TESIS CENSURA, PROHIBICIÓN Y RESPUESTAS DISCURSIVAS

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1 Universidad Autónoma de Sinaloa Facultad de Historia Maestría en Historia Censura, prohibición y respuestas discursivas durante la Colonia Tesis que presenta Luis Guillermo Ibarra Ramírez Para optar por el grado de Maestro en Historia Director de Tesis Dr. Carlos Maciel Enero de 2009

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1

Universidad Autónoma de Sinaloa

Facultad de Historia

Maestría en Historia

Censura, prohibición y respuestas discursivas durante la Colonia

Tesis que presenta

Luis Guillermo Ibarra Ramírez

Para optar por el grado de Maestro en Historia

Director de Tesis

Dr. Carlos Maciel

Enero de 2009

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Índice Introducción…………………………………………………………………………….7

I. Un edicto de rostros disueltos………………………………………………………..16

El pregón………………………………………………………………………………..16

La plaza…………………………………………………………………………………18

El pregonero en la Nueva España………………………………………………………21

Los edictos……………………………………………………………………………...22

Un pasado de calamidades……………………………………………………………...27

La Nueva España y los nuevos caminos a la villa……………………………………..29

Los cronistas y la Inquisición………………………………………………………….32

La ciudad letrada………………………………………………………………………34

El edicto en la ciudad escriturada…………………………………………………….37

La Guadiana y la Inquisición………………………………………………………….38

Si hemos de hablar de papeles………………………………………………………...39

II. Respuestas al edicto………………………………………………………………..41

Las respuestas discursivas de dos hombres…………………………………………...41

De adivinos y oráculos………………………………………………………………...43

Ciencia y creencias……………………………………………………………………44

Respuestas discursivas de mujeres…………………………………………………...46

La rama dorada………………………………………………………………………..48

Más respuestas………………………………………………………………………..49

Entre gentes las más bárbaras y fieras………………………………………………..51

El discurso diseminado……………………………………………………………….53

Majestades…………………………………………………………………………….54

Por que tenían miedo todos asistieron……………………………………………….55

Otras respuestas a la inquisición……………………………………………………..58

Las respuestas discursivas en la historiografía……………………………………….60

Los discursos en la Villa de Culiacán……………………………………………......62

III Un edicto, proclamas y papeles……………………………………………….......64

Un siglo partido en dos………………………………………………………….........64

Reformas borbónicas y el Santo Oficio………………………………………………66

Un puñado de libros franceses……………………………………………………......69

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Edictos en las regiones……………………………………………………………......71

Un edicto y un nombre…………………………………………………………….73

Pequeña educación sentimental de Hidalgo……………………………………….74

Hidalgo entre los perseguidos……………………………………………………..75

El edicto……………………………………………………………………………76

Edictos y más edictos………………………………………………………………78

Radiografía del papel o el hombre de la contradicción monstruosa……………….80

Miguel Hidalgo, el documento……………………………………………………..83

IV. La rebelión discursiva o los silencios que hablan………………………………87

El edicto en Pánuco…………………………………………………………………87

Responder al edicto…………………………………………………………………89

Llegar a Pánuco……………………………………………………………………..90

Respuestas ritualizadas……………………………………………………………..92

La guerra de papel y papel………………………………………………………….95

El discurso teatralizado……………………………………………………………..97

Adiós a las armas…………………………………………………………………...98

Panfleto o discurso extremo………………………………………………………..100

Textos y espacio……………………………………………………………………101

Dos siglos, todo igual y diferente………………………………………………….102

Conclusión…………………………………………………………………………104

Bibliografía………………………………………………………………………..108

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Introducción

Esta es la historia de unos textos dispersos en el tiempo. En esta historia están presentes

muchos actores: hombres y mujeres, discursos de poder y mecanismos calculados o

improvisados de defensa. Está también presente una institución que tuvo una extensa

vida que invadió, por medio de sus dispositivos de temor y castigos criminales, la vida

de muchos hombres: El Tribunal de Inquisición. La relación de estos textos se genera

por medio de su divergencia y su similitud. Todos ellos son textos inquisitoriales;

edictos algunos, otros testimonios de acusados; pero son también escritos en los que

están presentes las variadas respuestas que dan algunos hombres a los discursos de

instituciones y del poder en un determinado tiempo histórico. Lo que dicen estos

hombres, lo que hablan y algo de lo que sienten y sostienen, quedará sellado por medio

de la escritura inquisitorial.

De la Inquisición se han escrito infinidad de artículos, libros y tesis; se han

suscitado las más diversas posturas. Ya en España, durante el siglo XVIII, en plena

efervescencia de las Luces, se habían originado una serie de debates que traerían nuevas

miradas a las acciones cometidas por el Tribunal Inquisitorial. Años más tarde, en el

tintero de la reflexión, estaban los efectos de su censura, el desmoronamiento de la

tranquilidad que habían sufrido durante siglos muchos seres humanos y la muerte

despiadada que había tocado la puerta de millones de inocentes bajo el pretexto que

fuese.

Gaspar Núñez de Arce, en más de una ocasión, dejó sentir su total desdén hacia

la Inquisición. Para el prolífico español, la historia de este Tribunal había contribuido al

atraso científico y filosófico en España. Sin embargo las respuestas favorables al trabajo

que había realizado el Santo Oficio no se hacían esperar. Estas respuestas no eran

efectuadas por personajes irrelevantes. Menéndez Pelayo ponderaría el trabajo realizado

por el Tribunal, incluso, argumentaría que este jamás había impedido los progresos de la

razón moderna. En un afán de justificar los mecanismos de intolerancia diría: “La

llamada tolerancia es virtud fácil; digámoslo más claro: es enfermedad de épocas de

escepticismo o fe nulas: el que nada cree ni espera nada, ni se afana ni acongoja por la

salvación o perdición de las almas, fácil puede ser tolerante”1.

1 M. Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, V. Suárez, Madrid, 1917 Vol. II, p. 290-291.

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No es de extrañarse que en el México del siglo XIX, uno de los puntos en los

que explayaron sus divergencias ideológicas los conservadores y los liberales estuviera

centrado en la crítica o en la aceptación del Santo Oficio. En ese debate se exaltan

perseguidos por la Inquisición, se levantan monumentos verbales en contra o a favor de

los inquisidores. Los liberales son los promotores de este dictamen oficial que se

legitimará por medio de leyendas que, los vaivenes políticos y religiosos no borrarán

fácilmente del imaginario colectivo2. Los liberales inventan su versión histórica. Esta

versión histórica con el tiempo se vuelve una versión oficial, versión que sin embargo

será menos absurda que la defensa a ultranza al manto inquisitorial. “Gracias a los

liberales y a México a través de los siglos, la Santa Inquisición o el Santo Oficio, que

comienza en México en el siglo XVI, se convierte en la magna institución del

sojuzgamiento de las almas. Persigue, tortura y ejecuta (la hoguera como didacta) a

protestantes, judíos o judaizantes, hechiceros, indios relapsos. Es la crueldad en pos de

la salvación”3.

De los liberales, Vicente Riva Palacio es el escritor que representa con mayor

destreza todo el conjunto de crueldades de la Inquisición. Los miles de documentos

inquisitoriales que estuvieron en su poder se transformaron, por medio de su talento,

en obras de ficción (Monja y casada, virgen y mártir, Martín Garatuza y memorias de

un impostor, Don Guillén de Lampart, Rey de México) que representarían una forma de

asomarse a la Colonia en el siglo XIX. Para el escritor mexicano no había mediaciones:

al poder inquisitorial se le debían muchos de los males que sucedieron durante la

colonia.

La herencia de Vicente Riva Palacio es bien recibida por el escritor Artemio de

Valle Arizpe4. Sus novelas, crónicas y ensayos serán una nueva extensión de las

prolíficas hazañas del escritor decimonónico. No sin verdaderos rasgos de

grandilocuencia, Valle Arizpe nos entrega un corpus narrativo en el que está presente la

crueldad inquisitorial; las acciones de esta institución se traducen en una atmósfera que

invade la vida cotidiana de los hombres y mujeres durante el México colonial, sobre

todo en el centro de la Nueva España.

2 José Ortiz Monasterio, Historia y ficción. Los dramas y novelas de Vicente Riva Palacio, México, Universidad Iberoamericana, 1993. 3 Carlos Monsiváis, Las herencias ocultas de la reforma liberal del siglo XIX, México, Editorial Debate 2006, p.149. 4 Papeles amarillentos, México, Editorial Patria, 1954, 242; Fray Servando, México, Espasa-Calpe, 1951, 208 p; Inquisición y crímenes, México, Editorial Diana, 1978, 218 p.

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Si el velo de la Inquisición, como tema de muchas de sus novelas, ya lo habían

descorrido los escritores, en mucho ayudó la profesionalización de la historia durante el

siglo XX. Nuevos dilemas, nuevas discusiones, se empiezan ventilar entre los

académicos dedicados al quehacer de la historia. Temas como el de la censura

inquisitorial, la lectura y los libros prohibidos, son apartados que parecen inagotables en

la historiografía de la Inquisición.

Ya en 1886, el prolífico hombre de letras Joaquín García Izcabalceta se había

encargado de hacer una de las más copiosas y organizadas bibliografías de la Nueva

España. Bibliografía Mexicana del siglo XVI5 no sólo atendía la razón de ser un manual

de aquello que se había leído en el siglo XVI, era también un libro que abría un diálogo

entre las creencias de la sociedad y los libros que marcaban nuevas pautas a esas

creencias. En este libro, Izcabalceta no dejó escapar la oportunidad de referirse a

aquellos libros que prohibió la Inquisición, pero que fueron una inevitable tentación de

muchos lectores. Por la misma época, el polígrafo chileno José Toribio Medina también

empieza a realizar una serie de investigaciones sobre los documentos del Santo Oficio6.

Aunque se pueda criticar a Medina y a Izcabalceta, admitir la limitación de sus trabajos

“ya que no someten a la crítica el documento”7, es innegable la sistematización

documental que realizaron en sus libros, misma que serviría para futuras

investigaciones.

Si los libros forman parte de ese resguardo inquisitorial, no lo serán menos otras

formas de comunicación escrita u oral. Por ejemplo las cartas, los sermones, las

historias orales, las declaratorias, los poemas satíricos. Algunas de estas

manifestaciones sólo son escuchadas por testigos que se convierten en acusadores. Estos

textos marginales serán la extensión gráfica u oral que penetrará en muchos estratos de

la sociedad de Nueva España. Muchos de estos textos serán señalados por la

Inquisición; por sus rasgos supuestamente heréticos y profanatorios se volverán

Literatura perseguida por el Santo Oficio8.

5 Joaquín García Izcabalceta, Bibliografía mexicana del siglo XVI, México, Fondo de Cultura Económica, 1954. 6 José Toribio Medina nace en Santiago el 21 de octubre de 1852 y muere el 11 de diciembre de 1930. Su trabajo más destacado sobre la Inquisición es Historia del tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en Lima publicado por primera vez en 1887 por la Imprenta Gutemberg. 7 Paulino Castañeda y Pilar Hernández, La Inquisición de Lima (1570-1635), Madrid, Deimos 1989, p. XXI-XXII. 8 Pablo González Casanova, La literatura perseguida en la crisis de la colonia, México, Secretaría de Educación Pública, 1986.

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Los hombres y los textos perseguidos por la Inquisición se transformarán en

escritura. La exigencia de los edictos inquisitoriales era la de ver a un hombre

convertido en un signo inmóvil, hecho de palabras preestablecidas. Los que

gesticularon, los que descreyeron en las huestes que les marcaba el temor, los que se

conflictuaron con el reino más cercano (o más lejano) de la religión o del poder, los

hombres de los que se dudó, aún sin haber infringido ninguna regla, se transformaron en

caso, en actores de un juicio que resistió los más variados desenlaces, desde el

arrepentimiento a la muerte.

El anecdotario que es recogido en los textos de inquisición es vasto y

fragmentado, con sus respectivas oscuridades y puntos inasibles. Muchos de los

testimonios que dieron algunos inculpados tienen como pauta el mecanismo de

inducción del inquisidor. La pluma se adhiere al método marcado por el Manual de

Inquisición, se elaboran preguntas a respuestas predecibles. Es fácil conceder dudas al

testimonio que dan los hombres, pero es difícil sostener que no hay verdades que se

pueden reconstruir desde la escritura inquisitorial.

Si existe la posibilidad de medir a las obras historiográficas por sus grandes

aportaciones teóricas ¿En dónde podrían caber estos textos inquisitoriales? Una

respuesta parcial nos las ha entregado ya Monalisa Lina Marchand. En 1945 publica el

libro Dos etapas ideológicas del siglo XVIII en México a través de los papeles de la

Inquisición. La importancia de su trabajo sería la de no ver a estos documentos como

entidades marginales en el sentido de sus aportaciones para la historiografía. La

historiadora explicaría que para “reseñar la evolución de una determinada época, no son

menos necesarias que las grandes cumbres del pensamiento las mentalidades menores,

ya que estas llenan las lagunas que deja o subestima el genio.”9 Los archivos

inquisitoriales, según la historiadora, resguardaban mucho del polvo del sentido de los

hechos durante la Colonia novohispana. Los documentos son fragmentos que le ayudan

a reconstruir una ideología que se gesta en la Nueva España durante el siglo XVIII;

ideología que en los primeros sesenta años la determina la naturaleza conservadora de la

censura, mientras que en la segunda parte del siglo la establece “la plasmación de una

conciencia de nuevas realidades… que quiere iniciarse en el conocimiento de aquello

que hasta entonces le había sido desconocido”10.

9 Monelisa Lina Pérez Marchand, Dos etapas ideológicas del siglo XVIII en México a través de los papeles de Inquisición, México, El Colegio de México, P. 29. 10 Monelisa Lina Pérez Marchand, op. cit. p. 181.

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Siguiendo la herencia de Toribio de Medina, Izcabalceta y Edmundo O’

Gordman, a María Agueda Méndez le interesa adentrarse en la investigación de los

textos inquisitoriales. Su Catálogo de textos marginados novohispanos11 es la

culminación de la organización de un conjunto de valiosos documentos. Al hacer la

división de estos textos marginales—denominados así de acuerdo a la distancia formal

que guardan con los géneros literarios establecidos---, la investigadora coloca en un

primer nivel los poemas, los textos dramáticos, los textos narrativos, textos retóricos y

textos mágicos. En la primera clasificación incluye poemas amorosos, heroicos,

didácticos, descriptivos, satíricos y obscenos. La segunda clasificación la conforman

autos, coloquios, églogas, loas, entremeses, pasos, bailes, pasos, farsas, jácaras,

pastorelas, tragedias y comedias. De la tercera clasificación formarán parte los relatos

de ficción intencional, de intención histórica y de intención hagiográfica. La cuarta

incluirá disertaciones discursos y sermones. En la quinta estarán conjuros, hechizos,

ensalmos, textos demonológicos y evocaciones. Al igual que Lina Marchand, Águeda

Méndez establece cortes, divisiones temporales, señala transformaciones de la sociedad

novohispana, y no pone reparos en afirmar que “los registros históricos que con más

claridad nos presentan estos cambios son los del Tribunal de Santo Oficio de la

Inquisición12”.

Bajo diversas ópticas se le mira a la Inquisición. Algunos historiadores tomarán

como elementos claves de su obra las idolatrías, los sortilegios, las supersticiones y los

ritos de los gentiles13, o bien, develarán el porqué de la imposibilidad de la censura

religiosa; la forma en que una sociedad rasga la cortina prohibitiva de Dios14.

Los textos de inquisición dicen muchas cosas, y dicen más bajo óptica de los

nuevos dilemas de la interpretación de ellos. Resguardan claves susceptibles de ser

utilizadas en las más variadas formas de hacer historia. Solange Alberro es quizá una de

las historiadoras que ha penetrado con mayor profundidad en ellos, su trabajo

Inquisición y sociedad en México (1571-1700) no sólo es una síntesis personal, es

también un trabajo que corona de manera cabal los cien años de historiografía

11 María Agueda Méndez, Catálogo de textos marginados novohispanos; Inquisición, siglo XVII, México, Colegio de México-UNAM, 1997. 12 María Agueda Méndez y George Baudot, Amores prohibidos. La palabra condenada en el México de los virreyes, México, SigloXXI, 1997. p. 9. 13 Richard Greenleaf, Inquisición y sociedad en el México colonial, Madrid, José Porrúa Terrazas, 1985. 14 Sergio Ortega, De la santidad a la perversión: O de porqué no se cumplía la Ley de Dios en la sociedad novohispana, México, Editorial Grijalbo, 1996.

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inquisitorial iniciados por Izcabalceta y Toribio Medina. Alberro es la historiadora de

las mentalidades que disecciona los diversos estratos en los que penetra el Santo Oficio.

En su largo estudio tiende puentes entre las instituciones de la Nueva España y todos los

elementos que conforman esa sociedad. Su investigación es abarcadora, totalizante y

comprende casi 130 años. Alberro considera los componentes regionales y étnicos de la

sociedad novohispana. En su trabajo están presentes los grupos de influencia, así como

las fluctuaciones en los momentos críticos en el siglo XVII. Sin embargo la historiadora

centra su atención en los casos límite, interesándose de manera preferente por los casos

de corrupción y degradación moral, que, a decir verdad, no fueron pocos en la Nueva

España.

Los nuevos estudios de las mentalidades, la subalternidad, la microhistoria, se

interesarán por las épocas oscuras y las regiones en las que aparentemente no sucede

nada, pero que en realidad suceden muchas cosas. Microcosmos será la región desde

donde se puede ver el mundo a partir de un caso determinado. Sin embargo habrá

pueblos con su génesis propia; pueblos que, supuestamente, no los aturden ni los

mueven las noticias del mundanal ruido. La Inquisición, la censura, también cobra un

interés. Los casos atípicos son las fichas perdidas que ayudan describir una época.

Cambia el objeto de estudio. Los textos, por ejemplo, que lee una sociedad determinada,

se pueden estudiar de nuevas formas. Los textos no se reducen, su análisis los expande a

partir de conceptos como “Circularidad”, “Representación”, “Materialidad” y

“Producción”, conceptos que ayudan a dar una mayor solvencia a la historia cultural.

Sabemos que las formas de censura inquisitoriales no eran las únicas, sin

embargo fueron las que tenían una mayor sistematización, fueron las que fomentaron el

estímulo de la autocensura, además el de la prevención de algunos actos y de cierto tipo

de discursos. El texto inquisitorial esconde el nudo de estas situaciones. Textos dentro

de un mismo texto, albergando amenazas, historiales trágicos —justificados para el

tribunal— testimonios y respuestas, muchas respuestas a los discursos de poder.

Si el proceso histórico de la Inquisición, por su extensión temporal y geográfica,

por todo el conjunto de su burocracia, está muy lejos de ser un proceso unificado y

rectilíneo, lo es también por las respuestas a los discursos de poder. Esta historia centra

buena parte de su atención en esas respuestas que nos darán algunos documentos

inquisitoriales. Algunos de estos documentos nos remiten a casos que se desarrollan en

el espacio geográfico de lo que será Sinaloa. Los personajes que aquí se mencionan

realizaron una lectura de lo que decía la Inquisición en su momento. La extensión de sus

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mandatos provocó en ellos a veces el temor, otras la furia y el coraje. Su actitud algunas

veces fue representativa, cercana a algunos de los movimientos progresistas que se

generaron en la Nueva España, en otras ocasiones fue símbolo de atraso y de

conformismo, de permanencia ideológica o religiosa.

El trabajo está conformado por cuatro capítulos. El primero de ellos se sitúa en

1627. El hilo conductor es la voz de un pregonero que se encarga de dar a conocer un

edicto en la Villa de Culiacán15. Alrededor de esta voz hay un conjunto de situaciones

que nos remiten al pasado y a la forma en que los espacios se van conformando e

inventando en una serie de textos. El segundo capítulo trata de las respuestas que

manifiestan algunos habitantes de la Villa al pregonero. La oralidad, el discurso

diseminado, se vuelve en estos dos capítulos el conector de un espacio geográfico. Se

lee un discurso diseminado16 que se vuelve respuesta general. No hay castigo, hay un

temor que se equilibra y se vuelve sometimiento discursivo17.

El tercer capítulo gira en torno al edicto de Inquisitorial de Miguel Hidalgo y

Costilla, publicado en la catedral metropolitana, un mes después del levantamiento

armado. Este edicto se distribuye por varias regiones de la Nueva España, llega a

Pánuco, pueblo de Concordia, Sinaloa.

El cuarto capítulo aborda el caso de los Hermanos Nicolás y José de Jesús

Hidalgo y Costilla, a quienes acusa el Santo Oficio de infidencia, robo, participación en

la lucha insurgente, aparte que el primero de ellos arrancó, públicamente y con lujo de

violencia, de la puerta de la iglesia de Pánuco, el edicto donde se excomulgaba al

principal autor de la rebelión insurgente, el primo de ellos, Miguel Hidalgo18. Aquí las

respuestas son silencios discursivos, silencios que hablan y se transforman en rebelión;

en torno a esos discursos silenciosos, hay también otras respuestas discursivas de

resistencia o de aceptación a los edictos inquisitoriales.

Como vemos el trabajo abrirá con un edicto y cerrará con un edicto. El lapso que

trascurre entre la publicación de los dos textos son alrededor de 220 años. En el primero

es la voz la que discurre como aviso en la población de Culiacán, los súbditos acatan el

llamado, un acuerdo inconsciente los une. El último es un texto escrito con dedicatoria

de excomunión y de condena hacia determinados personajes. Si en el primer capítulo se

15 AGN. RI, Vol. 360, Exp. X, ff. 473. 16 Discursos diseminados serán aquel o aquellos discursos que se extienden, de manera oral o escrita, en una colectividad y que determina rasgos y características espaciales. 17 Sometimiento discursivo es aquella respuesta al discurso inquisitorial que no tiene el mínimo deseo de apelación. 18 Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, Sección de Fondos Especiales, Ramo Civil, C 24-11-39.

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acata el llamado de manera colectiva, en este último se presenta el rechazo rotundo de

manera individual.

Sabemos de antemano que las grandes creaciones literarias de la Nueva España

fueron resultado de polémicas. Hernán Cortés, Sor Juana Inés, Francisco Xavier

Clavijero, convirtieron en obras, en grandes obras, sus respuestas a determinados

ataques personales. Por lo mismo me he propuesto no rechazar como método de

análisis la relación que existe entre estas obras y los textos de inquisición

seleccionados. Alternar, siguiendo los consejos Arlette Farge, los planos de análisis de

los diversos espacios discursivos a partir de los cuales se generan los textos19. La forma

de relacionarlos, no busca solamente causalidad directa, busca también los rasgos de

divergencia y de contradicción, entre los momentos en que fueron creados las canónicas

obras y los textos de Inquisición.

A pesar de que el hilo conductor de esta historia son dos textos inquisitoriales

que circulan en Sinaloa, el objetivo de este trabajo no es realizar una historia de la

Inquisición en este estado. Estas páginas presentan la historia de las respuestas

discursivas20 de unos hombres a la Inquisición, las formas cómo estos respondieron a la

censura y a los dictados de otros hombres que representaban al Tribunal del Santo

Oficio. El objeto de estudio son los textos y los inculpados que se encuentran en los

textos. Hombres que se volvieron la versión escrita de un Tribunal. Transgresores,

respondones, pasivos o temerosos, su actuar fue una inevitable forma de vincular sus

palabras con el poder y con sus deseos. El discurso—a decir de Foucault—no fue sólo

el manifiesto de sus deseos, muchas veces se convirtió en el objeto del deseo21.

Si a lo largo de la historia se le ha atribuido a la Inquisición un carácter de

secuela maldita en la historia del Occidente y de la Nueva España, de elaboradora de

una modernidad, de tentáculo del poder religioso y político a lo largo de cinco siglos—

menos de tres en la Nueva España—, es necesario observar la dimensión de ciertas

particularidades a través del diálogo —sordo a veces— que se establece entre el

Tribunal y los inculpados. La historia de la Inquisición no sólo fue el clamor de la

llama, el eco de sus crueldades, fue también el despertar de una conciencia discursiva

de hombres y mujeres acusados y ofendidos. Términos como “herejía”, “subversión”,

“excomunión” anunciaron la sorpresa de un llamado, que tuvo diferentes formas de

19 Arlette Fargge, La vida frágil, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1994, 310 pp. 20 Todo ese conjunto de respuestas variables que se le da al discurso Inquisitorial. 21 Michael Foucault, El orden del discurso, Madrid, Editorial Tusquets, 2004, p. 15.

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responder. La Inquisición no sólo fue el castigo, fue también la respuesta a la

vigilancia y a la amenaza del poder institucional.

Solange Alberro, al realizar un trabajo inquisitorial sobre Zacatecas, afirmaría:

“la distancia, el alejamiento geográfico, el alejamiento en una estera infinita facilitaban

los relajamientos, los deslices, prácticamente asegurados de verse impunes. Ya hemos

visto como todos los sectores de la sociedad parecen afectados por esta situación. Pero

es significativo que las notabilidades y los eclesiásticos ostenten actitudes descaradas de

irreverencia y soberbia”22. Las palabras de Alberro rebelan una tesis circunstancial,

específica y no generalizante, es una tesis que se desvanece ante otros ejemplos

regionales. Me atrevo a pensar que las distancias no dibujan los contornos de las

respuestas discursivas, son esos discursos los que abren una nueva perspectiva para

mirar, inventariar e inventar a las regiones.

La Inquisición nos entregó una serie de textos en donde quedaba sumergida

aquella ciudad letrada y escriturada de la que nos habló Ángel Rama. Estadística oculta

en la que quedaban escriturados personajes que se volvían estereotipos, espejismos y

objetos antes que voz. Esta historia es la pretensión de darle una nueva voz a esos

textos de inquisición. Y de buscar en las respuestas de los acusados, los ejes

conductores de la relación que se entabla entre ellos y la autoridad; la relación que se

entabla entre la región de lo que hoy es Sinaloa y el centro de la Nueva España. Esta

es la historia que quiero contar.

22 Solange Alberro, Zacatecas, Zona frontera según los documentos inquisitoriales, siglo XVI y XVII, p. 151.

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Capítulo 1. Un edicto de rostros disueltos

En 1627, a la Villa de Culiacán, después de sufrir una serie de desgracias, la

tranquilidad le tiende una mano gratificante. Buen momento para una villa que, a pesar

de sus difíciles caminos de acceso, empiece a ser visitada por comerciantes y jesuitas

que traen noticias de mundos muy lejanos. Entre las cosas que llegan a este lugar está

también la palabra escrita instituida por el Tribunal de Inquisición. Un hombre

llamado Juan de San Diego es el encargado de dar a conocer los mandatos y las

exigencias del edicto de este Tribunal. La escritura se vuelve oralidad en donde se hace

mención de palabras como “herejía”, “temor”, “dios”; palabras que hacen alusión a

seres de rostros disueltos, a culpables posibles.

El pregón

Con alta e inteligible voz, quizá como le habían indicado algunos hombres de

mandato improvisado en la Villa, el pregonero dejó volar las palabras que poco a poco

fueron escuchadas por los habitantes del lugar. Aquel hombre se llamaba Juan de San

Diego23, era negro o mulato24, y aquel lejano 25 de marzo de 1627, daba a conocer a los

vecinos, los pormenores de algo que se tenía que obedecer. Su misión era la de informar

a aquellos hombres lo determinado por una ley, por la religión, por Dios. Y aunque

sembró con sus palabras una inquietud mayor a la de los días normales en la vida de los

lugareños, éstos jamás se imaginaron que su voz marcaba el preámbulo del temor que

por muchos días se arrojaría por Culiacán25.

23 Juan de San Diego era el nombre del pregonero que se encargaba de dar a conocer los edictos inquisitoriales. Es una figura clave en los autos de fe de 1627. 24 “El anua de 1624, firmada por el padre Vicente del Águila, presenta una descripción detallada de las dieciocho misiones jesuitas (con los nombres de los misioneros, de las misiones y el número de los bautizados) que funcionaban en las provincias de Sonora y Sinaloa, constituyendo un valioso documento para calcular dicha población. El censo de indios conversos ascendía a 67,375. Con base en esta información, Peter Gerhard estima que para 1625 los habitantes indios llegaban a 230,000 en ambas provincias”. Benito Ramírez Meza, Economía y sociedad en Sinaloa, 1591-1900, Culiacán, Difocur-UAS, 1993, p. 9. Para 1625, Sergio Ortega, basándose en las fuentes de Peter Gerhard en La frontera norte de Nueva España, calcula una población indígena de 6000 habitantes. Sergio Ortega Noriega, Breve historia de Sinaloa, México, FCE, 1999, p. 104-105. 25 Aquí me refiero a los autos de fe ocurridos a finales de marzo y a principios de abril de 1627 en la Villa de Culiacán. En 1627 era comisario de la provincia de Culiacán.

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El negro Juan, como más de alguno lo llamaba, no cesaba de señalar el dictado

insidioso del comisario, el jesuita Hernando de Villafañe26. El negro pregonaba que a

pena de excomunión mayor todos los vecinos y moradores, estantes y habitantes de

dicha Villa, sin distinción, fueran hombres o mujeres, de cualquier calidad y estado que

fuesen, “sin reservación de personas, de catorce años arriba, que el domingo que viene,

28 de marzo se hallen en la iglesia mayor de esta villa, por la mañana a las ocho horas,

porque así conviene al servicio de Dios nuestro señor y del Santo Oficio de la

Inquisición”27. Vaya poder el que escondía la palabra de aquel pregonero, que propició

el interés de todos.

Los que escucharon aquel aviso realizaban las más diversas labores. En medio

de un clima que les originaba un cansancio y una condición de vida agobiante, anclada

entre la rutina y las obligaciones, la palabra, era para ellos, un punto tácito en el que

cobraban vida los rudimentos de las necesidades, el saberse informado, el saber algo de

lo que les rodeaba y de quienes estaban rodeados. Sin embargo, no es de extrañarse que

estos hombres, que dedicaban su tiempo a más de una labor práctica, vivieran

sumergidos en una realidad en la que cualquier acción novedosa, podía llevarlos al

congraciado afán de la esperanza o bien al lecho terrible de la angustia28.

La forma de vida de estos hombres se cifraba en la pesca, en la minería, en

algunas labores del campo y en el comercio. Los que se dedicaban a la pesca, tenían a

su alcance un paraíso del que sustraían el inagotable alimento que era “el bastimento

común de los españoles en esta villa”29. Como buenas fuentes benefactoras de la

naturaleza, corrían los Ríos de Topia y Humaya, ríos abastecedores que conformaban

una irrigación de salud en la vida de los españoles y de los indígenas.

La labor comercial era ya una actividad que abría caminos, que conectaba esta

región del noroeste con otras latitudes de Nueva España. Basta decir que algunos

mercaderes habían tomado Culiacán como casa momentánea, o bien como el último de

los espacios para sobrevivir a sus pasadas desfortunas. Más pobres pero más felices de

lo se pudo haber sido en otros lados, con prendas traídas de Castilla, de China y del

centro, con lienzos, vinos, aceites y otros objetos para comerciar, era posible ver, por

26 Hernando de Villafañe fue Comisario en la Villa de San Miguel. Villafañe fue paisano y compañero del padre Gonzalo de Tapia. Se supone que este jesuita fue, durante casi treinta años, apóstol de los guasaves. 27 27 AGN. RI, Vol. 360, Exp. X, ff. 473 28 Raúl Dorra, Entre la voz y la letra, Puebla, Plaza y Valdez, 1997, p. 17. 29 Alonso Mota y Escobar, de Nueva Galicia, Nuieva Vizcaya y Nuevo León, México, Pedro Robredo, 1940, p. 101.

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medio del trabajo que realizaban estos hombres, la evocación dinámica de un mundo

que se abría y que se extendía en la Nueva España hacia nuevas regiones30.

Si bien, el interés por la provincia de Culiacán había entrado en una fase de

fragor noticioso que hasta tocaba los intereses de la península ibérica, las puertas no

quedaban del todo abiertas. Aún seguía siendo un sacrificio llegar a estos lugares

contrastantes, de montes y de ríos, parecidos al paraíso pero también al infierno según

las creencias de algunos jesuitas31. El Obispo de Guadalajara, Mota y Escobar32

describía a principios del siglo XVII:

el modo de trajinar todas las cosas de esta villa, así de vituallas como de ropa que entra y sale, todo es en recuas de mula, porque la tierra es tan viciosa y montuosa que no se permite carretear, allende de las muchas y ondas ciénagas que hay en estos caminos por tiempo de aguas, que impiden la entrada y salida a esta villa por espacio de cuatro meses cada año”33.

