Todos Somos Una Historia

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Todos somos una, sin duda. Unas parecen una monserga, otras se asemejan más a un discurso, otras tienen un cariz dramático, otras tienen tinte de comedia, pero al final somos todos una madeja de pequeños sucesos que van configurando una historia propia y particular. Es una característica común a todo ser humano. Nuestra vida es un cuento interactivo en el que vamos improvisando el desarrollo y solo tenemos unas líneas directrices por donde movernos con el guión, pero ello basta para elaborar un número de posibilidades infinito. Adicionalmente, aparecen en ella personajes con roles variados e indeterminados, no podemos ponderar con certeza su valencia en nuestro destino hasta que la historia haya concluido. Como protagonistas del cuento lo armamos a la par que lo experimentamos, la vida nos da la oportunidad de ser narrador y a la vez espectador, cosa que sucede con escasa frecuencia en un escenario. Cada capítulo es único e irrepetible, pero deja gratas enseñanzas tanto a nosotros como a quienes nos rodean. No hay fórmulas, no hay retahílas, no hay matutines que se puedan aplicar con resultado satisfactorio una y otra vez. Este cuento de nunca acabar no permite el uso de tales métodos. Es de esperarse que existan momentos de tensión, de relajo, en definitiva contrastes. Cuento que se precie de tal tendrá conflicto en algún momento y se dejará contar con facilidad si es bello. Como narrador oral y cultor de la tradición, he visto que un síntoma de toda persona que está inmersa en el mundo de la leyenda, la historia y el cuento, es que la noción del tiempo se trastoca. El tiempo deja de ser importante cuando se está contando algo, más aún cuando el relato es parte del repertorio emocional de quien lo está construyendo y exponiendo. La vida misma es una historia y vale la pena. ¿Qué te gusta y qué no de ella? ¿Es musicalizada, tiene poesía, es colorida, es ilustrada? ¿Cuántos personajes hay en ella?, ¿Muchos?, ¿Pocos?

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Todos somos una, sin duda. Unas parecen una monserga, otras se asemejan más a un discurso, otras tienen un cariz dramático, otras tienen tinte de comedia, pero al final somos todos una madeja de pequeños sucesos que van configurando una historia propia y particular. Es una característica común a todo ser humano. Nuestra vida es un cuento interactivo en el que vamos improvisando el desarrollo y solo tenemos unas líneas directrices por donde movernos con el guión, pero ello basta para elaborar un número de posibilidades infinito.Adicionalmente, aparecen en ella personajes con roles variados e indeterminados, no podemos ponderar con certeza su valencia en nuestro destino hasta que la historia haya concluido.Como protagonistas del cuento lo armamos a la par que lo experimentamos, la vida nos da la oportunidad de ser narrador y a la vez espectador, cosa que sucede con escasa frecuencia en un escenario.Cada capítulo es único e irrepetible, pero deja gratas enseñanzas tanto a nosotros como a quienes nos rodean. No hay fórmulas, no hay retahílas, no hay matutines que se puedan aplicar con resultado satisfactorio una y otra vez. Este cuento de nunca acabar no permite el uso de tales métodos. Es de esperarse que existan momentos de tensión, de relajo, en definitiva contrastes. Cuento que se precie de tal tendrá conflicto en algún momento y se dejará contar con facilidad si es bello.Como narrador oral y cultor de la tradición, he visto que un síntoma de toda persona que está inmersa en el mundo de la leyenda, la historia y el cuento, es que la noción del tiempo se trastoca. El tiempo deja de ser importante cuando se está contando algo, más aún cuando el relato es parte del repertorio emocional de quien lo está construyendo y exponiendo.La vida misma es una historia y vale la pena.¿Qué te gusta y qué no de ella?¿Es musicalizada, tiene poesía, es colorida, es ilustrada?¿Cuántos personajes hay en ella?, ¿Muchos?, ¿Pocos?¿Habrán dos historias de vida iguales?¿Qué se podrá hacer para nutrir nuestro cuento?¿Y si lográsemos, al igual que un romance medieval o una vieja poesía, ser invulnerables al paso del tiempo?Tendríamos la inmortalidad en nuestras manos.