Trabajo autogestionado y pedagogía emancipadora

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El trabajo autogestionado y las pedagogías críticas latinoamericanas. Los trabajadores argentinos, las fábricas recuperadas, las cooperativas y la experiencia de “descolonización pedagógica” a través del trabajo.

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El presente trabajo explora la relación entre las formas autogestionadas de trabajo y la pedagogía - como aprendizaje dado en el mismo proceso productivo - emancipadora. Trabajo final presentado ante la Cátedra de Alcira Argumedo de Teoría Social Latinoamericana, calificado con 10 (diez.)

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El trabajo autogestionado y las pedagogías críticas latinoamericanas.Los trabajadores argentinos, las fábricas recuperadas, las cooperativas y la experiencia de “descolonización pedagógica” a través del trabajo.

18/06/2013Teoría Social Latinoamericana – Cátedra ArgumedoEscrito por Analía Cid y Fernando Toyos

IntroducciónEn este trabajo nos proponemos abordar la temática del trabajo autogestionado desde su posible relación con las pedagogías descolonizadoras que han ido surgiendo en Nuestra América a lo largo de nuestra historia. Entendemos como trabajo autogestionado todo aquel proceso de trabajo dentro de una unidad productiva que no se guíe por las relaciones de producción capitalista. También podemos afirmar que “La autogestión como proceso puede ser entendida en un sentido amplio, desde un punto de vista político, sociocultural, económico, y en un sentido restringido, al interior de una unidad productiva o un encadenamiento de varias de ellas que conformen un polo

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autogestionario mayor. Otra posibilidad, que no es excluyente de las anteriores, es tomar las experiencias autogestionarias en general como un sector, planteándolo no sólo como procesos de gestión sino como una alternativa político-económica.” (Programa Facultad Abierta - UBA, 2013,pág. 13)¿Por qué relacionar la autogestión con las pedagogías que proponen una “descolonización” a la manera que utilizaría Arturo Jauretche? Creemos poder presentar varios argumentos a favor de esta relación, tanto desde el orden teórico como desde las propias experiencias de autogestión por las que atraviesan muchos trabajadores de nuestro país. Partiremos en primer lugar de las nociones presentadas por Carlos Marx en sus Manuscritos económico-filosóficos en relación a lo que él denomina trabajo alienado. Éstas son, a nuestro entender, fundamentales para comprender el papel que cumple el proceso de trabajo en el mantenimiento de la economía-mundo capitalista como hegemónica y en constante proceso de reproducción. A continuación, intentaremos introducir los desarrollos de Simón Rodríguez y Paulo Freire con respecto a la educación, que en ambos autores no casualmente se acompaña del adjetivo popular. Respecto al primero queremos destacar la relación que establece entre el trabajo y la formación de la persona como ser integral, tanto en el aspecto educativo como en el económico-político, convirtiéndose en ciudadano autónomo. En el caso de Freire nos parece importante incorporar sus principales nociones teóricas sobre el carácter deshumanizado de los oprimidos y su proceso de liberación y hacerlas dialogar con la noción marxiana del hombre como ser genérico. Por último, recurriendo a diversas fuentes que podríamos llamar empíricas, ya armados de los entramados teóricos que fuimos construyendo, analizaremos el proceso del trabajo autogestionado y plantearemos algunos interrogantes que abran la posibilidad de seguir reflexionando sobre la temática.

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El trabajo alienado, su ¿crisis? y el despliegue del trabajo autogestionadoLa crisis del 2001 puso en tela de juicio el funcionamiento del patrón de acumulación específico que instalaron en toda América Latina los regímenes de facto durante las décadas del ’70 y el ‘80 1. Económicamente quebrada, la Argentina atravesó años de intensa reconfiguración de sus modos de relacionarse en torno a la toma de decisiones – con las Asambleas Populares y el Movimiento Piquetero como sus expresiones de mayor relieve – así como también de las relaciones en torno al trabajo. En este sentido, nos interesa retomar la experiencia de la autogestión de fábricas y lugares de trabajo en general. Estas experiencias conocen un origen común: el retiro y vaciamiento de la unidad productiva por parte de la patronal, seguida de un proceso – atravesado por tensiones y angustias – de reconfiguración de los factores objetivos – la apropiación de los medios de producción por parte de los trabajadores, la puesta en marcha de la producción de forma auto-gestionada – y subjetivos – la transformación en las conciencias de los trabajadores, que derribando zonceras, se animaron a hacer lo que no hubieran creído posible: ser ellos quienes dirijan la producción, cuestionando la necesidad del patrón que ‘piensa’ y cuestionándose a sí mismos en tanto trabajadores que ‘ejecutan’.

