Una vida alocada, 12

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1 UNA VIDA ALOCADA Relato colectivo de 3º A IESO La Paz de Cintrunigo Curso 211-212

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Relato colectivo

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UNA VIDA

ALOCADA

Relato colectivo de 3º A

IESO La Paz de Cintru�nigo Curso 2�11-2�12

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Autores

1. Fernando Yanguas

2. Alexander Stryuchkov

3. Ana Rinc'n

4. Paula Prado

5. Mar+a Mateo

6. Sara Mart+nez

7. Vanesa Mart+nez

8. Carmen Mart+nez

9. 2lex Jim�nez

1�. Iker Jim�nez

11. Ana Jim�nez

12. Mar+a Jos� Guerrero

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Hola, me llamo Gaspar y soy un hombre de 33 años. En esta narración os voy a contar

yo mismo cómo te puede cambiar la vida en poco tiempo por unas variadas razones.

De pequeño yo era un niño muy movido y siempre me gustaba estar haciendo cosas.

Lo malo de que me gustara hacer muchas cosas era que lo que yo hacía era para molestar a

alguien o con esa intención. En el colegio de primaria, en mi primer curso, sacaba muy malas

notas pero a mí no me importaba y yo creo que a mis padres tampoco es que les importara

mucho. Me pasaba el día en la calle, jugando con algún que otro amigo que tenía, gracias a

que lo conocía del colegio, porque yo era muy poco sociable y me costaba hacer amigos.

Cuando mis amigos tenían que irse a sus casas porque ya era demasiado tarde para un niño

de cinco años, yo me quedaba todavía mas tiempo porque no me apetecía volver a casa y

sabía que mis padres no me iban a decir nada. A partir del momento en que me quedaba sin

los demás, me sentía muy solitario y como era un niño muy alocado, me subía a un árbol a tirar

piedras a los coches que regresaban de sus trabajos. Así estuve mucho tiempo, hasta que un

día, un conductor habitual de la zona, pasó muy despacio para localizar el sitio de donde

provenían aquellas piedras que, en numerosas ocasiones, le habían causado unos pequeños

destrozos. Entonces yo, sin saber la estrategia del conductor para pillar al bándalo, disparé la

piedra que impactó contra la luna trasera de su automóvil. El conductor salió del coche

riéndose, porque se había percatado del sito de donde provenían las piedras y eso a mi me

extrañó muchísimo. En aquel instante el conductor se dirigió hacia aquel árbol y yo supe por

mis adentros que me había localizado. Me quedé inmóvil, porque nunca creí que me hubieran

pillado. Entonces, unos metros antes de su llegada di un gran brinco y corrí todo lo rápido que

pude. Pero era muy difícil que un niño de cinco años huyera de un hombre tan desesperado. El

conductor rabioso me agarró bien fuerte para intimidarme y me preguntó que dónde vivía, yo le

dije que le llevaría hasta mi lugar de residencia. Él me dijo que no me moviera de allí, yo hice

caso mientras observaba cómo iba corriendo hasta su automóvil, lo aparcaba en el lado que

daba a la acera y lo cerraba con gran entusiasmo, ya que me había pillado y se sentía

orgulloso por su logro. Con una sonrisa bien amplia se dirigía hacia mí. Al llegar me dijo que le

llevara a mi casa, como anteriormente me había ordenado. Yo obedecí y lo llevé hasta la

puerta de mi casa con remordimiento de qué es lo que me iban a decir mis padres, pero sin

ningún tipo de miedo. Me pidió que le dijese a mi madre o a mi padre que bajaran para hablar

con él de lo sucedido hacía unos instantes.

Mi madre, llamada Antonia, salió para poder ver qué pasaba, con cierta desconfianza

por aquello que le acababan de contar de su hijo es este poco tiempo de camino hasta la

puerta. Antonia abrió la puerta para escuchar lo que aquel hombre quería decirle, pero al

hacerlo, el conductor del vehículo quedó impresionado por aquellas bonitas ondulaciones en su

pelo rubio trigo y por su intenso color de labios rojo pasión. Antonia preguntó qué era lo que

sucedía, pero el conductor quedó sin saber qué decir, hasta que por fin contó lo sucedido a

Antonia. Entonces la madre preguntó que cuánto iban a costar los daños producidos por mí, en

ese momento a este astuto conductor se le ocurrió una gran idea.

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Él contestó que mejor ella fuera a su casa a negociar sobre aquel asunto. Mi madre

aceptó encantada y anotó la calle, el número de casa y su número de teléfono móvil para que

acordaran la fecha en la que se produciría el encuentro. Al cabo de una semana el conductor

llamó, quedaron esa misma noche en la dirección que le había dicho, en la puerta de su casa.

Al caer la noche, mi madre, se montó en su coche y se dirigió a la casa de aquel astuto

conductor. Al llegar a la dirección indicada, observó que era una gran casa con una gran

piscina. Cuando bajó del coche, el conductor salió a recibirla con un elegante esmoquin y le

propuso entrar a tomar una copa, ella aceptó. Mientras, bebían y charlaban de diversas cosas

de su vida, hacía tiempo que habían dejado a un lado el tema que le había llevado allí. Lo que

no sabía mi madre era que el conductor le había echado una droga que atontaba muchísimo a

las personas. Al cabo de poco tiempo los efectos de aquella droga tan maligna empezaron a

notarse en la forma de expresarse de mi madre. Cuando los efectos de la droga alcanzaron su

nivel máximo, Antonia obedecía a todo lo que el conductor le decía. Entonces al cabo de un

buen rato el malísimo conductor decidió acostarse con Antonia durante el resto de la noche.

Al despertar, mi madre no recordaba nada de lo sucedido, pero al ver que estaba

totalmente desnuda en una casa que no era la suya supuso lo sucedido. Se vistió lo más rápido

que pudo y codujo hasta su hogar. Pero al llegar encontró a su marido, Pepe, en la puerta de

casa muy preocupado por lo sucedido. Antonia bajó del coche y le dijo a mi padre que le iba a

explicar la razón por la que esa noche no había acudido a dormir a casa. Mi madre contó su

historia, pero mi padre no se la creyó y se enfadó muchísimo, y le pidió el divorcio. Ella lloraba

desconsoladamente por el hecho de que decía la verdad y su marido no la creía. Mi padre se

divorció y echó de casa a mi madre, y ella sin sitio al que ir, decidió ir a la casa de aquel

conductor que tantos perjuicios le había causado a su familia. Al poco tiempo mi padre se

enteró de que mi madre se había quedado a vivir con aquel conductor y ya no volvió a saber

nada más de ella.

Pasaron los años y yo ya estaba en segundo de la ESO. En este tiempo mi padre y yo

habíamos estado muy unidos, pero en este año, cuando alcancé este curso, mi padre empezó

a beber hasta ponerse borracho y cuando lo hacía se ponía violento. En varias ocasiones me

pegó algún que otro puñetazo; yo, como sabía que si me resistía sería peor, no decía nada y

me iba del cuarto donde sucedía la acción. Al cumplir los dieciocho años, me fui de casa de mi

padre por los continuos maltratos que sufría, porque con el paso del tiempo se habían vuelto

más frecuentes y brutales. Yo quería una gran ciudad para vivir, llena de oportunidades.

Entonces recordé un libro que había leído hacía algún año, trataba de Las Vegas. En ese

momento hice unas cuantas cuentas mentalmente y llamé a un taxi para me le llevara hasta el

aeropuerto más cercano. Al llegar a aquel aeropuerto, fui a recepción y pregunté que cuánto

costaría un viaje a Las vegas lo más pronto posible. La recepcionista me contestó que el avión

salía en media hora y que me saldría por 50 €. Una cifra que me sorprendió por lo barato que

me suponía ir hasta aquel lugar. La recepcionista me comentó que necesitaban llenar el avión

que volaba hasta Las Vegas y por eso costaba más barato. Me puse muy contento por este

hecho y porque iba a estar en aquel maravilloso lugar en unas cuantas horas. Pagué el coste

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del billete y me dispuse a poner mi equipaje en una cinta transportadora que más tarde, con

una serie de procesos acabaría, dentro del avión conmigo. Pasó media hora y yo ya estaba

sentado un mi asiento, miré a mi alrededor, y pude deducir por los maletines que llevaba la

mayoría de los pasajeros que entraban en ese momento al avión, que eran personas de

negocios o gente muy importante. Cinco minutos después a mi derecha se sentó un hombre

de cara amargada y con entrecejo fruncido y no volví a mirarle en todo el viaje. Un poco

después a mi izquierda se sentó un hombre con un bonito traje blanco y una gran sonrisa. Éste

me preguntó que cuál era el motivo de mi viaje a aquella ciudad. Yo contesté que me había

fugado de casa y que quería empezar una nueva vida en aquella magnífica ciudad. Este

hombre me dijo que allí un niño como yo me las vería mal para poder sobrevivir. Yo quise dejar

aquel tema zanjado autopresentándome y preguntándole cuál era su nombre. Él me contestó

que se llamaba Al Copone y que tenía una gran empresa de apuestas en Las Vegas. En ese

momento él me ofreció trabajo en su empresa como limpiador de sus oficinas y un pequeño

baño público que tenían en sus instalaciones y con posibilidad de ascenso. Yo me planteé

aquella idea y pensé en todo tipo de planes para el futuro. Yo, encantado, acepté y pregunté en

qué consistía el trabajo que él y sus hombre desempeñaban. Él me contestó, con una gran

carcajada, que en cobrar de cualquier forma posible las apuestas que anteriormente habían

realizado con algún cliente. Yo no tuve en cuenta aquello que había dicho de cobrar de

cualquier forma posible y pensé solo en que un ascenso podría suponer mucho para mí.

En aquel momento, yo pensé que no tenía donde alojarme y pregunté a Al Copone si

conocía algún sitio donde pudiera residir en la cuidad. Él me dijo que no estaba puesto al día

en el tema de los hoteles y los hostales, pero que conseguiría información del hotel más barato

y mejor en poco tiempo. Yo me sentí bien. Pesaba que Al Copone era un buen hombre, que se

ganaba humildemente la vida, pero lo que no sabía era qué ocurría realmente en su negocio.

Al llegar a la famosa ciudad de Las Vegas me quedé impresionado por su belleza. Al

Copone, me dijo que me llevaría a su oficina para que conociera al resto del grupo de

empleados que trabajaban para él. Se montó en un Rolls Royce grande y robusto de color

negro, condujo hasta un gran parking y dejó allí el coche. Al Copone me pidió que le siguiera,

que ya faltaba poco. Yo le seguí hasta que paró en la puerta de un callejón muy sucio y antiguo

donde se podía ver en las partes más oscuras ratas grandísimas y alguna prostituta. Abrió la

puerta y se encontró con un recibidor y tres puertas. Me dijo que la de la derecha era la del

baño, la de el centro la de mi despacho donde realizamos las reuniones y la de la izquierda la

sala de oficinas donde estaban el resto de empleados. Fuimos a la puerta donde me había

dicho que estaban las oficinas, y efectivamente allí estaban siete empleados haciendo variadas

acciones.

