TIC y la construcción de identidades. Reflexiones, análisis y propuestas

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Universidad Autónoma de Coahuila Facultad de Ciencias de la Comunicación CAEC: Comunicación Masiva y la construcción de identidades. Reflexiones, análisis y propuestas. TIC Beatriz Coss Coronado Coordinadora Libro Colectivo Andrea Aguilar Edwards Gabriel Pérez Salazar Julieta Carabaza González Juana María Alanís Ramírez Jorge Moreno Aragón Ana Isabel Zermeño Flores Rosa María Alonso González Félix Rogelio Flores

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Diversas aproximaciones en torno a las redes sociales y la construcción de identidades. Capítulos: 1) Identidad y procesos identitarios en la era digital: del intercambio de información a la construcción de sentido, 2) Redes sociales y herramientas para la administración de redes sociales: Definiciones conceptuales desde el campo académico de la Comunicación, 3) Categorías e indicadores para el análisis del proceso de apropiación: una propuesta, 4) TIC: espacios de interacción y signifiación, 5) Acerca de la necesaria sinergia entre prácticas comunicativas e identitarias mediadas por la tecnología y la región 6) Modelo para la inclusión digital de adultos en telecentros

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Universidad Autónoma de CoahuilaFacultad de Ciencias de la ComunicaciónCAEC: Comunicación Masiva

y la construcción de identidades.Reflexiones, análisis y propuestas.

TICBeatriz Coss Coronado

Coordinadora

Libro ColectivoAndrea Aguilar EdwardsGabriel Pérez SalazarJulieta Carabaza GonzálezJuana María Alanís Ramírez

Jorge Moreno AragónAna Isabel Zermeño FloresRosa María Alonso GonzálezFélix Rogelio Flores

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y la construcción de identidades.Reflexiones, análisis y propuestas.

TICBeatriz Coss Coronado

Coordinadora

Libro ColectivoAndrea Aguilar EdwardsGabriel Pérez SalazarJulieta Carabaza GonzálezJuana María Alanís Ramírez

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D.R. © Universidad Autónoma de Coahuila Boulevard Venustiano Carranza s/n Colonia República, Saltillo, Coahuila 25280, México

Revisión de estilo: Loyda Gil Noriega

ISBN: 978-607-506-219-8

Editado en Saltillo, Coahuila.

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Contenido

Prólogo

Capítulo 1 Identidad y procesos identitarios en la era digital:del intercambio de información a la construcción de sentidoAndrea Aguilar Edwards

Capítulo 2Redes sociales y herramientas para la administraciónde redes sociales: Definiciones conceptuales desdeel campo académico de la ComunicaciónGabriel Pérez Salazar

Capítulo 3Categorías e indicadores para el análisis del procesode apropiación: una propuestaJulieta Carabaza González

Capítulo 4TIC: espacios de interacción y significaciónJuana María Alanís Ramírez

Capítulo 5Acerca de la necesaria sinergia entre prácticascomunicativas e identitarias mediadas por la tecnologíay la región (Acotaciones para investigaciones científicas)Jorge Moreno Aragón

Capítulo 6Modelo para la inclusión digital de adultos en telecentrosAna Isabel Zermeño Flores, Rosa María Alonzo González y Félix Rogelio Flores

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PRÓLOGO

¿Qué papel desempeñan las TIC en la vida social y cultural del ser humano? ¿Qué papel juegan las TIC en la construcción de una identidad regional? ¿Qué posibilidades comunicativas representan las redes sociales? ¿Cuáles son los usos sociales de las TIC?

Las Tecnologías de la Información y Comunicación han transformado la vida social, cultural y política del mundo. En los últimos años el estudio de las TIC y su relación con la construcción de identidades ofrece un ámbito para la reflexión sobre las características de las nuevas formas en que el sujeto social se percibe a sí mismo, a los demás en su propio grupo y de las otras comunidades con quienes se relaciona.

El libro TIC y la Construcción de Identidades. Reflexiones, análisis y propuestas; es el resultado del trabajo de los integrantes del Cuerpo Académico en Consolidación: Comunicación Masiva de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila, quienes se han dedicado a estudiar en los dos últimos años las categorías: uso, interacción, apropiación e identidad entre los usuarios de las TIC en la región sureste de Coahuila.

El texto presenta las reflexiones teóricas y metodológicas derivadas del trabajo de investigación del CAEC, “Los elementos identitarios en los procesos de interacción mediados por las TIC en la región sureste de Coahuila” y cuyo objetivo fue identificar los elementos identitarios, mutantes y emergentes en los procesos de interacción mediados por las TIC en la región sureste de Coahuila y su impacto en la construcción de la identidad regional; proyecto coordinado por Andrea Aguilar Edwards.

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La obra está integrada por seis capítulos, cuatro de ellos corresponden al trabajo académico de los Profesores de Tiempo Completo del CAEC, además de dos colaboraciones realizadas por investigadores invitados de áreas relacionadas con las TIC.

En el Capítulo 1 Identidad y procesos identitarios en la era digital: del intercambio de información a la construcción de sentido; la autora Andrea Aguilar Edwards, parte del concepto de cultura, desde la perspectiva social-antropológica, analiza la relación dialéctica entre cultura y civilización; y propone una reflexión en torno al desarrollo de las tecnologías de información y comunicación (TIC), y retoma la noción de territorio desde la perspectiva del importante papel que éste juega en la construcción simbólica del espacio físico, ofreciendo una visión holística del concepto de identidad.

El Capítulo 2 Redes sociales y herramientas para la administración de redes sociales: Definiciones conceptuales desde el campo académico de la Comunicación; desarrollado por Gabriel Pérez Salazar, construye un marco conceptual relativo a las redes sociales y presenta una definición operativa de las HARSEL que permita su abordaje empírico.

En el Capítulo 3 Categorías e indicadores para el análisis del proceso de apropiación: una propuesta; Julieta Carabaza González discute, desde diversas miradas el proceso que implica el contínuum formado por las bicategorías uso/ consumo y apropiación/significación y parte de los conceptos de consumo, uso y apropiación desarrollados por los clásicos de la comunicación.

El Capítulo 4 TIC: espacios de interacción y significación, de Juana María Alanís Ramírez ofrece aportes significativos a los estudiosos de los fenómenos sociales y mediáticos, particularmente respecto

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del consumo, uso y apropiación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC).

En el Capítulo 5 Acerca de la necesaria sinergia entre prácticas comunicativas e identitarias mediadas por la tecnología y la región (Acotaciones para investigaciones científicas); de Jorge Moreno Aragón, desde un discurso deductivo fundamenta la necesidad de la sinergia entre las prácticas comunicativas e identitarias mediadas por la influencia de los usos tecnológicos y las características de la región en el devenir de la evolución sociocultural.

El Capítulo 6 Modelo para la inclusión digital de adultos en telecentros; de Ana Isabel Zermeño Flores, Rosa María Alonzo González y Félix Rogelio Flores; proponen un modelo para la inclusión digital de adultos desde plataformas de acceso público a Internet como son los telecentros.

En suma, los autores del Libro Colectivo ofrecen una mirada sobre el estudio de las TIC y su papel en la construcción de identidades, a partir de los nuevos espacios de interacción y comunicación que brinda Internet.

Finalmente, agradecemos la invaluable colaboración de Rebeca Iliana Arévalo Martínez, de Luz María Garay Cruz y María Elena Meneses Rocha, investigadoras de amplia trayectoria académica, quienes realizaron el proceso de dictaminación externa del Libro Colectivo; también agradecemos a la Coordinación General de Estudios de Posgrado e Investigación de la Universidad Autónoma de Coahuila, su apoyo para la edición digital de este proyecto académico, así como al financiamiento otorgado por el PIFI 2011-2012 para la publicación de esta obra.

Beatriz Coss Coronado

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Identidad y procesos identitarios en la era digital:del intercambio de información a la construcción de sentido.

Andrea Aguilar Edwards

ResumenPartiendo del concepto de cultura, desde la perspectiva social-antropológica, en este trabajo se analiza la relación dialéctica entre cultura y civilización; se propone una reflexión en torno al desarrollo de las tecnologías de información y comunicación (TIC), y se retoma la noción de territorio desde la perspectiva del importante papel que éste juega en la construcción simbólica del espacio físico, ofreciendo una visión holística del concepto de identidad.

Palabras clave: cultura, identidad, procesos identitarios.

Introducción

Existe una vasta producción teórica y un renovado interés en torno a la construcción del concepto de identidad que en forma recurrente, y a veces implícita, nos remite de manera ineludible a la necesidad de comprender los conceptos de cultura y territorio como factores determinantes en los procesos de construcción identitaria.

En este trabajo se aborda el concepto de cultura desde la perspectiva social-antropológica de Taylor en el siglo XIX y el permanente debate instalado desde hace poco más de cuatro décadas por Geertz para lograr el consenso de una definición del fenómeno que ofrezca una mayor consistencia teórica; se abordan algunas de las aproximaciones en este sentido que, si bien no parecen apuntar hacia el pretendido consenso, sí nos ofrecen la enorme riqueza de un enfoque multidisciplinar que casi nos obliga a priorizar la necesidad de comprender el fenómeno de la cultura desde la complejidad misma de su naturaleza, más que simplemente definirlo.

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Se plantea una reflexión en torno a la relación dialéctica entre cultura y civilización que nos permite comprender, por una parte, el carácter evolutivo de las sociedades a partir de los artefactos e invenciones y, como consecuencia de esa evolución, la reconfiguración de la cultura que le dio origen.

El avance de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) en el contexto actual de globalización, ha marcado la pauta de un proceso civilizatorio cuya estructura se sostiene en un mundo virtual sin precedentes. Ante este panorama, en el que parecen desdibujarse las fronteras del espacio físico (geográfico) cuando de interactuar se trata, resultó necesario -y particularmente interesante- remitirnos al concepto de territorio como la construcción simbólica de ese espacio físico, producto de la cultura, que juega un papel muy importante en la configuración de la llamada identidad regional o nacional (algunas de las múltiples identidades colectivas), entre otros factores igualmente relevantes por su carácter de referentes simbólicos, que no necesariamente se encuentran anclados a un espacio (físico o virtual) determinado.

Es objetivo de este trabajo ofrecer una visión holística de la noción de identidad desde el reconocimiento de los principales factores que determinan los procesos de construcción identitaria, partiendo de la revisión de algunos conceptos fundacionales cuya vigencia trasciende las transformaciones que han impuesto las TIC y el contexto de globalización en nuestros días.

La identidad: una construcción simbólica

El término identidad se ha usado de manera indiscriminada, y con cierta ligereza, para referirse a un sinnúmero de atributos identificadores, no sólo de las personas, sino de las organizaciones (identidad institucional/identidad corporativa) y productos

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(identidad de marca); existe la llamada identidad visual que hace referencia a los elementos del diseño de los espacios físicos, logotipos y materiales impresos de las organizaciones, los cuales se crean con el deliberado propósito de inducir gráficamente un referente simbólico con una connotación que convenga a la imagen que se pretende posicionar en la opinión pública.

El uso del término identidad en el lenguaje común puede remitirnos a muy diversos significados que van, desde la concepción superficial de una imagen física, hasta una especie de alma o esencia con la que nacemos, misma que Larrain (2003:31) descarta, al precisar que la identidad “no es un conjunto de disposiciones internas que permanecen fundamentalmente iguales durante toda la vida, independientemente del medio social donde la persona se encuentre, sino un proceso de construcción en el que los individuos se van definiendo a sí mismos en estrecha interacción simbólica con otras personas”.

Adentrarse en el análisis de la identidad enfocándola como resultado de un proceso, facilita la comprensión de este fenómeno complejo, multifactorial, producto de la cultura; que además, aparece diversificado de varias maneras, en función de factores tales como: la singularidad o recurrencia de los rasgos que la conforman (identidad individual e identidad colectiva), o los nexos naturales de los sujetos con el territorio que habitan (identidad regional e identidad nacional) entre otros.

De acuerdo con Mach (2007) la identidad es una construcción simbólica, es decir, una imagen de nosotros mismos que vamos conformando a través del proceso natural de interacción con otros. Desde esta perspectiva puede decirse que la identidad es un factor dinámico, contextual y, definitivamente, comunicacional, ya que se desarrolla a partir del diálogo y las diversas formas en

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que los individuos negocian el significado de una gran variedad de símbolos que constituyen su entorno cultural y sus relaciones sociales.

Por lo tanto, el territorio, la cultura, la historia, el lenguaje, el arte y la literatura, los mitos y rituales; es decir, el patrimonio cultural en su totalidad de todos los sujetos involucrados en una interacción, además de sus propias construcciones simbólicas, juegan un papel muy importante en el proceso de construcción de las imágenes compartidas que se convierten en las fronteras que delimitan la configuración de grupos sociales.

Sin embargo, la configuración de la propia identidad y la que reconocemos en los demás, involucra, no sólo las construcciones simbólicas que se producen en el contexto cultural inmediato, sino, además, algunos otros factores que determinan la asignación de significado a las relaciones y prácticas que tienen lugar en un contexto específico. Uno de los factores de mayor peso está constituido por las relaciones de poder.

Según Mach (2007), cuando existe una distribución inequitativa del poder entre diversos grupos sociales, el proceso de la mutua identificación simbólica contribuye a mantener el status quo al reforzar la identidad creada de los individuos en el contexto social. Es decir, la identidad colectiva se construye sobre la base de la posición que juega el grupo identitario en la escala social.

Podría establecerse una relación, aunque indirecta, entre la percepción de Mach con respecto a la distribución del poder y la referencia que hace Giménez (2005) al respecto de algunos rasgos identitarios que tienen origen en la construcción social y que pueden ser percibidos como menos deseables en relación con otros, estos escapan a las características elegibles por los individuos, pero

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son igualmente asumidos de manera consciente. Pertenecer, por ejemplo, a un bajo nivel socioeconómico, a un grupo marginado o a un país del tercer mundo, predispone una carga simbólica negativa que contrasta con las implicaciones de estos rasgos identitarios en los grupos socialmente privilegiados en términos de desarrollo y solvencia económica. Giménez, sin embargo, no se refiere en forma explícita a la distribución del poder, ni profundiza en esta faceta de la construcción identitaria.

Puede decirse que los cambios en la distribución del poder dan como resultado cambios en la identificación simbólica y, por consecuencia, en los modelos de identidad. Sin embargo, la carga simbólica juega además un papel activo en las relaciones sociales, contribuyendo a la redistribución del poder (Elias y Scotson, 2007) citado por (Mach, 2007). En este sentido puede resultar que un individuo o grupo asuman su identidad a partir de la aceptación de una imagen impuesta, la cual se reproduce en sus prácticas y refuerza el sentido de la identidad que le fue asignada.

Mach sostiene que la identidad puede ser considerada como el efecto de dos factores. El primero: las relaciones sociales de poder, que incluyen la estructura interna de poder del grupo de pertenencia y su relación con otros grupos; y el segundo: la imagen simbólica del mundo, que constituye la base conceptual de sus actividades, en tanto que ese modelo provee a los miembros del grupo de una imagen de sí mismos y de los demás, un concepto de relaciones sociales, además de las ideas, prejuicios, estereotipos, ideologías y creencias que motivan sus acciones y configuran su dimensión ideológica y emocional.

Esta relación con la distribución del poder en un contexto social, que Mach visualiza como uno de los factores intervinientes en la construcción identitaria, había sido considerada ya por Castells

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(1998) en una forma más determinista, al afirmar que la identidad se produce precisamente a partir de las relaciones de poder que marcan ciertas tensiones en un contexto específico, ante las cuales los individuos reaccionan de manera diferente. Castells identificó dos tipos de reacción que, desde su perspectiva, constituyen dos modalidades identitarias: a la reacción opositora y de rechazo al poder, la denomina “identidad de resistencia”; a la reacción que busca alternativas conciliadoras la llama “identidad proyecto”.

Un planteamiento interesante del autor, que parece estar relacionado implícitamente con su concepto de poder es la afirmación de que la sociedad actual está sostenida por la estructura que se construye en torno a las redes de información donde, según él, Internet es el medio de comunicación y de relación esencial. Al respecto Martínez (2006:vi) señala:

Las redes de información que tienen su origen en los ámbitos de seguridad, empresariales y académicos, van adquiriendo usos alternos y prácticas interactivas de carácter lúdico, estético y social, que trascienden su papel inicial para convertirse en un mecanismo nuevo de prefiguración de prácticas y hábitos comunicativos que demarcan unos nuevos mapas culturales e inusitadas reelaboraciones simbólicas, produciendo así un visible cambio en las formas de aprehensión de la realidad y en la constitución misma de las identidades y la subjetividades humanas.

La identidad, entonces, es la resultante de una serie de procesos relacionales y de intercambio de significados en los que el individuo se reconoce a sí mismo, se identifica con un grupo de pertenencia de manera simbólica y reconoce los rasgos que posicionan a otros individuos en distintos grupos con los

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que, no obstante sus diferencias, puede coexistir y relacionarse. Aunque esta afirmación no sugiere el reconocimiento de prácticas incluyentes como una constante, pues la configuración de grupos identitarios (o identidades colectivas) puede operar también como factor de exclusión, discriminación e intolerancia, en tanto que la identificación clara de las diferencias entre grupos propicia una especie de rivalidad en el terreno de la interacción. Esto que podría considerarse como una lucha de fuerzas, cobra sentido en la apreciación de Martínez (2006) que, aunque reconoce el carácter inestable de la conformación identitaria, la describe como el fundamental y único principio de seguridad y orientación necesario para garantizar la supervivencia humana. En este sentido, puede decirse que se trata de una construcción cognitiva de la realidad que asegura una sensación de estabilidad, al ofrecer una apariencia de control sobre la misma, en un contexto específico.

Martínez introduce de manera explícita la perspectiva comunicológica en la observación de los procesos de construcción identitaria al afirmar que la identidad no es algo natural e inmanente al individuo, sino la creación resultante de las experiencias que moldean en distintos grados nuestra propia percepción y la que nos formamos de los demás, en ámbitos sociales a través de actos comunicativos, convirtiéndose en un instrumento cognitivo fundamental para desarrollar control sobre el mundo de la vida (Habermas, 1981). De acuerdo con la autora, las redes informáticas están transformando de forma radical los mapas de lo social, por lo que resulta muy importante entender que este tipo de tecnología no implica solamente la incorporación de las máquinas, sino la incorporación de un individuo distinto, con una nueva forma de interpretar los procesos simbólicos. Por lo tanto, con una afectación directa a la cultura colectiva, especialmente en el plano de la interacción, lo que a su vez introduce nuevos referentes en los procesos de construcción de la identidad.

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En este sentido, considerando que la cultura se construye a partir de procesos de socialización, las identidades pueden adoptar innumerables modalidades y expresiones, aunque todas ellas respondan a ciertos parámetros mínimos, como condición de su existencia, tales como: el reconocimiento de lo que somos, la conciencia sobre la existencia del otro (alteridad), un campo relacional que provee referentes no sólo materiales sino simbólicos de la experiencia de vida, y una carga emocional que le otorga sentido a lo simbólico y que influye en el proceso de autopercepción y percepción de los otros.

La incorporación de las TIC como espacios de interacción social, amplía las posibilidades de intercambio de experiencias de vida de las personas, en un espectro que trasciende los referentes materiales y los espacios territoriales, y privilegia los referentes simbólicos. Un grupo identitario, en nuestros días, puede estar conformado por individuos dispersos en el espacio geográfico y ser cohesivo en función de los referentes simbólicos que comparten y la carga emotiva que les da sentido, en torno a la cual se solidarizan y se reconocen. Estas conformaciones de grupos solidarios emergen en calidad de identidades colectivas.

Desde una perspectiva antropológica, Martínez visualiza las identidades emergentes como “producto del descentramiento y cambio abrupto de referentes espacio-temporales propiciados por el fenómeno tecnológico de información” (Martínez, 2006:vii).

Esos -relativamente nuevos- referentes espacio-temporales, provistos por el acceso a la red y la gran cantidad de información disponible, se han convertido en una preocupación más o menos generalizada entre la población adulta por un aspecto definitorio de la identidad: la cultura. Si la identidad se construye a partir de las diversas formas en que los individuos negocian el significado

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de una gran variedad de símbolos que constituyen su entorno cultural y sus relaciones sociales (Mach, 2007), y considerando que ese entorno inmediato ha sido históricamente determinado por límites geográficos o territoriales, es comprensible -sin conceder- que hoy en día la posibilidad de interactuar en entornos virtuales introduzca el temor de una pérdida de identidad en el sentido de lo que conocemos como cultura local o identidad regional.

Sin embargo, a partir de las aproximaciones al concepto de identidad y los factores que la determinan -analizados en este trabajo- es posible afirmar que la cultura local, es decir los rasgos identitarios de un individuo, provenientes de su entorno físico inmediato, no sólo se mantienen como elemento predominante, sino que constituyen el marco de referencia a través del cual los individuos interpretan y asumen la cultura de la globalización.

Para llegar a esta conclusión resulta indispensable una explicación más detallada del concepto de cultura y sus implicaciones en la construcción de la identidad, que nos permita dimensionar su grado de fortaleza ante los embates del avance tecnológico.

La relación cultura e identidad

La palabra cultura tiene muy diversos significados no sólo en el lenguaje común, también en el científico. Por eso resulta particularmente importante identificar el concepto de cultura desde el cual se construyen las relaciones de sentido que se abordan en este trabajo, cuya intención no es hacer una construcción original o reveladora en torno a dicho concepto, sino un planteamiento integrador y a la vez sintético de las tesis planteadas por los diversos autores que se citan en este documento. En este sentido, entenderemos la cultura como el aprendizaje natural, producto de la interacción de los individuos en sociedad.

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Las definiciones de la corriente antropológica en las ciencias sociales nos sitúan en una noción de cultura que parece referirse al espectro más amplio de patrones de conducta aprendidos por el ser humano. Tan amplio, que desde hace más de tres décadas autores como Rossi y O’Higgins (1981) lo definieron como un sistema de cogniciones compartidas o de símbolos y significados compartidos, aunque el primero en proponer este enfoque conceptual de totalidad en un texto que causó revuelo en su época y que cobra trascendencia hasta nuestros días, fue el antropólogo inglés Edward Burnet Taylor con su obra: Primitive Culture (1871). Taylor define a la cultura como “el conjunto complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, la costumbre y cualquier otra capacidad o hábito adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la sociedad” (Giménez, 2005).

En este sentido, la cultura fue concebida tradicionalmente como la mezcla de rasgos que distinguen o caracterizan a una sociedad o grupo social en un periodo determinado a partir de su estilo de vida, considerando los diversos tipos de expresión reconocidos por el grupo como su particular modo de ver el mundo y darle sentido. Estas expresiones que materializan el producto del aprendizaje colectivo, se convierten en patrones de conducta fácilmente observables: en sus ceremonias y rituales, en el sistema de creencias y valores que le dan sentido al establecimiento de sus derechos individuales, y en el arte, las invenciones y la tecnología que son capaces de desarrollar.

De acuerdo con Gilberto Giménez (2005), algunos autores suscriben la definición de Taylor a la corriente del particularismo1 histórico que parte de una crítica a la idea de que todas las culturas

1 Corriente de pensamiento que se intersecta con la visión determinista de Augusto Comte en oposición al pensamiento probabilístico.

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evolucionan en forma lineal y atraviesan por etapas esencialmente idénticas; según el autor, la propuesta de Taylor, por el contrario, resalta la pluralidad irreductible de las culturas. Desde esta perspectiva, la existencia de culturas idénticas o muy parecidas se explica, no por el hecho de tener el mismo patrón evolutivo, sino por el contacto entre ellas.

Parece ser que el reto de los últimos años ha sido estrechar el concepto de cultura hacia uno menos descriptivo y más revelador atendiendo al argumento de Geertz (1973) sobre la necesidad de recortar este concepto y reformularlo en términos de una mayor especialización y mayor fuerza teórica, lo que se convirtió, a decir de Keesing (1974), en el tema prioritario de la construcción teórica de la antropología. Sin embargo, los antropólogos de la época, como era predecible, no se ponían de acuerdo -y al parecer esto aún no sucede- con respecto a la mejor forma de afinar este concepto que es clave en el estudio de su campo científico, lo que derivó en una considerable variedad de esfuerzos por reconceptualizar la cultura, partiendo de algunas de las preguntas clásicas de la antropología: ¿Cómo se desarrolla la cultura y qué fuerzas la configuran?, ¿cómo se aprende una cultura?, ¿de qué forma trasciende el universo simbólico compartido en el pensamiento de los individuos y su concepción del mundo?, ¿qué tan diferente y única puede ser una cultura?, ¿subyace la diversidad en los patrones universales?, ¿cómo puede ser posible una descripción de cultura?.

La complejidad que rodea a este fenómeno, los múltiples factores implicados en su composición, además de su naturaleza dinámica como objeto de estudio, convierten a la propuesta que lanzara Geertz por lograr una definición de cultura de mayor consistencia teórica, en un reto que no ha sido superado; sin embargo, los esfuerzos que se han enfocado a lograrlo constituyen

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aportaciones valiosas que parecen ampliar el marco interpretativo más que acotarlo. Keesing (1974) identifica tres enfoques principales, en los que pueden agruparse las diversas propuestas vigentes hasta nuestros días. Primero: las teorías de los sistemas adaptativos; un enfoque centrado en el carácter evolutivo de un grupo social, que propicia la conformación de patrones de conducta, en el que cobran relevancia factores tales como el entorno geográfico o ecosistema, la tecnología, la actividad económica, el sistema de organización social y política, las creencias religiosas y sus prácticas. Segundo: las teorías ideológicas, entre las que se distinguen por lo menos tres perspectivas que asumen cada una a la cultura como un sistema cognitivo, cultural o simbólico; y tercero: las teorías de los sistemas socioculturales, en las que se implica el factor social en relación dialéctica con la cultura.

Lo que parece ser indiscutible es, sin duda, la certeza de que no es posible el reconocimiento de la cultura como un elemento monolítico, sino de las múltiples culturas creadas, sostenidas y transmitidas por generaciones, cuyas características adoptan rasgos particulares en función de múltiples factores intervinientes.

El reconocimiento de la pluralidad de las culturas abre un amplio espectro de posibilidades para la construcción de objetos de estudio en la investigación de las ciencias sociales, y apoya la propuesta de Wagner de “abandonar la pretensión de objetividad absoluta del racionalismo clásico para dar entrada a una objetividad relativa basada en las características de cada cultura” (Giménez, 2005:43).

Todorov (1991) aborda un planteamiento similar al explicar la relación entre la diversidad de los pueblos y la unidad de la especie

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humana, aunque el autor es enfático en su crítica al cientificismo entendido como el uso de la ciencia para justificar una ideología. La aportación de Todorov contribuye, más que a la ciencia en forma directa, a la reflexión sobre nuestra forma de entender la diversidad cultural y la responsabilidad que implica para los científicos sociales la pretensión de tomarla como objeto de estudio sin cometer el error de legitimar posturas discriminatorias. Esta es una discusión que a todas luces merece ser incorporada al debate científico y social contemporáneo, con una prioridad mayor que el mero interés por formular o reformular conceptos.

Si nos concentramos en el reconocimiento de las características propias de cada cultura y hacemos una observación particular a la tecnología, por su papel protagónico en el esquema evolutivo de una sociedad, y porque en los avances tecnológicos se cristalizan muchos de los esfuerzos de un grupo social por hacer frente a los problemas que le plantea su existencia (patrones culturales), encontramos que el avance tecnológico generalmente rebasa las fronteras del grupo social que lo origina, especialmente en el entorno actual de globalización. Es decir, que la incorporación de artefactos, así como los usos y costumbres que éstos generan, se van sumando a la conducta aprendida de los individuos en forma generalizada, sin importar el grupo social al que pertenezcan. Tal es el caso, en nuestros días, de las tecnologías de información y comunicación (TIC).

Una definición de cultura que trasciende la simple enumeración de descriptores relativos a sus modalidades de expresión y aborda la estructura que los sostiene, es la de Malinowski, cuya vigencia es incuestionable:

Es el conjunto integral constituido por los utensilios y bienes de los consumidores, por el cuerpo de las normas que rigen

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los distintos grupos sociales, por las ideas y las artesanías, creencias y costumbres; ya sea que consideremos una muy simple y primitiva cultura o una extremadamente compleja y desarrollada, estaremos en presencia de un vasto aparato, en parte material, en parte humano o en parte espiritual, con el que el hombre es capaz de superar los concretos, específicos problemas que lo enfrentan (Samper, 1974:291).

Lo que ocupa en forma particular nuestra atención al respecto tiene que ver, no con la tecnología en su dimensión material, sino con la transformación que ésta ha propiciado en las prácticas comunes de las personas para comunicarse con otros, y para superar esos concretos y específicos problemas de interacción mediada en los que, definitivamente, se ponen en juego las otras dos dimensiones consideradas por Malinowski (humana y espiritual) en la forma de apropiación y uso de la tecnología, que puede ser diferente en cada grupo social, por la relevancia que adquiere en esta modalidad de comunicación aquel sistema de cogniciones compartidas o de símbolos y significados compartidos aludido por Rossi y O’Higgins (1981).

A partir de esta definición se asume como posible el hecho de que aun formando parte de un mismo grupo social o cultura, en el sentido tradicional del término, pueden existir en menor escala múltiples sistemas de cogniciones compartidas (subculturas), cuya dinámica particular, de ser estudiada, ofrece interesantes observaciones que permiten describir en alguna medida los procesos mediante los cuales se configura la identidad y se construyen las redes de interacción social.

Habermas (1981), desde su percepción del acto comunicativo hace una referencia, aunque de manera implícita, a

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una interesante faceta del proceso identitario que es posible rescatar a partir de sus definiciones de cultura, sociedad y personalidad:

Llamo cultura al acervo de saber, en que los participantes de la comunicación se abastecen de interpretaciones para entenderse sobre algo en el mundo. Llamo sociedad a las ordenaciones legítimas a través de las cuales los participantes en la interacción regulan sus pertenencias a grupos sociales, asegurando con ello la solidaridad. Y por personalidad entiendo las competencias que convierten a un sujeto en capaz de lenguaje y de acción, esto es, que lo capacitan para tomar parte en procesos de entendimiento y para afirmar en ellos su propia identidad (Habermas, 1981:196).

En el planteamiento de Habermas se pone en relieve la importancia del proceso comunicativo como acción paralela a la construcción identitaria, no sólo en el plano individual, sino colectivo, donde la cultura aparece como detonante de la interpretación simbólica del contexto social, en torno a la cual se solidariza un grupo de individuos en función de los rasgos propios de su personalidad que le faciliten, no sólo la comprensión del contexto y sus referentes simbólicos, sino la interacción con sus diversos actores.

Un enfoque similar, aunque con mayor nivel de detalle, fue desarrollado por Thompson, el cual se basa en la concepción simbólica de la cultura formulada por Geertz, aunque, a decir del propio autor, intenta evitar sus dificultades y limitaciones. Thompson propone lo que podría llamarse una “concepción estructural” de la cultura, con la cual se refiere a una concepción que enfatiza, tanto el carácter simbólico de los fenómenos culturales, como el hecho de que tales fenómenos se inserten siempre en contextos sociales

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estructurados; define el análisis cultural como “el estudio de las formas simbólicas -es decir, las acciones, los objetos y las expresiones significativas de diversos tipos- en relación con los contextos y procesos históricamente específicos y estructurados socialmente, en los cuales, y por medio de los cuales, se producen, transmiten y reciben tales formas simbólicas” (Thompson, 1998:203).

El análisis de los fenómenos culturales desde la perspectiva de Thompson, ofrece un enfoque aplicable al estudio de las redes sociales virtuales, si se considera a éstas como un campo de interacción estructurado (en el ciberespacio), en un contexto socio-histórico específico, donde el análisis cultural puede interpretarse como el estudio de la constitución significativa y de la contextualización social de las formas simbólicas.

Paradójicamente la cultura es, a la vez, la más poderosa herramienta para la supervivencia humana2 y uno de los fenómenos más frágiles de abordar como objeto de estudio, por su condición de cambio y transformación permanente, y porque existe sólo en nuestra mente, ya que las modalidades del lenguaje, los sistemas de gobierno, el arte, la arquitectura y todo aquello que es creado por el hombre, son sólo productos o manifestaciones de la cultura. Esto resulta fácilmente comprensible si pensamos en el trabajo de los arqueólogos, por ejemplo, que no extraen la cultura en sus excavaciones, sino los artefactos que antiguas civilizaciones fabricaron, cuyas características permiten inferir sus patrones culturales y con ellos la carga simbólica asociada que pone en evidencia algunos de sus rasgos identitarios.

2 De acuerdo con las apreciaciones de algunos autores citados en este texto que han hecho referencia a la cultura como: “el fundamental y único principio de seguridad y orientación necesario para garantizar la supervivencia humana” (Martínez, 2006), “instrumento cognitivo fundamental para desarrollar control sobre el mundo de la vida” (Habermas, 1989), “un vasto aparato…con el que el hombre es capaz de supe-rar los concretos, específicos problemas que lo enfrentan” (Malinowski en Samper, 1974).

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La relación: cultura y civilización

Una definición de cultura de carácter holístico es la del antropólogo brasileño Darcy Ribeiro (1992), en la que hace explícita la comunicación simbólica, que es distintiva del ser humano y contiene además, implícitamente, los nexos con el concepto de civilización. Para este autor, la cultura constituye el “patrimonio simbólico de los patrones de pensamiento y conocimiento que se manifiestan en los objetos y bienes, en particular mediante la conducta social; e ideológicamente, mediante la comunicación simbólica y la formulación de la experiencia social en sistemas de conocimiento, creencias y valores” (Ribeiro, 1992:8).

En la definición de Ribeiro están contenidos tres órdenes imperativos: uno tecnológico, que se refiere a los patrones de conocimiento que se manifiestan en objetos y bienes y en la formulación de la experiencia; otro social, manifiesto en la conducta; y un tercero, ideológico, que comprende la comunicación simbólica. El concepto de Ribeiro se intersecta con la noción de civilización en su sentido más profundo, desde una perspectiva en la que podría afirmarse que la diferencia entre los conceptos cultura y civilización es casi imperceptible.

Larrain (2009) logra una explicación muy clara, no sólo del concepto de civilización, sino de las razones por las cuales éste llega a confundirse con la noción de cultura, mismas que atribuye al nacimiento de la modernidad. Según el autor, antes de la modernidad se entendía por cultura el cuidado y crecimiento de las cosechas y animales y, por analogía, el cultivo y desarrollo de la mente, es decir, el perfeccionamiento de las facultades humanas. Sin embargo, la ilustración incorporó nuevos significados asociados con la adquisición de refinamiento y orden en oposición a la barbarie y al oscurantismo, dando origen al término “civilizar”.

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De acuerdo con Larrain (2009), los términos cultura y civilización eran prácticamente intercambiables hasta finales del siglo XVIII. La separación de sentido, de acuerdo con esta minuciosa explicación del autor3 le asigna al término cultura una connotación positiva mientras que al término civilización una connotación negativa como producto de varias corrientes de pensamiento predominantes en la época. Ejemplo de ello son las expresiones de Rousseau (citado por Larrain, 2009) al describir la civilización como algo artificial y superficial asociado al cultivo de propiedades externas, como la buena educación y el refinamiento, en contraste con las necesidades interiores espirituales y los impulsos humanos que Rousseau reconoce como el sentido correcto del término cultura y lo asocia con la religión, el arte, la familia, la vida personal, los significados y los valores; en general, la vida interior. Sin embargo, “a medida que la religión va perdiendo posiciones en el proceso de secularización, la concepción de cultura se transforma entonces en liberación de formas metafísicas y religiosas y es reemplazada por la estética: el arte y la literatura llegan a ser la expresión más profunda del espíritu humano”.

Larrain hace notar esta separación entre civilización y cultura haciendo alusión a la lengua alemana que, condicionada por la visión de la clase burguesa, se oponía a la aristocracia feudal y concebía la civilización como algo artificial, superficial, privativo de la nobleza, y centrado en el cultivo de propiedades externas como las buenas maneras y el refinamiento. La cultura, por el contrario, pasaba a ser lo propio de los intelectuales, entendida como las necesidades interiores espirituales y los productos, no sólo intelectuales, sino artísticos, por medio de los cuales se expresa la creatividad humana. Kant (Thompson, 1990) decía: “llegamos a ser cultivados a través del arte y la ciencia, llegamos a ser civilizados adquiriendo una variedad de gracias sociales y refinamientos.”

3 Ver Larrain, Jorge. El concepto de identidad. En Revista FAMECOS. Porto Alegre. Nº 21. Agosto 2003. p.30

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En este sentido, puede decirse que la civilización es el sistema que operacionaliza la cultura de los miembros de un mismo contexto social y físico (geográfico), y construye una narrativa de su historia que, a la vez, se convierte en un insumo para la reproducción de la cultura de los actores que participan en ese sistema social. Se trata de una relación dialéctica donde la cultura y los mecanismos por los cuales ésta se materializa, se convierten en producto e insumo de un mismo proceso incorporando modificaciones en el devenir histórico. La cultura, en su sentido más puro, existe sólo en nuestra mente, y la civilización es el conjunto de manifestaciones de la cultura de un pueblo, o grupo de personas, que cohabitan en un espacio físico específico, geográficamente determinado (ver gráfico 1).

En este sentido, puede decirse que la civilización es el sistema que operacionaliza la cultura

de los miembros de un mismo contexto social y físico (geográfico), y construye una

narrativa de su historia que, a la vez, se convierte en un insumo para la reproducción de la

cultura de los actores que participan en ese sistema social. Se trata de una relación

dialéctica donde la cultura y los mecanismos por los cuales ésta se materializa, se

convierten en producto e insumo de un mismo proceso incorporando modificaciones en el

devenir histórico. La cultura, en su sentido más puro, existe sólo en nuestra mente, y la

civilización es el conjunto de manifestaciones de la cultura de un pueblo, o grupo de

personas, que cohabitan en un espacio físico específico, geográficamente determinado (ver

gráfico 1).

CULTURA CIVILIZACIÓN Manifestaciones de la cultura como componentes de un

sistema que va construyendo la historia de un grupo social

Valores Conocimiento Habilidades Cosmovisión Creencias Lenguaje

Leyes – Aparatos de Control Avance Científico y Tecnológico Arte / Artesanías / Manufactura Forma de asumir su posición en el mundo y relacionarse Religión Discurso

Gráfico 1 Fuente: Elaboración propia

Enfocando la relación cultura-civilización desde una perspectiva holística, podríamos

afirmar que la cultura constituye el bagaje interior (intelectual, espiritual, axiológico) del

ser humano en una expresión colectiva de individuos que comparten una historia ligada a

un contexto geográfico específico, en el que se enfrentan a los problemas comunes que les

Gráfico 1Fuente: Elaboración propia

Enfocando la relación cultura-civilización desde una perspectiva holística, podríamos afirmar que la cultura constituye el bagaje interior (intelectual, espiritual, axiológico) del ser humano en una expresión colectiva de individuos que comparten una historia ligada a un contexto geográfico específico, en el que se enfrentan a los problemas comunes que les impone la supervivencia organizada

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y el desarrollo social; y la civilización es la cristalización de la cultura colectiva en la construcción de mecanismos de salida, tangibles, que garanticen la solución a esos problemas desde un enfoque sistémico. Entender este proceso que trasciende el plano interior (cultura), hasta manifestarse en expresiones que marcan evidencias, equivale a entender el proceso civilizatorio.

En este proceso, la tecnología emerge como un producto indiscutible de la cultura, sin embargo, por sus implicaciones transformadoras e innovadoras, mueve a la sociedad hacia la cristalización de procesos civilizatorios diversos4 que, a su vez, redefinen la cultura que les dio origen. La civilización constituye una entidad histórica, cristalizada, a partir de la cultura, en formaciones socioculturales o sociedades concretas en las que el avance tecnológico se convierte en una especie de parámetro.

La revolución tecnológica que ha marcado el desarrollo de las TIC se ha convertido también en una especie de revolución cultural al imprimir nuevos estilos de vida, conductas, y formas de interacción en las que se incorporan diversas modalidades de comunicación mediada que hacen posible la formación de grupos cuyos intereses y afinidades trascienden su experiencia de vida ligada a un territorio geográfico específico.

Podría decirse que estamos asistiendo a un proceso civilizatorio en el que las TIC han llegado a constituirse en un factor causal de diversos procesos identitarios observables en el mundo de nuestros días, con una aparente afectación a lo que tradicionalmente asumíamos como la identidad cultural desde el paradigma del territorio geográfico como eje inamovible de la cultura colectiva y su consecuente patrón identitario.4 Ejemplo de esto es el impacto social y cultural provocado a lo largo de la historia de la humanidad, por la invención artefactos, producto del avance tecnológico, tales como: la rueda, la brújula, la imprenta, la máquina de vapor, y la radio, entre muchos otros.

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Identidad cultural y globalización

Las transformaciones impuestas por las TIC a las formas de relacionarnos con otros en espacios virtuales, abren un amplio espectro de posibilidades para la investigación de las ciencias sociales en general y particularmente de la Comunicación, tomando como objeto de estudio a la cultura y el impacto de ésta en la construcción de la identidad en todas sus facetas.

Según Larrain (1994), existen por lo menos dos maneras posibles de concebir la identidad cultural, una: esencialista, reducida y cerrada, la otra: histórica, abarcadora y abierta. El pensamiento inicial acerca de la identidad cultural la ubicaba como un hecho concluido, como una esencia completamente constituida; hoy se concibe como algo que se encuentra en proceso permanente de construcción y que no puede nunca considerarse acabado.

Uno de los principales factores que apuntan actualmente hacia una transformación de la identidad cultural -o por lo menos así ha sido percibido- es, precisamente, la modernización. Según Darío Rodríguez (2004), ésta ha tenido como característica definitoria la secularización, la búsqueda de leyes impersonales y universales que –una vez conocidas- permiten aumentar las posibilidades de control que los seres humanos pertenecientes a una sociedad determinada tienen sobre la naturaleza, sobre las relaciones sociales y sobre sí mismos.

Esta posibilidad de mayor control, o la facilidad con la que éste se obtiene, introduce cierta relatividad a los valores fundamentales de la sociedad que, en general, se han colocado en una especie de debate producido por el creciente desarrollo de las tecnologías de la información y comunicación, en donde las redes sociales en entornos virtuales parecen estar marcando la pauta.

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La construcción de significados compartidos en la interacción extendida al espacio virtual propicia una especie de reinserción de las personas en la escala social. Conceptos como la igualdad y la participación social se defienden a partir del hecho de que una gran cantidad de individuos, de diversas clases sociales, pueden acceder a todo tipo de información y expresarse públicamente. Lo cierto es que, aunque la tecnología provee una mejor distribución del conocimiento, para muchos aún resulta complicado y costoso insertarse en la llamada sociedad de la información, especialmente en países como México, donde ésta parece más bien intensificar las ya existentes desigualdades sociales, acentuando la marginación de grandes sectores con respecto al flujo de información e interacción social; que además, tampoco tienen cabida en una modalidad alterna. Resolver la brecha digital es uno de los mayores retos de la modernidad, y aunque los discursos oficiales lo contemplan como un objetivo prioritario, habrá que constatar la autenticidad de su intención después de las experiencias de algunos movimientos sociales5, desde plataformas virtuales, que han llegado a trastocar la distribución del poder en varios países, en tiempos recientes.

Los conceptos de globalización y cultura, por ser tan generales, son hoy de los más cuestionados en su significado esencial. Desde hace poco más de una década Tomlinson (2001) desarrolló un análisis exhaustivo de ambos conceptos tratando de demostrar que, intrínsecamente, la globalización y la cultura son importantes la una para la otra. El autor describe una situación de “conectividad compleja” cuyas implicaciones impactan las diversas esferas de la vida social, desde una perspectiva que plantea un cierto grado de afectación a la cultura. Tomlinson considera a la globalización como el centro de la cultura moderna con una compleja dinámica que influye en las prácticas culturales, cuyo producto es el 5 El derrocamiento del poder oficial en Egipto, donde las redes sociales sirvieron como lugar de encuentro entre los disidentes para organizar las manifestaciones con-tra el régimen del presidente Hosni Mubarak, el movimiento llamado “yo soy 132”, en México y el caso “Wikileaks”, entre otros.

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desarrollo acelerado de la interdependencia e interconexión, como características de la vida social moderna.

Otro de los intentos por caracterizar a la sociedad, en medio de esta dinámica, fue la de Omar Rincón (2003) quien estableció una comparación en el modo de describir la época de principios de siglo en la perspectiva de diversas disciplinas: la postmodernidad, desde lo filosófico y lo antropológico; la alta modernidad, desde el desarrollo industrial; la globalización, desde la economía; y la mundialización, desde la comunicación. El elemento en común en estas denominaciones de la época actual, son las nuevas prácticas y formas de expresión que dan origen a patrones culturales distintos a los de épocas anteriores. La reflexión de Rincón se centra en el hecho de que “no importa en qué época nos toque sobrevivir, siempre se vive el sentido en lo simbólico”. Podríamos decir, por lo tanto, que la cultura global se reinventa desde lo local en función de una identidad cultural atemporal.

Una visión en extremo crítica con respecto a la globalización y fatalista en términos de una perspectiva cultural fue sin duda la de Chomsky (1997:151), quien afirmó: “el personaje del siglo XXI ha de ser en el aspecto real-cotidiano de su vida, un trabajador productor de ganancias y un ente consumista, con un horizonte mental fijado en la inmediatez. En la dimensión existencial, su largo andar por la historia amenaza con terminar en el homo abstractus”.

El concepto de globalización ha sido extraordinariamente fecundo en su capacidad de generar especulaciones, hipótesis y poderosas imágenes que superan, con mucho, la realidad. Lo cierto es que asistimos a nuevas formas de cultura y de construcción de ciudadanía, donde se requiere formar individuos capaces de autodeterminarse, de respetar, de convivir y de concertar, para

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promover un proyecto de sociedad pacífica y el reconocimiento de la diversidad identitaria. Robert Hauser (2004) construye un marco de referencia más específico para entender los conceptos de mundo globalizado e identidad cultural, incorporando el papel que juega Internet en estos procesos.

El autor critica el determinismo recurrente con el que se describe la influencia de los medios en la cultura oscilando entre la homogeneización y la diversificación. En contraste, propone una explicación de la identidad cultural que pretende evitar esa simplificación abordándola desde una perspectiva compleja y un enfoque de proceso.

En una primera aproximación al concepto de identidad cultural, Hauser (2004) afirma que los grupos y los individuos se sostienen uno al otro. Es decir, los individuos pertenecientes a un grupo, reciben influencias de éste y reafirman su identidad en una reacción a los valores colectivos (construidos a partir de la interacción entre los miembros del grupo) y a la estandarización de normas existentes en el grupo en cuestión, lo que se traduce en la adopción de algunos elementos simbólicos que pueden ser observados en la forma de comunicarse, pensar, sentir y comportarse.

Asumiendo que cada individuo pertenece a más de un grupo, la conclusión obligada apunta al hecho de que la identidad cultural no puede ser definida como un estado inalterable, sino en constante formación a partir de la cantidad de grupos que operan (o no) como referentes a través de sus normas y valores.

Describir la relación entre identidad cultural e Internet implica, de acuerdo con Hauser, una indagación de corte cualitativo

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que centre su enfoque en el uso diferenciado de Internet desde la cultura. Al respecto, Castells (2009) desarrolla interesantes conceptos que revisaremos más adelante.

El concepto de territorio

Hasta aquí hemos resaltado la importancia del territorio (físico-geográfico) como factor decisivo en la conformación de patrones culturales, procesos civilizatorios y perfiles identitarios; hemos hecho alusión también a esa teoría anónima, fatalista, con respecto a una especie de devaluación de los rasgos que el territorio aporta a la construcción identitaria, como efecto de la interculturalidad que propicia la dinámica de la globalización y las TIC, “amenazando” con la desaparición de las culturas locales. Sin embargo, es necesario abordar el concepto de territorio desde una visión profunda, que nos permita identificar la carga de sentido que aporta a la construcción de la identidad individual y que, con ello, garantiza la preservación de las identidades colectivas y culturas regionales por sus representaciones simbólicas que llegan a trascender el propio territorio que les dio origen, y que se refuerzan a pesar del tiempo, la distancia, y la globalización.