En la historia viva que intentamos rastrear en este ensayo, hay varios actores a tener en cuenta. Obviamente los trabajadores serán aquellos que guiarán principalmente nuestras reflexiones, pero no queremos olvidarnos de los “autores intelectuales” de estos crímenes de vaciamiento y destrucción de fábricas y emprendimientos: los capitalistas. Como han sostenido varios autores a lo largo de estos siglos de capitalismo, arrancando por Hegel y su dialéctica del amo-esclavo, no se puede pensar al trabajador y su condición de sujeto alienado sin considerar a su vez el otro polo de la ecuación, la existencia de otro que se apropie de su trabajo y sea en tanto que pueda explotarlo o, en términos de Carlos Marx, pueda extraerle plusvalía a través del proceso de trabajo. A lo largo de la década de 1990 y sobre todo en los dos primeros años de la del 2000 la clase capitalista argentina se encargó de asegurar su capital y de apropiarse de ganancias extraordinarias a través de todo tipo de ayudas económicas y subsidios proveídos por el Estado con el objetivo de que no hicieran lo que finalmente hicieron: llevar al cierre sus fábricas. La quiebra y vaciamiento de las mismas fue parte de un mecanismo creado principalmente para el incremento exponencial y la posterior fuga de capitales. En este sentido los invitamos a revisar las hipótesis presentadas por la cooperativa LaVaca en su libro Sin Patrón, donde se analizan de forma detallada varios casos de empresas reconocidas públicamente que fueron compradas por tener altas ganancias y fueron vendidas “fundidas” poco tiempo después. (lavaca, 2007) Utilizando palabras de Rodolfo Walsh, la cooperativa enuncia este movimiento como “miseria planificada”. Sin embargo, creemos poder encontrar una raíz teórico-filosófica, además de económica, para

1 Brasil, por lo prematuro, y Chile, por lo longevo, son las excepciones a esta periodización. En el primer caso, el país fue gobernado por las Armas desde los ’60; en el segundo, el gobierno de Pinochet llegó a ver la década de los ’90.

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comprender la quiebra sistemática de fábricas por parte de los capitalistas argentinos, los “opresores” de esta pequeña gran historia. Para Freire, no sólo los oprimidos se encuentran deshumanizados. También los opresores lo están, en la medida en que se consideran a sí mismos como los únicos seres humanos, y que su ser depende únicamente de su capacidad de apropiarse de los objetos, y de las personas entendidas como objetos. Todo sería, en sus términos, reducido a su poder de compra y al dinero como la medida de todas las cosas . “Es por esto por lo que, para los opresores, el valor máximo radica en el tener más y cada vez más, a costa, inclusive del hecho del tener menos o simplemente no tener nada de los oprimidos. Ser, para ellos, es equivalente a tener y tener como clase poseedora.” (Freire, 2002, pág. 53)

Frente a la situación de no tener nada, los trabajadores deciden tomar las fábricas. En un primer momento, la motivación es impedir que se liquide el inmueble y queden aún más desamparados, con la intención de “hacer volver” al patrón. Pero la mayoría de las historias continúan de la misma forma: el patrón no vuelve, y conservar el trabajo se vuelve posible únicamente si son ellos mismos los que se hacen cargo de la producción. Es ahí verdaderamente donde comienza el recorrido que queremos realizar, el de los trabajadores teniendo que modificar la forma en que producían anteriormente, transformándose a sí mismos en el proceso. Muy ilustrativo resulta este fragmento del ya citado Sin Patrón: “En la fábrica Grissinopoli, por caso, uno de los obreros recuerda que lo que más les costó no fue resistir en la calle, ni soporta el hambre, ni desafiar a la policía, ni discutir con el juez ni conmover a los ediles. Lo que más le costó fue convencer a sus compañeros de que ellos estaban perfectamente capacitados para poner la fábrica a producir: “Creían que estaba loco. Finalmente, cuando llegó el día en que las máquinas comenzaron nuevamente a funcionar, lloraron. Y lo abrazaron.” (lavaca, 2007, pág. 41)

