Una Pregunta Frecuente

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Una pregunta frecuente En las reuniones con los miembros jóvenes de la Iglesia por el mundo, acostumbro invitar a los presentes a hacer preguntas. Una de las preguntas que los jóvenes me hacen con más frecuencia es ésta: “¿Qué puedo hacer para prepararme de una manera más eficaz para servir como misionero de tiempo completo?”. Esa sincera pregunta merece una seria respuesta. Mis queridos y jóvenes hermanos, lo más importante que pueden hacer para prepararse para el llamamiento a servir es llegar a ser misioneros antes de ir a la misión. Tengan a bien notar que en mi respuesta recalqué llegar a ser en vez de ir. Permítanme explicar lo que quiero decir. En el vocabulario normal de la Iglesia, solemos hablar de ir a la Iglesia, ir al templo e ir a la misión. Me atrevería a afirmar que el énfasis un tanto habitual en la palabra ir no es acertado. La cuestión no es ir a la Iglesia; más bien, es adorar y renovar nuestros convenios al asistir a la Iglesia. La cuestión no es ir al templo; más bien, es tener en nuestro corazón el espíritu, los convenios y las ordenanzas de la casa del Señor. La cuestión no es ir a la misión; más bien, es llegar a ser misioneros y servir a lo largo de nuestra vida con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza. Es posible para un joven ir a la misión y no llegar a ser misionero, y eso no es lo que el Señor requiere ni lo que la Iglesia necesita. Mi deseo ferviente para cada uno de ustedes, jovencitos, es que simplemente no vayan a la misión, sino que lleguen a ser misioneros mucho antes de que envíen sus papeles misionales, mucho antes de que reciban un llamamiento a servir, mucho antes de que sean apartados por su presidente de estaca, y mucho antes de que ingresen en el Centro de Capacitación Misional. El Proceso El desafío de lo que debemos llegar a ser tiene que ver de manera precisa y perfecta con la preparación misional. Obviamente, el proceso de llegar a ser misioneros no exige que un jovencito lleve

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Page 1: Una Pregunta Frecuente

Una pregunta frecuenteEn las reuniones con los miembros jóvenes de la Iglesia por el mundo, acostumbro invitar a los presentes a hacer preguntas. Una de las preguntas que los jóvenes me hacen con más frecuencia es ésta:

“¿Qué puedo hacer para prepararme de una manera más eficaz para servir como misionero de tiempo completo?”. Esa sincera pregunta merece una seria respuesta.

Mis queridos y jóvenes hermanos, lo más importante que pueden hacer para prepararse para el llamamiento a servir es llegar a ser misioneros antes de ir a la misión. Tengan a bien notar que en mi respuesta recalqué llegar a ser en vez de ir. Permítanme explicar lo que quiero decir.

En el vocabulario normal de la Iglesia, solemos hablar de ir a la Iglesia, ir al templo e ir a la misión. Me atrevería a afirmar que el énfasis un tanto habitual en la palabra ir no es acertado.

La cuestión no es ir a la Iglesia; más bien, es adorar y renovar nuestros convenios al asistir a la Iglesia. La cuestión no es ir al templo; más bien, es tener en nuestro corazón el espíritu, los convenios y las ordenanzas de la casa del Señor. La cuestión no es ir a la misión; más bien, es llegar a ser misioneros y servir a lo largo de nuestra vida con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza. Es posible para un joven ir a la misión y no llegar a ser misionero, y eso no es lo que el Señor requiere ni lo que la Iglesia necesita.

Mi deseo ferviente para cada uno de ustedes, jovencitos, es que simplemente no vayan a la misión, sino que lleguen a ser misioneros mucho antes de que envíen sus papeles misionales, mucho antes de que reciban un llamamiento a servir, mucho antes de que sean apartados por su presidente de estaca, y mucho antes de que ingresen en el Centro de Capacitación Misional.

El ProcesoEl desafío de lo que debemos llegar a ser tiene que ver de manera precisa y perfecta con la preparación misional. Obviamente, el proceso de llegar a ser misioneros no exige que un jovencito lleve camisa blanca y corbata a la escuela todos los días o que siga las reglas misionales en lo que concierne a la hora de acostarse y levantarse, a pesar de que la mayoría de los padres apoyaría esa idea.

Pero pueden incrementar su deseo de servir a Dios (véase D. y C. 4:3), y pueden empezar a PENSAR cómo piensan los misioneros, a LEER lo que leen los misioneros, a ORAR como oran los misioneros y a SENTIR lo que sienten los misioneros.

Pueden evitar las influencias mundanas que hacen que el Espíritu Santo se aleje, y pueden aumentar su confianza al reconocer los susurros espirituales y responder a ellos.

Línea por línea, y precepto por precepto, un poco aquí y un poco allí, ustedes pueden gradualmente llegar a ser los misioneros que desean ser y los misioneros que el Salvador espera.

(“Llegar a Ser un Misionero” Elder David A. Bednard, Liahona Noviembre 2005, Conferencia General)