no está?». Era una invitación a volverloa poner; en caso contrario, suponía que es-taba.

Cuando llegaba alguna noticia especial ocuando tenía que responder a cuestiones im-portantes, ¿pedía vuestra unidad?

Era Chiara quien resolvía las cuestiones.Después nos llamaba. A menos que fueraalgo muy serio, ella tenía su respuesta,pero después la contrastaba sobre todo conD. Foresi o con Igino Giordani, mientrasvivió. Nosotras estábamos como detrás, asus espaldas.

Recuerdo cuando aún estábamos enRoma, en la calle Tigré. Estaban Giosi, Na-talia, Aletta y Marilén4. Estas cuatro focola-rinas eran el primer apoyo con el cual Chia-ra hacía unidad. Yo acababa de llegar, porlo cual hacía otras cosas, contestaba al telé-fono..., pero tenía “Jesús en medio” en lavoluntad de Dios.

Durante el día, ¿hablaba con vosotras deDios o no hacía falta porque el clima sobre-natural era ya profundo?

Para Chiara era importante llevar ade-lante la obra de Dios, trabajar por su Obra.La jornada era sobre todo una sucesión deencuentros. Recuerdo una vez, en la calleTigré, que Giordani, almorzando conChiara, magnificaba los votos de los focola-rinos y no paraba de hablar. Y Chiara:«¿Qué te crees, Foco? También los sacerdotes, laspersonas vírgenes y los consagrados pueden ir al

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infierno. Un casado, con todas las cruces que tie-ne en su familia, puede que ame más a Dios quetodos esos consagrados». Él escuchaba...«También tú puedes hacer esta entrega completaa Dios. ¿La sientes?». «Seguro, Chiara; gracias,Chiara». Inmediatamente fue con Marilén ala iglesia de santa María Goretti, reciénconstruida, a hacer el voto. Más tarde sevio con la Iglesia cómo podía ser posibleuna consagración de los casados, pero paraChiara era un verdadero voto, que, natural-mente, tenía en cuenta su condición.

¿Estos encuentros eran la ocasión para co-municar su vida espiritual, su relación conDios? ¿Contaba alguna experiencia de laPalabra de Vida?

Más bien se iba de novedad en novedad.Construir la unidad, esto era el fundamen-to. Chiara nos exponía una realidad mara-villosa y, al día siguiente, o a la semana si-guiente o al mes siguiente, decía: «Se da otropaso adelante». Pasábamos siempre de sor-presa en sorpresa, de maravilla en maravi-lla. Luego, de vez en cuando, nos decíaalgo de su alma, pero era más bien raro. Elobjeto de sus conversaciones era siempre laObra. O bien nos hacía una hermosa “horade la verdad”, porque no había la unidadque ella habría querido. Era construir“Jesús en medio”.

Si entiendo bien, la luz, las intuiciones levenían de “escuchar la voz”, de su relacióncon Dios. Luego, comunicándolas, se enri-quecían...

Relativamente. Ella desarrollaba las pri-meras intuiciones, y, gracias a la unidadcon los demás, se le hacían más claras, másexplícitas.

Se inclinaba más a crear la Obra, a suscitarla presencia de “Jesús en medio”, más que acultivar su propia alma.

Por la mañana, hacía meditación, y erael momento de su unión personal con Dios,siempre atenta a lo que Dios quería, a lospasos adelante que tenía que dar para ella ypara la Obra: era un informe que había quecorregir, un focolarino al que llamar, unarama (de la Obra) que seguir...

Al comienzo de cada reunión con los miem-bros de la Escuela Abba nos pedía hacer jun-tos un “pacto de unidad”, e inmediatamentese recogía. Bastaba un instante, y estaba re-cogida. Con frecuencia recuerdo su personatotalmente en Dios. ¿Estaba tan recogidatambién durante la jornada?

Yo diría que siempre. Cuando estabasola, era una persona íntimamente recogidaen la voluntad de Dios. Teníamos muchocuidado. Estábamos atentas a no molestar-la, a no ser por motivos urgentes.

En su Diario ha expresado repetidas vecesesta llamada y este deseo de estar sola conDios. ¿No está en contradicción con su espi-ritualidad, tan fuertemente comunitaria?

En la relación con los demás se presupo-ne la unión con Dios. Primeramente has detener la unión con Dios y luego puedes cre-ar la unidad, establecer “Jesús en medio”.No puedes guardarte para ti la unión conDios. Chiara nos llamaba a las horas másimpensadas y nos decía: «He sentido esto, ¿locompartís?». Había una confrontación, quetambién ella quería. Nosotras, las de casa,estábamos acostumbradas al ejercicio de novivir el yo, sino de amar, de estar siempredisponibles.

Con los demás responsables, que veníancuando los llamaba, era un poco diferente.Les exponía una cosa y todos se adherían.Rara vez alguien presentaba una dificultad,proponía algo diferente... Entonces Chiaracedía, los respetaba. Tal vez, meses des-pués, volvían y decían: «Chiara, si te hubiéra-

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mos hecho caso, ¡cuánto mejor habría sido hacerinmediatamente lo que tú dijiste! Habríamos evi-tado esto y esto...». Pero eran excepciones.

Con nosotras, las de su focolar, se sentíamás libre. Incluso nos mandaba fuera decasa si no hacíamos unidad. Pero cuandohabía unidad también con los focolarinos,la unidad era aún más rica e intensa, por-que cada uno daba su aportación, aportabasu característica. Esto también con las fa-milias, con los jóvenes, con los religiosos.

¿Por ejemplo?

Por ejemplo la aportación de Mons. Pa-blo Hniliça5, al cual Chiara le había dado elnombre de padre María, un jesuita eslovacoque había estado recluido muchos meses enun campo de concentración comunista.

Fue el primero en hacer un cotejo entrenuestro Movimiento y el comunismo real, yen comprender que el carisma de Chiaraera para el mundo de hoy. Habiendo vividotras el telón de acero, conociendo bienaquel tipo de comunismo, había descubier-to en la Obra de María el remedio enviadopor Dios: una espiritualidad colectiva quesalvaba la libertad del hombre, frente a uncomunismo que imponía el colectivismo,negándole la libertad.

La comprensión de que el Ideal de la unidades respuesta a los signos de los tiempos viene,entonces, de padre María.

De una manera tan explícita y tan evi-dente, sí. Además, el carisma de la unidades para la Iglesia y para el mundo de hoy.Mons. Hniliça concertó también la primeraaudiencia de Chiara con Pablo VI. El padreMaría era una persona importante en lavida de la Obra y en la vida de Chiara.

Uno de los instrumentos para verificar el ca-mino espiritual y la unión con Dios era elexamen de conciencia, para el cual Chiara

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había preparado un folletito, que llamabalos “esquemitas”. ¿Era fiel rellenando estos“esquemitas”?

Sí, siempre, hasta el final. Los hemos re-copilado. Los hacía rápidamente. Algunavez los hacíamos juntas. A veces cuandopor la noche estaba muy cansada, los hacíapor la mañana, nada más despertarse.Hubo un período en el que había que res-ponder a la pregunta “hombre viejo – hom-bre nuevo”: si durante el día se había vividoen el hombre viejo o en el hombre nuevo.Luego se quitó porque a alguien le daba es-crupulos.

Chiara escribía también un diario, del cualse desprende una extraordinaria relacióncon Dios. ¿Para quién lo escribía? ¿Para vo-sotros?

Lo escribía para ella. Luego quizá, pasa-do un tiempo –yo no lo sé–, cuando tal vezle parecía que no tenía muchas cosas que co-municar, releía su diario y marcaba los pun-tos a enviar a los focolarinos y focolarinas.

Siempre aparece la misma lógica: dar el fru-to de su unión con Dios.

Sí.

¿Cuándo lo escribía?

No sabría decirte. Quizá lo escribía en sudespacho, o por la mañana temprano, des-pués de la meditación, creo. No la vi nuncaescribir su diario.

¿Rezaba por las grandes tragedias huma-nas?

Veía siempre el telediario para estar in-formada. A veces leía L'Osservatore Romanou otros periódicos, quizá solamente los títu-los... Cuando había sucesos de una ciertaimportancia, como el derrumbamiento delas Torres Gemelas de Nueva York, enton-

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ces, por la noche, cuando rezábamos, decía:«Pongamos en el corazón de Jesús esta situación,oremos para que se resuelva esta otra situación,para que haya paz, concordia...».

“Poner en el corazón de Jesús”. ¿De dóndeviene esta oración suya? Me parece que esmuy típica de Chiara.

Cuando yo entré en el focolar, ya se usa-ba. Debe venir de la Escritura, de la prime-ra carta de Pedro: «Arrojad en él todas vues-tras preocupaciones porque él cuida de vosotros»(cf. 1P 5, 7).

Chiara participó en muchos eventos públi-cos, por ejemplo en la Plaza de San Pedro enRoma, donde había multitudes. ¿Tambiénen esas circunstancias lograba orar?

En la espera aprovechaba para saludar alas personas. A ciertas personalidades teníala ocasión de verlas sólo en tal circunstan-cia y la aprovechaba. Últimamente saluda-ba a algunos amigos suyos, como los funda-dores de otros Movimientos. Era la primeraen acercarse a todos. Después, cuando lamisa, o cuando hablaba el papa, escuchabaintensamente. Nunca la oí hacer comenta-rios. Eran auténticos momentos de oración.

También participó en momentos de oracióncon otras religiones... ¿Cómo consideraba suoración?

Sus encuentros con miembros de otrasreligiones... No acabaría nunca de hablar.Por ejemplo, con los budistas, con NikkyoNiwano, ya en 1981 en Japón. Él compartíatodo lo que Chiara había dicho contando lahistoria del Ideal, aunque adaptada a ellos.Recuerdo que en otra ocasión dijo en públi-co: «Yo soy un focolarino, yo me siento focolari-no». Chiara lograba “hacerse uno” de talmodo...

O con los musulmanes. El imán WarithD. Mohammed decía delante de todos los

suyos: «Yo soy hijo de Chiara, seguidor deChiara». Cuando ella habló en la mezquitaMalcom X de Nueva York, suscitó un granconsenso: «¡Dios es grande!» fueron sus últi-mas palabras, y los musulmanes aplaudían.

Porque ella trataba de poner de relievelas cosas que nos unen. Esta fue siempre sucaracterística.

Las relaciones más extraordinarias lastuvo con los hidúes. Recuerdo el primercontacto con una señora hindú. Era duran-te el Concilio Ecuménico. Giordani invita aChiara a ir al Centro “Uno”6, en la plaza deTor Sanguigna, porque iba a visitarlo unaseñora hindú. Chiara nos llama y nos dice:«Estos hidúes están unidos a Dios; o hallan ennosotros una gran unidad o no creerán nunca enel valor del cristianismo. Por tanto, tenemos quetestimoniar una profunda presencia de Jesús enmedio de nosotros». Recibimos a esta señora,relativamente joven, con su bonito sari. Ha-bla con Giordani, con Chiara, con noso-tros... Habrá estado con nosotros un cuartode hora o menos. Al salir, le dice a Giorda-ni, refiriéndose a Chiara: «Los ojos de esaseñorita tienen a Dios dentro».

Chiara tuvo muy grande estima hacia es-tos hindúes, tanto que cuando fue a la In-dia, empezó a hablarles de su experienciadel “Paraíso”, cosa de la que ni siquiera ha-blaba a los cristianos ni a nosotros. En cam-bio, allí, ¡inmediatamente! Tuvo una talconsideración de los profesores que cono-ció –naturalmente, no eran personas cua-lesquiera–, que se estableció una relaciónintensa, de estima recíproca.

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Por la mañana, hacía meditación,y era el momento de su unión perso-nal con Dios, siempre atenta a lo queDios quería, a los pasos adelante quetenía que dar para ella y para la Obra.

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Después de haber tenido estas experien-cias con los budistas y los hindúes, cuandovisitó a los judíos en Buenos Aires (Argen-tina), le parecían cercanísimos. Había talpatrimonio común, que comprendía porqué el cardenal Bea había querido que eldiálogo con los judíos estuviera vinculadoal Secretariado por la unidad de los cristia-nos, no al de las otras religiones. Había unagran diferencia con las demás religiones...