Tomamos como punto de partida la experiencia de las empresas recuperadas por su pertinencia histórica, pero junto con ésta se producen otras igual de ricas y complejas en otros espacios de la economía e incluso en otras latitudes, como las cooperativas de producción campesina del Mo.Ca.SE o del Movimiento Sin Tierra de Brasil. Lo que queremos poner en cuestión es cómo, frente a la devastación económica y social, los sujetos oponen una opción que, dotándolos de un método de supervivencia económica, los aviva de una cantidad de zonceras que forman parte de su conciencia y los coloca en el mundo de manera diferente. ¿Por qué hablamos, entonces, de trabajo alienado? Aunque en el siguiente apartado lo desarrollaremos plenamente, debemos resaltar aquí que forma parte de una hipótesis central que queremos proponer. Esa hipótesis sería: el trabajo autogestionado, entendido como una de las formas actuales de lucha contra las relaciones sociales de explotación capitalista; es también una experiencia pedagógica en la que sus participantes, junto a sus familias y a las comunidades en las que se encuentran inmersos, pueden comenzar un proceso de transformación de sí mismos y del mundo, poner en crisis las implicancias subjetivas del trabajo alienado como el modo exclusivo en que los sujetos se piensan a sí mismos y al mundo. En este sentido y antes de adentrarnos de lleno en el tema, volvemos a sumar aportes de los compañeros de LaVaca, que proponen “(…) como premisa esencial que el capitalismo produce y distribuye no solamente bienes y servicios, sino también identidades. Cuando el capital y sus especuladores buitres habían partido, lo que quedaba no era

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solamente empresas vacías, sino un país entero vaciado y habitado por personas cuyas identidades –como trabajadores- también les habían sido quitadas. Como nos escribió uno de los organizadores del movimiento, ‘Se necesita una enorme cantidad de trabajo para recuperar una empresa. Pero el verdadero trabajo es recuperar al obrero, y esa es la tarea que recién comenzamos.´” (pág. 11)

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La potencialidad descolonizadora del trabajo autogestionarioComo mencionamos anteriormente, necesitamos hacer referencia al concepto de trabajo alienado como punto de partida para ilustrar el quiebre a nivel de la conciencia que se produce en el momento que los trabajadores se hacen cargo del proceso productivo. Para ello, en primer lugar, Marx parte de reflexionar acerca del hombre y el trabajo, a secas. “El hombre – dice Marx – es un ser genérico, porque se comporta frente a sí mismo como frente a un ser universal y, por tanto, libre”. (Marx, 1972, pág. 105 y 106) El hombre, en tanto ser genérico, es la síntesis entre lo individual y lo colectivo, un representante del género humano. Este ser genérico se apropia de la naturaleza, la cual constituye su ‘cuerpo inorgánico’, en una actividad que Marx denomina trabajo. Este trabajo, entonces, es ‘el metabolismo del hombre con la naturaleza’, la actividad vital –en tanto reproduce al hombre y a la naturaleza- que identifica al individuo con el género, y a ellos dos con la naturaleza. Así define Marx, en clave filosófica2, el trabajo. Pero, en el sistema que Marx analiza, el capitalismo, el trabajo se encuentra alienado, de modo que, “el trabajo alienado vuelve extraños al hombre 1º la naturaleza, y 2º el hombre mismo” (pág. 106), en tanto su actividad propiamente humana se vuelve usufructo de un ‘no-trabajador’ (que luego devendrá capitalista y Capital), esta actividad se le vuelve extraña, no lo realiza como hombre; ya que el trabajo alienado “hace de la vida genérica, para él, el medio de la vida individual”.

De esta manera, podemos entender el trabajo en el Marx de los Manuscritos como un proceso ininterrumpido e intersubjetivo, en el que entran en juego, constituyéndose, las dimensiones objetiva – los factores materiales de la producción, entre los cuales se encuentran los cuerpos de los trabajadores – y subjetiva – la dirección consciente del proceso, encarnada en el Capital, con la consecuente escisión entre trabajo intelectual y manual, y sus efectos en la conciencia de los trabajadores. El trabajo alienado hace de unos hombres ‘los que piensan’, quienes dirigirán a ‘los que ejecutan’. ¿Cómo no trazar un paralelismo con el Conquistador y su ego magistral, tratando a los indios como seres sin alma? Tampoco se puede evitar la comparación con aquél pedagogo argentino que planteó la existencia de civilizados bienpensantes y bárbaros que eran poco menos que animales. Dialogando con Marx, y su concepto de trabajo alienado, podemos ver en esta relación social, acaso, un punto de partida, para esta escisión entre acción y pensamiento.

Volvamos, ahora, a las experiencias de autogestión. En estos procesos, ante la ausencia del patrón, los trabajadores se apropian colectivamente –bajo la forma cooperativa- de los factores de la producción (edificios, máquinas, etc.). Este momento, en el que los medios de producción pasan de manos, abre las puertas de un proceso en el que caerán bajo la crítica un sinnúmero de zonceras, sobre las cuales está fundada la economía política que Marx tildará de ‘burguesa’. Y es 2 Con “en clave filosófica” nos referimos a que esta separación es realizada como ejercicio teórico del autor y no como postulación de una realidad tangible. Si hay algo que caracteriza a Marx como filósofo es su pensamiento relacional y dialéctico, por lo cual postular que existe una separación del estilo cuerpo/razón en su pensamiento sería un verdadero absurdo.

