Tradición huichola y arqueología en la región de...

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Marie-Areti Hers UNAM Tradición histórica y arqueología La vereda, interminable, serpentea y baja hacia Pochotita. Entre peñascos y pinares, los ranchos ocupan los breves descansos al borde de los precipicios. En la profundidad del cañón, brillan los meandros del Chapalagana. Estamos en tierras huicholas, en la comunidad de Santa Catarina, acompañando a una co- mitiva hopi de Arizona. 1 Los viajeros buscan comprobar su antigua tradición acerca del origen sureño de varios de sus clanes. Muy entrada la noche, al final de un largo intercambio entre los visitantes y la asamblea reunida, tomó la palabra Alfredo Ponciano, sabio kawitero de Tuapurie. Con gran acierto, sintetizó aspectos fundamentales de la historia antigua de la Sierra Madre Occidental que la arqueología poco a poco va develando. Mencionó específicamente la región colindante de Huejuquilla, probablemente porque sabía que entre los visitantes algunos de nosotros participamos en la creación y el cuidado de su museo comunitario Tatuutsima, pero también por el interés que habían expresado los viajeros hopis por encontrar los testimonios que pudieran haber dejado sus antepasados en sus antiguas migraciones: ”los que vivían allá, en la región de Huejuquilla, eran nuestros vecinos, pero eran diferentes, porque nosotros venimos del mar. Ellos se fueron al norte, dejaron trazas de ello”. Tradición huichola y arqueología en la región de Huejuquilla, Jalisco 1. El presente trabajo se inscribe en el marco del proyecto Las Vías del Noroeste ( CONACYT 40611- S , PAPIITIN 308602).

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Marie-Areti HersUNAM

Tradición histórica y arqueología

La vereda, interminable, serpentea y baja haciaPochotita. Entre peñascos y pinares, los ranchos ocupanlos breves descansos al borde de los precipicios. En laprofundidad del cañón, brillan los meandros delChapalagana. Estamos en tierras huicholas, en lacomunidad de Santa Catarina, acompañando a una co-mitiva hopi de Arizona.1 Los viajeros buscancomprobar su antigua tradición acerca del origen sureñode varios de sus clanes. Muy entrada la noche, al finalde un largo intercambio entre los visitantes y laasamblea reunida, tomó la palabra Alfredo Ponciano,sabio kawitero de Tuapurie. Con gran acierto, sintetizóaspectos fundamentales de la historia antigua de laSierra Madre Occidental que la arqueología poco a pocova develando. Mencionó específicamente la regióncolindante de Huejuquilla, probablemente porque sabíaque entre los visitantes algunos de nosotrosparticipamos en la creación y el cuidado de su museocomunitario Tatuutsima, pero también por el interésque habían expresado los viajeros hopis por encontrarlos testimonios que pudieran haber dejado susantepasados en sus antiguas migraciones: ”los quevivían allá, en la región de Huejuquilla, eran nuestrosvecinos, pero eran diferentes, porque nosotros venimosdel mar. Ellos se fueron al norte, dejaron trazas de ello”.

Tradición huichola yarqueología en la regiónde Huejuquilla, Jalisco

1. El presente trabajo se inscribe enel marco del proyecto Las Vías delNoroeste (C O N A C Y T 40611-S ,PAPIITIN 308602).

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Por las reglas protocolarias que imperaban en laasamblea así como por los imponderables que marcaronel periplo de los viajeros hopis, no pudimos saber mássobre lo que sentenció nuestro huésped. Después, eldiálogo entre huicholes y hopis se derivó sobre el temadel mar y cómo ambas comunidades reconocenproceder de ahí. Solamente se había entreabierto lapuerta sobre un posible intercambio de ideas entre loque se puede vislumbrar a partir de trabajosarqueológicos y lo que conserva la tradición wixarikasobre hechos ocurridos siglos atrás.

A pesar de la brevedad del testimonio, suimportancia es innegable, tanto porque nos permiteconfrontarlo con las evidencias arqueológicas comoporque son todavía tan pocas las posibilidades dediálogo entre estas dos vías de percibir el pasado. Porello nos detendremos sobre la aseveración del sabiokawitero y la compararemos con lo que nos dice laarqueología.

El primer aspecto que toca el testimonio deAlfredo Ponciano es la variedad cultural adentro de lasierra: “eran nuestros vecinos, pero eran diferentes”.Ahora, como tiempo atrás, es notable la variedad queostentan en sus lenguas y tradiciones los coras,huicholes, mexicaneros y tepehuanes que compartenel escarpado relieve de la cordillera, más allá de unaevidente unidad fruto de siglos de vecindad. Por lo pocoque sabemos de su historia, tal diversidad parece teneruna gran profundidad histórica, originada tanto por lasvariaciones en el medio geográfico, como por el origeny el devenir de los diversos pueblos que poblaron laserranía, en cuyo centro particularmente escarpado sesitúa la comunidad de Santa Catarina.

Los antiguos vecinos de lacomunidad de Santa Catarina

Al este del territorio huichol, corren la barranca y losprofundos cañones del río Mezquitic-Bolaños en dondedurante siglos floreció una cultura que participó

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plenamente de la gran tradición de las Tumbas de Tirodel Occidente y su singular arquitectura de plantacircular. Los trabajos arqueológicos realizados en lasúltimas décadas han documentado cómo los pobladoresde esta cuenca mantuvieron estrechos lazos, al sur, conlos pueblos que rodeaban el volcán de Tequila, perotambién con los del altiplano nayarita. En particular,los maestros alfareros nos revelan en el estilo particularde sus obras, una marcada afinidad con el llamado estiloLagunillas de Nayarit.2 Además de los estrechos lazoscon los pueblos del Occidente, los restos cerámicosatestiguan que los habitantes de esta cuenca delMezquitic-Bolaños tuvieron, como era de esperarse,relaciones con los de las regiones colindantes dondefloreció durante el primer milenio de la era la llamadacultura chalchihuiteña. Entre las diversas partes delterritorio de dicha cultura, nos interesa en particularaquí, la región cercana de Huejuquilla en la cuenca delalto Chapalagana, aguas arriba de Pochotita.

