Tlaloque Nº14

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Año 4 N° 14 Abril-Junio 2014 TLÁLOC ¿QUÉ? Boletín del Seminario

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Tláloc ¿qué? #14contenidos:-El simbolismo sagrado de los cerros y su relación con el poder político-religioso y los rituales de petición de lluvias en el Cerro de Trincheras del Desierto de SonoraJulio Amador Bech-Notas para el estudio del susto en los nahuas prehispánicos y contemporáneos.María del Carmen Macuil García-Evidencia de pinturas rupestres en la cueva de Chicomeatl, en Zacatal Grande, VeracruzAmérica Malbrán Porto y Enrique Méndez Torres

Transcript of Tlaloque Nº14

  • Ao 4 N 14 Abril-Junio 2014

    TLLOC QU? Boletn del Seminario

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    UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO

    Jos Narro Robles

    Rector

    Estela Morales Campos

    Coordinadora de Humanidades

    Renato Gonzlez Mello

    Director del Instituto de Investigaciones Estticas

    Mara Elena Ruiz Gallut

    Titular del proyecto

    Mara Elena Ruiz Gallut

    Amrica Malbrn Porto

    Enrique Mndez Torres

    Editores

    Amrica Malbrn Porto

    Diseo editorial Certificado de reserva de derecho al uso exclusivo

    del ttulo, Direccin General de Derechos de Autor,

    Secretara de Educacin Pblica, nmero ( en

    trmite ) . Certificados de licitud de ttulo y de con-

    tenido, Comisin Certificadora de Publicaciones y

    Revistas Ilustradas, Secretara de Gobernacin,

    nmeros, ( en trmite ) , ISSN ( en trmite ) .

    Las opiniones expresadas en Tlloc Qu? Boletn del

    Seminario El Emblema de Tlloc en Mesoamrica son

    responsabilidad exclusiva de sus autores.

    Tlloc Qu? Boletn del Seminario El Emblema de Tla-

    loc en Mesoamrica es una publicacin trimestral del

    Proyecto PAPIIT: IN401614, Entidades Acuticas en

    Amrica: Las Primeras sociedades, del Instituto de In-

    vestigaciones Estticas de La Universidad Nacional

    Autnoma de Mxico, Circuito Mario de la Cueva s/n,

    Ciudad Universitaria, C.P. 04510, Mxico D.F. Tel. 5622

    -7547 Fax. 5665-4740.

    [email protected]

    Portada y vieta: Lmina 10 Cdice Vindobonensis Mexicanus 1. Fondo de Cultura Econmica, Mxico,1994.

    Consejo Editorial:

    Jorge Angulo Villaseor

    Marie-Areti Hers

    Alejandro Villalobos

    Patrick Johansson K.

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    CONTENIDO

    Presentacin El simbolismo sagrado de los cerros y su relacin con el poder poltico-religioso y los rituales de peticin de lluvias en el Cerro de Trincheras del Desierto de Sonora Julio Amador Bech

    Notas para el estudio del susto en los nahuas prehispni-cos y contemporneos Mara del Carmen Macuil Garca

    Evidencia de pinturas rupestres en la cueva de Chicomeatl, en Zacatal Grande, Veracruz Amrica Malbrn Porto y Enrique Mndez Torres

    Sesiones del Seminario

    p. 6

    p. 8 p.62 p. 79 p. 96

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    PRESENTACIN

    E n esta nueva entrega de nuestro Boletn Tlaloc Qu? Julio Amador Bech

    describe la formacin del sitio arqueolgico Cerro Trincheras, en Sonora, a

    travs de un sistema cultural complejo que permitira el control de mano de

    obra para la modificacin del paisaje cultural en un espacio con condiciones climticas

    adversas lo que debi de haber tenido como antecedente un sistema mitolgico suma-

    mente elaborado. De esta manera se adentra al pensamiento religioso cosmognico de

    las culturas indgenas del norte de Mxico y suroeste de los Estados Unidos.

    En el segundo artculo Mara del Carmen Macuil Garca nos presenta la estructuracin

    del rezo empleado en un poblado del Norte de Morelos por parte de una curandera para

    recuperar el tonalli. Este trabajo resulta de gran importancia debido a que le da el valor a

    la tradicin oral y nos proporciona una propuesta de anlisis etnogrfico.

    En el tercer artculo Amrica Malbrn Porto y Enrique Mndez Torres nos presentan la

    cueva de Chicomeatl, en la sierra de La Zongolica, Veracruz, nos describen sus pinturas

    y grafismos al interior y nos comentan el desuso de ceremoniales dedicados a la Madre

    Tierra a falta de la especialista ritual particular de dicha cueva.

    Esperamos que lo disfruten.

    Los editores

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    Julio Amador Bech1

    Los cerros de Trincheras en el Desierto de Sonora

    C ualquiera que visite el Cerro de Trincheras en la cuenca del ro Magdalena, del noroeste

    del estado de Sonora, en Mxico, se dar cuenta, a kilmetros de distancia, de su defini-

    da presencia visual, destaca por su forma, su tamao y su color caf pardo oscuro (Fig.

    1). Al acercarnos se percibe con claridad la sensacin de escalonamiento que la vista de las terra-

    zas produce. Desde la cima, el dominio visual sobre el territorio circundante y la lejana distancia es

    completo. Elisa Villalpando y Randall McGuire calculan, aproximadamente, 634,856 horas-persona

    para la construccin de todas las estructuras de muros y terrazas en el Cerro de Trincheras, consi-

    derando que los materiales (piedras y tierra de relleno) se tomaron de las inmediaciones

    (Villalpando y McGuire 2004:239; 2009:368-371). Su descripcin de las caractersticas arquitectni-

    cas del Cerro de Trincheras nos permite formarnos una imagen de sus ltimas dimensiones:

    El sitio es visualmente monumental desde un radio de 25 kilmetros. El cerro en s cubre 100

    hectreas que se elevan unos 150 metros sobre el nivel de la actual planicie aluvial. Los ele-

    mentos ms obvios son las ms de 900 terrazas localizadas principalmente sobre la cara norte.

    Algunas de estas llegan a tener de 300 a 400 metros, aunque la mayora miden entre 15 y 30

    metros de largo. La altura de las terrazas vara de unas decenas de centmetros, las que se en-

    cuentran en la base del cerro, hasta los tres metros, aquellas cercanas a la cima. Ms de tres-

    cientas estructuras circulares y cuadrangulares con paredes de hasta un metro de altura apare-

    cen adosadas a algunos muros de las terrazas. Dos estructuras especiales destacan del resto

    de la arquitectura del sitio: la Cancha es un rectngulo con las esquinas redondeadas de 15 por

    57 metros, en la base norte del cerro. La Plaza del Caracol se localiza en la parte oriental de la

    cima, en ella el Caracol ocupa un lugar central, rodeado de estructuras circulares, en un espacio

    EL SIMBOLISMO SAGRADO DE LOS CERROS Y SU RELACIN CON EL PODER POLTICO-RELIGIOSO Y LOS RITUALES DE

    PETICIN DE LLUVIAS EN EL CERRO DE TRINCHERAS DEL DESIERTO DE SONORA

    1. Profesor Titular C de Tiempo Completo, Definitivo, Nivel PRIDE D de la Facultad de Ciencias Polticas y Sociales de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico.

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    cin de grabados rupestres que alcanza la cifra

    de ms de 6000 diseos registrados en un

    rea de 9.5 Km (Amador 2011a; Medina y

    Amador 2012; Villalobos 2003:16).

    En la regin del ro Altar, McGuire y Villalpando

    reportan once cerros de trincheras que contie-

    nen diversos tipos de estructuras, entre las que

    predominan las terrazas en las laderas de los

    cerros (McGuire y Villalpando 1993:76). El ni-

    co cerro de la regin que carece de terrazas

    incluye una estructura de muros en la cima

    (corral) que tiene forma circular y una entrada

    orientada hacia el norte (Ibid.:144-146). Otros

    cuatro cerros comparten estas caractersticas,

    uno de ellos con dos corrales (Ibid.:76). En es-

    tos cerros de trincheras se encontraron, tam-

    bin, muros y basamentos de casas en foso

    abierto delimitado por muros con accesos

    bien definidos. El Caracol tiene muros de

    ms de metro y medio de altura que for-

    man una espiral de 13 por 8 metros, la

    cual semeja la concha de un gasterpodo

    seccionado (Villalpando y McGuire

    2004:230).

    Adems del Cerro de Trincheras, otros sitios

    del noroeste de Sonora muestran una impor-

    tante actividad humana de transformacin del

    paisaje. En los cerros de La Proveedora y San

    Jos, por ejemplo, se construyeron 152 terra-

    zas, de diferentes tamaos, adems de nume-

    rosos senderos, alineamiento de grandes ro-

    cas, aplanado y relleno de zonas de la llanura

    para formar plazas; a este tipo de construccio-

    nes hay que aadir una muy prolfica produc-

    Fig. 1. Cerro de Trincheras. Foto Dito Jacob.

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    piedra) que, debido a su ubicacin, pudieron

    haber servido tanto para realizar observacio-

    nes astronmicas, especialmente sobre un ca-

    lendario de horizonte, como para vigilar el terri-

    torio circundante desde las alturas, dada la vi-

    sibilidad hacia las llanuras y cerros aledaos,

    lo que define una funcin ms: la comunica-

    cin a la distancia. Su forma y posicin indican

    que es muy probable que hayan servido tam-

    bin para fines ceremoniales (Amador, 2011a y

    2011c; Fish y Fish, 2007; Villalpando y McGui-

    re, 2009; Zavala, 2006). Esas estructuras, ubi-

    cadas en las cimas, tienen formas geomtricas

    definidas: espirales -imitando el corte transver-

    sal de un caracol marino-, circulares o elpticas

    (concntricas), cuadradas, rectangulares o

    hexagonales (Fig. 2). Debido a su muy proba-

    ble funcin ritual y a que las formas de las es-

    tructuras se repiten en los diseos del arte ru-

    pestre y de los ornamentos de concha, puede

    deducirse que debi de haber existido un sim-

    bolismo de la forma, asociado a ellas. En algu-

    nos casos como en el Cerro de Trincheras, el

    acceso a la cima parece haber estado restrin-

    gido y protegido por un sistema de muros y te-

    rrazas (Villalpando y McGuire, Op.cit.).

    A pie de cerro se pueden observar metates,

    morteros fijos y manos para el procesamiento

    de alimentos de origen vegetal, as como gra-

    bados rupestres sobre los afloramientos roco-

    sos. En algunos casos, como en La Proveedo-

    (dem.). El cerro de trincheras ms grande de

    la regin es el llamado To Benino, contiene

    290 terrazas, le sigue el cerro llamado La Hor-

    miga con 44 (Ibid.:142).