Los judíos también se sentían bien conChiara. Aceptaban lo que Chiara decía, sudescubrimiento de Dios-Amor, hacer la vo-luntad de Dios... la historia del Ideal comoella la contaba... «Nosotros lo compartimostodo», decían. Estaban impresionadísimos.

Mi pregunta se limitaba a la oración en lasdemás religiones, pero usted me ha llevado ala realidad profunda de la unidad con todaslas religiones. En Chiara los miembros delas distintas religiones veían la unión conDios y ella veía en ellos la unión con Dios.La oración es sólo una expresión de estaunión con Dios.

Cuando el padre Carlos Boyer, jesuita,en 1950 le había preguntado si su movi-miento era ecuménico, ella le respondióque no. Después distintas circunstancias lapusieron en contacto con luteranos ymiembros de distintas Iglesias. Sobre tododurante el Concilio Vaticano II hubo en-cuentros con los “observadores”, con elcanónigo anglicano Bernard Pawley, queinvitaba a almorzar con Chiara a otros de-legados como Lukas Vischer, o Borovoj, dela Iglesia ortodoxa rusa, y otros. Borovojsentía una afinidad especial con ella y llevóel Ideal a Rusia.

Con evangélicos, reformados y anglica-nos, Chiara hablaba de la Palabra: «La estu-diaban –decía–, la escuchaban, ¿pero la poníanen práctica?». Y les contaba experiencias deesta sociedad nueva nacida de la Palabra...

Lukas Vischer estaba asombrado: «Usted tie-ne que venir al Consejo ecuménico de las Igle-sias...». Así comenzó la relación con el Con-sejo Ecuménico de las Iglesias. Luego con elarzobispo de Canterbury, Michael Ramsey,y más tarde con el patriarca Atenágoras...

En un artículo suyo, usted ha hablado de las“noches” interiores vividas por Chiara.Según la teología espiritual, esos momentos-son los de mayor unión con Dios.

Cuando Chiara estaba pasando su pri-mera noche, iba a pedir consejo al P. Gio-vanni Battista Tomasi, estigmatino, enRoma, en la calle Mazzarino. Yo la acom-pañaba, me quedaba fuera del recibidor oen el coche. Ella siempre salía contenta.Pero poco después me decía que la acom-pañara de nuevo a visitar a ese Padre. Alprincipio era una vez a la semana, luego va-rias veces a la semana, cada vez con mayorfrecuencia. Un día el P. Tomasi le dio ungrueso libro de Juan de la Cruz, totalmentedorado, y ella, en el coche, empezó ensegui-da a hojearlo. Se veía reflejada. Tambiénella se sentía –como escribe el santo es-pañol con el alma sometida a prueba–como una “araña”, como un insecto.

El focolar estaba en la calle QuattroVenti. Entonces Roma no estaba tan exten-dida como ahora. Todavía había camposalrededor y pastores con los rebaños. «Megustaría ser aquella oveja de allí –decía– porqueal menos no tiene voluntad y actúa según la leynatural». Cualquier mínima imperfecciónla veía tan agigantada que le parecía come-ter pecados mortales. Es justamente lo quesan Juan de la Cruz describe como nocheoscura del espíritu. Chiara comparaba sucamino de vida espiritual con el que el san-to describía y encontraba una profundaconsonancia.

Pero, para describir “nuestro” camino,da un paso adelante: para tener “Jesús en

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medio”, que es toda nuestra vida, tenemosque perder no sólo nuestro negativo, nues-tros apegos, el “hombre viejo”, sino tam-bién las inspiraciones, el “hombre nuevo”;debemos posponer incluso a Dios en noso-tros por amor a Jesús en el hermano. Ha-blaba de perder a Dios por Dios, por la uni-dad verdadera, es decir, por Dios en mediode nosotros.

Durante la última noche interior en Suiza,en 2005-2006, cuando Dios, según sus mis-mas palabras, parecía “haber desaparecidocomo el sol en el horizonte”, ¿Chiara seguíaorando?

Chiara no sentía a Dios. Una vez medijo: «Me parece haber perdido el carisma, quesoy solamente Silvia», no Chiara.

Como Jesús, que, en el abandono, se sintiósolamente hombre.

También yo he dado esa explicación.Jesús crucificado y abandonado amó hastaese punto. Pero quien se halla en esa situa-ción no es capaz de darse esta respuesta. Apesar de no sentir a Dios, Chiara era fidelí-sima a la Misa, a las oraciones de la maña-na, antes del almuerzo... siempre, siempre,yo diría que más que nunca. Antes, algunavez, quizá en el apostolado, cuando hacíadiscursos, se saltaba alguna práctica de pie-dad. En cambio, al final era fidelísima ycon una amplitud nueva, que iba más alláde la Obra, más allá del cristianismo y detodo. En sus últimas oraciones –Chiarahacía siempre oraciones espontáneas des-pués de la Comunión–, añadía, por ejem-plo: «Por todos los moribundos del mundo, portodos los pecadores»... Seguía orando, a pesarde estar viviendo esta noche terrible.

La última vez que la visité en el hospital fueuna semana antes de su muerte. Me dio subendición para todas las personas con las

que me iba a encontrar en Cuba, me asegurósu unidad y me dijo: “Hasta la vista”.Como último gesto de amor, aun estando enuna extrema postración física, tuvo la fuerzade alzar su mano para que yo no me inclina-ra a besársela...

Hablando con Anna Paula, le había di-cho: «Avísame cuando llegue el último momen-to». Luego sucedió aquel momento extraor-dinario del 11 de marzo. Estábamos AnnaPaula y yo a ambos lados de su lecho. Derepente, trata de quitarse la mascarilla deloxígeno y dice: «¡La Virgen!». Miraba a unpunto preciso al fondo de su cama. «¿Quédices, Chiara?». Y ella, más fuerte: «¡La Vir-gen!». Duró algunos minutos. Más tardetuve el valor de preguntarle: «¿Te ha dichoalgo?». «Deja eso», como diciendo que se tra-taba de su presencia.

Aquella noche pensé que tenía que decir-le que había llegado su momento. Se meocurrió hablar tan bien del Paraíso, decómo Chiara lo había visto, de cómo nos lohabía comunicado –no como algo estático,sino siempre nuevo–, y ella me sonrió,como diciendo: “¡Qué alegría ir al MásAllá!”. Era una preparación festiva para elencuentro con Jesús.

Hasta entonces le aplicaban terapiasmuy dolorosas que le hacían sufrir, perodesde aquel momento ya no sintió ningúndolor. Al día siguiente, volvimos a casa,porque quería morir en casa. Nos había di-cho varias veces: «Volvamos a casa». Tal vez

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Chiara tuvo muy grande estimahacia estos hindúes, tanto que cuan-do fue a la India, empezó a hablarlesde su experiencia del “Paraíso”,cosa de la que ni siquiera hablaba alos cristianos ni a nosotros.

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no se refería solamente a la casa de ladri-llos...

Llegadas a casa, esa noche se corrió lavoz de que Chiara se estaba muriendo y mu-chos vinieron a despedirse de ella. El últimofue Peppuccio7, que tuvo valor de decirle:«Chiara, estás a punto de entrar en el Paraísopara no salir más de él». Chiara respondió confuerza: «Sí». Esta fue su última palabra.

Dado que la tensión arterial bajaba cadavez más, comenzamos a rezar el Rosario asu alrededor. Los médicos decían que, acausa de su situación respiratoria, la muer-te iba a ser muy dolorosa, sin embargo fuedulcísima.

La última palabra de Chiara fue “Sí”, comola primera, cuando comenzó su aventura, el7 de diciembre de 1943.

Respecto a esta “aventura”, tengo la im-presión de que aún no se ha puesto de mani-fiesto toda la grandeza del carisma de Chia-ra. Bastaría el hecho de que en el Movi-miento existe la presencia de los religiosospara mostrar su grandeza; o que a la cabezadel Movimiento, que también incluye sacer-dotes, religiosos y obispos, por Estatuto,esté siempre una mujer. Este último hechotestimonia el perfil mariano que la Obra deMaría está llamada a mostrar en la Iglesia.

Cuando llegó a decirse que querían nom-brar cardenales a Madre Teresa de Calcutay a Chiara Lubich, ella no estaba contentaporque quería que se pusiera de relieve esteperfil mariano, carismático, la grandeza deMaría en la Iglesia. ¿Cómo no recordar elacercamiento que hizo Juan Pablo II, cuan-do vino de visita al Centro Internacional dela Obra, entre la Iglesia posconciliar y laObra de María?

Cuando, en el último año, venían a visi-tarla personalidades de otras religiones odel mundo del espectáculo, Chiara se en-contraba estupendamente con ellos. Sentíaque abría los horizontes y llegaba donde laIglesia institucional no podía llegar. Podíaabrir un diálogo confiado, profundo y libreprecisamente por ser mujer.

Enrevista realizada por Fabio Ciardi, o.m.i.

1 Casimiro Bonetti, ofmcap, al comienzo de losaños 40, en Trento, era el director de la Tercera Or-den Franciscana, en la cual entra Chiara Lubich.Fue también su director espiritual.

2 Pasquale Foresi, el primer focolarino sacerdo-te, co-presidente de la Obra de María durante mu-chos años.

3 Igino Giordani (1894-1980), periodista, escri-tor, diputado. Conoce a Chiara Lubich en 1948 yse convierte en uno de sus más estrechos colabora-dores, co-fundador de la Obra de María.

4 Giosi Guella (1923-1995), Natalia Dallapicco-la (1924-2008), Vittoria “Aletta” Salizzoni, Mari-len Holzhauser (1920-1986) son algunas de las pri-meras compañeras de Chiara Lubich.

5 Pavel Hniliça sj (1921-2006), ordenado obispoen 1951, conoce a Chiara en 1953 en una Mariá-polis.

6 El Centro “Uno”, secretaría internacionalpara el diálogo ecuménico del Movimiento de losFocolares, fue fundado por Chiara Lubich en 1961quien puso su dirección en manos de Igino Gior-dani.

7 Giuseppe Maria Zanghì, focolarino, colabora-dor de Chiara Lubich durante muchos años, espe-cialmente en el aspecto cultural del carisma de launidad.

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Para describir “nuestro” camino,da un paso adelante: para tener“Jesús en medio”, que es toda nues-tra vida, tenemos que perder no sólonuestro negativo, nuestros apegos, el“hombre viejo”, sino también lasinspiraciones, el “hombre nuevo”;debenos dejar de lado incluso a Diosen nosotros por amor a Jesús en elhermano. Hablaba de perder a Diospor Dios.

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Chiara Lubich

«Vivir dentro»

PERSPECTIVAS

««««QQQQUEREMOS convertirnos, Señor. Hasta ahora hemos vivido “fuera”; deahora en adelante debemos vivir “dentro”, como María.

Porque también el vivir “fuera”, proyectados en el prójimo o en las obras –aunsiendo por amor de Dios– si no es corregido por una fuerza espiritual que atraecontinuamente el alma hacia lo profundo de su ser, puede ser el motivo de diva-gaciones, de muchas conversaciones inútiles, de “cosas santas” dadas a los “pe-rros”.

Vivir “dentro”, crecer en el interior, desprenderse de todo, no para permanecersuspendidos entre el cielo y la tierra, sino “arraigados” en el Cielo, fijos en el Co-razón de Cristo a través del Corazón de María, en una morada trinitaria, prelu-dio de la Vida que vendrá.

Vivir “dentro” y ofrecer al prójimo solo la linfa que mana del Cielo dentro denosotros, para servirle verdaderamente, y no escandalizarle con nuestra escasasantidad.

Vivir “dentro” como María, la inalcanzable, la Madre amada, la Reina, la Ca-pitana que vence a Satanás por estar anclada en Dios y no por actitudes externas,que están dejos de Ella como la tierra del cielo.

Vivir “dentro” levantados en cruz por nuestras manos, para que Cristo con-tinúe, a través de nosotros, la obra de reunificación en un mundo carnavalescoque sufre, que espera, que desea olvidar, que teme, que causa tristeza a nuestrocorazón hoy, como las multitudes, ayer, a Jesús.