Al respecto es posible afirmar que, además de la demarcación de un espacio geográfico en el que se establecen las áreas de influencia y dominación de las diversas entidades o grupos sociales, el territorio geográfico es también un campo relacional, una realidad sistémica, compleja, en donde la principal característica parece ser el establecimiento de vínculos en todos sentidos: entre los individuos, entre las especies, entre los individuos y las especies, y entre los individuos y los elementos de la naturaleza.

Por lo tanto, al desarrollar la experiencia de vida en medio de esa compleja red de relaciones, cada uno de los elementos

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adquiere una carga simbólica que pasa a formar parte de la cultura de los individuos que habitan el lugar.

El concepto de territorio que se ha incorporado desde las ciencias sociales está más bien ligado a criterios de tipo político, legal y económico, cuyos referentes simbólicos nos remiten, en primera instancia, a una noción de pertenencia, posesión y explotación.

De acuerdo con Gloria Restrepo, a partir del desarrollo que implicó para la ciencia y el pensamiento, la “teoría de sistemas” y la “teoría de la complejidad”, éstas trajeron consigo la reconceptualización del territorio como campo relacional multivariado y complejo, y han permitido el desarrollo de nuevas metodologías para la producción de conocimiento sobre el mismo. (Restrepo, s/f).

La autora explica cómo la territorialidad se ha expresado, institucionalizado y conceptualizado de maneras muy distintas a lo largo del tiempo. Apunta que el concepto de territorio fue concebido por la biología como escenario de la vida; la Geografía lo incorporó, reelaborándolo y diferenciándolo de los conceptos de lugar, espacio y paisaje desde distintas perspectivas teóricas. Sin embargo, a medida que fue ganando terreno en las ciencias la concepción compleja del universo, de la vida y del pensamiento, y todas ellas llegaron a asumir y reconocer la espacio-temporalidad de los fenómenos que estudian, la Geografía optó por desarrollar nuevos instrumentos, teóricos y metodológicos, para producir conocimiento sobre el territorio con esa visión de realidad sistémica y multivariada.

Un desarrollo incipiente en este sentido, de acuerdo con Restrepo, lo constituye “La Cartografía Social” desarrollada por un colectivo interdisciplinario colombiano llamado Fundaminga, que parte del concepto de “campo relacional”, asume el territorio

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como referente espacio-temporal de la vida colectiva y hace de la construcción colectiva de mapas su herramienta para representarlos (Restrepo s/f).

Para explicar cómo es que el territorio se constituye en un factor de influencia en la construcción de la identidad, nada parece ser más elocuente que la concepción de territorio que expone Restrepo:

“El territorio que habitamos es producto de un paciente y largo proceso de conformación que ha tomado muchos años y muchas vidas, que tiene las huellas de los antepasados pero también nuestras propias huellas; por eso descifrarlo puede convertirse en apasionante aventura de descubrimiento de nosotros mismos… en lo fundamental, el territorio es producto de la relación que todos los días entretejemos entre todos nosotros con la naturaleza y con los otros” (Restrepo, s/f).

El concepto de territorio, como el territorio mismo, se constituye en una compleja red de significados, entre los que no podemos soslayar una carga emocional y de sentido que ha servido de inspiración, incluso para la producción poética y literaria de muchos autores, y sostiene, en gran medida, lo que puede entenderse por identidad. Diversas expresiones de la música popular, vinculan al territorio con la identidad como un reflejo de lo importante que resulta este referente en la construcción simbólica del individuo: “…México lindo y querido, si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí”6 . ...Soy puro mexicano, nacido en este suelo, en esta hermosa tierra, que es mi linda nación; mi México querido, qué linda es mi bandera, si alguno la mancilla le parto el corazón”7. “…y alegre se fue cantando por el filo de la sierra: 6 Canción tradicional mexicana. Chucho Monge, 19217 Viva México, Pedro Galindo

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Tamaulipas es mi tierra, para el que lo ande dudando, y si a alguno no le cuadra, que me lo venga a decir, que el cuerudo de mi tierra nunca se sabe rajar”8 … La lista sería interminable.

En México resulta difícil pensar en algún poblado que no tenga su propio corrido, canción o alguna otra expresión musical que destaque este sentido de identidad territorial, pero de ninguna manera es ésta una condición exclusiva de nuestro país: “…yo soy un hombre sincero de donde crece la palma…” (Guantanamera, Cuba)… “En mi viejo San Juan, cuántos sueños forjé (…) y no quiero morir alejado de ti, Puerto Rico del alma” (autor desconocido). “…Quizá porque mi niñez sigue jugando en tu playa y escondido tras las cañas duerme mi primer amor, llevo tu luz y tu olor por donde quiera que vaya…” (Yo Nací en el Mediterráneo. J.M. Serrat, España)

Esta relación estrecha, por demás evidente, entre el sentido de pertenencia a un espacio territorial y la identidad, ha dado lugar a un campo de estudio emergente, en el que destaca un trabajo particularmente interesante: “El exilio en la pantalla: Internet, identidad y refugiados”, cuya autora, Maider Iriarte de la Universidad Oberta de Cataluña, se propuso indagar qué pasaba con las personas que, como refugiados, estaban obligadas a vivir gran parte de sus vidas fuera de sus países. Esta investigación la llevó a compartir durante cuatro días con once refugiados sus experiencias en España.

Los resultados del estudio apuntan hacia la confirmación del territorio como factor fundamental en la construcción identitaria y elemento de auto-afirmación y sentido de pertenencia de los individuos con su país de origen. Un hallazgo de Iriarte, particularmente interesante por su relación con nuestro propio objeto de estudio, lo constituye el hecho de que el uso de Internet representó para los sujetos un recurso que utilizaron para reforzar y

8 El Cuerudo Tamaulipeco. Canción popular

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mantener sus relaciones y rasgos identitarios de origen, más que un factor de enajenación.

Otra exploración de la relación TIC, territorio e identidad, se reporta en los resultados de una investigación realizada por el Cuerpo Académico en Consolidación (CAEC) de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, de la Universidad Autónoma de Coahuila: “Elementos identitarios en los procesos de interacción mediados por las TIC en la región sureste de Coahuila”, cuyos resultados coinciden con esta versión alentadora que parece contradecir las especulaciones pesimistas en torno a una eventual desaparición o mutación de la cultura y las identidades regionales a causa del uso de Internet. Uno de los objetivos de dicho trabajo fue inferir las posibles relaciones de causa-efecto en la correlación entre los temas de interés de los usuarios de Internet de la zona geográfica antes mencionada, con los asuntos que competen a dicha comunidad.

De acuerdo con la estrategia metodológica reportada por los investigadores, la recopilación de datos se llevó a cabo a partir de cuatro técnicas para el levantamiento y sistematización de la información correspondiente, que fueron ejecutadas de manera simultánea durante el período comprendido del 9 de enero al 9 de febrero de 2012: un análisis de contenido de los temas publicados en los dos periódicos con mayor circulación en la zona, un análisis de contenido de los trending topics generados por usuarios de Twitter en la región, una encuesta en línea diseñada para medir los usos de Internet, las interacciones derivadas de tales usos y los temas de interés de los usuarios, y por último, un grupo focalizado integrado por líderes de opinión (jefes de información de medios locales de prensa, radio y televisión), cuyo objetivo fue identificar los temas prioritarios de la agenda pública en la región.

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Entre los resultados obtenidos, los autores destacan la notable coincidencia entre los datos que arrojaron las cuatro muestras en sus respectivos abordajes metodológicos. Con relación a los temas de interés para los usuarios de Internet, en general, y de las redes sociales en particular, se encuentran aquellos referentes que tienen que ver con lo local y lo inmediato, y empatan con lo que los líderes de opinión identificaron como los asuntos de interés prioritario en la región. Del mismo modo, las interacciones observadas parecen reforzar este sentido de la inmediatez y la preocupación por el entorno más cercano. Según el reporte de los investigadores:

Las características de la interacción que mantienen los participantes en el estudio son principalmente de orden individual y posteriormente de orden comunitario. Lo nacional y lo internacional, aunque presentes en los temas e interacciones observadas, son sobrepasados abrumadoramente por lo regional. Los datos obtenidos permiten reafirmar la idea de que estas herramientas de interacción y comunicación en línea, al mismo tiempo que permiten visualizar un mundo más amplio, son instrumentos que están siendo utilizados, al menos en los sujetos participantes, para reconstruir y reafirmar su identidad individual y regional (Pérez, et.al., 2012).

La identidad y la “sociedad red”

Una gran parte del esfuerzo de las ciencias sociales en la actualidad parece estar enfocado a la difícil tarea de hacer una especie de recuento de los logros y fracasos de la globalización. El derrumbe financiero de la economía a nivel mundial y su repercusión en la distribución del poder en el plano internacional, introducen un alto nivel de incertidumbre a los intentos por explicar los procesos

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sociales, en los que las tecnologías de información y comunicación juegan un papel muy importante. Al respecto, Manuel Castells (2009), en una visión particular, desarrolla un análisis en el que hace alusión a una estructura social concreta a la que denomina: la sociedad red. En su explicación del concepto, el autor describe a la sociedad actual como una estructura construida en torno a las redes virtuales, mas no determinada por éstas, y sostiene que “el proceso de formación y ejercicio de las relaciones de poder se transforma radicalmente en el nuevo contexto organizativo y tecnológico derivado del auge de las redes digitales de comunicación globales y se erige en el sistema de procesamiento de símbolos fundamental de nuestra época.

Aunque podríamos decir que la sociedad red existe, de facto, desde mucho antes que la nomenclatura de Castells, pues se remonta a la constitución misma del espacio social determinado por las redes sociales originarias, no virtuales, su propuesta sugiere un replanteamiento a los intentos de análisis de las relaciones de poder, en los que tendrían que ser consideradas las diversas modalidades en las que hoy se desencadenan los procesos de comunicación en todos los niveles, en función de los múltiples recursos tecnológicos disponibles. En el contexto de la “sociedad red” planteada por Castells, resulta insoslayable la incorporación de las TIC al estudio de procesos identitarios

Como se mencionó en párrafos anteriores, las relaciones de poder constituyen un importante factor que incide en el proceso de construcción identitaria y determinan una parte considerable de los patrones de conducta de las personas, es decir: su cultura.

Atendiendo a la lógica de los diversos planteamientos que hemos hecho a lo largo de este trabajo, la relación de impactos

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podría definirse de la siguiente manera: la distribución del poder en una sociedad ejerce una considerable influencia en la construcción simbólica de la relación de los individuos con el entorno, lo cual define un comportamiento que da origen a ciertos patrones de conducta que, al reproducirse en una comunidad ligada a un espacio territorial específico, configuran una cultura regional y determinan la identidad de los individuos en relación con el propio territorio geográfico. Esto es reconocido en el discurso político como la identidad regional, que se convierte, a su vez, en una identidad colectiva, entre muchas otras posibles9.

Ahora bien, en el entramado de las relaciones de poder existe una diversidad de posiciones que van desde los grupos privilegiados hasta los excluidos del poder: la posición de clase, condición que, de entrada, marca ya uno de esos rasgos no elegibles o impuestos en la identidad de una persona. Lo mismo sucede con el nivel de participación, o exclusión, que los individuos experimentan de acuerdo a sus posibilidades de acceso e inclusión en los procesos de comunicación mediada.

Estas diferencias dan origen a un sinnúmero de patrones conductuales en función directa de la posición que ocupa cada individuo en la sociedad, misma que determina sus referentes y la carga simbólica que éste les asigna. Ahora bien, en el contexto de la sociedad red, el sujeto incorpora, además, nuevos rasgos identitarios derivados de su acceso-uso-apropiación de las TIC, de la posición en que se ubica a sí mismo en relación con estas competencias, en relación con las competencias de otros, y en relación con la información a la que tiene acceso.

Al reconfigurar su identidad, la cultura del individuo se diversifica en función de las “ordenaciones legítimas” (Habermas,

9 Se ha argumentado que puede haber tantas identidades colectivas, como colecti-vos haya.

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1981) de la sociedad, que lleva a los sujetos a la búsqueda -consciente o no- de perfiles culturales afines que le garanticen la inclusión a un grupo y refuercen su sentido de pertenencia a un colectivo.

En nuestros días, esta búsqueda trasciende el contexto territorial, para insertarse en esta modalidad que Castells ha denominado la “sociedad red” (y que tenemos que interpretar como: la sociedad red-virtual), donde se amplía el espectro de posibilidades de contacto con individuos cuyos perfiles culturales sean afines, independientemente de los rasgos impuestos por el espacio geográfico, trascendiendo a un entorno de interacción que ofrece mayor libertad para la construcción de identidades colectivas en forma consciente y altamente selectiva.

En la constitución de estos grupos identitarios la comunicación resulta ser un factor clave, no sólo para tomar parte en los procesos de interacción, sino también -y probablemente con mayor relevancia- para la construcción de significados compartidos, para lo cual cada grupo define y valida sus propios protocolos, como prácticas transversales insertas en el espectro amplio de la cultura que les da origen.

Castells (2009), aunque no profundiza en el tema, define a los protocolos de comunicación como las prácticas, y sus plataformas organizativas de apoyo, que permiten compartir significados entre los campos culturales de la sociedad red global, en lo que él llama: “la nueva esfera pública”.

Conclusiones

Existen en la actualidad una serie de especulaciones en torno a Internet como espacio de socialización, que son en gran medida producto de la falta de información que lleva a algunas personas

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al vaticinio de situaciones extremas, que van desde el efecto de alienación y aislamiento, o la visión idealizada de una comunidad utópica donde no existen límites ni fronteras, hasta la presunción de una cultura global en la que se diluyen o desaparecen los rasgos propios de las culturas locales.

Entendiendo la cultura como el aprendizaje natural producto de la interacción de los individuos en sociedad, y la identidad: como la relación simbólica del individuo y su contexto, podemos decir que la identidad cultural representa la relación simbólica de un individuo en un contexto específico, en el que interactúa compartiendo experiencias de aprendizaje con un grupo solidario en el proceso de construcción de significados. Sin embargo, en función de su personalidad -y sus circunstancias- un individuo se asocia con diversos grupos solidarios (identitarios). En función de los grupos solidarios con los que interactúa, cada persona puede acumular una cantidad ilimitada de rasgos culturales además de la cultura impuesta -y no necesariamente consciente-, lo que hace posible un perfil cultural diferenciado entre individuos de un mismo grupo social.

Existe una diferencia entre la identidad cultural y la identidad colectiva, que depende del nivel contextual en el que se observa. La identidad colectiva se construye a partir de significados compartidos por un grupo solidario específico, que configuran, en cada uno de sus miembros, ciertos rasgos culturales. Mientras la identidad cultural puede ser observada en el plano individual y estar compuesta por rasgos culturales diversos, en función de los grupos de pertenencia de cada individuo.

La globalización, en el plano cultural, se cristaliza en el intercambio de significados provenientes de contextos diversos, que se hace posible con el acceso a las tecnologías de la información y

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comunicación, y la interacción en entornos virtuales. Sin embargo, la información que se comparte en la red es asumida desde la cultura propia de los individuos que acceden a ella, por lo tanto, la carga simbólica se construye en lo local, ya que se trata de un proceso relacional anclado en los referentes de cada participante activo.

Las tecnologías de la información y comunicación indudablemente marcan a la sociedad actual como una inmensa red de intercambios que, en una apreciación simplista, podría sugerir una tendencia hacia la uniformidad de la cultura, pero la multifactorialidad de los procesos de construcción identitaria, vuelve casi imposible el hecho de que una cultura global pueda ser consolidada.

Referencias

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Redes sociales y herramientas para la administración de redes sociales: Definiciones conceptuales desde el campo académico

de la Comunicación.1

Gabriel Pérez Salazar2

ResumenCon base en la revisión y delimitación del campo semántico dado por las redes sociales, se presenta una distinción de las dos principales acepciones de este término, tanto desde lo conceptual, como a partir de sus respectivos antecedentes, entre las que se encuentran distintas tradiciones y enfoques, que permiten el abordaje de las estructuras relacionales en los sistemas sociales, presentes tanto en los espacios físicos como en los virtuales. Se hace especial énfasis en las posibilidades comunicativas que presentan las herramientas en línea para la administración de redes sociales (HARSEL), de las que Facebook y Twitter son algunos de los ejemplos más notables. La intención es construir un marco conceptual relativo a las redes sociales y presentar una definición operativa de las HARSEL que permita su abordaje empírico.

Palabras clave: redes sociales, teoría de redes sociales, análisis de redes sociales, redes sociales en línea.

1 Nota: Una versión más acotada de este trabajo, fue publicada durante 2012 en el núm. 79 de Razón y Palabra < http://www.razonypalabra.org.mx/N/N79/V79/06_PerezAguilar_V79.pdf>. El trabajo que se presenta en este libro, brinda una discusión más amplia en algunos de los puntos previamente publicados, así como la actualización de un conjunto de datos relevantes.2 Doctor en Ciencias Políticas y Sociales con Orientación en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente es profesor-investigador en la Facultad de Ciencias de la Comunicación, de la Universidad Autónoma de Coahuila. Co-coordinador del Grupo de Investigación Internet, Nuevas Tecnologías y Sociedad de la Información, de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, A.C. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de Conacyt, con el nivel I.

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I. IntroducciónLas relaciones, lazos e interacciones que tienen lugar en un campo determinado; son la base misma de la existencia de la sociedad. Como Parsons (1999) establece, todo sistema social está dado a partir de ellas. El objetivo del presente capítulo tiene que ver con la revisión de un concepto polisémico, que está estrechamente vinculado con las relaciones que se establecen entre los distintos elementos que integran un sistema de esta naturaleza: las redes sociales. Dada la popularización del término a partir de un conjunto de plataformas informáticas que permiten distintos tipos de interacción mediada entre sus usuarios, se trata de establecer distinciones que permitan un tratamiento más preciso de los fenómenos sociales asociados a dicho concepto. En primer término, se hará un repaso de lo que es posible identificar como Teoría de Redes Sociales (TRS). Como veremos, se trata de un conjunto profundamente heterogéneo de acercamientos a lo socio-relacional, en el que han sido construidos marcos conceptuales desde disciplinas tan variadas como las matemáticas, la psicología social, la antropología, la sociología y, más recientemente, la comunicación. Más allá de los antecedentes generalmente reconocidos en torno a este asunto, plantearemos que el problema de la interacción y las asociaciones que se establecen en los grupos humanos, puede ser rastreado al menos hasta finales del siglo XVIII, a partir de aquellos autores que dieron cuenta de las modificaciones dadas en las relaciones sociales surgidas durante la Revolución Industrial. Esta base nos permitirá hacer un acercamiento a lo que es posible identificar como una red social, en su sentido más amplio, precisando algunas de las operaciones que han sido definidas a partir de las formas de relación entre los elementos que las integran.

En un segundo momento, haremos referencia a las redes sociales en línea, que como veremos, son una subclase de redes sociales, que se posibilitan a partir de un conjunto de herramientas

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en Internet, a través de la realización de una amplia variedad de interacciones específicas. Consideramos que esto plantea un problema epistemológico que se deriva de la praxis lingüística; es decir el fenómeno socio-relacional que ocurre a partir de estas mediaciones, no es el referente del término como popularmente es empleado. En otras palabras, cuando se habla en los espacios no especializados de las redes sociales, generalmente se alude a las plataformas, a los sistemas informáticos entre los que destacan por su visibilidad Facebook y Twitter, y no a dicho conjunto de relaciones y elementos vinculados. Como argumentaremos, en un estricto sentido, las redes sociales en línea están dadas por un conjunto de representaciones virtuales nodales, así como por los lazos que se establecen entre ellas; y no las aplicaciones que las posibilitan. Es por ello que introduciremos el término de herramientas para la administración de redes sociales en línea (HARSEL), con el fin de distinguir al fenómeno socio-relacional (en este caso virtualizado), de las plataformas en las que se tiene un nombre de usuario y se interactúa a partir de acciones como likes y tweets.

No obstante esta distinción, dado que las redes sociales en línea son en efecto redes sociales, es posible entonces aplicar a este campo de relación virtual, los mismos criterios de análisis que a las redes sociales que se tejen en los entornos físicos. Como veremos en la parte final, hay un conjunto de consideraciones que, desde lo comunicativo, son hechas en torno a las interacciones que tienen lugar a través de las HARSEL. Las posibilidades técnicas de interacción, modifican de manera irreversible la forma en que dichas redes se articulan. La velocidad y el alcance de los contactos ocurren de forma distinta, y si a esto se suma la ubicuidad que en algunos casos resulta del uso de los llamados smartphones, es evidente que las redes sociales que se construyen a partir de dichas mediaciones, tienen características novedosas. Aquello que es origen de los vínculos, así como los lazos mismos, a través de estos dispositivos

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alcanzan una visibilidad tal, que puede ser el punto de inicio de numerosos planteamientos de investigación desde la comunicación.

II. Teoría de las redes sociales

Con base en autores como Scott (2000), Lozares (1996), Molina (2001), Crovi, López y López (2009) y Hansen, Shneiderman y Smith (2011); es posible decir que la Teoría de las Redes Sociales constituye un conjunto relativamente heterogéneo de perspectivas multidisciplinares y enfoques conceptuales, elaborados en torno a las relaciones que en varios niveles se establecen entre los actores sociales, sus patrones de conexión, así como la influencia que dicha estructura relacional tiene en las percepciones, cogniciones e incluso en las acciones de dichos sujetos al interior de las redes a las que pertenecen. Como Lozares expresa:

La idea central de los análisis de Redes reside en el supuesto de que lo que la gente siente, piensa y hace tiene su origen y se manifiesta en las pautas de relaciones situacionales que se dan entre actores oponiéndose así a la idea de que los atributos de los actores individuales sean la causa de las pautas de comportamientos y de las estructuras sociales. La raza, la edad, el sexo, la categoría social importan menos que las formas de las relaciones mantenidas o mantenibles, que son las que realmente posicionan a las unidades en la estructura social: lo que construye las posiciones sociales son las relaciones mutuas entre actores, los diferentes vínculos que les mantienen en redes sociales (1996, pág. 110).

La interacción en la teoría de redes sociales

Dado que, como se verá en las siguientes páginas, la interacción es una condición sine qua non de las redes sociales, en este breve apartado haremos una presentación de algunos trabajos hechos en torno a este concepto. Dicho en términos sumamente resumidos,

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según Marc y Picard (1992), la interacción se refiere a una cualidad de los sistemas sociales a partir de la cual es posible hablar de ajustes recíprocos que los elementos hacen en función de los contactos que establecen entre sí. Con base en una perspectiva que tiene rasgos profundamente comunicativos, estos autores proponen una serie de categorías para el abordaje de esta categoría, entre las que destacan: el sentido y el significado de las interacciones, el contenido de aquello que se comparte en la interacción, el tipo de relación que se establece entre los participantes, las estructuras sociales que norman la interacción, así como la simetría y complementariedad que se presenta en estos casos.

En el marco dado por las redes sociales, resulta particularmente relevante lo dicho por Marc y Picard (1992) acerca de la reciprocidad presente en lo que llaman una “transacción” (es decir, la interacción social misma, a partir de la cual ocurren dichos ajustes recíprocos), así como la estructuración social de la interacción. Esta reciprocidad se define a partir del equilibrio que puede haber entre los sujetos interactuantes, y que está dada tanto a partir del contenido de aquello que se comparte cuando ocurre la interacción, como por la complementariedad prevaleciente entre ellos. En otras palabras, cuando se establece una configuración en la que dos sujetos interactúan, ocurre un intercambio de diversas sustancias materiales o inmateriales, a partir de las cuales puede haber –o no– simetría; es decir, una correspondencia proporcional entre lo que se recibe contra lo que se aporta. Cuando una interacción no es recíproca, suele resultar en un desequilibrio. Hay escenarios en los que este desequilibrio puede ser justamente la característica distintiva de una configuración determinada, sobre todo cuando es a consecuencia de las estructuraciones sociales que rodean la interacción en cuestión. Hay, entonces, estructuras que favorecen modos de relación poco recíprocos, en especial cuando las posiciones relativas entre quienes interactúan están sujetas a

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jerarquías claramente identificables (como ocurre, por ejemplo, en la mayor parte de las relaciones laborales).

En coincidencia con los planteamientos de Marc y Picard, para Giddens (2000) la interacción social –que define como el proceso mediante el cual actuamos y reaccionamos ante lo que nos rodea– se basa también en una dimensión transaccional fundamental. Para este autor, la interacción ocurre a partir de una serie de normas que definen la manera aceptable de relacionarse dentro de una sociedad. Giddens concibe a la interacción como la influencia mutua que se establece entre dos entidades sociales que tienen al menos la capacidad de reconocer su mutua existencia, y que actúan en consecuencia. Estas normas sociales representan para Giddens elementos de ajuste para los individuos, que se derivan de las interacciones que se establecen al interior del sistema. En otras palabras, aquello que es socialmente aceptable es el resultado de lo que la sociedad misma considera necesario para su supervivencia. Como veremos más adelante con Luhmann, la interacción se convierte en una operación de autoconservación del sistema, en la medida que permite a sus miembros ajustar su conducta de manera que las transacciones sociales permitan patrones que lleven a un equilibrio homeostático. La interacción es, desde esta perspectiva, tanto un elemento de influencia sobre los sujetos, como un mecanismo que permite la construcción de estas normas que los afectan.

Las posiciones relativas que existen entre quienes interactúan y que habían sido mencionadas por Marc y Picard (1992) dentro de su propuesta; se expresan en Giddens en la importancia que, basado en Goffman, otorga a los roles en estas configuraciones. En efecto, quienes interactúan lo hacen a partir de una posición socialmente identificada, que influye en las respuestas y acciones esperadas. Desde esta perspectiva, los sujetos poseen un conjunto de atributos que les son asignados por las estructuras culturales en

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las cuales se encuentran, y que, como Giddens sugiere, modifican la manera en que se relacionan con los demás: “son las expectativas, definidas socialmente, que tiene un individuo que ocupa una determinada posición o situación social” (2000, pág. 129).

Con base en estos autores, y ante el objeto de estudio que hemos decidido abordar en el proyecto del que se deriva este capítulo (es decir, los llamados medios sociales en Internet y su incidencia en los procesos de construcción identitario), en el contexto dado por las redes sociales, podemos decir que la interacción es un acto social, una forma de relación entre entidades o nodos que coinciden en un espacio (físico o virtual), que resulta en influencias mutuas y que se encuentra estructurada por el sistema en el cual tiene lugar.

Primeros antecedentes de la teoría de redes sociales.

Aunque la mayor parte de los autores consultados (Scott y Carrington, 2011; Newman, 2010; Wasserman y Faust, 2009) ubican el surgimiento de la TRS durante la década de 1930, proponemos que la idea de que hay una mutua afectación en los elementos que componen todo sistema social, puede ser rastreada al menos, a los tiempos en que la sociología empezó a consolidarse como disciplina. Con base en DeFleur y Ball-Rokeach (1996) y Borgatti, Mehra, Brass, y Labianca (2009), enseguida haremos una recapitulación de la manera en que pensadores como Comte, Tönnies y Durkheim desarrollan una serie de reflexiones en las que abordan esta visión socio-relacional.

Para Comte, la sociedad puede ser vista como una especie de organismo,3 en el que cada sujeto lleva a cabo una función específica, de forma tal que la cohesión social tiene lugar justamente a partir de la mutua interdependencia que existe entre todos ellos.

3 Este concepto de la sociedad como organismo es tomado por Comte de Henri de Saint-Simon, para quien trabajó como secretario durante siete años.

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En el contexto dado por la Revolución Industrial, en el que la especialización de funciones en los sistemas productivos generó profundas transformaciones en el plano social, Comte observó que la salud del sistema dependía de que las interacciones entre los sujetos fuesen complementarias y alcanzasen cierto equilibrio. Los sujetos entonces, dependían cada vez más unos de otros a raíz de dicha especialización. Con base en esta idea, para Tönnies se presentan dos tipos de asociaciones: la comunidad (gemeinschaft) y la sociedad (gesellschaft). Mientras que en la primera la relación se sustenta en una base común de rasgos que comparten los sujetos (como parentescos, tradiciones, etc.); en la segunda –más propia de la sociedad industrial– la base de la relación es el contrato social, en el que se establece un conjunto más o menos complejo y explícito de normas de conducta, entre las cuales se pueden incluir las funciones a desempeñar dentro de la sociedad. Los posteriores trabajos de Durkheim, se inscriben en este mismo contexto: como seres sociales nos une tanto aquello que compartimos (solidaridad mecánica), como aquello que nos hace únicos y necesarios a los demás (solidaridad orgánica).

A pesar de que en estas visiones iniciales la interdependencia no alcanza a traducirse del todo en la conceptualización de una mutua afectación, sobre todo en lo que se refiere a las configuraciones de los sujetos ante los demás; consideramos que se sientan las bases para trabajos posteriores en los que se plantea que en los sistemas sociales no sólo hay una red de relaciones de dependencias mutuas, sino que estas relaciones son capaces además de modificar a los sujetos que entran en contacto unos con otros. En este sentido, Scott (2000) presenta una amplia revisión de algunos de los principales antecedentes de la TRS ocurridos durante el siglo XX, donde distinguimos dos grandes áreas genealógicas:

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1. Los trabajos socio-relacionales desarrollados a partir de la corriente Gestalt (con Kurt Lewin como uno de sus principales exponentes), a los que se suman la sociometría de Jacob Moreno, así como los planteamientos previamente hechos por la teoría de grafos.4 Surgidos entre las décadas de 1930 y 1950, en este primer grupo de aproximaciones destaca una concepción totalizadora compleja de los tejidos sociales, en los que se enfatizan los campos de relaciones que surgen en todo sistema de esta naturaleza. La noción de que los actores sociales se desarrollan de la manera en la que lo hacen en función no sólo de sus características intrínsecas (como era el planteamiento sociológico clásico), sino de sus relaciones con los demás; se presenta como una idea que plantea novedosos paradigmas. Desde esta perspectiva, se dice que las posiciones relativas de los sujetos y la influencia de aquellos otros con quienes se establece alguna relación, determinan las trayectorias de actuación social que cada uno establece en su entorno. En este contexto, Borgatti, Mehra, Brass, y Labianca (2009) refieren el trabajo de Alex Bavelas, quien en el Laboratorio de Redes del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), analizó el efecto de las estructuras de comunicación en los grupos para resolver problemas. Se encontraron cuatro modelos a partir de los cuales fluye la comunicación grupal, como se muestra en la figura 1.

4 Crovi, López y López (2009) rastrean los primeros antecedentes de la teoría de grafos hasta 1736, con los trabajos del matemático Leonhard Paul Euler, y que en la década de 1930 retoma J. Moreno.

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Figura 1: Estructuras de redes encontradas por Bavelas

Fuente: Elaboración a partir de Borgatti, Mehra, Brass, y Labianca (2009)

2. La antropología estructural-funcionalista, desarrollada en Harvard por antropólogos como Warner y Mayo entre las décadas de 1930 y 1940, se basó en el análisis de grupos y subgrupos empleando representaciones gráficas (sociogramas) de las relaciones establecidas entre los sujetos pertenecientes a dichas redes. A esta línea inicial, Lozares (1996) relaciona el trabajo hecho en Manchester una década después por Gluckman, en el que se plantea que una estructura social da lugar a redes que pueden ser analizadas, sobre todo desde la teoría del conflicto. Con base en esta perspectiva, se destaca la cohesión, transformación y la reconfiguración de las relaciones entre los actores que pertenecen a un sistema social, derivadas de los enfrentamientos, acuerdos y negociaciones que pueden surgir entre dichos sujetos (Scott, 1991). Para Borgatti, Mehra, Brass, y Labianca (2009), dentro de la corriente antropológica es posible distinguir tres grandes líneas de investigación en torno a las redes sociales:

a) El trabajo de Nadel, en el que las sociedades eran concebidas no como unidades monolíticas, sino como patrones de relaciones que se dan entre los actores, en su capacidad de desempeñar roles relativos entre ellos.

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b) A partir de las propuestas de Levi-Strauss, se empezaron a representar sistemas de parentescos como operaciones relacionales entre los miembros de una red familiar, identificando relaciones primarias (como la paternidad) y secundarias (en el caso de los familiares políticos). c) Antropólogos sociales como Bott, aplicaron el enfoque relacional al estudio de los roles que se desempeñan dentro de las familias, encontrando que mientras más uniones hubiera con las estructuras parentales, era más probable que se reprodujeran los roles tradicionales de los cónyuges.

Partiendo de estos dos campos conceptuales (el socio-relacional y el antropológico), autores como Borgatti, Mehra, Brass, y Labianca (2009) y Molina (2001) identifican un mayor énfasis en los estudios de las redes sociales desde la sociología, en el lapso dado entre las décadas de 1950 y 1970. Molina (2001) refiere que se establecen diversos cruces entre la Escuela de Manchester y el empleo de los modelos de grafos, a partir del trabajo de autores como Barnes,5 Bolt y Nader. Para ellos, la vida social se entiende como un conjunto de nodos que forman redes sociales relacionales, y que dan lugar al surgimiento de estructuras que están basadas en los roles que los sujetos representan en su vida cotidiana. Al respecto, Wellman dice que:

Con la traducción al inglés del trabajo de Georg Simmel -después de la segunda guerra mundial (e.g., 1950, 1955, 1971)- muchos sociólogos americanos se familiarizaron con su argumento, de principios de siglo, de que la forma de las relaciones sociales determinaba, en gran medida, su contenido. Derivaron de su obra un interés por la manera cómo el tamaño de los sistemas sociales y las maneras en las que las relaciones están interconectadas, restringen la conducta individual y el intercambio diádico. Para algunos, tal énfasis estructural constituyó un reto bienvenido para el análisis -de corte más psicologista, impulsado por

5 Según Mitchell (1974) es Barnes el primero en emplear el término “redes sociales” en 1954.

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necesidades- defendido por la rama dominante de la sociología estructural funcionalista de los Estados Unidos (e.g., Parsons, 1951, 1960) (2000, pág. 18).

De esta manera, para la segunda mitad de la década de 1970, la sociología estadounidense había dado lugar a un campo multidisciplinar dedicado al estudio de las redes sociales desde perspectivas como la economía, la antropología, las ciencias de la salud, la ciencia política y la física, entre muchas otras (Molina, 2001).6

Desde esta misma perspectiva sociológica, Borgatti, Mehra, Brass, y Labianca (2009) describen el trabajo de Granovetter en torno a las redundancias que se presentan en la información que fluye al interior de redes que tienen fuertes lazos, comparada con la relativamente novedosa información que se origina a partir de sujetos con los que la relación es más bien esporádica. Como estos autores sugieren, esto dio lugar al posterior desarrollo de la noción del capital social, que se basa en las oportunidades y beneficios obtenidos a partir de las relaciones establecidas con otras personas, y que ha sido tratada por autores como Bourdieu (1986), Coleman (1988) y Putnam (1995). Este concepto ha resultado clave para el estudio de diversas formas en que las estructuras relacionales constituyen en sí mismas, un elemento clave para las posibilidades y trayectorias que puede seguir un sujeto determinado. Trabajos como los de Ryan, Sales, Tilki y Siara (2008), refieren, por ejemplo, la importancia de las redes sociales en los procesos de migración, y hablan de la manera en que los vínculos y contactos pueden facilitar a los migrantes no solo la obtención de factores básicos de sobrevivencia como habitación y empleo, sino también el mantenimiento de diversas prácticas culturales relacionadas con sus países de origen.

6 Crovi, López y López (2009: 73) presentan un amplio cuadro en el que se detallan estas disciplinas y sus respectivas aportaciones al desarrollo de la TRS, mismo que puede ser consultado para mayores detalles.

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No obstante estos antecedentes encontrados en la bibliografía consultada, nos parece oportuno sugerir otras perspectivas que han abordado el asunto de la complejidad, que implica lo relacional en la sociedad. Dichas perspectivas están dadas tanto por los enfoques sistémicos,7 como por planteamientos hechos en torno al constructivismo social (en relación al cual es posible destacar dos perspectivas particularmente oportunas para el análisis de las aplicaciones que permiten administrar redes sociales en línea: la construcción social de la tecnología8 y la teoría del actor-red). Con numerosos cruces conceptuales entre sí, estas visiones destacan básicamente el mismo objeto que ya hemos mencionado: la existencia de un sistema de interrelaciones y contactos que trascienden a la red misma y que dan lugar a un sistema.

En lo que tiene que ver con los enfoques sistémicos, a partir de trabajos realizados por autores como Wiener, Von Foerster, Maturana, Varela, Von Bertalanffy y Luhmann (entre otros), se proponen ideas que profundizan en la manera en que, al interior de los sistemas sociales, los elementos que los componen se configuran a partir de sus redes de relaciones. Con base en las visiones cibernéticas de Wiener (1985) y Von Foerster (1991), los sujetos pueden ser concebidos como sistemas de conciencia capaces de hacer ajustes en sus operaciones, a partir del equilibro que buscan establecer con su entorno.9 La retroalimentación (entendida como la entrada de información contextual que permite al sistema ajustarse en busca de un equilibrio tanto interno como con su entorno), proporciona a cada uno de estos elementos, bases info-cognitivas (dependiendo de su nivel de elaboración), a partir de las cuales se

7 Entre los que destacan los trabajos iniciales de Varela y Maturana, así como la cibernética de Wiener; a partir de los cuales Ludwig Von Bertalanffy desarrolla su Teoría General de Sistemas. El planteamiento de Niklas Luhman su Teoría de los Sistemas Sociales es quizás una de las propuestas más refinadas en este sentido.8 Dado principalmente por el trabajo de Bijker, Hughes y Pinch, la construcción social de los sistemas tecnológicos, publicado en 1987.9 Con base en las interacciones a las que Giddens (2000) hacía referencia.

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regulan sus actuaciones dentro de su red social, con la finalidad de preservar su existencia tanto como sea posible.

Este sentido de preservación de los llamados sistemas de conciencia, se encuentra presente de manera muy importante en la obra de Maturana y Varela (1972). Bajo la noción de la autopoiesis, estos autores proponen que un sistema lleva a cabo una serie de operaciones que le permiten continuar su existencia como sistema, autorregulándose en función de sus interacciones con el entorno y haciendo referencia sólo a las relaciones que se ubican dentro de su entramado relacional. Ubicado este concepto en el plano de lo social, los sujetos tienen una doble dimensión: son sistemas psico-biológicos que interactúan con su entorno (en el que se encuentra el resto de sus semejantes), a la vez que son elementos que componen los sistemas sociales. Dependiendo del orden en el cual se sitúe un observador (es decir, el nivel en el cual se establece la distinción entre sistema y entorno), tendrán lugar las interacciones que ocurran entre los elementos de un sistema. Si se trata de las interacciones que existen entre los actores sociales (esto es, los sistemas de conciencia), consideramos que el sistema resultante de relaciones y mutuas afectaciones, bien puede ser descrito como los intercambios que se presenten dentro de una red social.

Con grandes coincidencias conceptuales, los constructivistas sociales (entre cuyos fundadores también se encuentra Von Foerster), parten de este sistema de relaciones para establecer un marco conceptual en el que ideas, nociones, ideologías y, por supuesto, artefactos tecnológicos (entre los que evidentemente se encuentra Internet y sus respectivas herramientas info-comunicativas); son el producto de las interacciones que tienen lugar dentro de un sistema determinado (y que como hemos sugerido, se expresa en una red social). Así, la corriente dada por la construcción social de la tecnología, destaca la manera en que

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un determinado dispositivo (como puede ser una plataforma como Facebook) es el resultado de un complejo conjunto de relaciones entre los grupos sociales relevantes relacionados de manera directa con el desarrollo, uso y apropiación de un artefacto determinado. La teoría del actor-red, como es propuesta por Callon (1999) y Latour (2005), incorpora en sus planteamientos esta visión sistémica que ya había sido planteada por von Bertalaffy (1976): la red social tiene dos dimensiones simultáneas, es decir, es tanto el resultado de las interacciones que se producen entre los sujetos sociales, como un elemento (un actante en términos de esta perspectiva) que ejerce una influencia observable sobre la misma red y la tecnología en construcción (de ahí el guión en el término actor-red).

Sin embargo, es quizás en Luhmann (1996) donde el concepto de sistema social (dentro del cual las redes sociales pueden ser ubicadas como un parte de la estructura relacional) encuentra uno de sus desarrollos más profundos. Dicho de forma por demás sintética, para este autor, la red de interacciones entre los elementos de un sistema, determina la existencia misma de dicho sistema. En otras palabras, en la medida en que un conjunto de elementos se distingan de su entorno a partir de lo que llama la clausura operacional, y se establezcan un grupo de operaciones relativamente estables a lo largo del tiempo (esto es, una estructura); entonces es posible hablar de un sistema. Con base en este planteamiento, una red social contribuye a la existencia de un sistema social, en tanto sus miembros formen una entidad que sea posible distinguir del resto de sujetos con los que no se tiene relación.

Qué es una red social

Con base en esta revisión, podemos decir que difícilmente puede hablarse de una teoría unificada de las redes sociales. Como adelantábamos, más bien se trata de un fenómeno social, que ha

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dado lugar a diversos acercamientos conceptuales y empíricos para su estudio, cada uno destacando aquellos aspectos que son pertinentes desde su disciplina. Existe una amplia diversidad de definiciones de lo que en principio puede ser entendido como una red social. Por ejemplo, dentro de la sociología, para Lozares se trata de un “conjunto bien definido de actores-individuos, grupos, organizaciones, comunidades, sociedades globales, etc., que están vinculados unos a otros a través de una o un conjunto de relaciones sociales” (1996, pág. 108), mientras que para Storberg-Walker y Gubbins (2007), se trata de aristas (relaciones) y nodos (actores, grupos, organizaciones), que pueden ser descritos en términos matemáticos. Desde la comunicación, bien podríamos hablar de grupos que intercambian información a partir tanto de los contactos que establecen entre sí, como de una amplia variedad de elementos culturales comunes que posibilitan la construcción de sentidos compartidos.

Quizá uno de los aspectos más relevantes en torno a este heterogéneo marco conceptual, tiene que ver con la noción de que, como plantea Wellman (2000), la sociedad está compuesta por redes y no por grupos. Esta idea representa un rompimiento fundamental con algunas concepciones de la sociología clásica: lo que podría ser considerado como un conjunto de variables sociodemográficas explicativas (como por ejemplo, un bajo nivel de ingresos a consecuencia de una baja escolaridad); se torna ahora en un complejo enjambre de estructuras relacionales dentro de las cuales el sujeto social es entendido como el resultado de todas aquellas interacciones que tiene a lo largo de su existencia, que se cruzan con la innegable capacidad de actuación de cada persona. Así, lo que ha sido desarrollado como la agencia, y que puede entenderse como la capacidad del sujeto para interpretar y operar en función de un conjunto de intereses y necesidades; como lo plantea Ema (2004), se

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encuentra siempre sujeto a contextos relacionales que son a la vez estructurados y estructurantes.

A pesar de la ausencia de consensos conceptuales reconocibles, la TRS constituye una amplia diversidad de anclajes teóricos de los cuales es posible echar mano, de forma tal que, como ya mencionamos, sea posible hacer un estudio de las relaciones que en muy diversos niveles se establecen entre los actores sociales, y la influencia que dicha estructura relacional tiene en las culturas, percepciones, cogniciones e incluso en las acciones de dichos sujetos al interior de las redes a las que pertenecen.

III. Conceptos generales en torno al análisis de redes sociales

Como Sanz plantea, el análisis de las redes sociales “se ha desarrollado como herramienta de medición y análisis de las estructuras sociales que emergen de las relaciones entre actores sociales diversos (individuos, organizaciones, naciones, etc.)” (2003, pág. 21). Con base en los conceptos que han sido expuestos, es posible decir que se da atención especial al estudio de las estructuras sociales y cómo esta misma estructura tiene influencia tanto en las acciones como en las cogniciones de los sujetos que se encuentran inmersos en dicha red relacional:

En el análisis de redes se describen y estudian las estructuras relacionales que surgen cuando diferentes organizaciones o individuos interaccionan, se comunican, coinciden, colaboran etc., a través de diversos procesos o acuerdos, que pueden ser bilaterales o multilaterales; de este modo la estructura que emerge de la interrelación se traduce en la existencia de una red social. Las redes sociales son, por tanto, conjuntos de relaciones sociales o interpersonales

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que ligan individuos u organizaciones en “grupos” (Sanz, 2003, pág. 22).

Wasserman y Faust (2009) identifican un conjunto de aspectos que pueden ser estudiados al interior de cualquier red social:

1. Tipos de actores: se trata de las entidades sujetas a los vínculos establecidos por las redes sociales. De acuerdo con este planteamiento, éstos pueden ser descritos a partir de variables sociológicas clásicas para definir sus clases particulares. Por ejemplo, se puede hablar de actores sociales individuales o colectivos, civiles o gubernamentales, y así sucesivamente, dependiendo del tipo de análisis que se realice. Un aspecto importante es que no se trata de entidades autónomas, sino que sus acciones están sujetas a la influencia de la red social a la que pertenecen.2. Lazos relacionales: se definen como aquello –material e inmaterial– que vincula a los actores dentro de una red social. Hay una amplia variedad de lazos relacionales, entre los que Lozares destaca: personales (amistad, afecto, respeto, etc.), transferencias (económicas, información, etc.), formales e informales, etc. El autor habla de sustancias relacionales, es decir, de aquello que da lugar a los contactos que se establecen entre los actores que pertenecen a la red social y que permite flujos entre ellos, de muy diversas clases. Para profundizar en esta categoría, sugerimos considerar la tipología de lazos propuesta por Borgatti, Mehra, Brass, y Labianca (2009):a) Similitudes: están dadas por tres variables: ubicación física y temporal, pertenencia (por ejemplo a grupos identificables como clubes o asociaciones) y atributos compartidos (género, raza, nacionalidad, etc.).b) Relaciones sociales: consistentes en propiedades que se

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manifiestan de manera continua, como parentescos, roles (sociales, laborales, etc.), relaciones afectivas (amor, odio, amistad, etc.) y relaciones cognitivas (que se expresan por ejemplo, a partir de conocer a una persona, saber en qué situación se encuentra, etc.).c) Interacciones: se distinguen de las relaciones sociales en el sentido que se presentan de manera discreta (es decir, que se encuentran acotadas a un momento y lugar determinado), y pueden ser cuantificados por unidad de tiempo (por ejemplo, con quienes se tiene un conflicto, personas a las que se ha brindado ayuda, etc.).d) Flujos: Por lo general, los flujos no son contabilizados en el análisis de redes sociales de manera directa, sino más bien, deducidos a partir de las interacciones. Dentro de esta categoría, es posible mencionar como ejemplos, las ideas que se transmiten a partir de los actos comunicativos, un virus a través de un contacto físico, dinero a partir de una transacción comercial, etc.

Con base en estos antecedentes, nos parece evidente que hay muchos tipos posibles de lazos relacionales, y que muchos de ellos poseen una dimensión cualitativa que debe ser considerada. Por ejemplo, aunque un lazo o sustancia relacional entre dos actores dentro de una red social esté dado por el afecto, queda claro que esta variable puede tener muy distintos valores y que no es lo mismo el afecto que se puede sentir hacia un compañero de trabajo con quien se tenga poca interacción, que hacia alguien de la propia familia. En función de lo que un lazo relacional representa para un actor determinado, es posible hablar de su intensidad y valor simbólico y que en conjunción con el actor al que esté asociado dicho lazo; pueden dar indicios sobre la importancia subjetiva que se establece entre un actor y los distintos contactos de su red social. En otras palabras, no todos los contactos significan lo mismo y la influencia

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que pueda tener la red social sobre el sujeto dependerá de esta cualidad, caso a caso y momento a momento.

En este sentido, Wellman plantea la existencia de una característica de los lazos que debe ser tomada en cuenta: la transitividad. Con base en los trabajos de Pool y Kochen, este autor sostiene que:

Hay límites finitos al número e intensidad de los lazos que un individuo puede mantener (y que la mayoría de individuos se encuentra cerca de estos límites). En consecuencia, la mayoría de la gente no puede añadir muchos lazos nuevos (o añadir ramas nuevas a lazos existentes) sin renunciar a algunos de sus lazos existentes (2000, pág. 44).

