Un viaje por la locura

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U VIAJE POR LA LOCURA Santiago Nicolás Heredia COLECCIÓ DE ARRATIVA DEL IES PABLO ERUDA

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Relato de Santiago Heredia

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  • U VIAJE POR LA LOCURA

    Santiago Nicols Heredia

    CCOOLLEECCCCII DDEE AARRRRAATTIIVVAA DDEELL IIEESS PPAABBLLOO EERRUUDDAA

  • IES Pablo Neruda

    Las llaves de la literatura 2010

    Castilleja de la Cuesta (Sevilla)

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    Un viaje por la locura

    RECUERDO ESOS INNUMERABLES das en las

    trincheras, donde la vida era miserable.

    An aoro a mis camaradas combatientes que dieron su

    vida por la patria. Nunca jams perdimos nuestro orgullo y fe.

    Evocaba que all se palpaba un aire de defuncin casi tan fro

    como la nieve y tan escalofriante que haca ponerte la piel de

    gallina.

    Yo formaba parte del puesto de comunicaciones, que estaba

    pegado a la enfermera. Nuestra rutina consista en resistir los

    ataques de la artillera e intentar debilitar al enemigo mediante

    ofensivas, por lo cual mis compaeros salan de las trincheras con

    el fin de impedir el avance enemigo.

    Esta vez se construyeron nuevas e innovadoras armas, cada

    vez ms terribles; caones ms poderosos, ametralladoras, hasta

    tanques y aviones que jams haba visto en mi vida.

    Un da en plena cruzada, tratando de recargar municiones,

    divis ese humo verdoso y a mis compaeros correr casi

    retrocediendo; cuando me di cuenta ya era demasiado tarde, la

    mscara de gas estaba rota. Me desmay dando vueltas en

    crculos como una peonza.

    En ese instante sabia que mis minutos contaban, fue lo

    nico que recapitul.

    Jams hubo una guerra buena o una paz mala.

    Despert al parecer en un hospital, no teniendo ni la ms

    remota idea de dnde estaba, cunto tiempo haba transcurrido y

    qu haba pasado con la guerra. Cables entrelazados a mi cuerpo

    hacan mi movilidad imposible.

    La enfermera se precipit sobre m; al verme sus prpados

    se abrieron, casi pareca que sus ojos se salieran de su rostro.

    Le pregunt: dnde estoy?, Qu pas con la cruzada?

    A lo que contest: Bruno, tranquilzate, por favor.

    - Cmo sabe mi nombre?! , Sulteme!

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    -Qu pas con mis amigos? Exijo una explicacin!

    - Pregunt exaltado y confundido.

    Consider que su respuesta no iba ser la esperada.

    -Bruno, acustate y reljate.

    -Pero qu me dice? Usted est loca! Squenme estos

    cables de ac!

    Intent soltarme, estaba sosegado. Cuando mis esfuerzos

    intiles terminaron siendo abatidos por enfermeras y doctores, me

    subieron a la cama por la fuerza y me inyectaron un

    tranquilizante.

    La voz de los soldados acompaaba mis sueos, los tiros de

    las metralletas, los bombarderos

    Despert, pero esta vez atado a una cama de pies a cabeza,

    cada vez entenda menos y a mi sentido comn le faltaba poco

    para irse y jams volver.

    Grit, patale e intent zafarme del chaleco de fuerza; una

    vez ms un par de enfermeros corpulentos entraron jeringa en

    mano a inyectarme la maldita dopamina.

    No s cuntos das, semanas, meses pasaron; ahora estoy

    ac, otra vez frente al enorme ventanal que me separa de los

    cipreses y de la vida, y vuelven a retumbar en mi cabeza las

    bombas y los gritos de dolor.

    A decir verdad, era un lugar extrao, lleno de un blanco

    cielo por todos partes, habitacin con camas y cinturones a los

    lados, enfermeros y doctores por doquier. Lo que ms me llamaba

    la atencin era la gente; parecan estar en un mundo paralelo al

    nuestro, unos gritaban, otros rean solo por rerse, algunos quietos

    como momias, los dems paseando sin rumbo.