    Los rasgos ms destacados de los cerros de

    trincheras en el noroeste de Sonora (200-1450

    d.C.) son los asentamientos complejos, asocia-

    dos a las cuencas fluviales y a los cerros volc-

    nicos. En las laderas encontramos terrazas,

    senderos y rampas. Dentro de cada sitio, y de

    una regin a otra, las terrazas varan en tama-

    o y funcin (Braniff, 1992; McGuire y Villal-

    pando, 1993; Villalobos, 2003; Villalpando y

    McGuire, 2009). Pueden haber servido para el

    cultivo de agaves, por ejemplo, para habitacin

    o para albergar talleres de produccin de orna-

    mentos de concha, construyndose distintos

    tipos de estructuras sobre ellas, como en el ca-

    so del Cerro de Trincheras. Incluso, su ubica-

    cin en los distintos niveles de altura de la la-

    dera puede haberse traducido en algn tipo de

    jerarqua social (Villalpando y McGuire,

    Op.cit.). Sobre las laderas pueden encontrarse,

    tambin, grabados rupestres en los afloramien-

    tos rocosos. El grado de densidad en la con-

    centracin de grabados vara de una regin a

    otra, es mucho mayor en la zona del Asuncin

    (La Proveedora, Cerro San Jos, el Deseo, Ce-

    rrito del Ppago) (Amador, Op.cit.).

    Sobre algunas de las cimas se construyeron

    estructuras de muros (corrales y crculos de

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    de observarse en el sitio El Deseo, en la cuen-

    ca del Asuncin (dem.). En el Cerro de Trin-

    cheras, el espacio denominado La Cancha,

    ubicado en la parte inferior de la ladera princi-

    pal, debi de haber jugado una funcin equiva-

    lente (Villalpando y McGuire, Op.cit.). Este tipo

    de espacios poseen una acstica particular

    que facilita y potencia la audicin, lo que pudo

    haber favorecido la realizacin de eventos co-

    munitarios que implicaban el canto, la danza y

    el discurso pblico y es, adems, un rasgo ca-

    racterstico de los grandes centros ceremonia-

    les mesoamericanos (Amador, 2011a; Villal-

    pando y McGuire, 2009).

    Las casas en foso y los hornos para procesar

    agave se presentan tambin en las planicies,

    asociadas a los cerros; stos ltimos son parti-

    ra, a la presencia de metates y morteros se

    asocia cierto tipo de terrazas de forma circular,

    delimitadas por crculos de grandes rocas que

    debieron ser desplazadas para dar forma a es-

    pacios colectivos de trabajo y reunin (Amador,

    2011a y 2011c).

    En las llanuras, inmediatas a los cerros, los ali-

    neamientos de grandes rocas con grabados

    dan lugar a plazas de mayor tamao, pueden

    tener forma circular, elipsoidal, espiral o rectan-

    gular. Lo ms probable es que funcionaran co-

    mo espacios colectivos de reunin, tal es el ca-

    so del Cerro San Jos, cuya plaza, ubicada en

    la parte sur de la ladera oeste, de forma elip-

    soidal, mide 50 x 60 m (Amador, 2011a) (Fig.

    3). Un espacio de caractersticas semejantes,

    con forma de plaza circular a pie de cerro pue-

    Fig. 2. Estructuras de muros sobre las ci-mas de los cerros de trincheras. Google Earth.

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    nen su mbito regional.

    La transformacin cultural del paisaje en los Cerros de Trincheras y su significado

    Como hemos visto, los cerros de trincheras

    constituan localidades elevadas y prominentes

    que pudieron haber funcionado como marca-

    dores visuales sobresalientes en el paisaje,

    dominando los asentamientos comunes, tal

    vez, jugando un papel simblico, semejante a

    los montculos, las pirmides y los centros ce-

    remoniales, construidos en sitios elevados por

    las culturas mesoamericanas (Fish y Fish,

    2007; Haury, 1976; Nelson 2007; Odonovan

    2002; Villalpando y McGuire, 2004 y 2009; Za-

    vala, 2006). El patrn repetitivo y el carcter

    masivo de las terrazas en algunos sitios, como

    cularmente caractersticos de los sitios ubica-

    dos en la cuenca del ro Altar (McGuire y Villal-

    pando, 1993). En superficie es comn encon-

    trar restos de herramientas lticas -talladas y

    pulidas-, de ornamentos de concha y de algu-

    nas de las cermicas diagnsticas (Lisa de va-

    rios tipos; Prpura/Caf; Prpura/Rojo y Poli-

    croma). La distribucin y concentracin de los

    elementos diagnsticos vara de un sitio a otro

    (Braniff, 1992; McGuire y Villalpando, 1993;

    Villalobos, 2003; Villalpando y McGuire, 2009).

    Todos estos elementos crean un patrn cultu-

    ral comn que se manifiesta con variaciones

    definidas en cada sitio, dentro de la regin de

    los ros Magdalena-Altar-Asuncin-Concep-

    cin. Este conjunto de caractersticas da forma

    a lo que denomino Tradicin Trincheras y defi-

    Fig. 3. La Plaza, Cerro San Jos. Foto Dito Jacob.

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    gundo momento, la construccin de las estruc-

    turas sobre los cerros se presenta como un ac-

    to deliberado para exaltar sus rasgos naturales

    de monumentalidad y, en consecuencia, contri-

    buye a poner de manifiesto el poder del grupo

    que las construy y su dominio sobre el territo-

    rio circundante, desde la cima.

    Tanto en el caso del Cerro de Trincheras como

    en el de La Proveedora, los aspectos referidos

    (tamao, ubicacin y geomorfologa) deben de

    haber jugado un papel simblico decisivo para

    ser escogidos como lugares idneos para

    construir asentamientos, pues, adems de los

    aspectos prcticos, la monumentalidad natural

    de los cerros, su forma y color que destacan a

    kilmetros de distancia, imponen una actitud

    de admiracin y reverencia. Probablemente,

    primero fueron sitios sagrados de peregrinaje

    ceremonial cclico, espacios para las grandes

    congregaciones estacionales y, slo ms tar-

    de, lugares de habitacin permanente. Al res-

    pecto, Ben Nelson propone una genealoga del

    proceso que la monumentalizacin de los ce-

    rros de trincheras pudo haber seguido:

    La cima, como construccin social, co-

    menz siendo un sitio sagrado natural, ubi-

    cado en un circuito ritual. Adecuada para la

    sacralizacin, debido a sus connotaciones

    cosmolgicas de encuentro entre la tierra y

    el cielo, la cima se convirti en un lugar pa-

    ra sancionar los cambios estacionales y ce-

    en el Cerro de Trincheras, crean un efecto vi-

    sual de escalonamiento de las laderas de los

    cerros que es visible a la distancia (Fig.1). Su

    monumentalidad puede asociarse a la exhibi-

    cin del poder del grupo que los construy y

    del dominio estratgico de los cerros sobre los

    valles adyacentes (Nelson, 2007; Zavala,

    2006).

    En el caso de La Proveedora y el Cerro San

    Jos, la abundancia de grabados sobre los

    afloramientos rocosos que son visibles desde

    la llanura inmediata, as como la construccin

    de plazas y el alineamiento de grandes rocas

    son tambin formas evidentes de transforma-

    cin cultural del paisaje. Tales procedimientos

    pueden ser comprendidos a partir de las cate-

    goras que proponen varios autores: a) place-

    crafting, concepto que, en ausencia de una tra-

    duccin literal, podemos entender como trabajo

    cultural o trabajo artesanal-artstico sobre los

    sitios (Nelson, 2007); b) simbolismo del paisaje

    y arte del paisaje (landscape art) (Whitley,

    1998); c) estrategias de visibilizacin, en parti-

    cular, exhibicin y monumentalizacin (Criado

    Boado, 1991).

    Las decisiones que llevaron a la seleccin de

    cerros especficos deben de haberse tomado,

    primero, en funcin de la relacin directa que

    se estableca entre su presencia monumental

    (tamao, ubicacin y geomorfologa) y el

    carcter sagrado que se les atribua. En un se-

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    1998; Whitley, 2011). A estas orientaciones

    heursticas podemos agregar que la herme-

    nutica posibilitar contrastar los elementos

    surgidos de los mtodos anteriores y dar co-

    herencia y sistematicidad al conjunto de la in-

    terpretacin (Durand, 1971, 1993; Gadamer,

    1999; Ricoeur, 1999, 2003, 2006).

    La gran tarea que supuso la construccin de

    los cerros de trincheras, realizada bajo condi-

    ciones climticas extremas, nos lleva a pregun-

    tarnos acerca de la organizacin social que

    produjo esas obras colectivas. En esta cues-

    tin quedan implicados varios aspectos sustan-

    tivos, entre los que destacan la escala social

    de los grupos y sus formas de organizacin

    poltica.

    Esas obras slo fueron posibles a partir de una

    complejidad social mayor a la de las aldeas

    dispersas, no slo por la cantidad del trabajo

    humano implicado, sino, tambin, por su cali-

    dad. Adems del diseo y la ingeniera, supu-

    sieron una bien organizada red de relaciones

    polticas que exiga conocimientos especializa-

    dos y relaciones de poder que justificaran la

    existencia de una lite con la autoridad sufi-

    ciente para ejercer el mando y ser capaz de

    llevar a cabo la direccin y supervisin de las

    tareas constructivas.

    Para el conjunto de la regin que abarca el

    complejo Cultural Trincheras, en la cuenca flu-

    vial de los ros Magdalena-Altar-Asuncin-

    lestiales, as como los ritos de paso. Con el

    transcurso del tiempo y sin un resultado pal-

    pable, los especialistas rituales quedaron

    asociados al lugar, conforme su significado

    cambiaba. Para realzar la efectividad de las

    ceremonias y preservar la memoria de los

    significados asociados, se ocuparon de la

    construccin de pequeos monumentos in-

    dividuales, como ofertorios y gnmones.

    Sus propios entierros pudieron haberse

    convertido en esos monumentos, fijndolos,

    de esa manera, en la memoria colectiva,

    como ancestros idealizados de la comuni-

    dad (2007:234 [la traduccin es nuestra]).

    La interpretacin del simbolismo asociado a la

    transformacin cultural del paisaje (estructuras

    arquitectnicas y arte rupestre) de sociedades

    que desaparecieron hace siglos, sin haber de-

    jado una tradicin oral que pueda ser atribuida

    a ellos con certeza, ni registro etnogrfico algu-

    no, es una tarea sumamente difcil. En estos

    casos, cuando no existe informacin testimo-

    nial o documental disponible, los mtodos que

    permiten un anlisis formal sistemtico como la

    arqueologa de paisaje, la arqueoastronoma,

    el anlisis estilstico e iconogrfico del arte ru-

    pestre y los mtodos comparativos, como la

    analoga etnogrfica y el contraste con los ma-

    teriales etnohistricos son el nico camino po-

    sible a seguir (Amador, 2007; Broda, 2004;

    Criado Boado, 1991; Taon y Chippindale,

  • 15

    dos en las tres terrazas superiores de la ladera

    norte, a las que se les dio el nombre de El Mi-

    rador, arrojan la conclusin de que la presen-

    cia importante de cermica decorada, orna-

    mentos de concha (anillos y pendientes deco-

    rados), cuentas de piedra y concha, y pipas de

    cermica reflejan el uso de ciertos bienes de

    lujo, propios de un grupo de lite (Villalpando y

    McGuire Op.cit.:186, 190 y 192). Asimismo, el

    anlisis de la forma y ubicacin espacial de El

    Mirador parecen confirmar esta hiptesis, pues

    desde ah se domina la visibilidad de toda la

    ladera norte del cerro; uno de sus niveles se

    asocia con una funcin administrativa y otra

    con la probable residencia del lder del Cerro

    de Trincheras (Ibid.:192).

