Una Metafísica Crítica Podría Nacer Como Ciencia de Los Dispositivos

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“UNA METAFÍSICA CRÍTICA PODRÍA NACER COMO CIENCIA DE LOS DISPOSITIVOS” Las filosofías primeras suministran al poder sus estructuras formales. Más precisamente, “la metafísica” designa ese dispositivo en el que el actuar requiere de un principio al que puedan relacionarse las palabras, las cosas y las acciones. En la época del Giro, cuando la presencia como identidad última vira hacia la presencia como diferencia irreductible, el actuar aparece sin principio. Reiner Schürmann, “¿Qué hacer en el fin de la metafísica?” Al inicio, habría una visión, en uno de los pisos de aquellas siniestras colmenas de vidrio ubicadas en el sector terciario; la visión interminable, a través del espacio panoptizado, de decenas de cuerpos sentados, en fila, distribuidos de acuerdo con una lógica modular; decenas de cuerpos sin vida aparente, separados por delgadas paredes de vidrio, tecleando en sus computadoras. En esta visión, a su vez, habría una revelación del carácter brutalmente político de semejante inmovilización forzada de los cuerpos. Y la evidencia paradójica de cuerpos que están tanto más inmóviles cuanto sus funciones mentales resultan activadas, cautivadas, movilizadas; funciones que borbotean y responden en tiempo real a las fluctuaciones del flujo informacional que atraviesa la pantalla. Tomemos esta visión, o más bien lo que en ella encontramos, y démosle un paseo ahora a través de una exposición del MoMa en Nueva York, donde unos cibernéticos entusiastas, conversos recientemente a la coartada artística, han decidido presentar al público todos los dispositivos de neutralización, de normalización a través del trabajo, que tienen en mente para el futuro. La exposición se titularía Workspheres: se expondría en ella el modo en que un iMac transforma el trabajo —que ha devenido en sí mismo superfluo e insoportable— en ocio, y cómo un ambiente “de fácil manejo” prepara al Bloom promedio para que soporte la existencia más desolada y maximice de esta manera su rendimiento social, o cómo le desaparecerá toda disposición a la angustia, a este Bloom, cuando SE hayan integrado en su espacio de trabajo personalizado todos los

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  • UNA METAFSICA CRTICA PODRA NACER COMO CIENCIA DE LOS DISPOSITIVOS

    Las filosofas primeras suministran al poder sus estructuras formales. Ms precisamente, la metafsica designa

    ese dispositivo en el que el actuar requiere de un principio al que puedan relacionarse las palabras, las cosas y las

    acciones. En la poca del Giro, cuando la presencia como identidad ltima vira hacia la presencia como diferencia

    irreductible, el actuar aparece sin principio.

    Reiner Schrmann, Qu hacer en el fin de la metafsica?

    Al inicio, habra una visin, en uno de los pisos de aquellas siniestras colmenas

    de vidrio ubicadas en el sector terciario; la visin interminable, a travs del espacio

    panoptizado, de decenas de cuerpos sentados, en fila, distribuidos de acuerdo con

    una lgica modular; decenas de cuerpos sin vida aparente, separados por delgadas

    paredes de vidrio, tecleando en sus computadoras. En esta visin, a su vez, habra

    una revelacin del carcter brutalmente poltico de semejante inmovilizacin

    forzada de los cuerpos. Y la evidencia paradjica de cuerpos que estn tanto ms

    inmviles cuanto sus funciones mentales resultan activadas, cautivadas, movilizadas;

    funciones que borbotean y responden en tiempo real a las fluctuaciones del flujo

    informacional que atraviesa la pantalla. Tomemos esta visin, o ms bien lo que en

    ella encontramos, y dmosle un paseo ahora a travs de una exposicin del MoMa en

    Nueva York, donde unos cibernticos entusiastas, conversos recientemente a la

    coartada artstica, han decidido presentar al pblico todos los dispositivos de

    neutralizacin, de normalizacin a travs del trabajo, que tienen en mente para el

    futuro. La exposicin se titulara Workspheres: se expondra en ella el modo en que

    un iMac transforma el trabajo que ha devenido en s mismo superfluo e

    insoportable en ocio, y cmo un ambiente de fcil manejo prepara al Bloom

    promedio para que soporte la existencia ms desolada y maximice de esta manera

    su rendimiento social, o cmo le desaparecer toda disposicin a la angustia, a este

    Bloom, cuando SE hayan integrado en su espacio de trabajo personalizado todos los

  • parmetros de su psicologa, sus hbitos y su carcter. De la conjuncin de estas

    visiones nacera la sensacin de que, finalmente, SE ha logrado producir el espritu;

    y a su vez, producir el cuerpo como desperdicio, masa inerte y voluminosa,

    condicin pero sobre todo obstculo del desenvolvimiento de

    procesos puramente cerebrales. La silla, la mesa, la computadora: un dispositivo. Un

    apresamiento productivo. Una empresa metdica de atenuacin de todas las

    formas-de-vida. Jnger bien hablaba de una espiritualizacin del mundo, pero en

    un sentido que no era necesariamente elogioso.

    Podramos imaginar una gnesis distinta. Al inicio, habra en esta ocasin una

    molestia, una molestia unida a la generalizacin de artefactos de vigilancia en los

    almacenes; arcos antirrobo especialmente. Habra una ligera angustia, al momento

    de traspasarlos, por saber si sonarn o no, por saber si uno ser extrado del flujo

    annimo de los consumidores como el cliente indeseable, como el ladrn.

    Habra pues, en esta ocasin, la molestia o quin sabe? el resentimiento por

    haberse hecho atrapar en algunas ocasiones, y la clara presciencia de que los

    dispositivos comenzaron ltimamente a funcionar. O de que esta tarea de vigilancia,

    por ejemplo, es cada vez ms confiada exclusivamente a una masa de vigilantes

    que tienen buen ojo, al haber sido ellos mismos los antiguos ladrones. Ellos que son,

    bajo cualquiera de sus gestos, dispositivos a pie.

    Imaginemos ahora una gnesis, del todo improbable sta, para los ms

    incrdulos. El punto de partida no podra ser otro que la cuestin de la determinidad,

    del hecho de que hay, inexorablemente, determinacin; pero se trata de una

    fatalidad que puede a la vez tomar el sentido de una temible libertad de juego con

    las determinaciones. De una subversin inflacionista del control ciberntico.

    Al inicio, no habra nada, finalmente. Nada que no sea el rechazo a jugar

    inocentemente cualquiera de los juegos que SE hayan previsto para engatusarnos.

    Y quin sabe? el deseo

    FEROZ

  • de crear algunos de ellos

    vertiginosos.

    I

    En qu consiste, exactamente, la Teora del Bloom? Consiste en un intento

    de historizar la presencia, de tomar nota, para comenzar, del estado actual de

    nuestro ser-en-el-mundo. Otros intentos de la misma naturaleza han precedido a

    la Teora del Bloom, entre los cuales el ms notable, despus de Los conceptos

    fundamentales de la metafsica de Heidegger, resulta definitivamente El mundo

    mgico de De Martino. Sesenta aos antes de la Teora del Bloom, la antropologa

    italiana ofreca una contribucin, hasta el da de hoy inigualada, en torno a la

    historia de la presencia. Pero mientras que filsofos y antroplogos desembocaban en

    este resultado, en la constatacin del sitio donde somos con el mundo, en la

    constatacin de nuestro propio colapso, fue de all que nosotros partimos, as que

    aqu consentiremos.

    Hombre de su poca en esto, De Martino pretenda creer en toda la fbula

    moderna del sujeto clsico, del mundo objetivo, etc. Luego distingui entre dos

    pocas de la presencia, la que tiene curso en el mundo mgico, primitivo, y la del

    hombre moderno. Todo el malentendido occidental con respecto de la magia y,

    ms generalmente, de las sociedades tradicionales, dice en resumen De Martino,

    se debe al hecho de que pretendemos comprenderlas desde afuera, a partir del

    presupuesto moderno de una presencia adquirida, de un ser-en-el-mundo

    asegurado, apoyado en una clara distincin entre el yo y el mundo. En el universo

    tradicional-mgico, la frontera que constituye al sujeto moderno como un sustrato

  • slido, estable, seguro de su ser-ah, ante el cual se extiende un mundo atestado de

    objetividad, conforma todava un problema. Dicha frontera existe en este universo

    para conquistarlo, para fijarlo; la presencia humana es as constantemente

    amenazada, sintindose en un peligro perpetuo. As, esta labilidad coloca a la

    presencia humana a merced de cualquier percepcin violenta, de cualquier

    situacin saturada de afectos, de cualquier acontecimiento inasimilable. En casos

    extremos, conocidos bajo diversos nombres en las civilizaciones primitivas, el ser-

    ah es totalmente devorado por el mundo, una emocin o una percepcin. A esto

    los malayos lo llaman latah, los tunguses olon, algunos melanesios atai, y entre los

    mismos malayos est relacionado con el amok. En tales estados, la presencia singular

    se desploma completamente, entra en una indistincin con los fenmenos y se

    deshace con un simple eco, mecnico, del mundo que le rodea. De este modo

    un latah, un cuerpo afectado de latah, coloca la mano sobre la llama apenas

    esbozado el gesto para hacerlo o, encontrndose de golpe cara a cara con un tigre

    en la cima de un sendero, comienza a imitarlo furiosamente, posedo como est

    por semejante percepcin inesperada. Tambin se relatan casos de olon colectivo:

    durante la formacin de un regimiento cosaco por parte de un oficial ruso, los

    hombres del regimiento, en lugar de ejecutar las rdenes del coronel, comienzan

    repentinamente a repetirlas en coro; y cuanto ms los colmaba de insultos el oficial

    y ste se irritaba por su rechazo a obedecer, ms le regresaban ellos sus insultos e

    imitaban su clera. De Martino caracteriza de este modo el latah, haciendo uso de

    sus categoras aproximativas: La presencia tiende a permanecer polarizada sobre

    un contenido particular, no alcanza a ir ms all de ello y, por consiguiente,

    desaparece y abdica en tanto que presencia. Colapsa as la distincin entre presencia

    y mundo que se hace presente.

    As pues, para De Martino existe un drama existencial, un drama histrico

    del mundo mgico, que es un drama de la presencia; y el conjunto de las creencias,

    tcnicas e instituciones mgicas estn ah para responder a tal situacin: para salvar,

  • proteger o restaurar la presencia mermada. Por tanto, ese conjunto est dotado de

    una eficacia propia, de una objetividad inaccesible al sujeto clsico. Una de las

    maneras que tienen los indgenas de Mota para vencer la crisis de la presencia

    provocada por alguna reaccin emocional intensa, consistir as en asociar a aquel

    que ha sido su vctima con la cosa que la ha ocasionado, o algo que la represente.

