Trabajo de Kant listo 2015.doc
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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELAUNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL“SIMÓN RODRÍGUEZ”NÚCLEO REGIONAL DE EDUCACION AVANZADA CARACASMAESTRÍAS EN ASESORAMIENTO Y DESARROLLO CÁTEDRA: ÉTICA DE LA PROFESIÓN
La ética en el pensamiento moderno. Kant y la crítica a la razón Práctica: Fundamento de una moral universalmente
valida.
Facilitador. Dr. Freddy Mayora
Redactores (as):
Mena Thamara
Milano Frankis
Reyes Lisset
INDICE
Introducción 3
Características de la ética Kantiana 6
La ética Kantiana 9
Los postulados de la razón práctica 12
Critica de Kant al sentimiento como fundamento de la vida ética 12
Autonomia de la voluntad 14
Heteronomía de la voluntad 16
El reino de los fines de Kant 16
Conclusión 18
Bibliografías 19
Introducción.
El propósito de este trabajo no solamente es para cumplir con la exigencia
académica, sino también por tratar de interpretar a un autor como lo es Kant, que ha
sido siempre percibido desde un punto de vista teórico como el gran filosofo de todos
los tiempos, en este sentido, la temática responde a la inquietud que no solamente fue
Kant sino que es también la nuestra “la moral” y que Kant a sus múltiples obras
principalmente en la fundamentación en la Critica de la Razón `Práctica, esta critica
ofrece una exposición rigurosa y metódica de la filosofía moral y transcendental en la
medida en que más que ampliación del conocimiento de objetos es reflexión
transcendental hacia las condiciones subjetivas de la objetividad; la acción que en la
filosofía teórica debe aún referirse necesariamente a objetos, en la filosofía práctica es
vista exclusivamente en su total pertenencia al sujeto, por tanto, como libertad.
El uso teórico de la razón se ocupaba de objetos de la mara facultad del
conocimiento y una crítica de él respecto de ese uso se refería propiamente sólo a la
facultad del conocimiento puro, porque ésta suscitaba la sospecha que en efecto se
confirma luego, de que fácilmente se perdía más allá de sus fronteras, entre objetos
inalcanzable un concepto contradictorios entre sí. Distinto es ya lo que sucede con el
uso práctico de la razón, en este, la razón se ocupa de los motivos determinantes de
la voluntad, la cual es una facultad que o bien produce objetos correspondiente a las
representaciones o por los menos se determina así misma para lograrlos (sea
suficiente o no la potencia física), es decir, determina su casualidad. En efecto, este
caso la razón puede por lo menos llegar a la determinación de la voluntad y tiene
realidad objetiva mientras lo que importe sea sólo el querer.
La ética en el pensamiento moderno. Kant y la crítica a la razón Práctica: Fundamento de una moral universalmente valida.
Immanuel Kant (1724-1804), es un típico representante del siglo de la luces, o
también conocida como la ilustración; y basa su propuesta ética, que es sin dudas su
obra mas importante, en la razón, confiando radicalmente en ella, algo que hasta ese
momento era impensable, por la importancia de la religión en la vida moral y ética de
las personas. La iglesia dominaba el actuar de la humanidad, y sus dogmas eran los
que señalaban las acciones que debía realizar una persona, ya que ella sabía que era
lo que estaban bien y lo que estaban mal. De este modo las personas no utilizaban su
razón para actuar de determinada forma, sino que simplemente se guiaban por lo que
les decían quienes impartían clases religiosas en misas, por ejemplo, ya que tampoco
sería necesario que los fieles la supieran interpretar.
La ilustración cambio radicalmente y surgieron personajes que primaban la
razón por sobre las emociones e incluso por encima de la fe y uno de ellos fue Kant,
que ofrecía una nueva perspectiva de la ética, empleando para ello nada más que la
razón para poder delimitarlo. La ética Kantiana, o mejor dicho la ética del deber
mejor dicho, un pensamiento que hasta el día de hoy nos rige: para Kant, la pregunta
central de la ética es ¿qué debo hacer?. Con esto demuestra que la moral está
estrechamente relacionada con el deber; para comprender los rasgos generales de la
ética Kantiana, que se basa más que nada en seis principios fundamentales:
universalidad, racionalidad, del deber, formal, autonomía e intención.