    El ejercicio del poder y la autoridad requieren

    siempre de elaboraciones culturales sofistica-

    das que lo fundamenten y legitimen. Se trata

    de lo que Geertz (2000) ha llamado la cons-

    truccin simblica de la autoridad. Las lites

    gobernantes justifican su existencia y ordenan

    sus acciones en trminos de colecciones de

    historias, ceremonias, insignias, formalidades y

    accesorios que han heredado o, en situaciones

    ms revolucionarias, inventado (Ibid.:124). De

    acuerdo con Berger y Luckmann, la totalidad

    del orden institucional debe ser coherente, en

    trminos de significado, para todos aquellos

    que participan en los diferentes procesos insti-

    tucionales (1967:92).

    Concepcin, el Cerro de Trincheras es el nico

    en el cual las estrategias constructivas de mo-

    numentalizacin y exhibicin de las estructuras

    de terrazas aparecen en su forma ms eviden-

    te y lograda. La funcin poltica de destacar el

    poder del grupo que llev a cabo su construc-

    cin, supone, asimismo, la exaltacin del poder

    de los lderes que encabezaron esas obras. El

    liderazgo implica, de suyo, jerarquas y diferen-

    cias sociales. De tal suerte, al interior de las

    estructuras de terrazas del sitio, tal jerarqua

    debe poder distinguirse. Es as que aparece

    una bien definida diferenciacin en tamao,

    forma, ubicacin y materiales asociados en los

    distintos niveles de las terrazas de la ladera

    norte del cerro, que es la principal, lo que ha

    llevado a proponer la hiptesis de una diferen-

    ciacin social interna que se manifiesta en el

    registro arqueolgico mediante esas carac-

    tersticas (Villalpando y McGuire, Op.cit.:78,

    192). Esta idea puede sustentarse tambin en

    lo expresado por Geertz sobre la cuestin: en

    el centro de toda sociedad organizada con un

    cierto grado de complejidad existen tanto una

    lite que gobierna, como un conjunto de for-

    mas simblicas que estn ah para poner de

    manifiesto no slo que esa lite gobernante

    est presente sino que, adems, gobierna

    (2000:124).

    En particular, los resultados de la recoleccin,

    excavacin y anlisis de los materiales halla-

  • 16

    mento trascendente (Alcina Franch, 1992;

    Amador, 2004; Broda, 1978; Campbell, 1991

    [1962]; Cassirer, 1992 [1946]; Frankfort, 1993

    [1948]; Geertz, 2000 [1983]; Huizinga, 1981

    [1931]).

    Apoyndose en lo escrito por Broda (1978),

    Alcina Franch sintetiza de manera muy clara

    este planteamiento cuando destaca que el po-

    der en una sociedad compleja y estratificada

    como la mexica tena una importancia que iba

    ms all de las relaciones interpersonales e

    interclasistas y constitua uno de los ncleos

    de mayor peso en su organizacin poltica y

    social. El ritual, particularmente el culto guerre-

    ro, fortaleca la posicin dominante de la noble-

    za dentro de Tenochtitlan. Ms an, la funcin

    de gobernar estaba asociada directamente con

    el mantenimiento del orden csmico, y el dis-

    curso poltico con la cosmovisin, tal como lo

    reflejan las abundantes metforas csmicas

    que se utilizaban para referirse al soberano

    mexica (Alcina Franch, 1992:161-171; Broda,

    1978:221-255).

    Cazeneuve distingue claramente dos etapas,

    en la primera, el liderazgo aparece, dentro de

    sociedades, tradicionalmente igualitarias, como

    algo que rompe la norma, en una segunda eta-

    pa se invierte el procedimiento y la diferencia

    se convierte en la norma:

    El jefe, objeto de tabes particulares, es

    tratado, en efecto, como un personaje in-

    Los rasgos evidentes de una monumentaliza-

    cin y exhibicin intencionadas que se expre-

    san mediante la visibilidad de las construccio-

    nes arquitectnicas, aparecen de manera clara

    y manifiesta en el Cerro de Trincheras. En su

    agudo anlisis sobre este fenmeno, Ben Nel-

    son (2007) aclara que la monumentalizacin

    juega un papel poltico bien definido que tiene

    la funcin de enaltecer el poder del grupo de

    lite local. Dicha exaltacin tuvo que haberse

    sustentado sobre la base de un previo discurso

    mtico-religioso, referido al simbolismo csmico

    de los lugares elevados como montes y cerros,

    sobre el que, ms tarde, se montara un discur-

    so poltico para justificar y ennoblecer el poder

    de la lite (dem.). Ese modo de proceder es

    descrito por Geertz cuando sostiene que las

    lites gobernantes localizan, definen y dan for-

    ma al centro alrededor del cual se desenvol-

    ver la vida social, adems, establecern su

    conexin con las cosas trascendentes y mar-

    carn su territorio con todos los signos rituales

    de la dominacin poltica (Geertz , Op.cit.:125).

    Se trata de un fenmeno poltico que se ha da-

    do de manera manifiesta, no slo entre las li-

    tes de Mesoamrica, sino en numerosos ejem-

    plos, entre los que destacan el antiguo Egipto,

    Mesopotamia y las monarquas de la Europa

    medieval. El discurso que justifica el ejercicio

    del poder se sustenta sobre la base de un pre-

    vio discurso religioso que lo dota de un funda-

  • 17

    religiosa debi servir para dotar de sentido al

    gran esfuerzo que implicaron las labores colec-

    tivas, as como para la construccin simblica

    de la autoridad que defini y justific una rela-

    cin determinada entre medios y fines, entre

    dirigentes y dirigidos. Es muy probable que los

    aspectos mtico-religiosos hayan jugado un pa-

    pel primordial, especialmente en la construc-

    cin de los espacios ceremoniales. Tanto a ni-

    vel universal, en el caso de las sociedades pre-

    modernas, como a nivel de las tradiciones cul-

    turales indgenas de la regin del norte de

    Mxico y del suroeste de los Estados Unidos

    que conocemos, las narrativas mticas han

    cumplido la funcin de dotar de sentido y justi-

    ficar a las instituciones y a las prcticas socia-

    les (Amador, 2004 y 2011b; Bahr, 1994, 2001;

    Campbell, 1991 [1962]; Cassirer ,1992 [1946];

    Eliade, 1994; Frank, 1994; Parsons, 1996

    [1939]; Underhill, 1939, 1946, 1948).

    A partir del anlisis de las caractersticas ob-

    servadas en los cerros de trincheras del noro-

    este de Sonora durante las estancias de inves-

    tigacin de campo, y partiendo de las categor-

    as de la arqueologa de paisaje, as como del

    estudio de los testimonios etnogrficos y los

    documentos etnohistricos regionales, propon-

    go una hiptesis: no se puede explicar la enor-

    me tarea constructiva en los cerros volcnicos

    (terrazas, rampas, plataformas y senderos, es-

    pacios domsticos, espacios ceremoniales, ob-

    slito, extrao a las normas; su contacto es

    tan peligroso como el de una cosa impura.

    Esto hace pensar que surgi en una socie-

    dad igualitaria e indivisa, de modo tal que

    se le consider una anomala.

    Desde el principio escapaba a la norma

    comn, y, por ello, era inquietante, numino-

    so []. Si el jefe poda ser a la vez impuro

    y mgicamente poderoso, ello se deba

    ms bien a que se encontraba por sobre el

    nivel de la norma []. Es necesario sea-

    lar, sin embargo, que la sublimacin reli-

    giosa pudo invertir esa situacin: el rey,

    considerado un personaje anormal en una

    sociedad clnica de tradicin igualitaria, se

    presentara con el andar del tiempo, muy

    por el contrario, como la encarnacin del

    equilibrio social de la regla-, y dejando de

    ser mago, recibira una nueva consagra-

    cin: la de un dios (1971:72-73).

    Teniendo en mente la especificidad cultural, la

    escala social y el grado de diferenciacin jerr-

    quica interna de la sociedad, en relacin con el

    fenmeno poltico mexica y el menos desarro-

    llado proceso de formacin de las clases so-

    ciales, ocurrido en el Cerro de Trincheras, po-

    demos comprender el sentido en el cual se es-

    bozan los posibles paralelismos. En particular,

    destacamos que, respecto de las tareas de

    construccin, un cierto tipo de discurso polti-

    co, sustentado sobre la base de una cosmovi-

  • 18

    han existido, a nivel universal, en las categor-

    as de pensamiento mtico y cosmolgico de

    las principales tradiciones religiosas de China,

    la India, Asia oriental y occidental, Mesoamri-

    ca y Europa (2002:48). Retoman de Needham

    la categora de pensamiento correlativo, y lo

    definen como la propensin general a organi-

    zar la informacin natural, socio-poltica y cos-

    molgica en conjuntos altamente organizados

    de sistemas de correspondencias (2002:49).

    Las estructuras correlativas aparecen en

    todo el mundo en los sistemas mgicos,

    astrolgicos y de adivinacin premoder-

    nos; en los diseos de aldeas, ciudades,

    templos y complejos de plazas; en los sis-

    temas abstractos referidos al orden de los

    dioses, los demonios y los santos; en los

    sistemas numerolgicos formales; en las

    cosmologas jerrquicas y temporales; y

    en muchos sistemas similares (Farmer,

    Henderson y Witzel, 2002:49 [traduccin

    nuestra]).

    De acuerdo con estos autores, hacia los ini-

    cios de nuestra era, en todo el mundo los ti-

    pos dominantes de sistemas correlativos ya

    haban aparecido y guiaran el pensamiento

    cosmolgico durante los tiempos tradiciona-

    les, incluidas las fuertemente estratificadas

    tradiciones mesoamericanas precolombi-

    nas (2002:50 [traduccin nuestra]). Un exten-

    so cuerpo de evidencia demuestra que los sis-

    servatorios, sistemas defensivos y arte rupes-

    tre), bajo las condiciones climticas extremas

    del desierto, sin que dicha construccin estu-

    viera inmersa en un sistema cultural complejo

    que proveyera a la comunidad con metas co-

    lectivas que trascendieran la mera satisfaccin

    de las necesidades inmediatas de alimenta-

    cin, abrigo y defensa; propsitos colectivos

    que, muy probablemente, estuvieron fundados

    en elaboraciones culturales sofisticadas, las

    cuales debieron integrarse dentro de un siste-

    ma mitolgico sumamente elaborado.

