Teología Pastoral 2015 PDRE

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Instituto Superior Tecnológico de Ciencias Religiosas y Educación en Valores “San Pedro” Instituto Superior Tecnológico de Ciencias Religiosas Y Educación en Valores “San Pedro” Teología Pastoral Proyecto Diocesano de Renovación y Evangelización (PDRE), Propuesta Pastoral. Teoría y Práctica de una experiencia Curso MMXV Geovanny Mera Manta, junio 2015 1

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Instituto Superior Tecnológico de Ciencias ReligiosasY Educación en Valores

“San Pedro”

Teología PastoralProyecto Diocesano de Renovación y Evangelización (PDRE), Propuesta Pastoral. Teoría

y Práctica de una experiencia

Curso MMXV

Geovanny Mera

Manta, junio 2015

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TEXTO BASE

CAPPELLARO Juan B., Proyecto Diocesano de Renovación y Evangelización (PDRE), Propuesta Pastoral. Teoría y Práctica de una experiencia, SERVICIO DE ANIMACION COMUNITARIA del “Movimiento por un Mundo Mejor” Sede Internacional, ROMA. (Toda la obra).

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PRESENTACIÓNEsta obra es fruto de veinticinco años de experiencias y de reflexiones en las que

intervinieron centenares de personas de diversos países de los cinco continentes y de las más diversas culturas con el único fin de dar respuesta a dos exigencias fundamentales de nuestro tiempo: 1.- Cómo traducir en estilo de vida y de acción, la visión de Iglesia que nos ha ofrecido el Concilio Vaticano II.2.- Cómo evangelizar los cristianos que se sienten al margen de la Iglesia y de modo que se evangelice la misma Iglesia.

Este fue el desafío inicial al que, de alguna manera, se ha dado una respuesta que hoy se expresa en cientos de parroquias y más de 60 diócesis que en los diversos continentes están realizando este proyecto concebido no como una respuesta-receta sino como punto de referencia en aquello que es común en la Iglesia universal. Para su aplicación en un lugar se ofrece el método en el que se ha de expresar la originalidad de cada Iglesia local.

Sentido de esta obraA primera vista y para algunos lectores, esta obra puede parecer una especie de

tratado de práctica pastoral, y en un sentido lo es, pero, en realidad, se trata de una “espiritualidad pastoral” que se engloba, a su vez, en una espiritualidad más amplia y que llamamos de “comunión”.

Una “espiritualidad pastoral”. Lo que aquí se ofrece no es una simple guía de práctica pastoral sino que se mira al espíritu del “pastor”, del “buen pastor” que, puesto en acción en las condiciones del mundo y de la Iglesia de hoy, produce un determinado “camino pastoral” de evangelización, global y misionera. A partir del evangelio, no se puede hablar de la acción pastoral sin referirnos a las actitudes del pastor, que constituyen el alma de la acción. Si queremos superar el activismo y el dualismo existente entre acción pastoral y espiritualidad, es necesario reencontrarnos en una espiritualidad que dé sentido y armonía a cuanto la Iglesia trata de hacer en razón de su misma naturaleza.

Precisamente aquí, en la naturaleza de la Iglesia, se encuentra el núcleo mismo de una espiritualidad que no es simplemente la espiritualidad de la acción pastoral, sino la espiritualidad de la Iglesia misma: su naturaleza de “comunión”. Comunión que, en cuanto misterio constitutivo, es su razón de ser en la historia, es y debe ser su visibilidad sacramental de signo e instrumento y, por lo mismo, es y debe ser el sentido último de toda su acción pastoral.

Así llegamos al sentido y significado de esta obra: la “Espritualidad de comunión” que funda y genera un determinado camino pastoral y una acción pastoral que, a su vez, sirve y edifica la comunión eclesial en grados cada vez más intensos y más amplios de unidad. Espiritualidad de comunión que involucra e integra a toda la vida de la Iglesia - personas, grupos e instituciones, carismas y ministerios - en una experiencia fundamental: la de la “vida en el Espíritu”. Espíritu que es compartido por el pueblo de Dios y que es

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como el alma del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Espíritu que es uno y único y que se expresa en la multiplicidad de sus dones. Espíritu que, por lo mismo, hace la comunión de todos los creyentes en Cristo y, mediante sus dones, los pone a todos al servicio los unos de los otros y al servicio de la misión de la Iglesia en el mundo. Por esto la espiritualidad pastoral está incluida en la espiritualidad de comunión que es su origen y su fin.

Sin embargo esto no quiere decir que la presente obra sea un tratado de la espiritualidad de comunión, cosa que, por otra parte, este Servicio de Animación Comunitaria está tratando de elaborar, sino que se trata de una propuesta de “Pastoral de comunión”, expresión y servicio a esa “comunión” que es la misma Iglesia. Esta, por otra parte, no es fin de sí misma sino que está al servicio de la dilatación del reino de Dios y de sus exigencias, es decir, al servicio de la comunión de la humanidad con Dios, por Cristo y en el Espíritu.

Por ello, y al mismo tiempo, es una propuesta de “Evangelización”, que mediante un plan diocesano de pastoral de conjunto, pone a todos los bautizados y personas de buena voluntad, desde el comienzo, en condiciones de hacer un camino de conversión permanente al Evangelio o proceso de educación en la fe como pueblo de Dios. Plan que canaliza el conjunto de las acciones que la Iglesia debe realizar en los diversos campos o áreas del qué hacer pastoral como servicio a la evangelización, mientras ella misma se va evangelizando.

Comunión y Evangelización son las dos caras de este Proyecto y no son otra cosa que la misma naturaleza de la Iglesia en su razón de ser y en su misión, puesta en acción. A esto se refiere el título de esta obra: construirse juntos como Pueblo de Dios. Con él se ha querido sintetizar lo que S. Pablo nos dice en cu carta a los Efesios: “ya no son extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor, en quien también ustedes están siendo juntamente edificados, hasta ser morada de Dios en el Espíritu” (Ef 2,19-22).

¿Qué se ofrece?Lo que se ofrece, por tanto, no es un tratado de pastoral en el sentido de una

doctrina pastoral ni es, por el contrario, la narración de una o más experiencias sino el fruto de una búsqueda de síntesis entre la teoría y la práctica, entre la espiritualidad y la acción pastoral, entre éstas y los métodos técnicos, adecuados y coherentes. Por lo mismo, se trata de una propuesta pastoral, madurada en la relación dialéctica entre reflexión doctrinal y práctica pastoral.

Se trata, además, de un manual, es decir, del conjunto de elementos teórico-prácticos que un agente de pastoral necesita para realizar el Proyecto que se ofrece. Elementos doctrinales, espirituales, pastorales y metodológicos que fundamentan y explicitan la propuesta tanto en su proyecto ideal como en su proyecto operativo. Además, y en orden a la aplicación del mismo en contextos diversos, se ofrecen todos los elementos metodológicos para convertir la propuesta en un plan pastoral de una determinada diócesis.

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El carácter de Manual de la presente obra constituye su límite y su valor. El límite, porque no es de fácil lectura como podría haber sido la narración detallada de una o varias experiencias o la simple presentación del proyecto para su comprensión, más o menos profunda. Por tratarse de un Manual son necesarios todos los elementos metodológicos que, de por sí, requieren un lenguaje abstracto. También se requieren una serie de indicaciones prácticas que no siempre facilitan su lectura. La necesidad de explicitar mínimamente los fundamentos doctrinales y espirituales de las diversas partes ha producido un texto más amplio de lo previsto. Por otro lado, la publicación en cuadernos, ha obligado a algunas repeticiones que parecieron necesarias, además de otras que sin duda se han impuesto por la misma estructura del texto. Por último, el carácter no académico del texto sino de “manual para la práctica” ha permitido referirse genéricamente al aparato bibliográfico y de documentación que sustenta esta obra y que, para algunos, aparecerá ciertamente como un límite.

Al mismo tiempo, el valor de este “manual” consiste, precisamente, en que en él se encuentran, por una parte, los fundamentos doctrinales, espirituales, pastorales y metodológicos indispensables par la comprensión de la propuesta, y por otra, se ofrecen el fruto de las experiencias y su elaboración teórica así como el conjunto de las indicaciones y de los elementos metodológicos necesarios para adaptar, completar y realizar en forma autónoma la misma Propuesta.

Además, con anterioridad se han publicado otros libros relacionados con el mismo Proyecto aunque a nivel de propuesta parroquial. Esperamos hacer otras publicaciones más simples para presentar y difundir en forma más amplia el PDR/E y otras en las que se narren las experiencias y se presenten otros aspectos específicos siempre relacionados con esta Propuesta global.

DestinatariosSon los agentes de pastoral. Los Obispos y Presbíteros en primer lugar. Son ellos

los que han recibido el sacramento y ministerio del orden al servicio de la unidad. Son ellos los que en virtud del sacramento han recibido el ministerio de convocar, presidir y coordinar al Pueblo de Dios en el cumplimiento de la común misión de dilatar el reino de Dios. Son ellos los llamados a identificarse con la espiritualidad de comunión para ser instrumentos de la misma al servicio de todo el pueblo de Dios. También se ofrece a los diáconos permanentes que participan del mismo ministerio apostólico y a los demás agentes de pastoral que de diversas maneras y grados participan de los diversos ministerios confiados a los laicos. A todos ellos que, en el esfuerzo de cada día, tratan de servir a Cristo en su cuerpo que es la Iglesia se ofrece el fruto de este esfuerzo.

A decir verdad, dos fueron desde el comienzo los destinatarios de esta obra: los pobres y los Agentes de pastoral. Los pobres que, en la Iglesia, son las mayorías bautizadas que, además de ser generalmente pobres materialmente, permanecen marginadas de la vida eclesial, carentes de evangelización, aunque se les tenga singularmente en cuenta en sus múltiples necesidades materiales y se les ayude de mil maneras. Los Agentes de pastoral, especialmente los Obispos y presbíteros que, en los profundos cambios vividos por el mundo y por la misma Iglesia se encuentran muchas veces desorientados, desilusionados, dispersos, como impotentes ante una realidad que se

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les escapa de las manos. Y esto no por falta de orientación doctrinal, que abunda, sino por falta de una orientación pastoral clara y coherente con esa doctrina. En realidad, desde el comienzo de esta aventura pastoral, fueron ellos los destinatarios de las preocupaciones y de los esfuerzos por aclarar, probar, intentar, experimentar, hasta madurar la Propuesta que ahora se les ofrece.

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Capítulo 1

1. ALGO DE HISTORIA DEL PROYECTO Y SU APLICACIONComo ya se dijo en la presentación, el proyecto-propuesta que se presenta tiene una

larga historia de búsqueda y de experiencia. Historia que ahora se ofrece para una mejor comprensión del mismo así como de los principales interrogantes que lo han generado y que la Iglesia continúa haciéndose hoy en el campo pastoral.

Todo ha surgido de dos preocupaciones constantes. La primera: cómo traducir en la práctica pastoral, en un modelo histórico de Iglesia, la doctrina eclesiológica del Concilio Vaticano II y la renovación/conversión que esa doctrina implica. La segunda: cómo llegar y evangelizar a los cristianos marginales, a los así llamados "alejados", y a las personas de buena voluntad. En estas dos direcciones se puede condensar la historia de la búsqueda que este grupo promotor o servicio de animacion comunitaria ha realizado en los últimos veinticinco años y que aún está realizando1.

Sin embargo, la razón última de esta preocupación pastoral ha sido la convicción de que mientras la Iglesia no se presente al mundo como testigo de la unidad no tendrá la eficacia apostólica que Cristo quiere (Cfr LG 1). Jesús nos ha dicho que el mundo creerá en él a condición de que el conjunto de la Iglesia revele la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu (Jn 17,20ss). Esta es la conversión que la Iglesia necesita y la convicción que ha motivado permanentemente el proceso de búsqueda, de elaboración y de ejecución del presente proyecto.

1.1. Antecedentes remotosPunto de partida son las "Ejercitaciones por un Mundo Mejor" o retiro de

espiritualidad comunitaria y las múltiples orientaciones y propuestas pastorales tanto del P. Lombardi S.J. como del naciente Grupo Promotor del Movimiento por un Mundo Mejor (1956).

De hecho, el Grupo entonces presente en el Brasil, teniendo en cuenta la magnitud de las parroquias y la cantidad de poblaciones rurales que no podían contar con la presencia de sacerdotes, elaboró un plan de renovación de las parroquias proponiendo las comunidades eclesiales de base (CEB) como un medio de descentralización de las mismas y de evangelización del pueblo. Este plan, propuesto en torno al año 1960, fue asumido, luego, por el Episcopado del Brasil (1964) y de allí se extendió a la Iglesia universal.

En el mismo período, el Canónigo Boulard, difundió en muchos países la visión de “la pastoral de conjunto” como una respuesta a las nuevas exigencias de los tiempos y entendida como la coordinación orgánica de cuanto hacía y debía hacer la acción pastoral de la Iglesia.

Hacia los años 1967-1970, el Grupo que hoy llamamos “Servicio de Animación Comunitaria”, primero en Argentina y luego en la Sede Internacional en Roma, al mismo tiempo que promovía las CEB, se hacía una serie de preguntas a partir de las experiencias

1 Movimiento por un mundo mejor.

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existentes: ¿quiénes y cuántos miembros las componen? ¿Cómo concebirlas y distinguirlas de una serie de grupos relativamente pequeños que existían ya en muchos sitios? ¿las CEB son tales desde el comienzo o deben realizar un itinerario de educación en la fe? En este caso ¿cuál? ¿se deben promover una por una o al mismo tiempo como expresión del pueblo cristiano? En cualquier caso ¿cómo acompañarlas y coordinarlas entre sí?, ¿cómo coordinarlas con las otras realidades parroquiales?, ¿qué hacer con el resto de bautizados que no participan en estas comunidades?, ¿cómo evangelizar al pueblo como tal?. ¿Qué tipo de ministerios necesitan y cómo se suscitan y forman? Las respuestas a estas y otras preguntas y la conciencia creciente de la necesidad de una pastoral de conjunto hicieron intuir la necesidad de una nueva imagen de parroquia (NIP), entendida, en un primer momento, como comunión de comunidades.

Entre tanto, se había realizado el Concilio Vaticano II (1965) y la Iglesia se encontraba empeñada en difundir las enseñanzas conciliares y en aplicar lo decidido. Se multiplicaron los encuentros tanto de reflexión teológica como de aplicación pastoral y de renovación estructural. El Grupo, por su parte, convencido de que no bastaba la reflexión teológica ni la sola aplicación práctica del Concilio, sino de que era necesaria la conversión de la mente y del corazón de quienes debían aplicarlo, se preguntó cómo servir a esa conversión de modo que llegue a todos, cómo hacer que el Concilio pase ser vida de la Iglesia, se convierta en su estilo de vida. Pregunta que rápidamente se convirtió en otra: cómo evangelizar a las mayorías bautizadas que, cada vez más, se sentían al margen de la Iglesia. Preguntas que, en definitiva, se reducían a una sola: cuál es el tipo de Iglesia que se debía edificar en este momento de la historia, en coherencia con el Concilio y como fruto de la evangelización.

En el Cenáculo (Asamblea General) de 1972, el Grupo se preguntó cuál era el camino más eficaz para promover la renovación-conversión de la Iglesia como tal. Se llegó a la conclusión de que la palabra más eficaz para ello era la de los "modelos" o "experiencias tipo", es decir, experiencias que por sí mismas probaran la posibilidad real de vivir y de poner en práctica la visión conciliar de la Iglesia y pusieran en evidencia la conversión - renovación que esa visión implica.

1.2. Antecedentes próximos: el Proyecto de Renovación ParroquialPara dar respuesta a esas intuiciones iniciales, se concentraron los esfuerzos en dos

líneas complementarias: una de reflexión-investigación doctrinal sobre temas de actualidad y otra de experiencias "tipo" a nivel parroquial.

Las investigaciones. En este ámbito y con la aplicación y adaptación del sistema interuniversitario de "investigación científica", en el año 1969, se inició el estudio sobre los "signos de los tiempos", con la participación de algunos Grupos nacionales del MMM. Luego, con participación creciente, los otros Grupos se fueron agregando a los otros estudios sobre: Diálogo (1970), Secularización (1971), Liberación (1972), Discernimiento (1974), Mundo y Reino de Dios (1975/6), Hacia qué imagen de Iglesia (1977/8), Participación (1980/1), La justicia cuyo fruto es la paz (1984/5) y nuevamente sobre "los signos de los tiempos" (1993/4). Estos estudios contaron con la contribución de expertos (teólogos, biblistas, psicólogos, sociólogos...) de los países de pertenencia de los Grupos

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nacionales, además de recoger bibliografía y documentación oficial de la Iglesia y de otras instituciones.

Fruto de estos estudios ha sido una primera convicción pastoral: toda renovación de la Iglesia es eficaz en la medida en que integra a todo el pueblo de bautizados con sus líderes en un proceso orgánico de concientización. No basta la renovación de los agentes de pastoral. Es necesaria una pastoral de conjunto, global (todos y todo) y planificada. Sólo así la acción pastoral podía ser realmente una nueva evangelización transformación de la cultura y de las culturas. De aquí la segunda convicción: la necesidad fundamental y consecuente de crear estructuras orgánicas de comunicación y participación de modo que todos los bautizados y personas de buena voluntad se sientan y sean realmente protagonistas del cambio, al menos en alguna medida.

Algunos de estos estudios, además, se han expresado en diversos cursos o retiros espirituales comunitarios, que de hecho sirven de soporte y de animación de los procesos que se han desencadenado con los proyectos de renovación parroquial y diocesana.

Las experiencias. Entre diciembre de 1970 y enero de 1971 se inició la primera experiencia de renovación parroquial en el "Vajont" (Pordenone, Italia), una parroquia relativamente pequeña y al mismo tiempo sumamente compleja, hasta aparecer como un microcosmos de la problemática actual. En 1972/74 se realizan una serie de encuentros-taller, de 15 días de duración, a nivel internacional, aplicando el método "Prospectivo" con el fin de ir elaborando el proyecto en su forma teórica. Luego en 1973/4, comienza una segunda experiencia en Arzachena (Sassari, Italia), unida a la problemática del turismo, y otra tercera en Stuttgart (Alemania) con los inmigrantes italianos.

Estas primeras experiencias unidas al método de planificación permitieron superar la imagen de la parroquia concebida sólo como “comunión de comunidades” para pasar a la de “un pueblo en comunión de comunidades”. No se trataba ya, como en el pasado, de que el pueblo continuara siendo el destinatario del apostolado del clero y de los comprometidos, sino de que el conjunto de los bautizados -pueblo y clero- fuera al mismo tiempo sujeto y destinatario de la acción pastoral, cada uno según sus dones, carismas y ministerios. Entonces, el plan apareció como un instrumento apto para que el conjunto de los bautizados y personas de buena voluntad se edificaran mutuamente como Pueblo de Dios.

Además y unido a ello se clarificó un punto determinante: la evangelización no constituye un área o campo de acción pastoral específico sino que atraviesa toda la acción de la Iglesia cualquiera sea el campo específico de la misma. Toda acción debe ser evangelizadora. Por lo mismo se comenzaron a clarificar con mayor precisión los diversos niveles o campos de la acción pastoral, de acuerdo con la finalidad de cada uno de ellos. Se definieron las diversas categorías de acción para distinguir y coordinar el desarrollo de la acción. Así se pasó de las categorías teológicas de definición de la Iglesia a categorías operativas de acción orgánica.

En 1977, en Lima (Perú), durante dos meses de reflexión y de capacitación de los responsables de los Grupos de América Latina, se rediscutieron los diversos niveles o campos de acción pastoral, se reflexionó sobre el itinerario básico de la evangelización de la cultura y se diseñó la articulación del proceso del conjunto de la acción pastoral en relación con ese itinerario. Así se tuvo un primer esbozo orgánico del “proyecto-propuesta” de un modelo de Iglesia, a nivel parroquial, en sus diversas partes:

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Consecuentemente, se inicia la difusión y, al mismo tiempo, la expresión teórica del Proyecto. Surge la primera experiencia en AL (Parroquia SS. Apóstoles, Chorrillos, Lima) y los Agentes de pastoral de la diócesis de Chulucanas (Perú) deciden iniciar en todas las parroquias el Proyecto de Renovación Parroquial (1977). En 1978 se hace un encuentro de capacitación con los Grupos de Europa Occidental y se inician las experiencias en esta área. Más tarde lo harán todos los Grupos del MMM. En 1978 se publica el primer libro "Comunión de Comunidades; Parroquia 1990" (en italiano y en español). En 1981 se edita en distintas lenguas el libro "De masa a pueblo de Dios" que de hecho es el manual de base para la comprensión y puesta en acción del Proyecto de Renovación Parroquial.

Como complemento de este Proyecto-Propuesta global, entre 1982 y 1985, se elaboraron y se publicaron en Italia los Proyectos de pastoral Juvenil (Gioventù, voce profetica, 1985) y de pastoral Familiar (Quale famiglia per quale mondo, 1987). Además, se hizo un esbozo de proyecto sobre los ministerios y se hizo una guía más acabada del análisis y diagnóstico y del método de planificación parroquial. En 1991, se publicó el primer volumen de las Guías para los Grupos familiares ("Alla ricerca di senso") y en 1994 el segundo.

Actualmente existen experiencias de Renovación Parroquial en los cinco continentes.

1.3. El Proyecto Diocesano de Renovación/Evangelización (PDR/E)Este proyecto no es más que la consecuente y lógica ampliación y aplicación del

Proyecto de Renovación Parroquial a todas las realidades existentes a nivel diocesano: personas, grupos e instituciones. Supone el consenso y la cooperación orgánica de todos los agentes de pastoral –presbíteros, religiosos, religiosas y laicos comprometidos– y exige la coordinación dinámica de toda la acción pastoral que se desarrolla a nivel parroquial, de decanato (o arciprestazgo o Vicaría Foránea) y diocesano y de todos los campos en que esa acción se desarrolla: liturgia, catequesis, caridad, jóvenes, familia, sectores varios, multitudes, agentes, estructuras de propuesta, de decisión, de conducción y de actuación orgánica, etc.

En Agrigento en 1983 (Italia) y en Glasgow en 1985 (Escocia), después de algún esfuerzo inicial poco claro, se hace el primer análisis y diagnóstico de la diócesis, se definen los niveles de planificación, se decide el primer plan de conjunto y se inicia su aplicación. Pero, los límites de estas dos primeras experiencias pusieron en evidencia la necesidad de crear un proceso pedagógico o una estrategia pastoral “previa” para que los agentes de pastoral puedan madurar poco a poco el “consenso” necesario para iniciar un plan pastoral, global y progresivo. Los agentes de pastoral necesitan sentirse protagonistas del plan no sólo en el sentido de decidirlo sino también de participar, en alguna medida, en su elaboración. Esta carencia inicial, aunque no faltó una propuesta-aceptación inicial, creó

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planteamiento del problema, esbozo del modelo ideal, guía para el análisis y el diagnóstico y el proceso tipo de transformación del presente en el ideal deseado y querido.

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en algunos agentes una reacción contraria que se ha arrastrado hasta hoy sin poder superarla a pesar de las múltiples explicaciones que se han dado.

Entre tanto en Colombia, al igual que en Chulucanas, el clero de la diócesis de S. Gil, en 1980, decide iniciar en todas las parroquias la puesta en marcha del Proyecto de Renovación Parroquial. Más tarde iniciarán la misma experiencia en la Arquidiócesis de Tunja. Lo mismo acontece en Papua Nueva Guinea, donde siete diócesis deciden iniciar el Proyecto de Renovación Parroquial en todas sus parroquias (1980/1985). Son diócesis en las que los agentes de pastoral deciden un objetivo estratégico común o diocesano: realizar el Proyecto de Renovación Parroquial en todas las parroquias. Pero esto no significa tener un plan diocesano de pastoral: no quedan involucrados los organismos e instituciones diocesanos ni las parroquias avanzan a un mismo ritmo ni quedan involucrados los movimientos, grupos y asociaciones apostólicas a nivel diocesano.

Estas experiencias, incluida la de Chulucanas, con todos los esfuerzos que ello implicaba, crearon las condiciones iniciales y obligaron a profundizar el tema de la planificación diocesana. Además de otras reflexiones menores, en 1985 se realiza un encuentro de quince días, en Funza (Colombia) – con la participación de doce personas: algunos Vicarios Episcopales para la Acción pastoral y otros miembros del Grupo de Colombia, de Méjico y del Centro Internacional – sobre la estrategia para comenzar la puesta en marcha del proyecto y sobre el organigrama "tipo" de la diócesis. Estas reflexiones constituyeron la clave para pasar del nivel parroquial al diocesano. De esta reflexión, completada posteriormente con los Equipos Diocesanos de Animación Pastoral de otras diócesis2, surgieron: el Proyecto de Espiritualidad Diocesana o plan de la etapa previa al Proyecto de Renovación Diocesano y el esbozo de la organización diocesana. Se aclararon, así, tanto los criterios básicos de la organización participativa cuanto el lugar de los presbíteros, de los laicos, de los religiosos, de los movimientos, asociaciones y grupos apostólicos en el organigrama de la Iglesia local. La diócesis de Ipiales (Colombia) inicia la aplicación del Proyecto de Espiritualidad Diocesana o etapa previa.