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que, por definición, la crítica a la economía política que lleva adelante el autor, consiste en desnaturalizar categorías – valor, renta, mercancía, propiedad privada – que se asumen como válidas a priori, como aquellas ‘conclusiones de un sofisma hechas sentencia’, ‘introducidas en nuestra educación desde la más tierna infancia’, ‘con la apariencia de axiomas’ (Jauretche, 2002,págs. 11-15). Las zonceras que aquí nos ocupan ‘no se puede producir sin patrón’, ‘lo que funde a las empresas es el costo laboral’, ‘no se puede cuestionar la propiedad privada’, son rebatidas por los trabajadores, en el camino de su des-alienación, o también, en el camino de ser más, a la manera de Freire. Tomemos por caso la frase referida al costo laboral, tan difundida en nuestras sociedades y sobre todo en el contexto que abordamos. A partir de gestionar su empresa, “los trabajadores han podido identificar las verdaderas causas de las quiebras de sus empresas. Y llegaron a una conclusión: lo que las funde es el costo patronal. Costo patronal no sólo refiere a la gran tajada que se llevan los patrones, sino también a toda la serie de gastos que debe amortizar la producción: los altos sueldos y prebendas gerenciales, las comisiones, los viáticos, viajes, choferes y el pago a consultoras para realizar ajustes que, inevitablemente, señalan al costo laboral como responsable del déficit. Este nuevo concepto acuñado por los trabajadores –y que describe una realidad de la que la ciencia económica tiene pocas noticias- coloca la responsabilidad en el otro extremo. La idea de costo patronal deja al descubierto esas erogaciones que se hacen innecesarias bajo control obrero, ubicando la culpa de la quiebra claramente en la gestión empresarial.” (lavaca, pág. 46) En este ejemplo no sólo tenemos un argumento poderoso para quebrar la zoncera, sino también al conjunto de los trabajadores produciendo conocimiento para su liberación y la de otros.

Aquí se puede desplegar un diálogo intenso entre los pedagogos populares de Nuestra América y el barbudo de Tréveris; pensando el proceso de emancipación de la conciencia de los trabajadores – que va de la mano de la emancipación concreta del proceso de trabajo – como un proceso de descolonización pedagógica. Entre uno de los fundamentos de su pedagogía del oprimido, Freire destaca que “se hace indispensable de los oprimidos, en su lucha por la liberación, no conciban la realidad concreta de la opresión como una especie de “mundo cerrado” (en el cual se genera su miedo a la libertad) del cual no pueden salir, sino como una situación que sólo los limita y que ellos pueden transformar. Es fundamental entonces que, al reconocer el límite que la realidad opresora les impone, tengan, en este reconocimiento, el motor de su acción liberadora.”(Freire, 2002, pág. 39) En tanto el proceso de trabajo se despega del patrón, los trabajadores pueden empezar a rastrear cual es su papel real en éste, lo que se encuentra detrás de las apariencias. Lo que parecía imposible se vuelve una realidad tangible y necesaria para su supervivencia. Es un cambio en la forma de ver su realidad.

Para complejizar aún más la cuestión, retomando el análisis del proceso de trabajo desarrollado en los Manuscritos (págs. 99-114), podemos identificar tres dimensiones: el proceso real es el movimiento del trabajo tal como se despliega concretamente; de él se desprenden, como categorías analíticas, sus dimensiones subjetiva (los factores del orden de la conciencia, tanto del

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trabajador como del no-trabajador) y objetiva (la conformación material del trabajo: edificios, medios de producción, y trabajadores en tanto corporalidades3).

Dimensiones subjetivas

Alienación de sí mismo, de la naturaleza y del género. Zonceras, miedo a la libertad, heteronomia.

Emancipación de la conciencia, a través de un proceso de descolonización pedagógica, acercando al hombre a su ser más genérico.

Proceso real Trabajo alienado Trabajo autogestionadoDimensiones objetivas

Producción: Propiedad privada de los MP, alienación del producto del trabajo (expropiación).Distribución: Mercancía.

Producción: Pugna por la apropiación colectiva de los MP.Distribución: Mercancía.