    Decid preguntarle a la doctora justo cuando me vena a

    traer la cena:

    -Disclpeme, pero usted sabe realmente dnde estoy?

    Pareci no responder, su mirada desviada, su cara plida y

    revelaciones mudas.

    - Pero es que ac no tienen ni una pizca de respeto, nadie

    es capaz de decirme dnde estoy!

    A lo que ella respondi con un simple: Loco

    Faltaba tirarme por la ventana

    -Tranquilo chico, lo que te pasa a vos, nos pasa a todos.

    -Quin es?

    -Disclpame pero no pude evitar escucharte

    - Y quin sos vos?

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    -Eso realmente es lo que te interesa? O acaso saber dnde

    estamos?

    -Mucho gusto; me llamo Hugo, pero me dicen Huguito.

    -Soy Bruno

    -Bruno!, Como el de Batman!

    -No s por qu hablo con vos si ests reloco.

    - , se supone que vos tambin.

    -Qu quers decir con eso?

    -Ah, no decas que estaba chiflado?

    -Mira, Huguito, no me hagas perder ms el tiempo, te lo

    pido por Dios.

    - Qu decs, si ac tenemos todo el tiempo del mundo!, por

    qu no te res; te hace falta me parece, no?

    - Sabes? creo yo que a la gente se le contagia la risa

    cuando est pegada a otra persona que se re, no te pas nunca?

    -S, a veces.

    -Ah!

    Remos los dos; a decir verdad, no lo entend muy bien por

    el acento, pareca ser alemn, no le di mucha importancia ya que

    me era muy gracioso escucharlo hablar.

    Con el tiempo, Huguito y yo fuimos compartiendo grandes

    cosas, las horas y los das con l pasaban sin que me diese cuenta.

    Ese muchacho con aspecto aoso, ojos saltones y cabello

    enrulado comparta conmigo las ganas de seguir viviendo. En

    verdad, compartamos todo, nunca me haba pasado algo as.

    Desde que estuve en la guerra trataba de no hacer tantas

    amistades ya que la muerte era una ruleta rusa que acosaba sin

    piedad.

    Esa misma tarde, hora de la cena. Habamos coincidido

    encontrarnos en la mesita nmero 13, como hacamos siempre.

    Llegu y ah estaba l sentado de rodillas, devorando su sndwich

    de mantequilla de man y mermelada.

    -Por fin llegaste, cmo tardas eh; dijo l atracndose con la

    comida

    -Y qu quers?, tuve que ir al bao a descargar.

    - Te acompa la fuerza, verdad?

    - Y qu fuerza, qu albedro, Dios mo, deca mientras rea

    -No vas a comer?

    -No, no tengo demasiada hambre hoy, s tengo apetito de

    respuestas.

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    -Yo s que vos sabs bien por qu estamos ac, creo que

    nadie ms que vos lo sabe, murmur yo. Aparte de todas las cosas

    de las que hablamos nunca me contaste qu fue de tu vida antes

    de terminar ac. Por qu?

    El vejestorio termin de comer, tom agua y se limpi con

    las servilletas. Me mir fijamente, sus ojos eran invisibles, solo

    notaba sus arrugas alrededor.

    -Bruno, nadie se queja de tener lo que uno no se merece.

    -Hugo, yo no estoy bien ac; no significa que me queje,

    necesito saber dnde estoy, tengo derecho.

    -Tal como te dije ese da, todos estamos ac por una misma

    razn: estamos locos.

    -Locos? , qu mierda quers decir con eso, yo soy un

    exiliado de la guerra.

    -Esto es un loquero, donde internan a la gente que tiene

    graves problemas psicolgicos o mentales.

    -No, no, esto tiene que ser un error, un grave error!

    Cmo no fuiste capaz de decrmelo?!

    La imagen de Hugo se iba nublando, casi casi senta cmo

    me hunda en el piso. Mientras yo repeta mentira, todo

    formaba un crculo de miradas ociosas.

    Despabil otra vez en la cama, esta vez el triple de cansado

    de lo normal, me dola la cabeza, posiblemente del golpe

    producido al caerme.

    La doctora vena a traerme los medicamentos y un vasito

    de agua

    -Cmo te sents?