Al Copone fue presentándome uno por uno a los miembros del grupo. Me presentó a

Jhonny, que era un tipo bajito con cara intrigante y un pequeño bigote que no podía dejar de

moverse. El siguiente era Rosco, un tipo altísimo con unos brazos como columnas que me

saludó amablemente mientras machacaba sus bíceps. El tercer miembro era Dani, un tipo con

pintas como un ciudadano normal, que estaba pelando patatas con una gran navaja mientras

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observaba una pistola que había en el suelo. El cuarto era un tipo con gafas, patoso, que

estaba manejando un ordenador, y por las pintas que tenía y lo rápido que tecleaba, deduje

que era el hacker de la empresa. El quinto era Blackbourd, era un tipo con una gran cicatriz en

la cara, que jugaba al póquer con el tipo que me presentarían a continuación. El sexto era

Michel, un tipo con el pelo largo peinado hacia atrás con lo que parecía gomina, que se

encontraba jugando al póquer con su compañero Blackbourd. Y por último, me presentaron a

un viejo anciano llamado Rogelio, que llevaba puesto un esmoquin y fumaba una faria. Este se

encontraba mirando a una enorme pizarra con cientos de fotos con la cara de personas: varias

estaban tachadas y en ellas ponía “ELIMINADO”.

Al mirar las fotos me di cuenta de que eran personas populares que habían salido en la

televisión y declaradas muertas por causas desconocidas. Después de mirar las fotos pregunté

a Al Copone de qué eran las apuestas que hacían en esa empresa. Y me contestó que era

como un casino pero sin fichas. Después de cinco minutos mirando a las siete personas que

había en la sala, me fui al baño, nada más entrar se me pasó por la cabeza decirle a Al Copone

que no quería ese trabajo. Al salir del baño me dirigí hacia él, pensando en lo que le iba a decir,

al acercarme me dio un maletín negro, que parecía ser de dinero, pero no me fíe y esperé a

que me dijese algo. Mientras él abría el maletín me dijo:

- Esta es tu paga adelantada por los dos primeros meses, espero que la aceptes.

Yo, al no saber qué hacer, me hice el sueco y le pregunté:

- ¿Qué? ¿Pero qué es esto? ¿Cuánto hay aquí?

Al ver mi reacción me repitió diciendo lo mismo:

- ¿Qué pasa chico, es mucho o es poco? Creo que hay unos 500.000 dólares –me dijo

con entusiasmo y con una sonrisa.

Me quedé pensándolo un minuto, no sabía qué responder. Pero al final le dije:

- No, bueno creo que sí, es mucho.

Al oír eso Al Copone se alegró aún más de lo que estaba y dijo:

- Mira Rogelio… este chico no quiere tanto dinero que le estamos pagando, creo que

tiene más oportunidades de estar aquí que estos holgazanes, que no hacen nada más

que jugar al póquer.

Rogelio no pareció oír eso y siguió mirando la pizarra con fotos, como si nada hubiera

pasado. Pero cuando Al Copone se lo iba a repetir dijo:

- Bien… pero dale dinero para un hotel.

Al oír, eso llamó a Dani, para que me acompañase. Este al imaginar para qué le llamaban

se acercó al perchero, cogió su chaqueta de cuero y se dirigió hacia la puerta diciéndome:

- Te espero en el coche.

Al darme la vuelta, Al Copone me dio un fajo de billetes con una nota que decía: “Mañana

te pasaré a buscar sobre las diez y media, estate despierto para cuando llegue.”

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Al coger el fajo de billetes con la nota y darme la vuelta para irme Rosco, se me acercó por

detrás y me dio una pesa, para que según él me divirtiera. Al verla, había pensado que era una

broma, pero no lo era, la cogí con las dos manos y me fui de ahí.

Al salir por la puerta principal vi a Dani fumando un puro, pero lo tiró nada más verme. Nos

sentamos en el coche y me llevó a un hotel, que parecía muy lujoso. Salimos del coche y me

acompañó hasta que me registré en el hotel, y se fue al cabo de cinco minutos más o menos.

Subí al decimoctavo piso y entré en la habitación 502. Era una habitación amplia y con una

terraza estupenda, veía casi toda la ciudad de Las Vegas desde ahí.

Al día siguiente me desperté a las diez y veinte y me fui corriendo abajo a esperar a Al

Copone. Llegó a la hora exacta a la que me dijo la noche anterior. Me saludó con una sonrisa y

con un “¡Buenos días, muchacho!” Nos sentamos en su Rolls Royce, y el chófer nos llevó a un

aparcamiento abandonado. Salimos del coche y nos dirigimos hacia una puerta. Entramos y

nos encontramos con Blackbourd y con Michel que estaban hablando con un tipo bajo, llevaba

un esmoquin negro y dos maletines. Parecían llenos de dinero. Al pasar unos minutos ahí

hablando con aquel tipo nos fuimos. Volvimos a las oficinas donde habíamos estado el día

anterior. Al entrar por la puerta Al Copone me dijo: “ya puedes empezar a limpiar el baño y las

oficinas”.

Durante las dos primeras semanas nadie me hablaba, pero con el tiempo se

acostumbraron a mí y actuaban ya como si nada. Un día, llegué a mi puesto de trabajo y Al

Copone me concedió un ascenso. Me alegré tanto que no pude reprimir una sonrisa. Entonces,

él me miró a los ojos y me dijo con voz muy seria:

- Ahora serás el aprendiz de Michel, eso significa que adonde vaya él tú le

acompañarás.

Al principio no le agradó nada la idea a Michel, pero con el paso de unos días se

acostumbró. A las dos semanas de estar con él, un día me llevó al campo de tiro para

enseñarme a disparar. Yo, al ser un novato, cuando disparé por primera vez me dio un

retroceso que casi me rompo la nariz. Después de dos o tres semanas, volvimos. Pero esta vez

disparé bien, aunque no di en el blanco ni una vez. Con el tiempo fui aprendiendo.

Otro día, cuando volvimos del campo de tiro, Al Copone se acercó a mí para hablarme.

Llevaba con él varias semanas y me trataba como a uno más. Casi siempre estaba serio, pero

cuando se dirigía a mí tenía un brillo especial en los ojos.

- ¿Has matado alguna vez a alguien?

- No, nunca -le dije.

Al oír eso me contesto:

- Mañana será tu primera vez.

Yo no sabía bien si me estaba hablando en serio, pero al llegar al hotel reflexioné y entendí

que sí. No pude dormir en toda la noche.

Cuando llegué a las oficinas, Al Copone se acercó a mí con una foto y un maletín. Me dijo:

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- Tienes que matar a esta persona, hoy a las doce en punto en el callejón que está a

cuatro manzanas de aquí.

Al llegar al sitio, en el coche de Dani, abrí mi maletín, había una nota de Al Copone que

ponía: “Mátalo y quítale el maletín que tiene, no dejes que se escape.”

Al leer la nota pensé rápido y salí a toda prisa hacia el tipo que estaba allí. Al llegar a su

lado pensé que no me había oído acercarme y cuando le iba a dar un golpe con mi maletín en

la cabeza se agachó… y sacó una navaja. Al no saber qué hacer le tiré la maleta, pero volvió a

agacharse y no le di por segunda vez consecutiva. Entonces, me atacó y me hizo una herida

bastante profunda en mi pierna derecha. Me caí al suelo desangrándome y al alejarme de él vi

una botella de cristal, la cogí y me levanté a duras penas. Me acerqué esquivando sus intentos

de puñaladas. Con mucha suerte las esquivé todas y le di con la botella de cristal en toda la

cara, al recibir el golpe se desmayó de inmediato. Yo, no sabía si se había desmayado o había

muerto, pero cogí su maletín y el mío y me fui de allí en cuanto pude.

Apenas tuve fuerza para llegar hasta el coche. En él estaba Michel esperándome y

fumando un puro otra vez. Al verme se alegró y arrancó. Yo, al abrir la puerta le dije que tenía

el maletín y que por favor me llevase a un hospital porque me estaba desangrando. Al oír eso

pegó un acelerón y nos fuimos de ahí a toda prisa. En cinco minutos llegamos al hospital.

Entramos, y me atendieron rápidamente.

Al final pasé varios días en el hospital. Cuando me recuperé fui a ver a Al Copone y a

decirle que tenía su maletín. Cuando llegué, no estaba en las oficinas, entonces me senté y le

esperé unos diez o veinte minutos. Entonces llegó y me felicitó por mi primer trabajo terminado.

Al acabar de felicitarme, entró Rogelio y por primera vez en todo lo que llevaba con aquella

gente, me dirigió la palabra contento:

- Muy bien hecho Gaspar, creo que te llamas así ¿no?

- Sí, me llamo Gaspar. ¡Gracias! No ha sido nada fácil hacer ese trabajito, pero espero

hacer unos cuantos más dentro de poco.

Al escuchar lo que acababa de decir, Rogelio y Al Copone asintieron a la vez y me

contestaron casi al unísono:

- Claro que los harás y muy pronto además.

Cuando acabaron de decir eso, entraron todos los demás, menos Jhonny, que según me

contó Dani le había cogido la policía. Justo en ese momento, miré las manos de este y vi que

tenía sangre y supe lo que había pasado de verdad. Le pregunté por qué le habían matado y

me respondió, con una sonrisa de oreja a oreja:

- Era un topo, ya sabes, un policía de esos que meten la nariz donde no le llaman.

Al llegar por la tarde al hotel, me dediqué a hacer pesas con la que me había dado Rosco

hacía un tiempo. Al poco tiempo de empezar, me aburrí y encendí la tele, ya que pensé que es

muy poco entretenido hacer pesas sin hacer algo más. Me dediqué a pasar los canales, a ver

lo que echaban y me detuve en uno: eran las noticias. Salía un informe policial en el que

contaban que habían matado a un policía a sangre fría en un callejón, con una pistola, me

acerqué a la televisión y reconocí a Jhonny en el suelo.

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En ese momento me quedé pensando: “¿qué había hecho?”

Vinieron a mi memoria millones de imágenes que recordaban mi sombría infancia:

recordaba a mi padre emborrachado, gritándome y pegándome simplemente por haber hecho

un pequeño movimiento, todos esos momentos buscando un sitio para poder esconderme de

mi padre, y todo eso me había pasado simplemente por una travesura que no tendría que

haber hecho. También recordé aquella mañana cuando mi madre llegaba a casa después de

haber sido atontada con una droga que le había metido el hombre al que le había gastado lo

que para mí era una broma. Fue terrible… mi madre había sido violada.

Unos niños riendo de alegría entre sus juegos me devolvieron a la realidad.

Entonces me di cuenta de que matar a aquel policía no me había hecho sentirme feliz.

Decidí ir a dar una vuelta para pensar qué iba a hacer con mi vida y qué camino iba a tomar.

Para despejarme, entré en el amplio cuarto de baño en el que había un gran espejo, tenía a

sus pies un lavabo, seguido estaba el baño separado por una mampara de cristal, a la derecha

estaba la bañera con dos puertas, también de cristal, que no dejaban salir el agua de la bañera.