Vivir “dentro” para arrastrar al mundo, que vive sólo “fuera”, a los abismos delos misterios del espíritu, donde uno se eleva y descansa, se alivia y se fortalece,encuentra aliento para volver a la tierra y continuar la batalla cristiana hasta lamuerte».

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CCCCASI desde las primeras líneas delprimer gran escrito de santa Teresa,el conocido como Libro de la Vida1,

se puede comprobar lo importante que fuepara ella el amor y la amistad. Sin ningúncomplejo dice que en su casa, en dondeeran «tres hermanas y nueve hermanos», «era lamás querida» de su padre (V 1,3). Y unas lí-neas más adelante confiesa también que enlos años de su infancia tenía un hermanoque era al «que más quería»; aunque añade acontinuación que «a todos tenía gran amor yellos a mí» (V 1,4). En ese ambiente y en esafamilia no sólo aprendió a rezar, sino tam-bién a tener sus primeras experiencias deDios y a captar, de alguna manera, la im-portancia de las cosas que le podían llevar aél (cf. V 1,4-7).

La amistad y Dios

Teresa, entre su adolescencia y primera

juventud –sobre todo después de la muertede su madre, cuando ella tenía trece años–se despistó de alguna manera de lo quehabía significado Dios para ella en su infan-cia. Y todo ello debido en parte a la amis-tad que empezó a tener con otros jóvenesde su ambiente familiar más cercano, quetenían unos ideales humanos de los que sedejó llevar y que llama «vanidades» (cf. V 2).Esta fue una experiencia que duró unos tresaños, hasta que su padre decidió internarlaen un monasterio de monjas agustinas en elque tuvo la suerte de hallar una religiosaque la ayudó a encontrarse con lo mejor desí misma, como mujer y como cristiana. Endicho monasterio estuvo interna aproxima-damente un año y medio, entre los 16 y 17;un tiempo no muy largo, pero muy impor-tante y decisivo para ella (cf. V 2-3).

Como se puso enferma, tuvo que aban-donar dicho internado y fue a parar duran-te un tiempo a casa de un tío suyo, herma-

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José-Damián Gaitán, o.c.d.

Teresa de Jesúsy la amistad con Dios

TESTIGOS

La amistad es una realidad humana que para santa Teresa de Jesús (1515-1582) fue siem-pre muy importante en su vida personal y en su camino espiritual. De hecho es también unade las categorías desde la que le gusta explicar su relación con Dios. A esta misma luz se en-tiende su insistencia en el amor recíproco como condición previa y constante para una vida deoración y de unión con Dios

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no de su padre, que hizo lo posible por ani-marla a volver de nuevo al gusto por las co-sas de Dios, sobre todo a partir de la lecturade libros espirituales. Momento este impor-tante en su vida, que ella describe de la si-guiente manera: «Aunque fueron los días queestuve pocos, con la fuerza que hacían en mi co-razón las palabras de Dios, así leídas como oí-das, y la buena compañía, vine a ir entendiendola verdad de cuando niña» (V 3,5).

Con 20 años decidió entrar en un monas-terio de la ciudad y abrazar así la vida reli-giosa. Lo que le motivó escoger el monaste-rio de la Encarnación, de monjas carmeli-tas, fue que allí había una «mi amiga, a la quetenía mucha afición» (V 4,1). Pero, siendo yareligiosa, de nuevo las amistades, y el deseode tenerlas, fue enfriando en Teresa su rela-ción «de amistad» con Dios, y otras cosas eintereses, incluso buenos en sí o en aparien-cia, pasaron a ocupar el primer lugar (cf. V7). Una situación personal y espiritual queTeresa describe así: «Para caer había muchosamigos que me ayudasen. Para levantarmehallábame tan sola, que ahora me espanto cómono me estaba siempre caída» (V 7,22).

A pesar de esto, o quizá precisamentepor esto, Teresa es consciente de la impor-tancia de la amistad y de los amigos parair por el camino de la experiencia de Dios.Siempre que dicha amistad nazca de Diosy se funde en él. De esta, de hecho, haceun encendido elogio precisamente al finaldel capítulo en que había explicado lo ne-gativo que habían sido para ella ciertasamistades. Esto es lo que esta santa, amigay maestra de la soledad para el trato conDios en la oración, comenta a este respec-to: «Gran mal es un alma sola entre tantos pe-ligros. Paréceme a mí que si yo tuviera conquién tratar todo esto, que me ayudara a no tor-nar a caer, siquiera por vergüenza, ya que no latenía de Dios. Por eso, aconsejaría yo a los quetienen oración, en especial al principio, procu-ren amistad y trato con otras personas que tra-

ten de lo mismo. Es cosa importantísima, aun-que no sea sino ayudarse unos a otros con susoraciones, ¡cuánto más que hay muchas másganancias! Y no sé yo por qué (pues de conver-saciones y voluntades humanas, aunque nosean muy buenas se procuran amigos con quiendescansar, y para más gozar de contar aquellosplaceres vanos) no se ha de permitir que quiencomenzare de veras a amar a Dios y a servirle,deje de tratar con algunas personas sus placeresy trabajos, que de todo tienen los que tienen ora-ción» (V 7,20).

En aquel tiempo se solía pensar que co-municar con otros o a otros las cosas deDios podía llevar a la vanagloria, pero Tere-sa ve más bien en ello lo positivo de poder-se así ayudar y enseñar: «Porque si es de ver-dad la amistad que quiere tener con Su Majes-tad, no haya miedo de vanagloria; y cuando elprimer movimiento le acometa, salga de ello conmérito. Y creo que el que tratando con esta inten-ción lo tratare, que aprovechará a sí y a los que leoyeren y saldrá más enseñado; aun sin entendercómo, enseñará a sus amigos» (V 7,20). Y unpoco más adelante, siempre dentro de estemismo contexto, escribe: «crece la caridadcon ser comunicada, y hay mil bienes que no lososaría decir, si no tuviese gran experiencia de lomucho que va en esto» (V 7,22).

En esta misma línea, y dentro de estemismo escrito, se hablará de la importan-cia de «hacerse espaldas unos a otros los que le

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«Gran mal es un alma sola entre tan-tos peligros. Paréceme a mí que si yo tu-viera con quién tratar todo esto, que meayudara a no tornar a caer, siquiera porvergüenza, ya que no la tenía de Dios.Por eso, aconsejaría yo a los que tienenoración, en especial al principio, procu-ren amistad y trato con otras personasque traten de lo mismo».

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sirven» (V 7,22), y de que «son menester ami-gos fuertes de Dios para sustentar a los f lacos»(V 15,5).

Por lo demás, cuando redacta el Libro dela Vida (1561-1565), Teresa ya estaba vi-viendo lo positivo que es tener personasamigas a las que ayudar y con las que ayu-darse en el camino de Dios. Sirva comoejemplo de esto el siguiente párrafo: «Esteconcierto querría hiciésemos los cinco que al pre-sente nos amamos en Cristo, que (…) procuráse-mos juntarnos alguna vez para desengañar unosa otros, y decir en lo que podríamos enmendar-nos y contentar más a Dios; que no hay quientan bien se conozca a sí como conocen los que nosmiran, si es con amor y cuidado de aprovechar-nos» (V 16,7; cf. 23,4).

La oración como trato de amistad conDios

Después de todo lo que he dicho sobre laimportancia que para Teresa tiene la amis-tad, creo que ahora se puede entender me-jor qué significa para ella orar y meditar. Laclave está en el trato de amistad con Dios.Un trato que, como en toda amistad, exigereciprocidad, es decir, no sólo dar, sinotambién recibir, y al revés.

Al intentar describir la oración teresiana,habitualmente se suele citar sólo la frase«tratar de amistad», sin el contexto en que seencuentra la misma. Es verdad que esas pa-labras en sí ya encierran una gran fuerza,pero se comprende mucho mejor todo sucontenido cuando se las lee dentro del pasa-je en que Teresa las pensó y escribió.

Lo que ella tiene que hacer en el Libro de laVida es más bien hablar de su vida de ora-ción, que era lo que los confesores le habíanpedido que escribiera, pero, desde su propiaexperiencia, se permite hacer una invitacióna otros para que entren sin miedo por el ca-mino de la oración, y a este respecto escribelo siguiente: «Quien no la ha comenzado, por

amor del Señor le ruego yo no carezca de tantobien. No hay aquí que temer, sino que desear; por-que, cuando no fuere adelante y se esforzare a serperfecto, que merezca los gustos y regalos que a es-tos da Dios, a poco ganar irá entendiendo el cami-no para el cielo; y si persevera, espero yo en la mi-sericordia de Dios, que nadie le tomó por amigoque no se lo pagase; que no es otra cosa oraciónmental, a mi parecer, sino tratar de amistad, es-tando muchas veces tratando a solas con quien sa-bemos nos ama. Y si vos aún no le amáis (porque,para ser verdadero el amor y que dure la amistad,hanse de encontrar las condiciones: la del Señorya se sabe que no puede tener falta, la nuestra esser viciosa, sensual, ingrata), no podéis acabar convos de amarle tanto, porque no es de vuestra con-dición; mas viendo lo mucho que os va en tener suamistad y lo mucho que os ama, pasáis por estapena de estar mucho con quien es tan diferente devos» (V 8, 5).

En el texto que acabo de citar se con-densa, sin duda, mucho de lo difícil que leresultó a Teresa en tantas ocasiones poner-se a orar o perseverar en la oración, perotambién se puede ver su confianza y certe-za del amor de Dios, que es amigo fiel yverdadero, que nunca falta a sus amigos,aunque nosotros no siempre seamos fieles(cf. V 11,12; 25,17). Así se explica que endicho texto la definición de oración comoun «tratar de amistad» vaya precedida de lafrase: «nadie le tomó (a Dios) por amigo queno se lo pagase» (V 8,5). Lo que completa unpoco más adelante con la siguiente refle-xión: «¡Oh, qué buen amigo hacéis, Señor mío!¡Cómo le vais regalando y sufriendo, y esperáisa que se haga a vuestra condición y tan demientras le sufrís Vos la suya! ¡Tomáis en cuen-ta, mi Señor, los ratos que os quiere, y con unpunto de arrepentimiento olvidáis lo que os haofendido! (…). Sí, que no matáis a nadie ¡vidade todas las vidas! de los que se fían de Vos y delos que os quieren por amigo; sino sustentáis lavida del cuerpo con más salud y dáisla al alma»(V 8,6). Este aspecto del Dios amigo fiel es

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algo que quizá no siempre se pone de re-lieve a la hora de explicar lo que es la ora-ción para Teresa, pero a mí me parece fun-damental.

La presencia amiga de Jesús

Para santa Teresa la amistad con Diospasa necesariamente por cultivar la amistadcon Cristo, que es Dios y hombre conjunta-mente. Para esto es muy importante no sólotenerle presente como Dios, sino tambiénrecordarle con frecuencia en su vida y enlos misterios salvadores de su existencia te-rrena, y sentirle también glorificado y pre-sente a nosotros en cuanto tal Dios y hom-bre.

En la época de Teresa no faltaron maes-tros espirituales que enseñaban que era ne-cesario ir más allá de la humanidad deJesús para alcanzar las experiencias más su-blimes de Dios. Por eso mismo se conside-raba importante, en la práctica de la ora-ción mental, el prescindir poco a poco detoda representación corpórea, aunque fuesela del mismo Cristo en cuanto hombre.

Ella reconoce que, por algún tiempo sedejó llevar por esa «opinión», aunque eraalgo que iba contra todo lo que había sidosu experiencia anterior, siempre tan apega-da a ver y sentir a Jesús en toda la fuerza desu divinidad, pero también de su humani-dad (cf. V 22,3-4). La lucha interior que lesupuso ese momento espiritual de su vidala podemos ver sobre todo en el capítulo 22del Libro de la Vida. En él no sólo expresa sudolor por haberse dejado llevar por seme-jante opinión, sino también su deseo deconvencer a todos de lo contrario. Por esose siente con autoridad moral suficientecomo para decir al principal confesor al queiba dirigido dicho libro que tampoco élquiera seguir otro camino que no sea el depasar siempre por Cristo hombre, y amigodel hombre, para llegar a Dios.