    En el curso de una ceremonia, dicha cosa ser declarada atai. El Chamn instituir

    una comunidad de destino entre esos dos cuerpos que estarn, a partir de ahora,

    indisoluble y ritualmente unidos, a tal punto que en el idioma indgena atai significa

    simplemente alma. La presencia que se arriesga a perder todo horizonte se

    reconquista incorporando su unidad problemtica a la unidad problemtica de la

    cosa, concluye De Martino. Esta prctica banal (la de inventarse un alter

    ego objetal) es aquello que los occidentales recubrirn con el apodo de fetichismo,

    rechazando comprender que el hombre primitivo se recompone, al reconquistar

    una presencia, mediante la magia. Reproducindose el drama de su presencia en

    disolucin, pero esta vez acompaado y apoyado por el Chamn en el trance,

    por ejemplo, pone en escena dicha disolucin de tal manera que vuelve a ser su

    amo. Lo que el hombre moderno reprocha tan amargamente al primitivo,

    despus de todo, no es tanto su prctica de la magia, sino la audacia que tiene para

    otorgarse un derecho que es juzgado obsceno: el de evocar la labilidad de la

    presencia y, con ello, volverla participable. Y es que los primitivos se han dado

    los medios para vencer ese tipo de desamparo, cuyas imgenes ms familiares para

    nosotros son el moderno despojado de su porttil, la familia pequeoburguesa

    privada de tele, el automovilista con el coche rallado, el ejecutivo sin oficina, el

    intelectual sin la palabra o la Jovencita sin su bolso.

    Pero De Martino comete un error inmenso, un error de fondo sin duda

    inherente a toda antropologa. De Martino ignora la amplitud del concepto de

    presencia, ya que la concibe todava como un atributo del sujeto humano, lo cual le

    lleva inevitablemente a oponer la presencia al mundo que se hace presente. La

  • diferencia entre el hombre moderno y el primitivo no consiste, como De Martino

    dice, en el hecho de que el segundo se encontrara en defecto con respecto del

    primero, al no haber adquirido an la seguridad de ste. La diferencia consiste, por

    el contrario, en que el primitivo demuestra una mayor apertura, una

    mayor atencin, al VENIR A LA PRESENCIA DE LOS ENTES, y por tanto, como

    consecuencia, una mayor vulnerabilidad a las fluctuaciones de ste. El hombre

    moderno, el sujeto clsico, no es un salto fuera de lo primitivo, sino que, ms bien,

    es tan slo un primitivo que se ha vuelto indiferente al acontecimiento de los seres,

    que ya no sabe acompaar al venir a la presencia de las cosas, que es pobre de mundo.

    De hecho, toda la obra de De Martino est atravesada por un amor infeliz hacia el

    sujeto clsico. Infeliz, debido a que De Martino tiene, como Janet, una

    comprensin demasiado ntima del mundo mgico, una sensibilidad demasiado rara

    hacia el Bloom, como para no sentir, secretamente, todos sus efectos. Lo que

    ocurre es que, cuando se es un hombre, en la Italia de los aos 40, ciertamente se

    tiene ms que nada el inters de callar dicha sensibilidad y de confesar una pasin

    desenfrenada por la plasticidad majestuosa y, a partir de ahora, admirablemente

    kitsch del sujeto clsico. De este modo, De Martino se acorral en la postura cmica

    que es denunciar el error metodolgico de querer aprehender el mundo mgico

    desde el punto de vista de una presencia asegurada, al mismo tiempo que la

    conserva como horizonte de referencia. En ltima instancia, hace suya la utopa

    moderna de una objetividad pura de toda subjetividad y de una subjetividad exenta

    de toda objetividad.

    En realidad, la presencia es tan poco un atributo del sujeto humano que ella

    es aquello que se da. El fenmeno a retener, aqu, no es ni el simple ente ni su

    modo de estar presente, sino la entrada en presencia; una entrada que es siempre

    nueva, cualquiera que sea el dispositivo histrico en que aparezca lo dado (Reiner

    Schrmann, El principio de anarqua). As se define el ek-stasis ontolgico del ser-

    ah humano, su co-pertenencia a cada situacin vivida. La presencia en s misma

  • es INHUMANA. Inhumanidad que triunfa en la crisis de la presencia, cuando lo ente

    se impone en toda su aplastante insistencia. La donacin de la presencia, entonces,

    ya no puede seguir siendo acogida; toda forma-de-vida, es decir, toda manera de

    acoger esta donacin, se disipa. Lo que hay que historizar no es entonces el progreso

    de la presencia hacia la estabilidad final, sino las diferentes maneras en que sta se

    da, las diferentes economas de la presencia. Y si bien existe hoy en da, en la era

    del Bloom, una crisis generalizada de la presencia, esto es as solamente en virtud

    de la generalidad de la economa en crisis: LA ECONOMA OCCIDENTAL, MODERNA

    Y HEGEMNICA, DE LA PRESENCIA CONSTANTE. Economa que tiene como

    caracterstica propia la denegacin de la posibilidad misma de su crisis por medio

    del chantaje del sujeto clsico, regente y medida de todas las cosas. El Bloom resalta

    histricamente el fin de la efectividad social-mgica de ese chantaje o fbula. La

    crisis de la presencia entra nuevamente en el horizonte de la existencia humana,

    pero no SE responde a ella de la misma manera que en el mundo tradicional; no SE la

    reconoce como tal.

    En la era del Bloom la crisis de la presencia se cronifica y se objetiva en una

    inmensa acumulacin dedispositivos. Cada dispositivo funciona como una prtesis

    ek-sistencial que SE administra al Bloom para permitirle sobrevivir en la crisis de la

    presencia sin que la perciba, y para permitirle permanecer en ella da tras da sin

    sucumbir un celular, un psiclogo, un amante, un sedante o un cine conforman

    una especie de muletas bastante adecuadas, siempre y cuando uno pueda cambiarlas

    a menudo. Considerados singularmente, los dispositivos son otras tantas fortalezas

    erigidas contra el acontecimiento de las cosas; tomados en masa, son el hielo seco

    que SE esparce sobre el hecho de que cada cosa, en su venir a la presencia, lleva

    consigo un mundo. Lo objetivo: mantener a toda costa la economa dominante

    mediante la gestin autoritaria, en todo lugar, de la crisis de la presencia; instalar

    planetariamente un presente contra el libre juego de todo venir a la presencia. En

    pocas palabras: EL MUNDO SE ENDURECE.

  • Desde que el Bloom se ha insinuado en el corazn de la civilizacin, SE ha

    hecho todo lo posible para aislarlo, para neutralizarlo. Muy a menudo, y ya muy

    biopolticamente, se le ha tratado como una enfermedad: primero se

    llam psicastenia, con Janet, y luego esquizofrenia. Hoy en da SE prefiere hablar

    de depresin. Las calificaciones cambian, ciertamente, pero la maniobra es siempre

    la misma: reducir las manifestaciones del Bloom que son demasiado extremas a

    puros problemas subjetivos. Circunscribindolo como enfermedad, SElo

    individualiza, SE lo localiza y SE lo reprime, de tal manera que ya no pueda ser

    asumible colectivamente, comnmente. Si lo vemos bien, la biopoltica nunca ha

    tenido otro propsito: garantizar que nunca se constituyan mundos, tcnicas,

    dramatizaciones compartidas, magias, en el seno de las cuales la crisis de la

    presencia pueda ser vencida, asumida, pueda devenir un centro de energa, una

    mquina de guerra. La ruptura de toda transmisin de la experiencia, la ruptura de

    la tradicin histrica est ah, salvajemente mantenida, para asegurar que el Bloom

    se mantenga siempre entregado, remitido a s mismo, a su propia y solitaria burla,

    a su aplastante y mtica libertad. Existe ante todo un monopolio biopoltico de los

    remedios para la presencia en crisis, que siempre est dispuesto a defenderse con la violencia

    ms lejana.

    La poltica que desafa este monopolio toma como punto de partida, y como

    centro de energa, la crisis de la presencia: el Bloom. A esta poltica la calificaremos

    como exttica. Su propsito no es rescatar abstractamente, a fuerza de

    re/presentaciones, la presencia humana en disolucin, sino en la elaboracin de

    magias participables, de tcnicas de habitacin, no tanto de un territorio, sino de

    un mundo. Y es esta elaboracin, la del juego entre las diferentes economas de la

    presencia, entre las diferentes formas-de-vida, lo que exige la subversin y

    la liquidacin de todos los dispositivos.

  • Aquellos que an reclaman una teora del sujeto, como un ltimo

    aplazamiento ofrecido a su pasividad, haran mejor en comprender que, en la era

    del Bloom, una teora del sujeto ya slo es posible como teora de los dispositivos.

    II

    Durante mucho tiempo he credo que lo que distingua a la teora de,

    supongamos, la literatura, era su impaciencia para transmitir contenidos, su

    vocacin para hacerse comprender. Efectivamente, esto especifica a la teora, a la

    teora como la nica forma de escritura que no es una prctica. De ah el infinito

    impulso de la teora, que puede decir lo que sea sin que esto arroje nunca,

    finalmente, alguna consecuencia; para los cuerpos, evidentemente. Veremos muy

    bien que nuestros textos no son teora ni su negacin, sino simplemente otra cosa.

    Cul es el dispositivo perfecto, el dispositivo-modelo a partir del cual ningn

    malentendido podra subsistir sobre la nocin misma de dispositivo? El dispositivo

    perfecto, me parece, es LA AUTOPISTA. En ella, el mximum de la circulacin coincide

    con el mximum del control. Nada se mueve en ella que no sea incontestablemente

    libre y, a la vez, estrictamente registrado, identificado e individuado en un

    registro exhaustivo de matriculaciones. Organizado en red, dotado de sus propios

    puntos de abastecimiento, de su propia polica, de espacios autnomos neutros,

    vacos y abstractos, el sistema de autopistas representa directamente el territorio,

    como descargado por bandas a travs del paisaje; una heterotopa, la heterotopa

    ciberntica. En l, todo ha sido cuidadosamente parametrizado para que no suceda

    nada, nunca. El flujo indiferenciado de lo cotidiano slo es evaluado por la serie

    estadstica, prevista y previsible, de los accidentesque SE nos tiene tan informados

  • porque nunca somos testigos de ellos, y que no son, por tanto, vividos como

    acontecimientos, como muertes, sino como una perturbacin pasajera de la que todo

    rastro ser borrado en poco tiempo. Por otra parte, nos recuerda la Seguridad

    Vial, SE muere mucho menos en las autopistas que en las carreteras nacionales; y

    son apenas los cadveres de los animales aplastados, que se advierten por la ligera

    dislocacin que inducen en la direccin de los coches, los que nos recuerdan qu

    es lo que significa PRETENDERVIVIR ALL DONDE LOS DEMS PASAN. Cada tomo del

    flujo molecularizado, cada una de las mnadas impermeables del dispositivo, no

    tiene, de cualquier modo, ninguna necesidad de que se le recuerde que el fluirest

    dentro de sus intereses. La autopista est hecha completamente, con sus largas

    curvas y su uniformidad calculada y sealizada, para reducir todas las conductas a

    una sola: la cero-sorpresa, prudente y alisada, orientada hacia un lugar de llegada y

    recorrida completamente a una velocidad media y regular. A pesar de todo, existe

    un ligero sentimiento de ausencia, de un extremo a otro del trayecto, como si la

    nica forma de permanecer en un dispositivo fuera atrapado bajo la perspectiva de

    salirse de l, sin nunca haber estado verdaderamente ah. Al final, el puro espacio

    de la autopista expresa la abstraccin de todo lugar ms que la de toda distancia. En

    ninguna parte SE ha realizado tan perfectamente la sustitucin de los lugares a partir

    de sunombre, a partir de su reduccin nominalista. En ninguna parte la separacin

    habr sido tan mvil y convincente, e incluso armada de un lenguaje (la sealizacin

    vial) menos susceptible de subversin. La autopista, por tanto, como

    utopa concreta del Imperio ciberntico. Y pensar que existe gente que ha podido

    or hablar de autopistas de la informacin sin presentir la promesa de un vigilancia

    policaca total!