Wellman además propone que los lazos son casi siempre recíprocos y asimétricos, con notables variaciones en contenidos e intensidades: “rara vez hay una estricta correspondencia unívoca entre lo que dos personas se dan entre sí […] Pocos lazos se asemejan al vínculo entre Damón y Pitias:10 intenso, comprehensivo, y simétrico” (2000, pág. 41). Como es posible apreciar, los lazos representados en un análisis de redes sociales tienen una validez limitada al periodo en el cual se hace una observación. Estos vínculos evolucionan y se transforman de manera constante. Factores como la ubicación geográfica de los nodos de la red (por ejemplo), solían determinar sus posibilidades de permanencia a lo largo del tiempo.

En este sentido, consideramos oportuno enfatizar las transformaciones que podrían tener los lazos a partir de aquellas tecnologías que posibilitan la realización de actos comunicativos en diacronías espacio-temporales. En otras palabras, si las herramientas para la administración de redes sociales en línea, como Facebook, permiten el reencuentro con personas con los que un sujeto ha

10 Nota del autor: Relato de Cicerón en el que menciona a estos dos personajes como el epítome de la amistad entre dos personas.

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dejado de tener contacto desde un tiempo considerable, cabe preguntarse cuáles son los efectos en la transitividad que Wellman refiere. De igual forma, es razonable plantear interrogantes sobre la calidad de las interacciones que establecen usuarios que se acercan al máximo de 5 mil amigos que establece Facebook.

Retomando la ya mencionada teoría de grafos, podemos decir que estas dos categorías (tipos de actores y lazos relacionales) corresponden a los nodos (que son las entidades que forman parte de una red social) y a las aristas (los contactos que se establecen entre los nodos), respectivamente. Para su análisis, Borgatti, Mehra, Brass, y Labianca (2009) plantean que cada tipo de lazo es usualmente visto como una red separada, con una estructura particular y diferentes implicaciones para los actores relacionados entre sí. Por ejemplo, para el mismo conjunto de nodos, la estructura correspondiente a las relaciones afectivas puede ser completamente distinta de la correspondiente a la dada por sus flujos comunicativos o sus relaciones económicas. Es por esto que con frecuencia se hacen distintos tipos de análisis de enlaces dentro de una red social, para observar la manera en que una variable se relaciona con otra.

La forma que presenta una determinada red social, es otra consideración que Lozares (1996) propone para su análisis. Las redes sociales dan lugar a configuraciones particulares que tienen diversas propiedades, de modo que es posible hacer descripciones del modelo o pauta que una red presenta. Un ejemplo de este autor está dado por la densidad de la red, y que se expresa como la proporción de las relaciones que un nodo presenta, contra aquellas que potencialmente podría tener en total.

En este sentido, Sanz (2003) menciona que además de la densidad, también es posible analizar el grado de integración o cohesión que se encuentra presente en una red social.

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Los tipos de redes son otra característica que se toma en cuenta en el análisis de redes sociales. Con base en Borgetti (en prensa), es posible identificar dos tipos:

1) Modo uno: se presentan cuando todos los miembros de la red pertenecen a un único conjunto o clase.2) Modo dos: llamadas redes de afiliación, se caracterizan por referirse a dos clases de entidades; por ejemplo, actores, que se encuentran relacionados sujetos pertenecientes a un conjunto distinto.

Autores como Sanz (2003) y Borgatti, Mehra, Brass, y Labianca (2009) plantean que, sin importar el tipo de redes de las que se trate, el análisis de una red social determinada puede dar lugar a la representación formalizada de relaciones a partir de algoritmos estandarizados.

La intención es poder medir índices que representen las

propiedades de la estructura o las situaciones de determinados actores o grupos en el conjunto de la red, a partir de los nodos y aristas que se derivan de la teoría de gafos. Otro acercamiento empírico mencionado por estos autores, tiene que ver con el estudio de la posición que cada uno de los actores ocupa dentro de la red, a partir de variables como grado, proximidad o cercanía y mediación.

Llamado análisis de centralidad, este enfoque ubica a un sujeto como punto de partida en la observación, y a partir de éste se identifica aspectos como la separación entre nodos y el recorrido que debe hacerse dentro de la red de contactos para alcanzar un nodo determinado. Como puede observarse en la figura 2, algunas de estas propiedades pueden ser analizadas para el total de la red social, mientras que otras corresponden sólo a pares de nodos (propiedades diádicas).

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Figura 2: Características de las redes sociales que pueden ser analizadas a partir de grafos

Fuente: elaboración a partir de Borgatti, Mehra, Brass, y Labianca (2009, pág. 9)

Operaciones al interior de las redes sociales

Borgatti, Mehra, Brass, y Labianca (2009) mencionan que en el análisis de redes sociales, es posible observar diversos mecanismos que se presentan a partir de la interacción que ocurre entre los nodos que la integran. Las principales operaciones que estos autores identifican son:

a) Transmisión: son los intercambios que ocurren de manera directa entre los nodos de la red, de forma que se crean flujos de sustancias que puede ser materiales (como el dinero) o inmateriales (como información o afecto). Es a partir de estas transmisiones (directas o indirectas) que tiene lugar la influencia de un nodo sobre otros, ya sea en sus acciones o en sus cogniciones.

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b) Adaptación: este mecanismo puede ser observado cuando un conjunto de nodos alcanza un estado de homogeneidad, a partir del ajuste a entornos sociales similares. Por ejemplo, si dos nodos tienen enlaces similares y su contextos son parecidos, entonces es muy probable que se adapten estableciendo estrategias análogas.c) Establecimiento de lazos: se basa en la idea de que un conjunto de nodos puede establecer uniones entre sí, de manera que constituyan una nueva entidad con características distintas a las que cada nodo tendría en lo individual. Dentro de esta red de contactos, es posible que se presenten dos estructuras: 1) aquellas con una gran cantidad de enlaces entre los nodos, y 2) las que concentran los contactos a través de un nodo, y el resto de los elementos de la red tiene pocos contactos entre sí.d) Exclusión: se presenta en una triada de nodos. Cuando se establece un vínculo entre dos de estos nodos, el otro resulta automáticamente segregado.

Relacionados con estas operaciones, hay dos metáforas que estos mismos autores plantean en relación con los mecanismos que se presentan al interior de una red social:

a) Circulaciones: la red social es concebida como un conjunto de conductos a través de los cuales fluyen las sustancias relacionales a las que hemos hecho referencia anteriormente. Los enlaces existentes entre los nodos, tanto directos como indirectos, determinan la posibilidad que se tiene de que dichos flujos atraviesen un nodo en particular. Por ejemplo, si un nodo tiene relativamente pocos contactos, pero está asociado a otro que tiene una gran cantidad de enlaces, las posibilidades de éste primero de compartir, por ejemplo, información, se incrementan por

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dicha asociación. Los flujos están también determinados por el número de nodos que deben ser atravesados para llegar a uno en específico. Aquellos que tienen una posición central, suelen tener una importancia relativa mayor dentro de la estructura, a raíz de su posición privilegiada en torno a dichos flujos. b) Modelo arquitectónico: las aristas que unen nodos son vistas como los elementos fundamentales a partir de los cuales se construyen los sistemas socio-culturales que dan lugar a las redes. Desde esta metáfora se crea la idea de las equivalencias regulares, que consiste en que un sistema social está dado por un conjunto indeterminado de posiciones o roles, que tienen ciertas relaciones características con otros roles.

Dentro del conjunto de trabajos que abordan de manera empírica el análisis de las redes sociales, se proponen una serie de conceptos operativos que definiremos a continuación, a partir de autores como Requena (1989), Scott (2000), Lozares (1996), Brandes (2001) y Tsvetovat y Kpuznetsov (2011):

Nodo:11 está dado por cada uno de los elementos que integran la red social de que se trate. Dependiendo del nivel de análisis y la posición del observador, un nodo puede estar dado por un sujeto, un grupo consolidado de individuos (como una organización), o incluso un país. Es evidente que, en última instancia, los flujos de información ocurren entre actores con capacidades cognitivas (cualidad de la que carece un grupo per se), a pesar de que los nodos puedan ser colectivos. Sin embargo, dicho sujeto interactuante presenta una posición relativa dentro de estas agrupaciones,

11 En teoría de grafos (y en muchas de las aplicaciones disponibles para su análisis), los nodos son conocidos como vértices (vertex en el original).

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por lo que toda interacción ocurre de manera simultánea entre las dimensiones que dicho sujeto ocupe: tanto a nivel individual, como en representación del grupo al que pertenezca. En cualquier caso, en términos del Análisis de Redes Sociales, un nodo se denota con la letra n.

Arista:12 se refiere a los enlaces que se establecen entre los nodos de la red social. Como ha sido adelantado, las aristas están dadas a partir de una sustancia relacional (aquello que da lugar al enlace) de muy diversos tipos: información, afecto, recursos, etc. A partir de los nodos que las reciben y/o las establecen, una arista puede ser unidireccional o recíproca. Cuando es posible distinguir el punto de origen de una arista (por ejemplo, que se genera en el nodo A y se dirige al nodo B), entonces se dice que se trata de una arista dirigida.13 De acuerdo con su permanencia en el tiempo, una arista puede ser ubicada dentro de la gama que va de lo más efímero a lo absolutamente perenne. La intensidad con la que la arista se establezca es otra variable a considerar dentro del Análisis de Redes Sociales. Por ejemplo, puede tratarse de una arista en la que hay una antipatía recíproca de largo plazo, pero de baja intensidad. Como hemos anticipado, hay aristas en las que pueden sobreponerse distintos tipos de relaciones, dependiendo de las sustancias relacionales que se presenten de manera simultánea entre los nodos. Por ejemplo, quienes comparten un espacio laboral pueden dar lugar a aristas en las que sus respectivas funciones sean la base de sus interacciones, sin menoscabo de que con el tiempo puedan construirse otras sustancias relacionales como la solidaridad y la amistad. Esto implica que una arista puede modificarse a lo largo del tiempo, dependiendo de la

12 Edge en el original (traducción propia).13 Aunque hay aristas que son automáticamente recíprocas, como las relaciones de parentesco; y que por lo tanto no pueden ser unidireccionales.

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trayectoria y los intercambios que ocurran entre los nodos en cuestión, por lo que la conformación determinada de una red social está sujeta a un lapso preciso. Cualquiera que sea su tipo y condición, dentro de la notación empleada en el Análisis de Redes Sociales, una arista se representa con la letra m.

Estructura de la red social: la forma en que se establecen aristas entre los distintos nodos que integran una red social pueden dar lugar a varios tipos de estructuras, que han sido identificadas y definidas en la literatura especializada. Algunas de estas estructuras que se presentan comúnmente son: 1) red de mundo pequeño:14 Se caracteriza por una distribución desigual de aristas entre los nodos, donde algunos de ellos concentran una gran cantidad de enlaces, mientras que otros están escasamente conectados (Krebs, 2000). 2) Clique:15 es una porción de la red social en la que todos sus nodos conectan con todos los demás, sin menoscabo de que puedan establecer aristas con otros nodos, aunque con una densidad de enlaces mucho menor. Usualmente se trata de aglomerados (clusters) que revelan intereses comunes muy intensos (Tsvetovat y Kpuznetsov, 2011).

Independientemente de su estructura, Krebs (2000) plantea que toda red social puede dar lugar a su correspondiente grafo, que se denota como G = (V, E), donde V es el total de nodos y E está dado por el total de aristas que unen a dichos nodos. El diámetro o distancia geodésica de la red resulta de la mayor distancia que exista entre cualquier par de nodos. En términos básicos, algunos de los

14 La traducción es propia y literal del término small world network.15 El término carece de traducción y es usado de esta manera en la literatura especializada en español.

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parámetros que comúnmente se calculan como estadígrafos dentro de la teoría de redes sociales son los siguientes:

1. Grado:16 Está determinado por el número total de aristas que conectan a un nodo determinado con el resto de la red social (Hansen et al, 2011). Se denota por: g(x). Cuando se trata de aristas dirigidas, esta medida se integra por dos elementos:

1.1. Grado de recepción:17 son todas las aristas que convergen hacia el nodo en cuestión, y que proceden de otros nodos dentro de la red social.1.2. Grado de emisión:18 son todas las aristas que parten desde el nodo que se esté analizando, hacia el resto de la red social.

En el caso de aristas dirigidas, g(x) = grado de recepción + grado de emisión

2. Índices de centralidad: En términos generales se refieren a la posición que cada nodo ocupa en función del resto de la red social a la que pertenece (Requena, 1989). Con base en estas mediciones, es posible inferir aspectos relacionales de los nodos, como su importancia y nivel de cercanía con los otros elementos pertenecientes a la red. Generalmente se calculan los siguientes parámetros, que definimos a partir de Hansen et al (2011):

2.1. Intermediación:19 está dada por el número de nodos que un vértice en particular conecta indirectamente a través de sus vínculos directos. Cuando un nodo es un punto en común para conectar a una gran cantidad de nodos de la

16 Degree en el original (traducción propia).17 In-degree en el original (traducción propia).18 Out-degree en el original (traducción propia).19 Betweenness en el original (traducción propia).

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red (distintos cliques, por ejemplo), tiene entonces un alto valor en esta medición.2.2. Cercanía:20 mide el promedio de la distancia más corta entre los nodos de la red.2.3. Centralidad de eigenvector:21 Mide la importancia relativa de un nodo dentro de la red a la que pertenece. Toma en consideración no solo la cantidad de aristas que tiene un nodo, sino también las de los nodos con los que está asociado.

Estos elementos de análisis de redes sociales constituyen una aproximación cuantitativa para la descripción de las relaciones que se establecen al interior de un sistema, así como las posiciones relativas de cada uno de los nodos en función con el resto de la red. Su cálculo posibilita la identificación de posiciones estratégicas al interior de cualquier grupo. Por ejemplo, aquellos sujetos que tengan un alto valor de intermediación, son claves para la vinculación de los subgrupos con los que están conectados, mismos que de otra forma, posiblemente no tendrían contacto entre sí. Desde una perspectiva comunicativa, se trata de puntos de articulación que amplían el alcance que puede tener un elemento informativo determinado, y que el funcionalismo había ya abordado de cierta manera en la comunicación en dos pasos de Lazarsfeld, Berelson y Gaudet (1944). A partir del ya mencionado concepto de capital social, los nodos que tengan altos puntajes de eigenvector, son aquellos que por el valor que tienen sus contactos; tienen una mayor posibilidad de lograr traducir dichas relaciones en ventajas hacia sí mismos. En lo relativo a la cercanía, esta medida de centralidad podría permitir la ubicación de sujetos que se encuentran más o menos alejados del resto de la red social y que, en términos comunicativos, tendrían relativamente menores probabilidades de recibir alguna información en particular. Por su parte, la densidad de una red 20 Closeness centrality en el original (traducción propia).21 Eigenvector centrality en el original (traducción propia).

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permite identificar la cohesión que existe al interior de un grupo determinado. Como nota instrumental, podemos decir que, a pesar de que se trata de medidas que pueden ser aplicadas para el análisis de cualquier configuración, resultan particularmente útiles en trabajos hechos desde la comunicación organizacional.

A muy grandes rasgos, estos son algunos aspectos que, dentro de la TRS pueden ser considerados para el análisis de redes sociales, incluyendo aquellas que se presentan a partir de una mediación tecnológica. Otro asunto es la definición de este conjunto de herramientas que posibilitan la administración de redes sociales en línea, entre las que actualmente destacan Facebook y Twitter, tanto por la cantidad de usuarios que congregan,22 como la notoriedad de que adquieren a partir de la reproducción en los medios tradicionales offline, de los temas que en ellas se establecen en la agenda pública.

IV. Herramientas para la administración de redes sociales en línea (HARSEL)

La teoría de las redes sociales implica, como hemos visto, el análisis de las estructuras relacionales que se presentan a partir de las interacciones que se producen entre los actores sociales. En este apartado, haremos una revisión de un conjunto específico de tecnologías de la información y la comunicación que posibilitan el establecimiento y mantenimiento de algunos de estos contactos, a través de actos comunicativos mediados por computadora. Como ya hemos adelantado, el término HARSEL se propone como una estrategia que busca una mayor precisión en relación con el objeto de estudio ya que, reiteramos, redes sociales en línea, es una variante de redes sociales, y esto no necesariamente alude a dichos dispositivos informáticos. Esto permite distinguir el concepto de

22 Según el sitio Internet World Stats (2013), entre ambas superan los mil millones de usuarios a nivel mundial.

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las redes sociales, de las herramientas comunicativas que permiten su administración en línea, ya que en la literatura no especializada y en el discurso de los medios masivos, el término empleado para referirse a ambos en español es el mismo: redes sociales.23

En los antecedentes encontrados, las HARSEL han sido definidas fundamentalmente a partir de los perfiles relacionables que los usuarios pueden construir al interior de dichos sistemas. Una de las primeras conceptualizaciones hechas en este sentido, es la presentada por Gross y Acquisti:

La mayor parte de los sitios en línea de redes sociales comparten un conjunto de características centrales: a través del sitio, un individuo presenta un perfil –una representación de sí mismo y de sus redes sociales–, con la intención de que sea examinado por los otros usuarios y establecer contacto con ellos (2005, pág. 71).

Como Valenzuela, Park y Kee (2008) plantean, los contactos que Gross y Acquisti mencionan, pueden llegar a formar comunidades virtuales y esta es la manera en que estos primeros autores definen a las HARSEL: como herramientas que posibilitan la visualización de las relaciones de los usuarios, a través de las listas de perfiles.

Boyd y Ellison (2007) presentan una definición muy similar. Para ellos, se trata de sitios dentro de la World Wide Web (WWW) que permiten a los individuos: 1) construir un perfil público o semi-público dentro de un sistema, 2) articular una lista de usuarios con quienes se comparte un vínculo y 3) visualizar y recorrer sus listas de contactos, así como las hechas por los otros usuarios de dicho sistema. Según estos autores, una de las posibilidades definitorias de este tipo de sitios, es que permiten visualizar la red de contactos que un usuario tiene con otros, dentro de este sistema. De similar manera, estos perfiles representan para Tufekci (2008), el punto 23 En inglés estos conceptos son claramente diferenciables: social networks y social media.

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central a partir del cual es posible hacer la definición de una HARSEL.

Para Mayfiel (2008), las HARSEL son versiones acotadas de las redes que se presentan en la blogósfera,24 en las que los usuarios agregan contactos que se generan tanto en el mundo físico como en Internet. Este autor sugiere cinco categorías que caracterizan este tipo de plataformas:

1) Participación: los usuarios llevan a cabo procesos comunicativos en los que además de interpretar y decodificar las formas simbólicas contenidas en estos espacios, tienen la posibilidad de convertirse en generadores de contenidos.2) Apertura: la mayor parte de los contenidos generados por los usuarios son de libre acceso a aquellas personas que son usuarias de dichas plataformas.3) Conversación: en lugar de los modos unidireccionales de difusión que imperan en los medios tradicionales, en estos servicios más bien se presentan interacciones dialógicas entre los usuarios.4) Comunidad: a partir de intereses comunes –así como de las sustancias relacionales que hemos descrito en apartados previos–, se forman grupos con niveles de cohesión tales que les permiten distinguirse del resto con una identidad propia.5) Conectividad: gracias a la infraestructura hipertextual en la que se basan las HARSEL, es posible el establecimiento de enlaces referenciales a diversos tipos de contenidos y perfiles de sujetos ubicados dentro de la WWW.

24 Con base en lo dicho por Sáez (2005), la blogósfera puede ser entendida como una estructura relacional de blogs que hacen referencia unos a otros, a partir de los hipervículos que comparten y que conforman una red.

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Derek, Shneiderman y Smith apuntan que “los social media se refieren a un conjunto de herramientas en línea que permiten la interacción social entre sus usuarios” (2011, pág. 12). Este grupo de aplicaciones, sostienen, son una integración de diversos sistemas sociotécnicos de la Web 2.0, entre los que destacan el correo electrónico, los foros de discusión, los blogs y el chat. Una característica que estos autores resaltan es que su uso puede dar lugar a esquemas colaborativos, que faciliten modelos de inteligencia colectiva.

En referencia con lo que hemos revisado en torno a la TRS, las HARSEL pueden ser consideradas como una tecnología que posibilita una de las muchas vías de relaciones que una persona puede establecer. En otras palabras, como Borgatti, Mehra, Brass, y Labianca (2009) proponen, en una red egocéntrica es posible observar distintas formas de relación con otros nodos, a partir tanto del tipo de vínculo que se esté observando, como la clase de contacto que se establezca. Así, las HARSEL representan una mediación tecnológica que posibilita la realización de actos comunicativos, a través de los cuales se trasladan al ciberespacio algunas relaciones que un actor social tiene.

En términos de Lèvy (1999), podemos hablar que las HARSEL permiten la virtualización de una parte de la red social de una persona, en función de los rompimientos espacio-temporales que implica la operación de este tipo de herramientas en línea. Como es evidente, las HARSEL de ninguna manera representan el total de la red social de sus usuarios, ni siquiera de aquellos contactos que son usuarios de Internet. Como Boyd y Ellison (2007) establecen, tiene que haber una coincidencia dentro del mismo sistema, para que se pueda establecer un enlace mediado a través de esta tecnología.

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En lo relativo a su diversidad, es posible observar una amplia variedad de HARSEL que están siendo empleadas por los usuarios de Internet. A pesar de la popularidad de Facebook y Twitter, como Baym (2011, pág. 387) señala, hay una muchos enfoques de este tipo de plataformas en los Estados Unidos: BlackPlanet para afroamericanos, Schmooze para judíos, Jake para hombres homosexuales con altos ingresos, FanNation deportistas y Vinorati para aficionados al vino; entre muchas otras.

Además de estos nichos, con base en Consenza (2011), diversos servicios predominan por área geográfica. Según ComScore (2012), Orkut fue la HARSEL predominante en Brasil desde 2009 hasta finales de 2011 (cuando finalmente fue alcanzada por Facebook).

En prácticamente toda Europa Occidental se repite el predominio de Facebook, con excepción de algunos países del norte, donde Hyves tiene el primer lugar. En el caso de la Federación Rusa, V Kontakte tiene el mayor número de usuarios, mientras que en China se impone QZone (Consenza, 2011). En los entornos académicos, en la actualidad destacan servicios como academia.edu, Zotero y ReasearchGate; entre otros.

Hay además otro conjunto de HARSEL que se han especializado en el establecimiento de redes y contactos, a través de contenidos concretos que operan como sustancia relacional. Tal es el caso de las basadas en imágenes, entre las que destacan Instagram y Pinterest.

Tumblr posibilita la publicación de contenidos multimedia y aunque inicialmente YouTube operaba principalmente como un servicio de videos bajo demanda, también es posible considerarla como una HARSEL en función de que los usuarios registrados

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pueden construir perfiles públicos, establecer vínculos con otros usuarios y recibir notificaciones de las actividades llevadas a cabo por sus contactos.

Desarrollo histórico de las HARSELA partir de lo planteado por Boyd y Ellison (2007), es posible decir que las HARSEL son sitios en la Web que hicieron su aparición a finales de la década de 1990. El primer servicio de esta naturaleza identificado por estos autores es Six Degrees, que empezó a operar en 1997. Su nombre se basa en la teoría de los seis grados de separación, publicada por Milgram en 1967,25 y que a muy grandes rasgos propone que cualquier persona puede ser conectada con cualquiera otra en el mundo, con un máximo de seis nodos de separación en común entre ellos. Este servicio alcanzó un máximo de alrededor de un millón de usuarios y dejó de operar de manera abierta en 2000, al no alcanzar un modelo de negocios sustentable.26 En la actualidad sigue operando sólo para quieres eran miembros antes del 2000, y únicamente se agregan nuevos miembros que reciben una invitación, como es posible observar en la figura 4.

25 El artículo que permitió la difusión de esta noción se titula “The Small World Problem”, y fue publicado en el segundo volumen de la revista Psychology Today, en los Estados Unidos. En este trabajo, Milgram retoma un problema de investigación que había sido planteado desde la década de 1959 por Guverich y de Sola Pool, del MIT, en torno a la extensión de las redes sociales (Borgatti, Mehra, Brass, y Labianca, 2009), por lo que en realidad se trata de un asunto anterior a la publicación de Mil-gram.26 Boyd y Ellison (2007) plantean que este sitio estuvo “adelantado a su tiempo” (sic), y que empezó a operar en una época en la que el número de usuarios de Internet no era tan grande como en la actualidad. Quienes se daban de alta, se encontraban con que buena parte de sus contactos no eran usuarios de Internet, y dado que no era su interés primario conocer a nuevas personas, el servicio nunca consiguió una base suficiente de usuarios para darle viabilidad económica.

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Figura 4: Página de acceso al servicio SixDegrees

Fuente: Captura de pantalla realizada el 27 de junio de 2011

Una segunda generación de HARSEL identificada por Boyd y Ellison (2007), comenzó con el sitio Ryze.com, en 2001. Concebido en el área de San Francisco, California, con el fin de crear redes de negocios, fue seguido por otras redes con esta misma orientación, entre las que destacan Friendster27 en 2002 y LinkedIn en 2003, como se aprecia en la figura 5.

27 Según Boyd y Ellison (2007), Friendster fue lanzado como un complemento de Ryze.

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Figura 5: Línea de tiempo de lanzamiento de HARSEL

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Figura 5: Línea de tiempo de lanzamiento de HARSEL

Fuente: Imagen tomada de Boyd y Ellison (2007, pág. 5)

A esta línea de tiempo elaborada por Boyd y Ellison, creemos oportuno agregar el servicio

conocido como Google+ (G+), lanzado el 28 de junio de 2011 al interior de un grupo seleccionado de

Fuente: Imagen tomada de Boyd y Ellison (2007, pág. 5)

A esta línea de tiempo elaborada por Boyd y Ellison, creemos oportuno agregar el servicio conocido como Google+ (G+), lanzado el 28 de junio de 2011 al interior de un grupo seleccionado

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de usuarios, y que actualmente se encuentra abierto para todos los usuarios de los servicios de Google.28 En términos de la economía política de las HARSEL, G+ representa la iniciativa de uno de los actores más destacados en la industria de las llamadas mediaciones tecnológicas (Almiron, 2002), esto es, Google Incorporated, que domina ampliamente el mercado de los buscadores de contenidos, así como de consumo de audiovisuales bajo demanda (con YouTube). Google presenta G+ en un escenario en el que, por sus características operativas, se enfrenta a Facebook, que en palabras de Islas y Arribas, es la HARSEL “más importante a nivel internacional” (2011, pág. 2).

Características de las HARSEL

Boyd y Ellison (2007) sostienen que, a pesar de que las HARSEL tienen una gran variedad de posibilidades técnicas, una de sus principales características está dada por la posibilidad de visualizar los perfiles de sus usuarios con los que se tiene una vinculación, por medio de una lista de amigos29 o contactos. Esos perfiles están dados por las representaciones virtuales que los usuarios de un sistema deciden construir de sí mismos, e implican una serie de consideraciones identitarias que han sido abordadas con mayor profundidad por autores como DiMicco y Millen (2007) y Zhao, Grasmuck y Martin (2008). Instrumentalmente hablando, estos perfiles son generados a partir de variables que las HARSEL manejan para la identificación de los usuarios y entre las cuales destacan sexo, nombre, lugar de residencia, edad, educación recibida, ocupación, intereses y otros 28 No obstante que en la actualidad es un servicio abierto a cualquier persona con un perfil en Google, su uso continua siendo relativamente marginal.29 Dentro de las principales HARSEL, un “amigo” es un nodo dentro de la red social de un usuario, sin importar la sustancia relacional que los una; es decir, a pesar de su nombre, no necesariamente implica una relación afectiva de amistad. Dentro de G+, estos contactos son llamados “personas”, no amigos, ya que permite hacer distincio-nes de aquellos contactos con quienes efectivamente se tiene este tipo de relación. Lewis y West (2009) presentan una discusión en torno al empleo de este término en las HARSEL, en la que sugieren que tiene que ver con las relaciones que se establecen durante la adolescencia.

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datos similares. Algunos de estos datos se pueden convertir en elementos a partir de los cuales es posible ubicar coincidencias entre usuarios y de esta manera, localizar nodos que pueden ser agregados a la lista de contactos de un usuario (por ejemplo, egresados de la misma escuela, empleados de la misma empresa, residentes en la misma zona, etc.).

Con base en la observación de sitios como Facebook, Ning, Twitter, LinkedIn y Google+; es posible identificar también la inclusión de elementos gráficos como parte del perfil de los usuarios. Aunque estos sitios por lo general se refieren a la fotografía del usuario, algunos de ellos pueden emplear este recurso como una posibilidad expresiva, colocando imágenes de muchos tipos, entre los que destacan fotografías familiares (en las que no necesariamente aparece el usuario), así como la participación en campañas en línea, como se muestra en la figura 3. Esto es posible, a partir de que es técnicamente posible colocar cualquier imagen, y no necesariamente una fotografía. Incluso, aunque se trate de una fotografía, no hay acciones de verificación por parte de los administradores de estos sitios, que permitan validar si dicho elemento gráfico efectivamente coincide con la verdadera identidad del usuario en cuestión. Como hemos adelantado, se trata de representaciones virtuales construidas por cada sujeto. Aunque las consideraciones personales que llevan a los usuarios a seleccionar una imagen u otra rebasan los alcances del presente capítulo, podemos mencionar los trabajos realizados en este sentido por autores como DiMicco y Millen (2007), Lahlou (2008) y Zhao, Grasmuck y Martin (2008).

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Figura 3: Uso de imágenes representacionales relativas a campañas en Facebook

Fuente: Captura de pantalla hecha el 25 de junio de 201130

La manera en que se construyen las redes sociales al interior de las HARSEL es otra variable que abordan Boyd y Ellison (2007). Estos autores plantean que, dependiendo de cada plataforma, el establecimiento de un vínculo puede ser un acto bidireccional31 (como en Facebook y LinkedIn) o unidireccional (como en Twitter y Google+). Esta particularidad supone una distinción relevante en relación con la manera en que las redes sociales se forman en el espacio social que no está tecnológicamente mediado. Con base en la TRS que hemos revisado, un enlace se forma en la medida en que haya una sustancia relacional; es decir, que exista algún elemento en torno al cual dos nodos establezcan una arista. No necesariamente debe haber un acto de confirmación formalizado para que el contacto se establezca. Si hay una afectación (en cualquier nivel que ésta se presente), entonces hay un vínculo. Desde una perspectiva sistémica, la red social existe independientemente de si los nodos aceptan formalmente la relación. A consecuencia de esto, como

30 Se han distorsionado los rostros y ocultado los nombres de los usuarios para proteger su privacidad.31 Es decir, que requiere de la confirmación a una solicitud expresa, para que se establezca el contacto. En Facebook esto es llamado “solicitud de amistad”.

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ha sido establecido en apartados anteriores, pueden existir redes sociales asimétricas en las que, a través de la mediación de una HARSEL, haya usuarios que siguen a alguna persona en particular, pero ésta a su vez no necesariamente es su seguidor. Por ejemplo en la cuenta de una figura pública como el Papa Francisco I (@pontifex_es), se observan a principios de 2014, 5.04 millones de seguidores, mientras que ésta sigue apenas a ocho personas.32

Por otro lado, esta formalización de los contactos que es necesario establecer en Facebook y LinkedIn puede ser, dicho en términos de Engestrom (2005), el objeto social mismo que define la relación, especialmente en aquellas redes sociales que cuentan con un marco normativo explícito para su constitución y operación; y que en la teoría de redes sociales ha sido ya definido como sustancia relacional. En una relación laboral, por ejemplo, suele establecerse un contrato que fija los roles y la estructura bajo la cual los nodos establecerán al menos un nivel de sus interacciones (independientemente que en otros planos puedan establecerse relaciones afectivas, por ejemplo). En un acto matrimonial se fijan legalmente las relaciones de parentesco resultantes (lo cual no implica que una relación de paternidad necesite de dicho reconocimiento para existir de facto).

HARSEL: hacia una caracterización desde la Comunicación.

Con base en las características de las HARSEL planteadas por autores como Gross y Acquisti (2005), Boyd y Ellison (2007) y Tufekci (2008) y que ya hemos mencionado, consideramos necesario agregar una dimensión comunicativa que se refiera a las herramientas de interacción que son empleadas al interior de estos servicios, y a

32 Fuente: observación propia en Twitter. Es importante aclarar que las ocho cuen-tas seguidas son en realidad las correspondientes a este mismo personaje, que son manejadas en idioma distinto al español; por lo que en estricto sentido, en realidad es una cuenta con una absoluta asimetría al no seguir a ningún otro usuario distinto a sí mismo.

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través de las cuales finalmente se manifiesta la red social de cada usuario. Desde nuestra perspectiva, además de la construcción de perfiles públicos y las listas de contactos de las que estos autores hablan, resulta necesario hacer referencia a herramientas como el blog, el correo electrónico, el chat y los álbumes virtuales de fotografías y videos (entre otros); y que dan a sitios como Facebook, LinkedIn y Google+ parte de sus posibilidades operativas específicas. En otras palabras, para lograr una conceptualización más amplia de las HARSEL, es necesario considerar cuáles son las mediaciones específicas que tienen lugar en los actos comunicativos33 que se establecen entre sus usuarios.

De esta manera, y en coincidencia con lo dicho por Mayfield (2008) y Derek, Shneiderman y Smith (2011), podemos decir que las HARSEL más ampliamente usadas son un mash-up (es decir, una integración ad hoc) de estas tecnologías socio-comunicativas previamente existentes. Por ejemplo, el muro en Facebook, el timeline en Twitter y el stream en Google+, tienen estructuras que corresponden al blog, en tanto que se trata de entradas de carácter público generadas por el administrador de la cuenta, que tienen un acomodo cronológico, y que posibilitan la construcción de conversaciones a partir del encadenamiento asincrónico de comentarios dados con base en un acto comunicativo inicial (Pérez Salazar, 2012). De hecho, la presentación de las actualizaciones de los estados de los contactos que un usuario tiene, funciona de manera muy parecida a la sindicación de publicaciones que se hace en la blogósfera a través de RSS. Esta es en general, la misma lógica de plataformas como Tumblr, Pinterest e Instagram, que preservan este acomodo cronológico.

33 Con base en trabajos anteriores (Pérez Salazar, 2012), definiremos un acto co-municativo como un proceso intencional de transmisión de información simbólica, que implica una transaccionalidad entre emisores y receptores, y que puede estar mediado por diversos dispositivos socio-técnicos, que permitan ampliar su alcance a distintos tiempos y espacios

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De forma similar, la mayor parte de las HARSEL actualmente en uso, posibilitan el establecimiento de intercambios sincrónicos de cadenas de caracteres entre dos o más usuarios; en lo que se conoce como ventanas de chat. Estas conversaciones además pueden tener lugar en Facebook y Google+ a través de videoconferencias,34 posibilidad que modifica los códigos que se emplean en dichas transacciones comunicativas. En aquellos servicios que permiten el envío de mensajes privados, es decir, que sólo pueden ser vistos por el destinatario (como los DirectMessages de Twitter y el llamado inbox de de Facebook), se hace referencia al correo electrónico desarrollado por Ray Tomlinson hace poco más de 40 años.

La posibilidad de colocar en línea álbumes de fotografías y videos, también existía de manera previa a muchas de las HARSEL mencionadas. Servicios como Flickr, Picassa y hostings de imágenes como ImageShack, ImageVenue y PhotoBucket, todos ellos con interfases gráficas con el usuario y considerados dentro de la llamada Web 2.0 (Cobo y Pardo, 2007), permitían desde hace tiempo compartir imágenes dentro de la WWW, sin la necesidad de pagar por este servicio. De igual forma, sitios como YouTube, Metacafe y Vimeo permitían la colocación en línea de contenidos audiovisuales, disponibles bajo demanda.

Así, muchas de las posibilidades de interacción y de publicación de contenidos presentes en la mayor parte de las HARSEL que operan en la actualidad, pertenecen a lo que podemos caracterizar como la primera oleada de la Web 2.0, y que cronológicamente pueden ubicarse a partir de 2001. Cuando estas herramientas de interacción se integran en torno a los perfiles de usuarios, y éstos se enlazan con otros contactos que forman parte de sus redes sociales, tienen lugar las HARSEL como las conocemos

34 Conocidas como hangouts en G+.

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hoy en día, y que pueden ser ubicadas dentro de una segunda oleada de la Web 2.0, bajo la categoría de social media35 convergente.

De esta manera, para los fines del presente trabajo, definiremos a las HARSEL como sitios en la Web que presentan las siguientes características comunicativas:

1) Cuentan con altos niveles de interacción, derivados tanto de la infraestructura hipertextual en la cual están basadas, como de las herramientas específicas que permiten el establecimiento de contactos entre usuarios.2) Posibilitan la realización de actos comunicativos bajo diversos formatos, ya sea a partir de cadenas de caracteres, como de enlaces audiovisuales; en tiempo real o de manera asincrónica, con un alcance definido por el usuario, y que puede alcanzar diversos niveles de publicidad, que van desde destinatarios únicos, hasta mensajes de difusión entre todos los usuarios de la plataforma en cuestión.3) Las herramientas de interacción se encuentran integradas en una sola plataforma, dada por el sistema del cual se es un usuario registrado con nombre de usuario y contraseña.4) La interacción está organizada en torno a perfiles, con una red de usuarios con los que se ha establecido un contacto formal recíproco o unidireccional.

V. Discusión y consideraciones finales

A partir de la revisión hecha de la TRS, así como de las definiciones conceptuales en torno a las HARSEL que hemos abordado, a

35 No es que los sitios de la primera etapa de la Web 2.0 no posibilitaran interaccio-nes sociales, sino que su énfasis estaba puesto en los servicios específicos que ofrecían y no en lo social. En esta segunda etapa, las estructuras relacionales son el aspecto central y las herramientas de interacción disponibles son colocadas para reforzar este aspecto.

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continuación presentamos una serie de reflexiones a modo de cierre, que tienen la intención de profundizar en torno a estos dos campos conceptuales y establecer algunas relaciones entre ellos.

1. La noción de nodos en las HARSEL.Como ha sido planteado en la TRS, en una red social hay una serie de nodos que interactúan entre sí. En las HARSEL tiene lugar una interacción entre usuarios, a partir de los contactos que se establecen entre ellos, mediados por dichas plataformas. En este contexto, consideramos que resulta pertinente hacer una conceptualización de lo que un nodo36 representa al interior de estas tecnologías.

En los espacios físicos, un nodo puede estar dado por un individuo o un colectivo consolidado (entre los que es posible identificar instituciones y organizaciones), dependiendo del nivel de análisis de que se trate. En cualquier caso, se trata de una entidad con la que es posible relacionarse de alguna manera y que tiene una identidad que la distingue. Como hemos revisado, la mayor parte de las definiciones de las HARSEL,37 se basan en el perfil que un usuario crea al interior de dichos sistemas informáticos, lo que constituye el punto a partir del cual se establece la red de enlaces. Esto nos permite sugerir que en estas plataformas, los nodos están dados por tales perfiles y a los cuales se vinculan sus correspondientes herramientas de interacción.38

En principio, esto es instrumentalmente cierto; es decir, en un nivel estrictamente informático, se trata de registros al interior de una base de datos que son relacionados unos con otros y que dan lugar a múltiples transferencias de información bajo distintos formatos.36 Según el autor de que se trate, éstos pueden ser llamados también vértices.37 Sobre todo en Gross y Acquisti (2005) y Boyd y Ellison (2007).38 Que en el caso específico de Facebook están dadas por el botón de like, la ventana de comentarios, los mensajes privados (inbox), las invitaciones a eventos, los juegos en línea y la ventana de chat.

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Sin embargo, estos perfiles en realidad son sólo la representación virtual de una entidad social, una especie de proyección de lo que dicha entidad decide representar de sí misma en el entorno dado por una HARSEL. Un perfil en LinkedIn, Facebook , Twitter o Google+ se convierte en una mediación simbólica a través de la cual tienen lugar todas las interacciones que se establecen en estos espacios. Un nodo tiene entonces una doble dimensión: 1) la entidad de la cual parte y 2) la representación virtual que se construye de ella.

Queda claro que, a menos de que se trate de un bot39 programado para ello, un perfil al interior de una HARSEL no establece por sí mismo interacciones con otros usuarios, sino que es manipulado por su entidad correspondiente, de la misma manera en que un cuerpo humano es manipulado por la conciencia que lo habita, en las interacciones sociales que tienen lugar en la realidad física. Un cuerpo no es un nodo, sino en todo caso, y como Goffman (2006) sugiere, la interfase de la interacción social, que desde una perspectiva sistémica, puede ser vista como la membrana a través de la cual tiene lugar todo acoplamiento estructural.

Si el nodo es un actante (puesto en términos de la teoría del actor-red), es decir, la entidad que tiene la capacidad de llevar a cabo una acción social (así sea ésta de naturaleza virtual), entonces en el caso de las HARSEL, no puede limitarse al perfil de un usuario. Antes bien, se trata de dicho perfil en conjunción con la entidad a la cual corresponde.

De manera análoga, una arista que se establece entre dos o más nodos, no es simplemente un hipervínculo que relaciona dos registros en una base de datos. Como hemos visto en la TRS,

39 En Twitter particularmente hay cuentas que son operadas por este tipo de dispositivos, con una muy amplia variedad de propósitos, entre los que destacan la manipulación de estadísticas y la automatización de la relación con los usuarios.

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los lazos se establecen entre entidades y permiten la circulación de sustancias materiales e inmateriales. En el caso de las HARSEL, dada su naturaleza informática, en un nivel estrictamente técnico se trata de flujos de códigos binarios que representan simbólicamente todo tipo de objetos sociales, igual como sucede en el mundo físico: afectos, dinero, coincidencias espacio-temporales, información, etc. Así, tanto nodos como aristas en las HARSEL, son representaciones virtuales de nodos y aristas en el mundo físico, que carecen de sentido per se.

2. La interacción mediadaLa TRS plantea que toda red social está dada por un conjunto de nodos que se relacionan entre sí de muy distintas maneras. En última instancia, esta relación está dada por algún tipo de interacción, que en las HARSEL presenta una serie de consideraciones pertinentes, a partir de las mediaciones que esto implica.

Como hemos señalado, al interior de estas plataformas todo flujo está mediado por un conjunto de herramientas de interacción, que ya han sido descritas de manera general. En términos comunicativos, estos recursos se constituyen en auténticas mediaciones. como son entendidas por Martín-Barbero (1987); que influyen de manera muy importante en la forma en que las interacciones tienen lugar. Por mencionar sólo una de estas influencias, como hemos planteado en trabajos previos (Pérez Salazar, 2012), los códigos empleados en los actos comunicativos mediados resultan de los ajustes que deben realizar los sujetos interactuantes, a partir de las herramientas que estén siendo empleadas. Por ejemplo, cuando se usa una ventana de chat en Facebook, dado lo reducido del repertorio simbólico del que se puede echar mano durante una interacción de esta naturaleza,40 surgen códigos metalingüísticos (como los llamados smileys o emoticones), que permiten establecer

40 Repertorio que en principio está limitado al uso exclusivo de cadenas de caracte-res.

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expresiones emotivas con mayor economía o elocuencia. No obstante esta posibilidad, en términos cibernéticos es posible hablar de una configuración comunicativa con altos niveles de entropía, derivados justamente de estas mismas limitaciones.

Más allá de las herramientas de interacción, las HARSEL mismas constituyen una mediación que creemos necesario considerar. Cada uno de estos sistemas establece en su estructura operativa lo que es posible para sus usuarios. Como Gross y Acquisti (2005) y Boyd y Ellison (2007) plantean, la red de perfiles a la que es posible tener acceso se encuentra limitada por la pertenencia a una plataforma determinada. Más allá de las meta-aplicaciones que permiten consultar diversas HARSEL en una sola ventana,41 en principio, un usuario de Instagram, por ejemplo, sólo puede establecer contactos con otros usuarios de esta misma plataforma. Si hay nodos en su red social que no tienen un perfil registrado en alguna HARSEL en común, es imposible establecer una arista, al menos a través de este medio. Y si hablamos de las sustancias relacionales a partir de las que se establece la lógica de vinculación en cada uno de estos servicios, dichas mediciones son también evidentes en algunas de ellas. En el caso de LinkedIn, el asunto vinculador es de naturaleza profesional; en academia.edu, como su nombre lo indica, se trata de contactos de tipo académico. A pesar de que en plataformas como Facebook y Twitter las publicaciones tienen una naturaleza menos estructurada, los usos sociales establecidos en torno a ellas se erigen como las mediaciones socialmente construidas que estructuran las interacciones que tienen lugar a su interior.

De este modo, las redes sociales de los sujetos presentan ante las HARSEL diversas posibilidades. Pueden ser tanto un factor de exclusión o fragmentación, si no hay coincidencias; como de establecimiento de nuevas aristas, cuando hay encuentros en la virtualidad a través de esta mediación.41 Entre las que destaca HootSuite.

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Por otro lado, desde la perspectiva dada por la economía política de la comunicación (Zallo, 1988) y dicho de manera introductoria, las HARSEL representan hileras que responden a las estrategias de los grupos empresariales a los que pertenecen. En términos de Bourdieu (2000), las mediaciones resultantes son una manifestación de los enfrentamientos que tienen lugar en los campos de interacción de estas industrias. A manera de ejemplo de estas estrategias, como ha sido reportado en los medios periodísticos (LaVerdad.es, 5 de julio de 2011), ante la aparición de Google+, los técnicos de Facebook bloquearon una aplicación externa que permitía a los usuarios del navegador Chrome (de Google), exportar su lista de contactos de Facebook a Google+. En términos de estas exclusiones (en cuanto a la posibilidad de establecer aristas entre distintos nodos a través de estas plataformas), queda claro que hay un impacto directo. Esta es una línea de trabajo que es preciso profundizar y de la que podrían desprenderse diversos abordajes que permitan describir el entramado de intereses y relaciones económicas detrás de las HARSEL.

A modo recapitulación, y con base en lo desarrollado en el presente trabajo, podemos decir que el estudio de las redes sociales y de las HARSEL, representa tanto un anclaje teórico pertinente, como un entorno de interacción social de creciente relevancia para el campo académico de la Comunicación. Los actos comunicativos que tienen lugar a través de estas mediaciones, resultan especialmente importantes para algunos grupos, entre los que destacan los jóvenes con acceso a Internet, y a los que se suman una amplia variedad de usuarios que encuentran en estas plataformas satisfactores a intereses y necesidades concretas. Se trata de entornos en los que fluyen contenidos virales, memes y otras formas simbólicas, cuyos usos sociales es necesario analizar, con el fin de ampliar los alcances de esta disciplina.

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Categorías e indicadores para el análisis del procesode apropiación: una propuesta

Julieta Carabaza González

Resumen Entender el papel que juegan las tecnologías de la información y comunicación (TIC) en la construcción identitaria de los habitantes de una sociedad implica comprender primero el proceso de apropiación de dichas tecnologías. En este ensayo se discuten, desde diversas miradas a partir del proceso que implica el contínuum formado por las bicategorías uso/consumo y apropiación/significación. La discusión parte de los conceptos de consumo, uso y apropiación desarrollados por los clásicos de la comunicación como Fiske (en O´Sullivan, Hartley, Saunders, Montgomery y Fiske, 1995), Thompson (1998) y García Canclini (2009) hasta llegar a la conceptualización que los investigadores en el área de las TIC están trabajando actualmente como Carroll, Howard, Vetere, Peck y Murphy (2001 y 2002); Carroll (2004); Overdijk y van Diggelen (2006), Montes González y Ochoa Angrino (2006), Scolari (2008) y Crovi (2009 y 2012) entre otros.

Palabras clave: Uso/consumo de los medios de comunicación; apropiación/significación de las TIC; tecnologías de la información y comunicación, apropiación de tecnologías.

Introducción¿Dónde reside hoy la identidad, con qué medios se le produce y renueva en el siglo XXI, en la época de las TIC? (Canclini, 1991) o ¿qué papel juega el conjunto de intercambios, hibridaciones y mediaciones dentro del entorno donde confluyen tecnologías, discursos y culturas en la construcción de las identidades? (Scolari, 2008). Estas son dos preguntas, entre muchas otras, que han estado presentes, en los últimos años, en la discusión de las ciencias sociales

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y en específico de la comunicación a partir de la popularización de las distintas tecnologías de información y comunicación (TIC) en diversos sectores de la población1.