El alto Chapalagana o Atenco

El largo curso del Atenco-Chapalagana se iniciarelativamente cerca del poblado de Chalchihuites enel alto Suchil3 y después de recorrer más de cienkilómetros rumbo al sur, en el corazón del territoriohuichol se une al río de Huajimic para conformar elHuaynamota, el cual a su vez fluye hacia el poniente yrecibe las aguas del río cora de Jesús María antes deconfluir en el Grande de Santiago. Los trabajosexploratorios de J. Charles Kelley sobre el Atenco enla cercanía de Jiménez del Teúl indicaron, como era deesperarse, una ocupación chalchihuiteña en esta parteintermedia entre lo que se ha llamado la rama Suchilde dicha cultura y la región de Huejuquilla.4 Las brevesinformaciones reunidas indican así una continuidadgeográfica y cultural entre la región de Huejuquilla ylas de Sombrerete y Chalchihuites.5 Por lo tanto, a pesarde que todavía no se disponen de informacionesarqueológicas para el propio territorio de la comunidad

2. Para la cuenca del Mezquitic-Bolaños,existen los amplios trabajos del Ins-tituto de Investigaciones Antropolo-lógicas de la UNAM, citemos, porejemplo, tres de María Teresa Ca-brero, Civilización en el Norte deMéxico, Arqueología de la Cañadadel río Bolaños, Zacatecas y Jalisco(1989, Serie Antropológica, 103);Cabrero y Carlos López C. Civiliza-ción en el Norte de México (2002, vol.II); El hombre y sus instrumentos enla cultura Bolaños (2005). Trabajosque vinieron a completar los pionerosde Ales Hrdlicka : “The Region ofthe Ancient Chichimecs with Noteson the Tepecanos and the Ruin ofLa Quemada, México”, Ameri-can Anthropologist, vol. 5, núm. 3,1903, pp. 385-440.

3. En la cuenca del alto Suchil, las co-corrientes de agua se dirigen hacia elnorte hasta confluir en el valle deNombre de Dios con el Tunal proce-dente del norte y formar el río Mez-quital-San Pedro, el único que cruzala Sierra Madre Occidental.

4. J. Charles Kelley (ed.). NorthernFrontier of Mesoamerica; FirstAnnual Report (August 15, 1961-August 15, 1962). Carbondale, Illinos,February, 1963, pp. 3-4.

5. Ver, en particular, J. Charles Kelley.“Archaeology of the NorthernFrontier: Zacatecas and Durango”.Gordon F. Ekholm e Ignacio Bernal(eds.). Archaeology of NorthernMesoamerica, part 2. Handbook ofMiddle American Indians. Austin:University of Texas Pres, vol. II,1971, pp. 768-804.

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de Santa Catarina, sabemos que antaño colindó condos tradiciones bien diferenciadas, la de las Tumbasde Tiro del Occidente y la chalchihuiteña de laMesoamérica septentrional. Examinaremos esta última,por ser a la cual hizo alusión nuestro interlocutorhuichol.

Los vecinos del norte

La región de Huejuquilla ofrecía importantes ventajasa los habitantes mesoamericanos que la poblaron a lolargo del primer milenio de nuestra era. Resalta antetodo la notable variedad de los nichos ecológicos quese escalonan desde la amplia barranca del Chapalaganahasta las tierras altas que la bordean. Su relieve ofrecíatambién a los antiguos habitantes las defensas naturalesque resultaron tan importantes para su seguridad.Finalmente, la región se encuentra en un cruce decaminos naturales. Por una parte, es una entrada a lasierra desde el altiplano al este, sin tener que cruzarningún obstáculo mayor y, llegando a ella, se hapenetrado profundamente en el interior de la cordillera.Por la otra, la cuenca del Chapalagana conforma uneslabón importante del amplio corredor de la SierraMadre Occidental que jugó un papel determinante enla expansión mesoamericana hacia el Norte.

El período mejor conocido de la ocupación de estaporción de la Sierra corresponde al primer milenio denuestra era. Para las épocas más remotas, aún no setienen datos, por la parquedad de los vestigios quepueden haber dejado poblaciones probablementereducidas y dispersas. Para el largo periodocomprendido entre el siglo X y la creación de la Fronterade Colotlán a finales del XVI, también carecemos deevidencias arqueológicas. Solamente sabemos pordocumentos posteriores que entre los siglos X y finalesdel XVI llegaron a la región nuevos pobladores. Se tratade los zacatecos, que se encontraron en la barranca delrío con el famoso capitán Miguel Caldera en su entradaa la sierra para preparar la llamada Paz Chichimeca.

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Eran probablemente parientes de los zacatecos que,tiempo atrás, estaban instalados encima de las ruinasde La Quemada cuando llegó hasta ahí la tempranaexpedición de Nuño de Guzmán. Estos zacatecos, detradición norteña muy distinta a la mesoamericana, sehabían instalado en el territorio abandonado por loschalchihuiteños en el siglo noveno. A invitación delcapitán Miguel Caldera, los zacatecos de la barrancadel Atenco-Chapalagana aceptaron aliarse a la coronaespañola como flecheros, se congregaron y fundaronel poblado de Huejuquilla quedando bajo el mandodirecto de los tlaxcaltecas de Colotlán. Probablementecomo una táctica para defender mejor su territorio pocopoblado de los colonizadores españoles, cedieron unaparte a los huicholes quienes fundaron así Tenzompa,San Cristóbal (mudado después a La Soledad) y SanNicolás.6 Tales asentamientos huicholes persistieronhasta la segunda mitad del siglo XIX cuando, despuésde la derrota de Manuel Lozada, los huicholes tuvieronque retirarse al sur, hacia Santa Catarina y San Andrés.