En 1986/88, se elabora un primer texto multicopiado de "Notas para el Proyecto de Renovación Diocesano", en el que se incluían un conjunto de premisas necesarias para la comprensión de un plan de pastoral de conjunto, el planteamiento del problema y una exposición larga y detallada del Proyecto ideal. En 1987, la Dirección General del GP organiza el primer encuentro de experiencias, en el que participaron las diócesis de: Glasgow, Agrigento, San Gil, Tunja e Ipiales. El encuentro, además del intercambio de experiencias, sirve para la profundización del Proyecto.

En 1988, se encuentra en Facatativá (Colombia) un grupo similar al precedente de Funza que estudia y verifica el texto antes dicho. El año siguiente, en 1989, se inicia la planificación anual en cada diócesis: en San Gil, Tunja e Ipiales. Siempre en 1989, se clarifica el modo de distinguir el nivel diocesano del parroquial. En 1990, en Chulucanas se elabora un plan-puente para pasar de la planificación parroquial a la de la diócesis. Además, se pasa de la planificación anual a la trienal, distinguiendo claramente entre planificación y programación. En todas las diócesis el plan diocesano se elabora para tres

2 Los dicho así: EDAPS.

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años, correspondientes a la duración de cada fase del proceso, dejándose a las parroquias y a los diversos organismos diocesanos la programación anual.

En este mismo año, 1990, se realiza en Colombia el primer curso de mes a nivel Latinoamericano para capacitar a los Equipos Diocesanos de Animación Pastoral para la conducción y difusión del proyecto. También se hacen cursos de una semana para la presentación de la propuesta a los Sres. Obispos y otro sobre los "presupuestos" que fundamentan el proyecto.

A partir de la reflexión antes dicha y de las primeras experiencias, ya en 1989 se definió el Proyecto de Espiritualidad Diocesana o Etapa Previa al Proyecto Diocesano de Renovación/Evangelización. Con ello parece que hemos aclarado el punto de partida: cómo poner a los agentes de pastoral en condiciones de elaborar el propio plan diocesano. Esta etapa previa consiste, como luego explicaremos en detalle, en un proceso de espiritualidad y metodológico que se ofrece a las diócesis para que sus agentes de pastoral definan un plan global, coherente con el Magisterio de la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II. Se ofrece, además, nuestra experiencia y los materiales que hemos ido elaborando en las diversas experiencias.

La experiencia nos enseñó a enfocar y englobar toda la acción pastoral en el marco de la espiritualidad de comunión, fundamento además de todo el proyecto. Para ello se iniciaron cursos de tres meses, que ahora se han reducido a mes y medio en los que se hace una lectura de los signos de los tiempos, se profundizan las actitudes de comunión y se capacita para la conducción del Proyecto. Destinatarios son los Agentes de pastoral, especialmente los Equipos Diocesanos de Animación Pastoral. Entre otras actividades de apoyo cabe destacar el curso - retiro para Sres. Obispos y Vicarios Episcopales para la Acción Pastoral sobre "Eucaristía, Proyecto de Renovación diocesano e Imagen del Obispo".

A partir del 1989, hemos iniciado la difusión del Proyecto, tanto en Europa como en América Latina y se han capacitado seis Equipos para la difusión del mismo: dos en América Latina (1989 y 1992), dos en lengua inglesa (1992 y 1993), uno en lengua francesa (1993), otro en lengua italiana (1989-1993). Se ha iniciado la capacitación de otros Equipos tanto en África como próximamente en Asia.

En 1992, después de años de reflexión, de experiencia parroquial y diocesana, se ha podido editar el libro: "Planificación Pastoral, Método Prospectivo". En 1993, a su vez, se publica, en español, el libro "Servir al pueblo desde la diócesis" o manual de la organización diocesana. Con ello, más una multitud de materiales de todo tipo, se puede hoy animar y acompañar con suficiente seriedad y serenidad las nuevas experiencias.

Para abril de 1998, después de sólo ocho años, ya existen aproximadamente 80 diócesis que lo ponen en práctica, teniendo en cuenta las ya iniciadas y las que están iniciando: 55 en América Latina (Argentina, Colombia, Ecuador, Méjico, Puerto Rico, Perú, Venezuela), 7 en Europa (Escocia e Italia), 14 en Africa (Burkina Faso, Congo-Zaire, Camerún, Costa de Marfil, Tchad) y 5 en Oceanía (Papúa, Nueva Guinea, Islas Salomón).

1.4. Algunos frutos de las primeras experiencias De las experiencias actuales la que va más adelantada es la de la diócesis de

Chulucanas. Algunos datos pueden decirnos algo de dicha experiencia. Con 428.021

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habitantes, parte en las montañas de los Andes y parte en el desierto que da al mar; con el 96% de católicos, 16 parroquias, 27 sacerdotes y 50 religiosas; con parroquias que además del centro parroquial tienen entre 50 y 182 caseríos y a los que se llega sólo en mula, y eso en los 6 meses en que no llueve, se ha logrado:• 1.141 zonas pastorales que funcionan como si fueran parroquias: con Coordinadores, Asamblea, Grupos Familiares o pequeñas comunidades, Equipos de catequesis, de liturgia dominical y festiva, de ayuda fraterna, de administración; otras zonas están en formación;• más de 22.000 laicos comprometidos: 1.115 coordinadores de zonas, 1.167 responsables de la red de mensajeros y 2.315 mensajeros, 1.104 responsables de la liturgia, 1.169 responsables de la catequesis, 1.036 responsables de la ayuda fraterna, 1.090 responsables de la administración, etc, etc.;• 3.500 pequeños Grupos de Amistad Cristiana o Grupos Familiares, futuras Comunidades Eclesiales de Base; que funcionan gracias a 1.876 animadores y 1.881 moderadores, algunos de ellos cumpliendo las dos funciones.

Al inicio de la experiencia había 25 sacerdotes de los cuales sólo uno era peruano y diocesano, los demás eran todos religiosos provenientes de EE.UU., Italia y España. Actualmente hay 9 sacerdotes diocesanos y 18 religiosos, de los cuales 20 son peruanos y 7 extranjeros. Todo esto se ha logrado con la ayuda de Dios, la inmensa buena voluntad de la gente y la constancia, paciencia y esperanza de los agentes de pastoral, especialmente, con la generosidad y el sacrificio de un pequeño grupo de 5-7 personas (2 sacerdotes, 1 - 2 religiosas y 2 - 3 laicos) presidido por el Sr. Obispo.

Entre los muchos frutos que el Señor ha permitido gozar y gustar hay uno que, a nuestro juicio, parece sumamente importante para el futuro de la Iglesia: haber comprendido, primero intuitivamente y luego en forma refleja, que el Concilio Vaticano II al contemplar a la Iglesia como misterio de comunión, es decir como una realidad teologal, espiritual y visible, nos ofrece una espiritualidad de Iglesia o de Comunión, fundante de todas las otras espiritualidades en la Iglesia.

Además, poco a poco, se han descubierto tanto algunas de las componentes de esa espiritualidad como la ascesis que ella exige para poder traducirse en la práctica.

Así se ha llegado a la conclusión de que la planificación pastoral global, parroquial y diocesana, es ni más ni menos el instrumento adecuado e indispensable para que la Iglesia local pueda edificarse como comunidad-Iglesia, como comunión visible y orgánica, en fidelidad al Espíritu que es comunión.

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Capítulo 2

2. LOS GRANDES PRINCIPIOS ORIENTADORES

2.1. Los grandes cambios de paradigma del Concilio Vaticano II.

Nuevos paradigmas del Concilio Vaticano II. El Concilio Vaticano II marcó un cambio radical en la concepción de la teología y de

la pastoral, no solamente por los nuevos contenidos y horizontes que abre a la vida y acción pastoral de la Iglesia, sino también porque genera un método nuevo para enfocar la vida cristina y una forma diferente de concebir la relación entre la Iglesia y el mundo.En este sentido se pueden señalar tres claves nuevas de comprensión:

Aportes Valores Consecuencias

Re-asunciónde la centralidad de la Palabra y comprensión de las culturas y la historia como “Lugares teológicos” (GS 53-62; AG 10,15.22.)

EVANGELIZACIÓN COMO RAZÓN DE SER DE LA IGLESIA

InculturaciónInterculturalidad

EVANGELIZACION INCULTURADA

Re-enfoquede la teología desde el Misterio Trinitario (LG, cap I; AG 2; UR 2.12;)

COMUNIÓNInterrelaciónIntercomunión

ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN

Re-valoraciónde la realidad humana y de las ciencias (GS 5.33.54.57)

REINO COMO ESENCIA Y FIN DEL MENSAJE CRISTIANO

InterdisciplinariedadDiálogo con el mundo

IGLESIA MISIONERA

2.2. Expresión de esos paradigmas en las Constituciones conciliares

Nuevos paradigmas en la Dei VerbumLa Constitución Dei Verbum plantea la centralidad de la Palabra de Dios para la

Iglesia y para la vida cristiana. En la teología y la acción pastoral esto ha significado el comprender la Evangelización como razón de ser de la Iglesia y la responsabilidad primordial de todo cristiano. Esta visión va a ser asumida y desarrollada en la Evangelii Nuntiandi y el documento de Puebla, que la hacen columna vertebral de su visión y a partir de ella explicitan las implicaciones pastorales de esta concepción.

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La Dei Verbum acentúa el carácter de la Revelación como acción salvadora de Dios presente en la historia, que llega a su expresión máxima por la Encarnación (Historia de salvación), antes que como una exposición de verdades que se revelan. Por ello se acentúa el Kerigma como encuentro con el Señor, que constituye fundamento de la experiencia cristiana y se realiza tanto en la Iglesia (Escritura, Liturgia y vida de las comunidades cristianas) como en la realidad vital de cada día. Este proceso va a ser tomado más adelante como clave de estructuración del documento Ecclesia in America, en el cual Juan Pablo II retoma las proposiciones que surgieron del Sínodo de América. Su presentación de la Evangelización se estructura en cuatro pasos: a) encuentro con el Señor (en la Iglesia y en el hoy de América Latina); b) conversión; c) comunión; d) expresión de la comunión en la solidaridad. En el documento de Aparecida se retoma este camino que parte del encuentro con el Señor, lleva a la conversión y motiva al seguimiento vivido en comunión y que proyecta a la misión.

Superando una actitud de temor y prevención ante el uso de la Biblia por parte de los laicos y su condicionamiento a las explicaciones de los pastores, procedente del tiempo de la contrarreforma como reacción al concepto del “libre examen”, la Dei Verbum motiva a la difusión y estudio de la Biblia en la vida de la Iglesia como fuente primordial para la formación de los fieles y para toda elaboración teológica.

Este acento en la Palabra como base de la Evangelización viene enriquecido por la asunción de la cultura y la historia como lugares teológicos a través de la lectura de los signos de los tiempos con un sentido profético. De esta forma se complementa el estudio de la Palabra escrita (Biblia y Tradición) con el acento en la comprensión de la Palabra histórica, que se expresa en la realidad personal y comunitaria cuando se la interpreta a la luz de la experiencia y enseñanza de la Biblia y de la vida de la Iglesia. De esta forma se busca descubrir en ella los signos de los tiempos, que manifiestan la presencia de Dios, que actúa en la historia y nos interpela desde esa realidad, como lo hacía con el Pueblo del Antiguo y Nuevo Testamento por medio de los profetas y los apóstoles . Este proceso llegará a ser una de las características específicas de la Teología latinoamericana tanto sistemática como pastoral. 3

Este acento en la cultura y la historia como integrantes básicos de la comprensión de fe, al relacionarlo con la Evangelización suscita la inquietud sobre la relación entre Evangelio y cultura, como desafío básico, según se expresa en Evangelii Nuntiandi y el documento de Puebla.

Este proceso se desarrollará en dos momentos, en cada uno de los cuales se acentúa una dirección del proceso evangelizador. En un primer momento se afirma la necesidad de que el anuncio de la Palabra no se haga de manera indiscriminada sino que

3 Se pueden señalar dos momentos en la comprensión del ver-juzgar-actuar. En su comprensión originaria en la Juventud Obrera Católica (JOC) y las diversas ramas de acción católica especializada en Europa se llama “revisión de vida”. Se parte de la realidad para comprenderla en lo que es, sus causas y orígenes y sus consecuencias, para luego “juzgar” esa realidad a la luz de las enseñanzas de la Biblia, particularmente el Evangelio. Esa confrontación entre Biblia y realidad da las líneas para “actuar” en función de trasformar la realidad existente en la línea señalada por la Biblia y la enseñanza de la Iglesia. En la Teología de la Liberación se va a desarrollar, junto a esta comprensión, otra visión que se denomina “lectura de los signos de los tiempos” y que comprende la realidad no como estado pasivo que hay que juzgar a la luz de las enseñanzas de la Escritura con el fin de transformarla según estas enseñanzas. La realidad humana es el ámbito en el que Dios actúa y desde el cual se manifiesta e interpela; se trata, como lo hicieron los autores bíblicos en su momento y a la luz de la forma como ellos lo hicieron, de comprender la Palabra histórica que se manifiesta en esa realidad humana diaria. De esta forma se complementan Palabra Escrita y Palabra Histórica.

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se adapte a la cultura de cada pueblo y la mentalidad de los diversos grupos de personas que la conforman (inculturación del Evangelio). En un segundo momento se resalta la conciencia de que el Verbo (Palabra) está presente y actuando ya en las realidades históricas y culturales de las personas y los pueblos –previo a la llegada del anuncio evangelizador– y que el creyente debe realizar un esfuerzo para descubrir y comprender en ellas la presencia y acción del Verbo que germina (: semillas del Verbo) (evangelización desde las culturas). Más aún, que ese proceso de descubrir la presencia del Verbo en la realidad cultural debe ser un proceso de diálogo en el que colaboran tanto el que evangeliza como el que recibe la evangelización, siendo de esa forma el creyente al mismo tiempo evangelizado y evangelizador4.

Nuevos paradigmas en la Lumen Gentium

Visión trinitariaEl Concilio Vaticano II pasa de una concepción de Iglesia exclusivamente

cristocéntrica, que se manifestaba ya en el documento original sobre Iglesia para el Vaticano I y que luego se expresa en la Encíclica Mystici Corporis (1943) de Pío XII, a una visión cristológico-trinitaria. El primer capítulo de la Lumen Gentium presenta a la Iglesia como misterio de comunión constituida a partir de la comunión trinitaria. Es de notar que el Concilio no parte tanto de las relaciones intratrinitarias de las personas divinas en sí mismas: Trinidad inmanente, como era el enfoque predominante en los Tratados sobre el misterio de Dios de la Teología preconciliar (De Deo Uno et Trino), sino de la comunión de Dios con nosotros al comunicarse en la creación y en la historia de salvación por medio de Cristo en el Espíritu Santo5.

Iglesia comuniónLa eclesiología del Vaticano II es entendida a partir del primer capítulo de Lumen

gentium en clave de comunión. El sustantivo communio traduce el vocablo griego koinonia, que equivale a participación, solidaridad, unión o comunión. Estar en comunión, y por consiguiente en comunidad, es compartir unos mismos bienes y un mismo servicio (munus). La comunión eclesial es comunión con Jesús, Cristo y Señor (fracción del pan y oraciones) y con los hermanos (palabra apostólica y comunión fraterna). En definitiva, la koinonia cristiana es comunión de fe en Cristo resucitado, de unanimidad de sentimientos, de bienes en común o comunicación de bienes en ayuda a los necesitados y de oración en común y participación litúrgica6.

Iglesia Pueblo de DiosEl segundo capítulo sobre Pueblo de Dios acentúa que la dignidad y responsabilidad

en la Iglesia nace del bautismo y la confirmación (no del orden sagrado), lo cual hace a todos los bautizados sujetos propios de la acción pastoral con la triple función de profetas (testimoniar y proclamar de la fe), sacerdotes (vivir la realidad diaria para trasformarla en

4 En ese sentido se puede distinguir un doble sentido de la Buena Nueva. El sentido primero es la acción salvadora que Dios realiza en todo ser humano y en todo pueblo, el segundo es el anuncio explícito que hace la Iglesia de esa acción salvadora. Dios actúa su Buena Nueva también en aquellos que no han recibido el anuncio explícito de ella y es responsabilidad de la Iglesia y de cada creyente ayudar a descubrir, en diálogo con los integrantes de esa cultura, la acción salvífica de Dios.5 Cfr. Lumen Gentium 2-4 (Trinidad económica).6 Cfr. (Hech. 2,42-47; 4,32-37;15,12-16).

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ofrenda agradable a Dios7) y reyes (compromiso en la trasformación de la realidad humana).8 Igualmente se acentúa que la santidad no es propia de unos estados específicos en la Iglesia (sacerdocio y vida consagrada como estados de perfección), sino que es llamado universal a cada cristiano (Lumen Gentium, capítulo 5). De este modo se pretende exponer, en palabras de Y. Congar, «lo referente a la cualidad común de todos los miembros de la Iglesia, antes de lo que puede diferenciarlos según la función o el estado de vida».Por otra parte, el concepto de Pueblo de Dios resalta la iniciativa del Padre que lo convoca, al mismo tiempo que el sentido de continuidad y discontinuidad con el Pueblo de Dios del Antiguo Testamento (cf. LG 9)

Ministerio jerárquicoLa visión de misterio de comunión y pueblo de Dios lleva a comprender que el

ministerio jerárquico no constituye el centro de la Iglesia –el primer esquema de la Comisión preconciliar para el Vaticano II comenzaba por el tema de la jerarquía– sino que ella existe en función de la comunidad de los fieles (Pueblo de Dios), en una Iglesia que es toda ella ministerial. El tema de Cuerpo de Cristo resalta la centralidad de Cristo cabeza y la multiplicidad de dones, carismas y ministerios; el ministerio jerárquico como servicio a la unidad9 tiene la función de descubrir, promover y coordinar esa multiplicidad para construir la Iglesia como cuerpo (unidad en la diversidad). Cfr. Lumen Gentium, Capítulo III.

Diversidad de las Iglesias locales en el seno de la unidad.La teología de la Iglesia local fue creciendo en el Concilio a partir de la construcción

sobre la liturgia hasta cobrar su máximo relieve al acentuar la colegialidad, superando una visión prevalentemente monárquica de la autoridad en los diversos niveles de la Iglesia. La Iglesia local es presentada en la constitución sobre la liturgia como «la principal manifestación de la Iglesia»10, cuando se celebra la Eucaristía en asamblea. La conclusión es clara: «Ya no gravita la Iglesia local en torno a la Iglesia universal, sino que la única Iglesia de Dios se encuentra presente en cada celebración de la Iglesia local»11. Por eso, el decreto Christus Dominus describe la diócesis como Iglesia local: no es una mera parte de la Iglesia universal (pars in toto), sino la Iglesia de Cristo realizada en un lugar (pars pro toto). Además, la profundización teológica de la Iglesia local ayudará a situar mejor las relaciones, por una parte, entre primado y colegialidad y, por otra, entre la Iglesia y las culturas o situaciones socioeconómicas.

Ecumenismo y diálogo interreligiosoOtro aspecto relevante en la visión eclesiológica del Vaticano II es la valoración de

las otras iglesias cristianas, reconociendo los elementos que compartimos: “la Iglesia se reconoce unida por muchas razones con quienes, estando bautizados, se honran con el

7 Cfr. I Pe. 2,4-20; Rom. 12,1; L.G. 108 Es interesante anotar que en los documentos previos al Concilio Vaticano II, especialmente los de Pío XI y Pío XII en relación con la Acción Católica y el apostolado de los laicos, éste se concibía como ‘una participación y colaboración de los laicos’ en la misión jerárquica de la Iglesia.9 ejerce el oficio de Cristo, Pastor y Cabeza LG 28.10 SC 41.11 Afirma E. Lanne.

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nombre de cristianos, pero no profesan la fe en su totalidad o no guardan la unidad de comunión con el sucesor de Pedro”12. También resalta los vínculos con los no cristianos: “Quienes todavía no recibieron el Evangelio, se ordenan al Pueblo de Dios de diversas maneras13.

Por otra parte resalta la importancia de la diversidad teológica –espiritual– pastoral y acentúa la necesidad del diálogo entre las iglesias cristianas14. Así mismo, a partir de la visión sobre las ‘semillas del Verbo’, se acentúa el valor salvífico que tiene la pertenencia a una de las diversas religiones, la importancia del diálogo interreligioso y el respeto a la conciencia de las personas. En la concepción anterior se consideraba que los miembros de otras religiones se podían salvar ‘a pesar de estar en ellas’; ahora se reconoce que la vinculación a ellas tiene un sentido salvífico.

Se da también una orientación nueva sobre el sentido que tenían las misiones, como acción encaminada a traer a las personas y pueblos al camino verdadero por la conversión a la Iglesia Católica15, acentuando más el diálogo interreligioso. (Declaración Nostra Aetate sobre las religiones no cristianas y Decreto Ad Gentes sobre las misiones, también Cfr. L.G. 16)16.

Iglesia sacramento de salvación para la unidad con Dios y con los hombresLumen Gentium describe a la Iglesia como «sacramento universal de salvación»17 o

«sacramento de la unidad entre Dios y los hombres»18. El texto conciliar habla de «signo e instrumento». Signo es una realidad sensible que

remite a otra distinta, con la que está unida mediante algo objetivo, no convencional. La realidad a que nos remite el símbolo es el misterio. Cuando la experiencia simbólica es religiosa, la realidad percibida y sentida es divina. La relación entre lo visible (el significante) y lo invisible (el significado) se puede realizar en el ser, la significación y la causalidad. Jesucristo es sacramento en el ser; la Iglesia es sacramento primordial en la significación y la causalidad. La gracia de Dios es significada e instrumentalmente comunicada por la Iglesia como símbolo o sacramento, acción que se despliega en los siete sacramentos, como expresiones de la vida de la comunidad.

Este concepto de sacramento está íntimamente unido al tema del Reino, la Iglesia existe en función del Reino: “La Iglesia, enriquecida con los dones de su fundador, observando fielmente sus preceptos de caridad, de humildad y de abnegación, recibe la

12 Cfr. LG 15.13 Cfr. Santo Tomás, Summa Theol. III, q.8 a. 3 ad 1 (LG 16).14 (Decreto Unitatis Redintegratio sobre ecumenismo y Orientalium Ecclesiarum sobre los ortodoxos).15 extra ecclesiam nulla salus.16 “Por fin, los que todavía no recibieron el Evangelio, están ordenados al Pueblo de Dios por varias razones. En primer lugar, por cierto, aquel pueblo a quien se confiaron las alianzas y las promesas y del que nació Cristo según la carne (cfr. Rom., 9,4-5); pueblo, según la elección, amadísimo a causa de los padres; porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables (cfr. Rom., 11,28-29). Pero el designio de salvación abarca también a aquellos que reconocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes, que confesando profesar la fe de Abraham adoran con nosotros a un solo Dios, misericordiosos, que ha de juzgar a los hombres en el último día. Este mismo Dios tampoco está lejos de otros que entre sombras e imágenes buscan al Dios desconocido, puesto que les da a todos la vida, la inspiración y todas las cosas (cfr. Act., 17,25-28), y el Salvador quiere que todos los hombres se salven (cfr. 1 Tim., 2,4). La Iglesia aprecia todo lo bueno y verdadero, que entre ellos se da, como preparación evangélica, y dado por quien ilumina a todos los hombres, para que al fin tengan vida.” L.G. 1617 LG 48, 2; AG 1,1 ; GS 45,1.18 LG 1,1; 9,3; AG 5,1.

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misión de anunciar el Reino de Cristo y de Dios, de establecerlo en medio de todas las gentes, y constituye en la tierra el germen y el principio de este Reino”.19

Estos elementos dan una visión radicalmente nueva respecto a la concepción postridentina, en cuanto al ser de la Iglesia y en cuanto a su misión evangelizadora, que va a influir decisivamente en el enfoque de toda la acción pastoral de la Iglesia.

2.3. Nuevos paradigmas en la Sacrosanctum Concilium

Concepción de la Liturgia: celebración de la vida cristiana El documento Sacrosanctum Concilium toma todo el impulso de la renovación

litúrgica que vivía la Iglesia desde los años 20’s y pasa de una concepción de liturgia como ritos y prácticas obligatorias para el cristiano a ver en ella un elemento central de la vida eclesial, celebración festiva de la comunión que “Es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza.”20. De esta forma se ubica en la línea de las tradiciones deuteronomistas, particularmente de los profetas, en quienes el culto adquiere sentido cuando es expresión de un esfuerzo de vida cristiana (culmen) y celebración que asumiendo esa vida la alimenta (fuente). Es lo que en la liturgia se denomina el “admirable intercambio” (admirabile commercium).

El fundamento de esta visión está en el sacerdocio común de los fieles, recibido en el sacramento del Bautismo, que el Concilio caracteriza así: “Los bautizados son consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo por la regeneración y por la unción del Espíritu Santo, para que por medio de todas las obras del hombre cristiano ofrezcan sacrificios espirituales y anuncien las maravillas de quien los llamó de las tinieblas a la luz admirable21. El bautizado en su vida y trabajo trasforma toda la realidad en ofrenda agradable a Dios y sacrificio espiritual, así, quien celebra no son solamente los ministros ordenados, es la Iglesia unida a Jesucristo que celebra su propia vida.