Con el fin de dar respuesta a estas preguntas y otras más, planteadas desde el Cuerpo Académico en Consolidación (CAEC): Comunicación Masiva, nos dimos a la tarea de identificar los elementos identitarios, mutantes y emergentes, en los procesos de interacción mediados por las TIC en un espacio sociodemográfico (Área Conurbada Saltillo-Ramos Arizpe-Arteaga) y su impacto en la construcción de la identidad regional durante el 20122.

Para este proyecto, partimos de entender, en principio, a la identidad regional como lo especifican Amtmann (1997) y Giménez (1994): el conjunto simbólico cultural específico a un territorio determinado que trata de dar cuenta de los sentidos de pertenencia y de lealtad hacia la región, con base en la localización territorial de los sujetos, la conciencia que tengan de las relaciones de interdependencia recíproca en las que participan, así como los roles que desempeñan en relación con el resto de la comunidad. Solidaridad, lealtad y compromiso hacia la región, son indicadores de dicha interiorización de la identidad regional (Pérez, Aguilar, Carabaza y Alanís., 2012). Sin embargo, si bien cuando hablamos de identidad regional nos referimos siempre al papel que juega el espacio geográfico en el que se encuentra el sujeto y desde el cual se construye la identidad, que sucede ¿cuándo hablamos de que esos espacios ya no se restringen a los espacios físicos, sino que el

1 Hacemos la anotación distintos sectores sociales, porque si bien, estas tecnolo-gías se han popularizado entre la población a partir de sus bajos costos, la disponibi-lidad de ellas en espacios públicos gratuitos (centros culturales/bibliotecas de gobier-no o instituciones educativas), aún, para el caso de México, existe una gran cantidad de población que aún no puede disponer de este tipo de tecnologías tal como nos lo han mostrado los datos de la Encuesta Nacional de Tecnologías de la Información y Comunicación en sus diversas ediciones desde el 2005 al 2011 (http://www.inegi.org.mx). 2 Proyecto apoyado por PIFI 2010 – 2011.

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sentido de pertenencia e identidad cada vez está más organizado a partir de comunidades trasnacionales y desterritorializadas de consumidores, posibilitadas por las tecnologías mediáticas, más que por lealtades locales o nacionales (García Canclini, 2009) y que hoy, para quienes en el ciberespacio han situado su territorio virtual paralelo al físico, y desde el cual, han ido construyendo, a partir de la actividad en Internet, su propia identidad digital misma que está estrechamente relacionada con el conjunto de habilidades informacionales y digitales fundamentales para vivir en esta era informacional (Giones-Valls y Serrat-Brustenga, 2010). La discusión sobre el concepto de identidad se discute con mayor profundidad en el capítulo uno de este mismo libro.

El primer paso para determinar el papel que juegan las tecnologías en la construcción de las identidades, es entender la dinámica del uso, consumo y apropiación de las mismas, ya que en concordancia con Crovi (2012) todo este proceso que conlleva a la apropiación de las tecnologías, “está inserto en la dinámica de construcción identitaria ya que modifica al sujeto que la experimenta y, por lo tanto, transforma también su relación con los demás y su entorno” (p. 157) en este sentido el documento tiene como objetivo presentar un marco referencial y estado del arte, no exhaustivo, de las investigaciones sobre estas categorías.

En el presente documento se consignan los trabajos relacionados directamente con el uso, consumo y apropiación de las TIC. El capítulo está estructurado en cuatro apartados. El primero, conformado por la discusión sobre los conceptos de consumo, uso y apropiación desde la mirada de los clásicos de la comunicación; en el segundo se ofrecen los conceptos de consumo/uso y apropiación/significación desde la perspectiva de quienes en los últimos años se han dedicado a explicar cómo las tecnologías de la información y sus interfaces transforman a la sociedad; en el tercero se presentan,

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a partir de una revisión no exhaustiva pero si representativa, una serie de estudios realizados en distintas latitudes geográficas donde midieron las categorías revisadas en este documento. Se decidió hacer una clasificación de los trabajos consultados a partir de los tipos de usuarios estudiados por los investigadores: jóvenes, docentes, familias y sociedad. Finalmente, en el cuarto apartado se ofrece una serie de categorías y sus indicadores que nos permitió, en las diferentes fases de la investigación, entender cómo la población de la región se apropiaba de las TIC.

1. La configuración de las categorías sobre consumo/uso y apropiación/significación desde las teorías los medios tradicionales

Aunque existe una serie de posturas encontradas con respecto a si las teorías de la comunicación tradicional pueden ayudar a explicar el fenómeno que se está viviendo con la inclusión de las nuevas tecnologías que reconfiguran el entorno y las prácticas mediáticas de los individuos, se recurrió en este documento a los conceptos básicos de teóricos como Fiske (en O´Sullivan, Hartley, Saunders, Montgomery y Fiske, 1995), Thompson (1998), García Canclini (2009), pues de acuerdo con Livingstone (2004), Scolari (2008) y Padilla y Flores (2011), se debe partir del conocimiento que los estudios sobre medios tradicionales han logrado en las pasadas décadas, para avanzar en la investigación de los cambios en los procesos comunicativos que se viven a partir, como diría Scolari, del tránsito hacia las hipermediaciones, esto es, no se debe desechar el conocimiento previo, sino colocarlo como el marco más amplio.

De tal manera que en el presente apartado se expone la conceptualización de los binomios consumo/uso y apropiación/significación. Se decidió hacer esta organización porque son acciones que no pueden separarse una de la otra. Es importante aclarar que

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para fines didácticos, cada una de estas bicategorías se describen de manera independiente, sin embargo, no hay que olvidar que son elementos entrelazados, en donde uno determina al otro tal como lo han reportado Silverstone (1996), Camacho y Surman (en Surman y Reilly, 2005) y Altuesa (2005) (Tabla 1).

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embargo, no hay que olvidar que son elementos entrelazados, en donde uno determina al

otro tal como lo han reportado Silverstone (1996), Camacho y Surman (en Surman y Reilly,

2005) y Altuesa (2005) (Tabla 1).

Tabla 1. Estadios que establecen el consumo, apropiación e impacto de las TICs

Consumo de Tecnología*

Apropiación de las TICs**

Impacto de las TICs***

Mercantilización Acceso Acceso Imaginación Adopción Conocimiento Apropiación Apropiación Uso significativo Objetivación Apropiación

individual y social Incorporación Conversión

Fuente: *Silverstone (1996), **Camacho y Surman (en Surman y Reilly, 2005) y ***Altuesa (2005)

1.1. El consumo/uso

El consumo se presenta como una mirada posible y útil desde donde pensar las diversas

identidades, siempre móviles, siempre vivas (Repoll, 2010) por lo tanto, para comprender

este primer indicador partimos de lo que García Canclini (2009) propone: “pensar el

consumo no como simple escenario de gastos inútiles e impulsos irracionales, sino como el

lugar que sirve para pensar, donde se organiza gran parte de la racionalidad económica,

sociopolítica y psicológica en las sociedades” (p. 16). Esto es, entender el consumo como el

conjunto de procesos socioculturales donde se realiza la apropiación y el uso de producto,

Fuente: *Silverstone (1996), **Camacho y Surman (en Surman y Reilly, 2005) y ***Altuesa (2005)

1.1. El consumo/uso

El consumo se presenta como una mirada posible y útil desde donde pensar las diversas identidades, siempre móviles, siempre vivas (Repoll, 2010) por lo tanto, para comprender este primer indicador partimos de lo que García Canclini (2009) propone: “pensar el consumo no como simple escenario de gastos inútiles e impulsos irracionales, sino como el lugar que sirve para pensar, donde se organiza gran parte de la racionalidad económica, sociopolítica y psicológica en las sociedades” (p. 16). Esto es, entender el consumo como el conjunto de procesos socioculturales donde se realiza la apropiación y el uso de producto, en los que el valor simbólico prevalece sobre los valores de uso y cambio, o en donde al menos estos últimos se configuran subordinados a la dimensión simbólica.

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García Canclini, explica que bajo esta lógica del consumo, “ser ciudadano no tiene que ver sólo con los derechos reconocidos por los aparatos estatales de quienes nacieron en un territorio, sino también con las prácticas sociales y culturales que dan sentido de pertenencia e identidad” (p. 35). Además, agrega que para que el consumo pueda articularse con un ejercicio reflexivo de ciudadanía debe reunir algunos requisitos: a) una oferta vasta y diversificada de bienes y mensajes representativos de la variedad internacional de los mercados, de acceso fácil y equitativo para las mayorías, b) información multidireccional y confiable acerca de la calidad de los productos, con control efectivamente ejercido por parte de los consumidores y capacidad para refutar las pretensiones y seducciones de la propaganda; c) participación democrática de los principales sectores de la sociedad civil en las decisiones del orden material, simbólico, jurídico y político donde se organizan los consumos (pp. 68 – 69). De tal forma que finalmente se vea al consumo no como la mera posesión individual de objetos aislados, sino como la apropiación colectiva, en relaciones de solidaridad y distinción con otros, de bienes que dan satisfacciones biológicas y simbólicas, que sirven para enviar y recibir mensajes (p. 69).

Por su parte, Morley (1996) afirma que la compra y el posterior uso de la televisión, la cámara de video, el cable, el equipo satelital, así como su incorporación en la vida cotidiana de los usuarios, como tecnologías y como portadores de sentido, transforman su condición de mercancías y llegan a constituir objetos de consumo. Los bienes adquiridos, los sentidos apropiados y transformados, forman parte de una red de distinciones y pretensiones de identidad y status (p. 305).

Todo consumo, dice Morley, implica los sentidos; o para ser más exactos, todo consumo implica en realidad la producción de sentidos por parte del consumidor. El consumo se presenta como

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el componente principal de una economía de autoservicio que será impulsado por la ola de tecnologías de la información y la comunicación (p. 306).

Morley retoma la idea de Miller quien dice que una de las bases del consumo es la utilidad y uno de sus fundamentos es la necesidad humana, pero agrega además, en función de Douglas, Isherwood y Sahlins, que el consumo es un proceso general de la producción de sentido, esto es la internalización de la cultura en la vida cotidiana (p.307).

El uso, parte importante del consumo, tiene que ver con la producción de sentidos: lugar de una lucha que no se agota en la posesión de los objetos, pues pasa aún más por los usos que les dan forma social y en los que se inscriben demandas y dispositivos de acción que provienen de diferentes competencias culturales (Martín Barbero, 1998, p. 231). Estos usos pueden ser muy variados, de acuerdo a investigaciones realizadas en el ámbito de los medios tradicionales: informarse, escapar de la realidad y distracción (principalmente durante el ocio).

Para García Canclini (2009, p. 35) el uso social estaría dado “cuando seleccionamos los bienes y nos apropiamos de ellos, definimos lo que consideramos públicamente valioso, las maneras en que nos integramos y nos distinguimos en la sociedad, en que combinamos lo pragmático y lo disfrutable”. Esto es, desde nuestra perspectiva, cuando funden en esos bienes se funden como parte importante de la identidad de las personas, ya sea un dispositivo móvil o una aplicación que tiende a representar al sujeto antes los demás.

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1.2. Apropiación/producción de sentido

El término apropiación ha sido utilizado desde diferentes perespectivas disciplinares para explicar lo que finalmente sucede con una persona cuando se ha expuesto a diferentes estímulos y objetos así, desde la arquitectura, la historia, la educación y la cultura se habla de las formas en que se apropia un individuo de algo.

La apropiación, relacionada con aspectos comunicativos, consiste principalmente en tomar el significado del mensaje, utilizarlo como información de referencia y hacerlo parte de nuestras actividades diarias, arraigándolo en nuestra ideología y utilizándolo para tomar decisiones. “Al arraigar un mensaje e incorporarlo rutinariamente a nuestras vidas, nos implicamos en la construcción del sentido del yo, de quiénes somos y dónde estamos en el espacio y el tiempo” (Thompson,1998, p. 67).

Como toda información, los mensajes que se transmiten a traves de las tecnologías de comunicación sirven como referentes sobre diversos temas para las personas, los productos mediáticos en sus diversas presentaciones tienen un impacto en la sociedad ya que son recurrentes y presentan la información con un fondo y una forma que permiten su asimilación sin un gran esfuerzo por parte de los receptores.

Dicha información les permite a los individuos tomar conciencia del lugar en el que se encuentran en relación a su entorno, así como una apreciación de su contexto “al recibir y apropiarse de los mensajes mediáticos, también se implica un proceso de autoformación y autocomprensión, aunque de un modo generalmente implícito y no reconocido como tal” (Thompson, 1998, p. 63).

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Decimos que ha habido una apropiación cuando la información del mensaje se encuentra presente en la ideología de una persona y utiliza esa información en la toma de decisiones en su vida cotidiana, toma sentido cuando encamina una acción del individuo.

Es un proceso en el cual algunos mensajes se retienen mientras que otros se olvidan, en el cual algunos se convierten en punto de apoyo para la acción y la reflexión, o en un tema de conversación entre amigos, mientras que otros desaparecen de nuestra memoria, perdidos entre un continuo flujo de imágenes e ideas.

Los productos que los medios de comunicación contienen es una forma simbólica, es una idea presentada con características específicas. Estos mensajes son recibidos por personas con características individuales que los hacen percibir la información de diferente manera y darle distintas significaciones.

La significación de mensajes por su parte es un proceso complejo que depende de la recepción, la interpretación y la reinterpretación que el individuo haga del mensaje. El significado que cada receptor le de al mensaje está ligado a las características que el individuo tenga a la hora de descifrarlo y que a su vez le servirán para rechazarlo, negociarlo o apropiárselo “Apropiarse de un mensaje consiste en tomar su contenido significativo y hacerlo propio. Consiste en asimilar el mensaje e incorporarlo a la propia vida…” (Thompson, 1998, pp. 66).

El concepto de significación, mencionado reiteradamente como elemento importante de la apropiación, tiene su origen en la semiótica, para Saussure, es la relación de un signo o sistema de signos con su realidad referencial a lo que Barthes le agrega que es la

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forma en la que operan los signos en una cultura, esto es los valores culturales (Fiske en O´Sullivan, Hartley, Saunders, Montgomery y Fiske, 1995, p.326).

Para operacionalizar este concepto, Barthes identifica dos órdenes de significación: 1) la denotación y 2) la significación y el mito (Fiske en O´Sullivan, Hartley, Saunders, Montgomery y Fiske, 1995, pp. 326 – 327) .

1) Primer orden de la significación: denotación. Se refiere a la relación objetiva de un signo con su referente, carente de valores. Sin embargo este mismo autor comenta que en la práctica no exite algo que pueda considerarse un orden de significación objetivo y excento de valores. 2) El segundo orden de significación: la connotación. Este orden se da cuando el sentido denotativo del signo hace las veces del sistema de valores de la cultura o de la persona que lo emplea. Esto es, la producción de matices de sentido asociativos, expresivos, evaluativos o de actitud.

Por otro lado, un segundo elemento a este orden es el mito que Barthes impuso para designar a una cadena de conceptos que gozan de amplia aceptación en una cultura y que permite a los miembros de una sociedad conceptualizar o entender un tema particular o una parte de su experiencia social, es lo que el común de la sociedad piensa que es el signo ya sean positivos o negativos, son los calificativos que le dan a un signo, (Fiske en O´Sullivan, Hartley, Saunders, Montgomery y Fiske, 1995, p.327). En síntesis, el mito debe verse como la forma que tiene una cultura de conceptualizar un tema abstracto. Los mitos son conceptuales, operan en el plano del significado, mientras las connotaciones son evaluativas, emotivas y operan en el plano del significante.

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Fiske y Hartley (Fiske en O´Sullivan, Hartley, Saunders, Montgomery y Fiske, 1995, p. 328) señalan que las connotaciones y los mitos de una cultura son los manifiestos de su ideología y a esto se podría considerar cómo el tercer orden de la significación.

Lo anterior opera, dice Fiske, en la intersubjetividad entendida esta, como las respuestas que ocurren en el individuo pero no son de naturaleza individual, sino son respuestas compartidas por los miembros de una cultura o una subcultura. Es esa serie de respuestas subjetivas compartidas uno de los medios más importantes a través de los cuales la cultura afecta a sus miembros y se afirma la identidad cultural (en O´Sullivan, Hartley, Saunders, Montgomery y Fiske, 1995, p.200).

Los conceptos presentados en líneas anteriores son básicos para entender el proceso que actualmente se está viviendo a partir de la incorporación de las tecnologías de información y comunicación a la vida cotidiana de los integrantes de la sociedad y dar respuesta a una pregunta central para entender la transformación de la identidad de un grupo social ¿qué connotación y mitos que existen sobre las TIC que propician la apropiación de las mismas y determinan las características mismas de la identidad de un grupo/subgrupo?

2. El consumo/usos y apropiación a partir de la incorporación de las TIC en los estudios socioculturales

Los trabajos recientes sobre las tecnologías de la información y comunicación han definido que en ellos se produce una trama de procesos de intercambio, producción y consumo simbólico que engloba una gran cantidad de sujetos, medios y lenguajes interconectados tecnológicamente de manera reticular (Scolari, 2008, p. 277).

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De tal manera que la operacionalización de las bicategorías consumo/uso y apropiación/significación, si bien deben considerar los conceptos registrados en el punto anterior, han sido ampliados para incluir y tratar de explicar todos aquellos procesos mediados por las TIC, tal como la ha hecho Winocur (2006 a, 2006 b, 2008), en donde, para explicarlos se deben tomar en cuenta la naturaleza misma de estas tecnologías: interactividad, hipertextualidad y multimedialidad para complementar su explicación.

La primera parte de este apartado es el texto Hipermediaciones de Scolari (2008), y los trabajos de Carroll y sus colegas en el 2001, 2002 y 2004, así como Overdijk y van Diggelen (2006), Montes González y Ochoa Angrino (2006) y Crovi (2009). En un segundo momento se describen los resultados de algunas investigaciones realizadas en distintas partes del mundo que permiten visualizar como han operacionalizado estas categorías y los resultados obtenidos en las mismas.

2.1. Consumo/uso

Con respecto al consumo, Scolari (2008) afirma, en primer lugar, que el avance en las tecnologías y la estética hipertelevisiva está haciendo emerger nuevas formas de consumo, más flexible que reconfigura el concepto de audiencia como usuarios activos, que además, de consumir los productos culturales a través de los hipermedios, también genera contenidos y se mueve ágilmente en una red de documentos interconectados (pp. 243 – 246).

A diferencia del consumo que se supone en un medio tradicional, los usuarios de la red pueden “estar navegando en un mismo sitio al mismo tiempo pero dentro de recorridos y secuencias interpretativas distintos” (p. 247). Además, a partir de las Web 2.0 “el consumidor no sólo deja de ser consumidor individual, sino que

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también abandona el rol de simple consumidor para convertirse en prosumidor” (p. 248).

Por otro lado, este mismo autor habla sobre la usabilidad que tiene que ver, en este trabajo, “con la efectividad, eficiencia y satisfacción con la que un producto permite alcanzar objetivos específicos a usuarios específicos en un contexto de uso específico”, “que le permita (al usuario) convertir el proceso de interacción en algo natural y casi automático” (p. 251). De tal manera que en este contexto, los estudios de usabilidad deben llevar a investigar las interacciones que se dan entre los usuarios establecen con las formas simbólicas presentes en las TIC y que pueden llevar a éstos a interacciones con otros usuarios.

Desde esta perspectiva, el estudio del uso de las tecnologías debe plantearse desde los hogares y lugares de trabajo, estudio o esparcimiento, los usuarios domestican y modelan a los hipermedios, e indagar su uso a partir de las interpretaciones que suelen presentarse en las interacciones digitales, el uso dominante, prescrito o instruccional o uso empírico o real (Scolari, 2008).

Delia Crovi (2009) operacionalizó el acceso a partir de dos ejes rectores: el acceso a la infraestructura y el acceso a la alfabetización digital formal, es decir, cursos que ofrezca la universidad tanto de forma curricular como extracurricular (p. 30). Por otra parte el uso lo caracterizó como el uso que le dan a los recursos de Internet (p. 32).

En síntesis, se debe entender el consumo como un proceso dinámico y flexible que además se puede convertir en productor de contenidos pero que dependerá en todos los casos del acceso a la infraestructura y el nivel de alfabetización digital que hayan desarrollado los integrantes de una comunidad.

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2.2. Apropiación/producción de sentido

Por otro lado, un grupo de investigadores australianos lidereados por Carroll y cuyos trabajos publicaron en el 2001, 2002 y 2004, proponen un modelo para explicar la apropiación de las tecnologías. Ellos afirman que la apropiación implica una adaptación mutua, donde los usuarios reconfiguran las características de la TIC para utilizarlos en fines no previstos y al mismo tiempo sus prácticas son moldeadas por las TIC.

El modelo propuesto por estos investigadores lo denominaron Modelo Genérico de Apropiación de la Tecnología (MTA) y establece tres niveles:

• El primer nivel que se refiere a la evaluación inicial de la tecnología que hacen los usuarios a partir de las características con las que fueron creadas y relacionadas con los costos, la moda/estilo, la utilidad esperada, la facilidad de uso, características, capacidad de adaptación, la familiaridad y si los usuarios pueden ver la tecnología como “nuestra”. En función de esta evaluación inicial el usuario toma la decisión de adoptarla o no.

• El nivel dos. Después de evaluar la tecnología las actividades de los usuarios son moldeadas por ésta. Además, en función de la maleabilidad de la tecnología, los usuarios pueden configurar, personalizar o usarla para nuevos fines para la que fue creada o combinarla con otros recursos de manera distinta para adaptarla a sus necesidades.

• El tercer nivel. Este se logra con el tiempo, cuando la tecnología se estabiliza en su uso y se convierte en parte integral de las actividades de los usuarios, y este nivel es lo que finalmente viene a cerrar el círculo de la apropiación.

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Sin embargo, estos mismos autores mencionan que ante la aparición de una nueva tecnología se pueden observar tres escenarios posibles: 1). quienes no se apropian de ella: esto se da cuando los usuarios no cuentan con las competencias para su uso, no se encuentran interesados en las mismas o en alguna de sus características y por lo tanto no inician un proceso de apropiación; 2) quienes se apropian: estos son los usuarios que cuando las evalúan, prueban y adaptan algunos de sus atributos con el fin de satisfacer sus necesidades, y quienes 3) se desapropian (rechazan) despues de haberla explorado y utilizado por un tiempo corto o largo.

Posteriormente, y también desde una perspectiva sociocultural, pero centrada en el uso de la tecnología, Overdijk y van Diggelen (2006) afirman que la apropiación de ésta implica un proceso de construcción social en el que las acciones y los pensamientos de los usuarios están determinadas por las tecnologías mismas, mientras que el significado y los efectos de la tecnología se forman a través de las acciones de los usuarios.

Esto es, la apropiación de la tecnología ocurre cuando alguien pone en uso dicha tecnología o lo que ésta transporta para una actividad con una meta específica, no se refiere sólo a la adquisición del conocimiento sobre un objeto o para aprender a hacer algo, sino también lo que provoca un cambio en las propiedades de la tecnología misma y las relaciones sociales que se establecen de dicha mediación.

Montes González y Ochoa Angrino (2006) caracterizaron a la apropiación de las TIC a partir de tres niveles: 1) conocimiento, como la representación que tienen de ésta y de sus usos; 2) utilización, entendida como el empleo cotidiano del uso de las TIC y, 3) transformación, que se refiere a la modificación adaptativa que se hace de las prácticas que involucran su uso.

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Con una visión eminentemente social se encuentran la caracterización de la apropiación de tres investigadoras latinoamericanas. Para Winocur (2006 a y b) la apropiación es un conjunto de procesos socioculturales que intervienen en el uso, socialización y la significación de los medios por diversos grupos que conforman la sociedad. Neüman (2010), por su parte, plantea que la apropiación “es comunitaria y se sirve de la relación entre los miembros para poder concretarse, no es un acto individual, sino un proceso relacional y se valida por los resultados sociales que produce” (p. 34). Además, agrega, que si no hay resultados sociales, entonces no existe la apropiación.

Y finalmente Crovi (2012, pp. 159), retomando las propuestas de Leontiev y Vigotsky, define a la apropiación como “un proceso cultural participativo, que ocurre en un contexto socio-histórico determinado, que posee una dimensión temporal producto de cambios anteriores que propicia nuevas transformaciones y que modifica las prácticas culturales cotidianas”. Agrega, además, “que apropiarse no es hacer propio un objeto tecnológico, sino ser partícipe del cambio social y cultural” (p.160).

En síntesis, y de acuerdo con Crovi, la apropiación implica el dominio de un objeto cultural, involucrando el reconocimiento que condensa ese instrumento y los sistemas de motivaciones, esto es, nos apropiamos de un régimen de prácticas específicas, de su naturaleza y sentido individual que encarna el objeto en los sujetos (p. 35).

3. Algunos ejemplos de la investigación sobre consumo, uso y apropiación de las TICS

A partir de los documentos disponibles sobre esta construcción parcial del estado del arte sobre consumo/uso y apropiación/

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significación de las TIC, encontramos cuatro grandes áreas de generación de conocimiento entre los investigadores. El interés por conocer qué hacen los jóvenes con las TIC cómo se apropian, qué significan para ellos. Otros estudios están dirigidos a explorar qué está pasando en la relación TIC y docentes, por otra parte se encontró un grupo de estudios que se acercan a explorar el uso consumo y apropiación de estas tecnologías desde las familias y finalmente se localizó otro grupo de trabajos que han mantenido su interés en medir el uso y consumo del Internet, redes sociales y demás interfaces en la sociedad en general.

A continuación presentamos de manera detallada estos grupos de investigaciones localizadas en nuestra búsqueda.

1.1. Estudios sobre jóvenes

En este primer bloque que comprende el segmento de los jóvenes los estudios, en lo general, parten de una preocupación central: cómo estos adoptan, utilizan y se apropian de las tecnologías de la información y comunicación en varias de las modalidades más populares para ellos: Internet, la telefonía móvil y correo electrónico. Además, los modos de interacción y las competencias con que cuentan para el acceso y la práctica con dimensión social (Marciales, González, Castañeda y Barbosa, 2008 y García García y Rosado Millán, 2012).

La metodología utilizada en la mayoría de ellas es de corte cualitativo, ya sea a través de etnografía focalizada, grupos focales, observación participante, diarios personales en línea, grupos de discusión sin embargo encontramos otras utilizaron encuestas en línea (Moral Toranzo, 2008 y García García y Rosado Millán, 2012) para reconstruir el conocimiento que los jóvenes tienen sobre el tema.

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Entre los principales hallazgos de Carroll, Howard, Vetere, Peck y Murphy (2001) reportan que las TIC les permiten a los jóvenes establecer una identidad o sentido de pertenencia, también les sirven para negociar, ejercer el poder y lograr un sentido de cohesión al tratar con sus vidas fragmentadas.

Además, afirman que la apropiación de las TIC apoya algunos estilos de vida de los jóvenes y éstos han dado forma a las tecnologías de acuerdo a sus necesidades, que este grupo de la población está viviendo una ausencia de planificación en donde las TIC le permite organizarse sobre la marcha.

También encontraron que el uso y apropiación de la tecnología va a ser el resultado de diversas percepciones individuales y experiencias de grupo, desde cuatro factores que intervienen:

• los atractores, en este factor encontraron que los jóvenes evalúan la tecnología a partir de si es conveniente y asequible, compatibles con su estilo de vida o si satisface sus necesidades por el estilo o la moda, por la forma instantánea de comunicación en cualquier momento y en cualquier lugar, o por el control que proporcionan sobre las personas que llaman (filtrado de llamadas);

• los criterios de asignación, estos se refieren a los fines para los cuales la tecnología se incorpora a su vida diaria, son esenciales para su vida social, es más personal, es un diario, son parte importante del ocio y la diversión, entre otros más;

• los criterios de desaprobación, son los que tienen relación con las percepciones negativas sobre la tecnología que están explorando o utilizando, por ejemplo su costo; las consecuencias hacia la salud-aún no comprobadas- (cáncer cerebral) principalmente de los teléfonos celulares; la

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mala recepción de los teléfonos, el tamaño de los botones, etcétera,

• y finalmente los refuerzos que se refieren a los criterios de uso superior que se desarrollan una vez que la tecnología ha sido apropiada, lo que permitirá afirmar que ésta se encuentra reforzada y estabilizada en su vida cotidiana (Carroll, Howard, Vetere, Peck y Murphy, 2002).

Por su parte, Winocur (2006a) reporta que los usos sociales y políticos de las nuevas tecnologías en jóvenes tienen lugar desde diversos universos culturales y capitales simbólicos desiguales.

Los resultados muestran con respecto a la categoría sobre incorporación y socialización de Internet que en este proceso intervienen fundamentalmente tres agentes: la escuela, los pares y los medios de comunicación. La escuela, ha desempeñado un importante papel en la legitimización de que el uso de la tecnología está vinculado a las posibilidades de acceso al conocimiento y la mejora de la competencia escolar. Sobre la segunda categoría relacionada con las rutinas y prácticas de consumo, encontró que las rutinas se pueden ejercer de varias maneras: primero la relacionada con la posibilidad de conexión-desconexión, es decir, decidir cuándo quiero ser “visible” o “invisible” y para quién; en segundo lugar la posibilidad de navegación infinita que se traduce en el placer de descubrir y conquistar mundos diversos, extraños e inquietantes, y tercero la manipulación de la realidad virtual.

También se encontró que los jóvenes consumen fundamentalmente información de todo tipo; principalmente programas, herramientas y aplicaciones diversas que usan para crear páginas, traducir lenguajes, montar dispositivos multimedia y bajar música, películas, comics, entre otros. También buscan, recuperan y editan información para las tareas escolares y finalmente consultan

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sitios sobre eventos culturales o de ocio (cine, música, programas de televisión). En este estudio, Winocur deja ver que la naturaleza esencial del consumo en la red es su simultaneidad, los jóvenes trabajan con varias ventanas abiertas y en muchos casos conviven al mismo tiempo con el televisor y la radio encendidos. Lo anterior sugiere que el Internet no reemplaza a los otros medios, sino más bien los integra en la cadena de medios de consumo cotidiano como ya lo habían anticipado Bolter y Grusin (1999).

Con respecto a la tercera categoría relacionada con las diferencias de género y representación de la desigualdad, observó que en los varones existe una tendencia más marcada a ser autodidactas en el uso de Internet, utilizar de manera más diversificadas las aplicaciones y a experimentar con las opciones de software libre y diseño de páginas, mientras que en el caso de las mujeres, se observa una mayor dependencia de los amigos, hermanos y novios, y un uso más pragmático de las aplicaciones, por lo cual concluye que en términos de género si siguen existiendo diferencias en la apropiación de las tecnologías por género en realidades socioculturales diferentes. Por último, con respecto a la sociabilización en la red, encontró tres aspectos diferentes: en primer lugar los entrevistados mencionaron que el chat fue parte de su iniciación en Internet y en su adolescencia, pero al entrar a la universidad el Messenger (MSN)3 constituyó un canal para relacionarse mayormente con sus conocidos con los que se ven cotidianamente (compañeros de clase o amigos) como con aquellos que no se ven seguido por razones de distancia o familiares. Por último manifestaron haber participado en comunidades virtuales (juego, comics, fanáticos de fútbol, etcétera) que abren nuevas formas de comunicación que circulan 3 Messenger (MSN) fue un programa de mensajería instantánea creado en 1999 y actualmente descontinuado. Fue diseñado para sistemas Windows por Microsoft, aunque después se lanzaría una versión disponible para Mac OS. A partir del año 2006, como parte de la creación de servicios web denominados Windows Live por Microsoft, se cambiaron de nombre muchos servicios y programas existentes de MSN, con lo que Messenger fue renombrado a Windows Live Messenger a partir de la versión 8.0 (Wikipedia)

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por canales paralelos y que están intercomunicadas a nivel de los deseos insatisfechos o reprimidos, dice la investigadora.

Barrios (2009) reporta haber encontrado que el aprendizaje de las TIC se da de manera empírica, los estudiantes que no cuentan con PC en casa, acceden a ésta en la Universidad, en la casa de amigos o en un café Internet. El acceso a Internet prácticamente por todos los participantes en el estudio de este autor se da en la casa o en la universidad. Los usos de la computadora sirve principalmente para chatear, enviar o recibir correos y utilizar el MSN, además de ser útil para los trabajos de la universidad; el uso del computador se da diariamente y el tiempo promedio de dedicación a la navegación es de tres horas diarias principalmente para buscar información y establecer relación con otros (chat, MSN, correo). Tienen por lo regular dos cuentas de correo electrónico que les ayuda a generar un mayor cruce de información con amigos y compañeros, no confían en Internet para transacciones bancarias ni compras y piensan que la PC es importante en su vida.

Por otro lado, en lo referente al consumo, los entrevistados reconocieron la necesidad de tener un computador sin importar el porqué y para qué, se conectan al MSN al llegar a la casa y viven en permanente búsqueda de información, les parece caótica la vida sin Internet. Con respecto a la comunicación, encontraron que se hace evidente que se transformó el contacto directo (cara a cara) con los pares. La interacción social y de pares se da a través del MSN y los foros, pues les permite acortar distancias y costos en la comunicación; pero también se detectó que no encuentran las TIC como herramienta para proyectos para el entendimiento de los problemas propios de la comunidad o para la investigación, análisis y síntesis de los fenómenos comunicativos. Finalmente, con respecto a la información, encontraron que los estudiantes que utilizan este medio para estar enterados del acontecer nacional e internacional,

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comparan a la red con los libros y los métodos tradicionales de estudio, pero también ponen en duda la información de algunos portales (p. 272).

Para Moral Toranzo (2008) después de aplicar una encuesta on-line en donde analiza las características sociodemográficas, hábitos y las relaciones de los usuarios en la red, encontró que la motivación principal para entrar a Internet es de tipo personal, esto es mantener o explorar nuevas relaciones personales con otras personas, el tiempo que dedican a estar conectados a Internet es menor de 10 horas semanales y la principal actividad diaria que interfiere con esta actividad es el consumo de televisión. Con respecto a la interacción humana, los resultados avalan este tipo de relaciones a través de la red en donde, por ejemplo, casi tres cuartas partes de los participantes de la encuesta han tenido relaciones sociales con quien han conocido en la red, la duración de estas relaciones han sido mayor a un año y han utilizado el correo postal y el teléfono para mantenerlas y en algunas ocasiones los encuentros cara a cara.

Por último, García García y Rosado Millán (2012) a través de un estudio realizado con jóvenes nativos y migrantes digitales4 en España y cuyo principal objetivo era explorar el conocimiento de las conductas y competencias sociocomunicativas que desarrollan con el uso de los servicios y contenidos digitales en la red (p. 19) encontraron, en concordancia con otros trabajos revisados en este documento, que: a) lo intereses de los nativos digitales varían de los de los inmigrantes en aspectos como la relación a través de Internet; b) la edad está relacionada con el motivo por el cual se conectan a 4 Estos autores se basan en el concepto sobre nativos digitales de Prensky quien los define como una nueva generación formada por jóvenes nacidos en un entorno sociodigital que han hecho de las redes un espacio social y personal de su actividad, de su forma de actuar, de relacionarse con el mundo y con otras personas. A este concepto le añaden el de inmigrantes digitales constituido por jóvenes a los que la llegada de Internet social les ocurrió cuando eran niños (en García García y Rosado Millán, 2012, p. 16).

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Internet: a mayor edad más interés en la búsqueda de información, y a menor edad más importancia por la diversión- ocio; c) en cuanto a las relaciones sociales todos creen que sus relaciones son más abiertas, más inmediatas, más amplias y más fáciles de establecer. Sin embargo, son los nativos digitales los que manifiestan percibir ese cambio de una forma más clara.

1.2 Docentes

Otro sector de la población de la que también se han ocupado los investigadores, es el relacionado al grupo de los docentes, quienes se encuentran en la convivencia diaria con los jóvenes que de manera natural se van integrando al mundo de las TIC mientras que ellos (los docentes) les ha tocado incorporarse, a algunos de ellos antes que sus alumnos y a otros de manera necesaria y urgente al mundo de las tecnologías de la información y comunicación con el fin de disminuir la brecha que pueda existir entre ellos y sus alumnos.

Los docentes se apropian de la tecnología para la transmisión de información y a medida que avanza el conocimiento sobre ellas, éstas se van transformando en una herramienta para la construcción del conocimiento (Montes González y Ochoa Angrino, 2006) algo parecido reporta Crovi (2009) al decir que el conocimiento acerca de las TIC entre los académicos se da de manera autodidacta.

Esto es, los profesores van migrando hacia la tecnología sobre la marcha, la disposición docente hacia la tecnología se construye a través de sus logros, fracasos, una lucha por la apropiación del capital (económico, social y cultural) en una ecología simbólica de distribución inequitativa de estos mismos capitales, que establece una lucha de poder con la generación que impone nuevas formas de acceso a la información. Tal y como concluye también Guevara Cruz (2010) al decir que la apropiación de las TIC en la docencia se

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relaciona con una primacía del capital cultural que va adquiriendo no sólo en la formación académica, sino a lo largo de toda su vida.

A lo anterior se suma que el en la historia de los profesores, éste convive con distintas tecnologías dependiendo de la economía de las mismas familias de las que proceden y que esto se ve reflejado en la utilización de las tecnologías en el salón de clase. A partir de estos trabajos se aprecia que los profesores cuentan con una visión general de Internet, sólo la perciben como una biblioteca que se consulta no-que se construye, la encuentran como una fuente de actualización, pero también la perciben como una herramienta que no requiere de mayor esfuerzo cognitivo por parte de sus alumnos (Guevara Cruz, 2010).

Crovi (2009) plantea que el estudio puso de manifiesto que cada área del conocimiento de la UNAM presenta necesidades y expectativas diferentes. En cada una de ellas se encontraron condiciones distintas de acceso, uso y apropiación lo que configura una brecha digital al interior de la institución que pone de manifiesto un equipamiento desigual entre institutos, facultades y escuelas por lo que, dice la investigadora, hace falta una estrategia para el desarrollo de habilidades que promuevan un mayor uso y aprovechamiento de los servicios de Internet. Además, afirma la investigadora que la presión más importante que han tenido los profesores para incorporarse al uso de las TIC no proviene precisamente de los alumnos, sino de la misma Institución.

1.2 Familias

Dos son los trabajos de Winocur (2006b y 2008) realizados con familias en comunidades de los alrededores de la ciudad de México como son San Lorenzo Chimalpa y Chalco. El primero de ellos indagó a través de un estudio realizado mediante entrevistas

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semiestructuradas y a profundidad si tenían computadora e Internet en el hogar, quiénes y qué uso hacían de estas tecnologías dentro y fuera del hogar, y en el caso de no tenerlas (que eran la mayoría), si pensaban incorporarlas en un futuro próximo, reconstruir las prácticas y representaciones que tenían sobre la computadora e Internet, tanto en el caso de los usuarios como de los no usuarios; el segundo explica las representaciones y prácticas de interacción con el teléfono celular.

En el primer estudio encontró que los entrevistados, identificaban a la computadora como una estrategia de movilidad social; que la escuela es la instancia legitimadora de la computadora en la escuela, que los medios tradicionales, en especial la televisión, tienen un papel importante en el proceso de socialización y de representación acerca de los usos y funciones de las nuevas tecnologías de la información y comunicación. En la población estudiada la incorporación de la computadora al hogar se da con el saber y la escuela, y su incorporación representa simbólicamente la posibilidad de llevar la escuela a la casa, de ahí la idea de crear un sitio “aparte” del resto de las rutinas domésticas dentro de la sala o construyendo un cuartito especial.

Otro de los hallazgos de esta investigación es la consideración del Internet como espacio público, ya que constituye no sólo un espacio al que se pueda ingresar sin restricciones, sino también un espacio que no está segmentado socialmente. Pero, también encontró que existe miedo entre los entrevistados por que consideran a la computadora como la responsable, en el presente y en el futuro, de la pérdida del empleo a partir de desplazar al hombre como fuerza de trabajo.

En la investigación de las representaciones y prácticas de interacción con el teléfono celular Winocur (2008) encontró en

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primer lugar, que este artefacto es un elemento para mantener bajo control la incertidumbre, es clave para la cohesión imaginaria de los espacios familiares seguros donde habitan las certezas, y cubre a los usuarios bajo el manto protector de estar siempre comunicados con “los nuestros”. En la mayoría de las ocasiones no se usa para ampliar las redes de conocidos o entablar nuevas relaciones, como sucede en ocasiones, en algunos casos, con Internet sino para no perder el contacto con los otros cercanos (familia principalmente).

También identificó que son una especie de exocisadores de la otredad5 ya que el celular constituye un bálsamo tranquilizador que permite amarrar a los nuestros en tribus de pertenencia constituidas en redes de familias, amigos, empleados, compañeros de trabajo, clientes, alumnos o pacientes, y también, es un mecanismo de afirmación de la identidad individual, familiar y grupal a través de las conversaciones, referencias, y complicidades que sólo hacen sentido entre los miembros de cada tribu. Pero además, constituyen en los “mediadores tecnológicos intergeneracionales” que ayudan a los adultos incluirse en el universo digital, pero también en el mundo de los jóvenes. De todas las nuevas tecnologías de comunicación existentes en el mercado, el celular es, parece ser, la única que enlaza a todos con todos, independientemente de sus habilidades y nivel de sus competencias tecnológicas, garantizando la inclusión en un mundo cuya representación se ha desplazado de lo palpable a lo comunicable.

5 La otredad la constituyen todos aquellos que amenazan real e imaginariamen-te nuestras certezas, y ésta a menudo se disfraza de inmigrante, delincuente, chavo banda, indígena, o nuevas tecnologías, porque ellos encarnan todo lo que tememos: quedarnos sin casa o trabajo, vivir lejos de nuestras familias, perder los afectos, sufrir el desarraigo, quedar excluidos del universo digital o extraviar la brújula de nues-tras frágiles identidades. La otredad digital. Un universo de competencias, lenguajes y códigos propios que encierran las computadoras e Internet, inaccesible aún para la mayoría, que además de las consabidas desigualdades históricas que condicionan el acceso de los más pobres y marginados social, económica y culturalmente, ha in-augurado una nueva clase de alteridad que se expresa generacionalmente (Winocur, 2007).

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También lo caracteriza como un medio transicional para aliviar la separación de las familias que por las mañanas se separan para cada quien tomar un rumbo diferente de acuerdo a sus responsabilidades, la necesidad de monitorear permanentemente a los hijos. A través del móvil no sólo se pregunta dónde se esta y a qué hora se va a llegar, sino también la receta de cocina, se encarga algo de la tienda, o estando en el supermercado se corrobora si falta tal o cuál artículo, se cuentan chismes de último momento, o se avisa de algo que está pasando en la televisión o en la radio, los niños preguntan a las mamás por la tarea, o dónde se encuentran los zapatos limpios, o los padres divorciados pueden comunicarse con sus hijos sin la mediación de la “ex”.

El celular, también cumple la función de fijar como centro del mundo al hogar, al teléfono móvil como un artefacto que permite asegurar en cualquier punto de nuestro desplazamiento cotidiano al hogar como centro del mundo. Winocur (2008) plantea pensar al celular como un dispositivo de disciplinamiento y control social fuera de la órbita del Estado, de los padres hacia los hijos, de los jefes hacia sus subalternos, o del líder de la banda hacia sus integrantes. Aunque cada una de esas redes tenga una autonomía relativa, miradas en conjunto parecieran haber instaurado un nuevo orden social basado en un régimen de visibilidad y comunicabilidad absoluta: sólo lo que es visible es comunicable, y sólo podemos comunicar lo que es visible.

3.4 . Sociedad en general

Por otro lado, existen una serie de trabajos a nivel internacional realizados a través del proyecto World Internet Project (WIP) (http://www.digitalcenter.org) que tiene por objetivo de comparar el acceso, uso y apropiación de Internet en los países afiliados al mismo.

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En esta línea se encuentran los reportes publicados por Godoy (2005) en Chile y WIP (2009, 2010, 2011, 2012, y 2013) sobre el caso de México en donde se realiza toda una exposición de cómo el uso de Internet ha ido avanzando o en algunos casos desacelerándose el uso de la tecnología como síntoma de la madurez tecnológica de los usuarios.

Godoy (2005) por ejemplo, reporta que en su país para el 2003, el 35% de los encuestados resultó ser internauta por encima de Hungría e Italia y levemente por debajo de España. También encontraron que el 43% eran proxy users, esto es no son usuarios pero recurren a terceros para que les ayuden a consultar el correo electrónico y les consigan información online. En el análisis de los datos 2003 – 2004 las evidencias muestran que las aplicaciones vinculadas a la sociabilidad como es el e-mail, era la actividad online más común por encima del chat; el 85% de los menores de 18 años recurren a mensajería a través del teléfono móvil, los encuestados reconocieron que esta herramienta les permite aumentar el contacto con amigos y colegas y en menor medida con la familia, el promedio de uso de esta herramienta era de 11.8 horas a la semana (1.62 horas al día), los menores de 18 años adoptan más nicknames que los mayores y también se encontró que los jóvenes recurren con mayor frecuencia al multitasking. En síntesis, los hallazgos muestran que el nivel de importancia que se le asigna a las tecnologías variarán de acuerdo al segmento de población y al nivel de desarrollo del país o la zona donde se aplique la encuesta. Y plantean la necesidad de estudiar cómo se ven impactados por los cambios tecnológicos la vida cotidiana de las personas, las empresas y la economía.

Por su parte, en los reporte publicados por WIP México en los últimos cinco años (2009, 2010, 2011, 2012, 2013) se muestran datos interesantes de cómo en este tiempo ha crecido el uso de Internet y de las herramientas que se han derivado de esta tecnología.

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Por ejemplo, reportan para el 2013 que el 42% de los usuarios tienen entre 12 y 25 años, además se observa que se ha ido incrementando poco a poco el porcentaje de mujeres que usan el internet, ya que del 42% que se reportaba en el 2009 este incrementó a 49% en el 2013, los lugares de uso de la Internet en el 2013 son principalmente en el hogar (84%), en el trabajo (28%) y este último año, el estudio WIP México revela que el 64% de los usuarios de Internet se conecta también a través del teléfono celular.

El reporte del 2013 evidencia como ha aumentado el uso de las redes sociales ya que en el 2009 sólo era un 32% quienes hacían uso de ellas, contra un 93% en el 2013.

En el estudio también se evidencia que el uso de Internet, de acuerdo a los encuestados, no pone en riesgo el contacto entre las personas ya que el 65% dijeron que pasan el mismo tiempo juntas, mientras que un 27% afirmó que pasan menos tiempo físicamente, entre otros datos.

Estos datos sugieren que si bien en estos momentos el uso de Internet y todas sus herramientas están trastocando la vida de las personas, es importante resaltar que la vida on line, para muchas de ellas, está también compaginada con la vida off line por tanto estos dos campos de interacción de las personas, la virtualidad y la realidad se conjugan para la conformación de las identidades del sujeto.

3. Las categorías e indicadores para el análisis de proceso de apropiación: una propuesta.

Si el objetivo central de este documento, era encontrar elementos que permitieran apoyar la búsqueda de respuestas a la pregunta ¿el consumo y apropiación de las tecnologías, sus diversas

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herramientas de interacción o sus contenidos son elementos que están reconfigurando las identidades, mutantes o emergentes, entre los habitantes de una Región sociodemográfica? a continuación se presentan algunos puntos que permiten sintetizar lo expuesto en este capítulo.

En primer lugar, debe considerarse a la apropiación de cualquier tecnología como un proceso dinámico y continuo, individual y colectivo, que incluye varios estadios previos (acceso, consumo, uso) y ésta, la apropiación, sólo se podrá evidenciar cuando los usuarios de dichas tecnologías le den sentido a las mismas en sus vidas cotidianas, cuando les ayuden a comprender el contexto en el que viven, sean una herramienta indispensable para la toma de decisiones y para la producción de sentidos que impacten en el cambio social y cultural (Fiske en O´Sullivan, Hartley, Saunders, Montgomery y Fiske, 1995; Morley, 1996; Thompson, 1998; Winocur, 2006a y b; García Canclini, 2009, Neüman, 2010 y Crovi, 2012).