«Con tan buen amigo presente –escribe Te-resa–, con tan buen capitán que se puso en loprimero en el padecer, todo se puede sufrir: esayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo ver-dadero. Y veo yo claro, y he visto después, quepara contentar a Dios y que nos haga grandesmercedes, quiere sea por manos de esta Humani-dad sacratísima, en quien dijo Su Majestad sedeleita. Muy, muy muchas veces lo he visto porexperiencia. Hámelo dicho el Señor. He visto cla-ro que por esta puerta hemos de entrar, si quere-mos nos muestre la soberana Majestad grandessecretos. Así que vuestra merced, señor (se refiereal confesor), no quiera otro camino, aunque estéen la cumbre de contemplación; por aquí va segu-ro. Este Señor nuestro es por quien nos vienen to-dos los bienes. Él le enseñará. Mirando su vida,es el mejor dechado. ¿Qué más queremos de untan buen amigo al lado, que no nos dejará en lostrabajos y tribulaciones, como hacen los delmundo? Bienaventurado quien de verdad leamare y siempre le trajere cabe sí» (V 22,6-7).

A esta luz ve santa Teresa no sólo losmomentos de oración, sino también la vidaen su totalidad, porque la amistad con Cris-to ilumina toda la existencia del hombre. Yno sólo eso, sino que lo introduce de verdaden las cumbres más altas de la experienciade Dios: la contemplación de la Trinidad y

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«No hay aquí que temer, sino que de-sear; porque, cuando no fuere adelante yse esforzare a ser perfecto, que merezca losgustos y regalos que a estos da Dios, apoco ganar irá entendiendo el caminopara el cielo; y si persevera, espero yo enla misericordia de Dios, que nadie letomó por amigo que no se lo pagase; queno es otra cosa oración mental, a mi pa-recer, sino tratar de amistad, estandomuchas veces tratando a solas con quiensabemos nos ama».

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la vida trinitaria misma, con una gran com-prensión del misterio de Dios y, desde él,todo cuanto existe. Se explica así, por ejem-plo, la audacia de Teresa en lo que dice enel siguiente texto, en el que se refiere a de-terminadas gracias de Dios en esta vida:«Se ve el alma en un punto sabia, y tan declara-do el misterio de la Santísima Trinidad y deotras cosas muy subidas, que no hay teólogo conquien no se atreviese a disputar la verdad de estasgrandezas. Quédase tan espantada, que bastauna merced de éstas para trocar toda un alma yhacerla no amar cosa, sino a quien ve que, sintrabajo ninguno suyo, la hace capaz de tan gran-des bienes y le comunica secretos y trata con ellacon tanta amistad y amor que no se sufre escri-bir» (V 27,9).

El amor al prójimo y la amistad conDios

Aunque hable de esto al final de la pre-sente exposición, no significa eso que paraTeresa el amor al prójimo sea sólo una con-secuencia del amor y la amistad con Dios.Más bien todo lo contrario. Ambas cosas,como no podía ser de otra manera, estánestrechamente unidas. Lo hemos visto cla-ramente en uno de los puntos anteriores, alhablar de la propia experiencia teresiana.Pero además es algo sobre lo que insistiráen sus grandes escritos. Así, en el libro Cas-tillo Interior o Moradas, al finalizar la expli-cación de la primera morada, podemosleer lo siguiente: «Entendamos, hijas mías,que la perfección verdadera es amor de Dios ydel prójimo, y mientras con más perfecciónguardáremos estos dos mandamientos, seremosmás perfectas. Toda nuestra Regla y Constitu-ciones no sirven de otra cosa sino de medios paraguardar esto con más perfección (…). Porque enotra parte os he dicho harto sobre esto, no mealargaré. Importa tanto este amor de unas conotras, que nunca querría que se os olvidase» (M1, 2, 17-18). En capítulos posteriores de

esta obra volverá a insistir, al menos en dosocasiones, de forma contundente en estasmismas ideas: que no se pueden separarnunca ambos amores; que uno, el del próji-mo, es signo claro de si vivimos o no elotro, el de Dios; que de este tiene que nacernecesariamente el del prójimo; y que, si nose da un amor concreto hacia los prójimos,está claro que es poco o nada lo que se tie-ne del otro, el de Dios, por muy altas quenos parezcan nuestras experiencias espiri-tuales (cf. M 5, 3,7-12; 7,4,1-19).

En el texto de Moradas que he citado másarriba Teresa dice expresamente que no seva a alargar sobre dicho tema porque deello ya ha escrito bastante en otra parte. Yes verdad. Así lo había hecho en un escritosuyo cronológicamente situado entre el Li-bro de la Vida y el de las Moradas, es decir, elCamino de Perfección.

Dicha obra había nacido del deseo de co-municar a sus monjas algunas cosas sobrela vida de oración, pero ya en sus primeraspáginas encontramos un arranque que esuna decidida mirada hacia fuera y expre-sión de amor hacia lo que estaba viviendola Iglesia en su tiempo; con sus dificultades,ciertamente. Y esto es algo que le parecetan importante dejar dicho con claridad an-tes de ponerse a hablar de la oración, que aello dedica un amplio espacio en los capítu-los iniciales (cf. CP 1-3).

En esa etapa de su existencia Teresa noconcibe una vida dedicada al trato conDios y a la oración sin que esta se sitúe almismo tiempo dentro del marco del amor yde la pasión por la Iglesia y por las personasconcretas que la forman: «¡Oh hermanasmías en Cristo! ayudadme a suplicar esto alSeñor, que para eso os juntó aquí; éste es vuestrollamamiento, éstos han de ser vuestros negocios,éstos han de ser vuestros deseos, aquí vuestras lá-grimas, éstas vuestras peticiones» (CP 1,5). Ymás adelante insiste: «Cuando vuestras ora-ciones y deseos y disciplinas y ayunos no se em-

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plearen por esto que he dicho, pensad que nohacéis ni cumplís el fin para que aquí os juntó elSeñor» (CP 3,10). Casi se podría decir a laluz de Camino de Perfección que el amor y lapasión por los prójimos, junto con el amorhacia Dios y hacia Cristo, ha de ser el ver-dadero sentido y alimento de toda vida deoración.

Leídos los primeros capítulos de Caminode Perfección, se podría pensar que ya Tere-sa se va a poner a escribir sobre la oración,pero no es así. De nuevo inicia otro discur-so previo que introduce de la siguiente ma-nera: «Antes que diga de lo interior, que es laoración, diré algunas cosas que son necesarias te-ner las que pretenden llevar camino de oración, ytan necesarias que, sin ser muy contemplativas,podrán estar muy adelante en el servicio delSeñor, y es imposible si no las tienen ser muycontemplativas, y cuando pensaren lo son, estánmuy engañadas» (CP 4,3).

La primera de estas cosas que son nece-sarias para una verdadera vida de oraciónes precisamente el amor recíproco en la co-munidad, siguiendo el mandato del Señor.«Cuanto a la primera –escribe–, que es amarosmucho unas a otras, va muy mucho; porque nohay cosa enojosa que no se pase con facilidad enlos que se aman y recia ha de ser cuando dé eno-jo. Y si este mandamiento se guardase en el mun-do como se ha de guardar, creo aprovecharía mu-cho para guardar los demás; mas, más o menos,nunca acabamos de guardarle con perfección»(CP 4,5). Por otra parte, se trata de un amorque tiene que ser universal a la vez que recí-proco, sin particularismos ni exclusiones:«Aquí todas han de ser amigas, todas se han deamar, todas se han de querer, todas se han deayudar» (CP 4,7)

Los capítulos que se dedican a desarro-llar este tema del amor recíproco (cf. CP 4-7) no son, sin embargo, puramente idílicos,sino más bien muy realistas en cuanto a lasdificultades que pueden surgir, y tambiénen cuanto a la importancia del vivir dicho

amor en la entrega de uno mismo a losdemás, como Jesús lo hizo y enseñó. Dehecho, las otras dos cosas a tener en cuentapor parte de los que quieren llevar una vidade oración son dos virtudes que podríamosllamar negativas: el desasimiento y la hu-mildad (cf. CP 8-15). A este propósito dice:«Esta manera de amar es la que yo querría tu-viésemos nosotras. Aunque a los principios nosea tan perfecta, el Señor la irá perfeccionando»(CP 7,5).

Ciertamente, para Teresa se puede orarsin tener dichas virtudes, pero, como nosdirá en otro lugar, el empeño en crecer yprogresar en la vida de oración tiene que iracompañado de igual compromiso en cre-cer y madurar en las mismas, empezandopor el amor al prójimo y el amor recíproco(cf. CP 16). No son estos, pues, para santaTeresa un puro fruto de la oración comoamistad con Dios, sino su mejor y más se-guro compañero desde el comienzo hastalas más altas metas.

1 Cf. Teresa de Jesús, Obras completas, Madrid,Editorial de Espiritualidad, 20005. Para los escritosde santa Teresa que aquí se citan usaré las siguien-tes abreviaturas: V = Libro de la Vida; CP = Caminode Perfección; M = Moradas. En el caso de esta últi-ma obra, hay que tener en cuenta la división de lamisma en siete moradas o partes, que es lo que seindica con el primer número que se pone a conti-nuación de la abreviatura M. Los números que si-guen después corresponden, como es habitual, acapítulos y párrafos.

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«Cuanto a la primera, que es amarosmucho unas a otras, va muy mucho; por-que no hay cosa enojosa que no se pasecon facilidad en los que se aman y reciaha de ser cuando dé enojo...

...Aquí todas han de ser amigas, todasse han de amar, todas se han de querer,todas se han de ayudar».

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Agustín de Hipona

Se dice que los monjes de Egipto hacenfrecuentes oraciones, pero muy cortas, amanera de jaculatorias brevísimas, para queasí la atención, que es tan sumamente nece-saria en la oración, se mantenga vigilante ydespierta y no se fatigue ni se embote con laprolijidad de las palabras. Con esto nos en-señan claramente que así como no hay queforzar la atención cuando no logra mante-nerse despierta, así tampoco hay que inte-rrumplirla cuando puede continuar orando.

Lejos, pues, de nosotros la oración convana palabrería; pero que no falte la oraciónprolongada, mientras persevere la aten-ción... Orar prolongadamente es llamar concorazón perseverante y lleno de afecto a lapuerta de aquel que nos escucha.

Madre Teresa de Calcuta

Mi secreto es de lo más simple. Rezo y através de mi oración me convierto en alguienque ama a Cristo, y veo que rezarle es amar-lo y eso significa cumplir con su palabra.

Mis pobres de los barrios marginales sonel Cristo que sufre. En ellos, el hijo de Dios

vive y muere, y a través de ellos Dios memuestra su verdadero rostro. Para mí la ora-ción significa, unirme durante las veinticua-tro horas con la voluntad de Jesús, vivirpara Él y con Él.

Ignacio de Loyola

Una manera de ayudar a los demás quees de muy amplio alcance, consiste en ora-ciones y deseos santos (...) quienes hacentodas sus actividades en una continua ora-ción, ofreciéndolas para el servicio de Dios,pueden compensar con deseos el tiempoque no pasan rezando formalmente.

Ayúdame a clarificar mis intenciones. Pu-rifica mis sentimientos, santifica mis pensa-mientos y bendice mis esfuerzos, para quetodo en mi vida sea de acuerdo a tu voluntad.

Tengo tantos deseos contradictorios...Me preocupo por cosas que ni importan nison duraderas. Pero sé que si te entrego micorazón haga lo que haga seguiré a mi nue-vo corazón.

En todo lo que hoy soy, en todo lo que in-tente hacer, en mis encuentros, reflexiones,incluso en las frustraciones y fallos, y sobre

Unidad y Carismas

La Redacción

El paraíso de Dioses el corazón del hombre

TESTIGOS

Antología de textos sobre la oración y unión con Dios

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todo en este rato de oración, en todo ello,haz que ponga mi vida en tus manos.

Señor, soy todo tuyo. Haz de mí lo queTú quieras.