    A su vez, es una caracterstica universal de los

    sistemas mitolgicos el poseer un conjunto de

    mitos especializados, denominados cosmog-

    nicos, cuya funcin primordial es la de dotar a

    la comunidad con una explicacin acerca del

    origen del mundo y de todo lo que existe; ah

    se narra el origen del universo, de la tierra y de

    todos los seres vivos (Amador, 2004 y 2011b;

    Eliade, 1994 [1963]; Eliot, et. al., 1990; Len-

    Portilla, 1983 [1956]; Lpez Austin, 1996 [1990]

    y 1999 [1994]). Ese sistema de ideas se expre-

    sa en esquemas cosmolgicos que describen

    la estructura del universo. Es en tal sentido que

    interpreto las palabras de Durkheim: No hay

    religin que no sea una cosmologa al mismo

    tiempo que una especulacin sobre lo divi-

    no (1992 [1912]:14).

    Farmer, Henderson y Witzel han mostrado con

    toda claridad las profundas homologas que

  • 19

    mento se encargarn de las tareas sustantivas

    de la creacin, reemplazando al dios originario;

    3) creacin del Cielo y de la Tierra; 4) creacin

    de los seres vivos. El mito oodham sigue un

    patrn comn a los mitos de origen de los

    nahuas, de los mayas quichs, de los hopis y

    de los zunis que consiste en un concepto ccli-

    co de creaciones y destrucciones sucesivas

    (Amador 2011b; Bahr 1994, 2001; Courlander

    1987; Garibay 1979; Garza, de la 1998; Len-

    Portilla 1983; Lpez Austin 1996, 1999; Par-

    sons 1996; Popol Vuh, 1971).

    De los mitos de origen oodham se deriva una

    cosmologa bien definida: en el plano horizon-

    tal una nocin cuatripartita del espacio, deter-

    minada por los cuatro rumbos del universo y

    un centro; a cada direccin csmica le corres-

    ponde un color: Este: blanco, Oeste: negro,

    Norte: amarillo, Sur: azul. Dentro de ese es-

    quema predomina el eje Este-Oeste, regido

    por el movimiento solar. En el plano vertical el

    cosmos est subdividido en tres dimensiones:

    Cielo, Tierra e Inframundo. Cielo y Tierra, Sol y

    Luna, hombre y mujer aparecen como manifes-

    taciones de un principio csmico dual de

    opuestos complementarios (masculino-

    femenino) que subyace y mueve a todo lo que

    existe. Los mismos principios-energas esen-

    ciales rigen al Cosmos, a los seres vivos y a la

    vida social (Amador, 2011b; Bahr, 1994, 2001;

    Curtis ,1993; Lloyd, 1911; Russell, 1980; Sax-

    temas correlativos evolucionaron de modo si-

    milar en diferentes civilizaciones del mundo

    (2002:51).

    Una revisin cuidadosa de los sistemas mitol-

    gicos de las culturas indgenas del norte de

    Mxico y suroeste de los Estados Unidos nos

    muestra con toda claridad la validez de estas

    premisas: sus sistemas mitolgicos contienen

    un conjunto de narrativas que podemos definir

    como mitos cosmognicos y de los mismos se

    derivan conceptos cosmolgicos que se ponen

    de manifiesto en los rituales, en una simbolog-

    a del paisaje y en la estructura de los asenta-

    mientos: ubicacin, forma, distribucin y orien-

    tacin. Esta sustantiva relacin conceptual que

    se ha establecido entre los espacios construi-

    dos y el esquema cosmolgico es especial-

    mente vlida para los lugares que son conside-

    rados como sagrados y que tienen una funcin

    ceremonial: se trata de la presencia de estruc-

    turas correlativas en el pensamiento religioso

    de esos grupos.

    As, por ejemplo, en el mito cosmognico de

    los grupos oodham del desierto de Sonora,

    observamos una creacin csmica en cuatro

    etapas: 1) creacin del Cosmos por la divinidad

    principal, que hasta entonces haba permaneci-

    do inactiva, en una especie de ter indiferen-

    ciado y catico; 2) creacin de mundos, fases

    y dimensiones de la existencia, en particular,

    de dioses secundarios que, a partir de ese mo-

  • 20

    to en la seleccin de los sitios habitables como

    en su configuracin concreta. La relacin mti-

    co-simblica entre el paisaje y las estructuras

    fundamentara y dara origen a prcticas ritua-

    les especficas.

    Es muy probable que esas estructuras correla-

    tivas, que son universales y que, adems, se

    han observado de manera bien definida tanto

    en las tradiciones mticas de Mesoamrica co-

    mo de los grupos indgenas del periodo histri-

    co del Noroeste/Suroeste, hayan estado pre-

    sentes en el pensamiento mtico de la Tradi-

    cin Trincheras. Me refiero a sus rasgos gene-

    rales, no a su contenido concreto, que est de-

    terminado por la historia especfica de cada

    grupo. Difcilmente podr objetarse la existen-

    cia de una mitologa compleja, de un conjunto

    de mitos cosmognicos de los que se derivara

    una cosmologa y de la proyeccin de esos

    conceptos mticos sobre el paisaje y sobre la

    organizacin cultural del espacio habitado.

    Ms an, en el periodo en el cual se construy

    la ltima fase del Cerro de Trincheras (1300-

    1450) la organizacin social y poltica de sus

    habitantes debi mostrar una tendencia hacia

    una creciente complejidad, diferenciacin y es-

    tructuracin jerrquica interna que debe de

    haberse expresado en formas de pensamiento

    ms sofisticadas.

    Fundamos nuestras hiptesis en observacio-

    nes realizadas en los sitios, y partimos de la

    ton y Saxton, 1973; Underhill,1946).

    Respecto de la relacin entre los mitos de ori-

    gen y las ideas que rigen la fundacin de los

    asentamientos, entre los tohono oodham, por

    ejemplo, existen cuatro grupos dialectales

    (archi o aacti, kuhatk, huhuhra y kokolotli) defi-

    nidos tanto por las pequeas diferencias lin-

    gsticas como por su ubicacin geogrfica, en

    torno a cuatro pueblos originarios, cuya for-

    macin se explica en el llamado: mito de la

    Emersin (Underhill, ibid.:59-69). Destaco, en

    ese sentido, que se trate de cuatro pueblos ori-

    ginarios que se ubican en una distribucin este

    -oeste/norte-sur y que su origen est asociado

    directamente con algunos de los eventos fun-

    damentales de sus narrativas mticas. Este es-

    quema cuatripartito determina la importancia

    esotrica del nmero cuatro, definiendo que

    todas las repeticiones rituales como recitacin

    y canto, nmero de das que debe durar una

    ceremonia de purificacin se den de cuatro en

    cuatro o a partir de mltiplos de cuatro.

    Desde esa perspectiva, cabe preguntarse si las

    formas y relaciones espaciales (ubicacin,

    orientacin, distribucin, visibilidad y morfolo-

    ga) de las estructuras arquitectnicas, cons-

    truidas sobre los cerros de trincheras, adems

    de obedecer a los fines prcticos definidos, son

    la expresin simblica de esquemas cosmol-

    gicos. De ser as, los sistemas mticos debie-

    ron de haber jugado un papel fundamental tan-

  • 21

    Probable orientacin de estructuras arqui-

    tectnicas con fenmenos astronmicos

    En primer lugar, tenemos, en el Cerro de Trin-

    cheras la orientacin de ciertas estructuras ar-

    quitectnicas, por ejemplo, los muros en forma

    de V que se hallan en la cima y que de acuer-

    do con Villalpando y McGuire, parecen definir

    posiciones para observar la salida del sol en

    los solsticios:

    La cima del cerro tal vez fue un centro ad-

    ministrativo o ceremonial accesible slo a

    unos cuantos habitantes y usado slo en

    tiempos o ceremonias especiales. El recin-

    to inclua la Plaza del Caracol hacia el ex-

    tremo este y el pico ms elevado hacia el

    oeste. El nico elemento presente en este

    pico es un muro en V que apunta hacia la

    salida del sol en el solsticio de invierno. Un

    poco ms abajo en la cara norte de este

    pico, otro muro en V apunta a la salida del

    sol en el solsticio de verano, dos elementos

    ms que confirman la estructura compleja

    del asentamiento (Villalpando y McGuire,

    Op.cit.:238).

    Esta hiptesis coincide en su orientacin gene-

    ral con lo propuesto por Ivan prajc: Las

    orientaciones [de estructuras arquitectnicas]

    se refieren, por lo regular, a fenmenos obser-

    vables en el horizonte, es decir, a los puntos

    de salida y puesta de los cuerpos celes-

    tes (2001:296).

    idea que ciertos aspectos, a la vez bsicos y

    esenciales de los sistemas de pensamiento

    pueden inferirse de las caractersticas que asu-

    me la relacin que se da entre el paisaje y las

    estructuras culturales. Desde mi punto de vista,

    la organizacin cultural del paisaje en los ce-

    rros de trincheras no es casual ni arbitraria,

    obedece a dos factores decisivos, presentes

    en los restos arqueolgicos: a) los factores

    prcticos (economa y vida domstica cotidia-

    na) que determinan una organizacin eficiente

    de los recursos y dispositivos culturales; b) los

    aspectos religiosos (mticos y rituales), que de-

    terminan una organizacin simblicamente sig-

    nificativa de las estructuras y espacios cultura-

    les. Lejos de oponerse, los dos aspectos pare-

    cen complementarse y yuxtaponerse en un to-

    do armnico, organizado de manera funcional,

    en trminos prcticos, y simblicamente signifi-

    cativa, en trminos religiosos (Amador, 2011a

    y 2011c).

    Con fundamento en la astronoma cultural

    que incluye a las perspectivas arqueolgica y

    etnogrfica (Aveni 2008:6)- y en la arqueologa

    de paisaje, podemos proponer varios aspectos

    que pueden indicar una relacin entre la es-

    tructura de los asentamientos y un simbolismo

    del paisaje, asociado a ciertas prcticas de ob-

    servacin astronmica y a probables concep-

    tos cosmolgicos.

  • 22

    dor de una atenta observacin y representa-

    cin grfica de los cuerpos celestes (Ballereau

    1988, 1991). Ballereau sostiene que: los

    smbolos astronmicos pueden identificarse

    con facilidad, y se relacionan con la luna, el sol

    y las estrellas. Su gran nmero y su distribu-

    cin uniforme en el sitio ponen de manifiesto

    que la observacin del cielo desempeaba un

    papel importante entre los pueblos del noroes-

    te de Mxico (Ballereau, 1988:28) (Fig.4).

    A la hiptesis de Ballereau podemos agregar la

    de Marc Thompson (2006:165-183), quien sos-

    tiene que Venus, concebido como la Estrella

    Matutina y la Estrella Vespertina, fue amplia-

    mente representado dentro de las tradiciones

    indgenas prehispnicas del Suroeste como

    una cruz con un permetro exterior, y de la cual

    muestra ejemplos en el arte rupestre de Nuevo

    Mxico. Afirma que:

    Las culturas de Mesoamrica y el Suroes-

    te compartieron una constelacin de ras-

    gos que se asocian a conceptos y repre-

    sentaciones grficas de Venus. Estos ras-

    gos incluyen orientaciones hacia el lucero

    del amanecer y el lucero del atardecer,

    personificaciones masculinas, combina-

    ciones del simbolismo de la estrella con el

    de la serpiente y asociaciones con la idea

    de dualidad y con la guerra (Thompson,

    2006:177 [la traduccin es nuestra]).