Por lo tanto el primer estadio conformado por la bicategoría consumo/uso de las tecnologías, estará lleno de valores simbólicos que se entrelazan con las prácticas sociales y culturales que le dan sentido de pertenencia e identidad a los individuos (Morley, 1996 y García Canclini, 2009).

Considerando también que en la bicategoría apropiación/producción, puede darse, conjuntamente con la significación de las mismas en la vida cotidiana, una adaptación mutua, esto es, los usuarios pueden destinar las tecnologías para fines no previstos en su diseño, al mismo tiempo que sus prácticas cotidianas pueden ser reconfiguradas por el uso de las mismas (Carroll, Howard, Vetere, Peck y Murphy, 2001 y 2002; Carroll, 2004).

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Además, para su estudio, deben tomarse en cuenta dos aspectos que Scolari (2008) apunta. Primero que, algunos de los consumidores, de los medios se están transformando en sujetos más activos, flexibles y en algunos casos son productores de mensajes. Segundo, se debe incorporar el concepto de usabilidad que permite entender el proceso de interacción que cada día se vuelve una representación simbólica más fácilmente interpretable por los usuarios de la red.

El concepto de capital cultural de Bourdieu6, debe ser incluido en los estudios sobre consumo/uso y apropiación/producción de sentido ya que aporta elementos para explicar la distribución desigual de las prácticas, los valores y las habilidades culturales que pueden estar marcando las diferencias en el uso, consumo y apropiación de las TIC en la sociedad, tal y como lo apuntaron Winocur (2006, 2008) y Guevara Cruz (2010). Ya que si bien la diferencia entre clases y grupos sociales los puede estar marcando el capital económico, es preciso considerar también el capital cultural porque este también es potencialmente desigual entre los miembros de la sociedad (O´Sullivan, Hartley, Saunders, Montgomery y Fiske, 1995, p. 51).

Los categorías e indicadores diseñados para cada una de las bicategorías que se sugiere considerar para el estudio del proceso de apropiación y a partir de los distintos autores revisados, se encuentran representados en la figura 1.

6 Para Bourdieu (1987) el capital cultural puede existir bajo tres formas: en el esta-do incorporado, es decir, bajo la forma de disposiciones duraderas del organismo; en el estado objetivado, bajo la forma de bienes culturales, cuadros, libros, diccionarios, instrumentos, maquinaria, los cuales son la huella o la realización de teorías o de críticas a dichas teorías y finalmente en el estado institucionalizado, como forma de objetivación muy particular, porque tal como se puede ver con el título escolar, éste confiere al capital cultural propiedades totalmente originales.

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Fuente: Elaboración propia.

A continuación se describen de manera general los indicadores que consideramos deben incluirse para cada uno de los descriptores de cada categoría que conforman el proceso de apropiación de acuerdo a la teorías y estudios revisados en líneas anteriores:

Consumo/usoa. Motivo de la compra/adquisición de la tecnología. En este

descriptor se propone identificar los motivos que los distintos sectores de la población los mueve a la adquisición de la tecnología tales como pueden ser la utilidad/practicidad, los costos, el tamaño o la practicidad de los botones, el estatus, la obligatoriedad académica o laboral, las posibilidades técnicas y de portabilidad del equipo.

b. Flexibilidad. Referida a la adaptación de la tecnología al estilo de vida de los usuarios, filtrado de mensajes ya sean de texto, voz o imagen y simultaneidad para trabajar con varias aplicaciones a la vez.

c. Rutinas y prácticas. Tiene que ver con la facilidad de conexión-desconexión, de navegación infinita y de manipulación de la realidad.

d. Incorporación de la tecnología. Es importante identificar en qué espacios se incorporada la tecnología en la vida de los

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A continuación se describen de manera general los indicadores que consideramos deben

incluirse para cada uno de los descriptores de cada categoría que conforman el proceso de

apropiación de acuerdo a la teorías y estudios revisados en líneas anteriores:

Consumo/uso

a. Motivo de la compra/adquisición de la tecnología. En este descriptor se propone

identificar los motivos que los distintos sectores de la población los mueve a la

adquisición de la tecnología tales como pueden ser la utilidad/practicidad, los

costos, el tamaño o la practicidad de los botones, el estatus, la obligatoriedad

académica o laboral, las posibilidades técnicas y de portabilidad del equipo.

b. Flexibilidad. Referida a la adaptación de la tecnología al estilo de vida de los

usuarios, filtrado de mensajes ya sean de texto, voz o imagen y simultaneidad para

trabajar con varias aplicaciones a la vez.

c. Rutinas y prácticas. Tiene que ver con la facilidad de conexión-desconexión, de

navegación infinita y de manipulación de la realidad.

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sujetos, ya sea en la casa, en la escuela o en el trabajo, o si cuenta con dispositivos que le permite la portabilidad de las mismas.

e. Satisfacción de necesidades individuales o sociales. Indagar que tipo de satisfactores o necesidades individuales de los usuarios responden las tecnologías que adquieren, darán pistas para identificar además del consumo y uso que hacen de la tecnología. Estos satisfactores estarán en relación con las necesidades de mantenerse informados; escapar de la realidad que los circunscribe; para distracción, disfrute u ocio; pretensión de status de acuerdo a las marcas y mercadotecnia; generar contenidos, socializar o interactuar con otros ya sea sus propios compañeros o personas nuevas; organización de su vida personal, social o laboral de manera fácil e inmediata o la construcción del conocimiento dependiendo de su actividad laboral.

f. Usabilidad. En esta categoría sería necesario examinar si la adquisición de algún dispositivo o uso de herramienta en línea está relacionada con la efectividad, eficiencia y satisfacción con el uso de la misma para alcanzar el o los objetivos personales o grupales de las personas. El nivel de interacción entre los usuarios de la red y con la red misma y sus herramientas. Así como el uso dominante que el usuario le da al dispositivo o herramienta; el prescrito por la empresa que lo creó y lanzó al mercado; el uso instruccional que se le da a los mismos dependiendo del tipo de actividad del sujeto usuario o el que de acuerdo a las competencias empíricas los usuarios le van otorgando a los mismos.

g. Tiempo. Otro elemento que también ha determinado el consumo/uso de los medios de comunicación, es el tiempo que le dedican a los mismos. Situación que en el caso de los dispositivos móviles, Internet o herramientas también se

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debe indagar ya que estará determinando el uso que le dan las personas estudiadas.

Apropiación/producción de sentido a. Parte de las actividades diarias. En este punto, sería

conveniente indagar si estos dispositivos se vuelven diarios personales de sus usuarios, les ayudan en la toma de decisiones de acuerdo a las actividades que realiza y si se han convertido en parte de la conversación diaria de los mismos.

b. Adaptación mutua a partir de las características de las TIC. Es importante conocer si los usuarios, antes de la toma de decisión por alguna tecnología o herramienta la evalúan inicialmente, si la configuran o personalizan la tecnología o herramienta de acuerdo a sus propias características socioculturales y forman parte integral de las actividades de los usuarios.

c. Identidad (sentido individual y/o grupal. En este rubro será importante investigar si el uso de alguna tecnología o herramienta son elementos de negociación con los grupos de referencia a los que pertenecen; son elementos que les permite ejercer poder sobre los demás y finalmente si éstas, las tecnologías o herramientas, son motivo de cohesión entre los grupos de individuos.

d. Mitos sobre la tecnología. Finalmente, otro elemento importante a indagar para adentrarnos en la apropiación/producción de sentido es adentrarnos en los distintos mitos que sobre ésta existe y que en algunos momentos también es parte de lo que hace que en el contexto existe. Explorar si la apropiación surge de mitos tales como que son una estrategia de movilidad social, la posibilidad de llevar la escuela a casa, que puede ser responsable de la perdida o localización de empleo, aumento de la

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productividad laboral, democratización de la sociedad, impacta en la eficiencia y eficacia de las actividades de las personas, incentiva la participación ciudadana e impulsa la transparencia.

Finalmente y considerando que la apropiación de las tecnologías es un proceso sociocultural, su estudio debe plantear estrategias metodológicas que combinen tanto técnicas cuantitativas como cualitativas que permitan realizar un registro detallado del mismo para una mejor aproximación a su explicación.

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TIC: espacios de interacción y significaciónJuana María Alanís Ramírez

“No hay hechos consumados, solo interpretaciones”.Nietzsche

Resumen Con el objetivo de reflexionar sobre la importancia de la dimensión de la interacción y significación, en su interdependencia como parte del proceso de comunicación reconociendo a éste como base de toda relación social , se presenta este escrito que ofrece aportes significativos a los estudiosos de los fenómenos sociales y mediáticos, particularmente respecto del consumo, uso y apropiación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC).

Recorrido necesario desde el campo teórico y de aplicación de las ciencias sociales, quedando explícita la importancia que tiene la interacción en el proceso de la información y comunicación y su referencia desde su origen a los fenómenos mediáticos actuales en las redes sociales y procesos identitarios.

Esta revisión –sin ser exhaustiva– resulta trascendente sobre todo hoy, en pleno auge de las TIC, ofreciendo un acercamiento conceptual y relacional desde el inseparable binomio comunicación-interacción.

Palabras clave: Interacción, procesos de comunicación identitarios, mediaciones sociales y TIC.

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“El colectivo adquiere su potencial subjetivamentecuando se pasa del estar juntos al estar vinculados”

(Puget).

La idea, concepto o planteamiento que de la interacción social y su misma dimensión podríamos hacer, nos evoca a ser un proceso vinculante que evidencia la acción a través de la información y la comunicación con otros individuos y colectivos, sea presencial o mediada.

Cual imaginario social, expresa y refiere necesidades, intereses y voluntades, es decir, entrelazamiento de los significados que interpretan y explican la cotidianidad de los individuos, grupos y organizaciones. Su dimensión incluye la significación e influencia social desde fenómenos propiciados a partir de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC).

1. La dimensión de la interacción y la influencia social

La interacción en sí misma nos lleva a repensarla desde la importancia del estímulo-respuesta, de lo comunicado o de lo evocado de sujetos, objetos o cosas, activos presentes o ausentes; desde ese recorrido de autores y escuelas y, por supuesto, de las ciencias de la comunicación, obligada desde su revisión en sus constructos de significación más amplios, sumando los nuevos contextos y escenarios posibles de actuación como son las TIC, no sólo desde esquemas positivistas o conductistas, sino tomando en cuenta construcciones actitudinales como subjetivas desde la microsociología y macrosociología; prácticas comunicativas de los individuos que dan sentido a la actividad social y sus artilugios hoy en día, mismos que la sociedad inventa y redefine para responder a sus necesidades de interconexión –aunque no sea esa la finalidad, pues se excederían los propósitos del presente, recalcando que es

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precisamente el imaginario social el que da sentido y significación a la interacción.

Una definición más amplia de interacción es la aportada por Sorokin (1969:59), quien dice que es “todo evento que se manifiesta en un grado tangible, el influjo en una parte sobre las acciones exteriores o estados mentales de la otra”. De esta manera, se considera a la interacción como un modo de compartir acciones exteriores o estados mentales de representación en presencia o ausencia de las partes relacionadas, además de explicitar el pensamiento y conducta del o los individuos bajo influencia real o imaginaria de otros seres humanos.

Así, se parte del concepto de influencia social como un proceso, entendido, de acuerdo con Hollander (1971:9), como “un proceso central, común a muchos fenómenos que a menudo se tratan por separado en psicología social, tales como el cambio actitudinal, la socialización, la conducta de rol, la conformidad y el liderazgo”.

La interacción humana es la esencia misma de lo social y se desarrolla a través de interrelaciones individuales o colectivas con dimensiones de reciprocidad, constituyendo procesos identitarios sean estos individuales o colectivos desde la territorialidad en que se encuentran inmersos; ello al reconocer el sentido e importancia de lo sociocutural en conformidad con las propiedades y reacciones resultantes de la aplicación de significaciones genéricas, ya que todo proceso de interacción requiere y se da en base a los valores y normas sociales.

La interacción se posiciona como resultado de la interrelación entre actores emisores y receptores, a propósito de su mundo circundante de referencia en el entramado proceso

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de interrelación global, según sus planes, metas, entendimiento y esquemas de vida social dentro de una colectividad interactuante y sus artilugios o posibilidades desde lo tecnológico.

Desde la perspectiva de los teóricos estudiosos de la psicosociología en procesos de interacción y significación, así como desde la comunicación y sus diferentes entornos mediáticos posibles, se debe partir de la base de que la mente humana relaciona y representa a través de la interacción, sus diferentes o posibles usos de artilugios de la información almacenada y el mundo cognoscente de relaciones, cuya configuración de la realidad social es producto de comunicar en interacción con base a la experiencia, es decir, a lo vivido, pensado y recordado, incluso a lo imaginado y recreado.

Serrano (1982) aporta sustento específico a las formas de interacciones comunicativas en sus trabajos sobre incorporación del pensamiento utópico al estudio de la antropogénesis, sociogénesis, diseño de modelos sistémicos y lógicos de investigación, transformaciones sociales y estructurales, así como cambios sociohistóricos (estructuras económicas, generacionales, educativas, comunicativas, entre otras). El autor afirma que los entes pueden relacionarse de forma referencial con los sujetos. Desde el punto de vista de la comunicación, se consideran como entes:

• entidades de la naturaleza,• seres humanos,• entes de razón y seres ideales, y, • aconteceres.

Lo anterior a razón de que los referentes objetos de representación sobre lo evocado sirven para comunicar, porque constituyen en sí mismos un ente de referencia en la medida en que el actor hace uso de ella (de forma simbólica) en una

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situación comunicativa con un fin de interacción El uso en sí de las representaciones evocadoras lo constituye ya en una acción comunicativa.

La interacción, desde el enfoque de Marc y Picard (1992:39) alude a que la comunicación en sí misma es un conjunto sistematizado de interacciones tanto interpersonales como relacionales con el entorno y contexto mediático en el que se desarrollan, al suscribirle a los siguientes principios:

Primero, el principio de totalidad, que implica que un sistema no es una simple suma de elementos, sino que posee características propias, diferentes de los elementos que lo componen tomados por separado. Segundo, el principio de causalidad circular, que viene a decir que el comportamiento de cada una de las partes del sistema forma parte de un complicado juego de implicaciones mutuas, de acciones y retroacciones. Tercero, el principio de regulación, que afirma que no puede existir comunicación que no obedezca a un cierto número mínimo de reglas, normas, convenciones. Estas reglas son las que, precisamente, permiten el equilibrio del sistema.

Desde las aportaciones de la Escuela de Palo Alto a la comprensión de la comunicación, y la importancia de la interacción desde la perspectiva de Watzlawick, Beavin y Jackson (1971:120), se describen los principios básicos del sistema, en el sentido de que “cada una de las partes de un sistema está relacionada de tal modo con las otras que un cambio en una de ellas provoca un cambio en todas las demás y en el sistema total”.

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Tomando en cuenta que los recursos humanos como el capital intelectual1, así como el avance de los recursos técnicos, se hace latente la preocupación debido a la evolución y permisibilidad de las redes interconectadas y los recursos hipermedia, haciendo hincapié en el intercambio de relaciones humanas de la mera información en sus diversos fines de uso, apropiación y producción, ya que las TIC posibilitan experiencias, vínculos y, a su vez, marcan brechas desde el acceso hasta sus múltiples posibilidades o extensiones comunicativas.

Hasta mediados de los ochenta se concebía a las TIC como nuevas, para resaltar más su promoción con fines de lucro en el terreno de lo económico y tecnológico; pero fue hasta principios de los noventa cuando se les denominó solamente TIC, y con ello surgieron nuevos paradigmas en las formas de interacción, manejo de la información y la comunicación.

Las TIC representan una posibilidad abierta a nuevas formas de interactuar, pero aún no han sido explotadas a toda su capacidad para los fines académicos: la divulgación de la ciencia y la gestión del conocimiento desde las diversas disciplinas.

Se insiste desde la caracterización de la sociedad de la información y su conversión a una sociedad del conocimiento, lo que conlleva asumir nuevos retos en sus usos y apropiaciones desde nueva formas de interacción social.

1 Entendido como los conocimientos aplicados para crear valores en las institu-ciones de educación superior, o bien, en la industria, de manera que logren ventajas competitivas sostenibles que permitan detectar y solucionar problemáticas desde el desarrollo y aplicación de la ciencia y la tecnología, implicados en la integración crea-tiva y uso de recursos, como los son los tecnológicos, a través de factores críticos de desarrollo como la comunicación y el compromiso, que a su vez generen cocimiento como conjunto de hechos compartidos, conceptos, verdades, leyes y principios de aprendizaje y aplicación.

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2. La importancia de la “interacción” desde las Ciencias sociales

Desde el campo social de las ciencias sociales y sus paradigmas, según Bernal, J. D., (1979), describe que el ámbito y el carácter de las ciencias sociales modernas pueden dividirse en dos grandes grupos: el “descriptivo” y el “analítico”, sin ser excluyentes uno del otro. Argumenta que las ciencias sociales descriptivas como la arqueología, antropología y sociología, describen las sociedad actuales y pasadas, tomando en cuenta su estructura , interacción y desarrollo, mientras que las ciencias sociales “analíticas” tratan de explicar las relaciones subyacentes que determinan los aspectos del comportamiento de las sociedades, poniendo especial atención en las sociedad actuales, como la economía, las ciencias del derecho, la ciencia política y la educación, aspectos que normalmente entran dentro de esta categoría.

Los paradigmas de las ciencias sociales , como estudios de la cultura y la sociedad, como aquellas disciplinas que se ocupan de los aspectos del ser humano, tienen ciertas características desde su abordaje de estudio y aplicación desde el terreno científico; a las que Tierno G. (1969) llama requisitos, por utilizarse para aludir a cualquier connotación metafísica; requisitos para una ciencia categorial, con funciones como categorías de la estructura, la cual en su uso de descripción en las ciencias sociales, hace referencia connotativa a decir conjunto de la distribución y orden de un sistema de funciones, el cual posee un ámbito propio en las mismas ciencias como correlato de la función , la cual tiene sentido y referencia al hablar de la sociología y el estudio de los grupos en interacción por los grupos sociales en estas disciplinas, como lo es para la madre ciencia sociología y la comunicación que sin la primera no seriamos nada, dando por sentado que la comunicación es una ciencia por que parte de la base de una profunda absorción de disciplinas científicas. Es decir, tiene un objetivo elaborable y accesible al conocimiento

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por parte de los investigadores de la comunicación , el cual no sólo se dedica a elaborar teorías fundadas en hechos reales y concretos sino que a su vez aporta soluciones e innovaciones sobre el proceso y técnicas de esta ciencia, requiriendo para ello una sistematización y una metodología en su ejecución de explicitación a los fenómenos, como es el caso a nuestros tiempos desde los procesos de interacción y representación de los nuevos fenómenos de interacción y TIC , sumados a sus procesos de identidad.

Las diferentes disciplinas que conforman las ciencias sociales, demuestran que el ser humano es un ente de acción y experiencia, prueba de ello, es que el hombre evoluciona, considerando el desarrollo de esa evolución en las ciencias y sus disciplinas; que a su vez, se ramifican y especializan por saberes, como peculiaridad del hombre y su cooperación modelada por la acción plasmada en el pensamiento social, donde aquél está constituido por los demás grupos en interacción y su representación social de su mundo cognoscente y por sus formas de conducta en constante evolución, las cuales se interiorizan de alguna manera y son transmitidas a través de los medios masivos o alternos en su caso de comunicación o formas posibles de expresión mediada, constituyendo así, “extensiones del hombre”.

Una consecuencia de esa acción que se transforma en herencia y experiencia en interacción que se logra a través del desempeño de actividades constantes y perfeccionadas que impulsan todo progreso humano o bien al desarrollo de nuevas formas de transmisión de experiencias convertidas en saberes. Esa experiencia se adquiere por medio de las actividades en interacción y acción de las mismas relaciones sociales y procesos naturales, considerando estos tres aspectos como fundamentales para el surgimiento de las mismas ciencias y,como procesos de objetivación de la acción humana.

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Desde la sociología y sus principales fundadores y contribuciones a esta ciencia, referente a Toonnies F.(1855-1936) en sus estudios sobre las forma de relaciones sociales en distinción de Comunidad y Sociedad (Gemeinschaft und Gesellschaft, 1987), que dan diferentes tipos de relaciones sociales y a los mecanismos de asociación y a vínculos de relaciones secundarias, donde incide el ambiente moldeando al hombre y sus relaciones (las societales y las comunitarias), mecanismos de o asociación forman de asociación volitiva, donde el tamaño de la población y su grado de complejidad en la división social del trabajo. Y las interacciones precisan derecho para regir sus relaciones con la comunidad (Gemeinschaft), mientras que la sociedad (Gesellschaft) están caracterizados por el tipo de relaciones sociales que son de más producto de una interacción propia de tipo volitivo-personal y afectivas-. Para Toonnies una conclusión es que cuando la división del trabajo es más compleja, más competitivas e individualistas se vuelven las relaciones entre las personas.

Durkheim E.,(1858-1917) con sus contribuciones del cómo los “hechos sociales” instituciones o normas sociales, no pueden ser analizados como simples contextos psicosociológicos, sino que hay que ir más allá del pensar y actuar interno del individuo, reconociendo a esté como parte de un grupo social y sus interacciones en representación colectiva, no sin negar su representación a nivel individual, la cual forma parte de la social, considerando que los “hechos sociales” tiene su origen en los aspectos colectivos de creencias y prácticas en los grupos sociales propios o de referencia, lo que significaría otro apartado o tratado aunado a las TIC hoy en nuestros días desde el enfoque de grupos sociales , interacción e identidad, sin lugar a dudas.

Ya en sus aportaciones Comte o Spencer, recalcaban la importancia de la interacción en la sociedad, mas se reconoce que

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fue Weber Max (1894-1920) quien explicitó esta relación. Autores como Mead G (1863-1831), Cooley Ch. (1869-1929) entre otros , daban cuenta ya de lo que pasaba en los grupos pequeños y de referencia -tales como la familia y los amigos- y de sus interacciones, hasta que se llegó al llamado “interaccionismo simbólico” propuesto por Simmel J (1850-1920) , quien a comienzos de siglo sentó las bases de lo que se conoce hoy en día como la microsociología.

En efecto, la asociación humana es un proceso cambiante en el cual los participantes perciben y calibran las acciones de los demás, mientras que cada uno va trazando su acción con respecto a las ajenas. Deben considerarse entonces que toda sociedad humana se compone de miembros que actúan, y que la vida social se compone a su vez, de las acciones de esos miembros (que pueden ser individuos aislados o colectividades) cuyas partes actúan juntas persiguiendo aparentemente un mismo fin, al mismo grupo de pertenencia o referencia.

Según la teoría sociológica de la acción social de Habermas, J. (1994) de la Escuela de Frankfurt y uno de los exponentes de la teoría crítica donde define al hombre es la interacción social, sostiene que la interacción es dada por la cooperación entre actores que coordinan sus acciones instrumentales; mientras que la teoría filosófica de la acción centra su enfoque en la voluntad, casualidad, intensión, etc., de dichos actores.

La primera presupone lo que la segunda convierte en tema: sobre todo la clarificación de la estructura de la actividad teleológica (y de los correspondientes conceptos de capacidad de acción y elección racional). Además, la teoría sociológica de la acción no se interesa por esos problemas básicos relativos a la libertad de la voluntad y a la casualidad, a la relación entre mente y cuerpo, a la intencionalidad etc., que son susceptibles de aclararse tanto en el

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contexto de la ontología, de la teoría del conocimiento y de la teoría del lenguaje, como en el de la teoría filosófica de la acción. Mediante la tarea de explicar un orden social intersubjetivamente compartido, la teoría sociológica de la acción, finalmente, no tiene más remedio que sacarnos también de las premisas de la filosofía de la conciencia. Por eso no queda ligada en el mismo grado que la teoría analítica de la acción al modelo de un sujeto solitario, capaz de conocimiento y de acción, que se enfrenta a la totalidad de estados de cosas existentes y puede referirse a algo del mundo objetivo, así mediante la percepción como interviniendo en él.

El autor argumenta que los conceptos de sociedad caracterizan por su parte a planteamientos que hoy compiten entre sí, a saber con la teoría del intercambio social y el funcionalismo sistémico; la teoría de la acción ligada a roles y la fenomenología de la autoescenificación o presentación que el sujeto hace de sí; y finalmente, el interaccionismo simbólico y la etnometodología y a las unilateralidades y debilidades de estos planteamientos teoréticos las tomó como ocasión para introducir los conceptos de acción comunicativa y mundo de la vida.

Fue en 1938 que la llamada corriente del “interaccionismo simbólico” -nombrada así por Blumer H. (1900-1987) - especializado en el estudio de los procesos de interacción social-, sostenía que éstos tienen por sustancia el intercambio comunicacional, el cual postula que las definiciones de las relaciones sociales se establecen de forma interactiva por sus participantes. Ésta escuela parte de tres consideraciones básicas:

1) Los humanos actúan respecto de las cosas sobre la base de las significaciones que éstas tienen para ellos; 2) La significación de estas cosas derivan de la interacción social que un individuo tiene con los demás actores,

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3) Estas significaciones se utilizan como un proceso de interpretación efectuado por la persona en su relación con las cosas que encuentra, y se modifican a través de dicho proceso.

Dentro de los supuestos básicos de la teoría del interaccionismo simbólico y sus precursores de referencia a los métodos y de los problemas fundamentales del movimiento interaccionista hay distintas modalidades, pero todas ellas tienen en común los siguientes supuestos básicos, según Jiménez Burillo, F. (1985)

l) Los seres humanos viven y se comportan en un modo de significados y responden a las cosas y a los otros en términos de los significados que les atribuyen.2) Tales significados son producto de la interacción social, su mantenimiento y modificación se realiza mediante procesos de interpretación.3) Los procesos de socialización moldean la conducta del individuo y su cerebro.4) Los seres humanos son los únicos que manejan símbolos, existiendo diferencias cualitativas emergentes en el proceso de evolución.

De esta manera, los procesos de comunicación e interpretación mediante los cuales tiene lugar el intercambio de los significados e interacciones a través de los “símbolos”, constituyen el marco de referencia en donde se instala la perspectiva interaccionista. Las formas de socialización y acción humana están, sin lugar a duda, ligadas a roles y la fenomenología de la auto escenificación o presentación del sujeto y finalmente, el “interaccionismo simbólico” os llevan a repensar las mismas teorías, su fundamento y estudio de aplicación hoy en día en la denominada “sociedad de la

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información”, “la sociedad red”, como tipo de sociedad mediática que teje nuestras vidas en interacción en conjunto, la en su forma societal (aunque como sabemos, el Internet se construye, más o menos, en los últimos treinta y un años, a partir de 1969 ,aunque realmente se constituye en en un browser, del world wide web en 1994, moldeando nuevos escenarios posibles presentes y ausentes con sujetos y objetos apropósito de los cuales comunicamos y con ellas nuevas formas de interacción y de acercarse a la información y a la comunicación, constituyendo así en medio de información y comunicación esencial , de interacción y de organización social , un medio de comunicación en red que expresa los procesos sociales, los intereses sociales, los valores sociales, las instituciones sociales que configura nuevas formas de interacción social.

Marshall McLu han (1911-1980) quien ya mencionó y provocó de manera visionaria que “el medio es el mensaje” al aseverar que la información, por sí misma, no se suma de su poder transformador sino que es a través del medio y el contexto que se adquiere de poder y significancia mediante su misma socialización; se podría decir esto ya en nuestros días aplicado a través de las tecnologías de la información y la comunicación, McLuhan describe que el “tiempo” ha cesado el “espacio” y argumentó en su obra:

“Ahora vivimos en una aldea global, un suceder simultáneo. Hemos vuelto al espacio acústico. Hemos comenzado a reestructurar el sentimiento primordial, las emociones tribales de las cuales nos divorciaron varios años de analfabetismo”. (McLuhan, 1969 a, pág. 63)

Este filósofo, profesor y teórico fue un visionario de las comunicaciones digitales, ya que anticipó el cruce hacia una aldea global; afirmó que los medios son el mensaje y que las tecnologías son consideradas como una prolongación de nuestros

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cuerpos y sentidos, McLu han ya veía a los medios como agentes de posibilidades más que de conciencia y se basaba en dos supuestos sustento a que el medio es el mensaje ya que formamos nuestras herramientas y luego son éstas las que nos forman, para modificar el funcionamiento y el curso de las relaciones interpersonales en intención desde la aldea global, donde es posible comunicar en interacción por representación de lo ausente y evocado y lo vivido o recreado, desde la presencialidad o ausencia del mismo sujeto y objeto a propósito del cual se comunica o con el cual se interactúa , desde el espacio virtual desde esa bidimensionalidad posible bajo uso de herramientas y sujetos en interacción, donde el mismo medio es la herramienta y forma de sentido cognoscente a las prácticas y usos sociales de la tecnología y usos-costumbres comunes.

En tanto que la bidemensionalidad del sujeto en interacción de Bourdieu P ( 1997) es referida desde la teoría del “hábitus” o del capital cultural incorporado en sus mismas prácticas y relaciones culturales, aún desde el imaginario social de los sujetos y su acción, desde los distintos procesos de construcción, codificación o reconstrucción e interpretación social de sentido.

Una definición de interacción aportada por O’Sullivan, Hartley, Saunders, Montgmery y Fiske (1997), destaca la negociación de sentidos entre dos o más participantes situados en contextos sociales:

“En la interacción social, el acento está puesto en la comunicación y la reciprocidad entre quienes promulgan, utilizan y construyen los códigos y las reglas” (p. 196).

La interacción puede ser en presencia o ausencia de la persona, de los objetos, de las cosas a propósito de las cuales se comunica, y hoy en día es todo un fenómeno de investigación desde

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muy diversas formas, ya que, conforme la ciencia va avanzando, ya no se trata únicamente en su faceta de cara a cara, en presencia unos de otros, como referente de lo que sucede en la vida social de los sujetos y sus grupos de pertenencia o copresencia, sino que ya existe una gran variedad de entornos de interacción, como los procesos de comunicación ofrecidos a través de la mediación –como las redes en Internet: Facebook, foros virtuales, wikis, twitter y más – y con ello compartir gustos, preferencias, demandas, expectativas de vida, etcétera.

La interacción, sea presencial o mediada, busca satisfacer las necesidades individuales y sociales del usuario en una situación de comunicación, en la representación del mundo y de sus objetos cognoscentes. Estas acciones sociales dan forma al yo, cuyo desarrollo depende del que o de lo que se comunica, y cuya significación del mundo se conforma a través de la percepción sobre los otros, y de cómo actuar en determinadas situaciones en base a significaciones e identidades culturales y territoriales, en las cuales la las distintas formas de comunicación dejan latente a la cultura como expresión humana.

Para entender mejor el concepto de identidad, tomaremos como base la definición hecha por Giménez (1997), quien señala que “la identidad del individuo se define principalmente –aunque no exclusivamente- por la pluralidad de sus pertenencias sociales”. Así, por ejemplo, desde el punto de vista de la personalidad individual, se puede decir:

El hombre moderno pertenece, en primera instancia, a la familia de sus progenitores; luego, a la fundada por él mismo, y, por lo tanto, también a la de su mujer; por último, a su profesión, que ya de por sí lo inserta frecuentemente en numerosos círculos de intereses [...]

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Además, tiene conciencia de ser ciudadano de un Estado y de pertenecer a un determinado estrato social. Por otra parte, puede ser oficial de reserva, pertenecer a un par de asociaciones y poseer relaciones sociales conectadas, a su vez, con los más variados círculos sociales (Simmel, en Pollini, 1987).

Lo anterior por poseer relaciones sociales conectadas, al referirse a la interacción y a la identidad de los sujetos sociales, cuyo primer círculo es la familia paterna, luego la escuela, amigos, trabajo, pareja o familia propia. Bajo esta premisa, se sustenta la anterior definición: el ser humano es sociable por naturaleza, y no importa en qué etapa de la vida esté, buscará siempre la convivencia para la interacción.

Retomando el término interacción, éste sugiere la idea de una acción mutua, en reciprocidad. Se encuentra esta idea aplicada a las relaciones humanas en la definición propuesta por Maisonneuve (1960), quien la enmarca de la siguiente manera:

La interacción tiene lugar cuando la unidad de acción producida por un sujeto A continúa como estímulo de una unidad de respuesta en otro sujeto B y viceversa” (p. 51). Ello en referencia a la interacción en su concepto más amplio, como referencia o tratado desde las ciencias sociales en su estudio o comprensión holística como un fenómeno social total en el que interactúan muchas dimensiones –psicológicas, sociales y culturales-, esto es, entendida la interacción como un proceso de comunicación e identidad sociocultural.

Actualmente las formas de interacción y significación a través de herramientas como las TIC, son ofertadas de manera más rápida y multimediática, ello a razón de los avances tecnológicos, a lo

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que podríamos afirmar que se hace posible mantener interacciones y significaciones mediante las redes sociales tanto como espectadores pasivos como activos. Como bien argumentan Coll y Monereo (2008), constituyen “herramientas con que manejamos nuestro entorno, no sólo transforman el mundo que nos rodea, transforman las prácticas de quien las utiliza y, consecuentemente, transforman las formas de proceder y procesar los pensamientos” (p. 110).

Cada parte del esquema de comprensión de la interacción como proceso de comunicación social desde las ciencias sociales implica una serie de factores y situaciones que no pueden representarse fácilmente, pero que hacen que la relación entre ellas sea compleja.

Por ello es que se destaca a través del presente trabajo la importancia de replantear la interacción desde algunos de sus principales precursores y sus formas posibles de acción significación y representación, esperando sirva para repensar ante los nuevos contextos de aplicación y desarrollo desde la investigación. Reflexiones que desde el nacimiento de las ciencias sociales hasta nuestros días suelen ser muy amplias en sus aportaciones a describir, pero que desde el estudio del hombre en sociedad como un ser social influenciable e influido por su entorno tal y como o afirmo Platón en su obra “La Republica”, el hombre es considero producto de su sociedad, al ser moldeable a través de su entono, como instituciones educativas y sociales.

Demos por lo tanto una mención a cada uno de estos progenitores de las ciencias sociales, que sin pretender pecar al omitir algunos de ellos por su valiosa contribución a las hoy llamadas “ciencias sociales”, al reconocer sus aportaciones y a lo que ha significado todo ello para la formación de las ciencias de la comunicación.

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3. La comunicación e interacción en acción

A través de la comunicación se presupone ya una puesta en común de información, cual proceso compartido es mediado, sin lugar a duda, por referentes de significación e interacciones sociales, pero sin negar que la interacción es ya en sí la acción.

Por su parte, Tarde (1985, citado por Alanís 1996, p503) considerado padre de la sociología, quien hizo su aportación a las ciencias sociales a través de su principal obra, Las leyes de la imitación, afirmando que la conducta del hombre es controlada por los grupos de los cuales forman parte. Sus observaciones son consideradas como leyes de la imitación social y por ende de su producto de su interacción.

Tarde, sin lugar dudas, deja una huella con sus investigaciones desde la psicosociología para comprender la vida social, en su tiempo hablaba ya de los diferentes tipos de voluntades –la esencial y la arbitraria– con la finalidad de diferenciar la figura y fondo de la interacción dialéctica.

Diferentes aspectos de estudio de la vida cotidiana desde diversas corrientes interpretativas, como la sociología, sitúan la inclusión en la interacción, ya que se da primacía al sujeto sobre el objeto en el tema de la percepción de realidad, la cual construye referencias de representación a través de formas de interacción posibles como influencia cognoscente desde el mismo enfoque de acción, ya que postula toda forma de conducta en sus conocimientos desde la perspectiva de sus artilugios, herramientas y, por supuesto, vivencias colectivas.

Ante esto, podemos afirmar que toda forma de interacción como proceso comunicativo implica que los sujetos modifiquen o

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se apropien del significado que tienen de los elementos, ya que en la estructuración de sus esquemas representacionales del mundo colectivo reinterpretan a su realidad existente.

Podríamos exponer el estudio de las interacciones desde la sociología interpretativa, ya que son generadas por los individuos mediante estructuras mentales, las cuales constituyen marcos y esquemas para designar el contexto de la realidad a propósito de la cual comunican, ende de su acción, que a su vez son modificadas por actores, puesto que son estructuradas por la forma de ver y actuar en la sociedad en la que se encuentran inmersos.

Entendida la interacción como un proceso de comunicación e identidad sociocultural, los individuos se encuentran inmersos en una interpretación del conocimiento sobre los fenómenos interacciónales de forma consciente o inconsciente; desde ese punto de vista, la mirada de los demás convierte en objeto, esto a partir de un enfoque psicológico y sociológico, para comprender las relaciones interpersonales al influir en ellas desde la intersubjetividad.

Referente a la interacción, identidad y los nuevos medios, Scolari C. (2008) advierte con puntualidad que para entender los nuevos medios de comunicación debemos pensarlos desde dentro: tenemos que ingresar en las prácticas mínimas de sentido y averiguar ahí qué es lo que acontece con los usuarios, y en la medida de lo posible, tratar de develar su fascinación y su complejidad como estrategia fundamental; investigar las prácticas mínimas de generación de sentido por parte de los usuarios y la identidad sumada a la territorialidad de los mismos.

Según la propuesta y crítica del Grupo Hacia una Comunicología Posible (GUCOM; en Rizo (2012) son cuatro las grandes dimensiones u objetos de estudio en torno a los cuales se ha

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organizado el pensamiento sobre la comunicación: la expresión, la difusión, la interacción y la estructuración.

Una revisión general del panorama de la investigación en el mundo iberoamericano pone de manifiesto que la difusión –los medios- ha sido el gran objeto de estudio, en detrimento de los demás. Entonces, nos encontramos con que los análisis relacionados con la expresión, la dimensión formal de los mensajes, han sido más propios del campo de la lingüística y la semiótica; los estudios sobre interacción o comunicación interpersonal se han dejado a manos de la psicología social, y la estructuración, que aporta visiones más macrosociales, es abordada sobre todo por la sociología. ¿Al campo de la comunicación le queda sólo el estudio de los medios, de la difusión? (Rizo, 2012).

La palabra interacción denota el hecho de influjos recíprocos –conscientes o inconscientes– como formas influyentes de significación; éstas pueden producirse en presencia o distancia, pero siempre con características propias desde fenómenos de la psicología y sociología, sin olvidar las ciencias de la comunicación.

Fue a partir de reconocer estas particularidades cuando se pudo sostener que la interacción por representación se da en base a los procederes de diferentes grupos humanos y en referencia de unos a los otros, pero en la actualidad el uso y apropiación de las TIC pautan diferentes procesos de interacción.

Hemos considerado como primer objeto de análisis la interacción en su importancia a los procesos identiarios, que desde las ciencias sociales, se retoman estos conceptos hasta reconocer así algunos aportes y tendencias actuales hacia la importancia de las

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TIC, para con ello ir trazando objetivos más claros que sirvan como bases a constructos significativos, y a descubrir certezas sobre ambos procesos, junto con los territoriales, sean mutantes o emergentes, a través de procesos de interacción sociocultural.

Sirva el presente para identificar, caracterizar a sus principales autores, corrientes y escuelas, y dar a luz a propuestas teórico-metodológicas de reflexión, y así sistematizar el material teórico y las tendencias con vistas a aplicar con la importancia y dimensión de alcance científico ante los nuevos medios y formas de comunicar, informar e interactuar.

La mutua asunción de interacción condiciona los papeles como requisito “sine qua non” para que la comunicación y sus formas de interactuar sean eficaces en un escenario determinado, sin ser indispensable que se dé entre individuos que no se encuentran en presencia unos de los otros –como condición del escenario físico-, no obstante, sí es necesario un contexto y elementos identitarios y territoriales en común.

4. Precesos de interacción y representación en la construcción del conocimiento y las redes sociales

El primer planteamiento es reconocer que no puede haber información sin conocimiento, a lo que podemos agregar que no podría haber comunicación sin información ni interacción sin formas posibles de acción, significación y comunicación. Sin embargo, desde ese punto de vista, sí existe información que construye procesos de representación mental en el individuo y grupos sociales o de pertenecía apelando a su conocimiento y a la imagen que éste se hace de los demás, aun cuando no se encuentren presentes –la llamada ciencia de la cognición y las formas de estructurar los conocimientos en sociedad–.

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Las psicologías conductista y cognitiva, y la más reciente ciencia de la cognición (en especial esta última) nos ofrecen un enfoque aplicado a la representación del significado y a los aspectos estructurales y de procesamiento, como bien se aborda desde el modelo sociocultural por centrar las estructuras y componentes de la sociedad, formada por sistemas y sus interdependencias con la especial atención que merece el estudio de los medios de comunicación dentro de su análisis de los efectos2.

El orden interpretativo de la representación de esquemas de interacción, parte de una toma de conciencia que se traduce en acción y pensamiento, ya que la sociología del conocimiento estudia el mundo de las ideas como parte existente en todas las sociedades, ya que asume que los individuos interactuantes tienen o manejan múltiples realidades e interpretaciones y, en consecuencia, que son significaciones objetivas o subjetivas de sus interpelaciones significativas (Alanís, 1996).

Como modelo explicativo de los efectos cognitivos en los públicos –que incluyen sus sentimientos y conducta manifiestos-, y al reconocer la importancia de los medios de comunicación como referencia de los sistemas político, económico y religioso, los cuales, para poder funcionar, los necesitan ya sea para informar, activar o persuadir.

Los nuevos entornos han dado lugar a nuevos medios, nuevas formas de interactuar a través de las redes sociales, con nuevos emisores y receptores con diferentes usos, apropiaciones, gratificaciones y, con ello, significaciones.2 Se denomina ciencia cognitiva al estudio interdisciplinario de cómo la informa-ción es representada y transformada en la mente/cerebro. Es el conjunto de discipli-nas que surgen de la convergencia transdisciplinaria de investigaciones científicas y tecnológicas, en torno a los fenómenos funcionales y emergentes, dados a partir de las actividades neurofisiológicas del encéfalo y del sistema nervioso, incorporados, y que típicamente se les denomina como: mente y comportamiento. Luger George F.( 1994) Academic Press, 1994 - 666 páginas

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En relación a la Teoría General de Sistemas (TGS), se presenta como una forma sistemática y científica de aproximación y representación de la realidad y las formas de interacción, y, al mismo tiempo, como una orientación hacia una práctica estimulante para formas de trabajo transdisciplinarias. Al referirse a procesos sistémicos internos, éstos deben, necesariamente, ser complementarias con sistemas abiertos, en donde queda establecida como condición para la continuidad sistémica el establecimiento de un flujo de relaciones con el ambiente (Arnold y Osorio 1998). Esta teoría causó un gran interés, y pronto se desarrollaron bajo su alero en diversas tendencias, entre las que destacan la cibernética, la teoría de la información y la dinámica de sistemas.

En el primer caso, la cualidad esencial de un sistema está dada por la interdependencia de las partes que lo integran y el orden que subyace a tal interdependencia. En el segundo, lo central son las corrientes de entradas y de salidas mediante las cuales se establece una relación entre el sistema y su ambiente.

A partir de ambas consideraciones, la TGS, puede ser desagregada, dando lugar a dos grandes grupos de estrategias para la investigación en sistemas generales: por un lado, las perspectivas de sistemas en donde las distinciones conceptuales se concentran en una relación entre el todo (sistema) y sus partes (elementos); y por el otro, las perspectivas de sistemas en donde las distinciones conceptuales se concentran en los procesos de frontera (sistema/ambiente), (Arnold y Osorio 1998).

Las redes sociales –a través del uso y apropiación de las TIC cómo sistemas de interacción e intercambio de información–, constituyen medios de intercambio referentes a propósitos de interacción como sistemas de relaciones y afectaciones; constructos sociales de significación simbólica cognoscentes en entornos y

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contextos hipermediáticos cargados de información entre nodos de los actores y significaciones a través de la red por las llamadas HARSEL3, mismas que posibilitan la interacción a través de nexos de identidad entre los actores, de flujos informativos y comunicativos a través de la producción de sentidos –que desde las mismas tecnologías se hace posible a través de la interactividad de los usuarios y la relación de sentidos desde la multimedialidad posible del prosumidor4-.

Con su aparición, las redes sociales virtuales han entrado a ser parte fundamental de la interacción de millones personas en el planeta y, de esta manera, a vie jas prácticas sociales y formas de comunicación interpersonal, que a su vez generan nuevas prácticas, lenguajes, y formas de socialización, tanto en la esfera social presencial, como en la virtual, así como nuevas formas de identificarse, representarse a sí mismos y ejercer su ciudada nía, acciones que referencian la complejizarían del sujeto, como un pastiche del ser –tomando como referencia a Pasquali (1998) – y su concepto de pastiche cultural, en el que lo virtual y lo real, lo local y lo global difuminan sus fronteras.

Por ejemplo, existe un proyecto que tiene como base la comprensión de los procesos de interacción que los usuarios de Internet establecen entre sí dentro de una red social particular (en este caso, Facebook), así como las identidades que allí construyen, donde se parte de la idea de que los flujos informativos y comunicativos a través de las TIC, están mediados no sólo por las características técnicas del medio, sus herramientas y los soportes materiales, sino también, por las particularidades de sus usuarios, su cultura, sus ideologías, con lo que los conceptos de identidad y subjetividad adquieren nuevos matices y manifestaciones.

3 Herramientas para la administración de redes sociales en línea.4 Aquel que produce y consume.

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Los espacios virtuales de socialización, sin lugar a dudas, ofrecen nuevas instancias de comunicación de generación de nuevos códigos, sistemas de significación y a su vez, brindan la posibilidad al individuo de convertirse en emisor y mensaje de sí mismo. Así pues, la viabilidad de un encuentro e interacción entre individuos depende de que compartan una posición similar en el plano del espacio social. Sin embargo, la existencia de las comunidades virtuales en el ciberespacio puede facilitar la interacción de sujetos anónimos (Markham, 1998).

Desde la perspectiva de los nuevos medios y paradigmas de los usos de las TIC, Hidalgo (2011) aporta el siguiente cuadro de reflexión conceptual, a repensar desde las nuevos modelos, discípulos y predicadores, y reconociendo conceptos base de la interacción digital, tales como la autoexpresión, socialización, recomendación, reputación, agrado, verosimilitud, compromiso, relevancia, respeto, reconocimiento y demostración de habilidades en el uso del Facebook y Twitter.

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Tabla1. Demostración de habilidadesen el uso del Facebook y Twitter.

Elaboración Hidalgo J (2011)

Indicador Facebook Twitter

Modelo Los discípulos El predicador

Espacio Comunidad virtual por interés y movilización social (impacto global).

Comunidad virtual por interés temático (impacto local).

Tiempo Rescate de amistades del pasado. Búsqueda de contactos para el futuro.

Cognitivas

Mayor tiempo reflexivo, ya que la información perdura en el muro.

Más impulsivo; la información circula rápidamente y se vuelve efímera. Se tienen que revisar en tiempo real antes de que se pierdan. El nivel crítico se tiene que ajustar a esa velocidad, quedando en ocasiones como superfluo o meramente escéptico.

Atención multimedial más pausada. Atención instantánea y fragmentada. Hipersensibilidad simbólica: rápidamente responden a estímulos icónicos.

Hipersensibilidad textual: distinguen fácilmente notas relevantes.

Adicción a la gratificación y la respuesta. Adicción a la reputación y réplica (retweet) de información.

Transmisión de información

Socialcast Mindcast

Memoria Rescata, archiva y documenta materiales que queremos que perduren: memoria a largo plazo.

Puntualiza y sensibiliza con acciones presentes: memoria efímera y a corto plazo.

Publicitario

Publicidad relacional. Publicidad encubierta. Se promueve el social branding. Se promueve el personal brand. Más orientada a estrategias de experiencia 360º.

Más orientada a estrategias de personal branding y voice marketing.

Comunicación

Audiovisual. Textual. Dislocación y apropiación de contenidos. Dislocación de información a manera

de miniperiodismo ciudadano (en tiempo real).

La codificación y decodificación se da en un marco de referencia basado en la experiencia social cercana.

La codificación y decodificación de mensajes se da en un marco de referencia basado en tendencias sociales y agendas informativas.

Credibilidad de las personas; credibilidad social.

Credibilidad de la fuente.

Socialización

Expresan gusto por mensajes y personas. Expresan gusto por ideas compartidas y su credibilidad.

Escepticismo para seguir al otro si no se conoce como "amigo".