A pesar del trabajo, del efecto que tenían los rutinarios días, había tiempo para

contemplar cualquier amenaza, cualquier voz que irrumpiera como amargo presagio.

Los días en que la voz de Juan de San Diego dibujó los contornos del temor en aquella

provincia, era de esperarse que hubiera una respuesta inmediata de parte de los

pobladores.

La plaza

La Villa estaba construida a base de adobes. Las casas eran de sólo una planta.

Sus calles eran anchas y rectas. Una gran plaza coronada por una iglesia mostraba la

30 Alonso Mota y Escobar, op. cit, p. 100. 31 Me refiero a algunos testimonios que dejaría en el mismo siglo Pérez de Ribas. 32 Alonso Mota y Escobar era descendiente de la aristocracia de los primeros conquistadores; alcanzó gran prestigio por su inteligencia y su capacidad como predicador; en 1597 fue nombrado Obispo de Guadalajara, e inició por esas fechas sus primeros viajes pastorales por una extensa región del occidente y el norte de México; en 1601 tomó parte activa en la sofocación del levantamiento de los indios de Topia, tratando de mediar para que no se aplastara en forma sangrienta la rebelión. De 1602 a 1605, realiza su gran obra La descripción geográfica de los reinos de Nueva Galicia, Nueva Vizcaya y Nuevo León. 33 Alonso Mota y Escobar, op. cit. p. 100.

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sencillez de las construcciones y de los edificios. La plaza34 era el espacio de reunión y

de devoción; encuentro rituario de descanso y de conversación. Al centro, la iglesia

parroquial parecía resguardar los secretos de aquella provincia; edificio de “cal y

canto”, con tres puertas claveteadas de cobre para recibir a los hombres y a las mujeres,

para persignar la luz y doblegar a la maldad35.

El negro Juan de San Diego salió del pequeño y pintoresco edificio principal,

enclavado en la misma plaza que se encontraba el espacio religioso. Su pregón desplazó

por un momento el comentario que hombres y mujeres hacían sobre situaciones

inmediatas; como si el tiempo se hubiera trasladado a una nueva dimensión, escucharon

las palabras del pregonero. Eran palabras muy parecidas a las que se habían repetido por

siglos36, sin embargo aquí parecía que quedaban encajadas en una tierra de nueva

fertilidad, como si se tratara de términos inusitados, de palabras empujadas por alguna

fuerza extraña.

Los habitantes del lugar no pusieron reparos en escuchar al hombre que

representaba y vociferaba las prédicas del poder, la insaciable mirada de una vigilancia

desconocida que quería penetrar en todos los territorios, bajo el pretexto que fuera: el

moral, el religioso, el político, el cultural.

En una época que parecía que el tiempo pasaba sin el menor quebranto, Juan de

San Diego fue el campanario de aquel día. El acto del conocido mulato de la localidad

fue para algunos una insensatez que a fin de cuentas se tenía que acatar, para otros fue

un llamado de Dios, una prebenda noticiosa que se les brindaba desde la capital de la

Nueva España. Algunas palabras o frases que resonaron como ecos fueron:

“sospechosos de la fe”, “absolución”, “profano”, “obedecer”, “Santo Oficio”,

“hechizos”, “Dios”, “Demonio”, “prohibido”, “sagrado”, “desgracia”, “salud”,

“agüeros”, “enfermedades”, “futuros”, “fe”, “fiscal”, “competente remedio”,

“invocación”, “Nuestro señor”, “sortilegios”, “oraciones supersticiosas”, “astrología”,

“conciencia”, “Santa sede apostólica”, “santísima virgen”, “daños y maleficios”. En

34 Hay que rescatar aquí la importancia que cobrara en la Nueva España la plaza como espacio social. “Al transformarse las iglesias primitivas en parroquias y estas en catedrales, se hicieron las adaptaciones, ampliaciones o reconstrucciones correspondientes con su nueva jerarquía. Así, las plazas mayores adquirieron en muchos casos una creciente categoría y la arquitectura de algunas ciudades, villas y pueblos destacó por su indudable presencia. María Luisa Sabau García, México en el mundo de las colecciones de arte, México, CONACULTA--UNAM/SEP, 1994, p. 189. 35 Antonio Nakayama, Documentos inéditos e interesantes para la historia de Culiacán, Culiacán, Gobierno del Estado de Sinaloa, 1952, p.83. 36 Aquí hacemos referencia a cierto tipo de edictos que a lo largo de tres siglos han cambiado muy poco en sus contenidos.

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estas palabras se dibujaba el sentido del deber, la vocación de amar y temer a Dios

como un acto de urgencia y de remedio a los posibles males del futuro. Algunas de estas

palabras había que extirparlas, otras había que afianzarlas, sobre todo las palabras

piadosas, “fe” y “Dios”. Estas últimas deberían ser el cobijo de los hombres y de las

mujeres, esencia de sus vidas y de su existencia37.

Aquellas palabras fueron memorizadas por Juan de San Diego. Él las hizo suyas

y las extendió como semillas a lo largo y ancho. Un discurso diseminado se extendía a

lo largo y ancho de la Villa. La escritura del edicto se trasmitía por medio del habla. La

escritura se volvía surtidora de los sentidos y de múltiples efectos emotivos, salía del

cause directo de la lectura y se volvía una lectura colectiva la cuál tenía respuestas por

medio de la oralidad. Las respuestas también se diseminaban en actos, en actos que

también eran discurso38. Hablar, cumplir, actuar, delatar, confesarse, acusar, eran tan

sólo algunas de las muchas respuestas.

Al salir de aquella plaza, Juan de San Diego recorrió las torcidas callejuelas de la

pequeña Villa. Se abrió camino en medio de las reacciones que propiciaba el llamado de

su voz —si hemos de basarnos en el mandato inquisitorial de este tipo de eventos, el

Negro Juan inició su trabajo al atardecer, cuando el sol ya no inducía al agobio—, su

modulación, a pesar de no resultar desagradable, provocó algunas pequeñas

interrupciones. Es probable que en alguna pequeña casa de adobe interrumpiera su

trabajo, ya que algunos hombres movidos por la curiosidad no pusieron reparos en

insistir que les adelantara sobre todo aquello que vociferaba.

No es de creerse que este pregonero haya querido suscitar la duda y el

descontento, arrinconar a los hombres y a las mujeres en las pesadillas del temor y en la

cruel frecuencia del mandato divino. Este era su trabajo, el cual cumplía quizá por

necesidad, por una ideología no bien dibujada o por una orden pesarosa como una cruz.

Lo cierto es que encendía ánimos novedosos y contradictorios entre los pobladores.

Éstos captaron el mensaje y siguieron el curso de esta orden, no fuera que un castigo

mayor les cayera del cielo o les saliera del fondo de la tierra39.

37 AGN, RI, Vol. 360, Exp. 10, f. 473. 38 Teun A. Van Dijk, La ciencia del texto, México, Paidós, 1993, p. 82. “Uno de los descubrimientos más importantes de la moderna filosofía de la lengua, que aporta la base del desarrollo de la pragmática, consiste en el reconocimiento de que la utilización de la lengua no se reduce a producir un enunciado, sino que es a la vez la ejecución de determinada acción social. Si por ejemplo, pronuncio la oración Mañana te devolveré las dos mil pesetas, no sólo he expresado una oración correctamente formada e interpretable, es decir, gramatical, de la lengua castellana, sino que al mismo tiempo he hecho algo que comporta ciertas implicaciones sociales: p. ej. He prometido algo”. 39 Jean Delameau, El miedo en occidente, Madrid, Taurus, 1989.

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El pregonero en la Nueva España

Desde tiempo atrás, los pregoneros eran ya los transmisores de noticias en la

Nueva España. Agitadores de novedades, estos hombres —fueran indígenas o

españoles— se habían convertido en periodistas rudimentarios de su época. Dicen que

en Cholula, antes de la matanza40, ya había algunos pregoneros que daban avisos, que

informaban o que prevenían cualquier tipo de acontecimiento desfavorable para la

población. Ser pregonero no era artificio de la improvisación personal, al contrario, se

cuenta que fue uno de los primeros cargos en ofrecerse en la colonia. Su labor iba, en

muchas ocasiones, más allá de lo informativo. Los pregoneros organizaban formas de

vida novedosas en el centro de Nueva España.

Se cuenta que en 1524, Francisco González, el primer pregonero conocido, dio

la orden de que cada español cercara sus casas y que, además, no criaran puercos dentro

de la traza de la ciudad41. El pregonero también informaba de la prohibición de los

juegos de azar, especialmente naipes y dados; además daba a conocer que no se debía

de portar armas de fuego, y además del castigo que recibirían los borrachos

maledicientes que injuriaban a la autoridad y los mercaderes que alteraban pesos y

medidas. Otras órdenes que daba Francisco González era la de no salir de la ciudad sin

autorización y la de enterrar los cadáveres de indios durante las epidemias. En 1553,

Juan de Montilla quiso darle un toque de independencia al oficio, al cobrar en efectivo a

los vecinos por pregonarles las noticias.

Sin embargo la voz no era el único medio para informar. Había hojas volantes

sobre acontecimientos importantes al menos desde 1541 (se conserva, de ese año, una

relación con regusto de corrido y frescura coloquial, del terremoto de Guatemala,

compuesta por el escribano Juan Rodríguez). Al volverse periódicas, las hojas volantes

se transformaron en gacetas (hacia 1666) sobre fenómenos naturales, milagros y

prodigios, monstruos, hechos de violencias, muertes, grandes fiestas, fenómenos

celestiales, volcanes, rebeliones de indios, inundaciones, canonizaciones, exequias,

40 Se dice que “la matanza de Cholula tuvo efectos inmediatos favorables para los intereses de Hernán Cortés y sus aliados pues causó gran impacto en el ánimo de los habitantes de los pueblos vecinos, ya que después de aquella acción ninguno de ellos se atrevió a interponerse en el camino. Sin embargo la matanza de Cholula, cuya justificación jamás fue comprobada, constituyó una de las acciones más censuradas en el desarrollo de la Conquista de México, no sólo por los enemigos de Cortés que la usaron en su contra en un juicio al que fue sometido en 1529, sino por quienes, como Fray Bartolomé de las Casas, hicieron más tarde severas críticas contra aquellos conquistadores, cuyas atrocidades provocaron la destrucción de los pueblos de América”. Gloria M. Delgado de Cantú, Historia de México, El proceso de gestación de un pueblo, México, Editorial Alambra Mexicana, 1998, p. 264. 41 Antonio Cortés, Hierros forjados, México, Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, 1935, p. 43.

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flotas, piratas, ejecuciones, sucesos de los reyes, misioneros y martirios, armadas,

endemoniados, asombros, autos de fe, arcos triunfales, batallas, a veces con verdaderas

ilustraciones (grabados de madera) 42. Mundo tumultuoso en el que se iba construyendo

por medio de la voz de los pregoneros y de los nuevos papeles.

Los edictos

Vale la pena especificar como se desarrollaba una situación de este tipo en la

que fue protagonista el Negro Juan de San Diego. Era de suma importancia que la gente

tuviera conocimiento de la promulgación de un edicto, que quedara de manifiesto la

presencia de la Santa Inquisición y de todo su posible poderío, representado en sus

prohibiciones y en el hecho de infundir un respeto cabal y contundente hacia Dios.

Es claro que el afán de dominio de la Inquisición iba más allá de lo religioso y lo

moral y se extendía a los territorios del predominio de lo económico. Sin embargo el

primer eslabón en donde se conjuraba su destreza para persuadir, convencer y

atemorizar a la sociedad estaba en sus discursos. El discurso inquisitorial se suscribía en

un ámbito de poder a partir de la publicación y de la divulgación de estos edictos. Los

inquisidores abrían de manera amplia la convocatoria para asistir de manera casi

obligatoria a una impresionante ceremonia. Dueños de estrategias que ya habían

experimentado y aplicado de diversas formas durante varios siglos, los inquisidores

tenían la finalidad de dejar grabada en el ánimo de los fieles una sensación de temor y

respeto hacia las disposiciones ordenadas por el Santo Oficio.

La duración de este tipo de eventos en la repercusión que tuviera en las

conciencias de los hombres y las mujeres del lugar donde se llevaba a cabo. Así pues, la

ceremonia iniciaba en la víspera, esto es, el sábado por la tarde, cuando se salía por las

calles de la ciudad o la villa para hacer llegar el pregón a todos y a cada uno de los

habitantes. La comitiva partía del lugar donde el inquisidor estaba instalado y en el

mismo lugar terminaba. Unos trompeteros abrían el paso y tras de ellos iba, con el

mayor lucimiento posible. Para que no quedara duda de la presencia del Santo Oficio,

iba el alguacil mayor y todos los ministros de la inquisición. Luego de pasar por los

42. María del Carmen Ruiz Castañeda, El periodismo en México, 450 años de historia, México, UNAM, 1980.

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lugares más importantes de la ciudad, la comitiva llegaba a la plaza mayor donde se

hacía la lectura del pregón43 .

En este tipo de procesos hay una diversidad de descripciones, de visiones, de

matices en los que se identifica la crueldad con la que el Santo Oficio realizaba este tipo

de eventos. En algunos de estas descripciones está presente la elaboración del teatro del

miedo de una manera insignificante, en otras se representan los extremos represivos de

la Inquisición. Carlos Monsiváis resume los grandes baluartes literarios narrativos del

siglo XIX —que hablaron sobre la Inquisición en la Nueva España del siglo XVII— de

esta manera:

Los procesos inquisitoriales requieren de culminaciones en la hoguera, con procesiones de gran lujo, profusión de estandartes, escudos bordados y la vestimenta de gran pompa de las familias importantes de la capital de la Nueva España. ¡Ah, y símbolos en profusión, símbolos de la fe! Los espectáculos del trágico fin de los herejes se acompañan de disputas por los mejores lugares cerca de las ceremonias del fuego y de cánticos de elevación del espíritu. El secretario del Santo Oficio lee el juramento de la pureza sobre un libro misal, y lo repiten el tribunal y el pueblo entero, comprometidos a perseguir y arruinar por todas las vías a los enemigos de la Santa Fe 44 .

Sin embargo este sentido martirizante no estaba presente en la región del

Noroeste de la Nueva España. Por ejemplo, los edictos eran para la mayoría de los

habitantes de Culiacán textos que no remitían a referencias cercanas. Sí tomamos en

cuenta el analfabetismo de la época y la forma de vida que se llevaba en la región –muy

lejano de cualquier indicio de conocimiento gráfico—, estas formas de lectura

resultaban novedosas. Sin embargo para algunos de los hombres que detentaban el

poder eclesiástico, el político, y muchas veces el económico, los edictos constituían

pautas fundamentales para establecer el orden e infundir temor45.

43 José Joaquín Blanco, Esplendores y miserias de los criollos. La literatura de la Nueva España 2, México, Cal y Arena, p. 59-60. 44 Carlos Monsiváis, Las herencias ocultas de la reforma liberal del siglo XIX, México, Debate, 2006, p. 150-151. 45 “La lectura, como ejercicio de lectura es, primero, un recordatorio. El censor nos refresca la memoria de cómo deben ser las cosas. Un recordar en su nivel más elemental: recordar los contornos y los requerimientos del orden; una llamada de atención para que no perdamos de vista las direcciones e intenciones —que no los objetivos— del discurso hegemónico. Acto seguido, el censor puede acceder a una pedestre venganza para alimentarse de las (a veces suculentas) migajas del poder.” Xavier Lizárraga Cruchiaga, “Del no al exorcismo”, en Censura y teatro novohispano, dirigido por Maya Ramos Smith, México, CONACULTA-INBA, 1998, p. 73.

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El brazo ejecutor del Santo Oficio utilizaba estos textos como un arma

poderosa, un arma que se esgrimía como advertencia. En ellos se puntualizaban listas de

los libros que debían expurgarse y también la de aquéllos cuya lectura estaba totalmente

prohibida. Se exhortaba a los fieles, en los edictos de fe y bajo la pena de excomunión, a

autoacusarse o acusar a los poseedores de estos libros extraños.

La Inquisición novohispana recibió sus edictos en la provincia y publicó otros en

circunstancias netamente locales46. Sin embargo fue en la capital del virreinato donde

estos documentos tuvieron una mayor circulación. La Inquisición cimentó ahí, por

razones obvias, su fortaleza. La importancia que tuvieron para los inquisidores algunos

puntos cardinales de la provincia, se puede descubrir por medio de la divulgación que

tuvieron estos documentos.

Hay ciudades y poblados donde llega un número muy limitado de ellos. Algunas

investigaciones hablan de la circulación de 61 ejemplares en la Ciudad de México;

aunque se podría pensar que una parte se distribuyó en la capital del virreinato y otra en

las distintas parroquias diseminadas a lo largo y ancho del territorio del arzobispado de

México. Para el resto de las provincias se enviarían 125 ejemplares; la recepción y su

divulgación se hacen presentes de manera particular en las poblaciones ubicadas en la

ruta comercial más importante del virreinato: la del correo de Veracruz47.

El noroeste de la Nueva España, por las sutiles intenciones de la Inquisición,

podría considerarse sólo como un apéndice en sus expectaciones de resguardo político y

moral. Esto se puede adjudicar a causa de su lejanía y de su escasa población en

comparación con otras ciudades. En el noroeste la cantidad de edictos remitidos fue

considerablemente menor48. Sin embargo esto no arrebata la importancia que tuvieron

algunos acontecimientos propiciados por el Santo Oficio en la región. Si el noroeste es

una historia menor en sus quehaceres moralizantes y de castigo, no se pueden descartar

algunos aspectos paralelos a los que surgen en otras regiones. Hay momentos,

46 Maya Ramos Smith, op. cit. p. 110. 47 Jorge René González Marmolejo; Sexo y confesión, México, Plaza Valdez, 2002, p.58. Sin embargo José Abel Ramos Soriano nos habla de una serie de 264 edictos promulgados por el Tribunal del Santo Oficio de México entre 1576 y 1819. Los orígenes de literatura prohibida en laNnueva España en el siglo XVIII en “Historias” no. 6, México, INAH, p. 27. 48 “Por ejemplo a Durango sólo se enviaron cuatro ejemplares y a Sinaloa dos; mientras que a las Californias, Sonora, Nuevo México, Texas, Chihuahua, Coahuila, El Nuevo Reino de León y Nuevo Santander, por los datos que se consignan en el correo, parecería que no les hicieron llegar ni un solo documento, sin embargo es difícil asegurar que a estas zonas no se hay enviado edicto”. Jorge René González Marmolejo, op. cit. p. 58. Es obvio que sí circularon edictos en estas zonas a pesar de la cantidad limitada.

Page 22: TESIS CENSURA, PROHIBICIÓN Y RESPUESTAS DISCURSIVAS

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situaciones singulares, tensiones que engendran en la sociedad un teatro del miedo

como en cualquier otra parte de la Nueva España.

En la Villa de Culiacán, la respuesta de los súbditos no sólo fue la denuncia

personal; la denuncia que también se extendía a terceros. A los más fieles se les trata de

recordar sus obligaciones religiosas y se les hace actuar bajo una serie de normas

impuestas por los inquisidores. Cada uno de los fieles se convierte en los ojos y los

oídos del Tribunal de Santo Oficio49. “Pero no sólo eso, cada persona fue el policía de

toda la gente que le rodeaba y esta a su vez, vigilaba a las demás personas”50. La

sociedad se veía así misma en una escenificación que no sólo estimulaba las denuncias,

también alentaba el miedo.

Algunos de los edictos que habían empezado a circular a principios del siglo

XVII en Nueva Galicia51, y más al norte, en Nueva Vizcaya, surgían desde el centro de

Nueva España, en ellos se establecían las reglas a seguir para evitar la posible

perturbación en la localidad. Por ejemplo, en un edicto que circuló en 1616 en Culiacán,

el Santo Oficio ratificaba la necesidad de temer a Dios. Este texto comentaba de manera

pormenorizada los riesgos de los que adivinaban el futuro; dejaba en claro, la necesidad

de acusar a las personas que se dedicaran a la nigromancia, geomancia, hidromancia,

brujerías y cualquier tipo de invocación demoníaca o arte adivinatorio. En este edicto

también se plasmaba la prohibición de ciertos libros que no convenían a la moral. Los

libros de astrología, por hablar de un caso, era conveniente que nadie los tuviera en su

poder, ni los leyera, ni los vendiera ni mostrara a persona alguna52.

Con este tipo de disposiciones, anuncios, advertencias y amenazas, es difícil

suponer que el edicto que repetía el Negro Juan en la Villa de Culiacán, no fuera

penetrando de manera inmediata en la mentalidad de todos los hombres y las mujeres –

independientemente de la actividad que realizaran--, y sobre todo entre aquellos que

49 Es aquí necesario hacer la anotación que fue una de las características más comunes que se tuvo como respuesta discursiva a los edictos inquisitoriales: esta fue el hecho de delatar por herejía o por cualquier desavenencia que se tuviera. Lo menos apropiado para la Inquisición era callar. Todo esto será así desde que se da lectura al edicto de gracia: “Una cláusula muy importante que puso su sello sobre todo esto, denunciarse a sí mismo como hereje no bastaba para beneficiarse de las condiciones del edicto de gracia. También era necesario denunciar a todos los cómplices que participaban del mismo error o que lo habían llevado a él”. Henry Karem, La Inquisición española, Barcelona, Grijalbo, 1979, p. 180. 50 Ibid. 59. 51 Hay que recordar, la isla territorial en donde se encontraba Culiacán, en medio de Nueva Vizcaya. 52 AGN. RI, Tomo 1, 8 de marzo de 1616.

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asistieron a la cita programada, donde el Alcalde Mayor53 extendió sus condenas a

astrólogos y hechiceros, consumidores de peyote, pintores de niños Jesús beligerantes y

otras cosas que se consideraron heréticas54.

Para quienes no bastara el eco del rumor que todo esto despertó, los edictos

quedaron pegados en la puerta de la iglesia principal. Las palabras marcaban las pautas

a seguir. El dictado de la palabra escrita se traducía en ley y en poder, pero también se

transformaba en habla. El que no leía, preguntaba o pregonaba según la versión que le

diera su corazón o su cerebro, su entusiasmo o su miedo55. Los vecinos tenían un

motivo más para temer o esperanzarse, se encontraban sumergidos en un acontecimiento

novedoso a causa del Santo Oficio.

Todo elemento extraño o acontecimiento novedoso que penetra en una sociedad

determinada, tiene una serie de respuestas categóricas que estarán vinculadas con

acciones del lenguaje. Los edictos cargaban su fuerza en supuestos, en actitudes

palpables o posibles conductas que se podían dar o que se manifestaban entre los

individuos de una sociedad determinada. Estos edictos –además de otro tipo de textos

marginales de la época— eran, sin lugar a dudas, textos esenciales en la revelación de

comunidades lingüísticas. Fundadas entre el consenso social, en las actitudes a

contracorriente de algunos hombres, en las comunidades lingüísticas se podía ver, que,

después de todo, “solidaridad y conflicto eran caras de la misma moneda”56. Por eso la

53 “Los alcaldes mayores tenían a su cargo los cuatro rubros de gobierno: justicia, guerra, hacienda y gobierno. En lo que más cuidado pusieron fue en la recaudación de tributos y rentas reales, así como en el cuidado y vigilancia de la población indígena, y en la de jueces. Una de las características fundamentales de este cargo fue que se adquiría por compra. Esto propició que los interesados en obtenerlo tuvieran como principal objetivo recuperar la cantidad invertida, lo que hizo que este empleo fuese susceptible de una gran corrupción, que por lo demás no fue exclusiva de este cargo, y aparentemente no alarmó ni fue lo que se juzgó más inconveniente en estos funcionarios”. Beatriz Rojas, Breve historia de Aguascalientes, México, el Colegio de México, 1994.

54 Vale la pena señalar los tipos de edictos que leía el Santo Oficio. “Estos solían ser de dos tipos: generales, en donde se mostraba toda una serie de conductas que la Inquisición consideraba contraria a las normas católicas y a la ortodoxia cristiana y especiales, en donde se perseguía una o varias acciones en particular; estas se hacían merecedoras de privilegio de acuerdo con el momento histórico que se vivía. Rafael Valdez Aguilar, El curanderismo en el Culiacán del siglo XVII, Culiacán, La crónica de Culiacán, 2003. 55 Con respecto a la relación de lo escrito y lo oral cabe mencionar lo siguiente: “atravesar la historia y la etnología con algunas preguntas, he ahí todo mi objetivo... no podríamos admitir a la palabra y a la escritura como elementos estables, de los que bastaría analizar las alianzas y los divorcios. Se trata de categorías que forman un sistema en el interior de conjuntos sucesivos. Las posiciones respectivas de lo escrito y lo oral se determinan mutuamente. Sus combinaciones que cambian lo términos así como sus relaciones, se inscriben en una sucesión de configuraciones históricas”. Michel de Certeau, La escritura de la historia, México, Universidad Iberoamericana, 2003. p. 203-204. 56 Peter Burke, Hablar y callar, Barcelona, GEDISA, 1996, p. 17.

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cita a la que se convocaba aquel marzo lejano, las formas de temor que se abrían como

nuevos vuelos emotivos, tenían que ver con esa armonía y esa tensión que detonaba la

palabra.

Un pasado de calamidades

Hay que recordar que entre la población de la Villa de Culiacán, la idea de

catástrofe, de muerte repentina o de miedo, no era algo muy remoto. La provincia de

Culiacán había transitado en décadas pasadas momentos de desolación, conflictos y

muerte. Era una tierra agreste para algunos, paraíso perdido e imposible para otros. Sus

momentos de posible estabilidad eran los menos, y siempre se veían exterminados; en

muchas ocasiones se pasaba de la tranquilidad a la convulsión, del reconocimiento de

los otros a la rebelión étnica. Antes de quedar habitada fue una tierra de tránsito, no sólo

por el hecho de los hombres que llegaron y se fueron, sino por las muchas vidas que

fueron interrumpidas por enfermedades y quedaron aquí sembradas como en un gran

panteón colectivo.

El despoblamiento de Culiacán se presenta por diversos motivos. Después de

1531 el azote de la conquista hace que la población indígena disminuya de manera

drástica. En el caso de las filas de los aguerridos y ambiciosos españoles, el castigo de

las epidemias propiciaría que su estancia fuera muy limitada, optando por la

emigración. A esto factores se unió además la hostilidad de los indios en los valles del

sur de San Lorenzo y Culiacán57; y el clima, un clima que muchos españoles

consideraban, por las altas temperaturas, era un milagro soportar.

Muchos de estos españoles decidieron emigrar al Perú –a probar la bonanza de

las leyendas que corrían desde hacía buen tiempo en la península– o a otras regiones

lejanas hacia el sur. Lejos, muy lejos, buscaron un destino en el que intentaron borrar

57 “La villa de Culiacán sufrió mucho en sus primeros años debido a la actitud levantisca de los aborígenes. Al principio la ineptitud y la crueldad de Diego de Proaño provocaron la rebelión de los nativos. Después a finales de 1538, un cacique llamado Ayapín, acaudilló una nueva rebelión contra los conquistadores tomando tales proporciones el movimiento que el alcalde mayor Melchor Díaz tuvo que pedir el auxilio de Vázquez de Coronado, a la sazón gobernador de Nueva Galicia. Coronado se movilizó rápidamente hasta Culiacán a donde debe haber llegado del 20 al 22 de diciembre. Ayapín fue abatido y hecho prisionero, terminando sus días descuartizado”. Antonio Nakayama, op. cit. p. 113. Atanasio G. Saravia, Obras. Apuntes para la historia de la historia de la Nueva Vizcaya, tomo II, México, UNAM, 1979.

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sus desventuras y todas las calamidades vividas, o un hogar en el que se materializaran

los sueños de riqueza y de ambición de los que tanto se hablaba en esa época.

Los españoles que resistieron, los que se hastiaron de nuevas aventuras, los que

escucharon el llamado de una misión ambiciosa o filantrópica y creyeron que eran los

indicados para fundar nuevos pueblos y villas, establecieron nuevos esquemas

organizativos en la administración de la región. A pesar del clima y de las nuevas

condiciones de vida, de las adversidades que condicionaban la fe, en medio de la

pobreza y de lo poco que había que administrar, los españoles sabían que la pobreza

bien administrada, en esta región por lo menos, podía llevarlos a un mediano bienestar,

a una condición que matizara las inconformidades y las rebeliones constantes de los

indígenas.

En aquel entonces en la Villa de Culiacán se utilizaban como vestuario, atuendos

de algodón, holandas con muchos colores llamativos, con figuras de animales58. Una

buena cantidad de estas prendas eran tejidas por los mismos habitantes del lugar. Éstos

eran verdaderas creaciones artesanales, en donde se presentaba una labor práctica y

artística que unificaba la tradición de los pueblos nativos y los españoles, españoles ya

radicados que se adaptaban o inventaban una tradición, a sabiendas que, posiblemente,

las próximas generaciones serían parte de este espacio geográfico.

Estos nudos humanos que irán construyendo la Villa de Culiacán forman parte

de un proceso económico, político y religioso que estará marcado muchas veces por la

continuidad y por sus secuelas favorables y otras por sus cuentas regresivas y por sus

desastres. En retrospectiva podemos decir que al despoblamiento de Chametla59 devino

el aislamiento. Los encomenderos60, en su mayoría, tuvieron escasos beneficios. Casi

medio siglo después de la conquista de Culiacán, en 1583, se contaban en el distrito,

quince personas con pueblos encomendados. Vale decir que las formas de organización

manejaban el tributo. Lo que los indígenas tributaban—algodón, maíz, miel, henequén,

58 Alonso Mota y Escobar, Ibid, p. 96. 59 Vale la pena recalcar la importancia de Chametla como uno de los establecimientos básicos de la Nueva Vizcaya. “Tanto las tierras de la provincia de Chametla como las de la provincia de Sinaloa, se habían considerado ya conquistadas por Nuño de Guzmán, pero el abandono de estas tierras por parte de los compañeros de Nuño había hecho que prácticamente estuvieran fuera del dominio del gobierno español, cuando, en la séptima década del siglo XVI, Ibarra llegó a las costas de Sinaloa después de verificada la sujeción de Topia”, Atanasio G. Saravia, Op. Cit. p. 84. 60 Hay que recordar que Cortés se había encargado de hacer este tipo de designaciones. “Cada encomendero se encargaría de mantener en su señorío o su encomienda, la funcionalidad de la relación establecida así como de atajar cualquier insubordinación, y en pago de sus servicios a la corona podría quedarse con el tributo debido en ese particular señorío”. Bernardo García Martínez, La creación de la Nueva España en Historia General de México, México, Colmex, 2000, p. 243.

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ostras—eran productos para consumo local. La tributación que se recaudaba en pesos

era pobre, y a pesar de haber casos, como el de la encomienda de Hernando de Tovar61--

que llegó a tener un rendimiento recaudatorio de 500 anuales—, ésta sólo servía para “el

sostenimiento de una incipiente burocracia provincial”62.

No hay que olvidar en la conformación de esta organización a los jesuitas. Si su

participación fue fundamental en la construcción cultural de toda la Nueva España, por

su puesto que su asentamiento en tierras del noroeste también fue muy significativo. Su

labor expansiva e inagotable, no sólo va a estar limitada al renglón religioso. Su

condición organizativa no tenía límites. El afán integrador de formas de vida de una

comunidad se extendía hacia otros ámbitos como el económico, el agrícola y el

educativo, mismos que atendía con destreza y con un no visible despotismo. Por medio

del “sistema de misiones”, los pueblos de está región pudieron permanecer

interrelacionados. Llámese devoción, misión, filantropía, cruel sumisión, interés

material o espiritual, pero para el año de 1600, con el descubrimiento de nuevos

caminos y el avance de la minería, se consolidó el establecimiento de las misiones

jesuitas, blindando de esta manera cualquier agresión de los indios del norte de la

sierra63.