La máxima aspiración de Kant, es propone una ética cuya validez sea de un
alcance universal. Pero para poder fundar una ética universal, es más que necesario el
pilar principal, y esta es la racionalidad; la segunda característica de su ética. Esta
razón éste presente en todos los hombres sin distinciones, y por ello descarta de plano
de la ética a los intereses y a los sentimientos ya que para él son inclinaciones, es
decir, que ambos son altamente subjetivos, cambiantes y relativos, y por ello
contrario a la razón, y en ellos no es posible basarse para una ética universal.
Para que una acción tenga valor moral, debe actuar conforme al deber y por
deber, aclarando que ese deber procede de la razón y sólo es descubierto a través de
ella. Bajo ningún concepto proviene del exterior, con lo que critica radicalmente el
pensamiento religioso de la época. Se puede evidenciar que esta ética no propone
contenidos concretos, sino que simplemente otorga una formula vacía, el obrar por
deber, y la formalidad; es por ello que podemos decir que la ética nos ofrece su propia
autonomía y esto alude en dos sentidos: por un lado, porque el deber no procede de la
sociedad, sino de la razón y, por el otro lado, es que no deriva de la metafísica, sino
esa racionalidad ya mencionada y en cuanto a la intención siempre es buena sin
limitaciones, es decir por sí misma. Esta no deriva de la bondad del propósito que se
puede alcanzar con ella, sino que es de por sí muy importante aunque termine
fracasando; en este sentido comprenderemos que la pregunta ¿qué debo hacer? no se
refiere ni a lo que me gustaría hacer, ni lo que deseo o necesito hacer, ósea no se parte
de aquí con la intención de que el sujeto piense en el placer ni en su propio interés, ya
que éstos no serán jamás móviles de la acción moral.
El único móvil es la razón, que logra determinar que la voluntad opere
libremente, y en este sentido la ética debe ser racional obligatoriamente y esto
proviene de un argumento del autor, que expresa que “la naturaleza le otorgó a
nuestra voluntad la razón directora”. El fin de esa voluntad no es la felicidad, ¿por
qué?, si ese fuera el fin la naturaleza se habría equivocado en cedernos la razón con
ese propósito, ya que ese fin se hubiera conseguido mucho más fácil por el instinto.
La razón nos exige cientos de veces sacrificar nuestros propios intereses, esos
intereses movidos por impulso, y con ellos muchas veces no alcanzamos la felicidad.
Por eso Kant expresa “debe haber un propósito más digno que la felicidad a la cual
esté destinada la razón y al que deban subordinarse todos los fines particulares del
hombre”.
Característica de la ética Kantiana.
Para explicar las características de la ética de Kant hay que partir de una
distinción entre las éticas materiales y éticas formales. Son materiales aquellas
éticas que afirman que la bondad o maldad de la conducta humana depende de algo
que se considera bien supremo para el hombre: los actos serán, por tanto, buenos
cuando nos acerquen a la consecución de tal bien supremo, y malos cuando nos
aleja de él. En este caso las éticas materiales suponen que hay bienes, cosas
buenas para el hombre, determinar cuál es el bien supremo o fin último del hombre
(el placer para Epicuro, la felicidad virtuosa para Aristóteles, etc.) Según cuál sea el
bien supremo, la ética establece normas o preceptos con el fin de alcanzarlo. Toda
ética material tiene contenido, en este doble sentido: 1) hay un bien supremo 2) se
propone los medios para alcanzarlo, en este sentido las éticas materiales, pues
según Kant presentan deficiencias. En primer lugar, son empíricas, es decir, su
contenido está extraído de la experiencia. Esto impide que sus principios sean
universales, pues sólo lo a priori puede serlo, en segundo lugar, sus preceptos son
hipotéticos o condicionales. No valen absolutamente, sino sólo de modo condicional
para conseguir un cierto fin; esto impide también que sean universalmente válidas y
por último, son heterónomas, es decir la voluntad es determinada a obrar de un
modo u otro por el deseo o inclinación a algo (placer, por ejemplo).