Abrí estas puertas y encendí la ducha a una alta temperatura. Después de diez minutos en la

ducha, salí, me vestí con un pantalón vaquero y una camisa azul.

Cuando ya estaba preparado para salir, cogí mi gabardina marrón, con botones

grandes de color marrón oscuro que estaba colgada en el perchero de madera de nogal que

tenía un espejo central, que reflejó la tristeza que había en mi rostro y mi pelo revuelto. Decidí

coger el sombrero negro de ala ancha que me había comprado para venir a las Vegas.

Tras llamar al ascensor y ver que estaba ocupado, decidí bajar los cinco pisos andando.

Las escaleras eran anchas con forma de caracol, su suelo era de mármol brillante y estaban

bordeadas por una barandilla de acero que les daba un carácter moderno pero señorial. Al

llegar al vestíbulo me encontré con la recepcionista que ataviada con su uniforme, traje negro,

camisa azul y zapatos negros con tacón de aguja, me dijo:

- Buenos días, señor.

- Buenos días, señorita.

- ¿Ha descansado bien? Hoy hace un día espléndido, aunque se aproximan algunas

nubes que amenazan lluvia, pero no se preocupe, por aquí no llueve demasiado.

- Sí, la cama es muy confortable y la ducha me ha sentado muy bien. Gracias.

- ¿Va a salir a algún sitio?

- Sí, voy a buscar un sitio tranquilo donde pueda pensar. ¿Conoce algún lugar

recomendable?

- Sí, a las afueras de la ciudad hay un parque en el que se puede estar tranquilo. Hay

una zona de paseo muy agradable.

- Muchas gracias. Voy a ver si encuentro este parque. Hasta luego, señorita

- Hasta luego, señor. ¡Que tenga un buen día!

Salí del hotel y me encontré con una ciudad llena de gente ruidosa. Caminé por las calles

cruzándome con todo tipo de personas, desde señoras muy elegantes hasta chicas que

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parecían de la buena vida por su forma de vestir, hombres que corrían frenéticamente de un

lado a otro para llegar a sus respectivos trabajos y puertas de bares abiertas de donde salían

jóvenes que habían estado allí durante toda la noche.

Tras unas horas andando entre pitidos y gritos dejé atrás la ciudad y llegué a un gran

parque verde, que estaba distribuido en zonas: en una de ellas estaban todos los niños

jugando, en otra se encontraban los enamorados, en otra se encontraba un gran bosque con

altos árboles y grandes matorrales, en la otra zona había un bar con muchas personas

sentadas en las terrazas tomando un café y otras personas iban paseando por un camino. A la

sombra de un árbol encontré a un niño con los ojos azules y pelo castaño. Estaba solo y

llorando, yo me acerqué a él para saber qué le pasaba y para ver si le podía ayudar por algún

casual, me senté a su lado y le dije:

- Hola, ¿te ocurre algo?

El niño me miró con sus ojos azules hinchados de tanto llorar.

- No, no me pasa nada. Gracias.

- Entonces, ¿por qué lloras?

- No, es que me he portado mal y mi padre me ha pegado.

- Seguro que no te has portado tan mal…

- Sí, me he portado tan mal que hasta a mi mamá le ha gritado y le ha pegado.

- ¿Seguro? A ver… ¿qué has hecho?

- Estaba jugando a la pelota y sin querer le he dado a mi papá y el se ha enfurecido

conmigo y me he escapado para que no pudiera seguir pegándome.

- ¿Solo has hecho esto? Bueno esto se pasará pronto. ¿Cómo te llamas?

- Me llamo George.

- ¿Cuántos años tienes?

- Tengo cinco años –el chiquillo empezaba a tranquilizarse y parecía más relajado.

- ¿Tienes hermanitos?

- Sí, tengo una hermanita de tres meses.

- ¿Y amigos?

- Sí, tengo muchos…

- ¿A qué te gusta jugar con ellos?

- Al fútbol.

- ¿De qué juegas?

- De portero.

- ¡Uy!, eso requiere mucha responsabilidad.

A lo lejos oímos una voz que decía: “George, George, George…” y él dijo:

- Es mi mamá

Le dije:

- ¿Quieres que vayamos a buscarla?

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George se levantó rápidamente, me cogió de la mano y fuimos a buscar a su madre.

Después de buscarla durante un rato, vimos a lo lejos a la madre e George y a su hermanita,

George empezó a correr hacia ella. Yo me acerqué. Ella me dio las gracias y le dije:

- No hace falta que me des las gracias, si necesitas ayuda podemos buscarla, no hace

falta que aguantéis sus gritos y sus palizas.

- La verdad es que no sabría a dónde dirigirme.

Me ofrecí a acompañarles hasta el centro de acogida a maltratados.

Volví al hotel con una gran sonrisa y una sensación muy agradable de trabajo bien hecho.

Pasaron los años y mi vida en la ciudad de Las Vegas no había cambiado mucho,

seguía siendo el chico de Al, el chico de los trabajos sucios.

Las Vegas, la ciudad donde nunca se duerme, los grandes casinos, los fantásticos

hoteles eran el mayor atractivo de la ciudad, una ciudad nacida para el vicio, en la mitad del

desierto. Es una cuidad especial, puedes salir del casino y casarte en una de las cientos de

capillas que salpican la ciudad. Te puede casar el mismísimo Elvis o Frank Sinatra, por cierto

gran amigo de Al, pero todo bajo la atenta mirada de la policía del estado de Nevada, al que

pertenecía Las Vegas.

Las cosas no estaban muy bien en la ciudad que nunca duerme, con la llegada de la

ley seca y la restricción al juego, Al había perdido mucho dinero, los dueños de los pequeños

garitos y algunos otros habían dejado de pagarle a Al su cuota de “extorsión”, desde la muerte

de Jhonny la policía le seguía de cerca.

Para solucionar aquel problema Al decidió recurrir a los servicios de un matón famoso

de la Costa Este, “El Lágrimas”.

El Lágrimas llegó al día siguiente, era un tipo alto y fuerte con una intensa mirada azul,

fría como el hielo.

Esa mirada me resultaba familiar, pero no terminaba de recordar de qué, cuando se

presentó y me dijo su nombre casi me caigo.

- Hola me llamo George, ¿tú eres Gaspar, verdad?

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Me quedé inmóvil unos momentos, sin poder responder, él era el niño que sorprendí

llorando en el parque hacía años. Había perdido la dulzura y el cariño que tenía en sus ojos

hacía años.

- Hola George, -le respondí-, has cambiado mucho estos años.

- Sí, la vida no se ha portado muy bien conmigo, pero no me quejo.

George también me reconoció enseguida. Continuamos hablando camino del despacho

de Al, me contó que su infancia, como la mía, había sido muy dura, y que se fue de casa, tenía

unos conocidos en la Costa Este que le metieron en este mundo. También me contó el porqué

de su apodo, aunque era muy visible, tenía tres lagrimas tatuadas en su ojo izquierdo, le

recordaban que jamás volvería a llorar por nadie. Comenzó su nueva vida en Miami, pero

siempre al margen de la ley.

Después de hablar un rato con Al en su despacho y las obligadas presentaciones, nos

fuimos al “Paradais-in”, uno de los más lujosos hoteles-casino de Las Vegas propiedad de Al,

donde siempre había una suite preparada para los invitados.

Todo había sido muy cordial, pero aquel hombre no dejaba de recordarme el niño que

fue y que tanto se parecía a mí. Después de acomodarse, nos fuimos a cenar a un pequeño

restaurante italiano, el ambiente era muy familiar y todos los amigos nos reuníamos allí.

Cuando llegamos ya estaban todos, incluida mi novia Betty Lee, que era de Texas, y también

había llegado a Las Vegas buscando su gran sueño, bailar. Trabajaba en el “Paradais-in”, era

de una belleza extraordinaria, y por nuestra diferencia de edad, yo sabía que solamente le

interesa mi posición y mi dinero.

Aquella noche pasó algo especial, y todos se dieron cuenta. Cuando les presenté al

nuevo hombre de Al, todos le saludaron y le recibieron como a uno más, pero cuando se lo

presenté a Betty Lee sus ojos brillaron como nunca, y sus miradas se cruzaron sin decirse

nada. Había nacido algo entre ellos. Aquello no me gustó, pero tampoco le di mayor

importancia, era solo una noche y él un matón más.

Al día siguiente comenzamos a trabajar. A primera hora recogí a El Lágrimas en el

hotel y nos fuimos a desayunar, más tarde teníamos una reunión en el despacho de Al, le

contamos a El Lágrimas nuestra situación y que tras la muerte de Jhonny era muy difícil

trabajar, la poli no nos dejaba movernos, y tampoco era fácil sobornarlos como antes, pero

siempre había algún agente que necesitaba dinero y allí estábamos nosotros para

proporcionárselo, siempre a cambio de algo, o de hacer la vista gorda.

Ya había corrido la voz por los bajos fondos de Las Vegas, El Lágrimas estaba aquí, la

ciudad ya era nuestra.

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Como todos los días, fui a buscar a “El Lágrimas” al hotel donde se encontraba alojado.

Tras estar esperando en el coche que la empresa de Al me había prestado, vi cómo por la

puerta del hotel, salía Betty Lee muy disimuladamente y con prisa en dirección al “Paradais-in”.

Como podía verse, aquello que dejé pasar el primer día como una tontería cualquiera, era

cierto. Minutos después “El Lágrimas” salía por la puerta mirando hacia todos los lados a ver si

alguien había podido notar que Betty Lee había abandonado aquel lugar.

“El Lágrimas” acudió al punto de encuentro en el que había quedado con él para ir

juntos al despacho de Al, porque nos había citado para una nueva misión, con el fin de

comentarnos los nuevos objetivos que teníamos que alcanzar.

Se montó en el coche, lo noté un poco tenso, y con razón; tenía algo que debía

ocultarme. Yo dejé a un lado la escena que minutos antes de encontrarme con él había

presenciado, y decidí conducir lo antes posible hasta el lugar en donde habíamos quedado.

Mientras, le preguntaba sobre cómo había notado el comportamiento de mis compañeros hacia

su persona.

- George, ¿cómo va todo desde tu punto de vista?

“El Lágrimas” se quedó un poco desconcertado por lo que le había preguntado, y tras

varios segundos de pensamiento, respondió:

- Al parecer, todo va sobre ruedas, pero tú y yo sabemos que nos jugamos mucho. La

policía puede encontrarnos en cualquier momento y acabar con nosotros de un día

para otro.

- Eso ya lo sabíamos desde un principio, alguien tiene que hacer estas cosas. A estas

alturas, no podemos dejar tirado y solo a Al frente a todo lo que se nos puede venir

encima.

George no respondió, aunque por el reflejo que podía observar desde mi perspectiva,

parecía estar de acuerdo con lo que le había dicho.

Cuando por fin llegamos al lugar acordado con los nuestros, Al nos estaba esperando con

un rostro pálido y un tanto de tristeza acumulada. Nosotros no dijimos nada hasta que

entramos en el despacho y él empezó a hablar con una temblorosa voz.