Juan Bautista de La Salle

Dios mío, soy feliz de estar en oracióncon mis hermanos. Según tu palabra, te te-nemos en medio de nosotros. Tú estás aquí,oh Jesús, para infundir sobre nosotros tuSanto Espíritu, como has dicho por mediodel Profeta, como has infundido sobre tusapóstoles y sobre los primeros discípuloscuando estaban reunidos en el cenáculo,perseverando en la oración, en unión demente y de corazón. Concédeme la graciade tener una íntima unión de mente y de co-razón con los hermanos y conformarme alas disposiciones que tenían los apostoles enel cenáculo, a fin de recibir tu Espíritu conla plenitud que tú quieres y me deje guiarpor el Espíritu en el cumplimiento de misdeberes, a fin de participar de tu celo en lainstrucción de los que me confías.

Hno. Rafael Arnáiz Barón

Dios en su infinita sabiduría, no preguntaal hombre lo que desea para otorgárselo in-mediatamente, pues generalmente éste nosabe lo que le conviene para su salvación,sino que, obrando por encima de la razón ylos designios de la criatura, la lleva, la trae yla prueba de mil maneras... y el hombre dice:«Señor, ¿por qué hacéis esto?» , y Dios pareceque dice: «Confía en mi, vosotros sois como niños,y para llegar al reino de mi Padre, no podéis ir so-los, ni señalar el camino; yo os conduciré... Seguid-me, aunque contraríe vuestros deseos... El reino deDios sufre violencia…, y para llegar al término, noha de ser por donde el hombre dispone, pues comoniño que es a los ojos de Dios, apenas sabe andar...Confía en mi, dice Jesús, y yo te llevaré».

Debemos seguir con la vista fija en Él, lomismo estando entre santos que entre peca-dores... Nosotros no somos nada; nada va-

lemos, ni nada servimos cuando estamosdistraídos y no hacemos caso del Señor. Noperdamos, pues, el tiempo, y si con un pe-queño sacrificio, con una oración o con unacto de amor, agradamos al Señor, entoncespodemos decir, que por lo menos hemosservido para algo, que es para darle a Él ma-yor gloria. Esa debe ser nuestra única ocu-pación y nuestro único deseo.

Padre Pío

Apenas me pongo a orar, enseguida sien-to mi corazón como invadido por una llamade amor vivo. Esta llama no tiene nada quever con cualquier llama que destruye, y nocausa pena alguna.

Alberto Hurtado

Cada deseo de elevar una oración esJesús quien me lo sugiere, quien lo arranca,quien lo presenta al Padre y arranca su otor-gamiento. ¡Oh, Señor, si lo sintiese bastaríapara que fuese santo! Pedir, pues, con fe.

Pedro Julián Eymard

Vean la hora de adoración que han escogi-do como una hora del paraíso: vayan como sifueran al cielo, al banquete divino, y esta horaserá deseada, saludada con felicidad. Reten-gan dulcemente el deseo en su corazón. Di-gan: «Dentro de cuatro horas, dentro de dos horas,dentro de una hora iré a la audiencia de gracia yamor de Nuestro Señor. Él me ha invitado, me es-pera, me desea».

Vayan a Nuestro Señor tal como son, va-yan a Él con una meditación natural. Usensu propia piedad y amor antes de servirse delibros. Busquen la humildad del amor. Queun libro pío los acompañe para encauzarlosen el buen camino cuando el espíritu se vuel-ve pesado o cuando los sentidos se embotan,eso está bien; pero, recuerden, nuestro buenMaestro prefiere la pobreza de nuestros co-razones a los más sublimes pensamientos yafecciones que pertenecen a otros.

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DDDDOS de ellos hablan de la historia desu vida, de los primeros pasos de laoración en familia, en el seminario

y sacerdocio.

José Manuel Morales

Agustino español, José Manuel se sitúaen los inicios de su sacerdocio, con la apa-sionante actividad de formador de jóvenesen los colegios, llena de las más diversas ini-ciativas.

«Eran los años 60. Yo había sido ordenado enel 63 y mi primer destino fue el colegio del BuenConsejo de Madrid. Tenía 26 años. El trabajocon los muchachos me resultó apasionante. De1800 alumnos, cerca de 300 eran internos, loscuales absorbían los días enteros sin excluir los fi-nes de semana. Me encargaron en seguida de ladirección espiritual, por lo cual pasaba horas yhoras escuchando problemas, aventuras y confi-dencias de los muchachos. La actividad es imagi-nable: clases, grupos, retiros, salidas al campo,ejercicios espirituales, escultismo, campamentos,

rondalla, visita a asilos y suburbios los fines de se-mana; y, con los padres de familia, también char-las, reuniones, retiros...».

Llega el Concilio Vaticano II y Manolo(es el nombre con que es llamado normal-mente) queda conquistado por la novedadque el mismo aporta: renovación litúrgica,participación de los laicos, equipo de direc-tores espirituales del colegio: «El desafío erapoder hablar a los chicos de Dios y de las cosas deDios con tino y con chispa. Hablar de Dios a losmuchachos era “el oficio” (infelizmente casi ex-clusivo) de los directores espirituales del colegio.Yo, entre unas cosas y otras, empecé a hablar me-nos de Dios y más –me refiero a los mayores, losde 16 y 17 años– de la Universidad, de la relaciónpadres-hijos, muchachos y muchachas».

Manolo hace una observación importan-te: «Había oído decir que cuando salíamos del se-minario teníamos cuerda sólo para tres años(“tenéis sólo tres años para vivir de las rentas”).A mí se me pasaron los tres años y creo que loscuatro o los cinco sin que el entusiasmo decayera.Llegamos a reunirnos espontáneamente los direc-

Unidad y Carismas

Costanzo Donegana, p.i.m.e.

Yo-nosotros y Dios

EXPERIENCIAS

Hemos pedido a algunos religiosos, que se adhieren al Movimiento de los Focolares, que nos co-muniquen algo sobre su experiencia de unión con Dios, especialmente en relación a la oración. Lasrespuestas son vida, sin exuberancias de reflexión académica.

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tores espirituales de colegios de las cuatro Provin-cias de agustinos de España para encendernosmutuamente “la llama” e intercambiar ideas yexperiencias».

En 1967 participa en un encuentro de las“Ejercitaciones por un Mundo Mejor”. Estaexperiencia amplía sus horizontes haciauna visión universal de la Iglesia, acentuan-do la comunión y la unidad. «Pero quedé de-cepcionado... Era una gran propuesta, nueva,atrayente, pero más a nivel de ideas. Para la rea-lización uno quedaba como desamparado».

Volviendo a la lucha, el colegio conocióaños de verdadera efervescencia. «Para nodejar de hablar de Dios “con tino y con chispa”a los muchachos –me decía mi Provincial de en-tonces– es necesario no abandonar la oración.Yo esto me lo creía (y me lo creo). Mi pobre prác-tica era la que no me proporcionaba grandes re-sultados». Y en este momento vuelve a laexperiencia de familia: «De niño, en familia,había tenido la gracia de vivir muy naturalmen-te la referencia a Dios explícita, sin rubores, entodas y cada una de las circunstancias de lavida. Había perdido a mi madre cuando tenía 9años. Éramos cinco hermanos y la más pequeña–hoy religiosa agustina– tenía dos meses. Mipadre nos habló siempre de la voluntad de Dioscon naturalidad. Se rezaba el rosario cada día,se comulgaba diariamente. En casa se hablabade Dios como de lo más verdadero, lo que nomuere nunca, lo que da sentido a todo en lavida. ¿Es que de mayores y en el convento nopodía ser explícita también y común la vida so-brenatural? ¿Tenía que quedar reducida a unacuestión privada?».

En 1968 fue nombrado consiliario nacio-nal de los jóvenes de Acción Católica: uncargo unido a muchos otros con el peligro–confiesa– de caer en «un apostolado sinalma».El mismo año también conoció enMadrid un grupo de sacerdotes que habla-ban de Dios entre ellos. Lleno de curiosi-dad, acepta la invitación a una Mariápolisen Ávila a primeros de agosto. «A mí, de este

congreso, me interesaba la parte de los jóvenes: sise reunían juntos chicos y chicas o se reunían se-parados, qué es lo que hacían en las reuniones,quiénes eran los responsables. No paré hasta con-seguir meterme en los grupos de jóvenes y oírles ypreguntarles personalmente. En lo que yo tratabao conocía de mi actividad con los jóvenes nohabía conseguido lo que me pareció encontrarallí: una misteriosa y curiosísima plenitud: susexperiencias, la alegría, la profundidad, la com-penetración entre ellos…Tenían un secreto que amí se me escapaba».

Al mismo tiempo Manolo participabaen los encuentros con los sacerdotes pre-sentes y sobre todo pudo hablar con uno deellos, que le parecía formaba parte de la or-ganización. Entre otras cosas, le hizo unapregunta muy personal: «Cuando yo andoengreído con la actividad apostólica y con losbuenos resultados, es como si llevara un globohinchado en la cabeza que no me permite launión con Dios. Y cuando no me comprenden ome quedo solo en la brecha (entonces la famosadirección espiritual del colegio era una auténticabrecha) parece que el globo se deshincha y unoanda perdido. Te sientes un trozo de pan mano-seado o un limón exprimido y Dios se te quedacada vez más lejos». La respuesta fue muysimple: «El equilibrio, incluso para nuestra sa-lud mental, reside en la unidad. Aquí hay unagracia que es también para ti y que ilumina eldon de la unidad. Vive la unidad. Comienza avivirla con esta gente. Vívela en tu comunidad.Vamos a vivirla juntos».

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«El equilibrio, incluso para nuestrasalud mental, reside en la unidad. Aquíhay una gracia que es también para ti yque ilumina el don de la unidad. Vive launidad. Comienza a vivirla con esta gen-te. Vívela en tu comunidad. Vamos a vi-virla juntos».

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Manolo vuelve a Madrid desde Ávila conuna preocupación: ¿qué hacer para no per-der aquel espíritu? Está convencido de queha llegado a la Iglesia una nueva vocacióncon la misión única y exclusiva de promo-ver la unidad, de iluminarla viviéndola. Poresto, empieza a reunirse con otros seis reli-giosos de distintas familias religiosas. «Com-prendí lo que es un carisma –comenta–. Y enaquella pequeña reunión de religiosos se me pre-sentó de un modo completamente nuevo, en todasu belleza, la dimensión carismática de la Iglesia.Comprendí que nuestras órdenes y congregacio-nes son “movimientos” en la Iglesia, de la Iglesia,para iluminarla y vivificarla. Son una presenciade Cristo. Todos y cada carisma, todos y cadafundador nacieron y están para el bien de toda laIglesia».

«Por tanto –concluye–, en el corazón de losque estábamos en aquel grupo y de nuestras fa-milias religiosas, había una tensión a la unidad(“que todos sean uno”), para la realización delTestamento de Jesús. La que podíamos llamar“espiritualidad de la unidad” era una espiri-tualidad perfectamente eclesial, que nos atañíadirectamente, porque nuestras órdenes son Igle-sia».

Manolo concluye su testimonio con untoque mariano: «Lo que llegaba a la Iglesia através de la Obra de María era la santidad colec-tiva y una nueva vocación al servicio de todos,una invención de María para hacernos crecercomo hijos semejantes a ella, un sello divino.Para realizar esto, se requiere un camino de ma-duración, que disuelva nuestro hombre viejo yforme en nosotros al hombre nuevo. Así, “cristifi-cados”, terminamos por “parecernos a la Ma-dre”, adquirimos sus mismos rasgos como verda-deros hijos y con “naturalidad” –con la mismasangre–, nos dirigimos a ella y ella nos reconoce.Y desarrollando el “hombre nuevo”, adquirimosun “sello” mariano, que nos permite revivir aMaría». Y, progresivamente, canta con estu-por: «¡Pasamos de la devoción y de la mismaimitación, a... revivir a María!».

Joseph Schwind

Con Joseph nos trasladamos, al menosinicialmente, a Alemania: «He tenido la alegríade nacer en una familia cristiana; soy el penúltimode seis hijos. Mis padres, pequeños agricultores,imprimieron fuertemente en mí la unión con Dioscon el rezo del rosario, que hacíamos diariamenteyendo al campo. Una palabra de mi madre meayuda todavía: “Jesús, haz que te ame cada vezmás. Y la única recompensa sea que te amé aúnmás”. La lectura de la vida de los santos –prosi-gue Joseph–, que nuestra madre nos hacía el do-mingo por la tarde, sentados alrededor de unamesa grande, era su mayor y nuestra mayoralegría. Quizá allí sentí por primera vez la presen-cia de Dios en medio de nosotros. Y esto fue lo queme dispuso para la vida religiosa-sacerdotal».