En este mismo orden de ideas, Kant afirma que una ética que pretende ser
universal y racional no puede ser material, ha de ser, por lo tanto, formal, la ética ha
de estar vacía de contenido, es decir: 1) no debe establecer ningún bien o fin que
haya de ser perseguido, y 2) no nos dice lo que hemos de hacer, sino cómo hemos
de actuar. La ética formal se limita a señalar cómo debemos obrar siempre, se trata
de la acción concreta de que se trate. Un hombre actúa moralmente, según Kant,
cuando actúa por deber, el deber es, según Kant, “la necesidad de una acción por
respeto a la ley” es decir, el sometimiento a una ley, no por la utilidad o la
satisfacción que su cumplimiento pueda proporcionarnos, sino por respeto a la
misma. Kan distingue tres tipos de acciones: 1) Acciones contrarias al deber 2)
Acciones conforme al deber 3) Acciones por deber, solo estas últimas poseen valor
moral. Como por ejemplo: un comerciante que no cobra precios abusivos a sus
clientes. Su acción es conforme al deber .Ahora bien, tal vez lo haga para asegurar
así la clientela, en tal caso la acción es conforme al deber, pero no por deber. La
acción es un medio para conseguir un fin. Si, por el contrario, actúa por deber, es
decir por considerar que ese es su deber, la acción no es un medio para conseguir
un fin o propósito, sino que es un fin en sí misma, algo que debe hacerse por sí.
El valor moral de una acción radica en el móvil que determina su realización,
cuando este móvil es el deber tiene valor moral, como la razón es la facultad de lo
universal, es decir que a buena voluntad actúa por deber significa que sólo actúa de
un universal, o sea, de acuerdo con una máxima universable válida no sólo para
nosotros, sino para todos los seres humanos dotados de razón, y que no admite, por
tanto, excepciones en nuestro favor. La exigencia de la razón es exigencia de
universalidad, y esta exigencia con la que presenta su ley, la ley moral a priori,
válida para todos los seres razonables, a la voluntad del hombre, que es a la vez,
racional y sensible, adopta la formula de un mandato. Todos los mandatos expresan
lo que debe hacer la voluntad subjetiva imperfecta que como propia de un ser
racional y sensible a la vez, no se halla determinada infaliblemente por una ley
racional objetiva.
En este orden de ideas, es conveniente señalar que Kant divide los
imperativos en categóricos e hipotéticos. Es categórico cuando declara que una
acción es objetivamente necesaria, sin que su realización esté subordinada a un fin
o a una condición; por ello, es una norma que vale sin excepción, esto es,
representa una acción por sí misma. El imperativo hipotético, en cambio postula una
acción prácticamente necesaria si la voluntad se propone un fin, por consiguiente,
supedita su realización a los fines trazados como condiciones; las reglas prácticas
de este género, son las habilidades, como por ejemplo: “si quieres informarte por tal
asunto, entonces lee este libro”. La validez de esta regla depende de una condición,
querer informante y la acción debe ser realizada sólo en tanto que se persigue un
fin; entonces, en su condición o medio de realización. El imperativo categórico
prohíbe estos actos, que no pueden ser universisalizados, y, por tanto, no admite
excepción alguna a favor de nadie.
La fórmula suprema del mandamiento de la razón es aquella en la que la
universalidad es absoluta, y dice así: “obra de manera que puedas querer que el
motivo que te ha llevado a obrar sea una ley universal”, esta fórmula la permite
deducir todas las máximas de donde provienen nuestras acciones morales, pero no
al contenido de ella, sino sólo su forma universal; es por ello que el principio formal
de todos los deberes, o la expresión de la ley moral misma. Así pues, actuar por
deber es obrar puramente conforme a la ley moral que se expresa en imperativos
universalizables y, la voluntad que así obra, movida por respeto al sentimiento del
deber, independientemente de condiciones y circunstancias, intereses o
inclinaciones, es una voluntad humana. El deber no es sino exigencia de
cumplimiento de la ley moral, ante la cual callan las pasiones, los apetitos e
inclinaciones.