- ¡Buenos días! O no tan buenos para nosotros. Tengo algo importante que contaros,

¿os han comentado algo los otros hombres?

- No, no hemos oído nada –respondimos al unísono. ¿Cuál es el problema?

- Cómo veréis, he venido solamente con el coche. Ayer cuando me dirigía hacia mi casa,

fui atacado por un hombre que llevaba un pasamontañas, de estatura más o menos

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alta, y muy delgado. Su voz me resultaba un tanto familiar, pero no puedo deciros con

seguridad quién era. El caso es que yo llevaba el maletín con todo el dinero que

habíamos acumulado en estos días, y a punta de pistola, el misterioso hombre me

ordenó que le diera el maletín porque conocía muy bien su contenido. Yo intenté

escapar de la forma que pude, pero estaba agarrado por todas las partes y no podía

salir de ninguna manera. Instantes después el hombre desapareció en la oscuridad de

la noche con nuestro valioso maletín.

- Como tú bien has dicho, esa voz te resultó familiar, ¿no es así? -pregunté interesado.

- Sí, creo que sospecho de alguien que no está entre nosotros, pero sí en nuestro grupo.

- De ese modo, tendremos que iniciar un seguimiento por nuestra propia cuenta, para

averiguar quién lo pudo hacer –dijo George.

- Estoy de acuerdo con tu opinión, me parece una buena idea. Tenemos que descubrir

quién fue. Si es alguien de nosotros, las va a pagar muy caras, porque no sabe de lo

que nosotros podemos ser capaces.

Esa misma tarde, empezamos a elaborar un plan para pillarlo. Esto no podíamos dejarlo

pasar, nos interesaba a todos.

Principalmente, por los datos de sus rasgos físicos, teníamos a dos posibles sospechosos,

que podían haber causado toda aquella movida, y además revisando la base de datos de todos

y cada uno de nuestros compañeros, eran de los que menos trabajo recibían, al menos la

noche en la que pasó lo sucedido.

- Podríamos fijar nuestras sospechas en Rosco, que como aquí indica y podemos

observar, es un tipo alto, delgado y unos gruesos brazos. Pero esto no es todo,

mirando también en las demás fichas de incorporaciones, Dani sería nuestro candidato

número dos –le aclaré a mis compañeros.

- Dejemos este caso por hoy, Gaspar. Con lo que nos acabas de decir, creo que es

suficiente. Descasemos, hoy ha sido un duro día. Mañana nos os molestéis en llegar

hasta aquí, yo mismo pasaré a buscaros por el hotel hacia las diez y media, estaos

preparados para cuando vaya.

Cuando nos dirigíamos hacia la puerta de salida, vimos cómo nuestros compañeros, Rosco

y Dani, abandonaban la sala de investigaciones con ciertos movimientos sospechosos.

Nosotros tres pudimos ver la escena, pero tras el largo día no comentamos lo sucedido en

aquel momento, y cada uno regresó hacia su alojamiento.

Eran ya las once de la mañana de un nuevo día y nosotros teníamos ya establecido el plan

para destapar la verdad. Bajamos del coche y dejamos a Al aparcando su Rolls Royce.

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Rosco y Dani se disponían a sacar un maletín que todos conocíamos de su coche sin

percatarse de que habíamos llegado allí, y silenciosamente estábamos contemplando todos

sus movimientos.

Cada uno de nosotros, cogimos el material que teníamos pensado utilizar, y nos dirigimos

hacia donde ellos se encontraban. Se pusieron muy nerviosos y no sabían que hacer con el

maletín, entonces Rosco sacó una pistola y nos amenazó con disparar si dábamos un paso

más al frente.

“El Lágrimas”, entre sus adentros, pensó que la manera de demostrarle a Al que valía para

esto era plantándole cara a Dani y a Rosco y así lo hizo. Se iba acercando cada vez más,

cuando Rosco cargó la pistola. En ese momento “El Lágrimas” dijo:

- Nos has vendido compañero. Podíamos imaginarnos cosas peores de ti y tu cómplice,

pero esto que nos habéis hecho no tiene perdón.

Rosco sin saber muy bien qué decir, apuntó con la pistola a la cabeza de George, pero en

ese mismo instante Dani se interpuso entre ellos diciendo:

- Rosco no queremos que pase nada malo y menos ahora. Nosotros tenemos el poder,

tenemos todo el dinero, ¿qué más quieres?

Y él le contestó:

- Quiero que ellos mueran, ellos son los que mandan, los que más poder tienen.

Nosotros, Dani, no tenemos nada, no seas ingenuo.

Rosco, dispuesto a disparar, se fue alejando un poco de George. Entonces, apretó el gatillo

de la pistola. Nadie miró en ese mismo instante, ni el propio Rosco se atrevió a disparar con los

ojos abiertos, lo que causó que la bala no se dirigiera a “El Lágrimas”, sino que entró en el

pecho de Dani, dejándole en el suelo, con muchísima sangre alrededor.

En estos momentos de inquietud, presión e incertidumbre, Rosco cogió el maletín lleno

de dinero y se fue a la fuga sin pensar en Dani.

Yo salí en persecución de Rosco, pero este me tomó una gran ventaja debido a su gran

forma física y a su astucia para esquivar todos los obstáculos que se le ponían por delante.

Volví de nuevo al lugar donde se encontraba el cuerpo de Dani tumbado en el suelo. El

charco de sangre era enorme. El Lágrimas me comentó que estuvo a punto de acabar con la

vida de Dani, pero Al se lo impidió porque pensaba que Dani vivo les sería más útil para

encontrar a Rosco y saber cuáles eran sus planes.

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En ese momento Al dijo:

- ¡No lo penséis más y llamad a una ambulancia! Antes de que sea demasiado tarde.

Marchaos de aquí para que nadie sospeche de vosotros.

Nosotros enseguida actuamos según las órdenes de Al y nos apartamos del lugar a un sitio

cercano, controlando la llegada de la ambulancia y el traslado de Dani, que permanecía

inconsciente cuando se lo llevaron al hospital.

La mañana transcurrió muy rápida, ya eran las tres de la tarde y mientras comíamos, Al

nos llamó por teléfono para reunirse esa misma tarde con nosotros y empezar una nueva

búsqueda por los hospitales para encontrar a Dani y averiguar algo de su estado de salud.

La búsqueda no resultó nada fácil, porque Dani en los momentos del suceso no llevaba

identificación alguna y a los médicos les resultó muy difícil saber algo de él. Ellos esperaban

que a lo largo del día algún familiar de él fuera a la policía para denunciar su desaparición.

El Lágrimas y yo decidimos separarnos para que la búsqueda de los hospitales fuera más

breve y eficaz. Yo me encontraba desesperado, porque llevaba toda la tarde sin encontrar ni

rastro de él, pero El Lágrimas tuvo más suerte que yo y me llamó al móvil comentándome que

en el hospital donde se encontraba habían ingresado a una persona con las características de

Dani, pero que no le habían permitido visitarlo porque se encontraba en cuidados intensivos y

nadie podía pasar a visitarle, ni siquiera los familiares. También me comentó que había

intentado informarse de la gravedad de su estado y que un médico le dijo que estaba en coma

y no sabía si iba a despertar.

Como se hizo muy tarde, decidimos irnos al hotel a descansar. Al día siguiente

hablaríamos con Al para informarle de la situación. Mientras cenábamos oímos que estaban

contando lo ocurrido en las noticias. Cuál fue nuestra sorpresa, que dando la noticia

comentaban que en este suceso podía estar involucrado alguno de nosotros, porque los

testigos que había en aquel lugar nos describieron y pasamos a ser sospechosos.

Al no tardó en llamarnos cuando oyó las noticias y nos citó en un lugar lejano de la ciudad

para marcar un plan para esta situación.

No conseguí dormir en toda la noche pensando en cómo acabaría todo esto.

La mañana amaneció con bastante niebla y con una temperatura muy baja. El Lágrimas y

yo nos abrigamos y cogimos el coche para ir al lugar que Al nos había indicado. En el camino

de ida nos encontramos muy callados y pensativos. Éramos conscientes de que estábamos

metidos en un buen lío, pero también éramos conscientes de que Al encontraría alguna

solución.

El lugar donde nos reunió Al era un almacén abandonado, lleno de escombros y el techo

casi todo derrumbado. La puerta principal estaba cerrada con un candado y tuvimos que entrar

por la puerta de atrás, que se encontraba medio caída.

De repente una voz dijo:

- Entrad muchachos, aquí estáis seguros.

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Era la voz de Al que nos estaba esperando apoyado sobre una columna llena de pintadas y

cubierta de telarañas, entonces El Lágrimas dijo:

- ¿En qué situación nos encontramos? ¿Qué piensas hacer?

- Estamos metidos en un buen lío- dije.

- Tranquilos, muchachos –dijo Al. En peores situaciones me he encontrado. Todavía no

saben bien quiénes somos, por lo que estos días podemos pasar desapercibidos y

averiguar cuanto antes donde se halla Rosco y llevar un seguimiento sobre la salud de

Dani.

- De acuerdo, lo haremos como tú dices.

Pasaron los días y la noticia dejó de tener tanta importancia, parecía que todo el mundo se

había olvidado de lo sucedido. Pero nosotros teníamos en mente a Rosco y sobre todo a Dani,

cuya evolución en el hospital empezaba a ser favorable.

Transcurrió un mes aproximadamente cuando cuál fue nuestra sorpresa que al visitar a

Dani en el hospital había salido del coma, pero su memoria apenas recordaba nada, ni mucho

menos cuando le hablábamos de Rosco y el maletín de dinero. Él tampoco nos identificaba a

nosotros.

Al comentó que también era positivo que Dani no nos identificase, pero que no lo

íbamos a dejar sin vigilar por si algún día aparecía Rosco y pudiera recordar algo.

Fueron pasando los días, mientras a Dani le volvía la memoria poco a poco, y con ello

nuestro miedo a que nos reconociera. Un día que estábamos de visita en el hospital, fue mucha

la casualidad, pero vimos a Rosco aparecer por allí. Decidimos seguirlo, llegó a la puerta de la

habitación 220, en la que estaba Dani. Él entro en ella, nosotros decidimos quedarnos fuera y

escuchar atentamente apoyados en la puerta la conversación que iban a tener.

Dani, a simple vista, no reconoció a Rosco. Sin embargo él le estuvo hablando de lo

que había pasado hasta esa fecha. Dani, no recordaba nada de lo que decía él, pero Rosco,

insistió en contarle lo sucedido todas las veces necesarias para que lo recordara, pero nada.

Entonces él se despidió y decidió marcharse. Al llegar casi a la puerta, Dani empezó a recordar

una parte de la historia que le había contado y reaccionó diciendo su nombre en alto, tenía

muchas dudas sobre ese tema y le preguntó:

- Rosco, ¿tú por qué me disparaste?

- Yo no pretendía darte a ti, pero no me dejaste otra alternativa, pensaba dispararle a El

Lágrimas.

Rosco se sorprendió al ver que empezaba a recordar todo.