La Nueva España y los nuevos caminos a la Villa

En la capital de la Nueva España, a pesar del flujo de sus nuevas construcciones,

del icono guadalupano que marcará las creencias de muchos durante toda la Colonia,

durante la tercera década del siglo XVII habrá una serie de desastres y de descontroles

de la población. En 1629, año que inicia la victoria guadalupana:

Ocurrió una gran inundación que duró cinco años, y se trajo como único recurso a la virgen de Guadalupe a la catedral, donde reinó hasta 1634. Cuando bajaron las aguas obtuvo, entre otras muestras de gratitud—aunque se hubiera tardado cinco años en

61 Hernando de Tovar, padre de Pedro de Tovar, fue cazador mayor y capitán de la guardia de la reina doña Juana “La Loca”, y sobrino del marqués de Denia. Antonio Nakayama, op. cit. p. 122. 62 Ángel del Río, Colonialismo y frontera. La imposición del tributo en Sonora y Sinaloa, XII y XIII simposium de historia y antropología de Sonora. 63 Carmen Castañeda, La provincia de Culiacán, Revista de la Escuela de Historia de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Número 3, Mayo-agosto 91, p 20. “En 1573 había 2000 indios de paz en Culiacán…y 1455 tributarios en 1582. Muchos murieron en la epidemia hacia 1602. Domingo Lázaro Arregui en 1621 afirma que había 1,336 tributarios y otros 400 indios en las montañas”.

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resolver el lío acuático—, algunos poemas anónimos que la comparaban con el arca que salvó a la humanidad del diluvio seguramente su devoción crecía, como lo muestra que se construyan un nuevo y mayor templo64.

Pero no sólo serán las rotondas de la naturaleza las que hagan mella entre los

habitantes del centro de la Nueva España. La organización política a veces se empaña

con movimientos que buscan derrocar gobiernos improvisados, enderezar, a la manera

de cada quién, el rumbo de la Nueva España. En 1624 se originará una de las pugnas

políticas de mayor trascendencia en el siglo XVII. El arzobispo de la Nueva España

Juan Pérez de Serna y el Virrey Diego Carrillo, Marqués de Gelves, son los actores

principales de las desavenencias.

Los abusos continuos de Juan Pérez de Serna en las actividades comerciales y

religiosas, motivan a Diego Carrillo tomar cartas justicieras. Aunque ubicados ambos en

la cúspide del poder de la Nueva España, el Virrey da la primera estocada al Arzobispo,

al detenerlo y encarcelarlo en San Juan de Ulúa. Los planes del Virrey de exiliar al jefe

religioso a España son rotundamente fallidos. El 15 de enero un pueblo desbordado y

enfurecido se amotina frente a palacio para pedir la renuncia del Virrey.

El Arzobispo, después de evadirse de prisión, anuncia la ausencia de poderío de

su contrincante. Aprovechando la crisis, Pérez de Serna se autonombra jefe absoluto y

encumbra al licenciado Gaviria como Capitán General. Ante el peligro que corra su vida

y ante el claro debilitamiento de liderazgo, Diego Carrillo tiene que escapar de un

palacio en llamas65. Tanto el motín de 1624 como el de 169266, serían una muestra clara

de las disidencias sociales, políticas y culturales en medio de las cuales desarrollaría el

siglo, en donde

herejías, blasfemias, magia y hechicería, persistencia de idolatría entre los indios, proliferación de sectas como iluminados o molinistas y toda suerte de desviaciones de la ortodoxia, tanto política como religiosa, mantuvieron constantemente ocupada a las autoridades civiles y a la Inquisición, que realizó en ese siglo la mayor matanza de judíos que hubo en América”67, siglo petrificado, precisamente en plena caída

64 José Joaquín Blanco, Op. Cit, p. 97. 65 Vicente Riva Palacio, Monja y casada, virgen y mártir, México, Editorial Porrúa, 1998. 66 Me refiero a los tumultos de 1692 en la Ciudad de México excelentemente investigados por Natalia Silvia Prada, La política de una rebelión: Los indígenas frente al tumulto de 1692 en la Ciudad de México, México, El Colegio de México, 2007. 67 Maya Ramos Smith, Op. Cit. p.155.

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económica y demográfica, pero con una corte y una iglesia que hacían como si no pasara nada.

Sin embargo estos desórdenes parecen no estar presentes en la provincia y la

Villa de Culiacán. Aquí se puede vivir con más tranquilidad, los grandes males han

pasado y se avecina una nueva etapa. Para 1627, la Villa de Culiacán tiene una relativa

recuperación. Se inician en esa época los hallazgos de las minas de plata y oro de

Santiago Carantapa68, San Juan y real de Vacapa69, Los reales de Topia y San Andrés70,

centros mineros que serán puntos cardinales que entretejen esta nueva relación con la

villa71.

“La población no indígena—española, mulata, mestiza y negra—después de casi

despoblarse, comenzaba a aumentar de manera importante”72. Después de permanecer

con pocas conexiones hacia el exterior se empiezan a entretejer rumbos y nuevas formas

de sobrevivir. Se buscan caminos como una nueva alternativa. Se comprueba que el

noroeste—y específicamente Culiacán-- era un evento representado por los

conquistadores, en muchas de sus crónicas, que sí valía la pena ser reconquistado.

Enrique Semo nos detalla de manera muy pormenorizada que los primeros años

del siglo XVII, el camino real hacia el norte que partía de Zacatecas (denominado “de

tierra adentro”), se fue delimitando por el establecimiento de nuevos poblados. En esa

ola expansionista aparecieron nuevos territorios. Por el oriente San Luis Potosí, Saltillo

y Monterrey, y por occidente, Santa Bárbara, El Parral, Chihuahua, y así hasta Nuevo

México y su camino a Santa Fe. Como uno de los centros más importantes del siglo

XVII, destacó el Parral que mantenía comunicación intermitente con Zacatecas y la

Ciudad de México. Este asentamiento además se abastecía de productos tropicales por

el camino de Topia, que pasaba por Santiago Papasquiaro y terminaba en Culiacán.

68 Santiago Carantapa estaba localizado a 40 kilómetros de Culiacán, Atanasio G. Saravia, op. cit. 96. 69 Real de Vacapa se encuentra a 20 leguas de Culiacán según nos dice Luis Navarro García. Este lugar prueba su auge a principios del siglo XVII. Sonara y Sinaloa en el siglo XVII, México, Difocur, 1992. 70 El real de San Andrés fue fundado por mineros españoles. Sobre Real de Topia, Mota y Escobar hace mención en su conocida descripción: “En el mismo tiempo que Nuño de Guzmán envió al capitán Chirinos, envió también al capitán Joseph de Angulo al descubrimiento de la serranía de Topia, la cual descubrió y juntamente desde la altura de ella reconoció los grandes llanos que entonces llamaron Pánuco”, Mota y Escobar. 71 Rafael Valdez Aguilar, op. cit, p. 21. 72 Ibid, p. 4.

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Culiacán, este pequeño fragmento del mundo, esta lejana provincia de la Nueva

España conquistada por Nuño de Guzmán en 153173, fue el escenario donde se

entretejían historias consagradas a la brujería, a la astrología y a otro tipo de herejías;

fue el lugar donde se blasfemó, se adulteraron las permisiones del matrimonio, se

multiplicaron las creencias en el curanderismo, se provocaba de manera involuntaria,

sin la intención de provocar, a ese control inquisitorial que se extendía a lugares

apartados. Una Inquisición que llegaba casando cualquier atisbo de duda, de insinuación

herética que fuera contra las leyes que imponía74.

Aunque en la Provincia de Sinaloa se habían dado una serie de procesos

inquisitoriales por poligamia, por casos de hombres que se fingían sacerdotes para

oficiar misa75, hacía más de medio siglo que el Tribunal de Santo Oficio no realizaba

una averiguación en Culiacán. En 1572, el sacerdote franciscano Juan Pérez había sido

acusado de proposiciones heréticas76. Aunque esta averiguación no tuvo una

repercusión mayor en el acusado, ya que se trataba de pugnas muy comunes en el siglo

XVI, entre grupos religiosos77, era el antecedente de la Santa Inquisición y de la censura

que se impondría a cualquier tipo de manifestación herética en las tierras conquistadas

por Nuño de Guzmán. Una censura que despertaría por medio de los edictos de fe de la

Inquisición una serie de discursos que se diseminarían en un gran coro de voces.

Los cronistas y la Inquisición

La Provincia de Culiacán, aparentemente retirada de la civilización, era una

región que formaba parte de la órbita de muchos acontecimientos. Éstos tenían una

73 Como se sabe Nuño de Guzmán fue el conquistador de Culiacán en el año de 1531, fue además presidente de la Audiencia de la Nueva España (1527-1538) y conquistador de Jalisco. Acabó encarcelado y deportado a España por incontables delitos de crueldad, servicia y corrupción contra los naturales y los españoles. Fausto Marín Tamayo, Nuño de Guzmán, México, Siglo XXI editores, 1992. Herminio Martínez, Diario maldito de Nuño Guzmán, México, Editorial Diana, 1990. 74 Serge Gruzinzki, “Del Chamán al curandero colonial”, en Introducción a la historia de las mentalidades, México, INAH, 1979, p. 273. “El santo oficio dejaba ver su evidente preocupación por aquellos sujetos que mostraban cierta tendencia al aislamiento, con pretensiones místicas, porque siempre existía la posibilidad del error. Aunque la iglesia aceptaba, de buen grado, que algunos hombres se retiraran a orar, dedicaran parte de su vida a la penitencia y dejaran todos los bienes materiales por llevar una vida que la mayoría de las veces era producto de la imitación de un modelo arquetípico, nunca dejaban de ejercer la vigilancia necesaria. La frontera entre la herejía y la santidad es muy sutil y eso es algo que estaba presente en la mentalidad católica de la época”. 75 AGN, RI, Vol. 292, Exp. 35, Fs. 439-469. 76 AGN. RI. Vol. 112, exp. 5, f. 6. 77 Estas diferencias entre los grupos religiosos propician la existencia de sacerdotes que por sus creencias son incómodos al Santo Oficio. Pablo González Casanova, La literatura perseguida en la crisis de la colonia, México, UNAM, 1986.

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repercusión en el centro de Nueva España, inclusive en la península. En Culiacán

terminaría la odisea de Álvar Núñez Cabeza de Vaca y muy cerca de este lugar, a

Chametla, llegaría Hernán Cortés. Estos hombres, que fueron conquistadores y

revelaron sus hazañas por medio de sus cronistas, representaron con sus palabras

diversas regiones de la Nueva España; fueron polémicos como la gran mayoría de los

grandes personajes de su siglo. Su vida estuvo en medio de la encrucijada de los

intereses –sobretodo Hernán Cortés—. Álvar Núñez Cabeza de Vaca escribe

Naufragios78, Hernán Cortés, escribe uno de los libros claves para entender los

cimientos de periodo novohispano: sus Cartas de relación79.

Cabeza de Vaca llega a Culiacán envuelto por las grandes hazañas que lo

empujaron a descubrir nuevos territorios, con el impulso de un mesianismo que lo llevó

a descubrir lenguas y a descifrar los márgenes humanos de la vida y la muerte por

medio de la medicina herbolaria. Cabeza de Vaca llega a Culiacán en 1536, a su llegada

a estas tierras recomienda a los indios bajar de la sierra, sentirse seguros y en paz. Su

afán de conquista lo lleva a hacer consideraciones religiosas y providenciales, participar

en la construcción de casas para nuevos habitantes y una para Dios. Insiste en la cruz

como símbolo, como objeto que pacifica a los hombres; su portación debe sustituir a las

armas y a los arcos.

Álvar Núñez Cabeza de Vaca da su versión de la favorable respuesta que

tuvieron sus recomendaciones:

después de bautizados los niños, nos partimos para la Villa de San Miguel, donde como fuimos llegados vinieron indios que nos dijeron como mucha gente bajaba de la sierra y poblaban en lo llano y hacían iglesias y cruces y todo lo que les habíamos mandado80.

Por medio de su visón escriturada de las cosas, Cabeza de Vaca, es el narrador que se

desplaza y se mira a sí mismo con la mirada que al principio miraba a los otros.

Si hablamos de los cronistas como forjadores de una región que se inventa en las

obras y en los discursos, quizá tenga validez encadenar sucesos en los que se relacionan

78 Naufragios de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca fue publicado por vez primera en 1542 en Zamora, España. 79 Estas cartas fueron escritas entre 1519 y 1526. Son textos fundacionales y fundamentales para entender muchos aspectos culturales en la Colonia. 80 Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios y comentarios, México, Editorial Porrúa, 1993, p. 47.

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las hazañas, las conquistas de estos hombres y su palabra escrita, con la censura

inquisitorial. Por lo mismo es valido recordar que simultáneamente a la creación del

cronista y cosmógrafo oficial de las Indias (1571), la Corona prohibió a los religiosos,

sus críticos más constantes, continuaran la tarea de recoger y transmitir la historia de los

pueblos indígenas. Esta decisión era una respuesta a la postura casi subversiva que

habían adoptado los misioneros, particularmente los franciscanos. La decisión buscaba

fortalecer al poder secular, empobrecía, obviamente, a esa inquietud que había nacido

en muchos pensadores religiosos de preservar el pasado indígena.

Los cronistas ya sufrían desde hace tiempo estas disposiciones. Carlos Fuentes

refiere que “sólo seis años después de la Conquista, la Corona prohibió ulteriores

publicaciones de las Cartas de relación de Hernán Cortés a Carlos V. La Corona no

deseaba promover el culto de la personalidad de los conquistadores. En efecto se nos

prohibió conocernos a nosotros mismos”81. Por eso el cronista queda amarrado al

príncipe o a la iglesia, su palabra se transforma en una extensión de las ideas y los

intereses de éstos, el cronista se transforma en cierta forma en un intelectual orgánico de

su corporación82.

La ciudad letrada83

En su libro, La ciudad letrada, Ángel Rama establece una serie de divisiones por

medio de la cuales se iban conformando los espacios humanos. En este proceso de

división se encuentran La ciudad ordenada, La cuidad letrada, La ciudad modernizada,

La ciudad revolucionada. El elemento fundamental en este proceso será la forma en que

los signos empiezan a tener diferentes lecturas en los espacios y de cómo los espacios y

las ciudades son a la vez nuevos signos que “permiten que leamos una sociedad al leer

el plano de una ciudad”. Durante la Colonia se buscó la traslación del orden social a la

realidad física. Meditación y práctica que algunas veces desequilibraba la idea de

espacio entre los indígenas. Se proyecta y se raciona buscándose una mirada al futuro. 81 Carlos Fuentes, El espejo enterrado, México, FCE, 1994, p. 153. 82 Enrique Florescano, op. cit, p. 319. 83 Ángel Rama maneja el concepto de la “ciudad letrada” como una entidad o signo cuya función gira en torno a la codificación de las proclamas, leyes y reglamentos durante la época colonial, es decir, el ordenamiento textual y político de la sociedad. Me interesa en este caso la forma en que confluyen una serie de situaciones que son representadas en textos de algunos de los principales cronistas del siglo XVI y XVII, y también en una serie de textos menores como serían los edictos y demás textos inquisitoriales. La ciudad letrada, Monterrey, Ediciones del Norte, 1984, p. 57.

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El resultado de esa nueva visión transforma a “la ciudad en el más preciado punto de

inserción en la realidad de esta configuración cultural y nos deparó un modelo urbano

de secular duración: la ciudad barroca”84.

Por eso el siglo XVI fue en algunas ciudades de la Nueva España, por el brío y

la fastuosidad de sus construcciones, el siglo de la arquitectura85. Sin embargo, esta

escenografía de los espacios que generó en las grandes ciudades una nueva visión del

mundo, no se presentó con la misma capacidad de grandeza en todas las latitudes. La

provincia de Culiacán era para el siglo XVII una especie de punto de referencia en

medio de una tierra ruda y vertiginosa. Ahí, la comodidad en el vivir se basaba, más que

en el exceso y el lujo de sus construcciones, en la adopción a lo elemental. Aparte de

que no había gran alternativa para el despilfarro, cualquier exageración arquitectónica

era vista, a causa del clima, como un estorbo.

Hacia 1627 se puede hablar de la Villa de Culiacán como un espacio que

empieza adquirir los rasgos característicos de algunas provincias rudimentarias.

Terminado el primer siglo novohispano surge un nuevo paisaje en el que cobra vida una

nueva visión del espacio geográfico. Se le canta al paisaje, pero también se le canta a

una ciudad que se edifica bajo los preceptos de una nueva identidad. No es extraño que

por las mismas fechas que se abren caminos tierra adentro— que llegan a entrelazar

algunas tierras del noroeste en la Nueva España—, contribuya a la invención de ese

nuevo espacio geográfico el escritor Bernardo de Balbuena86.

Por azaroso que parezca, el amor, el destino, la palabra, la ciudad, se

transforman para este importante personaje en el nombre de una mujer. Isabel de Tobar

y Guzmán, hija de Pedro de Tobar, destacado personaje de su tiempo en la Villa de San

Miguel de Culiacán, es la musa inspiradora de la Grandeza Mexicana87, libro que se

publica en el año 1604. La promesa, el torrente amoroso entre el cura de San Pedro de

Lagunillas88 y la viuda de un tal Luis de los Ríos, sólo se consolida en una obra de gran

representatividad para las letras mexicanas. El centro y la periferia entran en contacto

84 Ángel Rama, Op. Cit. p. 2. 85 Octavio paz, Las trampas de la fe, México, Fondo de Cultura Económica, 1995. 86 Se sabe que Balbuena llega a Nueva España en 1584 a los 22 años. Le toda aventurar en las tierras de Culiacán en donde conoce a su musa inspiradora, Isabel de Tobar y Guzmán. 87 Bernardo de Balbuena, Grandeza mexicana, México, Editorial Porrúa, 1987. 88 San Pedro de Lagunillas fue un pueblo indígena llamado “Ximochoque”, el cual se constituyó como uno de los caciques del reino de Jalisco. A la llegada de los españoles al mando de Beltrán Nuño de Guzmán, en 1530, “Ximochoque” era gobernado por Masmayo. De 1592 a 1604, realizada la conquista, el fraile Bernardo de Balbuena tuvo a su cargo la administración religiosa de las minas del Espíritu Santo y San Pedro Lagunillas, y su padre, del mismo nombre, la administración de las propiedades de los Condes de Miravalle. Pedro López González, Recorrido por la historia de Nayarit, México, INEA, 1986.

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por medio de la inspiración, el amor y el lenguaje; un lenguaje que será cimiento del

siglo que comienza, el siglo de la expansión y la integración89. La Grandeza Mexicana,

a pesar de que Bernardo Balbuena llegaría a considerar la Nueva España como un

“estrecho y pequeño mundo”, en donde fuera de la capital todo era desierto, era una

obra capital en que pondría los rasgos de la invención de uno de los tantos discursos que

darían nombre a la Nueva España. La publicación de la Grandeza Mexicana no

inauguraba la creación de un discurso diverso volviéndose uno, sino más bien un

discurso que se transforma en muchos, que se desgrana de una manera novedosa e

intensa90.

Al tomar un conjunto de textos que se van desarrollando en una ciudad

determinada, inclusive en el centro de la Nueva España, podríamos decir que la

literatura es sólo una porción de la producción letrada. Los datos que recogen Balbuena

y Sigüenza y Góngora, nos hablan de más de trecientos poetas. Sin embargo “tales

cifras no guardan relación con los potenciales consumidores y de hecho productores y

consumidores debieron ser los mismos funcionando en circuito doblemente cerrado”;

“la alta producción es ocio remunerado por otras vías, ya que para esos productores no

existía un mercado económico y puede vincularse al despilfarro suntuario que

caracterizó a las cortes de las colonias”.

Por eso más que a la literatura en sí, Ángel Rama nos habla de dos vías que

ayudaron a fortalecer lo que sería La ciudad letrada. Las exigencias de “una vasta

administración colonial que con puntillismo llevó a cabo la monarquía, duplicando

controles y salvaguardas para restringir, en vano, el constante fraude con que se le

burlaba”. “La otra sería la exigencia de una evangelización (transculturización) de la

población indígena contada por millones”, que algunas veces logró encuadrar en los

valores europeos91. Estas dos enormes tareas tuvieron la necesidad de recurrir a un

enorme número de hombres letrados. De hombres a quienes tocaba certificar el triunfo

de nuevas fortalezas morales de conocimientos y de organización por encima de la

barbarie.

89 Lira, Andrés, Luis Muro, El siglo de la integración, Historia General de México, México, Colegio de México. 90 John Beverley, Los límites de la ciudad letrada, Historia y grafía, UIA, num. 12, p. 178. Aquí sustituyo el concepto de nación por el de Nueva España. Parto de la idea de que los discursos se diversifican a partir del siglo XVII, sobre todo con las aportaciones del barroco mexicano y los frutos científicos y literarios que seguirán dándose en el siglo XVIII. 91 Ángel Rama, p. 27.

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El edicto en ciudad escriturada

El edicto de Inquisición también forma parte de esta escritura que pretende

organizar villas, pueblos, ciudades o regiones más amplias. Letra escrita, mandato,

imperativo religioso, enigma, por donde se asomaban mil rostros y nombres que no se

mencionaban. El edicto de fe era “un documento de información que señalaba las

diversas herejías y como se les identificaba, ya que le explicaba de manera detallada

ritos, costumbres, ceremonias, invocaciones, para que se reconociera a las personas

heréticas y así delatarlas al tribunal”92. Extraña función la del edicto: señalar lo que se

detentaba como deplorable esperando culpables, personas a las que habían de colocarles

en la escritura inquisitorial, posterior a su publicación, un rostro.93 La escritura será la

mascarada del que señala y del que es señalado.

El texto que llegó a la Villa de Culiacán, del que repartió una versión disminuida

y de manera oral el negro Juan de San Diego, era un texto que se había repetido en

muchas regiones de la Nueva España y otros virreinatos a donde había llegado el Santo

Oficio. El texto iniciaba con el reconocimiento, en primera persona, del Santo Oficio y

posteriormente mencionaba los lugares en donde este texto y la vigilancia iba a

dirigirse. Decía el texto:“Nos los Inquisidores contra la herética pravedad, y apostacia

en esta ciudad, y arzobispado de México, Estados y Provincias de la Nueva España,

Nueva Galicia, Guatemala, Nicaragua, Yacatan, Verapaz, Honduras, Islas Philipinas”.

Posteriormente se hacía la mención de la necesidad de la lectura del edicto ya

que a muchos lugares no había llegado. Luego se daba la orden de delatar ante

inquisidores, comisarios o familiares del Santo Oficio, a todas las personas que hubieran

cometido o hubieran hablado de herejías. Luego estaban los pecados y las

prohibiciones.

Es claro que la inquisición no sólo tenía intereses que se discernían en lo

económico, sin embargo durante el siglo XVII, los dados se cargaban a la secuela de la

administración moral, el interés era la supervivencia de los santos traída desde España a

la Nueva España.

92 Alicia Gojman Goldberg, La función del edicto de fe en el proceso inquisitorial, “Memoria del tercer congreso de historia del derecho mexicano (1983)”, Coord. José Luis Soberanes, México, UNAM, 1984, p. 263. 93 Michael Foucault, El orden del discurso, Madrid, Editorial Tusquets, 2004, p.14.

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La Guadiana y la Inquisición

En 1627, el año de los autos de fe, la jurisdicción religiosa de la Provincia y la

Villa de Culiacán recaía en el obispado de Guadiana (Durango)94. La Guadiana no

estaba exenta de amenazas inquisitoriales. También había paréntesis humanos, hombres

que hacían habitables nuevas regiones. Los libros, los papeles, las páginas de la voz y

las inconformidades étnicas, eran alcanzados por el Santo Oficio. Estos materiales en

donde se plasma la palabra se trasforman y se les ponen adjetivos; son prohibidos y

heréticos. Ahí suceden acciones de inconformidad; estas serán las nuevas amenazas a la

vocación religiosa y administrativa de los misioneros. Los indios tepehuanes se

sublevan y se convierten en una raza maldita y dañina para la tierra95.

Hacia 1617 se habla ya de la existencia de algunos libros prohibidos en

Durango. Tan sólo tres años después se presenta en la provincia el caso de un hombre

llamado Bartolomé del Barco, que ejercita los malabares de la hechicería por medio de

la ayuda que le prestaba el libro Clavículas de Salomón96, uno de los tratados clásicos

de la magia medieval que resulta de lo más entretenido, y por lo mismo peligroso, para

los habitantes del lugar97.

Y aunque a muy pocos les interesan los dilemas ideológicos de la religión y los

problemas de la reforma luterana, cercanos sólo a los hombres letrados, esto no es

motivo para que el Santo Oficio no coloque una barrera a todo mundo y ponga límites

entre lo que se debe y no se debe creer, entre lo que se debe y no se debe hacer. Estos

mecanismos de vigilancia los recibe el esclavo Clemente, por el simple hecho de ser

94 A partir de 1620 cambia la Jurisdicción religiosa de la provincia de Culiacán. 95 AGN, RI, Vol. 315, Exp. 4, F. 5. 96 Evidentemente, la fijación escrita y la traducción sistemática de los textos mágicos aconteció, seguramente a la vez que la de los conocimientos cabalísticos o herméticos en la baja Edad Media, a partir de los siglos XII y XIII. Es un momento histórico clave, pues se asiste a la construcción de una cultura al margen de la iglesia, en torno a las universidades y abierta a otros ámbitos culturales ajenos a la cristiandad, como el Islam. Sin embargo, los testimonios bibliográficos más fehacientes acerca del ciclo salomónico se remontarían al siglo XIV. Fernando Figueroa, La clavícula de Salomón: la magia como osamenta expresiva de los miedos y deseos humanos, Cuadernos del minotauro 2, 2005, p. 102. Para darnos cuenta la forma en que se relacionaban los textos prohibidos en los lugares lejanos, basta decir que un libro como La clavícula de Salomón en el momento que se prohibía en Durango, también era utilizado y prohibido en algunas partes de Europa. “El texto más perseguido fue la así llamada La Clavícula Salomonis, bajo cuya denominación figuran diversos escritos sobre magia, empleados para fines prácticos y atribuidos por la creencia popular y por leyendas difundidas por todo el Mediterráneo al bíblico Salomón, cuya difusión seguirá hasta nuestros días… Si se dirige la mirada al siglo XVII, también aquí la acción represiva parece concentrarse sobre todo en los libros de magia y en particular sobre los manuscritos de de la Clavícula Salomonis”. Mario Infelise, Los libros prohibidos. Una historia de censura, Buenos Aires, Editorial NVisión, 2004. p, 66. 97 AGN, RI, Vol. 328, Exp. 29, F. 128.

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prolijo en escuchar y atender el llamado de un hombre inglés que se entusiasmó con los

nuevos anatemas religiosos de la reforma. Su entusiasmo había sido tal, que vive –por

lo menos de eso se le acusa— durante un buen tiempo en una secta de Lutero.

Al igual que en Culiacán, en el año de 1627 se presentan en Durango algunos

casos relacionados con embustes, hechicería y blasfemias. Algunos hombres se

desbocan y resultan bastante temerarios para la inquisición. Tal es la situación que vive

Nicolás de Salazar, hombre que sin la menor timidez afirma que Mahoma, Jesucristo y

Moisés son los hombres más embusteros del mundo. Sin embargo los casos que se

presentan en Durango no alcanzan a generar la misma atmósfera de temor cotidiano que

se manifiesta en la Villa de Culiacán durante el año que Juan de San Diego marca con

su voz el arpegio del temor.

Si hemos de hablar de papeles

Si a finales de la época medieval, la lectura centró sus bases en la ritualización

silenciosa, los edictos de fe que se distribuyeron durante el siglo XVII se leerían como

una ritualización oral o pública de la lectura98. Esto nos puede llevar a analizar las

formas de producción de estos textos que tenían como prioridad el llegar a una gran

cantidad de gente. El edicto de fe era una página volátil que se gestaba entre las

condiciones de la escritura y la oralidad, adaptándose a las condiciones de

analfabetismo de la época y, siguiendo una de las estrategias implementadas por la

Inquisición para extender sus llamados: “lograr el mayor grado de eficacia en el menor

grado de publicidad”99.

A esto, cabe agregar otro aspecto relevante para entender cómo este discurso del

edicto de fe iba quedando diseminado entre la población. La escritura de este edicto, que

llegó a muchas partes de la Nueva España y a la Villa de Culiacán, puede quedar

circunscrita en aquello que Armando Petrucci denominaría escritura monumental o

escritura expuesta100. Estas escrituras monumentales tendrían como primera función

“manifestar la autoridad de un poder dominante del espacio urbano y gráfico o el poder

98 Aclaro que este tipo de lecturas se van a seguir dando durante el siglo XIX y en el XX, inclusive hasta la fecha. Las nuevas tecnologías ya nos presentan novedosas formas de diálogo inmediato por escrito, independientemente de las distancias en las que se encuentren dos personas. 99 Henry Kamen, Op. Cit., p. 177. 100 Armando Petrucci, Formas usuales de inscripción en Italia, Siglo XI-XX, París, Editións EEHESS, 1992, 271 pp.

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de un linaje o de un individuo suficientemente rico como para hacer grabar su

nombre”101. Aunque el edicto no era un manuscrito, ni un grabado, era un papel que

permanecía pegado en la puerta de una iglesia. La lectura del edicto propiciaba de

alguna manera el surgimiento de formas de sociabilidad102.

Escritura y oralidad quedaban unidos por medio de un mandato que trataba de

consolidar la hegemonía moral de las conductas entre los hombres y las mujeres de la

Villa de Culiacán. Algunos lo leyeron, a otros se los contaron, algunos escucharon al

negro Juan de San Diego que lo gritaba con alta e inteligible voz.

101 Roger Chartier, El juego de las reglas: lecturas, México, Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 114. 102 La sociabilidad alude a diversas formas por medio de las cuales las personas se agrupan y entran en contacto unas con otras. Estas formas de relación entre las personas pueden variar de una comunidad a otra. La sociabilidad de lo cotidiano es extensa e infinitamente variada. Teresa Pereira, “Entrevista a Maurice Aghulon y Francois Xavier Guerra”, en Revista de Historia Universal No. 10, Santiago, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1990, p. 14-17.

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Capitulo 2. Respuestas al edicto

Al llamado del negro Juan de San Diego, le siguen un número de respuestas;

casi toda la población le responde: el temor se convierte en asentimiento. En otros

lugares de la Nueva España estas órdenes del Santo Oficio se traducen en desdén, en

respuestas de rebeldía. El siglo XVII, tan dinámico y tan oculto en las páginas de la

historiografía, fue un enorme libro de respuestas convertidas en literatura y en

discursos que se convirtieron en archivo. Muchos discursos hay en una Nueva España

que se llena de noticias, como aquella que gritaba Juan de San Diego y a la que

muchos hombres respondían.

Las repuestas discursivas de dos hombres

En el siglo XVII, hombres de la nota de Guillén de Lampart y Tomás Treviño de

Sobremonte hicieron de su vida un ímpetu que transgredió todas las barreras prohibidas.

Esta intensidad vital la tradujeron en hechos que proclamaron hasta convertirse en

personajes perseguidos de su tiempo. Entre una Nueva España que se departía y se

inventaba en medio de discursos diseminados, estos hombres hicieron de las respuestas

al poder inquisitorial una épica herética que incomodaría al Santo Oficio. Eran hombres

malditos que se convirtieron en un auténtico espectáculo en el centro de la Nueva

España. Guillén de Lampart sería acusado de brujería, tratos con el demonio, infidencia

al rey, desacato al Santo Oficio, injurias contra los inquisidores; se le acusaba de

contravenir las reglas del orden religioso103. Después de 17 años de proceso, moriría en

la hoguera en 1659. Tomás Treviño de Sobremonte había sido ejecutado nueve años

antes. Su gran pecado fue no arrepentirse de sus prácticas judeizantes. Treviño afirmaría

antes de morir que “era un judío y que estaba decidido a vivir y a morir en la ley de

Moisés”104.

103 Ver la novela de Vicente Riva Palacio, Memorias de un impostor: Don Guillén de Lampart, Rey de México; México, Editorial Porrúa, 1987.

104 Andrés Lira y Luis Muro, “El siglo de la integración” en Historia General de México, México, Colmex, 2000, p. 351.

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Estos hombres actuaron bajo lineamientos poco óptimos para la religión. Más de

una vez leyeron los edictos de fe y escucharon sus amenazas. Crearon una serie de

repuestas discursivas para defenderse, para resignarse, o para insultar aquello que se les

hizo una injusticia. Aquella prosa de la inquisición fue la gota que los desahogó y que

los movió hasta convertirse en hombres trágicos.

Vaya historial el que se cumple con estos hombres. Después de una vida

trajinada por medio de galopes verbales y amenazas, sufrieron con la muerte su última

estocada. Al Santo Oficio le respondieron de muchas formas y desde muchos lugares,

sobre todo desde el templete de esa herejía verbal que no admitió el perdón del tribunal.

El teatro del temor que implementó el Santo Oficio no bastó para que socavaran sus

ideas. Una diabólica majestad guió sus discursos sin importarles que el último

testamento de sus vidas sucumbiera en la flama y que, después, sobreviviera en los

papeles de un archivo, que escondió, dos de las vidas más extraordinarios del siglo

XVII.