En los teólogos pastoralistas de la Teología de la liberación se va a acentuar el hecho de que la liturgia misma sólo adquiere su sentido en la medida en que sea expresión de un compromiso de vida cristiana comprometida con los pobres y con el cambio de las estructuras para trasformar las condiciones sociales de los oprimidos. Los opresores no pueden participar en la celebración, dado que por su actitud de dominación se apartan de la construcción de comunidad cristiana.

La participación clave de la reforma litúrgica La Sacrosanctum Concilium en el número 21 afirma: “Para que en la sagrada Liturgia

el pueblo cristiano obtenga con mayor seguridad gracias abundantes, la santa Madre Iglesia desea promover con solicitud una reforma general de la misma liturgia… En esa reforma, los textos y los ritos se han de ordenar de manera que expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible, el pueblo cristiano pueda comprenderlas fácilmente y participar en ellas por medio de una celebración plena, activa y comunitaria”. La participación es, por tanto, la idea de fondo y el objetivo de la Constitución.

19 LG 5.20 SC 10.21 Cfr. 1 Pe. 2,4-10; LG 11.

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La Sacrosanctum Concilium “En los pasajes que enuncia los grandes principios de la reforma litúrgica (Cap. I, 5-46), allí siempre habla de la participación. Así por ejemplo al hablar de la introducción de las lenguas vivas (36), de la adaptación a la cultura y a la mentalidad de los pueblos (37), la catequesis litúrgica (35), la simplificación de los ritos (31), la presencia de la Sagrada Escritura (24), las ediciones de los libros litúrgicos (31), etc.”22 Cabe destacar que la participación en la liturgia es algo interno y externo (SC 11, 19, 110) y que no puede confundirse participar con intervenir; la intervención muchas veces dificulta la participación.

Cambio de paradigmasTeniendo en cuenta lo anterior y toda la renovación iniciada por el Movimiento

litúrgico, la Constitución Sacrosanctum Concilium produjo cambios de paradigmas muy grandes, entre los cuales se pueden señalar los siguientes:A. Paso de una liturgia concebida con un fuerte acento en rúbricas y suma de ritos a una liturgia en clave de historia de la salvación, centrada en el misterio pascual de Cristo. La liturgia actualiza sacramentalmente el misterio pascual en el presente (anámnesis – conmemoración) con el objeto de hacer posible una participación real en él, por parte de los hombres de todos los tiempos (presencia), en espera de la venida del Señor (parusía). La liturgia evangeliza al pueblo de Dios y lo construye.B. Paso de una liturgia clerical, individualista y, a veces, un tanto elitista, a una liturgia del pueblo de Dios, comunitaria y participativa, en la cual toda celebración litúrgica es obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia (CF SC 7). En esta liturgia los fieles tienen derecho y obligación de participar consciente, activa y piadosamente, en virtud del bautismo (Cf SC 14), por ser el pueblo cristiano “linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido” (I P. 2, 9) y se respetan y promueven sus diferentes ministerios y funciones.C. Paso de una liturgia incomprensible para la generalidad del pueblo de Dios, por el uso del latín y por quedar reducida simplemente a asistir u oír misa, a una liturgia en lengua vernácula (SC 54) y en la cual los fieles no son “extraños y mudos espectadores” (SC 48). De una liturgia considerada muchas veces como una devoción más y durante la cual se practicaban otras devociones, a una que alimenta la espiritualidad de los fieles para comunicarla luego a los demás.D. Paso de una liturgia en la cual la Palabra formaba parte de la antemisa, en la cual no era absolutamente necesario estar, a una liturgia que revaloriza la Palabra como parte del acontecimiento salvador, que afirma la presencia de Cristo en su palabra, “pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla” (SC 7); que ha sido enriquecida con una lectura de la Palabra más abundante (SC35); que fomenta las celebraciones de la Palabra (ib); y, que “recomienda encarecidamente, como parte de la misma liturgia, la homilía” (SC 51), obligatoria los domingos y fiestas de precepto (ib.).E. Paso de una liturgia en cuyos libros litúrgicos no se daba posibilidad de creatividad, a una liturgia rica en esquemas, a fin de poder tener iniciativa para prepararla de acuerdo con la realidad de los acontecimientos y de las personas.F. Paso de unos ritos de los sacramentos y sacramentales, en los cuales se habían introducido cosas que oscurecían su naturaleza y fin, a unos ritos en que aparece con mayor claridad la naturaleza y finalidad del Sacramento y más acomodados con las necesidades presentes (SC 62).

22 Russo, R. La Reforma Litúrgica de la Sacrosanctum Concilium, Claves de Lectura, Medellín vol. XXIX, N. 116, pag. 691.

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G. Paso de una Liturgia de las Horas pensada solamente para ser recitada obligatoriamente por los clérigos, a una Liturgia de las Horas mejor elaborada, más rica en la lectura de la Sagrada Escritura, apropiada para santificar los diferentes tiempos del día, recomendada para celebrarse comunitariamente, por lo menos las Horas principales, con la participación de los laicos (SC 99, 100).

2.4. Nuevos paradigmas en la relación Iglesia – Mundo (Gaudium et Spes)Gaudium et Spes significó un cambio radical en la forma de comprender la relación

de la Iglesia con el mundo, como también en la forma de reflexionar y expresar nuestra fe y la vida cristiana. Presenta a la Iglesia en diálogo con el mundo, pasando de una visión de Iglesia-maestra, que enseña la verdad poseída, a una actitud de diálogo como mutua interpelación entre Iglesia y mundo en la búsqueda conjunta de respuesta a las situaciones y problemas de la humanidad, particularmente a los interrogantes de sentido. La Iglesia no tiene ni da el sentido de las cosas con su enseñanza, ya que ellas tienen un valor en sí mismas, sino que aporta la luz de la revelación para participar en esa búsqueda de sentido.23

En ese sentido retoma el Concilio el tema bíblico de los signos de los tiempos, como instrumento fundamental para que la Iglesia pueda realizar su misión de iluminación de la realidad a la luz del Evangelio.

“Al proclamar el Concilio la altísima vocación del hombre y la divina semilla que en éste se oculta, ofrece al género humano la sincera colaboración de la Iglesia para lograr la fraternidad universal que responda a esa vocación (…) continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido.Para cumplir esta misión es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la

vida futura y sobre la mutua relación de ambas”24.

Era esta una idea dominante del Papa Juan XXIII que el Concilio aplica oficialmente y provechosamente como una especie de sociología pastoral. Se sitúa aquí a plena luz y se eleva a método algo que en la teología de la Iglesia se ha hecho siempre de un modo más bien inconsciente. Ciertamente, Dios ha pronunciado su última y auténtica Palabra en Cristo. La revelación verbal en su estricto sentido terminó con la época apostólica. Ahora bien, como todo el acontecer histórico es mantenido en actividad por el Verbo de Dios, en el que todo ha sido creado, y se orienta hacia Cristo, resulta que la misma historia a su modo, es un lugar teológico. En el material histórico Dios sigue manifestándonos su voluntad, pero no de un modo desconectado de su revelación.

Así mismo resalta el valor de las realidades terrenas y el debido reconocimiento de su adecuada autonomía, que no las aparta de la visión de fe ni las pone en conflicto

23 Es interesante ver la diferencia que hay en este sentido entre el texto latino y las traducciones españolas. Versión española de G.S. n. 3 “El Concilio, testigo y expositor de la fe de todo el Pueblo de Dios congregado por Cristo, no puede dar prueba mayor de solidaridad, respeto y amor a toda la familia humana que la de dialogar con ella acerca de todos estos problemas , aclarárselos a la luz del Evangelio”. El texto latino dice “afferendo lumen ex Evangelio depromptum”, (aportar la luz tomada del Evangelio) lo cual da un sentido bastante diferente: una cosa es aportar “la luz del Evangelio” para una búsqueda en la solución de los problemas y otra ser quien aclara esos problemas a la luz del Evangelio. 24 GS 3-4

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con ella, sino que lleva a reconocer y respetar su propia dinámica y valor y el sentido de Reino que ellas tienen.25 Consiguientemente afirma la responsabilidad prioritaria de los laicos en la evangelización de las realidades terrenas y su responsabilidad de buscar las soluciones a los problemas a la luz de la fe, respetando las diferencias que surjan de juicio y de opciones.26

La profundidad del cambio que estas claves significaron en la Iglesia en cuanto a la visión de sí misma, su forma de vida, su acción pastoral y su relación con las realidades humanas, no necesita ponderarse dado que lo atestigua la crisis misma que vivió toda la Iglesia en los años posteriores al Concilio durante el proceso de comprensión, asunción y aplicación de estas intuiciones.

Más aún, se puede afirmar que esas intuiciones y enseñanzas no han sido comprendidas ni asumidas por el conjunto de la Iglesia de Dios y en algunos ambientes se han dado “procesos de involución”, que buscan retornar a posiciones anteriores al Concilio.

El texto de Juan Pablo II en Tertio Millenio Adveniente, 35 años más tarde, sirve de síntesis a las anteriores consideraciones, dado que menciona las claves enunciadas e invita a examinar qué tanto se han comprendido y asumido esas orientaciones:

¿En qué medida la Palabra de Dios ha llegado a ser el alma de la Teología y la inspiradora de toda la existencia cristiana como pedía la Dei Verbum?¿Se vive la liturgia como ‘fuente y culmen’ de la vida eclesial, según las enseñanzas de la Sacrosanctum Concilium)? ¿Se consolida, en la Iglesia universal y en las Iglesias particulares, la eclesiología de comunión de la Lumen Gentium, dando espacio a los carismas, ministerios y las varias formas de participación del Pueblo de Dios?Un interrogante fundamental debe también plantearse sobre el estilo de las relaciones entre la Iglesia y el mundo. Las directrices conciliares —presentes en la Gaudium et Spes y en otros documentos— de un diálogo abierto, respetuoso y cordial, acompañado sin embargo por un

atento discernimiento y por el valiente testimonio de la verdad. 27

25 “Por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de leyes y un propio orden, que el hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte… Son, a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos.” (G.S. 36)26 “Competen a los laicos propiamente, aunque no exclusivamente, las tareas y el dinamismo seculares… De los sacerdotes, los laicos pueden esperar orientación e impulso espiritual. Pero no piensen que sus pastores están siempre en condiciones de poderles dar inmediatamente solución concreta en todas las cuestiones, aun graves, que surjan. No es ésta su misión. Cumplen más bien los laicos su propia función con la luz de la sabiduría cristiana y con la observancia atenta de la doctrina del Magisterio.

Muchas veces sucederá que la propia concepción cristiana de la vida les inclinará en ciertos casos a elegir una determinada solución. Pero podrá suceder, como sucede frecuentemente y con todo derecho, que otros fieles, guiados por una no menor sinceridad, juzguen el mismo asunto de distinta manera. En estos casos de soluciones divergentes aun al margen de la intención de ambas partes, muchos tienden fácilmente a vincular su solución con el mensaje evangélico. Entiendan todos que en tales casos a nadie le está permitido reivindicar en exclusiva a favor de su parecer la autoridad de la Iglesia. Procuren siempre hacerse luz mutuamente con un diálogo sincero, guardando la mutua caridad y la solicitud primordial por el bien común.” (G.S. 43)

27 Tertio Millennio Adveniente (TMA), 36

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Capítulo 3

LA ESPIRITUALIDAD DE COMUNÓN.La espiritualidad de la Comunión, desde una visión unitaria y a la vez incluyente,

contempla tres aspectos o dimensiones que se pueden identificar con tres palabras:

“Acontecimiento”, es decir, la comunión que está “aconteciendo” por cuanto Dios se está comunicando y está actuando en la historia humana; dicho acontecimiento es algo que es preciso acoger y contemplar en la historia (dimensión profética). “Vocación”, es decir, la comunión en cuanto “llamado” a ser vivida y promovida en la santidad/unidad universal, para que el mundo crea (dimensión sacerdotal). “Misión/testimonio, es decir, la comunión que es preciso vivir, testimoniar, promover y que hay que manifestar con energía en la edificación de la comunidad eclesial, para la expansión del Reino de Dios en el mundo (dimensión real o de servicio).

3.1.- COMUNION: Acontecimiento que es preciso acoger y contemplar en la historia

Es la comunión que “acontece” en la historia con la encarnación redentora de Cristo, el cual queda siempre con nosotros hasta el fin de los tiempos. Es El –ayer, hoy y siempre- que a través de su Espíritu obra en la humanidad y la conduce hasta su plenitud. Esta es nuestra fe, que nos empuja a descubrir a Cristo en los signos de su presencia histórica, en los acontecimientos que caracterizan la madurez colectiva de la humanidad y la empujan hacia futuros mejores, allí donde están en lucha la actuación del proyecto de Dios y los signos del mal. Cristo, sentido y fin de la historia, reconocido en los signos de los tiempos, es fuente perenne de esperanza.

Esta es la dimensión profética del pueblo de Dios. Su actuación exige una serie de pasos concatenados y progresivos que dan forma a la lectura cristológica de la historia humana o lectura de los signos de los tiempos.

3.1.1. Conocer y comprender el mundo en que vivimosPunto de partida es un nuevo modo de colocarse frente a la realidad del mundo:

* querer conocerla en su objetividad y complejidad (exposición descriptiva), a modo de una radiografía de la realidad del mundo de hoy que, aún en su parcialidad, sea suficiente para darnos una cierta visión de conjunto de los múltiples y complejos factores que la componen.

* querer conocerla en sus dinamismos históricos (descripción dinámica), considerando el conjunto de los hechos que indican, aun en su ambigüedad, las aspiraciones más universales de las que humanidad tiene conciencia, aquellas que caracterizan la historia contemporánea; y que, como “acontecimientos”, la empujan hacia futuros mejores.

* querer identificar, en fin, las claves, los puntos críticos del momento histórico que, si no se afrontan llevan a un agravamiento de la situación, pero que si, por el contrario, se

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afrontan, hacen crecer y madurar la humanidad; son los desafíos que la historia lanza a nuestra responsabilidad, ya que el futuro del mundo depende de nuestras elecciones.

Es este mundo el que, más allá de cualquier ideología y moralismo, estamos llamados a asumir en su dramatismo, en la lógica de la encarnación: “se salva solamente lo que se asume”

3.1.2. Interpretarlo a la luz de la fe Esta nueva actitud frente al mundo exige:

Leer y comprender, a la luz de la fe, los dinamismos históricos o hechos significativos, de tal forma que la fe se convierta en la clave interpretadora de la historia. En el centro de tal visión está Dios con la revelación de su plan comunitario de salvación universal en la unidad, de recapitulación de todos y de todo en Cristo; plan divino del que la Iglesia es, al mismo tiempo, la visibilidad histórica y el instrumento que Cristo se ha elegido como testigo profético. Asumir, desde otra perspectiva, la dimensión religiosa presente tanto en los esfuerzos para dar sentido a la propia experiencia humana (constituir una familia, tener un trabajo, definir la orientación política,...) como en los esfuerzos de la humanidad para dar sentido a la vida, a las relaciones y a la sociedad, al trabajo y al amor, al dolor y a la muerte... En todo esto está ya presente un inicio de fe como respuesta a la palabra de Dios que nos crea y nos confía la responsabilidad del mundo. El Reino de Dios está latente en todo esfuerzo sincero de justicia y de verdad, de amor y de paz y se manifestará plenamente en los “cielos nuevos y en la tierra nueva”, cuando Dios será todo en todos. De este Reino la Iglesia es signo e instrumento. Descubrir a Cristo como principio, centro y fin de la historia; Cristo que con su muerte y sus opciones, en definitiva con su muerte y resurrección, revela a la humanidad su razón de ser, su sentido y su dirección final. Cristo, síntesis entre el don de Dios y la respuesta humana, llega a ser nuestra esperanza, nuestra paz.

3.1.3. Discernir la presencia de DiosLa interpretación en la fe de los “acontecimientos” exige:

Penetrar y discernir con la sabiduría del Evangelio, los dinamismos históricos que caracterizan nuestra historia. Es el discernimiento gracias al cual es posible distinguir todo lo que revela la acción salvífica de Dios, o los signos de su presencia, de lo que es resistencia y rechazo a Su acción, es decir, los signos del maligno. Acoger y seguir a Cristo cuya presencia descubrimos en la humanidad, de modo que esta comunión con Dios-hecho-hombre sea encuentro con la conciencia profunda de la humanidad, allí donde Dios está presente, nos habla y nos desafía. De este modo, servir a Dios es servir al hombre en su tensión hacia la comunión con Dios; comunión que es esperanza, que indica la dirección del futuro, que traza el camino que hay que recorrer para servir al hombre y dar gloria al Señor. Ponerse en camino de penitencia y conversión, personal y comunitariamente, en todo aquello que no está conforme con la presencia de Cristo y permanece todavía en la penumbra, al igual que abrirse a la contemplación y a la alabanza a Dios por todo lo que son signos de su presencia y por lo que es manifestación de los dones y los frutos del Espíritu. Somos llamados a acoger este rostro histórico de Dios, a entrar en comunión con Él, con la admiración del creyente, que con la alegría del encuentro puede decir: “Lo hemos visto”

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3.1.4. La respuesta del pueblo de DiosEl discernimiento evangélico pone en evidencia la Palabra de Dios que llama a la Iglesia a ser profecía para el mundo y que nos compromete a:

Descubrir los dinamismos del Espíritu que delinean los rasgos con los que edificar el futuro rostro de la Iglesia. Así se ponen de relieve, con gratitud, las aportaciones que son fruto del esfuerzo de las generaciones pasadas, para contemplarlos junto a los que hoy, como signos proféticos que pueden indicar la dirección hacia la que caminar. Renovarse en el Espíritu como Iglesia en la definición de aquellas líneas de futuro que le permitan ser espejo, cada vez más claro, del rostro de Cristo; para que con sus hechos anticipe proféticamente lo que el mundo está también llamado a ser. Acoger este dinamismo del Espíritu comprometiéndose en la renovación tanto de la Iglesia como del mundo, para que se adelante la venida del Señor y el Espíritu renueve la faz de la tierra.

3.1.5. El compromiso personal y solidarioLa Palabra de Dios en la historia nos desafía a un compromiso personal y solidario en el sentido de:

* Vivir y dar forma a este dinamismo de renovación del Espíritu en la sociedad y en la Iglesia en la que todos estamos llamados a una radical libertad frente a todo, a todos y a sí mismos, para transformarnos en instrumentos cada vez más dóciles y disponibles al Espíritu, solidarios con todos aquellos que acogen esta empresa y se adhieren a ella.

3.2.- COMUNION COMO: Vocacion a desarrollar en la unidad universalLa “comunión”, primero vivida como adhesión y contemplación del Dios que salva en

el hoy de su historia, ahora es acogida y contemplada, descubierta y profundizada como aquello que constituyente la esencia de la Iglesia, su vocación a la santidad en la unidad trinitaria.

3.2.1. La Iglesia como “comunión” La Iglesia nace del amor fontal de Dios Padre que quiere, en Cristo, hacer partícipe a toda la humanidad de su vida y amor. El Padre reúne en la Iglesia a los que, por la fe y el bautismo, por obra del Espíritu Santo, creen en Cristo. De esta forma los creyentes participan en el único Espíritu, en la comunión trinitaria, en el dinamismo del amor del Padre y del Hijo en el Espíritu. La Iglesia es comunión con Dios, Trinidad Santísima. Esta comunión con Dios es, al mismo tiempo, comunión entre todos los creyentes que participan en su vida y en su amor. Es Dios mismo vivido y convivido por cada uno y por el conjunto de los creyentes en cuanto forman el “cuerpo de Cristo”, su pueblo, su templo, su familia, la Iglesia. Desde esta comunión, el “otro”, todo “otro”, es descubierto como hijo de Dios, en su radical y definitiva validez y dignidad. De esta forma la Iglesia, antes que ser una institución, con sus leyes y su autoridad, es el grupo humano que acoge y comparte el don de la comunión trinitaria. El cosmos, a su vez, unido al ser humano, está destinado a la comunión eclesial y la realiza en la medida en que es usado, desarrollado y ordenado al servicio de la humanidad de todos los tiempos. De este modo, participa de la libertad de los hijos de Dios y vive en la espera de la manifestación plena de la libertad. La comunión constitutiva del ser Iglesia es la prolongación de Dios-hecho-hombre, por eso, es a través de la Iglesia como Cristo continúa estando presente en la historia. Ella

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es el cuerpo histórico de Cristo, el templo del Espíritu, la casa del Padre: la Iglesia es, por tanto, constitutivamente espiritualidad, vida en el Espíritu.

3.2.2. En la novedad de las relacionesLa comunión eclesial comporta relaciones teologales vividas en la “novedad” de la fe, esperanza y caridad:

en la relación con Dios, se manifiesta abandonándonos a la sabiduría con la que nos ha creado como “proyecto” personal y comunitario, rindiéndonos al poder con que lleva a término cuanto ha iniciado, y a su amor, que fundamenta nuestra vida y nos da la razón de ser y el destino final. En estas relaciones teologales o de amistad filial madura el coraje para elegir lo que es conforme a su voluntad y para llevarlo a término: es la “infancia espiritual” gracias a la cual nos ha abandonado como niños en los brazos del Amor; en la relación con los otros –personas, grupos e instituciones- se expresa en una confianza gratuita, ofrecida “a priori” y desarrollada críticamente, seguros de su capacidad permanente de conversión y de renovación; una relación de amor y de amistad, basada en la participación del amor de Dios, en la benevolencia, en la misericordia, en la paz y en la comunicación recíproca de los dones de Dios: espirituales, materiales y culturales; en la relación con el cosmos, se manifiesta acogiendo con un amor que rescata, pacifica y eleva la corporeidad de la persona, en el esfuerzo para desarrollar y gestionar con sabiduría los bienes de la tierra, apoyados en la fe en la resurrección universal, en los cielos nuevos y en la tierra nueva, donde Dios será todo en todos.

3.2.3. Hace opciones radicalesPara poder vivir en plenitud estas relaciones teologales, los cristianos, en la medida y según su estado de vida, son llamados a seguir a Cristo, según los consejos evangélicos, radicalizando la opción:

de amar al otro, a los otros con amor gratuito y de amistad, no solo dejándolos ser plenamente libres, sino poniéndose a su servicio para que cada uno y todos alcancen la plena realización de sí en la comunión con Dios; de servir al equilibrio del cosmos, compartiendo los bienes de la tierra, con la humanidad de hoy y de mañana, y de promover la justicia cuyo fruto es la paz; con un estilo de vida caracterizado por una sobriedad generosa; de comprometerse por el bien común universal y local en el horizonte de la fraternidad universal para conseguir, mediante el diálogo y los métodos “no violentos”, una convivencia social basada sobre “la libertad en la solidaridad”.

3.2.4. En crecimiento permanenteEn cuanto don de Dios vivido en la realidad humana, la comunión no puede ser vivida más que en un crecimiento permanente según el Espíritu de Jesús, de manera que:

la persona, la comunidad y la misma Iglesia sean llamadas, en la luz de la fe y en su contexto cultural, a discernir constantemente la voluntad de Dios sobre ellas, a elegir lo “mejor posible” para el bien de la humanidad, de la misma Iglesia, desarrollando todos los dones recibidos de su bondad; el cristiano y la comunidad ante la voluntad de Dios son llamados, en profunda libertad, a madurar su “Sí” al proyecto de Dios sobre el mundo: es la oración, espacio en el que Cristo continúa diciendo en nosotros su “Si” al Padre, para que la comunión trinitaria alcance su plenitud;

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la persona y la comunidad crezcan en el pueblo de Dios y como pueblo de Dios, saliendo de sí y de toda seguridad defensiva para aceptar a los otros en cuanto “otros”, en el Totalmente Otro. Olvidándose de sí hasta identificarse en un único querer, en Cristo y con Cristo, llegando a ser comunidad eclesial; unificándose en el don de la propia vida a Cristo, en su cuerpo, que es la Iglesia, para que la comunión sea plena en la alegre complementariedad entre todos y se dilate el Reino de Dios en el mundo, para alabanza de la Trinidad Santísima.

3.2.5. Teniendo como centro la caridad hasta la unidad, como en la TrinidadEn su crecimiento como estilo de vida, la espiritualidad de comunión se concentra en el dinamismo de la caridad:

caridad que se encarga, como el buen samaritano, de las necesidades de los otros –personas, grupos y pueblos- recordando que hay que amar a los otros como a sí mismos, como cada uno quiere ser amado; caridad que se hace servicio para el crecimiento de todo otro, para el desarrollo humano integral y para el bien común universal; que en los otros sabe amar a Cristo; caridad que es el criterio con que seremos juzgados, recordando que todo lo que hagamos a los otros, aun a los más pequeños, es a Él a quien lo hacemos; caridad que se expande en amor recíproco, que sabe perder y no se queda tranquilo mientras que los otros no establezcan relaciones de amistad, explorando la profundidad, la anchura y la longitud del misterio de Cristo, que nos recuerda que hemos de amarnos los unos a los otros como Jesús nos ha amado; caridad, reflejo de la comunión trinitaria, que hay que hacer visible en la unidad eclesial, abiertos al bien común, edificándonos mutuamente mediante el diálogo y el discernimiento comunitario, haciendo la verdad en la caridad, hasta que se haya formado el Cristo total en el amor. Es la unidad de la que Cristo hace depender la credibilidad del Evangelio y la conversión del mundo.