Joseph entra en el seminario de los pa-dres palotinos sobre todo por el “fervor mi-sionero” del instituto, que desde la infancia–confiesa– «lo llevaba en los huesos». En losprimeros días le impresiona el tema de unretiro: Dios, Amor Infinito. Durante el no-viciado busca siempre “algo más”, y con al-gunos compañeros, durante los recreos y lospaseos, comparte sus experiencias de Dios.

En el segundo año de filosofía, un día elsuperior pregunta a los estudiantes: «¿Aquién de vosotros le gustaría ir a Brasil?». Todosresponden afirmativamente. Son elegidosJoseph y otros dos, que parten pocos díasdespués. «Sin ser una isla en la gran comunidaddonde vivíamos en Brasil –precisa–, poníamosen común entre nosotros nuestras experiencias deDios y rezábamos todos los días el rosario».

A los 25 años es ordenado sacerdote.«Una gran preocupación mía era ser siempre fiela la voluntad de Dios con las personas y a la vidade oración (meditación, breviario, rosario). Nun-ca utilicé la media hora de meditación para pre-parar la homilía del domingo siguiente. Sin em-bargo, sinceramente, he de confesar que mi ora-ción era más el cumplimiento de un deber que unverdadero encuentro con Dios».

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Tiene que hacerse cargo de la formación(prefecto de disciplina, maestro de novicios,rector del seminario mayor, director espiri-tual), pero quizá su mayor satisfacción es«poder hacer misiones populares en pequeñas co-munidades rurales, donde el pueblo sencillo, me-diante su religiosidad popular, me ha enseñado arezar y a tener verdaderamente un contacto pro-fundo con Dios».

Joseph participará en la Mariápolis en1971, «fundamental para una “nueva” unióncon Dios –subraya–. Sentí una presencia muyfuerte de Dios por el clima de fraternidad y dealegría entre los mil participantes. Eran personasde toda edad, clase y profesión –campesinos, mé-dicos, abogados, sacerdotes, etc.–, todos compro-metidos y activos, que hacían la limpieza, servíandurante las comidas, fregaban los platos, com-partían las experiencias con la sonrisa en los la-bios. Para mí era una experiencia de Paraíso».

Cuatro años después, Joseph tiene oca-sión de pasar un año en el Centro interna-cional de espiritualidad y de comunión parasacerdotes del Movimiento de los Focolarescerca de Roma, durante el cual –dice– «vivíuna nueva aventura de descubrir a Dios no sóloen mí, sino de tener “Jesús en medio” de noso-tros». Como raíz de esta unidad descubre aJesús crucificado y abandonado, al cual seconsagra, y que le toma la palabra: volvien-

do a Brasil, le piden ser rector del seminariomayor, en plena crisis. Lo sostiene la unidadcon otro religioso, con el cual se reúne casitodas las semanas, pudiendo tener la pre-sencia de Jesús entre ellos: «Para mí fue comoun ángel en mi Huerto de los Olivos», comenta.

Después de seis años, le confían una pa-rroquia en el Estado de Sao Paulo. En suentrada oficial, declara al pueblo que el pá-rroco sería Jesús y no él, y por eso está dis-puesto a dar su vida por cada uno de los pa-rroquianos, y si hubiese al menos una perso-na con la misma disposición, la parroquiase trasformaría realmente en Reino de Dios.Inmediatamente una persona se ofrece ypoco a poco se presentan otras. Nace ungrupito que se reúne todos los sábados entorno a la Palabra de Vida, que tratan de po-ner en práctica.

Unos años después, Joseph sufre ungravísimo accidente de autocar que lo in-moviliza durante cinco semanas en la salade reanimación: «Soledad y dolores increíbles,con experiencia de depresión –recuerda–, infec-ción hospitalaria, peritonitis aguda y pleuritisaguda. Me someten a cinco operaciones. Me doycuenta de que puedo aportar mi pequeña contri-bución a la Redención, abrazando a Jesús crucifi-cado y abandonado: ayudar a los hermanos encrisis, familias ante la vida que empieza a nacer,unión de los movimientos, vida nueva en la Igle-sia».

Los frutos son muchos: «Una nueva ideade la vida; un programa sobre la Palabra de Vidaen la radio con más audiencia de la ciudad; unanueva unidad en la parroquia; un desarrollo in-cleíble del “Lar dos Meninos”, una obra paramenores de edad (huérfanos, chicos de la calle oen riesgo) y para familias más o menos regularespara darles un nueva visión de la vida. La obraatiende a mil personas, la mitad de ellasmenores».

Hace dos años, Joseph es trasladado aRoma, a la iglesia donde está enterrado sufundador, san Vicente Pallotti. Diariametne

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«Soledad y dolores increíbles, con ex-periencia de depresión, infección hospita-laria, peritonitis aguda y pleuritis agu-da. Me someten a cinco operaciones. Medoy cuenta de que puedo aportar mi pe-queña contribución a la Redención,abrazando a Jesús crucificado y abando-nado: ayudar a los hermanos en crisis,familias ante la vida que empieza a na-cer, unión de los movimientos, vida nue-va en la Iglesia».

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recibe un buen número de visitantes de todoel mundo y de diversas convicciones religio-sas. Su experiencia de unión con Dios pasaespecialmente a través de su «tratar de hablarsiempre de Jesús a Jesús. Esto funciona y alegra atodos», asegura.

Matteo Rebecchi

Junto a dos religiosos “maduros”, hemosinterpelado a un javeriano italiano más jo-ven, misionero en Indonesia. Matteo cuentade manera escueta y “enjundiosa” cómovive en concreto la unión con Dios. Repro-ducimos su testimonio sin comentarios, quehuelgan.

«He recibido un mail de un gen. Me cuentaque cuando limpiaba el pavimento de su casapor amor, había sentido una alegría profundísi-ma, como si hubiese nacido en aquel momentosólo para realizar el trabajo que estaba haciendo.Por casualidad hoy precisamente yo debía lim-piar mi habitación. Me he puesto a barrerla ypasar la fregona con la mayor precisión posiblepara seguir el ejemplo de mi amigo. También yohe probado alegría, como si ese simple trabajo sehubiese convertido en algo bellísimo y sagrado.He pensado que en cualquier momento y en cual-quier actividad, el encuentro con Dios es posible.Ya no hay tiempos “vacíos” o acciones “insigni-ficantes”, sino que cualquier cosa que hacemospuede convertirse en tiempo sagrado si la vivimosen el amor».

«Un día volvía de la iglesia, que está cerca decasa, donde había participado en la fiesta deboda de un amigo. Caminando, pasé ante un ta-ller y vi en el suelo un clavo, delante de la verjade entrada. Como por esa verja pasaban muchosautomóviles, aquel clavo podía resultar dañino.Pero proseguí la marcha porque pensé que no mecorrespondía a mí limpiar la oficina. Además,iba bien vestido, y no es normal que una persona“distinguida” se detenga a recoger un clavo. Se-guí adelante, pero pronto una voz me susurró alcorazón y me invitó a volver atrás para recoger el

clavo. Me vino a la mente la Palabra de Vidaque dice “orad continuamente”, y me sentí im-pulsado a decir: “Por Ti en los amos de los au-tomóviles que atravesarán esta verja”. Volvíatrás y recogí el clavo, y luego me fui a casa con-tento. Si “oro continuamente”, un clavo tam-bién puede hacerme feliz».

«Normalmente todos los días, antes de lamisa, dedico tiempo a la meditación leyendo laBiblia (las lecturas de la misa) u otros escritos es-pirituales. Me doy cuenta de que cada vez estoytomando mayor conciencia de la belleza del tiem-po dedicado a la meditación. Como preparación,hago siempre un momento de silencio, acallandolas voces que tengo en el alma. Este simple paso amenudo es suficiente para sentir paz y unaalegría especial, porque me hace consciente de queestoy encontrándome con el Señor. A menudo medoy cuenta de que logro gozar de los pasos sucesi-vos, avanzando la meditación: sin prisa me pon-go a leer una frase tras otra, con calma. Luego medetengo para contemplar y hablar con Dios cuan-do hay alguna palabra que me impresiona espe-cialmente... Me doy cuenta de que la meditaciónno es tanto una obligación que tengo como sacer-dote y que tampoco representa un modo de apren-der algo, sino que más bien es la posibilidad de

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«Por casualidad hoy precisamente yodebía limpiar mi habitación. Me hepuesto a barrerla y pasar la fregona conla mayor precisión posible para seguir elejemplo de mi amigo. También yo heprobado alegría, como si ese simple tra-bajo se hubiese convertido en algo bellísi-mo y sagrado. He pensano que en cual-quier momento y en cualquier actividad,el encuentro con Dios es posible. Ya nohay tiempos “vacíos” o acciones “insig-nificantes”, sino que cualquier cosa quehacemos puede convertirse en tiempo sa-grado si la vivimos en el amor».

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LLLLA oración ha ejercido siempre en mígran atracción. Con el transcurrirdel tiempo he comprendido, como

dice Chiara Lubich, que tiene una gran fas-cinación para todos los hombres, inclusocuando no somos conscientes de esto, por-que la relación con Dios es inherente a lanaturaleza humana, habiendo sido creadosa su imagen y semejanza.

«El hilo de oro»

Descubrir cómo he vivido el deber queJesús nos pide de «orar siempre» (Cf. Lc 18,1), es una propuesta fascinante, porque meayuda a tomar conciencia del “hilo de oro”que atraviesa toda mi vida. Es la fidelidaddel Amor de Dios que me incorporó a Jesúsen el bautismo y que nunca me abandona apesar de mi pobreza, infidelidad y pecados.

Cada día cuido el “tiempo sagrado” dela oración, como me invitan a hacer misConstituciones, preparándome con respon-sabilidad y con mucho amor. Lo primeroque hago es ponerme (colocarme) junto aMaría, la Madre, para aprender de ella la

relación con Dios. Luego entro dentro demí, como dice Teresa de Jesús, para “exa-minar la conciencia”. Veo necesario pedirsu perdón, llamar al gran Amigo, al Espíri-tu Santo, para que me purifique y me hagacapaz de Dios. No puedo seguir adelantesin ser consciente de su presencia, sin sentirsobre mí el peso de su mirada de amor.Cuando vivo mi jornada amando, entoncesdoy este paso con facilidad, porque me en-cuentro en soledad con el que ya he redese-ado servir y amar.

Mi fundador, Manuel González García,ha escrito en uno de sus libros, Recemos de-lante del Tabernáculo como se rezaba en el Evan-gelio, un párrafo donde define ampliamentela oración. Creo que resume su experienciay es un texto que ha influido mucho en mí.Dice así: «La oración es la llave de oro que abrecompletamente el Corazón de Jesús: la luz devida que disipa las tinieblas y explica los miste-rios; el bálsamo que cura las heridas del alma,sana los cuerpos, perfuma la vida; el secreto de lapaz y de la felicidad en medio de las penas acer-bas; el fundamento de la más excelsa santidad».

María del Carmen Ruiz Izquierdo, m.e.n.

Estar enteramente con Jesús

EXPERIENCIAS

«Sin oración no hay vida de oración». Buscando la unidad dentro y fuera de sí mismo con Diosy con el otro. Un camino posible para todos.

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Todo el día

«La oración es la llave de oro que abre comple-tamente el Corazón de Jesús». Cuando sientoque entro en el Corazón de Cristo vivo unaexperiencia maravillosa: me hallo en esacorriente de amor trinitario, nuestra verda-dera casa, donde realizo la comunión conel Amor a la que he sido llamada desdetoda la eternidad y donde aprendo a ser undon para todos.

Una vez leí que un periodista preguntó aMaría Voce, presidente del Movimiento delos Focolares: «¿Cuánto tiempo dedicas a laoración?». Y ella respondió: «Todo el día».