A todas luces, el testimonio de Alfredo Poncianono se refiere a estos eventos de los últimos siglos, sino,como veremos, a tiempos más remotos aún, cuandoefectivamente parte de los antiguos pobladores de laregión de Huejuquilla se fueron para el norte y dejarongrabados en la roca en memoria de esto. Los aludidosparecen ser los que ocuparon la región durante el primermilenio. Les podemos dar tres denominaciones, aunquenunca sabremos cómo se llamaban a sí mismos. Por sucultura, como ya señalamos, podemos llamarloschalchihuiteños y subrayar así las profundas similitudesque revelan los materiales arqueológicos con lospobladores de las otras partes del amplio territorio deesta cultura, como son por ejemplo los tipos cerámicos,las formas arquitectónicas más simples, los ritosfunerarios, la iconografía y los ideales guerreros.También, de modo más preciso, podemos llamarloshuistleños a partir del nombre del sitio del Cerro delHuistle que fue excavado con amplitud y queconstituyó en sus tiempos uno de los asentamientos

6. Para la visita en la región de MiguelCaldera y la fundación de Huejuqui-lla y Tenzompa, ver un amplio testi-timonio en AGN, Provincias Internas,129, 2, 271-297. Para la Fronterade Colotlán, ver María del CarmenVelázquez. Colotlán, doble fronte-ra contra los bárbaros. México: UNAM,1961. Actualmente, la comunidadhuichola de Haimasié es probable-blemente el remanente de esta presen-cia huichola durante la época colo-nial en la Sierra de Tenzompa al surdel municipio de Huejuquilla.

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más importantes de la región. De esta manera,subrayaríamos sus peculiaridades como chalchi-huiteños de una región serrana en donde el medio nopropició los asentamientos grandes sino pequeñasaldeas de no más de dos hectáreas a lo sumo o simplesrancherías de menos de una hectárea. Finalmente,también los podemos llamar, como a muchos otrospueblos chalchihuiteños, toltecas chichimecas porquese reconoce en su cultura un conjunto muy coherentede elementos del ámbito religioso, político y militarpropio de los toltecas chichimecas cuando, según lasfuentes históricas indígenas, como inmigrantesprocedentes del norte, impusieron su poderío yfundaron la poderosa Tula. En esta perspectiva,podemos suponer que hablaban nahua y se emparientande este modo con los actuales mexicaneros de la sierrasur de Durango o los cazcanes del sur de Zacatecas delsiglo XVI.

Frontera geográficay frontera cultural

Cuando, en los años setenta, se llevó a cabo una seriede recorridos de superficie en la región de Huejuquilla(ver figura 1),7 se tomó como límite natural al sur lamasa del Afiladero que se yergue sobre la ribera derechadel Chapalagana. Encerrada entre el Afiladero y lasestribaciones de la Sierra de Tenzompa, la ampliabarranca se va cerrando y el río se hunde en lasprofundidades de un inhóspito cañón. Tal límitemarcado por el relieve parece haber tenido relevanciadesde tiempos remotos y corresponde actualmente allímite norte del núcleo del territorio tradicional huichol.Durante la bajada hacia Pochotita, se aprecia en elhorizonte rumbo al norte, la alta silueta del Afiladeroque se yergue como un vigía entre estos dos territorios:aguas arriba la ancha barranca del alto Chapalagana oAtenco, dominada actualmente por el poblado deHuejuquilla el Alto; aguas abajo, el estrecho y profundocañón que separa las comunidades de Tuapurie (Santa

7. Trabajos realizados dentro del pro-yecto Sierra del Nayar de la MisiónArqueológica Belga. Ver ClaudineDeltour-Levie et al. L’architecturedes villages préhispaniques dans laSierra del Nayar; prospections dela Mission Archéologique Belge auMexique-Projet Sierra del Nayar.Louvain-La-Neuve, 1993 (Publica-tions d’Histoire de l’Art et d’Archéo-logie de l’Université Catholique deLouvain, LX); Marie-Areti Hers.“Colonización mesoamericana ypatrón de asentamiento en la SierraMadre Occidental”. Brigitte Boehmy Phil Weigand (eds.). Origen ydesarrollo de la civilización en elOccidente de México. Zamora: ElColegio de Michoacán, 1992,pp.103-136.

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Catarina Cuexcomatitán) y de Tateikie (San AndrésCoamiata).

En la región de Huejuquilla se han hecho ampliostrabajos arqueológicos vertidos recientemente en elmuseo comunitario Tatuutsima.8 Pero en tierrashuicholas se cuenta, por ahora, solamente con exiguostrabajos de salvamento, aún inéditos, ligados a obrasde infraestructura. Se desconoce por lo tanto la historiaantigua del actual territorio huichol. Sin embargo, ajuzgar por su relieve mucho más accidentado y por eltestimonio ya referido, es de esperar encontrardiferencias entre los antiguos pobladores de la regiónde Huejuquilla y los que antecedieron a los actualeshuicholes en el núcleo de su territorio tradicional. Estedesconocimiento del pasado huichol se refiere, hay quesubrayarlo, solamente en cuanto a la arqueología y almundo exterior a los wixaritari. A juzgar por eltestimonio ya referido de Alfredo Ponciano, es muyprobable que la tradición huichola conserve mucho másampliamente su propia visión del pasado histórico, perohasta ahora esto no ha trascendido y no ha sidoindagado en los estudios etnográficos.

Jugando a la pelota

Al acceder a la estrecha cumbre del Cerro Colomos,una alta bufa que se desprende del Afiladero hacia elrío, se reconocen los vestigios de un asentamiento delprimer milenio de nuestra era que, a pesar de su humildeapariencia ha de haber jugado un papel destacado enla historia antigua de la sierra. Su acceso, de por síbastante abrupto, se ve dificultado por una serie demuros que otrora le daban al lugar su carácter de refugiotemporal para los pobladores de los ranchos instaladosen la falda norte de esta bufa, sobre una serie de terrazasartificiales, en el paraje del Rincón San Vicente. Talrefugio temporal contaba con unos cuantos pequeñoscuartos distribuidos sobre los estrechos planos al bordedel precipicio. Se reconocen en la superficie loscimientos de piedra pero, además, se distinguen los

8. Marie-Areti Hers. Los toltecas entierras chichimecas. México: UNAM,Instituto de Investigaciones Esté-ticas, 1989 (Cuadernos de Historiadel Arte, 35); “La Sierra del Nayaren el contexto del Septentrión Meso-americano”. Martha Fernández yLouise Noëlle (eds.). Estudiossobre Arte; sesenta años del Insti-tuto de Investigaciones Estéticas.México: UNAM, 1998, pp. 45-55;“El hombre y la montaña. Vivir enlos confines septentrionales deMesoamérica”. Historia de la vidacotidiana en México. México: FCE-El Colegio de México, 2004, t. I, pp.137-166.