3.2.6. En el misterio pascual vivido y celebradoLa comunión trinitaria, vivida por los seres humanos, es en parte “revelada” en la unidad

eclesial y en parte “velada”. La unidad se construye, pues, mediante la participación en el

misterio pascual de Cristo:

misterio de reconciliación, vivido en la pacificación de sí y con los otros, mediante la paciencia de la esperanza y en la promoción del perdón y de la paz entre quien está dividido o distante, aun al precio del rechazo y de la cruz; pacificación que exige olvidarse de sí y tener misericordia como Cristo Crucificado, que con su “Sí” al amor del Padre se deja invadir por su amor; amor que destruye la muerte y llega a ser principio de resurrección universal; misterio de resurrección, explosión del amor del Padre que libera a Cristo del poder de la muerte, haciéndolo principio de todo liberación, salvación de la muerte y de toda esclavitud; misterio de resurrección hecho operante, por el Espíritu, en los creyentes que participan del mismo poder mesiánico que suscita energías personales, sociales e institucionales, habilita en la esperanza para proyectar futuros siempre mejores, aun en los momentos de oscuridad, en situaciones hostiles y aparentemente imposibles. Misterio de Cristo presente allí donde dos o tres –la comunidad eclesial- están reunidos en su nombre; presencia de luz que ilumina las mentes en la búsqueda de la

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verdad y de fuerza que empuja a la realización eficaz de lo que Dios pide a la comunidad. Esta eficacia es proporcional a la capacidad de vivir el misterio pascual en la multiplicidad de las relaciones interpersonales y sociales, en la tensión hacia la santidad comunitaria, para que la Iglesia sea cada vez más y mejor sacramento –signo e instrumento- de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Misterio celebrado en la liturgia donde Cristo mismo, por el Espíritu Santo, prepara la doble mesa sacramental de la Palabra y del Pan, en la que actualiza su sacrificio que asume todo sacrificio nuestro para edificar la unidad eclesial; es la Eucaristía, sacramento de la comunión que celebramos como don y como compromiso para llegar a ser, en Cristo, instrumento cada vez más consciente, dócil y eficaz, al servicio del Reino de Dios en el mundo.

3.3.- COMUNION COMO: Mision y testimonio que hay que expresar con energía. En la edificacion de la comunidad eclesial, al servicio del Reino de Dios.

La “comunión”, vivida como conciencia profética de la historia y como opción fundamental de Iglesia se considera aquí desde la óptica operativa: es la “comunión como misión y testimonio”. La comunión contemplada y vivida es ahora edificada, de manera que la iglesia se haga “instrumento” de la acción divina en la historia, a través de la purificación y la reforma del modelo histórico de Iglesia y de toda su proyección y acción, para mejor revelar a Dios al mundo y para que éste se abra al Dios que obra en lo profundo.

Es la comunión trinitaria, horizonte escatológico, fin al que tender y sentido de cuanto estamos llamados a hacer y a vivir. Es la Iglesia, “casa y escuela de comunión”, que debe construirse día tras día en una historia caracterizada por el cambio acelerado y universal. Es la Iglesia-testigo que ahora comunica cuanto ha visto y contemplado, cuanto conoce y ama, para que su alegría sea plena.

3.3.1. La Iglesia en misión permanente y misión de la Iglesia Testimoniar a Cristo resucitado, para la iglesia, no es solamente un deber, sino su misma naturaleza: ella “es” testigo. Como tal, es elegida por Cristo para comunicar a la humanidad su experiencia de Amor, para que el mundo se convierta y viva; “comunicar” el misterio de comunión que la constituye es la razón de ser de la iglesia. Es necesario, pues, que la Iglesia, como tal, proclame mediante la palabra, la presencia y la acción lo que ella ha experimentado, visto y oído, tocado y vivido y así anuncie a Cristo al mundo. Este anuncio es “buena noticia”, no solo del hecho histórico de la muerte y resurrección de Cristo, sino también de la fe por la que, como Iglesia, sabemos que ya no somos huérfanos, sino hijos salvados y redimidos por Cristo, muerto y resucitado por cada uno de nosotros y por toda la humanidad. Destinatarios de la misión son los seres humanos situados en un tiempo y en una cultura, para que se conviertan, para que pasen de la no-fe a la fe, de una fe precaria a una fe más madura; es la evangelización de la cultura y de las culturas para que el evangelio impregne toda la vida humana y la transforme; y así el mundo entre por Cristo y en el Espíritu en comunión con Dios. Todo el pueblo de Dios es sujeto responsable de esta misión, cada uno según su don, carisma o ministerio recibido, en unidad orgánica, según las leyes de la acción pastoral. En su desarrollo convergen “las mediaciones institucionales” –palabra, sacramentos y autoridad/ley- y, también, las “mediaciones vitales” que atraen en virtud de su fuerza testimonial.

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Para construir la comunión, esta acción orgánica tiene necesidad de métodos adecuados: métodos de comunicación, participación, reconciliación, diálogo, discernimiento comunitario y corresponsabilidad, de compartir los bienes y de programación y evaluación, que permitan y faciliten el crecimiento del conjunto y de cada una de sus partes.

3.3.2. ¿Para qué comunidad?El anuncio de la Buena Noticia comporta la integración en la comunidad, por lo que surge un interrogante crucial: ¿en “qué comunidad”? No puede ser según el modelo del pasado, sino un modelo que hay que crear según lo que las ciencias y los signos de los tiempos nos indican hoy. Concretamente:

La comunidad no se da por el simple hecho de estar juntos (como en un tren), ni por el simple querer estar juntos (una sociedad anónima), sino por “querer juntos”, el tener una voluntad común, identificada en un mismo sentir, expresado en objetivos comunes, para cuyo logro se tiende de forma cooperativa, en una trama de relaciones vitales y personalizadas. Este es el dinamismo que anima y recrea constantemente la comunidad en sus relaciones interpersonales e interacciones funcionales. Cuando, por lo mismo, el número de participantes supera el de un grupo de dimensiones humanas, entonces son necesarias estructuras de participación y de corresponsabilidad que permitan a todos estar en situación de igualdad, respetando al mismo tiempo la diversidad de roles y de funciones. La comunidad cristiana, a su vez es el conjunto de los bautizados que, en Cristo y por el Espíritu:- son llamados a madurar como familia de los hijos de Dios,- en unidad orgánica y dinámica como Cuerpo de Cristo,- a fin de dilatar en el mundo el Reino de Dios y sus exigencias de verdad, de amor, de justicia, de santidad y de paz. Tal comunidad salvífica es, en concreto, la Iglesia local, donde vive y se manifiesta la Iglesia de Cristo.

3.3.3. ¿Para qué sociedad?La Iglesia no es fin en sí misma, sino que es para el mundo, para que éste, a través del testimonio –palabra, presencia, acción- de la Iglesia que:

crea en la posibilidad de lo que el Espíritu le manifiesta a través de los acontecimientos históricos que revelan, aunque en penumbra, el designio de Dios sobre la historia, empujándola hacia estadios siempre mejores de realización humana en la fraternidad universal; reconozca a Cristo como revelador y principio de actuación del proyecto de Dios que supera todo pensamiento y deseo humanos: la unidad del género humano, en la verdad y en el amor, como en la Trinidad; encuentre las formas históricas y la organización social coherentes con la exigencia de justicia y de paz de la familia humana, comprometiendo al conjunto de las personas, grupos y naciones según el principio fundamental de la “libertad en la solidaridad ”; acepte progresivamente el señorío de Dios sobre sí, se conforme cada vez más a las exigencias de verdad y de justicia, amor y paz y entre en su Reino.La comunión, desde esta óptica, es el eje de lo que se debe construir, el ámbito en el que esto sucede, aquí y ahora, y es el horizonte final, siempre abierto a realizaciones ulteriores. Es la comunión que se hace diálogo –entre cristianos, entre los creyentes en Cristo, con

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las corrientes contemporáneas de pensamiento y con toda persona de buena voluntad- se revela el amor increado, el Espíritu Santo, que engendra la novedad de vida y mediante el amor recíproco edifica la unidad. Esta es la evangelización, anuncio de la Palabra acogida y experimentada, que hay que vivir siempre como itinerario del pueblo de Dios hacia la santidad, como iglesia congregada en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

3.4.- CARACTERISTICAS DE LA ESPIRITUALIDAD DE COMUNION28

La comunión con Dios, que al mismo tiempo es comunión entre todos los que en Dios son hechos uno, y que integra a la fraternidad humana todo lo creado –naturaleza y cosmos– se caracteriza por una serie de valores sin los cuales la misma comunión sería imposible. Son características que, a su vez, contienen en alguna medida el conjunto de los valores que el cristiano y la Iglesia están llamados a vivir. Con todo, en esta breve exposición no es posible abarcarlos todos, ni expresarlos en su plenitud. Por lo que ahora interesa, se explicitan sintéticamente sólo siete características fundamentales de esta espiritualidad de comunión, que se refieren al dinamismo de crecimiento de toda comunidad y de la misma comunidad eclesial, la Iglesia particular.

3.4.1. La esperanza "El cristianismo es escatología, es esperanza, mirada y orientación hacia el futuro,

pero es, por lo mismo, apertura al presente y a su transformación" (Moltman). La esperanza abre al futuro absoluto y trascendente, reconocido como don de Dios, que no puede ser conquistado sino solamente acogido. Esperar es creer en las promesas de Dios, en su fidelidad, por la que lleva a cumplimiento todo cuanto ha prometido e iniciado en nosotros al hacernos hijos suyos. La esperanza nos induce a amar el futuro como plenitud de un presente todavía parcial y limitado. Un futuro querido por Dios y, por lo mismo, posible. Un futuro presente en el anhelo de plenitud, pero nunca plenamente alcanzado por las realizaciones humanas. Así sucedió en Cristo, nuestra Esperanza. Por eso la Iglesia, y nosotros en ella, vive en este mundo como desterrada, extranjera y peregrina. En actitud crítica frente a toda realización humana. Esta misma actitud le ayuda a interpretar lo que en el presente es signo de la presencia de Dios, para secundarlo, y lo que hay como signo del mal, para vencerlo y superarlo.

La esperanza se convierte en profecía de la historia y se traduce en el compromiso por transformarla según el querer de Dios "ya" presente en ella, aunque "todavía no" haya alcanzado la plenitud a la que está llamada. La esperanza se convierte en operativa, buscando alcanzar "lo mejor posible" aquí y ahora. La esperanza es creadora del futuro esperado.

Vivir en esperanza es una exigencia para las personas y para las comunidades. Vivir en el anhelo de Dios-Futuro-Absoluto, se expresa como vida de oración, ansia de una humanidad abierta al infinito y a la plenitud de Dios, búsqueda permanente de los caminos

28 J. B. CAPPELLARO, Edificándonos como Pueblo de Dios. Proyecto Diocesano de Renovación y Evangelización – PDR/E. Propuesta Pastoral Teoría y Práctica de una experiencia. CELAM, Colección Formación Pastoral 7-12, Santafé de Bogotá 1999. 2ª. Edición en el 2001. Cuaderno No. 1: Presentación General. Parte introductoria: Presupuestos. Cap. 5, pág. 39ss.

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por recorrer en la realización del Plan de Dios. Es vivir en estado de proyección, dando forma ideal a las expectativas, deseos y propósitos de futuro, presentes en la conciencia colectiva. Es vivir en el discernimiento del presente: como análisis de la situación del mundo; como diagnóstico interpretativo y contemplación de Dios que actúa en la realidad; como programación de todo cuanto debe hacerse para corresponder al plan de Dios mediante el paso posible.

En el dinamismo de la esperanza la Iglesia vive una tensión que la conduce a vivir el amor transformante que renueva la faz de la tierra.

La persona de esperanza vive en los confines donde la realidad "ya es, pero todavía no es". Se siente pacificado en un presente que "ya es" y, al mismo tiempo, vive insatisfecho ante ese futuro que "todavía no es" y que, por la caridad, se debe realizar. Su vida, así, es una continua pascua, un continuo paso. Es un ser humano de nuestro tiempo, tiempo de cambios permanentes, acelerados y universales. En esta situación, vive el presente como una posibilidad de transformación al orientar la realidad hacia el Futuro absoluto que es Dios.

3.4.2. La participaciónHablamos de participación en el sentido de “formar parte” y de “tomar parte”, allí

donde se es llamado o allí donde se tiene el derecho o el deber de estar y de hacerse presentes. En ambos sentidos, participar es un imperativo de la persona llamada a ser protagonista de su proprio futuro. Dios ha querido llamar a toda persona humana y a la misma humanidad en su conjunto a colaborar en su obra creativa pero, más aún, ha querido comunicar y participar su propia vida - comunidad de amor - a todos los creyentes en Cristo y así convocarlos en la Iglesia. Esta, cuerpo de Cristo y templo del Espíritu, es el espacio en el cual todos los cristianos com-parten la misma vida de Dios, el mismo Amor que es Dios, en comunión creciente y en corresponsabilidad eficaz tanto en la edificación de la misma Iglesia cuanto en la difusión - dilatación del reino de Dios en el mundo.

Participación que es esfuerzo constante y paciente por estar siempre presentes allí donde corresponde; por “tomar parte”, es decir, por vivir intensamente aquello de lo que se participa y por pronunciarse deliberadamente y con sinceridad en lo que se cree para bien de la comunidad. La participación supone prestar tiempo y atención, reflexión y estudio, a la información necesaria y adecuada según la naturaleza de aquello en lo que se participa. La participación exige disponibilidad y apertura a los otros y a sus puntos de vista, y libertad y humildad para pronunciarse según las propias opiniones. La participación exige, además la creatividad que trata de comprender e interpretar los problemas, que busca e inventa, intenta y arriesga soluciones nuevas, que procura con todas sus fuerzas la realización plena de cuanto se propone el grupo humano en el que se participa. Es la energía del Espíritu para colaborar y comprometerse en la edificación de cuanto es común.

3.4.3. La reconciliación-conversión-renovación comunitaria Sólo Dios es absoluto, sólo su Reino y las exigencias que implica son definitivos. Todo

lo que lleva la figura de este mundo es relativo y destinado a perecer. Sólo Dios es; todo lo demás pasa. Por esto la misma Iglesia, "santa y al mismo tiempo siempre necesitada de purificación, progresa continuamente por el camino de la penitencia y de la renovación" (LG

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8). Y, con "la ayuda del Espíritu Santo, no cesa de renovarse a sí misma, hasta que alcance por la Cruz la Luz sin ocaso" (LG.9, y 15; GS.40, 43 y 48). "La Iglesia peregrina en este mundo está llamada por Cristo a una reforma permanente de la que ella, como institución terrena y humana, tiene necesidad permanente" (UR 6).

"Toda renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el crecimiento de la fidelidad a su vocación" (UR 6) e implica, al mismo tiempo, la renovación interior o conversión y la renovación exterior o reforma. Una conversión que el mismo Concilio define en sus tres aspectos esenciales: "renovación interior, (abnegación) anonadamiento de sí y libérrima efusión de la caridad" (UR 7).

La conversión es un hecho interior que se expresa en la renovación exterior o reforma. Esta consiste, a su vez, en la restauración de la forma y del orden debidos (Cfr UR 6), pero tiene su raíz en la reforma interior o crecimiento en la fidelidad. El dinamismo de la Iglesia se convierte, por lo mismo, en un dinamismo constante de renovación, conversión, y reforma, entendidos como sinónimos, aunque se expresen en diversas facetas de un único dinamismo. Pablo VI, en la encíclica Ecclesiam Suam, especifica este dinamismo como toma de conciencia o necesidad de que la Iglesia descubra su naturaleza, de que mire a Cristo como a su Principio, estimulada por las condiciones cambiantes de los seres humanos, y por sus necesidades, reforma y deber de configurarse con los valores descubiertos en la intimidad de la conciencia para entablar un diálogo o relación salvífica y eficaz; el diálogo es el nuevo nombre de la caridad, diálogo que debe realizarse en círculos cada vez más amplios tanto hacia el interior de sí misma como con las demás realidades religiosas y con la sociedad.

Este dinamismo unitario implica: un nuevo modo de ver la realidad o nueva conciencia, es decir, un conjunto de convicciones sobre la realidad global y sobre cada uno de sus aspectos; una conversión profunda del corazón o de la libre voluntad para adoptar esta verdad redescubierta, que implica un nuevo esquema de vida; una adecuada adaptación real y concreta, históricamente perceptible, de todos los comportamientos que derivan de aquellas verdades y valores. Comportamientos individuales y comunitarios, relaciones, estructuras que las regulan, acciones, tareas, obras e instituciones en las que aquellos se expresan, todo debe adaptarse a la nueva visión y a las nuevas actitudes. Dicho de otro modo: un nuevo modo de ver y de pensar; un nuevo modo de ser y de vivir; un nuevo modo de hacer y de actuar.

Conversión-renovación-reforma, que son ante todo un don de Dios, siempre fiel a su amor eficaz y potente. Que son obra y don de su Espíritu, de su Aliento, que crea y renueva la faz de la tierra. "Conversión-renovación-reforma que son respuesta a la iniciativa de Dios, fruto y expresión de nuestra fidelidad a sus dones. Dones que compartimos en un único Cuerpo, con una respuesta que debe ser comunitaria y global, como un hecho de Iglesia. El conjunto de la Iglesia en sus personas, comunidades y grupos, relaciones y estructuras, está sujeta al Espíritu y es objeto del proceso de renovación-conversión-reforma. Tiene como fin alcanzar la plenitud como Cuerpo de Cristo, la madurez de Cristo para ser plenamente eficaz en su servicio a la salvación universal e integral de la humanidad y del mundo.

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Esta renovación exige la lectura de los Signos de los tiempos para entender y acoger la Palabra de Dios en la historia, su presencia operativa, que conduce a la humanidad y a la misma Iglesia hacia ulteriores metas de unidad. Es así como la renovación exige una reforma de todo aquello que a lo largo del tiempo y por distintas circunstancias se ha deteriorado, sea en las costumbres, o en la disciplina eclesiástica, o en el modo de exponer la doctrina, para que todo sea renovado según el orden debido (Cfr.UR 6).

La conversión de actitudes en relación a Dios y a los hermanos, es otra exigencia de la renovación. Se expresa, ante todo, en el reconocimiento de que se es pecador y en la conciencia de que el perdón de Dios Padre es proporcional al perdón que nos ofrecemos mutuamente no una sino setenta veces siete. Se expresa, además, en la reconciliación mutua, en la capacidad de rescatar, recomponer y rehacer nuestras relaciones recíprocas con Dios, con los otros y con la misma naturaleza y cosmos. Reconciliación que es el medio en el que se da, mantiene y crece el diálogo de salvación. Se expresa, en fin, en la corrección y promoción fraternas, es decir, ese mirarnos los unos a los otros en la fe, esperanza y caridad que llama al otro a la conversión, que lo empuja hacia metas superiores y le comunica la misericordia, bondad y benevolencia del amor de Dios.

Así, ayudados por Dios que está y opera en todos y ayudados los unos por los otros caminamos todos juntos, como Iglesia, hacia la santidad, hacia la unidad salvífica universal. Es el itinerario permanente de crecimiento, es el camino espiritual de maduración de la Iglesia hacia la plenitud de Cristo.

3.4.4. El diálogo El diálogo entendido como la intercomunicación de las conciencias, como relación

auténtica entre las diversas partes – personas, grupos e instituciones – y, por tanto, entre los diversos dones, carismas y ministerios, se establece en la intercomunicación de la fe, de la experiencia de Dios propia y original de cada uno. En cuanto que es compartida, esta experiencia hace de todos un "nosotros" sujeto de una única y común experiencia de Dios. Así Dios es compartido no sólo a nivel del espíritu en la intimidad de las conciencias, gracias al don de la fe, sino a nivel visible de comunidad fraterna, de Iglesia. Esta es la primacía de la comunión con Dios, vivida en la relación fraterna. Entonces la experiencia que cada uno tiene de Dios se universaliza. En primer lugar cuando se hace experiencia de otros y en segundo lugar cuando acoge cada uno la experiencia de los otros. En el diálogo nos hacemos uno y diversos a semejanza de Dios Uno y Trino.

El diálogo está hecho de silencio y de palabra. Silencio exterior e interior, silencio de las propias pasiones y de las propias facultades, en una palabra, silencio de sí. En la escucha y en la acogida, que el silencio permite, penetra en nosotros la palabra del otro, mejor aun, la Palabra de Dios, a través del otro. Silencio místico del anonadamiento de sí mismo, por el que madura, en la intimidad, la palabra que se ofrecerá a los demás, la que Dios quiere comunicarles. Es el silencio-soledad interior que genera la comunión y la palabra que la construye. El silencio-soledad, por tanto, se hace palabra que edifica, interpreta y educa al "otro", a todo otro. Una palabra que emerge de la profundidad del ser humano pacificado, no como fruto de reacciones, ni expresión de las tendencias naturales, sino como

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expresión del señorío del espíritu sobre el ser humano. Palabra que expresa la originalidad del espíritu para edificar la comunidad. Silencio y palabra son fruto del señorío de Dios en una medida que sólo él conoce. Silencio y palabra, expresión de la libertad oblativa de los hijos de Dios, fuente de comunión y amistad29.

3.4.5. El discernimiento comunitario Consiste en buscar conjuntamente la voluntad de Dios. Es el diálogo aplicado a la

interpretación valorativa de la situación en la que se actúa o se quiere actuar y al análisis de las diversas alternativas de acción y a la identificación de medios y modos de actuar para llevar a cabo la voluntad de Dios tal como se descubrió. El discernimiento es confrontación con la Palabra de Dios actualizada por el magisterio de la Iglesia y la vida, en función de una opción que es conversión y que redimensiona el compromiso precedente y todo lo actuado hasta ahora. El discernimiento expresa la virtud de la prudencia o virtud de la acción y, más ampliamente, expresa la sabiduría de la fe que se deja guiar por la Palabra de Dios, de la esperanza que pone la seguridad en el poder de Dios y de la caridad que opta por Dios y por su Plan en las situaciones históricas concretas.

El discernimiento se aplica en diversas situaciones. En el análisis de una situación concreta en orden a individuar el problema que ésta presenta. En la valoración de motivos que mueven a escoger una alternativa sobre otras. En la valoración de la libertad para optar. En la elección de medios y modos de acción coherentes con la opción adoptada.

El discernimiento exige, en primer lugar, la ponderación de los diversos factores que intervienen en la situación. Exige además la identificación de los diversos elementos y su mutua comparación, para deducir conclusiones. Exige, además, la purificación de los esquemas preestablecidos, de las posiciones adoptadas, de los prejuicios, de los intereses particulares, etc. para estar abiertos a lo que se nos muestra, a la luz de la Palabra de Dios y de la situación concreta como "lo mejor posible". A la ponderación y a la purificación les sigue la capacidad de resolución, la exigencia de escoger, es decir, de pasar de la fase de búsqueda a la fase de elección. En esta fase se escoge una dirección o una alternativa entre otras posibles. El discernimiento nos lleva a salir de la perplejidad, aceptando la precariedad de tener que optar sin estar absolutamente ciertos de optar por lo mejor. Por una parte, es la aceptación de la precariedad humana y de su pobreza existencial, pero al mismo tiempo, es el ejercicio del señorío de la voluntad sobre sí misma y sobre las cosas. A la opción le sigue el compromiso coherente de usar los medios y formas más idóneos para llevar a cabo las opciones realizadas. Este compromiso exige tenacidad y paciencia para llevar a buen fin lo decidido, sin dejarse desviar por otros intereses. El discernimiento se convierte entonces en auténtico señorío del espíritu, ejercicio de libertad, amor verdadero, porque es una opción hecha en común en orden a edificar el bien común y para el crecimiento común.

El discernimiento exige honestidad en la búsqueda de razones que justifiquen las diversas alternativas y exige una purificación de las intenciones y de los motivos que impulsan hacia una opción determinada. La purificación comunitaria exige silencio, oración,

29 Jn 15. Es la comunión que se expresa en la imagen de la vid y de los sarmientos; es el mandamiento del mutuo amor; es la amistad que surge del "sois mis amigos porque yo os he comunicado todo lo que el Padre me ha comunicado".

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comunicación espiritual y diálogo. Hay que superar la tentación de buscar la verdad en el sólo nivel de debate o discusión o, peor aun, de caer en la simple conversación de "café". La purificación compromete la sensibilidad en un desapego de todo; la afectividad, en una independencia de todos; la inteligencia, en una honestidad en la búsqueda; y la voluntad, en una disponibilidad total a la voluntad de Dios. La purificación de sí implica que nada podrá impedir la libertad de opción y que la persona-comunidad tendrá el dominio de sí para escoger "lo mejor posible", que aparece como voluntad de Dios, dando lugar al Espíritu para que sea El quien nos conduzca.