    -Ms o menos, me duele demasiado la cabeza.

    -Tmate las pastillas, dale.

    Me trague la pastilla a duras penas y beb el agua

    rpidamente.

    Antes de que se fuera, la tom de la mano y le dije:

    -Doctora, no estoy loco, verdad?

    -Nunca te dijo nadie que hay cosas que son inexplicables?

    -No entiendo, Qu quers decir?

    -Disclpame, Bruno, tengo que atender a otros pacientes,

    tengo que irme.

    -Te lo suplico, no te vayas.

    -Lo siento

    Siempre insatisfecho, se va a convertir en mi obsesin, mi

    ms extraa y valiosa obsesin.

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    Sentados en el banquito, Bruno y yo, conversbamos:

    -Huguito, no te parece extraa la gente?

    -La gente?

    -S

    -Solo mralos, sus gestos, sus formas de ser y de

    relacionarse. Parecieran estar en su universo.

    -Por qu son tan diferentes? , no lo entiendo.

    -Son diferentes o vos sos el diferente?

    -Y por qu crees que soy diferente?

    -No s, vos debs saber, o no?

    -Y vos qu?, vos no sos diferente?

    -Yo s, lo admito.

    -Sabes? Creo yo que cada uno es diferente, tiene su forma

    de pensar, de ver la cosas, hasta de relacionarse y s que vos

    tendras que buscar en tu interior y encontrar tu diferencia

    -Y cmo lo hago?

    -Busca, Bruno, busca en lo profundo de tu alma.

    Quin sabe lo que quiso decir este viejo, a veces pareca

    estar loco.

    Cay la noche, mi cabeza revoloteaba y tena una extraa

    sensacin en el estmago, no era dolor, sino punzadas. Nada me

    cierra, si en verdad soy un ex exiliado de la II guerra mundial,

    porque aparec ac, no tengo libertad, no puedo salir, hace aos

    que no veo un coche o una casa, un perro, sentir la brisa del

    viento, el calor del sol, Por qu?

    Al da siguiente me encontr con Huguito, como siempre

    sentado comiendo su sndwichito de mantequilla de man.

    -Hola Bruno, Cmo ests?, epa! qu cara de cansado

    tens

    -Si no pude dormir ayer con lo que me dijiste.

    -As que pensaste. Ya veo.

    -Hugo, no puede ser, nada me concuerda, cmo puedo ser

    un exiliado de la guerra y estar encerrado ac sin libertad de nada.

    -Algunas veces vivimos nuestras vidas encadenados, sin

    saber que nosotros tenemos la llave.

    -Cmo me dijiste vos, mira a esta gente detenidamente.

    En serio te penss todo eso de tu pasado?

    Una lgrima solitaria recorri mi rostro, luego otra y ms.

    Mi estmago se apret, mis manos entumecidas, mi boca

    temblando.

  • 8

    -Loco, estoy verdaderamente loco.

    Ca al piso como una pluma. Necesitaba estar en paz, libre,

    al parecer complet mi obsesin.

    Despert al parecer en un hospital, sin tener ni la ms

    remota idea de dnde estaba, cunto tiempo haba transcurrido y

    qu haba pasado con la guerra. Cables entrelazados a mi cuerpo

    hacan mi movilidad imposible.

    La enfermera se precipit sobre m, al verme sus prpados

    se abrieron, casi pareca que sus ojos se salieran de su rostro.

    Le pregunt: - Dnde estoy?, Qu pas con la cruzada?

    A lo que contest: - Bruno, tranquilzate por favor.

    Como sabe mi nombre?! , Soltme!

    -Qu pas con mis amigos?, exijo una explicacin!

    Pregunt exaltado y confundido.

    -Recostate y descansa, Bruno.

    -Hazle caso a la doctora, pibe.

    -Quin es?

    -Tranquilo, que tenemos todo una vida para disfrutar,

    reljate.

    -Quin sos vos, cmo te llamas?

    -Soy Hugo, pero me dicen Huguito. Y vos sos?

    -Me llamo Bruno.

    -Bruno, como el de Batman!

    Santiago icols Heredia.