Según Kant, existe una segunda formulación del imperativo categórico, obra
de tal modo que trates la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier
otro, siempre como un fin, y nunca meramente como un medio, entiende que los
seres humanos se caracterizan por su autonomía, es decir, la capacidad de darse
normas a ellos mismos o de seguir de forma critica las que les dan otros. Esta
capacidad es única en la naturaleza y convierte a los seres humanos en seres
excepcionales, incomparables con cualquier otro, por lo que no tienen precio, sino
que se le aplica un concepto distinto que el valor.
Este valor es expresable en el concepto ético básico para la antropología de
Kant, la dignidad y esta dignidad supone el deber de actuar con el otro como si fuera
un fin en sí mismo, es decir, la imposibilidad de utilizarlo como una cosa, como un
medio para nuestra convivencia. El deduce que existe algo absolutamente bueno; lo
bueno incondicionado. Esto es la buena voluntad, el deseo de hacer siempre las
cosas adecuadamente. Kant señala que la ética (la razón práctica) tiene algunos
postulados que no son demostrables, como los tenía también la razón pura. Estos
postulados son la libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios. Estos es
así porque la ética tan sólo tiene sentido si existe la libertad; la felicidad, que sería la
perfecta adecuación entre nuestros deseos individuales y el deber moral tan sólo se
podría dar si fuésemos infinito, porque supondría una voluntad santa en este mundo
y esto es imposible y la propia idea de la felicidad supone la existencia de una causa
suprema de la naturaleza dotada de entendimiento y voluntad, es decir, Dios; la
moralidad coloca al hombre en el umbral de la religión, sin embargo, aunque lleva
hacia ella, no es su objetivo porque el hombre no debe tender a la felicidad, sino a la
racionalidad y la religión sirve como esperanza para la moralidad.
La ética formal Kantiana.
El conocimiento moral no es un conocimiento del ser, de lo que es, sino un
conocimiento de lo que debe ser; no un conocimiento del comportamiento real y
efectivo de los hombres, sino un conocimiento del comportamiento que deberían
observar los hombres. En este sentido, dicho conocimiento no se puede verificar;
cuando decimos que los hombres deberían comportarse de tal o cual manera estamos
afirmando que ese comportamiento es necesario y universal, y esas son las
características de lo a priori. Y ya hemos observado como Kant explicaba la
imposibilidad de derivar de la experiencia algo que fuese necesario y universal: el
primer objetivo del conocimiento moral, por lo tanto, consistirá en identificar cuáles
son los elementos a priori de la moralidad. También distingue un uso teórico y un
uso práctico de la razón. En él su teórico “critica la razón pura”, la razón constituye o
configura el objeto que se da en la intuición, mediante la aplicación de las categorías;
y en el práctico, estudia la “fundamentación de la metafísica de las costumbres” y en
la “critica de la razón práctica”, la razón es la fuente de sus objetos: la producción de
elecciones o decisiones morales de acuerdo con la ley que proceden de ella misma.
Cabe destacar que todos los sistemas éticos que habían partido de una
determinada concepción del bien, como objeto de la moralidad, creyendo que ese
bien determinaba la moralidad, lo que debía ser. Sin embargo, del mismo modo que el
conocimiento teórico no está determinado por el objeto, sino que éste se encuentra
determinado por las condiciones a priori de la sensibilidad y del entendimiento, el
conocimiento moral tampoco estará determinado por el objeto, sino más bien el
objeto de la moralidad determinado por ciertas condiciones a priori de la moralidad.
( del mismo modo que Kant había provocado una “revolución copernicana” en el
ámbito del uso teórico de la razón, provocará otra revolución similar en el ámbito del
uso práctico de la razón). Estas condiciones, siendo a priori, no pueden contener nada
empírico: sólo han de contener la forma pura de la moralidad. En consecuencia, las
leyes de la moralidad han de tener un carácter universal y necesario.