3.4.6. La comunicación de bienesEn el mundo actual, no es posible hablar de espiritualidad de comunión si no se

expresa en alguna forma de comunicación de bienes. Existe una brecha progresiva entre ricos y pobres que se traduce en que cientos de millones de personas no tienen el mínimo necesario para sobrevivir mientras otros pocos acumulan riquezas que ofenden a la misma conciencia de la humanidad. Vivimos en un mundo que, en razón del lucro, ha llegado a poner en peligro la misma supervivencia del planeta tierra. El mundo actual necesita absolutamente de justicia y equidad, de solidaridad y caridad.

Estas no se darán sino en la medida en que las relaciones humanas estén orientadas, consciente y libremente, al bien común universal. Esta utopía es posible en la medida en que la búsqueda del mismo va acompañada de una sincera y efectiva comunicación de bienes espirituales, culturales y materiales. Bienes espirituales que se comunican mediante la participación y el diálogo, en el que se comunican no sólo los valores de la conciencia personal de los interlocutores sino que busca comprender, mediante el estudio y la investigación, las situaciones del presente y sus causas para encontrar, a su vez y mediante el discernimiento, las soluciones factibles y eficaces a los problemas presentes. La comunicación de bienes culturales, por su parte, se realiza mediante todas las formas de educación y las diversas formas y niveles de transmisión de la cultura, pero de modo que los destinatarios resulten protagonistas de su proprio destino. La comunicación de bienes materiales, por su parte, implica la aceptación de los principios de reciprocidad, de solidaridad y de caridad tanto en las relaciones interpersonales cuanto en las sociales, sean éstas locales, continentales o planetarias.

El principio de la reciprocidad exige la superación de los privilegios y la creación de una real y efectiva igualdad de oportunidades. Es la condición básica de la justicia. El principio de la solidaridad exige dar a cada persona según sus necesidades, lo que no es posible sin múltiples formas estructurales de solidaridad social, de redistribución de bienes y de servicios colectivos que estén al alcance de los pobres y excluidos, y los promuevan en dignidad y libertad. Por último, el principio de la caridad exige la disponibilidad y el compromiso por el bien común, local y universal, por la libre y gratuita comunicación de bienes en pro de la fraternidad universal. Es el mandamiento nuevo que Jesús nos dejó: “ámense los unos a los otros como yo os amé”; “en esto conocerán que sois mis discípulos”. Así, la justicia cristiana es “superior a la de los escribas y fariseos”, a imitación del amor del Padre que hace llover sobre buenos y malos. Es la justicia cuyo fruto es la paz.

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La comunicación de bienes, por tanto, no es otra cosa que la expresión histórica de la comunión eclesial y de la vocación de la humanidad a la fraternidad universal. Es la participación de todos – personas, grupos y pueblos – en los bienes naturales y en aquellos que son fruto del trabajo de la humanidad para que todos puedan vivir con dignidad y libertad. De este modo, la humanidad y la Iglesia, en sus relaciones interpersonales, estructurales e institucionales, comparten los dones que el Señor ha destinado a todos. Así se profesa la fe en Dios, Padre dador de todo bien, y se comunica entre todos el don supremo del Amor que es Dios mismo, participado por Cristo, en la comunión del Espíritu.

3.4.7. La Liturgia y oración La liturgia es la fuente y cumbre de la espiritualidad comunitaria. Presupone una

Iglesia que convoca y hace la Eucaristía y, a la vez, es la Eucaristía la que hace y edifica la Iglesia. Es la celebración del misterio de Cristo y de la vida de la Iglesia, en cuanto ésta es el sacrificio espiritual incorporado al sacrificio de Cristo y Sacramento de la comunión con Dios Padre, por Cristo en el Espíritu. Es el sacrificio de acción de gracias y de alabanza de la Iglesia, que se sabe a la vez salvada y necesitada de salvación.

La Liturgia celebra y actualiza el sacrificio de Cristo al que va unido el sacrificio de la Iglesia. Es la celebración del Cristo total, del dinamismo de integración en Cristo de toda la realidad humana y cósmica, de la cual la misma Iglesia es el signo. Es la celebración y actualización día tras día:

del confluir en UNO, como comunidad creyente en Cristo, en la unidad del único Espíritu, de la reconciliación fraterna fundada y establecida en Cristo, de la fe de la Iglesia, comunidad de escucha-acogida de la Palabra, del Sacrificio de Cristo unido al sacrificio de la Iglesia y para edificación de la unidad que Cristo mismo instituyó en su Sangre para la salvación del mundo, de comunión fraterna en la comunicación de bienes espirituales y materiales y en la primacía de la caridad universal, de la misión a ser llamados y enviados a comunicar la Buena Nueva a toda la humanidad.

La liturgia llevada a la vida es espiritualidad de las relaciones: comunidad fraterna que nace del don de Dios y de la oblación de sí, del encuentro-comunión en el único amor de Cristo Jesús compartido en la reciprocidad de las relaciones. Es el sacrificio espiritual exigido por el hecho mismo de establecer relaciones de conocimiento y comprensión, de perdón y reconciliación, de benevolencia y misericordia, de paciencia, de concordia y de paz. Es el sacrificio espiritual que nos edifica conjuntamente como Cuerpo de Cristo mediante el diálogo, el discernimiento, la participación corresponsable, la programación y evaluación, las estructuras orgánicas y funcionales. El sacrificio espiritual de una Iglesia que se edifica continuamente en Cristo, hacia una santidad que no tiene fin, exige esfuerzo y disciplina. Es el sacrificio de alabanza al Padre que Cristo sigue realizando y completando en su "Cuerpo" al seguir dando la vida por los hermanos y construyéndose a sí mismo en el amor. Es el "SI", es el "AMEN" de Cristo -Cabeza y miembros- al Padre, es el "SI" de la Iglesia que vive en Cristo y por Cristo. Este es el único sacrificio agradable al Padre. Todo lo que se vive y todo lo que se hace en "nombre" de Cristo y, por tanto, como Iglesia, se convierte en sacrificio salvífico para el mundo en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

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La auténtica oración es por lo tanto la que Cristo realiza en nosotros por su Espíritu y a la cual nosotros correspondemos. Responder a Cristo, a la voluntad del Padre y a su Espíritu, no es otra cosa que incorporarse al misterio de Cristo Dios y Hombre y, en El, al misterio por el cual todos somos una sola cosa en El. Así somos miembros los unos de los otros, según la diversidad de dones, de carismas y de ministerios. Nuestro SI a Dios es el SI de Cristo y, por lo mismo, de la Iglesia. El ser humano no puede separar lo que Dios ha querido unir en Cristo: Dios y la humanidad, haciendo de los dispersos un solo Cuerpo, para alabanza y gloria de Dios Padre. En la medida en que nuestra oración se identifica con el querer de Dios, se identifica también con la humanidad redimida en Cristo y se convierte en instrumento de su actuación en el hoy de la historia. Así la oración incorpora a la persona, a la comunidad y a la misma Iglesia al misterio del Cristo Total, misterio que se celebra en la Liturgia y se edifica en la historia.

En definitiva, Liturgia-oración-unidad de vida son las dimensiones de una experiencia unificante, experiencia de vida en el Espíritu, de santidad compartida a lo largo de tiempos y culturas, a partir de diversos carismas personales y comunitarios. Toda la santidad es santidad de todos y de cada uno en el único Espíritu y la peculiaridad de la santidad de cada uno pertenece a todos. Es la comunión de los santos en el Santo, de los que nos precedieron y viven en la gloria de Dios y de los que viven todavía en este mundo, miembros todos del único Cuerpo de Cristo, formando parte de un grandioso Plan: Cristo, como principio, centro y fin de la historia humana, en el cual se recapitularán todas las cosas para Gloria de Dios Padre.

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Capítulo 4

Lugar e identidad de la “Iglesia particular” dentro de la Eclesiología del Vaticano II30

El Documento de Aparecida, en dos numerales del capítulo V señala el lugar y la identidad de las Iglesias particulares dentro de la Eclesiología del Vaticano II:No. 165:

“Reunida y alimentada por la Palabra y la Eucaristía, la Iglesia católica existe y se manifiesta en cada Iglesia particular, en comunión con el Obispo de Roma . Esta es, como lo afirma el Concilio, “una porción del pueblo de Dios confiada a un obispo para que la apaciente con su presbiterio” .No. 166: “La Iglesia particular es totalmente Iglesia, pero no es toda la Iglesia. Es la realización concreta del misterio de la Iglesia Universal, en un determinado lugar y tiempo. Para eso, ella debe estar en comunión con las otras Iglesias particulares y bajo el pastoreo supremo del Papa, Obispo de Roma, que preside todas las Iglesias”.

Detrás de estos dos números significativos de Aparecida está la novedad de la teología de las Iglesias particulares según el Concilio Vaticano II, el cual hace el viraje de la eclesiología “universalista” a la eclesiología de “Comunión” de las Iglesias locales que conforman el “Corpus ecclesiarum”: “Cada uno de los obispos, por su parte, es el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares, formadas a imagen de la Iglesia universal. En ellas y a partir de ellas existe la Iglesia católica, una y única. Por eso cada obispo representa a su Iglesia, pero todos juntos con el Papa representan a toda la Iglesias en los lazos de paz, de amor y de unidad”31

El capítulo 5 del Documento de Aparecida ofrece los elementos estructurantes de un modelo de Iglesia local que es preciso impulsar (DA 154-239).

1. LA COMUNIÓN:- “Llamados a vivir en comunión (5.1)- “Lugares eclesiales para la comunión (5.2)- La diócesis, lugar privilegiado de la comunión (5.2.1)- La Parroquia, comunidad de comunidades (5.2.2)- Comunidades Eclesiales de Base y Pequeñas comunidades (5.2.3)- Las Conferencias Episcopales y la comunión entre las Iglesias (5.2.4)

30 La Iglesia Particular desde los énfasis de Aparecida.31 (Cfr. LG 23). Un breve comentario sobre este viraje, siguiendo a un H. Legrand: “…El Vaticano II logra superar la eclesiología ultramontana siguiendo los aportes valiosos de J.A. Möhler y de J.H. Newman en el siglo XIX los cuales ofrecen una visión de la Iglesia orgánica, espiritual–pneumatológica y sacramental. De esta manera se supera la eclesiología de la «sociedad perfecta» que fue la bandera para resistir los ataques de la sociedad surgida de la Ilustración y de la Revolución francesa. En este modelo de corte tan jerárquico, los laicos están subordinados a los clérigos que los gobiernan, les enseñan y celebran para ellos, con lo cual quedan prácticamente reducidos a objeto del cuidado de los clérigos. Se supera igualmente la marcada centralización romana en la que la Iglesia católica aparece desde fuera más como una única y vasta diócesis, la del papa y en la que los obispos hacen el papel de ejecutores del poder central. El Vaticano II significa igualmente la «revisión de la eclesiología universalista»: significativo es en este sentido el número 41 de la constitución sobre la liturgia en la que se presenta la Iglesia local como «la más alta manifestación de la Iglesia de Dios, con una participación plena y activa de todo el pueblo santo de Dios en las celebraciones litúrgica, sobre todo en la eucaristía». «Se ha dicho de este texto que efectuaba una “revolución copernicana”, puesto que ya no es la Iglesia local la que gravita en torno a la Iglesia universal, sino que la única Iglesia de Dios está presente en cada celebración de la Iglesia local. Más aún, en vez de dividir a los miembros de la Iglesia en activos y pasivos, en celebrantes y asistentes, se les considera a todos ellos como activos».

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2. LA IGUALDAD EN LAS DIVERSIDADES:- “Discípulos misioneros con vocaciones específicas” (5.3)- Los obispos, discípulos misioneros de Jesús Sumo Sacerdote (5.3.1)- Los presbíteros, discípulos misioneros de Jesús Buen Pastor (5.3.2)- Los diáconos permanentes, discípulos misioneros de Jesús Servidor (5.3.3)- Los fieles laicos y laicas, discípulos y misioneros de Jesús Luz del mundo (5.3.4)- Los consagrados y consagradas, discípulos misioneros de Jesús Testigo del Padre (5.3.5)

3. LA PARTICIPACIÓN EN LA MISIÓN: - Con “Los que han dejado la Iglesia para unirse a otros grupos religiosos” (5.4)- En el “Diálogo ecuménico e interreligioso” (5.5)- Diálogo ecuménico para que el mundo crea (5.5.1)- Relación con el judaísmo y diálogo interreligioso (5.5.2)

La Eclesiología surgida del Vaticano II y explicitada en el magisterio posterior se puede organizar alrededor de dos focos centrales:- La Comunión, especialmente inspirada en la Lumen Gentium,- La Misión, especialmente inspirada en Gaudium et SpesLas categorías eclesiológicas que construyen especialmente la Comunión son:- La Iglesia Pueblo de Dios, en el que se realiza el Plan del Padre - La Iglesia Cuerpo de Cristo: en el que se cumple la misión del Hijo- La Iglesia Templo del Espíritu Santo, en cuanto Santificador

La categoría eclesiológica determinante de la Misión es:- La Iglesia ‘Sacramento’ de salvación’

4.1.- LA IGLESIA PARTICULAR, PUEBLO DE DIOS “SUJETO GLOBAL” DE LA EVANGELIZACIÓN (Globalidad)

La Iglesia particular en sí es un sujeto, y evidentemente se trata de un sujeto comunitario y al mismo tiempo global. Por «global» básicamente se quiere entender el hecho de que el ser de la Iglesia se vive «en plenitud» en cada Iglesia particular por cuanto hacen parte de la Iglesia particular «todos» los bautizados y no solo algunas categorías específicas de los mismos, y hace parte de la Iglesia particular «todo» lo que constituye el ser de la Iglesia. De esta manera la Iglesia particular no es «parte» de un todo diverso, sino que contiene en sí todos los elementos constitutivos de la esencia de la Iglesia. Esta condición de «sujeto global» permite integrar bajo una nueva perspectiva la nota de «catolicidad» a cada Iglesia particular y a ubicar y entender la eclesiología de «comunión» en y desde la Iglesia particular, en cuanto ésta es «porción del Pueblo de Dios»32.

32 Christus Dominus 11.

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4.1.1 Fundamentos para afirmar que la Iglesia particular es sujeto “global”

4.1.1.1 Fundamento teológicoLos argumentos determinantes para el planeamiento de la Iglesia particular como

«sujeto global comunitario» son: la categoría bíblica «Pueblo de Dios» y la categoría teológica «Iglesia Comunión» que caracterizan el Concilio Vaticano II. El argumento del «Pueblo de Dios»: si en el capítulo I de la Lumen Gentium el Concilio Vaticano II hace el planteamiento de la «Iglesia comunión» a partir del misterio de Dios Trino, en el capítulo II esta comunión se asume más en su visibilidad histórica con la categoría «Pueblo de Dios». El hecho de que este capítulo se haya colocado antes del dedicado a la jerarquía significa que se quiso entender que en la experiencia de «pueblo de Dios» se parte de la «globalidad» de los integrantes de la Iglesia a saber: pastores y fieles. De esta manera, ambos conceptos, communio y pueblo de Dios subrayan justamente el papel de todos los creyentes en la Iglesia y expresan que «la Iglesia es protagonista del misterio de Dios en cuanto Pueblo de Dios. La dimensión mistérica de la Iglesia no la orienta hacia lo místico o lo puramente espiritual sino a la historia y a la experiencia humana, constituyéndola como sujeto histórico» . De ahí que «actualmente el tema sobre la Iglesia como persona o como sujeto es cada vez más frecuente en la teología católica» .

Avanzando en otro argumento, sobre la identidad de la Iglesia como sujeto histórico, podemos afirmar que es la realidad del Bautismo lo que a la vez confiere a la Iglesia la condición de «sujeto». Con razón la Lumen Gentium, después de hacer el planteamiento del sentido y de la identidad del Pueblo de Dios (no. 9), evoca inmediatamente el bautismo como base del «sacerdocio común» para afirmar con claridad que «todos los discípulos de Cristo, en oración continua y en alabanza a Dios (Cfr. Hech 2,42-47), han de ofrecerse a sí mismos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (Cfr. Rom 12,1). Deben dar testimonio de Cristo en todas partes y han de dar razón de su esperanza de la vida eterna a quienes se la pidan (Cfr. 1 Pe 3,15)» (No. 10). Por esta razón se considera que la condición de «sujeto» de la Iglesia se realiza a través de la actuación de tres formas complementarias de la vida cristiana: la martyria, la leitourgia y la diakonia.

Este rescate claro y evidente de la categoría «sujeto» aplicado a la Iglesia como Pueblo de Dios, explícitamente se refiere a «la Iglesia» entera como tal. Implícitamente, se puede afirmar que se aplica a cada Iglesia particular. Y es esto lo que conviene subrayar e insistir a fin de que la condición de la Iglesia como «sujeto histórico» sea verdadera «operativamente» esto es, que sea cierta, viable y verificable. El mismo Concilio Vaticano II rescató la identidad y la importancia de las Iglesias particulares y locales al colocarlas en el contexto de la Iglesia comunión, como «porción de la Iglesia universal» y al asignarle a ésta última la condición de «Cuerpo de las Iglesias» (LG 23). Por eso cuando se define la Diócesis como Iglesia particular se afirma que es «porción del pueblo de Dios que se confía a un Obispo para que la apaciente con la colaboración de su presbiterio»33.

4.1.1.2 Fundamento sociológicoa) Si de «la» Iglesia en general se puede afirmar que es «sujeto histórico», esta identidad se aplica con propiedad a cada Iglesia particular, por cuanto en ellas se vive todo el misterio de la Iglesia, siempre en comunión con las demás Iglesias particulares. Pero la 33 Idem.

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significación de esta identidad va a depender concretamente de la manera como se entienda el sentido de «historia». Según los analistas, en el siglo XIX, el concepto de «sujeto de la historia» estaba subordinado al concepto de historia que estaba influenciado por las ideologías historicistas de la época, concretamente del liberalismo, el socialismo y el positivismo, en las que la historia se concebía como un «movimiento unido» y donde había entonces un sujeto homogéneo: todos los no excluidos unían sus fuerzas para componer una única fuerza histórica. Aunque no todos participaran en ese único movimiento, lo importante era que hubiera una minoría consciente y activa que sería la vanguardia. Esta representaba válidamente al sujeto histórico. Pero actualmente este concepto de historia tiene que hacerse más flexible: «La historia no es un proceso único ni unificado, sino que se compone de la interferencia de muchas evoluciones que no son paralelas ni se producen simultáneamente. La historia es diversidad: diversidad de fuerzas y diversidad impuesta por la geografía y por el pasado» . Consecuentemente, no hay un único sujeto. Hay diversidad de movimientos más o menos unidos, más o menos paralelos, en medio de grandes multitudes indiferentes, sin motivación y ocupadas en otros proyectos. Se puede crear una asociación de fuerzas, pero no un sujeto histórico. Hay muchos sujetos históricos que no componen un único y gran sujeto».b) El segundo argumento viene desde el punto de vista de la condición de «comunidad» aplicado a la Iglesia particular. Según la apreciación de los estudiosos de los fenómenos comunitarios en la sociedad actual se pueden retener estos datos : la Iglesia salida del Concilio Vaticano II se ha visto enriquecida con el redescubrimiento de «la comunidad» como ámbito natural de vida del cristiano. Sin embargo se está corriendo el riesgo de la falta de una neta identidad de esa comunidad en cuanto cristiana y, por tanto, en cuanto eclesial: unas veces cualquier realidad comunitaria ha recibido el nombre de «comunidad cristiana»; otras, se ha presentado la así llamada comunidad cristiana como realidad alternativa a una pretendida «Iglesia institución», a su vez identificada con la Jerarquía. Por otra parte se vive bajo el signo de la perplejidad: por una parte se experimenta la aspiración humana a vivir en comunidad; pero al mismo tiempo, estadísticamente en la sociedad moderna se habla de un predominio de la experiencia personal de soledad.

Estas constataciones de la realidad reclaman identificar mejor cuándo, cómo y dónde se puede decir que se vive la comunidad eclesial. He aquí algunos de los principios evocados por el autor que seguimos en este apartado :

a) «La verdadera comunidad sólo puede existir entre aquellos que establecen una relación de persona a persona, no de sujeto a objeto asible o cognoscible, sino de “yo a tú” reconocidos como centros de libertad»;

b) «ha de ser una comunidad cohesionada, concentrada en sí y, al mismo tiempo, expansiva, capaz de apertura universal, eficiente y creativa; sus miembros han de vivir en intimidad, inmediatez e inmanencia mutua y, sin embargo, cada uno ha de gozar de la máxima personalización e individuación en libertad y acrecentamiento del yo personal»;

c) «no es posible acoger, vincularse, crear espacios de creatividad y verdadera comunión con el otro, sin el reconocimiento de un absoluto que sea trascendente e inmanente a ambos… Sólo la apertura al espacio divino hace posible la realización y la

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comprensión de una comunidad plenamente humana, capaz de responder a las aspiraciones del mismo hombre»;

d) «cualquier grupo o comunidad que se autocalifique de cristiana ha de poderse reconocer al interior de una unidad global, potencialmente universal, verdadero y concreto sujeto, que se encuentra más allá de los individuos y grupos particulares, y al mismo tiempo inmanente a cada uno».

En síntesis, es la Iglesia particular el nivel eclesial por excelencia en el que se puede vivir la condición de «sujeto global comunitario» capaz de promover procesos de cambio y transformación en la línea del estilo de vida que proclama el Evangelio y como germen y fermento de una sociedad basada en valores que interesan al bien común. No es una comunidad que se diluye en lo «universal», sino que se identifica en el tiempo y en el espacio, y al integrar orgánica y dinámicamente las comunidades que están en su interior, se convierte en un gran «sujeto comunitario o colectivo» que puede responder a la inquietud expresada por Comblin de la necesidad de sujetos más fuertes para hacerse cargo de una historia cada vez más desafiante y más compleja y que está en capacidad de salir al reto de crear algo nuevo: un pueblo de personas que pongan el bien de todos por encima del bien individual. c) El tercer argumento se refiere a la factibilidad de una adecuada «recepción del Concilio Vaticano II». Ha sido una de las preocupaciones de los últimos tiempos, recordada por Juan Pablo II en su Carta Apostólica Tertio Millennio Adveniente (No. 36), fue objeto del Coloquio Internacional de Salamanca en 1996 y motivación de fondo del Congreso celebrado en Roma con ocasión del Jubileo del año 2000 . Estos documentos y eventos, además de hacer un balance sobre hasta dónde se ha llegado en la recepción del Concilio, siguen planteando la necesidad de continuar el compromiso de la actuación del Concilio y de su debida recepción. Dentro de los puntos necesitados de ulterior clarificación planteados en el Coloquio Internacional de Salamanca, el grupo de trabajo en lengua española señalaba estos dos: «la identidad de la Iglesia local como sujeto de la recepción y la determinación de los diferentes sujetos en su seno, si el sujeto de la recepción es un sujeto eclesial, ¿qué grupo o comunidad es sujeto real, teniendo en cuenta la tensión entre el principio episcopal (comunidad en torno al Obispo) y el eucarístico?» .

Sin pretender ser respuesta acabada sobre estos interrogantes, el planteamiento que aquí se hace quiere afirmar que es justamente la Iglesia Particular el sujeto global comunitario, real y concreto, capaz de inducir una adecuada recepción del Concilio Vaticano II. La ponencia presentada en dicho coloquio por Jean Joncheray sobre los agentes de la recepción, desde la perspectiva sociológica , después de un análisis de la problemática desde el punto de vista sociológico, ofrece algunos elementos que pueden responder a las afirmaciones o deseos que generalmente quedan planteados al final de un Sínodo diocesano tales como: «Todo el Pueblo de Dios se pone en camino», «Todos responsables en la Iglesia». En primer lugar Joncheray recuerda que los teólogos invitan a considerar que el magisterio, la teología y el sensus fidelium son tres elementos indisociables del funcionamiento de la Iglesia. Sobre los dos primeros el mismo Código de Derecho Canónico ofrece reglas precisas; sobre el sensus fidelium en cambio los procedimientos que se han de poner en acción son menos precisos. Por lo mismo se necesitan: «un modelo de funcionamiento de la recepción, el reconocimiento de agentes

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que no se pueden olvidar y la descripción de procedimientos posibles, a fin de que el proceso de recepción sea asumido lo más ampliamente posible».