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Cabe destacar lo siguiente: el trabajo alienado y el autogestionado comparten la existencia de la mercancía como la forma social que toma el valor por ellos producido. Esto equivale a decir que la autogestión, y la potencia emancipadora que entraña, tienen sus límites en la puerta del mercado, un mercado que sigue siendo igual de capitalista, de alienado y de alienante. Mención aparte merecen las experiencias de ‘comercio justo’; redes de distribución de la producción autogestionada que disputan el sentido de la comercialización de productos bajo la noción de la ‘justicia distributiva’5. Por otra parte, existe otra limitación intrínseca al trabajo autogestionado relacionado con su inserción en la economía-mundo capitalista como tal, que es la posibilidad de apropiación colectiva de los medios de producción. “En este marco, una empresa autogestionaria no es necesariamente una empresa de propiedad colectiva. Eso depende del sistema social y económico donde este emprendimiento se desarrolla y de las circunstancias de su surgimiento. En el caso de la empresa recuperada, este contexto de inserción está lejos de ser uno que propicie la propiedad colectiva de los medios de producción. La forma cooperativa es la única posibilidad dentro del sistema capitalista de que una empresa sea de propiedad colectiva, en el sentido de propiedad compartida por los miembros de la asociación. Las ERT adquieren esta posibilidad al constituirse como cooperativas de trabajo, sin que por ello la cooperativa, necesariamente, logre asumir la propiedad de la empresa.” (Programa Facultad Abierta - UBA, 2013, pág. 14)Estas dos aclaraciones son necesarias para comprender que, mientras sea capitalista el sistema que prime en nuestro país -y por supuesto, en mundo- la autogestión es una herramienta más de lucha. No cualquier herramienta, porque es una que ataca el corazón del sistema y toda la estructura cognoscitiva de mitos y zonceras que lo sostienen. Pero creemos que entra, volviendo a su dimensión pedagógica, en la distinción que hace Freire entre educación sistemática y trabajos educativos al destacar el papel de la pedagogía del oprimido antes de la realización de una revolución que derribe el sistema. “Si la práctica de esta educación implica el poder político y los oprimidos no lo tienen, ¿cómo realizar entonces, la pedagogía del oprimido antes de la revolución?

3 Habida cuenta de la tensión que implica introducir en el análisis la escisión entre cuerpo y razón que intentamos criticar, entendemos necesario asumir la realidad tal y como se nos presenta para poder criticarla de la manera más precisa que sea posible.4 El cuadro es una elaboración propia.5 Ejemplos de esto son la Red Tacurú, Puente del Sur, Caracoles y Hormigas, etc.

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(…) Podemos afirmar que en un primer aspecto de esta indagación radica en la distinción que debe hacerse entre la educación sistemática, que sólo puede transformarse con el poder, y los trabajos educativos que deben ser realizados con los oprimidos, en el proceso de su organización.” (Freire,2002, pág. 47)

A partir de aquí consideramos pertinente el encontrarnos cara a cara con los dos pedagogos latinoamericanos que vienen guiando implícitamente nuestras reflexiones, en el intento de expandir aún más el imaginario subversivo del trabajo autogestionado.

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Simón Rodríguez y Paulo Freire: dos pensadores de la emancipación.En la introducción colocamos como uno de los objetivos del ensayo poder incorporar los aportes de los pedagogos latinoamericanos Simón Rodríguez y Paulo Freire. Si bien pertenecen a contextos históricos diferentes, podemos encontrar similitudes entre ellos en lo que hace al papel de la educación en la formación de sujetos pertinentes a la época que les toca vivir. El primero parte de la situación de reciente liberación del dominio español en la primera mitad del siglo XIX, con el capitalismo recién implantándose en las nuevas repúblicas; el segundo escribe en la segunda mitad del siglo XX, con el capitalismo ya consolidado y numerosos movimientos sociales y políticos haciéndole frente en todo el continente.

Simón Rodríguez es conocido públicamente por haber sido maestro del libertador Simón Bolívar, aunque como él mismo nos diría, tiene varios méritos más para ser reconocido en la posteridad: hay algunas ideas muy fuertes que aparecen en sus escritos que tienen una actualidad demoledora en lo que a nuestro tema se refiere. En este autor la educación es entendida como un proceso integral en que los niños van adquiriendo los conceptos y los modos de actuar que necesitarán en su vida adulta para ser buenos ciudadanos. Con “buenos ciudadanos” Rodríguez quiere hacer referencia al tipo de sujeto político que, según él, necesita la América recientemente liberada del dominio español para poder mantener su libertad y consolidarse como un territorio próspero y feliz. Una de las premisas más atractivas de su concepción es que la ciudadanía no está reservada a los hombres blancos e ilustrados de la sociedad y sus hijos, sino que esa educación debe ser ampliada a todos aquellos niños que formen parte de las jóvenes repúblicas; sobre todo, los niños y niñas pobres que, de no abrazar la educación, serán los futuros sirvientes y escorias de la sociedad “civilizada”. Para su época (y podríamos agregar, lamentablemente, también para la nuestra) los proyectos por él propuestos que vinculaban educación con autonomía eran sumamente novedosos, y rechazados con igual fuerza por las clases dominantes herederas de la colonia. Para ilustrar su pensamiento, podemos citar la siguiente reflexión: “No se niega que algunos habrían perdido en la mudanza. Los burros, los bueyes, las ovejas y las gallinas pertenecerían a sus dueños, de la GENTE NUEVA no se sacarían pongos para las cocinas, ni cholas para llevar las alfombras detrás de las señoras, al entrar en las ciudades no se dejarían agarrar por el pescuezo (a falta de camisa) para ir por orden de los asistentes a limpiar las caballerizas de los oficiales, ni a barrer plazas, ni a matar perros aunque fuesen artesanos, los caballeros de las ciudades no encargarían indiecitos a los curas, y como no vendrían los arrieros no los venderían en el camino… lo demás lo saben los hacendados. ¿No había de ser ridículo el proyecto de Educación Popular?” (Cuadernos de Educación, s/f, pág.113 y 114)