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restos de otra construcción. La parte más alta ha sidotransformada en una explanada alargada sobre la cualcorren paralelas las dos banquetas bajas y estrechas deuna cancha de juego de pelota. Esta cumbre jugó asíun papel estratégico pero fue también el lugar deencuentros de gran relevancia religiosa y política. Comolugar privilegiado de donde vigilar un amplio horizonte,protegió a los antiguos campesinos que cultivaban lastierras del flanco norte y, en la estación de secas,explotaban los placeres del río, aguas abajo, en el sitiode Socota para sacar probablemente el cobre nativoutilizado para hacer sonajas.9

Estos estrictos dispositivos defensivos soncaracterísticos de los asentamientos que florecierondurante el primer milenio de la era en la región deHuejuquilla y, en general, en el amplio territorio de lacultura chalchihuiteña de la cual formaba parte. Lonotable es la presencia de una cancha de juego de pelotaen un lugar tan exiguo, rodeado casi completamentede precipicios, particularmente al sur donde la paredse eleva verticalmente sobre doscientos cincuentametros. Se trata de un caso particularmente elocuentede la asociación entre esta práctica religiosa-deportivay la actividad bélica. Es legítimo suponer que en ciertascircunstancias el azar del juego sustituía el inciertodesenlace de la guerra. En un conjunto de grabadosaguas arriba, los mismos antiguos pobladores de laregión nos dejaron una imagen vívida de un encuentrode este tipo. Sabemos así que se trataba de equipos dedos personas cada uno, lo que va acorde con lasdimensiones muy reducidas de la mayoría de lascanchas chalchihuiteñas.

En el caso del Afiladero, no solamente la canchase encuentra en un bastión natural fortificado sino que,como vimos, se ubica en el contacto entre dos zonasgeográficas distintas que parecen haber correspondidoen cierta manera a territorios de pueblos distintos. Losjugadores quizás pertenecían a estos grupos vecinosbien diferenciados como nos subrayó AlfredoPonciano.10 (ver figura 2)

9. Marie-Areti Hers. “Los objetos decobre en la cultura Chalchihuites”.José Guadalupe Victoria (coord.).Un hombre, un destino y un lugar;homenaje a Federico Sescosse.México: Gobierno del Estado deZaca tecas , 1990 , pp . 45-60 .Para una descripción detalladade esta ocupación antigua delAfiladero, ver Deltour et al., op.cit., pp. 209-314.

10.Curiosamente, no muy lejos al nor-te, sobre el límite entre Zacatecasy Jalisco, a proximidad del ranchodel Carrizal, hace decenios, losrancheros aprovecharon el espacioplano de un asentamiento prehispá-nico para despejar el terreno yadaptarlo para rústicos encuentrosinterestatales de beisbol: ver Del-tour et al., op.cit., p. 226.

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Diferencias y convergenciasentre vecinos

Desde la cancha del Afiladero, se contempla el territoriode los wixaritari hacia el sur: “[Los de Huejuquilla] erannuestros vecinos pero eran diferentes”, nos subrayó elsabio kawitero. Frente a la carencia de informacionesarqueológicas para el núcleo del territorio huichol, esdifícil apreciar qué tanto se diferenciaban en laantigüedad los pobladores de estas dos regiones vecinas.Y esta diferenciación habría que ser matizada. Por unaparte, es muy posible que en el territorio de los huicholes,mucho más abrupto que el de Huejuquilla, el patrón deasentamiento y, en general, el modo de vida, hayan sidodistintos. Sin embargo, como veremos, tanto entre losactuales wixaritari o huicholes como entre los nayeri ocoras reconocemos rasgos que remontan a la presenciachalchihuiteña en partes de la Sierra Madre Occidental.Hoy como ayer, parece que más allá de las estrictasexigencias impuestas por un medio ambiente severo, lospobladores de la sierra desarrollaron culturas distintaspero al mismo tiempo participaron de un mismo universode prácticas e ideas que los hermanan, por lo quepretender trazar límites precisos en el tiempo o en elespacio resulta vano. Lo que parece más claro es que,efectivamente, la historia de los lejanos antepasados delos wixaritari se diferencia de la de los antiguospobladores de la región de Huejuquilla tanto por suorigen como por su destino final.

En cuanto a su origen, el sabio kawitero afirmabaque habían procedido del mar. Mientras, para loshuistleños y para los chalchihuiteños, la arqueologíaapunta en general más bien hacia un origen en el centrode México, al inicio de nuestra era.11 La tradiciónhuichola de un origen en el mar viene a ser confirmadapor los datos arqueológicos que atestiguan laimportancia de los lazos de los serranos con loshabitantes de la costa sobre todo en los primeros siglosde nuestra era. En el caso de la cuenca del Mezquitic-Bolaños, como señalamos, es indudable su pertenencia

11.Patricia Carot y Marie-Areti Hers.“La gesta de los tolteca chichimecasy de los purépechas en las tierrasde los Pueblos Ancestrales”. CarloBonfiglioli, Arturo Gutiérrez yMaría Eugenia Olavaria (eds.).Las Vías del Noroeste, 1: unamacrorregión indígena americana.México: UNAM, Instituto de Inves-tigaciones Antropológicas, 2006,pp. 47-82.