Aplicando estos elementos de la «recepción», la solución que se plantea es la siguiente:

a) para que aparezca con más claridad la Iglesia particular en su condición de «sujeto global», es preciso elaborar un «modelo ideal» de Iglesia particular que visualice a la vez la «globalidad» del ser Iglesia y lo concreto del construirse Iglesia particular. Esto significa que se han de articular e integrar «todos» los bautizados (y aún personas de buena voluntad) pertenecientes a una determinada Iglesia particular y que han de aparecer claramente «todos» los elementos constitutivos del ser Iglesia en un cuadro de referencia en el que se conjugan a la vez la unidad y la diversidad de aspectos, personas, funciones, organizaciones… Es así como «el conjunto de bautizados» se convierte en «sujeto global comunitario» de la recepción del Concilio, dentro de la concepción de que «todos» como personas y «el conjunto de bautizados» son «agentes de la recepción».

b) El «reconocimiento de los agentes», que no se puede olvidar que está basado en el hecho teológico del bautismo, sociológicamente se podrá decir que hay muchos bautizados que no actúan su bautismo y que no se puede pretender que «todos» se consideren «sujetos» en la Iglesia. Pero si de hecho se ha dado el bautismo a tantas personas y de hecho se sigue bautizando a los niños y a los adultos sin una plena seguridad de que sean cristianos comprometidos, este hecho teológico tiene que ser reconocido ofreciendo una real posibilidad de actuación del mismo bautismo.

c) La «descripción de procedimientos posibles» se ha de concretar en un «Modelo operativo» que sea coherente con el «Modelo ideal» y con el «reconocimiento» del hecho del bautismo. La propuesta es entonces que todos estos bautizados vivan en permanente proceso catecumenal, a través de un itinerario de Evangelización que esté de acuerdo con las orientaciones del Magisterio de la Iglesia y que traduzca concretamente en cada Iglesia particular las exigencias de una evangelización inculturada. Dicho proceso debe permitir que todos al mismo tiempo sean evangelizados y evangelizadores, por cuanto la Iglesia particular como tal impulsa un proceso en el que todos están invitados a participar, sin excluir a nadie, y en el que se ofrecen posibilidades diversas y variadas para vivir dicho proceso evangelizador. Los procedimientos tienen que pasar igualmente por la identificación y la clara aplicación de «criterios operativos» que favorezcan la «globalidad», la «organicidad» y la «dinamicidad». Finalmente los procedimientos tienen que concretarse en campos o áreas específicas que traduzcan en lo concreto tanto el «modelo ideal» como el itinerario de Evangelización.

Y todo esto, sociológicamente, tiene que ser proyectado, decidido y promovido en cada Iglesia particular, con la participación progresiva de todos, teniendo en cuenta la diversidad de dones, carismas y ministerios. En otras palabras, no será posible una auténtica «recepción del Concilio Vaticano II» si en la teoría y en la práctica no se asume seriamente el hecho de que «cada Iglesia particular es sujeto global comunitario» de la misión evangelizadora de la Iglesia.

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4.1.1.3 Fundamento antropo-culturalDesde la perspectiva de la Antropología cultural podemos afirmar que es condición

determinante de la Iglesia local ser «sujeto cultural» para poder ser signo e instrumento de renovación y transformación de las culturas. Se trata de la relación entre Iglesia particular y los factores locales que la determinan o identifican. Si bien este tema ha sido motivo ya de estudios específicos como el de Giovanni Silvestri, en su libro «La Chiesa locale “soggetto culturale”» al cual nos remitimos especialmente en los dos capítulos dedicados a demostrar cada uno de estos términos, queremos retener aquí la alusión que Komonchak hace en el artículo más arriba citado del alcance que puede y debe tener el número 13 de la Lumen gentium cuando afirma que: «La Iglesia o pueblo de Dios, al hacer presente el Reino, no quita ningún bien temporal a ningún pueblo. Al contrario, ella favorece y asume las cualidades, las riquezas y las costumbres de los pueblos en la medida en que son buenas, y al asumirlas, las purifica, las desarrolla y las enaltece». Comenta Komonchak que «Si el evangelio halla en las culturas no sólo lo que necesita ser “purificado” y “elevado”, sino también lo que puede ser “promovido” y “mejorado”, entonces el encuentro [entre cultura y evangelio] es mucho más complejo» .

Es verdad que hay necesidad de distinguir bien lo que son los principios constitutivos del ser Iglesia y los elementos que determinan la identidad de esta Iglesia particular. A este respecto es iluminadora la aclaración que hace el autor anteriormente citado:

Como la historia ampliamente demuestra, los factores sociales, culturales, e incluso geográficos han sido determinaciones cruciales de las varias diversidades legítimas entre las iglesias locales. Estos factores, pues, no son simplemente “materia” receptiva; han servido como “principio formal” de iglesias locales. Es verdad, naturalmente, que el Evangelio efectúa en verdad una discretio spirituum dentro de las culturas particulares, y es el Evangelio y no las particularidades culturales el que primariamente genera una Iglesia. Pero una iglesia local surge del encuentro entre el Evangelio y una cultura particular, una serie de experiencias específicas sociales e históricas, y este encuentro, puesto que difiere de otros encuentros de Evangelio y cultura, debe también generar una iglesia local diferente constitutivamente».

Ahora bien, este encuentro entre cultura y evangelio no lo puede realizar la Iglesia universal. El Magisterio de la Iglesia podrá dar orientaciones y pautas, pero no es el sujeto concreto de este encuentro. El protagonismo para dicho encuentro tampoco lo realiza en todas sus posibilidades la parroquia o la comunidad eclesial de base, por ser éstas sólo «parte» de un organismo más amplio. Lo realiza con propiedad cada Iglesia particular, porque está en sus manos organizar el proceso señalado más arriba de la «autoconciencia», o sea, el encuentro con esta alteridad específica que es la cultura o las culturas en las que una Iglesia particular está inmersa. «Cada Iglesia local puede describirse entonces como el espacio humano (geográfico, cultural, histórico, sociológico) en donde el evangelio de Dios […] viene a captar a todo el homo (el hombre) y su humus (el terreno) en donde él germina, al homo en tal humus, al homo y su humus.

Si las culturas se convierten en el «lugar teológico» en las que acontece el actuar permanente de Dios para la humanidad, cada Iglesia particular se convierte entonces en el «sujeto» concreto que hace posible leer la presencia actuante de Dios en la historia y proclamarla.

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4.1.2 Expresiones de una Iglesia particular en cuanto sujeto “global”Ahora es importante visualizar la forma como esta globalidad y esta condición

comunitaria se viven y se articulan en la experiencia concreta de una Iglesia particular. «Globalidad» hace referencia, como se ha señalado más arriba, a «todos» los que integran una Iglesia particular y a «todo» lo que constituye la condición de eclesialidad de la Iglesia particular. Sujeto «comunitario» hace referencia a un tipo de relaciones y a un estilo de vida precisamente «comunitario» que han de caracterizar la experiencia cristiana vivida eclesialmente. Lo primero que tenemos que decir es que la articulación de una Iglesia particular como sujeto global y comunitario no se puede realizar sin una adecuada planeación o planificación pastoral y que es necesario acudir a los métodos pastorales. Sin pretender aquí adentrarnos en un método específico, lo que sí podemos adelantar es hacer referencia a algunos elementos de metodología que van a determinar posteriormente una o unas maneras concretas de organizar las diversas dimensiones y aspectos que comporta una Iglesia particular. Específicamente la «globalidad» y la condición «comunitaria» de la Iglesia particular la presentamos aquí a través de dos elementos que son determinantes de las mismas: los «criterios generales» para planificar la pastoral diocesana y la articulación de las diversas «áreas» de pastoral en las que se integran todos y todo.

4.1.2.1 Criterios GeneralesLa determinación de unos criterios generales debe ser respuesta a las preguntas

fundamentales que se deben hacer en todo trabajo pastoral: ¿Qué tipo de acción pastoral se ha de impulsar?; ¿a quiénes se dirige esta acción pastoral?; ¿quién o quiénes son los sujetos o responsables de impulsar esta acción?; ¿cómo debe ser articulada esta acción?; ¿con qué medios?; ¿con quiénes se relaciona la acción de una Iglesia particular?

Si se responden estas preguntas desde una adecuada teología inspirada en el Concilio Vaticano II, el resultado tendrá las características de la ‘globalidad’ en las que aparece el “todos” (personas) y la “integralidad” de los aspectos (procesos, medios, métodos).

4.1.2.2 Áreas pastoralesLa forma de organizar las acciones pastorales ha de tener en cuenta integrar en

forma lógica la “globalidad” del quehacer pastoral a fin de que no se quede nada por fuera de lo que constituye el ser y quehacer de la Iglesia particular.

Tanto los criterios generales de acción como la determinación en cada lugar de los niveles o áreas de acción se pueden vislumbrar en el modelo ideal de Iglesia local, especialmente a propósito de la ministerialidad y luego se pueden explicitar en el modelo operativo de un Plan Global de pastoral diocesano.

4.2. LA IGLESIA PARTICULAR, CUERPO DE CRISTO, “SUJETO ORGÁNICO” DE LA EVANGELIZACIÓN (Organicidad)

4.2.1 Fundamentos para afirmar que la Iglesia particular es sujeto “orgánico”

4.2.1.1 Fundamentos bíblicosEs en la Biblia donde particularmente podemos encontrar los elementos necesarios

para descubrir la realidad de las Iglesias particulares en su condición de «sujeto orgánico».

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Sólo que como esta percepción de la identidad e importancia de la Iglesia particular o local no ha estado tan presente en el pensamiento teológico ni es la conciencia general de los cristianos, es preciso proceder por vía de deducciones a partir de los datos que ofrece la investigación bíblica de los últimos tiempos a propósito de la categoría bíblica «Cuerpo de Cristo».

La aplicación de la categoría «Cuerpo de Cristo» y de éste entendido como «sujeto orgánico» a la Iglesia particular o local, resulta de una constatación muy sencilla que surge de las conclusiones de los estudios sobre las cartas de San Pablo.

La primera conclusión es que son diversos los autores de las cartas llamadas paulinas. Son originales de San Pablo las cartas a los Romanos, a los Corintios y a los Gálatas .

El contexto en el cual habla Pablo de la Iglesia «Cuerpo de Cristo» en las cartas a los Romanos, a los Corintios y a los Gálatas, es el contexto de las Iglesias locales.

Que Pablo se refiera a la Iglesia local, resulta del texto citado para la cena del Señor (1 Cor 10, 16s), lo mismo que del citado para el bautismo (1 Cor 12, 13; Cf. 12,12.14-27; 6, 5-17). Ni uno ni otro hablan de una generalidad abstracta, sino que se dirigen a la iglesia de Corinto. Por el bautismo y la eucaristía ha sido fundada y realizada esta iglesia como cuerpo de Cristo. También el tercer pasaje clásico paulino sobre el cuerpo de Cristo (Rom 12, 4s) se refiere a la iglesia local de Roma.

En las cartas a los Colosenses y a los Efesios los autores adoptan la imagen paulina del Cuerpo y la desarrollan de forma nueva, bien sea para insistir en la primacía y superioridad de Cristo sobre todas las potestades (Col 2,15; Ef 1, 20–22) o bien sea para subrayar la dimensión cósmica y dinámica de la Iglesia, por cuanto la Iglesia es comunidad en el mundo y para el mundo . Por lo mismo en estas cartas la imagen de Cuerpo de Cristo es aplicada más directamente a la Iglesia universal. Consecuentemente, la condición de la Iglesia particular como «sujeto orgánico» surge de la categoría «cuerpo de Cristo» que para las auténticas cartas de Pablo se refieren explícitamente a las Iglesias locales.

Esta visión paulina de la Iglesia «cuerpo de Cristo» permite ver en profundidad la maravillosa condición de la Iglesias locales, en las que se vive una doble unidad: la unidad de todos los cristianos con Cristo y la unidad de todos los cristianos entre sí. Esta doble unidad permite, una vez más, tener una visión unitaria, propia de un solo sujeto entendido como «personalidad corporativa», en el que actúan Cristo como cabeza y en el que los demás miembros tienen su identidad y su función, pero participando de la vitalidad y de la organicidad de la misma Iglesia particular. Permite, a la vez, superar los dualismos que frecuentemente se hacen entre la realidad mistérica y la realidad histórica, entre la presencia y actuación invisible de Cristo y la actuación concreta de la Iglesia en un lugar.

4.2.1.2 Fundamentos teológicosAdemás de los elementos que nos ofrece la Biblia y sobre la base de los mismos,

también la reflexión teológica nos ofrece elementos que nos ayudan a precisar la condición de la Iglesia particular como «sujeto orgánico».

Nos queremos referir de manera particular a la reflexión que se ha hecho y que intentaremos precisar desde la perspectiva de la Iglesia particular sobre la significación del

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bautismo como «incorporación» a la vida de la Iglesia y sobre la Eucaristía como signo e instrumento de la edificación de la Iglesia local.

Desde estas dos perspectivas, será fácil concluir cómo la Iglesia y concretamente la Iglesia particular, en cuanto Cuerpo de Cristo, es la manifestación de la Iglesia del Hijo, es decir, nos colocamos en la dimensión más específicamente cristológica de la Iglesia, pero desde la categoría bíblica del «Cuerpo de Cristo» que desarrollaremos brevemente en tres apartados para percibir mejor de qué manera cada Iglesia particular es verdaderamente un «sujeto orgánico»:- El Bautismo, «incorporación» a la Iglesia particular entendida como «sujeto orgánico»;- El Cuerpo de Cristo eucarístico y el Cuerpo de Cristo Iglesia particular- Iglesia universal, como «Corpus ecclesiarum» (LG 23)

4.2.1.3 Fundamentos antropológicosPues bien, la Iglesia particular está llamada a ser un gran signo e instrumento, es

decir, un sacramento de este dinamismo de integración permanente entre unidad y diversidad, por cuanto en ella se articulan en un mismo «sujeto orgánico» las diversidades funcionales propias de un organismo vivo. Y esto es posible por tres reconocimientos antropológicos: - el reconocimiento de la «identidad» propia de cada Iglesia particular, - el reconocimiento de la «igualdad» fundamental de todos los miembros y - el reconocimiento del «pluralismo» en sus diversas manifestaciones: pluralismo de concepciones y la «pluralidad» de funciones....

4.2.2 Expresiones de la Iglesia particular como sujeto “orgánico”

4.2.2.1 Dones y carismas en la Iglesia particularTeniendo como punto de referencia que es la «comunidad» como tal la que es

portadora o sujeto de los dones y carismas, es preciso visualizar cómo éstos pueden estar al alcance de muchos miembros del pueblo de Dios, para no reducirlo solamente a los carismas de la vida consagrada o de los grupos apostólicos. La Iglesia particular, en cuanto «sujeto global–comunitario», necesita articular su acción en unas áreas de pastoral que aseguren la globalidad, aquí es preciso afirmar que las personas concretas que actúan en esas áreas de acción tienen la oportunidad de ejercitar los carismas que poseen o que deben desarrollar porque están en germen. Consecuentemente se hablará de: carismas cuya finalidad consiste en la animación de las «comunidades eclesiales» en sus diversos niveles: carismas para la promoción de la familia, para diversos servicios en las comunidades eclesiales de base; carismas para las pastorales específicas: pastoral de niños y jóvenes, pastoral obrera, universitaria....; carismas para el compromiso social; carismas para el culto religioso; carismas para la formación, ya sea en el campo de la espiritualidad, de la reflexión teológica, de la formación pastoral; carismas para la promoción humana, la asistencia social, la promoción de la salud, la atención a los enfermos, a los presos, a los ancianos...; carismas para los diversos servicios pastorales: la catequesis, la animación misionera, los Medios de comunicación...

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Esta enumeración no es taxativa. Es sólo indicativa de las múltiples formas como en una Iglesia particular se pueden vivir y encauzar los diversos carismas, según el desarrollo y organización de la misma . Lo que hay que prever en el ejercicio de estos carismas para que la Iglesia particular sea verdadero «sujeto orgánico» es que la determinación de los campos de acción esté asegurada por el Plan pastoral de la Diócesis, especificando la medida y modalidad en que en cada etapa o fase del plan se requiere y sabiendo que dada la importancia de la animación de algunas áreas específicas, hay carismas que se convierten en ministerios sean jerárquicos o laicales. En todos estos campos, el ejercicio de los carismas puede ser de carácter personal o de carácter asociativo, como lo veremos en los siguientes numerales.

4.2.2.2 Ministerios en la Iglesia particularHay una gran variedad de ministerios instituidos y reconocidos, cuyo ejercicio se

sitúa en las diversas áreas o niveles de acción. Aquí puede caber un número muy amplio de ministerios en cada Iglesia particular, teniendo en cuenta que se ha de asumir la ‘globalidad’ de la acción pastoral: todos y todo.

Los ministerios ordenados o ministerios al servicio de la unidad: Se trata de la función específica de los diáconos, los presbíteros y del obispo, con su connotación de ‘servidores’ del Pueblo de Dios y de quienes presiden y animan los procesos pastorales propios de todo el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia particular.

4.2.2.3 Estructuras orgánicas Y siendo la Iglesia particular «Cuerpo de Cristo» eclesial, debe disponer de la

estructura básica que le permita presentarse como un verdadero Cuerpo. Por eso, aunque siempre ha habido de alguna manera estructuras organizativas en las Iglesias particulares, lo que ahora se presenta como inquietud es que dichas estructuras deben ellas mismas reflejar el valor de la «comunión» y articularse orgánicamente para sustentar la vida y acción de todos sus miembros. Se rigen, por lo mismo, por el criterio general que dice: «Las estructuras de la Iglesia local deben ser comunitarias, es decir, que ponen a todos los bautizados en condiciones reales de participación, de diálogo y de corresponsabilidad; además, deben ser orgánicas y formales».

La formalidad general de estas estructuras viene dada por lo que el Código de Derecho Canónico señala para la Diócesis. Los organismos exigidos por el Código de 1983 son: el Consejo Presbiteral (cc. 495–501); el Colegio de Consultores (c. 502); la Curia Diocesana (cc. 469–494); el Sínodo Diocesano (cc. 460–468); el Vicario General (cc. 476–481); la Vicaría foránea o Decanato o Arciprestazgo (cc. 553–555); el Consejo Diocesano de Asuntos Económicos (cc. 492–493); el Consejo Parroquial de Asuntos Económicos (c. 537). Los organismos recomendados por el mismo Código son: el Consejo Episcopal (c. 473); los Vicarios Episcopales (cc. 476–481); el Consejo Diocesano de Pastoral (cc. 511–514); el Consejo de Equidad (c. 1733); el Consejo Parroquial de Pastoral (c. 536).

Pero la organicidad específica y la formalidad concreta la decide cada Iglesia particular, articulando lo que el Código exija y recomiende y lo que la dinámica propia sugiera. Parece que el espíritu del Código es hablar de los mínimos necesarios en materia de estructuras. Por lo mismo corresponde a la Iglesia particular concretar y decidir su propia condición de «sujeto orgánico».

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4.3. LA IGLESIA PARTICULAR, TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO, SUJETO DINÁMICO DE LA EVANGELIZACIÓN. (Dinamicidad)

4.3.1 Fundamentos para hablar de la Iglesia particular como sujeto “dinámico”

4.3.1.1 Fundamentos bíblicosSan Pablo recuerda repetidas veces a los corintios que son templo de Dios y que el

Espíritu Santo habita en ellos (1 Cor 3, 16; 2 Cor 6,16). Cristo es piedra angular y los profetas y apóstoles fundamento del «templo santo del Señor», pero los cristianos todos son «edificados para morada de Dios en el Espíritu» (Ef 2, 19–22). Se trata de un templo «en el Señor» (v. 21), o de una morada de Dios «en el Espíritu» (v. 22). Esta carta deuteropaulina utiliza dos conceptos típicamente paulinos, como son los de «en el Señor» o «en el Espíritu». De ese modo se pone de relieve que el Espíritu de Cristo habita en la Iglesia. Esta misma idea aparece también en 1 Pe 2, 4–8, texto en el que se habla de los cristianos como «piedras vivas» y de la Iglesia como de una casa espiritual, en la que han de ofrecer «sacrificios espirituales». En la comunidad primitiva, las expresiones «templo del Espíritu» o «casa espiritual» eran designaciones corrientes de la Iglesia.

Se trata de una edificación cuyos «materiales» son las personas. Son los bautizados en cuanto personas los que constituyen el templo que reemplaza al antiguo templo de Jerusalén. Con la comunidad salvífica de los últimos tiempos la edificación de Jerusalén queda reemplazada (cf. Ap 3,12). La ofrenda es ahora la propia vida y la existencia cotidiana como componente de la actividad litúrgica (cf. Rom 12, 1; Col 3,16; Ef 5,19). El objeto de tal edificación es igualmente el prójimo (1 Cor 8,11) o el lejano que ha de ser ganado para Cristo (1 Cor 9, 19–23; 10,32). Desde esta imagen de la Iglesia como Templo del Espíritu Santo aparece claramente cómo la Iglesia, cada Iglesia particular, está inhabitada como conjunto por el Espíritu Santo, supuesta también la inhabitación en cada uno de los bautizados. Pero esta inhabitación no es algo estático. Siendo el Espíritu principio de la edificación del Templo eclesial, dota a la Iglesia particular de un doble dinamismo: el dinamismo interno, a través de los carismas que el mismo Espíritu da a cada bautizado para la edificación interna de la Iglesia; el dinamismo hacia fuera, hacia el prójimo y hacia el lejano, por cuanto la Iglesia no existe para sí misma sino en razón del mundo, de la humanidad. Es el «dinamismo» misionero que por acción del mismo Espíritu cumple la Iglesia como Templo del Espíritu y que convierte a cada Iglesia local en «sujeto» de misión.

4.3.1.2 Fundamentos teológicosLa categoría bíblico–litúrgica de la anámnesis aplicada al Espíritu Santo en su

relación con la Iglesia es utilizada por el teólogo Achille M. Triacca el cual nos ofrece una nueva comprensión de la Iglesia como Templo del Espíritu Santo . Aprovechando esta sugerente reflexión, nuestro aporte va en la línea de identificar el proceso «dinámico» de la presencia del Espíritu Santo en su Iglesia para concluir desde aquí en qué medida aparece la Iglesia particular como verdadero «sujeto dinámico».

En la “anámnesis” se distinguen tres momentos diversos: la plegaria invocativa (epíclesis); la presencia y acción del Paráclito (paráclesis), y la acción de retorno o anábasis del Espíritu (anáclesis). Estos tres momentos que son claros en la celebración

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eucarística, son aplicables también a toda la experiencia eclesial, que tiene en la liturgia su momento culminante y celebrativo.Estos tres momentos de la anámnesis constituyen en sí mismos un «dinamismo» que le posibilita a la Iglesia particular su condición de Cuerpo vivo y orgánico en permanente movimiento, en permanente edificación de sí misma y en permanente proyección al mundo, a la cultura circundante.

4.3.1.3 Fundamentos antropológicosLa inhabitación del Espíritu Santo en su Iglesia hace que cada Iglesia particular esté

dotada de la fuerza y el dinamismo necesarios para cumplir su misión. Se trata de un dinamismo que es apertura al mundo, salida de sí, generación de la novedad permanente. Y esto acontece porque «su presencia en la historia muestra su personalidad en una doble dirección: de un lado es Dios en cuanto se exterioriza, sale de sí mismo, se autotransciende en la entrega de sí; de otro lado en cuanto suscita fascinación porque atrae, afecta, provoca admiración, seduce» . Pero para que la Iglesia particular pueda reflejar este dinamismo que el Espíritu Santo produce al interior de la misma, se hace necesario que quienes la integran sean capaces de reflejar, en su modo de obrar, en su estilo de vida, en su organización misma, en sus mediaciones organizativas... ese estilo de Dios, esa personalidad propia de un Dios que actúa en la historia a través de sus mediaciones humanas. Por esto es importante identificar las condiciones “antropológicas” para que la Iglesia particular, en su conjunto, sea de verdad un «sujeto dinámico». Trataremos de llegar a la identificación de estas condiciones desde tres perspectivas que se complementan mutuamente y que pueden y deben dar una impronta inclusive cultural a quienes hacen parte de la «porción del Pueblo de Dios» que configura una Iglesia particular.

La primera condición para que una Iglesia particular sea en verdad «sujeto dinámico» es que se coloque en una perspectiva de «devenir», de «acontecer permanente», o sea, en una perspectiva «evolutiva» que sea capaz de reflejar al Espíritu de Dios en su condición de Creador y renovador permanente del cosmos y de la humanidad en la dinámica permanente de “llamada–respuesta” que da vida nueva al mundo y a la humanidad.

La segunda condición es que la Iglesia particular se coloque en la tensión permanente hacia el futuro, hacia ideales siempre nuevos, hacia lo que esté por cumplirse. Esto pide pasar de un estilo de existencia estática, más volcada hacia el pasado, hacia un tipo de existencia en permanente hacerse, en tensión hacia lo nuevo, en perspectiva permanente de ser siempre mejor. A partir de elementos importantes de la Biblia es posible identificar un modelo antropológico que esté en esta perspectiva de innovación permanente y de apertura a lo nuevo. Esto exige que la Iglesia particular defina un “itinerario” de evangelización que le permita vivir en tensión de futuro y en evolución permanente.

La tercera condición para que una Iglesia particular sea en verdad sujeto «dinámico» es que el conjunto de personas que la conforman entren en la dinámica participativa propia de una «persona» a saber: pensar, proponer, discernir, decidir y actuar. Esto es lo que

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hace posible que las personas de una Iglesia particular no sean sólo destinatarias de una misión eclesial sino que sean en verdad protagonistas de su propio dinamismo.