- Pero, ¿no se supone que pertenecíamos todos a la misma banda?

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- Dani, recuerda que quedamos en llevarnos nosotros el dinero, y repartírnoslo, para

empezar una nueva vida, pero… Todo se complicó, y aquí nos encontramos, en esta

situación.

Mientras Rosco y Dani tenían esta conversación privada, detrás de la puerta nos

encontrábamos nosotros. Nos enteramos de todo lo que hablaron; al oír que Rosco iba a salir

ya, decidimos escondernos en los servicios. Cuando vimos que él se alejaba tanto que no nos

pudiera ver, entramos en la habitación e hicimos como si no supiéramos nada de lo ocurrido

anteriormente. Estuvimos hablando con él, nosotros también intentamos recordarle algo de lo

que había ocurrido, pero nada, no nos recordaba. Al ver que era imposible, nos marchamos de

aquella habitación. Bajamos a la cafetería y allí estuvimos hablando un rato sobre lo ocurrido. A

El Lágrimas, se le ocurrió llamar a Al. Le dijimos que viniera urgentemente al hospital, que

teníamos un tema que tratar con él.

Mientras tanto, Rosco, en la otra punta de la ciudad, se dirigió a encontrarse con Betty Lee,

sí, así es, con mi novia. Ella fue la que escondió el maletín después del suceso. Realmente no

estaba enamorada de mí, sino que solo me quería para integrarse en el grupo y pasar

desapercibida entre los demás. Pero ella no contaba con que se enamoraría de El Lágrimas.

Rosco le contó a Betty Lee lo que había sucedido en el hospital con Dani, ella quedó

asombrada al oír ese suceso. Decidió marcharse para allí.

Pasada una hora en el hospital, llegó Al, preocupado por lo que pudiera haber pasado con

Dani, se imaginaba lo peor. Nosotros le explicamos que no se preocupara por nada, que eran

noticias buenas, se tranquilizó y le contamos lo sucedido. El Lágrimas, que era muy astuto para

esto, ideó un plan para que recuperáramos lo que nos pertenecía, el maletín.

Nosotros tres nos turnamos todo el día para hacer guardia, por si venia Rosco al hospital.

No apareció, pero sí Betty. A mí me tocaba entonces la guardia, y me sorprendí bastante al

verla. Ella me vio, vino a saludarme y me contó que venía a ver a Dani. A mí me parecía un

poco raro, porque ella no se llevaba muy bien con él, o eso me suponía. Cuando ella subió a la

planta 2, fue cuando llamé a Al, se lo comuniqué y me respondió que la siguiera. Yo seguí sus

órdenes.

Como la vez pasada, me quedé tras la puerta, escuchando la conversación. Ella le dijo a

Dani, algo que me sorprendió muchísimo, y que al principio casi ni me lo creía:

- Dani, ¿me recuerdas?, soy yo, Betty. Parece ser que todo no ha salido como

esperábamos.

- No te reconozco, no sé de qué me estás hablando, ya lo siento…

- Todo esto es culpa mía, no pensaba que esto pudiera pasar, si no... no lo hubiera

planeado de esta manera. Perdóname, no tenia en cuenta, lo del disparo, fue un fallo

de Rosco.

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- ¿Rosco? Ese es amigo mío, él también hace poco me explico algo de un disparo,

pero… no recuerdo muy bien de qué iba la cosa.

- Yo te lo explicaré, no te preocupes, la culpa es toda mía. -Betty le contó a Dani todo lo

que había sucedido, desde que ella planeó robar el maletín hasta esos mismos

minutos.

- Así que tú eres Betty, y yo... se supone que estoy contigo, ¿no? Ya voy entendiendo y

recordando un poco de qué va todo esto, muchas gracias, de verdad.

- No hay de qué, te repito, que todo esto ha sido culpa mía, yo planeé robar el maletín a

Al, pero veo que no soy tan buena en esto como me creía. -Betty, decidió marcharse,

despidiéndose con dos besos, y encantada de que empezara a recordar.

Desde el pasillo, yo, muy asombrado, no me creía lo que estaba oyendo. Me entraron

varias dudas, no sabía si mi novia me estaba utilizando realmente a mí solo o también a El

Lágrimas.

Decidí contarle todo esto a Al. Cogí mi teléfono y marqué su número. Él me cogió en

seguida y le conté lo sucedido: que Betty era la que planeó el robo del maletín. Él me dijo:

- Quédate donde estás. Ahora mismo intentaré comunicarme con El Lágrimas y lo

mandaré para allí lo antes posible. Mientras tanto, intenta fijarte hacia dónde se dirige

ella y la sigues, para saber realmente dónde quedan entre ellos, y así intentar

conseguir lo que nos pertenece, el maletín.

En el otro lado de la ciudad, Betty se dirigía a encontrarse con Rosco. En un caserón

abandonado al norte de la ciudad, donde nadie les pudiera ver, para que nadie sospechara de

ellos.

Betty estaba un poco asustada al saber que le había contado la verdad a Dani. En el

estado el que se encontraba podría contarle lo sucedido a cualquier persona, tanto a El

Lágrimas, a Al, como a la misma policía. Estaba mucho en juego, lo primero la vida de Dani,

también el amor que tenía por El Lagrimas y, además, había que pensar qué hacer con el

dinero del maletín. Tras varios minutos de reunirse en el caserón, la conversación fue cada vez

a peor:

- Rosco, quiero devolver el maletín.

- Sabes perfectamente que no podemos hacer eso, nuestras vidas están peligro. Si

contamos toda la verdad a más personas al final nos acabarán pillando. Y esto acabará

aún peor… -la expresión de Rosco era de verdadera preocupación.

- Siento que estoy traicionando tanto a El Lágrimas como a Gaspar. Ellos me apoyaban

en todo, ellos me protegían, y ahora no quiero que les pase nada malo. Yo pensaba

que esto no iba a ser tan complicado, sino más sencillo.

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- Betty, esto no es un juego de niños ni mucho menos, lo hemos empezado y lo tenemos

que acabar. Decidimos robar el maletín porque pensábamos que él no nos pagaba lo

suficiente por el trabajo que nosotros realizábamos: matar a aquellas personas que a él

le estorbaban, pasaban droga, comernos los marrones cuando él metía la pata en

cualquier cosa. En ese momento aceptaste, pues ahora no te puedes rendir. Lo harás a

las buenas o a las malas, tú eliges, Betty.

- Me da igual, pero yo quiero decir la verdad. Cada vez va a peor la cosa, primero fue

difícil robar el maletín, luego disparaste a Dani, siendo uno de los nuestros. Ahora,

¿qué va a ser lo siguiente, que nos metan en la cárcel, o tal vez que nos asesinen a

nosotros? No sé tú, Rosco, pero yo estoy muy segura de lo que quiero hacer, si no das

este paso conmigo, lo daré por mí misma.

Betty hizo intención de irse y una persona que apareció de la nada le golpeó con una de las

botellas de cristal que por aquel caserón abandonado había. Quedó inconsciente en el suelo.

Cuando ella despertó, se vio atada de pies y manos, y sentada en una silla con la boca

tapada. Todo estaba muy oscuro, y no podía ver quiénes eran las personas que hablaban

cerca del lugar donde se encontraba. Pero aquellas voces le resultaban familiares, una de ellas

era Rosco y la otra no estaba muy segura, creía que era Dani, pero para ella era imposible

imaginar que en el estado en que estaba pudiera haber sido él el que le pegó con aquella

botella.

A lo lejos, ellos no paraban de hablar. Betty no sabía muy bien cuál era el tema porque no

oía desde el sitio donde se encontraba.

Lo que no sabía Betty era que Rosco tenía un cómplice y menos podía pensar que ese

cómplice era yo. La verdad es que mi única intención era que el maletín acabara en mis manos

y después devolvérselo a Al. Si conseguía esto me ganaría para siempre la confianza de Al y

podría subir algún escalón dentro de su organización. Cuando hablaba en secreto con Rosco

era sólo para saber sus planes, el hecho de que Betty estuviese en el asunto al principio me

sorprendió, pero yo ya sabía que ella quería a El Lágrimas, conmigo estaba por pura

apariencia, lo cual no hacía que sintiera algo por ella. Así que cuando supe que Rosco y Betty

se iban a reunir en una de las naves abandonadas de Al quise ir personalmente para acabar

por fin con todo. Llegué justo en el momento en el que ellos dos discutían sobre si seguir

adelante o devolver el maletín con el dinero. Desde unas viejas cajas tras las que me escondí

vi cómo Betty iba a sacar una pequeña pistola que llevaba en el bolso, así que actué rápido,

cogí una botella que había por el suelo y la golpeé contra su cabeza. No quería hacerle daño,

claro está, pero tampoco quería que arruinara su vida matando a una persona. De paso, aquel

gesto me sirvió para que Rosco siguiera pensando que estaba de su parte.

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- ¿De dónde sales tú? –preguntó asustado Rosco.

- Estaba ahí escondido, Betty lleva un arma en el bolso, mira…

- Es verdad, esta chica no es que más un estorbo para nuestros planes, Gaspar.

Y decidió que lo mejor era pensar en nuestros siguientes pasos y deshacerse de Betty. Yo

no podía permitirlo de ninguna manera, pero tenía que hacerlo sin levantar sospechas, así que

yo mismo até a Betty las manos y los pies y le tapé la boca con un trapo que había por allí.

Después de una larga discusión convencí a Rosco para que huyera bien lejos y no acabara

con Betty allí mismo, aunque antes tenía que sonsacarle información sobre el maletín, cosa

que no conseguí. Me citó para el día siguiente y yo me quedé encargado de solucionar el tema

de Betty. Cuando se marchó de allí fui a liberarla:

- Perdona el botellazo, Betty… tenía que disimular ante Rosco.

- Ya estoy bien, ahora me duelen mucho los brazos, pero se me pasará…

- Betty… Rosco quiere matarte, y yo ya sé que solo estabas conmigo por el interés…

que en realidad amas a El Lágrimas. Te propongo un plan.

Ella me miraba con cara de miedo, aunque me conocía bien tal vez pensara que mi rabia

podría llevarme a hacer una locura.

- Quiero que desaparezcas para siempre de mi vida, de la vida de Rosco y de El

Lágrimas. Todos estos líos no traen más que problemas. Mira cómo estamos todos…

Lo mejor será que rehagas tu vida bien lejos de aquí…

Su gesto de miedo pasó a ser de gratitud. Betty era buena persona y todos los tejemanejes

de Al y sus secuaces eran demasiado para ella. Aceptó el trato cerrando los ojos y con su

silencio.

Me di la vuelta, también en silencio y me fui de aquella nave destartalada sabiendo que

pasaba una página importante en mi vida. Jamás volví a ver a Betty.

La cita con Rosco del día siguiente tampoco se produjo nunca. Fui al lugar acordado, pero

al cabo de un rato de espera comprendí que él se había fugado. Qué ironía, yo mismo se lo

había aconsejado el día anterior. En fin… algunas piezas volvían a encajar y tenía que volver

junto a Al, El Lágrimas y Dani. Mejor sería que ellos nunca supiesen mis tratos con Rosco, no

los iban a comprender. Así hice, me incorporé a la rutina de los últimos días.