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al ámbito de la tradición de las Tumbas de Tiro y enparticular sus fuertes lazos con los pueblos nayaritasque desarrollaron el estilo Lagunillas. Más que objetosde intercambio, son todos los aspectos de su culturaque apuntan hacia un origen en el Occidente, conalgunos elementos cerámicos exógenos que procedende los vecinos chalchihuiteños. Mientras que entre loshuistleños, a la inversa, reconocemos como elemen-tos ajenos a su tradición original algunas esculturassemihuecas y vasijas que reproducen estilos propiosde las Tumbas de Tiro o que provinieron directamentede estas tierras occidentales. En ambas regiones, laprofusión de adornos corporales en conchasprocedentes del Pacífico nos revela la intensidad delos intercambios que unían a todos los serranos con lacosta, independientemente de su origen.

Unas pocas generaciones después de haberseinstalado en la región, los huistleños ya habíanestablecido nexos muy estrechos con los puebloscosteños. Ignoramos por ahora lo que ofrecían en susintercambios que les proporcionaban abundantes yvariados ornamentos corporales en concha procedentesdel Pacífico. Así, por ejemplo, hombres y mujeresceñían sus caderas con un sonoro faldellín adornadocon varias hileras horizontales de conchas tubularestrabajadas en Serpulorbis oryzata y un joven de altajerarquía fue enterrado con un magnífico gorrorecubierto con la concha de más de dos mil pequeñosgasterópodos del género Olivella además de otrasinsignias de su rango.12

Pero, más allá de un origen aparentemente distinto,¿cuán distintos eran los huistleños de los antepasadosde los huicholes? Cuando iniciamos los trabajos en laregión de Huejuquilla, uno de los principales objetivosera el de documentar el remoto pasado huichol yrelacionarlo con su vigorosa cultura actual. Sinembargo, por diversas razones, escogimos la región deHuejuquilla en lugar del territorio de alguna comunidadhuichola actual. En esta época, el acceso a lascomunidades era solamente por largas jornadas a pie o

12.Enriqueta Olguín M. “Los ornamen-tos en concha del Norte de Jalisco”,tesis de licenciatura, México: Es-cuela Nacional de Antropología eHistoria.

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en avioneta, lo que habría dificultado grandemente lostrabajos. Mientras, en Huejuquilla llegaba un caminode terracería que con el tiempo habría de transformarseen una carretera trans-sierra. Además, en viajespreliminares que hicimos en la comunidad de SanAndrés, nos percatamos no solamente de una aparenteescasez o ausencia de restos arqueológicos, sino sobretodo, de la impertinencia de un proyecto arqueológico.En efecto, la labor arqueológica habría tenido uninevitable carácter de intrusión y aún en nuestros días,no se han establecido las condiciones adecuadas parauna armoniosa colaboración entre arqueólogos ycomunidades que conservan lazos sagrados con suterritorio y su historia. Finalmente, como ya señalamos,por su ubicación y su configuración natural, la regiónde Huejuquilla se presenta como un lugar privilegiadoen la sierra y era de esperarse que su historia antiguaiba a ser en gran medida representativa de esta porciónsur de la Sierra Madre Occidental. Por añadidura, elpoblado cercano de Tenzompa, donde iniciamos lostrabajos, había sido un asentamiento huichol hastafinales del siglo XIX.

Después de años de estudios, los resultadoscorrespondieron solamente en parte con nuestrasexpectativas. Al terminar los trabajos arqueológicos yantes de abordar el estudio de su arte rupestre, habíamosquedado dubitativos, ante la dificultad de ponderar lassimilitudes y las diferencias.

Ante todo, existía este largo lapso, entre 900 yfinales del siglo XVI, para el cual no se disponía deinformaciones arqueológicas. Como vimos, corres-ponde al abandono de la región por parte de loshuistleños mesoamericanos y la llegada en un momentodado de nuevos pobladores, los zacatecos, de tradiciónmuy distinta.13 Sabemos que parte por lo menos de loshuistleños se unieron a los otros grupos chalchihuiteñosque hacia 850 de la era abandonaron sus poblados ymigraron hacia el sur donde fueron conocidos comotoltecas chichimecas. Otros más pueden haber migradohacia el norte, a tierras durangueñas, donde la tradición

13.En los documentos de fines delsiglo XVIII que publicó María delCarmen Velázquez (op. cit.), todavía serecalcan las diferencias culturalesque existían entre los zacatecos deHuejuquilla y los huicholes de SanNicolás, La Soledad y Tenzompa.

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chalchihuiteña persistió hasta el siglo XIII en los vallesorientales de la Sierra Madre y hasta la llegada de losespañoles al interior mismo de la cordillera. Finalmente,es muy probable también que familias enteras dehuistleños se hayan retirado sierra adentro en lasregiones colindantes cora y huichola. Notemos que estaruptura entre la ocupación prehispánica mesoamericanay los pobladores del período colonial se repite para lacuenca del Mezquitic-Bolaños.

Así que para establecer una comparación entre loshuistleños y el pasado prehispánico de los gruposindígenas actuales de la porción sur de la Sierra MadreOccidental, se requiere ampliar el área de estudio yadentrarse más en ella, donde probablemente la grancrisis del siglo décimo en la Mesoamérica septentrionalno resultó en esta profunda ruptura que se constata enlas regiones colindantes de Huejuquilla y delMezquitic-Bolaños. Mientras, al intentar compararculturas del primer milenio con culturas indígenasactuales, además del problema del espacio, tampocose puede dejar de lado los inevitables cambios que sedieron durante el siguiente milenio entre losantepasados de los huicholes y de los coras. La sierrano puede haber quedado ajena a las profundastransformaciones que conoció el Occidente durante elperíodo posclásico (900-1530) con fenómenos tanimportantes como, por ejemplo, el llamado ComplejoAztatlán, la formación del estado tarasco y la tardíallegada adentro de la Sierra Madre desde el norte, delos zacatecos y de los tepecanos. También fueron muyagitados los tiempos de la Colonia, no solamente porel drástico despoblamiento del Occidente en general.La sierra misma fue sacudida por las repercusiones dela rebelión cazcana, la formación de la Frontera deColotlán, la tardía creación del Nuevo Reino de Toledoy los altibajos del real de minas de Bolaños, pormencionar solamente algunos de los mayores eventosy los aspectos más visibles de su historia. Y para losdos últimos siglos, los tiempos no fueron más calmados,desde la larga guerra de Lozada hasta los cruentos

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conflictos de la guerra cristera y hasta nuestros días lasierra siempre ha estado totalmente inmersa en losgrandes cambios que marcaron la historia nacional. Nose trata pues de ver a los huicholes actuales comoportadores de una cultura fosilizada.