4.3.2 Expresiones de la Iglesia particular en cuanto sujeto “dinámico”

4.3.2.1 Iglesia particular en el dinamismo de la Espiritualidad de comuniónEl Espíritu de Dios que habita en la Iglesia particular se expresa en una Iglesia

particular que asume en serio ser animada y dinamizada por la «espiritualidad de comunión» con su correspondiente complemento que se denomina «ascética comunitaria».

A esta espiritualidad de comunión corresponde la «ascética comunitaria» necesaria para hacer que la Iglesia particular sea en verdad un «sujeto dinámico». En efecto, la ascesis de la Iglesia particular exige entre otras cosas:- el esfuerzo de todos sus integrantes para establecer relaciones de fe con los demás, para realizar un diálogo interpersonal sobre la experiencia de Dios;- el esfuerzo de grupos, movimientos, asociaciones e instituciones apostólicas y religiosas para abrirse los unos a los otros, para encontrar espacios comunes de intercambio, superando las situaciones de encerramiento, fundamentalismo, rivalidad...;- el esfuerzo de todos para vivir conjuntamente el discernimiento comunitario, ya sea en el análisis permanente de la realidad, en la búsqueda de los mejores caminos, en los consensos sobre métodos de reflexión, comunicación, planificación, evaluación.

4.3.2.2 Iglesia particular en el dinamismo de futuro (creatividad misionera)El dinamismo de la Iglesia particular como «sujeto» se manifiesta en la tensión

permanente hacia futuros novedosos, que la convierten en Iglesia siempre en camino, dispuesta a nuevos logros y a nuevas metas. Esta dinámica es posible cuando una Iglesia particular logra definir un «modelo ideal», entendido éste como la descripción de un modo concreto, aunque ideal, de ser Iglesia, el cual tiene su fundamento en la doctrina. Un modelo ideal describe, con la lógica de la acción y en función de la misma, la situación final que se pretende lograr mediante un proceso orgánico de transformación.

4.3.2.3 La Iglesia particular, promotora de procesos de evangelización (formación) para todo el Pueblo de Dios

Cada Iglesia particular está llamada a definir procesos unitarios y diferenciados de evangelización que integren los procesos de primer anuncio, iniciación cristiana, maduración, dimensión misionera, en consonancia con la experiencia secular de la Iglesia y de las nuevas orientaciones de los documentos que se han hecho más claridad sobre este deber evangelizador de la Iglesia.

4.3.2.4 Iglesia particular en dinamismo orgánico y unitarioLa Iglesia particular es verdadero sujeto por cuanto tiene condiciones para vivir la

autoconciencia, la autodeterminación y la autorrealización. Concretamos ahora estas condiciones en la capacidad de la Iglesia particular para “proponer”, para “optar” y para “actuar”. Nos referiremos a los tres momentos de ese proceso en relación con los organismos y estructuras que enunciamos más arriba, para visualizar, hasta donde es posible, el círculo de participación que está al alcance de todos los miembros del Pueblo de Dios aunque en niveles y modalidades diferenciadas .

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- Momento de elaboración de las “propuestas”:- Momento de la decisión- El momento de la actuación orgánica

4.4. LA IGLESIA PARTICULAR, en cuanto SACRAMENTO DE SALVACIÓN en un contexto cultural localizado.

4.4.1 El planteamiento del Concilio Vaticano IILa proclamación de esta categoría eclesiológica realizada por el Concilio Vaticano II,

coloca a la Iglesia en su condición misionera ante toda la humanidad: “La Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1).

La misma Constitución sobre la Iglesia proclama de otra manera esta proyección misionera hacia el mundo: “… La Iglesia ora y trabaja al mismo tiempo para que la totalidad del mundo se transforme en Pueblo de Dios, Cuerpo del Señor y Templo del Espíritu y para que en Cristo, Cabeza de todos, se dé todo honor y toda gloria al Creador y Padre de todos” (LG 17).

Esta condición misionera sacramental se explicita igualmente en los documentos que tienen que ver con la proyección hacia la gran unidad y comunión con otras Iglesias (UR), con otras religiones (NAe) y con el género humano (AG y GS).

4.4.2 En el documento de AparecidaEl documento de Aparecida traduce esta dimensión misionera, desde el carácter de

la condición sacramental de la Iglesia, en diversos lenguajes y en diversos niveles, y que aquí aplicamos como proyección sacramental de cada Iglesia particular o local:

4.4.2.1 La Iglesia particular, sacramento de la manifestación de Dios en las culturasEl capítulo 10 lo dedica Aparecida a la cultura y su evangelización. Implica que la

Iglesia particular propicie un proceso evangelizador inculturado que tenga en cuenta las expresiones y valores del pueblo, los ambientes educativos, la comunicación social, los nuevos areópagos y centros de decisión, el ambiente urbano, la vida pública, los grupos étnicos, los procesos sociales de reconciliación y solidaridad.

4.4.2.2 La Iglesia particular, sacramento para la vida plenaA esto hace referencia el capítulo 7, titulado: “La misión de los discípulos al serviio

de la vida plena”

4.4.2.3 La Iglesia particular, sacramento de la acogida y reconvocación para quienes han dejado la Iglesia.

Mediante procesos que integren la experiencia religiosa, la vivencia comunitaria, la formación bíblico-doctrinal y el compromiso misionero de toda la comunidad.

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4.4.2.4 La Iglesia particular, sacramento de unidad en la promoción del diálogo ecuménico e interreligioso.

4.4.2.5 La Iglesia particular, sacramento de unidad y de la promoción de la dignidad humana.Es la orientación y contenido del capítulo 8 de Aparecida que tiene como título:

“Reino de Dios y promoción de la dignidad humana”.

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Capítulo 5

CARACTERÍSTICAS PREDOMINANTES DE LOS CONTEXTOS SOCIO-CULTURAL Y ECLESIAL

5.1 La realidad mundial Exploración

¿Cuál es la percepción que tengo de la realidad mundial?

¿Según mi manera de ver, cuáles son las características predominantes de la realidad mundial actual?

Diversas aproximaciones complementarias

a) La lectura de los signos de los tiempos a finales del milenio (tendencias y eventos significativos:

Tendencias y acontecimientos: Desafíos:

Interdependencia creciente y aspiración a la unidad planetaria

Democratización del poder mundial

Aspiración y búsqueda angustiosa por la paz

Articulación armónica de la unidad y las diversidades

Aspiración y lucha por la justicia Promoción de una ética mundial

Aspiración y lucha por la defensa de la creación

Salvaguardia de lo creado

La búsqueda de sentido Promoción de una espiritualidad de las relaciones

b) La visión funcional de la ONU desde los objetivos del Milenio

REALIDAD: OBJETIVOS PARA EL AÑO 2015;

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El __% de la población mundial vive con menos de 1 dólar al día

Cada 3 segundos muere una persona de hambre en el mundo (FAO)

Casi 1.500 millones de trabajadores continúan en condiciones inestables e inseguras.

Erradicar la pobreza extrema y el hambre

Meta 1.A

Reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, la proporción de personas con ingresos inferiores a 1 dólar por día

En el África subsahariana, la tasa de matrícula neta recién acaba de alcanzar el 71%, incluso luego de un gran aumento de las inscripciones que se inició en el año 2000. Alrededor de 38 millones de niños y niñas en edad escolar de esta región todavía no asisten a la escuela. En el Asia meridional, la tasa de matrícula ascendió por encima del 90%, pero más de 18 millones de niños y niñas en edad escolar permanecen sin matricularse…

Lograr la enseñanza primaria universal

Meta 2.A: Asegurar que, en 2015, los niños y niñas de todo el mundo puedan terminar un ciclo completo de enseñanza primaria

En los lugares donde han disminuido las brechas de género en la educación primaria, por lo general las niñas continúan en la enseñanza secundaria, mientras que algunos varones se integran a la fuerza de trabajo. El índice de matrícula de las niñas en la secundaria supera al de los varones en tres regiones. El bajo rendimiento de los niños es de especial preocupación en América Latina y el Caribe. En cambio, donde la matrícula en la enseñanza

primaria de las niñas es muy inferior a la de los niños, la brecha de género se exacerba en la educación secundaria y terciaria.

Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer

Meta 3.A: Eliminar las desigualdades entre los géneros en la enseñanza primaria y secundaria, preferiblemente para el año 2005, y en todos los niveles de la enseñanza antes de finales de 2015

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Pese al progreso, el número de muertes de niños menores de 5 años se mantiene inaceptablemente alto.

En 2006 fue la primera vez, desde que se llevan

registros, que las muertes anuales de niños menores de 5 años descendió por debajo de los 10 millones. Aún así, resulta inaceptable que anualmente mueran millones de niños por causas evitables.

En el Asia oriental y en América Latina y el Caribe, los índices de mortalidad infantil son aproximadamente cuatro veces superiores a los de las regiones desarrolladas.

Reducir la mortalidad de los niños menores de 5 años.

Meta 4.A: Reducir en dos terceras partes, entre 1990 y 2015, la mortalidad de niños menores de cinco años

La mortalidad materna continúa inaceptablemente alta en gran parte del

mundo en desarrollo. En 2005, murieron más de 500.000 mujeres durante el embarazo, el parto o las seis semanas posteriores. El 99% de estas

muertes sucedieron en regiones en desarrollo, 86% de ellas en el África subsahariana y el Asia meridional

Mejorar la salud materna

Meta 5.A: Reducir en tres cuartas partes, entre 1990 y 2015, la mortalidad materna

Diariamente se infectan de VIH casi 7.500 personas, y mueren 5.500 de SIDA, debido generalmente a la falta de servicios de tratamiento y prevención de VIH. Pese a estas cifras sorprendentes, algunos hechos

alentadores han reportado pequeños logros en la batalla contra el SIDA.

Gracias a las mejoras de los programas de prevención, la cantidad de

nuevas personas infectadas con VIH se

Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades

Meta 6.A: Haber detenido y comenzado a reducir la propagación del VIH/SIDA en 2015

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redujo desde 3 millones en

2001 hasta 2,7 millones en 2007.

Las emisiones de dióxido de carbono alcanzaron 28.000 millones de toneladas métricas en 2005 y siguieron aumentando, lo cual tuvo como consecuencia mayores concentraciones atmosféricas de CO2…. Las emisiones per cápita

en regiones desarrolladas siguen siendo las más elevadas, alrededor de 12 toneladas métricas de CO2 por persona por año, comparadas con unas 3 toneladas métricas en las regiones en desarrollo y 0,8 toneladas métricas en el África subsahariana.

Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente

Meta 7.A: Incorporar los principios del desarrollo sostenible en las políticas y los programas nacionales y reducir la pérdida de recursos del medio ambiente

A las tasas de cambio actuales, la asistencia oficial para el desarrollo continúa cayendo desde el punto más alto de 107.100 millones de dólares

de Estados Unidos en 2005 a 104.400 millones de dólares en 2006 y 103.700 millones en 2007…

En la Cumbre Mundial de Naciones Unidas en 2005 y reuniones afines, los países desarrollados se comprometieron a aumentar la asistencia de 80.000 millones de dólares en 2004 a 130.000 millones de dólares en 2010 (a precios de 2004).

Fomentar una asociación mundial para el desarrollo

Meta 8.A: Desarrollar aún más un sistema comercial y financiero abierto, basado en normas, previsible y no discriminatorio.

c) La visión desde la búsqueda y exigencia de la SolidaridadORGANIZACIÓN DE LA SOCIEDAD A FINALES Y COMIENZOS DEL MILENIO

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Claves de organización

Datos/ Principios Consecuencias

1. LA FRACTURA entre norte y sur, entre Países ricos y países pobres

Norte: 1.000 millones de personas (el 22% de la humanidad),

Sur: 4.500 millones de personas (el 78% de la humanidad).

en los Países ricos (Europa Occidental, Norte de América, Japón, Australia y Nueva Zelanda) la riqueza disponible por habitante es unas 10 veces superior a la de Europa del Este y América Latina, y unas 100 veces superior a la del África Subsahariana (excluyendo Sudáfrica ) y a la de Asia. En estas últimas áreas se tienen que afrontar todas las necesidades con menos de un dólar al día por habitante.

Fractura moralmente inaceptable de la calidad de vida entre el 20% rico y el 80% pobre.

En las áreas más pobres el cambio ha sido de empeoramiento:

- En la esperanza de vida: 40-55 años de vida

- En la mortalidad infantil: hasta 124 por cada 1.000 nacidos en el primer año.

- En la alfabetización: incapacidad de elecciones democráticas que tengan sentido

2. La LOGICA DEL SISTEMA PLANETARIO

Hoy hay un único sistema complejo que regula toda la actividad económica sobre el planeta:

- la producción material de bienes, y sobre todo de los componentes de bienes complejos, se realiza donde se considera más conveniente

- la distribución de los bienes y servicios- es planetario. Se compra y se vende donde conviene, es decir, donde se puede sacar mayor provecho

- las finanzas Están todas en manos privadas y actúan en tiempo real en cualquier parte

Si se tiene presente el hecho de que toda forma de vida de relación tiene en alguna medida un componente económico, se comprende cómo esta lógica tiende a condicionar no sólo la actividad específicamente económica de toda la familia humana, sino todo el complejo sistema de los modelos de convivencia.

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de la tierra.3. PRIMACIA

DEL INDIVIDUO

Nuestra aldea es ya seguramente global, pero indudablemente no solidaria:

- La primacía del individualismo lo usa el liberalismo económico como bandera contra la idea de solidaridad y corresponsabilidad,

- Se confunde la primacía del individuo en sí mismo con la primacía de los intereses del individuo con respecto a las exigencias de la comunidad,

Se contrapone la justicia a la solidaridad, en el sentido preciso de que el derecho es del individuo mientras la solidaridad -las necesidades de la comunidad- no son exigibles como derecho. En esto tienen graves responsabilidades la teología católica y la teología protestante de los últimos cuatro siglos.

4. MÁXIMO LUCRO

La búsqueda del máximo lucro individual, en cualquier operación económica, es ya un dogma, una verdad natural, un axioma incontrastable:

- El mercado de los capitales, es único para todo el mundo.

- Se quiere, y se predica como remedio universal, el libre mercado

La doctrina clásica preveía un mercado libre en el que nadie fuera tan fuerte que impusiera sus condicionas a los otros; pero el libre mercado en el que convergen los más fuertes y los más débiles sólo es libre de nombre.

Los más débiles serán siempre los que pierden: así la deuda de los países pobres tiene que ser recompensada con los tipos de interés y las condiciones impuestas por los centros de poder de los países ricos; y del mismo modo el coste del trabajo -y por lo tanto los sueldos- en los países pobres tiene que ser el impuesto por las

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multinacionales.

d) La visión desde la búsqueda de alternativas34

5.1.1. Las diversas propuestasa) Reforma de las instituciones: No es necesario suprimir los actuales organismos del ‘Breton Woods’ sino reformarlos (FMI, BM, OMC…).

b) Cambio de las instituciones: por cuanto las actuales instituciones son inadecuadas. En cuanto están implicadas en la creación de las contradicciones del sistema no pueden de ningún modo convertirse en otro tipo de gobernabilidad. Las instituciones del “Bretton Woods” se suprimen y se parte para iniciar un proceso de transición.

5.1.2. Diseños alternativos de un nuevo orden mundialEl siguiente cuadro puede ilustrar la alternativa al actual orden mundial:

ORDEN MUNDIAL JERÁRQUICO ORDEN MUNDIAL DEMOCRÁTICO

(o imperial) (y pacífico)

Soberanía de los EstadosSoberanía de las personas y de los pueblos (derechos humanos)

Seguridad nacional Seguridad colectiva

Poder de veto (Consejo de Seguridad) y voto ponderado (FMI, BM)

Democracia internacional

"Alianzas" Organizaciones internacionales

GuerraProhibido el uso de la fuerza (excepto el que corresponde a la policía)

Solución de los conflictos: guerra y/o negociación

Solución de los conflictos: prohibido el uso de la fuerza;

Negociación, jurisdicción supranacional,

Operaciones de la policía militar y civil

Mercado único mundial Desarrollo humano

Competitividad económica Orientación social de la economía

Conservación de los actuales términos de Nueva división internacional del trabajo

34 Apartes tomados de: Servicio Internacional de Reflexión y animación S.I.R.A Aproximación al fenómeno denominado: No global, Nueva Globalización, Alter-globalización, publicado por el “Servicio de Animación Comunitaria”, Roma 2007, pp.34-44

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los tratados

Norte-Sur

Control de los Medios de comunicación Libertad de información

Homologación cultural, nacionalismosSalvaguardia de las diversidades, multiculturalismo,

interculturalismo, transculturalismo

Protagonismo de los Estados y diplomacia Sobjetividad amplia y diferenciada: Estados.

ONG, organizaciones internacionales, Entes de gobierno local y regional.

APROXIMACIÓN AL ORDEN MUNDIAL APROXIMACIÓN AL ORDEN MUNDIAL:

Paz negativa: "divide et impera" Paz positiva: "dialoga, coopera, comparte”

5.1.3. Cuadro de los escenarios futurosMientras la ideología del sistema económico capitalista afirma y hace creer que no hay

alternativas, el fenómeno del No-global afirma que se puede y se debe cambiar el sistema y se deben encontrar las alternativas necesarias para esto.

Con el fin de evitar caer en sueños irrealizables, es importante intentar clarificar qué tipo de alternativas se están proponiendo y analizar si se puede llegar a alternativas creíbles y concretas. En esta parte nos remitimos a las opiniones de uno de los autores más significativos de este movimiento, François Houtart, aparecidas en el artículo “Las alternativas creíbles al capitalismo mundializado” (ponencia presentada en el “Social Forum” de Marruecos, del 2’-22 de diciembre de 2002), completado con otros autores y textos que se refieren al tema en cuestión y que citaremos en cuanto nos sea posible.

5.1.3.1. Las alternativas “teóricas”a) La corriente neokeynesiana: Esta orientación acepta la lógica del mercado como motor de la economía, pero a condición de regular el sistema, limitar sus efectos perversos e impedir que no desemboque en abusos. b) La corriente postcapitalista: Esta orientación pone en discusión la lógica del capitalismo, es decir de una economía del mercado centrada sobre sí misma o de una actividad capaz de generar la máxima ganancia que se traduce en acumulación, fuente de actividad productora y de crecimiento. A esta se opone una concepción diversa de la economía: se trata de una actividad que permita asegurar las bases materiales del bienestar físico y cultural del conjunto de los seres humanos. Queda bien claro que, para esta corriente, las alternativas se sitúan en la superación del capitalismo.

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Al interior de esta alternativa se encuentran diversas posiciones:

- la de la izquierda revolucionaria: la toma del poder es la clave para un cambio rápido y radical;

- la de los conservadores: sólo un regreso a las soluciones soviéticas puede evitar el caos mafioso de un mercado sin control;

- la de los demás: la transición hacia un modelo económico alternativo se realiza en un proceso a largo plazo.

5.1.3.2. Alternativas creíblesPara afrontar el problema de las alternativas creíbles, es necesario situarse en tres

niveles diferentes: el de las utopías, el de los objetivos a mediano término y el de las decisiones concretas a corto plazo.

+ A nivel de “utopías” : Se trata de cambiar la lógica del capitalismo y por consiguiente de establecer las nuevas reglas del juego económico: la sustitución de las nociones de ganancia por la de necesidad, la asunción del modo social de producir en el proceso de producción y en el desarrollo de las tecnologías, el control democrático, no solo del campo político, sino también de las actividades económicas, el consumo como medio y no como fin, el Estado como órgano técnico y no como instrumento de opresión, etc. Estas implicaciones se deben traducir en programas.

+ Alternativas a mediano plazoa) Alternativas económicas y sociales: recolocar la economía en la sociedad,

sometiéndola a las exigencias sociales y ecológicas; reorganización de los procesos de producción y de distribución

b) Alternativas a nivel político: A nivel mundial se trata esencialmente de reformar los organismos internacionales y de democratizarlos.

+ Alternativas o medidas concretas a corto plazo:

a) Reglamentaciones económicas: impuestos para las operaciones financieras internacionales (Tobin Tax); controles regional e internacional; supresión de paraísos fiscales; anulación de la deuda de los países pobres; reagrupaciones regionales en la forma de los mercados comunes o zonas de cooperación económica; reestructuración de las instituciones financieras internacionales, etc.

b) Reglamentaciones ecológicas: protección de materiales no renovables; obtención de riquezas biológicas; normas internacionales sobre contaminación; aplicación de la Agenda 21, etc.

c) Reglamentaciones sociales: legislaciones internacionales del trabajo; códigos de conducta para los cambios internacionales, participación de los organismos representativos de los trabajadores en las instancias regionales e internacionales, etc.

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d) Reglamentaciones políticas: constitución de poderes regionales con facultades o autoridad en materia económica y social; reorganización de las instituciones de las Naciones Unidas; gestión mundial del patrimonio ecológico y cultural, parlamento mundial, etc.

e) Reglamentaciones culturales: protección de las producciones culturales, nacionales o locales35.

5.2 La realidad del Continente.36

5.2.1 Cambio de época y desafíosSucesivas transformaciones sociales y culturales agitan al mundo actual. Vivimos un fuerte cambio de época cuyo nivel más profundo es el cultural. Por esto la sociedad latinoamericana se experimenta como una sociedad inestable y en transición, con sus luces y sombras. La Iglesia católica también está inmersa en este cambio. Veamos algunos rasgos más relevantes de su configuración.

5.2.2 Pluralismo y emergencia de la subjetividadTodos sentimos las modificaciones profundas que afectan a nuestra sociedad.

Acostumbrados a una tradición cultural bastante homogénea y de índole cristiana, asistimos hoy a la fragmentación de la sociedad en sectores plurales, con lenguajes y prácticas propias, con nueva conciencia sobre las particularidades étnicas, culturales y religiosas de los pueblos, con gran acumulación de informaciones y conocimientos, con una nueva autonomía y autoreferencia del poder político, con inmensos cambios promovidos por la ciencia y la tecnología, y por una nueva concepción de libertad religiosa. Se desvanece de este modo una única imagen del mundo, del ser humano y de Dios, que ofrecía orientación para la vida cotidiana. Recae, por tanto, sobre el individuo toda la responsabilidad de construir su personalidad, de afirmar su libertad y de tener razones para vivir, que ya no le son dadas por la tradición como sucedía en el pasado. Vivimos así en un mundo donde reina el pluralismo, bien sea cultural o religioso, y en el cual la convivencia se construye día a día a partir de la persona y de sus opciones, a veces, sin embargo, fuertemente condicionadas por una cultura global que tiende a imponer la “dictadura del relativismo, proponiendo modelos antropológicos incompatibles con la

35 La 63 Asamblea General de la ONU sobre la crisis económica y financiera mundial.Esquema del Documento final aprobado:Situación actual de la economía mundialRepercusiones de la crisisCausas de la crisisLa respuesta a la crisisLa necesidad de adoptar medidas decisivas e inmediatasLíneas de acción- Lograr que el estímulo nos beneficie a todos- Contener los efectos de la crisis y mejorar la futura capacidad mundial de recuperación- Mejora de la reglamentación y la supervisión- Reforma de la estructura y el sistema financieros y económicos internacionalesEl camino a seguir:a) Fortalecer la capacidad, la eficacia y la eficiencia de las Naciones Unidas; aumentar la coherencia y la coordinación de las políticas y las medidas entre las Naciones Unidas, las instituciones financieras internacionales y las organizaciones regionales pertinentes;b) Seguir desarrollando la respuesta general a la crisis del sistema de las Naciones Unidas para el desarrollo en apoyo de las estrategias nacionales de desarrollo mediante un enfoque coordinado de los fondos y programas de las Naciones Unidas, los organismos especializados y las instituciones financieras internacionales a nivel de los países.c) Estudiar formas de fortalecer la cooperación internacional en el ámbito de la migración internacional y el desarrollo, a fin de intentar solucionar los problemas que la actual crisis económica y financiera plantea para la migración y los migrantes, teniendo en cuenta la labor y las actividades conexas de los fondos y programas, las comisiones regionales y los organismos especializados de las Naciones Unidas y de otras organizaciones internacionales, como la Organización Internacional para las Migraciones.36 Cfr. DA 33-97.

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naturaleza y dignidad del hombre” (Benedicto XVI, Discurso al Cuerpo Diplomático, 8 de enero de 2007) y sembrando así incertidumbres, desarraigos y confusiones.

Surge entonces lo que hoy caracterizamos como la emergencia de la subjetividad, en la que cada uno puede escoger, de la plural oferta de sentidos y prácticas sociales, lo que le parece mejor. La emergencia de la subjetividad ha significado una importante conquista de la humanidad. La dignidad y la libertad de la persona humana son reconocidas y respetadas. Las raíces de ello están ciertamente en la novedad del cristianismo, aunque hayan pasado por vicisitudes históricas y culturales. Actualmente esta subjetividad sin embargo con frecuencia se reduce a un mero subjetivismo, hostil a cualquier vínculo, sin referencia a la verdad, sin unidad interior, y dañino para la convivencia social. Sin embargo, el espacio dado a la libertad en nuestros días representa también una oportunidad para el cristianismo. Pues la adhesión a la fe cristiana resulta de una opción libre por Jesucristo. Cuanto más consciente, libre, razonable, madura y plena, más sólida será la identidad del discípulo de Cristo.