    De la forma y la ubicacin de ciertas estructu-

    ras de muros puede inferirse una probable fun-

    cin ritual y un simbolismo especfico, atribuido

    a las cimas. As por ejemplo, en el complejo de

    sitios arqueolgicos, estructurados en torno al

    Cerro de Trincheras, habr que tener en consi-

    deracin que eran varias estructuras de muros

    las que tenan un probable uso ceremonial. So-

    bre el Cerro de Trincheras: la Plaza del Cara-

    col, La Cancha, El Caracolito. En las cimas de

    los cerros aledaos al Cerro de Trincheras en-

    contramos estructuras de muros de piedra con

    formas geomtricas regulares (circulares, elip-

    soidales y cuadrangulares) que siguen un

    patrn repetitivo (Fish y Fish, 2007; Zavala,

    2006) (Fig. 2). Esas estructuras de corrales y

    crculos de piedra tambin estn presentes en

    las cimas de algunos cerros de trincheras, en

    las cuencas del ro Altar y del ro Asuncin

    (Amador, 2011a; McGuire y Villalpando, 1993).

    Probables representaciones de fenmenos astronmicos en los grabados rupestres Otro aspecto que apunta hacia la observacin

    de fenmenos astronmicos y un probable re-

    gistro de estos en el arte rupestre es la hipot-

    tica representacin de diversos astros (Sol, Lu-

    na, Venus y estrellas) en los petrograbados de

    los cerros de la Proveedora y San Jos, que

    propone el astrofsico Dominique Ballereau. De

    poderse demostrar, sera un importante indica-

  • 23

    Fig. 4. Petrograbados con representaciones del Sol, la Luna y Venus. Fotos Dito Jacob.

  • 24

    ba quieto por cuatro das, empezando con el

    da que las Plyades se ponan al atardecer.

    Tanto entre los akimel oodham como entre los

    tohono oodham, el periodo de cuatro das del

    solsticio de invierno era considerado sagrado,

    se trataba de las cuatro noches ms largas del

    ao, durante las cuales, los guardianes de la

    tradicin (siniyawkum) relataban los mitos de

    origen de manera oficial a la comunidad (Bahr,

    1994:282; Underhill, 1939:125).

    Los akimel oodham tienen puntos definidos de

    observacin de los movimientos anuales del

    sol, en referencia a un calendario de horizonte,

    situado en la Sierra de la Estrella (Russell,

    Op.cit.). Los tohono oodham conocan muchas

    estrellas, con las cuales formaban constelacio-

    nes que tenan nombres definidos. La cuenta

    de las fases lunares y los principales eventos

    del calendario eran memorizados por un espe-

    cialista de la comunidad, quien los grababa en

    un palo calendario, que es una vara de

    sahuaro, pino o sauce, con muescas mne-

    motcnicas, que ayudan a su poseedor a re-

    cordar los eventos registrados; siguiendo las

    muescas con el pulgar, a travs del bastn, de

    arriba hacia abajo, se recuerdan los eventos

    grabados. Las muescas siguen una simbologa

    personal que slo cada guardin del calendario

    conoce (Underhill, Op.cit.:126).

    El hecho de que los oodham hayan llevado un

    registro minucioso de los fenmenos astron-

    Tanto en La Proveedora como en el Cerro San

    Jos podemos encontrar la misma figura de la

    cruz con permetro exterior que Thompson re-

    fiere como representacin de Venus en los gra-

    bados rupestres que describe (Fig.4). Las hip-

    tesis de Ballereau y Thompson pueden con-

    trastarse con ciertas prcticas del periodo

    histrico. Existen registros etnogrficos bien

    definidos sobre la observacin de los fenme-

    nos astronmicos por los diversos grupos

    oodham, los sintetizamos a continuacin.

    Entre los tohono oodham y los akimel oodham

    se contaba con un calendario lunar de 12 13

    meses, siendo ms probable que el de 13 me-

    ses provenga de una tradicin ms antigua, sin

    influencia europea (Russell, 1980; Underhill

    1939). Durante el da, la hora se indicaba a

    partir de la posicin del sol, en la noche se de-

    terminaba por la posicin de las Plyades. A

    las Plyades, los tohono oodham les llaman

    Las Viajeras y son stas las que se utilizaban

    para determinar las estaciones del ao, las ac-

    tividades a realizar durante el ciclo agrcola y

    las fechas de ciertas festividades (Underhill,

    Ibd.:125).

    Los solsticios de verano e invierno eran obser-

    vados rigurosamente. El primero daba origen a

    la cacera ritual del venado bura y durante el

    segundo se llevaba a cabo la fiesta de recita-

    cin de las tradiciones mticas; se pensaba que

    durante el solsticio de invierno el Sol se queda-

  • 25

    te rupestre (Ibid.:221). As, por ejemplo, Bost-

    wick reporta dos sitios cercanos a Phoenix

    (Shaw Butte y South Mountain Park) en los

    cuales se encontraron series de trece puntos o

    crculos pequeos, grabados sobre los aflora-

    mientos rocosos, piensa que pueden represen-

    tar la cuenta de los meses (Bostwick y Krocek,

    2002:184, 186; Bostwick y Plum, s/f en lnea).

    En el sitio que estudiamos, La Proveedora, en-

    contramos petrograbados formados por series

    de puntos que pueden referirse a la observa-

    cin del ciclo lunar o de lneas con muescas de

    diversas formas (lneas rectas o pequeos

    tringulos) que pueden referirse a cuentas ca-

    lendricas (Fig.5).

    Sobre la observacin de los solsticios y su im-

    portancia ritual entre los grupos pueblo, Elsie

    Clews Parsons destaca que las posiciones ex-

    tremas del sol se alcanzan en esos momentos,

    en el solsticio de verano, la posicin ms extre-

    ma al norte y en el de invierno, la posicin ms

    extrema al sur: Estos puntos que son los ms

    distantes, son visitados por el Sol durante cua-

    tro das, antes de volver de regreso en su mar-

    cha, es el momento adecuado para recibir las

    ofrendas de bastones de rezo de sus hijos.

    Siendo un hombre inestable, el Sol debe ser

    auxiliado en su recorrido; debe ser girado o

    tirado de regreso (1996:180 [traduccin

    nuestra]). De manera semejante a los

    oodham, en los grupos pueblo, durante el

    micos, valindose de esos medios mnemotc-

    nicos, puede apoyar la hiptesis de un posible

    registro equivalente por medio de los grabados

    rupestres en periodos anteriores. Sin embargo,

    sabemos muy bien que un registro de esas ca-

    ractersticas no es demostrativo de prcticas

    equivalentes entre los grupos de la Tradicin

    Trincheras, sino slo apoyan los argumentos

    que las hacen ms probables.

    En relacin con estos tipos de registros de las

    fases lunares y los meses lunares, encontra-

    mos importantes analogas entre los oodham y

    los diversos grupos pueblo, principalmente

    hopis y zunis. Michael Zeilik describe prcticas

    de registro de las fases lunares entre los pue-

    blo, cita a Stevenson (s/f), quien report que en

    San Ildefonso, un especialista de la comunidad

    (observador de la luna) llevaba el registro de

    las fases lunares por medio de muescas talla-

    das sobre una piedra plana que era depositada

    en una cmara ceremonial. Mientras que entre

    los hopis y zunis se utilizaba un bastn calen-

    dario, de la misma manera que entre los

    oodham (Zeilik 2008:219-220).

    Zeilik propone que los calendarios tradicionales

    estaban formados por trece meses lunares y

    que cada cultura haca ajustes particulares pa-

    ra coordinar el calendario lunar con el solar;

    sugiere, tambin, la posibilidad de que, bus-

    cando el contexto arqueolgico adecuado, ser-

    a posible ubicar marcas equivalentes en el ar-

  • 26

    ones mticas, rituales y calendricas oodham y

    pueblo, as como de los registros arqueolgi-

    cos y arqueoastronmicos pueblo, hohokam y

    trincheras apuntan hacia una unidad cultural

    regional (Noroeste-Suroeste) con particularida-

    des especficas, dentro de cada grupo.

    Representaciones del quincunce

    A ese conjunto de observaciones astronmicas

    que acabamos de describir, debemos aadir

    las representaciones de los rumbos del univer-

    so (smbolo del quincunce) que hemos visto

    tallado en los grabados rupestres de numero-

    sos sitios de Trincheras de las cuencas fluvia-

    les del Magdalena, el Altar y el Asuncin

    solsticio de invierno, los hombres mayores re-

    latan a los jvenes sus mitos de origen: el mito

    de la Emersin (Parsons, 1996:215).

    Orin y las Plyades son las constelaciones

    ms conocidas por los pueblo, son las que de-

    finen el tiempo durante las ceremonias noctur-

    nas; en la Tradicin Tewa, llaman a las prime-

    ras estrellas del invierno y a las segundas

    estrellas del verano (Ibid.:182). Las estrellas

    son observadas por los Jefes de las aldeas y

    en Jemez se piensa que son Espritus, proba-

    blemente, todos los grupos pueblo dotan a la

    Galaxia y a todas las estrellas de un carcter

    divino, antropomrfico (dem.).

    Las importantes coincidencias entre las tradici-

    Fig. 5. Grabado con puntos, probable registro del ciclo lunar. Foto Dito Jacob.

  • 27

    cin que su forma simboliza los cuatro rumbos

    del universo y el centro, punto de contacto en-

    tre el cielo y la tierra. Las lneas diagonales y

    los puntos extremos estn determinados por

    las posiciones solares al amanecer y al atarde-

    cer, durante los solsticios de verano e invierno

    y representan los ejes sobre los que se mueve

    el sol de un horizonte a otro, durante los solsti-

    cios.

    Siguiendo lo expuesto por Kler sobre el signo

    calendrico ollin, de origen Preclsico, prajc

    destaca que representaba precisamente las

    direcciones hacia los cuatro puntos solsticiales

    (Cerro de la Nana, Atil, La Proveedora, Cerro

    San Jos, El Deseo y Cerrito del Ppago); re-

    presentaciones que seran una evidencia de

    conceptos cosmolgicos expresados mediante

    smbolos visuales en el arte rupestre, esto es

    lo que, siguiendo a Leroi-Gourhan (1971) lla-

    mamos mitograma: una figura sinttica, por

    medio de la cual se representa un conjunto de

    complejos conceptos mitolgicos, en este ca-

    so, cosmolgicos (Fig. 6).

    El simbolismo del quincunce resulta particular-

    mente pertinente en relacin con las observa-

    ciones astronmicas, si se toma en considera-

    Fig. 6. Panel con petrograbados, dos en forma de quincunce, Cerro San Jos. Foto Dito Jacob.