La atribución de terror que generó el Tribunal de Inquisición en la capital de

Nueva España se le debe a casos como el de estos hombres. Casos en donde los

extremos se tocaron, en donde un discurso del poder inquisitorial rindió a través de la

violencia a repuestas discursivas que fueran incómodas. El de estos hombres fue un

discurso de resistencia abierta, encaminada a romper formas cotidianas de resistencia o

de aceptación105 que respaldaban muchas veces los hombres de su tiempo, hombres que

en su mayoría pertenecían a “una sociedad en apariencia tan estática y coactiva, y que

parecía no dar cabida a los individuos como primeros protagonistas, sino como

encargados de un papel social determinado”106.

Entre autos de fe e inquisidores, familias que tejían una red que se ampliaba

hasta los rescoldos más ocultos de las Nueva España, es seguro que algunas veces

quedara reducido el dominio de la Inquisición por medio de respuestas discursivas que

quedaban ocultas. Por eso no podemos negar la validez de de las palabras de James C.

Scott en el sentido que “el discurso oculto no es sólo refunfuños y quejas tras

bambalinas: se realiza en un conjunto de estratagemas tan concretas como discretas,

cuyo fin es minimizar la apropiación”107. Estos discursos eran un punto central entre esa

resistencia a boca de jarro y esa aceptación que se diseminaba como un eco enaltecedor

105 James C. Scott, Los dominados y el arte de la resistencia, México, Editorial Era, 2003, p. 45. 106 Andrés Lira y Luis Muro, op. cit., p. 351 107 James C. Scott, op. cit. p. 222.

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de los mandatos o como un último refugio de resignación. Hombres y papeles, voces y

espectros que se confundían en medio de esa magnificencia que era la religión y el

poder virreinal.

De adivinos y Oráculos

Entre esos lugares apartados a los que llegó un papel de Inquisición, mismo que

recibió también una serie de respuestas discursivas, estaba la Villa de Culiacán. En ese

entonces, la astrología, a la par de una infinidad de medios populares para descifrar el

futuro y las cosas ocultas, sería una práctica común en muchos estratos de la sociedad.

La gran mayoría no ponía ningún reparo en hacer por medio de diversos mecanismos

esa búsqueda de respuestas que comúnmente se le denomina suerte, destino, azar.

El origen del término suerte, según nos explica Rafael Martín Soto, “se

desprende de la palabra latina sors, de la que derivaron las castellanas, “sortiario”,

“sortero”, “sortilego” y “sortilegio”; significando las tres primeras al individuo que echa

las suertes, es decir, al que adivina mediante las suertes. “Sortilegio”, en cambio,

además de definir la suerte, tiene también una acepción más amplia, y suele

identificarse a veces con el conjuro o con el hechizo”108. Estas diversas creencias

florecieron en Culiacán y fueron motor de atención en los casos de 1627.

Cuando el negro Juan de San Diego pregonaba en la Plaza de la Villa de

Culiacán, lo escucharon muchos hombres; entre ellos Agustín de Mendoza. La voz de

aquel negro le encendió el ánimo delator y denunció públicamente, el 10 de abril, de ese

mismo año, a un tal Lucas Martín de Montijo109. Este hombre fue uno de los personajes

conductores de los acontecimientos de 1627. Fue denunciado y se autodenunció

endilgándose nuevas estafetas de prohibiciones.

Motivado por el aura y el temor que despertó el Santo Oficio en los nuevos

lineamientos de conducta en la Villa de Culiacán, había decidido culparse de invocar al

demonio sin que se le apareciera, aparte de haber pedido, hace ya muchos años, a un

chamán indio “alguna cosa para inclinar voluntades y alcanzar mujeres”110. El

adiestramiento de la tentación de inclinar los deseos de la mujer por medio de objetos,

lo había llevado a ser una especie de mediador de romances y de conquistas amorosas.

Sin embargo, el mayor pecado de Lucas Martín de Montijo fue el tener en su

poder un viejo y milagroso cuadernillo. Este librillo de 40 hojas tenía muchas de las

108 Rafael Martín Soto, Magia e Inquisición en el Antiguo Reino de Granada, Madrid, Editorial Arguval, 2000, p. 125. 109 AGN, RI, Vol. 360, Exp. Sin num. f. 18. 110 AGN, RI, Vol. 360, Exp. Sin núm. F. 2.

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características de aquello que condenaba el Santo Oficio; era el espejo ideal del resumen

de sus prohibiciones: era un libro de magia, de amor, de futurología y de muchas cosas

que tenían que ver con las artes adivinatorias; por lo mismo este manuscrito estaba

conectado a los renglones de la herejía. Antes de llegar a De Montijo, se dice que

perteneció a Juan Cárdenas, él mismo lo había copiado de otro cuaderno que pertenecía

a Jerónimo Cobo.

Las autoridades inquisitoriales se enteraron de la existencia de ese “cuadernillo”

a finales de marzo de 1627. Es muy probable que la noticia de su existencia se haya

armado a partir de rumores, de pequeñas acusaciones y alusiones a algunas personas que

se dedicaban a las artes mágicas. Este rompecabezas de denuncias se fue armando en

días posteriores al pregón del edicto; sin embargo es muy probable que durante cerca de

20 años este cuadernillo haya estado circulado en Culiacán y en algunas regiones

cercanas.

Si hemos de atender a la correlación de fuerzas y la aplicación de la autoridad,

nos daremos cuenta que éstas se basaban más en determinadas circunstancias. Había,

más que actos permisibles o prohibidos, momentos de libertad y de permisión,

momentos de tolerancia y de intolerancia, y 1627 era un momento en el que se abrían

las secuelas de la incertidumbre, de la intolerancia y de la desconfianza.

Las formas y las creencias que Occidente detentaba y causaban estragos a la

Inquisición también estaban presentes en las tierras de Culiacán. Indígenas, negros,

mulatos y españoles, cargaban un conjunto de creencias y religiosidades que muchas

veces no se diferenciaba al de otras regiones.

Ciencia y creencias

Durante el siglo XVII, hay grandes pensadores que intentan descifrar los

enigmas del espacio y del tiempo. Por dar sólo un ejemplo, en sus disquisiciones sobre

astrología, Enrico Martínez111 deja ver la causalidad de los eventos humanos a partir de

111 Enrico Martínez es uno de los grandes científicos del siglo XVII. En 1590 Enrico Martínez, de nacionalidad alemana, llegó a la Nueva España y realizó un proyecto para el de desagüe. El 29 de noviembre de1607 el virrey Luis de Velasco inauguró trabajos para desaguar las áreas de Ecatepec, Huehuetoca y Nochistongo. En 1613, fue enviado de España el holandés Adrián Boot, técnico en el desagüe de lagunas, sin embargo las inundaciones siguieron sin que se lograra el objetivo de proteger a la

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los movimientos de los astros. Según el científico “las mudanzas de las monarquías a

los efectos de las máximas y magnas conjunciones, mayormente a la máxima que

sucede de 80 a 800 años en el signo de Aries; y para eso se fundan en algunas

experiencias de casos notables sucedidos en el mundo”112. Visiones ingenuas y

maravillosas en las que se fundan y se entretejen la hechicería, la magia y un mundo que

se quiere asomar a nuevas formas de conocimiento.

Es importante señalar que en algunas regiones de la Nueva España la sabiduría

médica académica tiene sus inicios, sin embargo esta no constituye uno de los campos

donde se consume una ruptura con la tradición. Esto nos ubica en la compleja pluralidad

de discursos que se generan en el siglo XVII en la Nueva España. Discursos que

representarán, sin lugar a dudas, “una de las facetas características del barroco, el

mantenimiento de la tradición frente al inicio de modernidad.”

Sin embargo esto no implica que otros ámbitos del saber, “no se haya producido

un principio de rompimiento, rompimiento que dio en mayor o menor intensidad,

especialmente en aquellas disciplinas de aplicación práctica, como fueron la

matemática, física y astronomía”113.

La ciencia estará cargada de mundos imaginativos, de conceptos mitológicos;

metáforas sobre la realidad que se traducen en nuevos lenguajes que generan la gran

tradición barroca que enarbolarán en décadas posteriores Sor Juana Inés de la Cruz y

Sigüenza y Góngora114. Sor Juana iniciaría su Primero sueño: “Piramidal, funesta, de la

tierra/ nacida sombra, el cielo encaminaba/ de vanos obeliscos punta altiva, / escalar

pretendiendo las estrellas”115.

En un siglo dibujado con sus variantes mestizas y multiétnicas, cabe

circunscribir toda una serie de grandes aportaciones intelectuales de los criollos;

aportaciones en las que está presente el pasado indígena debidamente mezclado con la

tradición española y la religión católica. En este mundo se mueven muchos de los casos

ciudad de México en este aspecto. En 1632 muere Enrico Martínez y con él concluye el período más trascendente de la obra del desagüe del Valle de México. 112 Enrico Martínez, en Historia de la ciencia en México. Estudios y textos. Siglo XVII, Coord. Elías Trabulse, México, 113 María Luisa Rodríguez Sala, “Diego de Osorio y Peralta, Hombre del barroco y autor del primer libro novohispano de anatomía como texto docente”, en Estudios novohispanos, Instituto de Investigaciones Históricas, México, UNAM, 1997, p. 54. 114 Aunque estos personajes estarán ubicados en las postrimerías del siglo XVII, se puede decir que pertenecen a ese mundo que se departía entre el magnetismo de las creencias y el surgimiento de una posible voluntad del conocimiento. 115 Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas, México, Editorial Porrúa, Colección Sepan Cuantos, 1989, p. 183.

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de Inquisición que sucedieron en la Nueva España y que ayudaron a construir un nuevo

discurso.

Respuestas discursivas de Mujeres

Sobre las fuentes de Inquisición, Ricardo García Cárcel, nos dice que el primero

de los problemas que se puede plantear es la validez de sus fuentes procesales. “¿Hay

que asumir literalmente lo que estas dicen? ¿Quién es acusado de tal o cual delito?, ¿Es

plenamente creíble todo el andamiaje conceptual sobre el que se asienta la legitimidad

inquisitorial? 116”. Las preguntas pueden seguir, sin embargo, a pesar de la sospecha de

validez que pueda generar el texto inquisitorial como testimonio es inevitable que por

medio de la lectura, la investigación y la reflexión de los documentos inquisitoriales de

la época, se llene mucha de esa memoria que cae en el vacío.

De aquí se desprenden muchas de las claves que alimentan a nuestro pasado, los

misterios que entrañan una acusación, las formas delictivas incomprensibles, y, sobre

todo, las respuestas que revelaban muchos de los mecanismos de control de la época117.

El miedo, la venganza, la envidia, la forma en que se materializan los efectos de la

emoción118 y del sentimiento, son algunos de los aspectos que nos describen los

documentos. Con su interpretación nos pueden devolver mucho de lo que se vivió en

ese momento.

Por ejemplo, en el caso de los autos de fe de 1627, resulta reveladora la

importante participación que tuvieron las mujeres en estos acontecimientos. Las mujeres

serán testigos claves en los testimonios de 1627. Por medio de su discurso, ellas

elaboran el interés humano de sus pasiones. Quizá por lo mismo, son mujeres la

116Ricardo García Cárcel, “¿Son creíbles la fuentes inquisitoriales?”, en Grafías del imaginario. Representaciones culturales en América y España, México, Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 96. 117 Las posibilidades de los documentos inquisitoriales como documentos historiográficos han sido ya revisadas por muchos investigadores, por ejemplo Monelisa Lina Pérez Marchand considera que “no hay nada posiblemente tan pleno de prometedoras sugerencias para descubrir la evolución intelectual mexicana, como el análisis de la fraseología usada en los edictos y en las censuras. Desde la primera ojeada que echamos al lenguaje de los edictos de principios de siglo, hay algo que llama la atención”. Dos etapas ideológicas del siglo XVIII en México a través de los papeles de inquisición, México, Colmex, 2005, p. 93. 118 “Emoción: se ha pronunciado la palabra que es casi tabú para quien pretende estudiar los hechos sociales. En mi opinión, la emoción no es, como a menudo se cree, una exclusión de la razón, ni tampoco ese sentimiento empalagoso que recubre de manera uniforme los lienzos de la realidad redescubierta; por el contrario, es uno de los muros de apoyo sobre el que se funda el acto de comprender, de investigar, pues por la brecha que abre entre sí y el objeto mirado se introduce la interrogación” Arlette Farge, Ibid., p. 10.

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mayoría de los denunciantes119, las que más se atreven, las que más cuidan sus intereses

y la integridad de los seres que les rodean ante la emboscada inquisitorial.

La mujer se adelantaba a cualquier vaticinio que anunciara desgracia, quería

abrir caminos, responder a las preguntas básicas relacionadas con el amor y el sexo, con

su futuro y su tranquilidad120 . Las mujeres eran proveedoras de respuestas discursivas,

de acciones que las situaban en el centro de esta situación inquisitorial. Inclusive si

hacemos un recuento de la historia inquisitorial es la mujer la que mayormente se

simboliza —muchas veces de manera distorsionada— en la mitología inquisitorial121.

Entre esta cantidad de mujeres que forman parte de los testimonios de 1627, vale

la pena mencionar aquí a uno de los personajes centrales en este nudo de situaciones:

Catalina González. Ella, al igual que algunos otros hombres y otras mujeres, se presenta

de manera voluntaria a la sede del Santo Oficio en Culiacán. Esta mulata, en estado de

viudez y partera por oficio, el 8 de abril de 1627 declaró tener la costumbre de quitar las

reliquias que portaban las parturientas una vez caídas las criaturas, a esto agregaba su

afán de tomar tierra de tres quicios para darlo a las parturientas.

Declaró también que esta forma de actuar la había aprendido de una negra122,

aparte que hacía casi 16 años había recibido por medio de un indio, una sustancia

curativa en la cuál no creía; esta sustancia la había aceptado para que el indio no

reaccionara de manera violenta. En días posteriores, del 9 al 11 de abril, acudirían al

mismo lugar seis españolas, un español y una mulata para acusar a varias parteras de

realizar cosas similares a las de Catalina González.123.

Estos casos relacionados con las prácticas heréticas de la partería, por supuesto,

no son los únicos. El día 12 las denuncias y autodenuncias continúan. La Inquisición

manda traer a tres mujeres que acusan a unas parteras. Tres de las acusadas eran

mulatas, una negra y una mestiza. Entre ellas había una española que prefirió acercarse

por su propio pie al tribunal. Se acusó de haber quitado reliquias a sus dos hijas y a otras

parturientas.124

119 Carmen Castañeda, “Censura y universidad en la nueva España”, en Grafías del imaginario (Comp. Carlos Alberto González), México, FCE, 2003, p. 57, “Solange Alberto demostró que la actividad inquisitorial siguió las tendencias de la delación, ya que no se podía ser de otro modo”. 120 Arlette Farge, ibid, p. 194. “Por historia hay que entender todo tipo de relaciones coyunturales, tales como la irrupción de sentimientos fuera de la conmiseración redentora o de la identificación con el ajusticiado, los cuales romperían la secuencia obligada: castigo, voluntad real, arrepentimiento, sumisión y orden público”. 121 Ver Rianne T. Eisler, La espada y el cáliz, Santiago, Editorial Cuatro Vientos, 2003. 122 Rafael Valdez, Negritud y olvido, Culiacán, La Crónica de Culiacán, 2004. 123 AGN, Vol. 360, Exp. S/N, F. 523. 124 AGN, R.I., Vol. 360, F. 524.

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La rama dorada

Muchos autores que establecieron las primeras investigaciones antropológicas

modernas, orientaron hacia este tipo de casos su interés. En 1890, J. G. Frazer publica

La rama dorada, un libro que intenta penetrar y sintetizar los registros humanos de las

creencias de muchas culturas. En este libro parecen tener cabida todos los talismanes,

los rituales, la imaginación que se despliega desde tiempos inmemoriales hasta nuestros

días. La concepción lógica o inocente de los objetos y de las creencias es la que

organiza el universo en donde habitan los hombres. “El salvaje puede menos de percibir

cuan íntimamente está ligada su vida a la naturaleza y como los mismos procesos que

hielan los ríos y desnudan la vegetación a la tierra y le amenazan con la extinción”125.

La leyenda se transforma en signos, en signos que hacen eco en la vida de los hombres.

En muchas culturas, medicina y magia se conforman como unidad, como ritual y

ejercicio que deberá ser consumado en milagro, en realidad normativa de los hombres.

La realidad entre concepciones mágicas y científicas del universo se estrecha. La

sucesión de acontecimientos queda regulada en ambas. Las leyes parecen inmutables:

cuya actuación puede ser prevista y calculada con precisión; los elementos de capricho, azar, accidente, son proscritos del curso natural. Ante ambas se abre una visión, aparentemente ilimitada, de posibilidades para los que conocen las causas de las cosas y pueden manejar los resortes secretos que ponen en movimiento el vasto e inextricable mecanismo del universo. De ahí la fuerte atracción que la magia y la ciencia han ejercido sobre la mente humana; de ahí los poderosos estímulos que han dado ambas a la consecución de la sabiduría. Ellas animaron al fatigado inquisidor, al fatigado investigador126.

En el tipo de casos comparativos que somete a su consideración y analiza el

antropólogo escocés J. G. Frazer, bien podrían insertarse algunos de las situaciones que

125 J. G. Frazer, La rama dorada, México, Fondo de Cultura Económica, 1987, p. 377. 126 J. G. Frazer, op. cit., p. 75.

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viven las mujeres de la Villa de Culiacán. Las parturientas también realizan un acto de

religiosidad por medio de los objetos. Los ritos convocan a los deseos de una

optimización de bienestar para el futuro. Los objetos también se mueven como parte

disectiva de la vida de estos seres.

Los ritos y cultos relacionados con la fertilidad serán una constante a lo largo de

la historia y quedarán atestiguados en la época orientalizante y en el antiguo ibérico

mediante el culto doméstico a los antepasados. Estos cultos se mueven y siguen

orientando creencias y formas de vida que llegan hasta al siglo XVII127; cultos que están

presentes entre los habitantes de la Villa de Culiacán.

Más respuestas

Las respuestas discursivas de las mujeres al Tribunal de Inquisición en la Nueva

España se plasman de muchas maneras. Sin embargo podríamos establecer, por lo

pronto, cuatro formas: la primera sería por medio del discurso de aceptación al discurso

inquisitorial, la otra estaría representada por esas respuestas insistentes y tenaces que se

consolidaban en una Rebelión discursiva, rebelión que sólo quedaría socavada con la

muerte de algunas mujeres. El discurso oculto, será el de la deserción que no se

proclama, sin embargo será el hilo conductor de mucha de la vida privada de la Nueva

España.

Entre estos discursos es válido señalar también el discurso intimista, un discurso

torneado por espejos y por espectros. Este será elaborado por muchas mujeres, pero

tendrá sus claves más representativas entre las novicias y las monjas. En este tipo de

discurso, ellas son escuchadas por el guía religioso. Al morir, el prelado se encarga de

escribir estas confesiones. Por lo regular se trata de una especie de biografías en donde

las monjas plasman todo tipo de temores, deseos y ansiedades, que han constituido su

educación sentimental.

Se ha hablado de este discurso intimista como un discurso de apropiación128,

otras veces se le ha concedido la duda al estar fluctuando entre la religiosa real y la

127 Teresa Moneo Rodríguez, Religión Ibérica, Madrid, Real Academia de la Historia, 2003, p. 387. 128 Margarita peña, Prólogo de “Paraíso Occidental” de Carlos de Sigüenza y Góngora, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1995, p. 15.

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inventada129. Sin embargo es necesario rescatar el fragor inquisitorial, que aunque no

llegó hacia las monjas de una manera directa, si elaboró una extensión de normas y

códigos que se convirtió en autocensura. Sobre este tema podemos aclarar que no

faltaron devaneos entre monjas y arzobispos, entre el poder eclesiástico que también se

propone asumir nuevas conductas y construir nuevos discursos desde el cetro de Dios.

Si hablamos de otro tipo de discursos, podríamos mencionar los discursos del

poder. La Inquisición toma a veces nombre de Felipe III, quien condena y se indigna

por la complicidad del arzobispo de México, Juan Pérez de Serna, por permitir el uso de

trajes indignos, además de dar su anuencia para que en algunos conventos las monjas

realicen representaciones. La cortina de la santidad en muchas ocasiones quedaba

rasgada por el deseo, por “las excitaciones y los actos seculares”130.

El Tribunal de Inquisición intenta abarcarlo todo. Al intentar unificar los códigos

morales de la sociedad, se encuentra frente a un cúmulo de discursos diseminados,

discursos que tienen a la vez atribuciones que van conformando un espacio. De muchos

discursos no se entera la Inquisición, de otros se entera pero le resulta más sencillo

guardar un poco de silencio.

Se mira de arriba hacia abajo, pero también de manera horizontal. Hay hombres

comunes que delatan a hombres comunes; hombres poderosos que acusan a arzobispos;

arzobispos que acusan a gobernadores; gobernadores que acusan a inquisidores. Al

terminar el siglo XVI, en Sinaloa, dos discursos de poder se extienden a lo largo de dos

años. Don Atanasio Pérez de Rivera, comisionado del Santo Oficio, acusa a Jacinto de

Fuensaldaña, Gobernador de Sinaloa, de haber hecho proposiciones heréticas. La

defensa de este hombre va estar acompañada de nuevas acusaciones, de reiteradas

formulaciones del Santo Oficio131. A las proposiciones heréticas la siguen las

blasfemias y otras acusaciones que son posibles ubicar en el inventario ficticio del Santo

Oficio.

129129 Asunción Lavrin más que hablar de un discurso de apropiación, como es el caso de Margarita Peña, nos habla de un diálogo entre dos modelos discusivos. Mucho en el discurso de las religiosas es inventado y es trastocado por el autor. Uno de los aspectos que más llama la atención en el artículo de Lavrin, es la relación que tenían con las criadas y con los confesores. “La relación interpersonal de los confesores con las monjas se llevaba a cabo en la reja o en locutorio, aunque tenemos información de que religiosas visitaban las celdas de las monjas, a las que tenían acceso por la extremaunción o en casos de enfermedades que expusieran a la profesa a morir sin sacramento. La “relajación” de algunas de esas relaciones se atestigua en el ramo de inquisición bajo el apelativo de “solicitantes”, y si bien no son abundantes muchos solicitantes nunca quedaron registrados en la historia por falta de personas que se atrevieran a acusarlos”. “La religiosa real y la inventada: diálogo entre dos modelos discursivos”, Historia y grafía, México, UIA, num. 14, 2000, p. 202. 130 AGN, Ramo I, Legajo 29, No. 55. 131 AGN, RI, Vol. 707, Exp. 2, Fs. 454-466.

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Estos hombres de la Inquisición que llegan a Sinaloa quieren extender sólo la

vocación de la vigilancia. Aunque no lo manifiestan a los pobladores, su ejercicio lo

afianzan por medio de un plan en donde los mecanismos de control les asegurarán la

pertinencia moral de los pobladores. La crueldad se sustituye por una vigilancia sutil

que a veces se diferencia a los excesos con los que habían sometido y castigado a los

habitantes de otros lugares.

Por ejemplo a la capital de la Nueva España, lugar en el que a la Inquisición no

le faltarán adeptos que la mitifiquen, adeptos que se diseminen y se conviertan en un

rumor abarcador en los diversos puntos de toda la Nueva España. Esto se comprueba

por el tumulto de las mentalidades atemorizadas que va más allá del simple teatro del

temor. Se habla de crueldades que se ven y se viven; se habla de hogueras, de mujeres

quemadas por convivir sus días con el diablo. Las crueldades de la Santa Inquisición

son las suficientes para construir el tratado de brutalidad de una institución que se

encarga de vigilar y de castigar.

Entre gentes las más bárbaras y fieras

Si en algunas ocasiones Culiacán es el punto de referencia donde desahoga la

nostalgia Bernardo de Balbuena, en descripciones futuras, esta provincia y algunos

lugares colindantes, serán las tierras habitadas por bestias, por fieras terribles a las que

urge redimir por medio de la religión y la palabra divina. El remedio ante las amenazas

de estas fieras serán las formas discursivas persuasivas que generen en estos hombres (o

fieras) nuevas conductas, el motor humano que extinga las formas amorales con las que

hasta ese momento han llevado a cabo su vida.

Andrés Pérez de Ribas es el gran observador de estas provincias. Esa capacidad

de análisis estaría orientada hacia el descubrimiento —de una manera a veces

denigratoria— de los rasgos distintivos de los otros, de los lugareños de Sinaloa. Pérez

de Ribas es el joven sacerdote cordobés de 26 años de edad, de noble y posiblemente

acaudalada familia, inteligente, preparado y emprendedor, que será reclutado por las

huestes ignacianas en el año de 1602. Al término de 1604 estará cabalgando junto con el

Padre Cristóbal de Villalta y el capitán Diego Martínez de Hurdaide, rumbo a la

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49

provincia de Sinaloa, la más remota de la Nueva España, reino que aún no conocía sus

límites por la parte norte132.

Al llegar a la provincia de Sinaloa, el joven sacerdote por supuesto que no busca

complementarse con los lugareños, su misión –según su discurso por lo menos– es

acercarlos a la historia, a la bondad del alma y al diálogo con Dios. Esto lo muestra en

su obra Los triunfos de Nuestra Santa Fe entre las gentes más bárbaras y fieras de

nuestro Orbe publicada por vez primera en 1645. Pérez de Ribas describe los conflictos

bélicos, los vicios, los extremos sanguinarios a los que llegan estas gentes. Sus palabras

son innegablemente reveladoras:

cuando habían alcanzado alguna victoria, o cortado cabeza de algún enemigo, eso les bastaba para celebrar, juntándose a la borrachera y baile general, a son de grandes tambores, que sonaba y se oía a una legua, y en este baile entraban las mujeres, y se celebraba de esta suerte. La cabeza o cabellera del enemigo muerto, u otro miembro, u otro miembro, como pie, o brazo, se ponía en una hasta en medio de la plaza y en rededor se hazia baile, acompañada de algazara bárbara, y baldones al enemigo muerto, y catores que refería la victoria; de fuerte, que todo estava manifestado un infierno, con cafilas de demonios, que son los que gobernaban estas gentes133.

Al igual que algunos otros cronistas, el jesuita cordobés adapta su obra a las peticiones

de la Corona. Pérez de Ribas así lo sabe: la información que se recaba sirve para

mantener el control administrativo y político del espacio colonial. Sus textos al igual

que el de otros cronistas de la Colonia fueron “elaborados como respuesta al mandato de

la escritura, constituyeron en el nivel de lo imaginario, un territorio: diseñaron un

espacio de acuerdo con parámetros occidentales y colonizaron idiomas y memorias… el

deseo de una mirada, a través del mandato de escritura, los parámetros descriptivos que

esa mirada prescribe, la necesidad de hacer cercano aquello que es lejano”134.

Pérez de Rivas elabora un discurso occidentalizante135, cargado de rasgos

“hagiográficos”, que son pilar de la retórica cristiana y que hoy se tiende a menospreciar

132 Ignacio Betancurt, , prólogo de Historia de los triunfos de Nuestra Santa Fe entre gentes las más bárbaras y fieras del nuevo Orbe, Andrés Pérez de Ribas, México, Siglo XXI, 1992, p. XIII. 133 Andrés Pérez de Ribas, op. cit. p. 26. 134 Elena Altuna, “Contra toda mudanza: descripción y memoria de lo notable en textos coloniales del siglo XVI”, en Tópicos del seminario 5, México, Benemérita Universidad de Puebla, 2001, p. 145-146. 135 “Los discursos colonialistas son aquellos que construyen la identidad del colonizado desde la lógica del colonizador. Como ejemplo de estos discursos tenemos los siguientes: el discurso machista que dice

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50

o pasar por alto. Sin embargo, si suprimimos todos esos rasgos no podremos entender

cómo estas referencias repetitivas a lo “maravillosos cristiano”, desempeñan un papel

fundamental con respecto al texto entero, función de organización del relato136.

El discurso diseminado

Con Hernán Cortés, Pérez de Ribas se representaba un mundo que trataba de

descifrar una especialidad circunscrita a la escritura. “El conquistador reflejaba en esas

líneas un doble problema, intuyendo a la vez la doble necesidad del escritor americano;

habilidad para sintetizar en la escritura la vasta realidad de América y poder de

convicción para hacerla creíble y verosímil”137. A esa representación la antecedían, por

supuesto, códigos de censura, ideologías impositivas y reglas, reglas que, por supuesto,

en muchas ocasiones estos escritores las transgredieron. Sin embargo debemos aclarar

que el canon de la crónica no era el único aposento que tenía la palabra escrita.

Nueva España en el siglo XVII no era país de imprentas ni de libros. Lo que se

imprimía era por lujo o por necesidad. Las ciencias, las artes, eran modestas como para

cumplir el cometido de ser publicadas. Las letras eran ejercicio efímero, ya fuera verbal

o manuscrito. De los sermones se puede decir que producían efectos semejantes a los de

los bestsellers de los tiempos modernos. Lo sacro cobraba efecto de drama y de

dimensión sentimental. En esta época, sólo los clérigos poderosos imprimían algunos de

sus sermones.

lo que es la mujer; el discurso pedagógico que dice lo que es el niño; el discurso antropológico que dice lo que es primitivo; etc. Y todo esto sin permitir que de quien se habla diga quien es. Todos estos discursos colonizan la alteridad desde la mismidad.” Guy Rozat, América imperio del demonio, Cuentos y recuentos, México, Universidad Iberoamericana, 1995, p. 8. 136 Guy Rozat, op. cit., p. 63, 71. “En el intertexto occidental, casi desde sus orígenes, el ordenamiento discursivo del espacio se constituye no sobre elementos de lo real concreto sino sobre un eje de cualidad moral. Para la gente de la polis griega, humanas son las ciudades, humanos son los campos cultivados y todas las obras y realizaciones del hombre sedentario. No es una casualidad que la ciencia occidental hará de la revolución neolítica el principio de toda civilización posible. Más allá de los campos cultivados empieza la tierra de nadie, donde deambulan porqueros, vaqueros, recolectores y carboneros y un conjunto de forajidos, peligro potencial para la polis. En su descripción del mundo, Heródoto muestra perfectamente esa degradación de la calidad de lo humano, a medida que en su relato pone en juego a gente lejana de la patria griega. Más allá de lo griego como más allá de los últimos campos, de la polis, empieza el desierto con sus sinónimos: salvaje, lejanía, soledad. No hay una oposición clara entre polis y desierto, sino que insensiblemente se pasa de uno a otro, de la misma manera que se pasa de uno a otro, de la misma manera que se pasa de hombres a salvajes. El espacio no es homogéneo. Por ello no puede ser asimilado a nuestro espacio geográfico, homogéneo y por lo tanto medible y representado matemáticamente. El espacio es aquí, ante todo una categoría moral. Incluso para Heródoto, la calidad de lo humano en la misma Ática empieza a degradarse, más aún cuando él considera con cierta superficialidad a cierta polis de la Beocia vecina, y ni hablar de las regiones bárbaras donde vive esa gente que no habla griego. El trabajo de ordenamiento del mundo que realiza Heródoto nos puede servir de guía, por que el método que aplica para relatar el mundo a los griegos seguirá practicándose hasta bien entrada la modernidad, cada vez que los occidentales intentan ordenar discursivamente el mundo”, p. 71. 137 Alicia Llarena, Espacio, identidad y literatura en Hispanoamérica, Culiacán, Universidad Autónoma de Sinaloa Editorial, 2007, P.113

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Sin embargo esto no detenía la posibilidad de expansión de la palabra escrita por

medio de formas de oralidad. Sobraban misas y ocasiones de oratoria; había muchas

tertulias. Se cuenta que entre los letrados corrían muchos recados y cartas que pasaban

de mano en mano por los diversos grupos y capillas. “Y la teología, así como los

asuntos eclesiásticos, muchas veces hablaba de otras cosas, de modo que defender un

santo o un finísimo matiz de un dogma o episodio sacro, representaba frecuentemente

algún movimiento audaz en el ajedrez político novohispano, en el que todos se andaban

peleando y conjuraban, pero aparentemente nada se movía”138.

Estos discursos orales y el discurso en manuscrito, son los que se desplegaban

por las provincias de la Nueva España, sobre todo en el siglo XVII. Entre la oralidad y

la permanencia, el manuscrito sería grafía mutante, secreto compartible a partir de

afinidades sociales; sería el espejo en donde la memoria adelgazaba su capacidad y lo

canjeaba por la fortaleza individualizada de la escritura; grafía desdibujada del libro,

testimonio del robo de la oralidad inasible. Si Emerson decía que todo terminaba en un

libro, es inevitable adjudicar mucha de la sustancia testimonial de la Nueva España y,

por supuesto de Sinaloa, al manuscrito139. Si no todo es manuscrito, casi todo lo es.