Después descubrí la raíz de esta respues-ta en las palabras de Chiara Lubich: «Desdelos primeros meses subrayamos el deber de “orarsiempre” que Jesús pidió. Pero ¿cómo podíamosorar siempre? Estaba claro que no podía ser mul-tiplicando los actos de piedad… Podíamos orarsiempre si éramos Jesús, porque Jesús ora siem-pre. Si en cualquier acción nuestra no éramos no-sotros los que vivíamos, sino Cristo en nosotros,la jornada podía ser una oración continua. Yesto era posible si centrábamos la vida en elamor, si éramos una viva expresión de la palabra“amor”, síntesis de toda la Ley y los Profetas»1.

Investigando sobre mi fundador, con sor-presa he descubierto que también a él lehabían hecho la misma pregunta. Y su res-puesta fue: «Las veinticuatro horas del día, por-que cuando un alma se entrega a Dios, todo eltiempo se lo debe a Él». También estas “coin-cidencias” me empujan a vivir orando.

La Palabra de vida y la oración me ayu-dan a entrar en el Corazón de Cristo y a sercada vez más una sola cosa con Él en mi pen-sar, sentir y obrar, superando obstáculos y re-sistencias. Poco a poco se va unificando mijornada, porque en cada momento puedo vi-vir con Jesús sirviendo a los demás, perdo-nando de corazón las pequeñas o grandesofensas, amando siempre a todos con alegría.

El bálsamo

«El bálsamo que cura las heridas del alma,sana los cuerpos, perfuma la vida». Un día meencontraba realmente cansada, porque mehabía ofrecido, a causa de la enfermedad deuna hermana de comunidad, a hacer du-rante una semana un trabajo difícil para míen aquel período. El primer día, a las oncede la noche, aún no había encontrado lahora determinada por nuestras Constitucio-nes para estar ante Jesús eucaristía.

Sabía que el amor y la misericordia deDios lo suplen todo, pero, conociéndome amí misma, sabía también que si hubiese de-jado aquel día la hora de adoración, la hu-biera dejado toda la semana. Decidí que-darme y le dije a Jesús: «No soy capaz de pen-sar, sólo puedo estar aquí contigo, con amor y poramor». Cuando terminó la hora me en-contré lúcida, llena de bienestar físico y so-bre todo experimenté que era profunda-mente amada.

El secreto

«El secreto de la paz y de la felicidad en mediode acerbas penas; el fundamento de la más excel-sa santidad». En 1970 participé por primeravez en una Mariápolis, en la cual se profun-dizaba el misterio de Jesús crucificado yabandonado. Me transformó la vida: unaluz potente me lo hizo ver todo más lumi-noso y me ayudó a afrontar las situacionesdolorosas con la fecundidad del amor.

Soy misionera eucarística y la espirituali-dad de Chiara Lubich me recuerda que mirelación con Jesús eucaristía no puede que-darse sólo en un rito, sino que, como dicemi fundador, debo “ser eucaristía viva”.

La celebración eucarística es el momentomás precioso de mi jornada: presento a Jesúsmi “nada”, llena de confianza en la acciónsalvífica que estoy celebrando; me ofrezcocon Él al Padre y le presento, como cosa

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mía, todas las necesidades de la humanidad.Antes de la misa, para prepararme al en-

cuentro con Jesús eucaristía, me compro-meto a acoger a Jesús en el hermano; luegotrato de realizar cada acción, cada encuen-tro, cada relación construida o por cons-truir como una ocasión de agradecimientoy de alabanza.

Mi gran deseo, y voluntad de Dios para

mí, es revivir el amor con el cual Jesús sehace presente en la celebración eucarística,donde Él «está dándose en sacrificio y en silen-cio». Será el fruto de la oración, de “estarcon Él” enteramente para recibir la vida delResucitado.

1 Chiara Lubich, Un camino nuevo, Ciudad Nue-va, Madrid, p. 86-87.

33337777Experiencias

EL HOMBRE EN ORACIÓN

«Cuando hablamos de la oración como experiencia del hombre en cuanto tal, del homoorans, es necesario tener presente que es una actitud interior, antes que una serie de prácti-cas y fórmulas, un modo de estar frente a Dios, antes que de realizar actos de culto o pro-nunciar palabras. La oración tiene su centro y hunde sus raíces en lo más profundo de lapersona; por eso no es fácilmente descifrable y, por el mismo motivo, se puede prestar amalentendidos y mistificaciones. También en este sentido podemos entender la expresión:rezar es difícil. De hecho, la oración es el lugar por excelencia de la gratuidad, del tenderhacia el Invisible, el Inesperado y el Inefable...

En la experiencia de la oración la criatura humana expresa toda la conciencia de sí mis-ma, todo lo que logra captar de su existencia y, a la vez, se dirige toda ella al Ser frente alcual está; orienta su alma a aquel Misterio del que espera la realización de sus deseos másprofundos y la ayuda para superar la indigencia de su propia vida. En este mirar a Otro, eneste dirigirse «más allá» está la esencia de la oración, como experiencia de una realidad quesupera lo sensible y lo contingente.

Sin embargo, la búsqueda del hombre sólo encuentra su plena realización en el Dios quese revela. La oración, que es apertura y elevación del corazón a Dios, se convierte así enuna relación personal con él. Y aunque el hombre se olvide de su Creador, el Dios vivo yverdadero no deja de tomar la iniciativa llamando al hombre al misterioso encuentro de laoración. Como afirma el Catecismo: “Esta iniciativa de amor del Dios fiel es siempre loprimero en la oración; la iniciativa del hombre es siempre una respuesta. A medida queDios se revela, y revela al hombre a sí mismo, la oración aparece como un llamamientorecíproco, un hondo acontecimiento de alianza. A través de palabras y de acciones, tienelugar un trance que compromete el corazón humano. Este se revela a través de toda la his-toria de la salvación” (CIC, n. 2567).

Aprendamos a permanecer más tiempo delante de Dios, del Dios que se reveló en Jesu-cristo; aprendamos a reconocer en el silencio, en lo más íntimo de nosotros mismos, su vozque nos llama y nos reconduce a la profundidad de nuestra existencia, a la fuente de lavida, al manantial de la salvación, para llevarnos más allá del límite de nuestra vida yabrirnos a la medida de Dios, a la relación con él, que es Amor Infinito».

Benedicto XVI, El hombre en oración (2), Audiencia general, 11 mayo 2011

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ÁÁÁÁVILA es a santa Teresa y a los Car-melitas teresianos –desgraciada-mente conocidos como “Descal-

zos”, el calificativo genérico de los “refor-mados”–, como Asís es a san Francisco y alos franciscanos.

Parto de esta especie de ecuación históri-co-geográfica porque –idealmente– es aquídonde Chiara y Jesús Castellano se encuen-tran. Padre Jesús halla ahí otra Madre espi-ritual además de Teresa, y Chiara a otro desus numerosos hijos que, por declaraciónexplícita de Chiara, es un «perfecto camelitaenamorado [al mismo tiempo] del Ideal» que,según Chiara, vivía con la pureza y la senci-llez de los niños del Evangelio1.

Un hijo que, precisamente por su identi-dad carmelitana vivida junto con el Ideal,es también uno de sus maestros de referen-cia cada vez que Chiara quiere someter [alteólogo teresiano] sus opciones proféticaspara verificar si están en consonancia conla tradición espiritual de la Iglesia.

Así pues, igual que no se puede hablar deTeresa sin recordar sus numerosos conseje-ros, así, en el futuro, no se podrá recordar aChiara sin el nombre de aquellos que hansido iluminados por ella, pero que, cadacual a su modo, también la han ayudado. Yentre estos, Jesús Castellano –lo confirmanlas numerosas admisiones de la mismaChiara recordadas en la introducción deeste libro– seguirá ocupando un lugar de re-lieve.

Teresa y Chiara, Chiara y Teresa

Dentro de las espléndidas murallas deÁvila, con sus ochenta y ocho torreones yen esta relación personal es donde se ilumi-na también el título de este libro, editadopor Fabio Ciardi para Città Nuova: El casti-llo exterior. Lo “nuevo” en la espiritualidad deChaira Lubich.

En el otoño de 2002, con ocasión de suviaje a España para visitar algunas realida-

Unidad y Carismas

Bruno Moriconi, o.c.d.

El Castillo «exterior»

NUEVOS HORIZONTES

Presentación del libro de J. Castellano Cervera, o.c.d.: El castillo exterior. Lo “nuevo”de la espiritualidad de Chiara Lubich, editado por Fabio Ciardi, o.m.i.

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des de la Obra de María, Chiara Lubichquiso visitar algunos lugares teresiano-san-juanistas en Ávila y en Segovia, por la par-ticular “amistad espiritual” que la unía alos Santos del Carmelo.

La visita –guiada por José DamiánGaitán de Rojas, o.c.d.– fue como una pe-regrinación espiritual que la llevó también,en compañía de D. Pasquale Foresi y otrosdirigentes de la Obra de María, a un cordialencuentro con la comunidad de La Encar-nación, el monasterio en el que Teresa sehizo monja carmelita en 1535 y al cual vol-vió como priora en 1571, después de haber-se convertido, desde 1562, en Madre deotro tipo de Carmelo. Y allí donde, en el li-bro de oro del monasterio, Chiara escribióestas palabras. «Gracias, santa Teresa, por todocuanto has hecho por nosotros durante nuestrahistoria. ¡Gracias! Pero el “gracias” más hermo-so te lo daremos en el Paraíso. Sigue velando so-bre todos nosotros, sobre nuestro “Castillo exte-rior”, que el Esposo ha suscitado en la tierracomo complemento de tu “Castillo interior” parala Iglesia, hermosa como la deseaste. Hasta lavista, santa Teresa. Abrazándote. Chiara».

Era el 2 de diciembre de 2002. Chiaratenía ya casi 83 años y morirá seis años des-pués, el 14 de marzo de 2008. El Padre Cas-tellano tenía entonces 61, y murió el 14 dejunio de 2006, a los 65 años, el día del Cor-pus Christi.

Como se deduce de la lectura de este li-bro, tanto de los escritos de Castellanocomo de la pertinente introducción de Ciar-di, no era la primera vez que Chiara, parahablar de la novedad de la espiritualidadque el Señor había suscitado en la Iglesiapor medio de ella y de la Obra de María,usaba, y tal vez se podría decir también“osaba”, esta expresión.

El mismo año 2002 se habían publicadoen Città Nuova dos libros de Chiara sobreeste tema: Un camino nuevo. La espirituali-

dad de la unidad y Construyendo “el castilloexterior”.

Sin embargo, haber querido escribirlo enel libro de oro del monasterio históricamen-te más teresiano, fue como una declaraciónde la consciente complementariedad de lasdos intuiciones, la suya y la de Teresa.

Una complementariedad que explicatambién la espontánea “sintonía” y el natu-ral encuentro entre Chiara y Castellano, elcual, no sólo era hijo de Teresa, sino tam-bién un especialista en su doctrina.

“Castillo exterior” y “Jesús Abandona-do” son los dos pilares de la espiritualidadde los Focolares. Dos columnas que Chiarasintió, ambas, emparentadas con los dossantos padres del Carmelo teresiano: Tere-sa de Jesús, por lo que se refiere a la imagendel “Castillo”, y Juan de la Cruz, por lo quese refiere a la espiritualidad de “JesúsAbandonado”, del cual el santo escribió ad-mirablemente en el capítulo 7 de la segundaparte de la Subida al Monte Carmelo.

Lo había dejado escrito Chiara misma enel libro de oro del convento de Segovia, di-rigiéndole al santo esta oración: «San Juande la Cruz, ¡henos aquí, algunos dirigentes de laObra de María, venerándote donde aún estás tanpresente! Gracias por lo que has hecho por noso-

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«Gracias, santa Teresa, por todocuanto has hecho por nosotros durantenuestra historia. ¡Gracias! Pero el “gra-cias” más hermoso te lo daremos en elParaíso. Sigue velando sobre todos noso-tros, sobre nuestro “Castillo exterior”,que el Esposo ha suscitado en la tierracomo complemento de tu “Castillo inte-rior” para la Iglesia, hermosa como ladeseaste. Hasta la vista, santa Teresa.Abrazándote. Chiara».