    El metro, la red metropolitana, es otra clase de megadispositivo, subterrneo

    en esta ocasin. No cabe duda, vista la pasin policaca que la RATP nunca ha

    abandonado desde Vichy, de que una cierta consciencia de este hecho se ha

    insinuado en todos sus pisos, e incluso en sus entresuelos. Es as como se poda leer

  • hace algunos aos, en los pasillos del metro parisino, un extenso aviso pblico de

    la RATP, adornado con un len que ostentaba una pose real. El ttulo de la noticia,

    escrito en caracteres gruesos y extraordinarios, estipulaba que: AMO DE LOS

    LUGARES ES AQUEL QUE LOS ORGANIZA. Quien se dignaba a detenerse a leer, se

    vea as informado por la intransigencia empleada por esta compaa pblica

    dispuesta a defender el monopolio de la gestin de su dispositivo. Desde ese

    momento, parece ser que el Weltgeist ha conseguido an progresos entre los mulos

    del servicio de Comunicacin de la RATP, ya que todas sus campaas han sido, a

    partir de ese momento, firmadas como RATP, el espritu libre. El espritu libre

    singular fortuna para una frmula que ha pasado desde Voltaire hasta los

    anuncios de los nuevos servicios bancarios, pasando por Nietzsche,tener el

    espritu libre ms que ser un espritu libre: he aqu lo que exige el Bloom, vido de

    bloomificacin.Tener el espritu libre, es decir: el dispositivo se hace cargo de los que

    se le someten. Sin duda, existe una comodidad que se vincula con esto, que consiste

    en poder olvidar, hasta nuevo aviso, que uno est en el mundo.

    En cada dispositivo existe una decisin que se esconde. Los Amables

    Cibernticos del CNRS le dan la vuelta a esto de la siguiente manera: El dispositivo

    puede ser definido como la concretizacin de una intencin mediante la

    constitucin de ambientes acondicionados (Herms, n 25). El flujo es necesario

    para el mantenimiento del dispositivo, porque es detrs de l que se esconde dicha

    decisin. No hay nada ms fundamental para la supervivencia del shopping que un

    flujo constante de clientes y productos, observan los cabrones del Harvard Project

    on the City. Pero asegurar la permanencia y la direccin del flujo molecularizado,

    interconectar los diferentes dispositivos, exige un principio de equivalencia, un

    principio dinmico, distinto de la norma en curso en cada dispositivo. Este principio

    de equivalencia es la mercanca. La mercanca, es decir, el dinero como lo que

    individa y separa todos los tomos sociales, colocndolos a solas frente a su cuenta

    bancaria como el cristiano lo estaba ante su Dios; el dinero, que nos permite al

  • mismo tiempo entrar continuamente en todos los dispositivos y, en cada entrada,

    registrar un rastro de nuestra posicin, de nuestro paso. La mercanca, es decir, el

    trabajo que permite contener el mayor nmero de cuerpos en un nmero particular

    de dispositivos estandarizados, forzarlos a pasar a travs de ellos y quedarse,

    organizando cada uno su propia trazabilidad a travs del currculum vitae (no es

    cierto, por otra parte, que trabajar hoy en da ya no consiste tanto en hacer alguna

    cosa como en ser alguna cosa y, desde luego, en estar disponible?). La mercanca, es

    decir, el reconocimiento gracias al cual cada uno autogestiona su sumisin a la polica

    de las cualidades y mantiene con otros cuerpos una distancia prestidigitadora,

    suficientemente grande para neutralizarse, pero no tanto para excluirse de la

    valorizacin social. Guiado de este modo por la mercanca, el flujo de los Bloom

    impone dulcemente la necesidad del dispositivo que lo contiene. Todo un mundo

    fosilizado sobrevive en esta arquitectura, la cual ya no necesita celebrar el poder

    soberano porque ella misma es, a partir de ahora, el poder soberano: le basta con

    configurar el espacio la crisis de la presencia hace el resto.

    Bajo el Imperio, las formas clsicas del capitalismo sobreviven, pero como

    formas vacas, como puros vehculos al servicio del mantenimiento de los

    dispositivos. Su persistencia no debe engaarnos: ya no reposan sobre s mismos,

    puesto que han devenido funcin de otra cosa. A PARTIR DE AHORA, EL MOMENTO

    POLTICO DOMINA EL MOMENTO ECONMICO. La cuestin suprema ya no es la

    extraccin de plusvala, sino el Control. El nivel de extraccin de la propia plusvala

    ya no indica sino el nivel de Control que es localmente su condicin. El Capital ya

    no es sino un medio al servicio del Control generalizado. Y si an existe un

    imperialismo de la mercanca, se hace sentir ante todo como imperialismo de los

    dispositivos; imperialismo que responde a una necesidad: la de la NORMALIZACIN

    TRANSITIVA DE TODAS LAS SITUACIONES. Se trata de extender la circulacinentre los

    dispositivos, porque es ella quien forma el mejor vector de la trazabilidad universal

    y del orden de los flujos. En este punto tambin, nuestros Amables Cibernticos

  • poseen el arte de la frmula: En general, el individuo autnomo, concebido como

    portador de una intencionalidad propia, aparece como la figura central del

    dispositivo. [] Ya no se orienta el individuo, sino que es el individuo quien se

    orienta en el dispositivo.

    No hay nada misterioso en las razones por las cuales los Bloom se someten tan

    masivamente a los dispositivos. Por qu, ciertos das, en el supermercado, no robo

    nada; tanto si me siento demasiado dbil como si soy perezoso: no robar resulta

    una comodidad. No robar supone disolverse absolutamente en el dispositivo,

    conformarse en l para no tener que sostener la relacin de fuerza que conlleva: la

    relacin de fuerza entre un cuerpo y el agregado compuesto por los empleados, el

    vigilante y, eventualmente, la polica. Robar me fuerza a una presencia, a una

    atencin, a un nivel de exposicin de mi superficie corporal, a la cual, ciertos das,

    no puedo recurrir. Robar me fuerza a pensar mi situacin. Y en ciertas ocasiones, no

    tengo la energa para ello. As que pago, pago para ser dispensado de la experiencia

    misma del dispositivo en su realidad hostil. Pero lo que en realidad adquiero es

    un derecho a la ausencia.

    III

    Lo que puede ser mostrado no puede ser dicho.

    Wittgenstein

    El decir no es lo dicho.

    Heidegger

    Existe un enfoque materialista del lenguaje que parte de que aquello que

    percibimos nunca es separable de aquello que sabemos. La Gestalt ha mostrado

    desde hace mucho tiempo cmo, frente a una imagen confusa, el hecho de que se

  • nos diga que tal imagen representa a un hombre sentado en una silla, o una lata de

    conservas semiabierta, es suficiente para hacer aparecer una u otra cosa. Las

    reacciones nerviosas de un cuerpo y, ciertamente por ello mismo, su metabolismo,

    estn estrechamente unidas si acaso no dependen ya directamente al conjunto

    de sus representaciones. Hay que admitir esto para establecer, no tanto el valor,

    sino la significacin vital de cada metafsica, su incidencia en trminos de forma-de-

    vida.

    Imaginemos, despus de esto, una civilizacin cuya gramtica llevara en su

    ncleo, especialmente en el empleo del verbo ms corriente de su vocabulario, una

    clase de vicio, defecto tal que conlleve a que todo sera percibido de acuerdo a una

    perspectiva, no solamente falseada, sino en la mayora de los casos mrbida.

    Imaginemos qu ocurrira entonces con la fisiologa comn de sus usuarios, con las

    patologas mentales y relacionales, con la disminucin vital a la que stos estaran

    expuestos. Tal civilizacin sera ciertamente inhabitable y producira solamente,

    en cualquier sitio que se extienda, desastre y desolacin. Esa civilizacin es la

    civilizacin occidental, y ese verbo es sencillamente el verbo ser. Y el verbo ser no

    en sus empleos de auxiliar o de existencia esto es, los cuales son relativamente

    inofensivos, sino en sus empleos de atribucin esta rosa es roja y de identidad

    la rosa es una flor, que autorizan las ms simples falsificaciones. En el

    enunciado esta rosa es roja, por ejemplo, presto al sujeto rosa un predicado que

    no es el suyo, que es ms bien un predicado de mi percepcin: soy yo, que no soy

    daltnico, que soy normal, quien percibe esta longitud de onda como rojo.

    Decir yo percibo la rosa como rojo resultara ya menos capcioso. En cuanto al

    enunciado la rosa es una flor, me permite borrarme oportunamente tras la

    operacin de clasificacin que yohago. Por tanto, convendra ms bien decir: yo

    clasifico la rosa entre las flores (que es la formulacin comn en las lenguas

    eslavas). Sin duda es evidente, a continuacin, que los efectos del es de identidad

    tienen un alcance emocional muy distinto cuando permiten decir de un hombre

  • que tiene la piel blanca, es un Blanco, de alguien que tiene dinero, es un rico,

    o de una mujer que se comporta algo libremente, es una puta. Y esta cuestin de

    ninguna manera consiste en denunciar la supuesta violencia de tales enunciados,

    preparando as el advenimiento de una nueva polica de la lengua, de una political

    correctness ampliada, que esperara que cada frase lleve consigo su propia garanta

    de cientificidad. De lo que se trata es de saber lo que se hace, lo que SEnos hace,

    cuando hablamos; y de saberlo juntos.

    La lgica subyacente a estos empleos del verbo ser es calificada por Korzybski

    como aristotlica; nosotros la llamaremos simplemente la metafsica y de hecho

    no estamos lejos de pensar, como Schrmann, que la cultura metafsica en su

    conjunto revela ser una universalizacin de la operacin sintctica que es la

    atribucin predicativa. Lo que se juega en la metafsica, y especialmente en la

    hegemona social del es de identidad, es tanto la negacin del devenir, como

    del acontecimiento de las cosas y los seres Estoy fatigado? Esto, desde luego, no

    quiere decir gran cosa. Ya que mi fatiga no es ma, no soy yo quien est fatigado.