Al retomar la comparación establecida por el sabiokawitero y comparar los datos sobre los antiguoshuistleños con los huicholes actuales, llegamos aconclusiones muy distintas según privilegiamos losdatos propiamente arqueológicos o el estudio del arte.En el primer caso, las diferencias y similitudes son muydifíciles de ponderar, mientras que para el mundo delas ideas y de las imágenes, se reconoce una indudableafinidad.

Las diferencias más notables pueden ser atribuidasen cierto grado al condicionamiento más severo delmedio en el territorio nuclear huichol con su relieveaún más accidentado que el de la región de Huejuquilla.Resalta en efecto una notable diferencia en cuanto alpatrón de asentamiento. Mientras los huicholes vivenmayormente en ranchos aislados, con aglomeracionesestacionales que en tiempos recientes tienden a serpermanentes, los antiguos asentamientos huistleños sonnetamente más amplios y densos. Esto se nota conclaridad en el caso del Cerro del Pueblo cercano aTenzompa.14 El plano que pudimos levantar (ver figura3) al observar en la superficie los cimientos de cercade doscientas construcciones en apenas dos hectáreasnos da la imagen de un pueblo muy ordenado, en elcual las casas y sus dependencias se organizabanalrededor de una serie de plazas que correspondíanprobablemente a unidades familiares. En otras partes,como en el paraje del Rincón San Vicente yamencionado, en el pasado como ahora el problema delacceso al agua dispersó la población en conjuntosrelativamente reducidos de casas alrededor de una seriede pequeños manantiales. Pero más allá de esta relativadispersión, el alto número total de las casas antiguasresalta frente al de las pocas casas recientes.15

14.En el caso de los poblados de Ten-zompa, La Soledad y San Nicolás,que fueron pueblos huicholes hastalos tiempos de Lozada, es difícil deponderar en qué medida la relativaconcentración de la población enpueblos permanentes se debió a unmayor control de la autoridadcolonial o a cambios desde quegran parte de su población fuereemplazada por familias mestizasluego de la derrota de Lozada.

15.En años recientes, las familias delRincón San Vicente dejaron el pa-raje para instalar sus casas junto alrío, donde lo inhóspito del lugarse ve compensado por las facilida-des que ofrece una carretera reciéntrazada.

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Esta diferencia notable del patrón de asentamientopodría sin embargo ser más circunstancial queintrínseca a las dos sociedades que intentamoscomparar. En efecto, una de las razones más poderosasque pueden haber llevado a los huistleños a vivir demanera menos dispersa que los huicholes actuales, hade haber sido el estado latente de guerra en el cualvivieron gran parte de su historia. Esto está atestiguadopor la evidente necesidad que tuvieron de protegerse,aprovechando de muy diversas maneras las defensasnaturales que les proveía el relieve y aumentándolas amenudo con murallas y bastiones. A todas luces,resultaba indispensable establecer alianzas defensivas,agrupándose las familias en un mismo lugar o enranchos muy cercanos unos de otros. Aún en el sigloXX la región conoció épocas de gran inestabilidad einseguridad, con la revolución y luego la guerra cristera.Sin embargo, desde la época colonial, las condicionespolíticas y los hábitos guerreros han cambiadoconsiderablemente y la solución para protegerse ya nofue la de apeñolarse como lo hicieron los huistleños.

Otra diferencia marcada en los vestigiosarquitectónicos parece ser más consustancial. En efecto,los huistleños disfrutaban de mecanismos sociales dereciprocidad para llevar a cabo trabajos comunesimportantes, no solamente para levantar sus sistemasdefensivos sino también para la dura labor de terracearel terreno, levantando muros y aportando relleno conel fin de asegurar a sus asentamientos estabilidad ycontrol eficaz de la erosión. Más de mil años despuésde su abandono, la presencia de estas terrazas permitióla conservación de los antiguos cimientos mientras quelos ranchos modernos después de una o dosgeneraciones de abandono desaparecen sin dejarprácticamente huellas. Actualmente, en lascomunidades huicholas la labor comunal parecerestringida a la construcción de los tukipa ceremonialesy la cohesión social no se traduce por estos importantestrabajos que a lo largo de los siglos fueron modelandoel antiguo paisaje de los huistleños.16

16.Estas variaciones tan marcadas enla intensidad decreciente de trabajocomún para levantar construccionesy modificar el paisaje se ven clara-mente expresadas en el caso de lossantuarios chalchihuiteño, huicholcolonial y huichol moderno, en lascumbres del Calpulalta que dominala Sierra de Tenzompa. Marie-AretiHers.“Los santuarios huicholes enla Sierra de Tenzompa (Jalisco)”.Anales del Instituto de Investiga-ciones Estéticas. México: UNAM,1982, pp. 35-41.

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Como ya señalamos, la importancia de la guerray la manera de llevar a cabo los enfrentamientos hancambiado profundamente. Al respecto, es en la historiacolonial de los coras y su guerra latente con sus vecinoshuaynamotecas para proveerse de víctimas para elsacrificio, que podemos establecer paralelos. Como losotros pueblos chalchihuiteños, los huistleños alcolonizar la sierra, no solamente trajeron de sus tierrasde origen la milenaria tradición agrícola del maíz sinoque, al juzgar por los tipos de defensas que adoptaron,se transformaron en temibles guerreros para protegersede ataques repentinos, poco duraderos pero mortíferos.Con el tiempo, las hazañas guerreras fueron canalizadasen guerras floridas que proveían de víctimas para elsacrificio por extracción del corazón como lo ilustranimágenes grabadas en la roca. Las cabezas y otras partesde las víctimas eran expuestas públicamente bajo losrayos de la divinidad solar en los tzompantli oempalizadas que se levantaban en las plazas tal comofue el caso en el Huistle. Dos grandes santuarios dearte rupestre huistleño y el imponente paisaje en el cualfueron incorporados nos dan la pauta para entender elsignificado cosmológico que dieron los chalchihuiteñosa su manera de canalizar la necesaria pero siemprepeligrosa violencia de sus guerreros. Y cuando nosacercamos a las imágenes de los huistleños, lasdiferencias con los huicholes se desvanecen.