Por eso no era de extrañarse que entre los escritores, en un país antilibresco, un

impreso perturbaba una opinión, de modo que había que examinarlo con absoluta y

reiterada sospecha, sobre todo en el barroco, cuando tantas exorbitantes metáforas

resultarían heréticas en una lectura literal, también aquí, el Santo Oficio utilizó sobre

todo la prudencia, y prefirió prácticas dilatorias a prohibiciones definitivas. En general

intimidaba a los más y a muy pocos llegó a ejecutar con su célebre crueldad140 .

A esta práctica de intimidación podemos agregarle la reiterada sospecha hacia

ciertos escritores, ya que el oficio de ellos estaba muy vinculado al uso político del

mensaje artístico; frecuente en el mensaje de la Colonia, como obviamente se desprende

de su estructura moral y económica. “La capital razón de su supremacía se debió a la

paradoja de que sus miembros fueran los únicos ejercitantes de la letra en un medio

desguarnecido de letras, los dueños de la escritura en una sociedad analfabeta y porque

coherentemente procedieron a sacralizarla dentro de la tendencia gramatológica

constituyente de la cultura europea”141.

138 José Joaquín Blanco, op. cit. p. 81. 139 La imprenta llega hasta 1823 a Sinaloa, todo es manuscrito durante la Colonia. 140 José Joaquín Blanco, op. cit. p. 271. 141 Ángel Rama, op. cit., p. 33.

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Majestades

En aquella tercera década del siglo XVII, los franciscanos, después de tener la

primacía religiosa, fueron desplazados por los jesuitas en la conducción del Santo

Oficio. En la provincia de Culiacán, siendo notario del Santo Oficio el padre Lorenzo de

Figueroa, le tocó al misionero Hernando Villafañe ocupar el cargo de comisario. El

Tribunal se conformó además de otros dos misioneros: Juan de Cárdenas, justicia real

de la provincia menor del reino de la Nueva Galicia y Roque de Cervantes, alcalde

mayor de Culiacán142. Estos eran los hombres que infundían a la convivencia una

fragata de desconfianza que recorría las calles, los mismos hombres que le dijeron a

Juan de San Diego que pregonara el edicto, que lo dijera, quizá en voz alta, para que no

hubiera ninguna duda de que una presencia divina o de poder político se manifestaba en

la tierra de una manera irrevocable.

¿Por qué hacer caso de ese llamado? ¿Había necesidad de temer en un territorio

donde el cántico del infierno y del paraíso ya estaban bien definidos por la misma

naturaleza? Esa disquisición les fue seguramente muy débil a los hombres y a las

mujeres, quienes se dejaron arrastrar como si las palabras fueran el llamado a un acto de

purificación o una prevención a la catástrofe.

Por que tenían miedo todos asistieron

Por que tenían miedo todos asistieron. El coro de la voz se extendió en la

pequeña Villa. Por lo menos eso se dejó sentir en los días que un cúmulo de hombres y

mujeres se enfilaban a la puerta del comisario y del alcalde mayor. La respuesta de

todos era una ritualización que no evocaba ninguna festividad. La palabra cobraba una

capacidad de leve destrucción, en caso de infringir normas, o de dique que buscaba

parar tempestades. Acusar o autoacusarse, eran las estratagemas que permitían el perdón

o la disminución de cualquier tipo de condena. Condenas que eran más amenazas que

realidades palpables.

142 Rafael Valdez Aguilar, ibid., p. 118.

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Más allá del temor, también es importante señalar, que este ambiente oscuro,

generado por las nuevas disposiciones del Santo Oficio, sirvió para avivar de nuevo

rencillas y realizar estocadas a enemigos por medio de venganzas delatoras. Lo peor era

el silencio, callar ante la posibilidad de que los hombres cometieran alguna herejía.

En el edicto parecía que estaban escritos de manera potencial todos los nombres.

A pesar de no señalar a nadie, se podía visualizar que el edicto exteriorizaba la vida de

todos. Un escrito revelaba conductas y entablaba diálogos secretos entre los vecinos de

la Villa143. La privacidad y el acto público se dibujaban y adquirían nuevos rasgos y

valores en el tiempo y en la espacialidad hasta entonces no suscitados144.

En la Villa de Culiacán, “bien a bien no se sabía qué cosa era herejía”, inclusive,

en general, entre los novohispanos que estaban tan lejos y tan ignorantes de los

enemigos de Roma, una idea luterana o calvinista apenas si les surgiría por adivinación.

Seguramente por ello, los calificadores del Santo Oficio mostraron suma prudencia:

hubo pocos ajusticiados por causas heréticas: Sabían que trataban con una sociedad

inocente e ignorante, que si se equivocaba no era por mala fe, y con penas menores se

regresaba al camino ortodoxo145.

Los autos de fe de 1627, realizados en la Villa de Culiacán, fomentaron un

ambiente de tensión; testigos, denunciantes, denunciados, se confundían bajo la

oscuridad de la vigilancia. Si decimos que “toda la población adulta desfiló ante la

comisión interrogadora”146, durante los días transcurridos de marzo y abril de 1627 es

imposible no dar crédito a lo que se esconde detrás del ejercicio discursivo del poder.

Abril fue como el poema de T.S. Eliot, el más terrible de los meses, sin embargo

algunos de estos casos se extendieron hasta el 18 de agosto del mismo año, día que se

dictaminó en México el resultado de las averiguaciones.

Los 53 casos de denuncias y autodenuncias que se dieron en ese año, tuvieron

que ver en su mayoría con el ejercicio de la brujería147, la hechicería o bien el

143 Para darnos cuenta de la importancia que tienen los edictos, los textos de inquisición en la conformación de un sistema de un sistema político, revisar el trabajo de Monelisa Lina Pérez Marchand, Dos etapas ideológicas del siglo XVIII en México a través de los papeles de inquisición, México, Colmex, 2005. 144 Michel de Certeau, Ibid., 203. 145 José Joaquín Blanco, op. cit., p. 270. 146 Rafael Valdez Aguilar, ibíd., pp. 43-44. 147 Según una serie de estudios recientes la han despojado de los atributos que provocaron el terror en ciertas zonas rurales durante los siglos XV al XVIII en Europa Occidental y las colonias americanas. “Las primeras cifras ofrecidas sobre la cruzada contra las brujas hacían referencias a varios millones de ejecuciones; estas cifras suscitaron la alarma y la polémica, pues, de confirmarse aquellos cálculos se habría tratado de la más sangrienta represión de una secta, herejía o movimiento popular. Sin embargo las

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curanderismo. Se habla de un negro esclavo que tenía pacto con el demonio148, se dio

cuenta de testimonios contra diferentes personas por realizar hechicerías con hierbas y

animales, hombres poseídos, transgresores de la ley divina por utilizar palabras

malsonantes149, hombres que tenían un diablo por consejero, cartas dudosas, hombres

que se enseñorean por adivinar el futuro.

En la provincia de Sinaloa, también se documentaron algunos casos que tenían

que ver con supersticiones, usos de yerbas y de polvos mágicos. Estos casos es

imposible verlos en una sola delimitación ideológica y cultural; sus efectos y su

construcción son multidimensionales, podrían vincularse, incluso, a posibles procesos

de sincretismo150 muy comunes en el siglo XVII.

Ya hemos dicho que todos estos casos están relacionados con el temor que tenía

a la palabra el Santo Oficio y con la necesidad de un mecanismo de control. Este

Tribunal crea un conjunto de discursos y genera a la vez una serie de conductas y

tendencias discursivas. Aquí se centrará una de las claves para entender las relaciones la

relación que tiene la sociedad con el tribunal inquisitorial.

Aquella cita a la que convocó el Santo Oficio por medio de la voz de Juan de

San Diego se desprendía de la palabra escrita. Aquellas palabras eran un discurso que

partía de un Tribunal que llegaba de tiempos y lugares lejanos. Un discurso que era

gestado por hombres sin rostro, anónimos y poderosos, y que en Culiacán, de manera

sorpresiva, era temido. Las reglas, los mandatos y las prohibiciones que habían quedado

plasmadas en un documento, eran anunciados por medio de un hombre. Lo que él

repetía era un discurso que se diseminaba en actos, en un conjunto de asimilaciones, en

un conjunto de discursos con los que los habitantes asentían a la manera de un gran

coro151.

investigaciones recientes han reducido drásticamente el número de los ejecutados, quedando entre los 150,000 y los 250,000”. Rafael Martín Soto, op. cit. p. 38. 148 Vol. 360, exp. 145, F. 453 segunda parte. 149 Catálogo de fuentes documentales para la historia de Sinaloa, tomo II, Culiacán, El Colegio de Sinaloa, 2001. 150 Serge Gruzinzki, ibid., pp. 252-253. “El sincretismo puede definirse como un proceso de encuentro, de integración o fusión, a nivel de las creencias, de los mitos y de los ritos y en general de todo tipo de representación (danza, música, arte, etc.), de rasgos culturales de diferente origen. Durante mucho tiempo, el estudio del sincretismo se redujo al campo de la etnología y de la antropología religiosa, pero recientemente los historiadores se han interesado en este fenómeno como lo han hecho los historiadores de la antigüedad y del cristianismo primitivo… se impone profundizar el estudio con un análisis interno y dinámico que permita precisar la estructura del sincretismo y su lógica interna”. 151 Muchos de estos aspectos que tienen que ver con la palabra escrita y su relación con la oralidad y el habla, los ha estudiado Paul Ricoeur en la primera etapa de su obra. Partiendo de las herencias griegas de Platón y Aristóteles, Ricoeur entiende el concepto de discurso como una dialéctica del acontecimiento y

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Otras repuestas a la Inquisición, otras latitudes

Nueva España se inventaba como un espejo de los ideales peninsulares. Sus

territorios serán imanes, entidades que se sueñan y que después se inventan –antes de

inventariarse— en el imaginario colectivo. La mentalidad de los hombres que llegan,

construida entre el vértigo medieval y el renacentista, es variada y tiene las más diversas

secuelas de crueldad o de filantropía.

Por Nueva España caminan muchos mundos, evocaciones que se reconstruyen

con el paso turbio de los conquistadores o de los misioneros que ofrecen una supuesta

salvación a los indígenas. Las provincias son la colonia fragmentada en una pirámide de

control político y religioso. Las fronteras se ensanchan, recogen los ecos de las posibles

noticias de puntos cardinales habitados o habitables. La división de estos mundos

adquiere un carácter polifónico en todos los sentidos.

¿En este rompecabezas de las regiones qué papel juega la Inquisición? Hay un

momento en el que el conquistador tiene un mandato por parte de la Península. Un

primer momento hecho de “tajo, sangre y cruz” en el que se juega la vida a cambio de

conquistar lo antes no visto. A cambio de eso, el conquistador acata órdenes o traiciona

cuando es necesario. Vulnera, asesina y tritura símbolos. Para pulir sus crueldades está

el disfraz de la misión cristiana.

El coro de ese primer momento se amplía con franciscanos, dominicos,

negociantes, ricos y fracasados. Incluso se dice que en ese primer momento aparecen

todo tipo de artistas del espectáculo. El mismo Cortés no es descortés con titiriteros,

músicos y bailarines conocidos, como Alonso Ortiz, que lo acompañan a la expedición

de Hibuera. Es seguro que también aparecieran en el viaje del conquistador, acróbatas,

volatineros y toda clase de artistas callejeros quienes a mitad del camino, entre artistas y

merolicos, tenían como lejano antecedente la juglería medieval152.

Los textos inquisitoriales no nos hablan de una Nueva España homogénea, sino

más bien de un mundo en el que las creencias, las respuestas pueden variar de un

el sentido. Teoría de la interpretación Discurso y excedente de sentido, México, Siglo XXI-Universidad Iberoamericana, 2006. 152 Maya Ramos Smith, op. cit., p. 143.

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espacio a otro, Los respuestas discursivas a la Inquisición en mucho participan en la

generación de características espaciales y de región. La disidencia y la rebeldía al poder

virreinal, no las marcará, por obligación, la lejanía con la capital de la Nueva España.

En Zacatecas, por ejemplo, donde se inicia el camino a tierra adentro, hay

algunos habitantes que hacen caso omiso a la vigilancia de la Inquisición. Diego de

Herrera y Pedro de Alvarado, sacerdotes encargados en 1624 de la iglesia de San

Agustín153, llegarán a extremos de conductas. En los papeles inquisitoriales hay varias

anécdotas que pueden ilustrar la conducta que predominaba en Zacatecas. Por ejemplo

Diego de Herrera llega a asegurar que, según un concilio, la fornicación no es pecado

mortal.

En una ocasión, unas mujeres indígenas llegan a la iglesia; llevan con ellas un

niño a punto de morir, para que no muriese sin recibir bautismo. El sacristán se

encuentra solo y toca las campanas para llamar a Herrera y a Alvarado. Estos llegan

airados y vociferando por haberse visto molestados. La primera respuesta de Herrera es

que no importa en lo mínimo que murieran niños sin bautizar, “que por su cuenta

corría”. Esta acusación no era la primera que se les hacía a estos hombres. Sus deslices,

sus sobresaltos, sobre todo los de Herrera, no eran nuevos ni recientes, en buena parte

de Zacatecas sabían que habían hablado en forma sumamente irrespetuosa contra el

obispo, al que le negaba cualquier tipo de autoridad y la validez de sus censuras

eclesiásticas.

Herrera propiciaba el escándalo, solía entremeterse en peleas y todo tipo de

riñas; era todo un aficionado a las disputas y los chismes, estos los generalizaba a

diestra y siniestra. Imitaba la letra ajena y solía mandar escritos anónimos propiciando

discordias entre la gente más entrañable del lugar. Esto no era todo, Herrera era un

fanático de los juegos de azar, de las trampas y de las peleas, llega a agredir a las

mujeres con sus propios zapatos.

Su bravuconería no tenía límites. No había poder eclesiástico que pudiera

controlarlo. Al oficiar misa no ponía reparos en relucir sus bienes materiales, se colgaba

en las manos una cantidad burda de sortijas. Según él, nadie, ni el Papa ni el rey, podría

quitarle el curato de Zacatecas. En estos personajes denominados por el Santo Oficio:

153 El templo de San Agustín en Zacatecas data del año de 1576, año en el que arriba la orden agustiniana a esta ciudad. Con la instauración de las Leyes de Reforma el lugar tendrá diversos usos: será cantina, billar, vecindario. En 1948 iniciaron las obras de de recuperación del exconvento, obras que concluyeron en 1968. Por cierto, el 4 de diciembre de 2006, se encontraron en este lugar 10 osamentas humanas entre ellas dos infantiles. Gerardo Flores, La Jornada, 5 de diciembre del 2006.

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herejes, astutos y ateos, no hay un peso en el temor a Dios que les impida escupir y

gritar las blasfemias154.

Solange Alberro, en su ensayo Zacatecas, Zona frontera según los documentos

inquisitoriales, siglos XVI y XVII, explica que este relajamiento se debió principalmente

a la lejanía de estas tierras. Esta situación no puede ser aplicable a todas las situaciones

que se viven en la Nueva España; hay ciudades en donde la lejanía a la capital no va a

ser impedimento para temer al Santo Oficio. Por paradójico que parezca, en la Villa de

Culiacán, la conducta de los habitantes tendrá un eco de mesura al llamado de la

Inquisición, que sin tener grandes mecanismos institucionales, logra que acaten su

llamado y ejerza su dominio.

Sobre esto hay diversas opiniones. Por ejemplo Pérez Marchand sostiene que las

deficiencias de la vigilancia del Santo Oficio no encuentran su causa única en las

dilatadas distancias que deben salvar sus edictos, estas deficiencias tendrán su causa

mayor en la incompetencia y en la ignorancia, “la indiferencia de algunos funcionarios y

la desorganización que de modo gradual le invadía”155.

Alberro sienta las bases de su análisis en los espacios como entidades relativas.

Quizá valga la pena volver a los hombres acusados, a los hombres que manifestaron por

medio de la palabra sus temores, a los que hicieron de su defensa un discurso que se

convirtió en reflexión, volver a las respuestas discursivas para poder darle una mayor

solidez al análisis de los casos de la Inquisición en las diferentes regiones de la Nueva

España. Los discursos también generan los espacios, marcan los rasgos sustanciales

que definen pequeñas y grandes regiones.

Las respuestas discursivas en la historiografía

Diremos una vez más, que el siglo XVII estará señalado por el discurso

diseminado, por ese conjunto de edictos que se lanzan, entre la oralidad y la escritura, y

154 “Aquí tenemos la primera originalidad de la zona: la distancia, el alejamiento geográfico, el alejamiento en una estefa infinita facilitaban los relajamientos, los deslices, prácticamente asegurados de verse impunes. Ya hemos visto como todos los sectores de la sociedad parecen afectados por esta situación. Pero es significativo que las notabilidades y los eclesiásticos ostenten actitudes descaradas de irreverencia y soberbia”. Solange Alberro, Zacatecas, Zona frontera según los documentos inquisitoriales, siglo XVI y XVII, México, p. 151. 155 Monelisa Lina Pérez Marchand, op. cit p. 110.

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las respuestas que estos tienen. Hablamos del discurso diseminado también por las

regiones que se expanden hacia el norte, a donde se llevan noticias imaginadas, pero de

las cuales se sustraen nuevas noticias, más reales y más descarnadas a veces.

La Inquisición habla, hace un llamado. La escritura se vuelve en parte su

peregrinar. El atuendo de su amenaza. No sólo se prohíbe la herejía, también se

censuran danzas como Moros y cristianos o representaciones de la Pasión de Cristo, o

cualquier tipo de representaciones o de discurso ritualizado que pueda alterar los

símbolos religiosos. Si hemos de ver el peregrinar de esos discursos, veremos también

el fermento lingüístico de cómo terminan los discursos que a veces son orales; tanto el

edicto, como la respuesta a la Inquisición, que después se transforma en texto

inquisitorial.

En el caso de estos ejemplos, ¿podríamos hablar de elementos que tendrían que

ver con la cultura hegemónica y la cultura subalterna? Carl Ginzburg en su libro El

queso y los gusanos nos trataba de presentar el espacio en el que se desarrollaba una

cultura como un lugar en permanente conflicto y dinamismo. Ahí se encontraban la

cultura hegemónica y la cultura subalterna. La relación de ambas estaría marcada por la

circularidad, por el constante intercambio de elementos, motivos y configuraciones

culturales156. Ginzburg nos remite a la forma en que los hombres se relacionan y se

retroalimentan con los textos; el ejemplo de Ginzburg es un caso inquisitorial.

Sin embargo, en el proceso de lectura de edictos y respuestas discursivas, nos

remitiríamos a una forma diferente de ver estas dos entidades. Los hombres leen ese

discurso inquisitorial no por placer sino por obligación, el aliento de este tipo de

discursos es la cultura pedagógica del dominio moral por medio del temor; la letra es un

mecanismo de cálculo. Las respuestas discursivas exaltan el temor y muchas veces la

coincidencia entre los elementos que conforman una cultura.

Si a los hombres los vemos a través de sus respuestas, es casi un hecho que

también a través de ellas estemos viendo el espacio que los hombres van generando. La

voz que acusa, delata, exige perdón, contribuye a la invención de un entorno que se

transforma por medio de la palabra.

La Inquisición es dominante sólo en un sentido del uso de su persuasión, tiene

muchas diferencias hacia los valores, símbolos, rasgos de la cultura dominante y

también de las culturas subalternas. Más que hablar de ella en un término de cultura

156 Carl Ginzburg, El queso y los gusanos, México, Editorial Océano.

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dominante, hablaríamos de ella, siguiendo a Ginzburg, como propulsora de una cultura

impuesta, una cultura hegemónica e institucional.

Por medio del edicto se pretende censurar. La censura será, como ejercicio de

lectura, un recordatorio. “El censor nos refresca la memoria de cómo deben ser las

cosas. Un recordar en su nivel más elemental: recordar los contornos y los

requerimientos del orden; una llamada de atención para que no perdamos de vista las

direcciones e intenciones-más no los objetivos- del discurso hegemónico. Una de las

primeras herramientas con que cuenta todo orden hegemónico—del tipo que sea—es la

censura. La censura es no obstante, algo más que una herramienta—vuelta institución en

un territorio. Un territorio en el que los individuos tienen como misión detectar y evitar

posibles brotes de desmesura, identificado como el mal y que, para ello, se proponen

atacar directamente el agente maligno, a través de una férrea disciplina. Aunque con

ello arrastre al cuerpo e incluso termine por estimularlo a mayores disidencias”.

Lo que dijo el negro Juan de San Diego, aquel lejano marzo de 1627, o el edicto

que quedó en la iglesia de la plaza de la Villa de Culiacán, eran señales que censuraban

actos, que advertían la excomunión de las personas que cometieran los actos heréticos.

Si hemos de hacer caso al empequeñecimiento del hombre ante esta nueva angustia de

ser vigilado, diremos que el hombre establece una nueva causa de ordenamiento de sus

discursos, practica los nuevos discursos que le empiezan a acondicionar un nuevo

entorno. Un hombre nuevo en un espacio nuevo, no un hombre que responde a partir de

las condiciones del espacio.

A esto habremos de agregar lo que se ha dicho hasta la saciedad; que hay

grandes cambios en lo estructural en el siglo XVII, sin embargo no se deben solamente

a aquello del asomo virreinal y religioso. Muchas de las categorías del siglo XVII no

sólo se inventan por un decreto de hombres que se mueven a lo largo y ancho de la

Nueva España. También se darán por discursos en el ámbito literario, imaginativo y por

las respuestas que se dan a la Inquisición.

En la Villa de Culiacán, un conjunto de hombres y mujeres responden al

llamado de la Inquisición. En Zacatecas la Inquisición genera diferencias. En el centro

de la Nueva España se presentan una serie de personajes que llevan más allá de lo

normado sus respuestas discursivas. Las regiones se mueven a partir de sus discursos.

Page 60: TESIS CENSURA, PROHIBICIÓN Y RESPUESTAS DISCURSIVAS

60

Los discursos de la Villa de Culiacán

Por ejemplo, el discurso que inventa a la provincia de Culiacán se elabora desde

diversos momentos. Nos podemos trasladar al siglo XVI, cuando llegan los primeros

hombres a la Villa. Aún sin ser la tierra prometida, los primeros documentos que se

escribieron sobre Culiacán constituyen un reforzamiento muy común en aquellos años,

el que construyen los españoles al sentirse los hombres elegidos para habitar esas

tierras. Hombres y mujeres exentos de pecado, puros y limpios, con todos los atributos

de Dios para salvar al mundo.

Por las venas de ellos no corre mala sangre, están “limpios de toda mala raza, de

moros y judíos”, y sobre todo no aparecen en las grescas del Santo Oficio. El discurso

encumbra a los elegidos y oscurece cualquier bondad del otro. Esas primeras crónicas,

constituyen una versión de la verdad y de la mentira de los primeros hombres que

llegaron a Sinaloa. Crónicas testimoniales, en donde el discurso se unifica en la

extensión de la salvación, en el efecto racional de los ganadores de una conquista157.

A estas formas de discurso, se suma la visión canónica de las obras de petición,

los discursos providenciales de Andrés Pérez de Ribas y Alvar Núñez Cabeza de Vaca.

Pero es en los textos inquisitoriales de 1627, donde encontramos un discurso que se

disemina y se pluraliza en múltiples direcciones. Un discurso, que a pesar de sus

respuestas unificadas en coro, confirma las más diversas formas de pensar y de sentir (y

de asentir) de una sociedad, una sociedad que se expande, por medio de su voz, no sólo

en la Villa de Culiacán, sino a lo largo y ancho de la nueva España.

157 Antonio Nakayama, op. cit., p. 22.

Page 61: TESIS CENSURA, PROHIBICIÓN Y RESPUESTAS DISCURSIVAS

61

Capítulo III. Un edicto, proclamas y papeles

Casi un mes después del inicio del movimiento de Independencia, el 13 de

octubre de 1810, se coloca en la catedral metropolitana el edicto de excomunión del

cura Miguel Hidalgo y Costilla. Al líder insurgente se le acusa de los delitos de herejía,

de negar la perpetua virginidad de María, de ver la polución y la fornicación como

efecto necesario y natural, además de haber caído en la “contradicción monstruosa”

de alarmar a los pueblos para la sedición, con el nombre y la devoción de María

Santísima de Guadalupe y Felipe VII. El edicto es el centro de muchos discursos

insurgentes y antiinsurgentes que surgirán después; el edicto llega a muchas regiones y

conforma un nuevo diálogo que se va testificar ahora en escritura.

Un siglo partido en dos

Durante varios siglos, los edictos de fe se adelantaron a la delación de hombres.

En estos textos se hacía mención de hombres y mujeres excomulgables ante cualquier

acto herético, de perdición o de pecado. Hombres sin rostros, sin nombre, aparecían en

estos textos que se difundían a lo largo y a lo ancho de la Nueva España. A aquellos

textos, que presentaban los discursos del Santo Oficio, los hombres respondían de

diversas formas de oralidad.

Al siglo XVIII se arriba sin novedad. El flujo del siglo barroco se sigue

extendiendo por un tiempo más. “No termina en Nueva España con la llegada de la

centuria decimoctava, sino que se prolonga en ésta, y no sólo al comenzar, sino que la

ocupa en la mayor parte de su desarrollo”158.

Hay quienes dividen el siglo en dos para efecto de organización y de análisis.

Una primera parte pertenece a un siglo XVII que no ha dejado de estar presente, una

segunda parte mira hacia el futuro y tiende puentes a las transformaciones que serán

claves para el México independentista. Pérez-Marchand, desde los textos inquisitoriales,

así lo ve. Para ella, este tipo de textos no son moldes registrados en una sola linealidad

158 Jorge Alberto Manrique, “Del barroco a la ilustración”, en Historia General de México, México, Colegio de México, 2000, p. 482.

Page 62: TESIS CENSURA, PROHIBICIÓN Y RESPUESTAS DISCURSIVAS

62

discursiva. Los textos de Inquisición esconden hallazgos en su fraseología, que

condensa algunas transformaciones del siglo XVIII, sobre todo a partir de 1756159.

Esta atribución de una temporalidad demediada se condensa en muchas

disciplinas científicas y artísticas. Por ejemplo, si ciframos nuestra atención en la

arquitectura, nos dará muchas señales el trabajo realizado por Jerónimo Balbás160, quien

partir de 1718 dotará a la catedral metropolitana de tres grandes altares: el del paredón,

el ciprés y el retablo de los reyes. A partir de ese momento se inicia la modalidad

barroca propia de mediados del siglo XVIII.

En cuanto a obras de ciencia podemos decir que éstas no faltarán en la primera

mitad del siglo, sin embargo, estas aportaciones serán sólo limitadas en comparación de

las obras filosóficas y políticas. Será a partir de 1765 cuando aparezca una cantidad muy

amplia de libros de medicina que llegan a dar un giro a los trabajos de la salud de la

época. En cuanto a otras áreas, podemos mencionar la particularidad del viaje que

realizan por diversas provincias de la Nueva España unos generales franceses, ya que

tienen a su disposición unos libros de matemáticas. Estos hombres visitan Veracruz,

California y finalizan su destino en Sinaloa161.

La ciencia se expande a tierras que poco a poco se van haciendo más accesibles

y comunicadas. En mucho ayuda el empuje que tiene la geografía, la tecnología de los

mares y sus nuevas aportaciones. Con ello se puede decir que el Siglo de las Luces es

también el siglo de la ampliación de las fronteras en lo que serían las últimas décadas

del virreinato.

Ante la avanzada de los ingleses y los franceses en los océanos Pacífico y

Atlántico, los novohispanos habían decidido blindar la parte norte sembrando presidios

militares, misiones de religiosos, haciendas y nuevos poblados. El gobierno no desiste

en tomar por su cuenta las exploraciones de altura con el fin de reconocer las costas del

noroeste, de ahí que una gran cantidad de viajes científicos, traerán nuevas notas de

conocimiento de cómo estaba conformado el mapa de la Nueva España.

159 Monelisa Pérez Marchand, Dos etapas ideológicas del siglo XVIII en México, México, Colegio de México, 2005, p. 152.

160Jerónimo de Balbás fue un arquitecto y escultor español, introductor de uno de los elementos más

característicos del barroco mexicano: el estípite. Se cree que nació en Zamora, alrededor de 1660, llegó a México en 1718 y empezó a trabajar en su obra cumbre, el retablo de los reyes de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Murió en 1748. Ernesto de la Torre Villar, Ilustradores de libros, México, Universidad Nacional Autónoma de México, p. 23.

161 AGN, RI, Vol. 1042, f. 205.

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63

“En 1779 Miguel Constanzó diseña un plano para señalar las divisiones políticas

del virreinato y las nuevas demarcaciones de la parte norte, llamadas provincias

internas.” Entre correcciones a los lineamientos geográficos del pasado y la estructura

sociopolítica que quiere emerger en la Nueva España, ‘estos planos y cartas por primera

vez mostraron a los novohispanos la extensión grandiosa que había alcanzado el

territorio de su patria.”162

La inventiva criolla adquiere poco a poco un grado de suministración de

independencia frente a los hombres de la península. No es un azar que los primeros

autores del mapa general de Nueva España fuera gente criolla, como Carlos Sigüenza y

Góngora y José Antonio Alzate. También fueron criollos quienes suministraron a

Alejandro de Humboldt163 la información más actualizada para componer el atlas de la

Nueva España, esa Nueva España que ya se había transformado en 1803, año en que

visitó Humboldt, lleno de asombro, sus principales regiones, el norte minero y los

impresionantes monumentos del centro del país.

Reformas borbónicas y Santo Oficio

Las reformas borbónicas164 fueron, en parte, el impulso que ayudó a estas

transformaciones. Los Borbones fortalecieron la jurisdicción real a expensas de la

Iglesia y, sobre todo, de la Inquisición. La desaparición de este Tribunal se empezó a

considerar desde el reinado de Carlos III165. Con plena conciencia y objetivos muy

definidos, el monarca y su hijo Carlos IV se ocuparon muy enteramente en delimitar el

papel de la Iglesia, como lo demuestran algunas cédulas reales, órdenes expedidas por el 162 Enrique Florescano, Historia de las historias de la nación mexicana, México, Taurus, 2002, p. 271-272. 163 Alejandro Humbolt, nació en Berlín (14-09-1769) hombre de ciencia y gran humanista, naturalista, geólogo, explorador, sismólogo, vulcanista. Entre sus grandes obras destaca Ensayo político sobre el reino de la Nueva España publicada en 1822. Murió en Berlín en 1859. José N. Uturriaga de la Fuente, Anecdotario de viajeros extranjeros en México, siglo XVI-XX, México, Fondo de Cultura Económica, 1988, p.117. 164 Fueron una serie de cambios económicos, políticos y administrativos, introducidos por los monarcas Borbones en la Corona española, especialmente por Carlos III. “La principal dirección de las reformas borbónicas en la Nueva España fue la reestructura de las finanzas públicas. Se instalaron tanto un nuevo sistema fiscal como monopolios de estado. Además un sistema geopolítico, las intendencias, se puso en marcha. Moldeado como su homónimo en España, éste tendía hasta la descentralización y hacia un laissez-faire limitado.” Liliana Álvarez de Testa, Ilustración, Educación e Independencia. Las ideas de José Joaquín Fernández de Lizardi, México, UNAM, 1994, p. 23. 165 Carlos III (Madrid, 20 de enero de 1716-Ibid, 14 de diciembre de 1788) gran impulsor de transformaciones en la Nueva España. Conde Fernán Núñez, Vida de Carlos III , Madrid, Librería de los bibliófilos, 1898 (Biblioteca Cervantes Virtual).

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llamado “gabinete volteriano de Carlos III”, tendentes a frenar la ingerencia eclesiástica

en materia de de prohibición de libros y pernición de comedias. Entre las medidas

adaptadas por Carlos III destacó la Cédula Real166 promulgada en 1768, que limitaba

considerablemente la libertad de acción del Santo Oficio con respecto a la prohibición

de libros.