Reciprocidad en el seguimiento, sin importar si existe o existirá amistad.

Comportamiento más orientado a lo socialmente aceptado y respeto de las normas por riesgo a ser expulsados; se da un marco de vigilancia cooperativa.

Comportamiento más anárquico y de libertad de expresión; se da un marco de autorregulación.

Amplía la experiencia de socialización cara a cara.

Es una experiencia de socialización meramente mediatizada, pocos usuarios se conocen entre ellos.

Facilita la socialización. Facilita el diálogo. Buscan ampliar referencias sociales. Buscan ampliar referencias cognitivas. Actividad más emocional. Actividad más racional. Exige más competencias multimediales. Exige más competencias de expresión

escrita (síntesis, claridad). Más usuarios amateurs. Más usuarios profesionales. Mayor personalización de contenidos, menos en la interfaz.

Mayor personalización de la interfaz y menos del contenido, se requieren otras aplicaciones para enlazar contenidos multimediales.

Más adaptación del contenido al estado psicoemocional.

Adaptación del contenido a intereses intelectuales.

Valoración por los contenidos raros y escasos. Valoración por los contenidos populares.

Hiperjerárquica: amigos y pares. Jerárquica: Sigo, me siguen. Los amigos comparten. Los followers son considerados

replicadores. Más interacción con otras aplicaciones

sociales (Social Apps). Menor interacción con aplicaciones desarrolladas por terceros.

La socialización es el rey El contenido es el rey. Más lúdica. Más cognitiva.

Red proactiva. Red proactiva.

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Indicador Facebook Twitter

Modelo Los discípulos El predicador

Espacio Comunidad virtual por interés y movilización social (impacto global).

Comunidad virtual por interés temático (impacto local).

Tiempo Rescate de amistades del pasado. Búsqueda de contactos para el futuro.

Cognitivas

Mayor tiempo reflexivo, ya que la información perdura en el muro.

Más impulsivo; la información circula rápidamente y se vuelve efímera. Se tienen que revisar en tiempo real antes de que se pierdan. El nivel crítico se tiene que ajustar a esa velocidad, quedando en ocasiones como superfluo o meramente escéptico.

Atención multimedial más pausada. Atención instantánea y fragmentada. Hipersensibilidad simbólica: rápidamente responden a estímulos icónicos.

Hipersensibilidad textual: distinguen fácilmente notas relevantes.

Adicción a la gratificación y la respuesta. Adicción a la reputación y réplica (retweet) de información.

Transmisión de información

Socialcast Mindcast

Memoria Rescata, archiva y documenta materiales que queremos que perduren: memoria a largo plazo.

Puntualiza y sensibiliza con acciones presentes: memoria efímera y a corto plazo.

Publicitario

Publicidad relacional. Publicidad encubierta. Se promueve el social branding. Se promueve el personal brand. Más orientada a estrategias de experiencia 360º.

Más orientada a estrategias de personal branding y voice marketing.

Comunicación

Audiovisual. Textual. Dislocación y apropiación de contenidos. Dislocación de información a manera

de miniperiodismo ciudadano (en tiempo real).

La codificación y decodificación se da en un marco de referencia basado en la experiencia social cercana.

La codificación y decodificación de mensajes se da en un marco de referencia basado en tendencias sociales y agendas informativas.

Credibilidad de las personas; credibilidad social.

Credibilidad de la fuente.

Socialización

Expresan gusto por mensajes y personas. Expresan gusto por ideas compartidas y su credibilidad.

Escepticismo para seguir al otro si no se conoce como "amigo".

Reciprocidad en el seguimiento, sin importar si existe o existirá amistad.

Comportamiento más orientado a lo socialmente aceptado y respeto de las normas por riesgo a ser expulsados; se da un marco de vigilancia cooperativa.

Comportamiento más anárquico y de libertad de expresión; se da un marco de autorregulación.

Amplía la experiencia de socialización cara a cara.

Es una experiencia de socialización meramente mediatizada, pocos usuarios se conocen entre ellos.

Facilita la socialización. Facilita el diálogo. Buscan ampliar referencias sociales. Buscan ampliar referencias cognitivas. Actividad más emocional. Actividad más racional. Exige más competencias multimediales. Exige más competencias de expresión

escrita (síntesis, claridad). Más usuarios amateurs. Más usuarios profesionales. Mayor personalización de contenidos, menos en la interfaz.

Mayor personalización de la interfaz y menos del contenido, se requieren otras aplicaciones para enlazar contenidos multimediales.

Más adaptación del contenido al estado psicoemocional.

Adaptación del contenido a intereses intelectuales.

Valoración por los contenidos raros y escasos. Valoración por los contenidos populares.

Hiperjerárquica: amigos y pares. Jerárquica: Sigo, me siguen. Los amigos comparten. Los followers son considerados

replicadores. Más interacción con otras aplicaciones

sociales (Social Apps). Menor interacción con aplicaciones desarrolladas por terceros.

La socialización es el rey El contenido es el rey. Más lúdica. Más cognitiva.

Red proactiva. Red proactiva.

El uso de las llamados hipermedias, con referencia a la interacción, infiere relaciones de prácticas sociales, culturales y del capital tecnológico/económico, desde el uso o apropiación que cada individuo o grupo haga de ellas.

La interacción social ya es en sí misma una negociación simbólica de sentido y significación según la teoría de redes sociales (TRS), y en sentido de reconocerla como un proceso de comunicación e identidad sociocultural, ya que la interacción con relación a las mediaciones institucionales y como prácticas sociales como lo describe Galindo (2005), “atiende más a la ‘estructuración’ que propiamente a la ‘expresión’, es decir, como generadora de contextos, espacio de condensación como culturales residuales o emergentes” (p. 58).

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Asimismo, Hidalgo (2011) ofrece una visión panorámica a través del siguiente esquema sobre la naturaleza de los nuevos medios, y con ello reflexiona sobre las nuevas formas de interacción y cognición.

Fig. 1. La naturaleza de los nuevos medios. Hidalgo J (2011)

Una de las formas de interacción social es la comunicación interpersonal, a este respecto, Rizo (2004) en un mapeo de presencias y ausencias sobre la comunicación interpersonal como objeto de estudio comunicológico, aporta una revisión y sistematización bibliográfica del GUCOM, donde se muestra con claridad que la presencia de la comunicación interpersonal como objeto de estudio está en inferioridad absoluta con respecto a los estudios sobre medios, por un lado, y con respecto a objetos de estudio que relacionan la comunicación con otros ámbitos de la vida como la política, por el otro.

En el mismo documento, Rizo argumenta que la dimensión comunicológica de la interacción interpersonal y las TIC está representada en sólo 11 de las 140 obras reseñadas en el trabajo de sistematización bibliográfica mencionada. En éste, sólo dos libros5 se ubicaron en la fuente sociología fenomenológica, y en ambos

5 La presentación de la persona en la vida cotidiana (1971), de Erving Goffman; y Espíritu, persona y sociedad (1968), de George H. Mead.

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casos se trata de obras originalmente escritas en idioma distinto al español. Los dos libros gozan de una cierta legitimidad en el campo académico de la comunicación, aunque su hipótesis es que no han sido trabajados de forma rigurosa, y su efecto en el campo ha sido casi insignificante.

Este análisis nos permite plantear reflexiones como las siguientes, en sus propias definiciones:

En primer lugar, la presencia mayoritaria de teorías de la comunicación mediática hace que las reflexiones sobre la teoría de la comunicación interpersonal sean mínimas, casi inexistentes. Lo anterior empobrece el objeto de estudio propio de la comunicación, pues se reduce a los medios masivos y se dejan de lado los elementos de comunicación interpersonal, fundamento de la vida social.

Al respecto, la autora cuestiona a quién pertenece el objeto de estudio de la comunicación interpersonal, argumentando que parece ser que este tema ha sido más fundamental para disciplinas como la psicología social, y mucho menos para la comunicación.

Desafortunadamente, los aportes del campo académico de la comunicación en México, y en general, en Iberoamérica, han ido sobre todo dirigidos al estudio de la comunicación mediática, y aunque la comunicación interpersonal pudiera considerarse el objeto de estudio que más se acerca al concepto originario de comunicación, se ha dejado en manos de otras disciplinas.

Podemos decir que en la primera mitad del siglo XX han quedado los estudios desde las diferentes disciplinas, y más de referencia a las ciencias de la comunicación, y no podríamos

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argumentar que es por seguir anclados a las teorías de las ciencias sociales madres, sino en parte a las nuevas formas de interacción mediática y la relación de las TIC, que nos desbordan día a día con sus múltiples de formas posibles de comunicar.

Las TIC no son el objeto del presente, ya que, como menciona Karan (2008) esto constituye un nuevo objeto preexistente de manera un tanto caótica, argumentando que construimos unos derroteros para navegar por el inasible territorio de un espacio conceptual que es más ilocutivo que locutivo, revela una intención más que un mensaje denotativo, y no tiene que ser visto en ningún momento como un proyecto acabado.

Mas hoy en día las hipermediaciones constituyen formas de interacción que se pueden dar a un nivel de representación personal como masivo.

Como un primer avance a los elementos identitarios y acercamiento del proyecto de investigación del Cuerpo Académico de la Facultad de Ciencias de la Comunicación y de la línea de investigación que le sustenta, titulada “Medios de Comunicación y Procesos Identitarios”, y de su objeto de estudio a través de identificar elementos mutantes y emergentes en los procesos de interacción mediados por las TIC, se hace necesario acercarse a cada uno de sus elementos sustantivos, al reconocer el papel de la interacción como proceso de comunicación, y su implicación desde la información y sus formas a través de las TIC, desde su definición y delimitación en sus diferentes perspectivas de desarrollo y aplicación.

Este trabajo intenta responder a una creciente inquietud generada por el auge de las TIC y del fácil acceso a la información sobre temas de interés global, la posibilidad de relacionarse a distancia –lo que ha propiciado el uso cada vez más frecuente y

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prolongado de la Internet y de las redes sociales como espacios de interacción mediáticos tanto públicos como privados, modificando los procesos tradicionales de interacción-, y la posibilidad de la interacción mediada, que ofrece a los individuos nuevos referentes que, en el plano colectivo, se constituyen en elementos identitarios, aun en diferentes órdenes sociales, cronológicos y culturales.

Estos paradigmas cambian los modos de interactuar de manera significativa, es decir, pueden distraer o modificar su participación en la conciencia, inmersión que implica actos de subjetivación de manera refractaria, y una entramada simbólica social colectiva y de otredad, significancia de estudio desde los espacios territoriales a los que se pertenece y su configuración, como afirma Alboan (en Perilla y Zapata, 2009):

“Son los vínculos relacionales y sus dinámicas las que van construyendo a los sujetos y los procesos […] No es tan importante la sociedad en su red, en conjunto, o tales o cuales actores, sino los conjuntos de acción intermedios los que hacen emerger las nuevas situaciones. La expresión del vínculo que se evidencia en la constitución de redes, como forma de acción social, se fortalece en la interacción, en las relaciones interpersonales cotidianas, porque las mismas se definen a partir de lo que está “vinculado” a las personas, a su vida cotidiana, a sus formas de ver y de pensar, a sus sentimientos; siendo a partir de dichos vínculos —a los cuales podríamos llamar vitales— que surgen de las motivaciones como elemento clave de los procesos sociales participativos que dan cuenta o hacen realidad lo que se ha dado en llamar democracia participativa […] Hay muchas y diversas motivaciones que nos mueven a participar […] Es necesario que a lo largo del proceso de participación

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se tenga conciencia de la importancia de cuidar las motivaciones que se expliciten y reconozcan las que han cambiado”.

5. Nuevas formas de socializar e interactuar

Nos encontramos en un mundo de interacciones divididas entre nuevos espacios territoriales puestos en común de manera virtual y simbólica, a partir de sentidos compartidos, de identidades colectivas, estableciendo nuevos vínculos que fortalecen la pertenencia al o los grupos o subgrupos.

Esto nos lleva a hablar de una cultura mediática o cibercultura, en la cual cambian las formas de verse y entenderse en grupos y sociedad desde la cibervida, donde lo virtual no por no ser físico no es real, es decir, los objetos y los sujetos interactúan y se representan, por existir, por ocupar un lugar conceptual, tal como lo describe Montauge y Pimentel (2004): “Los espacios virtuales no pretenden remplazar lo real […] No se constituyen como espacios opuestos, sino que son lugares alternativos de conocimiento” (p. 47).

Creando nuevas formas de socializar e interactuar, de vincularse, de verse y entenderse tanto a nivel individual como en colectividad para conformar un nosotros en la llamada sociedad red, la interacción por representación y sus formas, pasando por la identidad y la cotidianidad en su uso y práctica territorial, donde las TIC juegan un papel cada día más preponderante en todos los terrenos de encuentro desde la misma subjetividad, se entiende ésta, según: Papalini, V. A. (2010) como:

“Una instancia individual y colectiva a un tiempo, capaz de emerger […] como territorio, existencia y referencia en relación de delimitación con una alteridad

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[…] La subjetividad se constituye relacionalmente, en vinculación a lo dado, y esto es referido tanto a las condiciones de existencia (materiales e históricas) como a las relaciones sociales encarnadas por sujetos (p. 22).”

El proyecto del Cuerpo Académico que presenta este trabajo, mantiene como objetivo describir los elementos identitarios –mutantes y emergentes– en los procesos de interacción mediados por las TIC, para lo que se ofrece un primer acercamiento desde la perspectiva de comunicación e interacción, así como su representación desde la necesidad de un replanteamiento de los contextos y reflexiones de que la tecnología en la sociedad actual transforma día a día sus usos, apropiaciones y posibilidades de interacción, desde el fondo y forma de la misma comunicación que se logre a través de la información y recursos compartidos, mismos que a través de esas interacciones con la realidad6 se podrían sustentar.

Por ello, la comunicación como proceso de puesta en común, ha sido entonces hermanada con la interacción y las nuevas formas de representación en evocación a procesos identitarios posibles.

6. Las TIC como nuevas herramientas de interacción social

Una red social es definida como un sistema relacional de soporte mediante el cual los individuos y grupos humanos producen y reproducen sus condiciones de vida en base a sus interacciones, no necesariamente dada cara a cara, ni en presencia de los sujetos u objetos a propósito de los cuales se comunica, cuyas prácticas emergen en la medida en que se establecen vínculos y enlaces de 6 Entendiendo la realidad como una construcción intersubjetiva de los sujetos en representación unos de otros, donde los usos y costumbres de la sociedad, y las for-mas de comunicación y de representación se desarrollan a través de valores o formas de entender y comprender un mundo circundante y sus posibilidades de acción.

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interacción no presencial con otras personas, pero con referentes comunes, idioculturas7 que forman roles identitarios como fuentes de sentido a través de nuevos usos y costumbres que son posibles desde la mediación tecnológica –proceso que se construye bajo un ideal donde Internet deja de ser un instrumento y se convierte en un espacio de interacción y significación–.

Las interacciones que se establecen a partir de esta mediación tecnológica pueden influir de manera muy importante tanto en el establecimiento de actos comunicativos con características que deben ser definidas con mayor precisión, como en la construcción social de referentes comunes capaces de constituirse como fuentes de sentido para sus usuarios, a partir de la construcción de idioculturas que hemos mencionado.

Por ello, podemos decir que si bien no hay una línea divisoria que marque el comienzo y fin de la interrelación existente entre la psicología, la sociología y la comunicación, sí lo hace a favor de la importancia que existe entre las formas de interacción y los procesos identitarios que se dan a través de las TIC, haciendo referencia al estudio del individuo social y sus variantes contextos, situación que implica, además, el análisis necesario desde esta línea de investigación y de su objeto de estudio.

Las redes sociales son importantes (a nuestros efectos) por distintos motivos, entre los que se cuentan: reconocerles como una estrategia que habilita a relacionar las producciones sociales y la subjetividad que en ellas se despliegan, a través de las interacciones y representaciones dadas.

Ya que algunos estudiosos las describen como una forma particular de funcionamiento de lo social, de verse y entenderse en

7 Proviene de la raíz griega idios, que indica pertenencia, y se refiere a ellas como un sistema de conocimientos.

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sociedad, o bien también se les puede describir como una nueva una modalidad de pensar las prácticas de los grupos sociales y su interacción por representación de significación.

Las redes sociales conforman un sistema relacional de soporte tecnológico y contenido de producción de sentido, mediante las cuales las interacciones de individuos y grupos humanos se producen y reproducen en sus condiciones de vida, de verse y entenderse en sociedad, y conforman un nosotros como forma de representarse.

7. Reflexiones finales

Cabe mencionar la importancia de la información, la comunicación y las nuevas formas de mediación desde la interacción social, en su aplicación desde el terreno de encuentro de aplicación y desarrollo que se pudiera ofrecer, el presente artículo pretende brindar un referente de la importancia y reflexión sobre el mismo concepto, uso y aplicación.

La palabra interacción denota el hecho de influjos recíprocos conscientes o inconscientes, como formas influyentes de significados, ante los cuales los sujetos reaccionan con una conciencia más menos clara. Relaciones cargadas de connotaciones sociales como procesos que conllevan a reciprocidad de relaciones en interacciones posibles de comunicación de importancia a la interacción humana posible. Misma que radica precisamente en ser parte de la vida cotidiana, porque es ahí donde se desarrollan la mayoría de las comunicaciones y se concede realidad con prioridad y significancia por el o los comunicantes desde la prioridad de constructo que el individuo o grupo a través de la información; también cuando se quiere comunicar se echa mano de esas experiencias como contenidos mentales y significantes de

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representación mediada con los que se interactúa y de referencia de identidad sea en una comunicación o espacio de esfera público o privada.

Los hombres crean lo social y sus artilugios como formas de comunicar o expresaren sus interacciones, mediante la exteriorización de sus acciones, como parte de su comunicar o expresa referentes y de las influencias reciprocas que se suscitan como procesos interactivos del conocimiento compartido. Las reacciones sociales, perduran de acuerdo a las formas de interacción de grupos sociales como sistemas de referentes que tienden a satisfacer lo enunciado o lo evocado, en presencia o ausencia del objeto o sujeto referenciado a propósito del cual se comunica.

Las redes sociales como reconfiguración de los mecanismos sociales de intercambio de información y comunicación son nuevas herramientas de interacción social y de intercambio de representación de significación, cuyas prácticas mueven identidades sociales y territoriales, y provocan cambios en las condiciones de interés de estudio de las áreas ontológicas de la epistemología y la ética en esferas de lo económico, de lo político y lo cultural, entre otras.

Para las diferentes ciencias, disciplinas y técnicas de desarrollo científico, bajo la óptica de los nuevos paradigmas tecnológicos e informacionales, adquieren sentido en los procesos identitarios de los individuos en comunidad –como grupos de referencia–, cuyas posibles mediaciones sociales son dadas por la transmisión y representaciones simbólicas de contenidos ofertados en todos los contextos o escenarios y cuya realidad subjetiva se da a efectos de interacción y formas de relaciones a través de diferentes herramientas a estudiar desde la tecnología y la sociedad, para lo que se requiere un acercamiento a su estudio desde las redes sociales.

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Éstas, vistas como una estrategia que habilita a relacionar las producciones sociales y la subjetividad que en ellas se despliegan, que configuran la clase de habitus de los individuos, el cual es descrito por Bourdieu (en Maestri, s. f.) como:

El habitus es generado por las estructuras objetivas, y éste, a su vez, genera las prácticas individuales, dando a la conducta esquemas de percepción, pensamiento y acción. El habitus sistematiza las prácticas y garantiza su coherencia con el desarrollo social. A su vez, tiende a reproducir las condiciones objetivas que le dieron origen, pero, ante contextos diferentes, puede reorganizar las prácticas adquiridas y producir acciones transformadoras. Ya que el mismo habitus oferta y posibilita capacidades que se corresponde a un conjunto sistemático de bienes y propiedades unidos entre sí, que dan cuenta de las prácticas y bienes de un grupo social y, por tanto, de los diferentes campos de interacción en donde se están llevando a cabo estas prácticas (San Juan, 2008).

Lo que subyace es la reflexión de la importancia de la interacción en sus formas posibles de conceptualizar o posicionar lo anteriormente expuesto por los autores, y de la importancia en la actualidad de su uso y la imbricación de aplicación y desarrollo desde la introducción de las tecnologías de la información a la comunicación, donde los protagonistas de esa interacción son los sujetos de acción y significación en su consumo, uso y apropiación desde sus mismos procesos identitarios de relación y significación.

Esto último para una mejor comprensión y aplicación de desarrollo significativo desde las ciencias de la comunicación en plena era de la comunicación electrónica al identificar elementos

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mutantes y emergentes en los procesos de interacción mediados por las TIC.

Es partiendo de las aportaciones de las ciencias sociales que la interacción significa, como base comunicativa, una acción recíproca entre dos o más agentes en presencia o en ausencia y que refiere un proceso de interacción humana de modificación de los estados de los participantes como acción comunicativa de organización discursiva entre sujetos y de afectación constante y recíproca en presencia o ausencia de los sujetos u objetos a propósito de los cuales se comunica y medios empleados

Interacción que puedan usar como sinónimos los términos de interacción comunicativa e interacción social, sea cual sea el medio o herramienta utilizada o artilugio de mediación, y en ese sentido que las formas de socialización y acción social están ligadas a roles y la fenomenología de la auto escenificación o presentación que el sujeto, y finalmente, ello hacen repensar las mismas teorías , su estudio y aplicación hoy en día en la denominada sociedad de la información o de la sociedad red.

Ya que la información, por sí misma, no se suma de su poder transformador sino que es a través del medio y el contexto y las formas de interacción e identidad que dan significancia, donde las hipermediaciones posibles, que a su vez, son complejos sistemas de interacciones sociales en los procesos de uso apropiación y consumo de sentido y significación a través de las TIC; se puntualiza la relevancia del presente documento como referente de futuras investigaciones sobre el tema, que como ya se ha mencionado, toma fuerza al avanzar el siglo XXI en un mundo cada vez más conectado y con mayor accesibilidad a la información e intercambio de experiencias desde una aldea global.

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Acerca de la necesaria sinergia entre prácticas comunicativas e identitarias mediadas por la tecnología y la región (Acotaciones

para investigaciones científicas).Jorge Moreno Aragón

ResumenDesde un discurso deductivo se fundamenta la necesidad de la sinergia entre las prácticas comunicativas e identitarias mediadas por la influencia de los usos tecnológicos y las características de la región en el devenir de la evolución sociocultural. Para ello, se parte de la práctica, categoría de máxima generalidad, que cumple con la lógica deductiva del ensayo, para centrar la atención en las categorías de prácticas comunicativas e identitarias, premisas de menor grado de generalidad, para finalmente concentrarse en las prácticas comunicativas mediadas por computadora y en las prácticas de identidad digital, donde la tecnología media en estas prácticas como herramienta, conocimiento y experiencia que se aplican, así como en la gestión de su organización; y la región, la cual comprende no solo el contexto físico-geográfico sino también cultural que se manifiesta en la formas particulares de los usos tecnológicos de las prácticas comunicativas. Estos usos, aunque son expresión del mundo globalizado no han podido borrar con esas formas particulares de asumirse, la diversidad cultural.

La interdependencia entre las prácticas comunicativas e identitarias constituye por su condicionamiento mutuo, relación necesaria para el funcionamiento de la sociedad humana como conjunto, la cual por su alcance universal, demanda de un análisis que mueva al pensamiento durante su estudio de premisas generales a particulares.

Es por ello que desentrañar la esencia de las prácticas comunicativas e identitarias, presupone comenzar el razonamiento

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no necesariamente desde estas prácticas, sino iniciar la reflexión a partir de la categoría práctica – premisa general – para llegar a las categorías de prácticas comunicativas y prácticas identitarias – premisas de menor generalidad – hasta arribar en el análisis a premisas particulares, representadas por las prácticas comunicativas medidas por computadora y las prácticas de identidad digital.

También resulta importante destacar la mediación de la tecnología, presente desde el comienzo del proceso de humanización hasta nuestros días, cuando es una tendencia mundial en la civilización, el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Así en el ámbito tecnológico por su relación inmediata con la génesis de la comunicación y la identidad humanas, se hace pertinente destacar la impronta del contexto regional, expresión de una territorialidad que emerge como escenario en expansión y que como he señalado, va más allá de las condicionantes físico-geográficas.

Para iniciar el análisis, es de destacar que la categoría “práctica” en el pensamiento occidental está presente desde el siglo IV a.c. en Aristóteles, quien la distinguía como acción que contenía en sí sentido, atributo que adquiere relevancia en el universo comunicológico moderno, por identificarse con el entendimiento, rasgo distintivo de la comunicación humana.

Asimismo, la práctica ha sido considerada como categoría central de la antropología filosófica, que le confiere por su alcance, el rango de universalidad, instituyéndola por ello como «categoría de totalidad». Por tanto, pudiera afirmarse que no existe en el ámbito humano ninguna acción al margen de la práctica, porque representa un sistema en ese conjunto universal de acciones sistemáticas, concatenadas (figura 1).

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Figura 1. Estructura de la práctica. Fuente: elaboración propia.

En las representaciones de la noción de práctica, el idealismo alemán de finales del siglo XVIII y principios del XIX representa, como significa Peter Ehlen (2005), un hito por reconocerla en calidad de proceso histórico, continuidad y permanencia. Una de las cabezas más ilustres de esta escuela idealista: Hegel, acentúa en la práctica el valor que expresa el trabajo durante la historia de la sociedad humana.

En tal dirección, quisiera llamar la atención acerca del nexo entre la noción de práctica y axiología, el cual retomaré más adelante, por su trascendencia en los estudios actuales sobre valores.

En este contexto histórico de inicios del siglo XIX, la tesis de que los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo, deviene como una de las tesis de Carlos Marx (1978, p. 10), que ha generado

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profundos cambios en la concepción del comportamiento y de la conducta del hombre.

La transformación real del mundo sólo es posible mediante la práctica, y de eso es de lo que trata esta idea. Pero la práctica debe identificarse también en la actividad sensorial humana, como apuntó Marx (1978). Lo sensorial reviste gran significación en la sinergia entre prácticas comunicativas e identitarias, porque encierra el primer eslabón de lo que los griegos denominaron episteme o conocimiento.

El conocimiento contribuye al entendimiento del mundo, el referente para el consenso que se alcanza mediante la comunicación humana en el diálogo, y en el cual se expresan también rasgos distintivos de la identidad personal y grupal en cada uno de los participantes.

A esto se adiciona que la autoconciencia, componente básico para el despliegue de prácticas identitarias, se reproduce con el reconocimiento del Otro en el diálogo, cuyo fundamento se contiene en la cualidad sensorial de la práctica porque de ella deviene como base el autoconocimiento.

La consideración de la práctica como actividad objetiva en sus orígenes, principios y funciones, contribuye también a la comprensión de la sinergia entre las prácticas comunicativas e identitarias, porque implica tener como referente un contexto, cuya existencia posee una relativa independencia con respecto a las representaciones y a los conocimientos que reproducen constantemente significados y sentidos, los cuales fundamentan el entendimiento y a su vez refuerzan el reconocimiento del “Otro”, condición sine qua non de las identidades del hombre en cualquiera de sus niveles y ámbitos.

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Otra de las exigencias tanto de las prácticas comunicativas como de las identitarias es su autenticidad, la cual es posible alcanzar sólo mediante la práctica como criterio de verdad. Tal es la importancia de este asunto, que Manuel Martín Serrano sentencia que lo que distingue a la comunicación humana de la animal es el haber generado “la verdad”. Y al respecto precisa:

La verdad de la comunicación es la certidumbre de lo que Ego indica que es objetivo, (se puede confiar en que realmente existe, ha existido, puede existir); es significativo, (resulta explicativo de lo que son o como son las cosas). Estas verificaciones son el inevitable tributo que los comunicantes humanos pagan, por el privilegio de haber inventado lo que no puede ser; y de expresarlo”. (Martín Serrano, 2007, p. 278)

La sentencia de Marx (1978) de considerar que la vida social – refiriéndose a la humana – es, en su esencia, práctica, le confiere en el plano teórico y metodológico a dicha categoría el atributo de universalidad al que he venido refiriéndome, y que constituye punto de inflexión en el debate contemporáneo de las ciencias acerca del hombre.

Un estudioso de la categoría práctica como Rigoberto Pupo Pupo (1986), llama la atención acerca de los distintos momentos de ésta revelados ya por Marx y Engels, lo cual en su opinión, resulta de significación metodológica porque atestigua el desarrollo multilateral de la teoría, al penetrar en la estructura de la práctica y desentrañar sus componentes fundamentales, especialmente los momentos objetivo y subjetivo, a partir de la solución dialéctico-materialista al problema fundamental de la filosofía.

De la valoración de este teórico se deriva la comprensión de la práctica como una especial relación sujeto-objeto, a través de la

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cual ambos contrarios se convierten recíprocamente, con lo cual se inauguran los fundamentos de la gnoseología científica, al plantear como premisa el papel mediador de la práctica en todo el proceso gnoseológico, así ésta deviene en base, fin y único criterio objetivo del conocimiento verdadero.

Estas valoraciones filosóficas constituyen antecedentes teóricos básicos para el estudio de la necesaria sinergia entre prácticas comunicativas e identitarias porque la sinergia, en su condición de concurso, concertación y acuerdo entre las partes de un todo, debe buscar en la teoría un criterio unificador que encuentra precisamente en la filosofía.

La relación de carácter filosófico ente el sujeto y el objeto, por constituir un nexo de máxima generalidad, demanda de un desarrollo teórico para inferir principios metodológicos en el estudio de la necesaria sinergia entre las prácticas comunicativas e identitarias. El sujeto debe entenderse también en condición de totalidad que, como humanidad, comprende una multiplicidad de sujetos-tipos en interacción constante con sus similares, insertos en el conjunto de las relaciones sociales materiales y espirituales.

¿Cuál es el fundamento para asumir en esta perspectiva de análisis las ideas de Marx?

La razón está en la confirmación de estas ideas precisamente por la práctica, y en ella, principalmente sobre todo por los resultados de la ciencia de más de una centuria. Es por ello que Vladimir Ilich Lenin (1979) a finales del siglo XIX, valoraba como genial la idea del materialismo de Marx en sociología.

Las observaciones históricas, como destaca Lenin han confirmado que jamás ha ocurrido ni ocurre que los miembros de

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una sociedad se imaginen el conjunto de relaciones en que viven como algo determinado, íntegro, e impregnado de cierto principio.

Y apunta que la masa, por el contrario, se adapta inconscientemente a esas relaciones sociales de producción, y es tan escasa la idea que tiene de ellas como relaciones sociales históricas especiales que, por ejemplo, sólo en los últimos tiempos se ha dado una explicación de las relaciones de intercambio en las que han vivido los hombres durante siglos.

En dichas relaciones de intercambio desatacan las prácticas comunicativas e identitarias, porque solo en la interacción que ese intercambio comprende, es posible poner ideas en común y reconocer desde el “Yo” al “Otro” y viceversa.

En su valoración de la ideas de Marx, Lenin (1979) también destaca que la única idea compatible con la sociología científica es aquella referida a que el curso de las ideas depende del de las cosas; y que destacar las relaciones de producción como estructura de la sociedad y ofrecer la posibilidad de aplicar el criterio científico general de la repetición y la regularidad a estas relaciones, es el único posible.

Las relaciones sociales materiales, destaca el gran pensador ruso, son las que se establecen sin pasar por la conciencia de los hombres, en el sentido de que al intercambiar productos, los hombres establecen relaciones de producción, incluso sin tener conciencia de que existen en ello tales relaciones; lo cual permitió en el acto de observar la repetición y la regularidad – que quisiera significar como acto científico por contener la evidencia y el nexo directo con la práctica –, el poder sintetizar los regímenes de los distintos países en un solo concepto fundamental, el de formación social.

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La síntesis que aporta el concepto de formación social, de acuerdo con la valoración leninista, hizo posible pasar de la descripción de los fenómenos sociales –y de su valoración desde el punto de vista del ideal– a un análisis estrictamente científico, que posibilita la identificación de diferencias y semejanzas entre las naciones. Es por ello que se asume en este trabajo.

En la categoría de formación social, propongo insertar teóricamente en su sinergia a las prácticas comunicativas e identitarias, lo cual hace posible el análisis histórico-concreto, que constituye una de las exigencias de las investigaciones científicas.

Lenin (1979) considera, además, que la concepción materialista de la historia con la perspectiva de la formación socioeconómica o social, deja de ser una hipótesis para convertirse en una tesis demostrada con argumentos científicos.

También la concepción del desarrollo de las formaciones sociales como un proceso natural. Esto es posible, precisa, sólo como lo plantea Marx: reduciendo las relaciones sociales a las de producción y estas últimas al nivel de las fuerzas productivas.

Asimismo siguiendo a Lenin de la misma manera que Darwin puso fin a la opinión de que las especies de animales y plantas no tienen ninguna ligazón, Marx puso fin a la concepción de que la sociedad humana es un agregado mecánico de individuos, y dio por vez primera a la sociología una base científica al formular el concepto de formación socioeconómica, como conjunto histórico, concreto, de determinadas relaciones de producción.

Esta comparación con Darwin tiene en cuenta la condición de considerar el desarrollo de la formación económico social como un proceso y organismo natural en evolución.

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Esta es la razón por la cual también Darcy Ribeiro en pleno siglo XX, consigna:

Sólo me queda señalar aquí que del mismo modo que la ciencias de la vida no pueden obviar un esquema de la evolución biológica – lo que a nadie convierte en darwinista, tampoco las ciencias de la sociedad y la cultura pueden prescindir del único esquema teórico capaz de lograr que la historia sea inteligible – y éste será inevitablemente evolutivo, aunque no necesariamente evolucionista al estilo tylonista o spenceriano. (Ribeiro, 1992, p. X).

La consideración del desarrollo de la formación económico social como un proceso y organismo natural en evolución, hace posible también la apreciación de Serrano (2007) acerca de los fundamentos de las relaciones de interdependencia entre las prácticas comunicativas e identitarias en su ontogénesis.

Este estudioso destaca que la comunicación humana es consecuencia de la superación de una contradicción en la selección natural durante la tercera etapa evolutiva de la indicación; momento, a su juicio, en que los animales comunicantes adquieren la capacidad de reconocer la alteridad, que como se sabe conforma la condición de ser “Otro” y su reconocimiento, lo cual constituye un referente básico de lo que será más adelante en la evolución sociocultural la identidad humana.

La evolución en que se encuentra la formación económico- social como proceso y organismo natural debe considerarse, como advierte Ribeiro (1992), en su carácter de evolución sociocultural, proceso interno de transformación y autosuperación que se genera y desarrolla dentro de las culturas, las cuales se construyen y

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mantienen en sociedades que no están aisladas sino en permanente interacción.

Y significa que a la creatividad interna que da lugar a las innovaciones culturales propias – que se debe considerar a mi juicio un condicionamiento básico en la reproducción de las prácticas identitarias – se suma la difusión que permite la introducción de nuevos rasgos culturales provenientes de la dominación externa, donde ambas igualmente resultan capaces de alterar el curso del desarrollo evolutivo de la sociedad humana.

El presente ensayo acerca de la necesaria sinergia entre prácticas comunicativas e identitarias mediadas por la tecnología y la región, intenta fundamentar el desarrollo de la tecnología – siguiendo a Ribeiro – como el criterio básico en la evolución sociocultural en la cual se han desarrollado ambas prácticas.

Asumir el desarrollo de la tecnología como criterio básico en la evolución sociocultural ha sido considerado, como el propio Ribeiro (1992) alerta, una posición que invalida el criterio marxista de la lucha de clases como motor de la historia y del desarrollo de los modos de producción, que son referente fundamental de la evolución social.

Pero la concepción de la evolución sociocultural) que el autor propone no niega ni renuncia a la lucha de clases; solo señala que a pesar de ser tan importante no constituye una categoría diagnóstica de la evolución humana, porque en su opinión, las formas básicas de la lucha de clases se reiteran en formaciones sociales completamente diferentes y con un desfasaje evidente como lo es, por ejemplo, el esclavismo romano y el brasileño. Y precisa que si por un lado ratifica su relevancia, por otro, comprueba la invalidez de la lucha de clases como criterio distintivo de las etapas de la evolución.

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A esto se adiciona su observación de que es la tecnología uno de los componentes estratégicos para el estudio de la evolución del modo de producción y no las relaciones de producción, que es donde se manifiestan fundamentalmente los antagonismos de clases.

Tal observación de Ribeiro, con la cual coincido, constituye una premisa básica para fundamentar la tesis de que la tecnología conforma un registro de evidencia por el proceso de acumulación en la evolución sociocultural.

De ningún modo se puede acusar a Ribeiro por tal observación de determinista tecnológico, porque precisamente en la referencia que hace a Leslie White, quien sustenta esta misma concepción no determinista, afirma que:

todo sistema social se apoya en un sistema tecnológico y está determinado por éste. Pero todo sistema tecnológico funciona dentro de un sistema social y está, en consecuencia, condicionado por él (White, 1959, p 353, en Ribeiro, 1992, p. 12).

Y precisa el antropólogo brasileño que impugnar en nombre de Marx la utilización del criterio tecnológico en el estudio de la evolución social humana, es tanto más absurdo porque es el propio Marx quien apunta en el primer tomo de El Capital, la necesidad imperiosa de que se escriba la historia crítica de la tecnología.

Una comprensión realista de la evolución sociocultural, en la cual es mi intención también reconocer a la sinergia entre las prácticas comunicativas e identitarias, siguiendo a Ribeiro (1992), precisa reconocer un orden de naturaleza global y de base tecnológica, el cual se manifiesta como una línea continua en el

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proceso civilizador general, y en ese orden, propongo identificar en la actualidad a Internet como desarrollo supremo que ha alcanzado la tecnología en el proceso de evolución sociocultural.

Como Ribeiro (1992) fundamenta, existe un alto grado de concordancia entre los estudiosos de la tecnología acerca de la influencia determinante de los contenidos tecnológicos sobre los sociales e ideológicos y la posibilidad de discernir etapas de desarrollo tecnológico en la evolución del progreso humano. Declara que el acuerdo es igualmente amplio sobre el carácter necesario de las conexiones entre el sistema tecnológico, el social y el ideológico de una sociedad. Pero, a su juicio, es mucho menor con respecto a la posibilidad de definir los patrones necesarios de esas conexiones, en términos de etapas evolutivas que combinen determinado grado de desarrollo tecnológico con ciertos rasgos específicos de organización social y modos particulares de conformación de la cultura.

Ribeiro (1992) concibe la evolución sociocultural como el movimiento histórico de cambio en los modos de ser y de vivir de los grupos humanos, lo que hace evidente, en mi opinión, el nexo entre evolución sociocultural y prácticas identitarias en esos «modos de ser y de vivir de los grupos humanos », es razón suficiente para reconocer en la evolución sociocultural a las prácticas identitarias.

Destaca, a su vez, que estos esos «modos de ser y de vivir de los grupos humanos » están encadenados por el impacto de sucesivas revoluciones tecnológicas (agrícola, industrial, etc.) sobre sociedades concretas tendientes a conducirlas a la transición de una etapa evolutiva a otra, o de una a otra formación sociocultural. Considero que en ese enfoque concreto radica el valor metodológico de la categoría formación sociocultural, que aporta Ribeiro.

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Por formación sociocultural, Ribeiro (1992) designa, cada una de las etapas evolutivas tomadas como patrones de comportamiento sociocultural, dentro de los cuales se desarrolla la vida de los pueblos. Y es por esto también que sustento la tesis de identificar las prácticas comunicativas e identitarias en su sinergia en esos patrones de comportamiento sociocultural. El hecho de que las formaciones socioculturales sean consideradas por Ribeiro (1992) también como modelos conceptuales de vida social, fundados en la combinación de una tecnología productora de cierto nivel de desarrollo, con un modo genérico de ordenamiento de las relaciones humanas, fundamenta mi propuesta de la mediación de la tecnología entre las prácticas comunicativas e identitarias, entre cuyos escenarios de fondo a la formación sociocultural.

Al interior de la formación sociocultural, Ribeiro (1992) reconoce al menos tres sistemas principales: el adaptativo, el asociativo y el ideológico, los cuales contribuyen también a fundamentar la tesis que propongo acerca del reconocimiento de la sinergia entre prácticas comunicativas e identitarias en la formación sociocultural.

A continuación expondré cómo, a partir del análisis de cada uno de estos sistemas se puede argumentar en cada uno de ellos la sinergia entre las prácticas comunicativas e identitarias, mediada por la tecnología y la región.

El sistema adaptativo que según Ribeiro:Comprende el conjunto integrado de modos de acción sobre la naturaleza, necesarios para la producción y la reproducción de las condiciones materiales de la existencia de una sociedad (Ribeiro, 1992, p. 147).

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Estos modos de acción propongo que se identifiquen como expresiones de la práctica, porque su núcleo se reconoce en el proceso de reproducción de la vida humana, a partir del cual por su naturaleza de base se sustenta el desarrollo de las prácticas comunicativas e identitarias.

Sobre el nexo entre la práctica y la producción como su núcleo, José Ramón Fabelo destaca:

Por cuanto la práctica (y su fundamento: la producción material) representa un proceso objetivo, por lo que la significación social, los valores, que expresan las necesidades objetivas de la sociedad, surgen y existen independientemente de la voluntad y la conciencia de los hombres. (Fabelo, 1989, p. 35).

Por tanto, el sistema adaptativo al que hace referencia Ribeiro (1992), coincide en parte con el proceso de la producción material, núcleo duro de la práctica, de acuerdo con Fabelo; universo – a mi juicio –, desde el cual la humanidad se expresa. En lugar de producción material – y de cualquier otra forma de producción – soy de la opinión de considerar el término reproducción, es decir reproducción material y reproducción espiritual. Mi consideración se fundamenta en que el término reproducción es lo suficientemente preciso para denotar y connotar que el proceso se reanuda cíclicamente ad infinitum en las dos esferas principales de la vida humana.

En la cita a Fabelo quisiera significar la importancia del carácter objetivo del proceso, que llevándolo al análisis del surgimiento y la existencia de las prácticas comunicativas e identitarias, éstas poseen cierta independencia relativa con respecto de la voluntad y la conciencia de los actores participantes.

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Los modos culturales de acción sobre la naturaleza que forman parte del sistema adaptativo de la formación sociocultural, expresan en su diversidad, semejanzas y diferencias, condiciones necesarias para el desarrollo de prácticas identitarias. Tampoco hay que olvidar que el contenido de la comunicación humana se focaliza en los modos culturales que, como mediación, intervienen en las acciones de las personas y de los grupos humanos a los cuales esas personas pertenecen.

El segundo sistema que Ribeiro reconoce en la formación sociocultural, el asociativo, está representado por los modos estandarizados de reglamentación de las relaciones interpersonales, a efectos de actuar de conjunto en el esfuerzo de la subsistencia y la reproducción biológica del grupo; que constituyen también modos culturales de acción, en este caso no de manera inmediata sobre la naturaleza, pero sí a través de las relaciones interpersonales, con el comportamiento y la conducta, expresiones tanto de las prácticas comunicativas como de las identitarias.

En el tercer sistema que Ribeiro reconoce en una formación sociocultural, el ideológico, se concentran todas las formas de comunicación simbólica como el lenguaje y las formulaciones explícitas de conocimiento con valores, así como las ideológicas desarrolladas por un pueblo, para explicar y justificar su modo de vida y conducta.

El lenguaje articulado en cualquiera de sus múltiples formas, componente del sistema ideológico, constituye no solo un atributo de las prácticas comunicativas sino también de las identitarias por propiciar el intercambio en que ambas prácticas se reproducen.

La aparición del lenguaje articulado como manifestación básica de la comunicación simbólica, y por tanto, presente en toda

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práctica comunicativa e identitaria del hombre, puede explicarse desde la perspectiva de la evolución sociocultural presentada por Ribeiro, y en cuyo devenir se conforma la formación sociocultural.

En esta evolución sobre el lenguaje articulado, Federico Engels (1978) apunta que el desarrollo del trabajo, al multiplicar los casos de ayuda mutua y de actividad conjunta, y mostrar así las ventajas de esta actividad colectiva para cada individuo, tenía que contribuir forzosamente a agrupar aún más a los miembros de la sociedad. Y resume que los hombres en formación, al agruparse, llegaron a un punto en que tuvieron la necesidad de decirse algo los unos a los otros.

Precisa, además, cómo la necesidad creó el órgano: la laringe, poco desarrollada en el mono, se fue transformando lenta pero firmemente mediante modulaciones cada vez más perfectas, mientras que los órganos de la boca aprendían poco a poco a pronunciar un sonido articulado tras otro.

Esta descripción científica acerca de la génesis del lenguaje articulado, pudiera considerarse el fundamento antropológico que contiene en sí los tres sistemas referidos por Ribeiro. Con el trabajo, se establece el nexo de supervivencia entre sociedad humana y naturaleza, propio del sistema adaptativo; el sistema asociativo se configura con la reglamentación de las relaciones interpersonales que el lenguaje articulado se encarga no sólo de registrar sino también de reproducir; y el sistema ideológico, en cuyo centro se focaliza la comunicación simbólica, que con el lenguaje articulado grafica mediante símbolos, a partir del surgimiento de la escritura como tecnología.

El tránsito de la oralidad, a lo que José Luis Piñuel (2006, p. 27) denomina “proyección visual del lenguaje hecha posible por

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la aparición y el desarrollo históricos de la escritura”, dota a los grupos humanos, en opinión de este teórico de la comunicación, de capacidades superiores sintetizadas en la abstracción.

Así, con la escritura y la capacidad de abstracción que ella propicia, la humanidad en consideración de Ribeiro, entra en una nueva etapa evolutiva. En su apreciación, la historia de las sociedades humanas en los últimos diez milenios puede explicarse en términos de una sucesión de revoluciones tecnológicas y procesos de civilización, mediante los cuales la mayoría de los hombres pasa de una condición generalizada de cazadores y recolectores a otros modos más uniformes que diferenciados.

Es precisamente en esos modos más uniformes, que se puede ir configurando la génesis de los procesos y las prácticas identitarias. En tal estado de cosas, como advierte Ribeiro (1992), influyen múltiples factores: el carácter acumulativo del proceso tecnológico, las relaciones recíprocas entre el equipamiento y magnitud de la población, la interacción entre los esfuerzos por controlar la naturaleza y ordenar las relaciones humanas y la cultura, el patrimonio simbólico de los patrones de pensamiento y conocimiento, los cuales se manifiestan materialmente en los objetos y bienes mediante la conducta social; e ideológicamente, mediante la comunicación simbólica y la formulación de la experiencia social en sistema de conocimientos, creencias y valores.

La categoría civilización adquiere una gran importancia teórica y metodológica para el análisis de la sinergia entre las prácticas comunicativas y las identitarias mediadas por la tecnología y la región, porque las civilizaciones son cristalizaciones de procesos civilizatorios singulares, que de acuerdo con Ribeiro (1992), se combinan formando un complejo sociocultural históricamente individualizable. Como bien explica este antropólogo brasileño, cada

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civilización, al expandirse, se difunde sobre un área, organizándola como su territorio de dominación político-económica y de influencia cultural, por el cual se le reconoce, y que como se sabe, no es más que la región.

En la concepción de civilización adquiere gran valor la observación de Marx y Engels cuando apuntan que:

La más importante división del trabajo físico y espiritual es la separación de la ciudad y el campo. La contraposición entre el campo y la ciudad comienza con el tránsito de la barbarie a la civilización, del régimen tribal al Estado, de la localidad a la nación, y se mantiene a lo largo de toda la historia de la civilización hasta llegar a nuestros días…. (Marx y Engels, 1979, p. 53).

El empleo por Ribeiro (1992) de la categoría de proceso civilizatorio permite en su opinión, el enfoque conjunto, porque destaca en su acepción global la apreciación de los fenómenos del desarrollo progresivo de la cultura tendientes a homogeneizar conformaciones culturales. Al respecto apunta:

…proceso civilizatorio general con la utilización conjunta de las nociones de revolución tecnológica como factor causal básico; de formación sociocultural, como modelo teórico de respuesta cultural a dichas revoluciones; y del concepto de civilización como entidad histórico concreta cristalizada a partir de aquellas formaciones (Ribeiro, 1992, p. 13).