Todas las mañanas pasábamos por el hospital para visitar a Dani y así tenerlo controlado.

Charlábamos un rato con él, como buenos amigos, y nos despedíamos hasta el día siguiente.

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24

Después de ver a Dani buscábamos a Rosco. Los negocios de Al llegaban por todo el país.

Telefoneábamos durante horas y horas a nuestros contactos para poder encontrar una pista de

su paradero, porque como estábamos en busca y captura por la policía no queríamos ser

demasiado vistos.

Una de nuestras fuentes al fin nos hizo llegar una noticia sobre Rosco: había cogido un

barco con destino a Costa Rica.

- AL, tú dirás lo que hacemos, pero si no buscamos a Rosco, otros pensarán que es muy

fácil robarte y quedarse tan frescos…, además estuvo a punto de matarnos.

- Está bien, id en su busca. Pero no arméis demasiado alboroto en ese país, y regresad

enseguida os necesito para reorganizar el negocio, ya sabéis que la policía se está

poniendo muy pesada.

- He pensado -dijo el Lágrimas- que lo mejor sería llevarnos a Dani, así tú te descuidas

de un problema y nosotros lo tenemos vigilado hasta que sepamos su reacción cuando

vea a Rosco. Al fin y al cabo, él salvó mi vida cuando se interpuso entre la pistola y

Rosco.

- Está bien marchaos los tres, pero volved pronto.

Esperamos a que Dani se recuperara y salimos una mañana del hospital por la puerta

trasera. Dani no entendía por qué sus amigos y él tenían que huir, pero confiaba en las únicas

personas que lo habían visitado en el hospital las últimas semanas.

Todo estaba preparado: cogeríamos un vuelo hasta Costa Rica.

Todo parecía fácil, pero era buscar una aguja en un pajar. Llevábamos semanas y

semanas recorriendo el país y Rosco no aparecía. Una mañana tomando café en una terraza

vimos pasar a un hombre de apariencia familiar, era rubio, tenía la tez morena y nos sonaba de

algo. Me miré con El Lágrimas y sin mediar palabra le seguimos .Entró en un lujoso hotel de

San José. Esperamos en el hall a que volviera a aparecer. Tardó un par de horas, pero volvió a

salir muy peripuesto. Subimos rápidamente a la habitación y la registramos de arriba abajo, de

derecha a izquierda, pero allí no estaba el dinero.

Lo esperamos discretamente, vigilando desde la cafetería del hotel, y al cabo de un buen

rato llegó. Se quedó perplejo, pero enseguida comenzó a reír y a reír.

- ¡Chicos!, bienvenidos a Costa Rica.

- ¡Eres un canalla traidor, ladrón!

- ¡No, no, no!, estáis equivocados, yo soy ningún ladrón. Al que le robé el dinero está en

la cárcel, nada más y nada menos que en la cárcel de Alcatraz.

Los dos nos miramos asombrados. La verdad es que el tiempo había pasado volando, y ni

nos habíamos parado a pensar, pero habían transcurrido cuatro meses desde que salimos de

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Las Vegas. Según contaba Rosco, Al se había trasladado a Chicago y el Gobierno Federal de

los EE.UU. lo había detenido y encarcelado, pasaría una larga temporada entre rejas.

No sabían qué hacer. Ya no tenían jefe, ni órdenes, ni tan siquiera a dónde regresar. Le

dijimos que Dani estaba con nosotros. Rosco se sorprendió, creía que lo había matado y se

puso muy contento

- ¡Vamos, llevadme a verle!

Dani tenía en las manos un ejemplar del diario estadounidense Chicago Sun Times, donde

contaba que un famoso gángster había sido capturado. Cuando vio a Rosco le preguntó:

- ¿Quién eres? –la cara de Dani era realmente sincera: no se acordaba de Rosco.

- Un viejo amigo tuyo, ¿no me recuerdas?

- No –y su gesto se ensombreció ligeramente. Seguía sin recordar cosas que estaba

claro tenía que recordar.

Rosco sintió remordimientos por haberle abandonado y le pidió que se fuera a vivir con él a

una casita que tenía en el interior del país.

- De acuerdo –Dani tampoco tenía recursos con los que vivir, cualquier proyecto, en sus

circunstancias, era un buen proyecto.

Pasamos todo el día juntos hablando de nuestra anterior etapa. Todos teníamos claro que

a partir de entonces nuestras vidas deberían tomar un nuevo rumbo. El Lágrimas hablaba con

un tono de nostalgia en su voz:

- Gaspar, yo me voy a los EE.UU. No sé vivir en otro sitio. Tengo un amigo en Nueva

York que puede echarme una mano…

- Pues yo… no volveré allí. –Les expliqué-. No quiero que los federales me metan en la

cárcel. Tal vez vuelva a mi país o a otro sitio lejano… Comenzaré de nuevo mi vida.

Al día siguiente, se despidieron:

- Gaspar -dijo El Lágrimas-, si las cosas no te van como tú quieres, sabes que puedes

buscar a tu amigo, me tienes para lo que haga falta.

- De acuerdo, -le contesté, un poco emocionado-, pero lo mismo te digo, si las cosas por

allá arriba se ponen feas, busca a tu amigo.

Nos dimos un gran abrazo, porque los dos sabíamos que no volveríamos a vernos jamás.

También dijimos adiós a Rosco y a Dani. Al final, Rosco compartió con nosotros el dinero del

maletín, con la parte de cada uno podría empezarse una nueva vida.

No podía olvidar que la policía andaba detrás de mí, así que decidí tomar algunas

precauciones. Una de ellas es que no podía viajar en avión: demasiados controles.

El regreso en barco a Europa se me hacía interminable. Desembarcaría en Londres, el

nuevo destino que había planeado, pero no sabía si me quedaría allí. Pensaba que tal vez lo

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mejor era volver a España. Yo solo sabía ser gángster, nunca había tenido un trabajo normal,

honrado. ¿Qué haría?

- ¡Buenas noches, señor! Le dijo un pasajero.

- ¡Buenas noches!, contestó Dani

- Hay que ver cómo están las cosas por el mundo, ¿eh?, los periódicos no hablan más

que de clima de guerra, espías...

- ¿Espías? ¿Qué es un espía? Preguntó Dani interesado.

Aquel hombre me miró como si yo fuera de otro planeta. Por su gesto intuí que esto debía

de conocerlo todo el mundo, pero metido en las mil batallas de Al y sus negocios me había

perdido todas las cosas del mundo real. Era momento de recuperar el tiempo perdido. El

hombre mostró una gran paciencia y me contestó:

- Un espía… un doble agente… es una persona que siendo de un país investiga los

secretos de otro haciéndose pasar por amigo de este país –me explicó.

- ¡Qué interesante!

Y me quedé mirando, silencioso, por la borda del barco las ondas que éste hacía contra el

agua.

A los cinco minutos me fui a mi camarote a descansar un poco hasta la hora de la

cena. Después de cenar vi las noticias para ver qué es lo que estaba pasando en el mundo.

Entonces me vi a mí mismo con mis compañeros que éramos buscados por la Interpol, y me

tuve que esconder, porque algunos pasajeros podrían haber visto las noticias. A la mañana

siguiente fui a desayunar y vi en muchos sitios mi foto y la de mis compañeros, así que fui

corriendo a mi camarote para que no ser reconocido. Ya era de noche, cogí comida de la

cocina y me escapé en una pequeña barca que había en el barco. Estuve unos cuantos días

buscando tierra hasta que al fin la encontré y desembarqué. Era por la mañana y busqué algo

de comida. A las dos horas de andar encontré una aldea pequeña en la que había mucha

gente trabajando. A una mujer que pasaba por allí le pregunté:

- Hola ¿sabes dónde estamos?

- Sí. Estamos al lado del Sahara.

- Por eso hace tanto calor –pensé para mis adentros.

- Sí, hace mucho calor pero aquí ya estamos acostumbrados.

- Muchas gracias, por todo.

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- De nada.

- ¡Adiós! –le dije a aquella mujer.

- ¡Adiós!

Seguí recorriendo la aldea y al poco tiempo vi a un hombre que vendía caballos:

- Perdone. ¿Cuánto cuesta un caballo?

- 150 euros.

No me llegaba el dinero para pagarlo hasta que pudiera hacer una transferencia a un

banco de forma segura. Tenía que pensar y actuar rápido, así que en un despiste del vendedor

de caballos y de forma sigilosa cogí uno y me fui campo a través. Pero el vendedor de caballos

era un policía y sabía por dónde empezar a buscar, me pisaba los talones y no me quedó otra

alternativa que esconderme en una cueva que estaba semioculta. Vi cómo el policía llegaba a

la entrada de la cueva, respiré hondo, pero enseguida se puso en marcha y ya pude respirar

más tranquilo. El cansancio me empezó a pasar factura y sin darme cuenta me quedé dormido,

pero la noche fue bastante inquieta, tuve varias pesadillas.

A la mañana siguiente estuve dando vueltas alrededor de la cueva buscando comida, pero

no encontré gran cosa, entonces me hice un arco con una cuerda y un palo curvado, para

intentar cazar. Mi habilidad con la caza había que verla, aunque pasado un buen rato, mi

constancia tuvo premio, conseguí cazar un antílope, con gran esfuerzo lo llevé hasta la cueva,

donde hice fuego y lo asé, me harté de comer y me puse a pensar qué hacer con mi vida.

Por un lado, quería cambiar de vida, ya que estaba cansado de vivir al margen de la ley y

con el dinero que tenía en una cuenta en Suiza quizás lo podría hacer, pero tampoco sabía

hacer nada que no fuese robar y matar. También pensé en ir a visitar a mi madre, quizás

estuviese todavía viva ¿le haría ilusión verme? ¿Me habría echado de menos durante estos

años? ¿O quizás habría sido una liberación no tenerme cerca durante todo este tiempo?

Decidí ir a España, fui con el caballo robado hacia el norte, y más con penas que alegrías

llegué a una ciudad que me cautivó, su luz, sus edificios y sus gentes. Esa ciudad era

Marrakech, donde la alegría invitaba a quedarse. Busqué un hostal barato en la medina de la

ciudad, donde por fin me pude asear como Dios manda, comer como es debido y dormir

encima de un buen colchón. Me quedé unos días para descansar y volver a emprender viaje

hacia mi destino, España. Me di cuenta en esos momentos de que añoraba mi tierra.

Aunque hacía meses que había abandonado las Vegas, sabía que todavía me estaría

buscando la policía así, que tenía que tomar precauciones a mi llegada a Ceuta. Cuando

llegué al aeropuerto de Ceuta vi que un policía me observaba detenidamente. Yo en ese

momento supe que me había reconocido, apresuré mi paso para llegar a la puerta de

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embarque e intentar despistarlo. Con las prisas no me di cuenta que me dirigía a otro policía

con el que tropecé y me detuvo.

Para evitar llamar la atención, me llevó a una sala de interrogatorios, donde para mi

sorpresa yo no era el único detenido.