  • 28

    cuatro aos permiten constatar que durante el

    solsticio de verano, el sol sale detrs del panel

    y se alinea perfectamente con la recta que fun-

    ciona como eje del petrograbado en forma de

    quincunce (Bostwick y Krocek, 2002:192-196).

    Guevara y Mendiola atribuyen a la figura del

    quincunce, presente en las tradiciones Casas

    Grandes de Chihuahua, el significado de

    representacin de los puntos recorridos por el

    sol durante el ao en el horizonte (Guevara,

    et. al, 2008:139); aparece en la cermica de

    Paquim, (1060-1340 d.C.), as como en los

    grabados rupestres del sitio Arroyo de los Mo-

    nos (Mendiola y Lazcano, 2006). En el caso de

    los sitios de trincheras en el noroeste de Sono-

    ra la representacin del quincunce en el arte

    rupestre es comn a todos ellos (Amador,

    2011a).

    Las observaciones astronmicas y su rela-cin con los fenmenos meteorolgicos, las actividades productivas y las prcticas rituales Otro camino para evaluar la probabilidad de la

    observacin astronmica sistemtica entre los

    grupos Trincheras sera el de contrastarla con

    las prcticas mesoamericanas y de otros gru-

    pos del Noroeste/Suroeste, desde el punto de

    vista de una probable analoga, y establecer,

    as, su lugar en relacin con el conjunto de

    prcticas a las que tradicionalmente ha estado

    vinculada: la coordinacin del calendario con

    en los horizontes oriente y poniente, refirindo-

    se al movimiento anual del Sol (2001:281).

    Agrega que El glifo maya del Sol (kin), smbo-

    lo floral con cuatro ptalos, probablemente tie-

    ne las mismas races (dem.). Ms an, un

    buen nmero de testimonios etnogrficos de

    diferentes culturas indgenas modernas

    tambin indican que las llamadas esquinas del

    mundo, o los rumbos cardinales mesoame-

    ricanos han de haber coincidido con los puntos

    solsticiales en el horizonte (dem.).

    Parece que estos rumbos, como importan-

    tes referencias espaciales en el cmputo

    del tiempo, estn plasmados tambin en

    las imgenes en la pgina 1 del cdice Fe-

    jervary-Mayer y en las pginas 75 y 76 del

    Cdice Madrid; ambos dibujos representan

    esquemas calendricos evidentemente co-

    locados en el plano terrestre, ya que se in-

    dican los lados cardinales del cielo (norte,

    sur, este y oeste), correctamente distribui-

    dos en el espacio; puesto que tambin se

    encuentran marcadas las direcciones inter-

    cardinales, stas probablemente corres-

    ponden a los puntos solsticiales (dem.).

    Tanto en el caso del sitio Four Pillars, en la lo-

    calidad de Twin Buttes, cerca de la ciudad de

    Phoenix, como en el caso de La Proveedora,

    aparecen representaciones del quincunce en

    los grabados rupestres. Las observaciones

    realizadas por Todd Bostwick en el curso de

  • 29

    vimientos solares a lo largo del ao: la gran

    mayora de las terrazas se sitan sobre la la-

    dera norte. Todos estos elementos sugieren

    tanto la aplicacin prctica como un probable

    uso religioso de cierto tipo de observaciones y

    conocimientos astronmicos y podran ser indi-

    cadores de expresiones de su cosmovisin en

    la cultura material. Al interior de esa cosmovi-

    sin, el simbolismo de los cerros y lugares ele-

    vados debi haber jugado un papel fundamen-

    tal y estara estrechamente relacionado con los

    fenmenos astronmicos observados y siste-

    matizados dentro de un sistema de categoras

    cosmolgicas.

    La observacin de los astros result, por

    una parte, en una serie de conocimientos

    exactos. Por la otra, el orden celeste, por

    parecer invariable y perfecto, lleg a consi-

    derarse superior al orden terrenal y huma-

    no; esta nocin dio origen a una enorme

    variedad de mitos que explican el orden

    universal y a creencias segn las cuales los

    acontecimientos en la Tierra se ven afecta-

    dos por los fenmenos observados en el

    cielo. Ambas clases de ideas y representa-

    ciones [] estn en un determinado grupo

    social ntimamente relacionadas entre s y

    articuladas en un todo relativamente con-

    gruente; forman parte de una visin estruc-

    turada del universo, es decir, de la cosmo-

    visin (Ibid.:274-275).

    las actividades productivas, la periodicidad de

    las temporadas de lluvia de las que dependan

    las cosechas, los ciclos de las plantas silves-

    tres alimenticias y de los animales de presa; y

    la relacin del calendario y los ciclos producti-

    vos con el ritual.

    La observacin de los cuerpos celestes,

    que permite computar el tiempo y, por tanto,

    predecir los cambios estacionales en la na-

    turaleza, lleg a ser particularmente nece-

    saria en el origen de la agricultura, ya que

    este modo de subsistencia requiere el debi-

    do ordenamiento y la planeacin de las la-

    bores en el ciclo anual. Por consiguiente,

    los conocimientos astronmicos ofrecan

    una ventaja adaptativa a la sociedad que

    contaba con mejores especialistas en la

    materia, puesto que posibilitaban una eco-

    noma ms eficaz; es por ello que la astro-

    noma adquiri gran importancia en los es-

    tados tempranos, contribuyendo a la legiti-

    macin del poder del estrato gobernante.

    En este sentido, las civilizaciones prehisp-

    nicas de Mesoamrica no representan nin-

    guna excepcin (prajc, Op.cit.:274).

    Otros aspectos, aparentemente ms simples

    parecen dar cuenta de este tipo de observacio-

    nes en el Cerro de Trincheras como la cons-

    truccin de las terrazas habitacionales y agr-

    colas en las zonas de menor insolacin, lo que

    implicaba la cuidadosa observacin de los mo-

  • 30

    para que los preparativos rituales puedan

    llevarse a cabo, de manera apropiada y

    puedan intercalarse, adecuadamente, las

    ceremonias solares con las lunares. Tpi-

    camente, el ciclo ceremonial se extiende a

    lo largo del ao y las observaciones sola-

    res y lunares, conducidas por los oficiales

    religiosos apropiados, definen el momento

    de los rituales, que se presentan en una

    secuencia tal que, el fin de una ceremonia

    marca el inicio de la siguiente (Zeilik,

    Op.cit.:202-203 [traduccin nuestra; cursi-

    vas en el original]).

    Tambin referido al caso de los grupos pueblo,

    Parsons explica que el calendario ritual estaba

    basado en las observaciones lunares y sola-

    res, siguiendo el principio de que una ceremo-

    nia deba ser seguida por otra, en un orden

    bien definido, previamente fijado, orden que

    tambin estaba en funcin del ciclo econmico

    estacional: agrcola, del tejido, de la guerra, de

    la caza y de la construccin de casas y edifi-

    cios (1996:493).

    Entre los sitios del Suroeste con fenmenos

    astronmicos estudiados y bien definidos po-

    demos citar los siguientes: el Can del Chaco

    en Nuevo Mxico (Sofarer, 2007 y Sofarer, et.

    al. 2008), Shaw Butte y South Mountain en las

    cercanas de Phoenix, Arizona (Bostwick y Ba-

    tes, 2006; Bostwick y Krocek, 2002; Bostwick y

    Plum, Op.cit.).

    Este tipo de asociacin entre el simbolismo mi-

    tolgico y los fenmenos astronmicos obser-

    vados, parece haber estado presente en otros

    sitios de la regin (Noroeste/Suroeste) y ha si-

    do estudiada ampliamente, desde la perspecti-

    va de la astronoma cultural. Segn Michael

    Zeilik, las diversas funciones que cumplan las

    observaciones astronmicas entre los grupos

    pueblo ancestrales dieron origen a tres mto-

    dos diferenciados para observar los fenmenos

    astronmicos:

    En general, debemos distinguir entre los

    propsitos astronmicos y las prcticas

    astronmicas (que se derivan de esos

    propsitos). En el contexto pueblo del

    Suroeste, la astronoma sirve a los

    propsitos de establecer y validar: 1) di-

    recciones sagradas y patrones csmi-

    cos, 2) mitologa csmica, 3) ciertos si-

    tios rituales y templos, 4) el calendario

    ritual y el agrcola, y 5) las fechas para

    la caza y la recoleccin. Estas finalida-

    des deseadas propiciaron el desarrollo

    de calendarios de horizonte, marcadores

    de luz y sombra, y contadores de fases

    lunares para registrar el calendario. La

    principal tarea de la observacin del ca-

    lendario se centra en los mtodos para

    anticipar las fechas de las festividades.

    Las ceremonias de los pueblo deben

    anunciarse con anticipacin suficiente

  • 31

    tado alineada con la salida del sol en el solsti-

    cio de invierno y la puesta del sol en el solsticio

    de verano (Bostwick y Plum en lnea). Sobre

    la cara plana de la roca se grabaron 13 crcu-

    los con marcas de puntos sobre ellos, distribui-

    dos de forma espiral, los autores creen que el

    nmero de los crculos puede referirse al ca-

    lendario de 13 meses lunares de los oodham y

    que los solsticios se registraban a travs de un

    sistema de sombras y cuchillas de luz, proyec-

    tadas sobre los grabados, durante esos dos

    eventos. La presencia de petrograbados y

    orientaciones astronmicas de estructuras pa-

    recen confirmar la funcin de observatorio del

    sitio (Bostwick y Plum en lnea). Acerca de las

    observaciones lunares puedo agregar que en

    el cerro de La Proveedora del noroeste de So-

    nora, encontramos una roca con petrograba-

    dos en forma de puntos circulares que pueden

    referirse a observaciones del mes lunar (Fig.

    5).

    En el tercer caso, South Mountain Park, se en-

    contraron tambin los tipos cermicos dia-

    gnsticos hohokam de los periodos Colonial y

    Sedentario Temprano (850-1050 d.C.). Bost-

    wick y Krocek reportan en el sitio, una multipli-

    cidad de dispositivos culturales, diseados pa-

    ra un registro calendrico preciso de los solsti-

    cios, ya sea por observaciones de alineaciones

    de los paneles grabados con la salida y puesta

    del sol, como por fenmenos de luz y sombra,

    En el primer caso, Sofarer afirma que la gente

    de Chaco, que habit la rida cuenca de San

    Juan, en Nuevo Mxico, entre el 850 y el 1130

    d.C., desarroll una elaborada forma de regis-

    trar y conmemorar los ciclos solares y lunares,

    por medio de diversas formas: 1) mediante la

    alineacin astronmica de importantes edificios

    con las posiciones extremas y medias de los

    ciclos solar y lunar (construcciones que pare-

    cen haber tenido una funcin fundamentalmen-

    te ritual); 2) a travs de la orientacin del Gran

    Camino del Norte; 3) en el caso del sol, por el

    registro de un sistema de sombras y de rayos

    de luz, proyectados sobre un grabado rupestre

    en forma de espiral, durante los solsticios, y

    sobre una doble espiral en los periodos inter-

    medios (equinoccios); en el caso de las posi-

    ciones extremas del ciclo lunar de 18.6 aos,

    por un sistema de sombras proyectadas sobre

    un grabado espiral (Sofarer, et.al., 2008:xiii-xv).