El corazón de su proyecto reposaba sobre la necesaria relación entre educación y trabajo. Para él, “más aprende un niño, en un rato, labrando con un palito, que en días enteros, conversando con un

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maestro que le hable de abstracciones superiores a su experiencia” (pág. 79). La experiencia material, concreta, de los educandos es fundamental para que puedan aprehender la realidad en que se encuentran inmersos e incorporar no sólo conceptos, sino valores morales que les servirán para guiarse en su vida. Se da una convergencia entre teoría y práctica, una praxis, en que los conocimientos incorporados tienen carácter de premisas comprobables y no de verdades incuestionables. Por otra parte, el aprender un oficio permite a los educandos no ser manejados por la necesidad e inculcarles a las gentes más desposeídas el amor por el trabajo, para “colonizar el país con sus propios habitantes” (pág. 111). Es en estos sentidos que podemos vincular su proyecto pedagógico con la experiencia de la autogestión: los trabajadores aprenden, mediante el proceso de trabajo despojado de su previa organización jerárquica, que las verdades incuestionables con las que previamente se manejaban no son, al fin y al cabo, más que imposiciones sostenidas en última instancia por la violencia de los opresores como clase. Pueden empezar a sentirse algo más autónomos, con opciones que los alejan de realizar acciones guiadas únicamente por su miseria. Y, a nuestro juicio, colaboran con sus vivencias –de ser estas compartidas con otros- a la construcción de un proyecto de sociedad diferente, en donde la libertad sea cosa de todos y no sólo de unos pocos avivados, a la manera de Jauretche. Es entonces pertinente que incorporemos, nuevamente, aportes de los compañeros de LaVaca: “Toda fábrica recuperada sabe que su subsistencia depende de la legitimidad y los lazos sociales que sepa construir. Su defensa está basada en la convicción de sus trabajadores, pero también en el apoyo que logren cosechar entre vecinos, asambleas barriales, organismos de derechos humanos y partidos políticos, en ese orden. Incluso, una vez recuperadas y debido a su constante precariedad legal, algunas fábricas recogieron la experiencia de la pionera IMPA para instalar en los espacios vacíos un centro cultural destinado a la comunidad.” (lavaca, 2007, pág. 41)

Si hablamos de la libertad y la liberación como cosa de todos, es un buen momento para acercarnos de lleno a Paulo Freire. Además de que es el autor de un libro llamado La educación como práctica de la libertad, su mención e inclusión tiene como objetivo el poder pensar el proceso de trabajo autogestionado como una praxis que tiene fuertes coincidencias con los procesos de toma de conciencia de los oprimidos que él explicita en la Pedagogía del oprimido. En primer lugar, Freire se hace al principio de aquel ensayo una serie de preguntas por las que nos sentimos particularmente interpelados: “¿Quién mejor que los oprimidos se encontrará preparado para entender el significado terrible de una sociedad opresora? ¿Quién sentirá mejor que ellos los efectos de la opresión? ¿Quién más que ellos para ir comprendiendo la necesidad de la liberación? –Y afirma a continuación- Liberación a la que no llegarán por casualidad, sino por la praxis de su búsqueda; por el conocimiento y el reconocimiento de la necesidad de luchar por ella.”(Freire, 2002, pág. 34) En la situación de opresión, los oprimidos, como seres duales que llevan dentro al opresor y todo su sistema articulado de mitos, creencias y zonceras, deben emprender un esfuerzo muy grande para reconocerse a sí mismos y a la situación en que están inmersos. Hasta el momento de perder su empleo, e incluso bastante después, los trabajadores de las empresas y fábricas recuperadas se veían como un elemento más del proceso productivo, perteneciendo al patrón como figura la responsabilidad por el funcionamiento del proceso productivo. En la situación de trabajo alienado, situación claramente opresiva, los trabajadores se