- ¡Buenos días! -dijo el policía.

- ¡Buenos días! –contesté.

- ¿Se puede saber por qué corrías?

- Porque no sabía lo que me iba a pasar…

- ¿Tú formas parte de la banda de Al Copone? –me preguntó así, de repente.

La pregunta me dejó un poco sorprendido, parece ser que medio mundo andaba tras

mis pasos.

- Puede…

- ¡No me vaciles!, que es peor para ti –su tono empezaba a ser ya de muy enfadado.

- Ya… -dije yo en tono pasota-. ¿De qué me está hablando?

El guardia de seguridad llamó a la policía nacional para trasladarme a Madrid y declarar

ante el juez. A los dos días, esposado y con una fuerte custodia policial, me trasladaron a

Madrid, donde me esperaba un juez llamado Rogelio. Cuando lo vi me causó una gran

sorpresa, jamás hubiese imaginado que el viejo Rogelio era juez en España, aunque

realmente no sabía todavía si eso era bueno o no. Fuera como fuese, el juez decidió que en

tres días empezaría el interrogatorio.

Me llevaron a la cárcel de Carabanchel, me metieron en una celda con dos tíos que tenían

cara de pocos amigos. Uno era moreno, fuerte y con una cojera bastante visible, por eso le

llamaban ‘’El Pata’’, el otro era bajito, rechoncho y con dos impresionantes cicatrices en la

cara, era ‘’El Cosido’’.

El primer día de espera en la cárcel a que llegara el juicio tuve una visita sorpresa. El juez

Rogelio en persona.

- ¡Buenos días, Gaspar!, ¡cuánto tiempo sin vernos!

- ¿Qué hay, Rogelio? Es verdad… ¡cuántos años sin verte!

- Gaspar, -me dijo directamente- tienes mala papeleta.

- ¿Tú crees? -le dije, aunque sabía que era bien cierto. Yo creo que no es tan mala.

- ¡Hombre!, eso dependerá de ti -me dijo Rogelio sin perder la sonrisa.

- ¿Qué es lo que quieren saber?

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- Imagino que ya sabes que Al está detenido hace tiempo, pero él todavía no habla.

Quieren saber todo sobre la banda, cómo se financiaba y quiénes están implicados en

ella.

- ¿Qué es lo que voy a recibir yo por mi silencio?

- Procuraré que te caiga la menor pena posible.

- Eso no es suficiente, si a mí me meten entre rejas a ti también te meterán conmigo. –

Sabía que era una apuesta fuerte, pero tenía que mantenerme firme en mi actitud-.

Sabrán que perteneces a la banda de Al -añadí, en tono de amenaza. Adiós, Rogelio

nos vemos pronto y espero que nos hayamos entendido.

- ¡Adiós, Gaspar!

Los dos días restantes al día del juicio se me hicieron largos, aburridos y pensando en

cómo salir de ese atolladero.

Llegó el día señalado y a las nueve de la mañana fui trasladado al juzgado, donde me

esperaba mi abogado (me lo había preparado el juez Rogelio). Con él ya había decidido qué

estrategia seguir en el juicio. Me dijo que el fiscal no era tan fiero como parecía. Pero había

que intentar no cometer errores.

Entré en la sala y empezó interrogándome el fiscal. Me preguntó:

- ¿Su nombre verdadero es Gaspar?

- Sí, así es.

- ¿Trabajó usted para Al Copone en la ciudad de Las Vegas?

- Sí, limpiaba las oficinas.

- ¿Pero no es cierto que usted… digamos, hacía trabajos sucios?

- - Eso no es cierto.

- ¿Quién mató a los policías en Las Vegas?

- Fueron Dani y Rosco.

- ¿Y quién se ocupaba de evadir el dinero a paraísos fiscales?

En esos momentos el juez Rogelio se removió en su asiento y tomaba aire. Yo lo miré de

reojo y entonces contesté:

- Ese creo que era Michel, si no me equivoco. Era un como un gran matemático con las

cosas del dinero.

- Lo que parece es que Michel era un palurdo y pienso que usted sabe más de lo que

nos cuenta.

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- Ya le he dicho que simplemente era el que limpiaba las oficinas y le estoy contando

todo lo que oía y escuchaba en algunas ocasiones.

Así siguió el juicio durante dos horas y en un par de ocasiones el juez Rogelio me tuvo que

echar un cable porque me vi en un aprieto. Esposado, me levanté de la sala y me llevaron en

el mismo furgón a la cárcel, a esperar la resolución del juicio que tardaría unos quince días.

Durante esos días tuve varias visitas de Rogelio, informándome de cómo iban las

deliberaciones del jurado, que no tenían buena pinta. Había que pensar en una idea para

escapar de esta situación tan comprometida en la que los dos nos encontrábamos.

La víspera de la resolución Rogelio vino a visitarme con un plan que había elaborado con

unos colegas del gremio, mafiosos y delincuentes. Cuando me llevaran hacia juzgado, el furgón

policial sufriría un accidente, los amigos de Rogelio harían todo lo posible por sacar el furgón

fuera de la carretera y al pararse, a punta de pistola, harían bajar a los policías y abrirían la

puerta donde yo estaría esposado con cadenas en los pies y manos, me soltarían y huiríamos

de allí al aeropuerto donde tendría un avión preparado para sacarme del país.

- Es sencillo y sin fallos, dijo Rogelio, nada puede salir mal.

- ¿Y si falla? Me juego el cuello, si me pillan no me juzgarán con tanta benevolencia, me

condenarán directamente a cadena perpetua sin preguntar.

- No saldrá mal nada. De todas maneras, si te quedas más tranquilo yo iré detrás del

furgón para lo que pudiera pasar.

- Vale, si es así acepto, prepáralo para mañana.

Al día siguiente yo estaba muy nervioso, no había dormido nada la noche anterior

repasando en mi cabeza todo el plan que Rogelio me había preparado para ver si encontraba

algún fallo que pudiera echar al traste el plan. Rogelio, como prometió, estaba allí

esperándome a la salida de la cárcel en su Rolls Royce negro, que me recordó al de Al. Nos

dirigíamos hacia el juzgado, pero de repente… ¡plon! Un voluminoso coche se estrelló contra el

furgón policial. Los policías estaban inconscientes en la parte delantera, pero yo gracias a Dios

estaba bien. Rogelio, como había dicho, estaba atrás con su coche, me ayudó a salir y me

preguntó:

- Muchacho, ¿te encuentras bien?

- Sí, le contesté.

- Menudo susto que te habrás llevado, ¿no?

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- Sí, la verdad es que me he llevado un susto tremendo.

- ¿Te duele algo, te encuentras bien, tienes alguna herida? –Rogelio tenía el gesto muy

serio y no paraba de mirar en todas las direcciones.

- Sí… me duele la pierna izquierda y el brazo derecho, pero creo que no los tengo rotos.

- ¡Gaspar! ¿Qué es eso que te sangra, muchacho?

Me miré el costado, tenía un trozo de cristal clavado no muy profundo, pero había tocado

alguna vena y por eso sangraba tanto.

- Sube al coche, en casa te curaré para que dejes de sangrar –Rogelio, era evidente,

tenía prisa por desaparecer de allí cuanto antes.

- Pero, ¿qué pasara con el plan?, no podré coger el avión –en ese momento mi gran

preocupación era huir bien lejos, mis heridas ya se curarían.

- Olvídate del plan, vamos a casa y ya veremos lo que hacemos.

En casa de Rogelio me curé las heridas y estuvimos hablando toda la tarde y parte de la

noche sobre lo que al final iba hacer. Me ofreció vivir en su casa un tiempo, porque como era

juez nunca sospecharían de él. Yo le dije que no, que sería una carga para él y solo me quedé

a dormir aquella noche.

Pronto, por la mañana, Rogelio me llevó en coche hasta la estación de tren más cercana,

que me llevaría a Barcelona para coger un barco hacia África. ¿Por que África? os

preguntaréis, pues porque como África es un continente poco desarrollado, pensé que pasaría

más desapercibido entre la pobre gente de allí, además creía que la policía no iría hasta tan

lejos para buscarme.

Cuando llegué a Barcelona no quedaban billetes de barco y tuve que elegir entre dos

opciones: la primera, esperar al siguiente barco que zarparía al día siguiente a las nueve y

media, o la segunda opción meterme en el barco pasando por alto todos los controles de

seguridad.

Y así lo hice, esperé a que entrara toda la gente para entre la multitud pasar

desapercibido. Logré entrar, pero lo que más me costaría encontrar sería comida y un lugar

donde dormir. Estaba paseando por el barco y de repente salió una chica de la limpieza de una

lujosa suite, y en ese mismo instante le pregunté:

- ¿Quién se aloja en esta fabulosa suite?

- Ahora mismo nadie señor, dijo, ¿por qué lo pregunta?

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- Por curiosidad señorita, yo estoy en la habitación de al lado, -no podía creer la suerte

que había tenido.

Cuando la chica cerró la puerta yo puse mi pie y la suite no se cerró. Me quedé allí dos

días y una noche sin beber ni comer absolutamente nada, hasta que por fin hicimos una

parada. Hasta pasado mucho tiempo no lo supe, pero habíamos llegado a nuestro destino:

Maputo, capital de Mozambique. El puerto que tenía ante mí era pequeño y maloliente, había

mucho caos, la gente del lugar tenía sus maltrechos puestos de venta ambulante justo a la

bajada de la pasarela del barco para que los turistas pudieran comprar sus productos, joyas

fabricadas artesanalmente por sus mujeres, mantas, manteles, vestidos, figuras y tambores

hechos con madera de aquella región.

En cuanto uno bajaba del barco todos los vendedores te tiraban del brazo o la camisa

para que les compraras algo de lo que vendían. Mientras me estaban enseñando joyas que

una mujer había hecho, giré la cabeza hacia otro puesto y cuál fue mi grandísima sorpresa:

entre tanta gente estaba en aquel puesto regateando El Lágrimas con Betty. Ella giró la cabeza

hacia mí y nuestras miradas se cruzaron. Su sorpresa fue aún mayor. Le hizo una seña a El

Lágrimas y echó a correr hacia mí, se me aferró a mis brazos con lágrimas de alegría en los

ojos:

- ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has llegado? ¿Cuándo has llegado?

- Es una larga historia Betty, ya te la contaré.

- ¡Hombre tío! ¿Qué haces aquí? –el gesto de El Lágrimas también era un gran

asombro, no se podía creer que estuviéramos juntos otra vez.

- Vamos a vuestra casa y os cuento.

Y así hicimos, aunque para ello teníamos que viajar un poco más. Nos montamos en un

pequeño barco que nos llevó a la gran isla de Madagascar.

Una vez dentro de la casa de Betty y de El Lágrimas, les conté todo lo que me había

pasado en todo este tiempo que llevábamos sin vernos. El Lágrimas no veía capaz a Rogelio

de actuar de juez ni todo lo que hizo para lograr que me escapara.