    Hay lo fatigante. Mi fatiga se inscribe en el mundo bajo la forma de una

    consistencia objetiva, de un suave espesor de las cosas mismas, del sol y la carretera

    que sube, del polvo y las piedras. (Deleuze, Decires y perfiles, 1947) En lugar

    del acontecimiento hay lo fatigante la gramtica metafsica nos forzar a

    pronunciar un sujeto para despus referirle su predicado: yo estoy fatigado

    esto es: el acondicionamiento de una posicin de retirada, de elipsis del ser-en-

    situacin, de borrado de la forma-de-vida que se enuncia tras su enunciado, tras la

    pseudosimetra autrquica de la relacin sujeto-predicado. Y es, naturalmente, con

    la justificacin de este escamoteo que se abre la Fenomenologa del espritu, piedra

    angular de la represin occidental de la determinidad y las formas-de-vida,

    verdadera propedutica para toda ausencia futura. A la pregunta: qu es el

    ahora? escribe nuestro Bloom jefe respondemos, pues, por ejemplo, el ahora

    es la noche. Y para examinar la verdad de esta certeza sensible, basta con un sencillo

  • experimento. Escribamos esta verdad; la verdad no es algo que se puede perder

    por escribirla, ni mucho menos por tratar de guardarla y conservarla. Pero si

    volvemos a ver ahora, es decir, este medioda, la verdad que escribimos anoche, resulta

    que tendremos que decir que se nos ha echado a perder. El grosero juego de manos

    consiste aqu en reducir como si nada la enunciacin al enunciado, en postular la

    equivalencia del enunciado hecho por un cuerpo en situacin, del enunciado como

    acontecimiento, y del enunciado objetivado o escrito, que perdura como rastro en la

    indiferencia a toda situacin. De uno a otro, es el tiempo, es la presencia, lo que cae

    en la trampa. En su ltimo escrito, cuyo ttulo suena como una especie de respuesta

    al primer captulo de la Fenomenologa del espritu, Sobre la certeza, Wittgenstein

    profundiza la cuestin. Se trata del pargrafo 588: Sin embargo, no es cierto que

    con las palabras S que esto es afirmo encontrarme en un estado particular,

    mientras que la mera aseveracin: Esto es no dice lo mismo? A pesar de ello,

    nuestra rplica a una aseveracin semejante suele ser Cmo lo sabes?

    Sencillamente, porque el hecho de que lo afirme permite reconocer que lo creo.

    Podra expresarse as: en un zoolgico podramos encontrar la inscripcin Esto

    es una cebra, pero nunca S que esto es una cebra. S slo tiene sentido cuando

    sale de la boca de una persona.

    El poder que se ha hecho heredero de toda la metafsica occidental, el

    Imperio, extrae de ella toda su fuerza as como la inmensidad de sus debilidades.

    La abundancia de artefactos de control y de equipos de vigilancia continua que han

    cubierto el mundo, por su exceso mismo, delata el exceso de su ceguera. La

    movilizacin de todas esas inteligencias que se vanagloria de tener entre sus filas,

    slo confirma la evidencia de su estupidez. Resulta impresionante ver, ao tras ao,

    cmo los seres se escurren cada vez ms entre sus predicados, entre todas las

    identidades que SE les hacen. Con total seguridad, el Bloom progresa. Todas las

    cosas se indistinguen.SE tiene cada vez mayor dificultad para hacer del que piensa

    un intelectual, del que trabaja un asalariado, del que mata un asesino, del que

  • milita un militante. El lenguaje formalizado, aritmtica de la norma, no se

    conexiona sobre ninguna distincin sustancial. Los cuerpos ya no se dejan reducir

    a las cualidades que SE les quiso atribuir. Rechazan incorporrselas. Fluyen,

    silenciosamente. El reconocimiento, que al principio nombrauna cierta distancia

    entre los cuerpos, se encuentra desbordado en todos sus puntos. Ya no puede dar

    cuenta de lo que pasa, precisamente, entre los cuerpos. Hacen falta, por tanto,

    dispositivos, ms y ms dispositivos: para estabilizar la relacin entre los predicados

    y los sujetos que escapan de ellos obstinadamente, para frustrar la creacin difusa

    de relaciones asimtricas, perversas y complejas entre dichos predicados, para

    producir la informacin, para producir lo real como informacin. Es evidente que los

    intervalos que mide la norma y a partir de los cuales SE individualizan-distribuyen

    los cuerpos, ya no son suficientes para el mantenimiento del orden; es necesario,

    por otra parte, hacer reinar el terror, el terror de alejarse demasiado de la norma.

    Para garantizar la estabilidad artificial de un mundo en implosin, han devenido

    necesarias toda una polica indita de las cualidades y toda una ruinosa red de

    microvigilancia, de microvigilancia de todos los instantes y espacios. Obtener el

    autocontrol de cada uno exige una densificacin indita, una difusin masiva de

    dispositivos de control cada vez ms integrados, cada vez ms hipcritas. El

    dispositivo: una ayuda para las identidades en crisis, escriben los cerdos del CNRS.

    Pero cualquier cosa que SE haga para asegurar la plana linealidad de la relacin

    sujeto-predicado, para someter todo ser a su representacin, a pesar de su

    desprendimiento histrico, a pesar del Bloom, no sirve de nada. Sin duda, los

    dispositivos pueden fijar, conservar las economas de la presencia caducas, hacerlas

    persistir ms all de su acontecimiento, pero son impotentes al intentar que cese el

    asedio de los fenmenos, que tarde o temprano acabarn por sumergirlos. Por el

    momento, el hecho de que no es lo ente lo que, la mayor parte del tiempo, es

    portador de las cualidades que le prestamos, sino ms bien nuestra percepcin, que

    se muestra siempre ms claramente en el hecho de que nuestra pobreza metafsica,

  • la pobreza de nuestro arte de percibir, nos hace experimentar todo como sin

    cualidades, nos hace producir el mundo como desprovisto de cualidades. En este

    derrumbamiento histrico, las cosas mismas, libres de todo apego, vienen cada vez

    ms insistentemente a la presencia.

    En realidad, es como dispositivo que nos aparece cada detalle de un mundo que

    nos ha devenido extranjero, precisamente, en cada uno de sus detalles.

    IV

    Nuestra razn es la diferencia de los discursos, nuestra historia la diferencia de los tiempos, nuestro yo la

    diferencia de las mscaras.

    Michel Foucault, Arqueologa del saber

    Corresponde a un pensamiento abruptamente mayor conocer aquello que obra,

    conocer en qu operaciones se libra. Y no con vistas a conseguir alguna Razn final,

    prudente y mesurada, sino, por el contrario, con el fin de intensificar el goce

    dramtico que se une al juego de la existencia, en sus propias fatalidades. La cosa

    resulta evidentemente obscena. Y debo decir que, a dondequiera que uno vaya, a

    cualquier medio que uno se dirija, todo pensamiento de la situacin resulta

    inmediatamente interpretado y conjurado como perversin. Para prevenir este

    desafortunado reflejo siempre hay, es verdad, una salida presentable, que consiste

    en proveer este pensamiento para una crtica. En Francia, esto es por cierto algo en

    lo que SE es muy vido. Al develarme como hostil a aquello cuyo funcionamiento

    y determinismos he penetrado, coloco eso mismo que quisiera aniquilar a salvo de

    m mismo, a salvo de mi prctica. Y es precisamente esa inocuidad lo que SE espera

    de m al exhortarme a que me declare como crtico.

  • En todas partes, la libertad de juego que acarrea la adquisicin de un saber-

    poder es algo que colma de terror. Ese terror, el terror del crimen, es destilado

    indefinidamente por el Imperio entre los cuerpos, asegurndose as de conservar

    el monopolio de los saberes-poderes, esto es, a la larga, el monopolio de todos los

    poderes. Dominacin y Crtica conforman desde siempre un dispositivo

    inconfesablemente dirigido contra unhostis comn: el conspirador, aquel que

    obra encubierto, que hace uso de todo lo que SE le da y le reconocecomo una mscara.

    El conspirador es odiado en todas partes, pero nunca SE le odiar tanto como

    el placer que l obtiene de su juego. Con toda seguridad, una cierta dosis de aquello

    que llamamos comnmente perversin entra en el placer del conspirador, porque

    aquello de lo que goza es, entre otras cosas, de su opacidad. Mas sta no es la razn

    por la cual no SE deja de impulsar al conspirador a volverse crtico,

    a subjetivarse como crtico, ni tampoco la razn del odio que SE mantiene tan

    corrientemente hacia l. Esa razn consiste sencillamente en elpeligro que l

    encarna. El peligro, para el Imperio, son las mquinas de guerra: que uno o varios

    hombres se transformen en mquinas de guerra, ENLAZANDO ORGNICAMENTE SU

    GUSTO POR VIVIR Y SU GUSTO POR DESTRUIR.

    El moralismo de toda crtica no es, a su vez, algo a criticar: para nosotros

    resulta suficiente conocer la poca inclinacin que tenemos por lo que se trama

    verdaderamente en l: amor exclusivo de los afectos tristes, de la impotencia, de

    la contricin, deseo de pagar, de expiar, de ser castigado, pasin por el proceso,

    odio del mundo, de la vida, pulsin gregaria, espera del martirio. Todo ese asunto

    de la consciencia nunca ha sido realmente comprendido. Existe efectivamente

    una necesidad de la consciencia que no consiste de ninguna manera en una necesidad

    de elevarse, sino en una necesidad de elevar, refinar y estimular nuestro goce, de

    multiplicar nuestro placer. Una ciencia de los dispositivos, una metafsica crtica,

    es por tanto absolutamente necesaria, pero no para plantar alguna bella certeza tras

    la cual poder borrarse, ni siquiera para agregar a la vida su pensamiento, como

  • tambin se ha dicho. Necesitamos pensar nuestra vida para intensificarla de manera

    dramtica. Qu me importa un rechazo que no sea al mismo tiempo un saber

    milimetrado de la destruccin? Qu me importa un saber que no venga a

    incrementar mi potencia, como eso que SE llama prfidamente lucidez, por

    ejemplo?

    Con respecto a los dispositivos, la burda propensin del cuerpo que ignora la

    alegra, consistir en reducir la presente perspectiva revolucionaria a la de la

    destruccin inmediata de ellos. Los dispositivos proporcionaran entonces una

    especie de chivo expiatorio objetal sobre el cual todo el mundo se pondra de

    acuerdo de manera unvoca. Y se restablecera as el ms viejo de los fantasmas

    modernos, el fantasma romntico que cierra El lobo estepario: el de una guerra de

    los hombres contra las mquinas. Reducida a esto, la perspectiva revolucionaria ya

    slo sera, nuevamente, una frgida abstraccin. Ahora bien, el proceso revolucionario

    es un proceso de crecimiento general de la potencia, o no es nada. Su Infierno es la

    experiencia y la ciencia de los dispositivos, su Purgatorio el compartir dicha ciencia

    y el xodo fuera de los dispositivos, su Paraso la insurreccin y la destruccin de

    ellos. Y corresponde a cada uno recorrer esta divina comedia, como una

    experimentacin sin retorno.