La base de la obligación, del deber ser, no puede fundarse en nada empírico,
pues; aunque deba referirse al hombre, como ser racional, no puede establecerse ni en
la naturaleza humana ni en las circunstancias humanas, sino que ha de ser a priori. De
ahí la crítica de Kant a los sistemas morales fundados en contenidos empíricos, a los
que llamaremos éticas materiales. En primer lugar, todas ellas son a posteriori: de
alguna manera ellas identifican el bien con la felicidad, y consideran bueno el objeto
hacia el que tiene la naturaleza humana considerada empíricamente, aceptando la
determinación de la voluntad por objetos ofrecidos al deseo.
Además de proponer distintos bienes, entre los que no hay posibilidad de
ponerse de acuerdo, lo que pone de manifiesto su falta de universalidad, al estar
basadas en la experiencia carecen de la necesidad y universalidad necesaria de la que
deben gozar las leyes morales y las normas que proponen tienen un carácter
hipotético, condicional, si quieres alcanzar la felicidad (algo distinto para cada
sistema) has de comportarte de acuerdo con esta norma. Al estar sometida la norma a
una condición sólo tiene valor si se acepta dicha condición, lo que, además de
significar que se actúa por un interés, implica que la validez de la norma para
conseguir el fin que se propone sólo puede ser comprobada experimentalmente, por lo
que tan poco puede tener carácter universal y necesario.
En este orden, la moralidad no puede fundarse en nada empírico. Una norma
moral ha de ser universal, ha de velar para todos los hombres en todas circunstancias,
y ha de ser necesaria, ha de cumplirse por sí misma y ha de ser, por lo tanto de
carácter formal; no puede establecer ningún bien o fin de la conducta, ni puede
decirnos cómo tenemos que actuar, he de contener sólo la forma de la moralidad “Es
imposible imaginar nada en el mundo o fuera de él que pueda ser llamado
absolutamente bueno, excepto la buena voluntad”. Con esta frase comienza la
“Fundamentación de la metafísica la costumbre”. ¿Que entiende Kant por una buena
voluntad? Una voluntad que obra por deber, es decir, no por interés, o por inclinación
o por deseo. ¿Y qué es obrar por deber?: obrar por reverencia o respeto a la ley moral
que la voluntad se da a sí misma. Kant distingue aquí entre obrar “por deber” y obrar
“conforme al deber” puede ocurrir que actué por algún interés particular y esa
actuación coincida con la ley moral; en ese caso estoy actuando “conforme al deber”.
Obro “por deber”, sin embargo, cuando mi actuación no persigue ningún interés
particular, ni es el resultado de una inclinación o un deseo , sino que está motivada
solamente por reverencia o respeto a la ley moral, independientemente de que mi
actuación pueda tener consecuencias positivas o negativas para la persona. La ley
moral se basa en la noción de deber, y en la medida en que la ley moral pretende
regular las conductas ha de contener alguna orden o algún mandato. Pero con la ley
moral es universal y necesaria la orden o mandato que contengan ha de ser
categórico, es decir, no puede estar sometido a ninguna condición (no puede ser
hipotético). A la formula en la que expresa ese mandato u orden de la ley moral la
llamará Kant imperativo categórico. En este orden de ideas, Kant no da tres
definiciones distintas del imperativo categórico.
“Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se
torne en ley universal”
“Obra como si la máxima de acción hubiera de convertirse por tu voluntad en
la ley universal de la naturaleza”.
“Obra de tal manera que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la
persona de cualquier otro, siempre como un fin nunca como un medio”.
Los postulados de la razón Práctica.
Los resultados de la “critica de la razón pura” nos conducían a la distinción
general de todos los objetos en fenómenos y noúmenos, en cuanto a fenómenos todos
los objetos están sometidos a las leyes de la naturaleza, que son leyes deterministas,
excluyendo por lo tanto la libertad. En cuanto fenómeno, pues, el hombre no es libre.