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veían presos de un elemento que para Freire es básico en la mediación entre opresores-oprimidos: la prescripción. “Toda prescripción es la imposición de la opción de una conciencia a otra. De ahí el sentido alienante de las prescripciones que transforman a la conciencia receptora en lo que hemos denominado como conciencia que “aloja” a la conciencia opresora. Por esto, el comportamiento de los oprimidos es un comportamiento prescrito. Se conforma en base a pautas ajenas a ellos, las pautas de los opresores.”(pág. 37) El miedo a la libertad, que para nuestro autor es una característica de los oprimidos, es consecuencia de que una vez expulsado el “contenido” prescriptivo éstos deberían llenar ese vacío con otro contenido, el de su autonomía. Pero para lograr esto a su vez deben vencer otra de los elementos que los caracteriza como oprimidos, que es la autodesvalorización. Esa autodesvalorización es resultado “de la introyección que ellos hacen de la visión que de ellos tienen los opresores6. De tanto oír de sí mismos que son incapaces, que no saben nada, que no pueden saber, que son enfermos, indolentes, que no producen en virtud de todo esto, terminan por convencerse de su ‘incapacidad’. Hablan de sí mismos como los que no saben y del profesional como quien sabe y a quien deben escuchar. Los criterios del saber que les son impuestos son los convencionales.” (pág. 58 y 59) Esto nos recuerda a la situación narrada anteriormente sobre los trabajadores de la fábrica Grissinopoli y su falta de fe en el camino que estaban comenzando. Es por ello que nos animamos a postular que la autogestión de la producción les permite a los trabajadores traspasar los criterios del saber convencionales que circulan en la sociedad y están enraizados en ellos y en el resto de la clase trabajadora. Uno de los argumentos que colaboran en este postulado nos lo brinda nuevamente Freire al decir que “ es necesario que (los oprimidos) empiecen a ver ejemplos de la vulnerabilidad del opresor para que se vaya operando en sí mismos la convicción opuesta a la anterior (la de su incapacidad natural). Mientras esto no se verifica, continuarán abatidos, miedosos, aplastados.”(pág. 60) Además de ser valiosa para los trabajadores mismos, porque les permite reconstruir su identidad frente a la situación devastadora de la pérdida de su empleo y de su marco regular de referencia, la autogestión es valiosa para el conjunto de las “masas populares” porque permite hacer visible que la imposibilidad de producir sin un patrón es una zoncera, un mito, una “verdad” sostenida en última instancia por la violencia de los opresores, de la clase opresora.

Otro de los aportes de Freire que nos interesa poner a dialogar ahora, si bien ya ha sido mencionado en otras partes del texto, es la concepción que éste tiene de la praxis, de la praxis liberadora. Para él, “no se puede pensar en objetividad sin subjetividad. No existe la una sin la otra, y ambas no pueden ser dicotomizadas. (…) Confundir subjetividad con subjetivismo, y negar la importancia que tiene en el proceso de transformación del mundo, de la historia, es caer en un simplismo ingenuo. Equivale a admitir lo imposible: un mundo sin hombres, tal como la otra ingenuidad, la del subjetivismo, que implica a los hombres sin mundo.”(pág. 42) No casualmente menciona a Marx y a las nociones que ya presentamos cuando se refiere a este tema, ya que reconoce al pensador alemán como uno de los críticos del subjetivismo - que era hegemónico para la época que escribe los Manuscritos de 1844 en el ámbito académico de su nación-, crítica con la

6 Este párrafo contiene una nota al pie que enuncia un fragmento de una entrevista que el autor tiene con un campesino: “El campesino se siente inferior al patrón porque éste se le aparece como aquel que tiene el mérito de saber dirigir.”

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que nosotros coincidimos cuando afirmamos junto con ellos que la naturaleza es el cuerpo inorgánico del hombre. Somos razón pero también somos naturaleza, y es en la no separación entre objetividad y subjetividad que se pueden llevar a cabo los procesos de toma de conciencia que postulan la liberación. La separación entre el patrón que manda y el trabajador que ejecuta, entre trabajo intelectual y trabajo manual, tiende a desaparecer en la autogestión del proceso productivo y permite a los sujetos comenzar a comprenderse como una totalidad. Como dicen los compañeros de LaVaca: “Ser sus propios patrones les devolvió otra imagen de sí mismos.Supieron, entonces, que nunca más volverían a ser los mismos.Que no les había cambiado la vida, sino el destino.” (pág. 42)