    Pero por el momento reina an uniformemente el terror pequeoburgus del

    lenguaje. Por un lado, en la esfera de lo cotidiano, SE tiende a tomar las cosas por

    palabras, es decir, supuestamente, por lo que son un gato es un gato, un centavo

    es un centavo, yo soy yo y por el otro, desde que el SE es subvertido y el

    lenguaje se desarticula para convertirse en agente de desorden potencial en la

    regularidad clnica de lo ya-conocido, SE proyecta al lenguaje hacia las regiones

    nebulosas de la ideologa, de la metafsica, de la literatura o, ms

    corrientemente, de los sinsentidos. No obstante, hubo y habr momentos

    insurreccionales en los que, bajo el efecto de un rechazo flagrante de lo cotidiano,

    el sentido comn vence ese terror. Y SEadvierte entonces que lo que hay de real en

  • las palabras no es lo que designan un gato no es un gato; un centavo nunca es

    un centavo; yo ya no soy yo mismo. Lo que hay de real en el lenguaje son las

    operaciones que efecta. Describir un ente como un dispositivo, o como ente

    producido por un dispositivo, es una prctica de desnaturacin del mundo dado, una

    operacin de puesta a distancia de lo que nos es familiar, o que se quiere como tal.

    Y usted lo sabe bien.

    Poner a distancia el mundo dado, hasta ahora, ha sido lo propio de la crtica.

    Slo la crtica crea que, una vez hecho esto, ya estaba todo dicho. Porque en el

    fondo le importaba menos poner el mundo a distancia que ponerse fuera de su

    alcance, precisamente en alguna regin nebulosa. Quera que SE conociera su

    hostilidad hacia el mundo, su trascendencia innata. Quera que SE la creyera,

    que SE la suponga, en otra parte, en algn Gran Hotel del Abismo o en la Repblica

    de las Letras. Lo que nos importa, a nosotros, es exactamente lo contrario.

    Imponemos una distancia entre el mundo y nosotros, no para dar a entender que

    estaramos en otra parte, sino para estar de manera diferente ah. La distancia que

    introducimos es el espacio de juego que necesitan nuestros gestos; nuestros gestos

    que son compromisos y descompromisos, amor y exterminio, sabotajes y

    deserciones. El pensamiento de los dispositivos, la metafsica crtica, llega por tanto

    como aquello que prolonga el gesto crtico desde hace tiempo paralizado, y que al

    prolongarlo lo anula. Particularmente, anula aquello que, desde hace ms de

    setenta aos, constituye el centro de energa de todo lo que el marxismo puede

    contener an con vida, quiero decir, el famoso captulo de El capital sobre el

    carcter fetichista de la mercanca y su secreto. Cunto Marx fracas en pensar

    ms all de la Ilustracin y cunto su Crtica de la economa poltica solamente fue en

    efecto una crtica, no aparece en ninguna otra parte de un modo tan lamentable

    como en estos pocos pargrafos.

    Marx tropieza con la nocin de fetichismo desde 1842, luego de su lectura de

    ese clsico de la Ilustracin que es Sobre el culto de los dioses fetiches, del Presidente

  • de Brosses. Desde su famoso artculo sobre los robos de madera, Marx compara

    el oro con un fetiche, apoyando esta comparacin en una ancdota extrada del

    libro de De Brosses. Este ltimo es el inventor histrico del concepto de

    fetichismo, el que extendi la interpretacin iluminista de ciertos cultos africanos

    a la totalidad de las civilizaciones. Para l, el fetichismo es el culto propio a los

    primitivos en general. Tantos hechos similares, o del mismo gnero, establecen

    con la mxima claridad que tal como es hoy en da la Religin de los Negros

    africanos y otros Brbaros, tal era en otro tiempo la de los pueblos antiguos; y que

    en todos los tiempos, as como por toda la tierra, se ha visto reinar ese culto

    directo, rendido sin forma, a las producciones animales y vegetales. Lo que ms

    escandaliza al hombre de la Ilustracin, y especialmente a Kant, en el fetichismo,

    es el modo de ver de un africano, el cual relata Bosman, en su Viaje de

    Guinea (1704): Hacemos y deshacemos Dioses, y [] somos los inventores y los

    amos de aquello a lo cual hacemos ofrendas. Los fetiches son esos objetos o esos

    seres, esas cosas en todo caso, a los cuales el primitivo se relaciona mgicamente

    para restaurar una presencia que tal o cual fenmeno extrao, violento o tan slo

    inesperado, hizo vacilar. Y efectivamente, esa cosa puede ser cualquiera que el

    Salvaje divinice directamente, como lo explica el Aufklrer conmocionado, que

    tan slo ve all cosas y no la operacin mgica de restauracin de la presencia. Y si

    no puede verla, esa operacin, se debe a que para l, as como para el primitivo

    fuera del brujo, por supuesto, la vacilacin de la presencia, la disolucin del yo, no son

    asumibles; la diferencia entre el moderno y el primitivo consiste solamente en que

    el primero se prohibi la vacilacin de la presencia, se ha fijado en la denegacin

    existencial de su fragilidad, mientras que el segundo la admite a condicin de

    remediarla por todos los medios. De ah la relacin polmica, todo menos

    tranquila, del Aufklrer con el mundo mgico, cuya nica posibilidad le llena de

    pavor. De ah, tambin, la invencin de la locura para aquellos que no pueden

    someterse a tan ruda disciplina.

  • a posicin de Marx, en ese primer captulo del El capital, no es diferente a la

    del Presidente de Brosses, pues se trata del gesto tpico del Aufklrer, del crtico.

    Las mercancas tienen un secreto, y yo lo desenmascaro. Ya lo vern, no lo

    mantendrn por mucho tiempo! Ni Marx ni el marxismo han salido nunca de la

    metafsica de la subjetividad: es por ello que el feminismo, o la ciberntica, han

    tenido tan poca dificultad para deshacerlos. Puesto que ha historizado todo, salvo

    la presencia humana, o puesto que ha estudiado todas las economas,salvo las de la

    presencia, Marx concibe el valor de cambio del mismo modo en que Charles de

    Brosses, en el siglo XVIII, observaba los cultos fetichistas entre los primitivos. Y

    esto es as porque no quiere comprenderaquello que se juega en el fetichismo. No ve

    mediante qu dispositivos SE hace existir la mercanca en tanto que mercanca, no ve

    cmo, materialmente con acumulacin de stocks en la fbrica; con la puesta en

    escena individuante de los best-sellers en un almacn, tras una vitrina o sobre un

    anuncio; con la devastacin de toda posibilidad de uso inmediato as como de toda

    intimidad con los lugares, se producen los objetos como objetos, las

    mercancas como mercancas. Hace como si todo ello, todo aquello que concierne a la

    experiencia sensible, no tuviera importancia alguna en ese famoso carcter

    fetichista, como si el plano de fenomenalidad que hace existir a las mercancas en

    tanto que mercancas no fuera l mismo materialmente producido. Marx opone su

    incomprensin de sujeto-clsico-con-la-presencia-asegurada, que ve las

    mercancas en tanto que materias, es decir, en tanto que valores de uso, a la

    obcecacin general, efectivamente misteriosa, de los explotados. Aun si l nota la

    necesidad de que stos sean de una u otra manera inmovilizados como espectadores

    de la circulacin de las cosas para que las relaciones entre ellos aparezcan como

    relaciones entre cosas, no ve el carcter de dispositivo del modo de produccin

    capitalista. No quiere ver lo que ocurre, desde el punto de vista de ser-en-el-

    mundo, entre esos hombres y esas cosas; l, que quiere explicar la necesidad

    de todo, no comprende la necesidad de esa ilusin mstica, su anclaje en la

  • vacilacin de la presencia, y en la represin de sta. Slo puede despedir ese hecho

    remitindolo al oscurantismo, al retraso teolgico y religioso, a la metafsica. En

    general, el reflejo religioso del mundo real nicamente podr desvanecerse cuando

    las circunstancias de la vida prctica, cotidiana, representen para los hombres, da

    a da, relaciones difanamente racionales, entre ellos y con la naturaleza. Nos

    encontramos aqu en el ABC del catecismo de la Ilustracin, con todo lo que tiene

    de programtico para el mundo tal como se ha construido desde entonces. Como uno

    no puede evocar su propia relacin con la presencia la modalidad singular de su

    ser-en-el-mundo, ni aquello en lo que uno est comprometido hic et nunc, uno

    apela inevitablemente a los mismos trucos usados por sus ancestros: uno confa a

    una teleologa tan implacable como abocada ejecutar la sentencia que en ese

    momento uno pronuncia. El fracaso del marxismo, as como su xito histrico,

    estn absolutamente ligados a la posturaclsica de retirada que autoriza; al hecho,

    finalmente, de haber permanecido en el regazo de la metafsica moderna de la

    subjetividad. La primera discusin ocurrida con un marxista basta para comprender

    la verdadera razn de su creencia: el marxismo sirve de muleta existencial a muchas

    personas que temen tanto que su mundo deje de estar dado por sentado. Con el

    pretexto del materialismo, cubierto con los hbitos del ms fiero dogmatismo, el

    marxismo permite pasar de contrabando la ms vulgar de las metafsicas. Lo cierto

    es que sin la aportacin prctica, vital, del blanquismo, el marxismo no hubiera

    podido llevar a cabo solo la revolucin de Octubre.

    Para una ciencia de los dispositivos el asunto no consistir por tanto en

    denunciar el hecho de que stosnos posean, de que habra en ellos algo mgico.

    Sabemos muy bien que al volante de un automvil es muy raro que no nos

    comportemos como un automovilista, y no necesitamos para nada que se nos

    explique cmo la televisin, un playstation o un ambiente acondicionado nos

    condicionan. Una ciencia de los dispositivos, una metafsica crtica, toma ms bien nota de

  • la crisis de la presencia, y se prepara para rivalizar con el capitalismo sobre el terreno de la

    magia.

    NOSOTROS NO QUEREMOS NI UN MATERIALISMO VULGAR NI UN MATERIALISMO

    ENCANTADO, LO QUE NOSOTROS ELABORAMOS ES UNMATERIALISMO DEL

    ENCANTAMIENTO.

    V

    Una ciencia de los dispositivos slo puede ser local. Slo puede consistir en la

    lectura regional, circunstancial y circunstanciada, del funcionamiento de uno o

    varios dispositivos. Ninguna totalizacin puede sobrevenir a espaldas de sus

    cartgrafos, porque su unidad no reside en una sistematicidad arrebatada, sino en

    la pregunta que determina cada uno de sus adelantos, la pregunta cmo funciona?.