Al oeste del Huistle, el espectacular cañón delSochite se abre al borde de la meseta que domina labarranca. En él, las aguas del río de Huejuquilla corrende oriente a poniente en las profundidades de la fallaroja serpenteante y se pierden en la tierra para resurgiren manantiales calientes y luego confluir en elChapalagana. Este imponente escenario natural sugierecon fuerza el eterno ciclo del curso del sol que recorreel cielo, desciende al poniente para entrar en lasentrañas de la tierra y resurgir vencedor al oriente. Alinsertar en este espacio sus santuarios de arte rupestree ilustrar en el eje vertical que organiza ambosconjuntos ese discurrir de la lucha entre la luz y la

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oscuridad, la vida y la muerte, el cielo y el inframundo,los huistleños transformaron el entorno natural en unpaisaje sagrado donde el destino de los hombres estáligado al ciclo del universo y el sacrificio del hombreacompaña al sol en su lucha cósmica.

En el museo de Huejuquilla reproducimos uno deestos santuarios, el de Atotonilco, y proponemos unaprimera lectura de sus figuras. Al centro, un eje verticalofrece una imagen elocuente de una cosmogonía quepuede reconocerse a través del pensamiento huicholactual. A ras del suelo un personaje quedó apenasesbozado con un grabado muy somero como si sequisiera indicar que está adentro mismo de la montaña,que pertenece al inframundo. Arriba, una serpiente enforma de escalera culmina en un alacrán, ilustrandolos escalones que ha de franquear el sol para vencer laoscuridad y salir triunfante al alba simbolizado por elalacrán, como enviado de Tamatsi Paritsika, NuestroHermano Mayor el Amanecer.17 Finalmente, en lo altodel panel, se yergue un personaje femenino18 muygrande. Toca con la mano un águila en vuelo, debajode un arco formado por la repetición del motivo del alaque sugiere el vuelo del ave en su recorrido de este aoeste. En esta escena encontramos la ambivalencia deláguila en la mitología huichola, puesto que la figurafemenina podría ser Tatei Wexikia Wimari, NuestraMadre Águila, que tiene el mundo entre sus garras,pero también podría tratarse de la madre del Sol y delcurso triunfal del astro.19 Entre las otras imágenes delarte huistleño que se ofrecen en el museo Tatuutsima,resaltan las del sol asociado al alacrán frente a la de laluna acompañada del perro. Ambos pares de motivosdominan sendos paneles del otro santuario de LasAdjuntas y evocan claramente los ámbitoscomplementarios de lo masculino y lo femenino talcomo se expresa en los mitos huicholes.

En un importante ensayo interdisciplinario sobreun conjunto de paneles de Las Adjuntas, se exploranlas amplias afinidades entre estas antiguas expresionesy el pensamiento huichol actual, pero también su

17. Olivia Kindl. La jícara huichola;un microcosmos mesoamericano.México: INAH-UdeG. 2003 (serieEtnografía de los Pueblos Indígenasde México), p. 174.

18.Su género está indicado por el moti-vo de la vulva pegado al borde desu vestido.

19.Kindl, op.cit., p. 168.

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inserción en el universo mesoamericano y en el de losindios Pueblo del Suroeste de los Estados Unidos.20 Elpunto de partida es el análisis del eje vertical de lacomposición general de este gran biombo natural. Enla base, una gran loza dispuesta al pie del acantiladopresenta la imagen del lugar de emergencia y evocatanto el niérika huichol como el sipapu hopi. En laparte alta, el vuelo del águila solar baja desde el zenithasta el poniente y completa así la escenificación yamencionada del sitio de Atotonilco. Entre estos dosextremos, en la pared rocosa se hacen presentes lasetapas sucesivas del devenir de la humanidad.

Sin pretender agotar el complejo asunto de medircuán cercana puede haber sido la cultura de loshuistleños de la de los antiguos huicholes, hemos dedetenernos todavía frente a dos esculturas encontradasa la entrada de un pequeño templo, en ambos lados desu escalinata. Su talla somera evoca la singular posturade una de las figuras más emblemáticas del mundotolteca: el famoso chac mool, el oficiante cuyo cuerposirve de mesa para depositar ofrendas, el ser poseídoque al hablar transmite las palabras de la divinidad. Esdecir el personaje central por excelencia de un oráculo.Recordemos al respecto la importancia que tenía eloráculo de la Mesa del Nayar hasta la tardía conquistade 1722 y la existencia también de oráculos en tierrashuicholas como el que se destruyó en la sierra deTenzompa en el mismo siglo XVIII.21

En el siglo IX, tanto la región del Mezquitic-Bolaños como la de Huejuquilla, la de La Quemada yla del alto Suchil quedaron abandonadas por losmesoamericanos, en el marco más general de lacontracción de la frontera norte de Mesoamérica.Algunos grupos se habrán internado probablementesierra adentro, pero otros migraron hacia el sur, haciala tierra de sus antepasados. Ahí, fueron conocidos enlas fuentes históricas indígenas como los toltecas

20.Paulina Faba y Françoise Faucon-nier. “Arte rupestre chalchihuiteñoy cosmovisión. Huichola”. CarloBonfiglioli et al (eds.). Las víasdel Noroeste, 2: hacia una perspec-tiva sistémica de una macrorregiónindígena americana. México: UNAM,Instituto de Investigaciones Antro-pológicas, (en prensa).