    En el segundo caso, Todd W. Bostwick y Stan

    Plum reportan un sitio elevado en la cuenca de

    Phoenix que, debido a su ubicacin y a la pre-

    sencia de restos de los tipos cermicos dia-

    gnsticos de los periodos Colonial y Sedentario

    Temprano (850-1050 d.C.), se ha atribuido a

    los hohokam. Se caracteriza por una estructura

    de muros en forma oval (23 x 29m.), hecha con

    piedras sobrepuestas sin argamasa, mide 1m

    de alto y 1m de grueso. En su interior, una roca

    de 1.4 x 1.8 x 0.75 m, situada al centro, ha es-

  • 32

    cursivas en el original]).

    En el caso del Cerro de La Proveedora en el

    desierto de Sonora, podemos destacar una es-

    tructura de muros de piedra sin argamasa que

    se construy sobre la cima norte (Fig. 7). El

    conjunto de la estructura imita un diseo que

    aparece repetido numerosas veces en los pe-

    trograbados. La estructura mide 52 x 21 m. y

    tiene una forma hexagonal alargada con dos

    entradas. La que se encuentra en el lado norte

    mira hacia el este y la que se encuentra en el

    lado sur mira hacia el oeste. Los accesos norte

    y sur son angostos y estn asociados con pe-

    queos muros de piedra cuadrangulares que

    se cierran hacia el interior. El desplante arqui-

    tectnico representa, imita o asemeja una figu-

    ra en forma de doble C encontrada que em-

    bona una dentro de la otra (Amador y

    Medina, 2007).

    Sostenemos la hiptesis de que la utilizacin

    de este recurso morfolgico posea un signifi-

    cado simblico bien definido. Es probable que

    la forma y la posicin de esta estructura arqui-

    tectnica tuvieran la funcin de reforzar un ras-

    go cultural de identidad grupal, que sera des-

    tacado tanto por el simbolismo de la forma ge-

    omtrica del muro como por el del cerro y el de

    su posicin sobre la cima (dem.). Desde el in-

    terior de la estructura de muros se tiene visibili-

    dad tanto hacia el este como hacia el oeste,

    donde se encuentra el Golfo de California, a 70

    proyectados sobre los paneles de grabados en

    las fechas definidas. Dentro del sitio destaca,

    en particular, Four Pillars, donde los dos tipos

    de fenmenos: alineacin con paneles graba-

    dos y proyeccin de luces y sombras sobre

    ellos, se pueden observar con claridad y fueron

    registrados a lo largo de cuatro aos de obser-

    vacin sistemtica (Bostwick y Krocek

    2002:192-198).

    Podemos concluir que la astronoma cultural,

    que implicaba cuidadosas observaciones as-

    tronmicas, formas especficas de registrarlas,

    personas especializadas, encargadas de llevar

    a cabo estas actividades, una relacin directa

    del calendario con el ritual y con las activida-

    des productivas, era comn al noroeste/

    suroeste y a Mesoamrica. Sin embargo, vale

    la pena destacar las diferencias ms definidas

    para presentar un panorama ms preciso. De

    acuerdo con Michael Zeilik:

    Una comparacin general de las prcticas

    de los pueblo histricos, al contrastarse

    con las actividades de los mayas y de las

    culturas del centro de Mxico mostrara

    que el suroeste careca de: 1) calendarios

    escritos, 2) un sistema numrico de cuen-

    ta larga, 3) calendario ritual de 260 das,

    4) atencin detallada a las conjunciones

    de Venus, 5) un sistema de portadores

    del ao y 6) pasajes cenitales del sol

    (Zeilik, Op.cit.:222 [traduccin nuestra;

  • 33

    y del uso de los dispositivos de Google Earth y

    del software: Calendar Magic V 15.8 se ha

    comprobado que sobre los dos horizontes

    (Este y Oeste) se puede observar el ciclo solar

    anual completo (solsticios y equinoccios) en

    sus salidas y puestas, dando lugar a un calen-

    dario anual confiable (Medina, 2010) (Fig. 7).

    Tanto el tramo sur del muro este como el tra-

    mo norte del muro oeste estn orientados en

    una direccin Norte-Sur casi perfecta y su per-

    pendicular permite definir el eje: Este-Oeste,

    fijado por los muros norte y sur, de esta mane-

    ra, las orientaciones de los muros estn per-

    fectamente bien definidas y constituyen un sli-

    do argumento en relacin con sus posibles fun-

    Km. en lnea recta, a travs de la llanura desr-

    tica, y a 85 Km., siguiendo los ros Asuncin y

    Concepcin. Hacia el este se ubica el valle in-

    mediato al cerro de la Proveedora, en la distan-

    cia lejana se encuentra un macizo de cerros

    volcnicos al noreste de Pitiquito y otro perte-

    neciente a la regin de Altar que pudieron ser-

    vir como calendario de horizonte, sobre el cual

    se observaran las posiciones del sol naciente

    a lo largo del ao (Medina, 2010; Quiroz,

    2012). De la misma manera, el horizonte oeste

    es completamente visible desde el interior del

    muro, permitiendo observaciones de calendario

    de horizonte de las posiciones solares en el

    ocaso. A partir de observaciones desde el sitio

    Fig. 7. Estructura de muros en la cima del Cerro Norte de La Proveedora con orientaciones y obser-vaciones astronmicas, Rossana Quriroz y Calen-dario de horizonte, Adriana Medina Vidal.

  • 34

    carcter que pudieron asumir tanto las obser-

    vaciones astronmicas, como de otros fenme-

    nos naturales, realizadas por las diversas cul-

    turas del Mxico prehispnico, y sus conse-

    cuencias para la configuracin de las estructu-

    ras arquitectnicas, su relacin con el paisaje y

    sus funciones rituales. Si bien no se refieren

    especficamente a la regin del noroeste de

    Mxico, consideramos que existe suficiente

    evidencia, como trataremos de demostrar, para

    considerar vlidas algunas de sus conclusio-

    nes para los casos que estudiamos. La misma

    autora ha propuesto un anlisis comparativo

    sistemtico entre los paisajes rituales de los

    indios pueblo y de los mexicas (Broda, 2004).

    Al respecto y siguiendo a Nowotny y Schaafs-

    ma, ha definido una metodologa clara, ponien-

    do de manifiesto que no se trata de comparar

    rasgos aislados, sino de comparaciones que

    se refieran a elementos estructurales relevan-

    tes que comparten ambas reas (2004:266).

    En funcin de esas consideraciones, define lo

    que entiende por paisajes rituales:

    Los paisajes rituales se refieren a la ri-

    tualidad que giraba alrededor de las

    montaas sagradas, los peascos, las

    rocas talladas y los petrograbados. En

    muchos casos, estos lugares de culto se

    vinculaban con la astronoma y la obser-

    vacin solar. En un sentido ms general

    se trataba de una geografa a la que sus

    ciones de observacin astronmica. Al respec-

    to queremos citar lo expuesto por Ivan prajc

    sobre las orientaciones de estructuras y la rela-

    cin de dicha orientacin con las observacio-

    nes astronmicas en Mesoamrica:

    Considerando que los edificios normal-

    mente tienen plantas aproximadamente

    rectangulares, sus orientaciones pueden

    describirse con azimuts de las lneas

    norte-sur o este-oeste, que correspon-

    den a uno u otro par de los lados parale-

    los del rectngulo. Por lo tanto, la orien-

    tacin de un edificio de planta rectangu-

    lar contiene, en realidad, cuatro direccio-

    nes con el potencial significado astron-

    mico. Tomando en consideracin las

    lneas este-oeste, observamos que la

    mayora de sus azimuts se encuentran

    dentro del ngulo de desplazamiento

    anual del Sol por el horizonte [] lo que

    significa que las orientaciones han de

    referirse mayormente a determinadas

    fechas del ao trpico sealadas por las

    posiciones correspondientes del Sol en

    el horizonte (2000:296).

    Desde esta perspectiva, y habiendo estableci-

    do las diferencias especficas entre las tradi-

    ciones mesoamericanas y las del Noroeste/

    Suroeste, me parecen especialmente pertinen-

    tes algunas de las orientaciones tericas des-

    arrolladas por Johanna Broda para entender el

  • 35

    ma, definicin de la temporada de lluvias y de

    la temporada seca; actividades productivas y

    rituales, derivadas del calendario y asociadas

    directamente con l. El tercer aspecto define

    los conceptos cosmolgicos que entraran en

    juego en relacin con los diferentes elementos

    de los sitios y de las actividades asociadas.

    En funcin de que he descrito en detalle las

    caractersticas de los sitios pertenecientes a la

    Tradicin Trincheras, pasar al anlisis de: a)

    las relaciones de las distintas actividades entre

    s, b) las relaciones de estas ltimas con la

    cosmovisin y, finalmente, c) un anlisis del

    sitio que integre todos los aspectos. En primer

    trmino, retomo la manera en la cual Broda

    destaca la importancia que en Mesoamrica

    asumi: la observacin sistemtica y repetida

    a travs del tiempo de los fenmenos naturales

    del medio ambiente que permite hacer predic-

    ciones y orientar el comportamiento social de

    acuerdo con estos conocimientos (1991:462).

    Ms an, este tipo de saber daba origen a la

    formacin de especialistas que eran los depo-

    sitarios de la funcin y de la autoridad, tanto

    para interpretar los fenmenos naturales ob-

    servados, como para definir los tiempos y mo-

    dalidades que deban adoptar las prcticas ri-

    tuales, las actividades productivas y la guerra.

    En todos estos ejemplos citados podemos ob-

    servar la accin decisiva de las estructuras co-

    rrelativas que establecen sistemas de corres-

    habitantes le atribuan un carcter sagra-

    do, y de un culto a la piedra (2004:270).