Esta limitación a la censura de libros, por supuesto que no fue lo mismo en lo

que se refiere a las artes escénicas. El año de 1765 fue decisiva la prohibición de

representar autos sacramentales, promulgada por Carlos III, como parte de una serie de

medidas para desterrar la superstición y desacralización y reformar las manifestaciones

teatrales. El gran florecimiento de ciclos dramáticos trajo como consecuencia la más

abierta condena de la iglesia, condena que inauguraría una época de gran persecución. A

esto contribuyó en gran medida, la enemistad de la iglesia con la Ilustración. “Mientras

esta condenaba en nombre de la propiedad, la modernidad y la razón, la iglesia lo hacía

en nombre de la moral.”167

Sin embargo estos rasgos de censura no demeritarían, para muchos historiadores,

la nueva apertura de las reformas borbónicas. El liberal José María Vigil168, un siglo

más tarde apuntaría: “Efecto natural de extremar la intensidad del mal y determinar en

igual proporción la necesidad del remedio. El advenimiento de la dinastía borbónica al

trono español trajo consigo ideas más levantadas que hicieron concebir esperanzas de

reformas efectivas. Los hombres de estado pudieron ya expresarse con más libertad.”169

Se reconocería que si hubo una modernización en la vida intelectual mexicana, tuvo

lugar, en general, con la cooperación entusiasta de las autoridades virreinales. El

modernismo operó independientemente del estado español, las autoridades lo alentaron

activamente al apoyar nuevos fundamentos y cátedras educativas.

Los Borbones retomarán para sí el centro, al enfrentarse a uno de los grupos

religiosos que más impedían gobernar: los jesuitas. Se puede decir que el conflicto tuvo

sobre todo orientaciones políticas: “un poder se deshizo de otro”. Por supuesto que hubo

166 La Real Cédula era una orden razonada expedida por el rey de España entre los siglos XV-XIX. Su contenido resolvía algún conflicto de relevancia jurídica, establecía alguna pauta de conducta legal, creaba alguna institución, nombraba algún cargo real, otorgaba un derecho personal o colectivo u ordenaba alguna acción concreta.

167 Maya Ramos Smith, Censura y teatro novohispano (1539-1822), México, CNCA, 1998, p. 138. 168 A José María Vigil se le considera uno de los más ilustres liberales. Colaborador de la obra México a través de los siglos, nace en Jalisco en 1829 y muere en la Ciudad de México en 1909. 169 José María Vigil, “La reforma”, en México a través de los siglos, Tomo V, Editorial Cumbre, 12ª edición, 1975, p. XV.

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respuestas a esos ataques; aunque sin violencia, protestaron alumnos, amigos, feligreses

y socios de los propios jesuitas170. En el marco de estos aspavientos políticos, hubo

algunos jesuitas, grandes jesuitas que, a pesar de su gran contribución, tuvieron que

dejar la Nueva España.

En el centro de los exiliados jesuitas estará presente la figura de Francisco

Xavier Clavijero171, autor de la obra Historia Antigua de México. Clavijero pertenecería

a esa generación de jesuitas que a mediados del siglo XVIII ya habían aprendido a ver a

México con una nueva medida de orgullo y de cariño. Su sueño del imperio jesuítico

universal, construido principalmente con su preponderancia en las aristocracias y en las

cortes, y por su abanderamiento de las causas de popularidad, se vio infinitamente

pospuesto172.

Carlos III, el reformador, murió en 1788. Los poderes de la Inquisición

quedarían muy disminuidos. La voz popular diría: “un capuchino vio bajar a los

infiernos el alma de Carlos III”. Al sustituirlo, Carlos IV y sus ministros, las reformas

debían seguir su desarrollo; sin embargo eso no fue así, después de 1789 se empezó a

dar marcha atrás a tales reformas. La Revolución francesa, en términos de ideas,

parecía querer llenarlo todo, viviéndose en Europa un momento histórico similar al del

siglo XVI, cuando el surgimiento del protestantismo frenó la libertad de las monarquías

renacentistas, obligándolas a recrudecer la censura y a reforzar sus mecanismos.

A pesar de sus esfuerzos, el Santo Oficio novohispano ya no lograría reponerse

ni recuperar el formidable poder, el prestigio y las armas de las que gozara antes. Pero, a

pesar de todo, el Tribunal molesta, amonesta, persigue; está ahí como un mecanismo

anquilosado, viejo, que insiste en palpitar a pesar de los tiempos. En un edicto publicado

en 1783, la moral de la Inquisición quiere aún acendrar las conductas de los hombres, al

decir que “hemos llegado a estos tiempos en que seducidos los hombres de la lozanía y

frondosidad de esta mala semilla, ya encontrados con la novedad, están tan distantes de

conocer y precaver el daño, que no solamente sufren indolentes, sino es que culpan al

diligente padre de familia que trata de arrancarlas.”

Este temor ante los nuevos tiempos que corren dejará un sello mayor a partir del

año de 1794, año en que se intensifica el temor y el desasosiego que sobrecoge al Santo

170 José Joaquín Blanco, Esplendores y miserias de los criollos. La literatura en la Nueva España/2, México, cal y arena, 1999, p.169. 171 Francisco Xavier Clavijero nace en México en 1731 y muere en Italia en 1787. J.Jesús Gómez Fregoso, Francisco Xavier Clavijero, ilustre universitario constructor de la patria, México, Universidad Iberoamericana, Iteso, 2004. 172 José Joaquín Blanco, op. cit., p. 169.

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Oficio, “a vista de tanto motivos como ha producido este siglo”, “esta época funesta en

que los destemplados ecos de la libertad han llegado hasta las provincias unidas.” La

preocupación aparece para la Iglesia y la Inquisición una y otra vez, a la manera de un

tema sinfónico, en estos, “infelices tiempos en que, lo que no se atrevía a proferir el

impío sino allá en el secreto, en lo más profundo de su corazón, lo gritan, lo publican y

lo dan a leer a todo el mundo los que se precian de Philosophos.”173

Reajustes económicos, políticos y literarios, se empeñan en orientar una Nueva

España que no tiene vuelta atrás. Un argumento rector, pregunta qué fueron realmente

las reformas borbónicas y, al cabo, responde: un proyecto que, en el mejor de los casos,

puede ser descrito como una forma de modernización defensiva. Los políticos

borbónicos sólo intentaron salvaguardar las colonias españolas de la explotación directa

de los mercaderes de Inglaterra y Francia, de modo que sus reformas fueron, puede

decirse, meramente “cosméticas”, a consecuencia del duelo que se entabló entre la vieja

y la nueva aristocracias españolas, un proceso en el que ambas desplegaron enorme

fuerza y capacidad opositora en detrimento, al fin de cuentas, del conjunto imperial.

Un puñado de libros franceses

Al hablar del siglo XVIII, un puñado de nuevos libros franceses con ideas

liberales causa interés y revuelo a los inquisidores. Las luces de la censura enfocan a las

luces intelectuales a partir de la octava década de ese siglo. Por lo regular, la aparición

de una obra en los edictos “corría frecuentemente unos años después de haber sido

publicada”; su aparición en la censura significaba que la obra había logrado circular

considerablemente, “y al mismo tiempo, que había alcanzado las manos de un individuo

todavía presionado por la tradición, quien, sobrecogido de escrúpulos, la denunciaba al

Santo Oficio”174.

Sin embargo el trabajo del Santo Oficio era obvio que no habría de alcanzar

todos los territorios de Nueva España. Aunque la Inquisición haya puesto en alerta todas

sus estructuras represivas, y tomado providencias para que las ideas heréticas

provenientes de Europa no llegaran a la Nueva España, fue imposible lograrlo. “Pese a

los embates inquisitoriales, la infiltración de las ideas de la ilustración se acentúa cada

173 Monelisa Lina Pérez Marchamd, Op. Cit. p 166. 174 Ibid, p. 152.

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día más a través de personalidades cívicas y eclesiásticas importantes que simpatizaban

con ellas. El Santo Oficio no logró inhibir la lectura de obras estigmatizadas en el índex.

Voltaire, Rousseau, Diderot y muchos pensadores más fueron devorados con avidez en

colegios, seminarios, curatos, carteles y despachos de abogados, por los más tarde

escritores e ideólogos involucrados en el conflicto armado de 1810”175.

En un edicto del 13 de marzo de 1790, se prohíben todos aquellos escritos “que

por su naturaleza son sediciosos, los que establecen la independencia a las legítimas

potestades, los que inducen a sacudir el yugo de subordinación y sujeción a los

monarcas, los que tratan de la igualdad francesa.” Así es, Francia es el país al que se

sigue, punta de lanza de las ideas políticas y filosóficas. El entusiasmo de eso que

significa Francia en aquel momento se traduce en los libros franceses que llegan a estas

tierras. En los registros de la época amplia circulación de los libros franceses, pero no

así de los ingleses, y mucho menos de los norteamericanos. Aquellos aparecen en

cantidad muy discreta, estos muy escasamente aparecen.

Ya en los años de Independencia, las noticias desde Europa no tardan en llegar.

Los más avezados en asuntos de política se enteran de los avatares de los napoleones, de

los altibajos que dejan las secuelas de la Revolución francesa. Nuevos textos marginales

se dan a conocer. Los discursos, cartas y sermones referentes a la invasión napoleónica

en España, son naturalmente, buena parte de los textos que así mismo recoge el Santo

Oficio, celoso de legitimidades políticas y defensor de gobiernos tradicionales, aunque a

veces siga procesos e incaute textos por los más peregrinos motivos.

Si hemos de hablar de edictos de Inquisición, durante las últimas dos décadas del

siglo XVIII y la primera década del siglo XIX, diremos que al temor que suscitan las

nuevas ideas de la Ilustración, se unen los temores que causan las danzas y el uso del

cuerpo para cualquier evento rituario que no convenga al Santo Oficio. Uniéndose a un

afán insistente de censura, el Virrey Marquina prohibió en México, en bando del 15 de

diciembre de 1802, “el perniciosos y deshonesto baile nombrado El jarabe gatuno”.

Baile muy conocido que habían llevado a Cuba presidiarios de México176. El baile del

Jarabe Gatuno tiene tal repercusión en los últimos años de la Nueva España que el

edicto de prohibición del baile se distribuye en varias provincias, entre ellas Sinaloa.

175 Magnus Chabaud, Teatro mexicano. Historia y dramaturgia, XII escenificaciones de la Independencia; México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1995, p. 14. 176 Pedro Henríquez Ureña, Obra Crítica, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, p. 732.

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Las escenificaciones de obras teatrales, también sufren la censura inquisitorial.

Obras como El falso profeta Mahoma de Francisco de Rojas177, La pérdida de España

de Eusebio Vela178, entre muchas más, son condenadas por el Santo Oficio. Los límites

estaban guiados ahora por nuevos asideros que relacionaban a la religión con la política.

“El Santo Oficio se basaba en un discurso religioso recibido y dogmático, en estrecha

relación de la palabra divina y, por ende, con los dictámenes de la fe, de los cuales se

nutría y a los que se remitía. De Dios emanaba su validez y universalidad, de las que

devenía su autoridad normativa y sancionadora que precisaba y fijaba el pecado.

Por otra parte, se conjugaba en esta potestad eclesiástica el discurso político con

las leyes avaladas por un soberano y hechas por el hombre, que definían el delito. Se

daba así una combinación de pecados y delitos en los que se incorporaban los fines

deseados por ambos modos de pensar: la felicidad humana que conducía a la salvación

eterna y el bienestar del estado, que llevaba la paz y el orden.”

Edictos en las regiones

El rostro de los edictos de fe se había presentado con un rostro impersonal. Al

arribo del siglo XIX hay nuevos edictos que particularizan nombres, pecados y castigos,

textos en los que se refiere la excomunión de hombres, en especial, por haber burlado

las normas de la Santa Fe católica. Edictos con nombre, con rostro, hechos para que una

profusión de lectores condene un acto y delate a un culpable.

En las provincias de la Nueva España se mueven algunos edictos. Su arribo a

Sinaloa, por ejemplo, no es producto de la casualidad. Los viajes en mar han evitado el

aislamiento. Por el aumento de la población comprobaríamos que llegar es más fácil que

salir. La Inquisición, ya envejecida., es insistente en esta región. Aparecen solicitantes,

blasfemos, denunciados y denunciantes, además de confesores de mujeres que no son la

congratulación del Tribunal. Parece que el tiempo no ha contribuido a las

transformaciones y que las permanencias y los conservadurismos son los rasgos que

más campean en la región.

Un edicto que cobrará importancia durante los años del conflicto insurgente, será

el edicto que se refiere a la excomunión de Miguel Hidalgo. La importancia de este

177 AGN, RI, Edictos, Vol. 2, f. 28. 178 Biblioteca municipal de Madrid.

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edicto radica en el impulso irreversible que empezó a tomar el movimiento

independentista en los diferentes sectores de la sociedad. El edicto que condena al cura

Hidalgo se extiende a lo largo y ancho de la Nueva España, el cura es un perseguido, un

hombre que crea confusiones a la religión y al que se le nombra como un presagio de

todas las calamidades. El Santo Oficio se siente todavía fortalecido, detenta un poder

que aún tiene arraigo entre algunos hombres, o más bien dicho busca que no se adelante

su muerte definitiva.

Las noticias de la Independencia asoman con avidez. Entretejen una serie de

registros de que algunos hombres quieren cambiar las cosas. El cura Hidalgo será nota

viva, historia palpitante en los diversos sectores. En Sinaloa, el movimiento

independentista es limitado. José María González Hermosillo intenta ser el artífice de

las maniobras de Miguel Hidalgo. La misión de Hermosillo es propiciar y propagar la

insurrección en la intendencia de Arizpe. La insurrección tiene brotes en algunos

lugares, pero en realidad es muy poco lo que se logra.

Sergio Ortega nos cuenta que “las fuerza insurgentes ocuparon El Rosario el 24

de diciembre de 1810 y saquearon la real caja al vencer a las fuerzas realistas

comandadas por el coronel Pedro de Villaescusa. Luego avanzaron hacia el norte con la

intención de tomar Cosalá y en el trayecto recibieron la adhesión de los mulatos del

presidio de Mazatlán. González Hermosillo atacó San Ignacio Piaxtla el 7 de febrero de

1811, pero fue totalmente derrotado por las fuerzas realistas al mando del brigadier

Alejandro García Conde, intendente de Arizpe. González Hermosillo volvió con los

restos de su tropa a Guadalajara”179.

La épica de la insurrección insurgente en Sinaloa no se inserta en el mapa de las

transformaciones, si es que las hubo. A pesar de que el movimiento promovido primero

por Hidalgo y después por Morelos, trasformaría los conflictos locales en algo que

pareció después ser un conflicto nacional. Sinaloa quedaría suelto en el mapa de las

provincias que conformarían la futura nación; entre papeles y pequeñas hazañas, Sinaloa

vive una Independencia de la que sólo se escuchan los ecos.

179 Sergio Ortega, Breve historia de Sinaloa, México, El Colegio de México, 1999, p. 155.

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70

Un edicto y un nombre

La moribunda Inquisición reaccionó ante estos dos elementos claves de la época:

los papeles y los libros y el impacto de un movimiento que se consideraba cosa turbia.

En buena medida, en el edicto inquisitorial contra Miguel Hidalgo se pueden observar

muchos de los elementos en donde confluyen una estela de contrincantes políticos e

ideológicos, de formas de ver el mundo tan diversas que, en el futuro, chocarán, se

reconciliarán o cambiarán de acuerdo al lugar o la época en que se viva. Santidad y

pecado, conservadores y liberales, centro e izquierda, serán términos que se moverán

en un sinfín de ocasiones. El cetro de la divinidad será el cetro de la conveniencia.

Hidalgo era el acusado y perseguido, el impulsor de herejías, el que consideraba

que Dios no castigaba, el hombre que practicaba la negación del credo de la virginidad

de María, el hombre que creía en la fornicación y que negaba el infierno y a Jesucristo y

tantas cosas más. Era también hombre del papel y el hombre de la desmitificación

adelantada. Al recuperar algunos aspectos presentes en el documento inquisitorial, no es

posible dejar de ver muchas de las grandes paradojas que se presentarán en siglo XVIII.

Si tomamos en cuenta muchos de los discursos que aún se generaban desde el poder

civil, eclesiástico o bien desde el Tribunal de la Inquisitorial, no podemos negar que en

la Nueva España, el siglo XVIII, cuya ilustración empezó a darse bien a bien hasta las

últimas décadas, no era menos supersticioso y crédulo que el anterior.

Al explicar algunas coincidencias entre la Ilustración francesa y la nuestra sólo

encontraremos que termina en una revolución. En la Nueva España no se cambian ideas

de fondo, sólo se divulgan instrumentos, métodos y conocimientos útiles, no se quiere

innovar, sino mejorar el orden y la vida pública. Nuestra ilustración es católica e

hispanista, no protestante, deísta ni atea. Aquí comienza cuando allá está terminando.

Como sugiere José Joaquín Blanco, en Europa el Siglo de las Luces es el

anterior a la Revolución francesa: 1680-1789; aquí sólo dura medio siglo: 1760-1810. Y

ni siquiera pasamos de las primeras luces: el buen sentido, una visión más pragmática

de los asuntos y negocios humanos, el deseo de expresión clara, la realización de

mejoras materiales en la producción y la organización. No se llegó a la violencia

intelectual de los enciclopedistas y sólo hasta la segunda mitad del siglo siguiente se

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pudo –rara vez o con enorme escándalo—discutir sobre la existencia de dios o mofarse

intelectualmente de la religión y de los curas y frailes.”180

Pequeña educación sentimental de Hidalgo

Una breve biografía nos dirá que Miguel Hidalgo y Costilla nació el 8 de mayo

de 1753 en Valladolid. Que desde joven pensó en ser sacerdote y lo lograría con creces

y con escándalo. Que al cumplir los 20 años de edad llegaría al Colegio de San Nicolás

donde empezaría como profesor y terminaría como rector. Que a pesar de ser un

personaje admirado, lo obligarían a renunciar del Colegio de San Nicolás, debido a su

forma de pensar. Como castigo le destinarían un olvidado curato en Colima. Después,

es mandado al pequeño pueblo de San Felipe, donde conoce a Ignacio Allende con el

que se reúne para compartir afinidades ideológicas.

El cura Hidalgo, lo sabemos, se formó en el retablo intelectual de los escritores

franceses de la Ilustración; incluso se llegó a hablar, durante una estancia sacerdotal en

San Felipe, que su casa era la “Francia chiquita”. Lugar donde se escucha música, se

lee, se escribe, se hace teatro y se empiezan a difundir una serie de ideas libertarias

respaldadas en las obras de Rousseau, Moliere, Racine, Cicerón, Clavijero y por toda

esa biblioteca clandestina que era su adoración intelectual.

Una excelente descripción nos arroja que “todo el mundo sabía, en el pueblo de

Dolores, que el cura Hidalgo tenía la mala costumbre de leer mientras caminaba por las

calles, las grandes alas del sombrero entre el sol y las páginas, y que de puro milagro no

lo atropellaban los caballos o la Inquisición, porque más peligroso que leer era leer lo

que leía.”181 Su fama de persona abierta y de impulsor de ideas liberales rápidamente

fue conocida por el Virrey y por el Santo Oficio que se dedicó a reunir pruebas en su

contra.

En 1808, a la caída de Felipe VII, la inquietud y los aires de Independencia se

inician entre los criollos y algunos españoles. Hidalgo, junto con Allende, Ignacio y

Mariano Abasolo se unen y planean fechas de levantamiento en armas. La conjura será

descubierta, sin embargo Hidalgo, Allende, Abasolo y Aldama deciden adelantar sus

planes sin un programa bien definido.

Hidalgo parte a Dolores. Recorre Atotonilco, Celaya, Salamanca, Irapuato,

Guanajuato. En menos de 15 días logra reunir un conglomerado enardecido e

180 José Joaquín Blanco, op. cit. , pp. 250-251. 181 Eduardo Galeano, Memoria del fuego, México, Siglo XXI Editores, p. 122.

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72

indisciplinado. Usa el estandarte de la virgen de Guadalupe y la consigna: “Viva

Fernando VII”. Así inicia la marcha hacia Guanajuato, donde el cura Hidalgo ya goza

de una gran popularidad. A pesar de su liderazgo, no supo dirigir combates. En Celaya

es nombrado Capitán General. Al tomar Guanajuato su ejército crece, nombra

autoridades y se dirige hacia Querétaro. Cruza Toluca y llega hasta Cuajimalpa decidido

a atacar México, sin embargo opta por la retirada.

Durante su regreso es derrotado por las tropas realistas de Calleja. A pesar de

todo, Hidalgo es recibido con entusiasmo en Guadalajara. Desde ahí sigue impulsando

la abolición de la esclavitud, la igualdad social. Calleja después de reconquistar Celaya,

Salamanca, Irapuato y Guanajuato, se dirige a Guadalajara. Hidalgo, al llegar a

Zacatecas, fue desposeído del mando supremo y es acusado de las derrotas insurgentes.

Después siguen las derrotas e Hidalgo es sometido a un juicio civil y eclesiástico. En los

dos se le encuentra culpable: hereje, traidor al rey y a la patria, rebelde contra las

disposiciones del Santo Oficio. El 30 de julio de 1811 sería pasado por las armas.

Hidalgo entre los perseguidos

La historia del cura Hidalgo se cuenta fácil. A pesar de su liderazgo y de la

historia que lo suma y lo consuma, es una más de las historias de los perseguidos de la

época que no está lejos de los esquemas de persecución y de acoso que sufren otros

personajes rebeldes de la época. Hidalgo, como a tantos otros hombres, se le suma lo

que escribe, lo que lee, lo que creen y lo que piensa.

Pablo González Casanova diría que “aunque modernos e ilustrados convivieron

a partir de la última década del siglo XVIII, los primeros, fueron quienes, en forma

exclusiva, llevaron a cabo la renovación filosófica de la Nueva España en el siglo

XVIII; quienes atacaron la temática y los métodos de sus maestros; quienes escribieron

sobre física, botánica, matemáticas, geología, etcétera. Los ilustrados del siglo XVIII, si

alguna vez estuvieron en las universidad y en los colegios —perseguidos por la

autoridad—no nos han dejado más huella de su vida que un proceso.182

182 Pablo González Casanova, El misoneísmo y la modernidad cristiano en el siglo XVIII, México, Colegio de México, 1948, p. 20-21.

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73

Es claro que la huella del líder independentista fue más allá de un simple

proceso. De Hidalgo se hizo un personaje, reducto de hazañas, algunas verificables otras

distorsionadas.

El edicto

El edicto inquisitorial contra Hidalgo falseaba muchas cosas. La Inquisición se

limitaba a la observación, esa observación que fabricaba personajes heréticos y

diabólicos por medio de sus lineamientos. Los inquisidores acusaban de herejía y

apostasía contra la fe católica a Hidalgo, sin embargo si revisamos las adjetivaciones

utilizadas en el texto nos daremos cuenta que el texto está plagado de acusaciones sin

fundamento.

El movimiento de Inquisición trae entre otras cosas el aumento de publicaciones,

el surgimiento de una gran cantidad de textos que avalan o están en contra del

movimiento. El discurso que se diseminaba en oralidad aún está presente, sin embargo,

la letra escrita será ahora la forma de transmisión de los mensajes Insurgentes o

contrainsurgentes, el revuelo que causa todo tipo de edictos, proclamas, diatribas y

artículos periodísticos lo ha sintetizado de manera excelente Francois Xavier Guerra en

su artículo El escrito de la revolución y la revolución del escrito.

Ahí nos dice el prolífico historiador que “el levantamiento de Hidalgo responde

a una multitud de textos impresos no sólo en gacetas, sino también en una

muchedumbre de folletos y publicaciones periódicas. Toda clase de corporaciones y de

particulares, civiles y eclesiásticos, condenan y polemizan con los insurgentes. Títulos

como Cartilla de párrocos, compuesta por un americano para instrucción de sus

feligreses, sobre los errores, absurdos y herejías manifiestas que comprende el

manifiesto publicado por el apóstata y traidor Miguel Hidalgo Costilla, o El anti-

Hidalgo. Cartas de un Doctor americano al Br. Miguel hidalgo y Costilla. Ex-cura de

Dolores, ex-sacerdote de Cristo, ex-cristiano, ex –americano, ex-hombre y generalísimo

capataz de salteadores y asesinos.183

Hidalgo es el tema en el que se centra una lucha por el poder, como nunca, a

partir de la escritura, de la que surge el nuevo periodismo que se escritura en novelas y

183 Francois Xavier Guerra, “Escrito de la revolución y la revolución del escrito” en Las guerras de Independencia en la América española, editado por Marta Terán y José Antonio Rosales Guerra, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2002, p. 139.

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narraciones, que inventarán a la ciudad decimonónica de lo que sería el México

moderno184.

La guerra de Independencia sería también una guerra de palabras, una guerra de

palabras que se encargaría también de definir un nuevo espacio público estrechamente

vinculado a la producción, circulación y producción escrita. En palabras de Roger

Chartier, este nuevo espacio público, siempre encontrará resistencias de las autoridades.

Si nos remitimos a otros países, veremos que este espacio público primero se

desarrollará a largo plazo desde la Inglaterra del siglo XVII y hasta Francia y otros

países europeos del siglo XVIII, y más tarde, en el siglo XIX, conquistará América185.

Las acusaciones a Hidalgo, sobre cuestiones de fe y moral, habían empezado en

1800. Su condición de libre pensador ya se había extendido por algunos lugares. Ésta le

había traído una buena cantidad de seguidores y una no menor cantidad de enemigos.

Pero sería hasta iniciada la insurrección, con la publicación del edicto, cuando iniciarían

las acusaciones oficiales del Tribunal de Inquisición contra Hidalgo, contra el hombre

“sedicioso, cismático y hereje formal por las doce proposiciones, que habéis proferido,

y procurado enseñar a otros; y han sido la regla constante de vuestras conversaciones y

conducta”.

Si es por la dispersión de las creencias hay muchos a quien señalar. Sin embargo

Hidalgo es el representante típico de las clases profesionales mexicanas, perteneciente a

un grupo que se puede denominar la “burguesía provinciana”. Hamnett nos explica que

la recuperación burocrática del estado español absolutista ocurrida después de 1770,

además del creciente monopolio de los cargos principales de la Iglesia y el Estado por

peninsulares recién llegado, enfrentó y frustró a las clases profesionales coloniales. En

esta inconformidad sobre los cargos que hubo en México, al final del periodo Borbón,

se encuentra el origen de la disidencia política de la “burguesía provinciana” y, a fin de

cuentas, su presteza para inflamar el descontento de las clases humildes contra los

europeos.186

Hidalgo por supuesto es de ellos. Será el caso del personaje de la disidencia, al

que le cuelgan todo tipo de pecados los opositores ante el riesgo de perder sus intereses.

Hidalgo será el hombre de ideas y de una forma de vida que caricaturiza el Santo Oficio

184 Vicente Quirarte, Elogio de la calle, Biografía literaria de la ciudad de México, México, Cal y Arena, 2004, 720 pp. 185 Roger Chartier, Cultura escrita, p. 87. 186 B. R. Hamnett, Raíces de la insurgencia en México, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, p. 25.

Page 75: TESIS CENSURA, PROHIBICIÓN Y RESPUESTAS DISCURSIVAS

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hasta llegar a considerarlo algo por demás monstruoso y deleznable. Ante esa

satanización de la diversidad de creencias, es válido recordar las palabras de González

Casanova: “La Inquisición es un supuesto de la cultura española y no se le puede

entender si no se advierte que es una burocracia más que una filosofía. La represión

administrativa y física que ejerce es quizá de menor significado que la represión

ideológica, ética y metafísica. Una y otra se compenetran sin embargo en tal forma que

hacen de ella la institución judicial de la fe y la filosofía católica durante el

despotismo.”187

Edictos y más edictos

Casi toda la retórica discursiva de los edictos de la Inquisición está empecinada

en reclamar aquello que le arrebata, en reclamar a aquellas conductas discursivas que

han tomado la determinación de probar y aprobar qué es actuar de manera

independiente. Estas actitudes generan entre los seres humanos una nueva forma de

conformar los espacios, formas que a un Tribunal como el del Santo Oficio no le

agradan del todo. No está de más decir que esto tiene consecuencias en esa opinión

pública que se desarrolla en el café, en el salón, en el club o bien, en lugares más

informales como la plaza pública o los jardines,188 sobre todo al finalizar el siglo

XVIII.

A finales del siglo XVIII, los curas (como lo hacen hoy en día) se encargaban de

vociferar contra los bailes de moda. Condenaban especialmente aquellos que al

presentarse en el escenario propiciaban la imitación y eran, por supuesto, un mal

ejemplo. Hasta se llegan a publicar avisos métricos contra algunos de los vicios más

comunes. Un ejemplo publicado en Puebla en 1790 diría así:

Una escuela fundó el diablo

Para propagar su reyno

En donde cursan las gentes

187 Pablo González Casanova, La literatura perseguida en la crisis de la Colonia, México, SEP, 1986, p. 119. 188 Roger Chartier, Cultura escrita, p. 173.

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Baile y canto deshonesto

(…)

Juntos hombres y mujeres

En desordenado encuentro

Ostentan de habilidades

Torpísimos desaciertos

En menuet y en contradanza,

En segundillas y juegos

De ocasiones execrables

Retozos y manoceos189

En el siglo XVIII, se siguen publicando edictos de fe como los publicados en los

años de 1627, 1634, 1688 y 1696. Pero la especificación de algunas obras prohibidas de

origen francés es por demás clara. Entre ellas se menciona el Eusebio de Montesquieu,

Emilio o la educación de Rousseau, los cuentos y novelas de Voltaire. La Inquisición

además enjuicia, por cuenta propia, las obras de Milton, Pope, Blutler, Grecourt, la

Bruyere, Fenelon. Los calificadores les colocan epítetos a los autores de estas obras,

tales como: “un aborto del abismo; porque era un malicioso tejido de perniciosas sátiras

contra los católicos, al modo que don Quijote lo es contra los caballeros andantes.”190

Ante los conflictos religiosos y políticos que se presentan en la mitad del siglo

XVIII, es válido mencionar cómo el humor toma carta de naturaleza privilegiada en

muchos de los textos que se condenan y se produce en esa época. La palabra de Dios se

presta a la jocosidad, se mezcla con los chistes o se corrompe191. La sátira192 será el

género diferencial. Una de las cosas que distingue y le da importancia al siglo XVIII, es

la forma en que se somete la polémica a la burla, a la ironía y a una especie de

escepticismo.

189 Maya Ramos Smith, op. cit., p. 112. 190 AGN, RI, T. 1327, ff. 1-11. 191 Pablo González Casanova, op. cit. p. 55. 192 Sátira se define como composición poética u otro escrito cuyo objeto es censurar acremente o poner en ridículo a alguien o algo. Diccionario de la Real Academia Española.

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La sátira hace de la polémica un juego, le quita seriedad, y disfraza la tragedia

implícita mediante la ironía y el escepticismo burlesco.”193 La sátira será además

propiciadora de ruptura entre religiosos, políticos y escritores. La sátira también es

condenada por el Santo Oficio. Un edicto de 1783 prohíbe una obra que ridiculiza a un

supuesto enemigo del Santo Oficio. Moral del diablo intenta ridiculizar a Voltaire y a

otros conocidos herejes. El texto inquisitorial diría que el de esta obra era un “medio

muy impropio y generoso para refutar los errores de los herejes, que pueden beber en él,

fácilmente los incautos y sencillos.”194

Radiografía del papel o el hombre de la contradicción monstruosa

El 13 de octubre de 1810, casi un mes después del Grito de Dolores, se coloca el

edicto de excomunión en la Catedral Metropolitana. El movimiento de insurrección ya

se había extendido por muchas regiones. Por un primer momento fue benéfico que el

gobierno central estuviera en desorganización. Esta desorganización impidió que

hubiera de manera inmediata un descalabro de los militares al levantamiento de

Hidalgo. El apoyo a la insurrección se propagaría a una velocidad alarmante. Por lo

pronto, los comerciantes, los inversionistas, los dueños de propiedades y los empleados

de la burocracia, quedarían aislados y sin posibilidad de recibir ayuda inmediata.

El edicto inquisitorial se desplegaría a lo largo de muchas provincias. Hidalgo se

entera rápidamente de las acusaciones y en un manifiesto que dirige a sus seguidores se

defiende: “la cosa más interesante, más sagrada, y para mí la más amable; de la Religión

Santa, de la fe sobrenatural que recibí en el bautismo. Os juro desde luego, amados

conciudadanos míos, que jamás me he apartado ni en un ápice de la creencia de la Santa

Iglesia Católica, Jamás e dudado íntimamente convencido de la inhabilidad de sus

dogmas y estoy pronto a derramar mi sangre en defensa de todos y cada uno de ellos.”