5.2.3 Impacto de la globalizaciónEl fenómeno de la globalización, tanto en su vertiente cultural, como en su

vertiente comunicacional y económica, provoca cambios significativos en la realidad actual. Hoy tenemos experiencia de una reducción del espacio y del tiempo, fruto de la velocidad de los medios de transporte y de la instantaneidad de la comunicación. Tenemos una conciencia planetaria, inédita en la historia de la humanidad, que aproxima pueblos y continentes, y que plasma una mentalidad común. Grandes naciones y millones de hombres se van incorporando a una dinámica acelerada de desarrollo.

La globalización representa, sin duda, una oportunidad para una renovada conciencia de la catolicidad de la Iglesia. Así, un gran patrimonio cultural es ofrecido a todos, proporcionándoles conciencia de los derechos humanos, participación en las conquistas científicas, solidaridad con los más pobres, estima por la justicia y por la paz, valorización de las culturas locales, y sobre todo la convicción de que el presente y el futuro de la humanidad depende de todos. Surge así el deber de globalizar la caridad y la solidaridad.

Sin embargo, no se puede ignorar que gran parte de esta cultura globalizada está al servicio de intereses económicos transnacionales. De hecho, la globalización económica, trae muchos beneficios para los que logran incorporarse al alto nivel necesario de conocimientos y de técnicas, pero deja al margen, creando situaciones de precariedad, desigualdad y pobreza, a los que tienen menos capacidades y posibilidades para competir en una economía abierta al mercado. El poder político nacional pierde fuerza delante de las interdependencias y presiones de cuño económico en los nuevos escenarios globales. La economía neoliberal, cuando no es corregida por el compromiso con los más débiles, de hecho debilita aún más las democracias latinoamericanas, que en general no disponen de instituciones consistentes y sólidas y sufren la tentación de soluciones populistas o sucumben a la corrupción en muchos niveles. La economía financiera tiende a prevalecer en su papel determinante por encima de la economía productiva y social, haciendo que nuestras naciones tengan condicionado su futuro por los vaivenes de los capitales especulativos. Ha sido la dolorosa experiencia en algunos de nuestros países.

5.2.4 Hegemonía del factor económico y tecno-científicoTodas las dimensiones de la vida social se encuentran recibiendo el impacto

dominante del factor económico y del mercado como la norma suprema de funcionamiento y el criterio decisivo en la organización social. La racionalidad instrumental que anima muchos aspectos del quehacer económico y científico no logra reconocer al ser humano como sujeto con dignidad y como un valor supremo de organización social y

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económica. Sólo lentamente se abre paso la preocupación por el “capital humano”. Muchos de nuestros contemporáneos, inmersos en una cultura así, carecen de referencias para orientarse y acaban cediendo a los imperativos del individualismo, del materialismo y de la búsqueda exclusiva del bienestar propio.

Cuando la lógica del mercado coloniza la vida política y científica, cuando irrumpe en las instituciones dedicadas a la procuración de justicia, en la escuela y la Universidad, en las actividades profesionales y en los estilos de vida ordinarios, aparece con fuerza el relativismo ético y se debilita el ideal de trabajar por el bien común. El frecuente incumplimiento de promesas por parte de nuestras autoridades civiles parcialmente se debe a la subordinación de las políticas públicas a la lógica del mercado, a la popularidad buscada como fin, a las exigencias de los organismos internacionales que aprecian más la oferta y la demanda como criterio operativo que la reciprocidad justa de los intercambios. Esto trae como consecuencia el agravamiento de las desigualdades sociales de nuestros países que se reflejan en los precarios servicios públicos en diversos sectores como hospitales, escuelas y viviendas. Por tanto, urge “eliminar las causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial” (Benedicto XVI, Discurso al Cuerpo Diplomático, 8 de enero de 2007), para que una racionalidad más integral y solidaria pueda vitalizar todos los procesos sociales y responda a las fuertes aspiraciones de los sectores más pobres por una mayor y más justa participación en los bienes de la sociedad.

5.2.5 Irrupción de lo sagrado y búsqueda de la trascendenciaEs perceptible que en muchos espacios y ambientes de la sociedad y de la cultura

en América Latina no se tiene respuestas a los grandes interrogantes del ser humano sobre el sentido de la vida, del sufrimiento, de la muerte y del amor, lo cual deja a las personas en desamparo e inseguridad. Por otra parte, una nueva sensibilidad religiosa, anhelante de encontrar la dimensión de lo sagrado, reaparece con un fuerte acento subjetivista y tenuemente vinculada con la fe de las generaciones precedentes. Nuevos grupos y sectas hacen aparecer una nebulosa religiosidad, sujeta a cambios continuos y motivo de confusión entre los fieles. De este modo, en América Latina, los creyentes viven entre tendencias secularistas que conviven con “una difusa exigencia de espiritualidad” (NMI 33), con una nostalgia de Dios, aun cuando este fenómeno no se exprese con un lenguaje sofisticado ni académico.

5.2.6 Crisis de la familiaLa familia, célula de la sociedad, sufre hoy el impacto de este cuadro

sociocultural y económico. La inestabilidad de los matrimonios proviene en gran medida de la ausencia de vínculos y convicciones sólidas y es agravada por el hedonismo reinante, por el subjetivismo y por la cultura de lo desechable. Las numerosas disoluciones matrimoniales desacreditan el matrimonio en las generaciones más jóvenes y favorecen el crecimiento de las uniones fuera del matrimonio civil o religioso. Los bajos ingresos y muchas veces la búsqueda del bienestar individual llevan a las parejas a no tener hijos o a tenerlos en número muy reducido. Además, hoy se incurre en el contrasentido de legitimar uniones de personas del mismo sexo, equiparándolas al matrimonio. Aun entre las familias cristianas la ausencia del hogar debido al compromiso profesional de todos los miembros de la familia, la agitación de la vida moderna, sobre todo urbana, la omnipresencia de la televisión y el recurso permanente a otros medios visuales y auditivos de comunicación social, que difunden costumbres y convicciones ajenas o contrarias al cristianismo, dificultan la transmisión de la fe cristiana a los hijos, y hacen muy difícil el diálogo y la unión de todos en el hogar. Se observan también en nuestros días, por razones diversas, diferentes tipos de uniones –por razones ideológicas se les quiere llamar a todas “modelos de familia” – (monoparentales, consensuales, uniones libres, divorciados vueltos a casar,

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uniones homosexuales y otras), si bien no coinciden ni con el proyecto de Dios para la familia ni con el balance histórico de la humanidad. Todo esto interpela nuestra pastoral familiar.

Entre los presupuestos que debilitan y menoscaban la vida familiar encontramos varias corrientes ideológicas: la neoliberal que exalta la libertad total del individuo y que se expresa en un relativismo subjetivista en el que cada uno puede escoger sus verdades y sus valores, y en la exaltación de la fuerza: si yo soy el más fuerte, puedo disponer de la vida ajena; la ideología del género, según la cual cada uno puede escoger su “orientación sexual” y las respectivas prácticas, no teniendo relevancia las diferencias fisiológicas; la ideología ecologista que presenta al hombre como el mayor depredador y por eso, el hombre debe someterse a la Madre Tierra, y el número de individuos admitidos a la existencia debe ser contenido en límites definidos por los tecnócratas; el humanismo agnóstico, que reduce voluntariamente el área de competencia de la razón, limitando el ejercicio de la misma a la esfera de los fenómenos, y descalificando a priori toda indagación relativa al sentido de la vida y de la muerte, o al sentido del misterio. Este humanismo, cuya forma paroxística es el nihilismo, lleva a la ocultación de la señoría ministerial en virtud de la cual el hombre es llamado a participar, por la procreación, a la acción creadora de Dios.

Muchas de las modificaciones legales que se han introducido en numerosos países de América Latina en los últimos años hieren gravemente la dignidad del matrimonio, de la familia y de la vida humana. Estas modificaciones no son casuales, no ocurren simplemente. Muchas veces son promovidas como elementos necesarios de agendas “progresistas”, con frecuencia impulsadas por determinadas ONG o por organismos de las Naciones Unidas. Persiguen la emancipación de las costumbres, las normas éticas y las leyes de su matriz cristiana. Con frecuencia responden a los intereses y estrategias de personas e instituciones con gran poder y presencia internacional, que abiertamente buscan provocar un cambio en el ethos cultural y religioso latinoamericano.

5.2.7 Cultura urbanaDios habita en la ciudad. Así como en otro tiempo se manifestó con rostro rural, hoy

se revela, por así decirlo, con rostro urbano. Pronto más del 70% de la población estará viviendo en ciudades con más de un millón de habitantes. Este crecimiento acelerado de las grandes urbes hemos de comprenderlo como un nuevo signo de nuestro tiempo. En la urbe acontecen complejas transformaciones socioeconómicas, culturales, políticas y religiosas que hacen impacto en todas las dimensiones de la vida. Las grandes urbes se componen de un sinnúmero de pueblos, ciudades satélites, sectores y ambientes sociales, donde coexisten binomios que la desafían cotidianamente: tradición-modernidad, globalidad-particularidad, inclusión-exclusión, personalización-despersonalización, lenguaje secular-lenguaje religioso, homogeneidad-pluralidad, cultura urbana-pluriculturalismo. La cultura rural aún es un referente en muchas regiones del Continente y sigue aportando riquezas innegables; pero lo rural hoy se urbaniza en forma vertiginosa e irreversible. Hay en la ciudad una fragmentación de la cultura, un lenguaje nuevo y una simbología que requiere un aprendizaje. Existe una diferencia notable entre el habitante nacido en la urbe, el inmigrante desplazado hacia ella y el residente extranjero. La cultura contemporánea pasa hoy necesariamente por la ciudad y crea vínculos que generan una nueva mentalidad.

El ciudadano de la urbe se entiende a sí mismo como víctima y sujeto de su entorno. Por un lado, padece anonimato y masificación, movilidad y vértigo, soledad y desamparo, desarraigo y violencia, inseguridad e impotencia; por el otro, reconoce que la urbe le brinda incesantemente oportunidades, alternativas, modas, expectativas, ofertas culturales y opciones inéditas que lo invitan al esfuerzo, al bienestar y al éxito. Todo esto

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hace sumamente difícil la vida de los hombres y mujeres urbanos, que ven la ciudad al mismo tiempo como espacio amable que los atrae y lugar odioso que los agrede.

5.2.8 El ejercicio del poder en América LatinaExiste en la vida social un factor que convencionalmente identificamos con la

palabra “política” pero que es mucho más amplio que el ámbito que se delimita con esta noción. Este factor es el “poder”. El poder se ha configurado en América Latina de una manera peculiar debido a la larga historia de autoritarismo que existe en nuestras tierras desde la época precolombina y que continúa, bajo diversas modalidades, hasta nuestros días. El poder se ejerce en la familia, en la escuela, en el campo, en las organizaciones civiles, en la empresa, en la escuela, en los sindicatos, y por supuesto, en los distintos órdenes de gobierno civil y eclesiástico.

En muchas ocasiones de la historia remota y reciente de América Latina el ejercicio del poder no ha estado normado por la dignidad de la persona humana y sus exigencias fundamentales – los derechos humanos –, sino que se ha autorregulado. Cuando el poder no reconoce más límite que la voluntad del gobernante aparece el autoritarismo. Ante este fenómeno, la sociedad civil se ha organizado en muchísimos grupos que, cuando luchan por algún segmento del bien común de manera pacífica, colaboran a que la sociedad se vuelva sujeto de su historia y no objeto de uso o de abuso por parte del poder.

Muchas de las democracias latinoamericanas se han logrado construir con enormes sacrificios personales y colectivos. Fue necesario que cicatrizaran heridas muy profundas y dolorosas, por medio de procesos de reconciliación en que no han faltado la verdad, la justicia, la magnanimidad y aun el perdón. Sin embargo, con frecuencia la democracia se mantiene en su momento formal y no logra madurar en su dimensión participativa y cultural. Esto quiere decir que en numerosos casos la democracia se esfuerza por mejorar los mecanismos institucionales más necesarios, por ejemplo para efectuar los procesos electorales, pero no logra emerger como un estilo de vida permanente que vitalice las instituciones. Por ello, la democracia en América Latina, y con ella los partidos políticos tradicionales, se encuentra en una seria crisis. Esta crisis se manifiesta de múltiples maneras siendo una de las más preocupantes la corrupción, y el surgimiento de caudillismos que con pretensiones de mesianismo y con discursos maniqueos, tolerando o incitando a la violencia, tienden a controlar desde el Estado las instituciones educativas, los medios de comunicación, la economía y la sociedad. A veces se valen hasta de un lenguaje para-religioso, y se proponen como redentores de la vida social. En tales circunstancias la libertad de la Iglesia, que ha de ser ejercida y defendida con gran valentía, se convierte en un símbolo para la sociedad, en un refugio para los perseguidos, en la principal garantía de los derechos y las libertades ciudadanas, y en una promesa de libertad para todos.

Los vicios autoritarios que frecuentemente aparecen en las estructuras de gobierno civil surgen de vicios de igual índole cultivados en la familia y en el resto de las organizaciones e instituciones que componen la vida social. Por ello, es importante que reconozcamos la urgente necesidad de cultivar la subsidiaridad y una democracia participativa, que permita reconocer en la práctica el derecho de todos por igual a participar libre, activa y creativamente en la gestión del bien común.

5.3 La Iglesia en este cambio de época

5.3.1 Una Iglesia cuestionadaEl pluralismo cultural y religioso de la sociedad actual repercute fuertemente

en la Iglesia. Hay otras fuentes de sentido que compiten con ella, relativizando y

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debilitando su incidencia social y su acción pastoral. No todos los católicos estaban preparados para resistir a esta multiplicidad de discursos y de prácticas presentes en la sociedad. Y este hecho se ha manifestado en un cierto distanciamiento silencioso de la Iglesia por parte de muchos y en una adhesión poco reflexiva a otras creencias o instituciones religiosas. Esta situación se ve agravada por el relativismo ético y religioso de la cultura actual. Por otro lado, el pluralismo abre espacios para la libertad personal y la opción religiosa consciente. Todo esto muestra la necesidad urgente de una mayor formación cristiana del laicado, que le permita desarrollar una actitud de convencida identificación con su vocación cristiana y de discernimiento evangélico ante este pluralismo.

Por su parte, la emergencia de la subjetividad en nuestros días, acompañada por una creciente participación de nuestros contemporáneos en las conquistas culturales, también representan un desafío para la Iglesia. Ya no se acepta un pronunciamiento sólo porque proviene de una autoridad. Se vuelve necesario ofrecer un adecuado fundamento al discurso doctrinal o ético, porque cada uno quiere que su autonomía personal y su libertad sean respetadas; de este modo, como lo señala el Papa Benedicto XVI, la Iglesia, debe intervenir en los diversos temas de la vida de la sociedad “a través de la argumentación racional” (DCE 28). Hay que advertir que el debilitamiento de las sólidas fuentes de sentido en la sociedad genera, en el fondo, angustia y malestar en aquellos que más buscan refugio y distracción en un consumismo creciente. El mensaje cristiano ofrece, sin duda, marcos sólidos para la integración personal y la convivencia social. Urge saber proclamarlo a nuestros contemporáneos con una actitud abierta y dialogante.

5.3.2 La rica vitalidad de la IglesiaPresente y actuante en su Iglesia, el Espíritu Santo la santifica, la inspira y la

renueva continuamente. La Iglesia católica en América Latina ha estado comprometida desde sus orígenes y hasta el presente con los más pobres y con el esfuerzo de promover su dignidad. Una densa red capilar de instituciones e iniciativas beneficia a nuestros pueblos en el orden de la salud, la educación, la cultura, la habitación, la rehabilitación y la promoción de los trabajadores y de sus familias. Por ejemplo, sus numerosas actividades e instituciones educativas, en todos los niveles, representan una contribución significativa para el pueblo latinoamericano. También es destacable la participación personal e institucional de la Iglesia en el sector de la salud, disminuyendo las consecuencias de un servicio sanitario deficiente. Reiteradamente su empeño a favor de los más pobres y su lucha por la dignidad humana han ocasionado la persecución, y aun la muerte, de miembros suyos.

La renovación aconteció también en el interior de la Iglesia. Centrar los esfuerzos pastorales en conducir al encuentro con Jesucristo vivo, ha dado y sigue dando preciosos frutos. La primacía de la Palabra de Dios nutre la teología y anima la pastoral, repercutiendo fuertemente en los sectores más sencillos y abiertos de nuestros pueblos. El mayor contacto y el mejor conocimiento de los textos evangélicos ha puesto en evidencia la centralidad de la persona y de la vida de Jesucristo, con su fuerza atractiva y transformadora, como también la misión de la Iglesia como sacramento de comunión y espacio de solidaridad con quienes no tienen los medios necesario para vivir dignamente. La Iglesia también redescubre sus raíces bíblicas y patrísticas, entendiéndose a sí misma como una verdadera familia de Dios, lo que implica la participación de todos en los bienes salvíficos y en las actividades eclesiales. Constatamos la admirable generosidad de incontables catequistas, y enormes esfuerzos catequéticos. Crecen las manifestaciones de la religiosidad popular. De este modo se puede observar el florecimiento de comunidades eclesiales de base. Son muchos los movimientos e itinerarios de formación, que difunden

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su riqueza carismática, educativa y evangelizadora. Una invaluable riqueza la constituyen el testimonio y la acción solidaria y misionera de los laicos y las laicas.

La renovación litúrgica acentuó la dimensión celebrativa y festiva de la fe cristiana, completamente centrada en el misterio pascual. Su apertura al mundo, la cultura y la historia, en la línea del Concilio Vaticano II y de las Conferencias Generales anteriores, vuelve a la Iglesia más cercana y dialogante con la realidad donde está inserta. La preocupación por el ser humano, tan fuerte en nuestra cultura, se convierte también en una preocupación fundamental de la Iglesia. Por todos estos bienes queremos agradecer al Espíritu de Dios que derramó abundantemente sus dones sobre la Iglesia en América Latina y el Caribe.

5.3.3 Deficiencias por corregirToda transformación histórica consistente se realiza lenta y gradualmente, y la

Iglesia no es una excepción. La eclesiología conciliar sin duda renovó la vida eclesial, pero todavía debe seguir interpelándonos. Aquí pesan no sólo los lastres socioculturales, sino sobre todo la realidad del pecado en nosotros sus miembros, que exige sincero arrepentimiento y conversión personal, como también posturas más evangélicas. Sólo así nuestras deficiencias y errores podrán ser perdonados y corregidos. Nos referimos, para mencionar algunos, al clericalismo, a los intentos de volver al pasado, a lecturas y aplicaciones secularizadas de la renovación conciliar, a la ausencia de autocrítica, de una auténtica obediencia y de ejercicio evangélico de la autoridad, a los moralismos que debilitan la centralidad de Jesucristo, a las infidelidades a la doctrina y a la comunión, a las debilidades de nuestra opción preferencial por los pobres, a la discriminación de tantas mujeres y grupos humanos, al escaso acompañamiento dado a los laicos en tareas de servicio público, a una evangelización con poco ardor y sin nuevos métodos y expresiones, a un énfasis en los sacramentos descuidando otras tareas pastorales, a una espiritualidad individualista, a cierta lentitud en el compromiso con la democracia, a la falta de aplicación creativa del rico patrimonio que constituye la Doctrina social de la Iglesia, a la persistencia de lenguajes poco significativos para la cultura actual y que -en ocasiones- parecieran no tener en cuenta el carácter pluralista de la sociedad y la cultura. Debemos pedir perdón por habernos apartado del Evangelio, que pide un estilo de vida más fiel a la verdad y a la caridad, más sencillo, austero y solidario, como también valentía, persistencia y docilidad a la gracia para proseguir la renovación iniciada por el Concilio Vaticano II.

5.3.4 ConclusiónNuestra mirada creyente sobre la realidad nos hace comprender que estamos aún

lejos del proyecto de Dios sobre su creación. La vida de nuestros pueblos está amenazada por los cambios de este tiempo y por el arraigo de algunas actitudes y estructuras eclesiales que a veces no corresponden adecuadamente a la audacia evangelizadora que hoy se necesita.

Los miembros de la Iglesia necesitamos reaccionar, dejándonos interpelar por las voces de Dios que surgen de todos los rincones del Continente. En primer lugar, se impone un ejercicio continuo de discernimiento, que haga una interpretación profética y sapiencial de los signos contradictorios y promisorios que hoy vivimos. El amor a la verdad debe ocupar un lugar más importante en la vida, en nuestras opciones y en las tareas que asumimos. En segundo lugar, sobresale una apremiante exigencia de conversión individual y colectiva, que propicie cambios profundos dondequiera que

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sean necesarios y desencadene procesos audaces de renovación en una comunidad de discípulos en estado permanente de misión. Por último, se requiere forjar un estilo de Pueblo de Dios, más dado a la oración y al trabajo misionero, en el que la fidelidad creadora haga cambios evangélicos distinguiendo siempre lo esencial de aquello que no lo es (cf. Mt 13, 52).

En el siglo XX la vida de la Iglesia latinoamericana estuvo marcada por diversas tendencias a veces enfrentadas entre sí. Creemos que llegó la hora de crear, a través de un gran amor a la verdad y de una apertura fraterna y de un diálogo respetuoso, nuevas síntesis integradoras. Por ejemplo: entre evangelización y ‘sacramentalización’, entre testimonio y anuncio, entre anuncio y denuncia, entre pastoral popular y formación de laicos, entre opción preferencial por los pobres y atención a la clase media y a los grupos dirigentes, entre pastoral, espiritualidad y compromiso social, entre valores tradicionales y búsquedas actuales, entre liberación social y promoción de la fe, entre teología y praxis, entre culto y testimonio de vida, entre causas locales y nacionales y apertura a Latinoamérica y el mundo, entre identidad católica y apertura al diálogo con los diferentes. No se trata de debilitar o relativizar alguna de estas exigencias, sino de que la Persona de Jesucristo ilumine todas estas realidades y les permita una adecuada articulación.

Iluminar esta mirada, haciéndola creyente desde la centralidad de Jesucristo y la Eclesiología del Concilio Vaticano II, es garantía segura para acercarnos más a los objetivos primordiales de la V Conferencia: vivir un discipulado misionero capaz de engendrar vida “en abundancia” (Jn 10, 10) para los pueblos de estas tierras.

5.4 La realidad eclesial37

5.4.1 Discípulos por la vida nueva de JesucristoEn la convivencia cotidiana con Jesús y en la confrontación con los discípulos de

otros maestros, los discípulos pronto descubren dos cosas del todo originales en la relación con Jesús. Por una parte, no fueron ellos los que escogieron a su maestro. Fue Cristo quien los eligió. De otra parte, ellos no fueron convocados para algo (purificarse, aprender la Ley…), sino para Alguien, elegidos para vincularse íntimamente a su Persona (cf. Mc 1, 17; 2, 14). Jesús los eligió para “que estuvieran con él” (3, 14), para que lo siguieran con la finalidad de “ser de él” y formar parte “de los suyos”. El discípulo experimenta de inmediato que la vinculación íntima con Jesús en el grupo de los suyos es participación de la Vida salida de las entrañas del Padre, es formarse para asumir su mismo estilo de vida y sus mismas motivaciones, correr su misma suerte y hacerse cargo de su misión de hacer nuevas todas las cosas.

Con la parábola de la vid y los sarmientos (cf. Jn 15, 1-17), Jesús revela el tipo de vinculación que él ofrece y que espera de los suyos. No quiere una vinculación como “siervos” (8, 33), porque “el siervo no conoce lo que hace su amo” (15, 15). El siervo no tiene entrada a la casa de su amo, menos a su vida. Jesús quiere que su discípulo se vincule a él como “amigo” y como “hermano”. El “amigo” ingresa a su Vida, haciéndola propia. El amigo escucha a Jesús, conoce al Padre y hace fluir su Vida (Jesucristo) en la propia existencia (cf. 15, 14), marcando la relación con todos (cf. 15, 12). El “hermano” de Jesús (20, 17) participa de la vida del Resucitado, Hijo del Padre celestial, por lo que Jesús

37 Cfr DA 98-100.

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y su discípulo comparten la misma vida que viene del Padre, aunque Jesús por naturaleza (cf. 10, 30) y el discípulo por participación (cf. 10, 10). La consecuencia inmediata de este tipo de vinculación es la condición de hermanos que adquieren los miembros de su comunidad.

Vida divina participada y amor de comunión, en virtud de la recíproca vinculación con Jesús, se transforman en las notas distintivas del discípulo “amigo” y “hermano”. A éstos, Jesús les pide unión íntima y fiel a él, lealtad inquebrantable, obediencia a su Palabra y el fruto en abundanciqa del amor.

Este discípulo es “el misionero”, pues Jesús lo hace partícipe de su misión al mismo tiempo que lo vincula a él como amigo y hermano. Por eso, como él es testigo del misterio del Padre. Los que se vinculan a él son testigos también de su misterio y de la voluntad del Padre. El discípulo se une a Jesús para promover el Reino de vida, sentido último de la misión de Jesús. Participar en ella no es pues una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana, porque es la extensión testimonial de la vocación misma.

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