Por otra parte, la posibilidad de conocer los noúmenos, las cosas en sí mismas,
quedaba rechazada en la dialéctica trascendental ante la imposibilidad de construir la
metafísica como ciencia, por lo que la posibilidad de conocer del alma y de su
libertad e inmortalidad quedaba eliminada. Sin embargo, sin la libertad de la voluntad
la moral quedaría arruinada.
Por otra parte, el progreso de la virtud es lento en el mundo, y se espera que el
hombre virtuoso pueda ser feliz; pero se observa que esto no ocurre, lo que haría de la
vida del hombre un absurdo si no fuera posible que ocurriera. Por ello, aunque
ninguno de los objetos de la metafísica (Dios, el alma y el mundo como totalidad)
puede ser objeto de demostración teórica, la razón práctica exige su existencia. El
hombre ha de ser libre para poder poner en práctica la moralidad; ha de existir un
alma inmortal ya que, si el hombre no puede alcanzar su fin en esta vida, ha de
disponer de una vida futura como garantía de realización de la perfección moral; y ha
de existir un Dios que garantice todo esto. Lo que la razón teórica no ha podido
demostrar, la razón práctica lo tiene necesariamente que postular.
Critica de Kant al sentimiento como fundamento de la vida ética.
Es de notar que el análisis del concepto de la ley, ha deducido como esencial
lo universal, lo general, en base a esto se ha creído poder establecer el contenido y la
forma de la ley misma. El hombre en cuanto a razón no puede alcanzar otra cosa que
la constatación de su universalidad, y que la razón, es la universalidad, es lo general
el hombre, en cuanto razón pura, puede constatar que en el campo de su actividad
práctica y en la relación con los otros individuos hay manifestaciones que resultan
conformes a la exigencia de la racionalidad, de la universalidad, en cuanto que somos
todos comunes, y somos todos dotados de razón, llegando a este punto cabe la
pregunta ¿Por qué las manifestaciones de la actividad práctica de cada individuo, de
cada ser racional, debe ser conforme a la razón?. Y si una universalidad requiere de la
actividad voluntaria, ¿Por qué se abastece de la voluntad moral?, ¿puede considerarse
como una universalidad de hecho o más bien de derecho’.
Ahora bien, ¿quien nos asegura que aquello que se nos parece como
universalidad de derecho y cuya exigencia viene del mundo suprasensible, del reino
de la libertad, y por medio de ella los hombres aparecen como universales, quienes
nos asegura que ella no sea más que una expresión enmarcada del amor propio, del
engaño, del egoísmo?. ¿De qué modo podemos nosotros distinguir aquello que es
éticamente bueno, y aquello que es éticamente malo, de aquello que es
suficientemente útil y que es también universalidad en todos los hombres racionales?.
A todas estas interrogantes la razón no puede Dar indicación porque ella
recoge las leyes del acaecer hasta que el sujeto no salga de su actividad
contemplativa, que le es propio, en cuanto ser cognoscente, hasta que la razón como
exigencia, no ha provocado el sentimiento de aprobación en el cual revele su
dignidad, es en vano cada recorrido de la razón, porque de ella viene impuesta la
voluntad a una ley que puede decidir la ley del bien. Por lo demás Kant ha admitido
que la necesidad puramente racional no es necesidad ética.
Basta que una voluntad se determine por máxima, basta que ella se proponga
un fin, es decir, que la acción no sea irreflexiva, para que en ella siempre exprima una
necesidad de la razón.
La razón ciertamente tiene una tarea fundamental, no puede refutar a la
sensibilidad y así se afirma en la crítica de la razón práctica:
“Kant la regla práctica es siempre un producto de la razón, porque prescribe la acción, como medio para el efecto, considerado como intención”. (p.103).
Sobre tal posibilidad que la razón en el campo de la práctica cumple una tarea,
se dice que toda ley práctica representa una acción posible como buena, por lo tanto,
como indefectible, para un sujeto competente de determinarse prácticamente por la
razón, en este sentido, resulta que todos los imperativos son formulas de la
determinación de la acción, que son necesarios según el principio de la buena
voluntad.