    La ciencia de los dispositivos se ubica en una relacin de rivalidad directa con

    el monopolio imperial de los saberes-poderes. Es por ello que su compartir y su

    comunicacin, la circulacin de sus descubrimientos, resultan

    esencialmente ilegales. En esto se distingue, antes que nada, del bricolaje, el

    bricolador siendo aquel que slo acumula saber sobre los dispositivos para

    acondicionarlos mejor, para fabricar su perrera en ellos, que acumula, pues, todos

    los saberes sobre los dispositivos que no son poderes. Desde el punto de vista

    dominante, lo que llamamos ciencia de los dispositivos o metafsica crtica no es

    finalmente sino la ciencia del crimen. Y aqu como en otras partes, no hay iniciacin

    que no sea inmediatamente experimentacin, prctica. NUNCA SE EST INICIADO EN

    UN DISPOSITIVO, SINO SOLAMENTE EN SU FUNCIONAMIENTO. Los tres estadios sobre

    el camino de esta singular ciencia son sucesivamente: el crimen, la opacidad y la

  • insurreccin. El crimen corresponde al momento del estudio, necesariamente

    dividual, del funcionamiento de un dispositivo. La opacidad es la condicin del

    compartir, de la comunizacin, de la circulacin de los saberes-poderes adquiridos

    en el estudio. Bajo el Imperio, las zonas de opacidad donde esta comunicacin

    sobreviene son por naturaleza algo a arrancar y a defender. Este segundo estadio

    contiene, por tanto, la exigencia de una coordinacin ampliada. Toda la actividad

    de la S.A.S.C. participa de esta fase opaca. El tercer nivel es la insurreccin, el

    momento en que la circulacin de los saberes-poderes y la cooperacin de las

    formas-de-vida en vista de la destruccin-goce de los dispositivos imperiales puede

    hacerse libremente, a cielo abierto. En vista de esta perspectiva, este texto slo

    puede tener un carcter de pura propedutica, cruzando alguna parte entre silencio

    y tautologa.

    La necesidad de una ciencia de los dispositivos surge en el momento en que

    los hombres, los cuerposhumanos, acaban de instalarse en un mundo

    completamente producido. Pocos de los que encuentran algo que repetir entre la

    miseria exorbitante que SE querra imponernos, han comprendido ya,

    verdaderamente, lo que quiere decir vivir en un mundo completamente producido. En

    primer lugar, esto quiere decir que incluso aquello que, a primera vista, nos haba

    parecido autntico, se revela al contacto como producido, es decir, como

    gozando de su no-produccin como una modalidad valorizable en la produccin

    general. Lo que realiza el Imperio, tanto del lado del Biopoder como del lado del

    Espectculo recuerdo un altercado con una negrista de Chimres, una vieja bruja

    con un estilo gtico bastante simptico, que sostena como una logro indiscutible

    del feminismo y de su radicalidad materialista, el hecho de que no haba educado a

    sus dos hijos, sino que los haba producido, consiste sin duda en la interpretacin

    metafsica de lo ente como enteproducido o nada en absoluto; producido, es decir,

    llevado al ser de manera tal que su creacin y su ostensin seran una sola y misma

    cosa. Ser producido quiere decir siempre, al mismo tiempo, ser creado y ser vuelto

  • visible. Entrar en la presencia, en la metafsica occidental, nunca ha sido distinto a

    entrar en la visibilidad. Es por tanto inevitable que el Imperio que reposa sobre la

    histeria productiva repose tambin sobre la histeria transparencial. El mtodo ms

    seguro para prevenir el libre venir a la presencia de las cosas consiste todava en

    provocar ste en todo momento, tirnicamente.

    Nuestro aliado, en este mundo entregado al apresamiento ms feroz,

    entregado a los dispositivos, en este mundo que gira de manera fantica alrededor de

    una gestin de lo visible que se anhela como gestin del Ser, no es otro que el

    Tiempo. Puesto que poseemos para nosotros el Tiempo. El tiempo de nuestra

    existencia, el tiempo que conduce y desgarra nuestras intensidades, el tiempo que

    desbarata, pudre, destruye, deteriora y deforma, el tiempo que es un abandono,

    que es el elemento mismo del abandono, el tiempo que se condensa y se espesa en

    un haz de momentos donde toda unificacin se encuentra desafiada, arruinada,

    cercenada y rayada en su superficie por los cuerpos mismos. NOSOTROS POSEEMOS EL

    TIEMPO. Y cuando no lo tengamos, podemos an drnoslo. Darse el tiempo, tal es

    la condicin de todo estudio comunizable de los dispositivos. Sealar las

    regularidades, los encadenamientos, las disonancias; cada dispositivo posee su

    pequea msica propia que se necesita ligeramente desafinar, retorcer

    incidentalmente, hacer entrar en decadencia, en perdicin, hacer salir de sus

    casillas. Los que fluyen en el dispositivo no tienen en cuenta esa msica, ya que su

    paso obedece demasiado cerca al comps como para escucharlo claramente. Para

    escucharlo hace falta partir de una temporalidad distinta, de una criticidad propia

    para, mientras se pasa a travs del dispositivo, volverse atento a la norma ambiente.

    Es el aprendizaje del ladrn, del criminal: desafinar la marcha interior y la marcha

    exterior, desdoblar y hojear su consciencia, estar al mismo tiempo mvil y parado,

    al acecho y engaosamente distrado. Desviar la esquizofrenia impuesta del

    autocontrol [convirtindola] en un instrumento ofensivo de conspiracin. DEVENIR

    BRUJO. Para detener la disolucin, existe una va: ir deliberadamente hasta el

  • lmite de su propia presencia, asumir ese lmite como el objeto por venir de

    una praxis definida; colocarse en el corazn de la limitacin y hacerse su amo;

    identificar, representar, evocar los espritus, adquirir el poder para convocarlos

    a voluntad y para aprovechar su labor en beneficio de una prctica profesional. El

    brujo sigue precisamente esta va: transforma los momentos crticos del ser-en-el-

    mundo en una decisin valiente y dramtica, la de situarse en el mundo.

    Considerado en tanto que dato, su ser-en-el-mundo corre el riesgo de disolverse:

    no ha sido todava dado. Con la institucin de la vocacin y de la iniciacin, el mago

    deshace a continuacin ese dato pararehacerlo en un segundo nacimiento; vuelve a

    descender hasta el lmite de su presencia para restituirse a s mismo bajo una forma

    nueva y bien delimitada: las tcnicas exactas para favorecer la labilidad de la

    presencia, el trance mismo y los estados parecidos, expresan precisamente ese ser-

    ah que se deshace para rehacerse, que vuelve a descender a su ah para

    reencontrarse en una presencia dramticamente sostenida y garantizada. Por otra

    parte, el dominio al cual ha llegado permite al mago sumergise no solamente en su

    propia labilidad, sino tambin en la de otro. El mago es aquel que sabe ir ms all

    de s mismo, pero no en el sentido ideal, sino verdaderamente en el sentido

    existencial. Aquel para quien el ser-en-el-mundo se constituye en tanto que

    problema y que tiene el poder para procurarse su propia presencia, no es ya una

    presencia ms entre otras, sino un ser-en-el-mundo que puede volverse presente

    entre todos los dems, descifrar su drama existencial e influenciar el curso del

    mismo. Tal es el punto de partida del programa comunista.

    El crimen, contrariamente a lo que insina la Justicia, nunca es un acto, un

    hecho, sino una condicin de existencia, una modalidad de la presencia, comn a todos

    los agentes del Partido Imaginario. Para convencerse de ello basta pensar en la

    experiencia del robo o el fraude, que son las formas elementales, y de las ms

    corrientes HOY EN DA, TODO EL MUNDO ROBA, del crimen. La experiencia

    del robo es fenomenolgicamente algo distinto a los supuestos motivos que son

  • considerados como lo que nos empuja a cometer un robo, y que nosotros mismos

    nos alegamos. El robo no es una transgresin, slo lo es desde el punto de vista de

    la representacin: es una operacin sobre la presencia, una reapropiacin, una

    reconquista individual de sta, una reconquista de s como cuerpo en el espacio.

    El cmo del robo no tiene nada que ver con su hecho aparente, legal. Ese cmo es

    la consciencia fsica del espacio y del entorno, del dispositivo, hacia el cual me

    conduce el robo. Es la extrema atencin del cuerpo fraudulento en el metro,

    alertado por el menor signo que podra sealar la presencia de una patrulla de

    controladores. Es el conocimiento casi cientfico de las condiciones en las cuales

    opero que exige la preparacin de algn crimen de gran amplitud. Existe toda una

    incandescencia del cuerpo, una transformacin de ste en una superficie de

    impacto ultrasensible que yace en el crimen y que es su experiencia verdadera.

    Cuando robo, me desdoblo en una presencia aparente, evanescente y sin espesor,

    absolutamente cualquiera, y una segunda, entera, intensiva e interior en esta

    ocasin, en la que se anima cada detalle del dispositivo que me rodea, con sus

    cmaras, su vigilante, la mirada de su vigilante, las lneas de visin, los dems

    clientes, el andar de los dems clientes. El robo, el crimen y el fraude son las

    condiciones de la existencia solitaria en guerra contra la bloomificacin, contra la

    bloomificacin mediante los dispositivos. Es la insumisin propia del cuerpo aislado,

    la resolucin de salir, incluso a solas, incluso de manera precaria, mediante una

    puesta en juego voluntarista, de un estado particular de sideracin, de semisueo,

    de ausencia de s que conforma el fondo de la vida en los dispositivos. La cuestin,

    a partir de ah, a partir de esa experiencianecesaria, es la del paso al complot, a la

    organizacin de una circulacin verdadera del conocimiento ilegal, de la ciencia

    criminal. Es este paso a la dimensin colectiva lo que debe facilitar la S.A.S.C.

  • VI

    El poder habla de dispositivos: dispositivo Vigipirate, dispositivo RMI,

    dispositivo educativo, dispositivo de vigilancia Esto le permite dar a sus

    incursiones un aire de precariedad tranquilizadora. Luego, cuando el tiempo

    recubre la novedad de su introduccin, el dispositivo entra en el orden de las

    cosas, y es ms bien la precariedad de aquellos cuya vida transcurre en su interior

    lo que deviene notable. Los vendidos que se expresan en la revista Herms,

    particularmente en su nmero 25, no han esperado a que SE les pida hacerlo, para

    comenzar el trabajo de legitimacin de esta dominacin discreta y a la vez masiva,

    capaz de contener y distribuir la implosin general de lo social. Lo social

    dicen busca nuevos modos reguladores capaces de afrontar estas dificultades. El

    dispositivo aparece como una tentativa de respuesta. Permite adaptarse a esta

    fluctuacin mientras la baliza. [] Es el producto de una nueva propuesta de

    articulacin entre individuo y colectivo, al asegurar una interdependencia mnima

    sobre el fondo de fragmentacin generalizada.