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Reflexiones finales.El proceso histórico/experiencia de lucha que intentamos exponer en nuestro trabajo no representa necesariamente una novedad. Como nos cuentan los compañeros del Programa Facultad Abierta, “la autogestión como forma de organización económica es una práctica de los trabajadores desde el comienzo de la existencia del actual régimen social y económico, en los principios de la Revolución Industrial. Es ese el origen de las primeras cooperativas, que fueron asociaciones de obreros que buscaron escapar a las difíciles condiciones de vida y de trabajo produciendo sin los patrones o formando asociaciones para el consumo popular. En numerosos momentos de la historia mundial, latinoamericana y argentina se produjeron casos de autogestión que, a veces, formaron parte de situaciones revolucionarias y, en otras, de contextos de desarrollo económico estable (…)”. (Programa Facultad Abierta - UBA, 2013, pág. 15) Sin embargo, frente a una situación de crisis económica y social de las características desgarradoras que tuvo la del 2001 en nuestro país, la del trabajo autogestionado aparece como una solución esperada por muy pocos, entre los que seguro no se cuentan los trabajadores. Las primeras experiencias, como la de la cerámica Zanón, en la provincia de Neuquén –convertida luego en la llama Fa.Sin.Pat., Fábrica Sin Patrón- sirvieron para que otras fábricas quebradas y vaciadas se referenciaran y pudieran emprender un proceso semejante. “O inventamos o erramos”, dijo Simón Rodríguez, y una pequeña parte del movimiento obrero argentino, acompañado de vecinos y organizaciones de varios tipos, se dispuso, con numerosas dificultades, a crear. Entre esas dificultades aparece la violencia ejercida por el Estado desde sus fuerzas represivas para impedir la toma de los inmuebles, la negación de los órganos judiciales a reconocer la pertinencia de sus reclamos, la falta de cobertura de los conflictos por los medios de comunicación masivos. Con mayor o menor éxito dependiendo el caso que tomemos, los trabajadores resistieron, ocuparon y produjeron, como en el lema que sostiene el MST brasileño. Es por eso que, habiendo pasado ya más de diez años del estallido de la crisis, a pesar de la supuesta recuperación económica que nuestro país experimenta actualmente, estas unidades productivas siguen existiendo y siguen luchando. Retomando a nuestra anterior fuente, “las condiciones siguieron siendo difíciles para el trabajador y las ERT demostraron estar en condiciones de seguir garantizando el trabajo y una vida digna para sus trabajadores, frente al desastre al que sus antiguos patrones los habían llevado. Y muchos empresarios argentinos, mientras tanto, continuaron con las maniobras fraudulentas para cerrar empresas, especialmente cuando previeron dificultades, como cuando estalló la crisis internacional en 2008. Las empresas recuperadas se fueron haciendo conocidas. Brukman, Zanón, IMPA, Chilavert o el hotel Bauen eran nombres que resonaban en la calle, en las universidades y en los talleres. Por eso, ante la amenaza de cierre de una empresa, los obreros aprendieron que en esos casos no debían abandonarlas, ya tenían los grandes ejemplos que mostraban que el resultado de la lucha era poder vivir sin patrón, sin desocupación. En autogestión.”(pág. 12)

Hay varias preguntas que pueden surgir de este ensayo, que invitamos a los compañeros y compañeras a responder en textos futuros. Algunas de ellas son producto de las propias

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reflexiones de los trabajadores, y son relativas a la posibilidad de supervivencia de este tipo de emprendimientos en el marco de la economía-mundo capitalista, siendo que su mera existencia representa una amenaza a la opresión y un “mal ejemplo” a seguir por los trabajadores del mundo, por ejemplo, en los países europeos que hoy se encuentran en medio de feroces crisis económicas que sólo parecen profundizarse. Otras pueden versar en torno al potencial revolucionario o no de estas experiencias, siendo que corren riesgo de aislarse de los procesos generales de lucha por la necesidad de garantizar su continuidad. Nosotros creemos que esto recién comienza, y muchas de estas preguntas, más allá de producir artículos académicos, serán respondidos por la propia lucha que emprendan los trabajadores implicados y el resto del campo popular, tanto por la dinámica de los acontecimientos como por la capacidad de reflexión que tengan sobre sus propias acciones. Como nos enseño Freire, nadie libera a nadie, nadie se libera solo. Los hombres se liberan en comunión.

Buenos Aires, junio de 2013.

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Bibliografía.

Cuadernos de Educación. (s/f). Cuadernos de Educación N° 46 - Simón Rodríguez: un apasionado de la educación. Caracas: Cooperativa Laboratorio Educativo.

Freire, P. (2002). Pedagogía del oprimido. Buenos Aires: Siglo XXI.

Jauretche, A. (2002). Manual de Zonceras Argentinas. Buenos Aires: Corregidor.

lavaca, C. (2007). Sin Patrón. Buenos Aires: LaVaca Editora.

Marx, C. (1972). Manuscritos de 1844. Buenos Aires: Polémica.

Programa Facultad Abierta - UBA. (2013). Cuadernos para la autogestión #1: Autogestión y cooperativismo. Buenos Aires: Ediciones de la Cooperativa Chilavert.