Al referirse a las autoridades diría que “los opresores no tienen armas, ni gente,

para obligarnos con la fuerza a seguir con la horrorosa esclavitud a que nos tenían

condenados. ¿Pues qué recurso les quedaba? Valerse de toda especie de medios por

injustos, ilícitos, y torpes que fuesen, con tal que condujeran a sostener su despotismo y

la opresión de la América: abandonan hasta la última reliquia de honradez y hombría de

bien, se prostituyen las autoridades más recomendables, fulminan excomuniones, que

nadie mejor que ellas saben, no tienen fuerza alguna; procuran amedrentar a los incautos

193 Pablo González Casanova, op. cit. p. 77. 194 AGN, RI, Edictos, T II, f. 39.

Page 78: TESIS CENSURA, PROHIBICIÓN Y RESPUESTAS DISCURSIVAS

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y aterrorizar a los ignorantes, para que espantados con el nombre del anatema, teman

donde no hay motivo que temer”195.

El hombre de “la contradicción monstruosa”, como le llamaba el Santo Oficio,

por propiciar la insurrección, enarbolar el símbolo de la virgen y exclamar a fuente

abierta: “Viva Felipe VII”, se adueñó de símbolos religiosos que dieron a su

movimiento una ideología unificadora. Por medio de ellos sería capaz de atraer

numerosas personas de grupos dispares de la sociedad. No es extraño que el Santo

Oficio acuñara frases como la de la “contradicción monstruosa” ya que, las pretensiones

legitimas de su liderazgo clerical estaban amenazando seriamente toda la base moral del

gobierno colonial. La movilización de los grupos oprimidos amenazaba la estructura

interna de la Colonia. Esto, lo sabemos, trajo como consecuencia la contramovilización,

el realineamiento detrás de la causa realista. Querían derrocar al hombre que

acompañado de un rey y una virgen196 —que según el Santo Oficio no les pertenecía—,

quería cambiar a la Nueva España.

En su texto La prosa de la contrainsurgencia, Guha nos hablaba de un discurso

primario que tenía sin excepción un carácter oficial, en el sentido amplio del término.

Era un discurso proveniente tanto de burócratas, soldados, detectives y demás personas

directamente empleadas por el gobierno, como de aquéllos pertenecientes al sector no

oficial, como colonos, misioneros, comerciantes, técnicos, etc., entre los blancos, y

terratenientes, prestamistas. A este discurso le seguía a cierta distancia uno secundario

que abría “la perspectiva de transformar un acontecimiento en historia, en la percepción

no sólo de los que están afuera sino también de los participantes.”197

Los movimientos de independencia se esmeran por romper completamente los

restos del consenso popular o de la pasividad ante las autoridades. En este sentido, la

Independencia es primordialmente un problema político y secundariamente militar, el

análisis de Guha resalta la primacía del aspecto político. Afirma que, aparte de lo grande

que sea el efecto militar de la insurgencia, a final de cuentas el poder civil debe

prevalecer en la contrarrevolución, la cual sólo de un modo temporal debe quedar bajo

195 Josef Saraniana, Teología en América Latina, 1999, Barcelona, Editorial Terra, p. 197. 196 R. M. Hamnett, “A demás resulta difícil describir el culto guadalupano como heterodoxo a subversivo en sí mismo. Este culto tenía plena sanción papal: el Papa Benedicto XVI había nombrado en 1754 Patrona de la Nueva España a la virgen de Guadalupe. Demasiado se ha exagerado la supuesta rivalidad entre un culto mestizo guadalupano y una virgen de los remedios española. Cierto es que el rey Francisco Venegas respondió a la adopción por los revolucionarios del estandarte guadalupano en 1810, colocando a la virgen de los remedios al frente de la causa realista. 197 Ranajith Guha, “La prosa de la contrainsurgencia”, Las voces de la historia y otros estudios subalternos, Editorial Crítica, Barcelona. 2002.

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79

la dirección de oficiales del ejército, que casi nunca estarán capacitados para enfrentar el

difícil proceso de la reconstrucción política.

En el caso de los discursos y la prosa que se generan en el conflicto de

Independencia, podemos decir que son propiciadoras de un conflicto discursivo de

resistencias. Sabemos por supuesto que el movimiento insurgente está antecedido por

toda una serie de proclamas, además de la lectura de textos de la Ilustración, sin

embargo podríamos tomar en cuenta el edicto de excomunión de Hidalgo para centrar

nuestra atención en un momento de nuestra historia en el que se pasa, como diría un

historiador, Del sermón al discurso cívico198.

Sabemos que el gran movimiento de insurgentes nacería con el grito de

Independencia. Esta arenga no era por supuesto improvisada, salía de la boca de un

predicador de años. Varios de los discursos insurgentes tendrían un significado de

singular importancia. Serían conmemorativos e iniciadores del movimiento mismo. Se

inicia el mismo culto a estos héroes en la misma guerra que habían desatado, guerra en

donde se convierten en perseguidos y persecutores de una nueva nación y un nuevo

personaje que construyen de la noche a la mañana.

Hidalgo se hace inmediatamente de adeptos, pero también de discursos que

parecen reclamarle esa condición herética que le ha fabricado el Santo Oficio. Gracias a

la excelente compilación de documentos de Erick Van Young sabemos de muchos

fragmentos discursivos de las reacciones ante las hazañas del cura. Algún hombre diría

que Miguel Hidalgo era un castigo de Dios ante las disensiones religiosas que se

estaban presentando en la Nueva España; algún otro soltaba una arenga a favor de

Fernando VII y recomendaba que se abandonara a los insurgentes y que se fortaleciera

la relación entre españoles en bien de la religión.

Muchas voces cuestionan, se adhieren al temor que causan los insurgentes. Un

sermón dicho por el padre Antonio Camacho, analiza la forma en que los rebeldes

encabezados por Hidalgo han transformado su fidelidad al rey Fernando VII, a una

devoción a la virgen de Guadalupe y, a la vez se lamenta, de las exageradas muertes de

españoles europeos en México por los insurgentes. El debate se expande y se mueve

hacia los derechos eclesiásticos, una carta pastoral de 1811 haría una por demás

interesante disquisición para esclarecer que el poder eclesiástico no se debe oponer al

poder civil, y recomienda que después que el primero ha destituido algunas de sus

198 Carlos Herrerón Peredo, Del sermón al discurso cívico, México, Colegio de México-Colegio de Michoacán, 2003,

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investiduras, por faltas graves en algunos de sus miembros, le imponga todo el rigor de

las leyes civiles199.

También los recursos distintivos del antes y el después del movimiento

independentista no se cansan de establecer comparaciones, muchos quieren ver en el

pasado la arcadia perdida. El paraíso que no se recuperará. Se compara la opulencia que

existía, supuestamente, antes del 15 de diciembre de 1810, con lo que la guerra ha

provocado y se les pide a los rebeldes que pidan perdón ante la virgen de Guadalupe

para que vuelvan los buenos tiempos.

Por supuesto, que en una primera instancia, se difunde la prosa antiinsurgente.

Cobra medida de reclamo la apelación ante el caos. En mucho se aprovecha la falta de

dirección de la insurgencia mexicana, de la falta de sus objetivos claros que dificultan

una victoria decisiva. Esto puede también ser resultado del hecho que las metas políticas

de Hidalgo no quedaran bien definidas en términos políticos. Dado que la insurrección

inicial fue derrotada por el ejército realista a los seis meses de su estallido, es probable

que en este breve lapso, en que ocurrió la campaña militar, la derrota, la huida, el

liderazgo revolucionario no haya podido crear algún problema político claro. La

consecuencia de esto fue que gran parte de las censuras tempranas que se hacen al

movimiento de Hidalgo se centran en su simbolismo religioso y en su carácter poco

disciplinado200.

Miguel Hidalgo, el documento

El 27 de octubre de 1810, Ixtlahuaca, el poblado más importante del valle de

Toluca, le abrió las puertas a Miguel Hidalgo. Fue recibido “con pompa extraordinaria

por el cura del lugar y por los principales vecinos de ahí.” Según consta en la historia, se

produjo un molesto incidente en ese lugar cuando el cura de Jocotitlán, Don José

Ignacio Muñiz201, en plena fiesta, mostró los edictos de Abad y Queipo202 del Arzobispo

199 Eric Van Young, Colección Documental sobre la Independencia Mexicana, México, Universidad Iberoamericana, 1998, pp. 211-217. 200 José M. de la Fuente, Hidalgo Íntimo: apuntes para una biografía del Benemérito cura, Guanajuato, Archivo general de gobierno de Guanajuato, 2003, p. 79. 201 La historia rescata al padre Muñiz por la entrega de estos documentos. 202 Manuel Abad Queipo nace en 1751 en Villarpedre, Grandas de Salime, Asturias y muere confinado en el convento de Sisla de los padres jerónimos de Toledo en 1825. Religioso asturiano que ejerció en

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y de la Inquisición, los dos últimos posiblemente desconocidos para la mayoría de los

jefes insurgentes. Allí mismo, dentro de la iglesia los hicieron pedazos y los pisotearon

exclamando: “Cuarenta excomuniones que el Tribunal fulmine, entre nosotros viene

quien las absuelva”, y alguien oyó a Hidalgo decir esta frase en la que parece

condensarse su creciente nacionalismo: “No habrá inquisidor gachupín, ni arzobispo

gachupín ni virrey gachupín, ni rey gachupín, ni santo gachupín”203.

De los errores y pecados que le marca el documento inquisitorial, el cura

Hidalgo tiene respuestas, tiene defensas. Las más significativas son las que se producen

en el manifiesto en donde propone la creación del congreso nacional. Ahí se defiende de

las tenebrosas acusaciones de incredulidad de Dios y del Infierno, de la admiración de

Lutero y de otras cosas más. En el manifiesto el cura responde:

Se me acusa de que niego la existencia del Infierno, y un poco antes se me hace cargo de haber asentado que algún pontífice de los canonizados por santo está en este lugar. ¿Cómo, pues, concordar que un pontífice está en el Infierno, negando la existencia de éste? Se me imputa también el haber negado la autenticidad de los Sagrados Libros, y se me acusa de seguir los perversos dogmas de Lutero. Si Lutero deduce sus errores de los libros que cree inspirados por Dios, ¿cómo el que niega esta inspiración sostendrá los suyos deducidos de los mismos libros que tiene por fabulosos? Del mismo modo son todas las acusaciones. ¿Os persuadiríais, americanos, que un tribunal tan respetable y cuyo instituto es el más santo, se dejase arrastrar del amor del paisanaje hasta prostituir su honor y su reputación? Estad ciertos, amados conciudadanos míos, que si no hubiese emprendido libertar nuestro reino de los grandes males que le oprimían y de los muchos mayores que le amenazaban y que por instantes iban a caer sobre él, jamás hubiera sido yo acusado de hereje. Todos mis delitos traen su origen del deseo de vuestra felicitad. Si éste no me hubiese hecho tomar las armas, yo disfrutaría una vida dulce, suave y

México y llegó a ser ministro de España. Después de estudiar en Cataluña para sacerdote fue destinado a América. Allí fue elegido obispo de Valladolid, en el estado mexicano de Michoacán. Propuso diversas reformas en la administración para evitar la insurrección de los nativos, mostró ante Fernando VII (1814) su desacuerdo con la actuación del virrey Calleja, lo que le valió ser acusado de traición por el Santo Oficio, pues propugnó ante la regencia una legislación agraria que permitiese el reparto a los indios de tierras realengas y su acceso al cultivo de los latifundios. En 1816 fue nombrado Ministro de Gracia y Justicia por Fernando VII, aunque sólo ocupó su cargo durante tres días, ya que fue destituido. Tras producirse el levantamiento y haber criticado la actuación española tuvo que afrontar varias acusaciones ante la Inquisición en España, a pesar de su postura contraria a la sublevación y de haber excomulgado al insurgente Miguel Hidalgo. Finalmente, fue absuelto de la acusación de traición a la corona. En 1820 fue presidente de México Tortosa, aunque ocupó el cargo de manera informal durante el Trienio Liberal, ya que no recibió el cetro del rey. En 1823, perseguido, de nuevo, por los absolutistas, fue recluido en el monasterio toledano de Sisla, donde pasó sus dos últimos años de vida y donde falleció antes de cumplir la condena de 100 años que le había sido impuesta. Fernando Benítez, El peso de la noche. Nueva España de la edad de plata a la edad de fuego, México, Nueva Era, 1996, p 53. 47 Demetrio Ramos Pérez, Historia General de España y América, Madrid, Editorial Riap, 1992.

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tranquila; yo pasaría por verdadero católico, como lo soy y me lisonjeo de serlo; jamás habría habido quien se atreviese a denigrarme con la infame nota de la herejía.204

Desde antes, se venía dando una guerra extraña en las gacetas y en los diarios,

que por cierto, empezaban a circular en mayor cantidad. Antes del grito, por ejemplo,

Hidalgo y Costilla y Abad y Queipo, pertenecían al mismo movimiento renovador del

país que empezaba a cambiar de nombre y que empezaban a llamarlo ya México.

Al ver toda la arenga de discursos en los que se habían metido, nadie se

imaginaría al ver a los señores y a los exiliados, a los clérigos y a los laicos juntamente

entrometidos en tales debates académicos, que iniciarían el peor periodo de la cultura

mexicana, generalmente presidido por los generalotes en sus continuos golpes de

estado. Quizá en pocas épocas hubo mayor optimismo nacionalista entre los

intelectuales mexicanos como en la última década del siglo XVIII, cuando todo parecía

despertar del letargo de la cortesía ignorante y de la administración inepta.

Ahora bastaba leer un poco de lo que decía Queipo, de su viejo compañero

Hidalgo, para darse cuenta del giro que habían tomado las cosas. Los discursos de estos

estaban lejos de cualquier orientación racional y no reparaban en la condición y en la

magnitud de los significados de odio que pudieran despertar.

Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla —decía Queipo— en dondequiera que esté, en la casa o en el campo, en el camino o en las veredas, en los bosques o en el agua, y aún en la iglesia. Que sea maldito en la vida o en la muerte, en el comer o en el beber; en el ayuno o en la sed, en el dormir, en la vigilia y andando, estando de pie o sentado; estando acostado o andando, mingiendo o cantando, y en toda sangría. Que sea maldito en su pelo, que sea maldito en su cerebro, que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes; en su frente y en sus oídos, en sus cejas y en sus mejillas, en sus quijadas y en sus narices, en sus dientes anteriores y en sus molares, en sus labios y en su garganta, en sus hombros y en sus muñecas, en sus brazos, en sus manos y en sus dedos. Que sea condenado en su boca, en su pecho y en su corazón y en todas las vísceras de su cuerpo. Que sea condenado en sus venas y en sus muslos, en sus caderas, en sus rodillas, en sus piernas, pies y en las uñas de sus pies. Que sea maldito en todas las junturas y articulaciones de su cuerpo, desde arriba de su cabeza hasta la planta de su pie; que no haya nada bueno en él. Que el hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga. Y que el cielo, con todos los poderes que en él se mueven, se levante contra él.

204 Margarita Moreno Bonnet, “De la crisis del modelo borbónico al establecimiento de la República Federal”, Enciclopedia Parlamentaria de México, México.

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83

Al referirnos en los capítulos anteriores a los edictos de Inquisición, hacíamos

mención que estos generan una serie de respuestas discursivas. El siglo XVII, esas

respuestas quedaban diseminadas en la oralidad. El siglo XVIII, se transforman en

muchos sentidos en el eco de las ideas que se vuelven escritura. Sigue habiendo edictos

de fe, sigue habiendo una serie de discursos diseminados en la oralidad, sin embargo se

generan nuevas respuestas que despiden a la Inquisición y que, abren paso, en medio de

la confusión y del caos, a una nueva etapa de lo que sería México.

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Capítulo IV. La rebelión discursiva o los silencios que hablan

Está en pleno inicio la Independencia. José Jesús Hidalgo y Costilla deciden

arrancar el edicto de excomunión del cura Hidalgo que se encuentra situado en la

puerta de la iglesia de Pánuco. Los silencios hablan, una rebelión discursiva sin

palabras decide enfrentarse al Santo Oficio. En un mundo de escritos, el discurso se

vuelve un síndrome de mudez o también de diálogo en el que los desacuerdos se

extreman y desencadenan el odio. En pleno signo XIX, las respuestas a los edictos de

Inquisición siguen, de una manera más vertiginosa y más ágil.

Un edicto en Pánuco

Las hojas amarillentas quedaron colocadas en la puerta de la iglesia de

Pánuco205; a muy buena altura para que fueran leídas. Aunque la noticia ya se sabía de

voces, que un tal Miguel Hidalgo andaba causando estragos en el bajío, y que había ya

sumergido en una pequeña guerra a las localidades del norte, los que pegaron el edicto

en aquel lugar, pensaron que no estaba de más dejarlo ahí, sobre todo, para que se

supiera lo que era el tal Hidalgo: un hereje, un vicioso, un exaltador de la fornicación,

un hijo de Lutero y un sinfín de cosas más; un hombre que a los ojos de Dios y de los

hombres puros era un verdadero escándalo.

La iglesia de Pánuco se había empezado a construir en 1785. Era un espacio que

causaba orgullo a los pueblerinos. Ahí yacían los proyectos vivientes de un Marqués206

que alguna vez llegó a estas tierras. Dicen que este hombre pensaba construir la iglesia

más grande de la región, pero todo quedó en preámbulo, en cimientos, en huellas que

205 Pánuco. Localidad perteneciente al municipio de Concordia. Desde el siglo XVI era un importante pueblo minero que era conocido también como las betas de Pánuco; en un principio su explotación estuvo a cargo del capitán Francisco Ibarra, quien falleció el 17 de agosto de 1575 en el mineral. 206 A mediados del siglo XVIII se estableció en la región el acaudalado minero Francisco Xavier Vizcarra, quien recibió el nombre de marqués de Pánuco debido a los resultados de su actividad minera iniciada en las entonces llamadas betas de Pánuco. Iracema Enríquez Reyes, Historia de una gran fortuna. Francisco Javier Vizcarra, en “Concordia. Encuentro con la historia” op.cit. P. 50-51.

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quedaron como contornos de una pequeña Iglesia de adobe con la que se tuvieron que

conformar los lugareños de este pueblo minero207.

Al parecer, aquí no hay inquietud por eso que se dice. Sí hay noticias de alguna

que otra batalla, inclusive, alguna escaramuza pequeña que llegó a Pánuco por lo que

tuvo que cerrar la iglesia, pero de ahí a que tengan que cambiar su mundo, tal vez

parezca una realidad difícil de asumir. Respecto al edicto, alguna voz recomienda que

no se arranque, que no se quite, que se respete por que así lo manda Dios.

Alguien deletrea, complementando la voz del otro: “que no se rasgue, ni cancele

bajo de la pena de excomunión mayor, y de quinientos pesos aplicados para gastos del

Santo Oficio, y demás, que imponen el derecho canónico, y bulas apostólicas contra los

fautores de herejes; y declaramos incursos en el crimen de fautoría y en las sobre dichas

penas a todas las personas sin excepción, que aprueben vuestra sedición, reciban

vuestras proclama se mantengan vuestro trato, y correspondencia epistolar, y os presten

cualquiera género de ayuda, o favor, y a los que no denuncien, y no obliguen a

denunciar, a los que favorezcan, vuestras ideas revolucionarias, y de cualesquiera modo

las promuevan, y propaguen, pues todas se dirigen a derrocar el trono, y el altar”.

Algún otro, después de una lectura ágil, sobrellevada con lo que ya le habían

contado “cometió el atentado de arrancar públicamente, con violencia y escándalo de la

puerta de la iglesia, el edicto con que el Santo Oficio excomulgaba al principal autor de

la rebelión, Miguel Hidalgo y Costilla.”208

Arrancar el documento. Borrar el significado. Aniquilar el insulto. Censurar a lo

que censura. Callar a la historia y darle continuidad. ¿A poco tantas cosas pueden

suponer un documento que se arranca del lugar en donde ha sido colocado? Digamos

que los hombres que lo arrancaron estaban lejos de concretar algún tipo de idea

libertaria que enarbolara Hidalgo. Digamos que lo sabían, que se disgustaron y que

reaccionaron con ira. Digamos que lo arrancaron y punto. Que así es la historia y punto.

Eso de arrancar edictos no era cosa nueva, lo habían practicado algunos hombres

desahuciados y algunos rebeldes, incluso algunos hombres de poder. La ofensa de los

tribunales, lo podemos suponer, era grande, muy grande. Se dice que el mismo Felipe V

arrancó uno de los edictos de Inquisición durante su periodo de reinado en el siglo

XVIII. ¿A qué se puede atribuir esta condición de pequeña rebelión en los hombres?

207 Agustín Velázquez Soto, El arte religioso en el municipio de Concordia, en “Concordia encuentro con la historia”, coordinadores José María Figueroa, López Alanís, Culiacán, Gobierno del Estado de Sinaloa-Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa, p. 43-44. 208 Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, Sección de Fondos especiales, Ramo Civil, C 24-11-39.

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¿Por qué se puede realizar un acto de este tipo? Los poderes de la escritura “expuesta”

son uno de los instrumentos utilizados por los poderes y las élites para anunciar su

dominación y producir todo tipo de adhesión209. Los seres humanos a veces no soportan

eso.

Responder al edicto

Al final del siglo XVIII, las respuestas discursivas a la Inquisición se seguirán

presentando. En el anecdotario de acusados y perseguidos habrá un poco más de papel y

de escritura. Si dijimos con anterioridad que los espacios de sociabilidad en algunas

ciudades traen nuevas formas de convivencia, podemos decir que los hombres acusados

por la Inquisición, se transforman en viajeros, en hombres que ocultan y que fragmentan

su vida en diferentes regiones de la Nueva España. La persecución no sólo es un

referente de búsqueda del Santo Oficio; es algo que forma parte también de la vida de

muchos hombres.

Quizá la más emblemática y a la vez extraordinaria de estas vidas es la de José

Antonio Rojas210. La respuesta de Rojas a la Inquisición es la evasión y la burla. Rojas

será siempre el perseguido por el Santo Oficio de la Inquisición. Se cuenta que estaba

cumpliendo una condena, cuando escapó de sus guardianes para emprender una larga

fuga a Norteamérica. Desde ahí empezó a metrallar con sus escritos a estas regiones

coloniales. Los elementos de la realidad y las actitudes del Santo Oficio, le dan pie a

“una serie de razonamientos incendiarios, y a infinitas burlas novelescas contra la

sociedad de su tiempo.”211

La autobiografía de Rojas representará una de las mejores defensas a los ataques

de la Inquisición y de la sociedad, eminentemente conservadora, de su tiempo. A sus

hipócritas y envejecidos jueces que se han encargado de torturar su vida así responde:

209 Aquí tendríamos que agregar que también las formas de escritura pública llegarán a ser un rasgo muy interesante entre los desheredados y en la cultura popular. Aunque en tiempos muy posteriores a nuestro tema, hay que recordar el excelente cuento de Julio Cortazar, Graffiti, en donde las imágenes se convierten en símbolos de muchas manifestaciones. “Ante la censura de la palabra, la imagen ocupa su lugar, aunque de manera desplazada, para intentar zafarse, por unos instantes del blanco de la censura.” María Isabel Filinich, La voz y la mirada, México, Universidad de Puebla-Universidad Iberoamericana-Plaza Janés, 1997, p. 80. 210 El gran legado de José Antonio Rojas está presente en su obra Cartas biográficas y filosóficas de un materialista, 211 Pablo González Casanova, La literatura perseguida en la crisis de la Colonia, México, SEP, 1986, p. 111.

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“Ese hipócrita envenenado que a trueque de mitrar sacrificará cuanto su negro corazón

encuentre. Lo dicho. Nada temo a sus anatemas, nada sus amenazas, nada sus huecos y

pomposos edictos, ni que rematando sus iniquidades, en estatua me queme. Nada debe

temer quien se halla cubierto con la égida de unas sabias leyes, y protegido por un

pueblo sabio y poderoso”212.

Antonio Rojas se volvería por medio de sus escritos un problema que la Nueva

España no podía resolver de manera solitaria. Se cuenta que el virrey Iturrigaray, pidió

al ministro de España que solicitara ante el gobierno norteamericano que se detuvieran

las aventuras y audacias de José Antonio Rojas. En un edicto publicado el 6 de marzo

de 1807, la Inquisición considera que el perseguido “en sus cartas con la pintura de la

libertad que reina en aquella república, hace odiosa nuestra monarquía y buen gobierno,

y copia contra nuestro Dios las mayores blasfemias, destituyéndole de todos los

soberanos atributos, y burlándose de su omnipotencia, bondad y sabiduría en los

términos más incrédulos. Pero este monstruo es igual que el impío Jasón en los deseos

de introducir a su país la doctrina de los gentiles, de sustituir a las nuestras las leyes

escandalosas.”213

La rebelión discursiva se deja ver en una obra que no se inhibe y que no se

detiene ante el poder inquisitorial, una obra que no admite la censura ni la autocensura.

Heredera de la gran picaresca renacentista y del preámbulo de lo que será el gran

panfleto post insurgente.

Llegar a Pánuco

¿Quién los trajo? Seguramente el último impulso de los viajeros que llegaron en

los primeros años del siglo XIX. Quizá llegaron porque tenían que llegar a una

provincia a la que se traían noticias del centro de la Nueva España. Eran dos hermanos,

José Jesús y Nicolás. El primero tiene alrededor de 40 años, lo describen como un

hombre de regular tamaño, de cara un poco regordeta, ojos negros y salidos, pelo crespo

y con tupé, cutis grasoso, barba cerrada, belludo de las muñecas.

212 José Antonio Rojas, “Cartas biográficas y filosóficas de un materialista”, en Dos revoluciones. México y los Estados Unidos, Coordinado por El Colegio de México, México, Editorial Jus, 1976 p.92. 213 AGN, RI, T. 1442, f. 78.

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Los que lo conocieron dicen que hablaba de manera precipitada y desordenada,

que acostumbra revolear la lengua dentro de los dientes, además llevaba plata en las

marquetas. El segundo era menor, se calcula que tiene de 22 a 24 años. Es alto y fuerte,

preparado para cualquier combate, blanco de cara, pelo crespo, castaño y cortado, cara

redonda, ojos medio azules, barba regular y un modo de andar que dobla el cuerpo para

ambos lados214.

Dicen que los hermanos son parientes del líder insurgente, por lo tanto su

apellido es Hidalgo y Costilla. Cuando su pariente mayor, Miguel Hidalgo, se

encontraba en Guadalajara dio órdenes a José María González Hermosillo215 para que

con el grado de coronel combatiera a las fuerzas realistas en Sinaloa. Ya sabemos lo que

pasó, cinco mil hombres en un estado de lo más deplorable dieron la más deplorable de

las luchas.

El hombre de los múltiples nombramientos (Caballero Gran Cruz de la Militar y

Nacional Orden de San Hermenegildo, Mariscal de Campo de los Ejércitos Nacionales,

Gobernador, Comandante General y Jefe Superior Político de las cuatro Provincias

Internas de Occidente), Alejandro García Conde, derrotó al insurgente en Piaxtla, San

Ignacio, el 8 de enero de 1811216.

Los hermanos Hidalgo y Costilla se unieron a la causa insurgente, se unieron a

González Hermosillo pero no sirvieron de mucho. Eso sí, se movilizaron, se dirigieron

hacia San Ignacio con algo de plata y algo de armas que sustrajeron sin permiso de

algún lugar. No sabemos qué pensaron después de la derrota, cómo reaccionaron ante

tamaña apabullada. Seguro que hubo algo de coraje y de miedo. ¿Era imposible no

hacerse esperanzas de una mejoría económica si se tenía como líder y primo a alguien

como Miguel Hidalgo? Es fácil suponer que Nicolás era más iracundo e incendiario, que

no soportaba que se le hiciera un desplante o que se le insultara en lo más mínimo. Un

214 Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, Sección Fondos especiales, ramo Civil, C 24-11-39.

215 El Gral. José María González Hermosillo fue un insurgente mexicano. Nació en Jalostotitlán, Jalisco. Luchó a las órdenes de Miguel Hidalgo durante la Guerra de Independencia; combatiendo en la región noroccidental de la República Mexicana. En 1910, Miguel Gómez Portugal comisionó a González Hermosillo para propagar el movimiento de insurrección. Hidalgo nombró a González Hermosillo coronel, prometiéndole el grado de brigadier si tomaba Cosalá. José María González Hermosillo insurreccionó los actuales estados de Sinaloa y Sonora, participando en la batalla de San Ignacio de Piaxtla y la batalla de Real del Rosario. El 31 de octubre de 1819, murió en la batalla del rancho de Baltierra, Jalisco. Juan López, La insurgencia en Nueva Galicia en algunos documentos, Guadalajara, Ayuntamiento de Guadalajara, 1984, p. 222.

216 José Manuel Alcocer Bernés, La consumación la Independencia, México, AGN, 2000, p. 209.

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poco más callado y más tímido, el menor de los hermanos dejaba ver que las razones

siempre estaban acompañadas de acciones.

A Pánuco no solamente llegó la Independencia convertida en armas y en guerra

rudimentaria, también llegó convertida en palabras. Eso lo saben todos, sobre todo

aquellos que vieron a Nicolás arrancando el edicto Inquisitorial de excomunión de su

pariente don Miguel Hidalgo y Costilla.

Por un tiempo la Iglesia quedó sola. Unos cuantos hombres en movimiento

esperando lo que un marqués les prometió. El mismo Marqués que había donado tres

mil pesos para la iglesia de Rosario217, otros más para la iglesia de San Sebastián. Y una

cantidad mayor para Copal, lo que llegó hasta los oídos de Carlos Tercero, quien entre

los remolinos de reconocimientos que le entregó, estaba el título del marquesado de

Pánuco y el de vizconde de Castilla. Con su muerte, ocurrida en 1790, dejó una serie de

promesas sueltas y un conjunto de desavenencias entre sus hijas y sus demás familiares.

Marcelino Fuente era de los hombres que estaba esperando algo en Pánuco; él no

sabe las nuevas, y cree que los insurgentes son invencibles. A él le tocó combatir antes

de la derrota de San Ignacio. “En Cosalá yo derroqué a algunos de los enemigos”. El

año nuevo lo recibieron con festejos; pensaron que la derrota de los realistas en el

mineral de Rosario sería la victoria definitiva por parte de ellos218. Fuente cree que si

hubiera sobrevivido el marqués todo esto se hubiera evitado.

Respuestas ritualizadas

El baile se condena pero no hay condena mayor que no seguirlo bailando. Así es.

Las respuestas discursivas también se ritualizan en expresiones populares que tienen

que ver con el cuerpo y la comparsa de la voz, que canta versos de una truculenta

picardía. El Santo Oficio toma precauciones hasta de los mismos religiosos presbíteros,

ya que a las cuatro o cinco de la mañana les da por cantar estos ocurrentes versos:

Venga ya, comadre Juana

217 Rosario, Sinaloa. 218 AGN, RI, Vol. 1290, Exp. 13, Fs. 209-248

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Déjese de misticismos;

Bailaremos el jarabe

Y perderemos el juicio.

No hay nada que a mí me cuadre

Como este zangoloteo.

Amar con pena y resabio

Es el mayor sacrificio.

Vale más tonto y no sabio

Que amante pero sin juicio.

Para no sentir agravio

Ni agradecer beneficio.

Mire qué bonito pie

Se le mira en el jarabe.

Parece que usted no sabe

Que cuando se zarandea

Me late este corazón

Que a tiempo me pertenece.

Anoche soñaba yo

Que dos negros me mataban

Y eran tus hermosos ojos

Que enojados me miraban.219

La sensualidad de los bailes de moda no se evade de los lugares religiosos.

También los presbíteros tienen cuerpo y una pequeña prueba de felicidad que quieren

expresar por medio del baile y el canto. En un documento de 1802 se recoge la

confesión de un hombre que a las cuatro o cinco de mañana oyó clara y distintamente,

que en la calle por donde mira la ventana de su celda, se estaba cantando y tocando en

219 Anónimo, tomado de Ómnibus de la poesía mexicana, Gabriel Zaid, México, Siglo XXI, 2002, p. 161.

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una guitarra el son conocido como el Jarabe gatuno, en contra de edicto y prohibición

del Santo Oficio220.