    Frente a cualquier dispositivo, por ejemplo un torniquete de entrada del

    metro parisino, la pregunta incorrecta es: para qu sirve?, y la respuesta

    incorrecta, en este caso concreto, es: para impedir el fraude. La pregunta exacta,

    materialista, la pregunta metafsico-crtica, es por el contrario: pero qu hace,

    qu operacinrealiza ese dispositivo? La respuesta ser entonces: el dispositivo

    singulariza, extrae al cuerpo fraudulento de la masa indistinta de los usuarios, al

    forzarlos a hacer algn movimiento fcilmente perceptible (saltar por encima del

    torniquete, o colarse detrs de un usuario reglamentado). As, el dispositivo hace

    existir el predicado defraudador, es decir, hace existir un cuerpo determinado en

    tanto que defraudador. Lo esencial, aqu, es el en tanto que. O ms exactamente, la

  • manera en que el dispositivo naturaliza, escamotea, el en tanto que. Ya que el

    dispositivo tiene una manera de hacerse olvidar, de borrarse detrs del flujo de los

    cuerpos que pasan en su seno, tiene una permanencia que se apoya sobre la

    actualizacin continua de la sumisin de los cuerpos a su funcionamiento, a su

    existencia relajada, cotidiana y definitiva. El dispositivo instalado configura as el

    espacio, de tal manera que esa configuracin misma permanezca en retirada, como

    un puro dato. De su manera de darse por evidente, se sigue el hecho de que lo que

    hace existir no aparece como habiendo sido materializado por l. Es as como el

    dispositivo torniquete antifraude realiza el predicado fraudulento antes de que

    impida el fraude. EL DISPOSITIVO PRODUCE, MUY-MATERIALMENTE, UN CUERPO

    DADO COMO SUJETO DEL PREDICADO DESEADO.

    El hecho de que cada ente, en tanto que ente determinado, sea a partir de ahora

    producido por dispositivos, define un nuevo paradigma del poder. En Los anormales,

    Foucault proporciona la ciudad en estado de peste como modelo histrico de este

    nuevo poder, del poder productivo de los dispositivos. Es por tanto, en el propio

    seno de las monarquas administrativas, donde habra sido experimentada la forma

    de poder que deba sustituirlas; forma de poder que ya no procede por exclusin,

    sino por inclusin, ni por ejecucin pblica, sino por castigo teraputico, ni por

    extraccin arbitraria de bienes, sino por maximizacin vital, ni por soberana

    personal, sino por aplicacin impersonal de normas sin rostro. El emblema de esta

    mutacin del poder, de acuerdo a Foucault, es la gestin de los apestados en

    oposicin al destierro de los leprosos. En efecto, los apestados no son excluidos de

    la ciudad, relegados en un afuera, como lo eran los leprosos. Por el contrario, la

    peste permite desplegar todo un equipamiento imbricado, todo un

    escalonamiento, toda una gigantesca arquitectura de dispositivos de vigilancia, de

    identificacin y seleccin. La ciudad, cuenta Foucault, se divida en distritos, los

    distritos en barrios, y luego en ellos se aislaban las calles, y en cada calle haba

    vigilantes, en cada barrio inspectores, en cada distrito responsables de distrito, y

  • en la ciudad misma, o bien un gobernador nombrado a esos efectos o bien los

    regidores que, en el momento de la peste, haban recibido un poder

    complementario. Anlisis del territorio, por tanto, en sus elementos ms finos;

    organizacin, a travs de ese territorio as analizado, de un poder continuo [],

    poder que era tambin continuo en su ejercicio, y no simplemente en su pirmide

    jerrquica, porque la vigilancia deba ejercerse sin interrupcin alguna. Los

    centinelas tenan que estar siempre presentes en los extremos de las calles, los

    inspectores de los barrios y los distritos deban hacer su inspeccin dos veces al da,

    de tan manera que nada de lo que pasaba en la ciudad poda escapar a su mirada. Y

    todo lo que se observaba de este modo deba registrarse, de manera permanente,

    mediante esa especie de examen visual e, igualmente, con la retranscripcn de

    todas las informaciones en grandes registros. Al comienzo de la cuarentena, en

    efecto, todos los ciudadanos que se encontraban en la ciudad tenan que dar su

    nombre. Sus nombres se inscriban en una serie de registros. [] Y los inspectores

    tenan que pasar todos los das delante de cada casa, detenerse y llamar. Cada

    individuo tena asignada una ventana en la que deba aparecer y, cuando lo llamaban

    por su nombre, deba presentarse en ella; se entenda que, si no lo haca, era porque

    estaba en cama; y si estaba en cama, era porque estaba enfermo; y si estaba

    enfermo, era peligroso. Y, por consiguiente, haba que intervenir. Lo que con

    esto describe Foucault es el funcionamiento de un paleodispositivo, el dispositivo

    antipeste, cuya naturaleza consiste, mucho ms que en luchar contra la peste, en

    producir tal o cual cuerpo como apestado. Con los dispositivos, pasamos as de una

    tecnologa del poder que expulsa, excluye, destierra, margina y reprime, a un

    poder que es por fin un poder positivo, un poder que fabrica, que observa, un

    poder que sabe y se multiplica a partir de sus propios efectos. [] Un poder que

    no acta por la separacin en grandes masas confusas, sino por distribucin segn

    individualidades diferenciales.

  • Durante mucho tiempo, el dualismo occidental ha consistido en plantear dos

    entidades adversas: lo divino y lo mundano, el sujeto y el objeto, la razn y la

    locura, el alma y la carne, el bien y el mal, el adentro y el afuera, la vida y la muerte,

    el ser y la nada, etc. etc. Planteadas las cosas de esta manera, la civilizacin se

    construa como la lucha de uno contra otro. Esto traa consigo una lgica

    excesivamente costosa. El Imperio, claramente, procede de otro modo. Se mueve

    an en esas dualidades, pero ya no cree en ellas. En realidad, se contenta

    conutilizar cada pareja de la metafsica clsica con el fin de mantener el orden, esto

    es: como mquina binaria. Por dispositivo entenderemos, desde este momento, un

    espacio polarizado por una falsa antinomia, de tal manera que todo lo que ocurra o

    pase en l resulte reductible a uno u otro de sus trminos. El ms gigantesco

    dispositivo que se haya realizado, como tal, fue evidentemente el macrodispositivo

    geoestratgico Este-Oeste, en el cual se oponan trmino a trmino el bloque

    socialista y el bloque capitalista. Toda rebelin, toda alteridad que vena a

    manifestarse sin importar dnde, o bien tena que rendir lealtad a una de las

    identidades propuestas, o bien tena que ser agrupado contra su voluntad en el polo

    oficialmente enemigo del poder que afrontaba. En la potencia residual de la

    retrica estalinista del le haces el juego a Le Pen, la derecha o la

    mundializacin, qu importa, que no es ms que una transposicin reflejo del

    viejo clase contra clase, medimos la violencia de las corrientes que pasan por todo

    dispositivo, y la increble nocividad de la metafsica occidental en putrefaccin. Un

    lugar comn entre los geopolticos consiste en burlarse de esas exguerrillas

    marxistas-leninistas del Tercer Mundo que, tras el colapso del macrodispositivo

    Este-Oeste, se habran reconvertido en simples mafias o habran adoptado una

    ideologa considerada una locura bajo el pretexto de que los seores de la calle

    Saint-Guillaume no comprenden su lenguaje. De hecho, lo que aparece en este

    momento es ms bien el efecto insostenible de reduccin, obstruccin, formateo

    y disciplinarizacin que todo dispositivo ejerce sobre la anomala salvaje de los

  • fenmenos. A posteriori, las luchas de liberacin nacional aparecen menos como

    astucias que la URSS habra tramado, que como la astucia de otra cosa que desafa al

    sistema de representacin y rechaza tener lugar en l.

    Lo que es preciso comprender, de hecho, es que todo dispositivo funciona a

    partir de una pareja e inversamente, la experiencia muestra que una pareja

    que funciona es una pareja que forma un dispositivo. Una pareja, y no un par o un

    doblete, puesto que toda pareja es asimtrica; consta de un [trmino] mayor y otro

    menor. El mayor y el menor no son slo nominalmente distintos dos trminos

    contrarios pueden perfectamente designar la misma propiedad, y en cierto

    sentido es as la mayor parte del tiempo, nombran dos modalidades diferentes de

    agregacin de los fenmenos. El mayor, en el dispositivo, es la norma. El dispositivo

    asocia lo que es compatible con la norma por el simple hecho de no distinguirlo, de

    dejarlo inmerso en la masa annima, como soporte de lo que es normal. As, en

    una sala de cine, el que no grite, ni canturree, ni se destape, ni etc., permanecer

    como algo indistinto, agregado a la muchedumbre hospitalaria de los

    espectadores, significante en tanto que insignificante, por debajo de todo

    reconocimiento. El trmino menor del dispositivo ser, por tanto, lo anormal. Esto

    es lo que el dispositivo hace existir, lo que singulariza, asla, reconoce, distingue y

    luego vuelve a agregar, pero en tanto que desagregado, separado, diferente del resto de los

    fenmenos. Aqu tenemos al trmino menor, compuesto por el conjunto de lo que

    el dispositivo individa y predica, y que por ello desintegra, espectraliza y

    suspende; conjunto del que SE asegura que nunca se condense, que nunca

    se encuentre, y eventualmente conspire. Es en este punto que la mecnica elemental

    del Biopoder se conecta directamente con la lgica de la representacin tal como

    sta domina al interior de la metafsica occidental.

    La lgica de la representacin consiste en reducir toda alteridad, en hacer

    desaparecer lo que est ah, que viene a la presencia, en su pura haecceidad, y da

    que pensar. Toda alteridad, toda diferencia radical, en la lgica de la representacin,

  • es aprehendida como negacin de lo Mismo que esta ltima ha comenzado por

    plantear. Lo que difiere abruptamente, y que no posee as nada en comn con lo

    Mismo, es de este modo conducido, proyectado, hacia un plano comn que no

    existe, y en el cual figura, a partir de ahora, una contradiccin que sera uno de los

    trminos. En el dispositivo, aquello que no es la norma es de este modo

    determinado como su negacin, como anormal. Aquello que es simplemente otro,

    es integrado como otro de la norma, como lo quese opone a ella. El dispositivo

    mdico har entonces existir al enfermo como lo que no es sano. El dispositivo

    escolar al tonto como lo que no es obediente. El dispositivo judicial al crimen

    como lo que no es legal. En la biopoltica lo que no es normal ser as arrojado a lo

    patolgico, cuando sabemos por experiencia que la patologa es ella misma, para el

    organismo enfermo, una norma de vida, y que la salud no est asociada a una norma

    de vida particular sino a un estado de fuerte normatividad, a una capacidad de afrontar

    y de crear otrasnormas de vida. La esencia de todo dispositivo consiste as en

    imponer un reparto autoritario de lo sensible donde todo lo que viene a la presencia

    se enfrenta con el chantaje de su binariedad.

    El aspecto temible de todo dispositivo consiste en que se basa sobre la

    estructura originaria de la presencia humana: en que somos llamados

    o requeridos por el mundo. Todas nuestras cualidades, nuestro ser propio, se

    establecen en un interpretacin con los entes tal que nuestra disposicin hacia ellos

    no es primera. Sin embargo, nos sobreviene corrientemente, en el seno de los

    dispositivos ms banales como un sbado por la tarde tomando entre parejas

    pequeoburguesas en un quiosco de las afueras, que experimentamos el

    carcter, no tanto de peticin, sino de posesin, e incluso de extrema posesividad,

    que se une a todo dispositivo. Y es en las discusiones superfluas, que marcarn esa

    velada lamentable, que eso se experimentar. Uno de los Bloom presentes

    comenzar su perorata contra los funcionarios-que-estn-todo-el-tiempo-en-

    huelga; hecho esto, y el papel siendo conocido, una contrapolarizacin de tipo

  • socialdemcrata aparece entre otro de los Bloom, que desempear su parte con

    mayor o menor placer, etc. etc. Aqu, no son cuerpos los que hablan, sino que es

    un dispositivo que funciona. Cada uno de los protagonistas activa en serie las pequeas

    mquinas significantes listas para usar, y que estn siempre-ya inscritas en el

    lenguaje corriente, en la gramtica, en la metafsica, en el SE. La nica satisfaccin

    que podemos extraer de esta clase de ejercicio es haber actuado brillantemente en

    el dispositivo. La virtuosidad es la nica libertad irrisoria que ofrece la sumisin a los

    determinismos significantes.