El empleo por este antropólogo del concepto revolución tecnológica para indicar que a ciertas transformaciones prodigiosas en el equipamiento de la acción humana sobre la naturaleza, o de

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la acción bélica, corresponden alteraciones cualitativas en todo el modo de ser de las sociedades, obliga, en su apreciación, a tratarlas como categorías nuevas dentro del continuum de la evolución sociocultural.

Y dentro de esta concepción, supone que al desencadenamiento de cada revolución tecnológica, o la propagación de sus efectos sobre contextos socioculturales distintos a través de los procesos civilizatorios, tiende a corresponder con la aparición de nuevas formaciones socioculturales, en las cuales, como he venido apuntando, debe identificarse la sinergia entre las prácticas comunicativas e identitarias, mediadas por la tecnología y la región.

La mediación del contexto regional, siguiendo la línea de pensamiento de Ribeiro, puede comenzar a explicarse a partir de la observación de este científico con respecto a la valoración de los difusionistas y antievolucionistas, que por el geograficismo del concepto de área cultural y por el psicologismo en que caen tantas veces las búsquedas de tipicidades, reconocen los factores de diferenciación de las culturas singulares, sólo explicables como esfuerzos de adaptación a condiciones ecológicas e históricas específicas, y como producto de una creatividad propia, capaz de dar respuestas alternativas a los mismos estímulos básicos.

A estas observaciones se adicionan las importantes apreciaciones de Manuel Martin Serrano (2007), cuando precisa que ningún grupo humano puede constituir una comunidad fuera de los límites en los cuales establece un contacto suficientemente rápido entre sus miembros, por lo que el paso de las primeras sociedades aisladas a las comunidades que controlan un amplio territorio –entiéndase región– , con un número mayor de personas, ha tenido que ir acompañado del desarrollo de instrumentos amplificadores

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de la comunicación, tecnología necesaria para quienes viven en grupos separados.

Como podrá apreciarse, se evidencia una confluencia entre la mediación de la tecnología y la región, la cual se refuerza cuando este teórico precisa que en los primeros grupos humanos que utilizaron herramientas para comunicarse, las características técnicas y los usos de los artefactos son indisociables de los modos de vida, por lo que el tipo de amplificadores de la comunicación está condicionado por las características del medio físico, que deviene, en mi opinión, en un componente, que aunque no exclusivo de la región, sí resulta significativo.

Al respecto Serrano (2007) ilustra cómo los cuernos y las caracolas, en su condición de instrumentos amplificadores de la comunicación humana, resultan adecuados para los medios montañosos; mientras que para las sabanas y las praderas funcionan las señales de humo; y en las zonas boscosas, los medios de percusión como los tam-tames.

Con fundamentación científica en la documentación etnológica, este teórico hace pensar que los primeros amplificadores de la comunicación en el tiempo debieron ser marcadores, objetos de la naturaleza cambiados de lugar o de posición, como la piedra hincada verticalmente para señalar una fuente, un paso, un enterramiento o un lugar de reunión.

Destaca, además, que los límites temporales en los cuales se ubica una comunidad, cambian cuando los amplificadores en el tiempo proporcionan los materiales expresivos que acompañan a los relatos orales, y que esos materiales constituyen memoria externa a la que se vuelcan, a su criterio, lo que identifica como “conciencias protohistóricas” (Serrano, 2007, p. 181).

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Valora que cumplen con su cometido, en la medida en que duren más que las generaciones y siempre que conservasen, con fidelidad, las representaciones colectivas. Es el momento, a su juicio, en que los relatos de los orígenes, la identidad y el futuro del grupo, se asocian con lo que más dura y se repite, para adquirir permanencia.

Los ciclos sociales se vinculan con los ciclos solares y lunares, que en mi opinión manifiestan la unidad entre naturaleza y sociedad humana, necesaria para la reproducción humana.

Con la aparición de la imprenta, y con ella la capacidad de producir en masa objetos comunicativos, se cierra, en su opinión, una etapa de la humanización durante la cual las tecnologías comunicativas estaban entreveradas con el resto de las tecnologías productivas. Esta apreciación confirma la tesis que defiendo desde el comienzo sobre el nexo de la comunicación humana con la práctica, y en ella con su núcleo: el proceso de producción material.

Un largo período en el cual observa que las mismas leyes técnicas y económicas explican el desarrollo de todas las herramientas. Esta afirmación confirma la unidad entre comunicación, identidad, práctica, producción, y de la tecnología como mediación, representada en parte por las herramientas.

Así, a partir de la imprenta, las industrias de la comunicación, las organizaciones para producir, distribuir y controlar el uso y la interpretación de la información se diferencian de las restantes organizaciones sociales.

Resulta de interés, además, el contexto regional por la funcionalidad y comunidad de cultura que posibilitan la cohesión regional, porque según Pierre Dumolard (1990), la región es, en

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primer lugar y también frecuentemente, el espacio de inserción y el componente especial de una comunidad cultural, que en mi opinión, presenta por esa comunidad su identidad, si se tiene en cuenta que la identidad es ante todo un hecho y proceso cultural.

Este autor, significa factores de homogeneidad, porque una región es, sobre todo, funcional o, sobre todo, cultural, cohesionada por factores como las mentalidades colectivas, los modelos o arquetipos compartidos, más allá de la economía o el paisaje.

Para el estudio de las prácticas comunicativas, propongo partir de las tesis fundamentales de la Teoría de la Comunicación e identificar desde esta perspectiva en esa multiplicidad de sujetos a los actores de la comunicación, que devienen a su vez en actores de las prácticas comunicativas.

Es por esto que el objeto de estudio de la Teoría de la Comunicación en el contexto humano representado por la comunicación humana, resulta conveniente estudiarlo a partir de la categoría de prácticas comunicativas.

Un despliegue teórico de esa relación filosófica entre sujeto-objeto, de valor en primera instancia ontológico y gnoseológico, adquiere un primer desarrollo centrado en el sujeto, por constituir de esos dos polos en interacción recíproca, el ente más dinámico. (Figura No. 2)

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Figura 2. Relación Ego-Alter en el sujeto. Fuente: elaboración propia.

Para facilitar el análisis, referiré a Martín Serrano, cuando denomina:

Actor de la comunicación a cualquier ser vivo que interactúa con otro u otros seres vivos, de su misma especie, o de especies diferentes, recurriendo a la información (Martín Serrano, 1982, p. 11).

La comunicación, por ser una forma de interacción, supone la participación de al menos dos Actores. En la situación comunicativa, los Actores ocupan posiciones distintas y en el transcurso del proceso comunicativo desempeñan funciones diferentes. Cuando sea preciso tener en cuenta tales diferencias, se utilizara el término Ego para hacer referencia al primer Actor que en una determinada interacción inicia el intercambio comunicativo, y Alter (Alteres para identificar al Actor (o Actores), que en esa misma interacción, resulta (n) ser solicitado(s) comunicativamente por Ego.

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Una primera acotación teórica para el desarrollo de investigaciones científicas en las cuales estén presentes las categorías de prácticas comunicativas e identitarias, es identificar tanto en las prácticas comunicativas como en las identitarias estas “posiciones o funciones” de Ego y Alter, por su valor no solo comunicológico sino también identitario, contenido principalmente en las semejanzas y diferencias recíprocas entre estos Actores.

Como el propio Martín Serrano advierte en una de sus notas al texto: Por definición, la comunicación es un tipo de relación alternativa a la fusión de identidades en un único organismo o supraorganismo; el requisito de la comunicación es la distinción entre los Actores. Por esa razón es un error interpretar los intercambios orgánicos entre las células o los órganos de un espécimen como una forma de comunicación. A medida que progresa la evolución, la distinción entre los Actores suele acompañarse de una mayor distancia física entre ellos. No absorber, no ser absorbido; no tocar, no ser tocado, son líneas evolutivas en las cuales cabe encontrar alguna de las razones de ser de la comunicación a niveles biológicos. La relación comunicativa permite interacciones alternativas a la mera apropiación del Otro como objeto y a la confusión con el Otro como sujeto; o desde otra perspectiva, en el animal, la identidad del Actor, y en el hombre, su subjetividad. Ambas se fundan en la capacidad que proporciona la comunicación de establecer una distancia física respecto al Otro. Desde el punto de vista de los Actores, la comunicación consiste en la actitud para interactuar con Otro sin serle físicamente accesible”. (Martín Serrano, 1982, p. 33).

Este autor precisa que la capacidad de comunicar es una conquista de la naturaleza y no de la cultura, y ya en el contexto de la hominización

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(que es el que nos interesa en esta oportunidad), destaca que esa capacidad de comunicar se va a utilizar para generar relaciones y representaciones controladas por la razón y por la ética. El hecho, a su juicio, de que el hombre, en ocasiones haciendo uso de esa capacidad, haya logrado ampliar su universo vital con el cultural; donde el espíritu crea y se recrea, hace a la especie humana aún más deudora de aquellos primeros seres vivos, que en su tenaz lucha por la supervivencia, conquistaron para nosotros las capacidades expresivas, los instrumentos biológicos, los patrones expresivos, en los que se funda genéticamente toda comunicación, incluida la humana.

Y con una nota al pie comenta que la tendencia que se observa actualmente en las ciencias humanas está orientada a interpretar las relaciones sociales como formas de comunicación, y los productos culturales como comunicativos. Puede justificarse este tendencia si sirve para situar la sociedad y la cultura en el contexto de la naturaleza, de la que ambas proceden; conexión que fue oscurecida e incluso negada por el idealismo dominante en las ciencias del hombre.

Por tanto, en el contexto de la humanización, la comunicación y la cultura adquieren historicidad en un proceso de interdependencia mutua, teniendo como telón de fondo a la naturaleza, escenario y ámbito de máxima universalidad.

En este contexto, la identidad se asume en cualquiera de sus niveles y formas, siguiendo la idea de Miguel Rodrigo Alsina cuando considera que: nuestra propia identidad personal es una serie de identidades personales que se activan con la asunción de distintos roles (Rodrigo Alsina, 2001, p. 77).

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Este sentido de la identidad en su condición de práctica, lo encontramos también en Miguel Rojas, cuando reflexiona sobre la identidad en nuestro continente y apunta que:

viene a ser el proceso de producción y reproducción del hombre latinoamericano en su quehacer histórico (Rojas, 1997, p. 97).

Por su parte Georgina Alonso coincide en afirmar que:la identidad del hombre latinoamericano se asume en la inscripción en los acontecimiento esenciales de su época; se asienta en su hacer (Alonso, 1997, p. 26)

Obsérvese que estos autores enmarcan la identidad en la práctica: en el quehacer, en el hacer, y en la producción y reproducción del hombre, lo cual contribuye a la fundamentación de la tesis que he venido desarrollando hasta ahora acerca de la relación de la comunicación y la identidad con la práctica y la producción como su núcleo. Esto hace posible presentar a la comunicación humana y a la identidad que de ella se genera en la configuración de prácticas comunicativas e identitarias.

Este vínculo entre prácticas comunicativas e identitarias Rodrigo Alsina (2001) lo expresa diáfanamente cuando postula por la circunstancia de que la comunicación da cabida a la mención de los Otros. Y esa referencia, considera, les identifica como a otros Sujetos y no sólo como objetos de interacción. Y precisa que es cuando se conoce la alteridad (al Otro como el otro Yo) y al tiempo la identidad (al Mi como otro Otro).

Lo cual significa, en su visión, que los Actores son capaces de referirse a la naturaleza del vínculo entre ellos como el objeto a propósito del cual se comunica. Es decir, se hacen posibles

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las comunicaciones referidas a los efectos; y se incorporan las representaciones, que es lo mismo que decir: ha hecho aparición la conciencia.

Por tanto, un postulado básico en el análisis de las prácticas comunicativas e identitarias lo constituye la referencia a la práctica y en su núcleo a la producción, porque con ella surgen en sistema la conciencia y el lenguaje.

Al respecto Engels, en el ya citado artículo inconcluso acerca del papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, esclarece que primero el trabajo, y luego con él la palabra articulada, fueron los dos estímulos principales bajo cuya influencia el cerebro del mono se fue transformando gradualmente en cerebro humano, y a medida que se desarrollaba el cerebro, desarrollábanse también sus instrumentos más inmediatos: los órganos de los sentidos.

De tal suerte, el desarrollo del cerebro y de los sentidos a su servicio como señala Engels, la creciente claridad de conciencia, la capacidad de abstracción y de discernimiento cada vez mayores influyeron a su vez sobre el trabajo y la palabra, estimulando más y más su desarrollo.

Es por ello que con anterioridad a este artículo, el propio Engels junto a Marx sentenciaba en los inicios de sus trabajos en conjunto que:

… el lenguaje es la conciencia práctica, la conciencia real, que existe también para los otros hombres y que, por tanto, comienza a existir para sí mismo; y el lenguaje nace, como la conciencia, de la necesidad, de los apremios del intercambio con los demás hombres. (Marx y Engels, 1979, p. 30)

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Aquí se puede decir que se encuentra parte de la génesis de las prácticas identitarias.

La lengua es reconocida por Yolanda Lastra (1992) como un marcador simbólico de la identidad sociocultural, postulado que es reforzado por Sergio Valdés Bernal:

La función cultural-representativa de la lengua nos permite penetrar profundamente en el lejano pasado de una sociedad, de la que no tenemos ningún otro registro, ningún otro testimonio, sólo aquello que se ha preservado en la lengua, ya sea en forma escrita u oral (Valdés Bernal, 1997, p. 118).

Y eso que se ha preservado por medio de la lengua, en mi apreciación, conforma expresiones de identidad porque posibilita el reconocimiento del Otro.

En relación con la conciencia, durante el análisis de la producción espiritual, Vladimir. I. Tolstyj (1989) relaciona su surgimiento con la circunstancia de la observación a sí mismo del individuo, desde fuera con los ojos de los Otros, de la comparación de las acciones individuales con las acciones de otro hombre en los marcos de la actividad vital realizada en conjunto. Y sentencia que las causas de uno u otro carácter del desarrollo de la actividad tanto material como espiritual, hay que buscarlas en el sistema real de las relaciones sociales.

Por tanto, la identidad en la práctica se relaciona con el surgimiento de la conciencia, porque posibilita el reconocimiento del Otro – o de los Otros - en un sistema real, de conjunto, de relaciones sociales de producción material y espiritual.

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Es por ello, que Alonso (1997) considera que en este descubrir y crear, la identidad se perfila como autoconocimiento individual y colectivo, que en mi opinión se corresponde con la relación de los actores de la comunicación Ego y Alter, planteada por Serrano (1982) tanto en el ámbito personal como colectivo.

Coincidente con Alonso (1997), Enrique Ubieta Gómez (1993) desarrolla la idea acerca de que la identidad, como camino hacia la individualidad de una cultura, acentúa el énfasis y la autoconciencia de esa individualidad, y que se presenta también como camino hacia la integración de una colectividad, que a su juicio se manifiesta como autoconciencia de una determinada pertenencia a la totalidad.

Con fundamento en esta idea, este autor llega a afirmar que la identidad desde la perspectiva psicológica o sociológica, es el resultado cambiante de un proceso nunca concluso, histórico o biográfico de autorreconocimiento.

En este autorreconocimiento tiene una función muy importante la comunicación. Tal es así, que Piñuel (2006) llama la atención hacia la circunstancia de que la comunicación es responsable de que existan comportamientos sociales capaces de edificar identidades colectivas que movilizan actitudes y creencias activadas, las cuales dependen de los escenarios sociales que la práctica de la comunicación edifica y de las representaciones colectivas sobre el acontecer del entorno. Tales consideraciones, por relacionar la comunicación y la edificación de identidades, contribuyen a fundamentar mi tesis sobre la sinergia entre las prácticas comunicativas e identitarias.

Esta relación entre comunicación e identidad es también evidenciada por Ubieta Gómez cuando afirma:

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Ser es la primera condición para pertenecer –; la destrucción de ciertas totalidades opresoras – por ejemplo, el eurocentrismo y el criollocentrismo – constituye la premisa necesaria para la construcción de una nueva y más amplia totalidad que nos integre. Tal es el sentido de la obra de Fernando Ortiz, por ejemplo, y de Leopoldo Zea. Por esto también la búsqueda de la identidad en nuestro contexto tiene un carácter histórico: no se trata de una definición estática, diferenciadora, no se busca una identidad de realidades, sino una identidad de sentidos. (Ubieta Gómez, 1993, p. 114).

Identidad, que en mi apreciación, resulta posible desde la totalidad que crea la comunicación humana como ese proceso de producción de sentido.

La consideración de Alonso (1997) acerca de que por los valores se orienta el actuar humano, y que de ellos depende la significación de cada obra humana, porque configuran la dimensión existencial de nuestro ser, sustenta en mi opinión, la necesidad del análisis axiológico de las prácticas comunicativas e identitarias, y a cuya importancia me referí con anterioridad.

La razón para defender este punto de vista, que relaciona axiología, comunicación e identidad, radica en que como esta misma autora apunta, al repensar la identidad desde las múltiples relaciones que la generan, el pensamiento axiológico articula de manera progresiva el referente de significación con sentido histórico y cultural. Este proceso de creación de nuevos referentes valorativos, se establece como fundamento constructivo e integrador de la identidad.

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Teniendo en cuenta lo expuesto hasta aquí, intentaré desde el punto de vista teórico y metodológico ofrecer una aproximación a las prácticas comunicativas e identitarias.

Por prácticas comunicativas, propongo que se entienda el intercambio simbólico que implica la redistribución, la reproducción y a su vez el consumo de sentido entre personas y grupos humanos a través de todas las formas de lenguaje articulado, conocimientos e instrumentos, en la interacción de ecosistemas en su condición de componentes de una formación sociocultural.

En cuanto a las prácticas identitarias, las identifico en el comportamiento y la conducta de las personas y los grupos humanos a los cuales ellas pertenecen, durante la reproducción del sentido que para ellos poseen todas sus creaciones materiales y espirituales en una formación sociocultural, y que van conformando como cultura, por la acumulación y la reiteración en el transcurso del proceso de la evolución sociocultural, las semejanzas y diferencias que hacen posible la distinción y el reconocimiento, rasgos esenciales de estas prácticas.

Las prácticas comunicativas e identitarias en el contexto de la comunicación mediada por computadoras (CMC).

El hecho de que la identidad digital constituye en la actualidad un concepto en construcción, condiciona como, señala Lucas Fernández (2010), que no existe consenso acerca de la correcta denominación para la identidad de una persona – y yo agregaría también de grupos humanos – en el ciberespacio.

Resulta interesante la propuesta de este autor en la aproximación teórica a lo que intenta denominarse, e incluso

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identificarse, como Yo-Online, identidad virtual, identidad 2.0, e-identidad o identidad digital.

En una aproximación durante la búsqueda de consenso sobre la identidad en la Red, Fernández (2010) propone dos ejes de análisis: la identidad virtual y la identidad digital, principalmente por la fértil distinción que presentan, según él, entre sí. Denominaciones como identidad 2.0, en su valoración, resultan coyunturales, por estar vinculadas a un estadio en el desarrollo de la World Wide Web (WWW), cuando lo que se busca es la identificación de un término factible de acompañar la evolución de estas identidades a lo largo de la historia.

Este reconocimiento de la evolución contribuye en alguna medida a reforzar lo acertado de la visión de evolución sociocultural propuesta por Ribeiro (1992), y que he asumido para el análisis de las prácticas comunicativas e identitarias, ahora en el contexto web.

Aunque la denominación Yo-online, en opinión de Fernández (2010) parece ajustarse más al análisis psicológico de la persona – sigo insistiendo que también puede ser un grupo, varios o una institución – para el análisis de los ejes de la identidad virtual y digital.

Cuestión de gran trascendencia teórica y metodológica resulta el reconocimiento por este autor de la objetividad del ciberespacio, que implica afirmar que se encuentra fuera del sujeto y forma parte de la realidad material y real que lo constituye y refleja.

En cuanto a la mediación de la tecnología a la cual he venido haciendo referencia, presente en casi la totalidad de toda comunicación humana, se representa en este contexto de Red, de acuerdo con Fernández (2010), por la interfaz de dispositivos

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tecnológicos, siendo, en mi opinión, la computadora en Red el dispositivo más distintivo de este sistema, y en el cual identifico la dimensión tecnológica de la comunicación mediada por computadoras (CMC).

Tomando como universo de referencia a estos dispositivos, Fernández (2010) identifica dos niveles de interfaces: uno, material, constituida por los dispositivos periféricos de la computadora: mouse, teclado, etc.; y otro, virtual, que se corresponde con el diseño, la programación y los entornos, a través de los cuales se interactúa con los programas, sistemas operativos y sitios Web.

El Yo-Online, que para Fernández (2010) continúa siendo la persona interactuando en el plano virtual, constituye la proyección del Yo en el ciberespacio con muchas equivalencias entre lo que el sujeto hace en su entorno material, real, analógico y lo que hace en ciberespacio. Pero a pesar de esas muchas equivalencias, la identidad real de las personas en toda su diversidad, difiere de la identidad digital no solo ontológicamente al constituir la base de ésta, sino también por la magnitud de intercambio y formas de manifestarse.

En la búsqueda de equivalencias, Fernández (2010) propone el criterio de comunidad de uso frecuente del sujeto en su condición de usuario de la Red, para comenzar a considerar a partir de la identidad digital, la construcción de la identidad virtual, que va conformando el perfil del usuario y el segundo nivel del Yo-online (Figura no.3).

Este autor llama la atención hacia el imperativo de que la identidad virtual, de primer nivel del Yo-online, no se manifiesta de manera unívoca, porque la persona puede iniciar distintas sesiones con diferentes nombres de usuarios y contraseñas, y además reflejar distintas formas de ser y actuar en cada uno de los sitios en los que

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inicia sesión. A esto se adiciona, que no resulta fácil corroborar la identidad de la persona debido a que la regulación de las redes tiende a ser comercial, plasmada en bases y condiciones que están dirigidas más a usuarios que a personas.

La identidad digital, en cambio se manifiesta más unívoca, porque es adquirida por una persona desde un sistema que le reconoce, por la permanencia, la identidad, y garantiza su recuperación en caso de robo o atentado. No se concentra en cada comunidad o red social, en cada plataforma o sitio, sino en el sujeto. En la tendencia a ser unívoca, la identidad digital hace que una persona pueda autenticarse a lo largo de diversas plataformas con un único nombre de usuario y una única contraseña. También permite que el usuario pueda centralizar en su perfil su accionar a lo largo de las diversas plataformas de un sistema.

Figura 3. Yo on-line. Fuente: elaboración propia

Con el objetivo de facilitar el estudio de la identidad en la Red, Maylin Medina Rodríguez (2007) divide la categoría de prácticas

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comunicativas en tres subcategorías: la primera, construcción de la identificación virtual; la segunda, ciberlenguaje; y la tercera, factores mediadores de las prácticas comunicativas.

En la construcción de la identificación visual tiene en cuenta la firma, el avatar y el apodo, así como la información que aporta el participante sobre sí mismo.

Referido al ciberlenguaje

Aspectos del lenguaje que surgen en la construcción de un lenguaje natural para comunicarse en Internet (Baron, 2002, p.3). Se consideran los rasgos oralizantes en el lenguaje, infantilismo, supresión de sílabas átonas, asimilaciones fonéticas, hipertrofia y atrofia gráficas, omisión de grafías mudas, juegos de palabras, flexión léxica de palabras invariables, utilización de emoticones, presencia de la palabra comunidad en los mensajes, otros términos utilizados para referirse a la comunidad, empleo de la primera persona del plural para referirse a la comunidad, nivel de formalidad o informalidad en los mensajes, disculpas ofrecidas, fórmulas de cortesía, expresiones de seguimiento de la conversación, errores ortográficos y gramaticales, símbolos compartidos, flaming, abreviaturas, palabras en inglés.

En cuanto a los factores mediadores de las prácticas comunicativas mediadas por computadoras se tiene en cuenta la ritualidad, la institucionalidad, la tecnicidad y la socialidad.

En la investigación de Medina Rodríguez (2007) se analizan las cuatro mediaciones propuestas: la socialidad, institucionalidad, ritualidad y tecnicidad. Por constituir: aquellos lugares de los que provienen las constricciones que delimitan y configuran la

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materialidad social y la expresividad cultural de los medios (Martin Barbero, 1987, p. 233).

El enfoque, perspectiva o categoría central que he asumido con el reconocimiento de la práctica en su cualidad de universo de acciones humanas, se confirma cuando Echeverría (2008) destaca que el proceso de apropiación personal y colectiva de lo que él denomina «sistema tecnológico TIC» se manifiesta en la práctica, la cual identifica como la vida cotidiana. Y se logra, en su opinión, en la medida que dichas herramientas se incorporen a las acciones humanas, que representa en su conjunto la práctica.

Resulta posible la reflexión acerca del nexo entre el proceso de apropiación y la reproducción de la identidad digital si reconocemos, como lo hace María Isabel Neüman de Sega (2012), que la apropiación implica asimilación, recepción activa, y aquí es mi intención significar la presencia de las prácticas comunicativas mediadas por computadora que esta autora considera con base en un código distinto y propio, de lo cual se infiere la manifestación en ellas de las prácticas de identidad digital.

La producción de la apropiación, enfoque que considero adecuado porque significa el universo de lo humano, Lucia Rodríguez García (2011), haciendo referencia Delia Crovi (2007), lo reconoce en la actividad que se lleva a cabo con las TIC.

La participación, Rodríguez García (2011) la entiende en su sentido más amplio, de tal manera que para ser parte de o tomar parte en, a su juicio, no es suficiente con un uso de herramientas ajenas de forma parcial sin que éstas representen una herramienta propia y central para el alcance de los objetivos, que destaca en un contexto organizacional, de relevancia a mi juicio, porque no resulta habitual o al menos incipiente.

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Neüman de Sega (2012) considera que un elemento a tomar en cuenta en la construcción de la apropiación como categoría, es esa especie de filtro que se establece entre quienes consumen la información, porque como significa esta autora, lo que se apropia llega al nuevo usuario transitando por proceso de re-codificación, donde el nuevo código proviene del que se apropia, con su comprensión; y refiere que lo que Alejandro Moreno (1995) denomina episteme alterna, se apropia con la recodificación desde su otredad, y esto sin duda tiene, desde la otredad, una connotación identitaria.

En cuanto a la mediación de la tecnología en este contexto, Carmen Gómez Mont (2012) enfatiza que en el proceso de lo que Livingstone (2006) identifica como construcción social de una tecnología, reconoce principios que tienen que ver con la innovación y la diversidad de un grupo social durante el proceso de apropiación de esa tecnología.

Y destaca que cada grupo social comprende de manera diferente el uso de la tecnología, lo cual constituye un principio para percibir las orientaciones que puede tener una tecnología, como es el caso de las comunidades indígenas de México.

La creación de sitios Web por estas comunidades, apunta Gómez Mont (2012), ha desarrollado estrategias muy particulares en los usos de las tecnologías, por lo cual, en su opinión, la identidad se convierte en un eje primordial de la sociedad del conocimiento.

Estos sitios están conectados a través de Internet y la telefonía celular, es decir componentes del sistema tecnológico TIC, a pueblos indígenas que habían estado sin contacto desde la Colonia, y han fortalecido redes de intercambio de información sobre temas de interés común, articulando movimientos sociales

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en la lucha por la autonomía de sus territorios y de sus gobiernos, dentro de las diferentes naciones que habitan.

Y refiere el portal indígena que se constituyó el 9 de agosto de 2009 bajo el amparo de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, a fin de ser ellos quienes diseñen, estructuren y organicen la información, de acuerdo con sus propias cosmovisiones. En tal sentido, quisiera destacar la sinergia, la colaboración e interdependencia que se establece aquí entre prácticas comunicativas, identitarias y prácticas comunicativas mediadas pos computadora e identidad digital.

En la apreciación de Gómez Mont (2012) el uso social de la tecnología está conformado por prácticas sociales, cuya repetición la convierte en norma en los marcos de una cultura determinada, atribuyéndole con esta repetición, un entendimiento como “naturales”, y en mi opinión, un entendimiento además de identidad, que se refuerza con la observación de esta autora de que los usos sociales conforman patrones de usos de individuos o colectivos que se muestran relativamente estabilizados.

Por tanto, de acuerdo con esta autora, y siguiendo a Josiane Joüet (2000), la apropiación es un proceso, de constituirse en sí, y como destaca, el término se sigue utilizando en ciencias de la comunicación para explicar el proceso de interiorización progresiva de competencias técnicas y cognitivas de individuos y grupos que manejan cotidianamente las TIC.

Ignacio Siles González (2004) plantea que el modelo de apropiación define el uso de una tecnología como un acto de creación, invención y producción, que se ejecuta por medio de tácticas y estrategias precisas.

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Es decir, este autor destaca la creatividad cultural de los usuarios en el proceso de apropiación, manifiesto en las formas en que esos usuarios utilizan un producto en forma alternativa y diferente a aquellos usos esperados por sus productores.

A la vez llama la atención hacia las nociones «uso» y «utilización» de la tecnología que emplean Philip Breton y Serge Proulx (2002). El concepto de «utilización», refiere, ha servido como axioma a una tradición de investigación conocida como Human-Computer- Interaction [interacción-humano-computadora], que reúne trabajos de ergonomía, ciencias cognitivas, psicología, diseño de interfaces y educación, entre otros.

La «utilización» se produce, a su juicio, en el momento mismo en que el usuario interactúa con la tecnología, y el objetivo primordial de investigación de esta perspectiva, considera que es identificar las tendencias de comportamiento del usuario ante esta interacción. Por otra parte, el término «uso», en su opinión, remite a un contexto de análisis más amplio, donde el usuario de la tecnología es portador de una historia personal y social a la hora de usar cualquier técnica (Proulx, 2001). Y es éste, en mi opinión, el uso pertinente para el análisis de la identidad digital. Siles González (2004) en referencia a Proulx (2001), precisa que el «uso» antecede a la «apropiación»

El contexto de lo que se denomina identidad digital lo constituye la interacción virtual con el propósito de intercambiar información con los más diversos fines. Sin embargo el concepto de identidad digital está siendo muy cuestionado. José María Lezcano (2010), por ejemplo, considera que el concepto de identidad digital resulta erróneo, porque en primer lugar, la identidad digital sólo puede ser creada por una persona, con lo que rápidamente se comprende que sólo encontraría correspondencia con los datos

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generados por la persona, y ello será así siempre y cuando exista correspondencia entre el conjunto de datos en la red y los de una persona real.

En segundo lugar, estima que una persona sólo puede tener una identidad real; pero puede crear varias identidades digitales, dependiendo de la forma en que conforme el conjunto de datos en los diferentes ámbitos que habilitan las TIC (distintas redes sociales, foros, servicios de mail, etc.).

En tercer lugar, precisa que, mientras que la universalidad de datos que conforman la identidad real siempre encuentra correlato con una persona, existe la posibilidad de encontrar identidades digitales “vacías”, es decir, que no exista una persona física que se vincule realmente con esa universalidad.

No obstante, otros estudiosos como Aina Giones-Valls (2010) consideran que la construcción de una identidad digital en la Red, implica un aprendizaje, una actitud colaborativa y participativa en la cultura digital, expresada en el proceso de entender la tecnología y participar de ella, por lo que la asocia con la oportunidad para demostrar quiénes somos realmente y acercarnos a la gente con intereses o aficiones similares.

Y apunta que si bien es cierto que la propia identidad digital debería ser totalmente coherente con la identidad analógica, también es verdad que el entorno virtual puede ser el escenario idóneo para realizar algunas actividades concretas, como desarrollar una afición o encontrar contactos estratégicos para a una determinada actividad profesional.

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Conclusiones: acotaciones para investigaciones científicas.

La fundamentación, en primera instancia, de la sinergia entre prácticas comunicativas e identitarias como necesidad, responde a cierta tendencia de especialización en el conocimiento y la cultura que se manifiesta en la actualidad, y que si bien resulta pertinente durante el siglo XX cuando creció vertiginosamente la profundización en las esencias de los procesos y fenómenos de la realidad, y que en alguna medida continúa siendo aún acertada, demanda también su contraparte: la visión de totalidad, a partir de la cual se debe hacer notar, para no caer en posiciones que pudieran devenir en reaccionarias, que el mundo es sinérgico porque se halla en unidad y concatenación, las cuales están condicionadas en última instancia por su materialidad.

La comunicación humana que reproduce la identidad del hombre en su diversidad, al menos se ha tratado de fundamentar de manera iniciática en este ensayo, como expresiones sinérgicas en su interdependencia y complementación, porque la comunicación y la identidad existen realmente como prácticas, en acciones de la vida cotidiana y en todos los niveles y esferas que de ella se pueden representar.

Es por ello, que desde una exposición deductiva, al mover el discurso del ensayo de premisas generales, como lo es la categoría práctica con sus principales atributos, a premisas menos generales como son las prácticas comunicativas e identitarias, se intenta en ese marco lógico, fundamentar la sinergia entre ambas prácticas, que no es más que la demostración de la unidad estructural y funcional que existe entre ellas, y que resulta necesaria para cualquier estudio en este ámbito.

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Se asumen las ideas de Marx y de aquellos teóricos que le han dado continuidad, más allá de los ismos, para la fundamentación teórica de la sinergia entre las prácticas comunicativas e identitarias, porque el sistema que representa las ideas de Marx tiene correspondencia desde su condición teórica con las relaciones de la vida real, y ante todo, con los resultados de la ciencia de los últimos ciento cincuenta años, que han ido confirmando la validez sobre fundamentos materialistas de la función determinante del trabajo en la producción material y de todas las formas de producción que de ella se deriven, como nexo principal entre la naturaleza y la sociedad humana, que ha condicionado el surgimiento del lenguaje articulado y al mismo tiempo con él, la autoconciencia del hombre, que hizo posible también al unísono comunicarse entre unos y otros.

En la diferencia que implica unos y otros, fue posible establecer acuerdos mediante la reproducción de sentido, del entendimiento que propicia la comunicación humana, lo cual a su vez instantáneamente condicionó e hizo realidad la posibilidad de identificarse y reconocerse.

Los argumentos para la fundamentación de la sinergia entre prácticas comunicativas e identitarias se inician, una vez analizadas las exigencias universales de la categoría práctica, en los aportes más recientes de los clásicos de la teoría de la comunicación.

Las categorías de Ego y Alter, aportada por esta teoría en su relación recíproca de funciones y representación, resultan tan propias de la comunicación como de la identidad, porque constituyen las condiciones primarias para que exista la interacción, estructura básica para la comunicación y el discernimiento entre diferencias y semejanzas, que hacen posible la identidad en la diferencia que entre ellos media.

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A la sinergia entre prácticas comunicativas e identitarias contribuye el enfoque sociocultural, que desde una perspectiva de la evolución propia del hombre, hace posible entender cómo han transitado esas funciones y representaciones de la interacción práctica, hasta llegar a estados tan complejos y recientes como lo son las prácticas comunicativas mediadas por computadoras en Red y la identidad digital que desde las particularidades de esas prácticas se reproduce.

La influencia en sistema junto a otros factores de la tecnología en la evolución sociocultural, permite evidenciar esa condición de homo faber del hombre desde sus inicios como humanidad.

Porque al multiplicarse en número como especie, necesitó ampliar los medios para comunicarse y para que se le reconociera distintivamente entre la masa que representaba la reproducción numérica del género, por lo que apoyándose en herramientas amplificadoras de la comunicación y también de la identidad, desarrolló la tecnología no solo en forma de esas herramientas, sino también en forma de experiencia y conocimiento aplicados a ellas, así como los modos de organizarla.

Como puede apreciarse, la tecnología constituye una mediación entre las prácticas comunicativas e identitarias, que por su universalidad y su génesis desde el origen del hombre, contribuye como categoría a fundamentar la sinergia entre prácticas comunicativas e identitarias, y porque la tecnología conforma un componente común en esa interdependencia entre comunicación e identidad, expresada a partir de los usos tecnológicos, que posibilita no solo reproducir sentido, sino además, teniendo en cuenta las particularidades de esos usos, identificar las diferencias que cada cultura le imprime.

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Pero no es solo la tecnología la que media entre las prácticas comunicativas e identitarias. En sistema junto a la tecnología, es posible destacar en la evolución sociocultural, la impronta de las características de la región, las cuales no son solo físico-geográficas sino también culturales y que conforma un concepto que también se enriquece como representación en la evolución sociocultural.

Es de significar, a su vez, el condicionamiento mutuo entre tecnología y región, principalmente en las particularidades de los usos de la tecnología que están influenciadas por las características del entorno.

La perspectiva de la evolución sociocultural, de la cual emana el enfoque histórico que se designa por la categoría formación sociocultural, muestra la secuencia de cómo las prácticas comunicativas e identitarias sinérgicamente desde los orígenes hasta la actualidad, conforman una continuidad de estados en que cada una de ellas se ha ido enriqueciendo e incorporando nuevas propiedades y exigencias.

Sólo desde esta perspectiva resulta posible entender y explicar en el universo de la CMC, cómo aquellas tecnologías entre las cuales se encuentran la escritura, la electrónica, las telecomunicaciones y la cibernética, entre otras, se han ido fusionando por una necesidad de la civilización, para crear esa realidad virtual y cómo en correspondencia se reproduce la identidad digital de las personas y los grupos humanos.

El hecho de que las prácticas comunicativas mediadas por computadoras y la identidad digital “nieguen” a las prácticas comunicativas del mundo real y a la diversidad de la identidad humana, porque difieren en forma y ámbitos, categorías como las de práctica, evolución sociocultural, formación sociocultural

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y el enfoque de totalidad y de sinergia que de ellas se proyecta, imposibilitan los intentos de establecer «abismos» entre las prácticas comunicativas e identitarias que acontecen en el mundo real, analógico, físico o como se le quiera llamar, y aquellas prácticas que acontecen en el mundo virtual, cuya referencia, en última instancia están en esas prácticas del mundo real.

Porque existe unidad, sinergia a través de la práctica entre comunicación e identidad humanas, entre mundo físico y virtual, que los usos de la tecnologías y las influencias del contextos de cada una de las regiones, insisto, se encargan de atestiguar. Resta sólo inquietar al lector, desde el presente ensayo, en torno de la hibridez entre «mundo real» y «mundo virtual», que a pasos agigantados se hace cada vez mayor en la actual civilización, ante el temor de algunos en que la humanidad pase definitivamente a la virtualidad.

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Modelo para la inclusión digitalde adultos en telecentros

Ana Isabel Zermeño Flores, Rosa María Alonzo Gonzálezy Félix Rogelio Flores

Resumen

El objeto del presente estudio es proponer un modelo para la inclusión digital de adultos desde plataformas de acceso público a Internet como son los telecentros. El modelo se ilustra a través de un sistema de coordenadas, en las que un vector con dirección ascendente y desplazamiento ondulante, indica la inclusión digital en concordancia con la inclusión social (ID ≡ IS); la fuerza del vector inicia con el acceso a la conectividad y no tiene punto final porque supone y aspira al aprendizaje continuo. Se asume que al aparecer nuevas tecnologías en el escenario social, se requiere adoptar diferentes usos y adquirir conocimientos, que permitan una apropiación por parte del adulto.

El marco de referencia del modelo es la perspectiva del Desarrollo Humano, desde la que se debate la pertinencia de la ‘inclusión digital’ como alternativa al concepto de ‘brecha digital’, superando así el determinismo tecnológico, enfocando el estudio en la discusión de los niveles diferenciados de la inclusión digital y el papel mediador de los capitales (económico, cultural y social) en la formación de competencias y compromisos de las personas con las TIC. Se analizan las condiciones de exclusión digital de la población adulta, particularmente en el contexto mexicano.

Palabras clave: inclusión digital, inclusión social, adultos, telecentros, centros comunitarios digitales.

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Introducción

A 22 años del surgimiento de la World Wide Web y la consecuente masificación de Internet (Arunachalam, 2005); así como la creciente inversión en infraestructura de telecomunicaciones (Gartner, 2013), solo la tercera parte de la población mundial está conectada (IWS). Ante esta realidad, cabe preguntarse ¿quiénes conforman esas dos terceras partes de los ‘no conectados’?, ¿dónde están?, ¿cuáles son las razones de la ‘exclusión’?, ¿qué debería hacerse para cerrar la brecha?, ¿debería hacerse algo?, ¿por qué?, y si debería hacerse, ¿quiénes deberían hacerlo? y ¿cómo?

Estudios recientes coinciden en que el perfil del usuario preferente de Internet es hombre, joven, urbano, con mayor educación y con recursos económicos (AMIPCI, 2013; ONTSI, 2013; Sey y Fellows, 2009). Por lo tanto, los grupos sociales en desventaja son mujeres, adultos/as, indígenas, avecindados/as en zonas rurales, sin o con educación precaria, escasos recursos económicos y con alguna discapacidad (Parsons y Hick, 2008).

Aún cuando coincidimos con Selwyn (2004), en que usar las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) es una prerrogativa de las personas y que el ‘no acceso’ no debería tomarse automáticamente como una condición de marginalidad, pues el sujeto tiene libertad para decidir ‘usar’ o no estas tecnologías; lo cierto es que, en términos generales los excluidos digitales tienen una alta coincidencia con los excluidos sociales.

Peor aún, la brecha digital está interactuando de alguna manera con brechas ya existentes en grupos marginados y esta disparidad es más alarmante dada la presencia de las TIC en todos los ámbitos de la sociedad (Castells, 2001).

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Desde concepciones como ‘sociedad de la información y el conocimiento’ (Burch, 2005), ‘sociedad red’ (Castells, 2001), ‘economías del conocimiento’ y ‘economías globalizadas’, se asume que la información y el conocimiento son recursos estratégicos para la dinámica productiva actual y que el mayor caudal de información circula por las TIC, especialmente por Internet.

En este tipo de sociedad, decrecen los empleos asociados a la producción de productos tangibles (relacionados a la mano de obra y producción industrial) y se incrementan los empleos intelectuales vinculados a la generación, almacenamiento, procesamiento y circulación de todo tipo de información (Drucker, 1993; Machlup, 1962; Masuda, 1984). Bradbrook y Fisher (citados por Parsons y Hick, 2008) reportan que el uso de las TIC ahora es reconocido como la tercera habilidad básica para la vida, después de la alfabetización de lecto-escritura y la aritmética. Desde esta lógica se corre el riesgo de entender que la esperanza de superar el estancamiento social toma un rostro, el de las TIC.

Frente a estos cuestionamientos, Selwyn (2004) critica los argumentos de estudiosos como Castells y Reich, a quienes acusa de colaborar en la construcción de una lógica binaria de inclusión-exclusión al colocar a las TIC como medida de progreso. De tal suerte que no tener acceso a éstas se asume como desventaja social, lo que invisibiliza la posibilidad electiva del sujeto de usarlas o no y además, genera miopía en la resolución del problema verdaderamente significativo: ¿cómo la inclusión digital puede promover la inclusión social de poblaciones que padecen desigualdades económicas, sociales y culturales?

Este trabajo busca responder a esta cuestión proponiendo un modelo de inclusión digital para adultos excluidos desde una perspectiva del desarrollo humano (IDH), aprovechando la

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infraestructura de telecentros y puntos de acceso público a Internet con disponibilidad de computadoras. Para lograrlo, se discute un marco de referencia sobre la perspectiva de la ‘inclusión digital’ versus la ‘brecha digital’, la necesidad de asumir niveles diferenciados en la inclusión digital y el papel mediador del capital económico, cultural y social en la formación de competencias y compromisos de las personas con las TIC; se analizan las condiciones de exclusión digital de la población adulta, particularmente en México; finalmente, se realiza una revisión general de experiencias de países en América Latina sobre inclusión digital.

El modelo propuesto tiene sus antecedentes en dos experiencias de investigación práctica realizados por Agorante, grupo de investigación en sociedad y tecnología de la Universidad de Colima: Enrédate, tecnologías comunitarias (Zermeño, et al.,) y la evaluación de la Campaña Nacional de Inclusión Digital Vasconcelos 2.0 (Agorante, 2013).

De la inclusión digital a la inclusión social

El marco teórico que sustenta el modelo IDH para adultos, encuentra resonancia en las recomendaciones de Selwyn (2004) para integrar a los estudios y programas relativos a la brecha digital, una comprensión más sofisticada sobre el tema que distinga etapas jerárquicas en la inclusión digital y tome en cuenta la mediación de formas económicas, culturales y sociales del capital desde una perspectiva de Bourdieu. Así mismo, en concordancia con la postura de Warschauer (2003) se asume la perspectiva de la ‘inclusión digital’, como sustento del modelo propuesto, para avanzar en la ‘inclusión social’.

El concepto ‘inclusión digital’ surge con la pretensión de superar el reduccionismo bipolar del término ‘brecha digital’ que es

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una de las primeras nociones con la que se describe el acceso a las TIC. Para entender el primer concepto se presenta a grandes rasgos los antecedentes del segundo, detectando que aunque la autoría del término no está claramente identificada, en todos los casos su origen remite al contraste entre los ‘conectados’ y ‘no conectados’ a la tecnología, lo que engendra el problema del determinismo tecnológico.

Antecedente, la brecha digital

Según Peña López (2007), el término ‘brecha digital’ fue acuñado por Simon Moores en 1996, cuando éste hacía referencia a la desigual adopción de las TIC entre los estratos sociales en los países ricos y pronto se extendió su uso para indicar desequilibrios entre los diferentes países, no sólo entre dichos estratos.

Por su parte, Parsons y Hick (2008) defienden que la primera vez que se utilizó esta expresión fue en el informe de la Administración Nacional de Telecomunicaciones e Información (NTIA, por sus siglas en inglés) de 1998, Falling Through The Net II: New Data on the Digital Divide, en este estudio se reporta la penetración del teléfono y el ordenador, así como la expansión del uso del correo electrónico en grupos de población de bajos ingresos, minorías étnicas, mujeres y ancianos, entre otros.

Varios autores reconocen a Lloyd Morrisett, fundador del Taller de Plaza Sésamo y luego presidente de la Fundación Markle, como el padre del concepto ‘brecha digital’ quien en 1996 lo utiliza para describir el abismo que separa a los ‘ricos en información’ que generalmente tienen niveles de educación más altos, de los que ‘no tienen información’ (Eubanks, 2007; Hoffman y Novak, 1998).

Kemly Camacho (2005) ubica los orígenes del término

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entre los años 60-70 del siglo veinte cuando se genera una visión de la tecnología como medida de progreso y se considera que los países ricos transfieren tecnología a los países pobres para lograr su desarrollo. Agrega esta autora, que pocos años después, con el auge de la informática, la UNESCO promueve el desarrollo de esta disciplina en América Latina para cerrar las brechas con los países ricos y subraya que es desde la informática que se construye el discurso sobre la brecha digital y no, como podría suponerse, desde la expansión de Internet. Se asumió que la experiencia de los países industrializados probaba que la informática, concebida desde el progreso, podía acelerar el desarrollo de las sociedades (UNESCO-IBI,1978).

Las discusiones desde la academia y los organismos internacionales comienzan a abrirse. En la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información del 2003, se exhorta a los países ricos a solidarizarse con los países pobres para cerrar la brecha digital y más tarde, la UIT organiza en el 2006 el evento “Building digital bridges” donde se plantean aspectos de la brecha digital que mueven el enfoque hasta entonces dominante centrado solo en el ‘acceso a’ las TIC. Si bien hay un ajuste en la mirada que admite integrar en la ecuación el ‘uso de’ las TIC y la ‘calidad del uso’, lo cierto es que la UIT continúa acentuando el acceso formal por sobre el acceso efectivo a las TIC (Camacho, 2005), como se evidencia en las mediciones para el e-readinees (disponibilidad de computadoras, densidad telefónica y velocidad de acceso por persona).