Tras una larga noche de fiesta y de buenas risas en casa de Betty y El Lágrimas, me

invitaron a alojarme en su casa y quedarme con ellos todo el tiempo que quisiera y que fuera

necesario, y así lo hice. Me instalé esa misma noche con ellos.

A la mañana siguiente, El Lágrimas y yo nos fuimos a tomar una copa al bar que

estaba a 300 metros de la casa, mientras Betty se quedó preparando la comida. Cuando

estábamos en el bar, nos sentamos en una mesa situada al fondo, en una esquina donde nadie

podría oír nuestra conversación.

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El bar estaba lleno de gente muy normal, y ambientado con una música muy marchosa,

parecía muy acogedor. El camarero nos tomó la nota y nos sirvió. Tras contarle a El Lágrimas

que Al estaba detenido, me contestó:

− No me extraña nada que Al esté detenido, pero tenemos que hacer todo lo que

esté en nuestras manos para sacarlo de ahí.

− Sí, -contesté muy rápidamente-, tienes razón, pero será muy difícil lograrlo.

− Tenemos que intentarlo, él nos ha dado trabajo durante todo este tiempo, hayan

ido las cosas mal o hayan ido bien.

− Sí, lo sacaremos. A mí, cuando llegué a las Vegas, no me puso ninguna pega por

que trabajara para él y yo lo acepté muy contento sin saber de qué iba a tratar mi

trabajo -afirmé muy tristemente.

− ¿Y si llegas a saber de que trata tu trabajo, no lo hubieras aceptado? –me

preguntó El Lágrimas.

− Me lo hubiera pensado…, pero ahora estamos hablando para intentar sacar a Al de

la cárcel.

Al cabo de una hora y media decidimos ir a dar una vuelta por la isla de Madagascar,

ya que a mí me habían hablado desde muy pequeño de esta isla, me parecía un lugar muy

interesante.

Más tarde nos dirigimos a casa a ver qué hacía Betty, que la pobre llevaba toda la

mañana sola en casa. Una vez dentro de casa, El Lágrimas le explicó todo lo que le había

contado de Al y que pretendíamos que ella nos ayudara a idear un plan para sacar a Al de

aquel lugar del cual la gente hablaba muy mal y yo tuve una experiencia mala cuando me

metieron a mí en Madrid y no quería que le pasara lo mismo a él.

Betty estuvo pensando varios minutos y nos dijo que cuando se le ocurriera un plan no

tardaría en comunicárnoslo, así que nosotros nos pusimos también en pensar un plan.

Se estaba adentrando la noche y nosotros todavía no teníamos ningún plan, lo cual nos

hizo ponernos muy nerviosos. A la mañana siguiente, cuando despertamos, les comuniqué una

idea que tuve por la noche, ya que no puede dormir pensando en el pobre Al.

− ¿Qué os parece si esta tarde volvemos a coger un barco? –les dije, empezando a

explicar mi idea.

− ¿Un barco…, para qué?, -preguntó El Lágrimas inquietamente

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− Para volver a Las Vegas –les dije intentando ver cómo reaccionaban.

− Pero allí tendremos a la policía detrás todo el tiempo -contestó Betty.

− Puede que sí. Tendríamos que ir con mucho cuidado, pero lo que iríamos a intentar

es sacar a Al de la cárcel, él no se merece estar en un lugar así.

− ¿Y qué pretendes que hagamos allí? Dijo El Lágrimas, que seguía sin saber mi

plan exactamente.

− Allí iremos a la oficina, cogeremos las armas que nos hagan falta y estudiaremos

los planos para ver por dónde podríamos entrar a la cárcel –les dije con

entusiasmo.

A Betty y a El Lágrimas les pareció buena idea, así que decidimos partir esa misma

tarde hacia Las Vegas. Primero cogimos un barco que nos llevaba desde la isla de Madagascar

hasta el mismo Sahara. Allí nos encontramos con un hombre muy sabio que nos dijo lo

siguiente:

− No os merece la pena ir con tanta prisa, todo puede esperar en esta vida.

A lo que yo le contesté:

− Todo no. Tenemos un amigo que está en la cárcel y necesita nuestra ayuda.

− Yo tengo muchos planos de varias cárceles, si pasáis por mi casa os los puedo

enseñar y si tenemos suerte igual tengo la que estáis buscando.

No podíamos creer la suerte que habíamos tenido. Tal vez aquel hombre fuese la clave

para nuestro plan. El destino parecía de nuestra parte.

Tras un largo camino a pie de dos horas y media, el hombre sabio nos llevó a su casa.

Por fuera parecía una simple cabaña que construida con paja, nos daba mala espina entrar. Al

entrar, un olor a ratas viejas nos recordó a alguno de los callejones de Las Vegas y El Lágrimas

y yo nos miramos fijamente. Una vez dentro, nos dijo el hombre:

− Estos son todos los planos que tengo de cárceles de todo el mundo, desde China

hasta Estados Unidos.

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Nosotros fuimos rápidamente adonde nos señaló y nos pusimos los tres a buscar

locamente el plano de la cárcel.

− ¡Sí! -Gritó Betty-. ¡Este es el plano que estamos buscando!

− Vale, os lo daré, pero con una condición, -afirmó el hombre sabio.

− ¿Cuál? -Dijo El Lágrimas.

− Tendréis que limpiarme la casa e intentar quitar este olor a rata muerta.

− Vale, perfecto lo limpiaremos -le dije muy convencido

Al cabo de cuatro horas, habíamos terminado de limpiarle la casa y el hombre sabio

nos dio el plano de la cárcel. Eran las seis de la tarde y el siguiente barco a Las Vegas salía en

dos horas. Empezamos a correr para poder llegar al barco a tiempo. Llegamos justamente a las

ocho menos cuarto, así que nos montamos en el barco y fuimos directamente a nuestro

camarote.

− Bueno, ahora tenemos más pistas para poder salvar a Al, -dijo Betty muy contenta.

− Sí, pero los policías van a estar ahí siempre vigilando -le contesté.

A lo que ella me contestó rápidamente que tenía que pensar que todo iba a salir bien.

Pasaron las horas y las horas y todavía seguíamos en aquel barco que parecía que en

cualquier momento se iba a partir por la mitad. Pero al fin llegamos a Las Vegas, o al menos

eso pensábamos.

Pudimos intuir que habíamos llegado a las Vegas por el gran ruido de tráfico y aquellas

potentes luces que entraban por la pequeña rejilla que había en nuestro camarote. Era tanta la

oscuridad que Betty se dio un gran golpe en los dedos de los pies.

- Betty, ¿estás bien? -dije con una pequeña carcajada.

- A mí no me hace gracia -me contestó.

- Shhh, silencio, me parece haber escuchado unos pasos -dijo El Lágrimas murmurando.

Tuvimos que escondernos rápidamente en un toldo viejo que estaba por el suelo. Por

un momento pensábamos que era el final, que nos habían pillado… esperamos varios minutos,

casi sin poder respirar para no hacer ruido, los pasos se estaban alejando poco a poco.

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Primero miré yo para asegurarme de que no había nadie, y así fue. Dije a Betty y a El Lágrimas

que saliesen sigilosamente para seguir buscando la maldita salida.

De repente El Lágrimas tropezó con una enorme maleta, el golpe la abrió.

- ¡Mirad, es una peluca! –sonrió Betty.

- ¡Ostras, mirad, dentro hay muchas más!, -dijo El Lágrimas. ¿Estáis pensando lo mismo

que yo?

- ¡En una bañera llena de chocolate! –quise bromear.

- No, burro, ¡deja de pensar en tonterías que esto es muy serio!

- Vale, lo siento, tranquilo que yo solo quería romper el hielo

- Bueno tú ponte esta peluca lisa, Betty tú la larga y yo me pondré la rojiza.

Y así fue como pudimos salir sin ser reconocidos de aquel barco, disfrazados con las

ridículas pelucas.

Caminando por callejones oscuros y malolientes, nos encontramos una pequeña casa,

que estaba abandonada. Allí nos adentramos en busca de refugio, era la única solución que

teníamos para escondernos de la policía y de la gente que nos pudiera reconocer. Ahí

podíamos idear un plan para poder sacar a Al de la cárcel.

Me di cuenta de que algo iba mal, me fijé en Betty, estaba llorando en silencio. Tuve

una sensación algo extraña, no sabía lo que era, me pregunté si aún sentía algo por ella, no

supe responderme… Me acerqué y le pregunté qué le pasaba, ella me miró y me habló.

- Gaspar, todo esto me supera, no puedo seguir huyendo de la policía ni mucho menos

del mundo, yo quiero ser feliz, como en los viejos tiempos.

La seguía mirando, no sabia qué decirle, quería abrazarla, decirle que todo iba a ir bien

y que pronto sería feliz, pero a la vez me frenaba, sabía que todo iba a ser difícil y que igual no

saldríamos de esta. Me arriesgué y la abracé, solo eso, y rompió a llorar, me partió el alma. Yo

la quería de todas formas y ella tenía razón, no se merecía esto. La dejé y le dije que ahora

volvería, que no siguiese así, que se tranquilizara, que encontraríamos una solución. Fui en

busca de El Lágrimas, que estaba en la parte trasera de la casa, lo vi un tanto preocupado.

- Hey, esperemos que todo vaya bien, todo esto lo tenemos que superar juntos por

nuestro amigo Al.

- ¿Y Betty?, no quiero hacerle daño, la quiero mucho y no quiero arruinarle la vida –le

dije sincerándome.

- - Creo que Betty hasta aquí llegó.

- ¿Qué quieres decir?

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- ¿No crees que todo esto la tiene mal? –El Lágrimas me miraba fijamente al hablarme.

- Sí, pero, ¿qué hago, amigo, qué hago?

- Lo mejor para ella es que la dejes ir y que encuentre su felicidad, la que se merece.

Quiero decir que se vaya lejos de aquí, lejos de todos los problemas, otro país, por

ejemplo, donde sea difícil encontrarla.

- Tienes razón, tengo que ayudarle a alejarse de todo esto, pero necesitaré tu ayuda –le

contesté con seriedad.

- Yo sé quién nos puede ayudar, mi madre, ella puede quedarse un tiempo con ella.

- Eso te crees tú. Mira, yo tengo contactos. Como te digo… tienes que ir a España, ahí

no la encontrarán –me parecía mejor idea que ella se fuese bien lejos de todo.

- Está bien, se lo diremos.

El Lágrimas habló detenidamente con ella y le pudo convencer. Mientras, yo estaba

haciendo una llamada a mi amigo Jerry, él era el hermano que nunca tuve, lo conocí en el

casino. Él se iba a llevar a Betty a España. Le dije que al día siguiente mismo se la llevase.

Al salir el alba, Jerry llegó a la casa donde estábamos alojados. Betty estaba preparada

para marcharse, los dejé solos para que se pudieran despedir bien… Me despedí de ella y se

me cayó una lágrima, estaba convencido de que esta vez sí que nunca la volvería a ver.

Le pedí a Jerry que le explicase a mi madre todo lo que estaba pasando y que algún

día la iría a buscar.

Así fue como Betty salió de nuestras vidas. Por ahora…