    Quienquiera que hable, obre o viva en un dispositivo est de alguna

    manera autorizado por l. El dispositivo se vuelve autor de sus actos, sus palabras y

    sus conductas. Asegura la integracin, la conversin a la identidad, de un conjunto

    heterogneo de discursos, gestos y actitudes: de haecceidades. La reversin de todo

    acontecimiento a la identidad es aquello por lo cual los dispositivos imponen un

    orden local tirnico sobre el caos global del Imperio. La produccin de diferencias,

    de subjetividades, tambin obedece al imperativo binario: la pacificacin imperial

    descansa completamente sobre la puesta en escena de tantas falsas antinomias, de

    tantos conflictos simulatorios: A favor o en contra de Miloevi, A favor o en

    contra de Saddam, A favor o en contra de la violencia Su activacin tiene el

    efecto bloomificante que conocemos y que obtiene finalmente de nosotros la

    indiferencia omnilateral sobre la cual se apoya a toda marcha la injerencia de la

    polica imperial. Es la misma sensacin que sufrimos ante cualquier debate

    televisado, a pesar de que los actores tengan poco talento: la pura sideracin ante

    el juego impecable, la vida autnoma, la mecnica artista de los dispositivos y las

    significaciones. De este modo, los antimundializacin opondrn sus argumentos

    previsibles a los neoliberales. Los sindicatos reproducirn interminablemente

    1936 frente a un eterno Comit des Forges. La polica combatir a la escoria social.

    Los fanticos confrontarn a los demcratas. El culto de la enfermedad creer

    desafiar al de la salud. Y toda esta agitacin binaria ser el mejor garante del sueo

  • mundial. Es as como da tras da SE nos ahorra cuidadosamente el penoso deber de

    existir.

    Janet, que hace un siglo estudi todos los casos precursores del Bloom,

    consagr un volumen a lo que l llama automatismo psicolgico. En l se

    concentra en todas las formas positivas de crisis de la presencia: sugestin,

    sonambulismo, ideas fijas, hipnosis, mediumnismo, escritura automtica,

    desagregacin mental, alucinaciones, posesiones, etc. La causa, o ms bien

    la condicin, de todas estas manifestaciones heterogneas la encuentra en lo que

    denomina miseria psicolgica. Por miseria psicolgica entiende una debilidad

    general del ser, inseparablemente fsica y metafsica, que se asemeja por todos lados

    a lo que nosotros llamamos Bloom. Ese estado de debilidad, como hace notar, es

    tambin el terreno de la curacin, y especialmente de la curacin por hipnosis.

    Cuanto ms bloomificado est el sujeto, ms accesible es a la sugestin, y ms

    curable de esta manera. Y cuanto ms recobra la salud, menos eficaz es esa

    medicina, y menos sugestionable es. El Bloom es, por tanto, la condicin de

    funcionamiento de los dispositivos, nuestra propia vulnerabilidad a ellos. Pero al

    contrario de la sugestin, el dispositivo nunca aspira a obtener algn retorno a la

    salud, sino ms bien a integrarse en nosotros como prtesis indispensable de

    nuestra presencia, como muleta natural. Existe una necesidad del dispositivo que

    ste retiene solamente para acrecentarla. Para decirlo como los sepultadores del

    CNRS, los dispositivos alientan la expresin de las diferencias individuales.

    Debemos aprender a borrarnos, a pasar desapercibidos en la banda gris de

    cada dispositivo, a camuflarnostras su [trmino] mayor. Aunque nuestro impulso

    espontneo consistira en oponer el gusto de lo anormal al deseo de conformidad,

    debemos adquirir el arte de devenir perfectamente annimos, de ofrecer la

    apariencia de la pura conformidad. Debemos adquirir este puro arte de la

    superficie, para dirigir nuestras operaciones. Esto equivale, por ejemplo, a despedir la

    pseudotransgresin de las no menos pseudoconvenciones sociales, a revocar el

  • partido de la sinceridad, la verdad y el escndalo revolucionarios en provecho

    de una tirnica cortesa, con la cual mantener a distancia tanto al dispositivo como

    a sus posedos. La transgresin, la monstruosidad y la

    anormalidad reivindicadas forman la trampa ms retorcida que los dispositivos nos

    brindan. Querer ser, es decir, ser singular, en un dispositivo, resulta

    nuestra principal debilidad, con la cual l nos contiene y nos engrana. Inversamente,

    el deseo de ser controlado, tan frecuente entre nuestros contemporneos, expresa

    ante todo el deseo de ser. Para nosotros, ese deseo consiste ms bien en el deseo de

    estar loco, de ser monstruoso o criminal. Mas ese deseo es justo aquello por lo

    cual SE toma control de nosotros y nos neutraliza. Devereux ha mostrado que cada

    cultura dispone para aquellos que quieren escapar de ella una negacin modelo, una

    salida balizada, mediante la cual esa cultura capta la energa motriz de todas las

    transgresiones en una estabilizacin superior. Se trata del amok entre los malayos,

    y en Occidente de la esquizofrenia. El malayo est precondicionado por su cultura

    tal vez sin su conocimiento, aunque seguramente de una manera casi

    automtica a reaccionar a casi cualquier tensin violenta, interna o externa, con

    una crisis de amok. En el mismo sentido, el hombre moderno occidental est

    condicionado por su cultura a reaccionar ante todo estado de estrs con un

    comportamiento en apariencia esquizofrnico. [] Ser esquizofrnico representa

    la manera conveniente de estar loco en nuestra sociedad. (La esquizofrenia, psicosis

    tnica; o la esquizofrenia sin lgrimas)

    REGLA N 1: Todo dispositivo produce la singularidad como monstruosidad. De este

    modo es como se refuerza.

    REGLA N 2: Nadie se libera nunca de un dispositivo alistndose en su trmino

    menor.

    REGLA N 3: Cuando UNO te predica, te subjetiva y te asigna nunca reaccionar, y

    sobre todo nunca negar. La contrasubjetivacin queUNO te arrancara entonces, es

    la prisin de la cual tendrs siempre la mayor dificultad para fugarte.

  • REGLA N 4: La libertad superior no reside en la ausencia de predicado, en el

    anonimato por defecto. La libertad superior es el resultado, por el contrario, de

    la saturacin de predicados, de su acumulamiento anrquico. La sobrepredicacin

    se anula automticamente en una impredicabilidad definitiva. Llegados a este

    punto ya no tenemos secreto, ya no tenemos nada que ocultar, somos nosotros los

    que hemos devenido un secreto, los que nos hemos ocultado. (Deleuze-

    Parnet, Dilogos)

    REGLA N 5: El contraataque nunca es una respuesta, sino la instauracin de un

    nuevo reparto de cartas.

    VII

    Lo posible implica la realidad correspondiente con, adems, algo que se le aade, ya que lo posible es el efecto

    combinado de la realidad una vez aparecida, y de un dispositivo que la proyecta hacia atrs.

    Bergson, El pensamiento y lo moviente

    Los dispositivos y el Bloom se coimplican como dos polos solidarios de la

    suspensin epocal. Nunca sucede nada en un dispositivo. Nunca sucede nada, es

    decir que TODO LO QUE EXISTE EN UN DISPOSITIVO EXISTE EN L BAJO EL MODO DE

    LA POSIBILIDAD. Los dispositivos cuentan incluso con el poder de disolver en su

    posibilidad un acontecimiento que ha efectivamente sobrevenido; aquello

    que SE llama una catstrofe, por ejemplo. Un avin comercial defectuoso explota

    en pleno vuelo e inmediatamente SE desplegar una gran cantidad de dispositivos

    que SE pondrn a funcionar a base de hechos, historiales, declaraciones y estadsticas

    que reducirn el acontecimiento de la muerte de centenares de personas al rango

    de accidente. Al instante, SE habr disipado la evidencia de que la invencin de los

    ferrocarriles fue tambin, necesariamente, la invencin de las catstrofes

  • ferroviarias; y la invencin del Concorde, la invencin de su explosin en pleno

    vuelo. SE separar de esta manera, en cada progreso aquello que resulta de

    su esencia y aquello que resulta, precisamente, de suaccidente. Y todo esto, contra

    toda evidencia, SE lo expulsar. Al cabo de unas semanas, SE habr absorbido el

    acontecimiento de la colisin en su posibilidad, en su eventualidad estadstica. Ya

    no es, en lo sucesivo, la colisin lo que ha sucedido, ES SU POSIBILIDAD,

    NATURALMENTE NFIMA, LO QUE SE HA ACTUALIZADO. En pocas palabras, nada ha

    pasado: la esencia del progreso tecnolgico est a salvo. El monumento

    significante, colosal y compuesto, que SE habr trazado para la ocasin, cumple

    aqu la vocacin de todo dispositivo: el mantenimiento del orden fenomnico. Porque

    tal es el destino, en el seno del Imperio, de todo dispositivo:gestionar y regir un plano

    particular de fenomenalidad, asegurar la persistencia de una cierta economa de la presencia,

    mantener la suspensin epocal en el espacio que le es asignado. De ah el carcter

    de ausencia, de somnolencia, tan impresionante en la existencia en el seno de los

    dispositivos, ese sentimiento bloomesco de dejarse llevar por el flujo acogedor de

    los fenmenos.

    Nosotros decimos que el modo de ser de cualquier cosa, en el seno del

    dispositivo, es la posibilidad. La posibilidad se distingue por un lado del acto, y por

    otro de la potencia. La potencia, en la actividad que supone escribir este texto, es

    el lenguaje, el lenguaje como facultad genrica de significar, de comunicar. La

    posibilidad es la lengua, es decir, el conjunto de los enunciados juzgados correctos

    segn la sintaxis, la gramtica y el vocabulario francs, en su estado actual. El acto

    es el habla, la enunciacin, la produccin hic et nunc de un enunciado determinado.

    A diferencia de la potencia, la posibilidad es siempre posibilidad de algo. En el seno

    del dispositivo, todo cosa existe en el modo de la posibilidad significa que todo lo que

    sobreviene en el dispositivo sobreviene como actualizacin de una posibilidad que le

    era previa, y que por ello es MS REAL que l. Todo acto, todo acontecimiento, es

    as reabsorbido en su posibilidad, y aparece aqu como consecuencia previsible,

  • como pura contingencia de sta. Aquello que ocurre no es ms real por el hecho

    de haber ocurrido. Es as que el dispositivo excluye el acontecimiento, y lo

    excl