Con el ánimo de cerrar la brecha digital los países, encabezados por los industrializados, integran en sus agendas políticas no sólo el discurso del cierre de brechas, sino que además, refieren el despliegue de las autopistas de la información. No obstante, pese a la inversión en el acceso tecnológico las brechas no sólo continúan sino que se acrecientan. La investigación ha

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demostrado que los niveles existentes de pobreza y desventaja se han exacerbado, creando lo que algunos llaman ‘exclusión digital’. Como puede observarse, la noción de brecha digital surge del mundo de las tecnologías de información, mientras que inclusión digital se adopta del campo del desarrollo social y encuentra resonancia en el marco de los derechos humanos, haciendo que se tome como un nuevo derecho humano (López López y Samek, 2009); considerado para algunos dentro de la tercera generación, la cual de acuerdo a Gómez Sánchez (2004) es una generación producto de una evolución social, ,científica y técnica, denominada como ‘derechos de solidaridad’, mismos que se dividen en tres bloques, en los que se ubica a los derechos derivados de las nuevas tecnologías de la comunicación e información, que incluirían el derecho a la inclusión digital. Otros autores (Bustamante Donas, 2010) los vinculan con los derechos de cuarta generación, en los que su núcleo es la expansión de la ciudadanía digital que implica el disfrute amplio para todos de los beneficios vinculados a una sociedad global con libre acceso al uso de la información y el conocimiento.

La intención de estos derechos humanos es el impulsar una sociedad de la información y el conocimiento (SIC), la cual, como lo refieren Raúl Bernal-Meza y Gustavo Alberto Macero (2007) es “un estadío del desarrollo social caracterizado por la capacidad de sus miembros para obtener y compartir cualquier información, instantáneamente, desde cualquier lugar y bajo diversas formas” (p.93), es decir, una sociedad con igualdad y libertad de acceso a la información facilitada por las TIC.

Dejar atrás la brecha digital y avanzar hacia la inclusión

Según Warschauer (2003) el enfoque de la ‘inclusión social’ replantea las prioridades que se discuten desde la ‘brecha digital’, desplazando el proveer equipamiento tecnológico para atender

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los desafíos del desarrollo social a través de la integración efectiva de las TIC en comunidades, instituciones y sociedades. Lo más importante no debería ser la disponibilidad física de la tecnología sino las capacidades de las personas para usarlas en prácticas sociales significativas, lo que sin duda se vincula con posibilidades reales de inclusión social. Esta relación conceptual nos lleva a definir este último concepto por contraposición al de exclusión social, entendiéndolo como una manifestación recurrente de patrones en que determinados grupos sociales quedan sin acceso efectivo a bienes, servicios y recursos asociados con la ciudadanía (Parsons y Hick, 2008). Se trata de grupos históricamente marginados vinculados a condiciones diferenciadas como la pobreza, racismo, pertenencia a clase social, género y discapacidad. En este escenario, el reto está en no trasladar las diferencias sociales preexistentes a la Sociedad de la Información y el Conocimiento, menos aún exacerbarlas.

Para la presente propuesta, se adoptan las oportunidades de comprensión y acción que brinda el enfoque de la inclusión digital por sobre el de la brecha digital y se reflexiona sobre las siguientes consideraciones:

Aspecto semántico. Para quienes realizan mediciones sobre cuántos tienen o no acceso a las TIC, el concepto brecha digital resulta operativo; sin embargo, para quienes buscan conocer o intervenir en el cambio social identificando el papel que las TIC pueden jugar, esta noción deviene reducida al obviar la complejidad del problema. La palabra misma alude a la distancia considerada entre determinados puntos, es una visión fija de una realidad que puede ser acotada, de ahí su utilidad en los indicadores; además, es un término que etiqueta la posición desventajosa del sujeto. Por el contrario, el concepto de inclusión digital remite al proceso, a la acción y efecto de incluir; favorece la imagen de movimiento, significando el avance

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hacia una sociedad inclusiva. Como señalan Pearpoint y Forest para la comprensión de las aulas inclusivas en el prólogo del libro Aulas inclusivas.

La inclusión es más que un método, una filosofía o un programa de investigación. Es una forma de vivir. Tiene que ver con el “vivir juntos”, con la “acogida al extraño” y con volver a ser todos uno […] Creemos simplemente que la inclusión es una forma mejor de vivir. Es lo opuesto a la segregación y el apartheid. La “inclusión” determina dónde vivimos, recibimos educación, trabajamos y jugamos. Tiene que ver con el cambio de nuestros corazones y valores. La inclusión significa acoger a todos (Stainback y Stainback, 2007).

Aspecto ético. Asumir el desafío de la transformación social implica generar explicaciones y proponer soluciones desde una perspectiva más compleja que favorezca la participación equitativa de las personas y disminuya la exclusión social.1 Aunque el enfoque de la inclusión/exclusión surge en Europa, en el marco de la crisis económica y el quiebre del sistema de bienestar que se da a principios de la década de 1980, pronto hace eco en ámbitos diferentes al de la pobreza y la vida laboral. El enfoque de la inclusión encuentra un campo fértil de discusión y aplicación en el fenómeno emergente de las autopistas de la información y la economía del conocimiento (Parsons y Hick, 2008).

Una postura comprometida con la inclusión digital debe ver más allá de la dicotomía simplista del acceso formal a las TIC, más presente en la política y el mercado, también, necesita superar la superficialidad de ‘metodologías óptimas’ para cuantificar la brecha digital e identificar a los excluidos. Urgen marcos teóricos integrales

1 El término ‘exclusión social’ se lo adjudica René Lenoir quien lo acuñó para iden-tificar a grupos de población marginados en Francia (Sen, 2000).

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(Selwyn, 2004) y programas que observen y actúen en cuestiones específicas en un contexto local/global (Parsons y Hick, 2008). El papel de la academia en la configuración de esta nueva sociedad debe ser protagónico, articulado con las diferentes instituciones de gobierno, organizaciones de la sociedad civil, iniciativa privada y las comunidades; pero sobre todo, tiene la responsabilidad de colaborar a la construcción de una sociedad inclusiva y preguntarse qué pueden hacer las TIC para concretar esa utopía.

Asumir este nuevo paradigma es coherente en construir una sociedad donde los recursos de información y la generación de saberes sustenten no sólo la producción económica sino el acceso, disfrute y promoción de bienes y servicios asociados a la ciudadanía.

Los adultos, una población excluida

Alcanzar una sociedad inclusiva no es fácil, los grupos tradicionalmente excluidos siguen quedando fuera. Las TIC como cualquier otro producto o recurso siguen la tendencia de adoptar prácticas que mantienen la jerarquía del orden social, perpetuando las divisiones entre los distintos grupos sociales.

Historically, patterns of inequality are observed when new products, inventions and discoveries are placed in the market. As new products replaced or enhanced older communicative mediums, consumers living in poverty and or of visible minority status lagged further behind wealthier individuals. Education, knowledge, ownership and access are key factors that determine the levels of exclusion or inclusion in accessing and adopting new technology. The rapid advancement in electronic communication tools, resources, programs and capacities requires individuals to own or have access to the use of a

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computer, software and connection to Internet services (Parsons y Hick, 2008).2

Hay una tendencia generalizada que entre los grupos de población excluidos está la población adulta. La OFCOM (2010), reconocía que en el 2009, en todo el Reino Unido había unos 12,5 millones de personas inactivas en Internet y los niveles más bajos de acceso eran las personas mayores de 55 años. Estos datos resultan relevantes porque refieren a uno de los países con mayor índice de desarrollo de las TIC (ITU, 2012); lo que favorece confirmar, aunado a los resultados de estudios que se reportan adelante, la tendencia generacional de que los adultos son el grupo de población más rezagado en la adopción de las TIC. Aceptando por supuesto que las condiciones de vida de las personas marcan diferencias importantes; por lo que se reconoce que hay adultos que al gozar de mejores niveles de educación, ingresos y acceso, entre otros recursos, tienen una posición más privilegiada en la adopción y aprovechamiento de las TIC (Veenhof, Clermont y Sciadas, 2005).

En el mismo sentido, los resultados que arrojó el proyecto Pew Research Center’s Internet & American Life Project (2012), destacan que aún cuando en la última década es evidente el avance en el cierre de algunas brechas de conectividad gracias al aumento en la adopción de Internet, todavía algunos grupos de población se mantienen en desventajas digitales: uno de cada cinco adultos que radican en EUA no tienen acceso a Internet, principalmente jubilados, hablantes de español, con menor educación y que viven 2 Redacción propia: “Históricamente, se observan patrones de desigualdad cuan-do nuevos productos, inventos y descubrimientos entran al mercado. A medida que nuevos productos reemplazan o mejoran los viejos medios de comunicación, los con-sumidores que viven en la pobreza y/o en condición de minoría evidente, quedan aún más rezagados respecto a las personas más ricas. La educación, el conocimiento, la propiedad y el acceso son los factores clave que determinan los niveles de exclusión o inclusión en el acceso y adopción de nuevas tecnologías. El rápido avance en herra-mientas electrónicas de comunicación, recursos, programas y capacidades requiere individuos que posean o tengan acceso al uso de computadora, software y conexión a Internet” (Parsons y Hick, 2008).

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en familias que ganan menos de 30 mil dólares anuales. Además, casi el 50% de estos adultos alejados de Internet, nunca lo han usado, afirman que no lo consideran relevante para ellos y que en sus casas nadie usa esta tecnología.

Por otra parte, aproximadamente uno de cada cinco adultos dice conocer lo suficiente sobre tecnología para empezar a utilizar el Internet por su cuenta, y sólo uno de cada diez dijeron estar interesados en usar Internet o el correo electrónico a futuro (Zickuhr y Smith, 2012).

Lo interesante de este estudio es que en su primer reporte (Lenhart, 2000) encuentran que, guardados los porcentajes menores de penetración, la mitad de los adultos que en aquel entonces reportaron no usar Internet, también afirmaron no estar interesados en usarlo y no lo consideraban relevante.

Estos hallazgos permiten reflexionar, en concordancia con Selwyn (2004), la necesidad de tomar en cuenta en estudios sobre el tema: la decisión (libertad) de las personas de adoptar o no las TIC sin que esto implique per se su exclusión social; pero también, que son los adultos los más resistentes a la adopción de las innovaciones (Millward, 2003).

En México, la realidad sobre el acceso y uso de Internet en la población adulta tampoco es halagadora. La Encuesta sobre disponibilidad y uso de las tecnologías de información y comunicaciones en los hogares (ENDUTIH), publicada en 2013 con datos del 2012, reportó que cuatro de cada diez habitantes se declararon usuarios de computadora e Internet, mismos que fueron integrados en siete grupos de edades considerando a partir de los 6 años hasta más de 55 años (ver figura 1).

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Los datos muestran un ascenso entre los primeros dos grupos de usuarios, mientras que a partir del tercer grupo los datos descienden teniendo su mayor intervalo, de aproximadamente seis puntos porcentuales, entre el grupo de 25 a 34 años y el de 35 a 44 años (INEGI, 2013).

Lo anterior significa un cambio respecto a los datos del año anterior (ver figura 2), en el que los grupos descendían de manera constante con aproximadamente 4 puntos porcentuales entre ellos (INEGI, 2012). A reserva de realizar un análisis más puntual y de mayor alcance estadístico, los últimos datos nos alertan sobre la ampliación de la brecha digital intergeneracional, en lugar de la tendencia sostenida a la disminución que se observó en el año 2011.

Figura 1. Usuarios de computadora e Internet por grupos de edad en el 2012.

Fuente: INEGI 2013

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Figura 2. Usuarios de computadora e Internet por grupos de edad en el 2011.

Fuente: INEGI 2013

Lo que nos detallan las estadísticas es que la población adulta3 apenas alcanza el 24% de la población total que usa computadora e Internet en ambos años. Como se observa, el porcentaje va descendiendo conforme avanza la generación, siendo la generación de 55 años y más la de menor número de usuarios en México.

Por su parte, los tipos de uso que hacen estos usuarios dan luz sobre por qué la concentración se encuentra mayormente en los grupos de población más joven, si consideramos que los datos indican que el uso de Internet para la consulta de información es el que tiene mayor puntaje estadístico con un 62%, seguido muy de cerca por las actividades relacionadas con la comunicación personal (correo electrónico, chat, etc.) con un 61%, después está el uso como apoyo a las actividades escolares con un 31.6% y finalmente el uso

3 Para este estudio se retoman los datos de INEGI a partir de los 35 en adelante, correspondiente a los últimos tres grupos.

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para el entretenimiento (obtener películas, juegos, descarga de música, videos, software, etc.) con 28.3%.

La exclusión digital generacional responde a varios motivos. Se trata de una tendencia histórica y sistémica pero también individual. Aunque la población adulta al parecer se integra progresivamente a los usos de algunas tecnologías (INEGI, 2008a, 2008b, 2010, 2011, 2012) lo cierto es que la calidad del acceso y las formas de adopción o apropiación, continúan siendo un desafío.

Podría pensarse que esta ‘brecha’ se cerrará por el desplazamiento natural de las generaciones y que los nativos digitales irán sustituyendo a los migrantes digitales. Pero la validez de esta premisa tiene al menos dos contradicciones.

Por un lado, un buen porcentaje de adultos excluidos están en edad productiva y para que el desplazamiento generacional se complete deberemos esperar al menos 20 años, un tiempo sustancial para invertir en cambios sociales como para darnos el lujo de obviarlo; por otro lado, si comparamos el fenómeno en términos de la alfabetización, nos encontramos con la triste realidad de que en México, después de que se realizó la gran campaña de alfabetización de lecto-escritura hace 80 años con Vasconcelos, aún tenemos un rezago total en la materia del 38.5% (INEA, 2013).4

A esto ha de agregarse que no basta con saber leer y escribir, es necesario el uso efectivo de este conocimiento en la vida personal y productiva (Kalman, 2003).

Si bien hay diferentes estándares para definir quién es adulto, porque se mezclan variables de edad biológica y condicionantes culturales, 4 El rezago total educativo refiere a la población de 15 años y más sin educación básica. El INEA construye con datos del 2012, que el rezago educativo total corresponde a: 6.1% de analfabetas, 12.2% sin primaria terminada y el 20.2% sin secundaria terminada.

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para esta propuesta interesa la etapa en que las personas se integran al mercado laboral y forman su propia familia; es decir, cuando se entra a la vida productiva y reproductiva (Zermeño, et al., 2002).

Esta etapa impacta particularmente en las personas porque la nueva dinámica deja poco tiempo para el ocio, por lo que es más común que prevalezca la necesidad del descanso y/o algunas actividades sociales por sobre las formativas. Según el seguimiento a la calidad de vida en los países de la OCDE (2013), “En México la gente trabaja 2,250 horas al año, más que la mayoría de los habitantes de los países de la OCDE.” Respecto a la educación, el panorama tampoco es favorable; en el mismo estudio se indica que: “el 36% de los adultos entre 25 y 64 años han obtenido el equivalente de un título de educación secundaria, cifra mucho menor que el promedio de la OCDE de 74%”. En México, todavía es incipiente la cultura de formación para la vida; se asume que en la etapa de adulto se hacen cosas de adulto y el tiempo de estudiar queda atrás cuando se adopta el rol productivo y se construye un hogar.

Esta percepción es diferente en la etapa de adultez mayor porque si bien, se goza de más tiempo libre, también se tienen más resistencias. Estudios sostienen que en este grupo de población, el uso de Internet depende de la disponibilidad real y que, el análisis de sus habilidades digitales, hace emerger ciertas opiniones que denotan desinterés; por ejemplo, la idea de que las TIC son para los jóvenes (Millward, 2003). Esta percepción significa a largo plazo una actitud no favorable para la inclusión digital que debe tomarse en cuenta en el diseño de modelos con este propósito.

La penetración de las TIC en el sistema laboral nacional en general es precaria. Según las recomendaciones del informe Visión México 2020 (IMCO, 2006), urge entre otros cambios estructurales, la adopción de las TIC para elevar la competitividad en México pues

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éstas están estrechamente vinculadas a la cadena de generación de valor de las empresas modernas. Esto importa en el tema que nos ocupa porque es el contexto en el que los adultos trabajan y donde podrían adquirir competencias digitales. Pero esto no es así; pongamos de ejemplo la inversión de tecnología a nivel micro en el área turística, en los restaurantes de países ricos, los meseros levantan las comandas a través de tecnología digital para centralizar la información, automatizar la salida de facturas y los inventarios; en México, esta tarea se hace manualmente porque la mayoría de restaurantes son micro, pequeñas y medianas empresas familiares que no invierten en tecnología y capacitación (Zermeño y Schmidt, 2007).

Las personas adultas quedan entonces atrapadas en una formación educativa carente y en un empleo poco estimulante para desarrollar competencias que los impulsen a utilizar las TIC como medio para mejorar y acrecentar el acceso a bienes y servicios educativos, culturales y económicos; así como para fortalecer el tejido social y familiar. Todo esto que supone el derecho a participar plenamente en la sociedad para mejorar la calidad de vida (DESA, 2009).

Sin lugar a dudas, el miedo a la tecnología es un factor clave para su adopción. Por contraposición al nativo digital, que refiere a las generaciones cuyo proceso de formación-socialización está acompañado de tecnologías como Internet, computadoras, videojuegos, reproductores de música digital, cámaras de video, teléfonos celulares y muchos más juguetes y utillajes digitales (Prensky, 2001), la población adulta carece de dispositivos cognitivos desarrollados desde la infancia para entender, usar y producir recursos, prácticas e imaginarios vinculados a la tecnología. La desconfianza y ansiedad frente a las TIC es comprensible; además, muchas veces es enmascarada por desinterés como lo demuestra

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Millward (2003) cuando personas en la etapa de adultez mayor sienten humillación al ver que sus nietos de 5 años usan con naturalidad los dispositivos digitales.

Pese a estas limitantes y desventajas de la población adulta, Norris (2002) defiende que Internet es particularmente adecuado para las personas que están en adultez mayor porque tienen tiempo, pueden optar por abastecerse de alimentos a través de compras por Internet y tienen redes sociales que resultan motivantes para conectarse.

En un país como el nuestro, con tantos problemas económicos, donde la exclusión digital está estrechamente ligada a la exclusión social, el acceso a Internet y a ordenadores conectados para uso público y gratuito puede resultar beneficioso para favorecer el primer nivel de inclusión de esta población. Paralelamente a la conectividad, habrá que desarrollar estrategias para generar confianza, contenidos, capacidades, coordinación, colaboración y continuidad (Goraya, 2011) así como el compromiso con las TIC y usos productivos (Selwyn, 2004).

Telecentros, una alternativa para la inclusión digital

Frente al reto de poner las tecnologías en función del desarrollo social, en 2003, la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), organiza la primera Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información (CMSI) con la intención de que gobiernos nacionales, el sector privado, sociedad civil y Naciones Unidas encontraran acuerdos para disminuir la brecha digital porque convienen en el principio de que

todos puedan crear, consultar, utilizar y compartir la información y el conocimiento, para que las personas, las

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comunidades y los pueblos puedan emplear plenamente sus posibilidades en la promoción de su desarrollo sostenible y en la mejora de su calidad de vida [lo cual es posible si se garantiza para todos el] acceso universal, ubicuo, equitativo y asequible a la infraestructura y los servicios de las TIC [porque esto] constituye uno de los retos de la Sociedad de la Información y debe ser un objetivo de todas[sic] las partes interesadas que participan en su creación (ITU, 2004).

Tratando de cumplir con los compromisos contraídos, los Gobiernos nacionales adoptaron acciones específicas para cerrar la brecha digital en sus países. Entre ellas, destaca la creación de telecentros donde las personas, sobre todo las de escasos recursos, pueden de manera gratuita acceder a Internet, usar equipo de cómputo y habilitarse en el uso tales tecnologías. Esta medida ha tenido diferentes derroteros según los esfuerzos invertidos y las condiciones preexistentes en cada nación (Menou, et al., 2004).

Para la Red de redes de Telecentros LAC, un telecentro es un espacio público equipado con computadoras e Internet, principalmente, donde las personas aprenden a usar las TIC, pueden acceder a información, crear contenidos y comunicarse con otras personas. Aún cuando existen diferentes tipos de telecentros, su característica esencial es apoyar el desarrollo comunitario. Los telecentros se nombran diferente en cada país, algunas acepciones son: centro público de acceso a Internet (PIAP), centro comunitario de conocimientos, infocentro, centro comunitario de tecnología (CTC), centro comunitario de multimedia (CMC), telecentro comunitario de propósito múltiple (MCT), centro de servicios comunes/ciudadanos (CSC), telecentro escolar, centro comunitario digital (CCD). En México conocidos como centros comunitarios digitales (CCD) o centros comunitarios de autoaprendizaje (CCA).

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Los telecentros se han constituido en una de las modalidades más utilizadas para fomentar el acceso compartido de las poblaciones y comunidades excluidas digitalmente en América Latina.

Villatoro y Silva (2005) mencionan que sus antecedentes se ubican en experiencias de implementación de computadoras en Centros de Acceso Comunitario en EUA e Inglaterra durante la década de los ochentas, sustentando su propuesta en que “el acceso a las nuevas tecnologías de la información era una vía fundamental para el desarrollo de las comunidades excluidas” (p.54); mientras que en América Latina, los telecentros funcionan como puntos de acceso a las tecnologías brindando conectividad a grupos excluidos y espacios para la capacitación en el uso de las TIC y en algunos casos como centros de aprendizaje informal de otras cuestiones culturales.

En este sentido, en América Latina, se promueve la capacitación instrumental de las TIC y una adopción más significativa de éstas con el objeto de reducir la llamada brecha digital y avanzar en el desarrollo social comunitario, es decir lograr una inclusión social (Villatoro y Silva, 2005).

Varios países de América Latina optan por instalar telecentros que provean de acceso e infraestructura básica informacional, así como capacitación en su uso, para que funjan como centros complementarios de capacitación, sin esperar que por ello sustituyan a los programas nacionales de educación formal donde debería de estar incluido el desarrollo de habilidades tecnológicas.

Por ello, los telecentros aparecen como una forma de habilitar una estrategia de desarrollo consecuente para la universalidad del

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acceso a las tecnologías, además de posibilitar la adquisición de conocimientos y actualización de los mismos, para capacitar al individuo frente a las demandas de los mercados laborales y sociales globales, así como permitirle una efectiva participación ciudadana que le ayude a no sentirse “alienado en un mundo tecnológicamente sofisticado” (Proenza, et al., 2001).

A continuación se exponen algunos casos particulares de telecentros y programas adheridos a ellos, de países de América Latina elegidos sobre todo por su enfoque en la capacitación de adultos (alfabetización digital) y/o su vinculación social con la comunidad. En este sentido no se retoman como casos de éxito, si no como ejemplos de modelos aplicados.

En Brasil, La Red Mocoronga de Comunicaçao Popular es parte del Proyecto Salud y Alegría que funciona con apoyo gubernamental tiene presencia desde 1987 en las comunidades cercanas a los ríos Amazonas, Tapajós y Arapiuns. A partir del 2003 inició en forma gradual la ampliación de su área de cobertura teniendo como interés a las comunidades en general, con énfasis en los jóvenes.

De esta experiencia se puede retomar la participación comunitaria, puesto que cada comunidad donde se ubica el telecentro conforma un comité local de gestión de telecentros, compuesto por representantes de diversos segmentos de la comunidad (mujeres, jóvenes, agricultores, entre otros), este comité conjuntamente con el equipo técnico del proyecto organizan la forma de trabajar en el telecentro, así como su difusión (Celedón y Razeto, 2009).

En Chile, la estrategia se enmarcó en el proyecto de BiblioRedes que consiste en dotar de infraestructura y acceso a Internet a las bibliotecas que pertenecen a la Dirección de

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Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM) para que brinden acceso y capacitación comunitaria gratuita en computación.

“Desde su inauguración en noviembre del 2002, BiblioRedes ha sido protagonista de la Campaña Nacional de Alfabetización Digital que promueve el gobierno para instruir a la ciudadanía en las nuevas tecnologías digitales” (Celedón y Razeto, 2009, p. 33). En este sentido, a través de este programa, Chile busca la inclusión digital y social, al vincular en este mismo proyecto una comunidad de contenidos digitales que permiten compartir y/o leer contenidos que pueden desarrollar los usuarios como una opción más dentro del proyecto.

También en Chile, el Programa Redes aplica, al igual que La Red Mocoronga de Comunicaçao Popular en Brasil, la estrategia de vincular con el telecentro y el proyecto la participación de los beneficiarios del mismo, adjudicándolo a una organización social, definiendo responsabilidades compartidas, además considera un programa de capacitación y contenidos para los beneficiarios que se adecua a las necesidades de la comunidad donde se establece, así como una capacitación a operadores, administradores y usuarios para fortalecer el uso y apropiación de las TIC.

Este programa también tiene la intención de generar vínculos y redes de colaboración entre telecentros, así como con otras instituciones del sector público y privado (Celedón y Razeto, 2009).

En Uruguay se presenta también el Plan Nacional de Alfabetización Digital (PNAD) del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), el cual trabaja a través de telecentros denominados Centros MEC, los cuales están dotados de infraestructura en tecnología, así como infraestructura cultural que les permitan desarrollar diversas actividades recreativas culturales y educativas

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entre las que se incluyen talleres de alfabetización digital, mediante los cuales brindan la capacitación instrumental de la tecnología bajo un esquema de la compresión del entorno, con la intención de generar confianza entre el individuo y la tecnología buscando principalmente atacar lo que denominan “el punto débil de todas las políticas de acceso a la sociedad de la información: la educación de la demanda” (Ministerio de Educación y Cultura y Centros MEC, 2010, p. 11).

El Plan de Uruguay tiene como objetivos la alfabetización digital del adulto principalmente, para con ello contribuir a la cohesión social mediante la inclusión digital al desarrollar individuos que puedan producir contenidos y a su vez cooperar con las políticas públicas del gobierno, logrando así democratizar la información y los recursos disponibles.

La situación de México

México comienza a incorporar telecentros en el país a partir de 1997 como proyectos piloto (Robinson, 1999) adelantándose a muchos países de América Latina en la aplicación de este tipo de prácticas con un enfoque de acercar la tecnología a las zonas rurales y espacios de baja inclusión social en zonas urbanas, sin embargo, “los motivos de los fracasos observados en México son diversos, pero la inviabilidad financiera y carencia de un modelo de gestión sostenible jugaron un papel importante” (Proenza, et al., 2001) para que desaparecieran la mayoría de ellos.

Es hasta la Agenda Digital del Sistema Nacional e-México 2010-2015 que se propone a través de jóvenes voluntarios, alfabetizar digitalmente a los individuos en centros comunitarios digitales (telecentros denominados CCD) permanentes localizados estratégicamente en todo el territorio nacional, este proyecto inicia

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con una doble finalidad: generar empleo y oportunidades para los jóvenes a través del emprendimiento digital y la capacitación de los adultos en el uso de las tecnologías llevadas a cabo por los mismos jóvenes participantes (Sistema Nacional e-México, 2010).

La puesta en práctica de esta política se denominó Campaña Nacional de Inclusión Digital Vasconcelos 2.0 y se programó para ser aplicada en áreas urbanas marginadas en el periodo 2010-2012, con apoyo de diversas secretarías (el proyecto lo lideró la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) en coordinación con la Secretaría de Educación Pública (SEP), Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), Secretaría de Trabajo y Previsión Social (STPS)y Secretaría de Economía (SE) con la finalidad de brindar una capacitación en el uso instrumental de la tecnología con un enfoque individual, desestimando el sentido comunitario o social.5

A esta campaña se agrega la Campaña Nacional de Alfabetización Digital, misma que busca que los adultos adquieran competencias básicas relacionadas con el uso de Internet, lo cual se trabaja en alianza con el Instituto Nacional de Educación para los Adultos (INEA) en una modalidad similar a la anterior campaña pero aprovechando su infraestructura y recursos humanos (Grupo de trabajo de Acceso e Infraestructura, 2012).

El modelo IDH para adultos

Se propone un modelo de inclusión digital para adultos desde la dimensión humana (IDH) porque se asume que el alcance de la adopción de Internet y de otras tecnologías de información y comunicación debe observarse desde la persona. Entendiendo que

5 Para un análisis crítico se puede retomar el estudio realizado por Katiuzka Flores, María López y Eduviges de la Torre (2010), sobre el Uso de los Centros Comunitarios Digitales del Sistema e-México: Caso de Gómez Farías, Jalisco México. Disponible en http://reposital.cuaed.unam.mx:8080/jspui/handle/123456789/1687.

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ésta no es un ente aislado que obedece a necesidades o impulsos individuales, por el contrario, es un sujeto colectivo que se construye en sociedad y que su voluntad y acciones tienen la potencialidad de modificar la realidad social (Mead, 1993); por lo tanto, se presume la participación de las personas como actores de cambio social, con libertad para decidir participar o no y con niveles de consciencia sobre las implicaciones de esa participación.

La inclusión digital se entiende cuando una persona sabe los beneficios que puede obtener al estar en línea y está consciente de los riesgos potenciales; se siente cómodo con acceder y usar Internet cuando quiere hacerlo y para aquello que necesita (Goraya, 2011). Esto coincide con el nivel de ‘compromiso’ que propone Selwyn (2004), que sucede cuando el usuario ejerce un grado de control y elección sobre la tecnología y su contenido; es cuando emerge el ‘uso significativo’ que no es otra cosa que la importancia y utilidad para el individuo en cuestión. Además, habrá que sumar las consecuencias del compromiso de la participación significativa de las TIC que remiten al efecto sobre los individuos y las comunidades; o lo que Berman y Phillips (citados por Selwyn, 2004) llaman ‘calidad social’ (seguridad socioeconómica, inclusión social, cohesión social y empoderamiento).

El modelo de IDH para adultos (ver figura 2), se ilustra por la fuerza de un vector en un sistema de coordenadas. Este vector inicia con el acceso a la conectividad y no tiene punto final porque se supone como aprendizaje continuo, pues al surgir en el escenario social nuevas tecnologías, se requiere adoptar nuevos usos y generar conocimientos nuevos; es un vector con dirección ascendente, con desplazamiento ondulante que indica la inclusión digital en concordancia con la inclusión social (ID ≡ IS).

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Figura 2. Modelo de IDH para adultos

Fuente: Elaboración propia.

El eje y son las actitudes de las personas. Se entiende que, en la medida que se tiene una actitud abierta, curiosa y positiva para aprender, usar, explorar y producir será más fácil alcanzar la IDH.

El eje x indica el acceso a recursos o capitales. Según propone Selwyn (2004), el enfoque de Bourdieu favorece identificar el efecto de las diferentes formas de capital en la capacidad de los individuos y los grupos para hacer un uso significativo de las TIC.

a) El capital cultural, incorporado en las personas en función de conocimientos tecnológicos, informacionales, lógicas operativas y demás saberes porque, como lo demuestran los estudios ya mencionados, hay una relación significativa entre nivel educativo e inclusión digital. Estamos conscientes que en el capital cultural se integran las preferencias, percepciones, expectativas y las mismas

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actitudes, pero a efectos del modelo, preferimos distinguir entre conocimientos y actitudes; por lo que los primeros se incluyen en el capital cultural y las segundas en el eje y.b)El capital social se constituye por redes familiares, amicales, compañeros de trabajo, organizaciones e instituciones que pueden favorecer los contextos de uso de las TIC. Una información nueva puede incorporarse como capital cultural gracias a la socialización de prácticas, opiniones, dudas, recomendaciones, al observar cómo ‘le hacen’, ‘qué opinan’, ‘cómo solucionan’ los demás. c) El capital económico, suele considerarse como el más evidente en los estudios sobre la brecha digital porque se entiende que éste permite acceder a tecnología innovadora desde el hogar y facilita alcanzar otros recursos estratégicos; no obstante, recomienda Selwyn (2004), debe vigilarse no privilegiar su observación por sobre los otros capitales si realmente se quiere dar cuenta del nivel de compromiso con las tecnologías.

El modelo está influido por un sistema de fuerzas impulsoras y restrictivas. Winston (1998) identifica que en la generación de un cambio intervienen fuerzas que lo alientan y otras que lo restringen; ambas, pueden ser tanto internas al sistema como externas. Estas fuerzas encontradas son las que provocan que el vector de la inclusión digital sea ondulante porque dependerá de la presencia y magnitud de una y otra en el campo. Puede señalarse como fuerza impulsora una política pública de inclusión digital con énfasis en el desarrollo social y como restrictiva la frenética evolución tecnológica, que pronto vuelve obsoletas las herramientas y fuerza a nuevos aprendizajes.

La propuesta implica, una cadena de valor con un núcleo recursivo virtuoso. A diferencia de la metáfora de ‘la escalera de

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valor de la inclusión digital’ de Bradbrook y Fisher’s (citados en Goraya, 2011), el modelo IDH para adultos concibe que si bien el proceso de inclusión digital inicia con la conectividad y va hasta la continuidad abierta, su centro no es lineal; es decir, el proceso no consiste en avanzar de un escalón a otro, si no en la recursión positiva de las diferentes variables.

• Conectividad. Esta consiste en el acceso a computadoras con conectividad que pueden brindar los telecentros o cualquier otro punto de acceso público y gratuito a computadoras conectadas.

• Confianza. Refiere al vínculo progresivo de seguridad en la persona con el uso de las TIC que puede generarse a través de: proveer un ambiente de aprendizaje guiado por personal capacitado, brindar tutoría flexible y atenta a las necesidades de las personas identificando el programa de capacitación como una guía en lugar de una regla (aprendizaje significativo), promover actividades para perder el miedo a las tecnologías, flexibilizar el tiempo para no interferir con otras actividades de los/as participantes, integrar a promotores de la comunidad para evitar el sesgo del outsider.

• Contenidos. Proveer y favorecer el acceso y producción de contenidos significativos para las personas y la comunidad. Enseñar a identificar la confiabilidad de los recursos en línea y la información prominente.

• Capacidades. En un primer nivel se promueven recursos para la inclusión digital (habilidades para comunicación, lógica de navegación, búsqueda de información, realización de trámites, seguridad en Internet, entre otros); se avanza identificando necesidades de información particulares y de la comunidad a partir de inquietudes de los/las participantes; en un tercer momento, es deseable

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desarrollar capacidades para la participación social (actividades políticas, sociales, de producción, consumo y ahorro). Asimismo, conviene facilitar la creación de contenidos por parte de los/las participantes con el ánimo no sólo de ganar habilidades tecnológicas si no de generar contenidos locales que deriven en actividades productivas y/o de cultura local de promoción global (UNESCO y Universidad de Guadalajara, 2005).

• Colaboración. Se asume que el conocimiento es social por lo que es recomendable un ambiente de aprendizaje colectivo. La mirada de aprendizaje mutuo entre los/as participantes de la misma comunidad ayudará a fortalecer el tejido social al compartir en la cotidianidad lo aprendido, dudas, recomendaciones, temores, mediar el rechazo a las tecnologías entre otras emociones y lagunas que se presentan en cualquier proceso de aprendizaje y adopción de TIC. Favorecer la colaboración fuera del entorno inmediato a través de buscar comunidades, expertos y pares tanto en línea como de forma presencial para generar redes de intercambio y colaboración.

• Coordinación. Vincularse a organismos de gobierno, instituciones educativas, empresas y organizaciones de la sociedad civil para generar proyectos significativos y de ser posible, vincularlos a fuentes de financiamientos.

• Continuidad. Responde a la pregunta ¿qué pasa cuando las personas acceden a las TIC? ¿cuál es su límite? El nivel de aprendizaje y aprovechamiento depende de cada persona y comunidad, pero una vez que se usan las tecnologías y se detectan las potencialidades de éstas, hay muchas probabilidades de que se generen cambios en el sujeto. El horizonte se expande impulsando a crear proyectos, aumentar los usos, explorar otras posibilidades y aplicaciones. La continuidad se refleja en ese proceso

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recursivo virtuoso del modelo que deriva en la inclusión digital con alta potencialidad hacia la inclusión social.

Para llevar el seguimiento del aprendizaje, las demás metas buscadas y evaluar el impacto social, el modelo consciente identificar en el nivel inicial el desarrollo de habilidades instrumentales, luego el avance en la apropiación social de las TIC y posteriormente su efecto en la participación social (actividades políticas, sociales, de producción, consumo y ahorro). Para conocer los factores que intervinieron en el cambio de situación, se trazan líneas básicas de la actitud y capitales para comparar su movilidad (ascendente o descendente); así mismo, se indican las fuerzas impulsoras y restrictivas que pudieron intervenir. Se trata de perfilar el contexto en el que se da la inclusión digital y valorar la presencia de cada variable en el logro de las metas.

Conclusiones

Si bien la idea de la inclusión no es nueva, aplicada al mundo digital resulta una idea poderosa para evitar el determinismo tecnológico de nociones bipolares como el de la brecha digital y avanzar hacia una comprensión más compleja y comprometida con los requerimientos de la Sociedad de la Información y el Conocimiento. En este sentido, se prefiere el concepto de inclusión digital antes que el de brecha digital, por entenderlo como un enfoque más humanista centrado en la persona. Es un concepto que posiciona en un primer plano de consideración al adulto, partiendo de sus motivaciones (actitud), así como de su acceso a recursos y activación de capitales, como impulsores de la apropiación social de las tecnologías; además esta visión coloca al adulto como un sujeto activo con posibilidades de fortalecer el tejido social, adquirir compromisos comunitarios y hasta desarrollar capacidades y encontrar oportunidades que mejoren su inclusión social.

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Incluir digitalmente al adulto es un desafío por sus características particulares que incluyen: los miedos y desconfianza hacia la tecnología, reticencia a los cambios, poca disponibilidad de tiempo destinado para su capacitación, baja escolaridad y analfabetismo, precaria participación en entornos digitales, entre otros. La posibilidad de incluirlos estaría en la implementación de estrategias que atiendan estas carencias, como se propone en el modelo con respecto a generar confianza, capacidades, contenidos, colaboración, coordinación y continuidad.

Este modelo es pensado para un país como México y muchos otros de América Latina, que presentan en común problemas de exclusión digital estrechamente ligados a la exclusión social. Por lo anterior, el acceso a Internet y a ordenadores conectados para uso público y gratuito puede resultar beneficioso para favorecer el primer nivel de inclusión de la población adulta. En América Latina existe una importante infraestructura instalada de puntos de acceso público a Internet como los telecentros que, como se deja ver en la revisión de la literatura, un porcentaje significativo de éstos puede estar subutilizado y un modelo como el propuesto podría reactivarlos y resignificarlos.

Los telecentros podrían convertirse en un núcleo de la vida colectiva de las comunidades donde se generen compromisos que favorezcan la práctica de las habilidades adquiridas y la continuidad de la adopción de tecnologías, así mismo, ser un punto de encuentro de los adultos que favorezca su participación social.

El modelo no sólo se adapta a telecentros, tiene la flexibilidad de adecuarse a otros sectores, proyectos o infraestructuras que logren el primer eslabón de la cadena que es la conectividad, desde el cual, los demás eslabones se pueden adecuar y reconfigurar de acuerdo a las necesidades específicas del grupo social, por ello el

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modelo también puede ser aplicado a grupos de jóvenes, grupos de adultos autorganizados, instituciones, entre otros.

La puesta en práctica de este modelo podría evaluar en un primer momento el acceso y la capacitación en el uso instrumental, que coinciden con lo que se espera en un primer nivel de inclusión, en un segundo momento podría evaluar el impacto social de la inclusión digital, a través de los paramentaros de la participación social.

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LOS AUTORES

Andrea Aguilar Edwards es Doctora en Comunicación Social, por la Universidad de La Habana, Cuba (2008). Obtuvo el grado de Maestría en Comunicación, por la Universidad Iberoamericana (2002). Durante 15 años (1992-2007) se desempeñó profesionalmente en la Consultoría Externa para el desarrollo de proyectos de Comunicación, Desarrollo Social, Opinión Pública, Imagen Institucional y Relaciones Públicas.

Actualmente se desempeña como Profesora Investigadora de Tiempo Completo en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila, en donde ha impartido cátedra desde el año de 1991. Es miembro del Cuerpo Académico en Consolidación (CAEC) de la misma Facultad desde 2003. Ha sido acreditada por la Subsecretaría de Educación Superior, con reconocimiento de la Federación como Perfil PROMEP en 2006, ratificado en evaluación del 2009 y 2012. Es miembro de diversos órganos colegiados como: el Consejo Editorial de la revista “Religioni e Società. Rivista di Scienze Sociali della Religione” (Italia), la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación (AMIC), la Red Internacional de Investigación y Consultoría en Comunicación (RIICC) y el Proyecto GovDiv: “Minorities, multiculturalism, interculture: institutional framework and policies. A comparison between Europe and Latin America”, con la Comunidad Europea. Es autora del libro: “Identidad, Cultura y mediaciones. Un modelo de diagnóstico e intervención” (2011) editado por la Coordinación de Postgrado e Investigación de la UAdeC.

Sus líneas de Investigación son: “Comunicación masiva”, “Comunicación y cultura organizacional”, “Identidad y procesos identitarios” y “Multiculturalidad y derechos humanos”

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Gabriel Pérez Salazar es Doctor en Ciencias Políticas y Sociales, con orientación en Ciencias de la Comunicación, por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, y cuenta con una Maestría en Comunicación por esa misma institución. Ha impartido más de 20 cursos de licenciatura y posgrado en instituciones como la UNAM, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) y la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC), donde actualmente labora como profesor - investigador de tiempo completo. Ha publicado más de 30 documentos científicos a nivel nacional e internacional; y es autor del libro Internet como medio de comunicación (Plaza y Valdés, 2012).

Cuenta con más de 50 ponencias en México y el extranjero. Ha sido reconocido con el Nivel I del Sistema Nacional de Investigadores de Conacyt de manera ininterrumpida desde 2011, así como con el reconocimiento a Perfil Deseable de PROMEP. Entre 2010 y 2014 fue co-coordinador del Grupo de Investigación Internet, Nuevas Tecnologías y Sociedad de la Información de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación (AMIC). Entre sus líneas de investigación destacan el análisis de redes sociales en línea, la brecha digital, la sociedad de la información, la economía política de las industrias culturales en los entornos digitales y el meme como fenómeno cibercultural.

Julieta Carabaza González es Doctora en Comunicación Social por la Universidad de la Habana, Cuba. Directora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de mayo del 2009 a 2012 y de 1991 a 1994. Actualmente imparte las materias de Proyectos de Titulación 1 y 2, en la FCC de la Universidad Autónoma de Coahuila. Su línea de investigación es medios de comunicación y cultura ambiental, también trabaja sobre consumo cultural, estudios de recepción y educación para la recepción.

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Ha dirigido tesis de licenciatura y maestría; ha publicado en revista con arbitraje como el Global Media Journal, Convergencia, Comunicación y Sociedad y ha participado como coautora en la edición de libros como: Historia de los medios de comunicación en Coahuila (1992, UA de C), ¿Porque y como se llega a la desesperanza? Tres miradas sobre el suicidio en la región sureste de Coahuila (2007, Plaza y Valdés), Voces, textos e imágenes. Hacia una historia de los medios de comunicación en Coahuila (2009, UA de C –ICOCULT) y Comunicación y medio ambiente (2010, ITESM-Monterrey). Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel 1 y cuenta con reconocimiento PROMEP de la Secretaría de Educación Pública Nacional.

Juana María Alanís Ramírez es Doctora en Comunicación e Imagen: Aplicaciones Sociales y Estéticas, por la Universidad Complutense de Madrid. España. Cuenta con una Maestría en Comunicación Sociedad y Problemas Sociales. Procesos y Técnicas en la Universidad Complutense de Madrid y con una Maestría Internacional en Competencias Profesionales. UANL/UCLM 2009.

Actualmente se desempeña como Profesora Investigadora de Tiempo Completo en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila desde 1987.

Forma parte del Cuerpo Académico en Consolidación (CAEF) “Comunicación Masiva. (UCOAH-CA06) de la misma Facultad. Es colaboradora externa del Cuerpo Académico en Formación (CAEF) “Política y sociedad” Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Unidad Torreón. UAdeC desde el 2008.

Directora y Fundadora del: “Observatorio Académico Mediático “ UAdeC. Sus líneas de investigación específicas son: Comunicación en Sociedad y problemas Sociales, Comunicación,

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redes sociales, participación y construcción democrática. Partidos y ciudadanía. La observancia de la realidad a través de los MMC.

Jorge Moreno Aragón (Pinar del Río, Cuba, 1962) es Profesor Titular de la Universidad de Pinar del Río, Cuba. Sobre ciencia y tecnología ha publicado El impacto de la promoción de la ciencia en el desarrollo local. En I. Trelles Rodríguez, M. Rodríguez Betancourt (Coord.) Universalización y cultura Científica para el desarrollo local (pp.119-130). La Habana: Félix Varela. Análisis epistemológico de la apropiación social de los resultados en ciencia, tecnología e innovación de las universidades por públicos no especializados”. En A. Marín Ruiz, C. A. Pacho Ruiz, I. Trelles Rodríguez y G. Zamarrón Garza (Coord.) Universidad, comunicación y ciencia: contrastes (pp. 185-197). Baja California: Porrúa. Aproximación teórica a las bases epistemológicas de la ciencia y la tecnología”. En I. Trelles Rodríguez, M. Rodríguez Betancourt (coop.). La Comunicación de la Ciencia y la Tecnología. Una visión universitaria (pp. 60-74). La Habana: Dirección de Extensión Universitaria, Ministerio de Educación Superior de Cuba.

De 2005 a 2008, dirigió los proyectos COMUNCIENCIA (Comunicación Universitaria de la Ciencia) y RECIENTE (Reportes de Ciencia y Tecnología) en la Universidad de Pinar del Río.

Ana Isabel Zermeño Flores es Doctora en Comunicación Audiovisual por la Universidad Autónoma de Barcelona. Desde 1998 trabaja en la Universidad de Colima como: investigadora del Centro Universitario de Investigaciones Sociales (CUIS); catedrática de la Licenciatura de Comunicación y del Doctorado en Ciencias Sociales. Fundó y coordina Agorante, grupo de investigación en sociedad y tecnología.

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A lo largo de su carrera profesional ha coordinado diferentes grupos y colabora con redes académicas nacionales e internacionales.

Las líneas de generación y aplicación del conocimiento que trabaja son: Tecnologías para el desarrollo humano, Evaluación e impacto social de las tecnologías, Inclusión digital e Intervención comunitaria y Estudios de la Cultura contemporánea.

Autora de diversos textos científicos y técnicos sobre temas de inclusión digital, medios de comunicación, aspectos metodológicos, usabilidad de plataformas Web, familia, jóvenes, pobreza, mujeres migrantes, entre otros.

Ha realizado diversos proyectos solicitados por la Coordinación de la Sociedad de la Información y el Conocimiento de la Secretaría de Comunicaciones y Transporte (SCT) sobre temas de: mujeres migrantes, evaluación de impacto sobre inclusión digital, identificación de necesidades de contenidos y servicios digitales en población que vive condiciones de violencia. El portal mujerigrante.mx que desarrolló en Agorante para la CSIC, ganó el primer lugar en la dimensión ética de la Sociedad de la Información, Premio WSIS 2013 (Suiza), que otorga la ITU (International Telecommunication Union) de la ONU. Desde el 2005 realiza el proyecto Enrédate con diferentes réplicas en el país, que busca la inclusión digital y el desarrollo comunitario dirigido a población vulnerable o marginada de los beneficios sociales de la tecnologías.

Rosa María Alonzo González es estudiante de Doctorado en Ciencias Sociales, bajo la línea de investigación sobre nuevas tecnologías de información y comunicación, en la Universidad de Colima; Maestra en Sistemas de Calidad y Productividad por el Tecnológico de Monterrey y Licenciada en Comunicación Social, por la Universidad de Colima. Colaboradora en proyectos de

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investigación con el grupo Agorante de la Universidad de Colima desde el 2010 sobre temas enfocados a los usos sociales de la tecnología con enfoque humano. Su tesis de doctorado versa sobre el prosumismo en youtube.

Rogelio Félix Flores es Doctor en C. Área Relaciones Internacionales SNI Nivel 1. Fulbrighter 2008-2009, Universidad del Turabo, Puerto Rico. Profesor de posgrados en México, Guadalajara, Nayarit, Puerto Rico. Investigador en proyectos agroindustriales con empresas e instituciones como: INIFAP, SAGARPA, SEDESOL, Comecyt Edo. de México, FOMIX Colima. Director Escuela de Mercadotecnia, Universidad de Colima. Ha publicado diversos artículos nacionales e internacionales indexados, autor de libros especializados, tema cocotero y coordinador de libros relacionados con negocios y empresarismo en México y Puerto Rico.

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Reproducción de 216 libros en CD se terminóel 20 de agosto de 2015,

en los talleres gráficos de Fase 4,ubicados en Blvd. V. Carranza # 1900,

Col. República Pte. Saltillo, Coahuila. México.

www.fase4digitall.com

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