    A partir de la integracin de todos los elemen-

    tos descritos hasta ahora, se logra una sntesis

    ms compleja que permite contrastar las tradi-

    ciones mesoamericanas con las del Noroeste/

    Suroeste a partir de categoras bien definidas

    que se refieren a las relaciones establecidas

    entre: a) las caractersticas de los paisajes ri-

    tuales, b) la manera en la cual se vinculan con

    diferentes tipos de prcticas culturales y c) los

    aspectos de la cosmovisin que se ponen de

    manifiesto en la interaccin de ambos (paisajes

    rituales y prcticas culturales). As, podemos

    definir el tipo de elemento del paisaje ritual que

    nos interesa analizar, como los cerros, montes

    y sitios elevados, en general, especficamente,

    aquellos sitios elevados, con construcciones

    que han sido objeto de un trabajo cultural de

    transformacin del paisaje (placecrafting). El

    anlisis supone la definicin de las caractersti-

    cas del sitio elevado (geomorfologa); el tipo, la

    forma, la ubicacin, la orientacin y las relacio-

    nes internas de las estructuras arquitectnicas

    construidas; y su relacin con otros aspectos

    de intervencin cultural sobre el paisaje como

    el arte rupestre o los relieves tallados sobre las

    rocas o muros. El segundo aspecto define el

    tipo de actividad asociado con el sitio: observa-

    ciones astronmicas y la creacin de calenda-

    rios que se deriva de estas; prediccin del cli-

  • 36

    funcin religiosa: fiestas de peticin de lluvia y

    abundancia, por ejemplo. Articulacin compleja

    entre magia, ciencia y religin que Malinowski

    y Lvi-Strauss han demostrado ampliamente

    (Lvi-Strauss, 1994; Malinowski, 1994) y que

    podemos constatar en las culturas precolombi-

    nas de todo el Continente americano. Esos

    procesos de articulacin compleja entre formas

    de vida y cosmovisin pueden ser comprendi-

    dos en el sentido expuesto por Lpez Austin:

    La cosmovisin es un conjunto estructurado

    de sistemas ideolgicos que emana de los di-

    versos campos de accin social y que vuelve a

    ellos dando razn de principios, valores y

    tcnicas []. Como la cosmovisin se constru-

    ye en todas las prcticas cotidianas, la lgica

    de esas prcticas impregna la cosmovi-

    sin (1999:16).

    Tal como lo destaca Broda, y numerosos estu-

    dios lo confirman el da de hoy, sabemos con

    toda seguridad que para las culturas precolom-

    binas de Amrica, la observacin de la natura-

    leza inclua conocimientos detallados y siste-

    mas de clasificacin bien estructurados acerca

    de temas que hoy estudian las ciencias moder-

    nas como la astronoma, la geografa, la clima-

    tologa, la qumica, la botnica, la zoologa y la

    medicina, entre las principales. Las observa-

    ciones astronmicas eran registradas en ins-

    cripciones, estelas y textos jeroglficos; el tiem-

    po y el espacio eran coordinados con el paisa-

    pondencias entre los distintos rdenes de la

    realidad: astronmico, biolgico y antropolgi-

    co (econmico, poltico, mitolgico y ritual). En-

    contramos una explicacin semejante a la que

    proponen Farmer, Henderson y Witzel en las

    palabras de Clifford Geertz:

    La percepcin de la congruencia estruc-

    tural entre una serie de procesos, activi-

    dades, relaciones, entidades, etc., y otra

    serie que obra como programa de la pri-

    mera, de suerte que el programa pueda

    tomarse como una representacin o

    concepcin de lo programado un

    smbolo-, es la esencia del pensamiento

    humano. La posibilidad de esta transpo-

    sicin recproca de modelos para y mo-

    delos de que la formulacin simblica

    hace posible es la caracterstica decisi-

    va de nuestra mentalidad (1997:92).

    Geertz insiste, adems, en que los smbolos y

    sistemas de smbolos que definen las disposi-

    ciones religiosas son los mismos que colocan

    esas disposiciones en un marco csmi-

    co (Ibid.:95). A partir de aqu podemos enten-

    der que la observacin sistemtica de los di-

    versos procesos naturales influy en la cons-

    truccin de una cosmovisin, de modo que, co-

    nocimientos precisos que tienen funciones

    prcticas, como el calendario y su influencia en

    las actividades econmicas, se confunden con

    elementos mticos y rituales, que tienen una

  • 37

    lluvias y de los mantenimientos, entre otros

    muchos de sus atributos. A l estaban dirigi-

    das, principalmente las ceremonias relaciona-

    das con la solicitacin de lluvias y cosechas

    abundantes. Los rituales de peticin de lluvias

    ponen al descubierto la relacin que exista en-

    tre los conocimientos que se tenan sobre el

    ciclo del agua y el esquema cosmolgico tri-

    partito del plano vertical del universo: Cielo-

    Tierra-Inframundo. Veamos, paso a paso,

    cmo se daba esa articulacin:

    El dios mexica Tlloc no era slo el

    patrn de la lluvia y de las tormentas, si-

    no que tambin de los cerros; en este

    sentido era un antiguo dios de la tierra.

    Se deca que la lluvia proceda de los ce-

    rros en cuyas cumbres se engendraban

    las nubes. Para los mexica las montaas

    eran sagradas y se conceban como dei-

    dades de la lluvia. Se les identificaba con

    los tlaloque, seres pequeos que produ-

    can la tormenta y la lluvia, y formaban el

    grupo de los servidores del dios Tlloc

    []. Estos aspectos de los tlaloque como

    dioses de los cerros que viven en cuevas

    al interior de la tierra, conectan la natura-

    leza del dios con el antiguo culto mesoa-

    mericano de la tierra []. Tambin los

    tlaloque se vinculan ntimamente con la

    agricultura, y eran considerados los due-

    os originales del maz y de los dems

    je por medio de la orientacin de edificios y si-

    tios ceremoniales; las principales fechas del

    curso anual del Sol se fijaban mediante puntos

    de referencia en el horizonte, dentro del cual

    las montaas jugaban un papel determinante

    (Broda, 1991:463).

    Encontramos en esta prctica sistemtica una

    importante homologa cultural entre Mesoam-

    rica y el Suroeste/Noroeste: los procedimientos

    de alineamiento y orientacin de estructuras

    arquitectnicas coincide con las prcticas me-

    soamericanas, a estas se agregan los fenme-

    nos de proyeccin de luces y sombras sobre

    edificios, muros y petrograbados. Junto con

    Broda podemos afirmar que es posible estable-

    cer una relacin sistemtica entre la observa-

    cin de los fenmenos naturales, la utilizacin

    prctica de esos conocimientos, la cosmovi-

    sin, el calendario y el ritual. En segundo lugar,

    que un aspecto privilegiado en el cual se po-

    nen de manifiesto estas relaciones se refiere al

    clima y al ciclo agrcola, con los cuales se vin-

    culan elementos esenciales de la cultura y la

    cosmovisin: 1) relacin con la astronoma; 2)

    con los fenmenos climatolgicos; 3) con los

    ciclos agrcolas; siendo la preocupacin funda-

    mental la lluvia y la fertilidad (Ibid.:464-465).

    A partir de la Historia general de las cosas de

    la Nueva Espaa (Sahagn, 1975) y de nume-

    rosos documentos y estudios posteriores, sa-

    bemos que el dios Tlloc era el donador de las

  • 38

    los seres acuticos que habitan en la

    oscuridad de las cuevas se ofrezcan al

    inicio de la temporada de lluvias. Estos

    cultos son la razn de que, en un ampl-

    simo radio territorial, muchas elevacio-

    nes topogrficas posean nombres de

    profundo significado mtico (Ibd.,

    2009:17).

    Hasta donde lo muestran las evidencias mate-

    riales, los agricultores mesoamericanos imagi-

    naban que el axis mundi era el motor de los

    procesos de cultivo (Ibid.:167). A partir de una

    muy extensa investigacin y el estudio exhaus-

    tivo de las fuentes, los autores proponen un

    modelo del cosmos acorde con el pensamiento

    mesoamericano, dentro del cual el Monte Sa-

    grado ocupa un lugar fundamental. Sin embar-

    go, no es una estructura esttica: es un prota-

    gonista, un Poder que acta a travs de su

    Dueo, que lo gobierna y es la personificacin

    del edificio csmico. El Dueo se auxilia en

    sus funciones de gran cantidad de seres me-

    nores que adoptan diversas figuras, principal-

    mente de animales y, entre estos, de serpien-

    tes (Ibid.:170). De acuerdo con los autores,

    los principales procesos son: la salida, paso

    superior, ocaso y paso inferior de los cuerpos

    astrales, cuyo arquetipo es el Sol, que define el

    ciclo luz-oscuridad; el paso del tiempo; el ciclo

    vida-muerte; el de las fuerzas de germinacin y

    crecimiento; los ciclos del agua, el rayo, las nu-

    alimentos. Los hombres adquiran acce-

    so al alimento bsico mediante el culto a

    Tlloc. Se supona que el maz, las de-

    ms plantas comestibles, y las riquezas

    en general eran guardados en cuevas

    dentro de los cerros (Broda, 1991:466,

    470 y 471).

    Ya Caso haba destacado que, segn los mexi-

    cas, el agua de las lluvias se almacenaba en

    grandes cuevas que haba en las montaas y

    que sta brotaba, luego, por los manantiales,

    as, es muy comn observar en la escritura je-

    roglfica la representacin del cerro con una

    caverna llena de agua en su interior; agrega

    que siempre que hay un pequeo cerro aisla-

    do en medio de un valle, se tiene la seguridad

    de hallar restos arqueolgicos que demuestran

    el culto al dios de la lluvia (Caso, 1953:60).

    Lpez Austin y Lpez Lujn (2009) constatan

    la sobrevivencia de tales tradiciones entre nu-

    merosas comunidades indgenas del presente,

    refiriendo en particular los rituales celebrados

    durante el mes de mayo en el oriente de More-

    los, frente a una cueva sagrada en el cerro lla-

    mado Coatpec, cuyo nombre significa: en el

    cerro de las serpientes (Ibid.:15).

    Las prcticas religiosas pueden variar,

    pero es comn que los montes conside-

    rados dispensadores de las aguas reci-

    ban la veneracin de los pueblos y alde-

    as vecinas, y que los dones agrcolas a

  • 39

    cerros, que en su cosmovisin se conec-

    taba por vetas subterrneas con el mar.

    El mar fue concebido como el huey atl,

    el agua grande, o ilhuica atl, el agua

    celeste (Sahagn), donde el mar se jun-

    taba con el cielo. Esta cosmovisin era

    muy antigua en Mesoamrica y se halla

    reflejada en multitud de ofrendas por to-

    da el rea que la arqueologa ha rescata-

    do desde el Preclsico. Esa misma cos-

    movisin sigui manifestndose en la

    gran cantidad de fauna marina enterrada

    en las ofrendas del Templo Mayor: su

    simbolismo se explica si recordamos que

    el mar, para los mexicas, era el smbolo

    de la fertilidad absoluta (Broda, 2009:63).

    La detallada y cuidadosa investigacin de Leo-

    nardo Lpez Lujn confirma y ampla este pun-

    to de vista, destacando la importancia de las

    ofrendas al dios Tlloc en el Templo Mayor,

    dentro de las cuales son particularmente signi-

    ficativas las ofrendas de piedras verdes y fau-

    na marina: no existe mucho lugar a discusin

    en cuanto al significado acutico y de fertilidad

    de las cuentas de piedra verde y de la fauna

    ocenica (Lpez Lujan, Op.cit.:54). As, entre

    las ofrendas 18, 19 y 97 se encontraron 392

    cuentas de piedra verde, 2,224 caracoles y

    275 conchas, adems de fragmentos de coral

    y del cartlago rostral de pez sierra (dem.).

    bes, el granizo y el viento que dividen al ao en

    la estacin de lluvias y la estacin seca; y el

    ciclo del poder (Ibid.:171). A partir de lo ante-

    rior se puede entender q