21.José Arlegui. Crónica de la Pro-vincia de Nuestro Padre SanFrancisco de Zacatecas (1737).México: Imp. de Cumplido, 1851,pp.158-160; Hers, Los santuarios…

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chichimecas fundadores de Tula y los uacusechaspurépechas fundadores del imperio tarasco.22

Ellos se fueron al norte

Ellos se fueron al norte, dejaron trazas de ello. En estaaseveración se empalman los recuerdos de dos eventosdistintos: el abandono general ya mencionado de laregión de Huejuquilla a finales del siglo IX y la salidade una parte de los huistleños hacia el norte varios siglosantes, alrededor del 600 de la era. La premura de nuestroencuentro con el sabio huichol no nos permitió elucidarcuáles habían sido las evidencias que le permitíanafirmar que los huistleños se habían ido al norte. Perosabemos que en efecto ocurrió esa migración de unaparte de ellos y conocemos por lo menos una de estas“trazas” que dejaron de esta odisea.

Es muy probable que junto a otros gruposchalchihuiteños, familias huistleñas reanudaron en elsiglo VII sus migraciones hacia el norte y participaronen la colonización de nuevas tierras, avanzandocuatrocientos kilómetros a lo largo de los vallesorientales que flanquean la sierra durangueña ypenetrando en la cordillera hasta ocupar las tierras altasy frías.23 Diversos indicios sugieren que junto con ellosiban migrantes uacusechas. Sus exploraciones nopararon en la sierra durangueña. Algunos prosiguieronal norte y alcanzaron las tierras de los antepasados delos indios Pueblo del Suroeste de los Estados Unidos.24

Además de lo que la tradición huichola puede haberconservado acerca de esta migración chalchihuiteña alnorte, es probable que Alfredo Ponciano hayaobservado con atención expresiones del arte rupestrehuistleño y más aún que se haya conservado la exégesisde algunas de estas imágenes. Una de ellas es unanarración histórica particularmente elocuente.

Un poco apartado del conjunto que se extiende alborde del Chapalagana en el sitio de Las Adjuntas, elartista grabó tres escenas, que según el orden de lecturaacostumbrado en el arte rupestre huistleño, pueden

22.La identificación de los huistleñosy en general de los chalchihuiteñoscon los toltecas chichimecas es eltema central de una de las salas delmuseo Tatuutsima y ha sido abor-dado en diversos trabajos. Vid.Marie-Areti Hers. Los toltecas entierras chichimecas. México: UNAM-Instituto de Investigaciones Estéticas,1989; Beatriz Braniff y Marie-AretiHers. “Herencias chichimecas”.Arqueología. México: INAH, 2ªserie, 19, 1998, pp. 55-80.

23.Daniel Flores, Marie-Areti Hers yAntonio Porcado. “Sobre el trópicoen un mar de lava: análisis astronó-mico, arqueológico e iconográficoen el septentrión mesoamericano”.Bonfiglioli et. al, Las vías delNoroeste, 2…

24. Para las relaciones entre los anti-guos pobladores de Michoacán, dela Sierra Madre y del Suroeste delos USA, ver los trabajos pionerosde Beatriz Braniff. “Diseños tradi-cionales mesoamericanos”. BarboDahlgren y Ma. de los DoloresSoto (eds.). Arqueología del Nortey del Occidente; Homenaje a J.Charles Kelley. México: UNAM,Instituto de Investigaciones Antro-pológicas, 1995, pp. 181-209. EmilW. Haury. The Hohokam DesertFarmers and Craftsmen; Excava-tions at Snaketown 1964-1965.Tucson: The University of ArizonaPress, 1976; para una revisión deltema a la luz de trabajos recientesen la sierra y en Michoacán, verCarot y Hers, op. cit.

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leerse de abajo hacia arriba (ver figura 4). Se narra asíuna migración y una conquista. Tres personajes seenfilan hacia el norte, guiados por el primero queenarbola un bastón. Encima, un personaje importanteagarra, victorioso, la cabeza de un individuo al puntode caer. Podríamos leer el conjunto como Migramosal norte y conquistamos pueblos. Dominando elconjunto, otro personaje encorvado toca la flauta. Esteflautista, junto con una serie de personajes similarespresentes en una serie de sitios de arte rupestre a lolargo del territorio chalchihuiteño, está en relacióndirecta con lo que están buscando los principales hopisen su peregrinar tras las huellas que dejaron en las rocaslos clanes que según la tradición procedieron de unlejano sur. Como es bien sabido, el flautista es una delas figuras más importantes entre los indios Pueblo deayer y de hoy, en particular entre los hopis para quienesestá directamente asociada a sus tradiciones demigración.25

Acaso, un día habrá de repetirse un encuentro entreautoridades hopis y huicholas, y frente a este panel deLas Adjuntas se retomaría el diálogo iniciado acercade sus respectivas tradiciones y memorias de losorígenes. Quizás, también, habrá más oportunidadespara un diálogo que permita trascender las divisionesentre la disciplina arqueológica, la historia del arte y elsaber ancestral. Por ahora, este fugaz y azarosoencuentro dio una innegable aportación para penetraren la antigua historia de la Sierra Madre.

25.Marie-Areti Hers. “La música amo-rosa de Kokopelli y el erotismosagrado en los confines mesoameri-canos”. Arnulfo Herrera (ed.). Amory desamor en las artes. México:UNAM, 2001, pp. 293-336. En esteensayo cometí el error común dellamar Kokopelli al flautista, errorque muy atinadamente ha corregi-do Ekkehart Malotki. Kokopelli;the Making of an Icon. Lincoln:The University of Nebraska Press,2000.

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Fig. 1. Mapa de la región. Dibujo de M-A Hers.

Fig. 2. Escena de juego de pelota. Grabados del sitio de Las Adjuntas. Dibujo de M-A Hers.

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Fig. 3. Plano del Cerro del Pueblo, Tenzompa. Levantado por Michèle Callut,Claudine Deltour y Marie-Areti Hers.

Fig. 4. Grabados del sitio de Las Adjuntas. Dibujo de M-A Hers.