Para concluir, la moralidad Kantiana, toma a la razón como legisladora; ésta
no admite nada que sea dado: no admite ningún hecho y ningún dato de la
experiencia, todo ha de derivarse de la razón. Por otro lado, toca el sujeto hacer
coincidir la máxima con la forma de universalidad de la ley para que pueda tener un
contenido. Se observa que en la moralidad Kantiana hay dos grandes momentos: el
rechazo por lo dado, es decir, del mundo objetivo, y la reconstrucción de otro mundo
mediante la razón legisladora. Ese nuevo mundo, sin será un mundo moral, un mundo
que será adecuado a la voluntad moral, y tanto libre, del sujeto legislador.
Autonomía de la voluntad
Esta tesis kantiana es una consecuencia de los ideales de la Ilustración (que
tiene en Kant a uno de sus representantes más importantes): la emancipación de la
“El hombre es un ser con necesidades, en cuanto pertenece al mundo de los sentidos y en ese respecto, su razón tiene desde luego, un encargo indeclinable por una parte la sensibilidad, el de preocuparse del interés de ésta y darse máximas prácticas, también enderezadas a la felicidad de esta vida, y, en lo posible también de una vida futura, pero el hombre, sin embargo, no es tan enteramente animal, como para ser indiferente a todo lo que la razón dice por sí misma, y utilizar ésta sólo como instrumento para la satisfacción de sus necesidades como ser de sentido”.
humanidad, tanto social como individualmente, el paso a su mayoría de edad, es una
consecuencia de la realización de la razón en la vida privada y pública.
Kant explica que la autonomía de la voluntad como la capacidad que tiene el
sujeto para darse leyes a sí mismo, y ello sin ningún interés, ni propio ni ajeno (lo que
haría que sus imperativos fueran condicionados y no mandatos propiamente morales).
Este concepto de ser racional como universalmente legislador le lleva a Kant al
concepto de reino de los fines y a la ley que exige no tratarse a sí mismo ni a otro ser
racional únicamente como mero medio sino siempre al mismo tiempo como fin en sí
mismo.
Pertenecemos a este reino gracias a la libertad de la voluntad, cuyo principio
es que todas sus acciones se sometan a una máxima que pueda ser ley universal y por
tanto universalmente legisladora, en este sentido, Kant se refiere a la noción de
deber: en nosotros las máximas no coinciden necesariamente c0n el principio citado,
por lo que la necesidad de la acción tiene la forma de construcción práctica, de deber,
el deber no descansa en sentimiento, impulso o inclinaciones sino sólo en la relación
de los seres racionales entre sí. El concepto de todo ser racional, que debe
considerarse, por las máximas todas de su voluntad, como universalmente legislador,
para juzgarse a sí mismo y a sus acciones desde el punto de vista, conduce a un
concepto relacionado con él y muy fructífero.
Por reino se entiende el enlace sistemático de distintos seres racionales por
leyes comunes; mas como leyes determinan los fines, según su validez universal,
resultara que, si prescindimos de las diferencias personales de los seres humanos
racionales y así mismo de todo contenido a sus fines privados, podrá pensarse un todo
de todos los fines (tanto de los seres racionales como fines en si, como también de los
propios fines que cada cual puede proponerse), en enlace sistemático; es decir, un
reino de los fines, que es posible según los ya citados principios.
Heteronomía de la voluntad.
Describe la circunstancia de que cuando un sujeto no sigue leyes morales, las
leyes a las que está sometido no tienen su origen en su propia razón sino que le
vienen dadas de afuera. La voluntad puede estar determinada por dos principios,
puede tener dos fundamentos: la razón o la inclinación. Cuando es la propia razón la
que decreta el modo en que debe actuar la voluntad, ésta es autónoma porque se da a
sí misma sus propias leyes, sin embargo cuando la voluntad está determinada por la
inclinación (palabra con la que Kant se refiere al conjunto de apetitos sensibles) la
voluntad es heteroronoma. Esta tesis kantiana puede parecer extraña para nuestra
forma de entender las cosas pues ahora es más bien común creer que somos libres si
somos capaces de realizar todos y cada uno de nuestros apetitos, por lo que
consideramos la ley moral como un estorbo para nuestra libertad absoluta, entendida
como capacidad para hacer lo que nos plazca. Sin embargo, Kant pensó que cuando
nos proponemos seguir las reclamaciones de nuestros deseos o apetitos nuestra
conducta no es libre, pues su realización sólo es posible si nos plegamos a las
exigencias que impone el mundo (y por tanto a algo exterior a la propia voluntad).