Los jarabes se convierten así en elementos de identificación popular y a la vez

en resistencia. Entre los mismos independentistas, pasada la primera década, se insiste

en su interpretación. Una anécdota de 1813 cuenta que durante una boda de la tropa se

pidió la interpretación y el baile del famoso Jarabe gatuno, ante ello “se resistieron los

concurrentes diciéndole al canónigo José Martín Carraquedo que si no estaba

excomulgado el jarabe, a lo que este contestó que no había tal excomunión ni era válida

porque era un baile del pueblo”.221

El edicto y su hegemonía discursiva son burlados por las formas de diversión por

las respuestas ritualizadas que muestran el poderío de muchas manifestaciones

populares. Cabe recordar que la burla y la parodia eran pasos de la secularización, más

que de herejía: los bailadores y cantadores iban a misa de vez en cuando. La Inquisición

al buscar la mesura, reprime lo desbordado, sin parar mientes que la desmesura permite

logros, descubrimientos, avances, sobre todo cuando esta desmesura es una resistencia

ante la ignominia de algunas conductas de los discursos del poder.

Estas nuevas actitudes no están alejadas de aquella actitud carnavalesca de la

que habló Bajtin, que se define por la excentricidad, la familiaridad, las desavenencias y

la profanación con que se relacionan los grupos sociales que, en la vida ordinaria, fuera

de las fiestas se hallan distanciados unos de otros, de acuerdo con las jerarquías

económico-sociales estandarizadas por un sistema represivo. El festín carnavalesco

propicia la oportunidad de evadir preocupaciones y ocupaciones de la vida corriente, las

restricciones que la institucionalidad o la oficialidad dictaminan sobre el pueblo, el cual

se presenta a obedecer sólo las leyes de la libertad que rigen durante el carnaval222.

¿Pero qué pasa en el salón, en el abanico del confort que une a las clases más

elevadas y las invita al diálogo y a las pasiones privadas? Una de las danzas de mayor

persecución durante la Independencia fue al vals. Su introducción en el año de 1810, en

los salones como en los teatros causó una verdadera revolución. Era por supuesto la

primera danza de salón; uno más de los rituales que enmarcaban la polémica de las

prohibiciones.

220 AGN, RI, Vol. 1411, exp. 9, fs. 36-37. 221 AGN, RI, T. 1399. 222 Leise Montiel Spluga, La fette en Amerique latine, en América “Cahhiers du Criccal”, París, Universitte du la Sorbonne, 2000, p. 59.

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El vals presentaba una pareja estrechamente enlazada y que “ante el horror de

todo tipo de mojigatos, no era practicada por la llamada ínfima plebe o gente de calor

quebrado, sino por las clases altas, en cuyos salones los jóvenes la ejecutaban ante el

beneplácito de sus familias, sus mayores y la sociedad en general. Pronto, en el

escenario, esta nueva danza, que, de acuerdo con sus detractores, introducía

“tocamientos impuros”. Levantó muchas quejas.

La guerra de papel y papel

De la inteligencia de ellos nadie habla, sólo quedan algunos restos de papel.

Cuando les negaron la parentela con el jefe insurgente no dijeron nada, sólo

murmuraron. “Ya se fueron. Están huyendo a la Inquisición.”, Era lo que se decía de

ellos223. Las respuestas a los discursos inquisitoriales se presentaron rápido de parte de

los dos hermanos, la de la Inquisición también fue algo precipitada. Al igual que sus

parientes, estos reos eran malos y tenían “una multitud de causas”224 por las cuales

acusarlos, sobre todo de ser infidente.

No era algo extraordinario ser infidente, sobre todo si se le tenía simpatía a la

causa insurgente. En muchas regiones de la Nueva España había hombres pagando años

de cárcel por haberse colocado del lado de los insurgentes, algunos de estos hombres

llegaban a pagar hasta diez años de condena225 También había mujeres infidentes por

haber acompañado a sus hombres a la lucha, sin embargo con ellas era menos riguroso

el poder226.

A los hermanos Hidalgo y Costilla ya se les consideraba hijos de Pánuco, pero

también “los más decididos adictos al partido de la Ynsurrección y enemigos de nuestra

justa causa”. La Inquisición desde sus viejos documentos ya amenazaba a creyentes y

defensores de los herejes porque ofendían a la Iglesia católica, los hacía sospechosos de

opiniones condenadas y contrarias al dogma, mientras no justificasen la “causa justa”.

Sin embargo la “causa justa” era una expresión que permeaba en ambos bandos de

acuerdo al lugar en donde se estuviera colocado.

223 Jesús Amaya Topete, El padre hidalgo y los suyos, México, Editorial Loan, 1952, p. 203-208. 224 Biblioteca pública del Estado de Jalisco, Ibid, 225 Tomás Esteban es el ejemplo de alguien que fue condenado a una prisión de 10 años. AGN, Vol. 160, exp. F. 2. 226 Vol. 157, T. 84, f. 450. Este sería el caso del personaje de María Baca.

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Detrás de expresiones como “causa justa”, podían ocultarse una serie de

actitudes y de compromisos bien distintos. La expresión “causa justa” era acompañada a

menudo por otros calificativos “de la nación”, “del rey”. En algunas relaciones de

méritos “nación”, venía antes que “rey” y otras, y en otras a la inversa. Si hemos de

basarnos en las situaciones que se generan durante la lucha de la Independencia, se

podrían establecer, a grandes rasgos, dos corrientes principales de la denominación

“causa justa”: una nos hablaría de un empuje y una defensa en su dimensión nacional y

otra, que sería en su dimensión tradicionalista.

“La primera corriente remitiría al paradigma del patriotismo revolucionario: el

pueblo en armas, sublevado por su derecho, sublevado por la defensa de su derecho a

disponer de sí mismo, incluida la posibilidad del cambio de régimen político y de la

trasferencia de poder. La segunda remitía al paradigma del patriotismo

contrarevolucionario: el pueblo unido en la defensa de sus tradiciones y de su

monarca.”227 Esa segunda “causa justa” era la que habían traicionado los hermanos

Hidalgo y Costilla según el Santo Oficio.

Por ejemplo, el Obispo Bergosa228, de Oaxaca, quien llamaría a los curas para

que asumieran el papel dirigente, encabezando la resistencia, incitaría de esta manera:

“si algunos curas malos han dado el mayor impulso a sus armas, salgan en

contraposición algunos de nuestros buenos curas, para lo cual declarando en que debe

ser guerra todos debemos ser soldados, permito y apruebo que los curas y vicarios, que

dejando proveído el pasto espiritual de los curatos, se sientan con valor y fuerzas

necesarias, además de excitar y de animar a los feligreses en tan justa guerra puedan

tomar las armas y capitanearlos”. Para el Obispo el mundo estaba dividido entre buenos

y malos, razón por la que justificaba el combate que favoreciera el triunfo de los

primeros. En su visión del mundo, era válido que los sacerdotes tomaran las armas para

la defensa de la “causa justa”.

Entonces entre los sacerdotes también había buenos y malditos. Ellos sabían

muy bien que tenían que aprovechar el impacto que tenía su discurso entre la población.

Algunos llenos de entusiasmo fraternal o hipócrita, recomendaban a los feligreses,

“amémonos todos tiernamente como hermanos que somos efectivamente y por unos

vínculos más dulces y más estrechos que los de la carne y la sangre. Estamos unidos por

227 Cristian Demange, Sombras de mayo. Mitos y memorias de la guerra de Independencia, Madrid, Casa Velázquez, 2007, p. 228 El obispo Bergosa fue obispo de la Diócesis de Oaxaca de 1800 a 1810. Ver María del Carmen López Ramírez, El Obispo Bergosa y la diócesis de Oaxaca (1800-1810), España, UNED, 1996.

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la fe que profesamos, y formamos un cuerpo místico que es la iglesia y tenemos

también un cuerpo civil.”229

Tan claridosos que eran los libros de la Ilustración, tan claridosa que era la

verdad en el papel y todo se estaba volviendo tan confuso, difícil era ponerse de

acuerdo. La “causa justa” era entonces del que la ganara en sus discursos. Hidalgo les

ganó la virgen y el grito a favor del Rey, la iglesia les ganó el discurso hegemónico que

caminaba desde siglos pasados hasta la boca del vituperio y del estancamiento. La

Inquisición fue la más celosa, la más propiciadora de este tributo de paridades confusas

entre los hombres que peleaban en la independencia.230

Si revisamos el caso de los hermanos Hidalgo y Costilla y su relación con el

Santo Oficio, nos daremos cuenta de que entre el Tribunal y estos hombres prevalecen

dos edictos que separan al tribunal y a los hombres. Se hizo mucho papel para tanto

silencio y tanta distancia.

El discurso teatralizado

Los juicios de la Inquisición no siempre estaban guiados por gentes de juicio.

Tenían una serie de pautas definidas que los inquisidores trataban de seguir. Había sus

variantes, claro, pero siempre se volvía al centro desde donde se encarnaba el dominio

del discurso inquisitorial. Ante las acusaciones, muchos hombres y mujeres asentían,

pedían perdón, se veían disminuidos, pero se liberaban de una batalla de la que sólo les

quedaba una pizca de vergüenza y algo de tranquilidad.

Había otros que respondían, que su inteligencia, su astucia o su sagacidad, les

ponía una carátula de atrevimiento para construir el personaje en el que se refugiaban.

Hubo hombres extraordinarios no porque hubiera juicios extraordinarios, más bien

porque hubo respuestas contundentes que los hicieron sobresalir. Hubo también

hombres que desmintieron una acusación utilizando recursos de lo más regresivos en

términos de orientación de libertad. Estos fueron hombres hechos de palabras y de un

espacio que les permitió construir un discurso teatralizado.

229 Alfredo Ávila, “¿Cómo ser infidente sin serlo? El discurso de la Independencia en 1809”, en Disidencia y disidentes en la Historia de México, Coord. Felipe Castro y Marcela Terrazas, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2003 230 María del Carmen López, op. cit., p. 123.

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¿Qué decir ante ese discurso que marcaba el peregrinar lingüístico de muchos

hombres?, ¿qué decir cuando se siente temor? Manuel Ambrosio Martínez Vea231 fue de

los hombres que respondió a las acusaciones del Santo Oficio. No se puede saber con

certeza si a este hombre se le hizo una imputación falsa. Sobrevive sólo un escueto

pasaje en el que el inquisidor del Santo Oficio le acusa de realizar proposiciones

heréticas en la Villa de Culiacán. Las acusaciones se presentaron en el año de 1798.

Martínez de Vea se le acusa por delitos que huelen a viejas creencias232.

Hace 170 años, cuando el Santo Oficio había visitado por segunda vez la Villa

de Culiacán, las acusaciones de ese tipo eran una resonancia que se podía considerar

normal. El problema es que parece que siguen siendo normales después de tanto tiempo.

A pesar de que hay casos más interesantes como el de Francisco Fernández de la

Herrán, a quien se le acusa de leer y comentar a un escritor que probablemente sea

Antonio Rojas, parece que el asunto de las creencias sigue siendo una preocupación233.

Si decimos que el tiempo que no pasa en la villa y en la vida de Culiacán es

sobre todo por la forma en que responden los hombres. Si hay teatralizaciones en donde

emergen rasgos de un discurso que clama rebeldía hay otras que representan un afán de

conservarse en la misma estela de las creencias. A Martínez Vea, al hombre al que se le

acusó por realizar proposiciones heréticas, un año después, en Sinaloa, plantaría una

disculpa al Santo Oficio. Se justificaría diciendo que no había hablado nunca con

desdén ni contra la Santa Iglesia Católica; Martínez Vea haría además una

representación para aniquilar toda sospecha de culpa.234

¿Qué se puede decir de la forma en que reaccionan los hombres ante eventos de

esta naturaleza? ¿Qué se puede decir de las instituciones ante la forma en que continúan

actuando después de tanto tiempo de fundadas?

Adiós a las armas

José de Jesús, por ser el mayor, le dio su primo el buen “destino de comandante

de armas de ese distrito”. Un pequeño tiempo tuvo el dominio del distrito, después todo

pareció volverse humo y muerte. Como muchos hombres que andaban en la batalla,

231 232 Vol. 1336, Exp. 9, Fs. 84-100 233 Vol. 1445, Exp. 40, Fs. 239-242. 234 Vol. 1384, Exp. 2, Fs. 5-6

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José de Jesús decidió robar antes de irse a la batalla. En Pánuco, como buen pueblo

minero, había de donde robar, eso lo dijo el Santo Oficio. A los insurgentes les ayudó

con “gruesas sumas de plata que robó a la negociación de minas perteneciente a los

herederos del Marqués de Pánuco”, no conforme con eso, el señor Hidalgo extrajo

metrallas y otros pertrechos de guerra que facilitó a los malvados que “hicieron guerra

en el pueblo de San Ignacio, persuadiendo igualmente a estos habitantes a que siguiesen

el inicuo partido, haciendo que se les leyese los papeles sediciosos del principal autor de

la rebelión Miguel Hidalgo y Costilla”.

Eso de robar armas, de seducir a los de San Ignacio con las proclamas de Miguel

Hidalgo, fue un tanto inútil. Estos hombres no sólo perdieron sino que huyeron, se

fueron de Pánuco porque las cuentas no les salieron del todo bien. Es casi seguro que

este fue el único conflicto en el que participaron. El torbellino de sus vidas se convirtió

en una espera después del conflicto armado de san Ygnacio. Quedaron convertidos en

solicitud y papel de la Inquisición.

Cuando le destruyeron la vil gavilla “se fugaron los mencionados Costilla con

intención de reunirse con su pariente Miguel Hidalgo”. A darle las nuevas de que en el

norte se había fracasado en la pequeña encomienda. Iban a buscar un nuevo regimiento.

Los hermanos se enterarían por terceros que eran buscados por el Santo Oficio, que un

edicto ya había quedado pegado en muchas villas y en muchas ciudades; desde

Guadalajara a la Villa de Culiacán se decía: “En si virtud y justo temor de las resultas

que pueden sobrevenir de la impunidad de sus delitos, he tenido a bien solicitar

eficazmente sus personas; para cuyo efecto suplico a su señoría”.

Haber llegado a Pánuco, a un lugar relativamente lejano, a una región con las

características de muchas regiones de la Colonia, en la que se puede promover la

usurpación de tierras vírgenes sin el menor problema, hubiera sido algo prodigioso.

Jamás pensaron estos hombres, amantes, quizá, de la libertad, o herederos de la recién

construida ilustración, que arrancar un edicto acabaría llevándolos a un juicio

inquisitorial del que sólo quedó un arma regada en San Ygnacio.

Cuando estos hombres dijeron adiós a las armas, después de la lucha armada en

Sinaloa; después de haber arrancado, el menor de ellos, el edicto de Inquisición, el

registro de sus pasos se esfumó sólo en apariencia. Siguieron vivos en la polémica de

los papeles, en el eco de una hazaña que no permitía la muerte de la venganza, aunque

fuera verbal, aunque ya le hubieran dicho adiós a las armas. Cuando se enteraron de las

noticias de otros lados supieron que era una más. Las notas que les llegaron de lejos,

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eran la de una caída vertiginosa del ejército insurgente, algunas victorias; pero la de

ellos era un simple aliciente de búsqueda, de un lugar lejano llamado Pánuco, que ya les

quedaba bastante lejos.

Panfleto o discurso extremo

Los límites se tocan pero no se escuchan. Los silencios hablan, también son

discursivos. Esto no lo decimos sólo por el papel que se quedó tirado frente a la puerta

de la iglesia de Pánuco o en el bolsón del culpable. Lo digo por que los hombres de esta

historia, más cercanos al presente, después de tanto tiempo que ha pasado, parece que

sienten nostalgia por querer hablar. Hay un rasgo contradictorio en todo esto o tal vez se

trate de una verdadera lógica. El sacro error de los hombres es creer que todo esto es en

serio.

Los hermanos Hidalgo y Costilla ignoraban que muchos años después, en

febrero de 1821, Agustín de Iturbide lograría con el Plan de Iguala la alianza entre

caudillos insurgentes y realistas; con ello consumaría la Independencia de México. Pero

eso no sería todo, el texto reglamentario, que quedó incorporado a las Bases

Constitucionales del Imperio, “señalaba en su punto 17º que los escritores debían hacer

un “racional sacrificio del derecho a pensar y manifestar ideas libremente, no atacando,

ni aludiendo, sin previa censura, la religión católica, la disciplina eclesiástica, la

monarquía moderada, la persona del Emperador, la independencia y la unión”.

Según cuenta Rafael Rojas, “hasta la adopción de la Constitución republicana y

federal de 1824, estas zonas prohibidas fueron la más atacadas por el periodismo liberal.

Es probable, incluso que la prensa de estos años no fuera originariamente liberal, pero la

imposición de temas “tabú” en materias tan ligadas a la transición política que se vivía,

provocó una radicalización del discurso”235.

La censura continúa, ahora con el nuevo elemento que se impone, que abre

puertas a lo que sería el gran espectáculo de la letra en el periódico, en los volantes

sueltos, el panfleto. Lo que la Independencia había iniciado por medio de acusaciones

que tenían que ver con diablos y santos, ahora se cargaba de dardos, de esquiladores y

estibadores de la lengua, que tenían para todos y contra todos. Las respuestas

235 Rafael Rojas, Una maldición silenciada, El panfleto político. Una maldición silenciada, en Revista Historia de México, México, Colegio de México, XLVII, I, 1997, p. 35.

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inquisitivas de los hombres parecen ser inmediatos; se busca a quien criticar, sobretodo

si el poder ha quedado en una serie de patanes y traidores.

El panfleto es por excelencia, el discurso que se extrema, la nueva herramienta

que desacraliza. Los panfletistas eran escritores vulgares que, por lo general, no habían

rebasado la instrucción media, una formación autodidacta, adquirían una abigarrada y

caprichosa cultura, ajena y contrapuesta a la que transmitían las instituciones

académicas. Los unían ciertos enunciados políticos básicos, como la defensa a ultranza

de la libertad de expresión, un marcado anticlericalismo, el nacionalismo hispanófobo y

un jacobinismo antiaristocrático que rozaba el imaginario del sansculotte.

Pero los separaban la personalización de las pasiones políticas y una condición

de marginalidad que volvía precario cualquier vínculo gremial. Es decir, estos escritores

rústicos estaban casi siempre ligados a la clientela política de algún caudillo, a quien

debían adular en sus panfletos. Y como estas clientelas caían rutinariamente en

rivalidades, debido a los volubles nexos carismáticos que las sostenían, los panfletistas

se veían envueltos en absurdos debates de apologías: a la alabanza de algún caudillo le

respondía otra del caudillo rival. El discurso se vuelve una burla bien dosificada,

necesaria para defender y para ofender.

Textos y espacio

Gracias a Chartier, los libros se deshicieron en nuevos elementos de análisis.

Según el historiador, los escritores no escriben libros, escriben textos236. Y estos

hombres que escriben los edictos ¿qué escriben? La materialización del edicto se

concibe a partir de un rango espacial que conquista, es su finalidad. Los hombres que

responden esos edictos también conquistan espacios, muchas veces los borran, tejen

redes, o callan, guardan silencio y se van.

¿Qué hubiera pasado si Miguel Hidalgo no responde nada a la Inquisición? El

cura hidalgo se posesionó de su personaje. A la hora del viaje de la Insurrección tendió

una red de discursos por varias de las ciudades y pueblos que visitó. Sobre la

inquisición no puso ningún reparo en advertir: “Ellos no han venido sino para

despojarnos de nuestros bienes, para quitarnos nuestras tierras, para tenernos siempre

236 Roger Chartier, El mundo como representación, Barcelona, Gedisa, 2005, p.206-

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avasallados bajo sus pies. Rompamos americanos estos lazos de ignominia, con que nos

han tenido ligados por tanto tiempo”. El también líder insurgente, Morelos, le haría coro

tiempo después: “la Inquisición fue y sigue siéndolo, sinónimo de crueldad y

pesquisación profunda; no tan sólo por el hecho ya realizado; sino también en la

intención y en el móvil de lo no realizado. Por eso esto es una radiografía social, sacada

de la violencia hasta de la tortura física y moral”237.

Las respuestas de estos hombres son el hilo conductor de la forma en que se va

inventando desde adentro una región. Regiones que no son estáticas, que si quedan

algunas veces estáticas es porque los hombres han cegado su discurso, o bien han

ocultado su dialéctica de resistencia la historia o los discursos oficiales. Regiones

espaciales, regiones que a veces se mueven en un conjunto de redes.

Dos siglos, todo igual y diferente

En 1627, un hombre llamado Juan de San Diego, en una villa lejana, la Villa de

Culiacán, pregonó un edicto de Inquisición. El mandato de aquel hombre se diseminaba

por medio de la oralidad, se buscaba posibles culpables, hombres que se autodelataran o

se delataran, lo que no se valía era el silencio. Todos aceptan, todos juegan al juego de

la prohibición. Las respuestas discursivas se hunden en el deseo del discurso

inquisitorial.

La respuesta es un coro que se unifica. La voz de aquel viejo Juan de San Diego,

se escucha menos fuerte siglos después, la escritura se torna en una fuente que se

dispersa en textos pequeños que se divulgan y conforman un diálogo más vertiginoso.

Duelo de armas, duelo de ideas, duelo de papel, serán los instrumentos de las máximas

de la violencia ideológica que se empiezan a utilizar. Las respuestas discursivas también

diseminan en papel.

Los hombres pueden ser historia, pero también corrigen la historia de una

manera deplorable o razonable antes de volverse escritura. De ellos digamos que

llegaron a Pánuco. Más pobres que lo rico que pensaron volverse en ese lugar. Pensaron

que el prodigio del oro de las minas los ayudaría a rescatar su situación económica.

237 Luis González Obregón (Introducción y suplementos) Los procesos militar e inquisitorial del padre Hidalgo y de otros caudillos insurgentes, México, Ediciones Fuente Cultural, 1887, pp. 12-14.

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Llevaron la vida de cualquier lugareño. El mundo donde se cifraban las ideas, donde se

organizaban y se destronaban a los virreyes estaba muy lejos del lugar a donde habían

llegado. Pronto descubrieron que había forma de sobrevivir en Pánuco. José Jesús era el

más desesperado, el más trabajador, el otro era dado a tirar bravura y a buscar a quien

enfrentarse.

El grito de Independencia los sorprendió en las viejas tierras del Marqués de

Pánuco. En el pueblo había una que otra avalancha de conmoción violenta que no

desequilibraba las labores. Las noticias del cura Hidalgo llegaban por voz de algunos

mercaderes y por una que otro arriero. Pero se grabaron más esas noticias cuando

dejaron ese edicto en la iglesia de Pánuco. Algunos ya tenían un bando que seguir, a

otros no les interesaba. A ellos les llegó el encargo de unirse a las columnas de

González Hermosillo. Su pariente Hidalgo lo dijo. Sin embargo el más pequeño se

embruteció de coraje y arrancó el edicto que estaba pegado en la puerta de la iglesia.

¡Huyamos a la guerra! Iban seguros estos hombres.

El Santo Oficio se enteró de que habían arrancado el edicto, aparte de que

andaban de revoltosos con los independientes. Los declararon perniciosos y malos. En

el edicto, fechado el 27 de abril de 1811, que recorrió varias provincias, se recomendaba

la detención de los hermanos Hidalgo y Costilla. No se sabe si lo leyeron.

Probablemente lo hubieran arrancado del lugar o hubieran exigido al solitario cura del

pueblo que lo quitara. Lo cierto es que se fueron con el juicio abierto, siguiendo los

pasos por donde habían pasado muchos pregoneros, que al igual que el negro Juan de

San Diego, diseminaban un discurso gritando con alta e inteligible voz.

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Conclusión

Por supuesto que los hombres seguirán respondiendo a esos discursos que se

claman hegemónicos. La Inquisición ya no será el Tribunal al que se le responda. Otras

formas de autoridad revalidarán las promulgaciones de la censura. Lo harán a veces de

manera más discreta, otras de una manera más incisiva. La inquisición seguirá con otro

vestuario y los discursos que provocan esas nuevas formas de prohibición se

exacerbarán a lo largo del siglo XIX en el México moderno. Tirios y troyanos repetirán

fórmulas que llevarán a la patria al borde del abismo. El tiránico péndulo del

desacuerdo ideológico desde ese entonces ya estaba puesto sobre los manteles de la

Nación..

La Inquisición no fue la única inductora de la censura durante la Colonia, pero si

tuvo una supremacía a partir del apoyo de la religión. Reveló un historial propio que se

prestaría para las más extremas polémicas posteriores, tomó radiografías morales mal

centradas de los individuos que consideraron enemigos de la religión, del rey y de Dios.

Sus mecanismos de control los sistematizaron a tal grado que no fue extraño que

muchos hombres y mujeres asumieran conductas en las que se autocensuraran con tal de

no recibir ningún castigo. Llenó muchos de los espacios de la Nueva España por medio

de su pedagogía del miedo. Fue creadora y propiciadora de una serie de respuestas

discursivas.

En este trabajo presenté algunas de esas respuestas discursivas de los acusados y

ofendidos por la Inquisición; respuestas que se extendieron a lo largo y lo ancho de la

Nueva España. Estas respuestas discursivas se dieron de diversa forma, algunas de ellas

fueron de resistencia; rebeliones discursivas, discursos silenciosos; otras, fueron

discursos de aceptación o de sometimiento. La lista de estas formas discursivas podría

ser más extensa, sin embargo he querido responder a algunas ideas: a) las respuestas

discursivas no siempre generarán con el paso del tiempo propuestas libertarias, a veces

esas respuestas tienen un sentido de regresión; b) con el paso del tiempo las respuestas

discursivas van teniendo respuestas, o contrarespuestas de la Inquisición que, muchas

veces, se vuelven más agresivas, engendrando un desacuerdo y una serie de discursos

extremos que terminarán en violencia mutuo, aspecto que se vivirá cuando la

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Inquisición ya se encuentra en su aletargamiento y deja su estafeta de censura a algunos

herederos del poder civil y religioso.

También podemos decir que c) las respuestas discursivas no reflejaban el temor

que se tenía al Santo Oficio por la lejanía o cercanía con la Capital de la Nueva España.

Estas respuestas no estaban condicionadas por la vigilancia extrema o sutil que realizaba

la Inquisición. A partir de esta idea hay formas para ver con una nueva perspectiva los

espacios. Responder era complementar una alusión o una resistencia ante los discursos

hegemónicos de la Inquisición. Las respuestas discursivas cerraban un circuito, pero

también, en otras ocasiones, lo abrían.

Si hablamos de que la inquisición antes que nada fue una generadora discursiva,

no podemos dejar de remitirnos a los textos que el Santo Oficio produce y que se

vuelven medios para llegar a la sociedad. Sabemos que quienes escriben los textos de la

Inquisición son hombres anónimos refugiados en un escudo, lo que dicen por medio de

sus palabras fue un detonante en la realización de eventos, de formularios de vida, de

revelaciones de muchas personas.

Esos textos inquisitoriales propinaron la lectura. Al seguir a los hombres que

leyeron estos textos no hemos olvidado aquella clara premisa de Roger Chartier: “Una

historia de la lectura no puede limitarse a la única genealogía de nuestras formas de leer,

en silencio y con los ojos, sino de su tarea en reencontrar los gestos olvidados, las

costumbres desaparecidas”238 y las respuestas discursivas que se vuelven también

historia.

Hay dos elementos que quiero señalar, ya que fungieron como hilos conductores

de este trabajo, uno es el que tiene que ver con la oralidad de los discursos que se

ejemplifican con el pregón que trasmite el negro Juan de San Diego en la Villa de

Culiacán, el otro tiene que ver con la escritura, esa escritura que se divulga y se extiende

como puente entre el hombre letrado y el hombre común, o bien entre aquello niveles de

lo que Ginzburg ha denominado cultura hegemónica y cultura subalterna239.

En el caso de la oralidad de los discursos, hice hincapié en el aspecto que tenía

que ver con la difusión de ellos. Me interesó, sobre todo, esa idea de que los discursos

se diseminaban y generaban de manera colectiva la construcción de un espacio. Si se

habla de formas de apropiarse de los discursos, es innegable que aquí se encuentra una

idea de este tipo, sin embargo en el caso de los discursos inquisitoriales, la respuesta se

238 Roger Chartier, El mundo como representación, Barcelona, Editorial Gedisa, 2005, P. 55. 239 Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, México, Océano, 1997.

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encuentra cuando sale de la boca de los lectores de edictos, convertida en temor, odio,

rencor, que se expresa en palabras. El que lee un edicto inquisitorial cuanta a otro su

historia pero sobretodo, cuenta su propia historia sobre lo que le genera esto.

Sobre el tema de la escritura puse mayor énfasis en la segunda parte de este

trabajo. De ante mano sabemos que los textos de Inquisición son resultado de toda una

serie de acontecimientos orales previo a que se vuelvan escritura. En el caso de la

escritura como tema en este trabajo, quise tomar como hilo conductor, dos edictos, el

primero el edicto de excomunión de Miguel Hidalgo; segundo, el edicto condenatorio a

los hermanos Hidalgo y Costilla. ¿Que me interesó en el caso de la escritura? Me

interesó que la época en que se presenta el tercer capítulo, el periodismo, algunos

primeros aires de opinión pública se empiezan a ejercer de una manera moderna. La

escritura, a la par de la oralidad, se diseminaba también como discurso. Hay todavía un

gran alfabetismo, pero la gran resonancia que empiezan a tener las gacetas y algunos

diarios será fundamental en muchas provincias de la Nueva España.

La gran voz, en ciertos sectores, no parece ser sólo un eco que se sustrae de un

discurso hegemónico aislado como un edicto de inquisición, la voz pública empieza a

ser espejo de la escritura pública, sobre todo en las ciudades más grandes. Ese discurso

escrito también se disemina, no sólo en oralidad, también en una materialidad que

veremos transformado en panfletos y en alusiones críticas populares, que serán la

diversión de clases bajas después de la independencia. Esa independencia cargada de

armas y de dardos discursivos.

El edicto de excomunión de Miguel Hidalgo es el referente en el que la

Inquisición y las fuerzas realistas cargan sus dardos. Este documento, tal vez el más

leído de los documentos inquisitoriales en la Nueva España, es también el más

acompañado de respuestas discursivas y contrarespuestas de todo tipo. En medio del

caos, todos se empeñan en ser dueños de Dios, de la virgen y de don Fernando VII. Por

eso en este capítulo tercero quise incluir algunos ejemplos de estas respuestas y

contrarespuestas al edicto de Hidalgo.

Un elemento que quise utilizar de contraste, de lo que sucedió durante los

conflictos de Independencia en 1810 y 1811, fue el caso de los hermanos Hidalgo y

Costilla, caso que se desarrollo en Pánuco, Sinaloa. ¿Qué sucedió en realidad con esos

hombres? ¿Cuál es el interés de incluirlos? ¿Por qué de repente parecen estar envueltos

en una danza del absurdo? La primera intensión de incluirlos fue que llevaran una

secuencia lógica con los otros capítulos: a un llamado inquisitorial una respuesta

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discursiva. Sin embargo me interesó de estos dos personajes la forma en que realizan su

protesta. La de ellos es una protesta en silencio, es una protesta perdida entre tanto papel

y tanto ruido. Lo de ellos es un silencio que habla240. Si en algún momento parece que

se detiene la historia de ellos y se quiere repetir como un hilo que no se deja amarrar, es

totalmente intencional.

¿Por qué Sinaloa? No sólo por el inevitable azar de vivir allí, también por que

los casos que me sirven de hilo conductor, para implantar algunas similitudes y algunos

contrastes. Lo que sucede en Sinaloa durante el primer capítulo es algo que sucede en

varias partes de la nueva España, sin embargo las respuestas son diferentes, lo que

sucede en el capítulo tres y cuatro también pueden tomarse elementos de contraste. Las

regiones se contrastan, tienen su equivalencia y sus oposiciones. El tiempo en el que

suceden los acontecimientos también. Los personajes a veces parecen decir

¿Avanzamos o nos retrasamos? Hacen las pases para preparar el fruto de nuevas

mentiras y de nuevas batallas.

Uno podría pensar que con la llegada del siglo XIX y con la muerte de la

inquisición, estos casos pusieron pies en polvorosa. Pero no, El conflicto sólo se

persigna para limpiar las nuevas armas. Nuevas armas, nuevos movimientos, nuevos

desencuentros serán una dialéctica que no terminará de bordear toda nuestra historia.

Los liberales tomarían años después la estafeta antiinquisitorial, Guillen Lampert sería

para ellos un héroe.

En un principio dije que este trabajo esta lejos de ser una historia de la

Inquisición. Es simplemente una historia de las batallas que tuvieron algunos hombres y

mujeres contra la inquisición, hombres y mujeres que utilizaron sus palabras para tratar

de convencer a un Tribunal. Esta es la historia que quise contar.

240 Peter Burke, Hablar y callar, Barcelona, Gedisa, 1996.

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