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tros durante nuestra historia. ¡Cuánta luz!¡Cuánto ánimo para seguir nuestro camino enpos de Jesús Abandonado, que tú también cono-ciste! Sigue ayudándonos con tu carisma y noso-tros podremos así, un día, verte en el Paraíso.Por todos, Chiara».

Y, “Castillo exterior” y “Jesús abandona-do” son los dos pilares de los que hablaJesús Castellano en este libro sobre la nove-dad de la espiritualidad de la Obra deMaría.

El libro de Jesús Castellano

El libro (El castillo exterior. Lo “nuevo” enla espiritualidad de Chiara Lubich, de 124 pá-ginas), además del prólogo del superior ge-neral de la Orden, Saverio Cannistrà, y dela documentada introducción de FabioCiardi, contiene nueve aportaciones deCastellano, dos de las cuales, la tercera y lacuarta, inéditas. Nueve escritos sobre la es-piritualidad de la Obra de María, o mejoraún, como reza el subtítulo, sobre “lo nue-vo” de la espiritualidad de Chiara Lubich.

Van de 1991 a 2006, aunque la aporta-ción número siete, Eucarestia e Vita Trinita-ria, apareció en “Nuova Umanità” en 2007,año posterior a su muerte, que tuvo lugar el14 de junio de 2006. Los otros seis apare-cieron: cuatro en “Unidad y Carismas”(quinto, sexto, octavo y noveno), uno (elprimero) en el volumen Abitando la Trinità(editores Coda y Zalk en 1998) y el otro (elsegundo) en el volumen de Chiara Lubich,La doctrina espiritual (Ciudad Nueva 2002).

En el primero, Hacia una nueva ontologíamística, se trata del carisma de Chiara cen-trado en la oración por la unidad que revelala Trinidad, carisma que puede hacerse por-tador de esa espiritualidad trinitaria quetodo el mundo necesita.

En el segundo, Una espiritualidad que uneel vértice de lo divino y el hombre, focalizando

los dos aspectos fundamentales del Movi-miento, la unidad y Jesús Abandonado, Caste-llano muestra cómo esta espiritualidad seha de entender como experiencia de la Igle-sia, imagen de la Trinidad.

El tercero, La espiritualidad de la Unidad.Novedad y dinamismo para la Iglesia y la socie-dad, es un escrito que Chiara le pidió expre-samente, con una carta inédita de 1992,como ayuda para la especificación de la es-piritualidad de su Movimiento.

El cuarto, Mi experiencia en la EscuelaAbba, es una narración todavía inédita en laque el P. Jesús expresa toda la alegría de po-der vivir, como miembro de la EscuelaAbba, en estrecha relación con Chiara.

El quinto, Del “Castillo interior” al “Casti-llo exterior”, es el que da título al volumen yal cual, estudiando lo específico de la espi-ritualidad del Movimiento, Castellano hadedicado mayor atención.

En el sexto, Jesús Crucificado y abandona-do, clave y síntesis de la espiritualidad, se ha denotar la falta de especificación del términoespiritualidad. De hecho, en el subrayadode Castellano, Jesús crucificado y abandonadono es el vértice de la espiritualidad del Mo-vimiento de los Focolares, sino de la espiri-tualidad cristiana tout court.

Unidad y Carismas

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«San Juan de la Cruz, ¡henos aquí, al-gunos dirigentes de la Obra de María, ve-nerándolte donde aún estás tan presente!Gracias por lo que has hecho por noso-tros durante nuestra historia. ¡Cuántaluz! ¡Cuánto ánimo para seguir nuestrocamino en pos de Jesús Abandonado,que tú también conociste! Sigue ayudán-donos con tu carisma y nosotros podre-mos así, un día, verte en el Paraíso. Portodos, Chiara».

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En el séptimo, Eucaristía y vida trinitaria,como teólogo dogmático y místico, P. Jesúsexamina la experiencia eucarística de Chia-ra, sobre todo en referencia al 16 de julio de1949.

En el octavo, Vida religiosa y movimientoseclesiales, pone de relieve que el Movimientode los Focolares ha anticipado e inspiradola evolución positiva que dicha relación ad-quirirá, sobre todo a partir de Vita consecratade Juan Pablo II, del 25 de marzo de 1996.

En cierto modo, en continuidad con elanterior, su última aportación, El carisma dela unidad y los carismas de la vida consagrada,contiene tres reflexiones sobre algunas ide-as de Chiara sobre los carismas de la vidaconsagrada y sobre cómo este modo suyode pensar puede llevar a una comunióncada vez más fecunda en la Iglesia.

Del “Castillo interior”al “Castillo exterior”

Como hemos dicho, esta es la aportaciónque da título al volumen y a la cual, estu-diando lo específico de la espiritulidad delMovimiento, Castellano ha dedicado ma-yor atención y extensión que a las otras.

¿Qué decir? ¿Cómo contarlo? Como entodos los demás trabajos, el acento está enla novedad que muy a menudo Castellano

hace sentir –además de como hecho objeti-vo– también como una sorpresa esperada yconsoladora para él mismo.

Sí, porque la conexión entre él y Chiaratiene lugar, antes que junto a Teresa, junto ala oración por la unidad del capítulo 17 delcuarto Evangelio. Igual que san Juan de laCruz, el P. Jesús se lo sabía de memoria y–como confesará a la edad de treinta y seisaños en una carta a Chiara del 28 de agostode 1977–, lo había recitado el día de su orde-nación, mientras estaba postrado en el sueloy se cantaban las letanías de los santos.

¿Cuál es, pues, esta novedad? ¿Se trata deun itinerario espiritual recorrido en común,donde los hermanos no son solamente laprueba del amor hacia Dios (Mt 25 y 1Jn 2,9), sino el lugar “sacramental” de la actua-ción del Evangelio, lugar de encuentro conDios y de crecimiento espiritual en la circu-laridad del amor?

Parece que sí, pues ya el 8 de noviembrede 1950, Chiara expresaba todo su estuporcon esta palabras: «Es admirable el designio deDios: este Reino de los Cielos, este castillo exte-rior, en el cual Dios está entre nosotros»2.

Estas palabras, por su parte, Jesús Caste-llano las explica así: «En la espiritualidad dela unidad, ella [Chiara] ve un designio de Dios, omejor, podemos decir, ve “el designio de Dios”: lavida divina transmitida para ser vivida por noso-tros, no de manera individual, sino en comu-nión, al modo de la Trinidad» (p. 59). El «Rei-no de Dios en la tierra», añade. «Una místicacomunitaria».

El Reino comienza con Jesús, semillaechada por el amor de Dios entre nosotros.Hay que tomar en serio Mt 18, 20, dondeJesús dice: «Donde hay dos o más reunidos enmi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Enel pasado se le daba más importancia, ob-serva P. Jesús, a Lc 17, 21, sobre todo a par-tir de la traducción no precisamente exacta(«El reino de Dios está dentro de vosotros») y

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«En la espiritualidad de la unidad,ella [Chiara] ve un designio de Dios, omejor, podemos decir, ve “el designio deDios”: la vida divina transmitida paraser vivida por nosotros, no de manera in-dividual, sino en comunión, al modo dela Trinidad.

...El Reino de Dios en la Tierra.

...Una mística comunitaria».

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hoy presentada así: «¡El reino de Dios está enmedio de vosotros!».

Sea como sea, el “castillo exterior” hacereferencia a la experiencia de la unidad conJesús “en medio de nosotros”, «principio–observa agudamente– y dinamismo de unanueva vida comunitaria, eclesial, trinitaria» (p.60). «Este Reino de los cielos –en las palabrasde Chiara de 1950–, este castillo exterior en elque Dios está entre nosotros».

Para una “mística eclesial”

¿Se puede, entonces, hablar de un almacomunitaria? «Teresa –escribe Castellano–piensa más bien en el alma del justo... toda ilu-minada por la presencia de Dios... – la referenciaes a las Moradas Primeras 1, 1 y a las Séptimas1, 6–. Chiara intuye que el castillo exterior noconcierne sólo a almas individuales, sino a todosaquellos que se adhieren a este designio de Dios».«Los que comparten el carisma de la unidad–añade– están de tal modo unidos en el amorunos a otros que constituyen como un alma co-munitaria». En otras palabras, viven «ya ladimensión trinitaria y eclesial de la espirituali-dad» (p. 61).

Chiara, recuerda P. Jesús, lo había expli-cado en un encuentro con los obispos ami-gos del Movimiento de los Focolares, ya en1971, con estas palabras: «Es un camino, enfin, que se recorre juntos, en el cual se busca lasantidad del otro como la propia» (p. 63).

Y, en 1984, a otro grupo de obispos, conuna clara alusión a la novedad, había con-cluido: «Un castillo interior, como santa Tere-sa llamaba a la realidad del alma habitada porSu Majestad, está bien descubrirlo e iluminarlo.Es el culmen de santidad en un camino indivi-dual. Ahora tal vez ha llegado el momento dedescubrir, iluminar y edificar para Dios tambiénsu castillo exterior, por decirlo así, con Él en me-dio de los hombres» (pp. 63-64).

Se trata de una «mística eclesial», traduce

Castellano en la p. 64, dado que Chiara lahabía llamado «unidad con los hermanos enla realidad del Cuerpo Místico de Cristo, en elcual todos somos hermanos» (p. 65). «Esta es-piritualidad de la unidad –concluye Castella-no, citando un escrito suyo de 1983– ... noes sólo una experiencia particular, sino una gra-cia para la Iglesia, como la experiencia del Cas-tillo interior o de la Noche oscura fuerongracias para la Iglesia del siglo XVI, y hoy asi-miladas en la Teología Espiritual a nivel ecle-sial» (p. 67).

Con palabras mías, quiero concluir quelas cosas que suceden entre Dios y el Almaen la morada más secreta del Castillo delque habla Teresa de Jesús, deben sucedertambién en el encuentro “fraterno” en bus-ca de la Unidad.

Creo que Chiara –con esta espirituali-dad que algunas veces ha llamado también“colectiva”– quiere impulsarnos a pensarprecisamente esto. A tomar conciencia, atomar en serio esas palabas. Jesús resucita-do está con nosotros todos los días, y don-de dos o tres se reúnen en su nombre, Élestá allí, en medio de ellos y con ellos. Yellos están allí, con Él, en el corazón de laTrinidad.

1 Cf. Mariapoli 23 (2006) 40-41.2 Inédito citado en p. 59.

Unidad y Carismas

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«Un castillo interior, como santaTeresa llamaba a la realidad del almahabitada por Su Majestad, está bien des-cubrirlo e iluminarlo. Es el culmen desantidad en un camino individual. Aho-ra tal vez ha llegado el momento de des-cubrir, iluminar y edificar para Diostambién su castillo exterior, por decirloasí, con Él en medio de los hombres».

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46. El amor une.

47. El Rosario, camino de espiritualidad - I.

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53. La vida religiosa y el corazón inquietode Europa.

54. Caminar con Jesús en medio de los su-yos.

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56. Carismas para Europa y para el mun-do.

57. Religiosos jóvenes en la vida consagra-da.

58. Jesús abandonado y la vida.

59. La vida consagrada a la luz del carismade la unidad.

60. La vida consagrada en el diálogo inte-rreligioso.

61. Vivir la palabra.

62. La educación a la espiritualidad de co-munión.

63. Sentir a Dios.

64. Mi noche no tiene oscuridad.

65. Carismas para la ciudad.

66. Misioneros: Evangelio y Cultura.

67. ¿Quién construye la ciudad?

68. Para ser la palabra viva’

69. Caminando con san Pablo.

70. Chiara Lubich y los carismas.

71. Siguiendo los pasos de María.

72. El Dios de Jesús, no otro.

73. Un sacerdocio para todos.

74. Transmitir el carisma.

75. Carismas: dones del Espíritu en unaIglesia-comunión.

76. En la tierra como en el cielo.

77. «Interioridad dilatada».

78. Vino renovado en odres renovados.

79. Iglesia «semper reformanda».

80. Carismas en comunión.

81. Laicidad y carismas.

82. Santificarse juntos.

83. Diálogo intercultural e interreligioso.

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