Por ejemplo, si alguien considera que el principio que debe regir su conducta es el de
obtener reconocimiento social por encima de todo, su conducta no será constante pues
tendrá que someterse a las exigencias determinadas por el cambiante orden social: si
desea conseguir el aplauso de la mayoría deberá cambiar de partido político, o de
amistades, o de ideas cuando las circunstancias lo hagan necesario.
El reino de los fines de Kant.
Responde a la teoría de la que la corrección moral de un acto no está dada por
el hecho de que sus consecuencias maximicen ciento bien intrínseco, sino que
depende de que, por su naturaleza inherente, constituye el cumplimiento de un debe,
en este orden de ideas, el deber es prioritario sobre el concepto de bondad. Divide
todo el conocimiento en lógica, física y ética; las verdades de la lógica adquiere
validez universal, las verdades de la física son substantivas y no puramente formales,
pero su campo de aplicación está limitado al ámbito de la posibilidad de experiencia
sensorial, la ética combinado las dos anteriores tiene la universalidad de la lógica y
posee verdades substantivas como la física. Kant presenta los principios morales
como universales validos para todos los seres racionales, independientemente de sus
apetitos, deseo e inclinaciones contingentes y se abstrae de lo fenoménico de cada
individuo en sus circunstancias concretas, creencias particulares, inclinaciones, etc.; y
toma aquello en que todos son iguales, es decir, su entidad racional.
Conclusión.
Hemos revisados varios autores para realizar este trabajo para describir la
obra de Kant y la critica a la razón práctica, en este sentido los autores trazan un
puente que le permitirá pasar de la imposibilidad de la metafísica como crecía en el
marco de la razón, pero en el terreno de la razón práctica ese puente se plantea el
concepto libertad surgiendo de una teoría de orden cosmológica. El asunto a
enfrentar es como ubicar al ser humano y su posible libertad, dado que el terreno en
el queda instaurado la reflexión sobre la ciencia es el de la causalidad de la
naturaleza. El hombre es naturaleza pero no solamente naturaleza, pertenece a este
ámbito pero lo desborda.
En este orden de ideas, la razón, tanta capacidad práctica, tiene como
propósito producir una voluntad buena en sí misma, su papel es dirigir la voluntad
hacia sí misma, alejándola de cualquier objetivo material. El cometido de la razón es
realizado a través del concepto de deber, el cual ilumina la posibilidad de a voluntad
de ser, Kant nos conviene de que tenemos que guiar nuestra acción por la ley moral
y sólo por ella en cuanto primer principio o regla última, no única, de actuación, la
que da el toque final y determina si nuestra acción es en definitiva moral o inmoral.
En este sentido, la crítica de la razón práctica, lejos de ser una apéndice
alejo el proceso transcendental, ha de considerarse, más bien, la culminación
sistemática del mismo. En la medida en que el conocer un objeto ha quedado
condicionado a la libertad del sujeto, “el interés mismo de la razón”, es justamente,
como saber transcendental de la libertad, que dicha razón práctica goza de
preeminencia sobre la teoría y se convierte en el objetivo último y el fin más alto de
la razón.
Bibliografías:
http://modernidad.obolog.com
Ferrater. M (1999).Diccionario de filosofía. Barcelona, Editorial Ariel, S.A
Monografías. Com.S.A
Sanabria, J.R. (2005), Ética de Sócrates y Platón. México. Porrua
Kant, Immanuel. Critica de la Razón pura, Santillana ediciones generales, (2006)
Larroyo, F. (1975). Critica de la razón Práctica, Editorial Porrua, México
“heteronomía de la voluntad